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Espacio y Metodo - Milton Santos
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Espacio y Metodo - Milton Santos
ESPACIO Y METODO
Milton Santos
Milton Santos, 1986, Espacio y Método. Cuadernos críticos de geografía humana, año XII, 65, 60 p.
Milton de Almeida Santos nació en Bahía (Brasil) en 1926. Realizó sus estudios en la universidad
de Bahía y presentó su tesis doctoral en la universidad de Estrasburgo (1958). En una carrera
profesional tan brillante como productiva se ha distinguido como docente, como investigador y
como técnico.
Como profesor ejerció cargos en la Universidad Católica de Bahia (1954-60), Universidad Estatal
de Bahía (1961-64) y en las universidades de Toulouse (1964-67), Burdeos (1967-68), París-
Sorbona (1968-71), Toronto (1972-73), Columbia (1974), y Río de Janeiro (1979-84), siendo en la
actualidad catedrático de la universidad de São Paulo. Ha sido también profesor visitante o
colaborador de otras instituciones universitarias como la Escuela de Geografía de la Universidad
de los Andes, en Mérida (Venezuela), del Institut d'Etudes du Developpement Economique et
Social de la Universidad de París, e investigador en el Departement of Urban Studies and
Planning del Massachusetts Institute of Tecnology.
Como técnico ha trabajado en varios países del África tropical (Senegal, Costa de Marfil, Dahomey,
Ghana, Togo, Guinea-Bissau), del Mediterráneo (Túnez, Argelia) y de América (Cuba, México,
Colombia, Venezuela).
Milton Santos es, sin duda, el más distinguido geógrafo brasileño actual y uno de los
investigadores iberoamericanos más importantes a nivel internacional. Ha escrito hasta hoy 33
libros y un número muy elevado de artículos científicos y de memorias de investigación.
Entre sus aportaciones al campo de la geografía urbana se destacan tres libros, que son ya clásicos
sobre esta temática:
Les villes du Tiers Monde, Géographie Économique et sociale, tomo X, París, Ed.
Génin, 1971, 423p.
Geografía y economía urbana en los países subdesarrollados, Barcelona, Ed. Oikos-Tau,
1973, 288 p.
The Shared Space: the two circuits of the urban economy and its spatial repercussions,
Londres, Methuen, 1979, 266 p.
Ha publicado también conocidos estudios críticos sobre los problemas de los países
subdesarrollados:
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Finalmente, ha realizado también contribuciones teóricas y críticas sobre diversos aspectos del
pensamiento geográfico:
Por una geografía nova, São Paulo, Hucitec-Edusp, 1978, 236 págs. (2.ª edición: 1980).
Trad. francesa (Pour une géographie moderne, Paris, Editions Publisud, 1985).
Economia espacial: críticas e alternativas, Sáo Paulo, Hucitec, 1978, 167 págs.
Espaço e sociedade, Petropolis, Ed. Vozes, 1979 (2.ª edición, 1982).
Pensando o espaço do homen, Sáo Paulo, Hucitec, 1982, 68 págs.
Espaço e Método, São Paulo, Livraria-editora Nobel, 1985, 88 págs.
El presente número es una traducción parcial del texto Espaço e Método. De la obra original en
portugués han sido traducidos el texto introductorio y los tres primeros capítulos. La bibliografía,
que en la versión original aparece dividida por capítulos, se ha agrupado aquí al final del texto. La
traducción ha sido realizada por Luis Urteaga, Profesor Titular de Geografía Humana en la
Universidad de Barcelona (Estudio General de Lérida).
El propio concepto de espacio, tal como nosotros lo hemos propuesto en otros lugares (Santos, 1978
y 1979), parece ser una de las fuentes de duda más frecuentes entre los estudiosos del tema. Entre
las cuestiones paralelas a la discusión principal surgen muy frecuentemente algunas que podríamos
resumir del siguiente modo: ¿qué caracteriza, particularmente, el estudio de la sociedad a través de
la categoría espacio? ¿Cómo considerar, en la teoría y en la práctica, los ingredientes sociales y
«naturales» que componen el espacio para describirlo, definirlo, interpretarlo y, finalmente,
encontrar lo espacial? ¿Qué caracteriza el análisis del espacio? ¿Cómo pasar del sistema productivo
al espacio? ¿Cómo abordar el problema de la periodización, de la difusión de las variables y el
significado de las «localizaciones»?
La respuesta es sin duda ardua, en la medida que el vocablo espacio se presta a una variedad de
acepciones... a las que venimos a añadir una más. Resulta también ardua en la medida que
sugerimos que el espacio así definido sea considerado como un factor de la evolución social, y no
solamente como una condición. Intentemos, sin embargo, dar respuesta a las diversas cuestiones.
Consideramos el espacio como una instancia de la sociedad, al mismo nivel que la instancia
económica y la instancia cultural-ideológica. Esto significa que, en tanto que instancia, el espacio
contiene y está contenido por las demás instancias, del mismo modo que cada una de ellas lo contiene
y es por ellas contenida. La economía está en el espacio, así como el espacio está en la economía. Lo
mismo ocurre con lo político-institucional y con lo culturalideológico. Eso quiere decir que la
esencia del espacio es social. En ese caso, el espacio no puede estar formado únicamente por las
cosas, los objetos geográficos, naturales o artificiales, cuyo conjunto nos ofrece la naturaleza. El
espacio es todo eso más la sociedad: cada fracción de la naturaleza abriga una fracción de la
sociedad actual. Tenemos así, por una parte, un conjunto de objetos geográficos distribuidos sobre
un territorio, su configuración geográfica o su configuración espacial, y el modo como esos objetos se
muestran ante nuestros ojos, en su continuidad visible, esto es, el paisaje; por otra parte, lo que da
vida a esos objetos, su principio activo, es decir, todos los procesos sociales representativos de una
sociedad en un momento dado. Esos procesos, resueltos en funciones, se realizan a través de formas.
Estas formas pueden no ser originariamente geográficas, pero terminan por adquirir una expresión
territorial. En realidad, sin las formas, la sociedad, a través de las funciones y procesos, no se
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realizaría. De ahí que el espacio contenga a las demás instancias. Está también contenido en ellas,
en la medida que los procesos específicos incluyen el espacio, sea el proceso económico, sea el
proceso institucional, sea el proceso ideológico.
Un elemento de discusión aducido frecuentemente tiene que ver con el hecho de que, al definir el
contexto, podríamos estar incluyendo dos veces la misma categoría o instancia. Por ejemplo,
cuando definimos el espacio como la suma del paisaje (o, mejor aún, de la configuración geográfica) y
de la sociedad. Pero eso, justamente, indica la imbricación entre las instancias. Como las formas
geográficas contienen fracciones de lo social, no son solamente formas, sino formas-contenido. Por
esto, están siempre cambiando de significado, en la medida que el movimiento social les atribuye,
en cada momento, fracciones diferentes del todo social. Puede decirse que la forma, en su cualidad
de forma-contenido, está siendo permanentemente alterada, y que el contenido adquiere una nueva
dimensión al encajarse en la forma. La acción, que es inherente a la función, está en armonía con la
forma que la contiene: así, los procesos sólo adquieren plena significación cuando se materializan.
No debe confundirse localización y lugar. El lugar puede ser el mismo, las localizaciones cambian.
El lugar es un objeto o conjunto de objetos. La localización es un haz de fuerzas sociales
ejerciéndose en un lugar.
Además, como una misma variable cambia de valor según el período histórico (sinónimo de áreas
temporales de significación, o, aún, de los modos de producción y sus momentos), el análisis, cualquiera
que sea, exige una periodización, so pena de errar frecuentemente en nuestro esfuerzo
interpretativo. Tal periodización es tanto más simple cuanto mayor sea la extensión territorial del
estudio (los modos de producción existen a escala mundial), y tanto más compleja y susceptible de
subdivisiones cuanto más reducida es la dimensión del territorio. Cuanto más pequeño es el lugar
examinado, tanto mayor es el número de niveles y determinaciones externas que inciden sobre él.
De ahí la complejidad del estudio de lo más pequeño.
Además cada lugar tiene, en cada momento, un papel propio en el proceso productivo. Este, como
es sabido, está formado de producción propiamente dicha, circulación, distribución y consumo.
Sólo la producción propiamente dicha tiene relación directa con el lugar, y de él adquiere una parte
de las condiciones de su realización. El estudio de un sistema productivo debe considerar esto,
tanto si nos referimos al dominio agrícola o al dominio industrial. Sin embargo, los demás procesos
se dan según un juego de factores que interesa a todas las otras fracciones del espacio. Por eso
mismo, además, el propio proceso directo de producción es afectado por los demás (circulación,
distribución y consumo), justificando los cambios de localización de los establecimientos
productivos.
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Por ejemplo, la tendencia a la urbanización en nuestros días, e incluso su perfil, ha sido explicada
por la importancia adquirida por el consumo, por la distribución y por la circulación, al mismo
tiempo que el trabajo intelectual adquiere una mayor presencia en detrimento del trabajo manual.
Por otra parte, la propia segmentación tradicional del proceso productivo (producción propiamente
dicha, circulación, distribución, consumo) debería ser corregida para incluir, en lugar destacado,
como ramos autonomizados del proceso productivo propiamente dicho, la investigación, el control, la
coordinación, la previsión, paralelamente a la mercadotecnia y a la propaganda. Ahora bien, la
organización actual del espacio y la llamada jerarquía entre lugares debe mucho, en su realidad y
en su explicación, a estos nuevos eslabones del sistema productivo.
Volvamos a las cuestiones iniciales: ¿contienen al espacio?; ¿el espacio los contiene?; ¿no son éstas
preguntas que se resuelven por su propio enunciado, frente al análisis de lo real? En realidad, éste
solamente puede ser aprehendido si separamos, analíticamente, lo que aparece como
característicamente formal, de su contenido social. Debiendo este último ser objeto de una
clasificación lo más rigurosa posible, que permita considerar la multiplicidad de combinaciones.
Cuanto más ajustada sea esa clasificación, más fecundo será el análisis y la síntesis.
La selección de variables no puede ser, todavía, aleatoria, pero debe considerar el fenómeno
estudiado y su significación en un momento dado, de manera que las instancias económica,
institucional, cultural y espacial sean adecuadamente tenidas en cuenta.
El espacio debe ser considerado como una totalidad, a modo de la propia sociedad que le da vida.
Considerarlo así es una regla de método cuya práctica exige que se encuentre, paralelamente, a
través del análisis, la posibilidad de dividirlo en partes. Ahora bien, el análisis es una forma de
segmentación del todo que permite, al final, la reconstrucción de ese todo. La división analítica del
espacio puede ser operada según diversos criterios. El que vamos a privilegiar aquí, a través de lo
que llamamos «los elementos del espacio», es solamente una de esas diversas posibilidades.
Antes incluso de tratar de definir lo que es un elemento del espacio valdría la pena, tal vez, discutir
la propia noción de elemento. Según los teóricos, los elementos serían la «base de toda deducción»;
«principios obvios, luminosamente obvios, admitidos por todos los hombres» (Bertrand Rusell,
1945). Esta definición equipara elemento a categoría. Tomando la expresión categoría en el sentido
de verdad eterna, presente en todos los tiempos, en todos los lugares, y de la cual se parte para la
comprensión de las cosas en un momento dado, siempre que se tomen en consideración los cambios
históricos. Según Rusell, en el caso de los elementos esa posición habría sido aceptada a lo largo de
la Edad Media, e incluso más tarde, como en el caso de Descartes.
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Los elementos del espacio serían los siguientes: los hombres, las empresas, las instituciones, el
llamado medio ecológico y las infraestructuras.
Los hombres son elementos del espacio, sea en la condición de suministradores de trabajo, sea en la
de candidatos a ello; trátese de jóvenes, o de parados. La verdad es que tanto los jóvenes, como los
que ocasionalmente se encuentran sin empleo o los que ya están jubilados, no participan
directamente de la producción, pero el simple hecho de estar presentes en el lugar tiene como
consecuencia la demanda de un cierto tipo de trabajo para otros. Esos diversos tipos de trabajo y
de demanda son la base de una clasificación del elemento humano en la caracterización de un
espacio dado.
La demanda de cada individuo como miembro de la sociedad es satisfecha en parte por las
empresas y en parte por las instituciones. Las empresas tienen como función esencial la producción
de bienes, servicios e ideas. Por su parte, las instituciones producen normas, órdenes y
legitimaciones.
El medio ecológico es el conjunto de complejos territoriales que constituyen la base física del
trabajo humano. Las infraestructuras son el trabajo humano materializado y localizado en forma de
casas, plantaciones, caminos, etc.
La simple enumeración de las funciones que afectan a cada uno de los elementos del espacio
muestra que esto son, en cierta forma, intercambiables y reducibles unos a otros. Esta
intercambiabilidad y reductibilidad aumentan, en realidad, con el desarrollo histórico; como
resultado lógico de la complejidad creciente en todos los niveles de la vida. De este modo, los
hombres también pueden ser considerados como empresas (el vendedor de la fuerza de trabajo), o
como instituciones (por ejemplo en el caso del ciudadano); del mismo modo que las instituciones
aparecen como compañías y éstas como instituciones. Este último es el caso de las compañías
transnacionales o de las grandes corporaciones, que no sólo se imponen reglas internas de
funcionamiento, sino que intervienen en la creación de normas sociales a un nivel más amplio que
el de su acción directa, compitiendo con las instituciones, e incluso con el Estado. La fijación del
precio de las mercancías por los monopolios les confiere una atribución que es propia de las
entidades de derecho público, en la medida que interfieren en la economía de cada ciudadano y de
cada familia, e incluso de otras empresas, compitiendo con el Estado en el control de la economía.
En el momento actual las funciones de las compañías y de las instituciones aparecen entrelazadas y
confundidas, en la medida en que las empresas, directa o indirectamente, también producen
normas; y las instituciones son, como el Estado, productoras de bienes y servicios.
Al mismo tiempo que los elementos del espacio se hacen más intercambiables, las relaciones entre
ellos se vuelven también más íntimas y mucho más extensas. De este modo, la noción de espacio
como totalidad se impone de forma más evidente; y por el hecho de que resulta más intrincada, se
hace más exigente su análisis.
El estudio de las interacciones entre los diversos elementos del espacio es un dato fundamental del
análisis. En la medida que función es acción, la interacción supone interdependencia funcional entre
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los elementos. A través del estudio de las interacciones recuperamos la totalidad social, esto es, el
espacio como un todo, e, igualmente, la sociedad como un todo. Pues cada acción no constituye un
dato independiente, sino un resultado del propio proceso social.
Hablando de lo que anteriormente se llamaba región urbana, el geógrafo P. Haggett (1965) dice
que en Geografía Humana la región nodal sugiere un conjunto de objetos (ciudades, aldeas,
haciendas, etc.) relacionados a través de flujos circulatorios (dinero, mercancías, emigrantes) y de
la energía que satisface las necesidades biológicas y sociales de la comunidad. Ahora bien, esas
necesidades son todas satisfechas a través del acto de producir. Es de ese modo como se definen las
formas de producir y paralelamente las de consumir, las normas relativas a la división de la
sociedad en clases, y la red de relaciones existentes. Es también así como se definen las inversiones
que deben realizarse. Tales inversiones, cuya tendencia a darse en forma de capital fijo es cada vez
mayor, modifican el medio ecológico a través de sistemas de ingeniería que se superponen unos a
otros, total o parcialmente, modificando el propio medio y adaptándose a las condiciones
emergentes de la producción. De esa forma, se opera una evolución concurrente del hombre y de lo
que podría llamarse la «naturaleza», mediante la acción de las instituciones y de las empresas.
Cabría preguntarse aquí si es válida la distinción, que hemos realizado al comienzo, entre el medio
ecológico y las infraestructuras, como elementos del espacio. En la medida que las infraestructuras
se integran en el medio ecológico, volviéndose una parte del mismo, ¿no sería incorrecto
considerarlos como elementos distintos? Además, en cada momento de la evolución de la sociedad
el hombre encuentra un medio de trabajo ya construido sobre el cual opera, y la distinción entre lo
que se llamaría natural y no natural se vuelve artificial.
La expresión medio ecológica no tiene la misma significación que se atribuye a naturaleza salvaje o
naturaleza cósmica, como en ocasiones se tiende a admitir El medio ecológico ya es medio modificado,
y cada vez más medio técnico. De esa forma, lo que en realidad se produce es una adición al medio de
nuevas obras de los hombres, la creación de un nuevo entorno a partir del que ya existía: lo que se
acostumbra a llamar «naturaleza primera» por contraposición a «segunda naturaleza» ya es segunda
naturaleza. La primera naturaleza, como sinónimo de «mundo natural», sólo existió hasta el
momento inmediatamente anterior en el que el hombre se transformó en ser social, a través de la
producción social. A partir de ese momento, todo lo que consideramos como primera naturaleza
fue transformado. Ese proceso de transformación, continuo y progresivo, constituye un cambio
cualitativo fundamental de nuestro tiempo. Y en la medida que el trabajo humano tiene como base
la ciencia y la técnica, se transformó por ello mismo en tecnología históricamente acumulada.
Cuando decimos que los elementos del espacio son los hombres, las empresas, las instituciones, el
soporte ecológico, las infraestructuras, estamos considerando cada elemento como un concepto.
A lo largo de la historia toda variable está sometida a evolución constante. Por ejemplo, la variable
demográfica está sujeta a cambios e incluso a revoluciones. Si consideramos la realidad
demográfica bajo el aspecto del crecimiento natural o bajo el de las migraciones, en cada momento
de la historia varían sus condiciones respectivas. Así, en el curso de la historia humana pueden
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contemplarse diversas revoluciones demográficas, cada una con su significado específico. Del
mismo modo, las formas y los tipos de migraciones varían, así como su significado respectivo.
Si tomamos algún otro ejemplo, como el de la energía, en cada fase su utilización asume diversas
formas, desde el uso exclusivo de la energía animal, hasta el descubrimiento de técnicas para
dominar las fuentes naturales de energía. Pasamos, después, de una fase en que la energía utilizada
es la energía mecánica o inanimada, como en el caso del motor de explosión, al uso de la energía
cinética y, más recientemente, de la energía nuclear. El mismo razonamiento se aplica a cualquier
otra variable.
Lo que interesa es el hecho de que en cada momento histórico cada elemento cambia su papel y su
posición en el sistema temporal y en el sistema espacial y, en cada momento, el valor de cada uno
debe ser tomado de su relación con los demás elementos y con el todo.
Desde este punto de vista, podemos repetir la expresión de Kuhn (1962) cuando dice que los
elementos o variables «son estados o condiciones de las cosas, pero no las cosas mismas». Y añade:
«En sistemas que comprenden personas, no es la persona lo que constituye un elemento, sino sus
estados de hambre, de deseo, de compañerismo, de información o algún otro rasgo relevante para
el sistema».
Lo dicho hasta ahora permite pensar que los elementos del espacio están sometidos a variaciones
cuantitativas y cualitativas. De ese modo, los elementos del espacio deben ser considerados como
variables. Esto significa, como su nombre indica, que cambian de valor según el movimiento de la
historia. Si ese valor nace de las cualidades nuevas que adquieren, también representa en sí mismo
una cantidad. Pero la expresión real de cada cantidad viene dada como resultada de las necesidades
sociales y de su gradación en un momento dado. Por esto mismo, la cuantificación correspondiente
a cada elemento no puede ser realizada de modo apriorístico, es decir, antes de captar su valor
cualitativo. En este caso, como en cualquier otro, la cuantificación sólo puede darse a posteriori.
Esto es tanto más verdadero cuanto que cada elemento del espacio tiene un valor diferente según
el lugar en que se encuentra.
La especificidad del lugar puede ser entendida también como una valoración específica (ligada al
lugar) de cada variable. Por ejemplo, dos fábricas montadas al mismo tiempo por una misma
compañía, dotadas de los mismos recursos técnicos, pero localizadas en diferentes lugares, dan a
sus propietarios resultados diferentes. Desde el punto de vista puramente material esos resultados
pueden ser los mismos, por ejemplo, una cierta cantidad producida. Pero el coste de los factores de
producción, como la mano de obra, el agua o la energía, puede variar, así como también la
posibilidad de distribuir los bienes producidos. Por otra parte, aunque dos empresas, propietarias
de dos fábricas similares, dispongan del mismo poder económico y político, la localización
diferenciada constituye un dato que provoca la diferenciación de los resultados. Lo mismo ocurre,
por ejemplo, con los individuos. Hombres que tuvieran la misma formación y aún las mismas
capacidades, pero situados en lugares distintos, no tendrían la misma condición como productores,
como consumidores e incluso como ciudadanos.
De este modo, cada lugar confiere a cada elemento constituyente del espacio un valor particular.
En un mismo lugar, cada elemento está siempre cambiando de valor, porque, de un modo u otro,
cada elemento del espacio -hombres, empresas, instituciones, medio- entra en relación con los
demás, y esas relaciones vienen dictadas en buena medida por las condiciones del lugar. Su
evolución conjunta en un lugar adquiere características propias, aunque esté subordinada al
movimiento del todo, es decir, del conjunto de los lugares.
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Además, esta especificidad del lugar, que se acentúa con la evolución propia de las variables
localizadas, es lo que permite hablar de un espacio concreto. Así, si bien cada elemento del espacio
mantiene el mismo nombre, su contenido y significación están siempre cambiando. Cabe, entonces,
hablar de la mutabilidad del significado de una variable, y esto constituye una regla de método
fundamental. El valor de la variable no está en función de sí misma, sino de su papel en el interior
de un conjunto. Cuando éste cambia de significado, de contenido, de reglas o de leyes, también
cambia el valor de cada variable.
La cuestión no es, pues, examinar causalidades, sino contextos. La causalidad pondría en juego las
relaciones entre elementos, aunque esas relaciones fuesen multilaterales. El contexto implica el
movimiento del todo. En otras palabras, si estudiamos al mismo tiempo diversas relaciones
bilaterales, como, por ejemplo, entre hombres y naturaleza, o entre empresas y hombres (capital y
trabajo), o entre compañías y Estado (poder económico y poder político), o entre el Estado v los
ciudadanos, estaremos haciendo un análisis multivariable y considerando, al mismo tiempo, que
cada variable tiene un valor por sí misma; eso, sin embargo, de hecho no ocurre. Solamente a
través del movimiento del conjunto, es decir, del todo, o del contexto, podremos valorar
correctamente cada parte y analizarla, para, en seguida, reconocer concretamente ese todo. Esa
tarea supone un esfuerzo de clasificación.
Cuando nos referimos a hombres, estamos englobando en esa expresión lo que se podría llamar
población o fracción de una población. Sabemos, sin embargo, que una población está formada por
personas que pueden clasificarse según su edad, sexo, raza, nivel de instrucción, nivel salarial,
clase, etc. Las características de la población permiten su conocimiento más sistemático, y lo
mismo ocurre con las empresas que pueden ser individuales o colectivas, y estas últimas sociedades
anónimas, limitadas o cooperativas, corporaciones nacionales o firmas multinacionales. Y así
sucesivamente.
Ahora bien, cada una de esas parcelas o fracciones de un determinado elemento conformador de
espacio ejerce una función diferente y mantiene también relaciones específicas con otras fracciones
de los demás elementos. Por ejemplo, en una sociedad avanzada, los niños y los ancianos merecen
la protección del Estado, en tanto que los adultos están llamados a trabajar, como un derecho y un
deber.
Así, las relaciones de cada tipo de individuos con el Estado no son las mismas. Las relaciones de
cada tipo de empresas con el Estado tampoco son idénticas. Del mismo modo, en cada momento
histórico los valores atribuidos a una profesión o a un grupo de edad, a un nivel de instrucción o a
una raza, no son los mismos. Si considerásemos la población como un todo, las empresas como un
todo, nuestro análisis no consideraría las múltiples posibilidades de interacción. Al contrario,
cuanto más sistemática sea la clasificación tanto más claras aparecerán las relaciones sociales y, en
consecuencia, las llamadas relaciones espaciales.
En cada época los elementos o variables son portadores (o están mediatizados) por una tecnología
específica y por una cierta combinación de componentes del capital y del trabajo.
Las técnicas son también variables, dado que cambian a través del tiempo. Sólo aparentemente
forman un continuo. Si bien, nominalmente, sus funciones son las mismas, su eficiencia es variable.
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En función de las técnicas utilizadas y de los diversos componentes del capital movilizados, puede
hablarse de una edad de los elementos o de una edad de las variables. De este modo, cada variable
tendría una edad determinada. Su grado de modernidad sólo puede ser comparable dentro del
sistema como un todo, sea del sistema local en ciertos casos, sea M sistema nacional, o aún, en
otros, del sistema internacional.
Un primer dato a tener en cuenta es que la evolución técnica y la del capital no se efectúan
paralelamente para todas las variables. Tampoco esa evolución se efectúa del mismo modo en todos
los lugares. Cada lugar contempla una combinación de variables de edades diferentes. Cada lugar
está marcado por una combinación técnica diferente y por una combinación distinta de los
componentes del capital, lo que atribuye a cada cual una estructura técnica propia, específica, y una
estructura del capital propia, específica; a las cuales corresponde una estructura propia, específica,
del trabajo. Como resultado, cada lugar es una combinación particular de diferentes modos de
producción o modos de producción concretos. En cada lugar, las variables A, B, C.... no tienen la
misma posición en el aparente continuo, porque están marcadas por cualidades diversas. Esto
resulta del hecho de que cada lugar es una combinación de técnicas cualitativamente diferentes,
individualmente dotadas de un tiempo específico; de ahí las diferencias entre lugares. Por eso
mismo, la Geografía puede ser considerada como una verdadera filosofía de las técnicas. Decir que a
partir de las técnicas y de su uso el geógrafo debe filosofar no equivale, sin embargo, a decir que
todo depende de la tecnología, ni en la realidad ni en su explicación.
Recordemos, igualmente, que las variables o elementos están ligados entre sí por una
organización. Tal organización es, en ocasiones, puramente local, pero puede funcionar a diferentes
escalas, según sus diversos elementos o fracciones.
La organización se definiría como el conjunto de normas que rigen las relaciones de cada variable
con las demás, dentro y fuera de un área. En su calidad de normas, esto es, de reglamentación,
externa pues al movimiento espontáneo, su duración efectiva no es la misma que la de su
potencialidad funcional.
En la medida en que la economía se vuelve más compleja, se anudan relaciones entre variables, no
sólo localmente, sino a escalas espaciales cada vez más pequeñas. El más pequeño lugar, en la
porción más apartada del territorio tiene, actualmente, relaciones directas o indirectas con otros
lugares de donde llegan materias primas, capital, mano de obra, recursos diversos y órdenes. De
ese modo, el papel regulador de las funciones locales tiende a escapar, total o parcialmente, menos
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ESPACIO Y METODO Milton Santos
o más, a lo que aún se podría llamar sociedad local, para caer en manos de centros de decisión
lejanos y extraños a las finalidades propias de la sociedad local.
Cuando analizamos un espacio dado, si pensamos sólo en sus elementos, en la naturaleza de esos
elementos o en sus posibles clases, no sobrepasamos el dominio de la abstracción. Solamente la
relación que existe entre las cosas es lo que nos permite realmente conocerlas y definirlas. Los
hechos aislados son abstracciones y lo que les da concreción es la relación que mantienen entre sí.
Karel Kosik (1967, pág. 61) escribió que «la interdependencia y la mediación de la parte y del todo
significan, al mismo tiempo, que los hechos aislados son abstracciones, elementos artificialmente
separados del conjunto y que únicamente por su participación en el conjunto correspondiente
adquieren veracidad y concreción. Del mismo modo, el conjunto en el cual los elementos no están
diferenciados y determinados es un conjunto abstracto y vacío».
Los diversos elementos del espacio están en relación unos con otros: hombres y empresas, hombres
e instituciones, empresas e instituciones, hombres e infraestructuras, etc. Pero, como ya
observamos, estas relaciones no son solamente bilaterales, una a una, sino relaciones generalizadas.
Por eso, y también por el hecho de que esas relaciones no se producen entre las cosas en si o por sí
mismas, sino entre sus cualidades y atributos, es por lo que puede decirse que forman un verdadero
sistema.
Tal sistema está dirigido por el modo de producción dominante en sus manifestaciones a la escala
del espacio de referencia. Esto nos sitúa ante el problema histórico.
Puede hablarse también de la existencia de subsistemas, formados por los elementos de los modos
de producción particulares. El sistema está dirigido por reglas propias al modo de producción
dominante en su adaptación al medio local. Estaremos, entonces, frente a un sistema menor o
correspondiente a un subespacio, y a un sistema mayor que lo comprende, correspondiente al
espacio. Cada sistema funciona en relación al sistema mayor como un elemento, en cuanto que él
mismo es, en sí, un sistema. En el caso de que el subsistema a que nos referimos se desdoble en
subsistemas, se repite la misma relación; apareciendo cada uno de los subsistemas como un
elemento propio, al mismo tiempo que es también un sistema si se consideran sus propias
subdivisiones posibles. Y cada sistema o subsistema está formado de variables que, todas ellas,
disponen de fuerza propia en la estructuración del espacio, pero cuya acción está, de hecho,
combinada con la acción de las demás variables.
Las relaciones entre los elementos o variables son de dos naturalezas: relaciones simples y
relaciones globales. También puede decirse, como hace David Harvey (1969, pág. 455) que estas
son: seriales, paralelas y en feedback. Las relaciones seriales son sobre todo relaciones de causa-
efecto, en la medida que un elemento es causa de una modificación en el otro y así sucesivamente,
hasta que el primero sea también afectado. Lo que se origina es una verdadera serie de acciones.
Existe también el caso de acciones resultantes de la acción de un elemento, por ejemplo: aq afecta
una relación preexistenteai-aj. En ese caso se habla de relación paralela. Existe asimismo otro tipo
de relaciones, estudiadas más recientemente por la cibernética, por ejemplo, la relación ai-ai, en la
cual el movimiento y las modificaciones de cada elemento (o de cada variable o sistema) se dan a
partir de su propia estructura interna.
En los dos primeros casos, las acciones son externas, y en el tercero los cambios se producen por la
simple existencia de la variable: existir es cambiar. En el primero de los casos citados, siguiendo a
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ESPACIO Y METODO Milton Santos
D. Harvey, se trata de una relación simple, es decir, una relación de causa efecto, mientras que las
relaciones paralelas y de feedback serían relaciones globales.
La verdad es que sea cual sea la forma de la acción entre las variables, o dentro de ellas, no puede
perderse de vista el conjunto, el contexto. Las acciones entre las diversas variables están
subordinadas al todo y a sus movimientos. Si una variable actúa sobre otra, sobre un conjunto de
éstas, o sufre una evolución interna, origina al menos dos resultados prácticos, que son igualmente
elementos constitutivos del método.
En primer lugar, cuando una variable modifica su movimiento, esto repercute inmediatamente
sobre el todo, modificándolo, originando otro, aunque, en cualquier caso, este constituya una
totalidad. Se sale de una totalidad para llegar a otra, que también se modificará. Es por esto que, a
partir de ese impacto «individual» o de una serie de impactos «individuales», el todo termina por
actuar sobre el conjunto de los elementos que lo forman, modificándolos. Ello permite afirmar que
en realidad no hay relación directa entre elementos dentro del sistema, excepto desde un punto de
vista puramente mecánico o material. El valor real, es decir, el significado de esa relación, viene
dado únicamente por el todo. Del mismo modo que las relaciones entre las partes están
condicionadas por el todo, otro tanto ocurre con las relaciones entre los elementos del espacio.
De este modo, la noción de causa-efecto, que permite una simplificación de las relaciones entre
elementos, es insuficiente para comprender y valorar el movimiento real. Así, puede decirse que
cada variable dispone de dos modalidades de «valor»: una que nace de sus características propias,
técnicas o técnico-funcionales; y otro que viene dado por las características sistémicas, esto es, por
el hecho de que cada elemento o variable puede ser abordado desde un punto de vista sistémico.
Estas características sistémicas son, en general, condicionadas por el modo de producción y, en
particular, por las condiciones propias de la actividad correspondiente al lugar. Ambas condiciones
están definidas para cada formación económico-social, según sus lugares geográficos y sus
momentos históricos.
Elementos y estructuras
Hasta aquí hemos propuesto una definición del espacio corno sistema. Aún así, ese modelo de
espacio como sistema viene siendo duramente criticado por el hecho de que la definición
tradicional de sistema resulta inadecuada. En realidad, si los elementos del espacio son sistemas
(del mismo modo que el espacio), son también verdaderas estructuras. En este caso, el espacio es
un sistema complejo, un sistema de estructuras, sometido, en su evolución, a la evolución de sus
propias estructuras.
Tal vez no sea superfluo insistir en el hecho de que cada estructura evoluciona cuando el espacio
total evoluciona, y que la evolución de cada estructura en particular afecta a la totalidad. Una
estructura, siguiendo a François Perroux (1969, pág. 371), se define por una «red de relaciones,
una serie de proporciones entre flujos y stocks de unidades elementales y de combinaciones
objetivamente significativas de esas unidades». Esto pone en evidencia la noción de desigualdad de
volúmenes o de desigualdad de fuerza funcional de cada elemento. En otras palabras, una
diferencia en la capacidad de crear stocks y de crear flujos. Tales desigualdades en el interior de la
estructura, incluso sin suponer obligatoriamente las nociones de jerarquía y de dominación, crean
condiciones dialécticas con un principio de cambio.
El espacio está en evolución permanente. Tal evolución resulta de la acción de factores externos y
de factores internos. Una nueva carretera, la llegada de nuevos capitales o la imposición de nuevas
reglas (precio, moneda, impuestos, etc.) provocan cambios espaciales, del mismo modo que la
evolución «normal» de las propias estructuras, es decir, su evolución interna, conduce igualmente
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ESPACIO Y METODO Milton Santos
Las estructuras del espacio están formadas de elementos homólogos y de elementos no homólogos.
Entre las primeras están las estructuras demográficas, económicas, financieras, esto es, estructuras
de la misma clase que, desde un punto de vista analítico, pueden considerarse como estructuras
simples. Las estructuras no homólogas, es decir, formadas de diferentes clases, interaccionan para
formar estructuras complejas. La estructura espacial es algo así: una combinación localizada de una
estructura demográfica específica, de una estructura de producción específica, de una estructura de
renta específica, de una estructura de consumo específica, de una estructura de clases específica y
de un conjunto específico de técnicas productivas y organizativas utilizadas por aquellas
estructuras y que definen las relaciones entre los recursos presentes.
La realidad social, lo mismo que el espacio, resulta de la interacción entre todas esas estructuras.
Puede decirse también que las estructuras de elementos homólogos mantienen entre ellas lazos
jerárquicos, mientras que las estructuras de elementos heterogéneos mantienen lazos relaciónales.
La totalidad social está formada por la unión de esos datos contradictorios, del mismo modo que lo
está el espacio total.
Las estructuras y los sistemas espaciales, al igual que todas las demás estructuras y sistemas,
evolucionan siguiendo tres principios: 1) el principio de acción externa, responsable de la evolución
exógeno del sistema; 2) el intercambio entre subsistemas (o subestructuras), que permite hablar de
una evolución interna del todo, una evolución endógena; y 3) una evolución particular en cada
parte o elemento del sistema tomado aisladamente, evolución que es igualmente interna y
endógena. Existiría así, un tipo de evolución por acción externa y otros dos por acción interna al
sistema, debiéndose el último de ellos al movimiento íntimo, propio de cada parte del sistema.
No obstante, no debe perderse de vista el hecho de que la acción externa solamente se ejerce a
través de los datos internos. En ese caso, al cambiar las características propias de cada elemento, su
intercambio o su forma de recepción o reacción a los impulsos externos nunca será la misma. La
acción externa o exógeno es simplemente un detonador, un vector que provoca dentro del sistema
un nuevo impulso, pero que por sí mismo no reúne las condiciones para hacer eficaz ese impulso.
El mismo impulso externo tiene una repercusión diferente según el sistema en que encaje. Por
ejemplo, una cierta cantidad de crédito atribuido a una actividad económica en todo un país no
tendrá las mismas repercusiones en todos los lugares; el aumento o disminución del precio unitario
de un bien tampoco repercute del mismo modo en todas partes. Lo mismo puede decirse de la
apertura de una carretera o de su mejora. Las diferencias en el resultado aqui sugeridas vienen
dadas por las condiciones locales propias, que actúan como un modificador del impacto externo.
En este sentido podemos repetir la opinión de Godelier (1966), para quien «todo sistema y toda
estructura deben ser descritos como realidades "mixtas" y contradictorias de objetos y de
relaciones que no pueden existir separadamente, esto es, de modo que su contradicción no excluye
su unidad». Esta forma de ver el sistema o la estructura espacial, a partir de la cual los elementos
son considerados como estructuras, lleva también a admitir que cada lugar no es más que una
fracción del espacio total.
Vimos, algunas líneas atrás, que el vector externo sólo adquiere un valor específico como
consecuencia de las condiciones de su impacto, pero también sabemos que el llamado movimiento
interno de las estructuras o las relaciones entre ellas no son independientes de leyes más generales.
Por esa razón cada lugar constituye en realidad una fracción del espacio total, pues sólo ese espacio
total es el objeto de la totalidad de las relaciones ejercidas dentro de una sociedad en un momento
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ESPACIO Y METODO Milton Santos
dado. Cada lugar es objeto de sólo algunas de esas relaciones «actuales» de una sociedad dada y, a
través de sus movimientos propios, solamente participa de una parte del movimiento social total.
El movimiento que estamos intentando explicitar nos lleva a admitir que el espacio total, que
escapa a nuestra comprensión empírica y llega a nuestro entendimiento sobre todo como concepto,
es lo que constituye lo real; en tanto que las partes del espacio, que nos parecen tanto más
concretas cuanto menores son, constituyen lo abstracto, en la medida en que su valor sistémico no
está en la cosa tal como la vemos, sino en su valor relativo dentro de un sistema más amplio.
Cuando nos referimos, por ejemplo, a aquella casa o a aquel edificio, a aquella manzana, a aquel
barrio, son todos datos concretos -concretos por su existencia-, pero, en realidad, todos son
abstractos, si no buscamos comprender su valor actual en función de las condiciones actuales de la
sociedad. Casa, edificio, manzana, barrio, están siempre cambiando de valor relativo dentro del área
donde se sitúan, cambio que no es homogéneo para todos y cuya explicación se encuentra fuera de
cada uno de esos objetos y sólo puede ser encontrada en la totalidad de las relaciones que
configuran un área mucho más vasta. Lo mismo acontece con los hombres, las empresas o las
instituciones.
La noción de estructura aplicada al estudio del espacio tiene esta otra ventaja. A través de la
noción de sistema analizamos los elementos, sus predicados y las relaciones entre tales elementos y
tales predicados. Cuando la preocupación tiene que ver con las estructuras, sabemos que esa noción
de predicado está unida a cada elemento (aquí subestructura), como sabíamos antes que su
verdadera definición depende siempre de una estructura más amplia, en la cual se inserta.
Un esquema de método, por más lógicamente construido que esté, encontrará dificultades en su
realización. Un esquema de método pretende ser, también, una hipótesis de trabajo aplicable: 1)
por un equipo de investigadores; 2) a una realidad concreta; 3) realidad que es reconocible, en un
momento dado, mediante un cierto número de fenómenos. Cada uno de estos elementos constituye
una limitación práctica: la complejidad o dinamismo de la realidad a analizarse; el número y la
representatividad de los datos disponibles; la constitución del equipo de trabajo, su formación
anterior, profesional y teórica, su disponibilidad para la aceptación del tema y del esquema
propuesto. Todo esto sin considerar otros factores reconocidos universalmente por todos aquellos
que tienen ya alguna experiencia como investigadores.
Sólo a partir de esa premisa las tareas individuales pueden ser entendidas. Si se escogiese el camino
contrario, la síntesis no se haría jamás, fuera cual fuera el tiempo dedicado a la investigación de los
datos y al reconocimiento de los hechos. Tal compenetración debe partir, también, de la idea de
que el objeto de análisis es el presente, siendo todo análisis histórico, simplemente, el soporte
indispensable para la comprensión de su génesis. En este caso, es importante considerar que no se
trata de efectuar una prospección arqueológica que sea una finalidad en sí misma. Se trata de un
medio. Esto no nos dispensa de buscar una comprensión global y en profundidad; pero el tema de
referencia no es una excursión al pasado como dato autónomo en la investigación, sino como
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ESPACIO Y METODO Milton Santos
recurso para definir el presente en vías de realizarse (el presente ya completado pertenece al
dominio del pasado), permitiendo penetrar el proceso y, mediante él, la aprensión de las tendencias
que pueden permitir vislumbrar el futuro y sus líneas de fuerza.
La dimensión temporal
Sin embargo, no se puede hacer una interpretación válida de los sistemas locales desde la escala
local. Los eventos a escala mundial, sean los de hoy o los de antaño, contribuyen más al
entendimiento de los subespacios que los fenómenos locales. Estos últimos no son más que el
resultado, directo o indirecto, de fuerzas cuya gestación ocurre a distancia. Esto no impide, no
obstante, que los subespacios estén dotados también de una relativa autonomía,
que procede del peso de la inercia, es decir, de las fuerzas producidas o articuladas localmente,
aunque sea como resultado de influencias externas, activas en períodos precedentes.
Sin embargo, el recurso a las realidades del pasado para explicar el presente no siempre ha
significado que se aprehendiese correctamente la noción del tiempo en el estudio del espacio. Si un
elemento no es considerado como un dato dentro del sistema a que pertenece (o al cual pertenecía
en la época de su presentación), no se está utilizando un enfoque espacio-temporal. La mera
referencia a una situación histórica o la búsqueda de explicaciones parciales concernientes a uno u
otro de los elementos del conjunto no son suficientes.
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ESPACIO Y METODO Milton Santos
La mayoría de los estudios espaciales resultan deficientes precisamente debido a esta debilidad (J.
Friedmann, 1968). Estos estudios tienden con frecuencia a representar situaciones actuales como si
fuesen un resultado de sus propias condiciones en el pasado.
Ese procedimiento no es adecuado. Primero, porque el significado de la misma variable cambia con
el transcurso del tiempo, es decir, con la historia del lugar. Segundo, porque desde el punto de
vista espacial*, desde el punto de vista del lugar -que es el que nos interesa primordialmente-, la
sucesión de sistemas es más importante que la de los elementos aislados. El espacio es el resultado
de la territorialización de un conjunto de variables, de su interacción localizada, y no de los efectos
de una variable aislada. Aislada, una variable carece enteramente de significado, como carece de él
fuera del sistema al cual pertenece. Cuando no pasa por el inevitable proceso de interacción
localizada, pierde sus atributos específicos para crear algo nuevo.
* Desde nuestro punto de vista, la unidad espacial de estudio es el Estado, debido a sus funciones
de intermediario entre las "fuerzas externas", y los datos internos. Por debajo de esa escala -la
escala macroespacial- debe hablarse de subespacios, a las escalas mesoespacial y microespacial.
A escala mundial, puede decirse que cada sistema temporal coincide con un período histórico. La
sucesión de los sistemas coincide con la de las innovaciones. De este modo, habría cinco períodos:
1) el período del comercio en gran escala (a partir de finales del siglo XV hasta 1620 más o
menos);
2) el período manufacturero (1620-1750);
3) el período de la Revolución Industrial (1750-1870);
4) el período industrial (1870-1945);
5) el período tecnológico.
Sin duda alguna, esta selección de períodos, o de sistemas de modernización, es fruto de un criterio
«arbitrario». Braudel nos informa que las periodificaciones históricas son un dato tomado de la
realidad exterior y obedecen a los objetivos del investigador (F. Braudel, 1958, pág. 488).
En este caso, el objetivo es encontrar, a través de la Historia, secciones de tiempo en las que,
dirigido por una variable significativa, un conjunto de variables mantienen un cierto equilibrio, un
cierto tipo de relaciones. Cada uno de estos períodos representa, en el centro del sistema, un
conjunto coherente de formas de acción sobre los países de la periferia. La evolución de los países
periféricos toma entonces, en cada etapa, caminos similares.
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ESPACIO Y METODO Milton Santos
Entendida desde este punto de vista, esa periodización es capaz de explicar la historia y las formas
de colonización, la distribución espacial de los colonizadores, la dispersión de las razas y lenguas,
la distribución de los tipos de cultivo y de las formas de organización agrícola, los sistemas
demográficos, las formas de urbanización y de articulación del espacio, así como los grados de
desarrollo y dependencia. La periodización también ofrece las claves para entender las diferencias,
de lugar a lugar, en el mundo subdesarrollado.
El esquema que sigue está basado en el desarrollo, a escala mundial, de los sistemas espacio-
temporales a través de los cinco períodos citados y de su relación con las olas de innovación o
modernización en los países subdesarrollados. Tiene el propósito de sugerir cómo las explicaciones
geográficas pueden alcanzarse mediante un enfoque espacio-temporal. Sin embargo, el lector debe
ser consciente de que, en un trabajo de estas características, sólo se pueden incluir proposiciones y
no propiamente soluciones, que solamente pueden definirse a partir del estudio de casos concretos.
Para algunos, la historia a la que están ligados los países subdesarrollados comienza con las
conquistas árabes (S. Alonso, 1972, pág. 329). Sin embargo, la influencia árabe estaba limitada por
los medios de transporte de que disponían; principalmente el transporte terrestre a lomo de
animales, el cual limitaba el intercambio y hacía difíciles los contactos. Eso explica la formación de
virtuales colonias comerciales en los países sujetos a la influencia árabe, con las ciudades actuando
como instrumentos de relación entre los espacios conquistados y la nación conquistadora. El
comercio realizado de ese modo se apoyaba sobre todo en el excedente de producción agrícola,
cuya estructura, no obstante, no tenía capacidad de transformar.
Desde este punto de vista, el sistema caracterizado por el dominio árabe y el sistema feudal
europeo serían parecidos, ya que la agricultura tenía, en ambos casos, un importante papel y el
comercio, instrumento de la relación de dependencia entre los países del centro y de la periferia, no
podía transformar cualitativamente la agricultura. Una diferencia, en comparación con la Edad
Media europea, es que mientras ésta no pudo generar un centro de dispersión de las innovaciones,
el mundo árabe tuvo éxito en esa empresa. En una época en la que el transporte era tan
rudimentario, la posición geográfica era importante. Antes de la invención de medios de transporte
más rápidos, los polos mundiales debían tener una localización coincidente con la del centro de
gravedad geográfico. De este modo, resulta difícil imaginar a Europa ejerciendo ese papel antes del
descubrimiento de las grandes rutas de navegación.
Llegamos así a nuestro primer período; y no es casual que, en él, los polos se encuentren en el
Atlántico, esto es, España y Portugal, A ese período corresponde el aumento de la capacidad de
transporte y de comercio, que substituyen a la agricultura como factor esencial del sistema. El
comercio ampliado induce una manufactura más intensiva y es el responsable de la creación, en
América, de «espacios derivados», por medio de los cultivos de la caña de azúcar, de tabaco y
posteriormente, del algodón, cuya producción comienza a tener efectos sobre los beneficios
obtenidos por los diferentes países europeos (G. Domenach-Chich, 1972, página 389).
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ESPACIO Y METODO Milton Santos
diversos países de Europa, una parte de las cuales estaba consagrada a operaciones de piratería,
que juntamente con el comercio legal contribuían al enriquecimiento de sus respectivas ciudades.
Las ciudades así enriquecidas podían, con mayores medios, dedicarse a una actividad que permitirá
la emergencia del segundo período, el de la manufactura. Ésta se organizó, sobre todo, alrededor
del mar del Norte y del Báltico, de tal manera que España y Portugal, que habían sido los polos del
sistema en la fase precedente, acabaron por encontrarse en la periferia del nuevo sistema, aunque
conservasen relaciones privilegiadas con América.
La llegada, con la industrialización, del tercer período, provocó un cambio brutal de la situación.
En las etapas precedentes la materia prima era local. Debido a que la urbanización y la
industrialización estaban acompañadas por un aumento de la productividad en las áreas rurales, la
producción nacional de artículos de consumo era suficiente para el consumo interno. De cualquier
modo, el transporte internacional no era, todavía, un transporte de masa, capaz de conducir
materias primas o alimentos desde sitios muy distantes.
Si el cultivo en América de la caña de azúcar o de tabaco nació de las necesidades del comercio,
durante el primer período, el cultivo del trigo o la cría de ganado en Argentina, Uruguay, Sur del
Brasil, Australia y Nueva Zelanda, fueron la respuesta a las necesidades de la industria. Esta
respuesta, que es la cuestión dominante del período, da a la industria una cierta autonomía en
comparación con los otros elementos del sistema. La demanda de tecnología precede o acompaña la
respectiva oferta; existe una especie de confusión o coexistencia entre la actividad de producción y
la de innovación. Esta situación es contemporánea de la concentración de la producción en unos
pocos países, como consecuencia del pacto colonia¡. El desarrollo del propio pacto es una
consecuencia de la diferencia de nivel tecnológico entre los países situados en el centro del sistema
económico mundial, es decir, los países de Europa Occidental que lo controlaban.
Inglaterra se convirtió en la mayor potencia de la época porque poseía entonces la tecnología más
avanzada, que le permitía una mayor acumulación de capital, mucho mayor que la de los otros.
Este hecho es importante, ya que industrialización y capitalismo estaban convirtiéndose en
sinónimos.
Para continuar vendiendo -que era vital para el sistema- los otros países se verán obligados a
buscar mercados privilegiados, especie de subsistemas políticos formados por colonias; espacio
cuya división fue realizada según la ley del más fuerte. La distribución de tierras en África es una
consecuencia directa de las diferencias de poder industrial entre países europeos. El status jurídico
y político mediante el cual cada potencia europea podía ejercer su denominación sobre las colonias
distantes está también ligado a este factor (R. Bonnain-Moerdijk, 1972, pág. 409).
Esta es la razón por la cual un país como Bélgica, por ejemplo, no conservó privilegios comerciales
en el Congo Belga, hoy Zaire, que era, por otra parte, propiedad «personal» del rey. Tal situación
explicará, más adelante, la precoz industrialización del Zaire en comparación con otros países
africanos. El hecho de que Bélgica no pudiese imponer tarifas preferentes en sus relaciones
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ESPACIO Y METODO Milton Santos
comerciales en el Congo Belga estimuló al capital belga a invertir allí. Otros países colonizadores
se valieron de la fuerza para dictar los términos de sus relaciones con sus colonias.
La posesión de un imperio colonial da al país dominante el control total de los precios dentro del
correspondiente subsistema y eso tiene repercusiones sobre la economía: el control político
permite, entre otras cosas, mantener salarios bajos y precios igualmente bajos para las materias
primas; ambos para el beneficio del país dominante, que es capaz, aún, de sacar beneficio de las
oscilaciones coyunturales. Estas ventajas representan a largo plazo una desventaja, ya que los
Estados colonizadores de Europa pudieron, hasta cierto punto, despreocuparse intramuros de los
progresos tecnológicos. Sin embargo, el hecho de que no pudiesen desinteresarse del progreso
realizado extramuros ayuda a comprender las guerras de este siglo. Era indispensable protegerse
contra los países cuyos precios de producción pudiesen, a largo plazo, constituir una amenaza para
un mercado menos protegido. El ejemplo de los Estados Unidos, que, poco a poco, ingresa en los
mercados europeos y latinoamericanos, es muy significativo como para ser olvidado. Sería, además,
instructivo verificar hasta qué punto las diferencias de nivel tecnológico entre países fueron
responsables de las guerras desde 1870.
Por esta razón se puede hablar de la «invención del método de la invención», por el hecho de que
las innovaciones son en gran parte una consecuencia de una técnica que se alimenta a sí misma.
Esa técnica, cuya realización se hizo relativamente independiente, es llamada investigación.
La tecnología aparece como una condición esencial para el «crecimiento». Los países que poseen la
tecnología más avanzada son también los países más desarrollados; las industrias o actividades
servidas por una tecnología desarrollada están así dotadas de un mayor dinamismo.
La investigación de mejor nivel se concentra en los polos del sistema, en los países más
desarrollados. Los países industrializados gastan 2/3 de sus recursos para investigación en las
industrias más avanzadas, y sólo 1/3 en las industrias poco dinámicas. Para los países
subdesarrollados en general, cerca del 40 % de sus recursos están orientados hacia industrias que
están casi estancadas, y menos de 1/3 para industrias desarrolladas. Considerando que las
industrias más modernas requieren un esfuerzo de investigación mucho mayor que las intermedias
o las casi estancadas, se puede, de este modo, notar la diferencia de situación entre los países
desarrollados y subdesarrollados.
Es verdad que estos últimos siempre tienen la posibilidad de comprar patentes. Esto, sin embargo,
es sólo una forma de usar sus reservas de moneda o de endeudarse por medio de enormes pagos de
tecnología. De cualquier modo no es suficiente importar los resultados de una investigación básica:
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ESPACIO Y METODO Milton Santos
debe continuarse más allá del estado de investigación pura, hasta el de investigación aplicada, cuyo
costo es considerablemente más alto.
Este período se distingue claramente del anterior en que la industria es rápidamente sustituida por
la gran industria como motor principal de producción, y que la tecnología se convierte en factor
autónomo, en lugar de la propia industria.
Este período es también aquel en el cual las fuerzas externas creadas en los polos -actualmente los
Estados Unidos y la Unión Soviética- experimentan nuevos apoyos o renuevan otros. Estos -
transporte aéreo, comunicaciones a gran distancia, propaganda, nuevos medios de control de los
mecanismos económicos (A. Bouchouchi, 1970 y 1971), posibilidades de concentración de la
información, nuevas técnicas monetarias-, juntamente con la revolución del consumo que reposa
también en las mismas bases, constituyen las nuevas condiciones de la organización espacial en
todo el mundo.
Por medio de las comunicaciones, el período afecta a la humanidad entera y a todas las áreas de la
Tierra. Son muy raros en esta fase de la historia los espacios que escapan temporalmente a las
fuerzas dominantes. Las nuevas técnicas, principalmente aquellas para procesar y explotar
innovaciones, entrañan, como nunca se había producido antes, la posibilidad de disociación
geográfica de las actividades.
A este fenómeno pueden añadirse muchos otros: la creación de nuevas colonias periféricas en el
mundo subdesarrollado; las nuevas formas de industrialización, como la internacionalización de la
división del trabajo; y la llegada de capital y de tecnología de los países adelantados para usar una
fuerza de trabajo barata allí donde ésta habita, es decir, en los países dependientes.
Este período está caracterizado asimismo por las empresas multinacionales que se imponen en el
mapa económico del mundo, al mismo tiempo que despierta el nacionalismo que toma a menudo la
forma de nuevos estados. Trácese, en este sentido, un paralelo entre la asamblea de pocas docenas
de países en la Sociedad de Naciones de La Haya y el gran número de estados que hoy forman las
Naciones Unidas.
Con todo -y este es un elemento característico de este período-, las grandes corporaciones son,
frecuentemente, más poderosas que los Estados. El conjunto de las condiciones características del
período ofrece a las grandes empresas un poder antes inimaginable.
Las dificultades encontradas por los países del Tercer Mundo para escapar de la dominación
proceden en parte de esto. Más aún, como muestra Meyer (1972, pág. 329), «el desarrollo de
nuevas técnicas de procesar y explorar la información hace posible un aumento de la concentración
del poder y, en consecuencia, un impacto más irresistible de las fuerzas externas; en ese proceso, la
multiplicación de estructuras financieras con dimensiones internacionales desempeña un papel
decisivo».
Existe una marcada diferencia entre los sistemas 1, 2, 3, 4 y el sistema 5. En el último, todos los
espacios son alcanzados inmediatamente por un cierto número de innovaciones. Desde nuestro
punto de vista, este es el factor más importante en la historia del mundo actual y en la historia del
Tercer Mundo.
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ESPACIO Y METODO Milton Santos
Ciertamente la organización del espacio puede definirse como el resultado del equilibrio entre los
factores de dispersión y de concentración en un momento dado en la historia del espacio. En el
período presente, los factores de concentración son esencialmente el tamaño de las empresas, la
indivisibilidad de las inversiones y las «economías» y externalidades urbanas y de aglomeración
necesarias para implantarlas. Todo esto contribuye a la concentración, en unos pocos puntos
privilegiados del espacio, de las condiciones para la realización de las actividades más importantes.
Por otra parte, los factores de dispersión están representados por las condiciones de difusión de la
información y de los modelos de consumo. La información generalizada es difundida del mismo
modo que los modelos de consumo importados desde los países hegemónicos.
Como resultado, estos modelos son servidos por los nuevos canales de información, por los
modernos medios de transporte y por la creciente modernización de la economía, que constituyen
otros tantos elementos de dispersión.
Pueden aparecer excepciones para las reglas descritas; por ejemplo, las actividades de producción
que aparecen fuera de los centros urbanos ya establecidos y en respuesta a las nuevas necesidades
tecnológicas, como las ciudades mineras o los enclaves (G. Coutsinas, 1972, pág. 379). Son
excepciones que no pueden invalidar la regia.
Los dos aspectos fundamentales de la urbanización (C. Paix, 1971 y 1972, pág. 269), la
macrocefalia y las pequeñas ciudades, son una consecuencia de la doble tendencia por una parte a la
concentración, y por otra a la dispersión.
Hasta el período anterior, las innovaciones alcanzaron solamente unas pocas áreas y a unos pocos
individuos. La sociedad y el espacio de los países subdesarrollados estaban así muy poco afectados
por las innovaciones emanadas de los polos y cuya transferencia selectiva era conseguida por la
acumulación, en un mismo punto, de innovaciones transferidas y por la relativa dispersión de las
innovaciones «inducidas». Sin embargo, los espacios afectados por innovaciones «inducidas» y por
innovaciones «transferidas» estaban obligatoriamente en contacto. El desarrollo de todos estos
espacios no era homogéneo entre los países, ni dentro de un mismo país. Las condiciones del
impacto también cambiaban con el tiempo, porque las variables del crecimiento cambian con las
«innovaciones».
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ESPACIO Y METODO Milton Santos
Podría preguntarse asimismo si en los períodos precedentes la contigüidad no era, también, una
condición para la difusión. Hoy en día, gracias a las nuevas posibilidades de difusión inmediata y,
sobre todo, general de las innovaciones, la contigüidad dejó de ser una condición imperativa; esto
no deja de tener consecuencias para la organización del espacio.
Durante los períodos anteriores, los países industriales orientaban en los países subdesarrollados la
creación de innovaciones inducidas que respondían a las necesidades de los países adelantados,
pero cuyas aplicaciones se encontraban muchas veces en los propios países subdesarrollados. Las
innovaciones incorporadas (J. R. Lasuén, 1970) eran la consecuencia, directa o indirecta, pero
siempre limitada y localizada, de las contribuciones de innovaciones inducidas. La posibilidad de
importar innovaciones incorporadas estaba condicionada, en parte, por la capacidad de crear
innovaciones inducidas.
Modernización y polarización
Las innovaciones crean nuevas actividades al responder a las nuevas necesidades. Las nuevas
actividades se benefician de las nuevas posibilidades, sin embargo la modernización local puede
representar simplemente la adaptación de actividades ya existentes a un nuevo grado de
modernización. Sin duda, son posibles combinaciones diferentes entre estas dos hipótesis. El hecho
de que en cada momento no todos los lugares sean capaces de recibir todas las innovaciones
explica por que: 1) ciertos espacios no son objeto de todas las innovaciones; 2) existen demoras,
desfases, en la aparición de esta o aquella variable moderna o innovadora; y esto ocurre a diferentes
escalas.
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ESPACIO Y METODO Milton Santos
Los resultados están en estrecha relación con los intereses del sistema a escala mundial y también
a escala local, regional o nacional. A través de esto podemos, tal vez, explicar las llamadas
diferencia del desarrollo; por ahí será viable explicar las diferencias de modernización entre
continentes y países, y, del mismo modo, en el interior de los países. El hecho de que existan
atrasos temporales en el establecimiento de variables modernas explica las diferencias de situación
dentro de los países.
¿Qué ocurre cuando una innovación (1,2,3,4,5), habiendo alcanzado un primer punto o zona,
solamente se propaga con un gran desfase a los otros puntos? Esta es la esencia del problema de
los polos secundarios o subordinados. Es claro que el mecanismo no es solamente válido a escala
mundial, sino también a escala nacional, regional o local. El punto que recibe un haz de
innovaciones correspondiente a una modernización está en posición de influir sobre aquellos que
no la poseen (B. Kayser, 1964, pág. 334) y esto más aun cuando ese haz está formado por las
variables más dinámicas del sistema dominante.
La difusión de innovaciones es así responsable de las notables diferencias dentro de cada país, con
la creación de polos internos. La modernización siempre va acompañada por una especialización de
funciones que da origen a una jerarquía funcional.
Ciertamente, los puntos del área que acogieron las innovaciones o sus más importantes efectos son
también los más capaces de recibir otras innovaciones. Esto da origen a lugares privilegiados, con
una tendencia polar.
A nivel mundial, el emisor (o el centro) está representado por el país o países que, en un momento
dado, tienen el privilegio de las combinaciones más efectivas de las nuevas variables alrededor de la
variable clave. Ese lugar es el centro del sistema mundial. En otros niveles, comenzando por el
país, el punto o la zona que primero consigue la más efectiva combinación de variables constituye
un lugar potencialmente más abierto a las influencias del centro. Existe así una variedad y una
gradación de sistemas dominantes, de sistemas dominados y de espacios representativos de esos
sistemas.
Todo lo que vimos anteriormente muestra que la formación de un espacio supone una acumulación
de acciones localizadas en diferentes momentos, Esto entraña un problema teórico, el de transferir
las relaciones de tiempo dentro de las relaciones de espacio. Es evidente, como señala D. Harvey
(1967, pág. 213), que si no tenemos éxito al explicar los sistemas espaciales (Chisholm, 1967) con
un mínimo de teoría, no podemos pasar del nivel de la descripción pura y simple.
Un sistema puede ser definido como una sucesión de situaciones de una población en un estado de
interacción permanente, siendo cada situación una función de las situaciones precedentes (R. L.
Meyer, 1965, pág. 2; y O. Dollfus, 1970, pág. 4). Un análisis de sistemas que considere esta
diacronía requiere la utilización de dimensiones temporales en el estudio del espacio, estando este
último considerado como un subproducto del tiempo. Así, la estructura espacial, por sí misma, es
suficiente como objeto de estudio. Esta es la razón por la que debemos considerar las estructuras
espacio-temporales.
No se puede alcanzar ese objetivo sin comprender el comportamiento de cada variable significativa
a través de los períodos históricos que afectan a la génesis del espacio que se está estudiando. Sin
duda, este espacio ya tenía una historia antes del primer impacto de las fuerzas externas elaboradas
a niveles espaciales más elevados, incluyendo el nivel mundial. Si deseamos, no obstante, ir más
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ESPACIO Y METODO Milton Santos
allá del caso particular, es la acción de esas influencias, desde el momento en que actúan a escala
que sobrepasa lo local, la región, el país o aún el continente, lo que debemos fijar como objeto de
análisis.
Actualmente, considerando que en cada sistema existe una combinación de variables de diferentes
escalas y períodos de tiempo, cada sistema transmite elementos datados diferentemente. Más aun,
el subespacio receptor es selectivo. No son recibidas todas las variables «modernas» y las variables
recibidas no son necesariamente de la misma generación. Aquí se encuentra el fundamento no
solamente de la diferenciación de los paisajes de la superficie del globo, sino también del
comportamiento de los subespacios, de su tendencia a mantener relaciones, y aquí también estriba
la razón de su individualidad y de su definición particular.
Desde que la producción se hizo social puede hablarse de medio técnico. Ese medio técnico viene
sufriendo transformaciones sucesivas y, según los períodos, de diferente intensidad en las diversas
partes del mundo. En aquellos países 0 regiones donde estaban disponibles técnicas más avanzadas
y podían ser aplicadas a la transformación de la naturaleza, encontramos también un medio técnico
más complejo.
Con el sistema capitalista comienza el proceso de unificación de las técnicas, aunque, según los
lugares, la diversidad de su uso continuase siendo llamativa. El hecho de que los intereses de
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ESPACIO Y METODO Milton Santos
Llegamos de este modo a una fase, prevista por Marx hace más de un siglo, en la que el factor
dominante es el trabajo intelectual universal; al mismo tiempo en que son menos numerosos los
poseedores de los medios de producción, cuyo tamaño actual no se podía sospechar hace sólo
algunos decenios.
Sin embargo, el predominio del trabajo intelectual acelera igualmente el proceso de unificación del
trabajo. Por unificación del trabajo debe entenderse el hecho de que más y más gentes deben, para
poder producir, estar reunidas bajo una dirección única, aunque no aparente. Las grandes ciudades
son el ejemplo límite de esa masificación de los instrumentos de trabajo y de capital fijo. Jamás
podrían funcionar si no dispusieran de recursos organizativos en gran escala, como los que les son
ofrecidos, por ejemplo, por la cibernética, disciplina del conocimiento humano que corresponde a
un alto grado de desarrollo científico.
Por otra parte, dentro de cada país existe la tendencia a una especialización cada vez mayor de las
áreas productivas. Esto está ligado a la necesidad de mayor rentabilidad del capital, sin embargo
no sería posible si todos los tipos de producción, incluyendo la agrícola o la agropecuaria, no
fuesen hoy dependientes, en diferentes medidas, del saber científico y técnico.
Es necesario añadir que el movimiento lleva a los capitales fijos a tener una importancia mucho
mayor que antes, de modo que se da un aumento paralelo de «fijos» y de «flujos».
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A medida que la economía se hace espacialmente selectiva dentro de cada país, y complementaria
entre países, los instrumentos de trabajo son cada vez mayores y los capitales fijos y los
correspondientes son forzosamente más numerosos y densos. Conocemos, así, una evolución que,
partiendo del capitalismo mercantil, llega a nuestro mundo científico-técnico; durante la cual el uso
del espacio sufre una evolución constante, que se acelera en menos de medio siglo, justamente
después de la difusión de los métodos de producción científica.
Ya en la fase del imperialismo, los progresos mecánicos fueron grandes y aumentaron las
posibilidades de sobreponerse a los elementos naturales: se construyeron ferrocarriles y después
carreteras, se construyeron puertos, se crearon canales de comunicación a distancia a través de
cable submarino, y, más tarde, del telégrafo sin hilo; todo eso permitió una cierta liberación de las
contingencias naturales, aunque, en cada país, se beneficiaron sobre todo algunos puntos
privilegiados del espacio. Paralelamente, en los países subdesarrollados podía reconocerse una
separación más nítida entre espacios de producción, es decir, campos cultivados, zonas mineras,
etc., y espacios de consumo, representados especialmente por las ciudades, sobre todo las mayores.
Sin embargo, en la fase actual, todos los espacios son espacios de producción y de consumo y la
economía industrial (¿o post-industrial?) ocupa prácticamente todo el espacio productivo, urbano o
rural. Por otra parte, alcanzado un nuevo umbral en la división internacional del trabajo, todos los
lugares participan de ella, sea por la producción sea por el consumo.
Gracias a las nuevas condiciones el espacio se mundializa, al mismo tiempo que aumenta el número
de estados y los territorios respectivos son dotados de una especificidad aún más nítida. Al mismo
tiempo que los espacios productivos conocen una especialización más indiscutible, las disparidades
regionales alcanzan una nueva categoría, estando cada vez menos presididas por las condiciones
del aprovechamiento directo de las condiciones naturales y cada vez más por las posibilidades de
aplicación de la ciencia y de la técnica a la producción y a la circulación general.
Podemos hablar de una nueva forma de urbanización y de nuevas jerarquías urbanas, en función de
que la circulación entre las ciudades afecta a elementos distintos de los del período anterior. Hoy,
la circulación de órdenes, de plusvalía, de información, pasa al primer plano y se ciñe a una
jerarquía calcada sobre necesidades que son propias de la ciudad o de regiones agrícolas
circundantes, pero que reflejan relaciones menos «naturales». Antes, la circulación era casi
únicamente de productos. La producción local destinada a la industria y a la población de ciudades
mayores, dentro o fuera del país, constituía lo esencial de la actividad urbana y presidía su
comercio. Ahora, gracias al desarrollo de los transportes, buena parte de ese comercio puede
hacerse directamente, en dirección a las grandes ciudades; sin embargo, según los casos, la
actividad productiva incorpora una demanda importante de asesoramiento industrial, financiero,
jurídico, etc., que dota a las ciudades de un nuevo contenido. Esa tendencia es tanto más nítida
cuanto mayor es la cantidad de capital fijo añadido a la producción. Por el hecho de que aumentar
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ESPACIO Y METODO Milton Santos
el capital fijo significa reducir la cantidad de trabajo necesario, eso también significa que la
producción necesita, en mayor número, de inputs científicos.
El banco tiene, pues, un papel selectivo fundamental. En primer lugar, paga de modo diferente a
sus diversos acreedores y, en segundo lugar, cobra también de forma diferente a los deudores. La
verdad es que también escoge, según las condiciones estructurales y coyunturales, los sectores de
inversión, así como los deudores potenciales. Todo esto se realiza con la masa de dinero de las
empresas y del público que el banco tiene a su disposición, de tal forma que, al hacerse capital
productivo, es cuando el capital bancario adquiere la denominación de capital inmobiliario o
mercantil o industrial. En el pasado era posible distinguir estos tipos de capital, pues no
alcanzaban el mismo grado de imbricación e interdependencia. Pero hoy es prácticamente
imposible desconocer la unicidad del capital bajo las diversas denominaciones que adquiere según
su uso. La capitalización generalizada de la economía, privilegiando el papel centralizador de los
bancos, provoca que esas diversas denominaciones sean únicamente funcionales y lleva a que las
proporciones correspondientes a cada una de ellas constituyan, por eso mismo, un dato
administrativo, aunque la estructura de la actividad económica ejerza una influencia decisiva.
El espacio «conocido»
Otro aspecto de la definición del espacio nace, en la fase actual, del hecho de que su uso supone una
aplicación de principios científicos, manifestados a través de las diversas etapas de la actividad
agrícola, comercial, industrial, etc. El uso del espacio se hizo más capitalista.
Podemos igualmente decir que, merced a la ciencia y la tecnología, el espacio resulta «conocido»;
es decir, disponer de un inventario de las posibilidades capitalistas de su utilización es cada vez
más posible y más necesario como un prerrequisito a la instalación de actividades productivas,
tanto en la ciudad como en el campo. La localización de un supermercado, de un centro comercial,
de una fábrica, está precedida de estudios de viabilidad que tienen en cuenta no sólo la coyuntura
económica sino también las facilidades ofrecidas por cada lugar dentro del espacio. Otro tanto
ocurre con la actividad agropecuaria, en la que, en virtud del uso cada vez más frecuente de
mejoras, el inversor potencial desea conocer de antemano que recursos de capital son necesarios
para que un producto dado sea, allí, realmente rentable.
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ESPACIO Y METODO Milton Santos
El proceso de evolución del medio técnico corresponde pues, a un incremento en el uso de capital
fijo. Existe, también, una necesidad mayor de capital circulante, ya que las exigencias científicas y
técnicas dan lugar a: 1) la necesidad cada vez mayor de adelantos de capital para satisfacer gastos
como la preparación y el propio funcionamiento de la actividad; 2) a una reducción del número de
personas empleadas directamente en la producción; 3) a una terciarización más amplia y
aceleración que, en virtud de la ampliación de las funciones de investigación, dirección,
mercadotecnia, etc., lleva al crecimiento del sector terciario superior (llamado también
cuaternario), conduce a la expansión del terciario banal, merced a la ampliación del comercio y de
los transportes, y también al aumento de los terciarios primitivos o, en otras palabras, del
subempleo, ya que la tendencia a la cientifización del trabajo, a su organización sistemática y a su
tecnificación se produce en todos los sectores productivos.
La evolución milenaria del medio técnico llevó a un proceso en el que uno de los extremos está
representado por la confusión geográfica entre la producción, la circulación, la distribución y el
consumo. En el otro extremo, esas cuatro instancias de la producción están geográficamente
disociadas y aparentemente desarticuladas. Es la fase actual.
En las comunidades primitivas, que durante mucho tiempo fueron consideradas como
autosuficientes, el territorio respectivo era el territorio de la producción y del consumo del grupo,
así como el de la circulación y distribución de los productos. La «apertura» de esas áreas a la
influencia de un comercio externo fue llevando a una disociación progresiva, no solamente desde
un punto de vista geográfico, sino también económico-institucional, de las cuatro instancias
productivas. Parte del producto local era consumido en tierras distantes, así como parte del
consumo local procedía de otras áreas. De esa forma, las condiciones de circulación y distribución
se hacían cada vez más independientes de las condiciones propiamente locales y cada vez más
dependientes de un nexo que escapaba a la comunidad. Esa dirección externa del proceso
productivo alcanza su clímax en la fase científico-técnico actual, en la medida que la economía se
mundializa y está presidida por firmas multinacionales cuya voluntad de lucro hace que busquen en
fracciones del espacio localizadas en diversos países el valor de uso que, mediante su estrategia y
su poder, transforman en valor de cambio. Esto es aun más sensible en los países subdesarrollados,
tanto por razones históricas como por razones actuales. Entre los motivos actuales, está el control
del conocimiento científico por los países del centro, así como la aplicación de nuevos
conocimientos, tanto científicos como técnicos u organizativos, generados en los países de la
periferia. Como esa sabido, merced a la forma de organización de las empresas y de su intercambio,
muchos descubrimientos realizados en países subdesarrollados son valorizados en los países
avanzados, cuyas empresas venden, más tarde, estos descubrimientos, o las técnicas reelaboradas o
solamente retocadas. Entre las razones históricas, está la dependencia original de los países
subdesarrollados actuales, que se vio agravada en la medida en que la evolución económica llevó a
una reproducción ampliada de las condiciones de dependencia original.
De este modo, la expansión dentro de los países subdesarrollados de las áreas organizadas según
las leyes de la ciencia y de la técnica (desarrollada en buena medida con recursos públicos)
constituye un factor de atracción de capitales foráneos cada vez mayor. De tal modo que, por una
parte, la nación entera está abocada a financiar los crecientes beneficios de las compañías
extranjeras, al mismo tiempo que el propio estado encuentra dificultades para la gestión de los
negocios.
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ESPACIO Y METODO Milton Santos
La cuestión de la federación
Podemos también considerar la transformación del medio técnico en medio científico-técnico desde
el punto de vista de las diversas áreas de un país. Resulta a veces difícil discernir entre causas y
efectos, sin embargo, a la expansión geográfica del llamado medio científico-técnico corresponde
una concentración de la economía nacional que, a su vez, supone o exige un poder mayor del
gobierno central. De tal forma que los gobiernos provinciales quedan sin capacidad de tomar
iniciativas, y se vuelven, a veces, enteramente dependientes del nivel gubernamental que dispone
de recursos.
Como cada nivel de organización, sea cual sea su dominio, corresponde a intereses distintos y a
veces conflictivos, el ejercicio de las atribuciones de un gobierno central en la remodelación del
territorio o en el cambio de uso de sus diversas partes, puede acarrear para los niveles inferiores de
gobierno (regional o municipal según los casos) problemas que resultan insuperables y cuya
solución exige, de nuevo, que ese nivel administrativo se dirija al gobierno central. El hecho de que
éste, como expusimos hace poco, tenga sus propias finalidades, provoca que la atención a las
demandas de los gobiernos regionales o municipales sea a veces imposible, a veces parcial, a veces
extemporánea y, de cualquier forma, origen de distorsiones.
La expansión del medio científico-técnico conduce también a que la necesidad de grandes capitales
se haga mayor, lo que genera en muchos casos una separación geográfica entre el inversor y el
medio ambiente donde la inversión se realiza, con las múltiples consecuencias de esa separación. La
primera de ellas es la propia dirección de la actividad que, de forma semejante a lo que ocurre con
las transnacionales en el dominio internacional, crea dentro del país posibilidades de elección de
comportamientos extraños al lugar de la producción y a la unidad político administrativa en que
ésta se inserta.
Hemos visto ya casos de industrias que, localizadas en el nordeste del Brasil, cerraron sus puertas
porque no interesaba al inversor mantenerlas en funcionamiento. Hemos visto, también, el cambio
de toda la organización agrícola de un área, como consecuencia de la llegada de capitales foráneos.
Estas transformaciones van acompañadas de otras Migraciones forzadas
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Aculturación
Es indispensable resaltar que otras actividades también conocen paralelamente el mismo impacto,
toda vez que el aumento de densidad del capital tiene un gran poder de contagio en las áreas
agrícolas, arrastrando en el mismo movimiento a las áreas vecinas y a las actividades
complementarias. Eso conduce, a veces muy rápidamente, a una tercera consecuencia importante:
la tendencia a la «aculturación» del área. La substitución de personas, la introducción de nuevas
formas de hacer, la alteración de los equilibrios sociales de poder, generan desequilibrios de los que
resulta, por una parte, la migración de los liderazgos locales tradicionales y la quiebra de hábitos y
tradiciones, y, por otra parte, la transformación de las formas de relación generadas lentamente
durante largo tiempo, que se ven, de repente, sustituidas por nuevas formas de relación cuya raíz
es extraña y cuya adaptación al lugar tiene un fundamento puramente mercantil. Esto significa que
hay un doble proceso de alienación, tal vez menos sensible para los que llegan, en virtud de sus
objetivos o por el hecho de que ya están habituados a un estilo de vida menos vinculado a un sólo
lugar. A diferencia de los otros, los que están llegando vienen ya con un empleo, o con la esperanza
de obtenerlo. Para los que salen la situación es más dramática. Son apartados de una posición
social, política o profesional cuya estabilidad se consolidó a lo largo del tiempo (e incluso por
herencia) y cuya existencia tenía una cierta comunión con las condiciones del área a la cual estaban
íntimamente vinculados y de la que se ven, de una hora para otra, obligados a un éxodo que los
sitúa ante un nuevo espacio, una nueva economía, una nueva sociedad, donde tendrán grandes
dificultades para desempeñar un nuevo papel.
La urbanización y la ciudad
Problemas de análisis
El análisis de estos cambios, que son tanto espaciales como económicos, culturales y políticos,
puede hacerse, como sugeríamos antes, desde el punto de vista de las diversas instancias de la
producción. Es decir, de la producción propiamente dicha, de la circulación, de la distribución y del
consumo. Pero también puede tomar como parámetro otras categorías, por ejemplo, las estructuras
consagradas de la sociedad, o sea, la estructura política, la estructura económica. la estructura
cultural-ideológica, a las cuales añadimos lo que llamamos la estructura espacial. El análisis puede
también adoptar como punto de partida otra serie de categorías: la estructura, el proceso, la
función y la forma.
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ESPACIO Y METODO Milton Santos
de esas instancias no cambia de modo paralelo, pero la evolución de todas ellas es más rápida que
en las fases anteriores.
Los procesos de todo orden (económico, institucional, cultural), que inciden sobre el área en
cuestión, proceden, de ese modo, de todos los niveles de decisión. De la misma forma, las funciones
ejercidas por el área corresponden igualmente a esos diversos niveles. Si un subespacio, a pesar de
estar inserto en el contexto global de la nación, podía escapar de algún modo al peso de la totalidad
de las determinaciones más generales y valorar las determinaciones de naturaleza local o regional,
a partir de la organización científico-técnica del espacio éste pasa a ser el teatro de una
multiplicidad de acciones, cuyo origen y cuyo nivel es diverso. Esto lleva también a que las formas
locales, o sea, los objetos creados para permitir la producción económica, las formas generadas
para hacer posible la vida institucional y cultural, se vuelvan extremadamente precarias,
subordinadas a cambios rápidos y profundos. Esto ocurre tanto en la organización de la red de
transportes, que debe readaptarse rápidamente, como en el plano urbano, que debe ser modificado
con prontitud para atender al nuevo tipo de demanda representado por una nueva estructura
profesional o por exigencia de orden cultural; y ello sin hablar de las relaciones sociales, creadoras
de nuevas formas de convivencia. Del mismo modo, la propia administración pública debe
reorientarse. Podríamos añadir un gran número de ejemplos, desde la frecuencia de los viajes hasta
la estructura del consumo.
En la medida que todo esto está subordinado a un juego de relaciones en el que las variables
proceden, sobre todo, de centros de decisión cuyos objetivos no son coincidentes y que están
situados en diversos puntos del país, e incluso fuera del mismo, la sociedad local se ve sometida a
tensiones mucho más numerosas y frecuentes.
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ESPACIO Y METODO Milton Santos
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