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Omar Castillo, Comunicón y Soledad

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Omar Castillo, comunión y soledad 

Autor: Iván Guzmán López  


10 de Octubre de 2009

Alguna vez, hablando de literatura, el mejicano Octavio Paz afirmó que “la poesía no es una actividad mágica ni religiosa, no obstante el
espíritu que la expresa, los medios de que se vale, su origen y su fin, muy bien pueden ser mágicos o religiosos. Mientras que en la religión lo
sagrado cristaliza en el ruego, en la oración, en el éxtasis místico, en un diálogo o relación amorosa con el creador, el poeta lírico entabla un

diálogo con el mundo; en ese diálogo hay dos situaciones extremas: una de soledad y otra de comunión”.  
Esta definición de poesía, el diálogo con el mundo, las situaciones de soledad y de comunión que explicita Octavio Paz, hacen presencia permanente en la vida y en la obra del
poeta colombiano Omar Castillo. En Mudez, poema perteneciente al libro Los años iniciales en el vacío, dice: Ha colapsado una palabra al interior de la oración / con la que el
adolescente construirá el recuerdo. / Toda en los gestos se hizo añicos / y donde sucedía una infancia / ahora permanece una piel que el viento arruma. 

La génesis del poeta que habita a Omar Castillo Gómez, la encontramos en sus propias palabras: “Nací el 9 de diciembre de 1958; hasta los nueve años viví en un segundo piso
con dos balcones de begonias y bifloras; a mis 14 una fisura me acercó a la poesía; luego un sin fin de rupturas y fundaciones”…Para completar esta cronología vital, digamos que
el estro y el trabajo sistemático de nuestro poeta le ha permitido una producción constante, rica, bien trabajada, que a veces da razón de la soledad ineludible, y a veces de la
comunión, quiérase o no, con “un mundo sectorizado por sus dogmas e ideologías. Un mundo pronosticado por la usura y el consumismo”, como él mismo lo dice. Ha publicado
trabajos poéticos como: Vestuario (1979), Garra de gorrión (1980), Limaduras del sol (1983 y 1986), Fundación y rupturas (1985), Relatos del mundo o la mariposa incendiada
(1985), Informe (1987), Relatos de Axofalas (1991), Leyendo a don Luis de Góngora (1995), Relatos del mundo (1998), donde aparece compilada su obra poética publicada desde
1983, incluyendo Fragmentos (1993) y Sonetos para la infancia que habita la piedra (1998); Abra, el libro de los amigos (2003), El libro de ensayos Asedios, nueve poetas
colombianos & crónicas (2005), Poema de New York (2007). Seleccionó y prologó las antologías Poesía en el umbral 1985-1989 de Luis Iván Bedoya (1993); De panidas y poetas,
segunda muestra de poemas antológicos antioqueños (1994) y Homenaje a José Asunción Silva (1996). Sus poemas son incluidos de continuo en antologías de la poesía
colombiana y latinoamericana, al igual que es invitado obligado en el Festival internacional de poesía de Medellín. Actualmente dirige la revista de poesía Interregno, editada en
Medellín desde 1991. 

Del libro, Relatos del mundo, quintaesencia de la poética de Omar Castillo, degustemos el poema Limaduras al sol, joya de fina orfebrería, donde se juntan categorías poéticos
como mariposa, húmedo, fuego, ruptura, vacío, orfebre, tallador, pan, demente, río, puente, gritos, presuroso, que develan el componente mundo-soledad del poeta: “De noche en el
húmedo bosque al borde de la mariposa del fuego escuchando viejos lamentos. / ¿Les darán a los hombres la historia vacía? / ¿Les darán a los hombres el olvido del tiempo? / Son
esos poemas oscuridad a los ojos. Insuficiente es el secreto del fuego para decir el poema. / Se puede horadar el verso. Obstaculizar la imagen. Dislocarla. Aflojar la cuerda de sus
palabras. Y aun así no llegar al poema. / Las mentes más lúcidas se desesperan. En los viejos parques. En las azoteas. Hombres en ruinas temerosos del lente del siglo. Roban el
pan de los dementes. 

Húmedos  del sueño. / ¿Verificar el poema? 

¿Estandarizar el poema? ¿Arrinconar el poema? 

¿Saturación? / Escoger el lado seco del río o el puente levadizo. La presión de los dedos sobre los propios labios no es para detener las palabras. Cuando se camina presuroso a
grandes gritos se hace. Algo es cierto. El cúbito del cadáver del padre no será chupado. No será. Es suficiente y basta. 

En, Relato en el recodo, leemos: Descubre el nido extraviado de tu nombre. / Ves, / el recodo en tu casa permanece intacto, / las escalas / guardan el mismo demonio aterrador en
tus sueños. / Las begonias silenciosas se conservan en los balcones. / La mujer aún se baña, desnuda tras las rendijas. / Todavía sostienes su mirada dura, el bolsillo bordado de
su falda naranja. / Las golondrinas empluman el último designio de luz solar. / El niño que extravía se regocija en el bosque de helechos. / Aquel hombre boca abajo contra el
pavimento, siguen manando constelaciones de las amplias heridas de su espalda y cuello. / La anciana recogiendo para tu boca el mamey carnoso. / Descubre el nido migratorio de
tu nombre. / En el arco suspenso permanece, / sólo que el niño que extravía no vuelve del bosque de helechos / y la antigua-madre / dormita acariciando fósiles y ecos. 

El poema, Epitafio, como una tremenda metáfora del esfuerzo desmedido y a veces inútil de vivir, a la manera de Cavafis, nos deja interrogantes, tan duros, como cuando Vallejo
poetiza sobre los golpes de la vida: Millones ha que la estrella, / (Su estrella) cesó de brillar. / En este momento rayos que han llegado, / lo iluminan después de haber viajado a
través del indescifrado espacio, / posándose en todo él, ahora cuando yace / inerte. 

¿Exorcizado el conjuro, le pedirá / la vida otra cuota, lo retendrá aún? / O ¿es suficiente el itinerario que desde / remota galaxia, la luz viajera, / extinguida su fuente hace millones
de años, / aquí, ahora le ha dado alcance? / Desecha la coartada queda la espera / a cuyos dominios siempre estuvo atento. 

Omar Castillo camina las calles de Medellín, o de New York, o de Río de Janeiro, con un aire sereno, a veces meditabundo, pero siempre con una discreta sonrisa próxima a
estallar, tal vez porque presiente la proximidad del poema en una calle que se disfraza de cotidianidad, y que espera someter a la levadura de su imaginación creadora ataviada de
sílabas y de palabras precisas, que hablan de la soledad y de la forzosa comunión con el mundo.

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