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La Reordenación Urbana Del Disfrute Amparo Sevilla

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Cuadernos de ANTROPOLOGÍA 50cm.

N° 11

LA REORDENACIÓN URBANA DEL DISFRUTE

AMPARO Ssvnuv’

Antes de dar inicio a estaspertinente


notas, es
algunas señalar acotaciones
sobre el título del mismo. En primer lugar hay que advertir de que no se tratará la
amplia gama de manifestaciones que constituyen ese tan atractivo fenómeno
llamado disfrute, sino tan sólo se expondrá lo que corresponde al ámbito de la
expresión corporal, y para ser más precisos, la reordenación urbana que tiene que
ver con los espacios que la Ciudad de México ofrece a sus habitantes para la práctica
del baile. Se trata entonces de una serie de reexiones que surgieron de una

investigación ya terminada sobre los salones de baile popular‘, a la cual incluimos


algunos de los avances que estamos teniendo en un nuevo estudio sobre las posibles
interrelaciones de las políticas urbanas con la construcción social del cuerpo
humano.
Entrando en expondremos continuación,
materia a lo que vendría a constituir,
en términos muy generales, la problemática que ha servido de fondo para el
desarrollo de nuestras investigaciones recientes.
El llamado proceso de modemización que se ha implantado en México,
presenta como tendencias dominantes en el terreno cultural varios fenómenos,
entre los cuales destacan: la cada vez privatización
mayor espacios públicos,
de los
la implantación lógica
de la de la ganancia económica y/o política en el consumo

cultural y la preponderancia de la cultura transmitida a través de los medios


electrónicos. Aunque estas tendencias provienen de un proceso de modemización

que dio inicio varias décadas atrás, se han acentuado notablemente en las últimas
décadas debido a la imposición del neoliberalismo.
En la Ciudad de México, lo anterior se observa entre otras cosas. por la
notable reducción de los lugares públicos que posibilitan la
el encuentro
y
comunicación colectiva para la recreación y el intercambio cultural, fuera de ciertos

Etnologia y Antropología
"‘
Investigadora Titular de la Dirección de Social, perteneciente al Instituto
Nacional de Antropologia e Historia (INAH). México D.F.

183
circuitos comerciales y del clientelismo político. Se trata de una ciudad de masas,
en la cual las ofertas culturales son sumamente restringidas para los sectores

populares, donde la segregación espacial se expresa también segregación


como

cultural. Si a la escasez de recursos económicos de las clases trabajadoras, se añade


la carencia del equipamiento básico para la vida urbana (dentro del cual se

encuentran los espacios públicos para el esparcimiento), tenemos entonces como

resultado que dichos sectores tienen una posibilidad muy limitada para la recreación
cultural, fuera de los circuitos electrónicos de difusión masiva.
Simultáneamente a la privatización de los espacios públicos, encontramos

diversas medidas tendientes a lograr un control sobre el uso de los espacios de


recreación colectiva; tal intervención se da a través de una serie de disposiciones
que inciden en la conguración social de los cuerpos que habitan la urbe. Esto es,
que dentro del establecimiento del orden social se encuentra la instauración de un

orden corporal.
En las políticas urbanas observadas en la Ciudad de México, se han
implementado diversas medidas tendientes a imponer un control y una disciplina
corporal que favorezca a los requerimientos por el dados
trabajo, como parte fun-
damental de la conformación de las clases trabajadoras. Paralelo a este proceso se

observa también la oferta de una serie de distracciones y objetos de consumo

relacionados con el cuerpo: la industria del vestido, los cosméticos y la salud.


Además de un mercado cuya mercancía es el cuerpo mismo: las competencias
deportivas, el cuerpo como espectáculo y la prostitución.
El control y la disciplina que sobre el ha mantener el Estado,
cuerpo intentado
se ha concretado en los distintos reglamentos expedidos por las dependencias
gubemamentales encargadas del funcionamiento de la ciudad en los cuales se

establecen horarios, condicionamientos y otras medidas restrictivas. Claro está


que entre estos dictámenes escritos yaplicación
la de los mismos se da un arnplísirno
margen, además de que tales disposiciones resultan ser la consecuencia de una

serie de negociaciones entre el Estado,


privadaslas empresas y los consumidores,
cuyos intereses no siempre han coincidido.
Dentro de la perspectiva anotada, el cuerpo humano se toma objeto de una

estrategia, esto es, existe una configuración social del cuerpo basada en los usos

sociales que éste desempeña. Para el cumplimiento de las funciones asignadas,


nos indica Luc Boltanski el
(1975: 103), cuerpo humano requiere satisfacer distintas
necesidades. Al parecer la mayor conciencia del cuerpo y el interés que se le presta
al mismo son correlativos de inversión de sus funciones económicas;
a una
especie
a medida que disminuye la fuerza corporal en el conjunto de los factores de la

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Cuadernos de ANTROPOLOGÍA SOCIAL N° l 1

producción, el cuerpo se transforma en la ocasión o el pretexto de un creciente


número de consumos.

Lo anterior signica que el consumo de las ofertas tendientes a satisfacer


las necesidades corporales (creadas socialmente) guarda una estrecha relación con

posición
la y la situación de clase. Se trata entonces de un consumo diferenciado
de los espacios públicos para la recreación según la pertenencia de clase, pero
también de género y edad.
Las consideraciones anteriores sirvieron de general para
marco el desarrollo
de una investigación antropológica sobre el surgimiento, auge y lo que pareciera
ser inminente proceso de desaparición de los salones de baile
popular en la Ciudad
de México. Un dato muy relevante para entender la problemática social en tomo a

estos lugares públicos es que, a pesar de que en la ciudad citada hay alrededor de
ocho y medio millones de habitantes, encontramos que tan sólo tres salones de
baile han sobrevivido al embate modemizador de la ciudad, éstos son:
-
El “Colonia” fundado
1922, “Los en Angeles” construido en 1937 y El “Califor-
nia Dancing Club” que funciona desde 1954.
El estudio partió de la consideración de que los salones de baile se originaron
en las principales ciudades del mundo occidental, dentro del manto de la modemidad
derivado de la posguerra y como resultado de una concepción secular del cuerpo
humano que propició el arribo de una industria cultural. Cabe recordar que a partir
de 19 l 8 el vecino país del norte ejerció un control de la economía mundial a través
de sus industrias de punta: la bélica, la automotriz y la cinematográca. Con base
en dicha producción se da la primera etapa de expansión estadounidense, la cual
alcanzaría fuerte incidencia en las distintas esferas de la vida social de la nación
mexicana.
Debido al fuerte impacto que causó el desarrollo
joven de la industria cul-
tural es que aumentó considerablemente en México
en las principales ciudades
(y
americanas y europeas) el consumo de aquellos géneros musicales que
sucesivamente se fueron poniendo de moda en los Estados Unidos: One-step, Two

step, Fox-trot, Blues, Shimmy, Charleston y Boston. Estas novedades irnimpieron


vertiginosamente propiciando el surgimiento de múltiples bandas de Jazz

compuestas por músicos mexicanos que interpretaban, además de la música ante-

rior, otros géneros provenientes también del extranjero: Vals, Rumba, Tango, Paso

Doble, Danzón y Machicha.


lugares públicos
Los en podía
donde se escuchar dicha música fueron.

precisamente. los salones de baile; espacios especicamente diseñados para la

práctica de determinados géneros dancísticos que poco a poco constituyeron lo

que se reconoce como “bailes de salón”. Estos lugares fueron producto de una

185
competencia empresarial que a su vez fue resultado de un determinado proceso de
urbanización. Esto signica que la producción de nuevos géneros musicales con

sus correspondientes modas coreográcas, se daba simultáneamente a la


construcción.de novedosos espacios especicamente diseñados para dichos
consumos culturales, que a su vez formaban parte de un circuito comercial
constituido por las empresas cinematográcas y disqueras. Se trata de un tipo de

lugares (los salones de baile) que estuvieron en auge desde la década de los veinte
hasta fmales de los cincuenta, con una forma de ftmcionamiento que en ese entonces

era rentable, por inscriptos


estar en un circuito
que garantizaba comercial un alto
consumo de la oferta prestada. Sin embargo, la lógica con la que operan los salones
de baile dejó de corresponder a las tendencias dictadas por el actual proceso de
modemización urbana que se lleva a cabo bajo el inujo de la globalización.
Lo anterior se debe al hecho de que dichos lugares compiten en condiciones
de desventaja con otros espacios que ofrece la ciudad para la práctica del baile,
dado que en los salones de baile se paga tan sólo la entrada sin ninguna otra
obligación de consumo, en cambio en los otros establecimientos se tiene que cubrir
el derecho de mesa (mucho más caro que el costo de la entrada al salón), además
del consumo de bebidas alcohólicas y sus dueños no están obligados a contratar

orquestas. Estos últimos funcionan con licencias que no siempre corresponden a

los servicios prestados, además de que ofrecen una serie de atractivos que provienen
de las metrópolis en las que se están generando nuevas modas musicales.
A lo anterior se
agrega el fuerte aumento de los bienes de consumo que se

ha dado como resultado de la actual agravación de la crisis económica y que ha


provocado un descenso notable de la clientela de los salones de baile. Otro factor
importante a considerar es que no cuentan con una tecnología sofisticada
para la
creación de un ambiente “especial” (tipo discoteque) ni para la presentación de las
orquestas las cuales interpretan música de Danzón, Mambo, Chachacha, Swing,
Cumbia, Son cubano y Salsa; cuyas melodías no están de moda en la radio. Las
personas que asisten a los antiguos salones de baile tienen, en su gran mayoría,
más de 45 años. Se trata de una clientela que principalmente
va a bailar y no a

consumir drogas, bebidas alcohólicas, ni espectáculos de luz y sonido. Estalógica


de funcionamiento resulta la actualidad rentable el
ser en tan poco que ingreso que
obtienen los empresarios de estos locales es menos que la renta del suelo en la cual
están construidos sus inmuebles. Resulta evidente entonces el horizonte
que que
les depara a
legendarios lugares
estos es poco halagüeño y todo induce a pensar
que están destinados a desaparecer.

Cabe advertir que los salones de baile desde su origen (los años veinte)
hasta nales de la década de los cincuenta, formaban de circuito de difusión
parte un

de los bailes de pareja. entre los cuales estaban: pulquerías, caminas, academias y
186
Cuadernos de ANTROPOLOGÍA socuu. N° u

estudios de baile, teatros,


carpas, cabaretes, cines, clubs y otro tipo de centros
sociales. Existían además ouos lugares al aire libre en los que se podía bailar,
como por ejemplo las famosas “kenneses”, “jarnaicas”, tardeadas, amén de las
populares “canoas fandanjeras” que recorrían un largo canal de agua que atravesaba
la ciudad.
A espacios
esos cerrados y abiertos se fue incorporando paulatinamente
una tecnologia (el fonógrafo, el cinematógrafo, la radio y la televisión) que creó
diversas modicaciones al marco de acción de las empresas que se habían creado
en tomo a la práctica de los bailes de pareja.
Tenemos entonces que en los años cincuenta se da un fuerte giro en la
infraestructura de la industria cultural, la cua] corresponde al proceso de
masicación de las ciudades centrales. Junto al imperio establecido por las cadenas
televisivas, en los setentas se da unauge de los conciertos que congregaban multi-
tudes en tomo al Rock por un lado y de una Cumbia muy comercial por el otro.
Pero en la década de los sesenta se dan varios cambios en la traza urbana de
la Ciudad de México, incorporándose nuevos ejes viales y otras obras públicas,
además de que la mancha urbana empieza a crecer aceleradamente y el centro

(donde se localizaban la mayor parte de los salones de baile) empieza a desdibujarse


como el principal punto de conuencia para el consumo y la recreación.
En la década de los ochenta aparecen los “tíbiris” como un espacio altemativo
para los jóvenes que gustan de la música de orígen afrocaribeño, pero que no

tienen la economía suciente para asistir a los salones de baile. Los “tíbiris”
mcionan en espacios abiertos y cerrados en los más diversos puntos de la zona

metropolitana de la Ciudad de México y distinguen


se de los salones de baile por
ofrecer las grabaciones musicales más recientes hechas en diversas ciudades de
América Latina, Nueva York y Los Angeles, mismas que se escuchan a través de

potentes aparatos de sonido.


Paralelamente a estos lugares aparecieron otros destinados a sectores con

mayores recursos económicos, cuyo consumo se orienta a la producción musical


reconocida como “moderna”, “pop”, “disco”, “tecno” y otras variantes. Estas

“discoteques” fueron invadiendo paulatinamente


y la Ciudad de México se han

impuesto como lugares distintivos para la gente con poder adquisitivo, de ahí que
se caractericen entre otras cosas, porque en la entrada hay sujetos encargados de
seleccionar el ingreso de los asistentes, según su pertenencia social.

vísperas
En siglo del
y bajo impulso XXI el de un acelerado proceso de

globalización, en la Ciudad de México se ha dado una notable proliferación de un

nuevo tipo tugurios de en donde los clientes pueden bailar sin inhibición alguna
(aparentemente), con quien le de la gana (solo o con pareja del mismo o del otro

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sexo), además de ver y sentir todo “aquello que ni siquiera imaginó” (los table

dances), tocar y/o ser tocado por manos y labios anónimos (los dark rooms),
entre otras distracciones ofertadas en el mercado del cuerpo. Sin embargo, dentro
de esta amplia diversidad de ofertas para el baile resultan ser, en su gran mayoría,
inaccesibles para las clases populares.
Es innegable que estamos viviendo, a mediados de la década de los noventa,
una época de reestructuración de los ambientes sociales generados en los lugares
públicos. En estos espacios de interacción social, se ofrecen diversas formas de
poner en juego situaciones contrapuestas, pero que de hecho dan combinadas,
se

esto es: el predominio de la individualidad en losespacios colectivos, el anonimato


frente al anhelo del reconocimiento, la existencia de lugares públicos que sólo

pueden adquirir reconocimiento social en la medida en la cual puedan brindar un

ambiente privado y/o familiar.


Dentro del campo señalado es que nos proponemos indagar la siguiente
cuestión: globalización
la está creando
libertad, mayoresespacios de de
posibilidades de expresión corporal, de reconocimiento y comunicación con el
propio cuerpo y con los demás, por
o el contrario, se trata de una mayor explotación
del mercado del cuerpo, de una patética danza de soledades, de la conguración
de individuos cada vez más escindidos y necesitados de una tecnología sosticada
para poder sentir y comunicarse.
Lo que hemos podido observar hasta el momento nos hace coincidir con las
conclusiones hechas por Bryan S. Turner (l 989) y David Le Bretón (l 995), quienes
ai reexionar sobre el cuerpo en la actual modemidad, indican que se trata de un

reforzamiento mercantilista del hedonismo, conjuntamente al hecho de que el cuerpo


se toma cada vez más en un factor de individualización.
Existe otra cuestión que, al estar íntimamente relacionada con la
problemática expuesta, pertinente
es delinear también a grandes
rasgos. Ésta tiene
que ver con las actuales políticas urbanas dirigidas al funcionamiento de los espacios
públicos para la recreación.
Tenemos espacios que los
rigen por una serie decitados
disposicionesse

establecidas por una agencia gubemamental llamada Departamento del Distrito


Federal. Esta instancia a través de sus dieciséis
es la que,
delegaciones políticas,
otorga las licencias y permisos ociales sin los cuales no puede operar ningún
establecimiento o evento al aire libre. Se supone que tales preceptos están basados
en un reglamento, sin embargo en los últimos meses se han reportado una serie de
anomalías en la dotación de las licencias el funcionamiento de varios
y lugares en
los que es factible bailar.

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El reglamento antes citado se elaboró en el año 1944, mismo que tuvo ligeras
modicaciones hasta mediados de 1996, en que se decretó una nueva ley. Como el
reglamento de 1944 resultaba anacrónico para las necesidades actuales de los salones
de baile, los empresarios de los mismos consideraban que debía reformularse, lo
cual se realizó mediante la expedición de la “Ley para el Funcionamiento de
Establecimientos Mercantiles en el Distrito Federal”. Esta reformulación se hizo,

por desgracia y como suele suceder, sin escuchar la opinión de los directamente
afectados, que en este caso son los antiguos empresarios, además de que los cambios
ahí anotados presentan nuevos problemas para el mejor funcionamiento de los
salones de baile.
Los dueños de los establecimientos en los cuales se puede bailar están a la
espectativa de la forma en la que la nueva ley será aplicada debido a que, a varios
meses de publicación,
su aún no
pone se en vigor porque no se ha hecho el
reglamento correspondiente. Quedan pendientes entonces varias cosas, como por
ejemplo, los nuevos horarios que se establecerán para cada giro. Mientras se hacen
las respectivas adecuaciones se deja a la discrecionalidad de cada una de las
delegaciones el otorgamiento de dichas licencias.
También se deja en manos de los delegados la decisión de la posibilidad o
no de efectuar bailes en la vía pública, señalando en la misma ley que quedan
prohibidos los bailes al aire libre a excepción de los organizados por las propias
delegaciones por alguna
o otra instancia gubemarnental. Tal determinación afecta
seriamente lo que se había constituido ya en una práctica comunitaria en varios
asentamientos urbano-populares. La calle como único espacio posible de recreación
colectiva para las clases populares, queda vetada con esta nueva disposición a

menos de que los organizadores de bailes al aire libre logren negociar politica y
económicamente con las autoridades.
Para terminar nuestra participación quisiéramos concluir planteando tan

sólo la siguiente reexión. Los salones de baile ya no sólo son empresas poco
rentables, sino que tampoco lugares resultan atractivos para los buscadores de
emociones fuertes o para los adictos de las nuevas tecnologías; aquellos que ni de

preeren envolverse en el pleno anonimato para descargar las múltiples tensiones

que les ocasiona una vida cada vez más individualista y competitiva.
Los que tuvimos la fortuna de apreciar íntimamente cómo es que en los
salones de baile la tradición se toma motivo de existencia. envuelta por la magia
de antiguos y nuevos encuentros; quienes cotidianamente buscamos y dis-utamos
de las prácticas colectivas (que no masivas) tenemos dos posibilidades: ser testigos
mudos o espectadores pasivos de la inminente extinción de estos y otros recintos
en los cuales se albergan las culturas populares dentro de esta caótica ciudad. o

189
bien, intentar junto con pequeños empresarios
los y clientes de los recintos citados,
desarrollar nuevas estrategias de funcionamiento que sin ser absorbidos por la
lógica de la ganancia, puedan seguir operando como lugares de encuentro y
comunicación.

NOTAS

el título de “Los
'
Esta investigación está publicada bajo salones de baile popular: espacios de
ritualización urbana” en García Canclini, Néstor (Coord.)( 1998). Cultura y Comunicación en la
Ciudad de México. México. Grijalbo/UAM.

Esta ley fue publicada en el Diario Ocial el 29 de mayo de 1996.

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