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SIONISMO

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. MONOGRÁFICO: Is.ÑAEL A LOS 60 AÑOS DE.

SU
. . . , . FUNDACIÓN. UN .BALANCE CRÍTICO

Cinco proposiciones sobre la historia del


sionismo político 1

Élie Barnavi
(Universidad de Tel Aviv)

Resumen
El sionismo fue un producto de la efervescencia nacionalista en Europa
durante la segunda mitad del siglo XIX. A pesar de que sus miembros provenían
de un amplio espectro de opiniones e ideologías, todos compartían la meta de
la fundación de un estado judío en Palestina. El autor mantiene que, a pesar de
que este propósito se logró, la situación geopolítica de Israel nunca se consiguió
normalizar. Esto causó, por un lado, la obsolescencia del sionismo, y por otro
la emergencia de un pequeño pero activo grupo de sionistas mesiánicos. Sin
embargo, el autor mantiene que dentro de la sociedad israelí se ha llegado a
un consenso para la normalización a través del acuerdo sobre el amplio tema
de las fronteras de Israel. El problema es cómo llevar a cabo esta resolución,
cuya urgencia se fundamenta en el desarrollo demográfico de la zona.
Palabras clave: Israel - Sionismo - nacionalismo - anti semitismo -
nacionalismo árabe

Abstraer
The Zionist movement was a product ofthe nationalistic fever, which took
over Europe in the second half ofthe nineteenth century. Although its suppor-
ters carne from a range of different opinions and ideologies they ali shared the
goal of establishing a Jewish state in Palestinc. The author claims that although
this goal has been achieved the geo-political situation oflsrael has never been
normalized. This has led on the one hand to Zionism becoming obsolete and
on the other to the emergence of a small but active minority of messianic Zio-
nists. Howevcr, it is maintained in the article that in Israelí society there is an
understanding of the importance of a lasting agreement about the frontiers of
Israel. T he problem is carrying out this resolution, whose urgency stems from
the demographic characteristics ofthe situation in the area.
Key Words: Israe l - Zionism - nationalism - anti-Semitism - Arab
nationali sm .

1 Traducción de Antonio Hermosa Andúj ar.


Ara11caria. Revista Iberoamericana de Filosojia, Política y H11111anidades. Nº 19. Primer semestre de 200 8.
94 Élie Barnavi

r. El sionismo fue una necesidad histórica


No estoy haciendo referencia a no sé qué determinismo histórico que hubie-
se hecho del sionismo el desenlace necesario de dos milenios de historia judía.
Se trata sólo de constatar que en la efervescencia nacional de la Europa central
y oriental -es decir, de allí donde se concentraban las nueve décimas partes
del pueblo judío- de la segunda mitad del siglo XIX, un movimiento nacional
judío no podía no ver la luz. Al organizarse Europa en Estados-naciones, era
inevitable que ciertos espíritus audaces concibiesen un Estado-nación judío
como la sola solución moderna a la sempiterna cuestión judía. Así, cuando
Moses Hess, el padre del sionismo político-y del comunismo alemán-, publica
en la estela de la unificación italiana su obra fundante Roma y Jerusalén, le
añade este revelador subtítulo: La última cuestión nacional. Desde luego, los
promotores del sionismo percibían con claridad que el movimiento nacional
judío no estaba en verdad hecho a imagen de todos los demás, aunque no
fuera sino porque los pueblos en medio de los cuales vivían disponían de un
territorio propio. Mas esa peculiaridad, fruto de una historia desdichada, no
les parecía en grado de debilitar la validez de su reivindicación. Allá lejos, en
el este europeo, los judíos constituían una nación, en el doble sentido, étnico y
religioso, que dicho vocablo revestía. Poseían sus lenguas, el yidish y el hebreo,
se reconocían en un pasado común, habían elaborado una cultura vívida y rica,
en cuyo interior la religión no era sino un elemento más. El propio territorio
también existía, aunque hubieran sido despojados del mismo en un pasado
lejano. El propio nombre de sionismo, forjado por Nathan Birnbaum en 1890,
vinculaba genialmente la antigua aspiración a Sión y la reivindicación moderna
a la realización del yo nacional.
Que dicha solución no se impuso a todos de golpe, es claro. Al principio
fue una idea ultra-minoritaria, una rareza casi, sin agarre real sobre las masas
ni sobre los intelectuales. Al no ser la alienación del judío sino una forma
particular de la alienación del hombre en general, otras soluciones parecían
más razonables, en especial la revolución socialista, a la que, como es sabido,
tanto habrían de dar los judíos. Los que entre ellos permanecían afectos al
nacionalismo judío reivindicaban la autonomía local judía en el cuadro de una
nación polaca, o rusa, o rumana emancipada. Su principal expresión política
fue el Bund, el partido obrero judío autonomista creado en Vil na en 1897, y
que se conve1iirá meses más tarde en el núcleo del nuevo pa1iido obrero social-
demócrata de Rusia. Otros, como Rosa Luxemburgo o León Trotski, no veían
en el judaísmo más que un anacronismo viviente mantenido de manera aiiificial
por el antisemitismo, él mismo producto de la alienación capitalista. Otros,
en fin, contaban con los grandes mitos fundadores de la modernidad liberal
Cinco proposiciones sobre la historia del sionismo político 95

-el Progreso, la Ciencia, la Democracia- para hacer recular las tinieblas de la


ignorancia y c01tar de una vez por todas las cabezas de la hidra antisemita.
Los sionistas participaban de esa situación intelectual, pero se mostraban
escépticos sobre los resultados dados por descontado. Los antisemitas debían
darles la razón. Eran de derecha y de izquierda, conservadores y revoluciona-
rios. Sin ellos, la sed de Sión habría permanecido como durante milenios: un
movimiento del alma religiosa. Sin ellos, nada de sionismo. Queda claro que
el antisemitismo reaparece en cada giro decisivo del sionismo. León Pinsker,
médico de Odesa y espíritu emancipado donde los haya, publica su Autoeman-
cípación al socaire de los progromos de 1881, tras lo cual se pone al frente del
movimiento protosionista ruso Hovevei" Zion (los Amantes de Sión ); y el mismo
Theodor Herzl, el prototipo de intelectual judío asimilado de Europa central ,
escribe su Estado judío, intento de una solución moderna del problema.judío
después del affaire Dreyfus, al que asiste como corresponsal de un periódico
vienés. Herzl no se contenta con escribir. En Basi lea, en 1897. convoca el primer
Congreso sionista, crea la Organización Sionista Mundial, un periódico y un
banco, y propulsa el movimiento sobre la escena internacional. El verdadero
fundador del sionismo político es él.
Empero, sería falso considerar el sionismo como la expresión del fracaso
de la emancipación inaugurada por Ja Revolución Francesa. Tal y como lo
muestra el ejemplo de esos hombres, productos puros de la emancipación a la
francesa, el sionismo es simplemente la otra cara de la misma: la cara colectiva.
Allí donde la emancipación individual se confirmaba imposible, el sionismo
sugería la emancipación nacional.

2. El sionismo es un nombre de familia


El sionismo es esa doctrina política que preconiza la creación en Palestina
de un Estado-nación moderno mediante el regreso en masa de los judíos a su
tierra ancestral. Tan amplia definición engloba tendencias muy diversas y con
frecuencia antagónicas. De hecho, el movimiento siempre ha reflejado todas las
opiniones e ideologías florecidas en la Europa de los siglos XIX y XX. Hay un
sionismo burgués de derechas, encarnado en el llamado movimiento '·revisionis-
ta" de Vladimir Ze'ev Jabotinsky; un sionismo burgués liberal, del que Cha"im
Weizmann, el hombre que arrancó a los británicos la famosa Declaración de
Balfour de noviembre de 1917, y que será el primer Presidente del Estado de
Israel, sería el mejor representante; y, sobre todo. un sionismo de izquierdas,
que, desde la extrema izquierda marxista, revolucionaria y colectivista del
Mapam (el Partido Obrero Unificado), hasta el laborismo de Ben Gurión y
sus amigos del Mapa"i (el Paitido Obrero de Palestina), ha abrazado todos los
matices ideológicos de la izquierda europea. Si es la izquierda laborista la que
96 Élie Barnavi

ha terminado por identificarse con la empresa sionista, ello se ha debido a que


se adueñó a paitir de los años 30 de todas las palancas del Yisuv (la comunidad
judía de la Palestina mandataria), y del Estado más tarde; y a que no las soltó
hasta la inversión de mayo de 1977, que permitió por vez primera el ascenso
de la derecha al poder. Pero si se ha asegurado un tal ascendiente sobre el
país, ha sido porque sus jefes, con Ben Gurión a la cabeza, supieron combinar
ideología obrerista y pragmatismo político; y, en una realidad extraña, en la
que los partidos han precedido al Estado y el sindicalismo a una clase obrera
digna de tal nombre, inventar las herramientas que necesitaban para colonizar
la tierra (el kibutz y el mosav), desarrollar el país (la Hystadrut, la enorme cen-
tral sindical creada en 1920), defender el Yisuv (la Haganah, la organización
clandestina de defensa fundada ese mismo año) y poner en funcionamiento las
instituciones del Estado en gestación.
Ahora bien, más allá de las divergencias doctrinales y estratégicas de una
violencia inaudita, que a veces incluso llegaban al enfrentamiento físico, el
sionismo debió su éxito histórico a dos factores que hicieron de él algo único
en el panorama judío de la época: todas las tendencias del movimiento han
compartido el mismo -negro- análisis de la condición judía de la Diáspora; y,
gracias precisamente a su diversidad, supo tomar en cuenta el conjunto de la
historia judía. La Shoa le daría trágicamente la razón respecto del primer punto,
confiriéndole de golpe el carácter de evidencia que hasta entonces le faltaba, y
reuniendo en torno a sus jefes lo esencial de lo que quedaba del pueblo judío;
la creación del Estado de Israel le daría la razón sobre el segundo.

3. El sionismo es un logro histórico objetivo ...


Siendo el objetivo primero, común a todas sus tendencias, del sionismo
político el establecimiento de un Estado judío soberano en Palestina, consta-
tamos de inmediato que dicho fin ha sido alcanzado. La asombrosa profecía
de Herzl ("En Basilea he fundado el Estado judío .. . en cinco años quizá, en
cincuenta seguro, todo el mundo podrá verlo") se ha cumplido con-unos me-
ses de anticipo: el 14 de mayo de 1948, David Ben Gurión proclamaba en el
Museo de Te! Aviv el Estado de Israel. Contrariamente a lo esperado por la
mayor parte de los observadores, dicho Estado ha resistido victoriosamente el
asalto de sus vecinos y evolucionado en el curso de los años hacia una entidad
nacional poderosa que ha pasado con éxito las temibles pruebas que le han sido
impuestas: se ha convertido en el marco en cuyo seno un pueblo muy antiguo
y disperso se ha transmutado en nación moderna; ha permitido la eclosión de
una cultura origina! y dinámica, fundada en una lengua resucitada; ha acogido,
en un esfuerzo de integración sin par en los anales de las naciones, los restos
de las comunidades diezmadas de Europa, y la práctica totalidad ele las comu-
Cinco proposiciones sobre la historia del sionismo político 97

nidades de los países islámicos; ha llevado a cabo todo ello en condiciones


dramáticas, y siempre preservando sus estructuras democráticas y las libertades
fundamentales de sus ciudadanos.
Al mismo tiempo, el sionismo ha llegado a ser claramente la ideología del
conjunto del pueblo judío, y el Estado. su polo de referencia y reconocimiento
-en palabras de Ben Gurión: "la nueva interpretación del pueblo judío". Por
vez primera desde el Exilio, la simple existencia del Estado forzaba a los judíos
de todo el mundo a determinarse en relación a él, ofreciéndoles la opción entre
la existencia en la diáspora y la opción nacional.
En fin, el Estado ha cambiado radicalmente la imagen del Judío, y si bien
no ha puesto fin al antisemitismo ¡faltaría más!, al menos sí ha liquidado un
cie110 número de supuestos.
Resumamos, pues: al reinsertar -era su ambición- a los judíos en la His-
toria, y conformar con ellos un sujeto activo y voluntario, el sionismo político
ha satisfecho ampliamente su contrato.

+ ... y objetivamente incompleto


Jamás se desarrollo por completo una ideología: la República. se sabe,
jamás es tan bella como durante el Imperio. El sionismo político y el Estado
que ha parido no escapan a esa regla común. Al respecto, por una parte, son
inocentes. La tragedia del primero es la de haber tomado auge en una época en
la que sus ambiciones no podían dejar de chocar con el naciente nacionalismo
árabe, y la de haber debido su desenlace a una catástrofe inaudita, la Shoah,
que lo privó en el mismo golpe de las fuerzas vivas del pueblo en cuyo nombre
actuaba. El drama del segundo consiste en haber nacido y haberse agrandado
en la guerra. Así pues. por una parte, son las circunstancias históricas de su
nacimiento y de su evolución lo que han hecho al Estado judío incapaz de
cumplir plenamente el proyecto normalizador por pai1ida doble del sionismo
político: la normalización de la existencia judía y la del lugar de los judíos
entre las naciones.
Pero por otra parte no omitible, la evolución de la ideología y el com-
portamiento de las élites cuentan mucho. El propio éxito del proyecto sionista
ha vaciado el sionismo laico y emancipador de su contenido. y en ese vacío
se ha precipitado una rama en su origen contenida del sionismo político: el
sionismo mesiánico. propulsado merced a la Guerra de los Seis Días y al ad-
mirativo redescubrimiento del corazón del Israel bíblico (la Judea-Samaria)
de la periferia del movimiento sionista en su centro. En el ambiente hedonista
del post-sionismo, una minoría, ínfima pero activa, poderosa y organizada. ha
terminado por dictar el orden del día al conjunto de la clase política. El proyecto
normalizador ha cedido así ante un excepcionalismo judío en adelante centrado
98 Élie Barnavi

en el Estado entendido como la herramienta de la redención. La salvación del


pueblo judío se ha visto subordinada a la salvación de la Tierra de Israel.

&). El sionismo ha agotado ampliamente su tarea histórica


Se estú legitimado para ver en la querella de los territorios. en la que la ba-
talla de la desconexión no es sino un episodio más, el enfrentamiento entre estas
dos lecturas del sionismo político. Pero el desenlace de la l'nisma está escrito
por adelantado. De hecho, a pesar del activismo del neosionismo mesiánico,
el debate ideológico está desde ya cerrado en beneficio de la normalización,
es decir: de la definición de las fronteras del Estado judío. La materialización
de dicha elección es lo que se revela difícil, en razón de los bloqueos políticos
llevados a cabo por ambas partes, así como de la impotencia de la comunidad
internacional. Ahora bien, el factor tiempo es determinante para el futuro del
Estado de Israel: y es que, en efecto, las realidades demográficas determinan
una alternativa trágicamente simple: o el repliegue, hoy, hacia las fronteras
del 67 y el mantenimiento de un Estado judío-esto es, un Estado en el que los
judíos, mayoritarios, puedan determinan libremente su destino-, o bien per-
petuar la ocupación y, mañana, un Estado binacional que entonará el requiem
por el Estado judío.
Sea lo que fuere, el sionismo político ha agotado su tarea histórica ori-
ginaria. Si es cie1to que las ideologías no mueren jamás, sino que cambian
simplemente de contenido en función de las circunstancias históricas y de
las pasiones de los hombres, entonces el sionismo no es ya hoy más que la
expresión de los vínculos entre el centro nacional israelí y la periferia de la
diáspora. Con otras palabras: la expresión ideológica moderna de una realidad
tan antigua como el propio pueblo judío.

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