Modelo Sistemico Enero2016 PDF
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patrones repetitivos que se daban en algunas tribus, a los que describió en términos
comunicacionales.
En ese mismo año Bateson y Mead parten para Bali, donde observaron el curioso caso
de las madres, que estimulaban a sus hijos, y cuando éstos respondían los ignoraban. Esto se
contempló también como un patrón repetitivo de comunicación incongruente, que más tarde
observaría, junto con su equipo, en las familias de los esquizofrénicos.
Al regresar a EE. UU., Bateson y Mead consultaron con el hipnoterapeuta Milton
Erickson para que les ayudara a comprender los fenómenos de trance observados en Bali y que
habían podido filmar. Erickson les convenció de que los estados de trance observados (por ej.
alucinaciones inducidas por hipnosis, parálisis, amnesia, etc.), concebidos tradicionalmente
como fenómenos mentales intrapsíquicos, dependen de procesos interaccionales similares a los
que organizan la conducta humana fuera del trance. Ello contribuyó seguramente a una visión
más interaccional de la psicopatología. Más adelante el papel de Erickson es también muy
relevante en el surgimiento y desarrollo del modelo sistémico.
El universo conceptual de Bateson se expandió enormemente con su participación en la
Conferencia Macy, coordinada en 1942 por el neurofisiólogo Warren McCullogh, y a la que
asistieron Norbert Wiener y John Von Neumann, entre otros. Estas conferencias fueron
seminales en muchos sentidos, puesto que en su edición de 1948 se sitúa también el punto de
partida del paradigma cognitivo en psicología. En ellas se cuestiona el viejo paradigma
mecanicista de las ciencias clásicas.
Bateson reconoce repetidamente su deuda a estos autores y para con la cibernética en
todo lo que escribió posteriormente. En particular, resalta la gran innovación que supuso la
noción de retroalimentación, y su utilidad para describir la actividad humana en términos
comunicacionales e interaccionales.
En 1951 Bateson publica, junto al psiquiatra Jurgen Ruesch con quien colaboró durante
unos años, su primera obra sobre el área de la salud mental: Comunicación: La matriz social de
la psiquiatría (Buenos Aires, Paidós, 1965). En esta obra ya se hallan los cimientos para el
proyecto de investigación sobre las pautas de comunicación en la esquizofrenia que convocó al
equipo de Palo Alto al año siguiente. Se aplica a la psicopatología el nuevo cambio conceptual
que abandona conceptos como sustancia material, energía y contenido para basarse en los
procesos comunicativos, los patrones interaccionales como claves explicativas de la actividad
humana, tanto normal como anormal.
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la ciudad californiana de Palo Alto. Desde allí consiguió financiación de la Fundación Rockefeller
para estudiar la comunicación y sus niveles. Se centró en la esquizofrenia en virtud de su
anterior colaboración con Ruesch, y por tratarse de un problema social acuciante, para el que se
disponía de fondos para realizar la investigación. Para llevar a cabo el proyecto, convocó a unos
jóvenes e inquietos investigadores interesados en el tema:
1. Jay Haley (licenciado en comunicación por Standford, posteriormente psicoterapeuta
familiar)
2. John Weakland (antropólogo, posteriormente psicoterapeuta familiar)
3. William Fry (psiquiatra)
En 1954 se les unió el prestigioso psiquiatra Don Jackson, y siguieron juntos hasta 1962,
financiados intermitentemente por diversas fundaciones. Podemos destacar las siguientes
características de este grupo:
• Interdisciplinar: su objeto de estudio es un problema clínico, la esquizofrenia; pero su
metodología y su concepción teórica es mucho más amplia que la de la psiquiatría o la
psicología.
• Centrado en la investigación: no se plantea como intento por desarrollar una nueva
modalidad de psicoterapia. La terapia es parte de la investigación. La respuesta de la
familia a las propuestas de los terapeutas es una observación tan útil como la
observación más naturalista también practicada.
• Interés teórico más allá de la clínica o la psicología: la comunicación como patrón de
comportamiento de los seres vivos.
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De esta forma, el paciente, objeto de estudio e intervención en los modelos tradicionales,
es visto como parte de un sistema complejo y su síntoma es explicado en función de la dinámica
del sistema actualmente, no de lo que ocurre en su intrapsique. Así, el paciente es identificado
por el sistema como tal, pero el objeto de estudio e intervención es una familia en la que se dan
unas pautas comunicacionales, en esas “ocurre” que uno de los miembros se comporta de forma
sintomática. El mismo síntoma es visto como una comunicación, un eslabón más de la cadena
interaccional.
La noción de patrón interaccional sugiere que las acciones de un miembro influyen en
la de los demás, y éstas a su vez en el primero formando una pauta recurrente. Esta idea parte
de la concepción de la familia como sistema cibernético que se retroalimenta de sus propias
acciones. Cada acción es a la vez input y output para nuevas acciones en un proceso recurrente,
sin fin, que permite a la vez mantener un cierto estado de equilibrio en el sistema.
A su vez, esta visión sistémica requiere de una nueva concepción de la causalidad. La
causalidad tradicional, aún imperante en nuestros días, es lineal. Para explicar un problema, hay
que encontrar la causa que lo antecede y lo genera. Pero si consideramos problemas
recurrentes (casi todos los problemas clínicos), y los consideramos en el contexto interaccional
en que aparecen (habitualmente, la familia), veremos que forman parte de un patrón
interaccional. Identificar una causa (o incluso varias) supone una enorme simplificación.
El modelo sistémico emplea la causalidad circular, en la que se tiene en cuenta como
las consecuencias influyen, a su vez, en las causas. De esta forma, la consecuencia deviene
también causa, lo que pone en evidencia la poca utilidad de “causas” y “consecuencias”, y que
se requieren nuevos conceptos, sobretodo si tenemos en cuenta más de dos interactuantes.
Desde una óptica circular las nociones de responsabilidad, o culpa son cuestionadas. Los
sistémicos conceptualizan los problemas en términos de patrones interaccionales complejos y
recurrentes.
Desde esta perspectiva resulta demasiado simplista decir que una madre
sobreprotectora crea ansiedad en su hijo. Más bien podemos decir que ambos forman parte de
un patrón en el que (podemos comenzar con uno o con otro) los miedos del niño despiertan la
atención preocupada de la madre, lo cual exacerba los miedos del niño, lo cual preocupa todavía
más a la madre, y así sucesivamente. Con todo, esta descripción resulta demasiado simple.
Podríamos incorporar en el esquema lo que dice o hace el padre cuando está presente, cuando
los observa, o bien simplemente cuando se lo cuenta la madre. Y así ir asumiendo niveles
crecientes de complejidad. Este patrón (irreducible a una de sus partes) es la unidad de análisis
y de intervención, aunque el punto de entrada pueda ser actuar en tan sólo uno de los
comportamientos o actitudes.
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Cuando alguien describe una interacción en términos lineales de causa-efecto (por ej.,
un padre puede quejarse de que la sobreprotección de la madre causa los miedos del hijo) se
entiende como una particular puntuación, entendida como operación que reduce la complejidad
para designar un antecedente causal y una consecuencia. Se entiende como una particular
segmentación del patrón interaccional que se hace en función de intereses personales, y que en
sí misma, es un nuevo movimiento dentro de la danza de interacciones.
Así pues, el modelo sistémico se centra en las interacciones actuales de todos los
miembros de la familia (o los sistemas relevantes), en lugar de buscar las causas pasadas de los
síntomas. Éstos se entienden como una comunicación congruente con la dinámica del sistema, y
se insertan en un patrón interaccional complejo. Son estos patrones los que caracterizan a una
familia como una entidad supraindividual, o sistema.
Esta observación sugiere que el problema es una parte integrante de la vida familiar, un
elemento clave para su nivel de equilibrio actual. La resistencia se pone al servicio de mantener
dicho equilibrio.
Jackson entiende que el síntoma estaba cumpliendo una función en la dinámica del
sistema, y ahora que no existe el sistema se desequilibra, y sólo se estabiliza con la aparición de
un nuevo síntoma. Esta visión requiere concebir la familia como un todo que tiene unos
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parámetros de funcionamiento, y al alejarse de ellos aparecen movimientos correctivos
(retroalimentación negativa) para restablecer la homeostasis (equilibrio) familiar. Estos
mecanismos homeostáticos son la base de la resistencia al cambio (orientada a mantener el
equilibrio).
Esta noción de inercia o resistencia al cambio no es nueva en la psicoterapia, pero la
novedad radica en basarla en la homeostasis de la familia como sistema, en lugar de explicarla
en función de la dinámica intrapsíquica. Así, las resistencias no son sólo conductas o actitudes
del paciente sino que pueden ser interacciones entre cualquiera de los miembros de la familia (o
entre ellos y el terapeuta).
Al presentar estas ideas en el congreso de la American Psychiatric Association de 1954,
con el trabajo titulado “The Question of Family Homeostasis” (la cuestión de la homeostasis
familiar), Bateson le invitó a formar parte de su equipo inmediatamente, por la coincidencia de
ideas. Su incorporación fue en realidad muy fructífera al ser uno de los miembros más activos.
En 1958 fundó el Mental Research Institute (MRI) ubicado en el mismo edificio que
trabajaba Bateson y su equipo. Este instituto estaba más orientado a la práctica y estudio de la
terapia familiar. Aunque Bateson no se unió al MRI, su segunda esposa Louis si lo hizo, al igual
que Haley y Weakland.
El MRI llegó a ser, a finales de los años sesenta y en los setenta, una de las escuelas de
terapia sistémica más importantes (y lo es aún hoy). Con el grupo de Bateson compartieron
espacio físico y personal de servicios hasta que se terminó la investigación en 1962. Jackson
dirigió el MRI, hasta su muerte en 1968. Además de los innumerables libros, capítulos y artículos
que escribió, una de sus contribuciones más importantes fue la fundación, conjuntamente con
Ackerman y Haley, de la revista Family Process, probablemente la de más peso en terapia
familiar sistémica.
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comunicación natural o congruente con el sistema familiar en el que se desarrolla. De forma
implícita, lo que se sugiere es que el “enfermo” es el sistema, por su carácter disfuncional, y el
paciente lo es sólo en la medida en que forma parte del mismo. Así, la comunicación
esquizofrénica, a menudo extraña o bizarra, es vista como un intento desesperado para
adaptarse, y sobrevivir emocionalmente, a un sistema poco funcional.
En este trabajo se presenta la noción de doble vínculo, para describir una forma
disfuncional de comunicación que según los autores es característica de las familias con
miembros esquizofrénicos. En esencia, el concepto se refiere a la emisión de mensajes
incongruentes a distintos niveles lógicos, también conocidos como mensajes paradójicos. Por
ejemplo, estimular o provocar una respuesta en el otro y luego quejarse porque se ha dado, en
un clima en el que no se puede meta-comunicar (o hablar acerca de lo ocurrido), y en un
contexto de importancia vital para el niño: sus padres.
Se plantea, también, que el esquizofrénico no puede distinguir entre distintos niveles
lógicos, confundiendo los del nivel de la clase con los de sus miembros. Así, confunde un
mensaje que indica que se cambia de registro (por ej., se va a contar un chiste o se va a hacer
una broma) con uno ordinario, lo cual resulta en una dificultad para distinguir entre lo literal y lo
metafórico.
Erickson les mostró cómo estos fenómenos que observaron en los esquizofrénicos
implican una situación en la que se dan instrucciones contradictorias pero a distinto nivel lógico
(dentro/fuera del trance hipnótico), como ocurre frecuentemente en el propio proceso de
inducción al trance. Por ejemplo, antes de iniciar la inducción se le dice al sujeto que no tiene
que hacer nada voluntariamente, pero en la inducción se le dice que levante la mano, etc.
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las personas, en lugar de lo que ocurre dentro de ellas. En efecto, a diferencia del concepto de
conducta, que habitualmente se entiende referida a un individuo, la comunicación, ya por su
naturaleza, necesita dos o más interactuantes. Concebir la actividad humana como
comunicación supone partir de la idea de que lo que hacemos, sea lo que sea, tiene un valor de
mensaje, está en relación a otro. Por otro lado, la conducta, foco habitual de la psicología, se
entiende distinta de la cognición y la emoción. Contrariamente, la noción de mensaje implica
necesariamente la de significado. Toda acción tiene un significado, bien sea algo que se
manifiesta de forma motora, verbal o emocional. Todo mensaje debe ser decodificado.
Se sigue de este planteamiento lo que se conoce como primer axioma de la
comunicación: es imposible no comunicar. Toda actividad humana es comunicación, y aunque
si que es posible no emitir conductas, no es posible no tener actividad. Cualquiera que sea la
actividad (estar inmóvil, dormirse, irse, desmayarse, etc.) tiene valor de mensaje.
Influido por la Teoría de los Tipos Lógicos, Bateson concibió la comunicación en dos
niveles lógicos distintos, la clase y sus miembros. Todo mensaje aporta información acerca de
cada uno de estos niveles. En el nivel de la clase, indica que tipo de mensaje se trata. El nivel de
los miembros, lógicamente inferior, lo constituye el contenido del propio mensaje.
Al mismo tiempo, este nivel lógico superior, que indica la clase de mensaje de que se
trata, supone una definición de la relación, una propuesta sobre el tipo de relación, que requiere
respuesta por parte del otro. Así, la comunicación, vista como intercambio de mensajes, supone
una continua negociación acerca de la posición de cada uno. En el apartado 2.9.2 se definen
como tipos de relación la complementaria y la simétrica, y sus variantes.
El nivel de definición de la relación se transmite habitualmente de forma analógica, en lo
no-verbal (expresión facial, postura, gesto), lo para-verbal (tono de voz), y sobretodo el contexto
o situación. Es distinto pedir un vaso de agua cuando uno no se encuentra bien (lo cual también
se expresa en lo no- verbal y para-verbal), o si el que lo pide es un anciano con dificultades de
movilidad, o bien si se hace “por capricho”. También es distinto si se pide a alguien de la familia
o bien se trata de un pasajero a la azafata del avión. Y a la vez, es distinto si cuando lo pide las
azafatas están visiblemente ocupadas atendiendo una situación de emergencia. Además, el tono
(amable o despectivo) y la postura corporal y gestualidad con que se dice, todo ello, nos informa
de qué tipo de mensaje se trata, y de la propuesta relacional que hace. El contenido, o aspecto
digital del mensaje, se codifica en función de lo analógico. Debemos saber de que tipo de
mensaje se trata, antes de poder entender qué nos dice.
En ocasiones, la definición de la relación se hace también verbalmente (p.ej., cuando
alguien dice "te cuento un chiste, ..." para indicar que el mensaje siguiente no va en serio). Se
considera que la capacidad para metacomunicarse de forma adecuada, es decir, la capacidad de
hablar acerca de la relación, constituye una condición sine qua non de la comunicación eficaz y
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está íntimamente relacionada con el problema de la percepción de sí mismo y del otro. Conviene
darse cuenta de que en el nivel relacional, los participantes no comunican nada acerca de
hechos externos a su relación, sino que proponen mutuamente definiciones de esa relación. Por
implicación, toda definición de una relación lleva consigo una definición de sí mismo, porque es
como si la persona estuviera diciendo "así es como me veo en relación con usted".
Por tanto, la comunicación, en virtud de su carácter analógico definitorio de la relación,
nos sitúa siempre en una posición. Y cuando respondemos confirmamos o no esa propuesta.
Eso supone, que nosotros estamos implicados en nuestra comunicación. Cada mensaje dice
algo de nosotros mismos (además de lo que diga el propio contenido), y por tanto, compromete
potencialmente el sentido de identidad de los participantes. No es posible escapar a ello puesto
que cualquier intento en este sentido, comunica también algo y, por tanto, nos define.
Por el hecho de distinguir dos niveles en la comunicación, se plantea la cuestión de si
son, o no, coherentes entre sí. Lo que estipula la Teoría de los Tipos Lógicos es que cuando hay
una incongruencia entre estos niveles, es decir un miembro de una clase que contradice o niega
la clase, se da una paradoja.
Por ejemplo, la afirmación "todos los cretenses son mentirosos" atribuida al cretense
Epiménedes es paradójica por aseverar algo acerca del propio mensaje de forma que el receptor
del mensaje se halla en un dilema. Si se cree que esta afirmación es correcta entonces no es
verdadera puesto que la dicho un cretense, y si no, resulta verdadera. Esta situación confusa
generada por el mensaje se da por la incongruencia entre el nivel lógico de la clase (sentencias)
y el de los miembros (una sentencia concreta), por aseverar algo acerca de la clase ("las
sentencias son mentira"). Estas paradojas se diferencian de las simples contradicciones, del tipo
"A y no A", que representan incongruencias al mismo nivel lógico. A diferencia de las paradojas,
estas contradicciones simples son aparentes y fácilmente detectables, y no generan confusión ni
conflictos de autorreferencia.
Si las paradojas se redujeran a meros rompecabezas conceptuales no tendrían mayor
interés para la comunicación humana y la psicoterapia, pero no es así. Además de estas
paradojas lógicas, existen las pragmáticas. Se basan en la distinción anterior entre el nivel de
contenido y el relacional, y consideran al segundo como un orden lógico superior al primero. Así,
cualquier contenido digital incongruente con la definición de la relación que trasmite el nivel
analógico/contextual constituye una paradoja pragmática. Por ejemplo, si una madre dice "te
quiero" a un niño, pero lo abraza con rudeza y frialdad, el mensaje transmitido contiene un
ingrediente paradójico por la incongruencia entre el contenido verbal (digital) y el no-verbal
(analógico).
Esta forma de paradoja, la incongruencia entre el mensaje verbal y el no-verbal, es la
más común en la clínica y la vida cotidiana.
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La comunicación paradójica es vista como una modalidad disfuncional o, al menos,
incongruente de comunicación que, si se instala como patrón predominante de comunicación
tiene efectos perturbadores en los que participan de ella, más visibles en los más indefensos, los
niños y adolescentes. De hecho, la hipótesis del doble vínculo consiste precisamente en eso, es
postular que ese es el patrón comunicacional predominante en las familias de esquizofrénicos.
En ese contexto interaccional, el niño o joven nunca puede verse confirmado en sus mensajes,
porque el nivel digital y el analógico discrepan. Si responde a uno está mal en función del otro,
de forma que no hay manera de acertar, o de verse confirmado, y eso afecta seriamente al
establecimiento de un sentido de identidad, sobretodo si se dan las condiciones postuladas: una
relación fundamental para la supervivencia (como la de padres-hijos) y la imposibilidad de
escapar del campo.
Ciertamente, si no se dan estas dos condiciones sus efectos suelen ser menos
desfavorables. De hecho, la ironía y el humor utilizan mucho el mensaje paradójico, pero los
contextos relacionales son muy distintos. Incluso entre padres e hijos pueden darse estos
mensajes sin que nadie se perturbe mucho, el peligro radica cuando la comunicación paradójica
se instala de forma predominante afectando el desarrollo de un sentido de identidad.
La comunicación paradójica también se da entre pacientes y terapeutas, y de hecho
éstos pueden utilizar técnicas paradójicas para promover el cambio en determinadas situaciones.
Algunos autores como Haley en la terapia estratégica que desarrolló, y la escuela de Milán en
sus comienzos, se caracterizaron por el uso terapéutico de este tipo de comunicación.
Para terminar esta sección sobre comunicación, queremos destacar el papel que ha
tenido el libro: “Watzlawick, P.; Beavin, J.; Jackson, D. (1967). Teoría de la comunicación
humana. Barcelona: Herder, 1981” en la divulgación de visión comunicacional, y del modelo
sistémico en general. Durante muchos años ha sido la obra “iniciática” para introducirse a este
modelo. Su título original es “Pragamatics of Human Communication” (pragmática de la
comunicación humana) lo que supone un énfasis en los aspectos pragmáticos de la
comunicación. Viene a ser una síntesis de las principales aportaciones del equipo de Palo Alto,
con la destreza divulgativa de Paul Watzlawick.
Una obra paralela que, aunque quizás no tan popular, resume también estos aspectos
comunicacionales y algunos otros es: Haley, J. (1963). Estrategias en psicoterapia. Barcelona:
Toray, 1966.
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Propiedades sistémicas de la familia.
(Adaptado de Waztlawick et al., 1967; Feixas y Villegas, 2000)
- La familia como sistema abierto:
• La familia como conjunto de individuos dinámicamente estructurados, cuya totalidad
genera normas de funcionamiento, en parte independiente de las que rigen el
comportamiento individual. El sistema es abierto en tanto intercambia información con el
medio.
- Totalidad
• El cambio en un miembro afecta a los otros, puesto que sus acciones (y significados)
están interconectadas con las de los demás mediante pautas de interacción
(interdependencia).
• Las pautas de funcionamiento del sistema familiar no son reducibles a la suma de los
individuos (no-sumatividad).
- Límites
• El sistema se compone de varios subsistemas, entre los que existen límites con una
permeabilidad de grado variable.
......... ----------- --------------------
difusos claros rígidos
- Jerarquía
• La familia está estructurada jerárquicamente de acuerdo con varias formas de
organización.
- Retroalimentación
• La conducta de cada miembro influye en la de los demás en forma de feedback positivo
(favorecedor) o negativo (corrector).
- Equifinalidad
• Se puede llegar a una misma pauta de interacción a partir de orígenes y caminos muy
diversos. El estado final es independiente del estado inicial.
- Tendencia a estados constantes
• La necesidad de economizar favorece la aparición de redundancias comunicacionales,
que con el tiempo dan lugar a reglas interaccionales que pueden llegar a convertirse en
parámetros del sistema.
• Con cada movimiento interaccional disminuye el número de variedades
comunicacionales posibles (proceso estocástico).
• Los mecanismos que preservan el mantenimiento de las reglas interaccionales se
consideran homeostáticos por su función de mantener un determinado equilibrio.
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2.10. INTERACCIÓN DIÁDICA Y TRIÁDICA
Ya en sus años antropológicos en Nueva Guinea, Bateson propuso una forma de
clasificar las interacciones entre pares de personas (díadas) que ha seguido siendo empleada
hasta la actualidad, mostrando gran utilidad:
1. La interacción complementaria se basa en la aceptación, y a menudo disfrute, de la
diferencia entre la posición superior (no nos referimos a superioridad en el sentido
convencional) de un miembro y la inferior del otro. La conductas que intercambian son
diferentes pero encajan. Por ejemplo, uno ordena y el otro obedece, uno pide consejo o
ayuda, y el otro la proporciona, uno cuida y el otro busca ser cuidado, uno toma la
iniciativa y el otro le sigue. Pueden darse estos patrones entre padres e hijos, maestros y
alumnos, médicos y enfermos, y en las parejas (entre otros).
2. En la interacción simétrica, los participantes tienden a situarse en el mismo nivel, a
mantenerse en igualdad. Cualquiera de los dos puede ofrecer consejo, tomar la
iniciativa, etc.
Generalmente, estos patrones no son rígidos sino que evolucionan o varían en función
de los contextos o el estadio de desarrollo de los interactuantes. Por ejemplo, la relación entre un
jefe y su subordinado es complementaria en el trabajo, pero puede ser simétrica mientras toman
un café y hablan de fútbol. Asimismo, la relación entre un niño y sus padres empieza siendo muy
complementaria (no podía ser de otra forma, lo alimentan, lo visten, deciden todo en su vida)
pero con el tiempo esto tiene que variar a medida que el niño va creciendo. De tal forma, que
cuando los padres son mayores, el hijo adopta el papel de cuidador y se invierten,
progresivamente, los papeles. El peligro de la complementariedad es que se vuelva rígida. Que
la diferencia entre la posición superior y la inferior no evolucione e impida, así, el desarrollo del
que se encuentra “abajo”.
En las relaciones simétricas se puede dar la cooperación e incluso pequeñas
alternancias de interacciones complementarias breves (con alternancia también en la posición de
ambos miembros) pero el peligro de la simetría es la escalada. Si uno de los dos empieza a
hacer movimientos en los que se sitúa “por encima” del otro, por ejemplo dar instrucciones u
órdenes, de forma que no permite cierta alternancia o negociación como sería propio de una
situación de igualdad, ello resulta inaceptable y supone una provocación irresistible para el otro.
De hecho, cada mensaje de este tipo estimula una respuesta similar en el otro, en un patrón que
se conoce como escalada simétrica.
Si las consideramos tal cual, las escaladas simétricas son un patrón interaccional que en
sí mismo lleva a la disolución de la díada o su destrucción. En efecto, se dan algunos casos en
los que este tipo de interacción lleva a que un cónyuge mate al otro. En la escena internacional,
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es común ver como el intercambio de amenazas termina con la guerra. Pero también existen
muchas díadas que conviven con la escalada simétrica, y el conflicto que conlleva, durante años.
A menudo en la clínica se ven no sólo las situaciones caracterizadas por la rigidez
(escaladas simétricas sangrantes, complementariedades rígidas), sino también otras
caracterizadas por la inestabilidad. Es lo que se conoce como simetría inestable, situación en la
que uno suele imponerse al otro pero el otro no se acaba de conformar y lucha por mantener su
posición. Es decir, un patrón continuado que no cristaliza en una relación simétrica
En estas situaciones conflictivas lo más común es correr en busca de terceros que sirvan
de aliados. Por eso, habitualmente se dice que se precisa de un tercero para formar un sistema.
Las díadas acostumbran a articularse en función de un tercero. Y en una familia los candidatos
más probables son los hijos, pero también puede ser el perro, el televisor, Internet, un amante, el
trabajo, la suegra, etc.
En la terminología sistémica, se distingue entre alianzas, las proximidades naturales
entre miembros de la familia (por ej., el padre y el hijo disfrutan viendo el fútbol mientras la madre
no), y coaliciones (asociaciones entre miembros en contra de otro). Éstas suelen ser negadas a
nivel explícito (aunque todos saben que existen) y no son aparentes a los ojos de un observador.
Cuando la coalición implica reclutar a uno de los hijos en contra del otro progenitor, se
conoce como triangulación, y suele tener efectos perjudiciales para el hijo en cuestión puesto
que gran parte de su energía se dedica al conflicto parental, en lugar de dedicarla a afrontar los
retos evolutivos de su propia vida.
Cortejo: en esta etapa se da un ajuste entre dos pautas de interacción, dos visiones del mundo,
la de cada miembro de la pareja, que representa en cierto modo el sistema de su familia de
origen.
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Primeros años de matrimonio: es el tiempo en que se forma la alianza conyugal, se establecen
las reglas de interacción (distribución de tareas, roles, etc.), y se regula la relación con familias
de origen de ambos cónyuges.
Nacimiento y primeros años de los hijos: se re-organizan las tareas y roles, empiezan a
aparecer las tríadas (alianzas, coaliciones), se re-definen las relaciones con "abuelos".
Retiro y vejez: una vez los hijos han creado sus propias familias se produce el llamado
síndrome de "nido vacío", los padres deben re-organizar su vida en tareas no laborales, y con la
edad pasan de ser cuidadores a precisar cuidados.
Es claro, que estas etapas hablan de generalidades que hay que ajustar a cada familia
en concreto. De hecho, cada día son menos las familias tradicionales y más variadas las formas
de convivencia familiar. Algunas de estas variaciones del ciclo vital normativo deben tener en
cuenta situaciones como el divorcio (y las familias reconstituidas), las familias monoparentales, la
adopción, las parejas inter-étnicas, las parejas homosexuales y, por supuesto, la muerte, la
enfermedad y el duelo.
En cualquier caso, lo que debe quedar claro es que el modelo sistémico intenta
contextualizar el problema en el momento del ciclo vital que se produce, e investigar si cumple
alguna función para estabilizar el sistema ante la transición vital que corresponda. Por ejemplo,
un joven adulto que tiene un problema serio (psicosis, drogas, etc.) puede congelar el ciclo vital y
hacer que los padres tengan que seguir haciendo de padres, impidiendo el avance del ciclo de
vida a la fase en la que él sale de casa y forma una nueva familia.
Lectura Recomendada:
• Belart, A., y Ferrer, M. (2000). El ciclo de la vida: una visión sistémica de la familia.
Bilbao: Desclée de Brouwer
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3. LAS ESCUELAS Y SUS METODOS TERAPÉUTICOS
Como hemos visto, en la década de los años cincuenta el equipo de Palo Alto, liderado por
Bateson, desarrolló una nueva forma de conceptualizar los problemas humanos y, con ello, sentó
las bases de una nueva modalidad de intervención, la psicoterapia sistémica. Este proceso, que
supuso la creación de un nuevo modelo en psicoterapia, el sistémico, se enmarcaba dentro de
una serie de proyectos de investigación sobre la comunicación en las familias de los
esquizofrénicos. El objetivo inicial del equipo de Palo Alto era desarrollar estos nuevos conceptos
aplicados a estas familias, y en general a los problemas humanos.
A principios de los años sesenta, los fondos de investigación en salud mental se
concentraron en el estudio de los recién aparecidos psicofármacos, y el equipo de Bateson se
quedó sin fondos. El equipo como tal se disolvió y, como hemos visto, Bateson siguió
investigando los niveles de la comunicación en mamíferos marinos y dedicándose a la reflexión
epistemológica.
Desde entonces, la evolución del modelo sistémico dejó de estar ligada a la
investigación, y se orientó a la intervención clínica, a la creación de una nueva modalidad de
terapia. Sin embargo, las técnicas y estrategias terapéuticas más fundamentales se desarrollaron
en las dos décadas siguientes, un período caracterizado por la formación y desarrollo de
diversas escuelas de terapia sistémica.
Las escuelas sistémicas se suelen caracterizar por el liderazgo de unos terapeutas, que
encuentran una forma particular de profundizar en las nociones sistémicas básicas que les
permite desarrollar un estilo propio de trabajo con las familias. Su énfasis está en definir y aplicar
su propio estilo, explorando todas sus posibilidades. Sin embargo, y a pesar de tener un estilo
característico, los líderes de estas escuelas intercambian muchas ideas con los de las demás, y
en la práctica la mayoría de los terapeutas sistémicos no se limitan a “militar” en una escuela
sino que conocen gran parte de las aportaciones de todas ellas. De hecho, casi la totalidad de
los programas de formación en terapia familiar sistémica imparten contenidos derivados de
varias escuelas. Así, en la práctica los terapeutas suelen integrar técnicas y procedimientos
provenientes de escuelas diversas en función de su idoneidad para tratar el caso que les ocupa,
aunque tengan sus preferencias y, a su vez, vayan desarrollando un estilo propio.
Si nos situamos a cierto nivel de detalle, las escuelas sistémicas superan la docena,
pero nosotros hemos optado por una opción simplificadora, consistente en tres grandes
escuelas: la del MRI, la estructural-estratégica, y la de Milán. Con ello excluimos muchas otras
aportaciones y autores, pero aportamos una visión manejable de la situación, atendiendo a las
líneas más significativas.
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3.1. EL ÉNFASIS PRAGMÁTICO
Antes de describir cada una de estas grandes escuelas, conviene aclarar que la época
que siguió a la disolución del equipo de Palo Alto se caracterizó por una visión
predominantemente pragmática de la comunicación. Veamos que significa esto.
La comunicación puede contemplarse en dos vertientes diferenciadas, la pragmática y la
semántica. La pragmática tiene que ver con las acciones que componen una comunicación y sus
efectos en las personas que forman parte de ella, en su carácter de interacción. En su obra,
Watzlawick, Beavin, Jackson (1967) describen la comunicación humana principalmente desde la
vertiente pragmática entendiéndola como “la manera en que las personas se influyen unas a
otras por lo que su conducta tiene de mensaje; las modalidades en las que se confirman o
desautorizan, en que se estimulan o se vuelven locas unas a otras”. También se conoce como
vertiente política o estratégica de la comunicación.
Por otro lado, está la vertiente semántica, relacionada con el significado de la
comunicación. Se trata del valor de mensaje que tiene la comunicación, el cual debe ser
interpretado (decodificado) por el receptor, de acuerdo con sus valores (y los de la familia o
cultura en la que se encuentra). Esta otra vertiente fue bastante marginada por los sistémicos de
los años sesenta y setenta. Hasta que, en los años ochenta, se cuestionó el énfasis pragmático
de la sistémica para re-incorporar esta vertiente semántica, en gran parte en función de la
influencia epistemológica del propio Bateson y de los constructivistas.
Veamos ahora las características y aportaciones de las principales escuelas sistémicas
que siguieron al equipo inicial de Bateson y que precedieron a este replanteamiento
epistemológico de los años ochenta.
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parte del MRI: Paul Watzlawick, Antonio Ferreira, Richard Fish, Jane Beavin, Art Bodin, Lynn
Hoffman, y Lynn Segal entre otros.
Después de la muerte de Jackson, en Enero de 1968, fueron Weakland, Fish,
Watzlawick y Bodin quienes lideraron el MRI. De hecho, ya en 1965 Fish había fundado el
proyecto de Terapia Breve del MRI orientado a sistematizar un formato de terapia breve
sistémico para la mayoría de los problemas clínicos. Uno de los frutos más visibles de este
proyecto fue la publicación de su artículo y su primer libro de amplia difusión:
• Weakland, J., Fish, R., Watzlawick, P., Bodin, A. (1974). Brief therapy: Focused problem
resolution. Family Process, 13, 141-168.
• Watzlawick, P., Weakland, J., y Fisch, R. (1974). Cambio. Barcelona: Herder, 1976.
Esta obra, escrita en un estilo ameno y de fácil comprensión, ha sido fundamental para
la difusión de las ideas más fundamentales de esta escuela. La distinción entre cambio-1 y
cambio-2, así como el papel de la solución en la creación y resolución de problemas (véase
3.1.2). Otro hito fundamental en la evolución del MRI fue la publicación de:
• Fish, R., Weakland, J., Segal, L. (1982). La táctica del cambio. Barcelona: Herder, 1984.
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problema. Básicamente, les interesa determinar quien hace algo cuando aparece el problema, y
qué hace, para intentar solucionarlo.
De hecho, ellos consideran los problemas, o mejor dicho las dificultades, como parte
esencial e inevitable del desarrollo humano. El ciclo vital supone afrontar innumerables
dificultades, algunas más normativas o generales (p. ej., el control de esfínteres, conseguir
independizarse de los padres, el nido vacío) y otras características sólo de algunas evoluciones
familiares (duelo, divorcio, enfermedad, etc.), pero al fin y al cabo naturales, propias de la vida.
Estas dificultades se van resolviendo (o aceptando) de forma también natural, con los propios
recursos de la persona que las afronta o con la ayuda de la familia o de otras personas de su
medio o red social. No tienen porque convertirse en problemas, aunque en ocasiones puedan
general malestar y dolor.
Sin embargo, en los casos que llegan a consulta suelen aparecer verdaderos problemas
que se repiten una y otra vez, generando un malestar desmesurado. En estos casos, se
encuentra que las soluciones aplicadas por el propio sujeto o la familia a una de estas
dificultades no la resuelve, sino que más bien el problema se exacerba. Por ello se suele aplicar
“más dosis” de la misma solución o bien de otras soluciones del mismo tipo (u orden lógico) que
vienen a ser “más de lo mismo”. En lugar de que la dificultad se supere, se hace más grande,
creando un circulo vicioso de gran envergadura que constituye un problema de gravedad
creciente.
Así, vemos que la solución aplicada fomenta más el problema, perpetuándolo. Se genera
un circuito de retroalimentación de gran poder destructivo puesto que la solución (retro)alimenta
la dificultad, y ésta a la solución, y así sucesivamente. Es por ello que el eslogan de esta escuela
es “la solución es el problema”. En efecto, entienden que la solución aplicada a la dificultad es la
que no permite su resolución por más lógica que parezca, y por más bien intencionada que sea.
Una de las implicaciones prácticas de esta visión del problema es que los terapeutas
sistémicos suelen preguntar por las soluciones intentadas por la familia, por el propio sujeto, por
alguna institución, o bien por otro terapeuta. Ello permite estudiar el papel que esta solución
juega en el mantenimiento del problema. En efecto, tal como es característico de la causalidad
circular, les importa mucho menos la causa original, quién empezó, que la secuencia
interaccional en la que inscribe el problema en la actualidad, especialmente la solución que se le
aplica.
Sin establecer ningún tipo de juicio sobre la corrección de la solución aplicada, lo que
intentan los terapeutas sistémicos es romper el círculo intentando que se apliquen soluciones
que no sean “más de lo mismo” y no entren en el mismo circuito de retroalimentación, más que
actuando sobre la dificultad misma. Se cree que sin una “solución” que la alimente, la dificultad
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puede ser superada más fácilmente con los propios recursos del sistema, al igual que se han ido
superando las otras dificultades evolutivas.
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Vemos, pues, que las soluciones comúnmente aplicadas a las dificultades humanas se
rigen en muchas ocasiones por el sentido común (la lógica de contraponer a una desviación su
opuesto para compensarla). Pero para lograr cambios-2 los terapeutas interaccionales emplean
intervenciones paradójicas que contradicen el sentido común. Aunque muy discutidas, se supone
que estas intervenciones tienen el valor de producir cambios-2 en períodos relativamente breves
de tiempo.
Para finalizar este apartado, sólo recordar que las familias también pueden generar
cambios de segundo orden como parte de su evolución natural, no sólo cuando van a
psicoterapia.
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