DESCONFIANZA Y ACCOUNTABILITY. José Del Tronco
DESCONFIANZA Y ACCOUNTABILITY. José Del Tronco
DESCONFIANZA Y ACCOUNTABILITY. José Del Tronco
Resumen: ¿Cuáles son las condiciones bajo las cuales surgen los gobiernos de corte po-
pulista? A partir de un enfoque clásico de representación politica (Pitkin 1985) y con
datos de encuestas de opinión (Latinobarómetro 1996-2008), este trabajo analiza (1) en
qué medida los deficientes resultados de las politicas públicas y la ausencia de rendición
de cuentas aumentan la desconfianza ciudadana en las instituciones representativas y
cómo esta desconfianza contribuye al surgimiento de liderazgos populistas como una
forma de resolver un problema de principal y agente, a través de una rendición de cuen-
tas simbólica. Según se propone aqui, en un inicio los liderazgos populistas contribuyen
a disminuir la distancia de los ciudadanos con el sistema político y aumentan la calidad
de la representación, en especial la percepción ciudadana de una rendición de cuentas
efectiva a través del vínculo directo del pueblo con el líder. Paradójicamente, el aumento
de esta dimensión informativa y argumentativa de la rendición de cuentas va de la
mano del deterioro progresivo de la dimensión electoral o sustantiva, haciendo difícil su
sostenibilidad —analítica y empírica— desde el enfoque de la teoría democrática.
1. En este sentido, "el populismo no está necesariamente asociado a modelos de acumulación espe-
cíficos. Los conceptos políticos del populismo también ayudan a dar cuenta de su variada orientación
ideológica, tanto hacia la derecha como hacia la izquierda" (de la Torre 2008, 28).
Latin American Research Reviezv, Yol. 48, No. 2. © 2013 by the Latin American Studies Association.
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asuntos públicos pero con instancias efectivas de rendición de cuentas (en su mo-
dalidad vertical —voto libre y secreto— y horizontal —auditorias, contralorías,
etc.), como pareee ser el caso de Estados Unidos en la posguerra, la caja negra no
entraña en sí misma un gran problema. Sin embargo, cuando estas instancias de
rendieión de cuentas no existen —real o virtualmente— la caja negra permite
abusos del agente (mandatario o representante) sobre el principal (mandante o
representado). Tales abusos, basados en un problema de asimetría de poder e in-
formación, obstaculizan el funcionamiento efectivo de la democracia representa-
tiva, al impedir que las demandas ciudadanas (inputs) se transformen en políticas
públicas (outputs).
Este trabajo propone que en regímenes democráticos caracterizados por el in-
cumplimiento de mandatos y la ausencia de rendición de cuentas (accountability),
la probabilidad de emergencia de gobiernos populistas aumenta signifieativa-
mente. Para los líderes populistas se trata preeisamente de desvelar la famosa
eaja negra, y mostrar que allí radiean los défieits de representaeión propios de
toda democracia liberal. Los gobiernos populistas sustentan su legitimidad en su
eapacidad para mejorar la calidad de la representación política a través de una re-
lación directa entre el líder y el pueblo (de la Torre y Peruzzotti 2008) que permita
—de acuerdo con las expectativas ciudadanas— una rendición de cuentas eficaz
y permanente. En este sentido, el populismo como fenómeno de representación
política es lo opuesto al esquema "eastoniano". La cercanía entre el gobernante
y los gobernados hace innecesaria la caja negra, demostrando a los ciudadanos
que la distorsión está en el sistema de intermediación (el sistema de partidos y las
instituciones de deliberación y negoeiaeión eomo el parlamento)^ earaeterístieo de
la demoeraeia representativa.
Basándose en la experieneia latinoamerieana de la última déeada, el presente
estudio pretende mostrar que (1) hay —al menos— dos eondieiones neeesarias
(mas no suficientes) para el surgimiento de liderazgos populistas: un elaro (per-
cibido así por los ciudadanos) y persistente (de larga duración) déficit de (a) re-
presentación política y (b) rendición de cuentas, que socavan la confianza de los
ciudadanos en las instituciones de gobierno; y (2) los gobiernos populistas, en el
largo plazo, erosionan la institueionalidad de la demoeraeia liberal puesto que
(a) si bien favoreeen una mayor rendición de cuentas simbólica (basada en rituales
de encuentro, eomunieaeión permanente y reeonoeimiento entre el líder y el pue-
blo), (b) debilitan los mecanismos formales de accountability, como son la compe-
tencia electoral y las instancias de frenos y contrapesos legalmente establecidas.
La estructura del documento es como sigue: en una primera sección, se pre-
2. Desde un enfoque institucionalista, es interesante notar que los populismos no se han dado en
sistemas parlamentarios (no hablamos de liderazgos carismáticos propios de "outsiders" de la política
como Berlusconi, sino populistas). Allf donde el jefe de gabinete necesita de la mayoría parlamentaria
para gobernar, el populismo resulta innecesario ya que el presidente (como se le llama en España) o
primer ministro (en casi todos los demás sistemas parlamentarios) emerge del parlamento; es un repre-
sentante de la clase política y no tiene incentivos —o al menos capacidad de transformación institucio-
nal— para desactivar dicho sistema de representación. Los primeros afectados serían los miembros de
su partido o coalición gracias a los cuales está en el poder y que no avalarían tales cambios contra su
propia sobrevivencia.
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3. Este trabajo asume que toda relación de representación comienza con una dosis considerable de
confianza del representado (principal) hacia el representante (agente), ya que sin la misma el meca-
nismo de delegación de poder sería improbable.
4. Este adverbio de modo es esencial para entender el argumento ya que la violación del mandato
debe ser sistemática; esto significa que las preferencias (Pitkin 1985) o mandatos (Stokes 2001) deben
ser modificadas en forma constante, ya para maximizar rentas, ya para adoptar políticas impopulares
cuando las circunstancias así lo indican (Przeworski, Stokes y Manin 1999).
5. Las democracias contemporáneas son regímenes políticos en donde las decisiones colectivas no
son tomadas en forma directa por todos los integrantes de la comunidad, sino por personas elegidas
para tal fín a través de elecciones regulares, limpias y competidas. Si bien estas decisiones conservan
siempre un margen de autonomía respecto de los deseos de los gobernados, la democracia representa-
tiva supone al menos el control ex post de estos últimos a través del voto retrospectivo o accountability
electoral.
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6. Entre las democracias existentes a lo largo del mundo, este apoyo es del 53 por ciento en Europa del
Este, del 60 por ciento en la India y del 78 por ciento en la Unión Europea. Por su parte, el Asian Baro-
meter y el Afrobarometer presentan niveles del 61 por ciento y 69 por ciento respectivamente, pero debe
hacerse la aclaración que estas cifras incluyen a países no democráticos donde las expectativas acerca
de los beneficios de la democracia suelen ser más altas.
7. En 1996, los niveles de confianza eran del 22.3 por ciento para los partidos políticos, del 29.4 por
ciento para el parlamento y de 29.9 por ciento para el gobierno. En 2004, con casi una década más de
vigencia de las instituciones democráticas, la confianza en los partidos y el parlamento era inferior (18.6
por ciento y 27.2 por ciento) mientras que la confianza en el gobierno era ligeramente superior alcan-
zando un 30.6 por ciento. Debe destacarse aquí que si no tomáramos en cuenta a Venezuela, los niveles
de confianza promedio serían aún menores.
8. Los ejemplos utilizados para el análisis (Estados Unidos, Inglaterra, Italia, Alemania y México)
parecían darles la razón. La transición de regímenes autoritarios a regímenes más abiertos parecía en
buena medida relacionada con la transformación de una cultura parroquial (cerrada, patriarcal y ba-
sada en los mitos comunitarios y las tradiciones) o subdito (típica de regímenes dictatoriales basados
en la legitimidad carismática del líder) a una cultura cívica o participativa. Hoy en dia, sin embargo,
podemos decir que The Civic Culture (pese a su relevancia y a representar un parteaguas en la ciencia
política) adolecía de un serio problema de sesgo de selección (Almond y Verba 1963).
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Almond y Verba 1963),' este trabajo sostiene que las actitudes políticas —si bien
sobre un fondo normativo— responden a estímulos de corto plazo vinculados al
cumplimiento de los mandatos y a la existencia de mecanismos de rendición de
cuentas que informan a los gobernados de las acciones de sus mandatarios.
En este sentido, la confianza política o institucional es aquel activo que los
individuos depositan en las instituciones y actores de gobierno; depende del com-
portamiento específico de los representantes y de la performance institucional, más
que de los valores arraigados en una determinada cultura política (Mishler y Rose
2001, 32).
Algunos autores sostienen que todo proceso de representación implica un pro-
blema insoluble. En esta línea, Cleary y Stokes (2006) consideran —a partir de una
tradición que puede remontarse hasta la democracia ateniense, con Demóstenes—
que la democracia es resultado de una cultura del escepticismo. No es la con-
fianza depositada durante el proceso de delegación de la autoridad hacia los go-
bernantes el elemento que genera instancias de participación y control, sino la
desconfianza en los verdaderos intereses de los representantes. El principal sabe
que la asimetría de información que lo separa del agente puede ser utilizada por
éste para su propio beneficio (perseguir sus intereses en lugar de los delegados
por el representado a través del mandato). Por ello, surge la necesidad de moni-
torear la actividad de los gobiernos para evitar conductas abusivas y/o discrecio-
nales a través de organizaciones profesionales, grupos de interés y/o medios de
comunicación (Cleary y Stokes 2006, 6). Para estos autores, la democracia —esto
es, la selección regular y competida de una instancia de gobierno por parte de los
ciudadanos— es un reflejo de la desconfianza de los ciudadanos en que un mismo
gobierno pueda representar adecuadamente sus intereses durante largo tiempo
de manera ininterrumpida (Cleary y Stokes 2006, 7), y las instancias formales de
accountability (el voto periódico, así como el parlamento, el poder judicial o las
agencias administrativas de rendición de cuentas) son el resultado inevitable.
Este trabajo se basa en un supuesto diferente: la desconfianza no es la relación
original entre gobernantes y gobernados ni surge automáticamente. Debe existir
cierta confianza original para delegar en el representante la responsabilidad de
perseguir mis intereses como ciudadano; por tanto, si la misión de los actores e
instituciones políticas es representar a los ciudadanos, la evaluación de los pri-
meros por parte de estos últimos debe girar en torno de la calidad de la represen-
tación. En tal sentido, es lógico esperar que los ciudadanos (con la información
siempre incompleta de que disponen) depositen su confianza en determinados
9. Granato, Inglehart y Leblang (1996) y el mismo Putnam (2000) retoman parcialmente este argu-
mento cuando intentan explicar la caída en los niveles de confianza ciudadana en las instituciones
políticas norteamericanas durante las últimas tres décadas del siglo XX. Para estos autores, como para
Dalton (2005), los procesos de modernización y los cambios en los valores que estos últimos implican
(desinterés en los asuntos públicos, caída en los niveles de membresía en asociaciones cívicas, privatiza-
ción de la vida social en general) son los factores que explican la distancia creciente entre los ciudadanos
y las instituciones políticas. Si las asociaciones cívicas son escuelas de democracia porque enseñan a los
ciudadanos a perseguir objetivos comunes, la desconfianza institucional es producto de que los estu-
diantes (ciudadanos) ya no acuden a las clases que allí se imparten.
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10. La confianza institucional es la sumatoria de los promedios de la confianza en los partidos políti-
cos, en el parlamento y en el gobierno.
11. La answerability o respondabilidad es diferente de la responsiveness o responsividad. Ésta úl-
tima refiere fundamentalmente a la capacidad de la élite de cumplir con los mandatos —ya sea con
los objetivos generales de una política (Stokes 2001), o con una política publica concreta (Stimson et al.
1995)—, mientras que la aquí planteada hace referencia a la capacidad de informar y argumentar por
qué fue tomada una decisión en lugar de otra (Schedler 2007,14).
DESCONFIANZA Y ACCOUNTABILITY 63
Rendición de cuentas
Responsabilidad
Respondabíüdad
Dimensión
Horizontal Vertical sustantiva
Dimensión^
simbólica ' Información
Agencias Voto
ciudadano
Argumentación
12. El bloque de poder es un concepto englobador que puede hacer referencia a diferentes tipos de
actores y realidades: la oligarquía, la partidocracia, los colonizadores o conquistadores, los enemigos
del pueblo, etcétera (Hawkins 2009).
64 Latin American Research Review
13. Desde el año 1999, se emite en Venezuela el programa radiaMtó, Presidente, que surgió (de acuerdo
con el discurso oficial) como el medio de comunicación para aquellos que no tenían voz. El ciudadano
común, finalmente, pudo hacer contacto con su presidente, y lo asombroso para todos es que él les res-
pondía y atendía sus inquietudes. Entre 1999 y diciembre de 2011, se transmitieron unos 375 programas
que, a una duración promedio de cuatro horas, significan unas mil quinientas horas de diálogo entre el
presidente Chavez y los ciudadanos venezolanos (http://www.alopresidente.gob.ve/historia/28/1633)
Si a ello se le agrega la cantidad de información volcada en la cuenta "twitter@Alo_Presidente_" puede
afirmarse que el nivel de rendición de cuentas simbólica del gobierno de Chavez hacia la sociedad ve-
nezolana no tiene precedentes.
14. De acuerdo con datos de Latinobarómetro, entre 2004 y 2010, Venezuela es el país con mayor por-
centaje de ciudadanos que considera que el gobierno representa los intereses del pueblo y no de los más
poderosos (http://www.latinobarometro.org).
DESCONFIANZA Y ACCOUNTABILITY 65
Sin embargo, y esto es parte del argumento central del trabajo, la dinámica
política propia de los populismos corre el riesgo de socavar progresivamente la
capacidad de sanción o accountability institucional —ya sea vertical, a través del
voto de los ciudadanos, u horizontal a través de la actividad de las agencias de
control—propia de las democracias representativas (Panizza 2008). Asistimos, así,
a una paradoja singular: mientras que la dimensión simbólica de la rendición de
cuentas —y con ella la sensación de cercanía entre pueblo y gobierno— aumenta
significativamente con los populismos, la dimensión sustantiva —tan importante
para el control y la prevención de los excesos de quienes ostentan el poder— se
ve disminuida al punto de verse cuestionados los fundamentos mismos de la po-
liarquía.'^ La comprobación empírica de este argumento, para América Latina, es
motivo del siguiente apartado.
15. De acuerdo con Robert Dahl (1971, 2), "An ideal democracy is a political system completely or
almost completely responsive to all citizens" ("una democracia ideal es un régimen político completa
o casi completamente responsivo a todos los ciudadanos"). Sin embargo, por otro lado, Dahl establece,
"Polyarchy is a political regime in which the opponents ofthe government can openly and legally orga-
nize into political parties in order to oppose the government in free and fair elections" ("la poliarquía
es un régimen político en el cual, los opositores del gobierno pueden abierta y legalmente organizarse
en partidos políticos para oponerse al gobierno en elecciones libres y justas").
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Tabla 2 Percepción de los ciudadanos sobre el desempeño gubernamental (América Latina, 1996)
Pobreza Corrupción Crimen
País % Pais % País %
Venezuela 92.6 Venezuela 93.3 Venezuela 94.6
Honduras 90.2 Argentina 89.0 Honduras 89.8
Guatemala 87.9 Honduras 870 Argentina 87.9
Nicaragua 86.4 Costa Rica 86.2 Paraguay 86.4
México 82.7 Paraguay 86.1 Guatemala 85.6
Argentina 82.5 Nicaragua 85.1 El Salvador 85.2
Paraguay 74.2 Ecuador 84.6 Costa Rica 83.7
El Salvador 73.7 Guatemala 78.6 Nicaragua 83.6
Ecuador 718 El Salvador 770 Ecuador 83.2
Costa Rica 7L1 México 76.9 México 80.0
Uruguay 69.3 Colombia 76.8 Uruguay 77.5
Bolivia 67.8 Panamá 76.7 Bolivia 77.4
Colombia 677 Bolivia 75.4 Panamá 73.7
Panamá 66.1 Uruguay 74.8 Brasil 72.7
Brasil 58.5 Brasil 63.5 Colombia 70.4
Perú 50.8 Chile 53.5 Chile 673
Chile 31.4 Perú 49.4 Perú 571
Fuente: Elaboración propia en base a Latinobarómetro 1996
Nota: Porcentaje de respuestas que considera que dichos problemas (pobreza, corrupción y crimen)
han crecido mucho durante los últimos cinco años.
16. En los cuatro países —Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Perú— llegaron al poder líderes con dis-
cursos populistas, durante 2005 y 2006, uno o dos años después de la fecha de corte aquí presentada.
Si bien, en el caso peruano, se tiende a destacar que el líder populista era Ollanta Húmala, la figura de
Alan García reflejaba alguno de estos rasgos, aunque quizás de manera menos marcada. En cualquier
caso, la relación entre desconfianza institucional y populismo también se comprueba y se mantiene. En
2011, los dos principales candidatos a la presidencia de Perú fueron el mismo Ollanta Húmala y Keiko
Fujimori, hija del ya mencionado Alberto Fujimori.
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- Gobierno
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De acuerdo con estos datos (figura 3), la confianza de los ciudadanos en las
instituciones representativas —y especialmente en los partidos políticos y el
parlamento— mostraba una tendencia decreciente durante la década previa al
surgimiento de gobiernos populistas. Tanto para el caso de Ecuador como de
Bolivia,'' dicha evolución es muy marcada y casi no presenta oscilaciones. En el
17. En este caso, retomamos la consideración de Ernesto Milá, quien define al gobierno de Evo Mora-
les como "populismo indigenista", según el cual el pueblo boliviano (un 80 por ciento es de ascendencia
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amerindia o mestiza, y sólo un 20 por ciento proviene de grupos étnicos europeos) es el "legítimo pro-
pietario de las riquezas que alberga el subsuelo de su país", y "la postración de Bolivia es el fruto de
quinientos años de colonización".
18. Bolaños sucedió en 2002 al decepcionante gobierno de Amoldo Alemán, criticado por una corrup-
ción rampante, extensa e impune, y a la vez sucesor de la popularísima Violeta Chamorro. Esto explica
las altas expectativas de los ciudadanos con su mandato, evidenciadas en el pico de confianza reflejado
por los datos de Latinobarómetro.
19. En 2006, las elecciones presidenciales en México enfrentaban, fundamentalmente, al candidato
del partido en el gobierno (Partido Acción Nacional, PAN) Felipe Calderón y al candidato de la Coali-
ción por el Bien de Todos, Andrés Manuel López Obrador, cuyo discurso era netamente de corte popu-
lista, y cuya plataforma electoral incluía en buena medida algunas propuestas que abonaban la idea de
un gobierno fuerte, caudillesco y personalista, sin intenciones visibles de negociar con la oposición ni
tomar en cuenta las posturas de los actores de veto partidarios, institucionales o fácticos.
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populistas; y (3) que al menos en el corto plazo, los liderazgos populistas suelen
percibirse, mayoritariamente, como representativos de los intereses del pueblo, tal
como lo muestra el caso de Venezuela.
20. No hay espacio aquí para analizarlo, pero estos datos (la nula capacidad de veto del Poder Ejecu-
tivo sobre las iniciativas del parlamento) pueden ayudar a explicar la obsesión de Chavez por mantener
una amplia mayoría en el poder legislativo así como su recurrente utilización del plebiscito para legiti-
mar ya políticas públicas, ya reformas constitucionales.
21. El reciente conflicto con los estudiantes de educación superior —por su carácter generalizado—
puede estar poniendo en tela de juicio algunos supuestos de este argumento.
22. Sumado a ello, los presidentes no podían ser reelectos hasta diez años después de su mandato,
hecho que reforzaba aún más su debilidad frente a los partidos en su rol de agenda setter.
DESCONFIANZA Y ACCOUNTABILITY 7I
23. En 1989, las autoridades regionales fueron electas a través del voto popular. Hasta ese momento,
los gobernadores eran nombrados por el presidente (a instancias de los partidos nacionales) y por tanto
no tenían incentivos para constituirse en alternativas políticas o "de política".
72 Latin American Research Review
24. De acuerdo con López Maya (2011), la cogestion no sólo perseguía la solución de serios déficits en
materia de servicios y derechos humanos sino también crear las condiciones para el empoderamiento
popular. En el marco del socialismo del siglo XXI, sin embargo, esto ya no implica la conjura de los défi-
cits de representación, sino los cimientos de un nuevo tipo de institucionalidad: el Estado comunal (1).
25. A diferencia del caso chileno, estas políticas suelen aumentar la polarización y disminuir la con-
fianza de los sectores desfavorecidos por las políticas gubernamentales.
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res, para hacer rendir cuentas a sus gobernantes.^i^ Por el contrario, la democracia
venezolana —con márgenes de aprobación similares respecto de sus políticas
genera incentivos entre los opositores para buscar estrategias de participación y
control diferentes de las electorales, y esto corroe los cimientos mismos del régi-
men democrático.
26. Lo ocurrido durante 2011 con el movimiento estudiantil hace pensar que incluso en estas demo-
cracias más consensúales es muy posible dejar fuera de las decisiones públicas intereses significativos
(cualitativa y cuantitativamente) que por distintas cuestiones no han adquirido representación insti-
tucional y/o parlamentaria. Ello representa una crítica muy seria —y que debe ser examinada cuida-
dosamente a la luz de los resultados del proceso aquí referido— para el argumento aquí presentado,
especialmente en contextos de desigualdad persistente como los que caracterizan a muchos países de
América Latina.
DESCONFIANZA Y ACCOUNTABILITY 75
privilegiados (Laclau s.f.). Alberto Fujimori en Perú durante los años noventa (ver
tabla 2), y Chavez a partir de 1998 en Venezuela, son ejemplos inequívocos de esa
situación (Ellner 2004).
Como consecuencia de ello, los liderazgos populistas contribuyen en un princi-
pio a generar entre los ciudadanos la percepción de una mayor rendición de cuen-
tas, y por ende un aumento de la confianza en las instituciones representativas,
especialmente en el presidente. Sin embargo, cuando las instancias de rendición
de cuentas institucionales se ven afectadas y se erosiona la competencia partidista
disminuyendo la probabilidad de una oposición efectiva, las evaluaciones positi-
vas —y la confianza en el gobierno— sólo permanece entre sus partidarios.
Finalmente, la evidencia comparada muestra que en una democracia partidista
como Chile, el respeto por las instancias de rendición de cuentas institucional
limita la representación de los intereses del pueblo si bien contribuye, cuando
el desempeño es satisfactorio, a niveles altos y persistentes de confianza en el
gobierno. Por su parte, en una democracia populista como la venezolana, el ava-
sallamiento de instancias formales de rendición de cuentas y su reemplazo por
mecanismos simbólicos, permite tomar decisiones más cercanas a los intereses
de los sectores menos privilegiados (al menos de acuerdo a la percepción de estos
últimos) pero socava —en el largo plazo— las bases sobre las que se sostiene el
edificio representativo.^^
En términos de la agenda política y de investigación futura, el dilema más
importante de las democracias latinoamericanas parece ser —una vez más—
redistribución (o capacidad de representar los intereses de las mayorías desfa-
vorecidas) versus calidad institucional (o respeto de las reglas y puntos de veto
de los regímenes democráticos). En el caso de la Concertación en Chile —que
pudiera ser análogo a las experiencias del Frente Amplio en Uruguay y del PT
en Brasil—, la evidencia ha mostrado que gobiernos de orientación progresista
han reducido los alcances de las políticas redistributivas para preservar la salud
institucional y evitar la polarización política. Por su parte, en el caso venezolano,
la ecuación parece ser totalmente inversa: supresión de las instancias de veto po-
líticas e institucionales a favor de cambios más o menos radicales en el statu quo,
que aumentan la división social y disminuyen la posibilidad de interlocución y
negociación entre los actores políticos.
Las alternativas parecen claras, pero no siempre lo es la elección. Todo depende
de la posición en la que se encuentre el ciudadano al que le toca decidir. Quienes
tengan menos para perder, tendrán incentivos para apoyar cambios radicales en
una realidad que los margina; la única duda, en este caso, es la sostenibilidad en
el tiempo de estos cambios y la espiral de intolerancia que tales decisiones pue-
dan motivar. ¿Será como dice Canovan (1999) que la democracia tiene dos caras, o
es —con Bobbio— el gobierno de los moderados? La experiencia demuestra que
REFERENCIAS
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