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Inteligencia Emocional en La Adolescencia
Inteligencia Emocional en La Adolescencia
Inteligencia Emocional en La Adolescencia
Universidad Centroamericana
“José Simeón Cañas”
Septiembre, 2020
Resumen
INTELIGENCIA EMOCIONAL
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El presente trabajo es una investigación bibliográfica acerca de la incidencia del estrés
académico, una experiencia propia de estudiantes de todos los niveles de escolaridad, en el
desarrollo de su inteligencia emocional. Este concepto, un tanto polémico, es definido por la
mayoría de autores consultados como el buen manejo de las emociones propias y ajenas,
cobra relevancia durante la pubertad. Entran en juego factores que propician e impiden el
desarrollo de la inteligencia emocional. Para visibilizar mejor este proceso, se tomó el caso
concreto del estrés académico como una experiencia común que genera diversas respuestas
en los adolescentes que deben lidiar con ella. Se observa además que este problema puede
abordarse a nivel individual como sistémico.
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Justificación
Por una parte, la inteligencia emocional, al ser un concepto muy discutido en la psicología, y
cuya validez es puesta en tela de juicio por varios autores, merece ser considerado con
detenimiento. Sus propuestas y hallazgos pueden ser de gran utilidad en contextos como el
salvadoreño, donde buena parte de la población crece y se desarrolla en ambientes poco
propicios para un manejo adecuado de las emociones propias y ajenas. Esta carencia alcanza
un punto crítico en coyunturas como la pandemia de COVID-19, con sus consecuencias
sociales, económicas, políticas, psicológicas y, sobra decirlo, sanitarias.
Objetivos:
General:
● Identificar el papel de la Inteligencia Emocional en los adolescentes ante el estrés
académico
Específicos:
Tratar de entender qué es la inteligencia y lo que implica ha sido y sigue siendo muy
“complejo y elusivo” (Morris & Maisto, 2005, p. 253), prueba de ello son las múltiples y
diversas teorías que se han desarrollado en la historia 1. Sin embargo, a pesar de la
complejidad, se puede decir que la inteligencia hace referencia a la capacidad intelectual
general del ser humano, a las habilidades implicadas en su aprendizaje y en su conducta
adaptativa (Morris & Maisto, 2005). La inteligencia es lo que le distingue de los demás seres
del universo, le permite resolver problemas más complejos que a otros, le permite dar razones
de sus juicios, ser capaz de encontrar nuevos problemas, hacer preguntas nuevas, dominar su
medio, adaptarse y transformarlo, etc., (Yela, 1996).
Para Yela (1996), la psicología, más que otras ciencias, es la que ha buscado más
directamente esclarecer qué es la inteligencia, cómo funciona y de qué depende, partiendo de
tres enfoques principales, el diferencial, el general y el evolutivo, y los cuales “pueden
integrarse y resumirse, al menos aproximadamente y en sus líneas generales, en tres
afirmaciones… la inteligencia no es simple, sino compleja. La inteligencia no es fija, sino
modificable. La inteligencia no actúa de forma autónoma, sino integrada en la personalidad”
(p. 269).
1 Morris y Maisto (2005) agrupan estas teorías en dos: teorías iniciales (Spearman, Thurstone
y Cattell) y teorías contemporáneas (Sternberg, Gardner y Goleman).
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La inteligencia emocional es una habilidad. Así lo resaltan Fernández y Extremera
(2009), quienes sostienen que este concepto se ha popularizado, se ha convertido más en
comercial que científico, perdiendo su sentido original propuesto por Salovey y Mayer (1990)
“que conciben la IE como una inteligencia genuina basada en el uso adaptativo de las
emociones y su aplicación a nuestro pensamiento” (Fernández-Berrocal & Extremera, 2009,
p. 91). Entonces la IE es la habilidad para procesar la información emocional y utilizarla
como una guía para el pensamiento y la conducta (Ainize Sarrionandia & Maite
Garaigordobil, 2017), es el conjunto de habilidades que posee el individuo, tanto personales,
emocionales y sociales que influyen en la habilidad adaptativa para enfrentar las demandas y
presiones del entorno (Ugarriza, 2001).
“la habilidad para percibir, valorar y expresar emociones con exactitud, la habilidad
para acceder y/o generar sentimientos que faciliten el pensamiento; la habilidad para
comprender emociones y el conocimiento emocional y la habilidad para regular las
emociones promoviendo un crecimiento emocional e intelectual” (MAYER &
SALOVEY, 1997, 5). (p. 92).
a. La percepción emocional
Es la habilidad para reconocer e identificar tanto los propios sentimientos como los de
quienes nos rodean. Fernández-Berrocal y Extremera (2005), ponen este ejemplo:
c. La comprensión emocional
Es la habilidad que permite a los estudiantes conocer qué causa uno u otro estado de
ánimo y así comprender las futuras consecuencias de sus acciones, así como
interpretar el significado de las emociones complejas. Siguiendo con el ejemplo de
Fernández-Berrocal y Extremera (2005), “Los estudiantes utilizan esta habilidad para
ponerse en el lugar de algún compañero que está pasando por una mala racha (e.g.,
malas notas, enfermedad, divorcio de los padres…) y ofrecerle apoyo” (p. 70).
d. Regulación emocional
Es la capacidad para estar abierto a los sentimientos tanto positivos como negativos.
Abarca también el manejo del mundo intrapersonal e interpersonal:
Educar con IE
Uno de los requisitos para que los alumnos logren desarrollar la inteligencia
emocional es que el cuerpo docente se comprometa a esta tarea y a su vez desarrolle su
propia IE, tal como lo menciona Ibarrola (2008):
Según Ibarrola (2008) todos los investigadores coinciden en las características de los
alumnos con IE:
Goleman (1995) decía que el ser humano tiene dos mentes, una mente que piensa y la
otra que siente, estas dos realidades fundamentales en nuestra vida interactúan para construir
nuestra vida mental. Teniendo como base esta afirmación respecto a nuestra mentalidad,
podemos descifrar algunos factores que en el transcurso de nuestro desarrollo humano
impedirán que podamos responder emocionalmente a lo que la vida nos presente.
2. Capacidad para controlar emociones: para adecuarlas a cada momento sin que nos
veamos arrastrados por ellas.
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3. Capacidad de motivarse a sí mismo: utilizando lo mejor que tenemos para aprender
a disfrutar con y en las tareas que realizamos.
5. Control de las relaciones: para hacerlas adecuadas con los demás a cada momento.
De igual manera, el estrés académico se está dando no solo en las clases presenciales,
sino que en tiempos de confinamiento obligatorio por el COVID-19, se puede notar en las
clases virtuales, algunos estudiantes están bajando significativamente sus calificaciones.
Maricielo Silva y Viviana Aliaga (s.f, citado en Vargas, 2020) son psicólogas clínicas y
señalan que el estrés es parte del proceso de adaptación al cambio y que este proceso debe ser
vivenciado y validado. Además, es importante tener en cuenta que cada persona vive un
proceso de afrontamiento y adaptación distinto que se relaciona con su personalidad,
habilidades sociales, inteligencia emocional y otras características personales.
● Inquietud e hiperactividad.
● Tristeza y/o desgano.
● Ansiedad constante.
● Dificultades para pensar (quedarse en blanco).
● Problemas de memoria, olvidos frecuentes.
● Baja motivación para actividades académicas.
Por otra parte, a pesar de que Domínguez, Guerrero y Domínguez (2015) hallaron
que, en su investigación, el estrés académico es un problema que aqueja a todos los
estudiantes, este parece tener poco o ningún efecto sobre el rendimiento académico. Aunque
encontraron que el principal estresor es la carga académica, no proponen como estrategia la
aligeración de esta, sino que el estudiante se acople a su carga mediante un sistema de
planificación. Asimismo recomiendan a las universidades el desarrollo de “talleres o
actividades en el que los estudiantes puedan manejar la ansiedad, las inquietudes y
preocupaciones generadas por el estrés” (p. 39).
Gutiérrez Huby (2016) encuentra que el estrés académico está ligado con la deserción
escolar y propone estrategias institucionales para abordar el fenómeno. Apunta que las
universidades deben presentar docentes comprensivos hacia los nuevos ingresantes, la
creación de ambientes escolares de bienestar, la búsqueda de un estilo pedagógico más
ameno, así como la “creación de centros de orientación e intervención psicopedagógica para
estudiantes en cada Facultad”, donde se fomenten “la recreación en las áreas deportivas y
culturales”, al igual que asesorías y tutorías. También destaca la importancia de una relación
de diálogo entre estudiantes y las autoridades y docentes universitarias (p. 27).
Con el mismo fin de poner coto a la deserción escolar relacionada con el estrés
académico, Díaz y Suárez (2015) recomiendan una estrategia de acompañamiento más global
que las anteriormente mencionadas. El proceso de acompañamiento que proponen comprende
“apoyo psicológico, socioeconómico, de aprendizaje, de información e idiomas, entre otros”
(p. 307).
Por último, conviene acotar que las estrategias enumeradas hasta el momento tendrán
que modificarse de cara a la pandemia de COVID-19. Si bien algunas universidades ya han
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implementado medidas de acompañamiento estudiantil en el contexto de la educación virtual,
harán falta estudios especializados que investiguen el estrés académico propio de la
virtualidad y las estrategias más adecuadas para afrontarlo dentro de la nueva normalidad.
Conclusiones
Referencias
Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia. (s.f). Comienzo saludable de la vida.
https://www.unicef.org/elsalvador/comienzo-saludable-de-la-vida
Vargas, Z. (2020, 01 de octubre). Tips para reducir el exceso de estrés por las clases
virtuales. Punto Seguido. https://puntoseguido.upc.edu.pe/tips-para-reducir-el-exceso-
de-estres-por-las-clases-virtuales/