Ética Profesional en Posgrado PDF
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en la educación superior
Tercera época | Volumen XXXV | Número 142 | Suplemento 2013
Teresa Yurén
Ética profesional y praxis
Una revisión desde el concepto de “agencia”
Este suplemento está integrado por cinco artículos. Pretendemos abrir una
ventana a la conceptualización del campo, así como a experiencias de investi-
gación sobre el lugar de la ética profesional en la educación superior. Los auto-
res somos integrantes de la REDUVAL y del Proyecto Interuniversitario sobre
Ética Profesional. Los textos contienen cinco aristas del perfil teórico y meto-
dológico de este grupo de investigadores: el primero es de María Teresa Yurén
Camarena, doctora en Filosofía por la UNAM y profesora-investigadora del
Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad Autónoma del Estado
de Morelos, quien desarrolla los elementos componentes de la ética profesional
estructurándolos en tres dimensiones: eticidad, moralidad y comportamiento
moral. Concibe al ethos profesional como disposiciones del sujeto que se ponen
en práctica ante situaciones socio-morales, a las cuales se enfrentan los profe-
sionales, en ocasiones con ausencia de una mirada crítica, por lo que orienta su
conclusión diciendo que:
Referencias
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Teresa Yurén*
En este trabajo expongo algunas razones para apoyar la tesis de que la ética
profesional en el mundo actual tendría que incluir una faceta poco tomada en
cuenta en las estrategias universitarias, que consiste en la constitución del pro-
fesional como sujeto práxico, es decir, como un sujeto con agencia, capaz de
transformar representaciones, prácticas y estructuras sociales, teniendo como
horizonte la dignificación1 de la vida. En la primera parte del trabajo expongo
los elementos que involucra la ética profesional; en una segunda parte, mues-
tro los componentes del ethos profesional y la manera en la que las relaciones
de poder influyen en esos componentes para reproducir una eticidad y una
moralidad deficientes que se adaptan a la lógica instrumental y homologadora
propias de la modernidad líquida. En el tercer apartado muestro la necesidad
de que el ethos profesional adquiera concreción en un sujeto práxico superan-
do la figura del pseudo-agente reproductor y el agente auto-referencial.
La ética profesional2
Estos
3 criterios responden a una estructura motivacional que condiciona la toma de posi-
ción y las decisiones del profesional. Siguiendo a Kohlberg, Habermas (1985) distingue tres
estadios de desarrollo de juicio moral (cada uno con dos niveles) que van de menor a mayor
descentramiento: en el estadio pre-convencional los criterios de justicia son la autoridad y
el deseo de premio o el temor al castigo; en el estadio convencional predomina el apego a los
roles y a la ley; en el estadio pos-convencional es el apego a principios universales libremente
asumidos o construidos y a criterios para juzgar principios morales. Cada nivel se refleja en
diversas formas de interacción.
Coincido
4 con Ricoeur (1995) en que lo justo ha de incluir lo bueno, lo recto moral —que
debe ser retomado en las leyes (lo justo legal)— y lo equitativo.
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*
Doctor en Educación, profesor-investigador de la Facultad de Ciencias de la Educación de la
Universidad Autónoma de Sinaloa. CE: rodrigolopez@uas.edu.mx
La referencia
1 corresponde al Proyecto Interuniversitario sobre Ética Profesional, coor-
dinado por Ana Hirsch Adler, investigadora del Instituto de Investigaciones sobre la
Universidad y la Educación (IISUE) de la UNAM, el cual está en marcha desde 2006 en insti-
tuciones de educación superior del país.
Conclusión
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Los temas éticos son aquellos que generan preguntas normativas acerca
de los derechos y del bienestar de las personas y de otros seres vivos, y
sobre el carácter del agente y de los tipos de personas que buscamos ser.
Las preguntas normativas son preguntas acerca de los valores, opuestas
a las preguntas acerca de los hechos. Aunque las cuestiones factuales
son muy importantes para una toma de decisiones de carácter ético,
las decisiones éticas involucran hacer juicios importantes acerca de los
valores (Callahan, 1998: 6).
Introducción
Características de la muestra
El instrumento,3 expresamente diseñado para esta tesis, se aplicó a una mues-
tra de 164 alumnos del último semestre de cada uno de los niveles académicos
que ofrece la ENTS: licenciatura (112 estudiantes), tres especialidades (Jóvenes,
Mujeres y Adultos mayores) (31 estudiantes) y maestría (21 estudiantes). El pro-
cedimiento de aplicación consistió en entregar el cuestionario a cada estudian-
te dentro del salón de clase para contestarlo individualmente.
La mayor parte de los alumnos de la muestra son jóvenes, pues se ubican en
el rango de edad de 20 a 25 años (66.5 por ciento). En esta carrera predominan
las estudiantes, lo que también se refleja en la muestra (80.5 por ciento mujeres
y 19.5 por ciento hombres). La mayoría no trabaja, pues 85.7 por ciento de licen-
ciatura, 71 por ciento de especialidad y 76.2 por ciento de maestría indicaron
que se dedican de tiempo completo a sus estudios.
Las principales razones por las que ingresaron en la ENTS son que conside-
ran que el trabajo social contribuye al desarrollo de las personas que atienden,
por las asignaturas que comprende el plan de estudios, como segunda opción y
porque es una carrera multidisciplinaria. Los problemas más mencionados en
general son: falta de reconocimiento de la carrera y de actualización de los pro-
fesores, deficiente enseñanza (en especial en la asignatura de prácticas), falta de
teoría y de otras especializaciones de posgrado y escasa claridad metodológica.
El 1.8 por ciento no contestó esta pregunta y 13.4 por ciento indicó que “no sabe”.
5
• Forma que utiliza un trabajador social para promover una mejor distri-
bución de los recursos. En orden descendente las respuestas son: “jerar-
quizar necesidades” (55.5 por ciento) y “participar en las políticas” (30.5
por ciento).7
Conductas no éticas
Este rubro no se incluyó en el cuestionario-escala que se aplicó en la UNAM a
estudiantes y profesores de posgrado como parte del Proyecto de investigación
sobre ética profesional, pero se incorporó posteriormente en el marco teórico
de la investigación y en algunas tesis de posgrado, bajo la influencia de un im-
portante libro de Martín Aluja y Andrea Birke (2004) y con base en el trabajo
empírico de Pedro Canto y Norma Benois (2009).
Los dos primeros autores (Aluja y Birke, 2004: 94) clasifican y exponen dos
tipos de conductas: las “éticamente inaceptables”10 y las “éticamente cuestio-
nables”, en la búsqueda de definir lo que es una “mala conducta científica” y de
establecer normas para regularla. Pedro Canto y Norma Benois, en su inves-
tigación sobre ética profesional en los posgrados de la Universidad Autónoma
Dilemas éticos
Tampoco se había considerado el asunto de los dilemas éticos en las primeras
fases del Proyecto de investigación sobre ética profesional de la UNAM, pero en
la medida en que fue enriqueciéndose el marco teórico con nuevos temas, se
estimó indispensable agregarlo (Hirsch, 2011).
Aluja y Birke (2004) consideran que hay diferencia entre dilemas éticos12 y
conductas no éticas, y que ello se debe a la intención del sujeto. En los dilemas
se produce un conflicto ético que da lugar a un proceso de reflexión que puede
derivar en la toma de decisiones; y en las segundas hay un comportamiento
que puede ser inaceptable o cuestionable.
De acuerdo con Joan Callahan (1998:7), los problemas éticos involucran
dilemas de valor, no sólo cuando se refieren a preservar, proteger o buscar
un valor o un conjunto de valores, lo que implica el sacrificio de otro valor o
conjunto de valores, sino también cuando el no tomar una decisión equivale
a decidir a favor de un valor o de un conjunto de valores en competencia. Los
dilemas, pues, involucran situaciones en las que no se puede escapar de tomar
una decisión, en las que “no decidir es decidir” y en la que “hacer nada tiene el
estatus de hacer algo” (Callahan, 1998: 9).
La mayoría de los autores en este campo temático consideran que la mane-
ra de resolver o aminorar el conflicto que generan los dilemas se basa en proce-
sos reflexivos o deliberativos. Para Callahan (1998: 9), involucran al menos dos
grandes actividades: clarificar nuestras intuiciones y juicios acerca de lo que
es correcto o incorrecto hacer en ciertos casos, y encontrar los principios que
11 Como parte del trabajo del Proyecto interuniversitario sobre ética profesional, que se creó
en 2006 y en el que han participado equipos de 14 universidades mexicanas.
12 Beauchamp y Childress (2001: 10 y 11) indican que los dilemas “…son circunstancias en
las cuales las obligaciones morales demandan… que una persona adopte una de dos (o
más) acciones alternativas; aun cuando la persona no puede realizar todas las alternativas
requeridas”.
A modo de conclusión
Introducción
Desde la segunda mitad del siglo XX hemos sido testigos, en diversas partes del
mundo, de una serie de cambios al interior de los sistemas de educación supe-
rior. Algunas de las principales tendencias que han marcado el desarrollo de
las instituciones educativas son: el crecimiento acelerado de la matrícula, la di-
versificación de la oferta educativa, el incremento de la participación femenina,
la conformación de la profesión académica, el uso de la planeación estratégica
y, más recientemente, la implementación de enfoques pedagógicos centrados
en el alumno, la incorporación de las nuevas tecnologías de la información, el
diseño de propuestas curriculares flexibles o por competencias y la introduc-
ción de temas emergentes como la sustentabilidad, el género y la formación
ética, entre otras (Díaz Barriga, 2005).
En este contexto de continuas transformaciones, las instituciones parecen
estar más interesadas por responder ante ciertas demandas y circunstancias
que les resultan más inmediatas, pero que hacen que se pierda de vista lo verda-
deramente importante (Martínez et al., 2002). Lo que no están considerando es
que una educación integral y de calidad pasa necesariamente por la discusión y
el aprendizaje de los elementos éticos y humanos sobre los que se fundamenta
la acción profesional.
Para Martínez (2006), el principal compromiso de las universidades es fo-
mentar el aprendizaje ético-moral de los profesionales y procurar que a través
de su ejercicio profesional participen activamente en la construcción de una
mejor sociedad. Por ello, apunta que es un error desaprovechar los espacios
que nos brindan estas instituciones, pero también advierte que incorporar la
dimensión ético-profesional como parte de los procesos formativos implica
un cambio general en la cultura institucional y en lo que cotidianamente hace
cada uno de sus miembros: estudiantes, académicos y administrativos.
En particular, sobre los profesores se ha destacado la necesidad de forta-
lecer y reflexionar sobre sus referentes ético-profesionales, especialmente de
cara a los retos que les impone la sociedad del conocimiento, pero también la
política y la burocracia educativas.
En este artículo exponemos reflexiones a partir los resultados obteni-
dos con un equipo de profesores-investigadores de la Universidad Juárez
* Doctora en Ciencias Sociales, profesora-investigadora de la Universidad Juárez Autónoma
de Tabasco (UJAT). CE: pkjudith33@yahoo.com.mx
Desde los inicios del siglo XXI, la UJAT emprendió un amplio proceso de rees-
tructuración de su oferta académica. En gran medida como resultado de las
políticas que permeaban el ámbito nacional, la institución adopta un nuevo
modelo en el que la educación se sitúa como el medio principal para alcanzar
el crecimiento individual y la movilidad social. El objetivo final es la formación
integral de los estudiantes a partir del desarrollo de sus conocimientos, habili-
dades, valores y su propia personalidad (Abdó, 2000).
Las estrategias para concretar esta gran meta fueron varias, pero funda-
mentalmente se abocaron hacia la flexibilidad curricular, el diseño de progra-
mas centrados en las necesidades de aprendizaje de los estudiantes, el currícu-
lo por competencias, la implementación de metodologías de enseñanza para la
solución de problemas y el establecimiento de un tronco común de asignaturas
en todas las carreras para tratar los denominados temas emergentes, como la
sustentabilidad, los derechos humanos y la ética, entre otros.
Pero la introducción de todos estos cambios provocó una serie de presio-
nes en el trabajo de los profesores-investigadores, quienes, aunque reconocían
que éstos respondían a disposiciones de carácter nacional y que en ese sentido
eran inevitables, paralelamente señalaban su escasa pertinencia en cuanto a los
tiempos y formas en que se estaban realizando, la poca preparación previa tan-
to de la planta académica como de la estructura universitaria en general y, so-
bre todo, el acotado espacio que dejaban para la participación de los profesores.
De esta manera, como sucedió en otros establecimientos educativos inclu-
so desde finales de los noventa (Díaz Barriga, 2005; Moreno, 2009), las caracte-
rísticas y funciones de los profesores universitarios, así como su relación con
la dinámica institucional, paulatinamente se fueron transformando. Por ejem-
plo, en cuanto al reclutamiento y la promoción laboral, hasta finales de la déca-
da de los ochenta, las instituciones de educación superior mexicanas se habían
caracterizado por la laxitud de sus criterios. La movilidad en la estructura de
posiciones laborales era un proceso poco claro, a pesar de la existencia de es-
tatutos o reglamentos. La antigüedad, la habilitación, las funciones realizadas,
el compromiso y la participación activa en las actividades institucionales cons-
tituían algunos de los elementos que se evaluaban; sin embargo, en muchas
ocasiones, otras variables no necesariamente académicas tenían también un
peso significativo para poder ascender de una categoría a otra.
La problemática ético-profesional
en los profesores de la UJAT
La lista
4 elaborada por los profesores incluye muchas más conductas éticamente cuestio-
nables y éticamente inaceptables. Aquí sólo hemos incluido las más relevantes, desde su
perspectiva, por la gravedad de sus implicaciones.
A manera de cierre
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El principio de beneficencia
“Un profesional ético es aquel que hace el bien en su profesión haciendo bien su
profesión”, afirma Hortal (s/f: 3). Esta es una excelente definición del principio
de beneficencia que implica dos elementos complementarios e inseparables: el
hacer bien la profesión, es decir que un profesional ético es aquel que desarrolla
su actividad de manera competente y eficaz, cumpliendo adecuadamente con
su tarea; y por otra parte, el hacer el bien en la profesión, es decir, ejercer la
profesión pensando siempre en el beneficio de los usuarios de la actividad pro-
fesional y en el beneficio de la sociedad, de manera que se cumpla con el bien
interno de la profesión, que se aporte el bien específico para el que fue creada.
Como ya se dijo, si bien estos dos elementos pueden y deben distinguirse
para fines de análisis, deberían ser inseparables en la práctica, porque un pro-
fesionista que busque hacer el bien con su profesión, beneficiar a la gente y a
la sociedad a través de su ejercicio profesional, tendrá que hacerlo mediante
una práctica actualizada, competente, bien hecha. Una práctica profesional
deficiente o de mala calidad es una práctica que por definición no beneficia a
sus destinatarios ni a la sociedad, y puede incluso dañar. El ejercicio ético de
la profesión, por lo tanto, no puede consistir solamente en buenas intenciones
o buen corazón, sino en acciones eficaces. En el otro ángulo de esta relación,
podría afirmarse que es posible realizar bien la profesión, de manera eficiente
y atinada, buscando hacer el mal o dañar a ciertas personas o a la sociedad
en general. Es común encontrar afirmaciones acerca del gran daño que hacen
los profesionales muy bien preparados y técnicamente muy hábiles pero sin
formación ética y con malas intenciones. Sin embargo, si se analiza este ejerci-
cio profesional y se contrasta con la definición de profesión es posible afirmar
que un ejercicio eficiente de la profesión que no beneficia, o que incluso daña a
personas o a la sociedad, no es un buen ejercicio profesional puesto que no está
cumpliendo con la función original de las profesiones, que es la aportación de
un bien a la sociedad, del que se carecería si esta profesión no existiera.
Como se comentó líneas arriba, algunos autores añaden al principio de
beneficencia el de “no maleficencia”, que plantea que todo ejercicio profesional
El principio de autonomía
Como bien señala Hortal (1996), el principio de beneficencia puede interpretar-
se de manera que genere una visión de profunda asimetría entre el profesional
y el usuario de sus servicios. Si el profesional debe hacer el bien al usuario y a
la sociedad con su práctica, puede considerarse entonces que es él el que sabe
y puede, y el usuario y la sociedad los que no saben ni pueden; que el profesio-
nista es el sujeto activo del bien y el usuario y la sociedad son meros receptores
pasivos de este beneficio que recibirán del ejercicio profesional.
La relación de asimetría, considerada de este modo, puede traducirse en
relaciones de dependencia entre el profesionista y el usuario de sus servicios
y generar una dinámica de asistencialismo o incluso de juegos indebidos de
poder en la prestación de los servicios profesionales.
El principio de autonomía busca evitar esta relación de dependencia y pa-
ternalismo al señalar que el usuario no es un simple receptor pasivo, sino un
sujeto que debe participar activa y responsablemente en las decisiones que im-
plican la prestación del servicio profesional.
De este modo, un profesionista ético debe considerar siempre a los usuarios
de sus servicios como sujetos de derechos, poseedores de una dignidad inalie-
nable y por ello capaces de participar en la toma de decisiones de aquello que
les va a afectar, para bien o para mal, en cualquier tipo de práctica profesional.
El fin último de cualquier práctica profesional debe ser la contribución a la
autonomía y capacidad de autogestión del usuario, así como la autonomía cada
vez más plena de la sociedad entera como sujeto colectivo.
El principio de justicia
Hortal (s/f: 6) señala que “…la ética profesional no se agota en las relaciones bi-
laterales entre los profesionales y los destinatarios de sus servicios profesiona-
les…” sino que se enmarca en un sistema social que será, en última instancia,
el que reciba los beneficios o sufra los daños de una práctica profesional bien
o mal realizada.
Por ello el principio de justicia establece que en toda prestación de un ser-
vicio profesional, cada uno de los sujetos involucrados debe cumplir con su
deber, es decir, con la tarea que se le ha encomendado, con lo que se espera
que haga, sin extralimitarse pero sin pecar tampoco de insuficiencia en su
responsabilidad.
El imperativo de religación
y la ética compleja (planetaria)
Para Morin todo acto moral es un acto de religación: “…religación con otro,
religación con una comunidad, religación con una sociedad y, en el límite, re-
ligación con la especie humana…” (Morin, 2005: 21). Todo lo que contribuye a
esta religación es lo que sería éticamente deseable, lo bueno, lo que constituye
una “buena vida humana”; y todo lo que destruye esta religación, todo lo que
separa —“diabolus” es precisamente “el que separa”— es lo indeseable, lo malo,
lo que desvía el curso de la existencia de lo que sería una buena vida humana.
La religación surge del principio de inclusión que funciona en todo sujeto.
Por ella, el individuo es capaz de abrirse al otro, de vivir la amistad y el amor
y de desarrollar el altruismo, de inscribirse en un grupo y de construir comu-
nidad. Para que este proceso pueda desarrollarse es necesario que exista un
equilibrio en tensión entre la autonomía individual y la solidaridad, entre el
sano funcionamiento del principio de exclusión y el de inclusión. En el volu-
men VI de El método (2005), Morin analiza el proceso de desenvolvimiento de
la autonomía individual en la modernidad de Occidente y cómo este proceso,
al descuidar el otro polo, el de la solidaridad, generó una especie de “privati-
zación de la ética” que hizo decrecer la solidaridad y la responsabilidad social
de los individuos y creó sociedades hiper-individualistas, con una distancia
creciente entre la ética individual y la “ética de la ciudad”, con el consecuente
deterioro de la religación entre los seres humanos.
Dado que la Ética está basada fundamentalmente en el proceso de religa-
ción humana, la crisis actual de fundamentos puede sintetizarse como una
crisis de religación. Como crisis de religación también puede entenderse en-
tonces el problema de prácticas profesionales no éticas que sobreabundan en
esta sociedad hiper-individualista.1
Estas son algunas líneas que aporta la ética planetaria que se deriva del pa-
radigma de la complejidad desarrollado en la obra de Edgar Morin para re-
pensar los principios de la ética profesional y resignificarlos en un contexto
dinámico, cambiante, contradictorio e incierto.
Sería muy pertinente que los que nos dedicamos al estudio de la ética de
las profesiones exploráramos este camino abierto para construir, colectiva y
cooperativamente, una ética profesional a la altura de nuestros tiempos.
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C A R R E R A % 2 0DE % 2 0 T R A BAJO % 2 0 S O C I A L / 07 / ET IC A % 2 0
PROFESIONA L /%C 3 % 89TICA % 20PROFESIONA L% 20DE % 20
PROFESORES%20Y%20MAESTROS.pdf (consulta: 20 de julio de 2013).