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2016 KATZ Claudio Neoliberalismo, Neodesarrollismo, Socialismo PDF
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2016 KATZ Claudio Neoliberalismo, Neodesarrollismo, Socialismo PDF
NEOLIBERALISMO
NEODESARROLLISMO
SOCIALISMO
Índice
II. NEOLIBERALISMO
4. Ortodoxos y convencionales 79
5. Pensamiento socio-liberal 99
6. Globalistas y cosmopolitas 119
III. NEODESARROLLISMO
7. Programas económicos 139
8. Argentina y Brasil 159
9. Teoría y política 179
10. Concepciones socialdesarrollistas 199
11. Miradas posdesarrollistas 217
IV. SOCIALISMO
12. Imaginarios socialistas 237
13. Las batallas de Venezuela 249
14. La sorpresa de Bolivia 265
15. La epopeya de Cuba 281
16. China: un socio para no imitar 299
V. CONTEXTO MUNDIAL
17. Las economías centrales 313
18. Ascendentes, intermedios y periferia 337
19. Controversias sobre la etapa 361
El trabajo del editor es siempre un acto de fe, más aún en los tiempos
que corren. Es poner a disposición una herramienta, creyendo en la
posibilidad de interpelar, de encontrar del otro lado una mirada aten-
ta, una cabeza dispuesta a hacer algo con ella. Qué correlación hay
entre deseo y realidad una vez que el libro está en las calles, es algo que
no puede saberse de antemano. Una vez que autor y editor la dejan ir,
la productividad de una obra es impredecible y se forja en los combates
en que cada lector elija ponerla en juego. Cuando la vocación editorial
tiene pretensiones de intervención político-cultural, de crítica social
y de apuesta militante, las cosas son aún más vertiginosas e inciertas.
Hecha a pulmón, esta tarea está teñida del entusiasmo que genera
sentirse parte de un movimiento más vasto, que comenzó mucho an-
tes que nosotros y nosotras, y que tendrá destino y necesidad mien-
tras persistan la explotación y la injusticia en el mundo. Dicho así,
suena grandilocuente y puede que lo sea. Pero, en todo caso, se trata
de una grandilocuencia colectiva, ajena a grandes personalidades o
liderazgos mesiánicos. Por el contrario, sus raíces se encuentra en la
memoria de millones de héroes anónimos que creyeron y creen que
otro mundo es posible. Batalla de Ideas se propone ser un pequeñísi-
mo, pero entusiasta aporte en esa epopeya colectiva.
Este libro inaugura la colección Estudios Latinoamericanos, reflexiones
que deseamos nos permitan acercarnos a la compleja y multiforme
realidad de nuestro continente, azotado como pocos por la explota-
ción y la dominación capitalistas, pero, al mismo tiempo, laboratorio
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presentación
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presentación
Martín Ogando
Buenos Aires, 5 de marzo de 2016
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PRÓLOGO
Una visión necesaria sobre la lucha
de clases en nuestro continente
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prólogo
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INTRODUCCIÓN
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introducción
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introducción
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I
ESCENARIO LATINOAMERICANO
1. Economía y clases
Agroexportación y minería
La reestructuración neoliberal en América Latina afianzó desde los
años ochenta un patrón de especialización exportadora que recrea la
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i. escenario latinoamericano
Retroceso industrial
El declive industrial es la otra cara del auge agro-minero. El peso
del sector secundario en el pbi latinoamericano descendió del 12,7%
(1970-1974) al 6,4% (2002-2006) y la brecha con la industria asiática se
ha ensanchado en producción, productividad, tecnología, registro de
patentes y gastos en Inversión y Desarrollo (Rodríguez, 2012).
Este retroceso es frecuentemente identificado con la “reprimariza-
ción” de la economía latinoamericana. Pero la industria no desaparece
y más acertado es señalar su readaptación a un nuevo ciclo reproduc-
tivo dependiente. El repliegue es muy evidente en Brasil y Argentina,
las dos economías más representativas de la industrialización de pos-
guerra.
En el primer país la productividad decrece, los costos aumentan y
el déficit industrial externo se expande, en un marco de inversiones
estancadas e infraestructuras de energía y transporte muy deteriora-
das. Algunos analistas estiman que el aparato industrial brasileño ha
quedado reducido a la mitad de la dimensión que alcanzó en los años
ochenta (Palma, 2012b).
La misma regresión se verifica en la industria argentina, a pesar de
la recuperación registrada en la última década. Este sector ocupa un
lugar menor que en los años ochenta (del 23% al 17% del pbi) y se en-
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Remesas y turismo
El modelo de especialización en exportaciones básicas crea poco em-
pleo, acentúa la emigración y ha generado en los pequeños países de la
región un nuevo tipo de dependencia en torno a las remesas.
América Latina es la mayor receptora de estos fondos, que consti-
tuyen el principal ingreso de República Dominicana, El Salvador,
Guatemala, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica y Nicaragua. Estas
transferencias son la segunda fuente de divisas para Belice, Bolivia,
Colombia, Ecuador, Paraguay y Surinam. Han sustituido la primacía
del café en El Salvador y de las bananas en Honduras1.
1
Las remesas han generado un lucrativo negocio para las agencias de intermediación
(Western Union, Thomas Cook, MoneyGram). Aquí la región acompaña una tendencia
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i. escenario latinoamericano
mundial, puesto que las transferencias a los países en desarrollo pasaron de us$ 332 mil
millones (2010) a us$ 372 mil (2011) y se esperaban us$ 399 mil (2013) y us$ 467 mil (2014)
(Wall Street Journal, 2012).
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i. escenario latinoamericano
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2
El giro implicó mayor subordinación de la burguesía nacional al capital extranjero y con-
siguiente renuncia a implementar transformaciones progresistas, en el balance que plan-
teó Dos Santos (1998).
3
Esta caracterización fue anticipada por Marini (1985).
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i. escenario latinoamericano
Clasificaciones erróneas
Las burguesías locales y asociadas que encabezan la especialización
exportadora compartiendo beneficios con las empresas foráneas, no
conforman una “nueva oligarquía”. Los rasgos precapitalistas que ca-
racterizaban a ese sector se extinguen, junto al avance de los procesos
de capitalización. Las viejas elites latinoamericanas —que recurrían a
modalidades arcaicas de explotación y dominación para usufructuar
de sus propiedades agro-mineras— pierden peso.
Algunos enfoques subrayan el carácter transnacionalizado de los
grupos dominantes que optaron por globalizar sus negocios4. Pero
aquí se confunde la asociación con la fusión, olvidando que la inter-
nacionalización en curso se desenvuelve a partir de clases y Estados
existentes. La mundialización neoliberal no anula esas estructuras,
ni tampoco elimina el entrelazamiento prioritario entre los capitalis-
tas del mismo origen nacional.
La transnacionalización plena se encuentra por el momento limita-
da a sectores cosmopolitas gerenciales o fracciones de la alta burocra-
cia de los organismos mundializados. La propiedad de las empresas se
mantiene, en cambio, enraizada en zonas geográficas diferenciadas y
los Estados nacionales persisten como el único instrumento con cierta
legitimidad para disciplinar a los trabajadores.
Las burguesías locales latinoamericanas no son satélites manipula-
das por las metrópolis. Actúan como clases capitalistas que combinan
el usufructo de la renta agro-minera con la plusvalía extraída a los
trabajadores. Se comportan como clases dominantes y no como capas
parasitarias, compradoras o tributarias del capital foráneo. Su incapa-
cidad para desarrollar la región no implica desinterés por ese objetivo.
La economía latinoamericana está regida por patrones de com-
petencia, inversión y explotación. Como esas normas difieren sig-
nificativamente del pillaje es una simplificación utilizar el mote de
“lumpenburguesía” para retratar a la burguesía5.
Esa denominación sólo corresponde a sectores que acumulan capital
en los márgenes del circuito legal. El narcotráfico, por ejemplo, obtie-
4
Es la visión de Robinson (2008).
5
Los orígenes de este error en Frank (1979).
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Tendencias
En el contexto económico actual de Latinoamérica prevalece un es-
quema de especialización productiva, basado en la agroexportación,
la minería de cielo abierto, el declive de la industria tradicional, las
remesas y el turismo. Este molde implica una generalizada reinser-
ción periférica o semiperiférica en la división internacional del tra-
bajo.
En consonancia con estas tendencias gestadas durante el neolibe-
ralismo se ha reforzado la transformación de las burguesías naciona-
les en burguesías locales, más internacionalizadas y asociadas con el
capital extranjero.
El mismo cambio ha potenciado el éxodo campesino, la precariza-
ción laboral, la marginalidad urbana y la endeblez de la clase media.
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i. escenario latinoamericano
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2. Bloques y gobiernos
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i. escenario latinoamericano
Estrategias y rivales
Los recursos naturales del sur son la prioridad de las empresas del
norte. El imperio apetece los minerales, el petróleo, el agua y los bos-
ques de América Latina. El Departamento de Estado tiene mapeadas
estas reservas y atesora datos ignorados por el resto del hemisferio.
No por casualidad el 98% de las comunicaciones de la región pasan
por algún centro informático estadounidense (Telégrafo, 2013).
El interés económico de la primera potencia por el resto del hemis-
ferio no ha decaído. Se mantiene al tope en el ranking de inversores
externos de la región y en el 2012 esas colocaciones fueron cinco ve-
ces superiores al quinquenio precedente. Las exportaciones al mis-
mo destino crecen por encima de las ventas a otras zonas (Tokatlian,
2013).
Pero este terreno no está exento de competidores. Durante los años
ochenta y noventa Europa incrementó su presencia en la región a tra-
vés de España. El ingreso de ese país al euro y la internacionalización
de sus empresas condujeron a un inédito aumento de las empresas
hispanas en sus antiguas colonias. Durante el boom de las privatiza-
ciones, esa inversión se situó incluso por delante de Estados Unidos.
Pero el futuro de España en la zona es una incógnita. Latinoaméri-
ca ha sido la tabla de salvación de muchas compañías ibéricas desde
el estallido de la crisis global. Financiaron sus desbalances con trans-
ferencias de las filiales situadas en el Nuevo Continente. Este rescate
se ha combinado con cambios de propiedad en los paquetes acciona-
rios y nadie sabe quién terminará manejando esas compañías.
Europa continúa negociando tratados de libre comercio con la re-
gión, pero la expectativa de un gran mercado iberoamericano se está
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1
Dos exponentes de estos mitos: Oppenheimer (2013) y Cárdenas (2013).
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2
El 1% más rico acapara el 31% del ingreso y el 5% más rico percibe 257 veces más que el 5%
más pobre (Quijano, 2013; Brum, 2013).
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Golpismo institucional
La derecha ha logrado reciclar su preeminencia en el bloque pro-nor-
teamericano a través de sucesivos comicios. Estas votaciones no amena-
zan los privilegios de los acaudalados, ni implican un ejercicio real de la
democracia. En los pocos casos de mandatarios electos que atemorizaron
a las minorías poderosas volvió a irrumpir el golpismo, esta vez con dis-
fraz institucional. Las asonadas fueron propiciadas por el Parlamento,
los medios de comunicación y la embajada estadounidense. Tres casos
ilustran esta modalidad.
El presidente Aristide de Haití fue capturado y expatriado en el 2004 y
las presidencias posteriores quedaron en manos de personajes permea-
bles a los intereses de las fuerzas de ocupación extranjeras (Minustah).
Gracias a esta cobertura, las empresas foráneas han lucrado con la tra-
gedia humanitaria que afronta la isla luego del terremoto de 2010. Reali-
zaron grandes negocios con la simple remoción de escombros. El peligro
de hambruna sobrevuela siempre a un país que en 1972 se autoabastecía
de alimentos y ahora importa el 82% de su principal consumo (arroz) (Col-
son, 2008).
Los gendarmes extranjeros introdujeron, además, una epidemia de
cólera que produjo 7 mil muertos. Apañan las violaciones que soportan
los haitianos en la frontera con República Dominicana y desprotegen a la
población frente a la criminalidad del narcotráfico. Se estima que el 12%
de la cocaína ingresada a Estados Unidos pasa por Haití (Chalmers, 2013).
En Paraguay bastó la introducción de algunos tibios cambios para des-
atar, en 2012, la reacción macartista contra el presidente Lugo. Armaron
una farsa parlamentaria y consumaron en pocos días la acción destitu-
yente. El mandatario que asumió posteriormente (Cartes) está muy invo-
lucrado con el narcotráfico y el contrabando.
En Honduras el golpe fue perpetrado para sepultar las reformas y la
política externa autónoma de Zelaya. Luego de un récord de asesinatos
consumaron un fraude, comprando votos, vendiendo credenciales y ma-
nipulando actas para impedir el triunfo de la coalición opositora (Arko-
nada, 2013).
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i. escenario latinoamericano
La ambivalencia de Brasil
La continuada gravitación militar de Estados Unidos, la contraofen-
siva librecambista del Tratado del Pacífico y la variedad de gobiernos
derechistas coexisten con un segundo eje geopolítico liderado por Bra-
sil. Esta articulación alienta el regionalismo capitalista con estrate-
gias político-económicas más autónomas. El país que encabeza esta
estrategia alcanzó un pbi de us$ 2,4 billones en 2011 y se ubica en el
tope de las economías latinoamericanas. Cuenta con 14 multinaciona-
les de proyección global y motoriza inversiones externas en función de
un plan estratégico (IIRSA) con financiación estatal (bndes) (Armen-
dariz, 2011).
Este papel de Brasil tiene raíces en la historia del país que preservó
dimensiones continentales. A diferencia de Hispanoamérica, su con-
formación nacional no estuvo acompañada de fracturas territoriales.
En la segunda mitad del siglo xx se convirtió en una economía media-
na, con mercados internos más extendidos y cierta diversidad expor-
tadora.
Estas características tipifican un status semiperiférico. El lugar de
Brasil en la división internacional del trabajo tiene más parecidos con
España que con Nicaragua o Ecuador. Se ubica en un espacio interme-
dio entre las grandes potencias y la periferia relegada.
El mantenimiento de esta posición exige exhibición de poder. Brasil
moderniza su ejército, ensaya intermediaciones en conflictos alejados
(Medio Oriente, Irán, África) y ambiciona el mismo asiento perma-
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neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Mercosur y Unasur
Brasil promueve con Argentina la creación de un área comercial con
gran participación de las empresas extranjeras, pero estructura aran-
celaria propia. El Mercosur pretende actuar como una asociación uni-
ficada en las negociaciones con otros bloques.
3
Luego del conflicto de espionaje, las empresas estadounidenses quedaron fuera de la lici-
tación del gran yacimiento de Libra y perdió fuerza el ala pro-norteamericana de Patriota
frente al sector crítico de Amorin-Figueiredo. Dos evaluaciones opuestas de la decisión de
compra de aviones en Boron (2013b) y Zibechi (2013).
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bloques regionales y tipos de gobierno. Pero tal como ocurre con el bi-
nomio tlc-derecha, tampoco aquí rigen estrictas sintonías.
El Mercosur precedió a los gobiernos actuales y tuvo una larga con-
solidación durante el zénit neoliberal de Fernando Henrique Cardoso
y Carlos Menen. Pero el regionalismo capitalista que intenta la asocia-
ción es más acorde con los gobiernos actuales, que contemporizan con
los movimientos sociales y auspician políticas externas más indepen-
dientes de Estados Unidos. El lulismo y el kirchnerismo constituyen
dos variantes de este mismo posicionamiento, pero con grandes dife-
rencias en la acción política.
Durante la última década, el Partido de los Trabajadores (pt) decepcio-
nó en Brasil a quienes esperaban un gobierno afín a los asalariados. El
peso de esa organización expresó la influencia alcanzada por un proleta-
riado fuerte y concentrado, pero con escasa experiencia y capacidad para
contrarrestar la asimilación al sistema burgués, que impuso el lulismo.
El pt quedó integrado a la estructura de las clases dominantes y aseguró
la continuidad sin imprevistos que caracteriza al régimen político de ese
país.
Este afianzamiento conservador multiplicó la despolitización, gene-
ralizó el consenso pasivo y modificó la base social del gobierno. Los sec-
tores plebeyos de las regiones empobrecidas sustituyen a la clase obrera,
las capas medias y la intelectualidad, en el sostén de la actual adminis-
tración. El gobierno se ha guiado por el principio de otorgar sólo aque-
llas concesiones que aceptan las clases dominante. Su norma ha sido dar
algo a los de abajo, sin quitar nada a los de arriba (Machado, 2013).
Esta política genera incontables contradicciones, pero no es neutral.
Es una orientación al servicio del capital con algunos rasgos de tibio re-
formismo. Permitió una década de estabilidad burguesa, socavando la
legitimidad del proyecto obrero original y se ha mantenido concertando
alianzas con la derecha y haciendo concesiones ideológicas al establish-
ment. El lulismo ha seguido la misma trayectoria de involución que tran-
sitaron los partidos socialdemócratas.
Con ese soporte Dilma desarrolló su gestión. Pero afrontó el año pasado
la sorpresiva irrupción callejera de jóvenes indignados que impusieron
sus demandas. Esta enorme movilización sólo tiene dos antecedentes
contemporáneos: la lucha por las directas en 1984 y por el impeachment de
Collor de Mello en 1992. Las protestas iluminaron la realidad del pueblo
brasileño, que sufre desigualdad en gran escala, deterioro del transporte
y degradación de la educación pública.
La novedosa oleada de manifestaciones que sacudió a Brasil es un dato
corriente de Argentina. El ejercicio excepcional de la política en las ca-
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3. Rebeliones y proyectos
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i. escenario latinoamericano
Continuidades y cambios
El período abierto con las rebeliones del nuevo siglo persiste hasta
la actualidad, sin haber registrado avances ni retrocesos cualitativos.
La etapa de gran convulsión (2000-2005) que condujo a la caída de seis
gobiernos fue sucedida por una fase de mayor estabilidad (2005-2008)
y luego por un período de gestación de nuevas movilizaciones (2009-
2013). La generalizada reacción contra los colapsos creados por el en-
deudamiento y las privatizaciones ha sido reemplazada por demandas
más variadas y diferenciadas.
En algunas zonas, la batalla contra el saqueo de los recursos natura-
les (Perú, Ecuador) ocupa el lugar que en la década pasada tenía el re-
chazo al fmi. En otros países las movilizaciones cobran fuerza, a par-
tir de reclamos específicos contra la carestía del transporte (Brasil), el
costo de la educación (Chile) o la invasión de importaciones agrícolas
(Colombia).
El signo general de la situación sudamericana está determinado por
las conquistas obtenidas en los cuatro países que protagonizaron las
grandes rebeliones. En Venezuela la derecha ha recurrido a todos los
caminos posibles para reconquistar el gobierno y fracasó una y otra
vez. Intentó golpes, conspiraciones, sabotajes y perdió 18 de las 19
elecciones realizadas en los últimos catorce años. Mientras las mejo-
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La primera visión en Boron (2013c); la segunda en Martínez (2013). Ver también Rosero (2013).
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i. escenario latinoamericano
Dimensiones en conflicto
Para evaluar lo ocurrido en la última década hay que integrar todas
las dimensiones de los procesos en curso. Las transformaciones po-
líticas en la región aparecieron en un marco de continuada especia-
lización primario-exportadora. Hay mayor diversidad de gobiernos y
mayor predominio del mismo de patrón de reproducción.
El análisis de esta contradicción es eludido, tanto por las visiones
que postulan la existencia de una “etapa posliberal”, como la vigencia
de un “Consenso de commodities”. El primer enfoque remarca la vigen-
cia de un período signado por la política exterior independiente, la
multiplicación de gobiernos progresistas y el retroceso de la derecha
(Sader, 2013). El segundo término resalta el reforzamiento uniforme
de modelos centrados en la exportación de bienes primarios (Svampa,
2013).
Ambas categorías contienen una parte de la verdad, pero no explican
el escenario regional. Para entender porqué Venezuela y México transi-
tan por rumbos tan distintos en contextos semejantes, hay que distin-
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neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
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i. escenario latinoamericano
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II
NEOLIBERALISMO
4. Ortodoxos y convencionales
Caracterizaciones generales
Las primeras discusiones internacionales sobre el neoliberalismo des-
tacaron las raíces teóricas de esta corriente en el pensamiento econó-
mico neoclásico. También explicaron su aparición por el agotamiento
del crecimiento keynesiano de posguerra y resaltaron sus objetivos po-
líticos regresivos. El neoliberalismo fue definido en los años ochenta
como una ofensiva del capital sobre el trabajo para recomponer la tasa
de ganancia (Hirsch, 1999).
En la década siguiente se constató la hegemonía ideológica mundial
alcanzada por esta vertiente. A pesar de los magros resultados económi-
cos logrados durante ese decenio, la derecha se reforzó aprovechando el
debilitamiento de los sindicatos y el desasosiego creado por la fractu-
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neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
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ii. neoliberalismo
Justificaciones y períodos
A mitad de los años setenta, el neoliberalismo latinoamericano an-
ticipó todas las tendencias de los países desarrollados. Ese paradigma
se forjó en Chile bajo la dictadura de Augusto Pinochet, con el asesora-
miento económico ortodoxo de los economistas Friedrich von Hayek y
Milton Friedman. Allí se experimentó la doctrina que posteriormente
aplicaron otras dictaduras de la región.
Estos ensayos no se extinguieron con el fin de los gobiernos militares.
El neoliberalismo fue convalidado por los regímenes constitucionales
que sucedieron a las tiranías del Cono Sur. Esta continuidad afianzó las
transformaciones estructurales introducidas por el modelo derechista.
La prioridad del neoliberalismo en la región fue desterrar la influen-
cia alcanzada por la izquierda y el nacionalismo radical al calor de la Re-
volución Cubana. También arremetió contra la heterodoxia keynesiana
de varios pensadores de la cepal.
Su cruzada contra las reformas sociales, la redistribución del ingreso
y la defensa del patrimonio nacional signó todo el período de transición
posdictatorial. Con algunos cambios de formato fueron convalidadas
las principales mutaciones regresivas impuestas por los militares.
En el plano económico el neoliberalismo latinoamericano atravesó
por dos etapas diferenciadas. En los años ochenta, prevalecieron las
“reformas de primera generación” con prioridades de ajuste antiinfla-
cionario. En el decenio siguiente predominó el “Consenso de Washin-
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neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
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ii. neoliberalismo
Crisis y fracasos
Al comienzo del nuevo siglo irrumpió la crisis del neoliberalismo la-
tinoamericano. Los desequilibrios generados por ese modelo salieron a
flote en toda la región junto a la creciente primacía del sector exportador
en desmedro del desenvolvimiento interno. Aumentó la heterogeneidad
estructural de la economía y se concentraron las actividades más renta-
bles en un puñado de empresas. La capacidad del Estado para priorizar
las decisiones de inversión quedó muy debilitada (Vidal y Guillen, 2007).
Las dos etapas neoliberales de ajuste y apertura no sólo deterioraron los
ingresos populares. También provocaron la desintegración de la vieja in-
dustria local gestada durante la sustitución de importaciones. Se acentuó
la vulnerabilidad de todas las economías ante la descontrolada afluencia
o salida de capitales externos. También se intensificó la dependencia del
vaivén internacional de los precios de las materias primas.
Las economías latinoamericanas volvieron a soportar la carencia estruc-
tural de divisas. No pudieron respaldar las reservas, ni mantener bajo
control el tipo de cambio, la tasa de interés o el nivel de inflación. Cuando
estos desequilibrios emergieron, los ministros pro-mercado abandona-
ron sus doctrinas y recurrieron al mismo endeudamiento que caracterizó
a sus antecesores.
Todas las prédicas de ortodoxia fiscal, cuidado monetario y prudencia
en la expansión de la deuda pública fueron archivadas. Se optó por el cos-
toso crédito externo para lidiar con las asfixias generadas por el propio
modelo. En muy poco tiempo los mitos del rigor neoliberal en el gerencia-
miento del Estado quedaron desmentidos. Esta política desembocó en la
misma asfixia de pagos que ha jaqueado repetidamente a la región (Gui-
llen, 2007).
Varios años de privatizaciones y flexibilidad laboral recrearon las cri-
sis financieras, los quebrantos fiscales, las fugas de capital y los colapsos
cambiario-monetarios del pasado. El desplome de la Argentina en el 2001
fue la expresión más dramática de esta repetición de viejas convulsiones.
El neoliberalismo mantuvo un bajo nivel de actividad económica. La
ilusión en un repentino despegue por el simple efecto de políticas conser-
vadoras quedó desmentida. El recorte de los salarios y del gasto social no
incentivó la inversión; las privatizaciones tampoco encendieron la mecha
del crecimiento.
En todo el período estuvo ausente el esperado derrame de bienestar des-
de los acaudalados hacia el resto de la población. Sólo resurgieron los bre-
ves ciclos de mayor consumo de la clase media. Fue muy visible el acapa-
ramiento de ingresos de los poderosos a costa de los trabajadores.
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neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Rebeliones y virajes
El neoliberalismo latinoamericano fue socavado por levantamientos socia-
les parcialmente exitosos. Este resultado determinó la principal singulari-
dad del proyecto en la región. Las protestas pusieron un límite a la ofensiva
del capital, especialmente luego de alzamientos victoriosos (en Argentina,
Bolivia, Ecuador y Venezuela) que tumbaron a los artífices del ajuste.
Las rebeliones no alcanzaron la envergadura de las revoluciones del siglo
xx, pero modificaron las relaciones de fuerza y forzaron concesiones sociales
que contradicen el programa de Thatcher-Hayek. Estas conquistas erosiona-
ron el plan de la reacción y generaron un escenario que diferencia a Suda-
mérica de otras zonas con predominio neoliberal continuado (Katz, 2008c).
En este nuevo marco la derecha ajustó su estrategia e introdujo una va-
riante más moderada del mismo modelo. Este curso incluye discursos éti-
cos, cierta intervención del Estado y alguna sintonía con la síntesis neoclá-
sico-keynesiana de posguerra (Herrera, 2010).
La retórica que adoptó el Banco Mundial es muy representativa de este
cambio. Los promotores del ajuste han edulcorado sus recetas y esgrimen
una hipócrita preocupación por la pobreza. Reconocen las “fallas de merca-
do” y promueven alguna regulación del Estado parar corregir los excesos de
la concurrencia (Burkett y Hart-Landsberg, 2003).
Los informes de los organismos internacionales ya no presentan la ra-
dicalidad neoclásica de los años ochenta o noventa. Reconocen las imper-
fecciones mercantiles y destacan la primacía de la acción estatal en ciertas
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ii. neoliberalismo
Variedad de sentidos
Al comienzo del siglo xxi el neoliberalismo perdió la homogeneidad que
caracterizó a su debut. El término adoptó múltiples connotaciones y la
definición previa de ofensiva del capital sobre el trabajo quedó referida a
cuatro problemas específicos.
En primer lugar, existe una interpretación de este fenómeno como nue-
va etapa del capitalismo. Esta acepción alude al período transcurrido des-
de los años ochenta hasta la actualidad a escala global. La peculiaridad
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neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
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ii. neoliberalismo
Evaluaciones combinadas
El cuarto sentido del neoliberalismo es su dimensión política. En este
plano se identifica con los gobiernos derechistas subordinados a Estados
Unidos, que recurren a la represión para apalear la protesta popular. Es
la estrategia elegida por el pan y el pri que ensangrentaron a México en
una guerra social bajo la cobertura de “erradicar el narcotráfico”. También
aquí se ubican los mandatarios de Colombia que acumulan un récord de
persecuciones y asesinatos de luchadores sociales.
En ese mismo campo deben ser situados los presidentes de Perú que pri-
vilegian la respuesta represiva frente a las resistencias al extractivismo.
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ii. neoliberalismo
Librecomercio y globalización
Los neoliberales contemporáneos retoman la vieja caracterización del li-
brecomercio como llave maestra del desarrollo. Afirman que es la manera
más directa de reducir la pobreza y la inequidad.
Pero olvidan que la implementación de este principio en América Latina
desembocó en la primacía de exportaciones agro-mineras e importaciones
industriales. Esa asimetría condujo al subdesarrollo y a la inserción depen-
diente en el mercado mundial.
Los defensores del librecomercio ignoran esta trayectoria histórica. Ol-
vidan que Inglaterra optó por esa estrategia cuando ya era dominante a es-
cala mundial. Tampoco recuerdan que el comercio irrestricto fue evitado
por Estados Unidos, Japón o Alemania en el debut de su desenvolvimiento
industrial. Sólo aceptaron parcialmente esa orientación cuando lograron
alta productividad en los sectores sujetos a la competencia global (Bairoch,
1999).
Todas las economías desarrolladas impusieron normas de librecomercio
a la periferia para asegurar la colocación de sus exportaciones industriales.
Lejos de constituir un instrumento de prosperidad para las naciones atra-
sadas, esa apertura introdujo obstáculos a la diversificación económica y al
crecimiento de la periferia. América Latina padeció el fortalecimiento de
las oligarquías rentistas y el bloqueo a la acumulación sostenida de capital.
Los neoliberales contemporáneos retoman las viejas críticas al protec-
cionismo, señalando que impide aprovechar las ventajas comparativas
de cada país. Sitúan esas conveniencias en la agricultura o en la minería,
como si América Latina cargara con un mandato divino de provisión de ma-
terias primas a los países desarrollados.
No registran el evidente beneficio que aportó ese status internacional a las
economías ya industrializadas y la adversidad que impuso a las naciones
periféricas. Mientras que el primer tipo de países pudo desenvolver inten-
sos procesos de expansión fabril, el segundo grupo quedó relegado a un es-
tadio básico de exportador primario.
Es absurdo suponer que cualquier economía puede mejorar su perfil, re-
forzando su colocación “natural” en la división internacional del trabajo.
El desarrollo exige lo contrario: lidiar con la adversidad de los condiciona-
mientos externos.
Ningún país latinoamericano puede convertirse espontáneamente en
una economía avanzada, sin modificar la matriz histórica que obstruyó su
desenvolvimiento productivo. Esa estructura genera transferencias de re-
cursos hacia los países desarrollados y reproduce distintas modalidades del
atraso (Osorio, 2009).
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neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Teorías de la convergencia
El desenvolvimiento capitalista no está regulado por sencillos movi-
mientos de capitales excedentes hacia los países empobrecidos. Es pura
ensoñación suponer que las empresas transfieren espontáneamente fon-
dos de Suiza hacia el Congo o de Alemania hacia Ceylán, en escenarios de
capitales sobrantes en un polo y faltantes en el otro.
El sistema se reproduce siguiendo otros patrones de rentabilidad deter-
minados por múltiples factores. La localización del capital es definida por
los costos, los mercados y las expectativas en el comportamiento de las
monedas, las tarifas o los salarios.
La fantasía globalista supone que esa compleja estructura histórica del
capitalismo ha quedado abruptamente disuelta por el afianzamiento de
idearios neoclásicos. Transforman esos imaginarios en realidades norma-
tivas que nadie logra corroborar (Lipietz, 2013).
Es cierto que la liquidez global fluye con más rapidez e intensidad que
en el pasado, pero de la mano de empresas transnacionales que relocali-
zan su producción en ciertas regiones ya enlazadas con el capital global.
Sólo en esas condiciones usufructúan la baratura, el adiestramiento o el
sometimiento de la fuerza de trabajo.
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5. Pensamiento socio-liberal
El escenario de la involución
En gran parte de América Latina este período correspondió a la tran-
sición de las dictaduras a los regímenes constitucionales. Este pasaje
fue negociado por las cúpulas militares y los partidos políticos tradi-
cionales. Los autores que se aproximaron al social-liberalismo justifi-
caron esos pactos, realzando su conveniencia para gestar procesos de
1
Una justificación en Giddens (2000).
99
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2
Varios ejemplos en O’Donnell y Schmitter (1988).
3
Una crítica en Osorio (2009).
100
ii. neoliberalismo
El itinerario de Cardoso
Fernando Henrique Cardoso ha sido el principal exponente de las
mutaciones socio-liberales en América Latina. Se consagró como ins-
pirador de la Teoría de la Dependencia y terminó como instrumenta-
dor de las grandes reformas reaccionarias de las últimas décadas.
Comenzó su gestión presidencial (1995-2002) anunciando que “ol-
vidaba todo lo escrito en el pasado”. Posteriormente argumentó que
un “político no puede actuar como intelectual”. Con este viraje el afa-
mado crítico a la dependencia puso en marcha el mayor proceso de
desnacionalización económica de Brasil (Kay, 2009; López Hernández,
2005).
Cardoso fue un importante artífice de la transición posdictatorial.
Durante ese período anticipó el pragmatismo que signaría su gestión
neoliberal. La concertación con los gobiernos militares preparó su re-
signación frente al capitalismo globalizado. Difundió la creencia que
ese tipo de amoldamientos conducía al bienestar social.
Este intelectual trabajó en un conocido centro de estudios (cepbrap)
y en el partido político que negoció los pactos con la dictadura (mdb).
4
Nuestro enfoque en Katz (2008c).
101
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ii. neoliberalismo
cia (Ruy Mauro Marini, Andre Gunder Frank, Theotonio dos Santos).
Esta mirada se amoldó al liderazgo que asumió en los procesos de tran-
sición pactada con las dictaduras (Correa Prado, 2011).
Mediante la revisión de su propia teoría Cardoso edificó el puente
con el neoliberalismo. Estimó que su versión inicial de la dependencia
sólo implicaba caracterizaciones del desarrollo, como sucesivos proce-
sos de asociación de los capitalistas locales con las empresas foráneas.
Contrapuso ese enfoque con las visiones más corrientes, que resalta-
ban los obstáculos al desenvolvimiento latinoamericano generados
por esos acuerdos.
En esta reelaboración Cardoso transformó su descripción inicial de
un modelo burgués asociativo en una reivindicación de ese curso. Ya
no se limitó a trazar un retrato histórico del desarrollo regional impul-
sado por el capital extranjero, sino que tomó partido por ese camino.
Una interpretación confusamente afín al ideario liberal se transformó
en un proyecto favorable a ese rumbo.
En el clima contestatario de los años sesenta Cardoso había quedado
erróneamente identificado como un crítico de la dependencia, cuando
en realidad ya exponía una tesis opuesta a esa visión. No sólo rechaza-
ba la interpretación del atraso regional como resultado de la domina-
ción colonial-imperialista, sino que sugería exactamente lo contrario.
Cardoso destacaba la existencia de un desarrollo resultante de esa
dependencia, como consecuencia del ingreso de empresas foráneas a
los mercados latinoamericanos. En la década del ochenta dejó atrás el
tono confuso de sus postulados y explicitó la conveniencia de profun-
dizar la extranjerización de la economía mediante políticas neolibe-
rales.
La ambigüedad inicial de Cardoso sintonizaba con su resistencia a
explicitar alguna teoría de la dependencia. Prefería encarar un análi-
sis acotado a “situaciones concretas de dependencia”. También objeta-
ba los diagnósticos de cepal que proponían emerger del subdesarrollo
mediante modelos de sustitución de importaciones.
Cardoso realzaba la existencia de una vía opuesta hacia el creci-
miento, basada en entrelazamientos con inversores externos y en la
gestación de una clase media con creciente poder de compra. Presen-
taba el despunte el Sudeste Asiático como un ejemplo de ese sendero
(Vernengo, 2006; Palma, 1987).
Estas ideas fueron ponderadas por muchos analistas como correcti-
vos del enfoque estructuralista sin advertir su estrecha conexión con
el credo neoliberal. Ese vínculo estaba opacado por el léxico crítico que
103
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La mutación de Castañeda
El mexicano Jorge Castañeda ingresó en la vida política como mi-
litante comunista, postulando una estricta defensa de los puntos de
vista de clase en las discusiones teóricas sobre la dependencia. Esa
trayectoria quedó abruptamente modificada por un viraje conserva-
dor que lo condujo al gobierno derechista de Fox. Como secretario de
Relaciones Exteriores asumió una fanática defensa del librecomercio
y reivindicó las virtudes de una alianza con Estados Unidos (Castañeda
y Morales, 2010).
Esta involución se consumó con furibundos cuestionamientos a
toda la izquierda. Abjuró de la revolución y propuso abandonar el pro-
yecto socialista. Auguró el éxito del capitalismo, previó el declive de
la rebelión popular, pronosticó un “futuro sin marxistas” y consideró
agotada la trayectoria de la Revolución Cubana (Castañeda, 1993).
Este réquiem a la rebeldía social fue curiosamente expuesto al co-
mienzo de la crisis del neoliberalismo, en pleno retroceso de los go-
biernos conservadores y en el debut de grandes levantamientos. Sus
elogios al librecomercio contrastaron con el fracaso del alca y su fas-
104
ii. neoliberalismo
cinación por Estados Unidos chocó con la pérdida de iniciativa del De-
partamento de Estado.
Castañeda anunció el fin de la protesta popular en coincidencia con
el “Caracazo” y poco antes de la sublevación zapatista. Detectó gran
pasividad entre los oprimidos cuando se preparaban las grandes rebe-
liones de Bolivia, Ecuador, Venezuela y Argentina. También su cele-
bración de las ideas conservadoras chocó con la reactivación del pen-
samiento de izquierda.
El intelectual mexicano no sólo postuló el carácter inmutable del
modelo neoliberal en contraposición a los horizontes anticapitalistas.
Rechazó toda posibilidad de cambio del orden vigente y concentró sus
expectativas de desarrollo latinoamericano en los Tratados de Libre Co-
mercio. Por eso propuso perfeccionar esos convenios mediante una di-
plomacia de presión, en el universo de lobbies que rodean al Congreso
estadounidense (Castañeda y Morales, 2010; Castañeda, 1993).
Castañeda se desempeñó como ministro del gobierno más pro-im-
perialista de la historia mexicana reciente. Al igual que Cardoso, arre-
metió contra la influencia del “populismo nacionalista” (Venezuela)
y ponderó la benéfica acción de la “izquierda moderada, globalizada y
pragmática” (Chile) (Castañeda y Morales, 2010).
Este contrapunto ha sido un repetido argumento de la prensa con-
servadora. Castañeda retomó la misma prédica subrayando el carácter
intrascendente de la ideología contemporánea. Estimó que un voto de
izquierda carece de significado distintivo frente a su equivalente de
derecha. Señaló que ambas posturas han perdido relevancia ante las
conductas prácticas que asumen los individuos (Castañeda y Morales,
2010).
Pero esta visión es incompatible con su continuada actividad como
escritor y propagandista de los valores del statu quo. Si esos mensajes ya
no cuentan, ¿por qué tanto empeño en su difusión? Declarando el fin
de las ideologías, Castañeda postuló la muerte del pensamiento críti-
co y la vigencia de las teorías que convalidan el orden vigente. Supuso
que su propia involución política era un rasgo compartido por toda la
sociedad.
Por eso imaginó un futuro contemplativo de clases medias ascen-
dentes y satisfechas con el escenario latinoamericano. Esta mirada re-
fleja su distanciamiento de los padecimientos populares que periódi-
camente desatan rebeliones sociales. Esos levantamientos sorprenden
y desmienten al ex marxista.
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neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
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ii. neoliberalismo
La reconversión de Sebreli
A diferencia de Cardoso y Castañeda, el argentino Sebreli adoptó el
neoliberalismo como proyecto exclusivamente intelectual. Absorbió
paulatinamente este planteo junto a otros ex marxistas, que redescu-
brieron las virtudes de la democracia burguesa durante la transición
posdictatorial que lideró Raúl Alfonsín. Su visión se distingue por la
descarnada exposición de las tesis socio-liberales. No ensaya ningún
atenuante para justificar su adscripción a estas propuestas.
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ii. neoliberalismo
Dependencias diluidas
El recorrido seguido por Sebreli desde el purismo marxista hasta el
social-liberalismo extremo incluyó una crítica virulenta a la Teoría de
la Dependencia. Consideró que esa concepción carecía de sustento po-
lítico por su estrecha ligazón con planteos emotivos. Estimó que todas
las demandas de liberación nacional habían perdido sentido en un
escenario de países con independencia política ya consumada (1992).
Pero ese cambio de status derivado de victorias anticoloniales nunca
fue desconocido por el marxismo antiimperialista. Esta visión sim-
plemente evitó la fantasía de colocar en un mismo plano a todos los
países que comparten el atributo de la soberanía formal.
Esta igualdad es cotidianamente violada por las potencias impe-
rialistas que dominan el tablero mundial. Basta observar como la in-
dependencia de Grecia es mancillada por los acreedores alemanes o
de qué forma la soberanía de Honduras ha sido desconocida por los
golpistas de la embajada estadounidense. La misma violación instru-
mentan las tropas francesas que se despliegan por Costa de Marfil.
Este desconocimiento de soberanías se verifica justamente en países
que ya dejaron atrás su condición colonial.
Ignorando estas realidades, Sebreli estimó que el propio concepto de
subdesarrollo había perdido sentido en un mundo diversificado y sig-
nado por distintas situaciones de crecimiento en la periferia o estan-
camiento en el centro (1992).
Con esta mirada tendió a uniformar al planeta por la simple comple-
jidad de contextos, sugiriendo que en la intrincada red de conexiones
actuales “todos dependen de todos”. Como no aportó ningún criterio
para definir jerarquías, tampoco introdujo conceptos para explicar
por qué razón Estados Unidos goza de un status tan diferente a Hondu-
ras. Simplemente retomó la mitología de la equivalencia que difunde
el neoliberalismo contemporáneo.
Sebreli invalidó también la dependencia con argumentos históricos,
afirmando que el desarrollo desigual nunca obedeció a la explotación
de las colonias. Destacó que hubo imperios que decayeron (España,
Portugal, Turquía) y países que se desarrollaron luego de haber sido
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Tradiciones de resistencia
Con sus tesis fatalistas de las fuerzas productivas Sebreli definió cuá-
les eran las sociedades que merecían sobrevivir y desaparecer en el cur-
so de la historia. Situó a las sociedades precolombinas en el destino de
extinción y estimó que las rebeliones indígenas del siglo xvi estaban
condenadas al fracaso (1992).
Con esta caracterización repitió las leyendas difundidas por todos
los vencedores, para presentar sus victorias como desemboques inexo-
rables. Ese argumento fue utilizado para justificar las masacres per-
petradas contra los pueblos originarios. Siempre se resaltó la inviabi-
lidad de los sistemas caídos y la progresividad de sus reemplazantes.
Pero este planteo contradice igualmente las centurias de estanca-
5
Hemos expuesto algunos lineamientos de este enfoque en Katz (2013a).
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Una crítica en Wallerstein (2004).
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6. Globalistas y cosmopolitas
Fantasías globalistas
Cardoso considera que la globalización abre las compuertas del pro-
greso. Estima que este cambio permite gestar una sociedad representa-
tiva de la vitalidad histórica del capitalismo (Cardoso, 2012).
Pero esta evaluación no condice con la envergadura de la crisis recien-
te. La convulsión del 2008 no sólo puso en entredicho la supervivencia
de los bancos. También reveló un grado de inestabilidad sistémica in-
compatible con las ilusiones de solidez que transmite Cardoso. Su apo-
logía también ignora los aterradores desequilibrios ecológicos actuales.
Este deterioro del medio ambiente ha dado lugar a numerosos estudios
que advierten contra una potencial regresión a la era de los glaciares.
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ii. neoliberalismo
Cosmopolitismo burgués
La apología de la globalización difiere del reconocimiento de la mun-
dialización como una nueva etapa del capitalismo. El social-liberalis-
mo no se limita a diagnosticar la presencia de este novedoso estadio,
sino que reivindica su aparición como un gran momento de progre-
so. En lugar de formular un análisis objetivo del salto registrado en la
internacionalización del capital expone aprobaciones de esa transfor-
mación.
Esta diferencia entre el diagnóstico y la alabanza separa al social-li-
beralismo de numerosos estudios que retratan, y al mismo tiempo
cuestionan, la mundialización del capital. Estas miradas registran las
contradicciones y los límites de ese proceso1.
Harris combina evaluaciones con elogios. Subraya la diferencia en-
tre la economía mundial (como entidad que enlaza a sus componentes
nacionales) y la globalización (como nueva subordinación de esas es-
tructuras a fuerzas externas). Describe la forma en que las empresas
transnacionales y la banca global modifican las fronteras y desbordan
las regulaciones estatales. También ilustra la adaptación de las deci-
siones de inversión a las necesidades de un mercado internacionaliza-
do. Evalúa estos cambios con gran optimismo (2003).
1
Un ejemplo de esa postura en Robinson (2001; 2002). Nuestro enfoque en Katz (2011).
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Emancipación repentina
Nigel Harris ha transitado por un carril muy semejante a Sebreli.
También objetó durante cierto tiempo la estrategia de empalmar el
proyecto socialista con las banderas de la liberación nacional. Poste-
riormente trazó un balance demoledor de todas las experiencias na-
cionalistas de posguerra. Remarcó su fracaso en desenvolver el capi-
talismo local a través de procesos de sustitución de importaciones y
destacó las falencias de las economías cerradas en los nuevos escena-
rios de la globalización (2003).
Esos límites efectivamente determinaron el declive del antiguo de-
sarrollismo y generalizaron el viraje de las viejas burguesías naciona-
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La inferioridad africana
El rechazo socio-liberal del nacionalismo antiimperialista profun-
diza una tradición conservadora de hostilidad hacia las mayorías.
Retoma el desconocimiento de la opresión racial, la denigración del
indigenismo y la descalificación de los movimientos populares. En el
caso de Sebreli esa actitud empalma con su vieja confrontación con el
tercermundismo.
En el pasado objetaba este último alineamiento por su desconsi-
deración del papel protagónico del proletariado, como único sujeto
capacitado para liderar el cambio revolucionario. Estimaba que sólo
la clase obrera podría comandar esa transformación, tanto por su
exclusión de los beneficios del capitalismo, como por su portación
de fines universales de emancipación. Subrayaba que el proletariado
no ambiciona convertirse en una nueva clase dominante (Sebreli,
1975).
Esta defensa del exclusivismo obrero era contrapuesta a otras vi-
siones del marxismo (próximas al maoísmo o al castrismo), que re-
saltaban las potencialidades revolucionarias de distintos sectores
oprimidos (como el campesinado o las minorías raciales). La crítica
arremetía contra el intento de equiparar a esos segmentos subyuga-
dos con el proletariado. Resaltaba la primacía de la clase obrera por
la homogeneidad social, conciencia política o gravitación económi-
ca de este sector.
Pero estos argumentos perdieron todo significado con la conver-
sión del marxista puro en liberal. En ese giro Sebreli olvidó al prole-
tariado pero mantuvo su desconsideración hacia otros grupos opri-
midos. Esta desvalorización incluye el cuestionamiento de la lucha
secular de los pueblos de origen africano contra la esclavitud. Esti-
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ii. neoliberalismo
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neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
El indigenismo y el populacho
El teórico argentino identifica al indigenismo con el irracionalismo.
Afirma que en ese plano la tradición precolombina tiene muchos pun-
tos de contacto con el despotismo oriental (Sebreli, 1992).
Esta evaluación naturalmente se basa la presentación de Occidente
como la realización de la civilización. Sebreli considera que esa supe-
rioridad deriva de la primacía asignada a la razón, a la convivencia
social y a las conductas humanistas. Estima que la herencia de las so-
ciedades que chocaron con Europa merece ser desechada por obsoleta
y regresiva.
El pensador socio-liberal presenta, por ejemplo, la cosmovisión in-
caica de unidad indivisible del hombre con la naturaleza como una
manifestación de oscurantismo. Enaltece en cambio los mitos del pro-
greso tecnológico irrestricto, a pesar de sus terribles efectos sobre el
medio ambiente. No registra los peligros que esta demolición entra-
ña para la supervivencia humana, mientras impugna las tradiciones
de equilibrio ecológico de custodia de la “madre tierra”. Al endiosar el
legado de Occidente en desmedro de otras culturas oculta los particu-
larismos de una cosmovisión, que disfraza con prédicas universalis-
tas su desvalorización de otras formas de pensamiento (Díaz Polanco,
2006).
Sebreli no analiza el significado de cada tradición cultural. Se limita
a contrastarlas con el valorizado parámetro occidental. Tampoco sitúa
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Intervención humanitaria
La principal consecuencia del cosmopolitismo social-liberal es la
convalidación de la intervención imperialista. Esta acción es aproba-
da mediante curiosas aplicaciones de las teorías globalistas. Las mis-
mas justificaciones de “protección humanitaria” que enarbolan las
potencias occidentales son presentadas como grandes pasos hacia el
orden democrático.
Harris afirma que esas incursiones ya no son realizadas por un Es-
tado contra otro, sino por organismos colectivos para asegurar la con-
vivencia mundial. Considera que por primera vez en la historia se ha
creado la posibilidad de eliminar las guerras. Supone que las operacio-
nes militares consensuadas a nivel internacional permitirán sustituir
la vieja concurrencia bélica por una promisoria rivalidad en torno a la
educación, el deporte o la cultura (2003).
Si esta ingenuidad no tuviera consecuencias prácticas pasaría desa-
percibida como otra banalidad liberal. Pero con ese tipo de reflexiones
se avala el derecho de intervención imperial en Kosovo, Irak o cual-
quier otra región señalada por el Pentágono. Harris elude la denuncia
de este tipo de expediciones, estimando que sólo transparentan el uso
de armas o relaciones de poder ya existentes (2003).
Pero el social-liberalismo no se limita a convalidar el statu quo. Se ha
especializado en perfeccionar un piadoso disfraz para recubrir las ope-
raciones imperialistas. Iglesias afirma que soslayar el sostén de esas
acciones conduciría a un resultado peor. Las matanzas entre grupos
nacionales, religiosos o raciales embarcados en operaciones de lim-
pieza étnica quedarían impunes. Por esta razón postula reemplazar el
principio de no intervención por formas humanitarias de injerencia
(2004).
Con un lenguaje más descarnado Sebreli desenvuelve las mismas
propuestas. Convoca a relativizar el concepto de soberanía territorial
y resalta la meritoria labor cumplida por Estados Unidos en el derro-
camiento de Manuel Noriega (Panamá) y Sadam Husein (Irak). Con el
mismo cinismo que exhiben CNN o FOX, afirma que habría sido inad-
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ii. neoliberalismo
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III
NEODESARROLLISMO
7. Programas económicos
Cinco planteos
Dada la variedad de enfoques que reúne el neodesarrollismo no
es sencillo precisar sus tesis centrales. Remarcan el carácter singu-
lar e imprevisible del crecimiento sostenido y la consiguiente difi-
cultad para conceptualizarlo. Pero también estiman que el éxito de
1
Una descripción de este impacto en Azcurra (2011).
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2
La enorme inestabilidad política que rodeaba a las experiencias desarrollistas del pasado
dificulta su balance. Es lo que ocurrió, por ejemplo, con el emblemático caso del gobierno
argentino de Frondizi en los años sesenta.
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iii. neodesarrollismo
Indefiniciones e inconsistencias
Los teóricos neodesarrollistas esperan liderar un intenso proceso de
crecimiento, pero no definen cómo alcanzarlo. La regulación estatal
que promueven tiene incontables modalidades y efectos. La contra-
posición entre neodesarrollistas proclives a la intervención del Estado
y neoliberales adversos a esa injerencia es una simplificación. Todos
recurren a una fuerte presencia del sector público cuando les toca ad-
ministrar la economía.
Ese comportamiento es consecuencia de la gravitación alcanzada
por los grandes bancos y empresas en el capitalismo contemporáneo.
Resulta imposible gestionar este sistema sin protagonismo de la buro-
cracia estatal y los gerentes del sector privado. Lo que está siempre en
juego es el tipo de intervención estatal predominante en cada período
y no la existencia o intensidad de esa presencia.
El neodesarrollismo sugiere que su acción serviría para eliminar las
distorsiones que genera el mercado. Contrapone este objetivo con la
actitud ortodoxa de esperar espontáneas correcciones de la oferta y la
demanda.
Pero también aquí la diferencia pierde contenido cuando se coman-
da la marcha cotidiana de la economía en situaciones de alta tensión.
La crisis global reciente brindó una contundente evidencia de la forma
en que ortodoxos y heterodoxos actúan en común cuando se impone el
socorro a los bancos. En esos momentos las divergencias sólo giran en
torno a la modalidad de esos auxilios.
Los neodesarrollistas propician una adaptación pragmática a las
exigencias de la coyuntura y por eso incorporan fórmulas que contie-
nen múltiples elementos, sin definir nítidas primacías. Suelen convo-
car a fortalecer el mercado y el Estado, a reforzar la centralización y la
descentralización, a potenciar lo público y lo privado, y a desenvolver
políticas austeras y activas.
Pero esta variedad de orientaciones no abandona nunca el prin-
cipio de favorecer a los grandes grupos capitalistas. La prioridad
asignada al tipo de cambio competitivo con baja inflación y reduci-
do déficit fiscal ilustra el sostén a los poderosos. En ese modelo los
costos del impulso exportador son solventados por los trabajadores
a través de devaluaciones, restricciones al gasto social o un corset a
los salarios.
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La globalización electiva
El neodesarrollismo vislumbra a la globalización como una gran opor-
tunidad para los países medianos. Estima que ese proceso apuntalará
el desenvolvimiento latinoamericano, si se aprovechan las ventajas co-
merciales evitando los peligros financieros (Bresser-Pereira 2010).
Pero nunca aclaran cómo se podrían usufructuar esas conveniencias
soslayando sus efectos nocivos. Es evidente que las modalidades co-
merciales y financieras de la internacionalización están íntimamente
conectadas entre sí. Los bancos intermedian en todas las transaccio-
nes manejadas por las empresas transnacionales.
La gran “oportunidad comercial” que se realza es la convalidación de
la inserción dependiente de América Latina como proveedora de pro-
ductos básicos. Y lo que se cuestiona como un “peligro financiero” es el
endeudamiento descontrolado. Sin embargo, la experiencia histórica
indica que a largo plazo esa primarización exportadora recrea la hipo-
teca de la deuda.
La mirada condescendiente hacia la globalización presupone que
esa transformación genera crecientes beneficios para múltiples gana-
dores. Pero con ese enfoque se olvida a las víctimas del mismo proceso.
En el caso latinoamericano, por ejemplo, se reconoce que sólo las eco-
nomías medianas parcialmente industrializadas podrían participar
del cambio en curso. El resto de la región quedaría marginada hasta
concluir un camino previo de maduración. De esta forma, la oportuni-
dad de la globalización queda reducida a un grupo de economías y no
ofrece mejoras para los demás (Bresser-Pereira, 2010).
Toda la caracterización es formulada con razonamientos semejantes
a los del viejo liberalismo. Al igual que Rostow, se imagina un proceso
futuro de creciente aproximación entre países contagiados por la ex-
pansión capitalista. Los participantes elevan paulatinamente su status
saltando de la pobreza a escalones intermedios, para converger poste-
riormente en la modernización. En ese momento todas las naciones
alcanzan un nivel satisfactorio de bienestar.
Contra este tipo de fantasías reaccionaba la vieja cepal de los años
cincuenta y sesenta. Objetaba esa ilusión de convergencias, destacan-
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3
Esta crítica en Selwyn (2010).
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El viraje endogenista
El neodesarrollismo es afín a las concepciones endogenistas que
sitúan todos los obstáculos al desenvolvimiento en el plano interno.
También aquí se distancia de Prebisch, quien atribuía el subdesarrollo
al deterioro secular de los términos de intercambio.
Los sucesores del pensador heterodoxo son cautos en la reconsidera-
ción conceptual de este último problema. Simplemente se apoyan en
la valorización reciente de las commoditties para justificar su creciente
atención a la temática interna. Nadie se atreve a evaluar cuánto dura-
rá la apreciación actual de los productos primarios. Esta valorización
no impide, además, la continuada transferencia de recursos hacia las
economías centrales, a través de mecanismos situados en la órbita fi-
nanciera o productiva.
El viraje hacia concepciones endogenistas se remonta a la evolución
seguida por la cepal desde los años ochenta. Los economistas de ese
organismo sintonizaron con los críticos de la teoría de la dependen-
cia, que resaltaban la primacía de los factores internos en el retraso
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iii. neodesarrollismo
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El legado conservador
El neodesarrollismo se ha distanciado del espíritu crítico que signó
a la heterodoxia de los años sesenta y setenta. También abjura del es-
píritu radical creado por la Revolución Cubana, que indujo a esta co-
rriente a incorporar propuestas de distribución del ingreso.
Esa apertura de la cepal al pensamiento progresista quedó abrup-
tamente anulada con el predominio posterior de concepciones neoes-
tructuralistas. En los años ochenta, archivaron las alusiones a la
desigualdad centro-periferia y sepultaron las propuestas de reforma
social. Propagaron, además, sus propias recetas de privatización,
apertura comercial y flexibilidad laboral, con actitudes de resignación
y cuestionamientos al desarrollismo tradicional (Kay, 1998).
Ese giro incluyó la participación directa de los discípulos de la cepal
en la implementación de programas de ajuste adornados con retórica
heterodoxa, como el Plan Austral en Argentina o el Plan Cruzado en
Brasil.
El neodesarrollismo actual es un ahijado de esa trayectoria conser-
vadora. Por eso refuerza la extinción de la cepal como referencia del
pensamiento crítico. Esa institución se ha transformado en un orga-
nismo técnico de seguimiento de la coyuntura que evita cualquier co-
mentario molesto para el establishment.
Los teóricos neodesarrollistas exhiben ambiciones más acotadas que
sus antecesores, convalidan la especialización primario-exportadora
y abandonan el léxico antiimperialista. Es cierto que intentan recom-
poner la alicaída gravitación de la industria, pero sólo introducien-
do leves ajustes al interior del mismo bloque dominante. Promueven
subsidios a los capitalistas manufactureros, en desmedro de la enor-
4
Ver Skocpol (1977) y Wallerstein (2005).
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iii. neodesarrollismo
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Tres cuestionamientos de este tipo en Fontes (2010), Carcanholo (2010) y Gonçalves (2012).
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8. Argentina y Brasil
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iii. neodesarrollismo
Múltiples desajustes
La elevada tasa de inflación es la principal manifestación de las ten-
siones generadas por el modelo. Ese incremento de los precios supe-
ra en los últimos seis años la media global o latinoamericana y se ha
estabilizado en torno al 25%-30% anual. No decae en las coyunturas
recesivas y su porcentaje real fue desconocido durante largo tiempo
por la manipulación oficial de las estadísticas. La gestión cotidiana de
la economía quedó afectada por esta distorsión de un indicador clave.
El incremento de los precios obedeció inicialmente al reducido nivel
de inversión frente a una demanda recompuesta. Ese cuello de botella
se reforzó posteriormente por el manejo concentrado de numerosos
sectores. La remarcación permitió mantener el nivel general de las
ganancias una vez disipada la capacidad ociosa (Schorr y Manzanelli,
2013).
Algunos economistas cuestionan este diagnóstico de “inflación por
oligopolio”, estimando que la carestía deriva de una “puja distributi-
va” entre empresarios y trabajadores. Argumentan que en otros paí-
ses la misma concentración de los negocios no se traduce en inflación
(Crespo y Fiorito, 2013).
Pero tampoco la disputa social por el ingreso genera allí el mismo in-
cremento de los precios. En esos países los mismos desequilibrios des-
embocan en otro tipo de tensiones, puesto que el recurso inflacionario
no está incorporado al manejo corriente de la actividad. Por simple ex-
periencia, los capitalistas argentinos apelan más a la remarcación que
sus pares de otros países. Es una conducta muy asociada con la elevada
expatriación de capitales y el manejo de inversiones dolarizadas.
Los rebrotes inflacionarios obedecen, además, a la preeminencia de
una estructura exportadora de alimentos que encarece todos los costos
agrarios, al compás de la valorización internacional de esos produc-
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iii. neodesarrollismo
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La renta convalidada
El ensayo neodesarrollista ha fallado por la incapacidad del gobier-
no para incrementar la apropiación estatal de la renta de la soja. Esta
medida es una condición insoslayable para estabilizar un modelo de
expansión productiva y mejoras sociales. El kirchnerismo pretendió
aumentar la captación pública de ese excedente subiendo los impues-
tos a las exportaciones de la soja (retenciones). Pero fue derrotado en
la confrontación del 2008 con el agronegocio y desde ese momento
abandonó todo intento de retomar la iniciativa en este campo.
Ese desenlace marcó un punto de inflexión. No le impidió al gobier-
no preservar (y recrear) su hegemonía política, pero le quitó al Estado
los recursos necesarios para la reindustrialización. Persistió cierto cre-
cimiento, pero con los motores del desarrollo totalmente apagados.
Argentina es una economía agroexportadora asentada en la extraor-
dinaria fertilidad de la tierra. Ese ventajoso acervo de recursos natu-
rales constituye una maldición bajo el capitalismo, puesto que esta-
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iii. neodesarrollismo
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neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Burguesía e inoperancia
El neodesarrollismo apostó por enésima vez al comportamiento pro-
ductivo de la burguesía, olvidando los reflejos que ha perfeccionado
este sector para fugar capitales, remarcar precios y desinvertir. Las ex-
pectativas que todos los gobiernos depositaron en esa franja siempre
concluyeron en estruendosas decepciones.
Esa conducta de los capitalistas argentinos obedece a numerosas
razones. Ha influido la formación histórica de un sector muy depen-
diente de la financiación estatal, tradicionalmente débil frente a la
oligarquía y muy temeroso de la clase obrera. También incide la frus-
trada experiencia con la sustitución de importaciones y la pérdida de
posiciones frente a Brasil. Muchos autores suelen constatar periódica-
mente estos fenómenos, sin extraer ninguna conclusión (Zaiat, 2013).
La frustración actual es proporcional a las expectativas depositadas
en la burguesía local. El kirchnerismo ponderó a ese sector y lo be-
nefició con cuantiosos recursos del Estado esperando mayores inver-
siones. Pero esos subsidios volvieron a engrosar el patrimonio de los
amigos del poder, sin ningún rédito productivo para el conjunto de
la economía. Cada vez que ese uso parasitario salió a la superficie, el
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pt. Pero todas las posturas reconocen la gran distancia existente con la
experiencia argentina (Crespo, 2013a; De la Balze, 1995).
En ningún momento se insinuaron en Brasil medidas comparables a
la nacionalización de los fondos de pensión o conflictos equivalentes al
choque que opuso al gobierno argentino con el agronegocio. En los dos
países hubo impulso al consumo, asistencialismo, políticas contrací-
clicas y fomento parcial a la reindustrialización. Pero el lulismo nunca
introdujo las iniciativas neodesarrollistas que caracterizaron al kirch-
nersimo.
Esta diferencia obedece a la disparidad de escenarios político-socia-
les que han imperado en ambas naciones. El lulismo y el kirchnerismo
constituyen dos variantes de las mismas administraciones de centroiz-
quierda. Pero se han desenvuelto en contextos muy distintos.
Mientras que el gobierno de Brasil acentuó durante su gestión la des-
movilización social, el legado de la rebelión del 2001 obligó a sus pares
del Cono Sur a gobernar con un ojo puesto en la reacción de los oprimi-
dos. Recompusieron en Argentina el poder de los privilegiados, otor-
gando importantes concesiones democráticas y sociales al grueso de la
población (Piva, 2013).
Lula no estuvo sometido a las presiones desde abajo que forzaron a los
Kirchner a actuar en un tembladeral. El matrimonio K reconstruyó un
Estado colapsado por el desmoronamiento de la convertibilidad, frente
a un pt que mantuvo casi intacta la estructura transferida por Cardoso.
Esta diferencia explica la divergente incidencia del neodesarrollis-
mo. En Argentina se ensayó un esquema con creciente regulación
estatal para recomponer un mercado interno devastado. En Brasil la
continuidad socio-liberal inicial fue pausadamente sustituida por
medidas de intervención para contrarrestar la erosión generada por la
ortodoxia monetarista. Condiciones políticas disímiles determinaron
orientaciones económicas distintas.
Tal como ocurrió en Argentina desde el 2003, los indicadores eco-
nómicos de Brasil comenzaron a mejorar a partir del 2006, provocan-
do cierto desconcierto entre quiénes auguraban un rápido eclipse. El
crecimiento de las reservas internacionales, la mejora de la posición
externa de Brasil, la reducción de la pobreza absoluta y el aumento del
crédito de consumo sorprendieron a muchos analistas.
Al igual que en Argentina, este resultado obedeció a una combi-
nación de condiciones externas favorables (bajas tasas de interés,
afluencia de capital, mejora de los términos de intercambio) y políti-
cas internas de apuntalamiento de la demanda. La escala de la recu-
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iii. neodesarrollismo
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neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
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iii. neodesarrollismo
Denominaciones y proyectos
La caracterización del neodesarrollismo como un proyecto económi-
co diferenciado del desarrollismo clásico y del neoliberalismo suscita
fuertes controversias. Algunos autores cuestionan la especificidad de
esta corriente, estimando que su nombre oculta meras intenciones y
proyectos no realizados. Consideran que no existen logros acordes a
los objetivos enunciados en el terreno de industrialización o el desen-
volvimiento (Cantamutto y Costantino, 2013).
Pero es muy frecuente la aparición de términos que aluden a ciertas
metas sin guardar sintonía con su concreción. Como esta situación
se verifica actualmente con el neodesarrollismo, conviene discutir el
contenido del proyecto, evitando discusiones sobre la legitimidad de
su nombre.
Si la validez del término asumido por cada enfoque estuviera deter-
minada por el grado de cumplimiento del programa invocado, resul-
taría imposible cualquier clasificación. Nadie podría referenciarse en
el socialismo (puesto que no existen sociedades igualitarias) o en el
liberalismo (ante la ausencia de economías gobernadas por la pureza
del mercado).
Al igual que cualquier otro concepto político o económico, el neode-
sarrollismo pretende singularizar un proyecto representativo de cier-
tos sectores sociales. Es un error ignorarlo o descalificarlo por su dis-
tancia con el desarrollismo clásico. Sus propios promotores asumen
esas diferencias, cuando utilizan el prefijo “neo” o el complemento
“nuevo”.
La crítica a esta corriente no debe recaer en la veneración del viejo
desarrollismo, olvidando que tampoco ese antecesor cumplió con sus
metas. El frustrado proceso de reindustrialización actual prolonga las
dificultades que enfrentó la versión fallida de los años cincuenta y se-
senta. Las contradicciones con la primera experiencia anticiparon los
problemas que vuelven a emerger en la actualidad.
El principal debate entre los intérpretes del neodesarrollismo opone
a quienes elogian y critican los propósitos (o resultados) de esa expe-
riencia. En el caso de Argentina la postura favorable que asumen cier-
tos pensadores (Basualdo, 2011; Rinesi, 2011) contrasta con la mirada
polémica que adoptan otros (Féliz, 2013). Nuestro enfoque se ubica en
este segundo campo (Katz, 2010).
Esta última visión busca comprender y cuestionar los cambios de
modelos y políticas económicas que se han registrado en América Lati-
na en los últimos años. Estas modificaciones se procesan al interior de
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neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Maldiciones y repeticiones
Es importante distinguir al neodesarrollismo del neoliberalismo,
para notar cómo las diferencias en el plano económico se proyectan a
la esfera política, en afinidades hacia gobiernos de centroizquierda o
administraciones derechistas.
El neodesarrollismo no es una simple bandera demagógica de pre-
sidentes con discursos progresistas. Constituye la modalidad actual
de los proyectos que periódicamente adoptan las elites, las altas bu-
rocracias o los grupos capitalistas de los países semiperiféricos. No es
un programa en debate dentro Estados Unidos u Honduras. Irrumpe
cíclicamente en el escenario político de Brasil, México o Argentina.
Este tipo de economías medianas necesitan retomar la industriali-
zación. Cuentan con importantes mercados internos y masas de asa-
lariados, pero sin el pilar que sostiene a esas estructuras en las po-
tencias centrales. Han concluido hace mucho tiempo sus procesos de
acumulación primitiva, pero enfrentan severas trabas periódicas para
la acumulación de capital.
La consolidación internacional de una nueva gama de economías in-
termedias acentúa esta necesidad de recuperar el peso fabril. Pero este
mismo escenario afecta las posibilidades de concreción de esa meta.
Los países latinoamericanos que desenvolvieron su industrialización
con cierto nivel de salarios, no pueden emular a los modelos asiáticos
que expandieron la exportación manufacturera a partir de mercados
internos estrechos y carencias de recursos naturales. Las economías
de la región necesitan expandirse aceleradamente, pero enfrentan es-
pacios internacionales reducidos para materializar ese crecimiento.
Esta contradicción es muy severa para las naciones sudamericanas
más afectadas que beneficiadas por la abundancia de recursos natura-
les. Ese excedente genera una altísima renta para bienes producidos
a un costo inferior al promedio internacional. Este lucro se acrecienta
cuando repunta el precio mundial de las materias primas, incentivan-
do un rendimiento superior a la ganancia industrial.
Todos los programas desarrollistas han debido lidiar con esta con-
tradicción, que induce a los capitalistas a evitar una actividad fabril
de mayor riesgo y menor retorno que el negocio primarizado. Inten-
tan revertir esta tendencia, canalizando porciones significativas de la
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iii. neodesarrollismo
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9. Teoría y política
Idealización y realidad
Los autores neodesarrollistas repiten los mitos más corrientes sobre
el funcionamiento armónico de las sociedades. Consideran que los in-
dividuos se organizan dentro de cierto territorio, en colectividades re-
gidas por un destino que comparten todas las clases sociales. Suponen
que existe un convenio implícito para mejorar el bienestar general,
incrementando la competitividad internacional de cada conglomera-
do nacional. Ese acuerdo entre burguesías, burocracias y trabajadores
funciona como un contrato social que permite el progreso de todos los
involucrados (Bresser-Pereira, 2010).
Pero no aclaran por qué razón este imaginario consagra tantas des-
igualdades y funciona sin la aprobación previa de todos los firmantes.
Si los trabajadores pudieran actuar libremente en la fijación concerta-
da de las reglas sociales, establecerían remuneraciones equivalentes a
su actividad y vetarían todas las formas de explotación.
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Rivalidades y burocracias
El neodesarrollismo identifica el crecimiento sustentable con una
gestión adecuada del Estado. Por esta razón propone crear un funcio-
nariado eficaz, mediante la selección “meritocrática” de las capas di-
rigentes (Portes, 2004).
Pero la relación causal entre burocracias eficientes y elevados ritmos
de acumulación que establece este enfoque weberiano es muy discu-
tible. La eficacia en el manejo del Estado surgió para consolidar creci-
mientos capitalistas ya preexistentes. Es un error invertir esa secuen-
cia, suponiendo que el funcionariado óptimo ha sido la condición de
la expansión burguesa.
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Ritmos institucionales
El neodesarrollismo introduce una visión más pausada del desen-
volvimiento. La esperanza en la industrialización acelerada que pre-
dominaba en los años cincuenta o sesenta ha sido sustituida por una
expectativa menos impetuosa del avance capitalista. Este cambio no
obedece sólo a las decepciones acumuladas durante varias décadas.
Expresa, además, la influencia de los regímenes constitucionales.
Los teóricos neodesarrollistas ya no divorcian su visión del creci-
miento del modelo político vigente. Con la desaparición de las dicta-
duras se extinguieron las antiguas ilusiones en el ejército como prin-
cipal artífice de la industrialización. El alto número de funcionarios
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iii. neodesarrollismo
Modernidad y capitalismo
El institucionalismo neodesarrollista apuesta al afianzamiento de
la modernidad para expandir el progreso. Considera que ese estadio
aproxima a la civilización a un orden superior de convivencia huma-
na, abriendo senderos de armonía y bienestar social.
Pero ¿esta utopía positiva del porvenir es compatible con el capita-
lismo? Sus promotores presuponen que sí y rechazan el proyecto rival
del comunismo que pregona el marxismo. Sin embargo, no explican
cómo podría alcanzarse la gran meta de la equidad bajo un sistema
asentado en la explotación y la desigualdad (Domingues, 2009).
Los teóricos de la modernidad neodesarrollista afirman que Améri-
ca Latina se encaminará hacia una sociedad promisoria si consolida
la heterogeneidad y el encuentro de culturas que ha singularizado su
historia (Domingues, 2009).
Pero con esta visión repite la presentación idílica de la región como
un ámbito de convergencias. Evitan recordar el terrible pasado de do-
minación que inicio el colonialismo con la importación de esclavos y
la imposición de la servidumbre entre los pueblos originarios. Sólo
afirma que esos vestigios han quedado superados desde la generaliza-
ción de normas modernas de consideración y respeto.
Como eluden definir cuál es la relación de ese concepto con el capita-
lismo, no se sabe de qué forma la consolidación de la modernidad co-
rregiría las desgracias actuales de la región. Simplemente esperan la
extinción de esas desventuras, junto a la desaparición de las rémoras
premodernas que arrastra América Latina.
Este razonamiento tiene muchas similitudes con las teorías libera-
les, que atribuían el subdesarrollo a la persistencia de sociedades tra-
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Contrastes y comparaciones
El neodesarrollismo atribuye la bifurcación que actualmente se obser-
va entre Asia y América Latina al comportamiento de las elites de cada
zona. Considera que las minorías orientales no están atadas al pasado
europeo y actuaron con pautas de soberanía indígena, en lugar de repe-
tir la actitud mestiza de subordinación que imperó en el Nuevo Mundo.
Por eso lograron impulsar potentes proyectos nacionales primero en Ja-
pón, luego en Corea, Taiwán, Hong Kong, Singapur, posteriormente
en Malasia y Tailandia, y actualmente en China, India y Vietnam (Bres-
ser-Pereira, 2010).
De esta forma los países asiáticos son agrupados en un pelotón de exi-
tosos, dotados de las mismas condiciones virtuosas que anteriormente
se asignaba a Europa. El contraste con América Latina ya no se hace
por la insuficiente asimilación de Occidente, sino por el exceso de esa
influencia. Como la región estuvo más conectada que Asia al Viejo Con-
tinente, aquí se gestaron elites híbridas carentes de la autonomía que
preservaron sus pares de Oriente.
Esta explicación sustituye los viejos prejuicios del eurocentrismo por
las nuevas arbitrariedades del Asia-centrismo. Todo lo que obstruía el
desarrollo ahora es visto como un factor impulsor de ese progreso. El
esquema es tan arbitrario que presenta a las sociedades orientales como
paradigmas de soberanía, cuando la mayoría de sus grupos dirigentes
mantuvo niveles de subordinación al capital extranjero muy superio-
res a Latinoamérica. En la misma época que esta región conquistaba su
independencia formal, Asia iniciaba un largo proceso de sometimien-
to semicolonial, que perduró hasta mediados del siglo xx. Japón fue la
excepción.
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Estos enfoques en Jaguaribe (1995), O’Donnell (1997) y Kaplan (1995).
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Conclusión
De todo lo expuesto se deduce que el neodesarrollismo actual cons-
tituye apenas un esbozo de estrategias gubernamentales. Ha sido
tomado por ciertos gobiernos, corrientes políticas y pensadores para
inducir conductas industrializadoras en las burguesías locales. Bus-
can que ese sector emprenda procesos de inversión para recomponer la
gravitación manufacturera con nuevos perfiles exportadores.
Pero hasta ahora han obtenido pocos resultados en la ilustrativa ex-
periencia de Argentina y en el tibio ensayo de Brasil. A la luz de estos
intentos, el neodesarrollismo emerge tan sólo como una tendencia del
escenario regional.
Quienes le asignan gran futuro trazan comparaciones con el pre-
desarrollismo de los años treinta. Recuerdan que en esa época pocas
voces intelectuales anticiparon el proyecto que se implementaría pos-
teriormente. Pero las visiones más críticas también rememoran los
numerosos proyectos de resurgimiento fallido que sucedieron a la eta-
pa clásica de los años cincuenta y sesenta.
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10. Concepciones socialdesarrollistas
Planteos específicos
Pocos autores asumen la pertenencia al socialdesarrollismo. Algu-
nos se identifican con el amplio universo de teorías del desarrollo,
otros destacan afinidades con la heterodoxia económica radical y casi
todos se ubican en el campo político de la izquierda. Uno de sus pro-
motores estima que este enfoque le asigna mayor relevancia a la di-
mensión social que a las metas del desarrollo (Carneiro, 2012a).
América Latina es el principal objeto de análisis de esta corriente,
pero sus miembros trabajan en propuestas específicas para Brasil, Ar-
gentina o México. Venezuela y Bolivia son campos de gran aplicación
de este enfoque y la red Celso Furtado incluye a muchos simpatizantes
de esa orientación (VVAA, 2007).
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1
En Brasil: Carneiro, (2012a). En Argentina: Amico y Fiorito (2014), Wierzba (2014). En
México: Guillén (2013).
2
Esta evaluación se fundamenta en las investigaciones de Dos Santos (2011a).
3
También aquí se inspiran en los trabajos de Dos Santos (2008).
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iii. neodesarrollismo
¿Capitalismo redistributivo?
En los países con esquemas socialdesarrollistas explícitos los resul-
tados han sido limitados y contradictorios. Venezuela tuvo una etapa
de crecimiento incentivado por la demanda que se frenó y desembocó
en el estancamiento inflacionario actual. Bolivia ha logrado una ex-
pansión mas sostenida en un escenario muy peculiar.
Todos estos modelos afrontan desequilibrios semejantes que apare-
cen cuando la expansión de la demanda choca con las exigencias de
rentabilidad. El neodesarrollismo resuelve esa tensión promoviendo
las medidas reclamadas por los capitalistas y el socialdesarrollismo re-
húye el problema.
Los promotores de ese enfoque consideran que la implantación de
sistemas productivos diversificados, basados en la democracia partici-
pativa y la redistribución del ingreso, permitirá reducir la inequidad y
transformar el crecimiento en desarrollo.
Pero pierden de vista la intensidad de las crisis periódicas que afron-
ta el capitalismo. Esas convulsiones revierten las coyunturas de pros-
peridad, reavivan el desempleo y masifican la precarización laboral.
El socialdesarrollismo olvida esas experiencias y formula cuestiona-
mientos al neoliberalismo sin analizar las contradicciones y límites
del capitalismo. Los desequilibrios de ese sistema no obedecen sólo a
desaciertos de una u otra política económica. Este tipo de fallidos ex-
plica tensiones de corto plazo o errores en ciertos planos, que conviven
con falencias estructurales en otros campos.
Muchas miradas socialdesarrollistas tienden a centrarse en la co-
yuntura subrayando problemas derivados del tipo de cambio (ele-
vado o reducido), las tasas de interés (gravosas o dispendiosas) o las
políticas monetarias (expansivas o contractivas). Cuando fracasa una
orientación se afirma que debió primar la acción inversa.
Con esta visión postulan a posteriori enmiendas contrafácticas.
Afirman que si en cierto momento se hubiera hecho tal cosa, jamás
habría emergido el desequilibrio en cuestión. De esta forma olvidan
las contradicciones que habrían aparecido en otros terrenos, si se apli-
caba la receta propuesta4.
Este tipo de encerronas surge de ignorar que todas las tensiones en
juego expresan desequilibrios intrínsecos del capitalismo. Este siste-
4
Fiori describe esas contradicciones en orientaciones que auspician contradictorias políti-
cas de industrialismo y exportación de recursos naturales o incrementos de la competitivi-
dad y mejoras del poder compra, con iniciativas monetario-fiscales expansivas y austeras.
Fiori (2011, 2012a, 2012b).
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5
Guillén (2013). Otros pensadores cercanos a la escuela brasileña de UNICAMP postulan
enfoques endogenistas, que enfatizan la gravitación de los determinantes internos en el
subdesarrollo.
204
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Capitalismo de Estado
El socialdesarrollismo asigna una gran incidencia a la capacidad del
Estado para motorizar los componentes progresistas del capitalismo.
Supone que la propia evolución de este sistema necesita regulacio-
nes para contrapesar el predominio de las finanzas y la competencia
descontrolada. El capitalismo de Estado es visto como un mecanismo
autocorrector que permite la supervivencia de la acumulación. Pero
¿cuáles son sus peculiaridades?
El capitalismo de Estado no puede ser definido por el simple acrecen-
tamiento de la intervención económica del sector público. Esa expan-
sión se verifica en todos los países. Está presente en la incidencia del
Pentágono en Estados Unidos, en la cogestión alemana de las empre-
sas o en el paternalismo de los funcionarios japoneses. Esa influencia
ha sido dominante durante todo el siglo xx y no determina ninguna
especificidad de los modelos capitalistas. Ha constituido un rasgo
compartido por el liberalismo de los años veinte, el keynesianismo de
posguerra y el neoliberalismo actual.
Si el capitalismo de Estado sólo implicara mayor incidencia del Esta-
do resultaría difícil distinguir las políticas económicas ortodoxas, he-
terodoxas, monetaristas o neokeynesianas. Tampoco se podría enten-
der los momentos de alta intervención (socorro de los bancos) y menor
regulación (privatizaciones) que han registrado en las últimas décadas
de neoliberalismo.
El capitalismo de Estado no es siquiera sinónimo de gran acción es-
tatal en circunstancias críticas. En esas coyunturas la injerencia esta-
tal se impone como un dato, cualquiera sea el modelo predominante.
El ejemplo más nítido de esta tendencia fue el auxilio de los bancos
durante el colapso del 2008-2009. En el zénit del neoliberalismo la
mano visible del Estado fue reforzada para salvaguardar la continui-
dad del sistema financiero.
205
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
206
iii. neodesarrollismo
Burocracias y burguesías
A diferencia de sus pares convencionales, los autores socialdesarro-
llistas estiman que en América Latina la burguesía es un grupo social
reacio a comandar procesos sostenidos de acumulación. Consideran
que ese sector ha sido hostil a todos los intentos industrialistas con
mejoras sociales ensayados en el pasado.
Pero constatan esa deserción sin explicar las razones de esa con-
ducta. Ese abandono fue una reacción frente a los desbordes de la
lucha social y las amenazas de radicalización popular. En esos mo-
mentos se activaron los reflejos conservadores de la burguesía y se
corroboró su fuerte entrelazamiento con la oligarquía y el capital
extranjero.
Como ese comportamiento persistió en las últimas décadas, algu-
nos teóricos proponen contrarrestar el previsible abandono burgués
del proyecto industrialista, con una mayor presencia del Estado. Otros
prescinden de evaluaciones y simplemente sustituyen la calificación
de los empresarios por juicios de la eficacia estatal. Suponen que en
esa intervención radica el secreto del desarrollo cualquiera sea la con-
ducta de los patrones.
Pero no es muy lógico suponer que un modelo capitalista pleno po-
drá consolidarse sin protagonismo hegemónico burgués. El sistema
requiere una clase dominante que acumule dinero, extraiga ganan-
cias y reinvierta capital. Por esta razón todas las sugerencias iniciales
de sustitución estatal tienden a postular posteriormente medidas de
fortalecimiento del empresariado.
El socialdesarrollismo convoca a limitar la gravitación de la burgue-
sía pero apoya políticas de sostenimiento de ese sector. Esta contradic-
ción demuestra hasta qué punto resulta difícil promover un sistema
para los capitalistas sin presencia de los principales involucrados.
Para superar este conflicto se suele promover un mayor reemplazo de
protagonistas. El lugar ocupado por las clases burguesas es asignado a
los funcionarios que gestionan el Estado. Se supone que la burocracia
se guía por intereses de elites que superan el mero lucro.
207
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
¿Dos desarrollismos?
En el plano político los autores progresistas contraponen sus proyec-
tos democrático-estatales con las variantes conservadoras del desarro-
llismo. Consideran que en el caso de Brasil esa disputa se ha procesado
dentro de los gobiernos de Lula-Dilma y apuestan a ganar la partida al
interior del Partido de los Trabajadores (Pomar, 2013b).
Pero el propio retrato que presentan de ese partido contradice esa
expectativa. Describen una organización que surgió con proyectos so-
cialistas y se convirtió en una maquinaria electoral entrampada en la
preservación del statu quo.
Partiendo de esa caracterización no explican cómo podría el pt re-
tomar un rumbo de izquierda. Esa organización se ha incorporado
al mundo de las grandes empresas, forjó alianzas con las oligarquías
provinciales y utiliza el voto clientelar. Participa de la financiación os-
cura de la política, redujo la gravitación del sindicalismo obrero y po-
tenció el peso de los hacendados y los multimillonarios (Rocha, 2014;
Berterretche, 2014).
Los teóricos socialdesarrollistas igualmente argumentan que las
mejoras sociales obtenidas en la última década podrían proyectarse
al plano de la justicia, el funcionamiento del Estado y la democratiza-
ción de los medios de comunicación. Consideran que esas asignaturas
pendientes serán encaradas en la próxima etapa, si se logra revertir la
hegemonía cultural que mantiene la derecha (Pomar, 2013a).
208
iii. neodesarrollismo
Expectativas regionales
El modelo socialdesarrollista está concebido a escala regional. Sus
promotores estiman que el fortalecimiento del Mercosur y la confor-
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iii. neodesarrollismo
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neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Propuestas incompatibles
La expectativa de arribar paulatinamente al socialismo una vez con-
cluida la fase previa de capitalismo estatal retoma la vieja estrategia
de las etapas, que desde los años cuarenta postularon muchos Partidos
Comunistas. Esta teoría jerarquizaba la batalla contra los latifundis-
tas y esperaba actitudes progresistas del empresariado nacional.
Los socialdesarrollistas conocen esa frustrada experiencia pero evi-
tan juzgarla. Se limitan a proponer su repetición, con la esperanza
que el tiempo transcurrido impida una nueva decepción. No aclaran
cómo se eludiría ese resultado transitando por el mismo camino (Po-
mar, 2013a).
212
iii. neodesarrollismo
La correlación de fuerzas
Otro argumento para preceder la batalla por el socialismo con mo-
delos de capitalismo resalta la necesidad de cambiar las relaciones de
fuerza actualmente adversas (Pomar, 2013a).
213
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iii. neodesarrollismo
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11. Miradas posdesarrollistas
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neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Objeciones al desarrollo
El término genérico de posdesarrollo es utilizado por muchos parti-
cipantes de la batalla contra el extractivismo. Identifican ese concepto
con un proyecto alternativo al modelo actual de acumulación a costa
de la naturaleza.
Pero, desde principios de los años noventa, esa noción también pre-
senta otra acepción, como cuestionamiento a todas las nociones de
desarrollo. Arturo Escobar sintetiza esta visión, postulando una influ-
yente caracterización del escenario latinoamericano.
En sus escritos polemiza con los fundamentos “eurocéntricos” del
desarrollo y remarca la atadura de ese concepto al restrictivo universo
de las teorías modernas. Estima que los desarrollistas no registran la
existencia de otras trayectorias de convivencia humana y propone una
“deconstrucción del desarrollo”.
Esa labor permitiría sustituir los razonamientos dependientes del
pensamiento occidental por enfoques centrados en la revalorización
de las culturas vernáculas. Resalta la inutilidad de las viejas pregun-
tas sobre el subdesarrollo de la periferia y promueve indagar las distin-
tas formas en que Asia, África y América Latina fueron representadas
como regiones atrasadas.
Escobar alienta ese viraje analítico mediante un rechazo de las pre-
ocupaciones tradicionales por el progreso y el avance de las fuerzas
productivas. Considera más provechoso evaluar los discursos y las
representaciones que emergen de las resistencias sociales. Convoca a
estudiar esas protestas como prácticas del saber y como actos de sub-
versión de los conocimientos.
La mirada de Escobar no retoma los cuestionamientos tradicionales
a cierto tipo de desarrollo. Objeta la propia idea de desenvolvimiento
2
Una detallada descripción de los distintos enfoques en Seoane, Taddei y Algranati (2013).
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iii. neodesarrollismo
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iii. neodesarrollismo
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neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
El barómetro extractivo
La existencia de un amplio abanico de gobiernos progresistas puso
a prueba en la última década la consistencia de las tesis localistas. Se
crearon escenarios transformadores que desbordaron el radio comu-
nitario. Pero la mayor dificultad se registró con el extractivismo como
criterio de evaluación de esas administraciones.
Este último rasgo es compartido por distintos gobiernos latinoame-
ricanos. Es una característica común de administraciones derechis-
tas, centroizquierdistas y radicales. Todos se han amoldado a la re-
inserción internacional de la región como abastecedora de insumos
básicos. ¿Corresponde por lo tanto situarlos en un casillero comparti-
do de extractivismo?
Algunos partidarios del posdesarrollismo tienden a resaltar esa uni-
formidad, en sus cuestionamientos frontales a los presidentes que
avalan el proyecto primarizador (Dávalos, 2013).
Escobar se inclina por una postura intermedia. Rechaza la opción
desarrollista de todas las administraciones, pero declara su simpatía
con la propuesta del Buen Vivir que promueve Correa y con las políti-
222
iii. neodesarrollismo
223
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Variedad de gobiernos
El generalizado extractivismo que impera en América Latina apunta
en cada país propósitos específicos. Las administraciones neoliberales
convalidan la tajada obtenida por los bancos, las empresas transna-
cionales y los capitalistas locales de la agro-minería. Los mandatarios
neodesarrollistas equilibran ese destino con subvenciones a la burgue-
sía industrial e inversiones en el mercado interno. Los gobiernos na-
cionalistas radicales restringen esos beneficios, para intentar mejoras
sociales con políticas de redistribución del ingreso.
Entre los neoliberales la explotación de los recursos naturales está
plenamente amoldada al librecomercio, la desregulación financiera y
las privatizaciones. Cualquier resistencia popular a la depredación del
medio ambiente es respondida con brutalidad policíaco-militar.
Perú ofrece el retrato más contundente de esa reacción. El mega-pro-
yecto minero de Conga en Cajamarca genera desde 1993 una gran des-
trucción de la naturaleza que enriquece a los concesionarios del em-
prendimiento aurífero más grande de Sudamérica. Los campesinos se
han movilizado contra una explotación a cielo abierto que destruye la
provisión de agua. Libran una encarnizada batalla contra el proyecto
de ampliar la mina. Esa extensión aniquilaría cuatro lagunas y deja-
ría un pálido reservorio artificial, manejado por empresas que obten-
drían us$ 15 mil millones de utilidades.
Al cabo de veinte años de saqueo del subsuelo, la explotación de
Conga no ha generado ningún beneficio social. El 53 % de los habi-
tantes de la región subsiste en condiciones de pobreza. La lucha con-
tra ese atropello ya dejó varios muertos. El líder de la resistencia se
encuentra actualmente apresado, a pesar del enorme caudal de votos
que recibió en su presentación para cargos electivos (Noriega, 2014;
Gudynas, 2012a).
En el modelo neodesarrollista ensayado en Argentina, el extracti-
vismo se concentra en la soja. La expansión de ese cultivo se consuma
podando bosques, fumigando superficies, desplazando la ganadería y
destruyendo la agricultura diversificada.
El intento oficial de incrementar la apropiación estatal de la renta
sojera —mediante mayores impuestos— provocó un gran conflicto con
el agronegocio en el 2008. El gobierno perdió esa batalla y también
la fuente de recursos para su intento de reindustrialización. Por esta
224
iii. neodesarrollismo
razón, una vez agotada la recuperación post 2001, se apagaron los mo-
tores del desarrollo.
Ese fracaso coincidió, además, con el afianzamiento de políticas
destructivas del medio ambiente en el terreno de la minería y el petró-
leo. Pero es importante registrar la fallida pretensión industrial-neo-
desarrollista del modelo argentino, para comprender sus significati-
vas diferencias con el esquema neoliberal peruano.
Esta misma distinción podría extenderse a Ecuador, que implemen-
ta un curso más parecido a la Argentina que a Perú. Su versión neode-
sarrollista no apunta a recrear el peso de la industria, pero sí a estabi-
lizar un proceso de acumulación capitalista.
A diferencia de Argentina la problemática del medio ambiente ha
sido central bajo el gobierno de Correa. Un gran conflicto persiste con
los movimientos sociales en torno al manejo de los recursos natura-
les. Esa confrontación se ha dirimido a partir de la decisión oficial de
extraer el petróleo del Parque Nacional de Yasuní, que concentra un
ambiente de extraordinaria biodiversidad.
La intención inicial de preservar esa riqueza bajo tierra con proyec-
tos internacionales de protección ambiental quedó atrás. El gobierno
confronta con todos los opositores a la extracción del crudo, combi-
nando lenguaje autoritario con argumentos conservadores3.
La severidad de estos mensajes retrata la decisión oficial de utili-
zar los recursos petroleros para reforzar la estabilización del modelo
capitalista. Intenta consolidar ese esquema con mayor eficiencia es-
tatal y asistencia social. La reducción de la pobreza, las mejoras en la
infraestructura, el perfeccionamiento del sistema impositivo preten-
den cimentar un modelo que incluye acuerdos de librecomercio con la
Unión Europea y financiamiento internacional con monitoreo del fmi
(Borja, 2014).
Frente al esquema neoliberal y su contraparte neodesarrollista, exis-
te una tercera orientación más redistributiva. Venezuela implementa
ese esquema utilizando el petróleo para financiar las misiones, incre-
mentar el consumo y reducir la desigualdad social.
El contraste de estas políticas con los gobiernos precedentes (cope-
yanos y adecos) es mayúsculo, a pesar de la continuidad que se verifi-
ca en la preeminencia de la petroeconomía. El chavismo también ha
realizado un intento diversificación productiva que no prosperó por la
respuesta desinversora de los capitalistas y por los límites del gobierno
para confrontar con ese rechazo.
3
Ver Sousa Santos (2014), Acosta (2012), Cuvi (2013), Stefanoni (2014b).
225
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Industrialización y ecosocialismo
La evaluación del escenario regional con parámetros exclusivamen-
te centrados en el medio ambiente impide registrar las prioridades de
industrialización. Este objetivo exige ante todo descartar las estrate-
gias de protección de la naturaleza basadas en la reducción del creci-
miento. Todos los países necesitan con urgencia intensificar el ritmo
de su expansión productiva.
Esa aceleración requiere utilizar parte de los recursos naturales en
proyectos de exportación que permitan financiar ese desenvolvimien-
to. La discusión con el neodesarrollismo debe girar en torno a los pro-
tagonistas y sistemas sociales que permitirían alcanzar ese objetivo.
Muchos autores posdesarrollistas olvidan esa prioridad en sus críti-
cas a la “ideología productivista de la izquierda”. Esos cuestionamien-
tos deberían ser planteados con mayor cuidado.
Ciertamente existió una tradición soviética de industrialismo taylo-
rista que desconocía los efectos contaminantes del crecimiento inten-
sivo. Pero ese modelo fue anterior al actual reconocimiento del dete-
rioro ambiental y no estuvo motivado por el apetito de la ganancia o la
presión competitiva. Esta diferencia cualitativa con el modelo capita-
lista no es un dato menor. Tampoco es secundario el antecedente que
ofrece esa experiencia para los procesos acelerados de industrializa-
ción que podrían implementar los países periféricos.
América Latina necesita gestar un modelo productivo para superar
sus carencias económico-sociales. Reconoce esta urgencia industrial
no implica avalar el extractivismo. Sólo induce a conciliar las políti-
cas de sustentabilidad ambiental con las estrategias de desarrollo. Se
debe compatibilizar la protección de la naturaleza con la creación de
empleo y con la generación de las divisas requeridas para sostener un
modelo de crecimiento.
226
iii. neodesarrollismo
227
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
El parentesco posmoderno
Las tesis localistas y naturalistas que cuestionan la idea de desarro-
llo, no postulan el reemplazo de esa noción por algún principio equi-
valente. Como descreen de las totalidades, las comparaciones y los
propósitos históricos rechazan la utilidad de los conceptos rectores.
Pero prescindiendo de nociones orientadoras resulta imposible es-
clarecer los problemas en debate. Esos fundamentos permiten orde-
nar el análisis y superar la espontánea percepción de la realidad cir-
cundante como un caos incomprensible. Para definir los significados,
implicancias y consecuencias del extractivismo hay que adoptar algún
patrón analítico y explicitar algún objetivo general.
Lo mismo ocurre con la objetada comparación. Si se declara la in-
utilidad de ese instrumento para clarificar las controversias, no se
entiende cómo podría avanzar la comprensión de los problemas. Su
explicación está muy ligada al contraste con procesos semejantes o
contrapuestos.
En todas las discusiones del pensamiento social latinoamericano
siempre se ha reconocido la gravitación de ciertas metas (como el desa-
rrollo) y la existencia de ciertos impedimentos para alcanzarlas (como
la dependencia). Al desconocer estos parámetros, no hay forma de sa-
ber cuáles son los obstáculos para alcanzar los objetivos en debate.
Escobar cuestiona estos principios pero curiosamente los utiliza en
sus propias reflexiones, cuando incluye nítidas metas de protección
del medio ambiente y lucha contra el extractivismo. ¿Estos objetivos
no constituyen propósitos, insertos en totalidades con pretensiones
históricas? ¿El equilibrio ecológico no implica cierta finalidad? Es evi-
dente que en la defensa de esos proyectos se esgrimen argumentos en
base a comparaciones. Escobar no puede sustraerse al uso de los ins-
trumentos que objeta y en los hechos rechaza ciertas metas (como el
desarrollo), pero acepta otras (como el equilibrio ambiental).
Por esa razón su crítica conjunta al liberalismo y al marxismo es
inconsistente. Señala que ambas corrientes propugnan ciertos pro-
pósitos de largo plazo, cuando todas las escuelas de pensamiento (in-
cluyendo la suya) aceptan esas finalidades. Lo importante no es el
reconocimiento común de ciertos proyectos generales, sino la visión
que cada escuela tiene de esos programas. Liberales y marxistas ha-
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iii. neodesarrollismo
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neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
230
iii. neodesarrollismo
231
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Rebeldías y conocimientos
Las miradas que observan al desarrollo como una lectura tienden a
eludir juicios sobre esos procesos. La evaluación de los aciertos y los
desaciertos queda suspendida y ya no interesa dilucidar cuales son los
comportamientos apropiados y las decisiones correctas para los inte-
reses en disputa. Esta postura es coherente con el rechazo a la búsque-
da de la verdad.
Escobar cuestiona ese objetivo remarcando la inutilidad de proveer
una caracterización más precisa de lo real. Resalta la ingenuidad de
ese propósito y su dependencia de miradas eurocéntricas, empeñadas
en descubrir verdades lógicas como único árbitro del conocimiento.
Propone, en cambio, trabajar en las preguntas y las hipótesis, para
evitar los conceptos únicos y la subjetividad jerarquizante de la iz-
quierda (Escobar, 2005; 2010b).
Pero con ese enfoque atenúa la centralidad de la verdad y la gravi-
tación de la racionalidad para comprender los fenómenos. Descono-
ce las premisas requeridas para entender la dinámica del desarrollo.
Omitiendo la distinción entre lo falso y lo verdadero no hay forma de
encarar esa indagación.
La objetada búsqueda de la verdad es un impulso insustituible,
para clarificar los procesos históricos que conducen al desarrollo (o su
opuesto de subdesarrollo) y a la dependencia (o su contraparte de au-
tonomía).
Al desechar ese objetivo se abandona el estudio de las causas, los
determinantes y los resultados de los procesos sociales. La secuencia
de acontecimientos que condujo al atraso latinoamericano queda con-
vertida una sucesión de accidentes fortuitos. El análisis de los hechos
se diluye en el reino de la contingencia y el azar sustituye al registro
de las condiciones, límites y posibilidades del desenvolvimiento his-
tórico (Wood, 1986).
Este abandono posestructuralista de la clarificación histórica expli-
ca la gravitación asignada a la clasificación en desmedro de la inter-
pretación. La aversión a la indagación racional también suscita una
232
iii. neodesarrollismo
233
IV
SOCIALISMO
12. Imaginarios socialistas
Sentido y propósitos
El socialismo se convirtió en un gran movimiento popular a fines
del siglo xix, cuando encarnó un viejo anhelo de emancipación social.
Recogió la vieja aspiración de los oprimidos de construir una sociedad
de igualdad y justicia.
Los partidarios consecuentes de ese ideal confrontaron abiertamen-
te con el capitalismo y adoptaron un perfil revolucionario al compren-
der que este sistema no puede ser reformado ni humanizado. El so-
cialismo se define por oposición al capitalismo: es la antítesis de un
régimen que funciona acrecentando los sufrimientos populares, las
tensiones bélicas y la destrucción del medio ambiente.
237
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Objeciones y comparaciones
La masiva adhesión al proyecto de emancipación comenzó a trastabi-
llar con el levantamiento en Hungría, las tensiones chino-soviéticas, la
rebelión de Solidaridad en Polonia y el cuestionamiento de los regíme-
nes antidemocráticos vigentes en el denominado “bloque socialista”.
1
Dos caracterizaciones de ese proceso pueden encontrarse en Bensaid (2003) y Anderson (2002).
238
iv. socialismo
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neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
240
iv. socialismo
Significado y balance
El desplome de la Unión Soviética y sus socios de Europa del Este no
obedeció sólo a problemas económicos, sino que fue consecuencia de
procesos políticos. Los gobernantes de esos regímenes no apostaban
a un desarrollo comunista de la sociedad, sino a su propia conversión
en burgueses. Envidiaban el confort de los millonarios de Occidente e
idealizaban el estilo de vida norteamericano. Cuando encontraron la
oportunidad para reconvertirse en capitalistas, abandonaron el incó-
modo maquillaje socialista.
La mayoría de la población continuaba prefiriendo las mejoras socia-
les alcanzadas, pero se mantuvo inactiva y toleró el viraje hacia el capi-
talismo. Esta actitud coronó décadas de inmovilidad y despolitizaron
ciudadana, impuesta por censuras y prohibiciones que generalizaron
la apatía popular. Por esta razón, nadie defendió las conquistas sociales
del viejo sistema cuando esos regímenes se autodestruyeron.
El aplastamiento burocrático de la actividad popular fue la princi-
pal causa de la restauración capitalista, mientras que los problemas
económicos ocuparon un lugar secundario. Ciertamente, el sistema
cargaba con graves lastres de improductividad, desabastecimiento y
241
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
242
iv. socialismo
243
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Replanteos y denominaciones
Los críticos del proyecto socialista impugnan la introducción de me-
didas anticapitalistas en todas las circunstancias. En las coyunturas
de intensa crisis, suelen afirmar que la prioridad es resolver la catás-
trofe económico-social inmediata y no imaginar soluciones para el
porvenir. En los períodos de alto crecimiento y estabilidad económica,
subrayan el carácter innecesario de cualquier transformación socia-
lista.
Pero, en ambas situaciones, omiten las desventuras de pobreza, des-
empleo y explotación que impone el capitalismo. También desconocen
que la alternativa socialista está concebida para toda una época y pue-
de comenzar en cualquier fase del ciclo económico. Las experiencias
del siglo pasado indican que los detonantes de la revolución socialis-
ta han estado más ligados a las convulsiones bélicas que al derrumbe
productivo.
El desenvolvimiento soviético fue un ensayo frustrado de socialismo
que será revalorizado con el tiempo. Como ha ocurrido tantas veces
en la historia, constituyó una anticipación frustrada que servirá de
fundamento a otros intentos de eliminar la desigualdad. Lo mismo
sucedió con la Revolución Francesa, que introdujo ideales de igualdad
política plasmados en períodos posteriores a su formulación inicial.
Lo ocurrido en la Unión Soviética permite notar que los obstáculos
para forjar una sociedad de igualdad, justicia y libertad no son inhe-
rentes al género humano. No radican en el egoísmo o en un desinterés
natural del individuo hacia sus semejantes. Son barreras políticas, so-
ciales e ideológicas. Bajo el capitalismo, esas obstrucciones provienen
de la dominación ejercida por la minoría capitalista y, en el modelo so-
viético, derivaron de la regimentación y del papel coercitivo impuesto
por la burocracia gobernante.
La frustración creada por la implosión de la Unión Soviética afectó
duramente la expectativa socialista de varias generaciones de traba-
jadores. Pero no es la primera derrota que han sufrido los oprimidos
en su larga batalla contra el capital. La historia de la humanidad se
ha desenvuelto en una sucesión de inesperadas victorias y amargas
decepciones. Desde una mirada de largo plazo, el debut revolucionario
de 1917 perdurará como un precedente de la gesta para liberar al indivi-
duo de las cadenas del mercado.
La continuidad de esta batalla exige especificar el ideal buscado y
renovar la utilización de la terminología socialista. Es un error renun-
ciar a este concepto argumentando que arrastra una pesada carga de
distorsiones, a partir de su asociación con el régimen represivo vigen-
244
iv. socialismo
Marxismo latinoamericano
Los balances de experiencias internacionales y regionales socialistas
recobraron interés en América Latina en la última década. Las victo-
rias de los años sesenta (Cuba), las derrotas de los setenta (Chile) y las
frustraciones de los ochenta (Nicaragua) comenzaron a ser evaluadas
en un nuevo escenario. El socialismo ha reaparecido como proyecto en
Venezuela y Bolivia, recupera nuevas modalidades en Cuba y ha sido
concebido a escala regional por el alba.
2
Un ejemplo puede encontrarse en Fiori (2009)
245
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
246
iv. socialismo
247
13. Las batallas de Venezuela
1
“Guarimba” es la denominación utilizada para retratar la violencia destituyente de la
derecha.
249
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
2
La agencia Fitch describió desmoronamientos financieros, Moody’s habló de colapso eco-
nómico, The Economist presagió el “fin de la fiesta” y Merrill Lynch anticipó una “prima-
vera venezolana”. Luego el vicepresidente Biden y el secretario de Estado Kerry amenaza-
ron con sanciones económicas (Serrano, 2014).
3
Analizamos estos antecedentes en Katz (2014).
250
iv. socialismo
4
Distintos balances de su reacción contra el golpismo pueden consultarse en Boron (2014),
Almeyra (2014), Gómez (2014) y Carcione (2014).
251
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
5
La declaración aprobada por el “Encuentro de la Red de Intelectuales, Artistas y Movi-
mientos Sociales en Defensa de la Humanidad”, realizada en Caracas a fines de 2014, sin-
252
iv. socialismo
Reformas y rentismo
El modelo económico de la última década permitió motorizar el
consumo, en un marco de alto gasto social y creciente regulación
estatal. Esta orientación facilitó la financiación de las mejoras po-
pulares con los cuantiosos recursos petroleros.
Este sostén es frecuentemente subrayado por la derecha para des-
merecer (o relativizar) los avances sociales. Olvidan que la misma
riqueza petrolera fue acaparada durante mucho tiempo por una
minoría de privilegiados. La extensión del usufructo de ese exce-
dente al conjunto de la población no ha sido un efecto espontáneo
de las fuerzas del mercado. Requirió afectar los intereses de los ca-
pitalistas con medidas de redistribución del ingreso.
Luego de la expulsión de la elite tecnocrático-burguesa que ma-
nejaba la empresa petrolera del Estado (pdvsa), se pudo reducir la
pobreza del 40% al 22%. También la indigencia bajó del 20% (1999) al
8,5% (2011) y la diferencia entre el 20% más rico y pobre de la pobla-
ción disminuyó de 14 a 8 veces. Se concretaron, además, importan-
tes avances en el acceso popular al agua potable, salud y educación
a través de la activa intervención de las misiones6.
Pero esas mejoras fueron combinadas con el otorgamiento de sub-
sidios a los capitalistas, que acrecentaron las riquezas de la nueva
“boliburguesía”7. Estos sectores recibieron cuantiosos montos de
financiamiento público que alimentaron la fuga de capital. Ese
mismo destino externo tuvo una parte de los fondos aportados por
el gobierno para pagar las expropiaciones de empresas de electri-
cidad, telefonía, siderurgia, cemento y distribución de alimentos.
También los banqueros locales absorbieron una significativa por-
ción de esos beneficios. Los financistas incrementaron su patrimo-
nio, utilizando depósitos de las entidades públicas para especular
con bonos del Estado y operaciones en exterior (Clarín, 2014a).
toniza con esa reacción e incluye un detalle de esas denuncias ( disponible en alainet.org).
6
Ver Álvarez (2009, 2012), Monedero y El Troudi (2007), Asiaín (2012), pnud (2013).
7
En Venezuela, se denomina “boliburguesía” a los sectores capitalistas que lucran con ne-
gocios surgidos de la asociación (o participación) con el gobierno.
253
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Disputa de programas
Durante el año 2014, la inflación trepó al 60%, la brecha entre el
dólar oficial (6 bolívares) y el paralelo (100 bolívares) alcanzó una
inédita dimensión y el desabastecimiento se incrementó en forma
significativa. Además, la caída del nivel de actividad se aproximó
al 2%, la retracción de la inversión superó el 6% y las exportaciones
se contrajeron en un 4,5%.
En ese contexto, se han acortado los tiempos para optar entre el
congelamiento y la radicalización del proceso actual. Esta contra-
posición se verifica en las intensas discusiones que se libran en el
movimiento bolivariano, entre los partidarios de implementar me-
didas procapitalistas y los defensores de una transición socialista8.
El eje de estos debates es el destino de las cuantiosas divisas que
obtiene Venezuela. Un país tan dependiente del ingreso de petro-
dólares necesita una gestión estricta de esos recursos por parte del
Estado. En los hechos, gran parte de esos fondos se pierde en el
circuito de los bancos o la intermediación importadora y termina
en los bolsillos de los grandes capitalistas.
Ese desemboque es motorizado por capas superiores del funcio-
nariado y del sector privado, que en los últimos dos años transfirie-
8
Un ejemplo de estas controversias puede encontrarse en Pérez Martí (2013) y Zuñiga,
(2013c).
254
iv. socialismo
ron entre us$ 22 mil y us$ 29 mil millones a las entidades privadas.
Lo mismo ocurrió con los fondos que los administradores del ente
regulador del dólar (cadivi) derivaron hacia una veintena de em-
presas locales.
Para romper con ese entramado se requieren medidas contunden-
tes en el plano bancario y comercial. Se ha tornado imprescindible
nacionalizar la actividad financiera para centralizar el manejo de
los activos en moneda extranjera, transfiriendo a la banca pública
las principales responsabilidades de intermediación.
También resulta necesario establecer un monopolio estatal efec-
tivo de las transacciones con el exterior, para poner fin a las ma-
niobras cambiarias de los importadores. No es necesario entregar
dólares físicos a estos sectores para que realicen su labor comercial.
Con otro tipo de controles se podría racionalizar la adquisición de
bienes, siguiendo principios de reducción del derroche y promo-
ción de la productividad.
Estas iniciativas son promovidas por muchos sectores de la iz-
quierda del chavismo. Proponen introducir una reorganización
impositiva, que permita autofinanciar el gasto corriente con la
recaudación, para canalizar la renta petrolera hacia la inversión.
El saneamiento exige la repatriación de las fortunas resguardadas
por los capitalistas en el exterior. Esas medidas aportarían la legi-
timidad requerida para racionalizar el gasto público en múltiples
áreas, adecuando ante todo el precio interno de los combustibles.
Confrontaciones cambiarias
Venezuela necesita cortar el círculo vicioso de presiones cambia-
rias e inflación. Una economía con enormes excedentes comercia-
les padece la injustificada enfermedad de la devaluación debido al
descontrol en la asignación estatal de las divisas.
Esa fragilidad no es un problema técnico. Define quiénes son los
favorecidos y penalizados con la distribución de los réditos del pe-
tróleo. Por esta razón, la principal batalla económica de la última
década ha girado en torno al perfil del régimen cambiario.
Durante ese período, se instrumentaron 26 modalidades de ese
sistema (cadivi, dólar-permuta, sicad II, sitme, entre otros). El
esquema del período 2003/2004 sintonizó con la recuperación de
pdvsa; los mecanismos prevalecientes en 2004/2010 buscaron una
fallida integración de los capitalistas al proceso bolivariano; y en
el período 2010/2012 se intentó nuevamente atraer a esos sectores.
255
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Antecedentes y comparaciones
La experiencia vivida con la Unidad Popular chilena de los años
setenta ocupa un lugar central de los debates actuales en Venezue-
la. Las comparaciones con ese proceso han sido actualizadas por
muchos intelectuales que participaron intensamente en ambos
procesos (Dos Santos, 2009).
A diferencia de la victoria precedente de Cuba, en Chile no se re-
gistró una captura revolucionaria del poder. Se conquistó un go-
bierno popular a partir de las urnas. Ese escenario era poco corrien-
te en una época de dictaduras, violencia represiva, persecución
anticomunista y Guerra Fría.
El contexto actual es muy diferente y el proceso bolivariano se
inscribe en un marco regional de comicios periódicos y menor
capacidad de intervención estadounidense directa. Pero las ana-
logías con lo ocurrido en Chile hace cuarenta años son signifi-
256
iv. socialismo
257
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Balances y propuestas
Existieron dos miradas contrapuestas a la hora de trazar un ba-
lance de la tragedia padecida por la Unidad Popular. Un enfoque
postuló que ese proceso sufrió una exagerada aceleración y soportó
presiones de radicalización que precipitaron un conflicto evitable
con los militares. Esta visión proponía contrarrestar la amenaza
golpista con un freno de las reformas y un cogobierno con la Demo-
cracia Cristiana (Cueva, 1979).
La tesis opuesta estimaba que se cometió el error inverso. En
lugar de apuntalar la gran disposición de lucha popular, Allende
aceptó el chantaje de la derecha. Limitó todas sus acciones a un
cuadro constitucional que la burguesía había desechado. De esta
forma, desorientó a los jóvenes que buscaban resistir y confundió a
los trabajadores que aspiraban al socialismo (Marini, 1976).
En condiciones políticas muy distintas a los años setenta, ha re-
aparecido un debate semejante al registrado en Chile. Quienes es-
timan que la Unidad Popular avanzó más de la cuenta, ahora con-
sideran que el chavismo debe moderar su acción. Este enfoque es
afín a la perspectiva socialdemócrata que promueve el pt brasileño
(Pomar, 2013).
La misma mirada adoptan los economistas que proponen evitar
medidas adversas a los capitalistas. Promueven adoptar parte del
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iv. socialismo
Estrechez y dogmatismo
El proceso bolivariano cuenta con un margen de tiempo signi-
ficativamente superior al antecedente chileno para ensayar un
pasaje de la administración del gobierno al manejo del poder. Las
viejas controversias entre marxistas sobre la forma de concretar
este salto vuelven al centro de la escena. Pero no existe una receta
predeterminada que asegure el éxito de la izquierda. Las estrate-
gias socialistas sólo pueden desenvolverse con prácticas políticas,
contrastando proyectos con resultados y teorías con experiencias.
Este ejercicio exige superar las creencias dogmáticas que ima-
ginan el futuro como una simple reiteración de las revoluciones
del siglo xx. Esas visiones suelen mistificar un modelo exitoso (so-
viets, guerra popular prolongada, foco), desconociendo los cam-
259
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
9
.
Numeros artículos al respecto pueden consultarse en Prensa Obrera, po.org.ar
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14. La sorpresa de Bolivia
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Inéditas conquistas
El secreto de la estabilidad económica hay que buscarlo en la solidez
del poder político construido por Evo Morales. Tras ocho años de go-
bierno, el líder del mas conquistó en el 2014 un nuevo mandato, con
un porcentaje de votos superior al 60%. Ese resultado se ubica por enci-
ma de la victoria del 2005 y se aproxima al triunfo del 2009. Ha ganado
en 8 de los 9 departamentos y logró mayoría en las regiones anterior-
mente adversas de Oriente (con ciertas pérdidas en sus bastiones del
Altiplano).
Hasta ahora, Evo ha podido sobrellevar el temido desgaste que ge-
nera el ejercicio del gobierno y mantiene la mayoría absoluta en am-
bas cámaras. Sus éxitos en los comicios se inscriben en el nuevo orden
constituyente que introdujo a partir del 2006, luego de la aprobación
de una nueva carta magna con el 72% de los sufragios.
Este nivel de fortaleza electoral no tiene precedentes en un país que
tuvo 36 presidentes que no superaron el primer año de ejercicio. Evo
será el mandatario más duradero de esa larga historia de fragilidades
presidenciales. Ha logrado revertir la improvisada búsqueda de equili-
brios entre las corporaciones que dominaba la vida política.
La consistencia que exhibe Evo contrasta con el desangre económi-
co-social que sufrió Bolivia durante el largo período neoliberal inicia-
do en 1985. Esa nefasta etapa ha sido reemplazada por un aluvión elec-
toral que convalida los triunfos previamente obtenidos por el pueblo
en las calles.
Esa extraordinaria sucesión de luchas sociales fue comenzada por
los productores de coca y posteriormente encabezada por los campe-
sinos y trabajadores que libraron la Guerra del Agua. Derrotaron a los
privatizadores, expulsaron a los concesionarios extranjeros y abrieron
una gran secuencia de victorias desde abajo. Al costo de 77 muertos
impusieron la huida del sanguinario Sánchez de Lozada.
El gobierno de Evo surgió de estas batallas y se consolidó derrotando
las conspiraciones de la derecha. Doblegó a los reaccionarios en las
urnas, luego de aplastar la sublevación fascista del 2008 (masacre de
Pando). Esa victoria explica la fortaleza de su administración.
Morales ha sido el único presidente de la región que surgió directa-
mente de acciones insurgentes de los movimientos sociales. Por esta
razón, puso en marcha el contundente paquete de iniciativas demo-
cráticas y descolonizadoras que consagraron el establecimiento del
Estado Plurinacional. La población indígena logró un reconocimiento
sin precedentes de derechos colectivos para 40 etnias, en numerosos
268
iv. socialismo
Nuevos conflictos
En pocos años, se han introducido reformas políticas y sociales que
Bolivia desconocía desde los años cincuenta. La derecha tradicional
presenta esas mejoras reales como simples fantasías retóricas. Tam-
bién señala que el gobierno populista desaprovechó el ventajoso esce-
nario económico internacional. Le resulta inadmisible haber perdido
el control sobre esos lucros y no logra entender cómo su derrota ha
desembocado en un escenario de estabilidad capitalista.
Otros sectores conservadores optaron por subirse al carro victorioso
del mas. Incorporaron especialmente en Oriente una parte de sus vie-
jas fuerzas (mnr, adn) al oficialismo. Con esta absorción, Evo logró
mayoría en las zonas en disputa, pero hay sumas electorales que res-
tan consistencia política. Esas ampliaciones nunca fueron gratuitas
para los gobiernos populares (Arkonada, 2014a).
Evo lidera un proceso reformista radical no sólo en el plano interno.
También desenvuelve ese perfil a escala internacional, mediante im-
pactantes cónclaves para exigir la defensa efectiva del medio ambien-
te como la Cumbre de Cochabamba (Arkonada, 2014b).
Lo más significativo de esa intervención geopolítica es una postura
antiimperialista que desborda el terreno declarativo. La expulsión de los
conspiradores yanquis (disfrazados de funcionarios de USAID) fue segui-
da de un retiro impuesto al embajador estadounidense que ha dejado va-
cante esa delegación. Además, los gobernantes de Israel fueron acusados
de terrorismo de Estado y el viejo reclamo a Chile de una salida al mar ha
sido expuesto con gran contundencia frente a Piñera y Bachelet.
Morales promueve una ideología que combina nacionalismo con in-
digenismo. Comanda un sistema político que ha desplazado a la vieja
elite de oligarcas blancos. Inició su gobierno prometiendo “transfor-
mar las protestas en propuestas” y proclama que Bolivia necesita “so-
cios y no patrones”.
Pero el desenvolvimiento de su proyecto enfrenta un techo muy es-
tricto en los marcos del capitalismo. Hasta ahora, su esquema conci-
lió alivios populares con privilegios de las clases dominantes. Son dos
metas en conflicto que emergen a la superficie cada vez que el gobier-
no adopta alguna medida favorable a los grupos de poder.
En esos casos, la reacción popular ha sido contundente. Ya ocurrió
en diciembre del 2010 con el incremento de los precios de los combus-
269
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Socialismo comunitario
A diferencia de Venezuela, el socialismo no está presente en Bolivia
en los discursos oficiales, en las campañas electorales o en las exposi-
ciones ideológicas corrientes de los gobernantes. Pero forma parte de
la tradición política del país y de las principales organizaciones popu-
lares. El propio agrupamiento oficial (mas) incluye la denominación
socialista y Evo dedicó su reciente victoria electoral a Fidel Castro y
Hugo Chávez, convocando a reafirmar la lucha contra el capitalismo.
El socialismo se introduce en otro plano, a través de la conceptualiza-
ción teórica que ha desarrollado el vicepresidente Álvaro García Linera.
Su punto de partida es la crítica de los catastróficos efectos del capita-
lismo. Describe cómo este sistema multiplica la desigualdad, el desem-
pleo y la destrucción de la naturaleza. Cuestiona el principio del benefi-
cio, los efectos de la explotación y las agresiones del imperialismo.
Linera retoma el proyecto socialista como respuesta a ese escenario.
Defiende ese modelo en términos tradicionales, polemizando con las
distorsionadas interpretaciones que difundió la propaganda antico-
munista. Recuerda que el capitalismo ha ocupado un breve lapso en la
historia y destaca la vigencia del socialismo para superar los tormen-
tos del capitalismo (García Linera, 2010a).
Estas contundentes definiciones contradicen el planteo que expuso
al asumir como segunda figura del gobierno de Evo. En ese momento,
propuso impulsar un modelo de “capitalismo andino-amazónico”, to-
mando distancia de la convocatoria de Chávez a forjar el socialismo del
siglo xxi. Sugirió que en Bolivia era conveniente la implementación
de alguna variante económica del desarrollismo. Con sus nuevas defi-
niciones a favor del socialismo, parece revisar ese enfoque precedente.
Pero la peculiaridad del planteo de Linera radica en el perfil comuni-
tario de su propuesta socialista. Subraya la vitalidad que mantienen
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iv. socialismo
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neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Estados y gobiernos
Linera estima que el socialismo comunitario será precedido por
una gran consolidación del Estado. Considera que esa institución
ha quedado sometida en la actualidad a un contradictorio proceso de
mayor centralidad y vulnerabilidad. Puede manejar grandes presu-
puestos e intervenir con más contundencia en la economía, pero se
encuentra más condicionada y sometida a los flujos internacionales
del capital.
El vicepresidente entiende que para afianzar los derechos popula-
res resulta indispensable fortalecer al Estado nacional. Postula esta
caracterización en abierta polémica con teóricos como Antonio Ne-
gri, que cuestionan ese propósito (García Linera, 2010b).
Con este planteo, Linera cierra su etapa de pensamiento autono-
mista. Pone fin a un período de expectativas en el protagonismo de
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iv. socialismo
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neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Indianismo y marxismo
Los indígenas ocupan un lugar prioritario en la nueva realidad boli-
viana. Linera remarca ese papel, recordando que Evo recupera un lide-
razgo perdido desde la época del Manco Inca (1540).
El vicepresidente resalta esta gravitación en polémica con los mar-
xistas clásicos, que subrayaban el papel conductor del proletariado en
las alianzas populares. Destaca el declive de la condición obrera al calor
de las transformaciones registradas en la minería. También remarca
la incapacidad política de la vieja central sindical (cob) para adaptarse
a este cambio y pondera el nuevo liderazgo indígena-campesino.
Esta visión de Linera proviene de su anterior proximidad con el in-
dianismo katarista, que postulaba la reinvención del indígena como
sujeto de la emancipación. El vicepresidente estima que esa gravita-
ción quedó confirmada en la última década de bloqueos de caminos,
que condujeron al surgimiento de una central sindical campesina
(csutcb) (García Linera, 2008).
Pero las conclusiones actuales de Linera no emergen sólo de esa tra-
yectoria. También incorporan su alejamiento del katarismo. En los
años setenta, defendía las tesis indianistas; luego, participó en la ac-
ción guerrillera y permaneció cinco años en la cárcel, manteniendo el
ideario de autodeterminación de las naciones aimara y quecha. Pero
el encuentro de su grupo Comuna con Evo luego de la “Guerra del Gas”
lo separó de ese pasado político.
En la actualidad, se sitúa en una vertiente integracionista del india-
nismo que reconoce la pluralidad y los aportes de la izquierda. Cues-
tiona la corriente culturalista (pachamámica) que promueve la simple
folkorización y es crítico de la tendencia opuesta que propone cons-
truir una república india transnacional (en toda la región) o territorial
(en Bolivia) (García Linera, 2008).
El distanciamiento del katarismo y la aproximación al marxismo
explican su caracterización actual del socialismo comunitario. Dejó
atrás el programa de indianización total y participa en un gobierno
que realza la gravitación de los indígenas, sin aceptar su separación
del resto de sociedad. Esta visión de Linera tiene más proximidades
con la izquierda mariateguiana que con el indianismo katarista. Con
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iv. socialismo
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neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Incoherencias de la derecha
La derecha se burla de cualquier referencia al socialismo, conside-
rando que apunta a entretener al electorado. Pero las menciones de su
opuesto —el capitalismo— son vistas como consideraciones de gran
trascendencia. Presenta la glorificación del mercado, la competencia
o la ganancia como sinónimos de pensamiento profundo y ubica la
defensa de la igualdad en un terreno de puro palabrerío.
Utilizando ese criterio, ponderó la eliminación de todas las alusio-
nes del mas al socialismo durante la última campaña electoral. Atri-
buyó ese abandono al reforzamiento de un discurso conciliador y pro
empresarial alejado de Venezuela (Guillemi, 2014). Pero esta interpre-
tación no se condice con la dedicatoria del éxito electoral que hizo Evo
a los pueblos que luchan contra el capitalismo.
Es igualmente llamativa la diferencia de actitud que asume el esta-
blishment frente a Evo y Chávez-Maduro. El mismo tipo de socialismo
que no entrañaría consecuencias para Bolivia es presentado como un
terrorífico peligro para Venezuela. Ese temor es propagado por un pool
de 82 periódicos latinoamericanos integrados a la SIP, que publica des-
de hace varios meses una página diaria de descripción del caos cha-
vista.
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neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Coyunturas y futuros
El afianzamiento de un proyecto político radical con imaginarios so-
cialistas en Bolivia retrata los límites de la contraofensiva actual de
la derecha latinoamericana. Los conservadores buscan reinventarse
con discursos más sociales, compromisos de asistencialismo y perfiles
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15. La epopeya de Cuba
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neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Logros y desafíos
La principal enseñanza reciente de lo ocurrido en Cuba es la enor-
me capacidad de mejora popular que ofrece un esquema económi-
co-social no capitalista. En medio de la penuria económica, el ais-
lamiento diplomático, las provocaciones militares, las presiones
financieras y la agresión mediática se lograron preservar paráme-
tros de esperanza de vida, escolaridad o mortalidad infantil muy
superiores al resto de la región.
Esta extraordinaria realización resulta incomprensible para los
apologetas del capitalismo. Como no pueden presentar ejemplos
equiparables, eluden cualquier mención de esos logros. Cuba de-
mostró de qué forma se puede evitar el hambre, la delincuencia ge-
neralizada y la deserción escolar con escasos recursos.
El país afronta actualmente graves dificultades para mantener la
gratuidad de los principales servicios, pero esas limitaciones son
muy diferentes a las adversidades que predominan en los países se-
mejantes.
Cuba no es Argentina, Brasil o México. Hay que comparar su si-
tuación con las economías latinoamericanas situadas por debajo de
ese escalón de desarrollo económico. Ninguno de esos casos pue-
de exhibir el perfil de una isla sin desempleo, indigencia o pobreza
masiva.
En la isla están cubiertas las necesidades básicas de la población.
Todas las familias tienen acceso a la alimentación, la educación y
la salud. La escasez de abastecimientos o la falta de variedad de los
consumos no incluyen a los bienes indispensables para garantizar
esa cobertura.
Cuba cuenta con un excelente nivel de escolaridad. Un reciente
estudio del Banco Mundial estima que su sistema educativo man-
tiene parámetros de formación profesional en muchos planos se-
mejantes al nivel de Finlandia, Singapur o Canadá (Lamrani, 2014).
También ha logrado un índice de esperanza de vida que supera en
cinco años al resto del continente y cuenta con tasas de mortalidad
reducidas en todos los grupos etarios. Consiguió el promedio más
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iv. socialismo
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neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Tres problemas
Las mutaciones que debe encarar Cuba obedecen a tres cambios de
largo plazo. En primer lugar, la nueva realidad geopolítica que in-
trodujo el colapso de la Unión Soviética desajustó toda la estructura
productiva. El país había amoldado su economía a una expectativa
de grandes avances poscapitalistas en el mundo o, por lo menos, en
la región.
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Cooperativistas y críticos
La reforma se debate intensamente en la isla, desmintiendo la
imagen de unanimidad o silencio que existe en el exterior. Todos
los mitos sobre la ausencia de discusiones se basan en el desconoci-
miento de esas polémicas.
Tres corrientes diferentes han cobrado forma en estos debates. Un
planteo destaca la conveniencia de preservar la preeminencia del
Estado, otro promueve mayores mecanismos mercantiles y un en-
foque autogestionario postula expandir las cooperativas.
La propia marcha de las reformas suscita también duros cuestio-
namientos al alcance previsto para el trabajo asalariado. Hay recla-
mos para establecer impuestos compensatorios y límites más preci-
sos para esa contratación (Piñeiro Harnecker, 2010).
Otros señalamientos polemizan con medidas que ampliarían la
desigualdad social (creación de campos de golf, residencias exclu-
sivas) y con iniciativas para permitir la adquisición de propiedades
por parte de extranjeros (Campos, 2011).
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Cuestionamientos dogmáticos
Una visión convergente con las críticas del estatismo extremo
postulan los enfoques dogmáticos, que observan el curso actual de
Cuba como una ratificación de la restauración capitalista (Petit,
2011).
Este diagnóstico no explicita los criterios que utiliza para caracte-
rizar esa regresión y tampoco expone datos sobre ese proceso. Sim-
plemente constata la existencia de ese retorno como un hecho que
no exigiría mayores explicaciones. También sugiere que el imperia-
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Realismo y escepticismo
Los críticos depositan grandes expectativas en la democracia so-
viética para resolver las asfixias económicas cubanas. Resaltan la
centralidad que le asignó Trotsky a este mecanismo para superar los
problemas de la economía rusa en los años treinta.
Sin duda este aspecto es importante, pero al sobrevalorarlo se
termina esperando resultados mágicos de su aplicación. La isla
afronta embargos comerciales, provocaciones militares, penuria
de aprovisionamientos, carencia de recursos y pérdidas de aliados
293
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Oportunidades y expectativas
Algunos analistas registraron en los últimos años la existencia
de un clima de entusiasmo con los cambios en curso. Destacan
que Cuba vive una primavera que rompe con el inmovilismo (Bur-
bach, 2013). Otros partícipes más directos de este proceso resaltan
el impacto positivo del curso actual, pero advierten la necesidad
de adoptar iniciativas de mayor democratización, como la refor-
ma del sistema electoral y el acceso irrestricto a internet (Campos,
2011).
En esta misma evaluación se inscriben las propuestas de nuevos
esquemas de difusión de la información y control popular sobre la
estructura estatal. Se remarca la tardanza en implementar los cam-
bios y también la insensibilidad frente a las críticas (Dacal Díaz,
2013).
Esos desaciertos tuvieron negativas consecuencias en el pasado.
El entusiasmo por un cambio no dura eternamente. Conviene re-
cordar todas las oportunidades de renovación del socialismo que
1
Pueden ampliarse lecturas al respecto en Padura (2014) y Boron (2014b).
295
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16. China: un socio para no imitar
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iv. socialismo
El alcance de la restauración
Los teóricos del “socialismo de mercado” reivindican la acelerada in-
dustrialización y el desarrollo tecnológico autónomo, que le permitie-
ron a China contar primero con los resguardos defensivos requeridos
para afrontar la presión imperialista. El país construyó primero una
bomba atómica (1964), luego otra de hidrógeno (1970) y finalmente co-
locó un satélite en el espacio (1970). Sobre estos pilares negoció la aper-
tura hacia Occidente, a partir del emblemático viaje de Nixon (1972).
Estas lecturas también consideran que ese período de economía pla-
nificada se agotó y fue sucedido por mecanismos de gestión mercantil
que revitalizaron el socialismo, permitiendo el gran desenvolvimiento
de las últimas décadas (Yang, 2009).
Pero este razonamiento confunde la extensión de la gestión mercantil
con la introducción de normas capitalistas. Desde los años noventa, no
sólo se flexibilizó el manejo de los precios, sino que también se afirmó
la nueva propiedad de los capitalistas sobre un sector muy significativo
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La política internacional
Algunos analistas registran líneas de continuidad de China con su pa-
sado antiimperialista. Consideran que el país retoma los principios de
soberanía y cooperación impulsados durante el emblemático encuentro
de 1955 con el Egipto de Nasser y la India de Nehru (Bandung, 2011).
Pero resulta muy difícil corroborar algún resabio de esos proyectos.
China está embarcada en un curso radicalmente opuesto de ampliación
de las inversiones en el exterior y afianzamiento de los tratados de li-
brecomercio.
Otros autores estiman que el país edifica los basamentos del nuevo
modelo global, que reemplazará la decadente hegemonía de Estados
Unidos. Suponen que erigirá un esquema de cooperación favorable al
grueso de la periferia. Esta visión fue difundida por Arrighi, al contra-
poner el belicismo yanqui en declive, con un ascendente “Consenso de
Pekín” basado en el pacifismo de la potencia asiática (Arrighi, 2007).
Este mismo enfoque es presentado por quienes suponen que este país
orientará la economía mundial hacia el igualitarismo, liderando el
nuevo bloque contrahegemónico de los brics.
Pero no es sensato concebir algún devenir poscapitalista bajo la direc-
ción de una potencia que emerge en términos capitalistas y con tanta
rivalidad como asociación con Estados Unidos. Los propios dirigentes
chinos enfatizan este perfil en todas las iniciativas que asumen a escala
mundial. Suelen exhibir una ideología más próxima a la idolatría mer-
cantil-liberal que a cualquier vestigio de mensajes socialistas.
La significativa asociación de las elites chinas con los principales ban-
cos y empresas de Occidente contradice la esperada formación de un
bloque de economía cooperativa global. Ese entrelazamiento con el ca-
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1
Esta posibilidad es analizada con otras conclusiones por Dos Santos (2011b).
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V
CONTEXTO MUNDIAL
17. Las economías centrales
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v. contexto mundial
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v. contexto mundial
Deterioro industrial
La otra cara de este protagonismo internacional es el deterioro inter-
no de la economía del norte. Ese declive se corrobora en el débil creci-
miento que ha sucedido al endeudamiento privado y a la insolvencia
desatada por la crisis de las hipotecas.
La recuperación de la economía está afectada también por el enorme
costo fiscal que ocasionó el socorro de los bancos. La deuda pública al-
canzó un peligroso techo, luego de saltar del 62 % (2007) al 100% del pbi
(2011). La gravedad de esta carga fue testeada el año pasado durante
el cierre del gobierno federal. La administración dejó de funcionar,
mientras republicanos y demócratas discutían los límites al financia-
miento de ese pasivo.
El establishment utilizó el abismo fiscal como un argumento de ajuste,
para forzar cortes más drásticos en el gasto municipal y social. Final-
mente, no se produjo el temido default ni la dramática corrida contra
los bonos del tesoro. Pero lo ocurrido ilustra la dimensión de la crisis
fiscal que corroe a la economía norteamericana (Navarro, 2013).
Esta flaqueza se acentúa, además, por la impotencia que demuestra
Obama para introducir reformas mínimas. Bajo la presión del Tea Par-
ty y los republicanos, aceptó el vaciamiento de su proyecto de salud.
Los millones de estadounidense que carecen de protección sanitaria
deberán afiliarse a un servicio privado prepago regulado por el Esta-
do. El proyecto de una cobertura significativa y menos onerosa quedó
archivado.
Como la derecha ha bloqueado cualquier reintroducción de im-
puestos a los ricos, todo el ajuste sigue recayendo sobre los trabajado-
res. Obama choca con los republicanos en temas culturales (aborto,
matrimonio homosexual) y prioridades políticas (inmigración, uso
de armas). Pero su agenda económica es muy semejante. Un abismo
lo separa del New Deal que instrumentó Roosvelt durante la gran de-
presión.
El presidente actual mantiene una política neoliberal adversa a los
sindicatos y rechaza todas las sugerencias de los economistas keyne-
1
Hemos desarrollado esta caracterización en Katz (2011), partiendo de Gowan (2003) y Pa-
nitch y Leys (2005).
317
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
sianos para regular los bancos, aliviar a los pequeños deudores y me-
jorar el ingreso de los empobrecidos.
Como resultado de este continuismo, un puñado de multimillona-
rios ha triplicado su apropiación del pbi en comparación a los años
setenta. El sistema impositivo que impuso el reaganomics no ha cam-
biado, mientras uno de cada seis norteamericanos vive con ingresos
inferiores a la línea de pobreza.
El endeudamiento personal constituye otro índice del mismo dete-
rioro. Es un recurso de supervivencia frente a la pérdida de ingresos
que utilizan todas las víctimas del modelo actual. Las familias de Es-
tados Unidos han quedado particularmente atrapadas en la madeja de
esta financiación (Brenner, 1998; Chesnais, 2008).
Las brechas sociales se amplían, además, con la expansión del des-
empleo, que no decae en los momentos de reactivación. Gran parte
de los empleos perdidos desde 2008 desaparecieron para siempre. Las
grandes empresas continúan incrementando la productividad con in-
novaciones que expulsan mano de obra, mientras amplían su deslo-
calización de plantas. Crean fuera del país los empleos que destruyen
internamente, multiplicando los barrios fantasmales en las ciudades
obreras, tales como Detroit.
Es cierto que este deterioro industrial coexiste con el liderazgo esta-
dounidense en la creación de nuevas tecnologías de la información.
Pero esa actividad genera poco empleo y no podrá encabezar un resur-
gimiento del nivel de ocupación. La emigración de empresa hacia paí-
ses con menores costos laborales genera pérdidas de puestos de trabajo
muy superiores a la recuperación de empleos que acompaña al desa-
rrollo de las actividades de punta. Las nuevas tecnologías no recrean
el trabajo masivo de la industria clásica.
318
v. contexto mundial
2
Exponemos este tema en Katz (2011) retomando los enfoques de Anderson (2013) y Panitch
y Gindin (2013).
319
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Imperialismo colectivo
La reorientación actual incluye una revisión de las prioridades bé-
licas, para reducir la presencia estadounidense en Medio Oriente y
aumentar la presión sobre China. En la primera región, se transfie-
ren responsabilidades a los socios locales, mientras la cia preserva el
control de las operaciones secretas, el manejo de la información y la
provisión selectiva de armamento.
En la segunda zona, el Pentágono incrementa el número de tropas
localizadas en la zona del Pacífico, afianza el cerco sobre Corea del Nor-
te y supervisa los conflictos limítrofes entre Japón, Corea y China. Pero
además, los marines entrenan tropas de 34 países africanos y encabezan
todas la “intervenciones humanitarias” que requieran las empresas
multinacionales. Sostienen, especialmente, la tensión sobre Rusia a
través de los nuevos satélites que incorporó la otan.
El gendarme global mantiene su vieja estrategia de hostilizar a los
adversarios para obligarlos a negociar. El acuerdo con Irán es el ejem-
plo más reciente de esta política. La primera potencia impuso el desar-
me nuclear a cambio de concesiones mínimas. Logró este objetivo al
cabo de muchos años de bloqueo comercial y ofertas de negocios a la
burguesía persa.
La renuncia a bombardear Siria demostró que Estados Unidos tiene
limitada su capacidad de intervención militar directa, pero no su rol
de mandante geopolítico. Está ubicado en la primera fila de las nego-
ciaciones, luego de la contraofensiva iniciada en Libia para sepultar la
“primavera árabe” entre guerras sectarias.
Se ha retirado superficialmente de los conflictos de la región, para
facilitar un desangre que le permita negociar nuevas alianzas con los
ganadores de las batallas en curso. Fue el modelo que utilizó con Irak
contra Irán, para luego sepultar a Irak y terminar negociando con
Irán. En Siria, financia a los yihadistas contra el gobierno, para luego
exigir la depuración de los fundamentalistas. En el Líbano, apaña el
reinicio de las masacres.
Pero como cada aventura alumbra una nueva fuerza reaccionaria au-
tónoma, la secuencia de guerras no tiene fin. Ya ocurrió con los tali-
banes y Al Qaeda. El próximo descarrilamiento podría ser encabezado
por Arabia Saudita, si el reino continúa avanzando en la construcción
de una bomba atómica para reforzar sus ambiciones regionales (Ar-
manian, 2014).
Es evidente que el “sheriff del mundo” quedó afectado por el resultado
de Irak. Debió abandonar el fallido ensayo colonial que devastó a ese
320
v. contexto mundial
país. Pero sigue manejando los hilos de la región junto a sus socios y, a
diferencia de Vietnam, no soportó una crisis interna por las masacres
perpetradas.
Luego de la experiencia iraquí, Obama promueve acciones impe-
riales más coordinadas y trata de compartir costos con sus socios in-
ternacionales. Busca que Europa hostilice a Rusia frente a la crisis de
Ucrania, que Francia intervenga en África y que las elites locales se
involucren más directamente en los conflictos de Yemen, Tailandia,
Pakistán o Egipto.
Esta política apunta a incrementar la participación de sus aliados en
la custodia imperial sin resignar el manejo de las prioridades. Estados
Unidos determina quiénes son los integrantes y excluidos de la otan,
cómo opera el eje forjado durante la Guerra Fría con Europa y Japón y
qué papel deben cumplir las subpotencias ya probadas (Israel, Cana-
dá, Australia), seleccionadas (Turquía, Brasil, Sudáfrica) o eventuales
(Pakistán, India).
Estas tendencias confirman que el rol militar de Washington no se
ha modificado. Preserva el liderazgo de una gestión imperial colecti-
va, que en la segunda mitad del siglo xx sustituyó a las viejas confron-
taciones bélicas interimperialistas3.
Algunos autores cuestionan esta caracterización remarcando el de-
clive militar de Estados Unidos. Interpretan los desenlaces geopolíti-
cos recientes en Medio Oriente, Europa Oriental o Asia como expresio-
nes de impotencia del viejo gendarme. Estiman que el Pentágono ha
quedado irreversiblemente agotado y retrocede frente a cada desafío.
Consideran que luego de ejercer cierta hegemonía cultural durante de
los años noventa (con la fantasiosa ilusión de un “siglo americano”),
los yanquis han perdido la partida.
Pero resulta difícil corroborar este diagnóstico a la luz de lo ocurrido
en los últimos años. Estados Unidos sigue fijando las pautas y asu-
miendo las decisiones más relevantes de la acción imperial. Es la voz
cantante a la hora de definir quiénes son los miembros y los excluidos
del club nuclear.
En ese terreno, negocia con sus viejos antagonistas (China y Rusia);
comparte el armamento con sus socios (Francia y Gran Bretaña) y agen-
tes privilegiados (Israel); acuerda la magnitud del poderío atómico con
regímenes históricamente próximos (Pakistán) o actualmente afines
(India). Al mismo tiempo impone una duro acoso contra quienes buscan
dotarse de esos recursos bélicos en forma autónoma (Corea del Norte).
3
Analizamos este problema Katz (2011) recogiendo la visión de Amin (2003; 2013).
321
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322
v. contexto mundial
Cirugía deflacionaria
Las economías intermedias de Europa afrontan las consecuencias de
convalidar los recortes que impone la cúpula de la Unión. Esta ciru-
gía comenzó en Italia a principios de los noventa con la aceptación de
los Criterios de Maastricht. El viejo modelo de inflación, devaluación
y déficit fiscal fue sustituido por una drástica comprensión del gasto
público. La derecha de Berlusconi y los socialdemócratas de Prodi se
han repartido la tarea de privatizar y desregular el mercado de trabajo,
acentuando la brecha que separa al norte del sur italianos. Con este
molde macroeconómico se perpetúa el estancamiento y el desempleo.
España siguió otro recorrido. Su incorporación a la Unión dio lugar
a un fuerte crecimiento inicial e incentivó la internacionalización de
ciertas empresas que se transformaron en jugadores globales (Telefó-
nica, Endesa, Fenosa, Repsol, bbva, Santander). La contrapartida de
esa inserción ha sido una especialización de la economía (construc-
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324
v. contexto mundial
Mecanismos de polarización
Los capitalistas de toda la Eurozona invocan la permanencia en el
euro para justificar la destrucción del Estado de bienestar. Pero los más
afectados son los países de la periferia regional. Estas economías han
sufrido duramente las consecuencias de una liberalización financiera
que generalizó las maniobras de titularización, el apalancamiento y
las contabilidades fuera de balance. Los bancos quedaron desprovistos
de sus protecciones tradicionales y, al trastabillar, impusieron un in-
menso agujero a las finanzas públicas.
La periferia europea está agobiada por pasivos inmanejables y ha
quedado sometida a las exigencias de los acreedores. Su situación se
asemeja a los padecimientos sufridos por América Latina en los mo-
mentos de mayor endeudamiento.
Los mismos excedentes de liquidez y mercancías que Estados Unidos
colocaba entre sus vecinos del sur en años ochenta y noventa, fueron
transferidos por Alemania a las economías más frágiles del Viejo Con-
tinente. Ambas potencias utilizaron formas semejantes de endeuda-
miento público para descargar sobrantes de mercancías y capitales.
Esta traslación socavó la estabilidad fiscal de las regiones dependien-
tes y derivó en ajustes muy similares. El fmi monitoreaba los recortes
de América Latina y ahora repite esa supervisión en una troika com-
partida con la Comisión Europea y el Banco Central Europeo. Sólo han
cambiado las victimas y la localización de un mismo proceso.
El desastre es mayúsculo en varios casos. Grecia sufre un colapso
superior al padecido por Argentina en 2001, tanto en el desplome de
su producto (el doble del derrumbe postconvertibilidad), como en la
magnitud del endeudamiento (169% frente a 150% del pbi). El desem-
pleo promedia el 27% y alcanza el 58% en la juventud, en un escenario
de depresión sin fin (Ntavanellos, 2013).
325
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4
Esta reconsideración de la dinámica centro periferia en Husson (2012) y Toussaint (2013).
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La impotencia de Japón
La crisis global generó fuertes efectos pero no sorpresas en la eco-
nomía nipona. Reavivó impactos que la tercera potencia del bloque
desarrollado padece desde hace veinte años.
El prolongado estancamiento que soporta Japón le quitó centra-
lidad económica desde el estallido de una burbuja especulativa en
sectores bancarios y de la construcción (1989). Ese temblor inició un
lento proceso de restricción crediticia e inversora, que desembocó en
5 recesiones durante los últimos quince años.
En ese período, las cotizaciones del mercado bursátil Nikkei y los
activos inmobiliarios se desplomaron en un 70% y el nivel de acti-
vidad se retrajo muy por debajo del promedio de Estados Unidos y
Europa.
La insolvencia bancaria generó un agujero financiero que continúa
absorbiendo el 40% del presupuesto estatal. La deuda total se ubica
en un récord internacional de 245% del pbi y todas las iniciativas en-
sayadas para retomar el crecimiento han chocado con la persistente
deflación. Estos resultados son vistos con gran preocupación por los
gobiernos occidentales, que actualmente recurren al mismo experi-
mento monetario.
Un nuevo intento de reactivación ha encarado el gobierno de Shinzo
Abe. Lanzó planes keynesianos de gran porte, que incluyen la inyec-
ción anual de us$ 100 mil millones (Plan Kuroda). Se propone moneti-
zar la deuda pública, expandir el crédito barato y mantener reducidas
las tasas de interés, mientras empuja la actividad económica estimu-
lando cierto repunte de la inflación. Implementa una flexibilización
monetaria muy riesgosa, con un volumen de liquidez interna que po-
dría situarse por encima de su equivalente estadounidense.
El atisbo de crecimiento que registran ciertos analistas no alcanza
para revertir el estancamiento de las últimas décadas. El nuevo plan
ha impulsado el despegue de los índices bursátiles, pero no la reacti-
vación real de la economía (Roberts, 2013).
Las iniciativas en curso alientan también la devaluación para pro-
piciar las exportaciones. Pero esta opción enfrenta la saturación del
mercado mundial y la retracción general de compras. Japón no está
en condiciones de entablar una guerra de monedas con sus competi-
dores asiáticos mientras mantiene irresueltos varios conflictos eco-
nómicos con Estados Unidos.
Los funcionarios norteamericanos negocian desde hace varios
años la liberalización comercial de la economía nipona, especial-
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v. contexto mundial
335
18. Ascendentes, intermedios y periferia
La transformación de China
El cambio de posicionamiento de China en la jerarquía mundial co-
rona el afianzamiento de su estructura industrial. Esta mutación es
el resultado de un vertiginoso crecimiento, que multiplicó en 33 veces
el pbi per cápita en términos de poder de compra entre 1980 y 2011.
337
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v. contexto mundial
Pero los resultados del sexenio han sido modestos. Aumentó leve-
mente el consumo, se incrementó en algunos puntos la participa-
ción del salario en el ingreso y se registró alguna caída porcentual
de las exportaciones. Estos cambios se ubican muy lejos del viraje
ambicionado.
El gran problema radica en que una economía estructurada en tor-
no a elevadísimos rendimientos del comercio exterior no puede gi-
rar hacia un esquema inverso sin perder competitividad.
Expansión y desequilibrios
China empieza a registrar las consecuencias de su tránsito al ca-
pitalismo. Desde 1978 hasta 1992, ese pasaje estuvo limitado por la
preeminencia de un modelo de reformas mercantiles subordinado a
la planificación central. Bajo ese esquema, las comunas rurales se
convirtieron en unidades agroindustriales guiadas por principios de
rentabilidad, pero sin privatizaciones de envergadura. Aparecieron
los managers con atribuciones para reorganizar las plantas industria-
les, pero sin facultades para despedir en masa o vender empresas.
También se formaron las zonas francas en la costa, arribó el ca-
pital extranjero y comenzó la exportación, pero estas actividades
no ejercían un dominio estratégico sobre el resto de la economía.
En ese período, la industrialización retroalimentó la demanda y las
mejoras en el consumo preservaron la distribución precedente del
ingreso (Li y Piovani, 2011).
El viraje hacia el capitalismo se consumó a principios de los años
noventa, a partir de las privatizaciones realizadas por los viejos di-
rectores de las empresas con la intención de forjar una clase capi-
talista. Los miembros de ese grupo se transformaron en los prin-
cipales inversores de las nuevas compañías. Se aceleró también la
acumulación primitiva mediante la expoliación de los productores
agrarios.
La triplicación del ingreso per cápita y la cuadruplicación de la tasas
de crecimiento han presentado desde ese momento otro significado
social. Convalidan los enormes niveles de desigualdad social y la re-
gresión de las conquistas populares.
Los grandes avances de la revolución han quedado interrumpidos.
La duplicación de la esperanza de vida (de 32 a 65 años) y la alfabeti-
zación masiva (de 15% al 80/90% de la población) han sido reempla-
zados por la expansión del coeficiente de desigualdad (el índice Gini
varió de 0,27 0,47 entre 1984 y 2009) (Lin, 2009).
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v. contexto mundial
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Escenarios y desenlaces
El principal interrogante geopolítico gira en torno a las relaciones
chino-estadounidenses. Algunas hipótesis estiman que irrumpirá
un gran conflicto cuando la economía asiática externalice las ten-
siones de su modelo, presionando a los proveedores para que abara-
ten insumos y a los competidores para que resignen mercados. Chi-
na confrontaría con Estados Unidos luego de conseguir el manejo de
una moneda internacional convertible.
Pero otro escenario surge al recordar cómo se ha renovado la co-
dependencia de China con Estados Unidos en las últimas cuatro dé-
cadas. El gran exportador oriental necesita el mercado norteameri-
cano para descargar sus excedentes y la primera potencia requiere
financiación china para solventar sus monumentales desbalances
financiero-comerciales.
La transformación de Shangai en gran centro de empresas trans-
nacionales ilustra cómo se reciclan los proyectos entre ambas po-
tencias. Dos figuras centrales del pensamiento imperial apuestan
a la renovación de esta asociación. Consideran que Estados Unidos
aceptará un status económico preponderante de China, a cambio de
su ratificación como sheriff del planeta (Nye, 2013; Brezinsky, 2011).
Hasta ahora, las tendencias hacia el conflicto y la asociación se
desenvuelven con similar intensidad y resulta muy difícil prever
342
v. contexto mundial
Confusión de emergentes
Un cierto número de países ha quedado clasificado junto a Chi-
na dentro del mismo bloque de emergentes. Especialmente India,
Brasil y Rusia son ubicados en ese casillero. Pero este agrupamien-
to olvida que la economía china es dos veces y media superior a la
India y cuadruplica a Brasil o Rusia. Sus tasas de crecimiento han
sido mucho mayores y acumula reservas por un monto que duplica
la suma de los tres países (Turzi, 2011).
Estas distancias han sido corroboradas por un tipo de inserción
internacional muy diferente. Mientras que China incide directa-
mente sobre la marcha del ciclo global, los otros países ejercen una
influencia secundaria.
El decisivo auxilio que ofreció el Banco Central Chino a las mone-
das, presupuestos públicos y bancos de la Tríada durante la crisis
contrasta con la ausencia de gravitación de las otras tres naciones.
Este grupo se ubicó más cerca del campo de los necesitados que del
área de los socorristas. Los tres países tampoco han sido receptores
del desplazamiento general de la industria que se orienta hacia el
Extremo Oriente.
343
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Economías semiperiféricas
El probable incremento de las tasas de interés estadounidenses ha
reducido actualmente la aureola de los brics. Algunos economistas
consideran que los mayores riesgos de un próximo temblor financie-
ro se han desplazado hacia las economías intermedias, con mayores
déficits fiscales y tasas de crecimiento bajas (Roubini, 2014a; 2014b).
344
v. contexto mundial
Otros temen la repetición de las grandes crisis que durante los años
noventa desencadenaron economías semejantes: México (1994), el
Sudeste Asiático (1997), Rusia (1998) o Argentina (2001).
Pero, más allá del diagnóstico coyuntural, es importante regis-
trar que se ha profundizado la división en el viejo bloque de eco-
nomías no industrializadas. Un segmento amplió su estructura
fabril, participa de exportaciones manufactureras, incorporó em-
presas al círculo de compañías transnacionales o desarrolló servi-
cios productivos. El otro sector mantiene, en cambio, su viejo perfil
primarizado.
Esta clasificación de las economías en función de su estructura e
inserción en la división internacional del trabajo es utilizada por
autores críticos del vago concepto de “emergentes”. Con esta mira-
da centrada en el proceso productivo global, han precisado el conte-
nido de la noción “semiperiferia” (Martínez Peinado, Cairó y Gem-
ma, 2012).
Esta categoría se aplica a países como Corea, Taiwán, Turquía,
México, Brasil o Sudáfrica, que se han distanciado del grueso de la
periferia asiática, africana o latinoamericana. Este posicionamien-
to intermedio confirma el ordenamiento tripolar que postulan los
teóricos de sistema-mundo y su caracterización de las semiperife-
rias como un segmento que acolchona las brechas entre los dos polos
del capitalismo global (Wallerstein, 1988; Arrighi, 2009).
Este grupo protagoniza, actualmente, las bifurcaciones que tradi-
cionalmente separaron a las económicas ascendentes de sus pares
retrasados. Se repite así la trayectoria seguida por países que atrave-
saron por contradictorios períodos de proximidad con los centros o
confluencia con la periferia.
Esta caracterización cuestiona la creciente expectativa actual en
un ascenso general de los países emergentes. Destaca que estas eco-
nomías compiten entre sí al interior de una arquitectura estable,
dónde el éxito de un concurrente conspira contra las posibilidades
de los rivales situados en la misma escala de desarrollo.
Las economías intermedias repiten la trayectoria de las semipe-
riferias precedentes, que ambicionaron subir al escalón del centro.
Pero la segmentación mundial siempre impidió un éxito colectivo.
Si la expansión actual de China se consolida, confirmará la excep-
cionalidad de ese salto. El arribo al status de país desarrollado no está
al alcance de otros brics, mints o eagles.
345
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Subpotencias dispersas
El protagonismo geopolítico regional de cada economía semiperi-
férica es determinante de su éxito o fracaso en ocupar los espacios
vacantes del orden global. Algunos países de ese segmento cuentan
con dimensiones continentales y Estados de gran porte, pero arras-
tran también trayectorias imperiales frustradas. Fueron potencias
que devinieron en semicolonias y volvieron a renacer con proyectos
de dominación zonal.
Actualmente, se desenvuelven en grandes territorios con impor-
tantes recursos demográficos o naturales y negocian directamente
con la Tríada. Su acción geopolítica incide directamente sobre su
ubicación final en el ranking semiperiférico. Especialmente Rusia,
India y Turquía comparten estas peculiaridades.
Muchos analistas estiman que estos países tienden a converger en
bloques comunes para disputar poder con las potencias centrales.
Pero los indicios efectivos de este empalme son escasos frente al tra-
to dispar que les dispensa el imperialismo. Estados Unidos hostiliza
a Rusia, está asociado con Turquía y se reacomoda con la India.
En lugar de conformar un bloque, cada subpotencia busca su pro-
pio nicho dentro del orden neoliberal. Aceptan el librecomercio, la
primacía de las empresas transnacionales y la continuidad de flujos
financieros transfronterizos. A diferencia de lo ocurrido durante los
años treinta y cuarenta, no apuestan a forjar redes proteccionistas
ni a construir coaliciones belicistas.
Todos trabajan dentro de los organismos internacionales para re-
forzar su influencia. Promueven reformas del sistema de votación
dentro del fmi y propugnan la constitución de fondos de reservas
globales para reemplazar paulatinamente al dólar. Como no les inte-
resa sustituir abruptamente a la divisa que nomina el grueso de sus
reservas, apuestan a una larga negociación.
En las Naciones Unidos, propician un reajuste del actual Conse-
jo de Seguridad, conformado por cinco miembros permanentes con
derecho a veto. Esa negociación es muy conflictiva porque el nuevo
asiento en discusión tiene muchos candidatos entre las viejas po-
tencias (Alemania, Japón) y las que ascienden (India, Brasil). China
y Rusia no están seguras de la conveniencia de este cambio.
Varias subpotencias han mostrado disposición para aportar tropas
a las misiones de la onu, convalidando la hipocresía del humanita-
rismo imperialista. Esta conducta no sólo ilustra la afinidad de las
clases dominantes de estos países con el statu quo global. También
346
v. contexto mundial
Rusia e India
La recuperación de Rusia es muy visible. La era Putin ha contra-
rrestado la desintegración social, el derrumbe económico y la pérdi-
da de posiciones internacionales que sucedieron a la implosión de la
Unión Soviética. Pero se suelen resaltar los contrastes entre ambos
períodos omitiendo las continuidades. El presidente ruso consolidó
las nuevas clases capitalistas que la vieja burocracia forjó saquean-
do los bienes del Estado. Ese descarado vaciamiento desembocó, du-
rante el período de Yeltsin, en la bancarrota del rublo (Kagarlistky,
2005).
Putin limitó esos excesos restaurando el orden que se requiere para
el funcionamiento del capitalismo. Reconstruyó el poder del Estado
mediante un régimen autoritario, asentado en la fatiga legada de la
caótica situación precedente. Introdujo reglas para la acumulación
y consolidó la concentración del negocio energético y financiero
en manos de un reducido de acaudalados. También afianzó cierto
control estatal sobre los rentistas para recomponer el consumo y la
inversión. Esta acción incluyó la detención de varios millonarios.
El nuevo poder político vertical se basa en el fraude y la persecu-
ción de opositores, pero logró varios triunfos electorales. Este cau-
dal de votos es utilizado para reforzar el sometimiento político de
una clase obrera huérfana de tradiciones y prácticas de autoorga-
nización.
El legado de varias décadas de totalitarismo burocrático continúa
obstruyendo la conformación de sindicatos y agrupaciones de iz-
347
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
348
v. contexto mundial
tro guerras con Pakistán, y las disputas fronterizas con China lue-
go del choque militar de 1962. La situación de Tíbet se mantiene en
suspenso.
Las clases dominantes gestionan un conglomerado de más de mil
millones de personas, en 28 Estados, 7 territorios, 18 idiomas oficia-
les, varias religiones y comunidades que cohabitan en una estructu-
ra de castas. Las estructuras estatales formalmente seculares están
corroídas por la multiplicidad de choques sectarios y por sangrien-
tas explosiones de nacionalismo. Este tembladeral queda habitual-
mente encubierto por el discurso celebratorio que presenta a la In-
dia como una democracia estable y multicultural (Anderson, 2012;
Chakraverty, 2007).
Pero el gran cambio geopolítico ha sido el giro pronorteamericano
de clases dirigentes que adoptaron el credo neoliberal. El desplome
de la Unión Soviética y la posterior complicidad del ejército pakista-
ní con los talibanes favorecieron esa confluencia con Estados Uni-
dos.
Las inversiones yanquis saltaron, en menos de veinte años, de us$
76 millones a us$ 4 mil millones. India ya formaba parte del selec-
to club atómico mundial, pero ahora cuenta con un aval del Pentá-
gono, anteriormente focalizado en su rival pakistaní (Varadarajan,
2008).
En la última década, la economía india registró elevadas tasas de
crecimiento y alumbró varias multinacionales de peso global. Tam-
bién logró cierta expansión en la informática, especialmente en
los servicios de software. Pero sus actividades de subcontratación se
mantienen muy distantes de los epicentros de la revolución digital.
Cualquier comparación de patentes o niveles de rendimiento con Es-
tados Unidos confirma esa brecha (Shie y Meer, 2010).
Al igual que China, el resurgimiento de India está acompañado de
un sentimiento de renacer milenario de civilizaciones, que ocupa-
ban lugares preponderantes hasta el siglo xviii. Pero el crecimiento
actual del país no es comparable al desarrollo de su vecino. La in-
dustria continúa operando en eslabones intermedios no integrados,
con alta dependencia de insumos externos y pagos de royalties. La
productividad es baja y la infraestructura es muy obsoleta.
Las diferencias con China son más categóricas en el plano social.
El país cuenta con el mayor número de multimillonarios recientes y
una numerosa clase media. Mantiene al 77% de la población en esta-
do de pobreza y el 40% de niños con insuficiencia de peso. La lucha
contra el hambre ha fracasado y 100 mil campesinos se suicidaron
349
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
Sudáfrica y Turquía
Sudáfrica es otro caso de gravitación geopolítica creciente, luego de
la heroica lucha popular que permitió sepultar el sistema político ra-
cista. Pero esa gesta —simbolizada en la figura de Mandela— dio lugar
a una transición pactada que consolidó la supremacía de las minorías
enriquecidas.
La cooptación de una elite negra al poder aportó a las clases dominan-
tes una nueva proyección regional que facilitó cierto crecimiento econó-
mico. La desaparición del aislado régimen del Apartheid permitió conso-
lidar un área de librecomercio y afianzar una economía industrializada
que absorbe el 70% de toda la electricidad del África Subsahariana.
Esta reubicación estratégica explica la incorporación de Sudáfrica al
núcleo de los brics. Rusia o India tienen un pbi cuatro veces superior y
la diferencia se extiende a 16 veces con China. En este terreno, el país es
incluso superado por Corea, Turquía o Indonesia. Su extensión geográ-
fica y población son inferiores a Argentina o Irán y tiene competidores
de peso como Nigeria dentro del continente. Pero sólo el régimen post
Apartheid ofrece las estructuras requeridas para un liderazgo regional.
Durante el siglo xx, las empresas sudafricanas combinaron la expan-
sión regional con el belicismo y el racismo. Los colonos blancos, conver-
tidos en clase dominante afrikaneer, se asociaron con las empresas mine-
ras para asumir ese rol de gendarme. Utilizaron intensamente el poder
militar gestado durante la sustitución de importaciones (Bond, 2007).
Con el fin de esa dominación, se extinguieron las ambiciones de
expansión externa, pero no la gravitación de la principal economía
de la región. La nueva elite negra promueve el capitalismo neolibe-
ral bajo el emblema de un “renacimiento africano”.
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nente para incluir a una potencia autónoma tan opresiva y poco se-
cular (Anderson, 2009).
La regresión de la periferia
La crisis global ha impactado en la periferia clásica. Afecta dura-
mente a las economías que exportan bienes básicos, adquieren pro-
ductos elaborados y sufren el saqueo de sus recursos naturales.
Estos países no cuentan con los amortiguadores que utilizan las
economías intermedias para atemperar un contexto internacional
desfavorable. Quedaron muy golpeados por las condiciones políti-
cas adversas que impuso el neoliberalismo al eliminar los contra-
pesos que limitaban la polarización mundial. El desmoronamiento
del bloque socialista y la pérdida de conquistas obreras en el Primer
Mundo facilitaron la ampliación de esa brecha.
La periferia está conformada por las economías que sufren un
empobrecimiento mayúsculo. En los polos extremos del ingreso,
persisten diferencias abismales. El pbi per cápita de Congo (us$ 231)
o Burundi (us$ 271) se ubica a años luz de su equivalente en Mónaco
(us$ 114.232) o Estados Unidos (us$ 48.112). Estas fracturas se am-
pliaron significativamente durante las últimas décadas, puesto que
la brecha que separa el ingreso per cápita de las regiones más ricas y
más pobres aumentó, entre 1973 y 1998, de 13,1 a 19,1. Existen nume-
rosos cálculos de esta expansión geométrica de la fractura de ingre-
sos que separa a los primeros y últimos 40 países del ranking global
(Economía Mundial, 2013).
La acumulación del capital a escala global siempre se desenvolvió
en una división internacional del trabajo que genera transferencias
de recursos de la periferia hacia el centro. En la etapa neoliberal,
esta dinámica polarizadora se mantuvo modificando las localiza-
ciones de este proceso. El despegue de ciertas zonas se consumó en
desmedro de otras, a través de intercambios desiguales y procesos de
recreación del subdesarrollo (Wallerstein, 1986).
Esta polarización se verifica en forma dramática en el agravamien-
to del hambre. Esta tragedia social se acentuó desde 2003 por el ciclo
ascendente que registran los precios de los alimentos. Hasta 2008,
esa carestía se concentraba en los cereales y ciertas oleaginosas,
pero en la actualidad abarca a todos los productos. En diciembre de
2010, el índice de precios de la fao superó su máximo histórico.
Las expectativas en un descenso de esas cotizaciones por la des-
aceleración económica global no se han verificado. La cifra total de
353
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354
v. contexto mundial
¿Despunta África?
África Subsahariana ha sido el mayor escenario de tragedias socia-
les. Allí se localizaron los terribles dramas de refugiados, migracio-
nes masivas y masacres étnicas.
El desangre generado por las guerras locales se cobró tres millo-
nes de muertos. En los años ochenta y noventa, la región sufrió un
declive de la esperanza de vida (58 años en 1950 a 51 años en 2000).
Este cuadro dantesco fue consecuencia de incontables disputas por
la apropiación de los recursos naturales.
Las batallas entre caciques para controlar los recursos exportables
provocaron el colapso total de varias sociedades (Ruanda, Somalia,
Liberia, Sierra Leona). Otras se desangraron por el coltán (Republica
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19. Controversias sobre la etapa
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Polarización social
La enorme expansión de las brechas sociales retrata la ofensiva del
capital. Con sus denuncias de enriquecimiento del 1% de los acauda-
lados, el movimiento de ocupantes de Wall Street puso de relieve esta
fractura. Un documentado libro reciente confirma la magnitud de
esta polarización. Ese trabajo aporta detalladas estimaciones del au-
mento de la desigualdad social en 30 países y establece comparaciones
históricas de esta brecha (Piketty, 2013; 2014a).
El texto destaca que el 1% de la minoría más enriquecida de la pobla-
ción (equivalente a la crema de la clase capitalista) es poseedora del
25% del patrimonio total en Europa y del 35% en Estados Unidos, se-
gún estimaciones del año 2010. El 9% siguiente (que corresponde a los
sectores privilegiados, gerenciales o directivos) detenta el 35% de ese
acervo en ambas zonas. Un 10% de habitantes maneja, por lo tanto, el
60% y 70% del patrimonio en las dos principales regiones económicas
del planeta. En el otro polo de la sociedad, el 50% más pobre sólo tiene
el 5% de ese total y el 40% restante conforma un sector intermedio que
controla el 35% (Europa) y el 25% (Estados Unidos) de esa suma.
El estudio también señala que este enriquecimiento se amplió dos o
tres veces más que el pbi durante los últimos veinte o treinta años, a
un ritmo desconocido desde 1910. Por esta razón, algunos “super billo-
narios”, como la heredera de la empresa francesa L’Oreal, incrementa-
ron su fortuna de us$ 2 mil a us$ 25 mil millones entre 1990 y 2010. Lo
mismo ocurrió con Bill Gates.
Estas cifras confirman otras evaluaciones que circularon en los últi-
mos años para ilustrar esta explosión de desigualdades. Por ejemplo,
una minúscula elite de billonarios detenta el 46% de los activos mun-
diales y un puñado de 200 mil “ultra ricos” aumentó el año pasado
su patrimonio en un monto equivalente al pbi de la India (Kliksberg,
2014).
Estos datos demuelen todas las justificaciones neoliberales de la bre-
cha social como “un precio a pagar por el progreso” o como un “mal
transitorio hasta que finalice el derrame”. También refutan la fanta-
362
v. contexto mundial
Mundialización productiva
La desigualdad se expande junto al salto registrado en la internacio-
nalización de la economía. Esta mundialización se ha convertido en
un nuevo eje articulador del capitalismo. En la esfera productiva, los
protagonistas de este cambio han sido las empresas transnacionales,
aquellas que ampliaron la diversificación internacional de los proce-
sos de fabricación.
Estas firmas aumentaron la elaboración de mercancías “hechas en
el mundo” mediante “cadenas globales de valor”. Desenvuelven su
producción en función de las ventajas que ofrece cada localidad en
materia de salarios, subsidios o disponibilidad de recursos. De esta
forma, un “Ipod” se fabrica actualmente con microcircuitos japone-
363
neoliberalismo, neodesarrollismo, socialismo
1
La primera visión puede encontrarse en Alex Tabarrok; la segunda, en Robert J. Gordon
(La Nación, 2014b). Nuestra revisión de ese debate en Katz (1996).
364
v. contexto mundial
Mundialización comercial-financiera
La fuerte expansión que han registrado los convenios de librecomer-
cio se amolda al avance de la mundialización productiva. Las compa-
ñías necesitan aranceles bajos y libertad de movimientos entre países
para concretar sus transacciones intrafirma.
La gravitación actual de esas empresas es enorme. Sólo 737 firmas
transnacionales controlan el 80% del valor accionario de las mayores
compañías del mundo y una crema de 147 maneja el 40% de esos títu-
los (Basterra, 2013).
Como el comercio mundial no se interrumpió en el reciente sexe-
nio de crisis, estas tendencias han persistido. La caída registrada en el
volumen de transacciones durante 2009 se recompuso, sin afectar el
eslabonamiento forjado por las empresas globalizadas.
La mundialización comercial continúa extendiéndose con los nue-
vos megatratados que Estados Unidos negocia con la Unión Europea
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El primer enfoque puede revisarse en Panitch y Gindin (2005); el segundo, en Brenner
(1998).
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Pero suelen olvidar que los controles ya existen y que son periódica-
mente socavados por las rivalidades que oponen a los propios bancos.
En su idealización de las regulaciones, desconocen que esas normas
están destinadas a proteger los negocios de las clases dominantes.
La heterodoxia convencional denuncia acertadamente el descaro de
Wall Street, la estafa de los ahorristas y el chantaje de las calificado-
ras. Pero omite que la especulación es una actividad constitutiva y no
opcional del capitalismo.
Los keynesianos que buscan raíces más estructurales de la crisis ac-
tual remarcan el deterioro del poder de compra que introdujo el neo-
liberalismo (Aglietta y Berrebi, 2007; Bhaduri, Cesaratto y Palma,
2012). Pero no tienen en cuenta que el capitalismo actual funciona in-
centivando el consumo y fragilizando los ingresos, mediante la com-
petencia laboral y la degradación del trabajo. El propio sistema propi-
cia metas contradictorias de ampliación de las ventas y reducción de
los costos salariales.
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tado del impacto que genera la tasa de inversión sobre un nivel restau-
rado del beneficio.
La tercera caracterización marxista resalta la existencia de capitales
sobreacumulados en la esfera financiera. Remarca las tensiones que
generan esos fondos a través de mecanismos de titularización, deri-
vados y apalancamientos. La internacionalización de las finanzas, la
desregulación bancaria y la gestión bursátil de las grandes firmas agi-
gantan esos desequilibrios (Chesnais, 2008).
Pero es importante vincular estas transformaciones a sus determi-
nantes productivos para evitar lecturas simplistas. Ciertamente, el
neoliberalismo abrió las compuertas para un festival de especulación,
pero las mutaciones que introdujo con la multiplicación de títulos y la
gestión del riesgo han sido funcionales a la mundialización producti-
va y comercial.
Las tres visiones marxistas ilustran cómo el neoliberalismo erosionó
los diques que morigeraban los desequilibrios del capitalismo. Por esta
razón, el sistema opera con un grado de inestabilidad muy superior al
pasado.
Las coincidencias entre esos enfoques son mucho mayores que sus dife-
rencias. Divergen en la identificación de los mecanismos últimos de una
crisis que todos atribuyen al funcionamiento intrínseco del capitalismo.
El debate concierne a explicaciones teóricas y no entraña divergencias
políticas significativas. La vieja identificación del subconsumismo con
el reformismo socialdemócrata y de la tendencia decreciente de la tasa de
ganancia con la revolución social ha perdido relevancia. En ningún lugar
existen alineamientos orientados por esos parámetros.
Esas compatibilidades pueden desarrollarse profundizando un aborda-
je metodológico multicausal de la crisis, que indague cómo el capitalis-
mo se reproduce potenciando una amplia gama de contradicciones.
La heterogeneidad de la mundialización neoliberal es una mani-
festación de esta combinación de desequilibrios. El modelo incenti-
vó en las economías centrales problemas de demanda al contraer los
ingresos populares y aumentar la desigualdad. En las economías de
alto crecimiento, introdujo, en cambio, desajustes de sobreinversión
y potencial caída de la tasa de ganancia.
Por estas razones, las crisis de realización que prevalecen en el pri-
mer bloque coexisten con los desequilibrios de valorización que des-
puntan en el segundo. Los temblores financieros que sacuden a todo el
sistema expresan esta variedad de contradicciones estructurales.
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No cabe duda que la geografía industrial del mundo se aleja del viejo
fordismo. Pero esta transformación se consuma con el activo protago-
nismo de empresas transnacionales que rivalizan entre sí explotan-
do a los trabajadores. Este modelo de concurrencia por la extracción
de plusvalía impide el surgimiento de una globalización cooperativa.
Imaginar la forma que eventualmente asumiría un esquema sustitu-
tivo antiliberal no aporta a clarifica el contexto actual.
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EPÍLOGO
Causas y resultados
El ciclo progresista surgió de rebeliones populares que tumbaron
gobiernos neoliberales (Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina) o
erosionaron su continuidad (Brasil, Uruguay). Esas sublevaciones
modificaron las relaciones de fuerza, pero no alteraron la inserción
económica de Sudamérica en la división internacional del trabajo.
Al contrario, en un decenio de valorización de las materias primas,
todos los países reforzaron su perfil de exportadores básicos.
Los gobiernos derechistas —Piñera en Chile; Uribe y Santos Colom-
bia; Fox y Peña Nieto en México— utilizaron la bonanza de divisas
para consolidar el modelo de apertura comercial y privatizaciones.
Las administraciones de centroizquierda — Kirchner y Cristina Fer-
nández en Argentina; Lula da Silva y Dilma Rousseff en Brasil; Taba-
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Fallidos neodesarrollistas
Los límites del progresismo han sido más visibles en los intentos
nacionales de implementar políticas neodesarrollistas. Estos en-
sayos pretendieron retomar la industrialización con estrategias de
mayor intervención estatal, buscando imitar el desenvolvimiento
del Sudeste Asiático. A diferencia del desarrollismo clásico, promo-
vieron alianzas con el agronegocio y apostaron a un largo período de
reversión del deterioro de los términos de intercambio.
Al cabo de una década, no lograron avanzar en ninguna meta in-
dustrializadora. La expectativa de igualar el avance asiático se diluyó
ante la mayor rentabilidad que genera la explotación de los trabaja-
dores en el Extremo Oriente. La esperanza de conductas emprende-
doras de los empresarios locales se desvaneció frente a la continuada
exigencia de auxilios estatales. La promoción de un funcionariado
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La centralidad de Venezuela
El desenlace del ciclo progresista se juega en Venezuela. Lo que
sucede allí no es equivalente a lo acontecido en otros países. Estas
diferencias son desconocidas por quienes equiparan los recientes
triunfos de la derecha venezolana y argentina. Ambas situaciones
son incomparables.
En el primero caso, los comicios se desarrollaron en medio de una
guerra económica, con desabastecimiento, hiperinflación y contra-
bando de las mercancías subsidiadas. Fue una campaña llena de pól-
vora, paramilitares, ongs conspirativas y provocaciones criminales.
La derecha preparaba sus típicas denuncias de fraude para desca-
lificar un resultado adverso en los comicios. Pero ganó y no logra ex-
plicar cómo pudo registrarse esa victoria bajo una “dictadura”. Por
primera vez en dieciséis años, obtuvieron mayoría en el Parlamento
e intentarán convocar a un revocatorio para deponer a Maduro.
Como no están dispuestos a esperar hasta 2018, se avecina un gran
conflicto con el Ejecutivo. Promoverán en el Congreso exigencias in-
aceptables con el explícito propósito de acosar al Presidente (liberar
golpistas, transparentar la especulación, anular conquistas socia-
les).
Ningún rasgo de ese escenario se observa en Argentina. No sólo
Capriles tiene prioridades muy distintas a Macri, sino que el chavis-
mo difiere significativamente del kirchnerismo. El primero surgió
de una rebelión popular y declaró su intención de alcanzar objetivos
socialistas. El segundo se limitó a capturar los efectos de una suble-
vación y siempre enalteció al capitalismo.
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Definiciones impostergables
El chavismo ha debido confrontar con fuertes agresiones por la ra-
dicalidad de su proceso, la furia de la burguesía y la decisión imperial
de manejar el petróleo. El contraste con Bolivia es llamativo. Tam-
bién allí ha primado un gobierno radical-antiimperialista. Pero el
Altiplano no tiene la relevancia estratégica de Venezuela y arrastra
un nivel muy superior de subdesarrollo.
Evo mantuvo la hegemonía política y logró un crecimiento econó-
mico significativo. Forjó un Estado plurinacional desplazando a las
viejas elites racistas e impuso por primera vez la autoridad real de ese
organismo en todo el territorio.
Hasta ahora la derecha no pudo disputarle el gobierno, pero hay
una batalla abierta en torno a la reelección de Morales. En cualquier
caso, Bolivia no afronta aún las impostergables definiciones que
debe asumir el chavismo.
Desde la caída del precio del petróleo, Venezuela sufre un drástico
recorte de los ingresos. Están amenazadas las importaciones reque-
ridas para el funcionamiento corriente de la economía. También se
verifica un gran desborde del déficit fiscal, la brecha cambiaria, la
inflación y la emisión monetaria.
Ya no alcanza con la simple constatación de la guerra económica.
También hay que registrar la incapacidad del gobierno para enfren-
tar ese atropello. A Maduro le ha faltado la firmeza que tuvo Fidel du-
rante el “Período Especial”. El sabotaje económico es efectivo porque
la burocracia estatal continúa sosteniendo con los dólares de pdvsa
un sistema cambiario que facilita el desfalco organizado de los re-
cursos públicos (Gómez Freire, 2015; Aharonian, 2016; Colussi, 2015).
Este desmanejo acentúa el estancamiento del modelo distribucio-
nista, que canalizó inicialmente la renta hacia programas asisten-
ciales y no logró, posteriormente, gestar una economía productiva.
El escenario actual ofrece una nueva (y quizás última) oportunidad
para reordenar la economía. Resulta imprescindible cortar el uso de
las divisas para el contrabando de mercancías y el ingreso de impor-
taciones encarecidas. Ese fraude enriquece al funcionariado abur-
guesado y subleva a la población. No basta con reorganizar pdvsa,
controlar las fronteras o encarcelar a ciertos delincuentes. Sin remo-
ver a los corruptos, el proceso bolivariano se autocondena al declive.
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Distinciones perdurables
Las tesis “posliberales” son objetadas por otros autores que re-
marcan el agotamiento del ciclo progresista como consecuencia del
extractivismo. Estiman que los emprendimientos megamineros
(TIPNIS, Famatina, Yasuní, Aratirí) y la primacía de la soja o los hi-
drocarburos han impedido reducir la desigualdad social. Conside-
ran, además, que todos los gobiernos de América Latina convergen
en un “consenso de commodities” que acentúa la primarización (Svam-
pa, 2014; Zibechi, 2015a; 2016).
Esta visión describe correctamente las consecuencias de un modelo
que privilegia las exportaciones básicas. Pero postula erróneamente
la preeminencia de una fisonomía uniforme en la región. No regis-
tra las significativas divergencias que separan a los gobiernos dere-
chistas, centroizquierdistas y radicales en todos los terrenos ajenos
al extractivismo.
Venezuela no erradicó la gravitación del petróleo, Bolivia no se li-
beró de la centralidad del gas y Cuba mantiene su atadura al níquel
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Controversias concretas
Todos los debates en curso asumen actualmente en Venezuela un
contenido urgente. Allí no se discuten diagnósticos genéricos de
continuidad o agotamiento de la etapa, sino propuestas específicas
de radicalización o involución del proceso bolivariano.
El primer planteo es alentado por los revolucionarios. Rechazan los
pactos con la burguesía, promueven acciones efectivas contra los es-
peculadores y auspician la consolidación del poder comunal. Estas
iniciativas retoman la audacia que caracterizó a las revoluciones exi-
tosas del siglo xx. Propician tomar la iniciativa antes que la derecha
gane la partida (Conde, 2015; Valderrama y Aponte, 2015; Aznárez,
2015; Carcione, 2015).
El segundo enfoque es alentado por los socialdemócratas y los fun-
cionarios que lucran con el statu quo. Sus teóricos no explicitan cla-
ramente un programa. Ni siquiera objetan abiertamente las tesis
radicales. Simplemente soslayan las definiciones, sugiriendo que el
gobierno sabrá encontrar el camino correcto.
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epílogo
Identidad socialista
La persistencia, renovación o extinción del ciclo progresista en la
región depende de la resistencia popular. No se puede indagar la con-
tinuidad o cancelación de ese período omitiendo esta dimensión. Es
un gran error evaluar cambios de gobiernos ignorando los niveles de
lucha, organización o conciencia de los oprimidos.
Por el momento, la derecha tiene la iniciativa, pero el signo del
período se definirá en las batallas sociales que seguramente preci-
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do, son más accesibles a las clases populares y están menos identifi-
cadas con los intereses de las elites dominantes.
La campaña del Vaticano cuenta con el beneplácito de los medios
de comunicación que enaltecen la figura de Francisco, ocultando su
cuestionado pasado bajo la dictadura argentina. Bergoglio mantiene
su vieja hostilidad a la Teología de la Liberación, rechaza la diversi-
dad sexual, niega los derechos de las mujeres y evita la penalización
de los pedófilos. Encubre, además, obispos impugnados por las co-
munidades (Chile), canoniza misioneros que esclavizaron indígenas
(California) y facilita las agresiones contra el laicismo.
Es un error suponer que la izquierda latinoamericana se construye
en un ámbito compartido con Francisco. No sólo persiste una gran
contraposición de ideas y objetivos. Mientras que el Vaticano conti-
núa reclutando fieles para disuadir la lucha, la izquierda organiza
protagonistas de la resistencia.
Es tan importante reforzar esta actitud combativa como afianzar la
identidad política de los socialistas. La izquierda del siglo xxi se de-
fine por su perfil anticapitalista. Batallar por los ideales comunistas
de igualdad, democracia y justicia es la mejor forma de contribuir a
un desemboque positivo del ciclo progresista.
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