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El Dia Internacional Del Euskera

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EL DÍA INTERNACIONAL DEL EUSKERA

03 de Diciembre

Día Internacional del Euskera

El Día Internacional del Euskera es una celebración anual dedicada a la lengua


vasca hablada en el territorio de Euskal Herria, que se celebra el 3 de
diciembre.

Origen de la celebración: Fallecimiento de San Francisco Javier

Primera organización: 3 de diciembre de 1949

Significado: Día de la lengua Vasca

Nombre oficial: Euskararen Nazioarteko


Eguna (ENE)
EL DÍA INTERNACIONAL DEL EUSKERA

En el año 1545 resonó en tierra vasca un grito generoso: era el navarro Bernardo
Dechepare que, al publicar en esta fecha el primer libro impreso de lengua vasca,
instaba a sus compatriotas al cultivo literario de su idioma y a hacerlo conocer fuera de
nuestras fronteras como la primera de nuestras características espirituales y uno de los
más puros y ricos valores de nuestro acerbo racial: "Euskera, abil mundu guzira"
(Lengua vasca, ve a todas partes del mundo), cantaba Dechepare, exclamando en otro
de sus entusiastas versos: "Euskaldun den gizon orok altxa beza burua" (Que todo
hombre que habla el vasco levante la cabeza). Pudo ser el libro de Dechepare heraldo
de nuestro Renacimiento en aquellos siglos de emancipación de lenguas nacionales
europeas, pero las circunstancias lo quisieron de otro modo. Hacía poco más de treinta
años que se había consumado la ruina y división del glorioso Estado vascón —Navarra
— núcleo y centro de nuestra nacionalidad por obra y gracia de la felonía, "por vía de
maña y furto" para emplear las mismas palabras del usurpador. La pequeña parte de
Navarra, en que Dechepare escribía, giraba ya en la órbita de Francia; la parte
principal del antiguo reino recibía, a ritmo acelerado, el espíritu de Castilla, y plumas
navarras de aquel siglo, como Malón de Chaide y Estella, o vizcaínas como la de Ercilla
o guipuzcoanas como la de Garibay, juzgaban ya a la lengua de sus apellidos, a la
"lingua navarrorum", como la llamara el rey vascón Sancho el Sabio, como menos apta
para vehículo de su inspiración y de la galanura de sus conceptos.

Fueron vanos también otros generosos intentos renacentistas como los de Axular y
Oihenart, siquiera la obra de aquél plasmará en su libro Gero que continúa siendo,
hasta el día de hoy, la obra cumbre de nuestra literatura. Vanos también, aunque
nunca totalmente infructuosos, los esfuerzos que a principios del siglo XVIII realizó el
brillante trío Larramendi-Mendiburu-Kardaberaz al que debemos obras fundamentales
—la primera gramática, el primer diccionario, el primer tratado de retórica en vasco...
— El movimiento de resurrección eficaz y pleno no llegaba. Por una aparente paradoja,
él no se produjo hasta fines del pasado siglo, es decir, hasta que la consumación de la
ruina de las libertades vascas hizo estremecer al alma misma de la raza, presa,
durante siglos, de un suicida letargo.

Coincidió también esta época con el desarrollo y esplendor de los estudios filológicos
en Europa, determinando que sabios de todos los rincones de la misma iniciaran una
peregrinación científica que aún perdura, atraídos a nuestra tierra por el misterioso
encanto de una lengua a la cual no se le conocen madre ni hermanos y que ya era
vieja, con vejez de siglos, cuando ninguno de los idiomas nacionales de la actual
Europa había soñado en nacer. Eran el alemán Guillermo de Humboldt, y el francés
Luis Luciano Bonaparte, el holandés Van Eys, el italiano Trombetti, el inglés Dodgson,
el húngaro Ribary, el ruso Nicolaus Marr y el austríaco Hugo Schuchardt, para no citar
más que a un puñado de hombres eminentes de los diversos países europeos. El
interés que en estos extranjeros suscitaba nuestro idioma, si no llegó a conmover las
capas populares, indudablemente sirvió de acicate a muchos estudiosos vascos que
hubieran de sentir el rubor de que gente de fuera viniera a descubrirnos el mejor de
nuestros tesoros, ignorado de nosotros mismos. Pero había otra motivación más
poderosa y amplia: el pueblo, a su brusco despertar sacudido por el latigazo de la
pérdida de las libertades seculares, fue comprendiendo rápidamente que ellas no
tenían mejor tutor ni más poderoso amparo que el idioma propio. Y la lucha por la
dignificación y cultivo de éste comenzó a un ritmo desconocido en los siglos
precedentes. Las prensas vascas comenzaron a gemir en una continua producción de
gramáticas y diccionarios, manuales de conversación y prontuarios: tomos de poesía
que con Lauaxeta, Orixe, Lizar-di... alcanzaron cumbres líricas nunca hasta entonces
soñadas; obras de teatro, novelas, periódicos íntegramente redactados en lengua
vasca o aquellos en que la sección en esta lengua era nutrida y vigorosa. El euskera
iba escalando posiciones definitivas para ocupar el pueblo que le corresponde en el
concierto universal de las letras y las ciencias, cuando nos llegó la guerra...

Pero no evocaremos negras sombras en este día de alegría y esperanza. Sólo haremos
constar, una vez más, que son maravillosas las reservas de vitalidad de los pueblos y
que es con la violencia y con la persecución como se mata su alma. He aquí que al
cabo de años en que el silencio de la muerte parecía haberse señoreado para siempre
de nuestra tierra, los vascos de todo el mundo acuerdan celebrar el comienzo de la
gran cruzada por la resurrección del verbo de la raza. E instituyen como día simbólico
el 3 de diciembre, es decir, la festividad de uno de nuestros hombres de proyección
universalista más eminente, Francisco de Xabier, aquel santo navarro de corazón de
fuego que, muy pocos años después de que su coterráneo Dechepare publicase su
libro, moría en las soledades de su misión china pronunciando sus últimas palabras en
el mismo idioma que aprendiera las primeras en el regazo de su santa madre, "la triste
María de Azpilicuela".

Recordamos hoy lo que decía aquel patriota irlandés que, al considerar la lucha
terriblemente desigual que su pueblo mantenía por entonces con el coloso británico,
manifestaba que si era cierto que las fuerzas de éste eran capaces de aniquilar su
patria, el pueblo irlandés esgrimía contra él un arma que le hacía invencible: la
esperanza; una esperanza que llenaba la tierra y los aires de Irlanda y podía surcar y
surcaba los mares de todo el mundo sin que la poderosa flota de Albión pudiera
contralorear su marcha. Y esta esperanza triunfó.

Así es también la nuestra en este día que dedicamos al verbo de nuestra raza, con una
fe en su destino triunfal que no hay poder humano capaz de quebrantar, con un amor
en nuestros corazones hecho de todos los más puros y poderosos amores que en
pecho de hombre puedan latir.

Con esta esperanza acometemos nuestra empresa. Y en ella triunfaremos. Por que si
es proverbial en estas tierras, amigos uruguayos, nuestra tenacidad en todo lo que
emprendemos, pensad la que habremos de poner en este negocio en el que nos
jugamos entero el honor de nuestros propios apellidos.

LA LENGUA VASCA

I.- ANTIGÜEDAD DEL EUSKERA

Porque es antiguo, señores, nuestro idioma vasco. Las lenguas romances que fueron
brotando como flores nuevas del gigantesco cuerpo descompuesto del romano imperio
no habían hecho aún su aparición. El español, el francés, el italiano, el portugués, el
gallego, el catalán provenzal... no habían soñado aún con sus primeros balbuceos, y
nuestro idioma era ya viejo, con vejez de siglos, en nuestra vieja tierra vasca. Aquellas
tribus etrusco-sabinas, que iban a engendrar muy pronto a la Ciudad señora de
ciudades, no habían podido aún imaginar siquiera que, con sus rudos acentos, Marco
Tulio habría de llegar un día a la perfección del período armonioso y rotundo; Virgilio, a
las cumbres supremas del sentimiento y la elegancia; Horacio, a lo profundo de los
secretos de ese arte sutil que enseña a considerar cada palabra aislada como a una
piedra preciosa, que colocada y engastada en el lugar preciso que ese mismo arte
exige, hace de la unión de todas una joya de suprema maravilla, y ya nuestro idioma
— hacía siglos— había dado nombre a las cumbres, a los valles, a los ríos de nuestra
vieja tierra. La lengua griega, esa lengua a la que André Chenier pudo sin injusticia
llamar:

"Un langage sonore aux douceurs souveraines, Le plus beau qui soit né sur de lévres
humaines",

estaba muy lejos de haber llegado a la suprema perfección de los conceptos de Platón;
a la elocuencia fuerte, concisa, perfecta, inigualada de De-móstenes; a las cimas
altísimas de la poesía accesibles sólo a las alas de águila de Hornero, y nuestro idioma
era ya viejo, con vejez de siglos en nuestra vieja tierra vasca. Todos los idiomas del
fecundo tronco indoeuropeo, desde el alemán de que ya Tácito nos hablara, hasta el
sánscrito venerable, son de nacimiento posterior al vasco. Para encontrar la infancia de
éste es preciso remontarse a la época pre-aria. Allá, en los albores de la civilización,
hay una época oscura en que los hombres habitan en cavernas, viven de la caza y la
pesca; más tarde se inician en el pastoreo y asoma una agricultura rudimentaria. Esos
hombres se valen de unas armas e instrumentos toscamente fabricados en piedra. Los
nombres de esas armas e instrumentos aizkora (hacha), aizto (cuchillo), aizturrak
(tijeras), azkon (fiecha, dardo), azagai (jabalina), izkillu (arma), ezpata (espada),
ezten (punzón), azpil (plato), etc., etc., llevan codos el elemento aitz (peña, piedra),
que indica la materia de que estaban fabricados. Y esos nombres, que este pueblo de
la época lítica usaba, son los mismos que hoy en día los vascos corrientemente
empleamos.

Pueden darse muchas otras pruebas de la antigüedad de nuestro idioma. Su


originalidad en el concepto del nombre de Dios: Yaungoikoa, literalmente, el señor de
lo alto; el sistema vigesimal —manos y pies— de su numeración; la semana vasca
primitiva que, a juzgar por las palabras que hoy sirven para designar lunes, martes y
miércoles, astelen, astearte, asteaz-ken, literalmente, principio, medio y fin de
semana, constaba de tres días —lo cual no fue obstáculo para que en la que hace unos
meses celebramos en Montevideo la estirásemos a quince—; la palabra aberatz (rico),
literalmente, el que abunda en ganados, porque éste es el signo de la riqueza en los
pueblos pastores. Posteriores a éstos son los agricultores que han dejado su huella en
el año vasco. Porque habéis de saber que los nombres de los meses en euskcra para
nada están influidos de la nomenclatura romana, que pasó lo mismo a las naciones
latinas que a las germánicas. Nuestros nombres se refieren todos a las faenas del
campo o fenómenos atmosféricos que las determinan. Así, v. gr.: enero es ilbeltz, o
sea, el mes negro; marzo es epaii, o sea, el mes de la poda; abril es yorraii, o sea, el
de la escarda; julio, uztail, el de la cosecha; noviembre, az'¡, el de la sementera, etc.,
etc.

Terminemos este capítulo de la antigüedad del vasco recordando aquel párrafo del
profesor André Lefevre: "El finés, el magyar y el turco, han sido depositados en Europa
por invasiones cuya fecha nos es conocida; pero, el establecimiento al pie de los
Pirineos occidentales del euskera y de los que lo hablan, es un hecho anterior a la
Historia y que ni la Antropología ni la Etnografía pueden explicar".

II ORÍGENES

Lo que hemos dicho de la antigüedad del vasco nos lleva como de la mano al problema
cuyo interrogante creo ya ver el rostro de muchos de vosotros. ¿Cuál es el origen del
euskera, de dónde viene, cuál es su madre, cuáles sus parientes?

Esta es, señores, la esfinge que hasta ahora no ha encontrado a ningún Edipo entre la
multitud de sabios que a ella se han acercado.
 Quatrefages escribió que ei euskera es un idioma alófilo, esto es, separado de todos
los demás como la raza que lo habla. Pero no todos se han contentado con esto y las
hipótesis para emparentar el vasco con alguno de los idiomas o grupos de idiomas
conocidos son innumerables.

Así, Mahn creyó en un parentesco con los idiomas del Nuevo Mundo. Abbadíe pretendió
hallar semejanza entre el vasco y lenguas de México y el quichua. Charencey sostuvo
la semejanza del vasco con el algonquín del Canadá. Uhlenbeck lo ha relacionado con
los idiomas de América del Norte. Witney aseguró que hay en la estructura del vasco
más relación con las lenguas americanas que con las europeas. Han sido muchas veces
intentadas las comparaciones con el aimará, el quichua y el guaraní. Pero ya Julien
Vinson, en 1876, dio un golpe definitivo a estas supuestas relaciones. El estableció,
claramente, que no existe parentesco alguno entre el vasco y las lenguas americanas.
El vasco, dice, únicamente podría ser catalogado entre los idiomas americanos por su
carácter aglutinante y polisintético. Las afinidades —añade— que puedan darse entre
el vascuence y algunas lenguas americanas son más o menos extensibles a otros
idiomas europeos y asiáticos; son puramente externos y se explican perfectamente por
la igualdad de desarrollo o decadencia.

Una teoría muy seguida en el siglo pasado, y que aún hoy en día cuenta con
entusiastas mantenedores, es la del iberismo. Los vascos, según Hum-boldt y los de su
escuela, seríamos los representantes de los iberos, es decir, de los primitivos
habitantes de España. Habría habido una época en que el euskera fue el idioma de
toda la península. Las sucesivas invasiones fueron barriéndolo, hasta arrinconarlo y
reducirlo al pie de los Pirineos occidentales, donde hoy se mantiene.

Esta teoría, aparte de la seducción que sobre ciertos espíritus haya podido ejercer por
motivos no siempre puramente científicos, se basa principalmente en la existencia en
distintos lugares de la península ibérica de nombres toponímicos que parece pueden
ser explicados por el euskera. Contra ella cabe objetar: en primer lugar, que no sólo
en la Península sino fuera de ella, en Europa y otras partes del mundo existen nombres
que pueden explicarse, más o menos forzadamente, por el idioma vasco; en segundo
lugar, que las inscripciones llamadas ibéricas, por Hubner y otros estudiadas, no han
podido ser descifradas por el euskera; finalmente, que no se sabe gran cosa de los
iberos ni de su idioma: pretender resolver el problema del vasco por el ibero es querer
aclarar un enigma por medio de otro.

 El parentesco con el celta puede decirse que hoy en día ha sido desechado por
completo.

Muchos autores, como Lcnormant, han creído ver una relación entre acadianos y
vascos. Otros como d'Abbadie comparan al vasco con el georgiano. Trombetti, por
primera vez, estudió las semejanzas del euskera con el camitico. Konrad Ostir halla
relación entre el vasco y el camitico y el semítico. Nikolaus Marr emparenta al vasco
con algunas lenguas caucásicas. Sayce comparó al vasco con la antigua lengua de
caldea. Guillermo Lcibnitz intenta descifrar al vasco por el copto. Wiseman opinaba que
había afinidad entre el vasco y el antiguo egipcio. Schuchardt ha comparado al vasco
con el núbico. Las afinidades con las lenguas de la familia eslava han sido objeto de los
estudios de Topolovsek, y el príncipe Luis Luciano de Bonaparte lia revelado las
supuestas analogías del vasco con las lenguas finesas.

Todas estas teorías y otras que con ellas forman legión os darán idea del misterio que
sigue envolviendo al origen de la lengua vasca. Misterio que algún día, quizás no
lejano, tenga su solución; misterio que apasiona a los sabios de casi todas las
naciones. Habéis oído ya muchos de sus nombres: podría añadir otros. Dejadme que
os cite sólo, como ejemplos típicos entre los franceses, al príncipe Bonaparte, caballero
andante de la señora Euskera; entre los alemanes de Stempf, de quien la pasión
euskeráfila se apodera hasta el punto de convertir a aquel negociante de vinos
radicado en Burdeos, en uno de los primeros estudiosos de nuestros viejos textos;
entre los ingleses a Dodgson cuyo nombre ha sido registrado en todo hotel o posada
de nuestros pueblos euskaldunes; entre los rusos a Nikolaus Marr, el que fue ministro
de Cultura del gobierno bolchevique y que para aprender nuestro idioma se encerró
por unos días entre los muros del colegio de Padres Jesuítas de Loyola; entre los
austríacos, al no hace muchos años fallecido Hugo Schuchardt. Este hombre, príncipe
de la moderna filología europea, escribía al meritísimo vascófilo Julio de Urquijo algo
que los vascos por gratitud y por orgullo no podremos nunca olvidar. Hasta in articulo
morüs —escribía— su estudio predilecto sería el de la lengua vasca. Palabras que los
vascos no debemos olvidar por gratitud y por orgullo, y por algo más. Porque ellas
pueden servirnos de precioso estímulo, ¡si alguno necesitamos!, para amar, por sobre
todas las cosas, al idioma que por miles y miles de años fue el vehículo de los sentires
y quereres de incontables generaciones de antepasados; al idioma que dio su nombre
al pueblo en que nacimos, a la casa en que nos criamos, a los ríos y a las fuentes, a
los prados y a los montes en que de niños jugamos y que de mayores amamos; a la
tierra verde de nuestra raza santificada por los huesos blancos de nuestros mártires y
la sangre roja de nuestros héroes; el idioma que ha sido el mejor escudo de nuestra
libertad milenaria; al de nuestros padres recios y honrados, al de nuestras santas. No
podemos, señores, los vascos de esta generación, resignarnos a ser el eslabón roto de
aquella cadena de oro que enlaza nuestro presente ansioso de adelanto y progreso con
nuestro magnífico pasado de libertad irrenunciable. No estamos los vascos, señores, ni
podemos estar resignados a que pueda escupírsenos a la cara, con justicia, aquel
tremendo apostrofe de Shakespeare: "Sois como el indio vil que arroja una perla que
valía más que toda su tribu".

 III.- ESTRUCTURA ¥ CARACTERÍSTICAS

Es hora ya de exponeros, con toda la concisión que la naturaleza de esta conferencia


reclama, ciertas ideas fundamentales por las que podáis venir a conocer, en líneas
generales, la estructura y las características de nuestro idioma.

Habéis de saber, en primer término, que del millón y medio de habitantes con que
actualmente cuenta el País Vasco, escasamente la mitad hablan el euskera. Los
habitantes no euskaldunes corresponden a la gran masa de extraños que la
inmigración ha arrojado sobre nuestras tierras en el transcurso de estos ciento cuatro
años, desde que nuestras libertades nos fueron arrebatadas, o a vascos que habitan
comarcas de donde el euskera ha sido desplazado ya de antiguo, y, principalmente, en
este último siglo.

Nuestro idioma, resto de aquél que, como quiere una de las más autorizadas teorías
modernas, cubrió en épocas pre-arias todo el suelo de Europa, o en todo caso, y sin
recurrir a teoría alguna, el mismo que con su pueblo se extendía desde el Ebro al
Carona, natural asiento histórico de nuestra nacionalidad, ha quedado reducido,
geográficamente, en nuestros días, a Guipúzcoa, algo más de media Bizkaya, menos
de media Navarra y el norte de Alaba dentro de los territorios del país llamado vasco-
español, y las regiones de Zuberoa, Benabarra y la mayor parte de Laburdí en el
denominado vasco-francés.

Hay que hacer nota, antes de pasar adelante, que el euskera se divide en varios
dialectos. La clasificación más autorizada y generalmente admitida es la que considera
tres grupos dialectales: vizcaíno, vascon y pirenaico. El primero, integrado sólo y
exclusivamente por el vizcaíno, hablado en el antiguo Señorío y pequeñas zonas de
Alaba y Gipúzcoa. El segundo grupo, el vasco, abarca el guipuzcoano, el labortano y el
nabarro septentrional. Finalmente, el pirenaico lo integran el zuberoano y el
benabarro. La palma de la producción literaria se la lleva el segundo en el que se ha
escrito —en su variedad laburdina— la obra cumbre de la literatura clásica vasca: el
"Gero" del célebre Pedro de Axular. En este dialecto también y en su variedad alto-
nabarra escribió el guipuzcoano Mendiburu que ha sido llamado el Cicerón vasco. Por
su posición central —como el toscano en Italia o el castellano en España— este dialecto
está llamado a ser el de la ansiada unificación.

Hay que advertir que, aunque se dan estas diferencias dialectales, ellas no son tan
grandes como por algunos se ha proclamado: en lo fundamental, el idioma es uno.

Se ha hablado mucho de la dificultad del euskera, y corre por ahí la conseja de que el
mismo Diablo, luego de permanecer siete años en Euzka-di, hubo de alejarse
desesperado porque no lo pudo aprender. Esto me parece, señores, que es suponer
demasiado tonto al diablo, como no sea una manera de hacer ver su impotencia contra
un idioma en que la blasfemia no existe, contra una lengua limpia y digna por
naturaleza. Bien pudo decir, en este aspecto, el culto sacerdote vascólogo, don Patricio
de Orkaizte-gi, que a medida que el euskera pierde un metro lineal, la religiosidad y
las buenas costumbres pierden, en Euskadi, un metro cuadrado.

No es cierto —y no creo que merezca la pena de rebatir el disparate— que el euskera


sea inaprendible, ni siquiera que presente dificultades demasiado grandes. Testigos
somos de lo contrario muchísimos vascos de la actual generación, que, nacidos en
tierras donde nuestra lengua había desaparecido o estaba en trance de desaparición,
como ocurría en mi pueblo, donde se iba con la generación de nuestros padres, lo
hemos aprendido perfectamente y con esfuerzo que, para mí, nunca fue grande. A
medida que lo aprendía, me parecía como si me fuera encontrando a mi mismo. Jamás
estudio alguno me fue tan grato y tan fácil. Pero, para que no tildéis de parcial, en este
asunto, a mi opinión, ved lo que dice el reputado lingüista francés Henri Gavel: "El
euskera es un lenguaje muy hermoso. Su sistema gramatical es muy simple y muy
lógico. Por otra parte, no hay nada rígido en su construcción gramatical y la riqueza de
sus sufijos permite la formación de numerosos derivados. Todas estas características
hacen del idioma vasco un lenguaje sencillo".

 Para daros una idea fundamental y lo más clara posible del vasco, os lo voy a
presentar exponiendo su gramática en las cuatro partes en que, de niños, nos
enseñaban que se halla la gramática dividida: analogía, sintaxis, prosodia y ortografía.
La analogía, que enseña a conocer las palabras aisladas; la sintaxis, que nos da las
reglas, conforme a las cuales esas palabras aisladas han de concertarse para formar
oraciones correctas y cabales; la prosodia, que nos enseña a pronunciar esas palabras,
y, finalmente, la ortografía que nos da las normas para escribirlas.

Empezando por la ortografía, puedo deciros que difícilmente encontraréis otra que
presente menos dificultades que la vasca. Y esto, porque en el sistema adoptado por la
Academia de la Lengua Vasca y seguida umversalmente en el país —excepto en la
parte vasco-francesa, donde esperamos que no tarde en arraigar— se ha adoptado el
simple principio de que cada signo corresponde a un sonido y cada sonido es
representado siempre por el mismo signo.

No hace muchos días me decía un amigo que al hojear un libro vasco se había visto
abrumado por la extraordinaria abundancia de kas. Indudablemente, las kas tienen
que parecer muchas a los acostumbrados a un idioma como el español, donde esa
letra apenas se escribe. Pero, tened en cuenta que en nuestro idioma la k hace los
oficios desempeñados en español por tres letras: esa misma k, más la c y la q, letras,
estas dos, que en nuestro alfabeto no existen. La h con leve sonido aspirado sólo vive
en los dialectos pirenaicos, existiendo la c ni la h, tampoco empleamos la ch.

No usamos la/porque el sonido por ella representado no vive, salvo rarísimas


excepciones, en labios vascos. La causa de la carencia de este sonido la explican
algunos por un supuesto prognatismo de la raza. Yo prefiero acudir a la autoridad de
mi compatriota, el vascón Quintiliano, quien, en aquellas famosas "Instituciones
Oratorias", que compuso para enseñanza de los jóvenes —y no jóvenes— romanos,
decía en su latín más o menos esto: "la letra/... produce un sonido que casi no parece
propio, de voz humana, o, por mejor decir, absolutamente nada de ello tiene". El
influjo de su idioma materno le hizo, tal vez, formular esta dura condenación de la/

Tampoco escribimos la v por la misma razón de que no existe en nuestros labios. La g


suena siempre suave. No hay acento ortográfico.

 Sin acento y sin haches, sin posibles problemas entre bes y ves, entre ges y jotas,
creo que la ortografía vasca ha de presentarse como un verdadero ideal a tantos
mortales para quienes escribir una carta es someterse al más duro y cruel de los
suplicios.

En cuanto a la prosodia, sólo os diré que son muy pocos los sonidos vascos que os
puedan ser extraños. La tz que suena como la doble z que tiene un sonido muy
semejante al de la ch francesa o al representado por sh en inglés.

Desconocemos los vascos, lo mismo que vosotros los criollos, ese sonido fuerte
representado por la z o c española, única lengua, por cierto, de todas las neolatinas
que lo posee.

No hay ninguna palabra vasca que comience por r fuerte ni suave.

Los grupos de consonantes son opuestos al genio del euskera. Lo general y normal es
que consonantes y vocales concurran en la palabra en número parecido y apoyándose
mutuamente.

Este espíritu igualitario rige también en la acentuación, pronunciándose todas las


sílabas con igual o aproximada intensidad. Esta es la regla general que no excluye
excepciones propias de ciertas comarcas o que obedecen a la necesidad de dar un
matiz significativo distinto a las mismas voces. Se nota también cierta tendencia
general a cargar un poco más el acento sobre la última sílaba, pero no puede llegar a
decirse que en vasco existan palabras agudas propiamente dichas, como tampoco
existen las es-drújulas. Sin embargo, la influencia española ha hecho tales a algunos
apellidos y nombres de lugar, que en labios euskaldunes castizos no lo son. Así
Amézaga, Yéregui, Uríbarri, etc., etc.,

Y vamos con la sintaxis. Los que están acostumbrados a leer en las sucesivas ediciones
del diccionario de la Academia española aquella acepción de vascuence: "Lo que está
tan confuso y oscuro que no se puede entender", o aquéllos que recuerden, p. ej., las
disparatadas razones con que el vizcaíno Sancho de Azpeitia replica a don Quijote
antes de trabarse con él en descomunal batalla, es muy explicable —si no conocen la
lengua vasca— que se hayan formado un concepto bastante pintoresco, pero, desde
luego, completamente equivocado de la misma. A juzgar por la forma en que
Cervantes, que por tan divino modo hizo hablar a don Quijote, hace expresarse al
vizcaíno, pudiera llegar a pensarse que los de esta nación cuando —en su idioma—
quieren comunicar sus conceptos, arrojan al azar las palabras, como el jugador que,
tras agitar los dados en su cubilete, los lanza sobre la mesa en la espera de un golpe
afortunado. Y sin embargo, nada más lejos de la realidad. La construcción vasca nada
tiene que ver con esa supuesta anarquía. Las palabras vascas se conciertan en la frase
con arreglo a normas claras y precisas; sin excepciones, las más de las veces y
excluyendo, al mismo tiempo, toda rigidez.

Hace pocos días releía yo en la introducción de la magnífica "Historia de la literatura


inglesa" de Taine este luminoso concepto: "En el fondo no hay lenguas, sino
únicamente hombres que coordinan palabras según las exigencias de sus órganos y la
forma original de su espíritu". ¡Coordinar palabras con arreglo a la forma original de su
espíritu! Esto es lo que hacen los vascos. Y lo que no puede hacerse es pretender que
las coordinemos conforme al espíritu de los demás. A mí no puede extrañarme que, a
los que hablan castellano p. ej., pueda parecer difícil, y aún enrevesada, la
construcción vasca si vienen a aplicar a nuestro idioma el espíritu del suyo del que es
tan diferente, y, generalmente, tan opuesto al nuestro. Pero la cuestión no es ésa. Se
trata, simplemente, de saber si el euskera, conforme a su espíritu, posee un conjunto
de normas concretas y precisas, con arreglo a las cuales las palabras deban
coordinarse para formar frases ciaras, precisas, revestidas de sonoridad y elegancia, —
o dichas normas no existen. Los que conocen la lengua vasca poco pueden tardar en
decidirse por la más rotunda afirmativa.

Como no podemos descender aquí a la exposición de las reglas, daremos como una
condensación de su espíritu traducido en estos dos párrafos de Arana Goiri y Campion.

Dice Arana Goiri: "La sintaxis más característica del euskera establece este orden:
Todo-parte; Sustancia-accídente, Género-especie; Poseedor-poseído; Continente-
contenido; Naturaleza-circunstancia".

Dice Campion: "La posposición es de uso general en euskera; se pospone el adjetivo al


sustantivo; se posponen las terminaciones que sirven para formar los nombres; se
posponen los sufijos que marcan las relaciones de éstos; se posponen las partículas
relativas y conjuntivas al verbo; se pospone la cosa poseída al agente poseedor en el
genitivo; se posponen las palabras que marcan una modificación de tiempo, de modo,
de lugar, etc., en la acción expresada y se pospone el verbo a todos los demás
miembros de la frase por él acabada y concluida con majestad ciceroniana".

Ocupándonos ya de la analogía, diremos, en primer término, que en el léxico vasco


hay que distinguir el genuino y el de acarreo. En un idioma tan antiguo, que ha visto
nacer y extinguirse tantas civilizaciones históricas, es natural que se note el mayor o
menor inñujo de ellas representado por voces de su acervo. La lengua celta, la griega,
la latina, la arábiga, las neolatinas, han ido depositando voces en el caudal euskérico.
Las romances destacan por su número e importancia. Y como lo han ido haciendo en
distintos períodos de su formación y de su historia, de ahí el gran interés que para el
estudio de estas lenguas tiene el euskera, importancia ya recalcada por Menéndez y
Pidal.

En cuanto al léxico genuino y propio del euskera, naturalmente, que es distinto y sin
analogías con el de otros idiomas. Pero no os dejéis intimidar; con unos cientos de
palabras y unas docenas de sufijos contaréis, en seguida, con elementos como para
defenderos airosamente en la lectura y en la conversación. Y aquí viene el hacer
resaltar la facilidad y la fecundidad de nuestro idioma en la creación de nuevas
palabras. Caeríais en el más grande de los errores, si por haberle visto tan antiguo
llegarais a suponer el euskera anquilosado y estéril. Todo lo contrario; él se presta,
naturalmente, a la creación de nuevas voces con una facilidad que no ya los idiomas
modernos, sino ni siquiera el socorrido griego, están muy lejos de alcanzar. El euskera
en manos de literatos, que lo conozcan a fondo y lo amen, ofrece posibilidades
magníficas para plegarse a las nuevas ideas y traducirlas y expresarlas concisa y
diáfanamente. En este aspecto le pueden ser aplicadas aquellas palabras del sabio
Schuchardt, en el congreso de Estudios vascos de Gernika: "Vascos, sois antiguos,
pero no viejos; yo os saludo como se saluda a la aurora". No es este aspecto el menor,
aunque no, ciertamente, el primero, mirando al cual los vascos nos aferramos al
idioma de nuestro pasado milenario, considerándolo como el verbo por excelencia de
nuestro porvenir de plenitud.

Cuenta el euskera con un vasto y completo sistema de prefijos, infijos y sufijos, estos
últimos, sobre todo. Hay sufijos que sirven, exclusivamente, para la formación de
sustantivos. Otros para la de adjetivos. Otros para la de los adverbios. Otros que se
utilizan para el sistema de relaciones gramaticales que, en otros idiomas, se expresa
por medio de preposiciones. La misma conjugación no es sino un vasto y admirable
sistema de afijación.

Muchos de vosotros habéis oído hablar, sin duda, del maravilloso verbo vasco. Su
perfección ha hecho pensar a los espíritus superiores en épocas desconocidas en que
nuestro pueblo habría llegado a alcanzar una civilización maravillosa. Sea de esto lo
que fuere, el hecho es que, por su poder sintético y la riqueza de sus formas, se
impone al espíritu del estu-dioso. En una sola flexión se reúnen los elementos
indicadores de tiempo, modo, sujeto, complemento directo, etc., etc., sin contar con
que esa misma flexión es capaz, a su vez, de recibir sufijos que traducen otras
diversas relaciones. Una es la forma de la conjugación respetuosa, otra la de la
familiar; unas son las flexiones cuando nos dirigimos a un varón y otras cuando
nuestro interlocutor es del sexo femenino. No os asuste, sin embargo, este aparato. La
decadencia de las lenguas se encarrila por la simplificación de las formas. Esa ley ¡alai
se está cumpliendo hace ya tiempo en la nuestra, de modo que podéis tener la
seguridad de entender y ser entendidos sin necesidad de llegar a dominar todo ese
complejo y rico sistema de nuestra conjugación. Aprendidas las flexiones de los dos
auxiliares ser y hacer, se emplean siempre de la misma manera, pudiendo decirse con
el tratadista López Mendizábal que la conjugación es única en sus dos formas transitiva
e intransitiva. Por otra parte, no hay verbos irregulares. ¡Qué lejos estamos en esto, lo
mismo que en las declinaciones, de la complicada maraña de clases, tipos y
excepciones de las gramáticas latina y griega!

A grandes rasgos, torpe y desmañadamente, he bosquejado ante vuestra indulgente


atención la imagen de mi lengua patria. Antigua como ninguna, pero de enormes
posibilidades futuras, de origen desconocido y original estructura, sigue viviendo en
labios de mi pueblo. Ved cómo la ha contemplado el maestro Campión: "Alzase
solitaria y aislada de las demás, en un rincón de Europa, con el prestigio de la vejez, la
poesía del misterio, la majestad de las ruinas. Royóla y desgastóla el tiempo, pero sin
destruir su estructura de gigante. Hoy es idioma humilde, habla familiar de unos
millares de aldeanos y pescadores, ¿qué le hace?, aun coronada de silvestres violetas y
amapolas, ella es reina, sí, reina. Y puede dar a las orgullo-sas advenedizas que le
rodean y le disputan el aire la respuesta de aquel vasco al Montmorency orgulloso de
su milenaria nobleza: Yo no dato. Y aun más todavía. Mostrar sus brazos limpios de
toda huella de servidumbre, la tersura de su originaria y nunca interrumpida libertad y
decir a los desdeñosos: "¡No miréis por encima del hombro a mi pobreza: soy dueña
de una joya que con todos vuestros tesoros no podréis comprar jamás, yo no gemí ni
me encorvé sobre la gleba germánica, ni en el harem del sarraceno, ni en la ergástula
del romano!".

IV.- PASADO, PRESENTE Y PORVENIR

¡Signo de libertad! Eso ha sido y es para nosotros el euskera. ¡Qué bien le cuadran a
ella, vascos que me oís, aquellos nobles versos de Mistral: "Langue d'amour, en toi est
la patrie, en toi la liberté...!" ¡Signo de libertad! Con tal carácter la vemos fielmente
reflejada a través de todas las vicisitudes de nuestra historia.

Cuando la obnubilación de nuestro sentido nacional nos conduce a la disgregación, de


una parte, y, de la otra, a uniones que repugnan al genio de nuestra estirpe, vedlo ahí,
fraccionado, como queriendo dar lamentable testimonio en su división dialectal de
aquella suicida separación de lo que la naturaleza quiso uno: refugiándose en el seno
del pueblo humilde que nunca lo abandonó, cuando los reyes vascones poderosos —
¡qué importa que Sancho el Sabio le llamase lingua navarrorum!— le desterraban de
sus cortes donde todo extravío tenía su asiento y todo extranjerismo hacía su
habitación.

Tenemos que llegar al año 1545 para encontrar el primer libro impreso en lengua
vasca —"Linguae vasconum primitiae"— y con él el grito generoso de Bernardo de
Etxepare: "Euskara, yalgi adi kanpora; euskara, hábil mundu guzira" (Sal, lengua
vasca, ve a ser conocida del mundo entero). Pero este grito entusiasta, que llamaba a
todos los vascos al cultivo de su idioma sin par, apenas si es escuchado. Los vascos
más capaces siguen acudiendo a extrañas lenguas que estiman más aptas para la
expresión de sus conceptos. Era la decadencia nacional que lo arrastraba consigo todo,
empezando por la lengua que es como la evidencia misma de la estirpe. Cierto que
hubo chispazos aislados, como los que brotan de los pechos beneméritos de los
Larramendi, Mendiburu y Cardaberaz, de los Astarloas y Mo-gel, de los Chaos y
Abbadie; pero esto no bastaba. Tuvo que llegar, en el siglo pasado, el golpe
despiadado de la pérdida de nuestras libertades; tuvo que venir la persecución y el
desprecio; tuvieron que llegar aquellas legiones de notarios que no entendían y no
podían dar fe de la voluntad de los testadores; aquellos ejércitos de maestros que
desconocían, en absoluto, el idioma de los niños a quienes venían a instruir; la
proscripción en la escuela, en la que, con el infamante sistema del anillo, se pretendía
ahogar la voz de nuestra sangre, para que ésta, por fin, se despertase de su letargo de
centurias. Se rebelaba la sangre al contemplar estúpidamente perdida aquella libertad
a través de tantos milenios conservada. Y con aquel vigoroso despertar que clamaba
por nuestra libertad conculcada, vino el alumbramiento de las conciencias vascas que
comprendieron que no había salvación posible para el espíritu vasco fuera de las vías
fecundas del verbo de la raza. Y vino el Renacimiento. La labor era enorme. Había que
levantar en cada año de fiebrosa tarea lo que cada siglo de inconsciencia había
destruido en su lenga pero profunda labor de descomposición. Difícil, muy difícil era la
tarea, pero también, por ello mismo, ¡qué seductora para los pechos vascos! Y las
primeras asociaciones fueron surgiendo. Y fueron apareciendo las primeras
publicaciones y revistas que iban haciendo realidad el grito generoso de Etxepare. En
Gipuzkoa la revista "Euskal Erría" va dando calor a una floración de poetas euskéricos
que se llaman Bilinch, Baroja, Arzac, Artola... En Nabarra: Campión... Campión, aquel
joven diputado fuerista a quien un amigo no vasco increpa: "No te oigo hablar más que
de los vascos y de sus fueros y derechos y ni siquiera conoces el vascuence!" Cuatro
años después de haber tenido que devorar en silencio estas palabras, Campión las
devuelve, en magnífica reacción vasca, estampando su nombre en la portada de la
"Gramática de los cuatro dialectos literarios de la Lengua Vasca".

La reacción del Padre Arriandiaga fue algo por el estilo. Nacido en el pequeño
pueblecito euskaldun de Elantxobe, había ingresado, aún niño, en una orden religiosa.
La estancia prolongada durante varios años en conventos de Castilla hicieron que
olvidara su idioma natal. Al cabo de esos años de ausencia, vuelve a su país y su
madre vuelve a verlo. Figuraos las ansias de esa madre que durante tanto tiempo no
había podido ver a su hijo más que con esa doble vista del espíritu que sólo a las
madres les ha sido concedida. El joven religioso siente desgarrarse su corazón al darse
cuenta, de pronto, de que, desconocedor de su idioma natal, no puede entenderse con
su madre que, ignorante de todo otro, multiplica en euskera las frases que son, para el
hijo, como tesoros perdidos de ternuras infinitas. La resolución cuaja en aquel mismo
momento, rápida y firme. Aprende de nuevo su idioma y pronto llega a ser uno de sus
primeros cultivadores.

En Biskaia ha nacido un hombre que consagrará por entero una dilatada vida de
trabajo al resurgimiento del euskera. Funda las revistas "Ibai-zabal" y "Euskalzale",
escribe novelas, cuentos, poesías y piezas dramáticas en vasco: recorre uno por uno
los pueblos euskaldunes y publica su monumental Diccionario vasco-espafto-francés;
la Morfología, Euskalerriaren Ya-kintza. Miles de canciones y refranes, todo un tesoro
euskérico es recogido y preservado del olvido por el celo infatigable de don
Resurrección María de Azkue, director de la Academia de la Lengua Vasca, respetable y
queridísimo amigo mío a quien desde estas tierras envío un emocionado saludo.

Contemporáneo de él, pero muerto en la flor de la edad, es Arana Goiri, el de Abando;


aquel joven de espíritu seráfico que dio un empuje inigualado y comunicó su verdadero
sentido a los estudios vascológicos. Porque, como decía en unos Juegos Florales
celebrados en la ciudad de Fuenterra-bía, su mantenedor, el fino literato vasco
Mourlane Mitxelena, cuando hablamos del euskera no se trata para nosotros de una
"santa reliquia" o de una curiosidad arqueológica, de nuestra vida se trata. Por eso,
añadía este escritor, más que a los grandes sabios y profundos lingüistas que bucean
con científica curiosidad en los misterios del euskera, amamos y preferimos en nuestro
corazón a aquellos otros que como "Kírikiño" —el más popular y sabroso periodista
vasco— lo hablan y lo escriben y lo viven en toda ocasión y en todo momento.

Este nuevo espíritu iba dando frutos de salvación. Se crean cátedras de euskera en las
capitales vascas; se abren escuelas en que nuestro idioma ocupa el puesto de honor
que le es debido; y, tras la fundación de la benemérita "Sociedad de Estudios Vascos",
surge "Euskaltzaindi", la Academia de la Lengua Vasca. En la capital de Gipuzkoa abre
sus clases la Academia de Declamación. Nacen periódicos escritos, por vez primera,
totalmente en vasco. Se multiplican las revistas como "Antzerti" que da a luz docenas
y docenas de comedias escritas en vasco, "Euskal Esnales", "Euzkerea", "Gure Herria",
destacando entre todas la "Revista Internacional de los Estudios Vascos", altísimo
exponente de nuestra cultura. La sociedad "Euskaltzaleak", en Guipúzcoa, promueve
concursos literarios y torneos poéticos en los que destacan valores nuevos de la clase
de un "Li-zardi", un "Loramendi", un "Lauaxeta" y tantos otros poetas exquisitos, sin
olvidar a "Orixe" que en su retiro montañés compone el poema épico "Euskaldunak"
(Los vascos) que el advenimiento de la guerra no nos consintió gustar.

La guerra truncó esta espléndida floración de la literatura vasca. El estruendo bélico


apagó las voces de nuestros "bertsolaris". Ante los piquetes de ejecución cayeron
hombres como el sacerdote José de Ariztimu-ño, corazón de apóstol, fervoroso
patriota, cerebro y motor del renacimiento euskérico en Guipúzcoa; cayó el ejemplar
sacerdote José de Markiegui por el solo delito de haber amado mucho a la lengua de
sus apellidos y de haber escrito en ella libros, tan peligrosos, sin duda, para el nuevo
orden, como su primorosa obrita "Vida de San LuisGonzaga"; cayó el delicado vate
Esteban de Urkiaga que, poco antes de morir, componía un bello soneto a la Madre de
todos los desamparados; cayeron muchos otros pronunciando sus últimas palabras de
piedad y heroísmo en la misma limpia lengua en que allá, en las lejanías del Asia,
nuestro gran Francisco de Xabier murmuraba las suyas postreras...

Que todo sea perdonado; los vascos podemos perdonarlo todo, hasta que, como decía
el gran escritor Francois Mauriac, se nos haya insultado y calumniado, como a Cristo,
en la misma cruz en que se nos clavó. Los vascos podemos perdonarlo todo. Lo que no
podemos, en manera alguna, es renunciar a nada de nuestro patrimonio nacional.
Convencidos de lo inconmovible de nuestros limpios derechos, marcharemos siempre
aferrados a ellos en procura de esa libertad cuyo alboreo creemos ya ver brillar.

Hacia la libertad varaos. Libertad que a nadie daña y a ninguno debe ofender. Libertad
que es un abrazo más estrecho con todos los pueblos libres del mundo. Libertad que
tanto significa como floración plena de todas nuestras características y en cabeza de
ellas de la lengua de nuestros apellidos. Sobre ella edificaremos nuestra libertad.
Porque para que ésta traduzca fielmente nuestros anhelos de un futuro pleno de
sustancia vasca; para que firmemente nos sustente y oriente en proyección de
eternidad, no podríamos encontrar cimiento más sólido que el que nos brinda esta roca
de nuestro idioma que, a través de un pasado de milenios, ha resistido  

EN DEFENSA DEL EUSKERA

Tratar en español del problema del euskera es cosa que hace tiempo dejó de
interesarnos. Porque la experiencia nos dice que ello ha servido casi exclusivamente
para dos cosas: o una desmedida alabanza a nuestro idioma al que se alimentaba de
flores en su lecho de enfermo, o un tejer de lagrimeantes párrafos en torno a la
pérdida del mayor de nuestros tesoros, etc., etc. En resumen, y salvadas siempre las
buenas intenciones, puro sentimiento inoperante y cómoda sustitución del requerido
esfuerzo en lengua propia por la fácil loa o el aún más fácil lamento en la extraña.

Pero si esto es así, si hace tiempo que nos llegó la hora de escribir menos sobre el
euskera y más —todo lo posible— en euskera de lo cual la revista "Euzko Gogoa" nos
da el más alto de los ejemplos—, es obvio que todavía las circunstancias nos imponen
muchas veces el recurrir al castellano para tratar de hacer algo eficaz por nuestra
lengua. Los ponderados trabajos que los cultos compatriotas Jesús de Garriz y Yoseba
de Rezóla han publicado recientemente en estas mismas columnas y con el mismo
título que encabeza estas líneas son prueba de ello, y nos animan a terciar, pues,
como muy bien dice Rezóla, se puede estar o no conforme con el último manifiesto del
VIII Congreso de Estudios Vascos, pero ante un S.O.S. como el que el mismo
representa no se concibe la falta de reacción de los patriotas vascos.

Porque la angustia del momento no autoriza, ciertamente, actitudes de abulia. Está en


trance de muerte la primera de nuestras características nacionales, está en juego
sencillamente el ser o dejar de ser vascos. Y la Historia, por otra parte, nos dice que
cuando un idioma muere es casi invariablemente para no resucitar más. El creer que a
la recuperación de la independencia política ha de acompañar la del idioma, aunque
éste haya ya fenecido, se nos antoja, con perdón, la mayor de las candideces. Si
alguna vez parece que ha ocurrido así, caso de Israel por ejemplo, es porque cuando
se proclamó la independencia, hacía mucho que la batalla por el idioma hebreo estaba
ganada, merced, sobre todo, a la heroica y sabia labor de Ben Yehuda y sus
seguidores, de modo que el Estado judío pudo contar para su integración con la
poderosísima arma del idioma propio. Es decir, que éste ha ayudado tanto a la
consolidación de la independencia, como ésta ahora contribuye a robustecer la vida del
milenario verbo de la raza.
Por otra parte, hay que tener el valor de decir que si la situación política actual es
extremadamente desfavorable al euskera y la recuperación de nuestra libertad nos
daría un eficacísimo instrumento para trabajar por su vida plena, aparte de que la
angustiosa realidad no permite esperas, la verdad, la trágica verdad es que el peor
enemigo del euskera no es el poder foráneo que lo oprime, sino la inercia de los vascos
que no hacemos por él lo que estamos obligados y lo que, la mayoría de las veces,
nadie nos podría impedir. Creemos que en pocos casos como en el nuestro, las
siguientes autorizadas palabras de Karl Wosler cobran acentos de una más tremenda
verdad: "Una palabra, una fortuna lingüística fenecen sólo porque el interés espiritual
del hablante se aparta de ellas, no porque otras palabras hermanas u otras lenguas
enemigas las derriben en tierra, ni porque las aprietan en un rincón del mapa
lingüístico".

Por nuestra parte, leímos con toda la atención que se merece el manifiesto de Estudios
Vascos y encontramos, en general, inobjetables todas sus declaraciones. Pero, con
toda sinceridad, encontramos también en ellas, —y perdónesenos si la falta de
información nos hiciera aparecer injustos— cierta falta de concreción. No basta con
establecer —muchas veces se ha hecho ya— que es preciso trabajar por el euskera en
la familia y en la escuela, en la calle y en la iglesia, en el teatro, en la radio, en la
prensa, en todas partes, en fin. Lo que tenemos que saber es cómo hemos de trabajar
en cada caso, cuáles son nuestras mejores posibilidades en cada uno, con qué recursos
contamos para ponernos a la obra. En una palabra, situar el problema vivo y palpitante
"hic et mine"; concretar un plan de acción eficaz e inmediato.

Y como se trata de cosa que nos duele en el corazón y sobre la cual tanto y tanto
tendríamos que decir a riesgo de terminar con la paciencia de todos los presuntos
lectores, atrepellamos aquí para concretar en unos pocos párrafos lo que, a nuestro
modo de ver, es más eficaz y factible hacer pro euskera en los momentos actuales. Al
hablar de lo factible, claro es que realísticamente dejamos de lado cartas de triunfo
tales como la escuela primaria, la primera de todas, pero, por ahora,
desgraciadamente inaccesible, y nos limitamos a unos pocos campos de acción en que
creemos se puede operar intensamente. Estos campos serían el libro, el periódico y el
teatro.

a.- EL LIBRO- Una de las mejores iniciativas en marcha es para nosotros la que encara
la integración de una lista de 500 suscriptores con lo que quedaría asegurada la
edición frecuente de libros de los que tenemos tan urgente necesidad. En ellos se
manifestarían nuestros mejores escritores —en ninguna época hemos contado con
tantos y tan buenos— animados a la producción por la seguridad de la salida de sus
obras. Y así llega-riamos cuanto antes a lo que tanto necesitamos, a la unificación del
euske-ra literario, para que, definitivamente, sea el instrumento de cultura nacional
que debe ser. Estimamos, pues, que es piedra fundamental de la reconstrucción
esukérica el encontrar estos 500 suscríptores.

b.- EL PERIÓDICO.— A una con el euskera de los mejores escritores, ha de marchar el


popular, el que, en definitiva, ofrece la sustancia y la riqueza que los buenos escritores
han de administrar para el común provecho. Ese euskera ha de encontrar su vía en el
periódico, si no es posible por ahora el diario, el semanario por lo menos —pensemos
en aquel "Argia"— que tenga entrada en todos los hogares euskaldunes y se haga
indispensable para la información casera y popular. No sabemos aún qué será ese
"Luberri" cuya aparición se anuncia, pero sí pensamos que, apoco viable que se
muestre, nuestra obligación es apoyarlo hasta donde podamos, con la mira puesta en
convertirlo en algo más aproximado al ideal que perseguimos.

En esto del periódico es donde quisiéramos recoger las inquietudes que nos llegan a
través de amables comunicaciones de Manuel de Irujo, que nos trasmite copia de una
carta de denso contenido que sobre literatura infantil euskérica suscribe Gonzalo
Nardiz. Como muy bien dice éste, disponemos de un instrumento poderoso para la
restauración del euskera si sabemos aprovechar la colosal voracidad infantil por las
revistas que sema-nalmente se ofrecen hoy en día a la insaciable curiosidad de los
niños del mundo entero. Esta revista, que nos parece fácil de editar, daría a unos
cuantos miles de niños vascos "un lenguaje euskérico al día" y los convertiría de
fervorosos lectores en "auténticos laboradores del futuro euskera".

c.- EL TEATRO.- Este es otro de los campos de actuación euskérica en que creemos
que actualmente más se debe insistir, porque los ensayos han demostrado que los
euskaldunes son muy aficionados, sobre todo al aire libre en plazas y frontones y que
ahora, mediante el micrófono alcanza posibilidades de que antes carecía. Contamos en
este plano con valores como Larzabal y otros, y no faltan elementos para la integración
de los cuadros dramáticos necesarios. Y goza el teatro de la ventaja de que la audición
y la lectura se complementan, pues no hay duda de que aquélla lleva a ésta que, a su
vez, es estimulada por la primera.

d.- DIRECCIÓN.- Creemos que reducida nuestra acción, hoy por hoy, al libro, el
periódico y el teatro, mucho se puede hacer por la vitalización de nuestro idioma a
través de estos tres medios —selección, niños, pueblo— con una condición: la de
encauzar todo lo posible las energías y unificar cuanto se pueda las dispersas
iniciativas. De nada nos va a servir esa magnífica idea de los 500 suscriptores de libros
si, como ya tenemos noticia, se trabaja con ella en dos lugares y direcciones
distintas... ninguna de las cuales llegará a la meta, porque si es posible que unidos
lleguemos a los 500, es más que dudoso que de la competencia salgan 1.000. En lugar
de las 30 revistas en la inmensa mayoría de las cuales la vida del euskera es anémica,
nos conformaríamos con media docena plenas de savia y que respondan a una
estimulante realidad. En una palabra, creemos que lo primero que se impone para una
eficaz labor pro-euskera es la concreción de esfuerzos que se realizan o puedan
realizarse en Euzkadi y en el exterior, mediante una Organización, una Dirección, un
Secretariado o como quiera llamársele, integrado por algunas personas de probada
responsabilidad que, penetradas de la capitalísima importancia del problema, se
dispongan a consagrarle lo mejor de su tiempo y energías.

Es preciso que estas personas cuenten con algunos pocos colaboradores capaces y lo
suficientemente retribuidos como para que no les distraiga de su trabajo ninguna otra
preocupación; es preciso para ello que ese Comité rector disponga de fondos —he aquí
el problema de los problemas— y que actúe a un ritmo que no decaiga, instigando y
vigilando el cumplimiento de los objetivos fijados; impulsando las iniciativas
particulares con cuya fecundidad hay que contar siempre, coordinándolas, y sumando,
en fin, su acción a las de cualquier otro organismo que, en cualquier plano, trabaje por
nuestro idioma. Y creando sin cesar, conciencia colectiva alrededor del problema.

Sabemos que estamos pidiendo algo muy difícil, algo que muchos reputarán imposible.
Pero, a grandes males, grandes remedios. Sinceramente creemos que mientras no
lleguemos a constituir una Organización así; económicamente fuerte, técnicamente
capaz y de actuación continua hacia metas definidas, salvo que la vuelta a nuestra
autodeterminación se produzca muy en breve, nada podrá impedir que el euskera siga,
a ritmo acelerado, su triste marcha descendente de estos años, pese al ejemplar
heroismo de unos cuantos luchadores y para eterna vergüenza de los vascos, sobre
todo de los pudientes que en su mano tuvieron la salvación del verbo de la raza.

LITERATURA VASCA

A pesar de poseer la lengua más antigua de las habladas en Europa, no contamos,


desgraciadamente, los vascos con ningún "Kalevala" o poema similar. El "Altobizkar'ko
la salvación del verbo de la raza Kantua", que pudo pasar algunos años por algo asi
como nuestra pequeña "Chanson de Roland", resultó apócrifo y los primeros
monumentos literarios en lengua vasca no aparecen hasta los siglos XIV y XV. Su tema
es, casi exclusivamente, la lucha de banderizos que por entonces asolaban el país.

En el siglo XVI cuando la corriente literaria se inicia. Corriente cuyo caudal nunca es
muy abundoso y cuyo sonido peca, sin duda, de monótono, pero que es, de todos
modos, más digno de estudio de lo que por parte de los mismos vascos ha sido hasta
hace poco en que no sólo se ha comenzado a concederle la estima que merece, sino a
engrosar ese caudal con aportaciones que de día en día aumentan en riqueza y
calidad.

Ciñéndonos a hechos y nombres señeros, vemos que en el siglo XVI, el Renacimiento,


exaltador de la naturaleza y por ende de las lenguas nacionales, encuentra indudable
eco en el clérigo bajo-navarro Bernardo De-chepare que en 1545 publica su Linguae
Vasconum Primitiae, colección de poesías en que predominan los temas religiosos y los
amorosos, sin que De-chepare, como vasco auténtico, dejara de cantar a la libertad:
"Libertada ñola baita gauzetakohobena - gathibutan egoitia hala pena gaitzena" (Como
la libertad es la mejor de las cosas, así hallarse cautivo es la más recia de las penas).
Hay en Dechepare mucha expresividad y colorismo y nunca olvidaremos el generoso
impulso que le llevó a escribir su libro: "Heuskal-dun den gizon orok altza beza buruya"
(Que todo el que habla vasco levante la cabeza).

El segundo poderoso movimiento de este siglo, la Reforma, da origen a otro de


nuestros primeros libros. Juana de Albert, la reina calvinista de Navarra, hace que Juan
de Lizarraga, ministro de esa secta, publique en 1571 la traducción vasca del Nuevo
Testamento en una versión en la que, si el léxico es, en general, poco aceptable,
ofrece, en cambio, un verdadero tesoro de formas verbales.

El tercer hecho es la Contrarreforma, que inspira otro género de literatura; son los
catecismos que, siguiendo las prescripciones del Concilio de Trento, van apareciendo
en las imprentas vascas desde Bilbao a Bayona. Así el de Sancho Elio (1561), el de
Betolaza (1596), etc., etc.

Al entrar en el siglo XVII prosigue la publicación de catecismos (Ma-terre, 1617, etc.,


etc.); aparecen libros de devoción como el de Argainaratz (1641) y otros, todo lo cual
va preparando la aparición del Cero, obra cumbre de nuestra literatura, que ve la luz
en el año 1643. Su autor, Pedro de Axutar, es un magnífico escritor en cuya pluma el
verbo racial adquiere vida intensa y maravillosas resonancias. Su manejo del euskera
es magistral y en sus imágenes, comparaciones y proverbios hay una intensa filtración
de la vida de la campiña vasca que presta su aroma a los pensamientos filosóficos y
moralistas de la antigüedad con que Axular esmalta profusamente su obra. La
poderosa personalidad literaria de Axular se patentiza en la pléyade de escritores que,
de más o menos cerca, siguen sus huellas, ya en su mismo siglo como Pouvreau
(1656), Harizmendi (1658), Gaztelu-zar (1686), Mongongo Dassanza (1692); ya en el
siglo XVIII, Joannes Et-xeberri (1712) el más fervoroso de sus seguidores y escritor
muy altamente dotado, Xurio (1718), Haraneder (1749), Larregui (1775), Mihura
(1778), Baratziart (1874)... y así en el dialecto laburdino hasta nuestros días con
Joamalegui, Arbelbide, etc., etc.

La segunda gran figura del siglo XVII es Arnaldo de Ohienart que en 1657 dio a la
estampa "Atsotitzak", hermosa colección de refranes muy rica en formas verbales
sintéticas, colección que viene a aumentar nuestro caudal paremiológico al cual habían
ya contribuido Garibay (1592), Ja edición anónima de Amberes (1596) verdadero
tesoro de léxico, la de Voltaire (1620), la de Isasti (1625) y otras como la Salguiz,
etc., etc. Pero donde resplandece el genio de Ohienart es en sus "NeurtHzak",
colección de poesías en las que se muestra como maestro difícilmente superado por
nadie en el género ligero.

El siglo XVIII se nos ofrece con tres grandes figuras: Larramendi, el impulsor;
Kardaberaz, el difusor; Mendiburu, el artista. Larramendi es autor de la primera
gramática, El imposible vencido o arte de la lengua vasca, (1729) y el primer
diccionario. Diccionario Trilingüe (1745). Kardaberaz es el gran difusor con sus
manuales de piedad de que inunda a toda Guipúzcoa; lástima que en él la corrección
no esté a la altura de la fecundidad. Pero el verdadero artista, el literato de esta
benemérita triada de jesuítas guipuzcoanos es el Padre Sebastián de Mendiburu,
llamado el Cicerón vasco por su elocuencia y que en sus tratados, p.ej. "Jesus'en
amore nekei dagoz-ten zenbait otoitz-gai" (Pamplona, 1759), por la fluidez y la pureza
de su léxico, juntamente con la riqueza de sus formas verbales, se coloca muy cerca
de Axular en el puesto de honor de las letras vascas. Otros escritores se dan en esta
época entre los cuales no dejaremos de citar a Juan Bautista de Aguirre, el de Asteasu,
cuyo Emkusaidiak puede citarse como una de las hermosas obras escritas en lengua
vasca.

El siglo XIX lo consideramos en tres tercios. En el primero se da el florecimiento de la


prosa vizcaína. La visita de Guillermo de Humboldt a nuestra tierra y los contactos que
principalmente en Durango y Marqui-na establece con los Astarloas y Moguel,
respectivamente, dan impulso a un movimiento euskerista que en el aspecto literario
se manifiesta, sobre todo, en don Juan Antonio de Moguel y Urkiza que, entre otras
cosas, nos ha legado su Perú Abarca en el que se manifiesta como maestro y señor del
dialecto vizcaíno, a través de los rústicos interlocutores de sus diálogos. Su sobrina
Vicenta publicó sus Ipuin onak, colección de cincuenta fábulas. No podemos dejar de
citar aquí a Pedro de Astarloa (Urteco dome-ca...), Fr. Bartolomé de Santa Teresa,
autor de Icasiquizunac y Olgueta, y cumple recordar a Fray Pedro Antonio de Añibarro,
que con su Esku-üburua nos dio una joya clásica de la modalidad vizcaína.

Por el segundo tercio del siglo, a la terminación de la primera guerra carlista, se crea
un ambiente sentimental que da origen a un florecimiento poético en el que descuellan
Echegaray, Egaña, Artola, Otaegui, Serafín Baroja, Iparraguirre y Vilinch. Por esta
misma época en el norte del Bida-soa se instituyen Juegos Florales y surgen poetas
como Mendibil, Diba-rrart, Larralde y otros entre los que descuella Elizanburu. Y al
tiempo que esto sucede en Laburdi, en las montañas de Zuberoa el formidable
Etchaun, que ha sido llamado el Villon vasco, va convirtiendo en ardiente flor de poesía
su vida desgarrada.

En el último tercio del siglo XIX, a la terminación de la segunda guerra carlista, otro
movimiento vasquista se manifiesta con más ímpetu y consecuencias que el anterior.
Ya no es sólo cosa sentimental que, desde luego, vuelve a manifestarse en la obra de
José Manterola, impulsor de Juegos Florales y editor del Cancionero de su nombre; hay
que citar la labor de gran interés realizada por la revista "Euskal Erna" que agrupa a
poetas y prosistas; hay que destacar que del dominio casi exclusivo hasta entonces de
la poesía épica y lírica, se pasa al cultivo de la dramática, de la que en nuestra lengua
apenas se había hecho nada fuera de las "Pastorales" que desde el siglo XVI venían
representándose, casi con exclusividad, en la región de Zuberoa, y en la que a los
saínetes de Marcelino Soroa sigue la fecunda producción de Toribio Alzaga, formándose
así una escuela de dramaturgos entre los que corresponde citar a Barrióla, Inzagaray,
etc. Y, sobre todo, hay que saludar la aparición, en los últimos años del siglo XIX, de
Sabino Arana, el hombre a quien más debe el renacimiento del euskera, notable
filólogo y poeta, pero, sobre todo, el que al atacar con inmortal aliento la empresa del
Renacimiento vasco, dio al estudio de nuestras letras un sentido trascendental del que
hasta entonces había carecido. Coetáneo de él, aunque trabajando en otra dirección,
aparece el gran obrero de la euskeralogía don Resurrección María de Azkue con sus
numerosos y fundamentales trabajos científicos y literarios. Con ellos el gran Campíón
y otros ilustres cultores de nuestra lengua que en el año 1918 ve la fundación de su
Academia o "Euskaltzaindi".

Esta época es altamente promisora. Aparecen las novelas de Domingo de Aguirre


Kresala, vivida pintura de nuestros pueblos del litoral, y Garoa, en que el sabor del
monte vasco impregna el alma del lector. Tenemos a Evaristo de Bustinza, chispeante
cuentista y periodista inigualado hasta la fecha. La prensa vasca acoge a nutridas
secciones en lengua patria y salen a luz revistas como "Jaungoiko Zale", "Zeruko
Argia", etc., etc. o semanarios como "Argia", íntegramente redactados en vascuence,
mientras, por su parte, el periódico "Heuskalduna" seguía en su fecunda labor al norte
del Bidasoa.

La floración de poetas es espléndida: Aizkibel, Manterola, Jáuregui, Arrese, Sagarzazu,


P. Rentería, etc., etc. Se hacen importantes traducciones como la magistral que del
Nuevo Testamento nos da el Padre Olabide, la bellísima que de "Mireia" de Mistral
debemos a Nicolás Ormaetxea, el gran maestro contemporáneo de nuestras letras que
traduce también El Lazarillo de Tbrmes, mientras que Zinkunegui pone en vasco El
Criterio, de Balmes; José Arregui traduce el Intermezzo de Heine, etc.

Y así llegamos al período 1930-36, llamado "la generación de Aitzol", el pseudónimo


del sacerdote don José de Ariztimuño, gran promotor de las letras vascas, y en que
éstas llegan a su punto culminante en los llamados "Días de la poesía vasca" en los
que sucesivamente fueron alcanzando el símbolo ramo de plata poetas como Esteban
de Urkiaga, Joaquín de Zai-tegui, Francisco de Echeberría, Xabier de Lizardi, Joaquín
de Bedoña, Luis de Jáuregui... De esta época es también el tomito de poesías Barne-
Muinetan con el cual Orixe se coloca en el plano de los grandes poetas místicos.

La rebelión militar del año 36 vino a ahogar ese florecimiento y hemos debido pasar
negros lustros en los que parecía que la suerte del euskera y de sus letras estaba
sellada para siempre. Pero ha venido la reacción, poco a poco al principio y de modo
esporádico; cada vez más fuerte luego y en forma más organizada. Si algunos poetas
de la generación del 36 como Bedofla, Lauaxeta y Lizardi —el más grande de todos—
han desaparecido, ahí tenemos a Orixe que, con su hermosísimo poema
"Euskaldunak", se ha alzado con el cetro de nuestra épica. Numerosas poesías sueltas
ha publicado estos años marcando nuevos rumbos, especialmente en la métrica. Y
junto a su magistral traducción del Misal, nos acaba de dar una versión de las
Confesiones de San Agustín, que es una nueva contribución de oro que hace al idioma
nacional vasco. No podemos dejar de citar en este rápido bosquejo a Telesforo
Monzón-Olaso, el finísimo vate de "Urrun-dik", y Salvador Mitxelena, el autor de
"Arantzazu", hermoso poema religioso de honda raíz popular. Y que no quede sin
mención la hermosa antología Milla euskal olerki eder, en que el P. Onaindia nos ofrece
las flores de cinco siglos de poesía vasca.
Los escritores euskéricos aparecen cada vez más perfectos y abundantes. Nunca se ha
escrito tanto sobre tal variedad de temas y con tal corrección. Se siente el idioma que
cada día se va haciendo más dúctü en las plumas de sus cultores que se agrupan hoy,
en su inmensa mayoría, en las columnas de las dos grandes revistas "Eusko Gogoa" y
"Egan": la primera con más preocupación por los problemas de alta cultura; la
segunda, sin desdeñar dichos temas, se propone empresas de orden más práctico. Es
mucho el bien que ambas están haciendo y la trascendencia de su esfuerzo ha de
verse antes de mucho. Que Dios bendiga a las dos y a otras que como "Ze-ruko Argia",
"Arantzazu", etc., cumplen una labor muy encomiable.

AI calor de estas revistas y de otros focos de euskerismo como el monasterio de


Arantzazu y el de los benedictinos de Belloc; de editoriales como Itxaropena y Ekin,
etc., toman vuelo los poemas del fino Iratzeder, del inquieto Mirande, del fecundo
Etxaniz, de Aresti, Erkiaga, Aurraitz, tantos y tantos otros de igual mérito que harían
interminable esta relación. Brotan novelas de guerra como Ekaitzpean, de Eizaguirre;
psicológicas como Joainixio, de Irazusta; biográficas como Joanak Joan, de Etxaide, o
policíacas como Amabost egun Urgain'en, de Loidi; ensayos filosóficos como los de
Zaitegi o Lafitte, o literarios como los de P. Villasante, Kortabi-tarte, Arrue, Lecuona,
Lojendio; sesudas críticas como las de Luis Michelena, crónicas como las de Andima de
Ibinagabeítia... Con la pena de omitir muchos nombres dignos de ser citados —spatüs
exclusus iniquis—, hemos de terminar este trabajo, gozosos en la esperanza de que los
días gloriosos de las letras vascas han llegado a un punto que, como el germinar de las
fuerzas naturales, nada podrá ya detener.

Así tendrá que ser para corregir esa desviación de siglos en los que abandonando el
cultivo de los campos patrios, nuestros hombres más dotados acudieron a fecundar
extrañas lenguas con la energía de sus potencias creadoras y la gracia de su estilo. No
hablemos de Quintíliano y Prudencio, pero ¿quién de nosotros no ha lamentado el que
la obra de un Gonzalo de Berceo no haya sido plasmada en el idioma que todavía se
hablaba en el pueblo donde vio la luz el primer poeta de nombre conocido en lengua
castellana? Algo parecido podíamos decir del canciller Ayala del que arranca aquella
curiosa dinastía de sobrinos constituida por Pérez de Guzmán, el Marqués de
Santillana, Gómez Manrique y Jorge Manrique, aunque, desde luego, ninguno de ellos
fuese euskaldun. Vasco de estirpe fue también Fray Antonio de Guevara, el heraldo dei
barroquismo literario, e igualmente Alonso de Ercilla, el más excelente de los épicos en
lengua castellana. Vascos y escritores contemporáneos de él, los eximios místicos
Malón de Chaide, Diego de Estella y Alonso de Orozco. Igualmente el famoso Juan de
Huarte, autor del Examen de Ingenios, y de estirpe vasca tenemos en el siglo XVII a
Sor María de Agreda y Arana y a la "décima musa" Sor Juana Inés de la Cruz. Y en el
XVIII brillan los dos máximos fabulistas en lengua castellana Samaniego e Iriarte. De
nuestra estirpe proceden Espronceda y Larra, Echegaray y Caldos. Y pasando por el
poeta TVueba y el grupo de románticos vascos constituidos por Navarro Villosla-da,
Araquistain, Goizueta, Vicente Arana, llegamos a Campión, Iturralde, Olóriz,
Iturribarria, Arzadun, Maeztu, Salaverría, Bueno, Bengoechea, Grandmontagne, etc.,
hasta terminar con las dos grandes figuras de Miguel de Unamuno y Pío Baroja.

Ellos y otros del norte del Bidasoa como Duvergier de Hauranne, Garat, Chaho, Lande,
etc., hablan bien de la contribución que nuestros compatriotas han sabido prestar a la
gloria de extrañas lenguas. Reconozcamos que mucho de ello era inevitable y
pongamos todo nuestro esfuerzo para que no tenga por qué volver a suceder. Y el
camino no es otro que el del patriotismo que, sin desestimar nada de lo foráneo, nos
haga comprender que en nuestro propio verbo, tan apto como el que más para la
expresión de todos los matices del pensamiento, tenemos los vascos el vehículo
cultural que más nos cuadra y el único que nuestro pleno desarrollo nacional reclama.
EUSKERA Y PATRIA

La primera entre nuestras características por su singularidad y hermosura; la primera


en el derecho a nuestro afecto porque ella ha preservado como ninguna a nuestra
nacionalidad de la corrupción y disolución con que de fuera era constantemente
amenazada, ha sido también la lengua la que en la jerarquía de los valores espirituales
ordenados por el instinto popular ha ocupado siempre el puesto de honor. Euskal Erria
es el nombre con que secularmente el pueblo vasco viene denominándose a sí mismo:
Euskalduna es el nombre con que los vascos se reconocen entre sí. "El pueblo del
vascuence" significa el primero, "el que posee el vascuence" quiere decir el segundo.
Está claro que los vascos no supieron encontrar para distinguirse del resto de los
hombres y los pueblos una mejor característica; está claro que al no existir en lengua
vasca más que un nombre para designar a los nacionales: "euskaldun", esto es, el que
posee el vascuence, no se les ocurrió siquiera pensar a nuestros antepasados que
pudiera llegar un día en que se dieran en desoladora proporción los hijos desheredados
del signo esencial de la estirpe.

Y sin embargo, ese día ha llegado. Días que parecen de plenitud en e! resurgimiento
de nuestra vieja patria muestran en desolador contraste a nuestro verbo, en constante
declinación que, si pronto no es contenida, significará su muerte y la ruina inevitable
de nuestra nacionalidad. Porque, es triste decirlo, pero estamos en la época de la
exaltación de lo "vasco" y del olvido de lo euskaldun". Y no hay razones con que esto
pueda abonarse, porque no las hay para justificar el suicidio. La culpa es nuestra, de
cada uno de nosotros que, agotándonos quizá con todo empeño en lo secundario,
estamos dejando que lo sustancial se nos vaya de entre las manos en irremediable
pérdida. Y no hablemos de situaciones de violencia y de la acción de agentes externos
y enemigos, lodo eso no tiene sino un relativo valor porque muy bien ha podido
escribir Karl Vossler que: "Una palabra, una forma lingüística, una lengua fenecen sólo
porque el interés espiritual del hablante se aparta de ellas, no porque otras palabras
hermanas u otras lenguas enemigas las derriban en tierra, ni porque las aprieten en un
rincón del mapa lingüístico, ni porque las hundan en el tufo de la catagíose o las
levanten a la zona glacial de la anaglose".

Estampamos las anteriores mal hilvanadas reflexiones a la vista de una carta que en la
sección "Asteko Berriak" de Euzko Deya último aparece. No que la carta en sí sea una
fuente de amargura; todo lo contrario; esta carta, que el señor Mix, polaco residente
en Nueva York escribe a núestro meritísimo amigo López Mendizábal en correcto y
hasta jugoso euske-ra aprendido en muy breve espacio de tiempo, sólo alegría puede
causarnos y sólo felicitaciones para este nuevo euskaldun del que, por lo que puede
verse, nuestro idioma tiene derecho a esperar mucho. Pero es el contraste que
inevitablemente se presenta a nuestro espíritu el que hace que éste se llene de
amargura. Porque el señor Mix da la razón de su interés por el vasco y del esfuerzo
que ha hecho para poseerlo: una de sus abuelas era vasca. Y nosotros inevitablemente
tenemos que pensar en los miles y miles de vascos que portan con orgullo sus
apellidos sonoros y proclaman dondequiera a su patria y pareciera que no se hubieran
parado nunca un momento a considerarlo.

LENGUA V NACIONALIDAD

Nos vimos ingratamente sorprendidos con la aparición en un diario caraqueño de un


artículo en que gratuitamente se arremete contra la lengua vasca. Aumenta nuestra
sorpresa al ver que el articulista, en quien no tenemos reparo en reconocer una ágil y
culta pluma, adolece de una absoluta falta de información sobre el tema de que trata.

Claro que se ha provisto de un autorizado mentor que es vasco y se llama nada menos
que Miguel de Unamuno. Pero el articulista debe saber que don Miguel, por tantos
títulos ilustre, en ningún modo lo es por su obra lingüística o filológica. Y lo que hace
más concretamente al caso, que en cuanto a conocedor del idioma vasco, nunca pasó
de mediocre, No habiendo aprendido de niño, es cierto que de mozo dedicó un tiempo
a su estudio. Pero ni llegó nunca a hablarlo bien, ni en la escritura pasaron sus obras
de tal cual poesía de buena voluntad. Con este bagaje se lanzó a opositar la cátedra de
idioma vasco creada por la Diputación de Vizcaya, y en esa competición fue netamente
superado. Al poco se extrañó a tierras de Castilla y apenas si se dedicó ya más al
cultivo de la lengua de sus treinta y dos apellidos, como él decía. Ocurría esto pocos
años antes de que escribiera ese trabajo en que se ampara el articulista para sostener
su tesis que concreta en varias afirmaciones que pasamos a examinar.

La primera es la "ineptitud del euskera para convertirse en lengua de cultura". Pero da


la casualidad que desde la época en que Unamuno escribió eso, se han vertido al
idioma vasco cantidad de obras de valor universal. Y Virgilio, Cicerón, Ovidio, Punió el
Joven, Hornero, Sófocles, Esquilo, Shakespeare y Juan Ramón Jiménez, por no citar
más que algunos nombres señeros, nada han perdido en la expresión de sus altos
conceptos al ser éstos revestidos de nuestra vieja lengua que, por el contrario, está
demostrando una maravillosa capacidad para ser empleada en todos los campos de la
cultura. Si por la incuria de los gobernantes, comenzando por los reyes de Navarra —
pese a aquel "lingua navarrorum" estampado por Sancho el Sabio—, el euskera fue
desplazado de los documentos y actos oficiales —como lo era, sin ir muy lejos, el
propio inglés por aquel tiempo—, la feliz reacción operada de tiempos de Unamuno acá
hace que, entre otras cosas, y pese a las actuales adversas circunstancias, contemos
con dos revistas de alta cultura, "Eusko Gogoa" y "Egan", en las que poetas, que nada
tienen que ceder a los de otras lenguas, dan voz alada a sus estremecidos sentires; en
que muy estimables dramaturgos originales hacen vibrar a sus personajes junto a los
que cobran vida en versiones de Sófocles y Shakespeare; en que el divino Platón nos
deleita con la miel de sus diálogos; en que se escuchan las lecciones de la clásica
filosofía de Santo Tomás o las discusiones sobre el movimiento existencialista, etc.,
etc. Pase que Una-muno no acertara en su tiempo a prever todo esto, pero nos parece
imperdonable que quien hoy en día se lance a escribir sobre el euskera lo ignore.

Dejando, por un momento, las muletas, se lanza el articulista por su cuenta a formular
esta pregunta: "¿Quién habla hoy vascuence en el país vasco?" Pues mire, señor, lo
habla más gente que en tiempo de Unamuno. Y no porque sus fronteras no hayan
retrocedido ante la inhumana persecución de las dictaduras de Primo de Rivera y
Franco que llegó incluso a arrancar las inscripciones vascas de las lápidas funerarias,
—dictaduras de las cuales, por cierto, el articulista se muestra, en este punto al
menos, como un entusiasta colaborador—, sino porque el aumento de la población así
lo establece. Y en cuanto a eso de que "esa lengua todavía se conserva a duras penas
en algunas apartadas aldeas del país", hemos de enterarle de que aún son cientos los
pueblos en que el euskera vive como idioma único o casi. Y sí desea ejemplos
concretos, ahí tenemos a Eibar, progresiva población de donde salen toda clase de
productos industriales, desde armas, hasta bicicletas y máquinas de coser, y cuyos
treinta mil habitantes no tienen otro vehículo de expresión que el vasco. Y la más
cosmopolita de nuestras ciudades, San Sebastián, donde a pesar de los millares de
extraños caídos allá en estos lustros, se puede oír hablar el vasco por todas partes.

La última afirmación —ésta la vuelve a tomar de Unamuno— es más estupenda aún.


Resulta que ' 'el pueblo vasco no tiene cultura indígena propia ya que su religión, su
arte, su ciencia, sus industrias, todo es recibido de los pueblos que lo rodean". He aquí
por donde, de un olímpico plumazo, se nos despoja, no ya sólo de nuestro
incomparable arte popular, sino que nos enteramos de que Zuloaga, Arteta, los
Zubiaurres, Anchieta y docenas y aun cientos de artistas así no son nuestros, y de que,
por lo visto, la religión, la ciencia y las industrias de los pueblos que nos rodean son
exclusiva propiedad suya. Como si esa religión, por ser la católica no fuese ecuménica,
universal y como si en ella no contásemos los vascos con exponentes como Loyola y
Javier que, por cierto, si por algo, aparte de su santidad, se distinguen es por su
impulso de universalidad que les venía de la misma entraña de su raza; como si la
ciencia no fuese también universal y no estuviera representada en nuestro país por
altas figuras, a pesar de que el Estado español sistemáticamente niega a los vascos —
una de las regiones de menor analfabetismo y más alto porcentaje estudiantil
universitario— y cifras cantan —una triste universidad como si en el aspecto industrial
no diera la casualidad de que han sido los vascos quienes salieron de su pequeño
rincón para construir el Metro madrileño, los altos hornos de Sagunto, los astilleros de
Cádiz y las grandes obras mediante las cuales las antes estériles aguas del Ebro y el
Duero se han convertido en fecunda energía eléctrica.

Por lo que hace a ruralismo e internacionalismo, vemos que al articulista le vuelve a


fallar lamentablemente la información. Pueblo el vasco asentado a las orillas del mar,
éste nos enseñó los caminos de la convivencia humana en lección que no hemos
olvidado jamás. Por algo salió de nosotros, junto con Elcano, el primero que puso en
cinturón a la tierra, el P. Vitoria, fundador del derecho internacional.

Pero el torrente de cosas que vienen a la pluma ha de encontrar barrera en la


consideración que debemos al paciente lector. Terminaremos, pues, con esto. Además
del glorioso nombre de Bolívar, hay otro ilustre que hermana a los vascos con
Venezuela: el de Humboldt. Por los mismos años, más o menos, en que Alejandro
alternaba sobre este suelo sus sabias investigaciones con sus paseos de viajero
enamorado, su hermano Guillermo, no menos ilustre, recorría pueblo a pueblo el país
vasco de cuya lengua llegó a ser uno de los primeros panegiristas. Fue él uno de los
grandes lingüistas prendidos en el hechizo de nuestro idioma y cuyos nombres forman
una impresionante lista que se extiende desde el príncipe Bonaparte hasta el holandés
Van Eys; desde el inglés Webster hasta el italiano Trombettí; desde el austríaco
Schuchardt hasta el ruso Nicolás Marr, por no citar sino algunos.

Guillermo Humboldt en quien, por cierto, como lingüista, se encuentra la definición


exacta de que el lenguaje no es el invento de algunos individuos sino la obra de una
nación entera, conoció el país vasco hasta la entraña, en su idioma, en sus hombres,
en sus ciudades y en sus pueblos y por ninguna parte vio esa "estrecha ruralidad" que
el articulista —que tal vez nunca lo haya visitado— quiere descubrir ante los ojos de
los lectores venezolanos. Y conociéndolo muy bien, pudo escribir: "... todos los dichos
efectos que produce el sentimiento de una libertad bien ordenada y de una perfecta
igualdad de derechos se encuentran evidentemente expresados en el carácter de la
nación vasca. Ella es el único país que he visto jamás en que la cultura intelectual y
moral sea verdaderamente popular; en que las primeras y las últimas clases de la
sociedad no estén separadas por una distancia inmensa; en el que la instrucción y las
luces de las altas han penetrado, al menos hasta cierto punto, hasta las bajas y en que
la honradez, la franqueza, el inocente candor de éstas no ha llegado a ser extraño a las
altas".
LENGUA Y LITERATURA VASCA.
 
1. Euskera. La lengua vasca 
2. La lengua vasca. Conferencia 
3. El día del euskera 
4. Los vascos en la Literatura Castellana 
5. Euskera y patria
6. Congreso de Estudios Vascos 
7. Diálogo de la Lengua 
8. Cantemos en vasco 
9. En defensa del euskera 
10.Literatura vasca 
11.Lengua y Nacionalidad 

TRADUCCIONES DIRECTAS AL EUSKERA (74)


 
III.1 Traducciones INGELESA-EUSKARA (21)

III.2 Traducciones GAZTELERA-EUSKARA (24)

III.3 Traducciones FRANTSESA-EUSKARA (6)

III.4 Traducciones ITALIERA-EUSKARA (4)

III.5 Traducciones ALEMANERA-EUSKARA (1)

III.6 Traducciones GREKOA-EUSKARA (3)

III.7 Traducciones LATINA-EUSKARA (8)

III.8 Traducciones EUSKARA-GAZTELERA (4)

III.9 Traducciones INGELESA-GAZTELERA (3)

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