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La Bendición de Dios

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Bendecir

Verbo

barak, «arrodillarse, bendecir, ser bendecido, maldecir». La raíz de esta palabra se encuentra en
otras lenguas semíticas, las cuales, como la hebrea, lo usan con mayor frecuencia con referencia a
un dios. Existen también paralelos del vocablo en egipcio.

Barak aparece unas 330 veces en la Biblia, comenzando por Gn 1.22: «Y Dios los bendijo, diciendo:
Fructificad y multiplicaos». Las primeras palabras que Dios dirige al hombre comienza de la misma
manera: «Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos» (v. 28). De esta manera se
demuestra que toda la creación depende de Dios para su continua existencia y multiplicación (cf.
Sal 104.27–30). Barak se usa otra vez en relación al género humano en Gn 5.2, al principio de la
historia de los hombres de fe, y de nuevo después del diluvio en Gn 9.1: «Bendijo Dios a Noé y a
sus hijos». El elemento central del pacto de Dios con Abram es: «Te bendeciré … y serás bendición.
Bendeciré a los que te bendijeren … y serán benditas en ti todas las familias de la tierra» (Gn 12.2–
3). Esta «bendición» sobre las naciones se repite en Gn 18.18; 22.18; y 28.14 (cf. Gn 26.4; Jer 4.2).
En todos estos casos, la bendición de Dios se dirige a las naciones a través de Abraham o su
simiente. La Septuaginta traduce todos estos casos de barak en el pasivo, como lo hacen también
algunas traducciones modernas. Pablo cita la traducción en la Septuaginta de Gn 22.18 en Gl 3.8.

La promesa del pacto convocó a las naciones a buscar la «bendición» (cf. Is 2.2–4), pero dejando
bien en claro que la iniciativa para la bendición proviene de Dios, y que Abraham y su simiente
debían ser instrumentos de bendición. Dios, ya sea en forma directa o a través de sus
representantes, aparece más de 100 veces como el sujeto de este verbo. La bendición levítica está
basada en esta orden: «Así bendeciréis a los hijos de Israel … Jehová te bendiga … y pondrán mi
nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré» (Nm 6.23–27).

Se usa la forma pasiva de barak cuando Melquisedec pronuncia la «bendición de Dios sobre la
humanidad»: «Bendito sea Abram del Dios Altísimo» (Gn 14.19). «Bendito por Jehová mi Dios sea
Sem» (Gn 9.26) es una expresión de alabanza. «Bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus
enemigos en tu mano» (Gn 14.20) es alabanza con acción de gracias.
Una forma común de saludarse era: «Bendito seas tú de Jehová» (1 S 15.13; cf. Rt 2.4). Saúl «salió
a recibir [a Samuel], para saludarle» (1 S 13.10).

En 2 Cr 6.13 se usa la forma simple del verbo: «Se arrodilló». Seis veces se usa el vocablo para
indicar el acto de maldecir, como en Job 1.5: «Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán
blasfemado contra Dios en sus corazones».

BENDECIR:

La palabra «bendecir» procede del verbo latino bene-


dicere, «decir bien» (en griego: eu-Iogo). Estas palabras se
corresponden con los términos hebreos barak, bendecir,
y beraká, bendición. Esta raíz brk no tiene relación con la palabra
bendecir, sino con el término «rodilla» (bérek), que es un
eufemismo para designar lo sexual, y, por tanto,
la fecundidad. Bendecir es ante todo asegurar la fecundidad, el
éxito; de ahí el sentido de baraka. (en árabe): el favor de Dios, la
suerte. Algunos piensan también en el arrodillamiento del
hombre bendecido que da gracias a Dios.

DIOS Y EL HOMBRE
BENDICEN
En la Biblia, bendecir se emplea en dos sentidos: en primer lugar,
Dios bendice al hombre dándole la vida, la fecundidad, el éxito.
Después, a su vez, el hombre bendice a Dios por las gracias de
sus dones, le da las gracias. La bendición es la palabra que el
Dios creador dirige a todos los seres vivos para darles la
capacidad de reproducirse: «Dios los bendijo diciendo: Creced,
multiplicaos y llenad las aguas del mar; y que también las
aves se multipliquen en la tierra» (Gn 1,22). Y el sexto día,
después de la creación del hombre y de la mujer, «os bendijo
Dios diciéndoles: Creced y multiplicaos, llenad la tierra y
sometedla» (Gn 1,28). Del mismo modo, después del diluvio,
durante la nueva creación, «Dios bendijo a Noé y a sus hijos
diciendo: Creced, multiplicaos y llenad la tierra» (Gn 9,1). Por
otra parte, en la Biblia Dios no bendice nunca los objetos, sino
sólo a los seres vivos. En la última cena, Jesús no bendice el
pan: «Tomó el pan, pronunció la bendición (o dio gracias)»:
esta oración de bendición proclama que el pan y el vino, igual que
cualquier vida, son dones de Dios (Mc 14,22).

LA BENDICIÓN
El primer hombre que recibe la bendición es Abrahán; Dios le
dice: «Yo haré de ti un gran pueblo, te bendeciré y haré
famoso tu nombre (…) Por ti serán benditas todas las
naciones de la tierra»(Gn 12,2-3), y esta bendición es
proseguida en sus descendientes (Gn 22,18). Desde entonces, la
bendición divina penetra la historia de los hombres y se transmite
de generación en generación de creyentes, «así que los que
viven de la fe reciben la bendición junto con Abrahán, el
creyente»(Gál 3,9). Todo creyente recibe la bendición en
herencia no para sí mismo, sino para transmitirla en medio de los
hombres: «Bendecid, pues habéis sido llamados a heredar la
bendición» (1 Pe 3,9). La gran bendición que inicia la carta a los
Efesios pone de manifiesto todas las riquezas de la salvación por
Cristo: «Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que desde lo alto del cielo nos ha bendecido por medio de
Cristo con toda clase de bienes espirituales, en los cielos»
(Ef 1,3).

En la liturgia de la Iglesia, la bendición divina es celebrada en


toda su dimensión trinitaria: el Padre es adorado como la fuente
de todas las bendiciones concedidas a todas las criaturas; el
Hijo, como aquel por quien el Padre nos colma, y el Espíritu
Santo, el que derrama en nuestros corazones los dones
procedentes del Padre. Porque Dios bendice el corazón del
hombre, éste a su vez puede bendecir al Padre, en su Hijo, por el
Espíritu. La bendición es el centro de la oración cristiana, el
lugar donde el corazón del hombre entra en la alabanza de
Dios.

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