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Interioridad Resumen

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Recuperar el corazón.

La interioridad como cuestión hoy (María José Mariño CM)

El texto comienza haciendo referencia a la interioridad y la necesidad por redescubrirla,


ya que como dimensión humana (y no tanto como término) siempre ha estado presente.
Seguidamente se plantea un cuestionamiento que, según el autor, genera visiones
«aparentemente» contradictorias: ¿son la interioridad y la dimensión espiritual lo mismo?
¿Sinónimos? ¿Cuestiones separadas y aisladas? y la respuesta según uno de los autores citados
(Garrido 2001) es que «no hay fe sin interioridad, pero puede haber interioridad sin fe», en otras
palabras, para cultivar nuestra experiencia de fe y relación con Dios, desde el cristianismo, una
herramienta fundamental sería la interioridad, no obstante, se puede cultivar la interioridad sin
la necesidad de expresión de algún credo específico, incluso sin la necesidad de búsqueda de lo
trascendente, ya que la interioridad propone también un encuentro con uno mismo y, como se
menciona anteriormente, es una dimensión inherente a la persona.

Posteriormente el autor avanza asegurando que la interioridad se hace necesaria en


aspectos en los que se busca el desarrollo de la persona en distintos aspectos, en este sentido,
y desde nuestra realidad cristiana, alude a que en lo pastoral, educativo o en el crecimiento
personal, en algún momento se recurre a la interioridad. Y es que la interioridad, asegura
Mariño, se convierte en un refugio en medio del ruido del mundo, y nos remite además al deseo
de trascendencia, invitándonos o hablándonos de una «nostalgia de Dios» que nos invita a
encontrarlo a él, desde nuestro encuentro con nosotros mismos.

La interioridad no es, por otro lado, una búsqueda desesperada del yo, disfrazado desde
lo espiritual, sino más bien un encuentro con uno mismo y con nuestra realidad. No es un intento
de aislamiento al mundo, más bien es un encuentro con el mundo y la realidad que nos rodea,
desde un encuentro con nuestra persona. En este sentido, permanente se nos recuerda que
somos un TODO, varias dimensiones que, desde la interioridad, pueden ser cultivadas.

El texto en su desarrollo, comienza a resaltar a la interioridad en la historia de la


espiritualidad cristiana, ya que desde la antigüedad, la tradición cristiana ha mostrado interés
por cultivar el mundo interior. En este ámbito, se refiere a uno de los doctores de la iglesia y
maestros de la interioridad y búsqueda de sí mismo: San Agustín de Hipona. Según el autor, para
Agustín, entrar en el interior es despejar el camino para que, descubriéndose y encontrándose
consigo mismo, podamos encontrarnos con Dios EN nuestra historia y DESDE nuestra historia.
En este sentido Agustín propone una clave: «emprender una búsqueda dentro, estableciendo
una separación de lo externo para regresar hacia el propio corazón», sin embargo, Mariño señala
que con este volver dentro no puede terminar la interioridad, más bien, debemos ocuparnos
(luego de regresar a nosotros mismos como dice Agustín) de volver al exterior, salir también la
huella de mi entorno y de los demás en mi persona, trascenderse a sí mismo.

En otro orden de ideas, el autor hace alusión a la dificultad que supone entrar en uno
mismo. No se logra de la noche a la mañana. Nos asegura que para lograr la interioridad, será
necesario hacer una ruptura, que comienza con hacer una opción: decidir entrar en uno mismo.
Una de las claves para realizar esta ruptura, sería según el texto, comenzar por cuestionarnos e
interrogarnos en «el mundo de lo obvio y las realidades planas», donde según el entorno todo
está dicho y sabido, es necesario recuperar esa mayéutica (iluminación, búsqueda de la luz, de
respuestas).

Asimismo, la interioridad no es un evento aislado que nos cambia en el primer intento.


A lo largo del texto se nos define a la interioridad como camino, necesario de cultivarse y
trabajarse para poder llegar a vivir esta dimensión del ser.
Hacia el final del texto, el autor nos hace referencia a una interioridad iluminada por la
comunión con Dios. Refiere que en la encarnación de Dios, que es Jesús, se nos muestra como
esa interioridad que es compartida por Dios y que, en Jesús, se hace exterior llevándola a la vida.
Una interioridad que, además, Dios mismo ha creado en nuestro interiorir. Y nos da pistas de lo
que debe fundar la interioridad cristiana: una interioridad cristiana que Dios mismo va creando
en nuestro interior, una interioridad que viene a ser presencia personal de Dios en los creyentes,
una interioridad que nos invita a ir hacia la misión motivada por la llamada de Jesús al corazón,
una interioridad cuyo secreto está en la relación con Jesucristo y no al revés, y al fin, una
interioridad que nos debe invitar a amar.

Opinión:

En términos generales, desde el texto, la interioridad debe ser esa capacidad de hacer
una ruptura con el exterior (buscar el silencio y entrar en la persona), para entrar en el interior
y encontrarnos a uno mismo, con el llamado a que después debemos salir al exterior,
encontrarnos con la realidad.

Somos un todo y, en este sentido, la interioridad va a ser una dimensión capaz de acoger
todo nuestro ser y cultivar otros aspectos. Dentro de ese encuentro con nosotros mismos, el
silencio exterior e interior nos ayuda a encontrarnos con nosotros mismos, con los demás, con
Dios y con el entorno.

¿Cómo podría yo llegar a esa interioridad? Francamente reconozco que se me hace


difícil, sin embargo, es un camino que hay que cultivar, como se nos dice en el texto. En este
sentido, los primeros pasos que debería dar es no tenerle miedo o sentir incomodidad ante el
silencio, interior, exterior, del mundo y de mí mismo, ese es el primer paso.

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