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La Dinamica Entre El Bien y El Mal.

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La dinámica sadeana entre el bien y el mal.

La filosofía de Sade según plantea el escritor Klossowski se muestra como la


utopía del mal, que inicia con la muerte de Dios y se constituye con el
advenimiento de la naturaleza como ley innata. La muerte de Dios como símbolo
de la verdad y representante de la moral implica la muerte de la razón como
tribunal del límite, y por lo tanto todo está permitido. Dios y la razón son la base
simbólica de la sociedad contemporánea a Sade (plena revolución francesa). Pero
en los personajes literarios creados por nuestro autor, estos símbolos sirven como
objetos de provocación; sólo en base a ellos el mal puede expresarse como tal.
Existe transgresión si hay límites, de la misma manera que sólo hay profanación si
existe lo sagrado. Pero Sade terminara derrocando esta ley divina para sustituirla
por una de origen natural y totalmente diferente a la anterior. “Para Sade la
sustitución de Dios por la Naturaleza en estado me movimiento perpetuo significa,
no el advenimiento de una era más feliz para la humanidad, sino solamente el
comienzo de la tragedia, su aceptación consciente y voluntaria” (Klossowski, 1970,
p. 86) En este sentido se compara con Nietzsche y su aceptación del sufrimiento
como algo inherente a la vida, pero no por ello insignificante.

Si por un lado aceptamos que el mal, como lo han mencionado algunos


pensadores de la historia como Nietzsche o el mismo Sade, es una emanación
natural inherente a cada ser del mundo, incluido en ello al hombre. Por otro lado,
el bien aparece como una invención o una falacia social que se ha mantenido en
razón de sus privilegios. Es por eso que el bien también aparece como una utopía
social remarcada en la historia de las comunidades, pero casi nunca concretada.
Sin embargo, ha servido para mantener un orden relativo, para permitir el
progreso. Cara a cara la utopía del bien y del mal son discernidas por Klossowski,
quien menciona: “A diferencia de las utopías del bien que pecan por abstracción
de las realidades malas, la utopía del mal, se acrecienta aún más una vez que el
mal ha sido hecho, aunque el asco suceda al crimen cuando este ha sido
perpetrado con el único fin de cometer un crimen” (Klossowski, 1970, p. 67-68).
Pero en este sentido el bien se aborda superficialmente, pues peca por sus
abstracciones innaturales en comparación con el mal. Klossowski parece afirmar
que para Sade el mal parece ser el único elemento de la naturaleza; además sí la
utopía propuesta por Sade llegara a concretarse, Klossowski piensa en un
ejercicio perpetuo del mal dentro de ese espacio, un mundo sin leyes ulteriores
sino instintivas.

Pero antes de continuar con este punto, analicemos el hecho de que a partir del
bien existe el mal. Esto como lo formulamos al principio con los símbolos de la
moral y la razón, ambos exaltados como una forma del bien. Pero el bien sirve
siempre como exaltación del mal. Si meditamos este problema a través de los
personajes sadeanos, encontramos a Justine como una fiel representante de la
mora y la razón (esta última como una forma del bien divino). Su imagen pura la
convierten en un atractivo particular para de los hombres, quienes exasperados
con su belleza y sensibilidad quieren apoderarse de ella y degradarla al modo que
la revolución lo hizo con Dios al inmoralizarlo, al denotarlo como la emanación del
mal, de la violencia, al igual que lo es Justine con su belleza, “una virgen sometida
a los rigores del resentimiento de una virilidad exasperada” (Klossowski, 1970, p.
111)

El mal se exaspera y se libera solo si existe una forma del bien que incite a este
movimiento. Hay violación si hay propiedad, hay crimen y delito si hay ley; y hay
bien y mal sólo si existen cosas que no pueden hacerse bajo ningún precio o
pretexto, es decir si existe un objeto de incitación.

En algunos de los personajes sádicos, sino en la mayoría, existe en sus bocas un


discurso expresado a veces en páginas enteras, donde reflexionan sobre la
inexistencia de dios, más allá de los insultos que se le profesan. Si se niega a
Dios, la libertad se hace presente y con ella se abren las puertas del mal absoluto.
En esta escena se representa a Dios como la razón, y la razón como límite, como
ley, cuya ausencia ciertamente posibilita la libertad absoluta, cuyo ejercicio
máximo es el mal en todas sus formas. Pero esto nos llevaría a pensar en una
exacerbación inconsciente del mal, donde interviene tan solo un movimiento
mecánico y automático, es decir el "desear" y "querer" el mal, tener conciencia del
delito y dirigir la voluntad hasta llegar a la destrucción de la naturaleza en su
totalidad, no solo de la vida humana. Pero esta destrucción exacerbada no es algo
ajeno a nuestra contemporaneidad; de hecho la destrucción de la naturaleza en
todas sus formas es un fenómeno achacado precisamente a esa violencia
desmedida, producto del exceso de los mismos deseos humanos que se
enfrascados con vehemencia en el objeto se pierden en las provocaciones,
adquiriendo un carácter perverso.

Bataille nos muestra aun Sade distinto, cuando dice que cualquier ser humano
cuando es preso del frenesí sexual o de la violencia no es consciente: “El frenesí
alejaba la conciencia. A su vez, la conciencia en su condena angustiada negaba e
ignoraba el sentido del frenesí”. Y agrega luego: “Sade fue el primero que en la
soledad de la prisión dio expresión razonada a esos movimientos incontrolables,
sobre cuya negación ha fundado la conciencia el edificio social y la imagen del
hombre” (Bataille, 1971, p. 91)

Pero esta prisión en la cual se enfrasca el individuo cuando el frenesí sexual del lo
invade, solo encuentra la calma en la liberación de esta fuerza. La libertad
aparece en este sentido como la posibilidad del mal absoluto; pero el mal no
puede concebirse sin una creación u objeto donde su contrario perviva. En la
dinámica natural, el mal aparece como una emanación de su esencia, y el bien
debe considerarse bajo esta misma constitución, no fuera de ella, es decir como
una invención o falacia. El bien podría considerarse dentro de la naturaleza como
aquello que mantiene en unión perpetua a los organismos, en un estado constante
de vida, el cual tiende a disolverse y reafirmase nuevamente: “el principio de vida
en todos los seres no es otro que el de la muerte: recibimos y nutrimos en
nosotros, a los dos a la vez. En ese instante que llamamos muerte, todo parece
disolverse” (Klossowski, 1970, p. 95). El bien no es más que la fuerza consciente a
partir de la cual el mal se sublima hasta divinizar al animal, sin negar su naturaleza
ni degradarla.
Bibliografía

- Klossowski. (1970) Sade mi prójimo. Editorial sudamericana Buenos Aires.

- Bataille, G. (1971) La Literatura y el Mal. Madrid: Taurus.

- Marque de S. (1988) Justine, o los infortunios de la virtud. Editorial fundamentos

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