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Santa Clara, Mujer de Contemplación
Santa Clara, Mujer de Contemplación
Santa Clara, Mujer de Contemplación
30. Le es familiar el llanto sobre la pasión del Señor; y unas veces apura, de las sagradas heridas,
la amargura de la mirra; otras veces sorbe los más dulces gozos. Le embriagan vehementemente
las lágrimas de Cristo paciente, y la memoria le reproduce continuamente a aquel a quien el amor
había grabado profundamente en su corazón. Enseña a las novicias a llorar a Cristo crucificado;
y, a un tiempo, lo que enseña de palabra lo ejemplifica con hechos. En efecto, cuando en privado
las exhortaba a tales afectos, antes que la abundancia de las palabras fluía el riego de sus
lágrimas.
Sexta y nona son las horas del día en las que con mayor compunción se emociona de ordinario,
queriendo inmolarse con el Señor inmolado. Precisamente ocurrió en una ocasión durante la hora
de nona que, mientras oraba en la celda, el diablo, golpeándola en la mejilla, le inyectó de sangre
un ojo y le dejó lívido el párpado.
Para alimentar su alma ininterrumpidamente en las delicias del Crucificado, meditaba muy a
menudo la oración de las cinco llagas del Señor (1). Aprendió el Oficio de la Cruz, tal como lo
había compuesto el amador de la cruz Francisco, y lo recitaba frecuentemente con afecto devoto
como él. Ceñíase bajo el vestido, sobre la carne, una cuerdecilla anudada con trece nudos,
memorial secreto de las heridas del Salvador.
Hermanos, oremos siguiendo el ejemplo de nuestra madre y hermana Clara oremos al Señor con
la fe puesta en Él y digámosle:
Llevanos en pos de ti, Señor
Tú, Señor Jesús, que eres el camino, la esperanza y la vida, infunde a la Orden la vitalidad del
evangelio,
- para que, imitando a santa Clara, nos convirtamos en verdaderos hijos de la Iglesia.
Tú que quieres de tus elegidos frutos abundantes de paciencia, concédenos los dones del Espíritu
Santo,
- para que seamos fieles a sus inspiraciones y sepamos compartir entre nuestros hermanos la paz
y la alegría.
Con sencillez y humildad digamos la oración que Jesús nos enseñó: Padre nuestro.