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Curso Magia en La Edad Media
Curso Magia en La Edad Media
Curso Magia en La Edad Media
Antes de empezar con el tema de la magia medieval, tenemos que dejar claras unas
cuantas ideas básicas sobre la magia en sí misma.
No es fácil para nosotros, viviendo en el siglo XXI, entender el modo en que nuestros
antepasados vieron el mundo y conceptualizaron su naturaleza mágica.
A pesar de esta dificultad, tenemos que reconocer que la percepción mágica de la
realidad ha sido hegemónica durante la mayor parte de la historia de la Humanidad, y lo
sigue siendo todavía en muchas partes del mundo.
Esta idea está firmemente basada en la noción de un progreso lineal del ser
humano, atribuyendo un grado menor de desarrollo a culturas más tempranas y una
mejora gradual a lo largo de la historia, (de la oscuridad a la luz) situándonos en la
cumbre de esta progresión teleológica.
Siguiendo esta lógica, el presunto despertar intelectual de los tiempos modernos nos
habría liberado de este sinsentido mágico, característico de culturas anteriores. Otra
explicación común del pensamiento mágico, basada en gran parte en estudios
antropológicos, establece su función y estructura como una construcción
cultural, diseñada para regular emociones humanas como el miedo, la violencia, el
poder o la cohesión de grupos humanos.
En primer lugar, ambas las formulan científicos occidentales, que a menudo ven como
inferior o menos desarrollada a la gente y las sociedades que comparten creencias
mágicas, ya sean históricas o contemporáneas.
Para comenzar este viaje a través de la magia medieval tenemos que situarnos al final
del mundo romano, justo en el alba de la llamada Antigüedad Tardía.
Todas estas prácticas formaban parte del sistema romano de creencias. Una forma de
entender y conectar con el mundo visible y el invisible no muy diferentes de los rezos,
las ceremonias o los sacrificios que ofrecían a los dioses. Pero entonces, ¿cuando
apareció en realidad la palabra "magia" y qué significó para la gente de la antigüedad?
Así pues, durante la época romana, la palabra "magia", se estableció en la lengua latina
para designar algunas prácticas percibidas como diferentes o desviadas del culto romano
oficial, y a veces incluso para designar el fraude o el engaño.
Fue con este significado que la palabra "magia" pasó a las lenguas románicas durante el
Medioevo. Pero para entonces la idea antigua de magia ya había sido relacionada con un
concepto mucho más oscuro surgido de la religión cristiana el concepto de
“superstición". Tomad nota de esta palabra, ya que será crucial para entender la
percepción de la magia durante la Edad Media.
¿Qué sabemos sobre la superstición? ¿Y cuándo fue descrita la magia como tal?
Durante los primeros siglos de la Edad Media, las nuevas autoridades cristianas tratarían
de convencer a la gente para que abandonasen sus creencias y prácticas mágicas, a
menudo retratadas como supersticiones paganas. Las élites eclesiásticas condenaron
reiteradamente la superstición en sus concilios y sus obras pastorales, mientras que los
gobernantes cristianos promulgaron sus propias leyes en contra de estas creencias y
prácticas. Este tipo de fuentes son muy valiosas para nosotros los historiadores, ya que
describen, a la vez que condenan, los diferentes tipos de actividades mágicas realizadas
en ese momento.
Podemos encontrar ordenanzas legales contra los que realizan actos de adivinación
para predecir el futuro o conocer el destino de reyes y súbditos. Las fuentes los llaman
"divini" o "divinatores", esto es, adivinos, y condenan a los que les consultan. También
encontramos condenas contra aquellas personas que podían influir en los fenómenos
atmosféricos, los llamados "tempestarii", considerados capaces de controlar truenos
y relámpagos mediante conjuros mágicos.
Otras fuentes mencionan a los llamados nigromantes, del griego "necros" (los muertos)
y "manteia" (adivinación), es decir, la gente capaz de mediar con los muertos para
conseguir algunas respuestas o incluso provocar el mal entre los vivos.
Aparte de los magos, muchas fuentes condenan a los que los consultan o buscan su
ayuda. También legislan contra prácticas mágicas comunes llevadas a cabo por gran
parte de la población, como creer en la influencia de las estrellas y los planetas,
componer o llevar amuletos y fórmulas escritas, realizar algunos rituales mágicos en los
árboles, fuentes o tumbas, creer en figuras espirituales como hadas o ejércitos nocturnos
y dejarles alimento y bebida durante la noche, usar rituales mágicos para proteger a los
niños o al ganado y un largo etcétera.
A pesar de los esfuerzos mostrados por algunas autoridades eclesiásticas, la amplia
gama de actividades mágicas realizadas por nuestros antepasados medievales sigue
apareciendo en las fuentes a lo largo de toda la Edad Media. Este hecho muestra el
profundo arraigo que tenía entre la gente y también la dificultad experimentada por las
autoridades cristianas en su objetivo de erradicarlas.
Veremos un ejemplo del siglo XIV acerca de una serie de visitas pastorales llevadas a
cabo en el Principado de Cataluña, en la Corona de Aragón.
Cabe recordar que las visitas pastorales eran una práctica común en aquel tiempo en
muchos territorios cristianos. Consistían en la inspección anual de las parroquias por
parte de sus obispos. Durante aquellas inspecciones, los obispos o sus enviados
preguntaban a la gente y a los sacerdotes locales sobre el estado del culto entre ellos y el
comportamiento de los feligreses. ¿Seguían las reglas de la Iglesia? ¿O bien eran
beligerantes, adúlteros, blasfemos o incluso supersticiosos? Veamos qué respondieron
aquellos feligreses catalanes durante estas visitas llevadas a cabo en el siglo XIV. En ,
durante la visita pastoral en la diócesis de Barcelona, la gente fue interrogada sobre la
presencia de hechiceros y adivinos en su parroquia. Los vecinos del pueblo de
Badalona, cercano a Barcelona, dijeron al obispo que una mujer llamada Nadala era
"divinatrix et sortilega" y que la gente solía acudir a ella con diferentes propósitos. Y
que ella realizaba sus conjuros con una correa y también con símbolos mágicos
dibujados en el suelo. El documento original dice "facit coinurationes suas cum corrigia
et in terra cum signis coniuratoribus" En otros pueblos los vecinos informaron sobre
mujeres, a menudo llamadas "sortilegas, divinatrices or coniuratrices", eso es
hechiceras, adivinadoras o conjuradoras, que hacían algun tipo de hechizo con pan,
granos de trigo, cuchillos, hierbas o piedras, y eran capaces de unir las almas de
hombres y mujeres, sanar enfermedades, encantar a animales, curar o prevenir el mal de
ojo y otros maleficios, predecir el futuro, encontrar objetos perdidos mediante rituales
mágicos e incluso deambular por la noche con ciertos espíritus femeninos comúnmente
llamados "las Buenas Damas", las hadas de la noche.
Todas estas actividades mágicas habían sido condenadas por las leyes
eclesiásticas desde los primeros siglos de la Edad Media. Y aun así, las visitas
pastorales de la Baja Edad Media muestran el profundo arraigo que tenían entre la
gente, la cual acostumbraba a acudir a aquellas sortilegas, divinatrices y
coniuratrices para curar sus enfermedades o las de su familia y su ganado, resolver
cuestiones sobre el amor o problemas sexuales y recuperar objetos perdidos o robados.
Durante los últimos siglos del Medievo se produjo un cambio en la percepción de las
prácticas mágicas. Por una parte, los nuevos enfoques racionalistas surgidos de las
universidades comenzaron a desterrar las tradicionales prácticas mágicas, extendiendo
así una sombra de sospecha sobre hechiceros, adivinos y conjuradores. Por otra parte,
los hasta entonces infructuosos intentos de la Iglesia por terminar con las actividades
mágicas comenzaron a dar fruto gracias a la acción de los influyentes predicadores de
las órdenes mendicantes. Aquellos predicadores emprendieron una campaña de
evangelización masiva en la sociedad medieval mediante una serie de convincentes
sermones,en los que demonizaban las actividades mágicas. Ambos frentes, la ciencia
racionalista y la evangelización cristiana, contribuirían definitivamente a la
desaprobación y descrédito de la magia durante los últimos siglos de la Edad Media y el
inicio de la Época Moderna. Para que os hagáis una idea de este cambio de
mentalidad, vamos a ver algunos ejemplos de aquellas nuevas concepciones de la
magia basadas en los nuevos paradigmas científicos de la Baja Edad Media. Veamos
una serie de tratados escritos por el obispo castellano del siglo XV, Lope de
Barrientos. Barrientos estudió en la Universidad de Salamanca y formaba parte del
entorno humanista del rey castellano Juan II, quien lo nombró su propio confesor y
preceptor de su primogénito.
A mediados del siglo XV, el obispo Barrientos escribió una serie de tres libros
dedicados a su rey, en los cuales le aconsejaba sobre la magia y la superstición. Estos
tres libros se llamaron el "Tratado de dormir o despertar e del soñar de las adevinanças
e agüeros e profecías", "Tratado de caso e fortuna" y "Tratado de la adevinança e sus
especies". En todos ellos, este hombre culto analizó los asuntos humanos relacionados
con la magia desde una perspectiva tomista, con un enfoque empírico y materialista, y
con una gran confianza en la razón humana. Como él mismo declaró al principio de
estos tratados, su objetivo era educar y corregir la credulidad del rey en cuanto a
actividades mágicas. Cuando leemos estos tratados, comprendemos que el concepto de
magia del obispo incluía una amplia variedad de rituales y creencias que iban desde la
astrología a las artes adivinatorias, desde las causas del mal de ojo y otras
enfermedades a los rituales de hechicería y encantamiento. A la vez que condenaba esta
clase de prácticas y a aquellos que las realizaban, Barrientos también intentó refutar la
realidad de tales cosas. Por ejemplo, criticó a los que creían en la realidad del mal de
ojo, que él consideraba una simple enfermedad óptica, susceptible de ser curada
mediante procedimientos médicos. Respecto al tema de las premoniciones y la
adivinación, los atribuyó a las operaciones de la fantasía en la mente de la gente, la cual
les hacía creer en cosas que no eran reales. También habló de la extendida creencia
consistente en que algunas mujeres eran capaces de salir de su cuerpo por la noche y
entrar así por los resquicios de las casas cerradas para hacer daño a los niños. Sobre esta
cuestión, Barrientos argumentó la imposibilidad de tales acciones, ya que no era posible
para un cuerpo tridimensional penetrar por espacios tan pequeños. Todas estas creencias
mágicas, según Barrientos, no eran más que el efecto de trastornos mentales o
desórdenes naturales, o aún peor, eran causadas por las intervenciones de malos
espíritus. Hombres cultos como Barrientos y otros contribuyeron al descrédito de la
práctica de la magia entre las élites, reforzando la confianza en la ciencia experimental
y en los procedimientos médicos. Aparte de estos hombres de ciencia, los miembros de
las órdenes mendicantes también contribuyeron a la condena de las actividades mágicas
entre la población. Para ejemplificar esto, veamos algunos de los sermones
pronunciados por aquellos predicadores mendicantes durante la Baja Edad
Media. Debemos tener en cuenta que aquella clase de sermones, predicados en lengua
vulgar, tenían un efecto de persuasión sobre el público, que se agolpaba por cientos
esperando la llegada de uno de aquellos admirados predicadores en sus ciudades y
pueblos. Escuchemos algunas partes de un sermón impartido por el predicador
valenciano Vicent Ferrer a principios del siglo XV. "Porque si tu padre, tu esposa u otra
persona están enfermos, o si has perdido algo, o si estás angustiado, no vayas nunca a
los adivinos, sino a Dios. Y vosotras, hijas mías, si vuestros niños están sufriendo
alguna enfermedad, no hagáis ninguna hechicería ni acudáis a las hechiceras, porque
para los niños sería mejor morir.
Las mujeres irán a confesarse y dirán 'el niño estaba enfermo y no había ningún médico
cerca, y entonces fui al hechicero'. Y el confesor contestará '¡Pecado habéis!' Y ellas se
defenderán argumentando que cómo podrían ellas dejar al niño morir. ¡Mejor sería que
muriera!
Ella iba a adivinos y adivinas, a los demonios; porque todo lo que ellos hacen, lo hacen
mediante la acción de los demonios. ¡Hechicerías diabólicas! Esto son los adivinos y
adivinas, hechiceros y hechiceras que hacen cosas con encantamientos, pan, botellas,
platos, etcétera! Evitad su presencia en vuestra circunscripción, de lo contrario, la ira de
Dios caerá sobre el pueblo y su circunscripción". Tan severas advertencias,
pronunciadas por los influyentes predicadores, tenían un gran impacto entre la
multitud. A menudo encontramos leyes locales contra las prácticas mágicas
promulgadas por los gobiernos municipales justo después de la visita de uno de estos
predicadores. El efecto de estas predicaciones, junto con el papel prominente
que adquirieron los nuevos paradigmas científicos, contribuyeron al declive de la magia
durante la Baja Edad Media. No solo conllevaron el descrédito y el desprecio de tales
actividades mágicas, sino que también establecieron una asociación peligrosa entre los
hechiceros y adivinos y los males que atormentaban a la sociedad, llegando incluso a
vincular a aquella "gente peligrosa" a la acción de los demonios, y animando a la gente
a expulsarlos de sus pueblos.
Como veremos en las siguientes unidades, esta situación sería el preludio de las futuras
y terribles persecuciones en las que cientos de personas serían quemadas en la
hoguera, acusadas de un crimen oscuro con claras connotaciones mágicas el crimen de
brujería.
Sin embargo, como podéis imaginar, esta división está lejos de ser simple, y, en
cualquier caso, durante los primeros siglos del Cristianismo, ambas clases de magia
fueron percibidas como igualmente peligrosas. Las obras de la Antigüedad, bien
conocidas por los primeros autores cristianos, habían definido los poderes manifiestos
de la naturaleza y habían establecido así lo que era físicamente posible; El resto de
cosas caía en el dominio de la magia.
Los primeros escritores cristianos tendían a ver todas las formas de magia como algo
relacionado con los demonios.
Taciano, un teólogo cristiano del siglo segundo, rechaza todo tipo de magia en su obra
Oratio ad Graecos (Discurso a los Griegos). Para él las hierbas y los amuletos no tienen
ningún poder en sí mismos, pero los demonios han inventado un objetivo para cada uno
de ellos. Así como los humanos inventaron la escritura, los demonios han inventado este
código para esclavizar a la humanidad y alejar a la gente de Dios. La adivinación
también se lleva a cabo solo con la ayuda de los demonios. Tanto para los cristianos
como para la mayoría de judíos los demonios eran ángeles que habían traicionado a su
creador y se habían vuelto hacia el mal. Pero Taciano es solo uno entre muchos. Estos
autores percibían la magia como una amenaza para las creencias cristianas, ya que
ofrecía un poder alternativo que podía ser de ayuda frente a la adversidad. Por ejemplo,
Juan Crisóstomo predicaba contra las mujeres que recurrían a la magia cuando sus hijos
estaban enfermos en vez de usar medios cristianos. De hecho, tanto escritores paganos
como cristianos atribuían la magia sobre todo a las mujeres. El famoso Tertuliano
aseguraba que las mujeres estaban generalmente más inclinadas hacia tales prácticas, y
que los demonios les enseñaban los poderes secretos de las hierbas porque ellas eran
más susceptibles al engaño de malos espíritus que los hombres. De nuevo, vemos que
para él los poderes mágicos estaban ya dentro de las hierbas, pero era a través de los
demonios que las mujeres aprendían sobre ellos.
En cualquier caso, las obras del primer cristianismo que más impactaron la cultura
medieval fueron (y no resulta sorprendente) las de Agustín de Hipona, en particular su
libro clásico Civitas Dei, (La ciudad de Dios). Agustín escribió esta obra en respuesta al
argumento de que el Imperio Romano había entrado en declive con la adopción del
cristianismo. Según él, la religión romana, basada en la nigromancia y otras artes
mágicas, era la culpable de la caída del Imperio. Agustín insiste en que toda la magia es
obra de los demonios. Estos malos espíritus primero enseñan a la gente cómo realizar
los rituales mágicos que implican piedras mágicas, plantas, animales y
encantamientos. Cuando los magos usan estas cosas, los demonios aparecen y hacen el
trabajo. Esto no quiere decir que Agustín no reconozca ciertos poderes
naturales maravillosos. Por ejemplo, reconoce las misteriosas cualidades del imán,
y también concede que ciertas sustancias puedan curar a la gente enferma. Sin
embargo,aún reconociendo la eficacia de la que más tarde sería llamada magia
natural, Agustín seguía sospechando que los demonios estaban tras ella. A medida que
el cristianismo se volvió dominante, la magia cayó todavía más bajo sospecha, y la
Iglesia no solo predicaba contra la magia, sino que también aprobaba legislación
eclesiástica contra ella. Las primeras formas de derecho canónico ya condenaban la
magia. En el año , un sínodo en la ciudad hispana de Elvira decretaba que la gente que
mataba mediante maleficium (hechicería) no debía recibir la comunión, ni siquiera en su
lecho de muerte, porque tales acciones siempre implicaban la invocación del mal.
En siguientes unidades de este curso se tratarán estas disciplinas. Tan solo decir aquí
que el nuevo estudio se afirmaba como el heredero de la filosofía y la ciencia antiguas,
y parecía ser más riguroso y avanzado. El apogeo de las universidades a partir de las
primeras escuelas catedralicias, y la importación del conocimiento árabe, que incluía la
transmisión de la filosofía y la ciencia aristotélicas, afectó profundamente la vida
intelectual de Europa en este período. Pero los astrólogos y alquimistas del siglo XII no
se consideraban a sí mismos magos, aunque sus opositores los vieran como tales. Ellos
no se verían como practicantes de magia natural hasta finales de la Edad Media.
Sea como sea, incluso antes de esto, mucha gente todavía pensaba que toda magia era
incuestionablemente demoníaca; y, de hecho, cuando hablaban de los poderes ocultos
de la naturaleza no siempre utilizaban el término "magia" para referirse a ellos. El
mismo Tomás de Aquino (de nuevo, Santo Tomás de Aquino, quien curiosamente es el
santo patrón de los académicos) creía en fenómenos ocultos causados por las estrellas y
los planetas, pero reservaba "magia” para circunstancias que implicaran la intervención
de demonios. En su Summa Contra los Gentiles trató estas cuestiones. La cuestión es
que, según él, la mayoría de tipos de magia al final tienen relación con demonios Por lo
tanto, incluso los magos que parecían leer las estrellas o emplear hierbas, tenían que
estar en contacto con algún tipo de ser racional que les ayudaría en la consecución de
toda clase de cosas concediéndoles un conocimiento por lo general más allá de la
comprensión de cualquier ser humano normal. Encantamientos, invocaciones, caracteres
extraños, y demás, se dirigían claramente a seres inteligentes sobrenaturales, que
tenían que ser malvados, y, por lo tanto, demonios. Si los autores cristianos ya habían
advertido contra la invocación de demonios, cuando el miedo a la magia se convirtió en
algo casi obsesivo al final de la Edad Media, las preocupaciones y exhortaciones de los
clérigos aumentaron. Pero atribuir demasiado poder a los demonios era arriesgado en sí
mismo. ¿Cómo podían los teólogos atribuirles el poder de transformar a una criatura en
otra, o prever el futuro, sin invadir el "territorio personal" de Dios? Por otro lado,
subestimar las influencias demoníacas era igual de peligroso. El resultado fue que, hacia
el final de la Edad Media, prácticamente todos los tipos de magia fueron relacionados
con los demonios. Encantamientos, palabras, y gestos, todos ellos costumbres populares
profundamente arraigadas, fueron rechazadas como superstitio, como vimos en la
unidad anterior. Pero en la Baja Edad Media, la superstitio, aunque no implicara
directamente a los demonios también podía haber sido inspirada por ellos, como lo eran
todos los pecados. Los remanentes de lo que primero fueron costumbres paganas, vistas
mucho más tarde como fenómenos mágicos naturales, como rituales relacionados con
pozos y manantiales, ofrendas, maldiciones, e incluso hierbas medicinales, rápidamente
fueron asociados a los demonios, y los hombres y las mujeres que los realizaban,
cayeron inmediatamente bajo sospecha. Tanto las autoridades seculares como
eclesiásticas siguieron promulgando leyes contra la magia durante toda la Edad
Media. Vimos algo sobre el tema en el último vídeo. Las penas eran variadas, pero
mientras que las leyes seculares por lo general se dirigían al daño causado por la
magia, la Iglesia estaba más preocupada por la ofensa contra Dios.
Sin embargo, tanto clérigos como autoridades seculares tuvieron poco efecto en el
declive del ejercicio de la magia. Y cuando los frailes franciscanos y dominicos se
convirtieron en predicadores populares en el siglo XIII, la condena de la magia era
todavía uno de los temas más recurrentes en sus sermones. Es el caso, por ejemplo, del
franciscano Bernardino de Siena, un misionero, también canonizado, que debió ser
bastante bueno en su oficio, porque se ha convertido en el santo patrón de la
publicidad. En cualquier caso, si las leyes contra la magia fueron básicamente las
mismas durante todo el período medieval, el siglo XIII sería testigo de un gran
desarrollo en el método más eficiente para perseguir y encausar la magia, y los
inquisidores medievales, cuyo objetivo principal era perseguir a los herejes, sentarían
las bases de lo que estaba por venir. ¡Nos vemos en nuestro siguiente vídeo!
En el siglo XIII, un nuevo actor entraría en juego, y la persecución comenzaría dar fruto
mediante su arma más eficaz hasta el momento los tribunales inquisitoriales. La década
de 1180, por lo general, se considera la fecha fundacional de lo que comúnmente se
conoce como la Inquisición. Sin embargo, la Edad Media estaba todavía lejos de
presenciar la aparición de una institución sólida y estructurada, y, por lo menos desde el
siglo XIII hasta el final de la Edad Media, sería más exacto hablar de individuos que
fueron elegidos para hacer un trabajo que se esforzaron en realizar excepcionalmente
bien estos individuos era los inquisidores.
El objetivo principal de estos clérigos era perseguir herejes, aquellos cristianos ( y esta
es una observación importante, ya que los inquisidores no tenían jurisdicción sobre
judíos o musulmanes), aquellos cristianos, digo, que se desviaban del camino definido
por el dogma y la autoridad del Papa y los obispos. Para hacer esto, los inquisidores
disfrutaban de ciertos privilegios. Estaban directamente bajo autoridad papal, y tenían
derecho a emprender acciones en virtud de su oficio, ex officio, lo que les permitía
actuar a partir de un simple rumor. La inquisitio es decir, la investigación en sí misma,
iba seguida de un período de gracia durante el cual la gente era animada a denunciar a
otros y a autoincriminarse. Después de esto, el proceso era conducido en
secreto. Testigos que se consideraban no aptos para otras causas, aquí eran
aceptados (como niños y convictos), y el acusado no tenía ningún derecho de apelación.
Este tipo de casos podrían haber conducido fácilmente a los inquisidores a apartarse de
su objetivo principal y el Papa Alejandro IV, alrededor de la década de , declaró que, a
no ser que la magia estuviera inequívocamente relacionada con la herejía, debían dejarla
al juicio de las autoridades locales. Algunos inquisidores, sin embargo, argumentaban
que toda magia implicaba herejía, dado que toda ella tenía una naturaleza
demoníaca. La herejía también se podía encontrar en las acciones de una persona y no
solo en sus creencias Bajo este principio, el Papa Juan XXII, a principios del siglo
XIV, instruyó a los inquisidores para que persiguieran a nigromantes y otros
hechiceros.
Dicho esto, vienen a la cabeza famosos juicios en los cuales el mismo Diablo era uno de
los implicados, y que parecen contradecir este argumento. Veánse por ejemplo los casos
de Juana de Arco o los Caballeros Templarios, quienes entre otras cosas, fueron
acusados por venerar una cabeza y un gato. Pero todos estos juicios tenían un fuerte
componente político y sus motivaciones iban mucho más allá del celo religioso. Fuerzas
poderosas estaban en juego y convirtieron a Satán en un chivo expiatorio, por así
decirlo.
Conocemos a muchos de los inquisidores por los documentos que nos dejaron,
y muchos de ellos pasaron a la historia por su mala fama. Quizá conozcáis a algunos de
ellos Jacques Fournier, que se convirtió en el Papa Benedicto XII en, Nicolás Eymerich,
que fue Inquisidor General de la Corona de Aragón durante la segunda mitad del siglo
XIV, o Tomás de Torquemada, Gran Inquisidor del Santo Oficio a finales del siglo XV,
un personaje oscuro al cual los inquisidores deben gran parte de su fama, a pesar de que
él no pertenecía exactamente a la categoría de inquisidor medieval que definimos en la
última lección.
Hoy vamos a hablar de uno de estos hombres, el cual se hizo bastante famoso a finales
del siglo XX gracias a un libro y una película.
Pues bien, Bernard Gui era efectivamente dominico; actuó como inquisidor durante
muchos años, y estaba todavía vivo a principios del siglo XIV, momento en el que se
desarrolla la historia. Pero eso es todo lo que hay de cierto. El resto de detalles son más
bien ficticios. Y aunque conforman un excelente drama histórico también han
fomentado toda clase de prejuicios acerca de los inquisidores. No es mi intención aquí
tomar partido por ellos, pero, como historiadores, se espera que hagamos un esfuerzo
por entender las acciones de las personas del pasado, sin importar lo terribles que
puedan parecernos. Son sus razonamientos lo que debemos buscar si realmente
queremos entender sus compromisos y preocupaciones. Y Bernard Gui estaba
ciertamente comprometido, y ciertamente preocupado por los enemigos y amenazas
que, según él y muchos otros, rodeaban a la Iglesia durante la Baja Edad Media. Nació
alrededor de , entró en la orden dominica antes de cumplir los veinte, y fue nombrado
inquisidor para la región de Toulouse en , cargo que ocupó durante casi años. Durante
ese tiempo, procesó a más de personas, el % de los cuales, (alrededor de hombres
y mujeres), fueron entregados al brazo secular para ser quemados en la
hoguera. Finalmente, murió plácidamente en su cama en , a la edad de años.
Como hemos comentado hace un momento, a partir del Papa Alejandro IV, los adivinos
y hechiceros no eran llevados ante los tribunales inquisitoriales a no ser que estuvieran
implicados en doctrinas y actos heréticos. Pero, en la década de , el Papa Juan XXII
puso a todo tipo de hechiceros, sin distinción, bajo la jurisdicción de los inquisidores. A
partir de este momento, invocadores y adoradores de demonios, los que trataban con
ellos, los que modelaban figuras de cera, y los que profanaban los sacramentos fueron
considerados y tratados como herejes.
Tenían que ser interrogados sobre sus prácticas. ¿Qué sabían? ¿Qué habían oído?
¿Habían hechizado a niños? ¿Habían ayudado a mujeres estériles a concebir? ¿Con qué
tipo de sustancias habían alimentado a otros? ¿Cabellos, uñas? ¿Habían predicho el
futuro? ¿Habían curado a la gente mediante encantamientos? Pero, para Bernard, lo más
espantoso de todo es la profanación de prácticas y rituales ortodoxos cristianos con fines
mágicos rituales realizados con la Sagrada Forma o aceites benditos, imitando los
sacramentos, por ejemplo, bautizando figuras de cera modeladas a imagen de una
persona real, y luego perforándolas con agujas para dañar a esa persona. Bernard Gui
también estaba interesado en saber dónde habían aprendido estos hechiceros, cuánto
creían en realidad y quién había acudido a ellos para tales servicios. Advierte a sus
colegas "Preguntaréis concienzudamente, teniendo en cuenta la calidad y la condición
de cada persona, porque el interrogatorio no puede ser el mismo para
todos. Preguntaréis a los hombres de una manera y a las mujeres de otra." Y aquí
llegamos a una cuestión muy interesante, porque en este momento, a principios del siglo
XIV, la hechicería se relacionaba tanto con hombres como con mujeres. De hecho, un
tipo muy específico de magia solo fue atribuida a los hombres la nigromancia. Ese será,
precisamente, el asunto del que hablaremos en nuestro siguiente vídeo, la última lección
obligatoria de esta unidad. Así es, por último aunque no por ello menos importante,
hablaremos de demonios y del nada fácil camino que encontraron los hombres
medievales para convocarles y hacer que cumplieran sus órdenes. No podéis perderos
eso, ¿verdad?
En la próxima unidad aprenderéis sobre brujas, brujos y la salvaje persecución que
centenares de hombres y mujeres, sobre todo mujeres, sufrieron por este presunto
crimen a finales de la Edad Media y durante la Edad Moderna. Sin embargo, como os
anticipaba en nuestro último vídeo, el tipo de magia de la que hablaremos en esta
lección era prácticamente exclusiva de los hombres. ¿Por qué? Bien, empecemos por
presentarla adecuadamente, ¿os parece? Necromancia, también llamada nigromancia,
significa, literalmente, "adivinación por medio de los muertos", Del griego nekros
(cadáver) y manteia (profecía o adivinación). Al menos este era su significado
original. Un nigromante conjuraba a los espíritus de los muertos para predecir el
futuro, usarlos como arma, o bien forzarlos a revelar información oculta. Pero traer de
vuelta a los muertos podía resultar problemático para una religión basada en la
resurrección de su figura más importante, que solo había sido capaz de volver él mismo
y de resucitar a otros (¿recordáis la historia de Lázaro?) a través del poder de Dios.
Así pues, los autores cristianos interpretaron que estos sucesos involucraban a
demonios, que tomaban la apariencia de difuntos para cometer todo tipo de
fechorías. Así, por extensión, el término "necromancia" empezó a usarse para hacer
referencia a la invocación de demonios, y este era su significado más habitual en la Baja
Edad Media. Hemos visto como entre los teólogos medievales había opiniones
diferentes sobre el grado de implicación de los demonios en los diversos tipos de
magia, pero la necromancia era, incuestionablemente, de naturaleza demoníaca. Los
nigromantes invocaban demonios y lo hacían de muy buen grado. ¿Cómo lo
hacían? Bien, sorprendentemente, los nigromantes eran mayoritariamente clérigos, es
decir, en términos generales, alguien que hablaba latín (quiero haceros notar que ese
"alguien" era por lo general un hombre, porque, como puede que hayáis adivinado, el
latín era principal, si no exclusivamente, accesible a hombres y de hecho solo a unos
pocos).
Para ser más precisos, estos clérigos estaban normalmente ordenados, al menos habían
tomado órdenes menores. Pertenecían a los rangos inferiores de la jerarquía
eclesiástica.
Como siempre que se trata con fuentes inquisitoriales hay que ir con mucho cuidado
respecto a su credibilidad. En otras palabras, ¿qué parte de lo que confesaban bajo
probable coacción era verdad? El caso es que, además de las confesiones, se han
conservado unos cuantos manuscritos que contienen estos rituales y descripciones. Y
no me refiero a obras realizadas por los que buscaban erradicar la necromancia. Hablo
de libros que pueden considerarse de pleno derecho para nigromantes. La utilidad de
contar con el apoyo de demonios era considerable, y también lo eran los
conjuros específicos para cada caso principalmente para afectar mentes y cuerpos de
otras personas. (por ejemplo, para atraer su amor, hacerles daño de alguna forma o
bien forzarles a hacer algo), crear ilusiones (levantar a los muertos, hacer aparecer algo
de la nada), y descubrir secretos sobre el futuro o el pasado. No hace falta decir que
ninguno de estos propósitos parece especialmente adecuado para hombres religiosos...
Los principales elementos de este tipo de magia son siempre círculos mágicos,
conjuros, y sacrificios, todos ellos bastante complejos, y que requieren ciertas
habilidades y aprendizaje.
Un sermón contundente, ¿verdad? El resultado es que solo unos años después de que
Ferrer y otros predicadores difundiesen estas palabras, comenzaron a celebrarse los
primeros juicios por brujería en distintas partes de Europa, dando pie a una persecución
que duró siglos, y que llevó a la hoguera a miles de personas acusadas de este
supuestamente atroz crimen contra Dios y la sociedad. Aprenderéis mucho más sobre
este tema con el Dr. Pau Castell, especialista en la historia de la brujería. ¡Seguid
conectados!
Durante los primeros siglos de la Edad Media, las leyes seculares establecían una clara
diferencia entre este tipo de prácticas malignas y la magia beneficiosa. Podemos
encontrar un ejemplo de esto en el Código Legal promulgado por el rey castellano
Alfonso X el Sabio durante el siglo XII. Dice así
"Acusar puede cada uno del pueblo delante el juzgador a los agoreros, a los sorteros, e a
los otros baratadores de que fablamos en las leyes de deste título. E si les fuere provado
por testigos que fazen e obran alguno de los yerros sobredichos, deven morir por
ende. Pero los que fiziessen encantamiento o otras cosas con entención buena, así
como sacar demonios de los cuerpos de los hombres, o para desligar a los que fuesen
marido e mujer que no pudiesen convenir, o para desatar nube que hechase granizo o
niebla porque non corrompiese los frutos, o para matar lagosta o pulgón que daña el pan
o las viñas, o por alguna otra razón provechosa semejante destas, non deve haber pena,
ante dezimos que debe resçebir gualardón por ello.”
Según un Código Legal del siglo XIV procedente del valle pirenaico de Àneu, los
acusados debían demostrar su inocencia mediante la ordalía del hierro. Esta ordalía
consistía en forzar a las acusadas a sostener un hierro candente para luego observar la
evolución de sus heridas. En caso de recuperación rápida, la mujer era declarada
inocente. En caso contrario, era considerada culpable del supuesto crimen y debía ser
quemada, mientras todas sus posesiones pasaban a ser propiedad de su señor y de su
acusador.
Como hemos visto en la anterior unidad, toda clase de magia, tanto la buena como la
mala, empezó a ser vista bajo un prisma más siniestro durante los últimos siglos del
medievo. Fueron asociadas a un comportamiento diabólico e incluso a la herejía.
Este fenómeno, atestiguado en muchos escritos teológicos y en los sermones de los
predicadores mendicantes, conllevó un cambio en el modo de percibir a la gente que
llevaba a cabo prácticas mágicas. En aquel momento, los adivinos, las hechiceras, y
también los malefici, empezaron a ser vistos no solo como individuos malvados, sino
también como miembros de un grupo maligno, una especie de secta herética que
pervertía la sociedad cristiana con sus medios diabólicos.
En ese escenario, el Papa Alejandro V promulgó una bula en en la que condenaba, cito
literalmente "las nuevas sectas integradas por cristianos y judíos que son hechiceros,
adivinos, invocadores de demonios, encantadores, conjuradores, gente supersticiosa
y augures que usan artes malditas y prohibidas que pervierten y ensucian la
Cristiandad".
En este contexto, las antiguas acusaciones a individuos por magia maléfica darían lugar
a una situación mucho más inquietante, en la que los males que acechaban a la
sociedad serían atribuidos a las fechorías causadas por un colectivo herético y
diabólico.
¿Recordáis la ordalía del hierro a la que eran sometidas las mujeres supuestamente
culpables de provocar enfermedades de garganta en los valles pirenaicos? Pues bien,
cien años más tarde, en , los prohombres decidieron de nuevo legislar contra aquellos
crímenes mágicos. Pero esta vez las mujeres sospechosas no fueron acusadas
individualmente de causar la enfermedad, sino de pertenecer a un grupo de gente que se
reunía de noche, abjuraba de la fe cristiana, rendía homenaje al Diablo, secuestraban a
recién nacidos del lado de sus madres para matarlos, y provocaban enfermedades de
garganta y otros males a través de venenos o hechizos.
Son las llamadas "Strigae", las mujeres-pájaro que, según los antiguos, se transformaban
mediante ungüentos y formulas y entraban en las casas de noche para chupar la sangre
de los niños.
Y también, las "Lamiae", unas figuras maléficas similares que secuestraban a los niños
de sus cunas para desmembrarlos y comérselos.
Ambas figuras nocturnas, las Strigae y las Lamiae, eran también muy parecidas a un
tercer ser mitológico la "Pesadilla", una figura que recibía distintos nombres en diversas
partes de Europa, y de la que se creía que era capaz de entrar en las casas de noche para
aplastar o asfixiar a los durmientes, llegando incluso a matarlos.
Todas estas figuras nocturnas se convirtieron en parte del sistema medieval de
creencias. Sabemos que las mujeres solían llevar a cabo diversos tipos de rituales con el
fin de proteger a sus hijos del ataque de aquellos demonios nocturnos.
Uno de estos ritos consistía en dejar comida, bebida y un espejo encima de la mesa para
entretenerlos y evitar así sus ataques durante la noche. Muchas madres medievales
ponían collares de coral a sus bebés, buscando un efecto similar, o bien recurrían a los
servicios de hechiceras y conjuradoras para proteger a sus hijos con sus encantos y
hechizos.
Sin embargo, todas aquellas figuras nocturnas eran consideradas como entidades
espirituales, de naturaleza similar a otras figuras míticas como las hadas, los duendes,
los trasgos, etc. Según las autoridades eclesiásticas, no eran sino demonios o malos
espíritus cuyo propósito era simplemente arrastrar a la gente hacia la superstición y
apartarlos así de la fe verdadera. Pero entonces, ¿cómo acabaron estas figuras y sus
acciones maléficas tomando la forma de personas de carne y hueso, esto es, brujas?
Los clérigos empezaron a percibir muchas de estas figuras míticas no cómo ilusiones
diabólicas o malos espíritus, sino cómo seres reales y corpóreos, capaces de actuar en el
mundo físico. No solo eso, sino que la gente que solía creer en aquellas figuras
e interactuar con ellas empezó a ser vista con suspicacia e incluso a ser considerada
responsable de las fechorías nocturnas.
Las noches en las que la gente intuía la visita de las "damas buenas", solían tener sus
casas ordenadas, y les dejaban comida y bebida para atraer la buena suerte.
Nuestro segundo caso sucede unos años después en la ciudad de Barcelona. Una mujer
fue llevada delante del obispo por cargos relacionados con actividades mágicas que
incluían ciertos rituales de fertilidad y de protección de niños. Al ser interrogada ante
del tribunal, la mujer afirmó ser capaz de proteger a los recién nacidos del ataque de los
malos espíritus, tales como brujas o ejércitos fantasmales, poniendo la mesa durante la
noche con un mantel, pan, vino y un espejo, para que las brujas y los miembros del
ejército fantasmal se entretuvieran comiendo y bebiendo, y mirándose en el espejo, y de
esa forma no atacaran al recién nacido.
El primer aspecto que debemos destacar es que el crimen de brujería, por su propia
naturaleza, podía ser procesado por distintos tribunales de justicia. Como se consideraba
un tipo de herejía, debido al acto de apostasía realizado durante las reuniones sabáticas,
el crimen de brujería podía caer bajo la jurisdicción de los inquisidores. Y así sucedió en
algunos casos. Pero, como también implicaba el daño a personas o bienes, también
podía ser juzgado por un tribunal secular, ya fuera el tribunal real o cualquiera de los
numerosos tribunales presididos por un señor o por el consejo de una ciudad.
Este último tipo de tribunales (es decir, los tribunales seculares autónomos) fueron de
hecho los más activos en la persecución de la brujería durante la época medieval y
moderna.
A pesar de los estereotipos acerca del papel jugado por la Inquisición contra las
brujas, en realidad, la mayoría de los juicios celebrados durante la caza de brujas fueron
iniciados por tribunales locales presididos por autoridades seculares, y a menudo, por
petición de la misma población. Una población que, en un contexto de enfermedades y
muerte, presionaban a las autoridades locales para que procesaran y castigaran a los
autores de tales fechorías.
Unos años más tarde, en otro pueblo pirenaico, uno de los vecinos fue
interrogado durante un juicio por brujería y preguntado sobre el inicio de dicho
proceso.
"La gente del pueblo se reunió y le preguntó al alguacil qué se podía hacer, puesto que
ella tenía fama de bruja y muchos se quejaban de sus ganados y de otras cosas...
Este era el típico escenario en la mayoría de juicios por brujería iniciados en la Europa
medieval y moderna. Las fuentes conservadas revelan a menudo un modelo de
persecución iniciado desde abajo, en un contexto de propagación de enfermedades,
pérdida de cosechas, o muertes de niños y ganado, atribuidas por las comunidades a la
acción de gente maligna, y pidiendo por tanto la intervención de las autoridades.
Una vez el tribunal decidía abrir las diligencias, se iniciaba una encuesta entre los
vecinos, preguntándoles por sus sospechas, por la presencia de brujas en la región, por
las muertes o enfermedades que sobrevenían en extrañas circunstancias, etc.
Uno de los procedimientos más utilizados era la prueba conocida como "examen de
marcas". Ésta consistía en desnudar a la acusada y buscar marcas en su cuerpo, las
cuales eran consideradas como marcas del Diablo, indicativas de su pertenencia a la
secta maligna. Como podéis ver en la imagen, las marcas se hallaban normalmente en
los hombros o en la espalda, y algunas veces solo eran visibles después de frotarlas con
agua bendita o pincharlas con agujas.
Como podéis imaginar, este era un momento clave en la mayoría de los juicios, ya que
las sesiones de tortura eran el preludio de una larga serie de confesiones sobre las
supuestas malas acciones cometidas por las acusadas.
Uno de los sistemas habituales de tortura consistía en colgar a la acusada de los
pulgares mientras se la interrogaba acerca de los cargos. Un sistema similar consistía en
colgar a la acusada con sus manos atadas a su espalda, añadiendo incluso ciertos pesos
en sus pies para aumentar el dolor, como se puede ver en la imagen.
Veamos ahora un ejemplo del tipo de confesiones fruto de estas sesiones de tortura. En ,
una mujer llamada Guillema Casala, del valle pirenaico de Andorra, fue acusada por
algunos de sus vecinos, juntamente con otras seis mujeres, de ser la responsable de las
muertes y enfermedades ocurridas en el valle.
Después de haber sido colgada por los pulgares varias veces, Guillema confesó ser una
bruja y haber sido iniciada por otra mujer llamada Garreta.
Y entonces fueron por el aire hasta una montaña, el nombre de la cual no recuerda, y allí
vio un hombre muy grande llamado el Diablo; y vio a su alrededor a veinte personas,
hombres y mujeres, y algunos de ellos bailaban, y otros comían fruta.
Y entonces el Diablo la cogió y le dijo que besara su mano, y ella así lo hizo.
Y luego cree que le besó el culo y le rindió homenaje y lo tomó por Señor, abjurando así
del Creador. Y le prometió que haría el mal siempre que pudiera y que nunca lo
confesaría, sino que recibiría cada año la sagrada comunión.
Y así, siendo interrogada, dijo que después de aquello el Diablo tuvo relaciones carnales
con ella. Interrogada, dijo que tenía el miembro muy frío."
Confesiones como esta son comunes en muchos juicios por brujería en toda Europa.
Más que describir encuentros reales, estas confesiones revelan el patrón utilizado por
los interrogadores, todos ellos lectores de los mismos libros y tratados sobre cómo se
suponía que tenía que ser una bruja.
Este patrón era reproducido durante los juicios con la ayuda de la tortura judicial. Si
bien la magia maléfica era la preocupación principal de los vecinos y el origen de la
mayoría de acusaciones, el Diablo hacía su entrada en la sala de tormentos con la
ayuda de los interrogadores.
Las ejecuciones públicas en la horca, seguidas por la quema del cadáver, no hicieron
sino reforzar la imagen de las brujas como amenaza pública, abriendo así la puerta a las
terribles persecuciones que duraron siglos y que inflamaron el continente europeo y aún
más allá.
Hablando de las almas que tienen capacidad mágica, Ibn Khaldūn afirma que existen a
tres niveles:
"El primero, dice, corresponde a aquellas (almas) que ejercen su influencia solo a través
del poder de la mente, sin ningún instrumento o ayuda. Esto es lo que los filósofos
llaman magia (siḥr).
Las del segundo (nivel) ejercen su influencia con la ayuda del temperamento de las
esferas y los elementos, o con la ayuda de las propiedades de los números. Es el nivel de
los talismanes (ṭilasmāt). Es más débil que el primero.
Las del tercer (nivel) ejercen su influencia sobre los poderes de la imaginación. Esto es
lo que los filósofos llaman prestidigitación. “
Lo que el texto aparentemente afirma es que el nivel más alto de magia –en realidad, el
único que debería denominarse siḥr en un sentido estricto– está reservado a aquellos
capaces de practicarla recurriendo a poderes sobrenaturales sin ningún instrumento o
intermediario.
Estos, como veremos, pueden ser bien profetas, cuyo poder espiritual es reconocido
como una cualidad divina, o bien hechiceros, es decir, personas capaces de obtener su
poder de fuerzas satánicas.
Mientras que el primer tipo de magia es denominada con frecuencia “alta” magia, la
última es a menudo descrita como magia “inferior”, una dicotomía que se corresponde
en términos generales con la distinción tradicional entre magia blanca y negra.
Varios siglos antes de Ibn Khaldūn, en las primeras líneas introductorias de la versión
larga de su Epístola sobre la Magia, los Ikhwān al-Safā’ o “Hermanos de la Pureza”,
dieron la siguiente definición de siḥr
"Debes saber, mi Hermano, que la esencia de la magia y su realidad es todo aquello que
cautiva el intelecto, y todo aquello a lo que las almas se rinden mediante discursos
y acciones que producen asombro, sumisión, atención, escucha, consentimiento,
obediencia o aceptación." La definición de magia de los Ikhwān fue adoptada por el
autor andalusí del Ghāyat al-ḥakīm (“El objetivo del sabio”), un tratado de magia
celeste que ejercería una enorme influencia en Occidente, durante el
Renacimiento, gracias a su adaptación latina, conocida como el Picatrix. La autoría del
Ghāyat al-ḥakīm, y de otro tratado sobre alquimia, titulado Rutbat al-ḥakīm (“La
calidad del sabio”), han sido motivo de polémica hasta hace poco. Fue mérito de
Maribel Fierro demostrar de manera convincente en que el autor era, de hecho, el
esoterista y tradicionalista Maslama Ibn Qāsim al-Qurṭubī, que había viajado a Oriente
en en la primera mitad del siglo X.
Hay razones para creer que este Maslama es también el erudito que introdujo el corpus
enciclopédico de los Ikhwān al-Ṣafā’ en al-Andalus por primera vez. El Ghāyat al-
ḥakīm resulta ser un curioso grimorio, el cual, además de describir rituales muy
elaborados en los cuales los espíritus de los planetas y otros seres celestiales son
invocados, asombra al lector por la extrema heterogeneidad de sus fuentes, la mayoría
de ellas de procedencia claramente oriental.
Como observó en una ocasión David Pingree, "las fuentes de esta compilación - y el
autor se jacta de haber “saqueado” doscientos veinticuatro libros – parecen haber sido
en gran medida los textos árabes sobre Hermética, Sabeísmo, Ismailismo, astrología,
alquimia y magia producidos en Oriente Próximo en los siglos IX y X d.C." Otro
aspecto muy importante de la magia en el Islam medieval fue la interpretación mágica
de las palabras y letras del Qur’ān (Corán), una ciencia a la que generalmente nos
referimos por el nombre de ilm al-ḥurūf o sīmiyā’, y sobre la cual mi colega Sébastien
Moureau hablará en detalle en otro video de esta unidad.
Entre las contribuciones más importantes en este campo, hay que mencionar, en
Oriente, algunas de las obras atribuidas al famoso alquimista Jābir ibn Ḥayyān, un
erudito que se cree que vivió en el siglo VIII y y a quien se le atribuye en las fuentes
clásicas un voluminoso corpus de escritos.
Varios siglos después de Ibn Masarra, Ibn ‘Arabī, el conocido pensador sufí, también
escribió varias obras importantes sobre la “ciencia de las letras”, en especial su
"Revelaciones de la Meca".
Para hacerse una mejor idea de lo importante y ramificada que fue la ciencia de la magia
en el Islam probablemente no hay mejor ejemplo que el compilador y enciclopedista
turco del siglo XVII Ḥājjī Khalīfa, también conocido como Katip Çelebi. Su Kashf al-
zunūn (“La eliminación de dudas”) incluye bajo el epígrafe “siḥr” una asombrosa
variedad de catorce disciplinas, que han sido enumeradas por Toufic Fahd
como "adivinación, magia natural, las propiedades de los nombres más bellos, de los
números y de ciertas invocaciones, magia empática, conjuros
demoníacos, encantamientos, la invocación de espíritus de seres corpóreos, la
invocación de espíritus de planetas, filacterias (amuletos, talismanes, filtros), la facultad
de la desaparición instantánea, artificios y fraudes, el arte de revelar fraudes, hechizos,
y la utilización de las propiedades de las plantas medicinales." En el próximo video
veremos cómo fue realmente recibida la magia en el Islam medieval.
En las <i>suras </i>de la Meca, los capítulos más tempranos del Corán, donde aparece
con mayor frecuencia, siḥr (o uno de sus derivados) se menciona con mayor regularidad
en relación con narrativas que intentan demostrar que todos los profetas, una vez
abrazado el monoteísmo, han sido indefectiblemente acusados de hechizar a su propia
gente.
Es sin embargo interesante el hecho de que estas narrativas no coniernen solo a figuras
bíblicas como Noé, Abraham, Lot, o Moisés, sino también a figuras árabes como Hud,
Salih, Shuaib y, por supuesto, al mismo Mahoma, el epítome del profeta de acuerdo con
la visión tradicional.
El principio del verso, concretamente el , nos traslada a tiempos de Salomón y dice así
(cito): "y ellos siguieron lo que los demonios habían recitado durante el reinado de
Salomón.
Sea cual sea la interpretación de este verso (y parece que el verso fue interpretado de
muchas y diferentes maneras por Ṭabarī, Razī o Zamakhsharī) debería
considerarse definitivamente como el locus classicus de la interpretación Islámica de la
magia.
Lo que está claro, en cualquier caso, es que no hay en el Corán una condena explícita
o una prohibición del uso de la magia. A un nivel más práctico, y también más popular,
podemos observar que ciertos versos específicos y también suras completas, como las
dos últimas suras del Libro Sagrado, han sido frecuentemente utilizados con fines
mágicos y, especialmente, con fines profilácticos.
Este tipo de censura se repetiría durante siglos por parte de de la mayoría de juristas y
teólogos, quienes habían prevenido de los peligros del siḥr, en la misma forma que en la
cristiandad latina del medievo, magos, brujas, y hechiceros fueron a menudo acusados
de adorar al diablo. Y algunos de ellos fueron perseguidos, enviados a la cárcel, o
incluso ejecutados.
Los practicantes de magia eran generalmente acusados de bid‘a (esto es, en otras
palabras, de introducir innovaciones heréticas) una amonestación muy grave de acuerdo
con la ortodoxia musulmana.
Y aun así, se puede afirmar que la gran mayoría de juristas y teólogos, incluso los más
tradicionales, hicieron el esfuerzo de distinguir entre diferentes categorías de magia, y
que su objetivo principal al hacer esto era intentar separar la magia permitida de la
prohibida.
Es oportuno mencionar aquí la formulación que hace Toufic Fadh (cito): "la que está
permitida es la magia natural, conocida como 'blanca', incluyendo entre otros elementos,
encantamientos; fenómenos imaginarios producidos por medios naturales, basándose en
las propiedades naturales, y sin conexión alguna con la religión; fenómenos psíquicos
materializados mediante el uso de filtros y amuletos activados mediante absorción o
fumigación de polvos y grasas. La práctica de esta magia es tolerable mientras no cause
daño a otros. Pero cuando el mago influye sobre la naturaleza para hacer el mal, está
practicando magia prohibida. Esto implica la utilización de inspiración
demoníaca (magia negra) y de la invocación de planetas (teúrgia)."
A pesar de todo, lo que resulta claro para cualquier investigador moderno de este campo
es que siempre ha existido en el Islam un enorme vacío entre las posturas teóricas sobre
la magia de juristas y tradicionalistas de la Edad Media, por una parte, y por otra, las
prácticas reales tal y como han sido continuamente realizadas hasta ahora por magos,
hechiceros y especialistas en talismanes en muchas partes de Dar al-Islam.
Esto se puede explicar principalmente por la divergencia de opiniones incluso entre los
representantes de la teoría legal más cualificados.
Así, por ejemplo, el autor andalusí del siglo XIII Abu Abd Allah al-Qurtubi, que es una
de esas autoridades que comentó de forma prolija el famoso pasaje coránico de Harut y
Marut, es conocido por haber adoptado una posición mucho más tolerante y
conciliadora que la mayoría de sus predecesores.
Otra razón importante se debe buscar en las virtudes curativas que muchas de estas
prácticas se suponía debían poseer. Como ya hemos señalado, la teoría legal de la magia
demostró ser particularmente severa allí donde la magia pudiera ser vista como una
amenaza o peligro para la comunidad de creyentes.
En el próximo video hablaremos sobre la magia y otras ciencias ocultas según los
Ikhwān al-Ṣafā’.
“Ikhwān al- Ṣafā’” (o los Hermanos de Pureza) es el nombre adoptado por un grupo
misterioso de pensadores Musulmanes de la Edad Media que escribió una enciclopedia
sin equivalente durante aquel período dentro o fuera del mundo Islámico.
Quiénes fueron exactamente los Ikhwān y dónde vivieron ha sido tema de debate
durante mucho tiempo, y aún hoy en día se discute.
Se suele asumir que estos autores estaban activos en Iraq en el s. X, pero, de hecho, la
composición del corpus podría haber tenido lugar durante varias generaciones, y su
origen podría ser incluso anterior.
Lo que se hace cada vez más patente es que los autores eran filósofos Neoplatónicos
que debieron tener algunas afinidades con el Ismailismo, una sub-rama particularmente
intelectual del Chiismo.
A pesar de su profundo carácter heterodoxo, queda cada vez más claro que su trabajo
(en el cual se intenta explicar el universo que nos rodea de una forma muy
coherente) nunca dejó de ejercer una importante influencia a lo largo de los siglos, y que
esta influencia no estaba para nada restringida al mundo Islámico.
Como otros filósofos musulmanes de su época, los Ikhwān al-Ṣafā’ se esforzaron por
reconciliar las "ciencias tradicionales," es decir, aquellas ciencias que
pueden entenderse como ciencias enraizadas en las revelaciones Coránicas, con las
"ciencias intelectuales," esto es, aquellas ciencias que una persona es capaz de adquirir
por sí misma, (como la lógica, las matemáticas, las ciencias naturales y la metafísica) y
cuyo conocimiento el Islam debía en gran medida a civilizaciones del pasado tales
como la Antigua Grecia, principalmente, pero también a Egipto, Babilonia, Irán, e
India.
Una vez dicho esto, se observa que cada uno de los tres grupos, tal y como los
definen los Ikhwān, incluye ciencias o artes de naturaleza esotérica. Así, el grupo de
ciencias propedéuticas incluye la adivinación, la magia, los encantamientos, y la
alquimia. El grupo de ciencias religiosas incluye una referencia explícita a la "ciencia
de la interpretación de los sueños."
Y por último, "la Gran Magia," aquella que más interesa a los Hermanos, es aquella
cuyo conocimiento hace posible el nacimiento del "verdadero" ser de la persona. La
importancia de la magia para los Ikhwān se hace especialmente patente en el hecho de
que la última epístola del corpus, esto es la Epístola , está dedicada por completo a ella.
Y se hace aún más evidente cuando los autores afirman, durante la introducción a este
tratado, que la magia, y presumiblemente también el resto de ciencias esotéricas
relacionadas, "es parte de la Filosofía, y que es también parte de las ciencias últimas de
la filosofía, puesto que resulta necesario aprender las ciencias precedentes antes que
ésta."
Aparte de la magia, pero obviamente relacionada con ella, está la astrología, una ciencia
con la que los autores estaban claramente muy familiarizados, y a la cual dedicaron
innumerables pasajes de su enciclopedia, incluida una Epístola completa sobre "ciclos y
revoluciones."
En ese tratado, esto es, la Epístola, los autores repasan una larga lista de revoluciones y
conjunciones celestiales, y proceden después a mencionar las implicaciones que estos
eventos tenían sobre el mundo y sus habitantes. Implicaciones que iban desde la
aparición de gusanos, insectos y piojos, a la emergencia de nuevas religiones e
imperios; y desde la sucesión de un hombre en el trono real, al intercambio de tierras y
mares sobre la superficie de la Tierra. Es como si absolutamente nada en este mundo de
desarrollo y muerte pudiera escapar de la influencia de este determinismo total.
En esta y en otras epístolas del corpus, los Hermanos proponen una teoría de acuerdo
con la cual la historia del mundo está compuesta por series de ciclos de , años cada
uno, y cada ciclo compuesto por milenios.
Huelga decir que este es el tipo de teoría que debe haber sido considerada como
totalmente inaceptable por muchos lectores, y que pudo haber impulsado a los autores a
publicar su obra de forma anónima.
La Ciencia de las Letras, ‘ilm al-ḥurūf' en Árabe, es una ciencia teórica y práctica
basada en las letras del alfabeto árabe.
Y algunos pensadores medievales fueron incluso más lejos y afirmaron que el nombre
de las cosas no es solo un reflejo de su naturaleza, sino que es su verdadera naturaleza,
su ser.
Este sistema nos recuerda inevitablemente a la Cábala, una ciencia judía del lenguaje y
las letras, la cual se desarrolló posteriormente y de la cual se habla en los videos
opcionales de la segunda unidad de este curso.
la más conocida es la clasificación de las letras de acuerdo a los cuatro elementos de las
letras del alfabeto árabe, siete pertenecen al fuego, siete al aire, siete al agua y siete a la
tierra. Existe una clasificación similar en relación a las propiedades elementales. Siete
letras son calientes, siete son frías, siete son secas y siete son húmedas.
Otro método de análisis era el uso de los valores alfanuméricos de las letras. Antes de la
introducción de la llamada numeración arábiga (que es de hecho denominada
"numeración hindú" en árabe), las letras del alfabeto se utilizaban como números, tal y
como se hace todavía en escrituras como la hebrea. Así, el valor isopséfico de los
nombres, esto es, su valor numérico una vez sumados los valores numéricos de cada una
de las letras, se utilizaba para clasificar y analizar cosas.
Los autores de estos textos postularon que, puesto que los nombres de las cosas reflejan
su naturaleza, es posible conocer la composición exacta de una cosa gracias a su
nombre.
Diseñaron un cálculo muy complejo a partir de las letras del nombre de una cosa, que,
según ellos revelaba la composición exacta de una cosa, esto es, la proporción exacta
de propiedades elementales (calor, frío, sequedad y humedad). Éste era el primer paso
hacia su principal teoría, la teoría del elixir, que discutiremos en el próximo video.
Puesto que las letras tienen un valor ontológico, no solo permiten conocer cosas, sino
también actuar sobre ellas mediante su nombre. Esta idea dio lugar a la magia de las
letras, que es uno de los mayores campos de la Ciencia de las Letras.
La figura más destacada de la magia de las letras es, sin duda alguna, Aḥmad al-Būnī,
que vivió a principios del siglo XIII. Se le atribuyen a este estudioso una serie de
tratados mágicos que tuvieron una gran influencia en la magia del mundo Islámico, no
solo para los eruditos, sino también, y en mayor medida, a nivel popular.
Sin embargo, estudios recientes señalan que el trabajo más famoso e influyente
atribuido a Būnī, el Shams al-ma‘ārif al-kubrā, literalmente el 'Gran Sol del
Conocimiento', es en realidad una recopilación apócrifa creada a partir de varios textos
escritos durante distintos períodos.
Este tratado presenta una gran síntesis de conocimiento teórico sobre la magia de las
letras (como por ejemplo una especulación sobre los nombres más hermosos), pero
también recetas muy prácticas. En este tipo de tratados mágicos, las mismas letras son a
menudo tratadas como seres espirituales están relacionadas con los ángeles, y es posible
utilizarlas para actuar sobre entidades espirituales, o incluso para controlar ángeles.
Los alquimistas no solo intentaban fabricar oro, sino que también teñían metales,
refinaban sales, y realizaban muchos otros procesos.
La palabra "alquimia" deriva (a través del Latín) del árabe al-kīmiyā’, que a su vez se
tomó prestada, con toda probabilidad, del griego χυμεία o χημεία (que significa fusión,
aleación), o, aunque esto es menos probable, del egipcio qmyt, que significa "resina"
o "goma". La historia de la palabra "alquimia" refleja la historia de la propia alquimia.
Se atribuyó a esta figura una gran colección de textos alquímicos (no sabemos si esto es
parte de la leyenda o de la historia), y a dicha colección se la conoce generalmente
como corpus Jābirianum.
Aunque el núcleo de esta colección pudo haber sido escrito por un solo autor, quizá el
mismo Jābir ibn Ḥayyān, muchos tratados fueron claramente escritos por otras manos
entre la segunda mitad del siglo VIII y el siglo IX, o incluso más tarde. Este corpus es
uno de los primeros ejemplos de alquimia árabe, pero es también, con mucho, el más
influyente. De hecho, tuvo una gran influencia en casi todos los autores
posteriores, hasta en uno de los últimos grandes alquimistas árabes, Jildakī.
Los textos yabirianos proponían una doctrina física inspirada por el sistema griego de
los cuatro elementos tal y como lo define Galeno, pero refinado hasta un grado de
complejidad excepcional. Todo lo que existe en el mundo sublunar está compuesto por
cuatro elementos fuego, tierra, aire y agua. Estos cuatro elementos se caracterizan a su
vez por cuatro propiedades elementales el fuego es caliente y seco, el aire es caliente y
húmedo, el agua es fría y húmeda, y la tierra es fría y seca.
Puesto que una cosa se caracteriza por su proporción de elementos, es en teoría posible,
cuando se modifica esta proporción, transformar una cosa en otra; por ejemplo plomo en
oro. ¿Cómo se puede llevar a cabo esta transformación? Calculamos las proporciones
elementales de plomo y oro, y evaluamos la "intensidad" de las cuatro propiedades en
ellos. Así, sabemos qué cantidad de cada propiedad debemos añadir al plomo para
convertirlo en oro. Tomamos entonces un material llamado "piedra" (ḥajar en
árabe), pero que no es necesariamente una piedra puede ser un mineral, un animal, o una
planta. La destilamos para aislar sus cuatro elementos. Trabajamos sobre estos
elementos para reducir la "intensidad" de una de sus dos propiedades, y para obtener, de
esta manera, puro calor, puro frío, pura sequedad y pura humedad.
Producimos entonces una mezcla de estas cuatro propiedades de acuerdo a la proporción
que debe ser añadida al plomo. A esta mezcla se la denomina "elixir", (del árabe al-
iksīr, y éste del griego ξήριον, ‘polvo seco'). Proyectamos el elixir sobre el plomo para
transmutarlo en oro. Este sistema se convertirá en estándar para los alquimistas. Este es
uno de los principios fundamentales de la alquimia árabe.
Otra figura importante de la alquimia árabe es Abū Bakr al-Rāzī, que vivió entre los
siglos IX y X. Su alquimia puede clasificarse como más empírica que cualquier otro
tratado de su época. Rāzī se basaba a menudo más en sus propios experimentos que en
las denominadas autoridades, especialmente para su clasificación de los materiales, que
siguió siendo durante mucho tiempo una de las clasificaciones más precisas y
detalladas.
Contrariamente a lo que creemos hoy en día, la alquimia parece haber gozado de gran
consideración entre los traductores medievales. Efectivamente, se tradujeron muchos
tratados. Esto puede deberse a que, en algunas clasificaciones de las ciencias del mundo
árabe, la alquimia era considerada una disciplina de pleno derecho.
Este tratado se convirtió en una fuente fundamental para los alquimistas, y ayudó a
propagar la teoría del elixir en el Oeste, principalmente porque fue utilizado como una
de las principales fuentes alquímicas por Vincent de Beauvais, el famoso enciclopedista
del siglo XIII.
A principios del siglo XIII, Alfred de Sareshill, un traductor, tradujo el cuarto libro del
Meteorológica de Aristóteles, que trata de los fenómenos celestiales y terrestres.
Este ha sido el último video sobre magia árabe. Os animo a que veáis el video opcional
de esta unidad, que trata sobre la geomancia.
Para ellos, la influencia de los cuerpos celestiales en el mundo sublunar, como ellos lo
llamaban, es decir, literalmente, el mundo bajo la Luna, que nos incluye a nosotros, los
humanos, no estaba menos sujeto a las leyes naturales y no era menos posible de
investigar o entender que la cualidad, la velocidad o los movimientos de los cuerpos
celestiales que son el objeto de estudio de la astronomía.
De nuevo, estamos hablando de una figura respetada durante toda la Edad Media y más
allá; el erudito alejandrino que escribió el Almagesto, el libro donde presentó lo que se
conoce como el sistema ptolemaico para explicar los movimientos de las estrellas, un
modelo geocéntrico que se tomó como referencia hasta la aparición del sistema
copernicano heliocéntrico a finales del siglo XVI, es decir, años más tarde.
El argumento de Ptolomeo en favor de la astrología era sólido y sería retomado por las
autoridades posteriores repetidamente. Si las predicciones astrológicas no son acertadas,
si no logran predecir el futuro, la culpa no es de la ciencia y su método, sino de la
intención fraudulenta de los pseudo-astrólogos y de la falta de experiencia de algunos de
los que la practican, que son incapaces de alcanzar la enormidad de la disciplina y la
sutileza de sus principios. Lejos de apoyar el punto de vista de Ptolomeo, (recordad, no
estamos aquí para juzgar la historia sino para tratar de entenderla) la verdad es que su
defensa / denuncia también sirve de recordatorio de un hecho que hay que tener en
mente cuando hablamos de astrología histórica. No era tan solo una ciencia con la
aspiración de determinar la influencia de las estrellas sobre el mundo bajo ellas. Desde
tiempos antiguos, la astrología también había sido un oficio, una fuente de ingresos que
a menudo atraía individuos motivados por un interés que era mucho más material que
científico, y que estaban más preocupados por mantener su clientela que por respetar los
principios y reglas de la disciplina que practicaban. En nuestro próximo video, veremos
como una variedad sorprendente de tradiciones astrológicas encontraron su camino
hacia el Occidente medieval, donde se combinaron y dieron lugar a una disciplina rica y
compleja que, a diferencia de cualquier otra, con la posible excepción de la medicina, da
testimonio del crisol cultural que es el legado más valioso de Europa al mundo.
Hoy vamos a discutir cómo la astrología medieval de la Europa cristiana se componía
de una gran variedad de tradiciones astrológicas.
Pero esperad, hay más. Las electiones o interrogationes, eran una práctica astrológica
que, para decirlo simplemente, se basaban en responder preguntas específicas de sí o
no y en ayudar a decidir cuál era el mejor momento para hacer algo. Lo discutiremos en
los próximos videos, pero lo que hace que sean relevantes para nuestro argumento de
que la astrología era una verdadera mezcla de tradiciones es el hecho de que eran un
préstamo de la tradición islámica, pero también el último legado restante de la llamada
astrología catártica griega que primero se extendió a la India alrededor del siglo II de
nuestra era, y mucho más tarde, desde el siglo IX en adelante, se asimiló y transmitió
hacia el oeste a través de la ciencia árabe.
Así que, como veis, el cuadro de la astrología histórica es, en efecto, enorme.
Solo por esta vez, no vamos a utilizar los períodos convencionales con los que todos
estáis familiarizados Alta Edad Media, Baja Edad Media, y así sucesivamente. Vamos a
empezar, en cambio, con una división mucho más simple entre período pre-islámico
y período post-islámico, entendidos como los períodos antes y después de la Edad de
Oro Islámica, que comenzó con la subida al poder de la dinastía abásida en el siglo
VIII.
En cualquier caso, esta astrología culta, aunque esencial, no reemplazó la tradición más
pobre y primitiva que acabamos de describir.
Ambas florecieron juntas, pues ambas cubrían las necesidades e intereses de la sociedad
medieval a su propia manera. Después de todo, fue precisamente el hecho de que los
merovingios y carolingios mantuvieran viva la curiosidad por las doctrinas astrológicas
lo que hizo posible la búsqueda y traducción de textos nuevos que se ocuparan de temas
similares, y que en ese momento estaban escritos necesariamente en árabe.
Esta por así decirlo "nueva" astrología tenía su propio aparato y su propio grado de
pompa, tanto como el resto de las ciencias de la época. La cantidad de cálculos
complejos necesarios para hacer un horóscopo involucraba tres cosas (1) habilidades
matemáticas más allá de la aritmética básica; (2) el uso de instrumentos como el
astrolabio, explicado en varios manuales Árabo-islámicos que también enseñaban cómo
hacer uno; y (3) el uso de tablas astronómicas completas y precisas que tenían que ser
adaptadas a la latitud de la ciudad donde el astrólogo ejercía su oficio.
Una vez que se determinaban y se representaban las posiciones relativas de los planetas
para un momento específico, el astrólogo tenía que consultar una de las
muchas compilaciones canónicas para encontrar el significado de esa configuración
astral particular y hacer una predicción para su cliente. El propósito de la predicción
también definía los diferentes tipos de prácticas astrológicas, que eran astrología
interrogativa (las electiones que mencionábamos hace un par de vídeos), la astrología
mundial, y la astrología natal. Cada una de ellas tenía sus propios métodos e
historia, que se incluían en manuales específicos. La astrología interrogativa
básicamente se ocupaba de determinar la conveniencia de llevar a cabo una determinada
actividad en función de las posiciones relativas de los planetas en ese momento
específico. El cliente podía plantear una pregunta sobre el momento más adecuado para
embarcarse en un viaje hacia el este, tomar un purgante, o elegir el mejor día de la
semana o del mes para plantar su viñedo. La astrología mundial (también conocida
como astrología política y extraña a la tradición grecorromana) trataba de establecer el
momento preciso de cada una de las principales conjunciones astrales y sus
cualidades. Sobre la base de estos datos, el astrólogo podía predecir grandes
acontecimientos históricos como guerras, la caída de reinos, o la aparición de sectas y
profetas. Por último, la astrología natalicia se preocupaba de determinar el futuro de
los clientes a partir de la configuración astral presente en el momento de su
nacimiento. La astrología natalicia, ya se había desarrollado en el período helenístico
con su juego característico de ascendientes y aspectos es probablemente la más
conocida y estereotipada representante de la astrología medieval. Prueba de ello son el
gran número de autores que escribieron Libros de natividad en árabe, hebreo, latín,
griego o lenguas vernáculas, y los tratados homónimos que fueron escritos de forma
anónima o bajo seudónimo.
En las predicciones se emplean figuras. Como podéis ver, cada una de estas figuras se
construye a partir de cuatro líneas de puntos, poblando cada línea con uno o dos
puntos. El número de figuras, , es el resultado de todas las posibles combinaciones de
dos valores, par e impar, formando grupos de cuatro. Partiendo de esta simple
introducción a las figuras, uno puede darse cuenta de algunas implicaciones
matemáticas de esta técnica adivinatoria. Así es, el procedimiento evidencia principios
derivados de la aritmética, o la teoría de números, y del álgebra. Esta es la razón por la
que la geomancia se ha convertido en punto de interés para los estudiosos de la
Antropología Matemática, como se puede apreciar en la bibliografía seleccionada que se
muestra a continuación.
Una vez hecho esto, se descartan parejas de puntos, dejando o bien uno o bien dos
puntos al final de cada fila.
El resto de puntos se colocan unos debajo de otros, obteniendo así una figura.
La operación se repite cuatro veces para obtener las cuatro figuras que conformarán las
primeras posiciones de la tabla, conocidas como "madres".
La razón de este nombre es que estas cuatro figuras generarán el resto, gracias a dos
leyes de derivación.
La segunda ley de derivación, la "suma", se aplica para obetener las figuras de las
restantes posiciones. La "suma" consiste en combinar dos figuras para producir una
tercera.
Se cuentan los puntos de cada línea, y si el total es impar se corresponde con un punto, y
si es par con dos puntos. Queda así completa la tabla y lista para su interpretación.
Las casas pueden estar relacionadas con un planeta, color, rol social número y elemento
específicos, propiedades que han de considerarse en relación a las características de las
figuras situadas en cada una de las casas.
Dada la gran cantidad de información que hay que tener en cuenta para interpretar una
tabla, los manuales escritos son útiles, sino necesarios.
En cuanto a fuentes indirectas, debemos ser cautelosos, porque los nombres por los
cuales era conocida se aplicaban a veces a otras prácticas que también implicaban el uso
de arena o tierra, como la litomancia, la psammomancia, o el feng shui.