Aprendo A Ser Libre y Responsable
Aprendo A Ser Libre y Responsable
Aprendo A Ser Libre y Responsable
En el sentido anterior, la libertad se define como algo negativo, es decir, como ausencia de algo. Es el sentido
que se deriva de frases como esta: "puedes irte, nadie te lo impide, eres libre". Pero la libertad, ¿es nada más
que eso? Muchos pensadores han sostenido lo contrario, y definen un segundo sentido de libertad, positivo,
que es el de libertad para hacer esto o aquello.
Algunas personas se oponen a esta distinción argumentando: "¿No es lo mismo que hemos dicho antes? Si
nada nos lo impide, podemos escoger libremente entre esto o aquello." Parece lo mismo a simple vista, pero,
en realidad no lo es. La libertad, en sentido positivo, es libertad de elección. Pero no somos libres de elegir
cuando no conocemos las posibles consecuencias de aquello que elegimos. Tampoco elegimos libremente
cuando nos dejamos llevar por el miedo, la moda, las costumbres o los caprichos en nuestras elecciones.
¿Qué es
libertad...............??????
¿Qué es
responsabilidad? la responsabilidad
es la virtud o disposición habitual de asumir las consecuencias de las propias decisiones, respondiendo de ellas
ante alguien.
También responsabilidad es la capacidad de dar respuesta de los propios actos.
LA LIBERTAD RESPONSABLE
La cumbre de la libertad es la responsabilidad. La libertad responsable surge cuando descubro al otro como
sujeto de derechos, que tiene una dignidad inviolable que yo debo respetar.
La cumbre de la libertad es la responsabilidad. La libertad responsable surge cuando descubro al otro como sujeto de derechos,
que tiene una dignidad inviolable que yo debo respetar.
Uno vive en libertad cuando renuncia a sus propios intereses para actuar en el ámbito de personas que tienen derechos y que lo
llaman, lo necesitan a uno.
La libertad no se juega sino cuando están en conflicto mi tendencia espontánea egoísta y los derechos de los demás. De ahí que si
ante una situación determinada debo elegir qué acción realizar, toma parte la voluntad que tiene dominio sobre el intelecto, en
forma de una reflexión; pues soy responsable de la conciencia que tengo.
El hombre se transforma al elegir, porque es más él y menos los demás que le oprimen y la naturaleza que le domina. Sólo cuando
elige, es él mismo, el hombre, con autonomía frente al mundo para construir y elaborar su propio mundo.
"Es por ello que la libertad humana adquiere un carácter de conquista personal y se traduce en tarea permanente; como nos lo
señala Juan Pablo II cuando concibe la función del bien y le asigna por objeto el amor traducido en donación y servicio
desinteresado a los demás"
Construye atenta a todos los factores. Reflexiona e identifica las maneras que esa afecta su capacidad de juzgar y actuar por sí
misma. El fundamentalismo es aquel modo de pensar que adopta una visión exclusiva de la verdad que está en contra de la opinión,
modo de vida y cultura de los demás. Es bueno el reconocimiento de nuestras limitaciones pero no podemos caer en el
determinismo fatalista (idea de no escapar de una situación amenazante). El ser humano está dotado con la razón y es capaz de
reconocer las
fuerzas y combatir las ataduras incluso en situaciones extremas.
Responsabilidad:
Hay dos tipos de actos libres: Las que pueden hacerse y las que deben hacerse. Se puede leer, cantar, pensar; y
no hay en ello ninguna obligación. En cambio, se debe pagar la bebida que se ha consumido, se debe ayudar a los
padres cuando lo necesiten, se debe decir la verdad. Aunque se puede no hacerlo, porque se experimenta una
obligación interna de carácter absoluto: hay cosas que se deben hacer o evitar aunque no se quiera, aunque no
gusten, aunque no resulten fáciles.
Problemas Modernos:
El principal problema en relación con la libertad nacional se ha desarrollado en el paralelo con las ansias de
soberanía e independencia de pequeños países y colonias. A ello deben añadirse los problemas de las minorías
raciales, siempre dispuestas a ganar autonomía interior en relación con el estado.
Respecto a la libertad individual en su estado actual, el problema ha consistido en la protección y extensión de los
derechos civiles, como son la libertad de expresión, la libertad de prensa, la libertad religiosa, la de reunión,
cátedra, manifestación y otras, o lo que es lo mismo, en la búsqueda del punto en el que termina la libertad de una
persona y comienza la de los demás. Así, la libertad de información o de expresión no puede ejercitarse sin
límites, pues un ejercicio abusivo de las mismas puede vulnerar el derecho al honor o la intimidad a otra persona.
La responsabilidad tiene dos vertientes: podemos exigirla y podemos tenerla. Se
dice que el ser humano, en el momento de nacer, es el más ignorante de los animales; sin embargo, los animales
pueden realizar un gran número de conductas al poco tiempo de nacer. Las personas no nacemos ya hechas, sino
que nos vamos haciendo a lo largo de nuestra vida. Como dice Tomás de Aquino, «Donde hay inteligencia hay libre
albedrío», hay libertad.
Nuestra vida está abierta al conocimiento y tenemos que hacer de ella una tarea, eligiendo y adoptando actitudes;
de hecho los patrones de conducta varían de una época a otras y de una cultura a otras. En esta tarea, debemos
aprender qué opciones tenemos y cuál de ellas nos conviene más, conociendo qué nos interesa y qué no. Esta es
la gran aventura del conocimiento que nos permite “echar raíces”, es decir, introducirnos en nuestras
tradiciones, en nuestra cultura, así como aproximarnos a lo que otras personas de otros lugares y épocas han
creído y han hecho. Sobre esta base, podemos construir nuevas ideas que nos ayuden a resolver de modo
novedoso los problemas que en el camino van surgiendo. De ahí la relación indisoluble que se da entre
conocimiento y libertad.
Las raíces últimas de nuestra libertad están en la mente del ser humano: en su capacidad de razonar, de
orientarse y de preferir. Y sólo una decisión fundada, puede ser considerada verdaderamente una decisión.
Agustín de Hipona lo afirmó rotundamente al escribir que «ninguna cosa está tan en nuestro poder como la
voluntad misma». Pero no hace falta acudir a su patrocinio. Estamos ante un hecho de experiencia, incluso de
una experiencia elemental y básica: aunque acotada, tenemos libertad, dominio relativo sobre buena parte de
nuestros propios actos —podemos, en definitiva y última instancia, realizarlos o no realizarlos— y, a través de
ellos, sobre nuestro ser.
Solo cuando perdemos de vista sus límites, cuando pretendemos una libertad infinita, no creada, afloran
multitud de aporías, que tienden a hacernos creer que el hombre no goza de esa libertad. Con otras palabras:
únicamente la pretensión de una libertad absoluta, sobrehumana, nos conduce a sentir que no somos libres.
2. . El máximo don
A las dos propiedades anteriores hay que añadir algo de capital interés: y es que la libertad, en el hombre, es
una ganancia. Y que lo es, en fin de cuentas, porque gracias a ella el hombre puede autoconstruirse,
prolongarse, completarse y terminarse, obteniendo por sí mismo un fin sublime.
Con palabras de Savona rola, glosadas a su modo por multitud de tratadistas, «la verdadera libertad es más
preciosa que el oro y que la plata»: es el privilegio por excelencia de la persona creada, en cuanto que gracias
a su condición libre puede empinarse hasta su destino de plenitud en Dios.
Una ganancia, un beneficio… De esta manera lo entendían los mejores de entre nuestros clásicos. Y, así,
Cervantes, en El Quijote, dejó escrito:
No hay en la tierra, conforme a mi parecer, contento que se iguale a alcanzar la libertad perdida.
3. Implica todo nuestro ser
En cuarto lugar, y como complemento de lo visto, es oportuno considerar que la libertad, entendida en su
sentido más propio y hondo, nos pone completamente en juego. Lo que también puede afirmarse sosteniendo
que su punto primordial de referencia es la totalidad de nuestra persona o, de manera correspondiente,
nuestra relación constitutiva con Dios.
Aunque no es posible siquiera comentarlas, conviene aquí dejar constancia de las hermosas y profundas
palabras con que Carlos Cardona resume esta idea:
Puesto el ser, creada la persona, la libertad se presenta en él como «inicio» absoluto, como originalidad
radical, como creatividad participada. En consecuencia, el hombre se hace, se pone a sí mismo como hombre,
cuando en uso de su libertad ama a Dios sobre todas las
cosas, cuando ama a Dios como Dios, cuando ama el
Amor libre que le hace ser como amor, cuando
libremente ama a Aquel que libremente le hace libre,
capaz de amar, cuando intencionalmente se identifica
con su fin porque quiere, y es así lo que está hecho para
ser
4. ¡Poder elegir!
En una voluntad que puede querer o elegir sin estar determinada por nada ni nadie, excepto por sí misma: y
entonces es libre; o que no resulta capaz de tal elección, y entonces no lo es.
2.1. Ignorancia: si una persona no sabe en qué consiste realmente lo que pretende hacer, cuáles
son las posibilidades reales de obrar en unas circunstancias concretas, qué consecuencias se seguirán si
actúa de un modo o de otro… de ninguna manera puede decirse que elige (ni, por consiguiente, que obra)
libremente.
Apelando a un caso cada día menos conocido en la civilización occidental, cuando Noé se emborrachó porque
no sabía que el mosto fermentado producía esos efectos, no obró con libertad. Como tampoco lo hace quien
estima que solo puede entretenerse si dispone de suficiente dinero para comprar las diversiones (ya se trate
de «fiestas» organizadas con más o menos complejidad de medios, ya de sofisticados aparatos, ya de viajes a
lugares apartados que apenas si logra visitar), en lugar de desarrollar como es debido su inventiva y su
imaginación, solo o en compañía de sus amigos. O, por poner un ejemplo no infrecuente, tampoco obra con
genuina libertad la mujer que utiliza el DIU porque nadie le ha explicado que sus mecanismos son abortivos.
2.2. Falta de dominio sobre sí mismo. ¡Cuántas veces pretendemos convencernos o
convencer a los otros de que hacemos algo porque queremos (porque nos da la gana, solemos decir), cuando
en realidad querríamos tener la fuerza suficiente para no hacerlo, pero carecemos de ese vigor!
Aquí, los ejemplos son casi infinitos y se sitúan en las esferas más diversas: desde el que fuma porque le da la
gana (pero en realidad no se siente capaz de dejar el tabaco), pasando por quien desprecia el estudio porque
de hecho no tiene fuerzas ni capacidad para estar más de 2 minutos delante de un libro, hasta quien se
pavonea por llevar una vida sexual desenfrenada y lo que ocurre es que es esclavo de esos instintos… que, en
el fondo, le gustaría dominar con objeto de amar de veras a la persona de quien realmente se encuentra
enamorado.
Tengo toda la impresión de estar en el momento más delicado de mi exposición. La expresión «hacer lo que me
dé la gana» es probablemente la más utilizada para reivindicar las acciones libres y resulta tremendamente
costoso convencer a alguien de que «ahí» (al menos, en el sentido que suele darse a esa frase) no se alcanza
todavía la esencia del acto libre.
Las razones filosóficas que han provocado esta situación son conocidas y se remontan a la concepción de los
últimos siglos que identifican la libertad con la indiferencia, con ese «tanto da» al que ya me he referido. En
las personas singulares, al margen del origen de ese convencimiento, lo que
encontramos es algo asimismo conocido: la aspiración a una libertad absoluta. Y, en
efecto, si cualquiera de nosotros fuera perfecto, podría sin duda querer y
hacer lo que «le viniera en gana» y eso, que sería siempre bueno,
constituiría la mejor expresión del carácter pleno de nuestra
libertad.
La libertad se construye
-El ser humano se hace libre, nace con esa capacidad de ser y obrar libremente
-construyendo y conquistándola con esfuerzo a todos los factores que la coaptan.
-Hay personas que no saben ejercer su libertad y la cohíben. Una persona libre está.
Libertad en comunidad
La libertad personal implica una responsabilidad con la comunidad para poder ejercer una
realidad y verdadera libertad para construir un mundo mejor.
Económicos No poseer o no saber manejar los suficientes recursos económicos para llevar
adelante nuestro plan de vida
la Cólera y
La Ignorancia El Miedo
Otras Pasiones.
Los Desajustes
La Violencia
Psíquicos
1. Aprendiendo a confiar versus aprendiendo a desconfiar (seguridad)
Este es el período desde la infancia hasta el segundo año de la vida. El niño que es querido, protegido,
alimentado y bien manejado, desarrolla la capacidad de tener fe en otros y
crece con un sentido de seguridad y de optimismo.
Entre los dieciocho meses y los 4 años de edad, el niño con buenos padres, emerge de esta etapa, libre
y sin temores de orden neurótico. Posee iniciativas y exhibe
independencia.
Desde los doce años hasta el comienzo de la adultez, el joven mantiene un diálogo interno para lograr
su autodefinición y para forjar una identidad sexual estable. La
fidelidad heterosexual se valida en esta etapa. Quien falla, a menudo
procura la sexualidad temprana, las experiencias homo eróticas y
manifiestan rebeldía y poco respecto por los códigos morales que gobiernan a sus padres.
Confusión
La adolescencia, representa una etapa muy crítica y delicada en el desarrollo humano, para que sea
dejada al azar o ignorada por los padres. Ya que en esta etapa los valores estéticos que regirán la
vida del individuo se cristalizarán para siempre.
El éxito, precursor de la autoestima es un factor social de mucha importancia para los adolescentes
de ambos sexos.
En esta etapa el ser humano bien ajustado, cementa las bases para lograr formar relaciones estables
y permanentes y para llegar a una unión matrimonial firme y duradera.
Respeto que es necesario para el matrimonio y el trabajo. Respeto que garantiza el éxito
en todas las tareas emprendidas.
7. Integridad versus desesperanza (sabiduría)