God">
Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Síntesis 13 - Lo Creado Como Eucaristía - Zizioulas PDF

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 4

Pontificia Universidad Javeriana

Facultad de Teología
Materia: Moral social y ecológica
Profesor: María Isabel Gil
Alumnos: Emanuel Vega, SJ.
7 de noviembre de 2020

LO CREADO COMO EUCARISTÍA1


Introducción
En este reporte de lectura se aborda el capítulo «El problema ecológico y el papel de la
teología» del libro «Lo creado como Eucaristía» de Ioannis Zizioulas. En este capítulo, a
grandes rasgos, el teólogo oriental realiza un análisis histórico de la relación entre teología
y ecología. Particularmente, el autor se detiene en aquellos aspectos de la liturgia que en
los orígenes contemplaban la unión de lo humano y lo cósmico en el campo teológico. En
primer lugar, este reporte ofrece una síntesis del texto de Zizioulas para, en segundo lugar,
brindar una serie de reflexiones y especulaciones al respecto.
El problema ecológico y el papel de la teología
En la actualidad, la crisis ecológica es el problema que más despierta el interés mundial
dado que afecta todos los seres humanos. Y no sólo en el ámbito de su bienestar, sino
también en el ámbito de su misma subsistencia. Ante esto, la teología no puede -y no debe-
permanecer muda. La fe abraza los problemas de vida y de muerte, por lo cual debe
empeñarse en ofrecer una contribución constructiva y efectiva. Si la Iglesia no puede decir
una palabra significativa sobre esta materia, entonces, se arriesga a ser irrelevante e
incapaz de mantener su pretensión de verdad en pro del ser humano2.
El problema ecológico nos demanda un cambio de comportamiento. No obstante, este
cambio no puede imponerse o forzarse. Es decir, no bastan una serie de leyes que ordenen
el estilo de vida de los hombres y mujeres de nuestro tiempo; tampoco basta apelar a la
razón o a la persuasión sin mas. Es en este punto done la teología encuentra una abertura
fecunda: la Iglesia debe abrazar otras perspectivas además de la ética si quiere ser útil al
problema ecológico. Esta abertura debe comprender el ámbito mitológico, el mundo de la
imagen y de lo sagrado. Sólo este ámbito puede propiciar una «visión de mundo» que sea,
a la vez, misterioso y sagrado y que, por tanto, abra el juego a «otro modo de relación».
Apelar sólo a lo ético escindido de lo cósmico-mitológico es volver a caer en un racionalismo
atroz y deshumanizante, causante la actual crisis ecológica. Para Zizioulas es
imprescindible una nueva cultura en la cual la dimensión litúrgica ocupe el lugar central y,
desde allí, determine el principio ético. Una nueva cultura donde el hombre se comprenda
misionado a elevar toda la realidad a la unión última con Dios3.
Una ojeada a la historia: los primeros siglos
Diversos pensadores han señalado como causante de la crisis ecológica a la tradición
occidental caracterizada por una visión del hombre de tipo racionalista. Tradición en la que

1
Ioannis Zizioulas, Lo creado como Eucaristía. Aproximación teológica al problema de la ecología.
Colección Emaús, Barcelona 2015.
2
Cf. Ibíd., 7-8.
3
Cf. Ibíd., 9-11.

1
la religión cristiana ha influido notoriamente. Ahora bien, ¿de dónde viene este racionalismo
en el cristianismo? El autor comienza por indicar que la perspectiva cristiana se conforma
como resultante de la convergencia de la cultura hebrea y griega, por lo cual de decide a
analizarlas. La mentalidad hebrea otorgaba una importancia decisiva a la historia y a ver a
Dios que se revela en ella. La naturaleza, en esta cultura y en dicha revelación, tenía un
papel secundario. Esto desembocó en el despliegue del profetismo en lugar de la
cosmología, y permitió el desarrollo de la idea de un «acontecimiento final» en el que Dios
se revelaría. La mentalidad griega, en cambio, atribuía poca importancia a la historia. Esta
era vista con sospecha y desconfianza, signo de cambio y desorden. La naturaleza, por otro
lado, era vista como signo de seguridad: movimiento regular, repetición cíclica, armonía,
lógica. Los griegos veían a Dios presente y actuante en, y por medio de, las leyes del
movimiento, la reproducción y la armonía4.
En síntesis, la mentalidad hebrea parece desprovista de un interés cosmológico, y la griega
carece de profetismo. El cristianismo, al servirse de ambas, llega a lo que se podría definir
como una «profecía cosmológica», de la cual tenemos algún atisbo en el Apocalipsis. El
profeta apocalíptico se eleva por encima de la historia y escruta el destino no sólo del pueblo
creyente, sino también de toda la creación, desde el punto de vista de la intervención última
de Dios. Por otro lado, mientras que para un hebreo el mundo era en sí mismo un
acontecimiento, un don referido al Creador del cual obtiene vida; para los griegos el mundo
era una realidad que contenía en su seno energía suficiente para vivir eternamente. El
cristianismo integra ambas visiones en el desarrollo de una «cosmología eucarística». Esta
asume una visión del mundo como algo finito y sujeto por su naturaleza a límites, y sin
embargo merecedor de confianza y capaz de sobrevivir en su ser reenviado al propio
creador5.
El mundo no es un proceso que se explica a sí mismo, es un acontecimiento que está
referido al Creador. Sin embargo, el mundo es y sobrevive. Pero aquí entra la
responsabilidad del hombre como encargado de referir el mundo al creador. Por ello, en el
cristianismo primitivo el interés por la naturaleza ocupaba un lugar central en la conciencia
de la Iglesia. De ello son testigos diversas plegarias eucarísticas6.
La edad media
En Oriente, el dualismo platónico y el dualismo gnóstico debilitó la importancia atribuida al
mundo material durante los siglos segundo y tercero. En el Occidente, Agustín y Boecio
han concebido al hombre como superior a la naturaleza y centro del todo el cosmos. Para
ellos, sólo el hombre contaba para la eternidad por ser racional: aspecto idolatrado por estas
filosofías y teologías. De este modo, la Iglesia iba perdiendo gradualmente conciencia de la
importancia y del valor eterno de la creación material. Esto se vio claramente en los
sacramentos: la Eucaristía, por ejemplo, dejó de comprenderse como bendición sobre el

4
Cf. Ibíd., 12-14
5
Cf. Ibíd., 14-16.
6
Cf. Ibíd., 16-17.

2
Pontificia Universidad Javeriana
Facultad de Teología
Materia: Moral social y ecológica
Profesor: María Isabel Gil
Alumnos: Emanuel Vega, SJ.
7 de noviembre de 2020

mundo material que se elevan al Creador, y pasó a ser considerada como memorial del
sacrificio de Cristo7.
En tiempos de la Reforma se reforzó la idea de que la razón del hombre era «imagen de
Dios». Esto amplió el surco existente entre el hombre y la naturaleza, el cual se vio
reforzado con la filosofía de Descartes (que puso al sujeto pensante como centro de todo),
con la Ilustración (corriente para la cual el ser pensante racional es lo único importante), el
romanticismo (reforzó lo irracional de la naturaleza)8.
La época moderna
En esta época han surgido dos tendencias intelectuales que hicieron frente a la visión del
mundo antropocentrista y dominada por la razón que marcó la cultura occidental. Estas
tendencias son: (1) el darwinismo: esta tendencia recordó al ser humano que no es el único
ser inteligente de la creación. Es más, la diferencia existente entre humanos y animales es
de grado y no de género según esta corriente; (2) filosofía natural: marcada por Einstein y
las escuelas de física cuántica, esta corriente nos recuerda que todo lo que es al mismo
tiempo sucede, que todo es un acontecimiento y que el universo todo está presente en cada
parte, aún las más remotas9.
Elementos positivos de la tradición
Desde la experiencia litúrgica de la Iglesia antigua se pueden subrayar los siguientes
elementos: (a) todas las liturgias primitivas incluyen la santificación de la materia y del
tiempo: cada elemento mira al acoplamiento de un orante concreto en un acontecimiento
de comunión con otros miembros de la comunidad orante y con el contexto material de la
liturgia; todo el ser humano estaba vinculado en esa celebración; (b) las liturgias primitivas
se centraban en la elevación de los dones del pan y del vino al Padre creador, más que en
la consagración o en una anamnesis psicológica; aquí se refuerza la misión del hombre de
elevar toda la realidad en referencia a su creador10.
Por último, es llamativo que todas las liturgias eucarísticas comenzaban con una acción de
gracias por la creación, y recién luego se daba gracias por la redención por medio de Cristo.
Los teólogos orientales del desierto defendían que a Dios también se lo podía encontrar en
el cuerpo y no sólo en la mente. Ahora bien, lo central para Zizoulas es que la celebración
litúrgica genera un ethos, un estilo de vida, que permea en el creyente con más potencial
que un mero mandamiento ético. La teología, le fe, allí se convierte en cultura11.
REFLEXIONES Y OBSERVACIONES EN TORNO AL TEXTO DE ZIZOULAS

7
Cf. Ibíd., 17-19.
8
Cf. Ibíd., 19.
9
Cf. Ibíd., 20-22.
10
Cf. Ibíd., 22-24.
11
Cf. Ibíd., 24-27.

3
En primer lugar, destaco el enfoque relacional con el que Zizioulas encara esta problemática
relación entre teología y ecología. Este enfoque, le permite advertir que fue la excesiva
primacía que se le dio al hombre y su razón lo que generó que este se comprenda de
manera asilada al resto de la realidad. Fue un quiebre de la relacionalidad con Dios
(ilustración), con los demás (individualismo), con la naturaleza (racionalismo) y consigo
mismo (culpabilidad) lo que terminó de fisurar al humano y a su vínculo con todas las cosas.
En segundo lugar, esta recomprensión del hombre como sacerdote enviado a unir el mundo
con el creador me parece muy elocuente y prometedora. El hombre y la mujer deben
comprenderse a sí mismos no sólo íntimamente vinculados a todo el cosmos, sino también
conminados a santificar al cosmos, es decir, unirlo con Dios por medio del acto litúrgico.
Una relación fecunda, que respete la alteridad y que tienda a la común unidad, es un acto
litúrgico, porque el amor es liturgia en tanto que expande el espacio y el tiempo a la
eternidad de Dios.
En tercer lugar, estoy totalmente de acuerdo con Zizioulas de que no se trata de emitir
leyes, mandamientos o algún otro tipo de norma impuesta para que la humanidad comience
a tomar conciencia del vínculo sano que está llamada a entablar con el cosmos. La teología
no puede presentar una lista de orientaciones éticas, sino «hacer cultura», es decir,
permear por medio de la liturgia el modo de ser y de estar del hombre y de la mujer en este
mundo. Será la conciencia de lo sagrado, del misterio, de la calidad de lo otro que me
constituye, lo que transformará al sujeto por la vía de lo afectivo.
En otros tiempos, se le ha dado demasiada centralidad a la razón (ilustración, modernidad),
incluso a la acción (marxismo, siglo XX), ahora estamos en un tiempo en donde la
corporalidad y la afectividad comienzan a cobrar valor y, con ello, la relacionalidad
(posmodernidad). A mi parecer, ninguno de estos polos debe tomarse por separado, a
riesgo de absolutizar lo que no es más que una parcialidad. Zizioulas y nuestro pueblo
latinoamericano profundo saben integrar estas dimensiones en sus liturgias y
celebraciones. Esto, por ejemplo, no lo ha sabido ver la teología de la liberación (salvo
Gustsvo Gutierrez y Pedro Trigo). Dicha teología se ha centrado en la razón y en la praxis,
pero perdió de vista la particular cultura celebrativa de nuestros pueblos. Una sana fe
celebrada se imprime en el cuerpo y en el ser de los creyentes, y entra en ellos, como diría
San Ignacio hablando de la consolación, como gota que cae sobe una esponja.

También podría gustarte