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Gutierres Vargas

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In absentia o in effigie: en ausencia o en imagen

Introducción

Hoy en día gran parte de nuestra vida y nuestra rutina está atravesada (y
comandada) por el uso de formas de comunicación desarrolladas en los últimos
años. La gran mayoría de las personas tienen un teléfono móvil con acceso a
internet, el cual se utiliza para estar en contacto con otros no presentes
físicamente, compartiendo distintos contenidos. Es también una realidad que cada
vez niños más pequeños acceden a estas nuevas formas de interactuar, las
nuevas generaciones nacen rodeadas de estos artefactos y sus usos.

Hace algunos meses se me presentó la siguiente situación: Luli, de once


años, está con una amiga jugando en su casa, en cierto momento se encierran en
su habitación y yo desde otra escucho que están haciendo una videollamada con
un compañero del colegio, con el cual Luli me había contado que “había onda”.
Charlan, se ríen, se cuentan cosas… Unos minutos después, la amiga de Luli sale
de la habitación mientras les dice: “Bueno chicos los dejo solos”.

Podría pensarse cómo se hubiera dado una situación similar algunos años
atrás; probablemente el niño tendría que haber llamado a la casa de la niña, hablar
primero con el padre o la madre de ésta; quizás se hubiera dado el encuentro en
un una plaza… La cuestión es que lo más probable es que el momento del
encuentro hubiera sido diferente.

Esta breve comparación puede incitar a suponer que los avances


tecnológicos han repercutido en las formas de hacer lazo con los otros, tal vez
facilitándolos, tal vez obstaculizándolos. Surge la inquietud de cómo pensar al
psicoanálisis envuelto en esta actual red de comunicaciones e intercambios,
¿cómo podría verse implicada la relación con el analista y el momento del análisis
mismo por estas novedosas formas de estar con otros? ¿Hasta qué punto se
debería incluir en la práctica psicoanalítica el uso de estas nuevas formas de
comunicación? ¿Cómo estas maneras de relacionarse podrían repercutir en el
modo en que el síntoma se presenta? ¿Cómo estas novedosas formas de hacer
lazo influyen a la transferencia con el analista? El presente trabajo intenta dar
respuesta a estos cuestionamientos.

La construcción de subjetividad y los lazos

El término vínculo o lazo puede abordarse desde diversos autores y marcos


teóricos. Corominas (1973) ubica que la palabra vínculo proviene del latín:
"vinculum" de "vincire" que significa atar, atadura de una persona o cosa con otra.

La explicación de la forma de enlazarse con otros desde el psicoanálisis


puede ubicarse en Introducción del narcisismo (1914 p.73), donde Freud introduce
la idea de que el narcisismo es un estado intermedio entre el autoerotismo y el amor
de objeto; explica al narcisismo como un estado de la libido en el desarrollo del yo,
necesario para la posterior relación de objeto. En Sobre la dinámica de la
transferencia (1912) el autor expresa que, debido a ciertas disposiciones innatas e
influencias recibidas en la infancia, los seres humanos adoptan ciertas maneras de
ejercer su vida amorosa, dándose por resultado un clisé, el cual se repite a lo largo
de la vida; señala que “Si la necesidad de amor de alguien no está satisfecha de
manera exhaustiva por la realidad, él se verá precisado a volcarse con unas
representaciones-expectativa libidinosas hacia cada nueva persona que aparezca”
y que esas investiduras se anudarán a los clisés preexistentes. (p. 97-98)

Así podemos entender desde Freud a la relación con otros como una
distribución de libido hacia éstos, la cual se desarrolla pasando por un estado
intermedio (narcisismo). Agrega que la forma en que se da la relación, el lazo con
el otro, está determinada en gran parte por las vivencias más tempranas, dándose
por resultado un clisé que tiende a repetirse a lo largo de la vida. Es a lo largo de
ése recorrido dónde se iría produciendo la construcción de subjetividad.

Teniendo en cuenta que actualmente, gracias a los avances tecnológicos,


está presente la posibilidad de estar, compartir, interactuar y relacionarse con otros
sin estar físicamente presentes, cabe cuestionar ¿cómo las formas de hacer lazo
podrían haber cambiado en la actualidad, produciendo novedosas construcciones
de subjetividad?
Raquel Soifer, en un trabajo de hace poco más de treinta años, desarrolla
que los avances tecnológicos de esos años (principalmente los medios masivos de
comunicación como la televisión y la radiofonía vía satélite) penetran en la vida
cotidiana e inciden por medio de distintos factores (la sensación de comodidad, el
aumento de los conocimientos científicos, la perfección y la velocidad) sobre áreas
del psiquismo y por ende sobre la personalidad. La autora teoriza y explica un nuevo
tipo de personalidad que responde a características de un creciente narcisismo;
personalidad que, según lo que desarrolla, se presenta de forma frecuente en el
análisis, presentándose también diferentes tipos de sintomatologías y formas de
padecer. (1983 p. 844)

Resulta curioso que una temática que pareciera presentarse cómo actual
haya sido desarrollada ya en 1983. El trabajo de Soifer permite poner en perspectiva
que el hecho de atravesar por una sociedad y una cultura dónde priman las
pantallas, la inmediatez y la rápida difusión de contenidos no puede ser menor para
el psiquismo y la construcción de subjetividad. ¿Cómo podría pensarse a una
subjetividad actual? ¿Cómo es hoy en día el contenido de lo que se comparte y la
forma de hacerlo?

Puede pensarse que el verse rodeado por un contexto que permite ubicar
características de lo fugaz e inmediato configura el contenido compartido;
deviniendo éste corto de extensión, de poca profundidad y de rápida
comunicabilidad. Un ejemplo de este tipo de comunicaciones es Twitter, una red
que permite enviar mensajes con un máximo de 140 caracteres, que se muestran
en la página principal del usuario. Esta red es una de las más utilizadas hoy en día
por personas de diversas edades y de diferentes partes del mundo, permitiendo el
intercambio entre éstas.

Pueden ubicarse formas novedosas de comunicación y de estar con otros,


que cuadran con los intereses actuales de búsqueda de inmediatez de los sujetos;
permiten por un lado estar en contacto (aunque relegando ciertos aspectos de un
encuentro cara a cara), pero por otro pueden devenir como limitantes de encuentros
físicos; nuevas formas de comunicación que acompañan la construcción de
subjetividad y el desarrollo yoico de las generaciones más recientes; ¿nuevas
formas de estar en común que afectan la forma de investir objetos, la forma de
enlazarse con los otros?

Si tomamos como válida la suposición de que las formas en que se da un


encuentro con otro se han modificado por el avance tecnológico y el surgimiento de
redes sociales, podría decirse que actualmente estamos en presencia de formas de
hacer lazo impensadas años atrás. Formas de hacer lazo donde lo físico pasa a un
segundo plano, y muchas veces la voz también queda relegada.

La posición del analista

En La Subversión freudiana, Delgado señala “A pesar de que la producción


de la doctrina psicoanalítica no depende de la situación histórica ni de sus
contingencias, éstas inciden y pueden operar sobre el quehacer del analista”.
(2005). Cabe cuestionar, ¿cómo inciden en el quehacer del analista (y en el análisis
mismo) estas posibles nuevas formas de hacer lazo con otros?

El momento del análisis requiere por un lado la presencia del paciente, que,
como dice Freud (1912), trae consigo mociones inconscientes que aspiran a
reproducirse en consonancia con la atemporalidad y la capacidad de alucinación de
lo inconsciente. Y por otro lado, expresa Freud, es necesaria la presencia del
analista quien “quiere constreñirlo a insertar esas mociones de sentimiento en la
trama del tratamiento y en la de su biografía, subordinarlas al abordaje cognitivo y
discernirlas por su valor psíquico” (p. 105). El autor remarca la importancia de dicha
reproducción, diciendo que “nadie puede ser ajusticiado in absentia o in effigie”. En
ese pasaje Freud nos permite también poner de manifiesto la importancia del lugar
que debe ocupar el analista, el analista como presencia y como cuerpo sobre el cual
pueden repetirse las mociones pulsionales infantiles. Freud (1917) señala, al
introducir el concepto de neurosis artificial o neurosis de transferencia, la relevancia
del encuentro de las dos partes que hacen al análisis, la importancia del analista y
de su posición al prestarse en calidad de objeto para que se establezca dicha
neurosis; dice el autor en la que en el momento en que el paciente comienza a
reproducir sus mociones infantiles inconcientes con la persona del analista, más
que trabajar con los recuerdos “ya no se está tratando con la enfermedad anterior
del paciente, sino con una neurosis recién creada y recreada, que sustituye a la
primera” (1917 p. 404), y esto gracias a la presencia del analista/objeto sobre el que
recaen los clisés, las formas de investir objetos, infantiles, repetidos a lo largo de la
vida.

¿Puede la presencia del analista corresponderse con las actuales formas de


estar sin estar físicamente? ¿Tendría en esos casos el análisis los mismos efectos?

No es novedad que actualmente en la práctica psicoanalítica se implementa


en algunos casos las sesiones por Skype; los motivos suelen ser porque el paciente
cambió esporádicamente de ciudad, está de viaje y no quiere interrumpir las
sesiones, entre otros. El hecho es que sucede en casos puntuales, suponiéndose
que se evaluó previamente el caso por caso, ya que la implementación de ese tipo
de sesiones no tendría los mismos efectos en distintos pacientes.

Teniendo en cuenta que sobre el analista se repite la forma de relacionarse


con objetos, y que dicha forma de relacionarse presentaría hoy en día ciertas
modificaciones, es pertinente cuestionar también si no se presentan actualmente,
en el dispositivo analítico, novedosas formas de investir al objeto/analista en
transferencia, que estarían facilitadas por la implementación de tecnologías
actuales. Considero que es una cuestión a la cual no puedo dar una respuesta final,
pero que debe tenerse en cuenta desde nuestra posición de futuros psicoanalistas
(y analistas). Tal vez en un futuro no muy lejano sean más comunes las sesiones a
través de pantallas, teniendo en cuenta que ese modo de interactuar está en
creciente desenvolvimiento; pero hay que recordar también que, como dice Miller
“Una sesión de análisis es como un paréntesis. Nada más y nada menos. Un
paréntesis en la existencia cronometrada del sujeto contemporáneo, este sujeto
condenado a la utilidad directa” (2005)

Bibliografía
 COROMINAS, J (1973). Breve diccionario etimológico de la lengua
castellana. Madrid, Editorial Gredos, 2008.
 DELGADO, O. (2005) La subversión freudiana y sus consecuencias, Buenos
Aires, JVE Ediciones, 2005.
 FREUD, S. (1914). “Introducción del narcisismo”. En Obras Completas,
Buenos Aires, Amorrortu editores, 1992, XIV, 65-98.
 FREUD, S. (1912). “Sobre la dinámica de la transferencia”. En: Obras
Completas, Buenos Aires, Amorrortu editores, 1991, XII, 93-105.
 FREUD, S. (1917 [1916-17]). Conferencias de introducción al psicoanálisis,
Parte III. Doctrina general de las neurosis, “27ª conferencia. La
transferencia". En: Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu editores,
1975, XVI, 392-407.
 MILLER, J. (2005) “La utilidad directa”. En Fuente Freudiana, 2005, n°43/44,
7-30.
 SOIFER, R. (1983) “Impacto de la tecnología sobre el psiquismo.
Exacerbación cultural de los estados narcisistas”. En Revista de
Psicoanálisis (APA), 1983, tomo XL, n° 4, 843-852.

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