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El Empoderamiento de Las Mujeres. La Ruta para Una Vida Equitativa Y Segura
El Empoderamiento de Las Mujeres. La Ruta para Una Vida Equitativa Y Segura
El Empoderamiento de Las Mujeres. La Ruta para Una Vida Equitativa Y Segura
ÍNDICE
PREÁMBULO............................................................................................................... 4
PREÁMBULO
1.- INTRODUCCIÓN
1
La autora nos recuerda esta cita en su artículo sobre el lugar que ocupa Simone de Beauvoir
en la genealogía feminista. Las palabras de Mary Wollstonecraf son palabras audaces, un
mensaje llamando a la rebelión de las mujeres contra las leyes patriarcales que desdeñan el
poder de las mujeres condenándolas a permanecer esclavas de un sistema que ha
naturalizado su presente, ocultado su pasado y ha querido destruir su futuro igualitario y en
libertad.
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roles y las subjetividades de cómo deberíamos de vivir, sentir y morir. Tapias donde se
quedaron estampadas estas normas determinantes de su propia existencia, per
saecula saeculorum, como monedas invalidadas para el intercambio de puntos de
vista diferentes y, sobre todo, para la convivencia en paz de ambos sexos. Mujeres y
hombres han vivido sin un espacio neutral donde encontrarse. Con sus diferencias y
semejanzas, han vagado como seres desconocidos sintiéndose enemigos mutuos,
disidentes, sin esperanza de reconciliación, sumergidos y náufragos en
contradicciones y odios atávicos.
Dos identidades que se han perpetuado en reglamentos y modelos difíciles de
quebrantar. Dos maneras programadas de sobrevivir, de subsistir, de triunfar, de crear
y de resucitar de entre los parias. Pero en la vorágine de la desigualdad, de la
discriminación, en la cúspide de la jerarquía hegemónica ha brillado con luz propia la
de los varones, la de los elegidos para la dominación del mundo partido en dos
mitades desequilibradas. Los favorecidos, esos que llevaban siglos maltratando de
muchas maneras a las menospreciadas, haciéndoles creer que eran seres inferiores a
ellos por el simple hecho de nacer mujer: “los hombres han aumentado esa inferioridad
hasta hundir a las mujeres casi por debajo del tipo de criaturas racionales”, como
escribió Mary Wollstonecraft en 1792 en su “Vindicación de los derechos de la mujer”2.
El mundo, insisto, ha sido roto y atomizado en dos sexos, en dos géneros, en
dos miradas para atraer del imaginario una manera diferente vivir y de relacionarse.
No es fácil escapar del binomio hegemónico sin padecer las consecuencias de desear
escabullirse de las garras del patriarcado. Es una dicotomía jerarquizada. Es una
relación social de poder.
En esta representación de las biografías humanas, a las mujeres no las han
olvidado, no, sencillamente las han excluido de las plazas públicas del
heteropatriarcado. Ellos, esos otros, sabían perfectamente que Ellas, esas otras,
existían. Ha sido un olvido orquestado, premeditado, dirigido para ganar poder, para
atesorar conocimientos, para no perder los privilegios de una clase rectora que se
erigió como excelencia y protagonismo por encima, muy por encima, del sexo
femenino. Las mujeres desaparecieron de la Historia formal para amanecer, por arte
de magia, dentro de las paredes adoquinadas de sus hogares, construidas a imagen y
2
Esta obra supuso en su tiempo una magnífica defensa en favor de incluir e implicar a las
mujeres, la mitad del género humano, en la misma lucha para conseguir los mismos derechos
por los que luchaban los hombres, los privilegiados. Mary Wollstonecraft, como muchas otras
mujeres de su tiempo, creyeron y lucharon por ello.
3
Esto significa que socialmente al hombre se le ha adjudicado el rol de “proveedor” ganapán
de la familia y a la mujer el de “reproductora”, responsable del hogar, la crianza de los hijos y
de los cuidados familiares.
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Citado en Educando desde la perspectiva de género. Fundación Isonomía (p. 14)
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Jo Rowlands citada por Magdalena León (1997), diferencia cuatro clases de poder. El “poder
sobre” que es un “poder suma cero”, en el que el aumento del poder de un individuo entraña la
pérdida de poder de otra persona. El “poder para”, “poder con” y “poder desde dentro” se
definen como “poder suma positiva”, al incrementar su poder una persona o grupo incrementa
a la vez el poder total disponible. Este poder supone crear relaciones equilibradas entre las
personas y los grupos. Este “poder suma positiva” compartido permite llegar a las necesarias
transformaciones sociales. Un poder para empoderar.
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Frase de Emily Dickinson, poeta estadounidense (1830-1836), compartida en Facebook por
Biblioteca para Todos. http://apartirdeunafrase.wordpress.com/2014/05/20/ignoramos-nuestra-
verdadera-estatura-hasta-que-nos-ponemos-en-pie-frase-de-emily-dickinson-poeta-
estadounidense-1830-1836-compartida-en-facebook-por-biblioteca-para-todos/
[consultado 15/07/2014]
7
“El poderío es un conjunto de poderes constitutivos que definen la condición de género de las
mujeres como una condición de poderes vitales inalienables, que se concretan en la
ciudadanía y se sustentan en la democracia y el desarrollo” (Lagarde, 2004:26).
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desacreditar y desmontar el poder patriarcal donde las mujeres han sido negadas,
maltratadas y confundidas.
El empoderamiento es un proceso a largo plazo. De la misma manera que las
mujeres, como apunta Maite Sarrió (2009) han aprendido todo lo necesario para existir
desempoderadas socioeconómicamente durante muchos siglos de historia patriarcal-
capitalista, se puede aprender a empoderarse como estrategia de cambio personal,
como principio activo en fórmulas magistrales para el desarrollo de las comunidades y
del conjunto de la sociedad, como voz de los y las sin voz, y como instrumento político
de abastecimiento de capital humano (femenino) necesario para la transformación del
Planeta y de la conciencia humana colectiva. ¿Dónde aprenden las mujeres a
empoderarse? De ello hablaré en el apartado cuatro cuando trate de las Escuelas de
Empoderamiento de las Mujeres.
El empoderamiento no es un poder de dominación, un “poder sobre”, es un
poder positivo que engendra autoridad y no autoritarismo que es lo mismo que
impedir, coartar, disuadir y prohibir tener la posibilidad de tener poder. El ejercicio del
poder ha ido inextricablemente unido a la violencia como el personal de mantenimiento
conveniente y útil para defenderlo y perpetuarlo. Esto pone de manifiesto la realidad
que vive el colectivo femenino en muchos lugares del Mundo: supeditadas a los
hombres; desposeídas de poder económico; dependientes de los hombres
económicamente, sentimentalmente, ideológicamente; limitando e impulsando su
único poder —como una responsabilidad natural— al ámbito doméstico y familiar
donde se han empobrecido, debilitado, donde las han violado, maltratado, asesinado,
menospreciado, dadas en matrimonio sin su consentimiento, mal alimentado, mutilado,
discriminado…(el orden de los factores no altera el producto que es la muerte moral de
las mujeres).
La violencia hacia las mujeres por el hecho de ser mujer es la expresión más
cruel y descarnada que tiene el heteropatriarcado para mantener su soberanía
hegemónica libre de toda adulteración que suponga un cambio de las reglas de juego
del paradigma androcéntrico. El patriarcado no actúa en solitario sino en complicidad
con otros poderes absolutistas, con modelos de organización opresores que ofrecen
afirmaciones exclusivas que legitiman esta violencia, premisas como la representación
de que las mujeres son seres “inherentemente inferiores a los hombres —
excesivamente emocionales y lujuriosas, incapaces de manejarse por sí mismas—
[por lo que tienen] que ser puestas bajo control masculino” (Federici, 2014: 154); son
propiedad privada de los varones a los que deben respeto y obediencia. Todo esto
institucionalizado, reforzado con discursos donde se las exhiben como malas y
peligrosas a las que hay que castigar, estigmatizar y domesticar condenándolas al
fuego inveterado de la institución familiar y/o la exclusión eterna de la escena pública.
La violencia machista no es solo un dispositivo para custodiar la sumisión de
las mujeres, sino también un correctivo para las desobedientes, las insubordinadas
con aptitud y disposición de cambio, un castigo para aquellas mujeres que se atreven
a romper la norma establecida y cuestionan la autoridad masculina. Un escarmiento
estructural para que vuelvan al puesto primigenio que les corresponde. La violencia
machista toma más relevancia y envergadura en las sociedades occidentales “cuando
los hombres comienzan a perder el monopolio del poder que gozaban en exclusiva”
(Herrera, 2011: 211).
La lucha feminista hizo evidente las desigualdades de género situando esta
violencia en la relación desigual que confiere y legitima el poder y control masculino
sobre las mujeres. El movimiento feminista de la tercera ola hizo que la conciencia
colectiva de la sociedad se agitara al nombrar realidades que permanecían invisibles.
Se conceptualizó el “patriarcado como un sistema de relaciones sociales presente en
todas las sociedades que colocaba a los varones en una posición de dominio” (Rosa
Cobo, 2013: 361).
8
“Una de cada tres mujeres europeas ha sufrido violencia física o sexual o, lo que es lo mismo,
62 millones de mujeres en toda Europa (la mitad de la población femenina mayor de 15 años).
Hay muchas formas de expresarlo, pero la conclusión es la misma: la violencia contra las
mujeres es una epidemia, lo constató el informe publicado ayer por la Agencia de los Derechos
Fundamentales de la Unión Europea”. Ana Requena Aguilar (05/03/2014) Las razones por las
que España no sale bien parada en el informe sobre violencia de género
http://www.eldiario.es/sociedad/concienciacion_0_235527083.html [consultado 9/07/2014]
9
Ibídem.
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Las mujeres que sufren maltrato muchas veces se avergüenzan de ello, porque
desde su propia configuración de sí mismas, supone el fracaso profundo de su propia
existencia. Las maltratan, las insultan aquellos que se supone deberían amarlas y
cuidarlas. Es un gran desengaño, la ruina personal y su bancarrota emocional. El
origen de tanta desgracia, sufrimiento, de tanta “violencia deliberada”10 tiene su origen
en las relaciones de dominación que se dan entre hombres y mujeres.
La agresión no comienza con el primer golpe sino por conductas abusivas que
van debilitándola para que su reacción ante la agresión sea menor (Lorente, 2001: 97),
comportamientos y hábitos violentos que van minado la autoestima y autonomía de las
mujeres maltratadas.
Una de las razones por la que las mujeres no salen antes de estas relaciones
malsanas está en el modelo de amor que se nos ha ido retransmitiendo, un modelo
vinculado a la entrega a los demás por encima del cuidado y del respeto a sí misma. A
las mujeres se nos exige dejar de ser nosotras mismas para poder ser amadas por los
hombres hasta la eternidad, incluso hasta morir (asesinadas presuntamente) por y de
amor.
El amor romántico es una de las claves de la identidad subjetiva de las
mujeres, es parte intrínseca de la subordinación social de las mujeres. La angustia de
no sentirse querida por un hombre, la necesidad de ser amada, ayuda a que muchas
mujeres piensen en el amor de pareja como algo central en sus vidas, desertando de
una parte muy importante de ellas mismas.
Al desentrañar los mecanismos de esta subordinación “a partir de las nuevas
relaciones que se crean en el dispositivo grupal, donde las integrantes sienten que
pueden ser reconocidas desde un lugar de mayor autonomía, se entra en un proceso
para descubrir cómo eres, como se han construido los deseos propios en relación o no
a los imperativos de género, como se pueden sentir gratificaciones con nuevas
experiencias no tan afectivas, qué lugar ocupa el desarrollo de nuevas capacidades, y
que papel de control desempeñaban los miedos” (Esteban y Távora, 2008:11), las
mujeres pueden empezar a empoderarse y a reconstruirse.
10
Maria Dolors Molas Font (ed.) (2007). Violencia deliberada. Las raíces de la violencia
patriarcal. Barcelona, Icaria editorial.
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poder personal de cada una en una misma, como la herramienta valiosa para la
autodeterminación.
Esta ruta crítica emprendida por algunas mujeres de romper el silencio, que las
lleva a tomar decisiones importantes, a reconocerse a sí mismas como víctimas de
violencia, es decisivo para iniciar el proceso regenerativo de la autoestima, una fase
necesaria para abordar el empoderamiento. Cada una, en la medida de sus
posibilidades, retoma una existencia que creía perdida. Se revitalizan sus vínculos
familiares, va desapareciendo el miedo, se benefician de las redes de apoyo
institucionales y de los grupos de mujeres que siguen trabajando por la erradicación de
esta aberración social. Algunas comienzan a trabajar, otras a estudiar, otras ponen
distancia y deciden separarse de la pareja agresora. Muchas acuden a los centros de
la mujer en busca de orientación jurídica para estrenar su camino hacia una vida
segura, y lograr salir del ciclo mortal de la violencia11.
Las mujeres, al hacerse dueñas de sus derechos y de sus vidas, incluidas las
de sus criaturas, viven un proceso de empoderamiento. Es tan evidente y positivo el
cambio que se consigue que lo intuyen como ese algo poderoso que las ayudará a
evitar en el futuro caer en una situación similar. Reconocer que eres una mujer que ha
sido maltratada, y vencer la idea de que tu proyecto de vida ha sido un fracaso
existencial, que no eres culpable de tus circunstancias, asumir esa verdad, es iniciar
un camino hacia delante sin prisas pero sin pausas.
Muchas veces, romper el silencio coloca a las mujeres en el foco del
recrudecimiento de la violencia. Muchas mujeres son asesinadas por denunciar a su
agresor o cuando deciden romper la relación sentimental, o cuando deciden tomar las
riendas de sus decisiones, o cuando han intentado transformar los roles asumidos o
cuando deciden que “basta ya”. Algunas mujeres han muerto al intentar salvar su vida;
pero muchas otras han conseguido traspasar las barreras del miedo y comenzar una
nueva existencia. Ellas son el ejemplo de que sí se puede conseguir.
Las mujeres que han vivido situaciones de violencia están dañadas por las
consecuencias derivadas de la experiencia del maltrato sufrido. Han sido objeto de un
abuso verbal casi cotidiano, deteriorándose su autoestima. Se sienten desamparadas,
11
La antropóloga Leonor Walker desarrolló la teoría del “ciclo de la violencia” en 1979 y la
expuso en su trabajo The Battered Women (Las mujeres maltratadas). Leonor Walker aportó
un instrumento muy útil para entender el mantenimiento de las mujeres víctimas en la relación
violenta y sus dificultades para romper con su agresor (Blog de Ángeles Álvarez: Con la
antropóloga Leonor Walker, 31 de julio de 2009, en: http://angelesalvarez.com/2009/07/31/con-
la-antropologa-leonor-walker/ [consulta 13 de julio de 2014]).
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La OMS (2002) declaró la violencia de género tanto como una violación a los derechos
humanos de las mujeres como un grave problema de salud pública.
13
Betty Friedan en La mística de la feminidad (1964) puso en palabras el descontento que
comprimía a millones de mujeres y que denominó “el problema que no tiene nombre”.
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Esta formación permite que las mujeres detecten y reflexionen sobre cómo
operan las reglas institucionalizadas por el patriarcado en la consecución de sus
objetivos personales y profesionales. A través de la formación, quienes participan en
las Escuelas de Empoderamiento desarrollan, por ejemplo, competencias para el
liderazgo, la comunicación asertiva, nuevas tecnologías; pero como afirma Marcela
Lagarde (2012) no puede haber escuelas de empoderamiento sin feminismo, esta
“filosofía de vida” deberá estar muy presente en la instrucción, formación y
“adiestramiento” de las mujeres.
El concepto de empoderamiento se acuñó, como ya he expuesto en anteriores
apartados, en la IV Conferencia Mundial de las Mujeres en Beijing, en 1995, para
referirse a la necesidad de aumentar la participación —no solo la presencia— de las
mujeres en los procesos de toma de decisiones y hacer posible el acceso, inevitable
por otro lado, de las mujeres al poder. Muchas mujeres que llegan a escalar las cimas
14
Encuentro de las Escuelas de Empoderamiento Mujeres organizado por la Federación de
Asociaciones por la Igualdad de Género del Valle del Guadalhorce "Guadalhorce Equilibra" el
28 de junio de 2012. Diálogo entre Elena Simón y Marcela Lagarde recogida en „Y luego diréis
que somos cinco o seis‟ [consultado 21de julio de 2014]
15
En Ibídem.
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16
A través de diferentes entrevistas con Maite Barreña, agente de igualdad del departamento
de igualdad de Arrasate, y con la revisión y visionado de los planes, proyectos, análisis y
trabajo audiovisual llevados a cabo en EMAKUME TXOKOA (Centro de la Mujer) he compuesto
la historia de Jabetze Eskola una vez finalizadas mis prácticas en el Departamento.
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A día de hoy, Jabetze Eskola es más que un referente, es el espacio donde las
mujeres encuentran no solo cursos que las capacitan y las hacen autosuficientes, sino
que es el lugar donde se fraguan proyectos y se forma a mujeres desde un enfoque y
posicionamiento político feminista y participativo.
OBJETIVO GENERAL
OBJETIVOS ESPECÍFICOS
17
El IV plan para la igualdad de Mujeres y Hombres de la Comunidad Autónoma del País Vasco
(CAPV) también recoge como eje estratégico el Empoderamiento y la Participación Socio-
Política de las Mujeres como estrategias indispensables para alcanzar la autonomía y la
posición de ciudadanas de pleno derecho de la mujeres.
siete años. Jabetze Eskola es el buque insignia que opera incansablemente a través
de la formación, como herramienta fundamental, para luchar contra la desigualdad y
promover el empoderamiento de las mujeres de esta y otras culturas.
Los objetivos específicos que la Escuela de Empoderamiento perseguirá en
consonancia con el objetivo general previamente señalado son:
FORMACIÓN
algunos cursos y/o actividades puntuales que se publicitan con unos días de
antelación y son de aforo ilimitado. Pero en general, el número de plazas de los cursos
estará limitado y serán necesarias un mínimo de 8 y 10 personas para realizar el
curso.
Las mujeres universitarias que asistan con aprovechamiento a los cursos
podrán conseguir créditos de libre elección por medio de un convenio suscrito entre la
Escuela de Empoderamiento, la Universidad de País Vasco (UPV-EHU) y Mondragon
Unibertsitatea (MU).
son el final del camino, sino un punto de retorno a la lucha contra la violencia
machista.
La violencia contra las mujeres cumple una función muy importante en el
sistema patriarcal: perpetúa la dominación de los hombres sobre las mujeres. La
persistencia de la violencia machista es un indicio y el resultado de las desiguales
relaciones basadas en la supuesta superioridad de los hombres sobre las mujeres.
A las mujeres desde pequeñas, se nos educa para contener la rabia, la fuerza y
la agresividad, que son patrimonio indiscutible y lugar común de los hombres. Esta
institucionalizada vulnerabilidad femenina, aprendida y reforzada por los estereotipos
de género, nos ha impedido a las mujeres ser personas autodeterminadas y libres,
dueñas absolutas de nuestro destino, de nuestros errores y conflictos. La autodefensa
es todo lo que podemos hacer para tener el control de nuestras vidas y conseguir que
estas sean seguras y equitativas.
La autodefensa es, como vamos viendo, una herramienta poderosa para
combatir la violencia contra las mujeres porque nos pone en posición de sujetos en
lugar de víctimas pasivas, que es el estado “natural” en el que nos desenvolvemos las
féminas, es decir, lo que la violencia simbólica ha sembrado en la subjetividad
femenina.
La violencia simbólica es aquella que se practica y se ejerce a través de los
patrones culturales desiguales y discriminatorios de lo que es “ser” mujer o “ser”
hombre. Por ejemplo, a las mujeres se nos ha instruido para sentir y vivir en el terror
sexual, en un estado de amenaza continua, como una especie de profecía
autoincumplida de lo que nos ocurrirá, desgraciadamente, sino cumplimos las reglas
del patriarcado. Este pronóstico fatalista consigue coaccionar los comportamientos y la
libertad individual y colectiva de las mujeres. Es, efectivamente, una manera de control
porque es incuestionable que cuanto más conocimiento adquiramos más poder
ostentaremos.
Los cursos-talleres de autodefensa son enormemente “empoderantes” y
pueden ayudar a la movilización colectiva. También nos sirven para reconocer
nuestras propias estructuras sexistas y machistas con el fin de superarlas, a través de
la confianza en una misma y en el grupo, intercambiando experiencias semejantes,
reconociéndonos y valorándonos solidariamente y potenciando el aprendizaje y la
ayuda mutua.
Por medio de los cursos-talleres, las mujeres adquirimos herramientas para
detectar, prevenir y evitar agresiones sexistas, y aprender distintas técnicas de
autodefensa en caso de que ocurran. Gracias a estas herramientas, las mujeres nos
sentimos más fuertes y seguras para dar y pedir ayuda, en definitiva más
empoderadas. Son pequeños pasos para un potencial cambio personal y una positiva
toma de conciencia para reivindicar la autonomía y la autogestión de las mujeres.
Los talleres de empoderamiento son vivenciales, exclusivos para mujeres.
Tienen como objetivo lograr la autonomía y la libertad de las mujeres. Las
participantes cuestionamos el patriarcado y desafiamos esos dogmas culturales que
nos discriminan, desvalorizan, violentan y nos sacrifican en aras de una sociedad cada
vez más envenenada, peligrosa, globalizada y deshumanizada.
Las mujeres hemos sido socializadas para desarrollar una identidad genérica
donde el destino de nuestro sexo, todas iguales, se forzaba a un estar pasivo,
representado en la reproducción, en el cuidado de las otras personas. Esclavizadas al
mandato social del “cuerpo perfecto” y en la eterna búsqueda del “amor romántico”.
Vivimos por tanto, en una sociedad donde se aprende a ser y sentirse mujer.
Atrapadas en un patrón de comportamiento legitimado, cuyas fronteras están
estratégicamente custodiadas y estructuralmente consolidadas para reprobar
socialmente el alejamiento de dichos preceptos.
El trabajo en las Escuelas de Empoderamiento comienza con la deconstrucción
de todo lo asimilado. Desaprender para volver aprender y construir alternativas para
una sociedad renovada y fértil en igualdad y derechos, para urbanizar una cultura
cuyos fundamentos promuevan la libertad, la igualdad de mujeres y hombres, y el
poder personal y colectivo de las mujeres.
Ser consciente de las dificultades que tenemos las mujeres por ser mujeres en
esta sociedad que nos impide, obstaculiza y nos menosprecia para ejercer
nuestros derechos libremente y en igualdad.
Ser protagonistas [de ningún cuento de hadas] y disfrutar con ello, sin culpas,
sin miedos atávicos, sin infiernos para las malas.
cambiar las reglas de juego, y que las mujeres puedan y deban intervenir en igualdad
de oportunidades, con todos los derechos en regla, para agenciar cotas de poder en la
redefinición y gestión de nuevas alternativas vitales.
Áreas de poder que comienzan queriendo vivir en paz, íntegramente, con
dignidad, siendo dueñas de sus destinos y libres de toda violencia que justifique
derrotar los sueños, ambiciones, esperanzas, aspiraciones y empeños. Porque lo
negativo es el 'no poder”, y no tener la posibilidad de poseerlo. Este es el
desempoderamiento al que hemos estado expuestas e hipotecadas las mujeres a lo
largo de los diferentes periodos sociopolíticos, en los que se ha visto implicada la
Humanidad para su desarrollo, “progreso” y modernidad.
Una de las cuestiones en la que no he abundado demasiado en este trabajo es
en cómo sienta a los hombres el empoderamiento de las mujeres. Parto de la idea de
que con el empoderamiento de las mujeres los hombres tienen mucho que ganar; pero
también mucho que perder. El empoderamiento femenino quebranta las raíces en las
que se sustenta el poder y la autoridad masculina, por lo que muchos hombres
desafían y obstaculizan el empoderamiento de las mujeres, amplificando la violencia y
el autoritarismo para apuntalar sus privilegios, y seguir manteniendo el control opresor
y despótico en todos los ámbitos de la escena estructural sociopolítica.
Los hombres también reproducen texturas que los oprimen creyendo, a pie
juntillas, que el poder es cosa de hombres y así, de esta manera absolutista nada
atemperada, lo han ejercido, cultivado y transmitido sin cuestionar ni medir sus
consecuencias. Todos los varones mantienen “sus privilegios”— aunque los nieguen—
tienen mayores libertades, y poseen un lenguaje que los auspicia y que les reconoce
su universalidad hegemónica. Hablo de los privilegios que sustentan los varones hasta
en las periferias menos inclusivas de ser hombre por el simple, materialista, prosaico
hecho de haber nacido con el sexo “adecuado”, con la identidad de género resumida y
la orientación sexual prediseñada. Han sido socializados para seguir así de esa
manera tan exclusiva y ventajosa, para siempre y sin necesidad de hacer muchos
cambios.
Deconstruir y desaprender para construir y aprender otras cosas que nos
hagan más felices, menos dependientes. Empoderarse las mujeres y desempoderarse
los hombres para subvertir las reglas perversas del heteropatriarcado: “A las mujeres
se nos desempodera para „hacer‟ y a los hombres para „sentir‟ ” (Maite Sarrió, 2009:
10).
No hay una única acción que empodere a una mujer. Es un camino que se
inicia con la toma de conciencia de quién eres y quién no te han dejado ser. Es
decir, las mujeres toman conciencia de cómo las relaciones de poder infieren
en sus vidas, robándoles su libertad y destruyendo la autoestima necesaria
para lograr su libertad y autodeterminación.
LEÓN, Magdalena (2001). “El empoderamiento de las mujeres: encuentro del primer y
el tercer mundos en los estudios de género”. La Ventana, Revista de estudios de
género, núm. 13., pp. 94-116. Disponible en URL:
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