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Steiner, Rudolf - El Arte de Curar y La Vision Cientifica Espiritual PDF
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Steiner, Rudolf - El Arte de Curar y La Vision Cientifica Espiritual PDF
Por Rudolf Steiner
Conferencia pronunciada el día 17 de junio de 1924 (GA 319 1ª)
La dirección de la Sociedad Antroposófica, que me
pidió un ciclo de conferencias sobre temas pedagógicos,
también consideró conveniente que diese algunas
conferencias públicas sobre el tema de las relaciones
entre la ciencia espiritual y el arte de curar.
Ahora bien, puede parecer, a primera vista, que el dirigirse a lo espiritual se da, para
muchos hombres, como algo no científico si se parte desde el fundamento de una opinión
general que considera que sólo puede abarcarse científicamente aquello que se reconoce por la
experiencia sensorial. La opinión es la de que en el momento en el que uno pasa a lo espiritual
ha de comenzar la resignación de lo científico, en el sentido que se sostenga que sobre lo
espiritual sólo puede decidir una opinión subjetiva, una especie de sentir místico que cada uno
ha de resolver consigo mismo. Que en el lugar del conocimiento científico ha de estar la fe.
Mostrar que éste no es el caso es el tema de esta conferencia introductoria.
La Antroposofía quiere conseguir esto mediante una forma de conocimiento que no se
encuentra en la vida común y tampoco en la ciencia ordinaria. En la vida diaria, al
igual que en la ciencia habitual, se usan aquellos conocimientos que el hombre
alcanza cuando a sus disposiciones y actitudes heredadas agrega lo que aportan la
escuela primaria y la enseñanza superior, que hoy se reconoce que da madurez al
hombre. La Antroposofía quiere ir más lejos, partiendo de lo que quiero denominar
“modestia intelectual”, y es esta modestia intelectual la que debe hallarse presente
cuando se quiere desarrollar un sentido y una disposición para la Antroposofía, la que
voy a describir de este modo:
Consideremos el desarrollo del hombre desde su más tierna infancia. Vemos que el niño
llega al mundo de tal manera que en su expresión de vida, en particular aquella que lleva en el
alma, no posee aún nada de aquello con lo que el adulto maduro se orienta cognoscitiva y
volitivamente. Por medio de la educación y enseñanza han de obtenerse del alma y del
organismo infantil aquellas aptitudes que el hombre no trae maduras a este mundo. Debemos
admitir que no seríamos personas eficientes en el mundo si a aquello que traemos por herencia
no le agregáramos lo que se desarrolla por la educación. Luego nos incorporamos a la vida,
algunos más temprano que otros en función del nivel de formación que recibamos, y
establecemos una cierta relación con la vida. Tenemos la posibilidad de desarrollar una
conciencia de lo que nos rodea.
Ahora, el que comprende las metas de la Antroposofía se plantea las siguientes
cuestiones: ¿Porqué no sería factible en el adulto aquello que si lo es en el niño, que se modifica
al desarrollar sus capacidades anímicas? ¿Porqué no tendríamos en el alma también aptitudes
ocultas susceptibles de desarrollarse y llegar así a un mayor conocimiento para la conducción en
la vida práctica, que, en cierta medida, continúan más allá de aquellas que se habrían alcanzado
en la conciencia común, por más formación educativa que hayamos recibido?.
Así, en el campo antroposófico se inicia una especie de “autodesarrollo” que ha de llevar
más allá del estado ordinario de conciencia. Ahora bien, en el alma humana existen tres
aptitudes que se desarrollan sólo hasta un cierto grado en la vida común, pero que podrían
desarrollarse aún más mediante la Antroposofía, que puede aportar a la vida común y a la
civilización moderna los estímulos para un desarrollo ulterior de esta aptitudes. Estas aptitudes
son: Pensar, Sentir y Querer, que pueden ser trasformadas de tal manera que se convierten
en aptitud cognoscitiva en un sentido superior.
Quien tenga la confianza necesaria para ello que pregunte a una persona con experiencia
en este campo. ¿Cuál podría ser el pensamiento al que yo podría entregarme de este modo?.
Entonces le dará un pensamiento fácilmente abarcable que, en lo posible, sea nuevo para aquel
que lo busca. Si se utiliza un pensamiento antiguo surgen todo tipo de recuerdos y sentimientos,
es decir, aspectos subjetivos desde el alma, y se puede caer fácilmente en la ensoñación. Si, en
cambio, se usa un pensamiento que con seguridad sea nuevo, que no recuerde a nada, entonces
uno puede entregarse a él y se refuerza cada vez más la fuerza del pensar.
En mis escritos, en especial en el libro “¿cómo se adquiere el conocimiento de los
mundos superiores?” y en “la ciencia oculta, un bosquejo”, yo llamo “meditación” a este modo
de activar interiormente el pensamiento. Se trata de una palabra antigua que hoy la queremos
unir en un sentido que quiero explicar.
La meditación consiste en apartar la atención de las vivencias exteriores e interiores y
no pensar en nada que no sea ese pensamiento al que nos entregamos y que ha de estar en el
centro de la vida anímica. En cuanto se aplica toda la fuerza que uno tiene en el alma a un solo
pensamiento, sucede algo con las fuerzas del alma comparable con el movimiento que hace una
mano continuamente como ejercicio ¿Qué sucede con ello?: que se fortalecen los músculos.
Exactamente lo mismo pasa con las fuerzas del alma. Cuando uno dirige estas fuerzas hacia un
pensamiento, este se hace más fuerte y vigoroso, y si esto sucede por largo tiempo, por cierto
no por mucho tiempo porque mas que nada se trata de que uno entre en una disposición
anímica de concentración en un pensamiento, entonces , de acuerdo a la disposición personal de
cada uno, el éxito será en unos días o en unos años. Con la repetición de este ejercicio, aunque
sólo sea por cinco o quince minutos diarios, se llegará a sentir como el ser humano se llena de
fuerza interior. Así como se siente la fuerza de los nervios en el pensar y en el sentir común
y la fuerza de los músculos al recoger un objeto y al ejecutar distintas tareas, paso a paso
cuando se crece desde la infancia, así también se aprende a sentir lo nuevo que lo compenetra
cuando se ejecutan estos ejercicios del pensar que aquí tan solo se mencionan en sus principios.
Un día se siente que uno no snlamente peede pencar cosas externas, tal como antes
también lo sabía, sino que ahora se siente que se posee una nueva fuerza del alma, algo que
puede describirse como un pensamiento más compacto y fuerte, y que por fin, con este pensar
acojo algo que antes solo conocía de forma nebulosa.
Aquello que así se acoge es, en el fondo,
la realidad de la propia vida. ¿Cómo se conoce
la propia vida de la tierra desde el nacimiento?.
Se la conoce por el recuerdo que se remonta
hasta cierto punto de la infancia. Surgen desde
las profundidades indefinidas del alma los
nebulosos recuerdos de los acontecimientos
vividos. Comparen, tan solo una vez, cuan
nebuloso es lo que surge como cuadro del
recuerdo de la vida con las vivencias que se
tienen día a día.
Ahora bien, aquello que vemos de esta manera se diferencia del recuerdo común por
otra cosa más. En el recuerdo común los acontecimientos de la vida se presentan ante nuestra
alma tal como nos llegan desde fuera. Recordamos lo que nos hizo tal persona, lo que nos
ocasionó tal acontecimiento. En el panorama que surge ante nosotros por el pensar reforzado,
aprendemos a conocernos tal como somos, lo que hicimos a un ser humano, como nos hemos
colocado ante el acontecimiento. Aprendemos a conocernos a nosotros mismos, esto es lo más
importante, ya que aprendemos a conocernos intensamente, tal como somos en nuestras
fuerzas de crecimiento e incluso en nuestras fuerzas de nutrición, y como somos nosotros
mismos quienes construimos y destruimos nuestro cuerpo. De ahí que aprendemos a conocer
nuestra esencialidad interna.
Y lo esencial es que llegando al autoconocimiento experimentaremos lo que por ninguna
ciencia común puede experimentarse. Tengo que confesar que es aún difícil expresar a lo que se
llega, por cuanto frente a lo que hoy se ve aceptado por motivos de autoridad, suena extraño.
Pero así es. Es la experiencia que se hace con el pensar reforzado y que consiste en poder decir
lo siguiente: tenemos leyes naturales que estudiamos aplicadamente a través de las ciencias.
Estamos, con razón, muy orgullosos de lo que la humanidad ha aprendido como leyes naturales
en física, química, etc. Quiero resaltarlo expresamente: la Antroposofía no actúa de forma
diletante en una oposición sustancial a la ciencia. Por el contrario, reconoce a la ciencia con más
fuerza que lo hace ella misma. La toma en serio cuando, con el pensar reforzado, dice: las
leyes naturales, tal como las aprendemos, por ejemplo, en física y química, solo son útiles en el
mundo de la sustancia material de nuestra tierra, y pierden validez cuando se traspasan hacia
fuera, al espacio exterior cósmico.
Aquellas leyes que aprendemos ejercitando el pensar reforzado viven ya en nuestra
propia vida y nos muestran que nosotros, como hombres, no hemos surgido desde las leyes
naturales terrestres, sino desde leyes cósmicas superiores. Las hemos traído con nosotros en
cuanto llegamos a la existencia terrenal, y así aprendemos a reconocer, en el momento de
captar el pensar vigorizado, que las leyes naturales sólo son aplicables al reino mineral. No
podemos decir, como hace desde un error comprensible la física moderna, que las leyes
naturales pueden aplicarse al sol y a las estrellas. Querer aplicar las leyes naturales al Cosmos
es tan ingenuo como querer iluminar el espacio cósmico con la llama de una vela. En tanto
ascendemos desde el mineral, que sólo aparece como tal en la Tierra, a lo viviente, ya no
podemos hablar de leyes naturales terrestres, sino que debemos hablar de leyes que actúan
desde el cosmos en la Tierra. Éste ya es el caso de la planta. Sólo cuando queremos explicar lo
mineral podemos usar las leyes de la tierra, leyes a las que pertenece, por ejemplo, la
gravedad, que actúa desde un punto central hacia la periferia. Si pasamos a la existencia
vegetal tenemos que decir: ahí está la esfera en el centro y desde todas partes del cosmos
actúan las leyes de la vida, aquellas que descubrimos en nosotros mismos con el pensar
vigorizado, de las cuales aprendemos a conocer que gracias a ellas nos construimos entre el
nacimiento y la muerte.
Además de las leyes que actúan desde un punto central de la Tierra hacia fuera,
aprendemos a conocer las leyes que desde todos lados actúan hacia el centro
terrestre y que ya se manifiestan en el reino vegetal. Miramos entonces como brota la
planta desde la tierra y nos decimos: esta planta contiene sustancias minerales. La
química está muy adelantada en el conocimiento de estas sustancias y en sus
interacciones. Todo esto está muy bien y se adelantará aún más. Pero si queremos
explicar las plantas tendríamos que explicar también su crecimiento, y esto es algo
que ya no lo podemos hacer con fundamento en las fuerzas que actúan desde la
tierra, sino con aquellas fuerzas que actúan desde el entorno del cosmos hacia lo
terrestre. Ahí llegamos a reconocer que en conocimiento hemos de ascender desde la
visión terrestre para llegar a la visión cósmica. Y en esta visión cósmica está
contenido aquello que es verdadero autoconocimiento humano.
Podemos llegar más lejos aún si también trasformamos el sentir. El sentir que tenemos
en nuestra vida común es un asunto personal y no una fuente de conocimiento. Pero podemos
hacer que aquello que en el sentir vive subjetivamente se trasforme en una fuente de
conocimiento objetivo, de la siguiente manera:
En la meditación uno se concentra en un pensamiento definido, se llega al pensar
vigorizado y con ello se capta lo que actúa desde la periferia del universo al punto central de la
tierra, en contraposición de las leyes naturales comunes que actúan desde el centro de la tierra
a todos lados. Si se alcanza este tipo de pensar reforzado se alcanzará a ver la propia vida y
también la vida de las plantas, extendida como un poderoso cuadro ante el alma. Se puede,
luego de haber captado algo con este pensar vigorizado, extinguir, eliminar este mismo
pensamiento. El que sabe lo difícil que es en la vida ordinaria el eliminar un pensamiento que
nos tiene atrapados, entenderá que se necesitan ejercicios especiales para lograrlo, pero es
posible hacerlo. No sólo se puede conseguir que un pensamiento, en el cual uno se ha
concentrado, se elimine con toda fuerza del alma, sino también los recuerdos, y con ello la
propia vida, retirando la atención. Aparece luego algo que se percibe claramente: se desciende
un paso más en las profundidades del alma, a aquellas regiones que habitualmente sólo son
accesibles para los sentimientos.
Esto no se aprende mediante teorías o por un pensar intelectual, sino sólo cuando
con humildad intelectual se desarrollan previamente las aptitudes correspondientes.
Así aprendemos a conocer la esencia humana interior, la esencia propiamente
espiritualanímica. Se nos enfrenta cuando descendemos a la región del sentir, no
sólo sintiendo, sino también conociendo. Pero tenemos que señalar que el esfuerzo
por el conocimiento está unido a fuertes vivencias interiores que podría describir de la
siguiente manera: Si ustedes tienen una ligadura en algún miembro del organismo
físico que les impide el movimiento, por ejemplo dos dedos atados, lo considerarán
desagradable, tal vez doloroso. Entonces están en un estado de percepción anímico
espiritual sin el cuerpo, no tienen la totalidad del cuerpo físico con ustedes mismos,
viven en la conciencia vacía. El paso a esto está unido a un sentimiento doloroso. A
partir de la experiencia del dolor, a través de la privación, se conquista la entrada a
aquello que es nuestro profundo ser espiritual anímico.
Ante ello muchos hombres retroceden aterrados, pero no es posible reconocer la
verdadera esencia humana, salvo del modo descrito. Si se aprende de esta forma lo que es el
hombre en su esencia anímica, se puede dar un paso más, mediante el desarrollo, el cultivo de
una fuerza cognoscitiva que en la vida corriente no se considera como tal. Hay que cultivar el
“amor” como fuerza de conocimiento, la entrega altruista a las cosas y procesos del mundo. Si
se cultiva más y más este amor, llevándolo al estado que he descrito, ahí es donde puede
percibirse el mundo, libre del cuerpo, y se aprende a verse a uno mismo totalmente como un
ser espiritual en el mundo espiritual. Entonces se sabe lo que es el hombre como ser espiritual,
se sabe lo que es el morir, ya que en la muerte el hombre se deshace completamente de su
cuerpo físico. En el conocimiento que ahora se experimenta por una profundización del amor
uno aprende a conocerse fuera del cuerpo, en una imagen cognoscitiva de la separación del
cuerpo.
Pero por ello, precisamente, se aprende a conocer algo que es distinto: cómo la vida
consta en realidad de dos corrientes. Hoy habitualmente se habla de desarrollo diciendo que el
niño pequeño se desarrolla, crece, adquiere peso y fuerza, que la vida brota y germina. Se
habla de que seres vivientes inferiores se desarrollan y convierten en seres superiores, que la
vida prolifera y se hace más y más complicada. !Con razón!. Es la corriente de la vida, que se
aprende a reconocer se enfrenta a otra que también existe en cada ser viviente que siente: Es
la corriente catabólica (proceso metabólico de desintegración o desasimilación, n. del
T.). Exactamente como tenemos en nosotros una vida que brota y que adquiere fuerza, que es
anabólica (proceso metabólico de asimilación, id.), tenemos también una vida catabólica.
Mediante el modo de conocer que he descrito se aprende que no sólo se puede decir: nuestra
vida asciende hasta el cerebro y sistema nervioso, y ahí organiza lo material para que dicho
sistema nervioso pueda ser portador de la vida anímica. Así no ocurre; la vida germina y brota,
pero en ella se introduce un continuo decaer; continuamente se deshace la vida en nosotros,
realmente en cada momento morimos parcialmente. Continuamente nos reconstruímos. Pero en
cuanto algo material se destruye en nosotros hay lugar para que algo anímicpespiritual entre
en nosotros y despliegue su actividad. Aquí nos encontramos con un gran error del materialismo
cuando éste cree que la vida que germina se desarrolla en forma ascendente hasta los nervios,
de igual forma que se construyen los músculos desde la sangre. Por el sólo hecho de formarse
los nervios no se desarrolla el pensar, tampoco el sentir, sino que en cuanto los nervios, en
cierto modo, se destruyen, se crean, por decirlo así, huecos, en los que se instala lo anímico
espiritual. Tenemos que catabolizar, en primer lugar, lo material para que pueda aparecer en
nosotros lo anímicoespiritual, para que nosotros mismos lo podamos vivenciar.
Éste será el gran momento en el desarrollo de las
ciencias naturales: cuando se reconozca que en el lugar
correspondiente a lo que continúa en el desarrollo se
coloca lo contrapuesto, donde no sólo reconocemos el
anabolismo, sino también el catabolismo, donde junto a
la “evolución” se reconocerá la “involución”. Entonces se
comprenderá donde actúa lo espiritual, captando lo
material en el animal y en el hombre, en éste de un
modo autoconsciente. Lo espiritual no capta lo material
como su desarrollo opuesto sino cuando lo material se
cataboliza. En lo catabólico lo espiritual encuentra su
manifestación, su revelación. Así estamos plenos de
espíritu, el cual está en todos los lugares donde hay
“involución”, no en la “evolución”, donde hay des
desarrollo.
¿Acaso no usamos un lenguaje particular cuando decimos, por ejemplo,: aquí fluye el
Rhin?. ¿Qué es el Rhin?. No nos referimos a que “aquí está el lecho del rio”, sino al agua
fluyendo. El Rhin tiene unos cien mil años, pero ¿qué es lo que está en cada momento ahí,
cambiando continuamente según fluye?. Así está todo lo que está en nosotros contenido en la
corriente del cambio, en anabolismo y en catabolismo. Y el catabolismo se hace portador de lo
espiritual en toda la vida humana, en un estado de equilibrio entre anabolismo y catabolismo,
desarrollando en el hombre su verdadera aptitud para lo anímicoespiritual. Pero este estado de
equilibrio puede estar alterado, de tal forma que un órgano contrapone el correcto anabolismo a
un catabolismo demasiado débil, de manera que su crecimiento se hace demasiado exuberante,
o al revés, un órgano puede oponer a un catabolismo normal un anabolismo insuficiente, y
entonces dicho órgano degenera, se seca, y de lo fisiológico entramos en lo patológico.
Sólo quien entiende lo que es este equilibrio puede entender también el trastorno de una
hipertrofia de lo anabólico o de lo catabólico. Pero si reconocemos esto podemos dirigir la
mirada al amplio mundo y encontrar en él aquello que circunstancialmente puede actuar
equilibrando el anabolismo o el catabolismo alterados. Si tenemos, por ejemplo, el órgano
dañado de un hombre, por un exceso de catabolismo, buscamos, con la mirada agudizada por
los conocimientos adquiridos en la ciencia espiritual, algo en la naturaleza, como puede ser
una planta que reconocemos dotada de anabolismo. Se da que en algunas especies de plantas
siempre encontramos fuerzas anabólicas que se corresponden exactamente con las de los seres
humanos, Así, cuando tenemos esta visión agudizada desarrollada por uno mismo, podemos
encontrar, por ejemplo, que en los riñones tenemos fuerzas anabólicas, y si son demasiado
débiles y están sobrepasadas por las fuerzas catabólicas, fuera, en el mundo de las plantas,
encontramos en la “cola de caballo”, el equisetum arvense, las fuerzas anabólicas que
corresponden exactamente a las del riñón. Si a partir de ella elaboramos un preparado y lo
introducimos de la forma adecuada, a través de la alimentación, hacia el lugar en el que puede
actuar, reforzamos las fuerzas anabólicas debilitadas del riñón.
Así podemos actuar en cada órgano. Si hemos captado estos conocimientos tenemos
entonces la posibilidad de equilibrar nuevamente los procesos anabólicos y catabólicos con las
fuerzas que encontramos en la naturaleza.
Si tenemos en algún lugar, por ejemplo en los riñones, fuerzas de anabolismo demasiado
fuertes, y débiles del catabolismo, podemos reforzar estas últimas recurriendo a plantas
inferiores, a helechos que refuerzan las fuerzas catabólicas.
Así podemos saber, por encima del mero probar y experimentar, si nos ayuda alguna
sustancia o preparado, si entendemos las relaciones de equilibrio de los distintos órganos
humanos y las fuerzas anabólicas y catabólicas en la naturaleza. Con ello el arte de curar se
hace trasparente por cuanto no se utilizan los remedios en base a resultados estadísticos que
han determinado que en un número de casos son útiles los remedios aplicados, sino que por la
comprensión del hombre y de la naturaleza se conoce, en cada caso, como el proceso de la
naturaleza puede ser trasformado hacia el factor curativo en el ser humano, en relación a las
fuerzas anabólicas y catabólicas de los distintos órganos.
Si se aprende de este modo a mirar de forma espiritual al ser humano, y aún he de
mostrar como campos particulares del arte de curar pueden ser fecundados por un verdadero
conocimiento del espíritu – si se aprende a mirar la vida espiritual junto a la material entonces
se puede vivir de forma racional, no ya de modo antiguo, de ensoñación, que encontró su
expresión en los mitos, sino de un modo exacto: conocimiento y arte de curar. Se aprende a
curar por un arte que crece desde una verdadera y artística visión del mundo. Con ella se llega
otra vez a aquello que se tenía en tiempos antiguos, pero no en el modo como hay que hacerlo
hoy después de tener detrás de nosotros la gloriosa ciencia, no por una especie de conocimiento
soñante, en donde se llegaba al empleo de fuerzas espirituales frente al hombre sano o
enfermo, frente al sano en la escuela y en la pedagogía social, y frente al enfermo en el arte de
curar.
En tiempos antiguos existían los templos de misterios, en los que se cultivaba el
conocimiento, se resolvían los enigmas de la religión y se satisfacían los anhelos de las almas.
Al lado de estos templos existían los lugares de curación. Con razón hoy vemos como ingenuo lo
que se cultivaba entonces, pero tenía un fundamento sano que entendía que el conocimiento del
mundo llamado normal debía continuarse en el mundo anormal. Pero, ¿no es extraño que por un
lado digamos que el hombre surge desde la naturaleza en un estado sano y luego desde las
leyes naturales queramos explicar el hombre enfermo?. Porque toda enfermedad es a su vez
explicable desde las leyes naturales. ¿Se contradice la naturaleza?. Veremos que esto no sucede
cuando el hombre enferma. Pero el conocimiento ha de continuarse desde lo físico sano hacia lo
patológico, con lo que el conocimiento alcanza su valor vital cuando al lado de los lugares de
administración de lo normal en la vida se encuentran aquellos para atender a lo que enferma.
Ciertamente, en estos casos, la Antroposofía está aún en sus comienzos, pero en camino
hacia metas que pueden ser reconocidas como válidas por toda persona desprejuiciada. En el
Goetheanum, en Dornach, Suiza, edificio lamentablemente destruido por un incendio, había de
estar el lugar para el conocimiento. Esperamos que pronto sea reconstruido y sea allí en donde
el anhelo de los hombres por entender sus propios orígenes tendrá la posibilidad de revelarse.
Por ello, un lugar de conocimiento que de modo humilde tiene por meta los misterios –
en un sentido moderno – en donde debería cultivarse, junto a las grandes preguntas de la
existencia el reconocimiento de las pequeñas cosas de la vida, puede tener a su lado el lugar de
curación que tiene por meta la profundización del arte de curar de un modo espiritual.
Especialmente desde que apareció, con más profundidad en la jornada de Navidad, aquello que
se cultiva en Dornach.
Esto es lo que hoy existe como relación real entre la Antroposofía y la Medicina, y lo que
se despliega por el trabajo abnegado de mi muy estimada colaboradora, la Dra. Wegman, desde
el comienzo, durante decenios, y que se ha ubicado en
la Antroposofía, que de forma natural siguió esta orientación en el arte de curar.
En esta ubicación exterior, el lugar del conocimiento al lado del lugar de curación, está la
imagen externa de lo que interiormente ha de colocarse juntos: conocimiento antroposófico y
práctica de la sanación desde una forma espiritual, en donde desde la visión del estado enfermo
surge la visión de lo terapéutico, de lo curativo, donde estos dos no divergen sino que el
proceso diagnóstico se continúa en un proceso de curación.
De esta forma la Antroposofía pretende que, en cuanto se establece el diagnóstico desde
el conocimiento de los que ocurre en el hombre cuando enferma se vea al mismo tiempo aquel
proceso de anabolismo o catabolismo, se reconozcan luego en la naturaleza donde hay estos
procesos y se emplean como remedios. Así se entiende lo que sucede en el hombre enfermo y
ante el estado de enfermedad se capta, al mismo tiempo, la esencia de la acción del
medicamento.
Lo que se puede decir, desde esta captación de lo que es el hombre enfermo y sano, y la
ubicación en lo exterior del Goetheanum y la clínica que fecunda el arte de curar moderno
mediante la profundización en la ciencia espiritual, se hablará en las próximas conferencias.
Hoy sólo quería exponer la esencia del conocimiento espiritual y señalar como, desde
este conocimiento espiritual actúa una íntima compenetración de lo que actúa en el hombre, por
cuanto que no sólo se acerca en forma teórica a las fuerzas de la naturaleza y del espíritu, sino
que se aprende a manifestarlos desde el conocimiento espiritual para estructurar la vida en sus
estados de salud y enfermedad.
La vida, con el progreso de la civilización se hace cada vez más complicada. Hoy ya obra
en el fondo de muchas almas el anhelo de encontrar aquello que puede enfrentarse con esta
vida cada vez más complicada. La Antroposofía quiere tomar en consideración estos anhelos, y
se verá que frente a lo mucho que en la vida actual obra destructivamente, la
Antroposofía quiere trabajar honradamente en conjunto con lo que quiere levantar, a lo que
quiere crecer en nuestra civilización, no en frases débiles, sino activamente en las cuestiones
prácticas de la vida, queriendo reconocer, donde debería ser reconocido, que el conocimiento de
la vida pueda fluir y que en todas partes donde surja algo en la vida, quiere conocer para poder
ayudar.
Rudolf Steiner