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Por Que No Soy Musulman - Ibn Warraq
Por Que No Soy Musulman - Ibn Warraq
Por Que No Soy Musulman - Ibn Warraq
E. RENÁN
Prólogo a esta edición
para hacer tal afirmación. Los dirigentes de la nueva jihad han dejado per-
fectamente en claro que su lucha es con el judaismo y el laicismo por una
cuestión de principios, no con el sionismo (o no sólo con él).»
Wagdi Ghuniem, un sacerdote egipcio y militante islámico, lo con-
firma cuando declara: «Supongamos que los judíos dijeran: "[Musulma-
nes], podéis quedaros con Palestina." ¿Nos parecería bien? ¿Lo aceptaría-
mos? ¡No! Es un problema de creencias, no de territorios.»3
Tampoco reside la causa en la política exterior estadounidense, ya
que la política sostenida con los árabes y musulmanes ha sido básicamente
de acuerdos, no de antagonismo. Durante la guerra fría, Estados Unidos
apoyó siempre a los árabes contra los comunistas. Las recientes actua-
ciones militares de Estados Unidos apoyó siempre a los árabes contra los
comunistas. Las recientes actúa en Oriente Medio han sido principal-
mente a favor de los musulmanes, no contra ellos. Protegieron a Arabia
Saudí y Kuwayt de Iraq, a Afganistán de los soviéticos, a Bosnia y Kosovo
de Yugoslavia, y a Somalia del dictador militar Muhammad Farah Aidid.
¿Y qué tiene que ver la política exterior estadounidense con el asesi-
nato de ciento cincuenta mil argelinos a manos de fanáticos islamistas?
Sí, desde 1992 los islamistas han asesinado brutalmente a ciento cincuenta
mil argelinos, es decir, quince mil personas por año en los últimos diez
años. Esto equivale a cinco destrucciones como la de las Torres Gemelas
por año, o a una cada dos meses y medio a lo largo de diez años. Cuando
escribí este libro hace diez años, las principales víctimas del fundamenta-
lismo islámico eran musulmanes, hombres, mujeres, niños, escritores,
intelectuales y periodistas musulmanes.
La causa principal del fundamentalismo islámico es el propio islamis-
mo. ¿Qué tiene que ver la política exterior estadounidense con la lapida-
ción a muerte de una mujer por adulterio en Nigeria? Sólo tiene que ver
con el islamismo y la ley islámica. La teoría y la práctica de la jihad—la
política exterior de Bin Laden— no se tramaron en el Pentágono: derivan
directamente del Corán y la hadith, la tradición islámica. Pero a los libera-
les y los humanistas occidentales'les cuesta aceptar esto. El problema con
El islamismo quiere destruir todos los Estados y todos los gobiernos de la faz
de la Tierra que se opongan a la ideología y el programa del islamismo, sea
cual sea el país o nación que gobiernen. El propósito del islamismo es fundar
un Estado basado en su ideología y su programa, sea cual sea la nación que
asuma el papel de transmitir las normas islámicas y sea cual sea el gobierno
que resulte destruido durante el establecimiento de un Estado ideológica-
mente islámico.
El islamismo obliga a todos los adultos varones, con la única excepción de los
discapacitados, a prepararse para la conquista de [otros] países a fin de que el
mandato islámico se obedezca en todos los países del mundo.
5 Sayeed Abdul A'la Maududi, Jihad in Islam [La jihad en el Islam], Lahore, Pakistán,
20017, P- 8-
6 Ibíd.,p. 9.
Ibn Warraq 17
7 Citado por Amir Taheri, Holy Tenor, Londres, 1987, pp. 226-227.
8 Citado por Eliot A. Cohén, «World War IV. Let's Cali This Conflict What It Is» [La
cuarta guerra mundial. Llamemos a este conflicto por su nombre], en Opinión
Journal (www.opinionjournal.com) del 20 de noviembre de 2001.
18 Por qué no soy musulmán
10 L. Cari Brown, Religión and Stste: The Muslim Approach to Politics [La religión y
el Estado: la concepción musulmana de la política], Columbia University Press,
Nueva York, 2000.
11 Ibíd.,pp. 120-121.
22 Por qué no soy musulmán
presión sobre quien rechazara los axiomas aceptados por la sociedad. [...] Mi
conciencia sólo me pertenece a mí.1^
Nací en una familia musulmana y crecí en un país que hoy es una repúbli-
ca islámica. Todos mis familiares cercanos se consideran musulmanes,
unos más ortodoxos y otros no tanto. Los recuerdos más tempranos que
conservo son los de mi circuncisión y de mi primer día en la escuela corá-
nica (dejo en manos de los psicoanalistas el interpretar esto como más les
plazca). Incluso antes de saber leer y escribir en la lengua de mi país,
aprendí a leer el Corán en árabe sin entender ni una palabra, una expe-
riencia que es común a miles de niños musulmanes. No bien fui capaz de
pensar por mí mismo, rechacé todos los dogmas religiosos que me habían
inculcado. Ahora me considero un humanista laico que cree que todas las
religiones son ensoñaciones malsanas de los hombres, falsas —demostra-
blemente falsas— y perniciosas.
Tales son mis antecedentes y mi posición, y todo habría quedado ahí
de no haber sido por el asunto Rushdie y la ascensión del islamismo.
Nunca había escrito libro alguno, pero estos hechos me impelieron a
escribir éste. Los que pertenecen a mi generación, posterior a la segunda
guerra mundial, se preguntan a veces cuál habría sido su postura en esos
años treinta tan cargados ideológicamente. ¿Habrían defendido el nazis-
mo, el comunismo, la libertad, la democracia, la monarquía, el antiimpe-
rialismo? No es habitual que uno tenga en la vida la posibilidad de mani-
festar cuál es su posición en una cuestión de vida o muerte: el asunto
Rushdie y la ascensión del islamismo son cuestiones que revisten esa gra-
vedad, y este libro es la manifestación de mi posición. Para aquellos que
lamentan no haber vivido en los años treinta y haber podido así mostrar
su compromiso con una causa, les recuerdo que ésta —en primer lugar, el
asunto Rushdie y, en segundo lugar, la guerra que tiene lugar en Argelia,
30 Por qué no soy musulmán
Es curioso que los hombres acepten la validez de los argumentos de una dis-
cusión pero objeten que se lleve éstos «a un extremo», sin ver que, si las razo-
nes no son válidas en un caso extremo, no lo son en ningún caso.1
Creo que es importante que, durante la lectura de este libro, se tenga pre-
sente la distinción entre teoría y práctica, entre lo que los musulmanes
tienen que hacer y lo que de hecho hacen, entre lo que deberían creer y
hacer y lo que realmente creen y hacen. Es posible distinguir tres clases de
islamismo: uno es lo que Mahoma enseñó, es decir, sus enseñanzas tal
como están contenidas en el Corán; otro es la religión explicada, interpre-
tada y desarrollada por los teólogos en la tradición o hadith, la cual incluye
la sharia y la ley islámica; el tercero es lo que los musulmanes realmente
hacen y practican, es decir, la civilización islámica.
Si alguna tesis general puede desprenderse de este libro es que el ter-
cer islamismo, la civilización islámica, consigue a veces logros maravillo-
sos a pesar de los otros dos islamismos, y no gracias a ellos. La filosofía, la
ciencia, la literatura y el arte islámicos no habrían alcanzado tales logros si
se hubieran restringido a los dos primeros islamismos. Tomemos el caso
de la poesía, por ejemplo. Al menos en un principio, Mahoma despreció a
los poetas: «Los que se apartan del buen camino siguen a los poetas» (sura
26.224); y>en Ia colección de tradiciones conocida como mishkat, se hace
decir a Mahoma: «Es preferible un vientre lleno de materia purulenta que
un vientre lleno de poesía.» Si los poetas hubieran obedecido a los dos
primeros islamismos, no habríamos tenido sin duda los poemas de Abu
Nuwas cantando las alabanzas del vino y de los hermosos traseros de los
jóvenes, ni ninguna de las otras poesías sobre el vino por las que la litera-
tura árabe es justamente famosa.
En cuanto al arte islámico, el Diccionario de islamismo (DI)4 dice que
Mahoma maldijo al pintor o dibujante de hombres o animales (mishkat7,
cap. 1, p. 1), y por consiguiente tal conducta se consideró ilícita. Tal como
34 Por qué no soy musulmán
En este año [1284] se supo en Bagdad que el judío Ibn Kammuna había
escrito una obra [...] en la que se refería a las profecías con total insolencia.
38 Por qué no soy musulmán
Muchos de los ejemplos que cito están tomados del excelente libro de
Daniel Pipes The Rushdie Affair [El asunto Rushdie]. Pipes habla de
todos los escritores o pensadores musulmanes que fueron castigados por
su obra herética, y de aquellos que lograron escapar al castigo. Antes de
relatar el trágico destino de Dashti, quiero referirme a algunas de las sor-
prendentes críticas a ciertas creencias caras a los musulmanes que éste
manifiesta en su obra clásica Twenty-Three Years [Treinta y tres años].
Aunque el libro data de 1937, no se publicó hasta 1974, y esto ocurrió en
Beirut porque, entre los años 1971 y 1977, el régimen del sha de Irán prohi-
bió toda publicación de cualquier crítica a la religión. Después de la revo-
lución iraní de 1979, Dashti autorizó a los grupos opositores para que
publicaran clandestinamente su obra. Se calcula que entre 1980 y 1986 se
vendieron más de medio millón de ejemplares de su libro, cuyo título
hace referencia a la trayectoria profética de Mahoma.
Ante todo, Dashti defiende el pensamiento racional en general y cri-
tica la fe ciega dado que «las creencias pueden embotar la capacidad
humana de raciocinio y el sentido común»,11 incluso de gente instruida.
El pensamiento racional, en cambio, requiere «un estudio más imparcial».
Dashti niega contundentemente todos los milagros atribuidos a Mahoma
por los comentaristas musulmanes posteriores a él, y somete a un exa-
men minucioso y escéptico la visión ortodoxa de que el Corán es la pala-
bra del propio Dios y de que es milagroso tanto en virtud del contenido
como de su elocuencia. Señala asimismo que «antes de que prevalecieran
el fanatismo y la desmesura, [algunos de los primeros eruditos musulma-
nes] reconocieron francamente que la disposición y la sintaxis del Corán
no son milagrosas y que era posible que otras personas temerosas de Dios
pudieran producir obras de igual o mayor valor».12
ticos que niegan la elocuencia del Corán. [...] En resumen, se han señalado en
el Corán más de cien desviaciones de las reglas normales.1^
no contiene nada nuevo, ninguna idea que no haya sido expresada antes por
otros. Todos los preceptos morales del Corán son obvios y reconocidos por el
común de las gentes. Todas las historias que incluye están tomadas tal cual o con
ligerísimas modificaciones de la tradición judía o cristiana, a cuyos rabinos y
monjes consultó Mahoma en sus viajes a Siria, o bien de relatos conservados por
los descendientes de los pueblos de «Ad y Tamud». [...] No obstante, en el ámbito
de las enseñanzas morales el Corán no puede considerarse milagroso. Mahoma
repitió principios que la humanidad había concebido siglos antes y en muchas
partes. Confucio, Buda, Zoroastro, Sócrates, Moisés y Jesús habían dicho cosas
semejantes. [...] Muchos de los deberes y ritos del islamismo son continuaciones
de prácticas que los árabes paganos habían tomado de los judíos.1^"
un gran éxito y llegó a rivalizar en popularidad con los escritos del dog-
mático jeque Kashk. Se tradujo al turco, el persa, el urdu y a otras lenguas
del mundo islámico.
Es digno de mención también otro trabajo publicado antes de febrero
de 1989. En L'Islam en questions [Preguntas sobre el islam] (Grasset,
1989), veinticuatro escritores árabes respondieron a las cinco preguntas
siguientes:
1. ¿Conserva el islamismo su vocación universal?
2. ¿Puede el islamismo ser un sistema de gobierno de un Estado
moderno?
3. ¿Un sistema islámico de gobierno es un paso obligatorio en la evo
lución de los pueblos árabes e islámicos?
4. La «vuelta al islamismo» que se observa en los últimos diez años en
la mayoría de los países musulmanes ¿es algo positivo?
5. ¿Cuál es hoy día el principal enemigo del islamismo?
Las respuestas muestran claramente que, a juicio de la mayoría de
estos intelectuales, el islamismo no es la respuesta a los problemas socia-
les, económicos y políticos imperantes en el mundo islámico. La mayor
parte de ellos defiende con fervor un Estado laico. Nueve escritores con-
testaron rotundamente que no a la pregunta de si el islamismo podía ser
un sistema de gobierno de un Estado moderno. Otros seis se manifesta-
ron con igual contundencia a favor de un Estado laico. Y aquellos que
contestaron afirmativamente a esta pregunta condicionaron su respuesta
con consideraciones tales como «siempre y cuando se respeten los dere-
chos», «a condición de que se haga una interpretación moderna del isla-
mismo» y otras semejantes. Prácticamente todos consideraron que la
«vuelta al islamismo» era un hecho negativo y que el fanatismo religioso
era el peor peligro a que se enfrentaban todos los musulmanes. Uno de
los escritores interrogados fue Rachid Boudjedra, novelista, dramaturgo,
ensayista, comunista y ateo confeso, quien ha hecho durísimos comenta-
rios24 sobre la religión en Argelia y ha denunciado la hipocresía de la
mayoría de los «creyentes» —un ochenta por ciento—, que sólo rezan o
fingen rezar en el mes del Ramadán, el sagrado mes de ayuno; que hacen
el peregrinaje a la Meca sólo por el prestigio social; que beben alcohol y
fornican, y no obstante se proclaman buenos musulmanes. A la pregunta
Ibn Warraq 45
En general se desconoce que desde 1983 hay una fatwa dictada contra
Boudjedra, el cual sigue viviendo en Argelia a pesar de las amenazas de
muerte, donde trata de llevar una vida lo más normal posible y se despla-
za de un lado a otro siempre oculto bajo un disfraz. Para agravar sus
«errores», en 1992 Boudjedra escribió un ataque feroz contra el FIS —el
partido islamista, que intentaba ganar las elecciones de ese año— en el
que los acusó de ser un partido extremista y antidemocrático y llegó
incluso a compararlos con el partido nazi de los años treinta. Boudjedra
manifiesta un gran desdén hacia quienes guardan silencio y hacia quienes
no sólo se abstienen de criticar a los islamistas sino que pretenden que
hay algo «positivo» en su regresión a la época medieval. La fatwa de 1983
condujo naturalmente a la fatwa de 1989.
Ibn Warraq 47
Y qué hay de alguien tan amado para Roper como es Hume, el cual
escribió:28
[El Corán es] una obra violenta y absurda. Leamos su narración [de Mahoma];
pronto veremos que prodiga alabanzas a hechos de traición, inhumanidad,
crueldad, venganza y fanatismo que son absolutamente incompatibles con
una sociedad civilizada. No parece respetarse aquí ninguna de las reglas bási-
cas del derecho; y las acciones son denostadas o alabadas según que dañen o
beneficien a los verdaderos creyentes.
te. Y todos los que ves aquí, sembradores de escándalo y de cisma, vivie-
ron, pero ahora están hendidos así.»30
En sus notas a la traducción inglesa de la Divina comedia, Mark Musa
resume las razones por las que Dante coloca a Mahoma en el Infierno: «El
castigo de Mahoma, de ser hendido desde la ingle hasta el mentón, junto
con el castigo complementario de Alí, representa la creencia de Dante de
que ambos iniciaron el gran cisma entre la Iglesia cristiana y el islamismo.
Muchos de los contemporáneos de Dante pensaban que Mahoma era ori-
ginalmente cristiano y que era un cardenal que deseaba convertirse en
papa.»31
También Carlyle y Voltaire dijeron cosas muy duras sobre el Corán y
Mahoma, pero en 1989 los apologistas occidentales del islamismo estaban
demasiado ocupados, o bien atacando a Rushdie, o bien haciendo proseli-
tismo islámico y guardándose de expresar crítica alguna a su fe. Al explicar
el «fundamentalismo islámico» en función de la miseria económica o de
nociones tales como «la pérdida de identidad», «el sentimiento de ser trai-
cionados por Occidente» o «el racismo blanco», estos apologistas legitima-
ban una conducta bárbara y traspasaban a Occidente la responsabilidad
moral de los musulmanes. El argumento habitual era: «El problema no es el
islamismo sino los extremistas que se han apropiado del Corán. El islamis-
mo es una religión tolerante, y el ayatolhh Jomeini no respeta el verdadero
espíritu del islamismo ni sus principios. Lo que éste ha aplicado de manera
tan horrorosa en Irán no es verdaderamente islámico sino una grotesca cari-
catura. El islamismo siempre ha sido tolerante con los disidentes.»
Ante todo, no es correcto hablar de un «fundamentalismo islámico»
tal como podría hablarse de un «fundamentalismo cristiano», ya que la
diferencia entre el cristianismo y el islamismo es enorme. La mayoría de
los cristianos se han apartado de la interpretación literal de la Biblia; así
pues, se puede distinguir correctamente entre cristianos fundamentalis-
tas y no fundamentalistas. Pero los musulmanes no se han apartado de la
interpretación literal del Corán: todos los musulmanes, y no sólo el
grupo que hemos denominado de «fundamentalistas», creen que el Corán
es literalmente la palabra de Dios.
Los ejemplos que citábamos antes sobre los tumultos populares
demuestran que los musulmanes corrientes se sienten fácilmente injuria-
Ibn Warraq 49
Jomeini extrae todas sus citas del Corán, y prácticamente da una defi-
nición de diccionario de la doctrina islámica de la jihad. El célebre Diccio-
nario de islamismo define la jihad como «una guerra religiosa contra
aquellos que no creen en la misión de Mahoma. Es un deber religioso
imperioso, establecido como una institución divina en el Corán y en las
tradiciones, impuesta especialmente con el propósito de promover el
islamismo y proteger del mal a los musulmanes».33
Si el Corán es la palabra de Dios, tal como Jomeini y todos los musul-
manes creen, y sus mandatos tienen que ser obedecidos fielmente, ¿quién
es más coherente, Jomeini o los musulmanes moderados y los apologistas
occidentales del islamismo? Creo que la respuesta es obvia.
Una falta de sinceridad semejante se aprecia en los penosos intentos
de los intelectuales musulmanes modernistas —hombres y mujeres—
por demostrar que «el verdadero islamismo trata bien a las mujeres» y que
no hay contradicción alguna entre la democracia y el islamismo, entre los
derechos humanos y el islamismo. (Véase el capítulo 5, donde desarrolla-
remos este tema.)
John Esposito, un islamista norteamericano de la Universidad Holy
Cross, publicó en 1991 un libro titulado The Ishmic Threat: Myth orRea-
lity? [La amenaza islámica: ¿mito o realidad?]. El libro se basa en la misma
clase de falsedad que la pornografía «suave». Pese al sugerente título sólo
se queda en promesas, y es fácil saber de antemano, sin abrir siquiera el
libro, cuáles serán sus respuestas. Es de sobra conocido que, desde el
asunto Rushdie, la Oxford University Press no habría aceptado publicar
un libro que se atreviese a criticar el islamismo, y que Esposito no se
habría expuesto a despertar las iras de todo el mundo islámico. Lo que
tanto Esposito como el conjunto de los apologistas occidentales del isla-
Ibn Warraq 51
Hace tres años que el escritor Salman Rushdie vive bajo la amenaza de
muerte proclamada por Jomeini, y aún no ha habido ninguna acción colectiva
iraní que condene este bárbaro decreto. Cuando en Irán se llevó a cabo este
indignante y deliberado ataque contra la libertad de expresión, creímos que
los intelectuales iraníes debían condenar esta fatwa y defender a Salman
Rushdie con más empeño que el de cualquier otro grupo en la Tierra.
Los firmantes de esta declaración, que han expresado de muy diversas
maneras su apoyo a Salman Rushdie, creen que la libertad de expresión es uno
de los mayores logros de la humanidad y, tal como dijo alguna vez Voltaire,
52 Por qué no soy musulmán
sostienen que esta libertad carece de sentido a menos que los seres humanos
tengan la libertad de proferir blasfemias. Nadie tiene derecho de coartar esta
libertad en nombre de tal o cual condición sagrada.
Resaltamos especialmente que la sentencia de muerte de Jomeini es
intolerable y que, al juzgar una obra de arte, sólo las consideraciones estéticas
son válidas. Alzamos unánimemente la voz en defensa de Salman Rushdie, y
recordamos al mundo entero que los escritores, periodistas y pensadores ira-
níes estamos continuamente bajo la inmisericorde presión de la censura reli-
giosa, y que el número de éstos que han sido encarcelados e incluso ejecuta-
dos por «blasfemia» no es en absoluto despreciable.
Tenemos el convencimiento de que cualquier muestra de tolerancia hacia
la sistemática violación de los derechos humanos perpetrada en Irán sólo sirve
para alentar e incitar al régimen islámico a continuar con su política de propa-
gar sus ideas y métodos terroristas por todo el mundo.
Un historiador como Norman Daniel ha ido tan lejos como para incluir toda crí-
tica a las actitudes morales del profeta entre las concepciones impregnadas de
medievalismo o imperialismo, y tildar de tendenciosa toda explicación del isla-
mismo y de sus características que haga uso de los mecanismos normales de la
historia humana. La comprensión ha dado paso a la apología pura y simple.44
Patricia Crone e Ibn Rawandi han señalado que los eruditos occiden-
tales abandonaron su actitud crítica hacia las fuentes del islamismo en la
Ibn Warraq 55
mujer, pero nos abstenemos de criticar un libro sagrado que defiende la lapi-
dación de las mujeres adúlteras (¡condenadas por un tribunal que prohibe
que una mujer pueda testificar!). Los protectores de animales critican a los
laboratorios, que emplean escrupulosamente anestesia en todas sus opera-
ciones. Pero ¿qué hay de las matanzas rituales, en las que los animales tie-
nen que estar plenamente conscientes cuando los degüellan? [...] Se supone
que todos debemos luchar contra nuestros prejuicios. Pero, si le pedimos a
una persona religiosa que justifique su fe, infringimos «la libertad re-
ligiosa».5o
Puede afirmarse sin faltar a la verdad que no hay punto de comparación entre
la crueldad de los sarracenos hacia los cristianos y la de los papistas hacia los
verdaderos creyentes. En la guerra contra los valdenses, o incluso en las aisla-
das matanzas de la Noche de San Bartolomé, se vertió más sangre en nombre
de la religión de la que vertieron los sarracenos en todas sus persecuciones de
Ibn Warraq 59
Obispo y escritor francés del siglo xvn, ardiente defensor de la ortodoxia católica.
(N.delat.)
60 Por qué no soy musulmán
Parece ser que Europa siempre ha necesitado un mito a fin de establecer compa-
raciones y formular recriminaciones. [...] La Ilustración del siglo xvm tenía dos
prototipos ideales, el noble salvaje y el sabio y cortés oriental. Este último papel
estaba algo disputado. Por momentos los chinos, considerados un modelo de
virtudes morales por los jesuitasy un ejemplo de tolerancia laica por los filóso-
fos, daban cumplidamente la talla para tal papel en el juego intelectual de som-
bras chinescas de Occidente. Luego aparecía la desilusión, y se agravaba con los
informes de viajeros que no habían conformado sus percepciones según los
jesuítas o los filósofos, sino por su propia experiencia. Cuando Gibbon comen-
64 Por qué no soy musulmán
también es cierto: cien autores pueden estar equivocados y uno solo tener
razón.
«Pero, sin entrar en consideraciones sobre la verdad de lo que predi-
caba, un hombre insincero no habría tenido tanto éxito», prosigue Carly-
le. Nuevamente se trata de un argumento erróneo. ¿Cómo sabemos que
Mahoma era sincero? Porque de otro modo no habría tenido tanto éxito.
¿Por qué tuvo tanto éxito? Porque era sincero. ¡Se argumenta con un
círculo vicioso! Es decir, se prueba que Mahoma era sincero dando por
sentado —sin pruebas— que sólo la sinceridad pudo ser causa del éxito.
Según cuenta una anécdota, L. Ron Hubbard le apostó a Arthur C. Clarke
a que era capaz de fundar una nueva religión; y fue entonces cuando el ex
terapeuta fundó la religión de la cienciología. Es sumamente difícil saber
cuánta de su propia charlatanería creen los charlatanes. Teleevangelistas,
médiums, gurús, fundadores de religiones, cultos y movimientos: en
todos ellos hay algo de Elmer Gantry.*
Como sus predecesores, Carlyle tenía un conocimiento superficial del
islamismo —podría decirse sin temor a equivocarse que, como obra erudi-
ta, su ensayo sobre Mahoma carece por completo de valor— pero, a dife-
rencia de ellos, utiliza el islamismo como arma contra el materialismo y el
utilitarismo. Hondamente preocupado por el mundo mecánico que estaba
surgiendo tras la Revolución industrial, se vio obligado a recurrir al recon-
fortante mito de la sabiduría oriental. Como el Bouvard de Flaubert, Carlyle
ansia que, por intermedio de Oriente, Occidente despierte de su parálisis
espiritual. Carlyle enunció algunas ideas que más tarde reaparecerían a lo
largo de los siglos xix y xx. El historiador concebía el islamismo como
una vaga forma de cristianismo, un hijo bastardo de éste pero despojado
de todas sus características absurdas. Mientras que Dante y sus contempo-
ráneos veían el islamismo como una herejía cristiana, y por tanto inferior,
Carlyle tenía una concepción mucho más positiva: «Decimos que el credo
de Mahoma es una especie de cristianismo; [...] debería añadir que se trata
de una especie de cristianismo mucho mejor que el de las miserables sectas
Tal como dice Richard Robinson, «la religión está gravemente impregna-
da de falta de honradez intelectual».
El estudioso cristiano Watt fue párroco de Saint Mary Boltons, en
Londres, y de Oíd Saint Paul, en Edimburgo, y fue ordenado pastor angli-
cano. Según el consenso general, es el principal especialista actual en isla-
mismo de Gran Bretaña y, tal vez, de todo Occidente. Tanto el profesor
Watt como sir Hamilton Gibb consideran que el escepticismo, el ateísmo
y el comunismo son los enemigos a que se enfrenta toda religión verda-
dera. Siguiendo los pasos de Carlyle, confían en una inspiración espiri-
tual que provenga de Oriente. Watt juzga como sigue el estado de la reli-
gión: «El islamismo —o, tal vez, sería mejor decir Oriente— ha tendido a
destacar extremadamente el designio divino, mientras que en Occidente
se atribuye demasiada importancia a la voluntad humana, sobre todo en
épocas recientes. Ambos se han extraviado de la verdadera senda, aunque
en direcciones diferentes. Occidente tendría que extraer alguna enseñan-
za de este aspecto de la verdad que Oriente comprende tan bien.»8°
(Adviértase que Oriente tiene la última palabra. ¿Acaso Oriente no tiene
nada que aprender de Occidente?)
En su artículo «Religión y antirreligión» apenas logra disimular su
desdén hacia el laicismo. «La ola de laicismo y materialismo está men-
guando», comenta Watt^1 con aprobación. «Las mentes más claras de
Oriente Medio advierten la gravedad del problema en la época actual, y
son conscientes de que se necesita una religión para afrontar las situa-
ciones que surgen cuando estos problemas se involucran en su vida per-
sonal.» Luego comenta el trabajo de Manfred Halpern, el cual
habla de los Hermanos Musulmanes de Egipto, Siria y otras partes, así como
de movimientos como el islamismo Fida'iyan de Irán y el islamismo Khaksars
y Jama'at-i de Pakistán, y los considera totalitaristas neoislámicos; incluso
señala sus semejanzas con el fascismo y con el nacional-socialismo alemán de
la época de Adolf Hitler. Esto puede justificarse desde un punto de vista
exclusivamente político, y de hecho las semejanzas existen. Pero, considera-
do en una perspectiva más amplia, el enfoque es erróneo. Es cierto que, en
ocasiones, estos movimientos «se esfuerzan por desencadenar pasiones y
violencia a fin de incrementar el poder de su carismático líder y la cohesión
Ibn Warraq 71
no aceptar que Dios habló por boca de Mahoma, tal como alegan los musul-
manes, y no obstante juzgar la situación resultante como si tal cosa fuera ver-
dad. El hecho de que la gente crea que ello es verdad no lo vuelve verdadero,
pero sus acciones son iguales a lo que habrían sido si ello hubiera sido verdad.
[...] Pero, si no se logra esta actitud mental y espiritual, todo progreso es
imposible.
Foucault ante las atrocidades de Jomeini. Sartre" sostenía que había que
pasar por alto o hacer desaparecer las pruebas de los campos de trabajos
forzados a fin de no desmoralizar al proletariado francés. En escritos de
octubre de 1978, Foucault se mostraba entusiasmado con los sucesos de
Irán, «que hacen recordar algo que Occidente había olvidado desde el
Renacimiento y la gran crisis del cristianismo: la posibilidad de una
"espiritualidad política"».100 Una jovencita iraní escribió una elocuente
carta quejándose de la necia admiración de Foucault por el islamismo:
Mahoma y su mensaje
ña. Y, lo que es más, no pueden quejarse de que tal retrato sea obra de un
enemigo.
Tal vez el primer libro occidental en que se aplicó el método históri-
co-crítico para estudiar la vida de Mahoma sea Mohammad derProphet,
sein Leben und sein Lehre [Mahoma el profeta, su vida y sus enseñanzas]
(1843), de Gustav Weil, en el que se sugiere la idea de que Mahoma sufría
de epilepsia.
Se sucedieron luego diversos trabajos, entre ellos los de Sprenger,
Noldeke y Muir. Veremos ahora los de Muir y Sprenger, y en el próximo
capítulo comentaremos la gran obra de Noldeke sobre el Corán, Ges-
chichte des Qorans [Historia del Corán].
El libro de Muir Life ofMahomet [Vida de Mahoma] apareció entre
1856 y 1861, en cuatro volúmenes. Se basaba en las fuentes originales
musulmanas, unas fuentes cuya exactitud es bastante cuestionable pero
que Muir considera dignas de atención. Muir emitiría un juicio sobre la
personalidad de Mahoma que los investigadores posteriores repetirían
una y otra vez. Muir5 divide la vida de Mahoma en dos períodos, el de La
Meca y el de Medina. Durante el primer período, en La Meca, Mahoma era
un sincero buscador de la verdad, religiosamente motivado; pero en el
segundo Mahoma muestra sus flaquezas y se deja corromper por el poder
y por ambiciones mundanas:
El juicio final de Muir es que «la espada de Mahoma y el Corán son los
más acérrimos enemigos de la civilización, la libertad y la verdad que el
mundo haya conocido jamás».
A principios del siglo xx, Caetani llegó a una conclusión similar. En
Medina, Mahoma está extremadamente seguro de sí mismo, es consciente
de su superioridad.
La idea [...] de que sufría de epilepsia se ve confirmada por los datos que se
poseen sobre sus experiencias durante el proceso de revelación (la posibili-
dad de que estos síntomas se provocaran artificialmente no resta importancia
al hecho). El proceso iba acompañado de una pérdida de conciencia, a la que se
sumaba a veces (o precedía) un campanilleo en los oídos o la sensación de que
había alguien presente, y un acceso de terror que dejaba al paciente cubierto
de sudor; la cabeza se le torcía hacia un costado, la boca se le llenaba de espu-
ma, la cara enrojecía o palidecía, y experimentaba un fuerte dolor de cabeza.5
88 Por qué no soy musulmán
hasta sus revelaciones se volvían medios para aprobar sus tendencias eróti-
cas o para poner orden en su harén. [...] Es forzoso suponer que sus prime-
ras revelaciones fueran tal vez un medio artificial para mantener viva su
reputación, y que en realidad solía ser conscientemente culpable de fraude
piadoso.
Sus peculiares ataques [...] no sólo indican una condición patológica, sino
que revelan una naturaleza histérica con francas anomalías. Una característica
siempre presente en tales naturalezas es la total incapacidad para distinguir la
mentira de la verdad; al estar gobernados enteramente por ideas compulsivas,
son incapaces de ver las cosas como realmente son, y están tan profundamente
convencidos de tener razón que ni el más convincente razonamiento puede
persuadirlos de lo contrario.
Pero Buhl niega sin embargo que Mahoma sufriera en Medina una
transformación completa de su carácter; a su juicio, también en este
segundo período se observan vestigios de su idealismo temprano.
En Aspects ofIslam [Aspectos del islamismo], el doctor Macdonald
propone una teoría psicoanalitica en la que se considera a Mahoma un
caso patológico, y añade: «Cómo llegó a tal vileza, es un problema que
dejo a quienes han estudiado cómo los médiums más honrados pueden
comenzar a engañar en cualquier momento. »7
En Mohammed and the Rise of Islam [Mahoma y el surgimiento del
islamismo], Margoliouth8 sugiere que el islamismo es una sociedad
secreta, y compara a Mahoma con los médiums modernos y con Joseph
Smith, el fundador de los mormones. Margoliouth describe los subterfu-
Ibn Warraq 89
que estos incidentes se relatan en las fuentes musulmanas (Ibn Ishaq, al-
Tabariy otros).
Por otra parte, el documento no fue un convenio con los judíos. Por el
contrario, era una declaración formal del intento de separar los clanes árabes
de Medina de sus vecinos judíos, que hasta el momento habían estado a su
misma altura.10
Dos días más tarde [...] Ocba fue llevado fuera para ser ejecutado. Tuvo la osa-
día de protestar, y preguntó por qué se lo trataba con mayor rigor que a los
otros cautivos. «A causa de tu enemistad hacia Dios y su profeta», replicó
Mahoma. «Y mi hijita —gritó Ocba con el alma desgarrada—, ¿quién cuidará
de ella?» «¡El fuego del infierno!», exclamó el profeta, y al instante la víctima
fue decapitada. «¡Eras un canalla —continuó Mahoma— y un malvado perse-
guidor, y no creías en Dios, ni en su profeta ni en su Libro! Agradezco al Señor
que ha segado tu vida y así ha confortado mis ojos.»
Al oír estos versos, Mahoma dijo: «¿Nadie querrá librarme de esta hija
de Marwan?» Un celoso musulmán, Umayr ibn Adi, decidió satisfacer los
deseos del profeta, y esa misma noche se introdujo subrepticiamente en la
casa de la escritora mientras ésta dormía rodeada de sus pequeños hijos.
Incluso había uno prendido a su seno. Umayr apartó al pequenuelo que
mamaba y atravesó con su espada a la poetisa. «A la mañana siguiente, a la
hora de las plegarias en la mezquita, Mahoma, que conocía el sangriento
desenlace, le dijo a Omeir [Umayr]: "¿Eres tú quien ha asesinado a la hija
de Merwan?" "Sí —contestó el interpelado—, pero dime si por ello seré
aprehendido." "No —repuso Mahoma—; dos cabras lucharán duramente
entre sí por ello."» Mahoma lo alabó entonces frente a los musulmanes
reunidos en la mezquita, por sus servicios a Dios y a su profeta. Como
Sprenger comenta, el resto de la familia fue forzado a aceptar el islamismo
ya que un odio de sangre estaba fuera de sus posibilidades.
Poco después Mahoma decidió desembarazarse de otra persona que
había osado componer unos versos en que criticaba al profeta. Se trataba
de Abu Afak, perteneciente al clan Jazrach, de quien se decía que tenía
más de cien años. Fue asesinado mientras dormía.
Mientras tanto, Mahoma sólo estaba esperando una excusa apropiada
para atacar a los judíos. Con motivo de una estúpida riña ocurrida en el
Ibn Warraq 95
nos, pero quiero añadir aquí algunos comentarios, ante todo sobre ciertos
aspectos lógicos.
a) Una de las objeciones al argumento de los relativistas que acaba
mos de exponer es «que no puede decirse que esta proposición es objeti
va. El relativismo no puede declararse, porque la proposición que expresa
el relativismo no puede ser relativa. Se proclama como verdad absolu
ta».16 Dicho en otras palabras, en el relativismo hay inherente una falta de
lógica.
b) Si es imposible establecer comparaciones entre nuestra época y
cualquier período remoto del pasado, no sólo debemos abstenernos de
hacer juicios morales adversos, sino también de todo juicio favorable. No
podemos alabar una sociedad pasada, o a uno de sus individuos, desde
una perspectiva del siglo veinte. Y, sin embargo, los relativistas cometen
la inconsecuencia de emplear constantemente adjetivos cargados de valor
para describir a Mahoma, como por ejemplo «compasivo» (Rodinson,
p. 313). En la cita anterior de Stillman, éste tildaba de «amarga» la suerte
corrida por los Qurayza. ¿Desde qué perspectiva es amarga, desde la del
siglo veinte o la del siglo séptimo? Asimismo Stillman habla de las
«duras» reglas de guerra; ¿«duras» desde qué perspectiva?
Es prácticamente imposible escribir historia empleando términos
absolutamente neutrales, aun cuando fuera deseable hacerlo. El propio
libro de Stillman, Thejews ofArabs Lanas [Los judíos de los territorios
árabes], está lleno de expresiones de valoración moral como, por ejemplo,
«tolerancia». Y ningún relativista puede legítimamente alabar a Mahoma
con términos tan absolutos como los que emplea Watt al llamarlo «uno
de los más extraordinarios hijos de Adán».
c) Si el relativismo tiene razón, no podemos comparar a Jesucristo,
Sócrates o Solón con Hitler, lo cual es absurdo. No podemos decir que
Jesús era moralmente superior a Hitler, lo cual es absurdo. Si la moral es
totalmente relativa, «los ciudadanos norteamericanos y británicos po
drían desaprobar la esclavitud y persecución de judíos, pero no podrían
argüir que tal cosa es injusta en un sentido absoluto ni afirmar que debe
rían tratar de impedirlo».1?
d) En la proposición de Stillman que citábamos más arriba hay implí
cita otra tesis añadida, la de que no podemos culpar a un hombre o una
100 Por qué no soy musulmán
mujer por ser «alguien de su tiempo». Tal tesis quita toda responsabilidad
moral al individuo y la deposita en la «época» en que la persona en cues-
tión vivió. Pero esto no sirve como defensa de Mahoma. Si Mahoma vivió
en una época bárbara, era pues un bárbaro, ni peor que cualquier otro
miembro de su sociedad, ni tampoco mejor. (Y, por supuesto, los relati-
vistas no pueden siquiera culpar a las «épocas».) Veamos ahora algunas
observaciones empíricas.
1. Sencillamente no es cierto que la Arabia del siglo séptimo sea
moralmente tan remota de nosotros. El comentario de Stillman peca de
una gran soberbia. Como señala Muir,18 refiriéndose al asesinato del judío
Ibn Sunayna, «no hay duda de que algunos musulmanes se escandaliza
ban ante crímenes como éste; pero la tradición no se preocupó por pre
servar lo que decían. Éste es uno de los pocos casos en que tales murmu
raciones salieron a la luz. Cuando Merwan era gobernador de Medina, le
preguntó un día a Benjamín, un converso de la tribu de Kab, cómo habían
dado muerte a Kab. "Con astucia y perfidia", contestó Benjamín». Rodin-
son'9 comenta a su vez: «El cuidado puesto en los textos para exculpar a
Mahoma demuestra que su conducta debía de despertar sentimientos
encontrados. Aun así, de los textos auténticos surgen detalles que hacen
muy difícil aceptar la inocencia de Mahoma.»
Es absurdo postular que los árabes del siglo vil desconocían por com-
pleto la piedad, la compasión y la generosidad. Como ha señalado Isaiah
Berlín:20 «Se exageran las diferencias entre los pueblos y sociedades. No
se conoce ninguna cultura que carezca de las nociones del bien y del mal,
de lo cierto y lo falso. El coraje, por ejemplo, se ha admirado en todas las
sociedades que conocemos. Hay valores universales. Éste es un hecho
empírico respecto a la humanidad.» La barbarie es barbarie en cualquier
época en que se dé.
Irónicamente, el propio Mahoma enseñaba que la verdadera nobleza
residía en la capacidad de perdonar, que aquellos que reprimieran su ira y
perdonaran a los hombres serían recibidos en el Paraíso por su buena con-
ducta (suras 3.128 y 24.22). No obstante, faltó singularmente a este prin-
cipio en el trato dado a los Banu Qurayza.
2. Eminentes historiadores no han vacilado en emitir juicios morales
sobre personajes históricos. En su clásica Historyofthe Crusades [Histo-
Ibn Warraq 101
ria de las cruzadas], sir Steven Runciman describe al sultán Baibars como
«cruel, desleal y tracionero, extremadamente rudo en sus modales y su
habla. [...] Como hombre era una mala persona».21
Después del exterminio de los judíos de Banu Qurayza, Mahoma
prosiguió con el bandidaje y los asesinatos. Un grupo de los expulsados
Banu Nadir se había establecido en Jaybar, un oasis cercano, y se sospe-
chaba que animaban a las tribus beduinas a atacar a los musulmanes.
Mahoma ordenó entonces que mataran al jefe de los judíos, Abi'l
Huqayq, y sus hombres lo asesinaron mientras dormía. Dándose cuenta
de que este asesinato no había resuelto sus problemas, Mahoma trazó un
nuevo plan. Envió así una delegación a Jaybar para persuadir a su nuevo
jefe, Usayr ibn Zarim, de que acudiera a Medina para discutir la posibili-
dad de ser nombrado gobernante de Jaybar. Se le dieron para ello solem-
nes garantías de que su vida estaría a salvo. Usayr partió para Medina,
desarmado, con treinta de sus hombres. En el camino, y con el más fútil
de los pretextos, los musulmanes se arrojaron sobre sus desarmados invi-
tados y les dieron muerte a todos salvo a uno que logró escapar. A su
regreso se presentaron ante Mahoma, quien, al conocer la suerte corrida
por los judíos, dio las gracias y dijo: «En verdad, el Señor os ha librado de
una gente perversa.» En otra ocasión, Mahoma expresó su concepto de la
guerra: «La guerra es engaño.»
Mahoma y sus hombres atacaron entonces una a una las fortificacio-
nes que se alzaban en el valle, al tiempo que gritaban: «¡La victoria será
vuestra! ¡Matad, matad!» Las fortalezas fueron cayendo una tras otra,
hasta que los musulmanes llegaron a Jamus, que también acabó por
sucumbir. El jefe de los judíos, Kinana ben al-Rabi, y su primo fueron
conducidos ante Mahoma, quien los acusó de ocultar el tesoro de los
Banu Nadir. Los judíos protestaron que ya no les quedaba nada de aquel
tesoro. Entonces (y cito aquí la venerada biografía del profeta hecha por
Ibn Hisham) «Mahoma puso a Kinana en manos de al-Zubayr, uno de los
hombres del profeta, y le indicó a éste: "Tortúralo hasta extraerle la ver-
dad." Al-Zubayr encendió con pedernal un fuego en su pecho, hasta
que el hombre expiró. Entonces el enviado [Mahoma] se lo entregó a
Muhammad ibn Maslama, quien lo decapitó en venganza por su herma-
no Mahmud ibn Maslama.»22
102 Por qué no soy musulmán
El asunto de Zaynab
Un día el profeta fue a visitar a su hijo adoptivo Zaid. Zaid había sido uno
de los primeros conversos al islamismo —el tercero, de hecho—y era
muy leal a su padre adoptivo, el cual, a su vez, lo tenía en alta estima. Zaid
estaba casado con Zaynab bint Jahsh, una prima del profeta. Según todos
los relatos —y esto es muy importante en nuestra historia— era una
mujer de gran belleza.
El día en que nos referimos Zaid no se hallaba en su casa, pero Zay-
nab abrió la puerta, bastante ligera de ropa, lo cual dejaba entrever sus
muchos encantos, y lo invitó a entrar. Mientras se preparaba apresurada-
mente para recibirlo, Mahoma quedó cautivado por su belleza y exclamó:
«¡Dios clemente! ¡Cielo bendito! ¡Cómo conmueves el corazón de los
hombres!» Mahoma rehusó entrar y se marchó un tanto turbado. Pero
Zaynab había alcanzado a oír las palabras del profeta, y se las repitió a
Zaid cuando éste regresó a la casa. Zaid fue sin demora a ver al profeta y
sumisamente le ofreció divorciarse de su esposa. Mahoma rechazó su
oferta y le dijo: «Conserva a tu esposa y teme a Dios.» Pero a Zaynab pare-
cía complacerla ahora la idea de desposar al profeta, y Zaid, viendo que
éste aún la deseaba, se divorció de ella. No obstante, temeroso de la opi-
nión pública, Mahoma vacilaba. Después de todo, un hijo adoptivo era en
todos los aspectos igual a un hijo natural, por lo que tal unión habría sido
considerada incestuosa por los árabes de su época. Como de costumbre,
le llegó una revelación que le permitió «lanzar sus escrúpulos al viento».
Mientras Mahoma se hallaba sentado junto a su esposa Aisha, le sobrevi-
no súbitamente uno de sus desmayos proféticos. Cuando se recobró, dijo:
«¿Quién irá al encuentro de Zaynab para darle la enhorabuena y anunciar-
Ibn Warraq 103
¡Profeta! ¿Por qué, para agradar a tus esposas, te prohibes lo que Dios ha
declarado lícito para ti [es decir, a María], ya que Dios es indulgente y miseri-
Ibn Warraq 105
La paz de Hudaibiya
Mahoma provocó también las críticas de sus seguidores en otra ocasión,
cuando se le reprochó haber cedido en sus principios. Sintiéndose muy
seguro tras la consolidación de su posición en Medina, Mahoma decidió
que había llegado la hora de apoderarse de La Meca. Pero, al advertir que
no era el momento apropiado, cambió de idea en el último instante y se
avino a negociar con los mecanos. Por el tratado de Hudaibiya se le conce-
Ibn Warraq 107
El Corán
El Corán está escrito en árabe y dividido en 114 capítulos o suras que cons-
tan en total de unos 6.200 versos. Todos los suras, excepto el primero y el
noveno, comienzan con las palabras «En el nombre del compasivo, el mise-
ricordioso», y quienquiera que haya compilado el Corán no lo hizo según
un orden cronológico sino colocando los suras más largos al principio.
Para la mayoría de los musulmanes de hoy, el Corán sigue siendo la infali-
ble palabra de Dios, revelada a Mahoma en el más puro árabe por intermedio
de un «espíritu» o de Gabriel, mientras que el texto original está en el cielo.
Los musulmanes modernos sostienen que estas revelaciones se han conser-
vado tal cual como se le transmitieron a Mahoma, sin el más mínimo cambio,
añadido ni supresión. No sólo se lee como ensalmo con ocasión de nacimien-
tos, muertes o casamientos, sino que se considera un talismán contra enfer-
medades y desastres, e incluso hay quienes lo recomiendan como afrodisíaco.
Hurgronje y Guillaume señalan el modo irracional en que se obliga a los
niños a aprender de memoria grandes trozos del Corán, o incluso el libro
entero, a expensas de su capacidad de raciocinio, que se ve afectada por el
enorme esfuerzo de tal memorización.1 Hurgronje2 añade que el Corán se
recita simplemente porque ello se considera meritorio, pero que no se presta
ninguna atención al sentido de sus palabras, hasta el punto de que ni siquiera
aquellos lo bastante instruidos en su estudio llegan a advertir a veces que los
versos que recitan condenan como pecado algo que ellos hacen a diario.
ti.3 Por ejemplo, el sura con que se inicia el Corán (Fatíhah o Exordio)
dice:
la presunción de que es Dios quien habla en cada pasaje del Corán plantea
serias dificultades. Frecuentemente se habla de Dios en tercera persona.
Puede admitirse que de vez en cuando alguien se refiera a sí mismo en tercera
persona, pero es completamente inusitado que Dios hable de sí mismo en
tercera persona cuando se dirige a Mahoma. Y es totalmente ridículo que
Dios jure por sí mismo.
Otro tanto ocurrió con la versión definitiva de la Biblia, ya que el hebreo tampoco
disponía originalmente de signos escritos para las vocales. (N. déla t.)
114 Por qué no soy musulmán
lados por versos con un sentido diferente o incluso opuesto que fueron
revelados más tarde. Para ello se basan en lo que enseñó Mahoma en el
sura 2.105: «Si anulamos algunos versos o provocamos su olvido, aporta-
mos otros mejores o semejantes.»
Al-Suyuti, que estima en unos quinientos el número de versos anula-
dos, cita el ejemplo del sura 2.240, anulado por el verso 234 del mismo
sura. ¿Cómo puede un verso anterior anular a uno posterior? La respuesta
es que los suras y versos no están compilados según un orden cronológi-
co, de modo que son los comentaristas quienes deciden el orden cronoló-
gico según razones doctrinarias.
Pero los musulmanes salen de un aprieto para metersg en otro. ¿Es
lógico que un Dios todopoderoso, omnisciente y omnipotente tenga que
revisar sus órdenes tantas veces? ¿Por qué no pudo impartirlas bien la
primera vez, siendo como es omnisapiente? La doctrina de las anulacio-
nes también pone en ridículo el dogma musulmán de que el Corán es una
reproducción fidedigna e inalterada de las escrituras originales que se
conservan en los cielos. Si las palabras de Dios son eternas, es decir, sin
principio ni fin, y de significación universal, ¿cómo puede hablarse de
palabras de Dios anuladas u obsoletas? ¿Algunas palabras de Dios son
mejores que otras? Al parecer, sí. Muir estima que hay en el Corán unos
doscientos versos anulados, lo que significa que un 3% de éste es falso,
pese a lo cual se lo recita en su totalidad como la palabra de Dios.
Veamos un ejemplo. Es de todos conocido que los musulmanes no
pueden beber vino en virtud de la prohibición impuesta en el sura 2.219.
Muchos se sorprenderían, pues, al leer en el sura 16.67: «Entre los frutos
tenéis los de la palmera y de la vid, de los que obtenéis vino y un saludable
sustento. Ciertamente, hay en ello un signo para gente que razona.» Por
supuesto, en las traducciones suele reemplazarse el término «vino» por
algún eufemismo como «bebida embriagadora» o «licor espiritoso», y son
muchos los que, como Yusuf Alí, pretenden que el término árabe en
cuestión, sakar, significa «bebida no alcohólica»; aunque luego el propio
Alí reconoce que en el caso deque «deba tomarse sakar en el sentido de
"vino fermentado", se refiere a la época anterior a la prohibición de toda
bebida alcohólica: este sura es de La Meca, y la prohibición fue revelada en
Medina».
Ibn Warraq 117
que nunca habían roto un juramento aprendieron que podían evadir sus obli-
gaciones; cuando hombres para quienes la sangre de los de su clan era como la
propia empezaron a verterla con total inmunidad por la causa de Dios; cuan-
do la mentira y la traición por la causa del islamismo recibieron la aprobación
divina; cuando vacilar en cometer perjurio por la causa se condenaba como
una debilidad. Fue entonces también cuando los musulmanes pasaron a
caracterizarse por la obscenidad de su lenguaje. Y fue entonces cuando codi-
ciar los bienes y mujeres de los no creyentes fue plenamente admitido por el
profeta.
Si los valores morales no consisten más que en órdenes divinas, de modo que
el bien no es otra cosa que la conformidad con la voluntad divina, la preten-
sión teísta de que Dios es bueno y procura el bien de su creación carece de
sentido.
Las consecuencias de esta concepción van aún más allá, como explica
Russell:31 si la diferencia existente entre el bien y el mal es obra de Dios,
Ibn Warraq 125
no puede decirse que Dios sea bueno. Si, tal como afirman los teólogos,
Dios es bueno, la esencia del bien y del mal no depende de Dios sino que
es anterior a él.
Y, volviendo al tema del infierno, ¿cómo puede afirmarse que Dios es
misericordioso y compasivo —como proclaman todos los suras, salvo el
primero y el noveno— si es capaz de condenar al tormento eterno a quien
no cree en Él? Como señala Antony Flew,32 hay un abismo inconmensu-
rable entre una ofensa finita y un castigo infinito. La doctrina coránica del
infierno no es más que crueldad, bárbara tortura y sadismo divino. Más
aún, significa que el islamismo está basado en el miedo, lo cual desnatu-
raliza toda verdadera moralidad. En lugar de actuar llevados por un senti-
do del deber hacia nuestros semejantes o por un sentimiento de generosi-
dad y compasión, en el islamismo se actúa movido por el miedo a fin de
evitar el castigo divino y, egoístamente, para recibir una recompensa divi-
na en esta vida y en la otra.
Debilidad divina
Se afirma que Dios es omnipotente, omnisciente y benévolo. No obstan-
te, actúa como un tirano colérico, incapaz de dominar a sus rebeldes sub-
ditos. Es iracundo, arrogante, celoso, todos ellos defectos sorprendentes
en un Ser perfecto. Si se basta a Sí mismo, ¿por qué necesita a la humani-
dad? Si es todopoderoso, ¿por qué demanda la ayuda humana? Y, sobre
todo, ¿por qué escogió a un oscuro mercader árabe de un rincón aislado y
atrasado del mundo para hacer de él su último mensajero en la tierra? ¿Es
coherente con un Ser de moralidad suprema exigir alabanza y adoración
de las criaturas que Él mismo ha creado? ¿Cómo juzgar la extraña psicolo-
gía de un Ser que crea humanos —o, más bien, autómatas— y programa a
algunos de ellos para que se postren en el polvo cinco veces al día como
homenaje a Él mismo? Este obsesivo deseo de alabanza dista mucho de
ser una virtud moral y sin duda es indigno de un Ser de moralidad supre-
ma.
Palgrave33 hace una vivida descripción, absolutamente exacta, del
dios coránico, y dice entre otras cosas:
126 Por qué no soy musulmán
A primera vista cabría esperar que este tremendo Autócrata, este Poder
incontrolado y carente de compasión, esté muy por encima de cualquier
pasión, deseo o inclinación. Sin embargo, no es así, puesto que tiene respecto
a sus criaturas un sentimiento principal, origen de sus acciones: los celos,
miedo de que puedan atribuirse algo que sólo a Él le pertenece e invadir así su
reino que todo lo absorbe. Por ello está más dispuesto a castigar que a recom-
pensar, a infligir dolor que a procurar placer, a destruir que a construir. Su par-
ticular satisfacción es hacer que sus criaturas sientan continuamente que no
son más que Sus esclavos, Sus instrumentos —y unos instrumentos por cierto
desdeñables—, y que deben reconocer Su superioridad y saber que Su
poder es superior al suyo, Su astucia superior a la suya, Su voluntad superior a
la suya, Su orgullo superior al suyo; o, mejor dicho, que no hay más poder,
más astucia, más voluntad, más orgullo que los de Dios. [...] Puedo garantizar
que la concepción de la Deidad que acabamos de dar, por monstruosa o blas-
fema que parezca, es exacta y literalmente la que el Corán expresa o intenta
expresar. [...] De hecho, cada frase de las precedentes, cada rasgo de este odio-
so retrato, ha sido tomado palabra a palabra, o al menos sentido a sentido, del
«Libro», el mejor reflejo de la mente y alcances de su creador.
Y Mahoma es Su enviado
nieguen, es evidente que Mahoma creía haber visto al propio Dios en per-
sona (como se dice en el sura 53.2-18). En otras ocasiones habló con el
arcángel Gabriel, quien periódicamente le revelaba el mensaje de Dios.
¿Cómo sabía Mahoma que había visto a Dios o a un ángel? ¿Cómo sabía
que las particulares experiencias que tenía eran manifestaciones de Dios?
Aun cuando supongamos que era sincero, ¿no podría haber estado since-
ramente equivocado? Es casi seguro que hoy se consideraría mentalmen-
te enfermo a cualquiera que pretendiera haber tenido acceso directo a
Dios. ¿Cómo sabemos que en el caso de Mahoma fue realmente Dios o un
ángel el que le transmitió un mensaje divino? Painel lo expone clara-
mente:
comenta Patricia Crone: «Es un hábito muy peculiar de Dios el que, cuan-
do desea revelarse a la humanidad, se comunica sólo con una única perso-
na. El resto de la humanidad debe aprender la verdad de boca de esta per-
sona, y perseguir el conocimiento de lo divino al precio de la
subordinación a otro ser humano, que al cabo del tiempo es reemplazado
por una institución humana, de tal modo que lo divino queda bajo el con-
trol de otras personas.»36
Las cuatro primeras fuentes de la Biblia fueron combinadas por una quinta
persona, un autor desconocido que debe de haber hecho la compilación en
algún momento entre 520 a. J.C. y 400 a. J.C. Cuando entretejió estas fuentes
Ibn Warraq 129
Noé y el Diluvio
El Corán tomó del Génesis la historia del arca de Noé y el Diluvio univer-
sal. Tras haberse demostrado lo absurdo de la historia, la mayoría de los
cristianos ya no la acepta literalmente, pero los musulmanes, inmunes al
parecer al pensamiento racional, rehusan reconocer las pruebas manifies-
tas. Aunque parezca que mis críticas son obvias, quiero resumir los
absurdos de la historia para que sean más los que critiquen lo obvio.
Dios le ordenó a Noé que pusiera en el arca una pareja de cada especie
(sura 11.36-41). Algunos zoólogos estiman40 que hay diez millones de
especies de insectos; ¿habrían cabido todas en el arca? Es cierto que no
ocupan demasiado espacio, pero pensemos en los animales de mayor
tamaño: reptiles, 5.000 especies; aves, 9.000; mamíferos, 4.500. En con-
junto, sin contar los insectos, se estima que hay unas 45.000 especies de
animales. ¿Qué medidas tendría que haber tenido el arca para dar cabida a
130 Por qué no soy musulmán
(sura 33.72). ¿Qué significa esta extraña declaración? Que los cielos, la
Tierra y las montañas son vistos como seres y, lo que es más, ¡como seres
que tienen la temeridad de desobedecer a Dios!
Primero se creó la Tierra y luego los cielos, y se dotó a la Luna de luz
propia (sura 10.5). En cuanto a Adán: «Hemos creado al hombre de arcilla
fina. Luego lo colocamos como gota en un receptáculo seguro, y de la gota
creamos un coágulo de sangre, del coágulo una pequeña masa y de ésta
huesos, que revestimos de carne. Luego hicimos de él otra criatura. ¡Ben-
dito sea Alá, el mejor de los creadores!» (sura 23.12-14).
En el sura 77.22 se dice en cambio que el hombre fue creado de un
«líquido vil» (el esperma), y un tercer relato explica que todos los seres
vivos fueron creados del agua primigenia, al igual que el resto del univer-
so (suras 21.31, 25.56, 24.44). En cuanto a los animales, se los creó por el
bien de la humanidad, para que el hombre fuera su amo y se sirviera de
ellos (sura 36.71).
Los jinn fueron creados antes que el hombre, y viven con éste en la
Tierra.
Mientras que los comentaristas musulmanes no tienen problemas en
conciliar las evidentes contradicciones, un lector moderno versado en
ciencia ni siquiera se toma la molestia de buscar verdades científicas en el
vago y confuso relato de la creación que acabamos de ver. Lo cierto es que
es esta misma vaguedad lo que permite encontrar lo que uno quiere en
estos mitos, leyendas y supersticiones. Así, muchos musulmanes creen
que en el Corán o las tradiciones están contenidos todos los conocimien-
tos y, cada vez que aparece un nuevo descubrimiento científico —en físi-
ca, química o biología, por ejemplo—, los apologistas musulmanes corren
a buscar en el Corán la prueba de que éste ya preveía el descubrimiento en
cuestión al igual que cualquier otro, desde la electricidad hasta la teoría de
la relatividad.43
Puesto que los musulmanes siguen tomando el relato del Corán al pie
de la letra, no puedo menos que señalar hasta qué punto éste se halla en
desacuerdo con las modernas opiniones científicas sobre el origen del
universo y de la vida en la Tierra. En primer lugar, posee incoherencias
como la que hemos indicado respecto a la cantidad de días empleados en
la creación, o a las diversas versiones sobre la creación del hombre. Por
132 Por qué no soy musulmán
otra parte, si Alá sólo tenía que decir «Sea» para que se cumpliera su
voluntad, ¿por qué le tomó tanto tiempo completar su obra? ¿Y cómo
podía haber «días» antes de la creación de la Tierra y el Sol, si un día no es
más que el tiempo que la Tierra tarda en girar sobre su eje? También se
relata que antes de la creación el trono de Dios flotaba sobre las aguas.
¿De dónde había salido esta agua? La misma noción de Dios sentado en
un trono es terriblemente antropomórfica, pero los musulmanes ortodo-
xos la toman literalmente. Se dice asimismo que Alá creó la Luna y sus
fases para que los hombres supieran el número de los años (sura 10.5);
otra vez se trata de una noción árabe bastante primitiva, ya que todas las
civilizaciones adelantadas —como las de Babilonia, Egipto, Persia, China
y Grecia— medían el tiempo según el año solar.
Los conocimientos científicos actuales indican que el relato coránico
no responde en absoluto a la verdad. La Tierra no fue creada antes que los
cielos. De hecho, el Sol y el sistema solar se formaron diez mil millones
de años después del Big Bang (es decir, de la gran explosión con que el
universo empezó a expandirse), y antes que el Sol se formaron millones
de otras estrellas. Por otra parte, el término «cielos» es totalmente impre-
ciso. ¿Se refiere a nuestro sistema solar, a nuestra galaxia, al universo? Por
muchos juegos malabares que se hagan, es imposible encontrar sentido a
la historia bíblica o coránica sobre la creación de los «cielos» en dos, seis u
ocho días. La luz de la Luna, por supuesto, no es propia, sino el reflejo de
la luz del Sol. Y es la Tierra la que gira en torno al Sol, no al revés.
Dado que nacen muchos más individuos de cada especie de los que tienen
posibilidades de sobrevivir, y dado que, en consecuencia, hay una permanente
lucha por la existencia, cualquier individuo en el que se haya producido una
variación, por leve que sea, que le resulte ventajosa para enfrentarse a las
complejas y cambiantes condiciones de vida tendrá más posibilidades de
sobrevivir, y por lo tanto será seleccionado naturalmente. Gracias al principio
de la herencia, toda variedad seleccionada tenderá a propagar su nueva y
modificada forma.4 5
Milagros
Como explicábamos, los deístas del siglo xvm exageraron la racionalidad
islámica, basándose en el hecho de que Mahoma no realizó ningún mila-
gro. Es cierto: a lo largo del Corán, Mahoma repite una y otra vez que es
un mero mortal incapaz de hacer milagros y que sólo es el mensajero de
Dios. No obstante, hay por lo menos cuatro hechos en el Corán que los
musulmanes consideran milagrosos:
1. El resquebrajamiento de la Luna: «La hora se acerca y la Luna se ha
hendido. Pero si los no creyentes ven una señal, dan vuelta al rostro y
dicen "¡No es más que magia!"» (sura 54.1-2).
2. La ayuda prestada a los musulmanes en la batalla de Badr: «Cuando
decías a los creyentes: "¿No os basta que vuestro Señor os ayude con tres
mil ángeles enviados desde lo alto?". ¡Pues sí! Si sois constantes y teméis
a Alá, y el enemigo se lanza sobre vosotros, vuestro Señor os ayudará con
cinco mil ángeles provistos de señales distintivas» (sura 3.120-121).
3. El viaje nocturno: «¡Gloria a quien condujo a Su siervo de noche,
desde la Mezquita Sagrada a la Mezquita Lejana!» (sura 17.1).
4. El propio Corán es el gran milagro del islamismo (sura 29.48).
136 Por qué no soy musulmán
Jesús en el Corán
La Anunciación y la Virgen María
El Corán afirma que Jesús nació milagrosamente de la Virgen María. Aun-
que esto sigue siendo un dogma de la teología cristiana ortodoxa, los teó-
logos cristianos liberales y muchos cristianos —e incluso el obispo de
Durham, Inglaterra— ya no aceptan la verdad literal de la historia y pre-
fieren interpretar «virgen» como «pura» o «moralmente intachable», es
decir, simbólicamente. Ya en el siglo xvi, Martín Lutero decía: «Los cris-
tianos parecemos tontos a los ojos del mundo por creer que María fue la
verdadera madre de su hijo y, no obstante, una virgen pura. Pues esto
contradice, no sólo toda razón, sino también la creación de Dios, quien
dijo a Adán y Eva: "Creced y multiplicaos."»5°
Las investigaciones sobre la Virgen llevadas a cabo por los estudiosos
bíblicos cristianos son un buen ejemplo de cómo los musulmanes no
pueden mantenerse al margen de sus conclusiones, ya que éstas afectan a
Ibn Warraq 137
El nacimiento de Jesús
El relato que se hace en el Corán sobre el nacimiento de Jesús no sólo
guarda gran similitud con la historia de Leto, como señaló Sale, sino tam-
138 Por qué no soy musulmán
bien con el nacimiento de Buda, lo cual no he visto que nadie haya obser-
vado.
El Corán relata que, cuando María quedó embarazada de Jesús, se retiró
a un lugar alejado. Los dolores de parto la sorprendieron junto a una palme-
ra, donde se lamentó de su suerte: «¡Ojalá hubiera muerto y nadie supiera
de mí!» Entonces, una voz que surgió del suelo le dijo que no se apenara,
que el Señor había puesto a sus pies un arroyuelo y que la palmera le daría
dátiles frescos y maduros. Y añadió que, si veía a algún mortal, dijera que
había hecho voto de silencio a Dios. Así pues, cuando volvió con los suyos
llevando consigo al niño, y éstos le reprocharon su inaudita conducta, ella
señaló al bebé en lugar de contestar. La gente protestó que no podían hablar
con un recién nacido, pero entonces éste habló: «En verdad soy el siervo de
Dios. Él me ha dado un Libro y ha hecho de mí un profeta. Me ha bendecido
dondequiera que me encuentre y me ha ordenado que practique la oración y
la caridad mientras viva, y que sea piadoso con mi madre. No ha hecho de
mí un miserable tirano. La paz sobre mí el día que nací, el día que muera y el
día que sea resucitado a la vida» (sura 19.22-34).
Leto —Latona para los romanos— era hija de los titanes Ceos y Febe.
Según relata Hornero, Leto dio a luz a Apolo mientras se aferraba a la pal-
mera sagrada, y se dice que Apolo habló estando aún en el útero.
Las leyendas sobre el nacimiento de Buda cuentan que la reina Maya
Devi soñó que un elefante blanco la penetraba por un costado. El embara-
zo duró diez meses, y los brahmanes aseguraron a los reyes que su hijo
sería un día un gran monarca o un Buda. El niño nació de un costado de la
madre mientras ésta estaba aferrada a la rama de un árbol. No bien nació,
el niño se puso de pie y dio siete pasos hacia el norte y luego hacia cada
uno de los otros puntos cardinales, para anunciar su posesión del univer-
so. Proclamó entonces que aquél era su último nacimiento.
Strauss
En su obra Life of Jesús Critically Examined [La vida de Jesús estudiada críti-
camente], David Strauss señala que no podemos considerar los evangelios
como biografías históricas, ya que no era ésa su función primaria. Los prime-
140 Por qué no soy musulmán
Bauer
Bauer fue más lejos y sostuvo que los primeros cristianos dieron forma a
Jesús a partir de los retratos que el Antiguo Testamento hace de los profe-
tas. Jesús nunca existió, y el cristianismo surgió en el siglo 1 de una fusión
de ideas judaicas y grecorromanas. Así, tomaron de los estoicos Heráclito
y Filón el concepto de logos, el poder creativo que confería orden al
mundo y servía de intermediario para que el hombre conociera a Dios.
En cuanto a otras influencias clásicas, ya en el siglo iv diversos escri-
tores anticristianos señalaron la sorprendente semejanza entre la vida de
Jesús y la de Apolonio de Tiana, un neopitagórico que nació muy poco
antes de la era cristiana. Apolonio llevó una vida errante y ascética, se le
atribuían poderes milagrosos, y estuvo en constante peligro de muerte
durante los reinados de los emperadores romanos Nerón y Domiciano.
Sus seguidores se referían a él como el hijo de Dios, y aseguraban que
había resucitado delante de sus ojos y ascendido a los cielos.
El misterioso culto de Mitra, establecido en el mundo romano a
comienzos del siglo 1 a. J.C., incluía ritos secretos asombrosamente simi-
lares al bautismo cristiano y al sacramento de la eucaristía.
Bauer concluye afirmando que los primeros cristianos atribuyeron a
Jesús palabras que en realidad sólo reflejaban las esperanzas y conviccio-
nes de la comunidad cristiana.
Wrede
Siguiendo los pasos de Bauer, Wilhelm Wrede señaló que el Evangelio de
San Marcos «rebosa de creencias teológicas de los primeros cristianos;
Ibn Warraq 141
Kalthoff
Albert Kalthoff sostiene que es posible explicar los orígenes del cristianis-
mo sin establecer un fundador histórico. El cristianismo surgió por «com-
bustión espontánea» cuando los «explosivos materiales religiosos y socia-
les reunidos por el imperio romano entraron en contacto con las
esperanzas mesiánicas judías».58
Corroboraciones externas
Aunque durante la primera centuria de la era cristiana había al menos
sesenta historiadores activos en el mundo romano, casi no hay corrobora-
ciones de la historia de Jesús fuera de "las tradiciones cristianas. Y, cuando
la hay —Josefo, Tácito, Suetonio, Plinio el Joven—, es muy poco conclu-
yente y de escasa ayuda.59
Los Evangelios
Se ha comprobado que los Evangelios (de san Mateo, san Marcos, san
Lucas y san Juan) no fueron escritos por los discípulos de Jesús, es decir,
por testigos de los hechos, sino por escritores desconocidos que escribie-
ron entre cuarenta y ochenta años después de la supuesta crucifixión.
Como concluye Hoffmann: «Haya o no existido un fundador histórico
[...], los estudiosos tienen hoy la certeza de que los Evangelios son compi-
laciones de "tradiciones" caras a los primeros cristianos, y no anales his-
tóricos.»^0 Como observa Nineham, mucho de lo que se lee en el Evange-
lio de san Marcos —que probablemente sirvió de fuente a los de Mateo y
Lucas, dada su unidad de temas y sentencias— parece ser «una deducción
de la profecía del Antiguo Testamento acerca de lo que "tendría que haber
sucedido" con la llegada del Mesías».61
142 Por qué no soy musulmán
allá pues, cuando intenta replicar a los descreídos, afirma: «¿Es que no
ven que Dios, que ha creado los cielos y la tierra, es capaz de crear
semejantes a ellos?» (sura 17.100). Como Antony Flew67 objeta acerta-
damente:
Producir un ser semejante, por idéntico que sea, después de que el primero
ha sido totalmente destruido y ha desaparecido, no es volver a producir el
mismo ser sino hacer una réplica. Castigar o recompensar a una réplica,
reconstituida el Día del Juicio Final, por los pecados o virtudes del viejo
Antony Flew, muerto e incinerado en 1984, es tan inapropiado e injusto
como castigar o recompensar a un gemelo idéntico por lo que ha hecho el
otro.
Los conceptos de «más allá», «Juicio Final» e «inmortalidad del alma», y el pro-
pio concepto de «alma», son instrumentos de tortura, un cruel sistema gracias
al cual el sacerdote se convirtió en amo y sigue siendo amo.
Castigo divino
El Corán prescribe castigos que sólo merecen el calificativo de bárba-
ros. Los relativistas que defienden tales inhumanas conductas con la
146 Por qué no soy musulmán
Amputación
«Al ladrón, hombre o mujer, cortadle las manos como castigo ejemplar de
Dios por su delito», dice el sura 5.38. Según la ley musulmana, «se ha de
cortar la mano derecha del ladrón por la articulación de la muñeca y luego
se ha de cauterizar el muñón; y, si roba una segunda vez, el pie izquierdo,
y por cualquier robo posterior ha de sufrir prisión»/1
Crucifixión
El sura 5.33 dice: «El castigo para quienes hacen la guerra a Dios y a Su
enviado y se afanan por causar daño en el país es: la ejecución, o la crucifi-
xión, o la amputación de manos y pies opuestos, o el destierro. Sufrirán
ignominia en esta vida y terrible castigo en la otra.»
Flagelación
No obstante, el sura 24.2-4 prescribe cien latigazos a quienes come-
ten fornicación. La lapidación se instituyó en una época muy poste-
rior.
Ibn Warraq 147
Aunque los apologistas del islamismo suelen afirmar que las leyes
islámicas son compatibles con los derechos humanos, es evidente que la
amputación de un miembro, la flagelación y la lapidación son prácticas
totalmente inhumanas.
Estamos más o menos familiarizados con las guerras libradas por los
cristianos, pero no así con las desencadenadas por los musulmanes.
Ibn Warraq 149
Afganistán
Recientemente, los santurrones jefes de diversos grupos islámicos de
Afganistán iniciaron una cruel guerra civil para hacerse con el poder.
Entre medio de sus cinco plegarias diarias, se las ingeniaron para matar a
cientos de civiles inocentes. Muchos miles de civiles se vieron obligados a
huir a la vecina Pakistán, donde manifestaron su nostalgia por los felices
días de los comunistas ateos. Según el International Herald Tribune, sólo
en los dos primeros años la guerra civil costó la vida de más de diez mil
personas.
Sudán
En 1983 el general Numeiry, entonces dictador, impuso la ley islámica en
Sudán, pese a que un tercio de la población no era musulmán sino cristia-
no o animista. Diez años después se había asesinado a medio millón de
personas y otro medio millón había sido desalojado de la capital, Jartum,
y conducido a la fuerza a campamentos en el desierto, donde las tempera-
turas alcanzan los 50 °C y no hay agua, ni alimentos ni instalaciones sani-
tarias.
Indonesia
Los detalles de la matanza de 250.000 a 600.000 indonesios llevada a
cabo en 1965 no salieron a la luz hasta treinta años después. Tras un falli-
do golpe de Estado, el ejército indonesio (con la tácita aprobación de
Estados Unidos) emprendió una venganza contra los comunistas y
animó a los jóvenes nacionalistas y musulmanes para que tomaran la
venganza en sus manos. Bandas de musulmanes masacraron a miles de
campesinos chinos del modo más espantoso. Una china que logró huir a
Java con su familia relataba en el Guardian Weekly. «A las mujeres les
150 Por qué no soy musulmán
No bien se sostiene que una creencia, cualquiera que sea, es importante por
alguna razón que no es la de que es verdadera, sobreviene un cúmulo de
males. El primero de ellos [...] es que se desalienta la indagación, pero muy
pronto siguen otros. Las posiciones de autoridad pueden permitirse ser orto-
doxas. Se falsean los registros históricos que arrojan dudas sobre una opinión
establecida. Antes o después lo no ortodoxo pasa a considerarse un delito que
merece la hoguera, la purga o el campo de concentración. Puedo respetar a un
hombre que dice que la religión es verdadera y que por eso hay que creer en
ella, pero sólo puedo sentir una profunda reprobación moral por los que
dicen que hay que creer en esa religión porque es útil, y que cuestionar su ver-
dad es una pérdida de tiempo75
BERTRAND RUSSELL1
Tal vez el primero en concluir que el islamismo era totalitario fue Char-
les Watson, quien en 1937 escribió:2 «Gracias a un millón de ramificacio-
nes que alcanzan a todas las áreas de la vida, las cuales adquieren así sig-
nificado religioso, [el islamismo] puede controlar la vida de los
musulmanes.» Bousquet, una de las principales autoridades en la ley
islámica, señala dos aspectos del islamismo que él considera totalitarios:
la ley islámica y el concepto islámico de jihad, que tiene por objetivo
154 Por qué no soy musulmán
Ley islámica
La ley islámica o sharia está basada en cuatro principios: el Corán; la
sunna del profeta, incorporada en las tradiciones reconocidas; el consen-
so (o ijma) de los estudiosos de la comunidad ortodoxa, y el método de
razonamiento por analogía o qiyas.
El Corán
La sunna
«Ijma»
La afirmación «Mi comunidad nunca acordará algo equivocado», atribuida
a Mahoma, acabaría por convertir al conjunto de doctores reconocidos de
la comunidad en una iglesia infalible. Como señala Hurgronje, «es el
equivalente de la doctrina católica sobre la tradición eclesiástica: quod
semper, quod ubique, quod ad ómnibus creditum eso». La noción de
consenso no tiene nada de democrática, ya que las masas están expresa-
mente excluidas: el consenso válido es el de las autoridades eruditas y
apropiadamente calificadas.
Pero siguió habiendo disputas acerca de qué ijma debía aceptarse:
unos no aceptaban más que la ijma de los compañeros del profeta, otros
sólo la de los descendientes del profeta, y así sucesivamente.
Sin embargo, la doctrina de la infalibilidad del consenso de los erudi-
tos, lejos de permitir cierta libertad de razonamiento, «condujo a una
estrechez y endurecimiento progresivos y, poco después, la doctrina que
negaba cualquier posibilidad futura de "razonamiento independiente"
instituyó un estado de cosas que de hecho acabó por prevalecer».5
Así pues, a comienzos del 900 la ley islámica quedó fijada rígida e
inflexiblemente ya que, como explica Schacht:
los expertos de todas las escuelas juzgaban que se había llegado a un acuerdo
sobre todas las cuestiones esenciales tras discutirlas exhaustivamente, y gra-
dualmente coincidieron en que, a partir de entonces, nadie estaría capacitado
para razonar de modo independiente sobre la ley, por lo que toda acción futura
debería limitarse a explicar, aplicar y, a lo sumo, interpretar la doctrina tal
como había quedado establecida de una vez para siempre.
* «Lo que ha sido siempre, en todas partes y para todos es verdadero.» (N. de la t.)
158 Por qué no soy musulmán
se volvió cada vez más rígida y adquirió su carácter definitivo. Esta rigidez
esencial de la ley islámica ayudó a mantener su estabilidad a lo largo de los
siglos, en cuyo transcurso decayeron las instituciones políticas del islamis-
mo. Si bien no permaneció totalmente inalterada, los cambios que sufrió
tenían más que ver con la teoría legal y la superestructura que con la propia
ley. Tomada en conjunto, la ley islámica es un reflejo de las condiciones socia-
les y económicas del período abasí, pero gradualmente fue resultando más y
más anticuada con respecto al desarrollo del Estado y la sociedad.7
«Oiyas»
La mayoría de los eruditos consideran que el qiyas o razonamiento analó-
gico está subordinado a los otros tres fundamentos del islamismo, por lo
que posee menos importancia. Es probable que sólo se haya incluido
entre los fundamentos como solución intermedia entre una libertad de
opinión sin restricciones y el rechazo de todo razonamiento humano que
establece la ley religiosa.
Sólo los derechos de Dios tienen el carácter de una verdadera ley penal, es
decir, de una ley que impone sanciones legales al culpable. La idea que predo-
mina en la ley penal es la de la demanda de Dios, como si fuera la reclamación
de un humano demandante. Esta ley penal se deriva exclusivamente del
Corán y las tradiciones [hadith], el supuesto registro de los actos y palabras
del profeta y sus compañeros. La segunda gran sección de lo que podría lia-
Ibn Warraq 161
HURGRONJE1
La sola idea de que una persona pueda elegir y pueda ser moralmente
responsable, que constituye la base del concepto de derechos humanos,
no tiene cabida en el islamismo.
Los artículos 7, 8, 9,10 y 11 tratan de los derechos que tiene toda per-
sona acusada a recibir un juicio justo.
1. Como Schachtha demostrado, consideraciones tales como la buena
fe, la corrección, la justicia o la verdad tienen un papel totalmente secun
dario en la sharía. No existe la idea de culpa criminal.
2. La venganza por un asesinato está sancionada oficialmente, aunque
también es posible un resarcimiento económico.
3. Difícilmente puede considerarse que el procedimiento legal vigen
te en el islamismo sea imparcial o justo, ya que hay toda clase de injusti
cias en materia de testimonios. No se permite que un no musulmán testi
fique contra un musulmán. Así, por ejemplo, un musulmán puede robar
con total impunidad a un no musulmán si no hay más testigos que la pro
pia víctima. Las pruebas aportadas por una mujer musulmana sólo se
admiten excepcionalmente y, aun en esos casos contados, siempre
y cuando haya dos testimonios femeninos por cada testimonio mascu
lino.
den casarse con quien desean y los derechos de divorcio son diferentes
para uno y otro sexo.
de acuerdo con el Código Penal pakistaní. Así pues, los ahmadis pueden
ser puestos en prisión e incluso sentenciados a muerte por el solo hecho
de ejercer su derecho a la libertad de culto. Nuevamente, es importante
advertir que tales actitudes hacia los «herejes» es una consecuencia lógica
del concepto musulmán ortodoxo de que Mahoma es la culminación de
los profetas, que el islamismo es la expresión final y más perfecta del pro-
pósito de Dios para toda la humanidad, y que no existe salvación posible
fuera del islamismo.
2. La blasfemia hacia Dios o su profeta se castiga con la muerte según
la ley islámica. En la época actual, la blasfemia se ha convertido en una
herramienta con la que los gobiernos silencian toda oposición o los indi-
viduos ajustan cuentas personales, o bien, como acabamos de ver, un
medio para perseguir y castigar la «herejía». Un informe del Economist
da cuenta de la manipulación que se efectúa en Pakistán con la «blasfe-
mia»:
Un fallo del Tribunal Supremo de Lahore ha causado inquietud entre los cris-
tianos de Pakistán. El tribunal decidió recientemente que las leyes pakistaníes
sobre la blasfemia eran aplicables a todos los profetas del islamismo. Puesto
que éste enseña que Jesús es un profeta, podría argüirse que los cristianos
cometen blasfemia al adorarlo como el hijo de Dios. [...] Hay aproximadamen-
te i.200.000 cristianos en Pakistán, en una población de 120 millones.
Muchos de ellos pertenecen a una casta inferior y realizan trabajos de baja
categoría. Algunos han sufrido por sus creencias. Tahir Iqbal, un mecánico de
la fuerza aérea que se convirtió al cristianismo y fue acusado de blasfemia,
murió misteriosamente en prisión mientras aguardaba su juicio. Manzoor
Masih, acusado asimismo de blasfemia, fue puesto en libertad bajo ñanza y
resultó muerto de un tiro en la calle (7 de mayo de 1994).
Democracia e islamismo
Las ideas occidentales de individualismo,
liberalismo, constitucionalismo, derechos
humanos, igualdad, libertad, imperio de la
ley, democracia, libre comercio y separación
de la iglesia y el Estado suelen tener escasa
Ibn Warraq 173
Cada vez que ha habido una conexión espuria entre la Iglesia y el Estado,
fuera aquélla judía, cristiana o turca [musulmana], se ha prohibido con tanta
eficacia —recurriendo a penas y castigos— toda discusión sobre los credos
establecidos y sobre los principios de la religión que, hasta que cambiara el
sistema de gobierno, estos temas no podían tratarse abiertamente y de forma
adecuada; pero, cuando esto sucede, sobreviene una revolución en el sistema
religioso. Quedan al descubierto las invenciones humanas y las astucias de
los sacerdotes, y el hombre vuelve a la creencia pura e inalterada en un Dios, y
nada más.
blecimiento de una Iglesia por ley tenía como objetivo levantar «un muro de
separación entre la Iglesia y el Estad o». 12
Derechos humanos
La idea de que todo ser humano tiene derechos por el solo hecho de
serlo es una noción que se desarrolló en la civilización occidental.
Ibn Warraq 183
i) que estos derechos son fundamentales porque sin ellos no habría ninguno
de los derechos específicos basados en las circunstancias sociales específicas
en que viven los individuos; 2) que nadie puede renunciar a ellos, ni transfe-
rirlos ni perderlos (por ejemplo, no se puede privar a nadie de ellos por nada
que hayan hecho), ya que 3) son derechos que tiene el ser humano por el solo
hecho de serlo, con total independencia de las diversas circunstancias socia-
les y grados de mérito.23
Mayer
chos humanos son tan frecuentes y tan graves en los países donde la ley
islámica ha dejado de aplicarse o donde se la viola conscientemente, como
en aquellos países en que, al menos oficialmente, ésta constituye la
norma legal.»
A lo largo de todo el libro Mayer demuestra que «se han utilizado cri-
terios islámicos distintivos para recortar las libertades garantizadas en las
leyes internacionales»; y ella misma explica que, en ciertas épocas de la
historia islámica, prevaleció una doctrina islámica que impidió el desa-
rrollo de los derechos humanos.
Su argumentación es tan ilógica como lo sería argumentar que, dado
que los derechos humanos se violaron en la Rusia soviética anterior a
1989, cuando el comunismo era la filosofía del Estado, y se siguieron vio-
lando en la Ucrania de 1994, cuando el comunismo había dejado de ser la
filosofía del Estado, las violaciones de derechos humanos de la antigua
Unión Soviética no tenían nada que ver con la filosofía del comunismo
soviético.
Mayer rechaza la idea de que «la cultura islámica quedó fijada en su
formulación antigua», y afirma sin embargo que ciertos valores antiguos
han predominado a lo largo de más de un milenio. Ya hemos visto las
explicaciones de Schacht y de Hurgronje sobre cómo la ley islámica se
volvió fija e inmutable. Otro tanto afirma Bousquet:
Por un lado, es evidente que el sistema de Fiqh [es decir, la ciencia de la ley
islámica] ya no admite adaptación alguna; hace mucho tiempo, centurias ya,
que ha quedado fijado y que se ha utilizado el mismo libro guía para enseñar
los principios de la voluntad de Dios tal como lo han establecido los doctores
en el libro sagrado; esta interpretación es definitiva e inmutable.41
éste se extendía por buena parte del mundo. Mientras que al colonialismo
y el imperialismo europeo —dos términos que han pasado a ser sinónimo
de abuso— se les achacan hoy todos los males de la tierra, de modo que
constituyen un motivo de vergüenza para todos los europeos, el imperia-
lismo árabe sigue siendo causa de orgullo para los árabes, algo digno de
alabanza y admiración.
A los europeos no deja de reprochárseles que hayan impuesto sus
insidiosos y decadentes valores, cultura y lengua al Tercer Mundo, pero
nadie se preocupa por señalar que el islamismo colonizó tierras que alber-
gaban civilizaciones antiguas y avanzadas y que, al hacerlo, aplastó y des-
truyó para siempre muchas culturas. En palabras de Michael Cook:1 «Las
conquistas árabes destruyeron rápidamente un imperio y separaron defi-
nitivamente entre sí grandes territorios. Esto representó una terrible
catástrofe para los países implicados.» Como señalan Cook y Crone,2 la
conquista se llevó a cabo «con un costo cultural desorbitante».
En The Decline of Medieval Hellenism in Asia Minorand the Pwcess
oíIslamization from the Eleventh through the Fifteenth Century [El
declive del helenismo medieval en Asia Menor y el proceso de islamiza-
ción entre los siglos xi y xv], Speros Vryonis describe cómo las invasiones
turcas de las décadas de 1060 y 1070 destruyeron el modo de vida esen-
cialmente helénico y cristiano, con sus obispados y sus magníficos
monasterios, mientras la gente se vio obligada a huir y muchos acabaron
capturados, asesinados o esclavizados. Vryonis describe una decadencia
similar en los siglos siguientes, que finalizó con la destrucción del impe-
rio bizantino.3
Resulta triste e irónico a la vez que en Argelia, por ejemplo, se haya
suprimido toda enseñanza en francés por considerar que esta lengua es
un símbolo del colonialismo francés, una presencia imperial ilegítima. Es
triste porque aparta a toda una generación de la rica herencia cultural de
otra civilización, pero al mismo tiempo resulta irónico porque el árabe
mismo es una lengua impuesta. El imperialismo árabe no sólo impuso un
nuevo idioma a una gente cuya lengua materna era el beréber, no el árabe,
sino que convenció a esta misma gente de que eran étnicamente árabes
—lo cual no es cierto— y las persuadió insidiosamente para que acepta-
ran una religión que era ajena a sus propias tradiciones religiosas. Sin
Ibn Warraq 205
Este desprecio por el pasado pagano pone serias trabas a los conoci-
mientos históricos de la mayoría de los musulmanes y estrecha su hori-
zonte intelectual. Así es como, en un principio, las ciencias de la egipto-
logía, la asiriología y la iranología fueron preocupación exclusiva de
estudiosos europeos y norteamericanos. Quedó en manos de los dedica-
dos arqueólogos occidentales recuperar y devolver a la humanidad parte
de su glorioso pasado.
El racismo árabe
El mito de la inocencia racial islámica fue una
creación occidental que sirvió a propósitos
occidentales. Un islamismo mítico e idealiza-
do brindó una arma con que castigar los erro-
res de Occidente, y no por primera vez.8
Así pues, los árabes practicaban una especie de apartheid para con los
musulmanes no árabes: «Los árabes consideraban extranjeros [a los
musulmanes no árabes] y, sin importar a qué clase social pertenecieran,
los trataban con desdén y desprecio. Los hacían combatir a pie. No les
permitían compartir el botín. No caminaban por el mismo lado de la calle
que ellos, no comían junto a ellos. Prácticamente, en todos los lugares se
construían alojamientos y mezquitas separados. El matrimonio entre uno
de ellos y un árabe se consideraba un delito social.»12
Esclavitud
Para los musulmanes —como para cualquier
otra civilización conocida de la historia— el
mundo civilizado eran ellos mismos. Sólo
ellos poseían la iluminación y la verdadera fe;
el mundo exterior estaba habitado por infie-
les y bárbaros. A algunos de éstos se les reco-
nocía cierta forma de religión y un barniz de
civilización. Los restantes —politeístas e idó-
latras— se consideraban básicamente fuente
de esclavos.^
cerlo como propio, si bien es cierto que tal cosa ocurre rara vez. Por bueno
que fuera el trato que el propio profeta dispensara a sus esclavas, no puede
olvidarse que permitió que sus seguidores cometieran indecibles brutalida-
des al esclavizar a los pueblos conquistados. Los soldados musulmanes tenían
permiso para hacer lo que les placiera con cualquier mujer «infiel» con que se
toparan en su victoriosa marcha. Cuando se piensa en los millares de mujeres,
madres e hijas, que sufrieron tal vergüenza y deshonor por culpa de esta
licencia, no se encuentran palabras para expresar el horror que ello despierta.
Y esta cruel indulgencia ha dejado su impronta, no sólo en el carácter musul-
mán, sino en todo el estilo oriental de vida.
Abolición de la esclavitud
Por sorprendente que resulte, la esclavitud se ha mantenido en el mundo
islámico hasta bien entrado el siglo veinte. Según Brunschvig,^ «hasta bien
avanzado el siglo xx se continuaron introduciendo en Marruecos esclavos
negros de ambos sexos, supuestamente de un modo secreto ya que se había
prohibido el libre tráfico desde Tumbuctú así como la venta pública».
Hay muchas pruebas que confirman que la esclavitud persistió en
Arabia Saudí y Yemen hasta la década de 1950. La esclavitud se hallaba tan
arraigada en estos países que su abolición fue un proceso muy lento, y si
este proceso comenzó fue gracias a la influencia extranjera. Como señala
Brunschvig, el islamismo nunca predicó la abolición de la esclavitud
como doctrina; y «el hecho de que la esclavitud sea legal, como destaca el
Corán, satisface sus escrúpulos religiosos. Su total abolición podría pare-
cer incluso una innovación reprensible, contraria a la letra del libro sagra-
do y a la práctica ejemplar de los primeros musulmanes».
En épocas más recientes, en los países árabes de Medio Oriente y en
Arabia Saudí se ha tratado como esclavos a trabajadores procedentes del
sudeste de Asia y empleados en el servicio doméstico, con prácticas tales
como retirarles el pasaporte e impedirles dejar la casa (a veces encerrándo-
los en su habitación). Según un informe publicado por la revista francesa
La Vie (número 2562, 6 de octubre de 1994), cada año se rapta a 45.000
negros africanos jóvenes y se los reduce a la esclavitud para ser empleados
como sirvientes en los países árabes del Golfo y de Medio Oriente.
era tan poco musulmán que maltrató duramente a dos propagandistas del
islamismo que querían convertir en mezquita un templo pagano; ridiculizó
las leyes islámicas y [...] comía carne de animales estrangulados, lo que consti-
tuye un sacrilegio para los musulmanes, e incluso indujo a otros a hacer lo
mismo afirmando que esa carne era más fresca que la de los animales matados
de acuerdo con el rito islámico. [...] Ridiculizó la circuncisión y otras costum-
bres musulmanas, y no se molestó en obedecerlas. [...] Soñaba con la restaura-
ción del imperio persa y la «religión blanca», y se burlaba de árabes, magrebíes
y turcos musulmanes.
Tal vez la rebelión que más quebraderos de cabeza dio a los gobernadores
abasíes fue la de los khurramis, representantes de un movimiento religio-
so y social derivado del mazdakismo que floreció en el siglo vm. Fuera
cual fuere la naturaleza del movimiento en dicho siglo, cuando Babak
216 Por qué no soy musulmán
Glorias preislámicas
Tuvieron que pasar muchos siglos para que nuevamente un país musul-
mán se interesara por su pasado preislámico. En 1868, el jeque Rifa al-
Tahtawi, hombre de letras, poeta e historiador egipcio, publicó una histo-
ria de Egipto que resaltaba su pasado faraónico. Hasta entonces, por
supuesto, las historias de Egipto comenzaban con las conquistas árabes.
El objetivo de al-Tahtawi era definir la identidad de Egipto en términos
patrióticos y nacionales, no con respecto al islamismo o al panarabismo.
Tal vez por primera vez en la historia islámica, alguien intentaba ver a su
propio país como poseedor de «una identidad viva que ha persistido a tra-
vés de cambios de lengua, religión y civilización».23
La importancia del logro del jeque Rifa reside en que, desde la tem-
prana época del Shu'ubiyya, fue la primera vez que alguien se atrevió a
desafiar el dogma oficial musulmán según el cual la época preislámica
había sido una época de barbarismo e ignorancia e indigna de toda con-
sideración. Rifa se atrevió a alabar el Egipto pagano, osó expresar la idea
de que, después de todo, había alternativas a la civilización islámica, de
que las civilizaciones podían adoptar distintas formas, y de hecho lo
hacían. Si este proceso de educación histórica continuara en otros paí-
Ibn Warraq 217
ses islámicos —al fin y al cabo, tanto Iraq como Irán pueden vanaglo-
riarse de un magnífico pasado preislámico—, ello conduciría a algo tan
vitalmente necesario como es la ampliación de la vida intelectual, una
mayor tolerancia hacia otros modos de vida y un incremento de los
conocimientos históricos, hasta el momento tan limitados. Conocer
mejor el pasado preislámico llevaría forzosamente a una reducción del
fanatismo.
Si el Egipto faraónico y el tardío Egipto cristiano constituyeran
fuentes de orgullo, ¿no se consideraría a los coptos compañeros egip-
cios, en lugar de constituir una minoría perseguida en su propia tierra
ancestral, como ocurre hoy en día? ¿No descubriríamos nuestra verda-
dera identidad argelina —pregunta Slimane Zeghidour— si conociéra-
mos nuestro variado pasado común, beréber, romano, árabe, francés?
(Telerama, i de julio de 1992). Para que las sociedades musulmanas pro-
gresen es necesario que la idea de cambio y continuidad formen parte
de la conciencia musulmana, y ello sólo ocurrirá cuando reconozcan su
pasado preislámico y hagan una justa evaluación del período de colo-
nialismo europeo.
La deliberada negación del pasado preislámico ha ejercido una sutil
influencia corruptora sobre los pueblos del mundo musulmán. Como
comenta Naipaul: «La fe destruyó el pasado. Y, cuando se niega el pasado
de este modo, no es sólo el concepto de historia lo que resulta afectado.
También se afecta con ello a la conducta humana y al ideal de buena con-
ducta.»
Todo se ve a través de la perspectiva distorsionadora de «la única fe
verdadera». La conducta humana se juzga sólo en función de si ha contri-
buido o no a establecer esta «única fe»: la verdad, el coraje y el heroísmo,
por definición, sólo pueden pertenecer a «nuestro lado». Como resultado,
se juzga de un modo el período anterior al advenimiento de la fe, y de
otro modo el período posterior. «La fe altera los valores, el concepto de
buena conducta y el juicio humano» (New York Review ofBooks, 31 de
enero de 1991). Al mismo tiempo, se pasan por alto o se excusan la cruel-
dad y la codicia con que se impuso tal «fe verdadera», e incluso se consi-
dera que la crueldad al servicio de la fe es loable y cuenta con la aproba-
ción divina.
218 Por qué no soy musulmán
Imperialismo europeo
Es cierto que los franceses invadieron Arge-
lia, pero lo mismo hicieron los árabes y los
turcos antes que ellos. Es cierto que coloniza-
ron el país y se apoderaron de grandes exten-
siones de tierra, pero lo mismo hicieron los
árabes y los turcos antes que ellos. Sin duda
los franceses son culpables de grandes críme-
nes, pero ¿excedieron éstos a los de sus pre-
decesores? Es evidente que en la época de
dominio francés hubo opresión y pobreza,
pero ¿acaso la Argelia de los corsarios, o la
que sobrevino en 1962, fue un ejemplo de
libertad, prosperidad y justicia? Me pregunto
cuántos argelinos añoran los tiempos de
dominación francesa, tal como fueron.
HUGH THOMAS 24
NlRAD CHAUDHURI2^
Sólo cabe esperar que se llegue a una mejor comprensión histórica del
período de imperialismo europeo. Veamos el ejemplo de la India. Tras los
embriagadores días que sucedieron a la independencia de 1947, los histo-
riadores indios publicaron cientos de historias «nacionalistas» que no res-
cataban ningún rasgo bueno del imperio británico. Más adelante, en las
décadas de 1960 y 1970, cada desgracia, cada fracaso, cada fallo del nuevo
país se hacía remontar al satánico período de la presencia británica y su
explotación. Casi cincuenta años más tarde, un juicio más maduro dio
origen a una descripción más equilibrada de los beneficios que los britá-
nicos habían aportado a la India. He aquí cómo resume la contribución
británica Tarkunde,2-6 un humanista radical:
Los viejos hábitos no mueren con facilidad. Y más difícil aún es que mueran
entre gente habituada a estimular su orgullo y un sentido de identidad colec-
tiva culpando de sus males a algún «otro», a un organismo extranjero o una
cultura «ajena» a la comunidad que se intenta ensalzar, y por lo general más
poderosos y dinámicos. Es penoso observar la desmesura con que los intelec-
tuales árabes tratan de achacar a Occidente o a Israel todos sus males. Cuanto
más irreal y desaforado es su lenguaje, más lejos está el mundo árabe de alcan-
zar logros políticos y culturales en los tiempos modernos.
que «un musulmán podía vencer con una mano a cientos de infieles». Su
pueblo habría sido glorioso, su país habría sido poderoso, de no haber
sido por las maquinaciones imperialistas (o por culpa de Satán, lo cual
viene a ser lo mismo). Como dice Kanan Makiya, no estaría mal que, para
cambiar, hicieran un poco de autocrítica, algo que también señala Fuad
Zakariya: «Nuestra tarea cultural es ahora coger el toro por los cuernos
para afrontar nuestro atraso y criticarnos a nosotros mismos en lugar de
criticar la imagen que otros tienen de nosotros, por distorsionada que
ésta sea. »29
Nacionalismo beréber
Los pueblos de habla beréber han habitado en el norte de África desde
tiempos prehistóricos, ya que sus antepasados se instalaron allí alrededor
de 7000 a. J.C. Tuvieron cierto contacto con Cartago sin perder por ello su
independencia. Estaban divididos en tribus, si bien de tiempo en tiempo
algún líder carismático logró unirlos en un poderoso imperio. Masinissa
(238 a. J.C.-148 a. J.C), hijo de Gaia, rey de los masilios de Numidia orien-
tal, luchó junto a los cartagineses contra los romanos. Pero, aliado más
tarde a éstos, su caballería desempeñó un papel decisivo en la famosa
batalla de Zama (202 a. J.C), que culminó con la victoria romana. Masi-
nissa pudo así unir a todas las tribus bereberes y crear un reino que com-
prendía a Numidia entera.
No es mi propósito ofrecer aquí una historia de los bereberes, sino
únicamente mostrar que era una civilización rica y compleja que poseía
su propia lengua, escritura e historia antes de que llegaran los árabes. Ello
permite entender en qué se fundamenta la opinión de los modernos inte-
lectuales bereberes que rechazan el imperialismo árabe y el islamismo.
Después de Masinissa, los sucesivos imperios romano, vándalo y
bizantino fueron incapaces de domeñar a los bereberes. Tampoco la pri-
mera llegada de los árabes afectó a la independencia de aquéllos. Okba
ben Nañ, el general musulmán, intentó sin éxito someter a estas feroces
tribus. De hecho, uno de sus jefes, Kusaila, logró sorprender a Okba en
Tahuda, en 683, y matarlo junto a trescientos de sus hombres. Como ocu-
rrió con muchas de las tribus árabes, los bereberes se convirtieron muy
Ibn Warraq 223
Nuestra lucha armada puso fin al destructivo mito de la Argelia francesa, pero
sucumbimos al poder del mito de Argelia árabe-islámica, mucho más des-
tructivo. La Argelia francesa duró 104 años. ¡La Argelia árabe-islámica ha
durado trece siglos! La forma más profunda de alienación no es ya la creencia
de que somos franceses, sino la creencia de que somos árabes. No existe una
raza árabe ni una nación árabe. Existe un lenguaje sagrado, el del Corán, que
los gobernadores utilizan para impedir que la gente descubra su propia iden-
tidad.
Sura 22.9: «En cuanto a los no creyentes, para ellos habrá ropajes de fuego,
y se les echará en la cabeza agua hirviendo a fin de que se disuelva la piel y todo
lo que tengan en las entrañas, y se los castigará con garfios de hierro.»
Ibn Warraq 229
Sura 5.51: «Creyentes, no hagáis amigos entre los judíos o los cristianos.
Sólo son amigos unos de otros. Si alguno de vosotros traba amistad con ellos,
sin duda es uno de ellos. Dios no guía a los perversos.»
Sura 5.56-64: «Creyentes, no trabéis amistad con los infieles o con aque-
llos que, habiendo recibido las Escrituras antes que vosotros [es decir, los
judíos y los cristianos], se burlan y se mofan de vuestra religión; temed en
cambio a Dios, si sois creyentes. No deis vuestra amistad a quienes, cuando
los llamáis a la oración, hacen a ésta objeto de burla y risa. Ello es así porque
son gente que no entiende. Decid: "Gente del Libro, ¿no es cierto acaso que
nos odiáis sólo porque creemos en Dios, en lo que Él nos ha revelado y en lo
230 Por qué no soy musulmán
que antes reveló a otros, y porque la mayoría de vosotros sois perversos?" [...]
¿Por qué sus rabinos y doctores de la ley no les prohiben pronunciar palabras
pecaminosas y comer alimentos ilícitos? En verdad su proceder es perverso.
"La mano de Dios está encadenada", proclaman los judíos. Se les encadenarán
sus propias manos, y serán malditos por decir tal cosa.»
«Jihad»1
En ninguna otra parte es más evidente la naturaleza totalitaria del isla-
mismo que en el concepto de jihad, la guerra sagrada, cuyo objetivo últi-
mo es conquistar el mundo entero y someterlo a la única fe verdadera, a la
ley de Alá. Sólo el islamismo posee la verdad, de modo que no hay salva-
ción posible fuera de él. Y todos los musulmanes tienen el deber sagrado
—un deber religioso establecido en el Corán y las tradiciones— de llevar
el islamismo a toda la humanidad. La jihad es una institución divina,
impuesta especialmente para extender el islamismo. Los musulmanes
deben poner todo su empeño en combatir y matar en nombre de Dios:
232 Por qué no soy musulmán
Sura 9.5-6: «Matad allí donde los encontréis a quienes ponen a otros dio-
ses junto a Dios.»
Sura 4.76: «Aquellos que creen luchan por la causa de Dios.»
Sura 8.12: «Infundiré terror en el corazón de los infieles, les cortaré la
cabeza y les mutilaré todos los dedos.»
Sura 8.39-42: «Decid a los infieles que, si abandonan su descreimiento, se
les perdonará el pasado; ¡pero, si reinciden en ello, sufrirán el destino de los
antiguos! Luchad, pues, con ellos hasta que no haya más disensión ni más
religión que la de Dios.»
Sura 2.256: «Pero aquellos que creen y que dejan su tierra para ir a comba-
tir por la causa de Dios pueden esperar la misericordia divina. Y Dios es cle-
mente y misericordioso.»
Sura 4.74: «Que combatan por la causa de Dios quienes truecan la vida en
este mundo por la que vendrá; pues a quien lucha en la senda de Dios, ya sea
que muera o triunfe, le daremos una generosa recompensa.»
posee el Dar ai-Islam, la tierra del islamismo, donde rigen todos los edic-
tos islámicos. Los no musulmanes son los harbi, la gente de Dar al-Harb,
la tierra de la guerra, a la que pertenecen todos los países de los infieles
que no se han sometido al islamismo pero que, no obstante, están desti-
nados a quedar bajo jurisdicción islámica, ya sea por conversión o por la
guerra. En el Dar al-Harb se permite cualquier acción de guerra.
Una vez que se ha sojuzgado a Dar al-Harb, los harbi se convierten en
prisioneros de guerra. El imán —sacerdote musulmán que dirige la ora-
ción de los fieles en la mezquita— puede disponer entonces de ellos
según dicten las circunstancias. ¡Ay de la ciudad que resista y sea tomada
por asalto! Pues en este caso sus habitantes no tienen derecho alguno y,
como dice sir Steven Runciman en The Fall ofConstantinople, 1453 [La
caída de Constantinopla, 1453]:
El ejército conquistador tiene permiso para tres días de pillaje ilimitado; y los
antiguos lugares de adoración, al igual que todos los demás edificios, pasan a
ser propiedad del jefe conquistador, quien puede disponer de ellos como le
plazca. [Después de la caída de Constantinopla] el sultán Mehmet permitió a
sus soldados los tres días de pillaje a que tenían derecho. Invadieron la ciudad
[...] y asesinaron a todas las personas que encontraron, sin importarles si eran
hombres, mujeres o niños. Ríos de sangre corrían por las calles [...]. Pero al fin
se mitigó su sed de sangre. Los soldados se dieron cuenta entonces de que los
cautivos y los objetos preciosos les reportarían grandes beneficios.2
Primeras conquistas
Sofronio, que fue patriarca de Jerusalén entre 634 y 638, vio a los invasores
como «bárbaros impíos que quemaban iglesias, destruían monasterios,
profanaban cruces y blasfemaban horrendamente contra Cristo y la Igle-
sia». Millares de personas murieron en 639 como resultado del hambre y
las plagas que sobrevinieron a consecuencia de la destrucción y el pillaje.
Ibn Warraq 235
. Tras la muerte del profeta, el califa Abu Bakr ordenó la invasión de Siria.
Durante la campaña, llevada a cabo en 634, toda la región comprendida entre
Gaza y Cesárea quedó devastada, y se asesinó a cuatro mil campesinos
—cristianos, judíos y samaritanos— que no hacían más que defender sus tie-
rras. En el curso de las campañas en Mesopotamia, en los años 635 y 642, se
saquearon los monasterios, se asesinó a los monjes y se mató a los árabes
monofisitas que se negaron a convertirse. En Elam se pasó a cuchillo a pobla-
ciones enteras; en Susa todos los dignatarios corrieron la misma suerte.
Gracias a la crónica del obispo Juan de Nikiu, escrita entre 693 y 700,
conocemos mejor los hechos de la conquista de Egipto, llevada a cabo por
Amr ben ai-As. Para el obispo, el yugo musulmán era «más pesado que el
yugo que el faraón había ceñido a los judíos». Al entrar Amr en Egipto,
ocupó la ciudad de Behnesa, cercana a El-Fayum, y exterminó a sus habi-
tantes: «Todo aquel que se rendía a ellos [a los musulmanes] era asesina-
do; no perdonaban ni a viejos ni a mujeres ni a niños.»4 El-Fayum y Aboit
sufrieron la misma suerte. En Nikiu, toda la población fue pasada a cuchi-
llo. En Cilicia se hizo prisioneros a todos los habitantes. En Armenia
se aniquiló a toda la población de Euchaita. Las crónicas armenias del si-
glo vil relatan cómo los árabes diezmaron a la población de Asiria y obli-
garon a una gran cantidad de gente a aceptar el islamismo, y luego hicie-
ron estragos en la región de Daron, al sudoeste del lago Van. En 642 le
tocó padecer a la ciudad de Dvin. En 643 volvieron los árabes, y otra vez
llevaron con ellos «el exterminio, la ruina y la esclavitud». Las crónicas de
Miguel el Sirio relatan cómo Mohawia saqueó Chipre y al fin estableció su
dominio tras una «gran masacre».
En el norte de África se vivió el mismo espectáculo dantesco: Trípoli
sufrió el pillaje en 643; Cartago fue arrasada, y casi todos sus habitantes
asesinados.
Los hechos fueron semejantes en Anatolia, Mesopotamia, Siria, Iraq
e Irán.
La India
El relato de Baladhuri sobre la conquista de
Sind da pruebas suficientes de las masacres
236 Por qué no soy musulmán
C.E.BOSWORTHS
Más adelante Hajjaj insistió en el mismo tema: «Mis órdenes son que
se mate a todos los hombres en edad de luchar, y se retenga como prisio-
neros y rehenes a todos sus hijos e hijas.» Obediente en demasía, al llegar
Ibn Warraq 237
que no quedara nada de ellos.» De este modo se destruyeron obras de arte que
seguramente se contaban entre los más magníficos monumentos de la anti-
gua India.
Firuz Shah
En 1351 Firuz Shah ascendió al trono como gobernante del norte de la
India. Aunque en muchos aspectos era un hombre ilustrado, en lo que
atañía a la religión era un fanático extremado de quien se dice que «tomó
como guía las leyes del profeta». Permitió que se realizaran incursiones
para capturar esclavos en masa, y se cuenta que en su ciudad llegó a haber
180.000 esclavos, todos los cuales «se hicieron» musulmanes. Pero, como
comenta Vincent Smith,9 podía ser terriblemente salvaje cuando se des-
pertaba su celo religioso. Cuando atrapó a cierto número de chutas, eje-
cutó a algunos, sermoneó a otros, y quemó sus libros. Hizo que el ulama
matara a un hombre que decía ser el Mahdi, y sobre ello escribió lo
siguiente: «Por esta buena acción espero ser recompensado en el futuro.»
Estando de visita en una aldea, se celebró en ella una festividad religiosa
hinduista en la que participaron incluso algunos «indignos musulmanes».
Firuz Shah escribió al respecto: «Ordené que se matara a los cabecillas de
esta gente y a los promotores de esta abominación. Prohibí cualquier cas-
tigo severo a los hindúes en general, pero destruí sus templos de ídolos y
en su lugar hice construir mezquitas.»
* Mesías. (N.de la t)
Ibn Warraq 239
Aurangzeb (1618-1/0/)
El bisnieto de Akbar, Aurangzeb, fue en cambio un puritano musulmán
que quiso convertir su imperio en una tierra del islamismo ortodoxo sun-
nita. Así pues, gobernó según los principios establecidos por los prime-
ros califas. Y nuevamente se instauró el mundo de la intolerancia islámi-
ca: se destruyeron los templos (durante las campañas de 1679-1680 se
destruyeron 123 en Udaipur, 63 en Chitor, 66 en Jaipur) y los no musul-
manes pasaron a ser ciudadanos de segunda clase en su propio país. El
fanatismo imperial —para decirlo con las palabras de Smith—XI impuso
otra vez «la odiada jizya a los no musulmanes, que Akbar había abolido
sabiamente en su reino». El propósito de Aurangzeb era controlar a los
infieles y demostrar «la diferencia existente entre una tierra de islamismo
y una tierra de no creyentes».
«Para la mayoría de los hindúes, Akbar fue uno de los mejores empe-
radores de la India, y Aurangzeb uno de los peores; para muchos musul-
manes es exactamente al revés. Para un observador externo no hay duda
de que el proceder correcto fue el de Akbar. [...] Akbar trastornó a la
comunidad musulmana al reconocer que la India no es un país musul-
mán; Aurangzeb trastornó a la India al actuar como si lo fuera.»12
Budismo y budistas
Entre los años 1000 y 1200 el budismo desa-
pareció de la India debido a la acción conjunta
242 Por qué no soy musulmán
EDWARD CONZE1^
CHRISTMAS HUMPHREYS14
J. CHARLEÉ
Las cenizas de los santuarios budistas de Sarnath, cerca de Benarés, aún dan
testimonio de la furia de los destructores de imágenes. Muchos monumentos
grandiosos de la antigua civilización india fueron irreparablemente destrui-
dos en el curso de las primeras invasiones musulmanas. Estas invasiones
resultaron fatales para la existencia del budismo como religión organizada en
el norte de la India, el cual tenía su baluarte principal en Bihar y algunas tie-
rras adyacentes. Los monjes que lograron escapar a la masacre huyeron y se
desperdigaron por Nepal, Tíbet y el sur de la India.1
Ibn Warraq 243
La invasión de Medio Oriente [por los árabes] no fue en modo alguno una
experiencia gozosa y liberadora. Fue una enormidad de muerte y destrucción.
Los habitantes de las ciudades tomadas por asalto o bien eran asesinados o
tomados cautivos, y sus propiedades confiscadas.1^
La. jizya y el kharaj [impuestos] eran una carga aplastante para los campesinos
no musulmanes, que apenas lograban sobrevir en una economía de subsis-
unas más humillantes que otras, el dominio del islamismo. En tanto que los
no musulmanes cumplieran, se les permitía un autogobierno de cierta ampli-
tud. No obstante, ni siquiera en sus propios asuntos comunales estaban total-
mente libres de la supervisión del gobierno y, a veces, de una manifiesta
interferencia.21
El antisemitismo, es decir, «el odio a los judíos por el solo hecho de serlo»,
existió en el mundo medieval árabe incluso en el período de mayor toleran-
cia. [...] La persecución total [...] era rara, pero la posibilidad siempre estaba
presente. Según el capricho del gobernante, las leyes relativas al lujo se podí-
an aplicar de una manera extremadamente rigurosa. [...] Aun en la mejor de
las épocas, los dhimmi podían encontrarse con que, en todos los ámbitos de
la vida y fuera cual fuese su posición en la sociedad, se les recordase violenta-
mente cuál era su verdadera condición.23 [Las cursivas son mías.]
Impuestos discriminatorios
El kharaj
El kharaj era una especie de impuesto territorial que tenía a la vez una
función fiscal y otra simbólica. De acuerdo con el kharaj, el campesino
dejaba de poseer sus tierras para pasar a ser un arrendatario. El kharaj
simbolizaba también los derechos que Dios concedía a los conquistadores
sobre las tierras de los conquistados y los infieles. En teoría los campesi-
nos recibían protección, pero lo cierto es que en períodos de inestabilidad
eran quienes más padecían.
Lajizya
La jizya era un impuesto de capitación que, de acuerdo con lo que esta-
blece el Corán en el sura 9.29 («hasta que paguen el tributo [la jizya]
por su mano y sean humillados»), había que pagar de un modo indivi-
dual en una humillante ceremonia pública que tenía por fin recordar a
los dhimmi que eran inferiores a los creyentes, es decir, a los musul-
manes. Según al-Zamakhshari (1075-1144), comentador del Corán,
este sura 9.29 significa que «lajizya debe recogerse de ellos con humi-
llación. [El dhimmi] debe acudir en persona, a pie y no a caballo.
Cuando paga, debe permanecer de pie, mientras que el recaudador
estará sentado. El recaudador tiene que asirlo del pescuezo, sacudirlo y
Ibn Warraq 249
Otros impuestos
Además de pagar tasas comerciales y aduaneras más elevadas que los musul-
manes, los dhimmi estaban sujetos a otras presiones fiscales. En períodos
económicamente difíciles, los gobernantes musulmanes solían recurrir a
impuestos arbitrarios que recaían sobre los dhimmi. Asimismo se detenía y
torturaba a sus jefes espirituales, hasta que pagaban un rescate por ellos.
Estos impuestos representaban una carga tan abrumadora, que
muchos pueblos quedaron desiertos porque sus habitantes huyeron a
refugiarse en las colinas o intentaron ocultarse en el anonimato de alguna
gran ciudad para escapar al recaudador de impuestos. En el Bajo Egipto,
por ejemplo, los coptos, totalmente arruinados por los impuestos, se
rebelaron en 832. El gobernador árabe reprimió despiadadamente la insu-
rrección, quemando sus aldeas, viñedos, huertos e iglesias. Los que no
perecieron en la masacre fueron deportados.
Cargos públicos
Hay diversas hadith que prohiben que un dhimmi pueda tener autoridad
alguna sobre un musulmán, y varios los versos del Corán que se citan
para impedir el acceso de los dhimmi a los cargos públicos (por ejemplo,
el sura 3.28). No obstante, hubo algunos que ocuparon altos cargos, si
bien en la Edad Media era frecuente que cualquier nombramiento de un
dhimmi para un alto cargo desatara airadas protestas, fanatismo y violen-
cia, como ocurrió en Granada en 1066, en Fez en 1275 y 1465, en Iraq en
1291 y repetidamente en Egipto entre 1250 y 1517. Muchos dhimmi acep-
taron convertirse al islamismo para conservar su puesto.
El pacto de Ornar
El pacto de Ornar, redactado probablemente en el siglo vm durante el rei-
nado de Ornar benAbd al-Aziz (entre 717 y 720), resume algunas de las
limitaciones impuestas a los dhimmi:
Religión
Lugares de adoración
A finales del siglo xix, al-Sharani34 sintetizó las opiniones de las cuatro
escuelas sunnitas principales con respecto a la construcción de nuevas
iglesias y sinagogas:
Todas las escuelas coinciden en que no está permitido construir nuevas igle-
sias o sinagogas en pueblos o ciudades islámicas. En cuanto a su construcción
en las cercanías de éstos, sus opiniones difieren. Malik, Shafe'i y Ahmad no lo
permiten; Abu Hanifa dice que no puede hacerse si la distancia es de un kiló-
metro y medio o menos, pero que sí se permite a mayor distancia. Otra cues-
tión es si se permite restaurar o reconstruir las iglesias o sinagogas en ruinas
en las tierras islámicas. Abu Hanifa, Malik y Shafe'i lo permiten. Abu Hanifa
añade la condición de que la iglesia esté en un lugar que se haya rendido pací-
ficamente; si el lugar se conquistó por la fuerza, no se permite. Ahmad [...]
dice que la restauración o la reconstrucción de los templos en ruinas no se
permite nunca.
La suerte corrida por las iglesias y sinagogas, al igual que la de los cris-
tianos y judíos, varió de lugar en lugar y de gobernante en gobernante.
Algunos gobernantes musulmanes fueron muy tolerantes y otros extre-
madamente intolerantes. En 722, por ejemplo, el recaudador de impues-
tos Usama ben Zaid atacó conventos de Egipto y destruyó iglesias. Pero el
califa Hisham le ordenó que dejara en paz a los cristianos. Algunos califas
no sólo respetaron los derechos de los no musulmanes, sino que pagaron
generosamente la reparación de iglesias destruidas por turbas violentas.
254 Por qué no soy musulmán
De modo similar, el califa Marwan (que reinó entre 744 y 750) saqueó
y destruyó muchos monasterios de Egipto mientras huía del ejército
abasí. En Tana destruyó todas las iglesias, excepto una por la que exigió
tres mil dinares para dejarla en pie.
En 853 el califa Mutawakkil ordenó que se destruyeran todas las igle-
sias. Como señala Tritton, desde un principio las iglesias corrían continuo
peligro de ser arrasadas según los caprichos del gobernante de turno. A
menudo eran las propias turbas musulmanas las que hacían «justicia» por
sus manos. Tritton da varios ejemplos de tumultos que acabaron con la des-
trucción de edificios religiosos. En 884 el convento de Kalilshu, en Bagdad,
fue arrasado, se robaron los vasos de oro y plata y se vendieron todas las
piezas de madera. En 924 se saquearon la iglesia y el convento de María, en
Damasco, y luego se les prendió fuego, y se destruyeron otras iglesias. Otro
tanto ocurrió en Ramla (Israel), Ascalón (Fenicia), Tinis y otras ciudades de
Egipto durante la invasión comandada por Asad ud Din Shirkuh.
kil intentaron en vano acabar con las manifestaciones más habituales del
cristianismo. «El tañer de las campanas, el resonar de los cuernos y la
exhibición pública de cruces, iconos, estandartes y otros objetos religio-
sos estaban totalmente prohibidos.»
Zoroastrianos
Según relata el Tarij-i Bujara, una historia de Bujara escrita alrededor de
944, los habitantes de Bujara se vieron obligados a convertirse al islamis-
258 Por qué no soy musulmán
rávide [...] debiera bastar para echar abajo la mentira. La verdad histórica,
simple y comprobable, es que la España musulmana fue mucho más una
tierra de tumultos que una tierra de paz.» ¿Hubo alguna vez tolerancia?
«Pregúntese a los judíos de Granada que masacraron en 1066, o a los cris-
tianos que los almorávides deportaron a Marruecos en 1126 (como ocu-
rrió con los moros cinco siglos más tarde).» Ya me he referido a las causas
generales que dieron origen a este mito de la tolerancia islámica. De
modo particular, la noción de la Edad de Oro de la España mora surgió en
el siglo xix por obra de judíos de la Europa Occidental «cuya emancipa-
ción era reciente e imperfecta», a fin de castigar los fallos occidentales.
Inevitablemente, se tendió a idealizar el islamismo para que el contraste
con la situación de los judíos en Europa fuera mayor, y «para que ello sir-
viera a la vez de reproche y estímulo a los cristianos, que se mostraban
renuentes en concederles su emancipación».^ Richard Fletcher comenta
al respecto:
Así pues, la nostalgia de los escritores magrebíes se vio reforzada por la román-
tica visión del siglo xix. A esto se añadía a veces un toque de prejuicio protes-
tante en el caso del mundo anglosajón, como se detecta en las referencias de
Lane-Poole a la Inquisición. [...] En la segunda mitad del siglo xx hizo aparición
una nueva causa de ofuscación: el sentimiento de culpa de la conciencia liberal,
que vio los males del colonialismo —más supuestos que demostrados— prefi-
gurados en la conquista cristiana de al-Andalus y la persecución de los moros
(pero, curiosamente, no en la conquista y colonización mora). Mézclese todo
con cuidado y distribuyase libremente entre los crédulos académicos y los
medios de comunicación del mundo occidental, y luego viértase generosamente
sobre la verdad. [...] Pero la España mora no fue una sociedad cultivada y tole-
rante ni siquiera en su época de mayor ilustración.^^ [Las cursivas son mías.]
Desde finales del siglo xvm y a lo largo del siglo siguiente, las expulsiones,
estallidos de violencia e incluso masacres se hicieron cada vez más frecuen-
tes. Entre 1770 y 1786 se expulsó a los judíos de Yeddah, que en su mayoría
huyeron a Yemen. En 1790 se masacró a los judíos de Tetuán, en Marruecos;
en 1828, a los de Bagdad. En 1834 se desató una ola de violencia y pillaje en
Safed. En 1839 hubo una matanza de judíos en Meshed (Irán), seguida por la
conversión forzosa de los supervivientes, y otro tanto ocurrió en Barfurush
(hoy Babul) en 1867. En 1840 los judíos fueron objeto en Damasco del primero
de una larga serie de libelos de sangre o asesinatos rituales, que se exten-
dieron luego a otras ciudades. A ello siguieron estallidos en Marruecos, Arge-
lia, Túnez, Libia y los países árabes de Medio Oriente.45
Tres conclusiones
Estamos ahora en condiciones de apreciar las conclusiones de tres estu-
diosos: Tritton, Bosworth y Bat Ye'or.
En su obra The Caliphs and their Non-Muslim Subjects [Los califas y
sus subditos no musulmanes], A. S. Tritton concluye:48
Ibn Warraq 263
Adán y Eva10
El islamismo tomó la leyenda de Adán y Eva del Antiguo Testamento y la
adaptó a su manera. La creación de la humanidad a partir de una sola per-
sona se menciona en los siguientes suras:
272 Por qué no soy musulmán
Dios castiga a Adán y a Eva por desobedecer sus órdenes. Pero, a dife-
rencia del Antiguo Testamento, en estos versos no hay indicio alguno de
que fuera Eva quien condujera a Adán por el mal camino. Y, sin embargo,
los exégetas y juristas musulmanes crearon el mito de Eva como tentado-
ra, el cual pasó a ser desde entonces una parte esencial de la tradición
musulmana. Se cuenta que el mismo Mahoma dijo: «Si no hubiera sido
por Eva, ninguna mujer habría sido infiel a su marido.»
La tradición islámica también les atribuye a las mujeres malicia y
engaño, y para ello se basa en el siguiente texto del Corán:
Señor, la cárcel me es más grata que acceder a lo que ellas me piden. Pero, si no
apartas de mí su astucia, cederé a ellas y seré de los ignorantes." Y su Señor lo
escuchó y apartó de él su astucia. Ciertamente, Él es quien todo lo oye y todo
lo sabe.»
Sura 4.117: «En lugar de invocarlo a Él, invocan a mujeres. A quien rezan
es a Satán, un rebelde.»
Sura 43.15-19: «Han equiparado a algunos de sus siervos con Él. Sí, el
hombre es en verdad ingrato. ¿Acaso iba Él a tomar hijas de entre todas sus
criaturas, y a vosotros concederos hijos? Y si a alguno de ellos le anuncian a
quien equiparan con el Benéfico [es decir, le anuncian el nacimiento de una
niña], su semblante se oscurece y se llena de ira. [¿Cómo es que equiparan con
Alá] a quien es criado para exhibirse y que en las disputas nunca es capaz de
hacerse entender? Y a los ángeles, que son esclavos del Benéfico, los conside-
ran mujeres. ¿Es que han sido testigos de su creación? Se hará constar su testi-
monio y tendrán que responder por él.»
Sura 52.39: «¿O tendrá Él hijas mientras que vosotros tenéis hijos?»
Sura 37.149-150: «Pregúntales, [ Mahoma,] si tu Señor tiene hijas mien-
tras que ellos tienen hijos. ¿O creamos a ángeles mujeres en su presencia?»
Sura 53.21-22: «¿Son vuestros los varones y de Él las mujeres? ¡En verdad
que sería un reparto injusto!»
Sura 53.27: «En verdad son los que no creen en la otra vida quienes dan a
los ángeles nombres de mujeres.»
Sura 33.32-33: «¡Mujeres del profeta! Vosotras no sois como otras mujeres
cualesquiera. Si cumplís con vuestro deber hacia Alá, no seáis tan seductoras
en vuestras palabras que el enfermo de corazón llegue a desearos. Hablad nor-
malmente. Y quedaos en vuestras casas. No os vistáis de modo llamativo
como se hacía en tiempos de ignorancia. Rezad regularmente, dad al pobre lo
que es debido, y obedeced a Alá y a su enviado.»
Sura 33.53: «Cuando les pidáis algo [a las mujeres del profeta] hacedlo desde
detrás de una cortina. Es más puro para vuestro corazón y para el de ellas.»
Sura 33.59: «¡Profeta! Di a tus esposas, a tus hijas y a las mujeres de los
creyentes que se cubran con el manto cuando salen de su casa. Es lo mejor
para que se las reconozca y no se las moleste.»
En lo que se refiere a las características distintivas con las que Dios ha castigado a
las mujeres, [esto es así]: «Al comer Eva fruta del árbol prohibido del Paraíso, el
Ibn Warraq 279
Señor, ¡alabado sea!, castigó a las mujeres con dieciocho cosas: i) la menstruación;
2) el alumbramiento; 3) la separación de su madre y su padre y el matrimonio con
un desconocido; 4) el embarazo; 5) la falta de control sobre su propia persona; 6)
una parte menor de la herencia; 7) la posibilidad de ser repudiada y la imposibili-
dad de divorciarse; 8) el permiso de que los hombres tengan cuatro esposas lega-
les, mientras que las muj eres sólo pueden tener un marido; 9) su reclusión obliga-
da en la casa; 10) la obligación de llevar la cabeza cubierta en su casa; 11) la
necesidad del testimonio de dos mujeres para contraponerlo al testimonio de un
solo hombre; 12) la obligación de ir acompañada de un pariente cercano para salir
de su casa; 13) la imposibilidad de participar como los hombres en las oraciones del
viernes y de los días festivos y en los funerales; 14) la inhabilitación para gobernar
y juzgar; 15) el hecho de poseer tan sólo uno de los mil componentes que tiene el
mérito, y ser de los hombres los otros 999; 16) el castigo diferenciado que tendrán
las mujeres de conducta disoluta el día de la Resurrección, cuando reciban la
mitad de tormento que el resto de la comunidad [¡esto no parece ser ningún casti-
go!; ¿se trata de un error de traducción?]; 17) el período de cuatro meses y diez días
que deben esperar antes de volver a contraer matrimonio, en el caso de que muera
su marido; 18) el período de tres meses, o tres ciclos menstruales, que deben espe-
rar antes de volver a casarse, en el caso de que su marido se divorcie de ellas. 14
Todos los dichos que hemos visto pertenecen a la supuesta edad de oro
del feminismo islámico. Aun así, son muchos los que proclaman que fue el
abandono de las enseñanzas originales del islamismo lo que condujo a la
actual decadencia y atraso de las sociedades musulmanas. Pero lo cierto es que
nunca existió tal utopía islámica. Hablar de una edad de oro sólo sirve para
confirmar y perpetuar la influencia del clero, los mullah, y de su odioso credo,
que niega su condición de humanos a la mitad de los habitantes del planeta, y
obstaculiza todo intento serio de liberar a las mujeres musulmanas.
Examinaremos ahora en detalle las diferentes maneras que el islamis-
mo ha concebido para subyugar a las mujeres musulmanas.
Un ser inferior
Se dice que Mahoma indicó a sus hombres que trataran amablemente a
dos clases de débiles: los esclavos y las mujeres. En general, el islamismo
280 Por qué no soy musulmán
Los musulmanes liberales aleguen tal vez que estas hadith no son
auténticas, pero ¿qué dirán de las afirmaciones del Corán? Como veía-
mos, los sura 4.43 y 5.6 dicen: «Si habéis tocado a una mujer, y no encon-
tráis agua, buscad arena limpia y pasáosla por el rostro y las manos [antes
de acudir a la oración].»
Los teólogos recurren en última instancia al Corán para probar que
las mujeres son inferiores a los hombres y, por supuesto, con ello impi-
den cualquier discusión, pues nadie puede contradecir la palabra de Dios.
De este modo, sus absurdas opiniones pseudocientíficas cuentan con la
aprobación divina. He aquí los versos más importantes sobre esta cues-
tión:
Ibn Warraq 281
Sura 3.36: «Y, cuando hubo dado a luz, dijo: «¡Señor! Lo que he dado a luz
es una hembra.» Bien sabía Alá lo que había dado a luz; un varón no es igual
que una hembra. «Le he puesto por nombre María, y a ella y a su descendencia
pongo bajo Tu protección, contra el maldito Satán.»»
Sura 43.18: «¿Cómo es que consideran entre la descendencia de Dios a un
ser criado entre chucherías [es decir, la mujer] y siempre dispuesto a discutir
sin razón?»
Sura 4.122: «¿Y qué palabra es más cierta que la de Dios?»
Así pues, las mujeres son inferiores por naturaleza. Mahoma solía
decir: «Tratad las botellas con cuidado». Y con ello quería significar que
las mujeres son como las botellas: cualquier rajadura es irreparable.
poliginia ya que, por supuesto, las mujeres no pueden tener más que un
marido). Tal como G. H. Bousquet recalca constantemente en su clásico
L'Éthique Sexuelle de l'Islam [Ética sexual del islamismo], la concepción
musulmana del matrimonio difiere por completo de la cristiana. En la
noción islámica no hay ninguna idea de asociación, vida en común o
compañía entre una pareja casada. La palabra árabe que designa el matri-
monio es nikah, que también significa «coito» (en la jerga francesa con-
temporánea niquer significa «joder»). La conclusión de Bousquet con res-
pecto al matrimonio en el régimen islámico podría resumirse de la
siguiente manera: el matrimonio musulmán es esencialmente un acto
por el que una mujer, a menudo sin ser siquiera consultada, debe ponerse
sexualmente a disposición de su marido, al que puede llegar a compartir
con otras tres esposas y un número ilimitado de concubinas, sabiendo
que en cualquier momento su marido puede repudiarla si ella deja de
agradarle y que nunca ha de esperar que nazca entre ellos una relación de
compañerismo.^
Los juristas musulmanes insisten en que el marido no tiene más obli-
gación para con sus mujeres que ser justo en cuanto a los gastos y regalos
que dedica a cada una, pero no en materia amorosa ni sexual. El profeta,
por supuesto, tiene privilegios especiales sancionados divinamente por el
Corán: puede tener más de cuatro esposas, sin la obligación de dividir sus
noches equitativamente entre ellas:
Tal como Aisha, la mujer del profeta, le comentó cierta vez a éste:
«Dios viene muy convenientemente en tu ayuda cuando están en juego
Ibn Warraq 283
nadie le pasó por la cabeza la idea de consultar a las propias mujeres, sino
que se las excluyó del debate. Los teólogos musulmanes concluyeron que
un hombre podía tomar a su mujer cuando quisiera y como quisiera, por
delante o por detrás, siempre que eyaculara en la vagina. En otras pala-
bras, el hombre puede elegir el tiempo y modo de cultivar su campo,
mientras siembre la semilla allí donde podrá recoger la mejor cosecha.
Aunque al parecer no había acuerdo acerca de si la sodomía debía o no
ser castigada con la muerte, se consideraba un pecado grave. Mahoma dijo
también, esta vez con menos ambigüedad: «Una esposa nunca debe
negarse a tener relaciones con su marido, ni siquiera estando a lomos de
un camello» (o, según otra versión, «encima de un horno ardiendo»). En
otra ocasión, el profeta maldijo a la mujer que siempre dice «después» o
que finge tener la menstruación para librarse de sus obligaciones marita-
les. Incluso hay una hadith que afirma: «Hay dos plegarias que nunca
alcanzan el cielo: la de un esclavo fugitivo y la de la mujer reacia que frus-
tra a su marido por las noches.»
La mujer que rechaza a su marido peca de insubordinación, y el mari-
do tiene derecho a castigarla físicamente, algo que también tiene la
correspondiente sanción divina en el Corán (véase el sura 4.34 citado
anteriormente). Asimismo la mujer puede perder con ello su derecho de
mantenimiento y protección. Por ejemplo, según la ley egipcia (artículo
67 del Code du Statut Personnel [Código de la condición legal]): «Una
mujer pierde su derecho de mantenimiento si rechaza entregarse a su
marido sin una razón legítima.»
Ya hemos comentado que el marido adquiere por medio del matri-
monio el «órgano reproductor» (al bud) de su mujer, cosa que no sucede a
la inversa. De hecho, la mujer no tiene derecho alguno sobre su propio
bud, su propio órgano sexual. Tal como afirmó Mohammad Qotb, un
renombrado escritor musulmán:18
Un guardián no tiene derecho a invitar a la gente a que robe algo que no le perte-
nece. De la misma manera, la mujer que es simplemente la guardiana de su
honor [su bud] no tiene derecho a hacer uso de él [de su órgano sexual] ni puede
invitar a nadie a violarlo. Porque no se trata tan sólo de su propio honor sino del
honor de sus padres, de su familia, de la sociedad y de toda la humanidad.
Ibn Warraq 285
La escisión es universal entre los negros del Alto Nilo, los somalíes y otras tri-
bus adyacentes. Quien realiza la intervención, una mujer mayor, toma el ins-
trumento, un cuchillo o una hoja de navaja sujetada en un mango de madera,
y con tres movimientos corta los labios y la cabeza del clítoris. Luego cose las
partes pudendas con una aguja gruesa e hilo de piel de cordero, y en dar-for
inserta un tubo minúsculo para permitir la salida de la orina. Antes de con-
traer matrimonio, el novio se prepara durante un mes comiendo carne de
vaca, miel y leche; y si es capaz de abrir a la novia con su arma natural se lo
considera un maestro de la espada a quien ninguna mujer de la tribu puede
negársele. Si no lo consigue, intenta la penetración con los dedos y, como
Ibn Warraq 287
último recurso, saca su cuchillo y corta para abrir las partes. El dolor de las
primeras noches debe de ser terrible.
Sura 78.31-33: «Para los temerosos de Dios hay una morada colmada de
deleite, cuidados jardines y viñedos; y doncellas de senos turgentes como
compañeras; y una copa llena.»
Sura 55.54-58: «Estarán reclinados en divanes revestidos de brocado, y
tendrán a su alcance la fruta de los dos jardines. [...] Allí habrá doncellas de
recatado mirar, que ningún hombre ni djinn habrá tocado hasta entonces [...]
Como jacintos y perlas [...].»
Sura 55.70-74: «En esos jardines habrá castas y bellas vírgenes [...] ninfas
recluidas en sus tiendas [...] que ningún hombre o demonio habrá tocado
hasta entonces.»
Sura 56.10-22: «Se reclinarán en divanes entretejidos de piedras precio-
sas, unos enfrente de otros, y jóvenes sirvientes de eterna juventud les lleva-
rán jofainas y aguamaniles y una copa del más puro vino, que no les dará
dolor de cabeza ni les enturbiará la mente; con fruta que ellos escogerán y la
carne de ave que les apetezca. Y habrá huríes de ojos oscuros, castas como
perlas ocultas, como retribución a sus obras.»
Sura 56.35-38: «Hemos creado a las huríes, y las hemos hecho vírgenes y
amantes compañeras para aquellos que están a la derecha.»
Sura 52.19-20: «Comed y bebed en paz como recompensa por lo que
habéis hecho, reclinados en lechos dispuestos en filas. Y les daremos por
esposas a huríes de grandes ojos.»
Sura 37.48-49: «A su lado habrá vírgenes candorosas con grandes y her-
mosos ojos, que serán como perlas ocultas.»
Sura 44.51-55: «Los piadosos estarán en una apacible morada, entre jardi-
nes y fuentes, vestidos de satén y brocado, unos enfrente de otros. Y les daré-
Ibn Warraq 289
mos por esposas a huríes de grandes ojos. Rodeados de calma, pedirán toda
clase de frutas.»
Sura 38.49-53: «Los piadosos tendrán un bello lugar al que retornarán; los
jardines del Edén les abrirán sus puertas, y allí, reclinados en lechos, pedirán
fruta abundante y exquisitas bebidas, y junto a ellos tendrán vírgenes candoro-
sas como compañeras. Esto es lo que se os promete para el Día del Juicio.»
Sura 2.25: «En estos jardines tendréis esposas llenas de pureza y viviréis
eternamente.»
«Cada vez que dormimos con una hurí, ésta es nuevamente virgen. Además,
el pene de los Elegidos nunca se ablanda: la erección es eterna. La sensación
que experimentáis cada vez que hacéis el amor es absolutamente deliciosa y
sin par en este mundo, porque si la experimentarais en esta tierra perderíais el
sentido. Cada elegido tendrá como esposas a setenta huríes, además de las que
haya tenido en la tierra, y todas tendrán apetitosas vaginas.»
Una y otra vez el Corán ordena a las mujeres que sean piadosas y, por
encima de todo, que sean obedientes, obedientes con Dios y con su mari-
do. Como dice el sura 4.34, «las mujeres virtuosas son obedientes», y se
espera de ellas que sean sumisas con Dios y con una religión enunciada,
desarrollada e interpretada por hombres, ya que a ellas se las excluye por
completo de cualquier deliberación de índole religiosa: «Antes de ti no
enviamos más que a hombres, a quienes confiamos la Revelación. Si no lo
sabes, pregúntale a la Gente del Libro» (sura 16.43).
Los modernos apologistas musulmanes han exagerado enormemente
el papel desempeñado por las mujeres del profeta en la propagación de la
religión, cuando lo cierto es que su papel fue muy limitado o casi ine-
xistente. El Corán simplemente les pide que permanezcan en su casa, y
prohibe a los visitantes de Mahoma que hablen con ellas:
Sura 33.32-33: «¡Mujeres del profeta! [...] no seáis tan seductoras en vues-
tras palabras que el enfermo de corazón llegue a desearos. Hablad normal-
mente. Y quedaos en vuestras casas. No os vistáis de modo llamativo como se
hacía en tiempos de ignorancia. Rezad regularmente, dad al pobre lo que es
debido, y obedeced a Dios y a su enviado.»
Sura 33.53: «Creyentes, no entréis en las casas del profeta a no ser que se
os invite a comer. No entréis antes del momento apropiado. Cuando se os
indique, entrad. Retiraos tan pronto como hayáis acabado de comer, sin tratar
de conversar con su familia, pues esto ofende al profeta y él se avergüenza de
vosotros. Pero la verdad no ofende a Dios. Cuando pidáis algo a las mujeres
del profeta, hacedlo desde detrás de una cortina. Es más decente para vuestro
corazón y para el de ellas. No es correcto que ofendáis al enviado de Dios, ni
tampoco que os caséis luego con sus viudas. Ello sería un enorme pecado a los
ojos de Dios.»
Sura 33.30-31: «¡Mujeres del Profeta! Aquellas de vosotras que seáis cul-
pables de un pecado manifiesto seréis doblemente castigadas. Es cosa fácil
para Dios. Pero aquellas de vosotras que obedezcáis a Dios y a su enviado y
obréis bien seréis doblemente recompensadas, pues os hemos reservado un
generoso sustento.»
bres: «Si un hombre acusa a su esposa pero no puede presentar más testi-
go que a sí mismo, deberá jurar cuatro veces por Dios que su acusación es
cierta, e imprecar la maldición de Dios sobre sí si mintiera. Pero se verá
libre del castigo la mujer que jure cuatro veces por Dios que él miente, e
impreque la ira de Dios sobre sí si él dijera la verdad» (sura 24.6). Por
mucho que parezca, esto no es un ejemplo de la justicia coránica o la
igualdad entre los sexos ya que, aunque se salve de la lapidación a muerte,
se ve repudiada y pierde todo derecho a su dote y a recibir mantenimien-
to, sea cual sea el resultado del juicio. Por otra parte, una mujer no tiene
derecho a acusar a su marido del mismo modo. Por último, para que un
matrimonio sea válido tiene que haber pluralidad de testigos; según los
juristas musulmanes, dos hombres bastan para constituir esa pluralidad,
pero no alcanzan ni dos ni tres ni un millar de mujeres.
Con respecto a la herencia, el Corán ordena que los hijos varones
reciban dos veces más que las hijas mujeres:
Sura 4.11-12: «Un varón heredará el doble que una mujer. Si hay más de
dos hijas mujeres, les corresponderán dos tercios de la herencia; pero, si hay
sólo una, heredará la mitad. A cada uno de los padres le corresponderá un
sexto de la herencia, si el fallecido deja hijos; pero, si no tiene hijos y lo here-
dan sólo sus padres, un tercio es para la madre. Si tiene hermanos, un sexto es
para la madre. Esto, luego de satisfacer sus legados o deudas.»
[Si una mujer sale de su casa] corre el riesgo de encontrarse con peligros con-
trarios a las cualidades espirituales femeninas que ella encarna y que le per-
miten manifestar las más nobles virtudes de la vida. Abandonar la casa se
opone a la voluntad de Dios y está condenado por el islamismo. Sus quehace-
res domésticos son limitados, por lo que también lo es la experiencia que con
Ibn Warraq 297
ellos adquiere. Las tareas del hombre fuera del hogar, en cambio, abarcan un
amplio horizonte, por lo que su experiencia y sus relaciones sociales son
mayores y más diversas.
[Un hombre se casa] para tener resueltas las necesidades del hogar: un
lugar donde dormir, comida y ropa limpia. Aun cuando un hombre pueda
vivir sin sexo, no es capaz de vivir solo en su casa. Si tuviera que hacerse
cargo de todos los quehaceres domésticos, ya no podría dedicarse a sus
tareas intelectuales. La esposa virtuosa que se ocupa del hogar es la com-
pañera perfecta de su marido [...] y al mismo tiempo satisface los deseos
sexuales de éste.27
La esposa puede negarse a realizar las tareas del hogar, pues está en su
derecho, pero con ello desobedece a su esposo y, por lo tanto, al propio
Dios. Como ha señalado Simone de Beauvoir con gran perspicacia:28
El hombre tiene la enorme ventaja de contar con un Dios que ratifica las leyes
que él redacta y, puesto que el hombre ejerce una autoridad total sobre la
mujer, resulta especialmente afortunado que haya sido el Ser Supremo quien
lo ha investido de esa autoridad. Para los judíos, los mahometanos y los cris-
tianos, entre otros, el hombre es amo por derecho divino; en consecuencia, el
temor a Dios reprime en las oprimidas mujeres todo impulso de rebelión. Su
credulidad es cosa segura. La mujer adopta una actitud de respeto y fe hacia el
universo masculino.
contrarias a las de las mujeres; hay gran mérito en esa oposición.» Una
tercera afirma: «Tan pronto como un hombre empieza a obedecer cada
antojo de una mujer caprichosa, Dios lo envía al infierno.» Según los teó-
logos,3° el marido tiene derecho a administrar un castigo corporal a su
esposa cuando ésta: se niega a embellecerse para él; se niega a satisfacer
sus necesidades sexuales; abandona la casa sin permiso o sin una razón
legítima reconocida por la ley; o descuida sus deberes religiosos.
Según una hadith, el profeta dijo en cierta ocasión: «Cuelga tu látigo
donde tu esposa pueda verlo.» Pero hay otras que la contradicen, pues
afirman que el profeta prohibió explícitamente a los hombres golpear a
sus mujeres. De ser así, es el propio profeta quien contradice lo que el
divino Corán permite.
¿Qué recursos tiene una mujer contra un marido «difícil»? El Corán
habla vagamente de un «mutuo acuerdo» (sura 4.128). Según los moder-
nos teólogos, por más que el marido sea violento, exigente y difícil, es la
mujer quien tiene que adaptarse, doblegarse y acomodarse a los caprichos
del marido.
El velos1
El término árabe hijab suele traducirse como «velo», pero puede referirse
a cualquier cosa que impida la visión —como una pantalla, una cortina o
incluso un muro— y al himen. La raíz del verbo hajaba significa «escon-
der». Por extensión, la palabra hijab se utiliza para indicar algo que separa,
que establece un límite o una barrera. Por último, hijab tiene el sentido de
«prohibición moral». El Corán utiliza otros dos términos semejantes, djil-
bah y khibar. El primero puede traducirse también como «velo», pero en
algunos casos es «vestimenta exterior» o «manto». Khibar es asimismo
«velo», o bien «chai». Hay muchas otras palabras que denominan vesti-
mentas con que las mujeres del mundo islámico deben cubrirse total o
parcialmente. En Marruecos, Argelia y Túnez se utilizan las denomina-
ciones de haik, safsarí, akhnify adjar; en Egipto, Israel, Siria, Iraq y entre
los beduinos, abaya, tama, izar, milhafa, khabara, chambar, niqab, litham
y bourqou; en Irán, bourda, chador, pitcha y rouband; en Turquía, yatch-
mek, yalek, harmaniya y entañ; en India y Pakistán, burka.
300 Por qué no soy musulmán
Instruye a las creyentes para que aparten los ojos de la tentación y preserven
su castidad; que cubran sus encantos, salvo aquellos que se muestran normal-
mente; que se bajen el velo hasta el pecho y no muestren sus adornos más que
a su esposo.
del hijab. Según ellos, Dios se lo impuso a las mujeres para complacer a
Ornar ibn al-Khallab. Basan su afirmación en una tradición que explica
que Ornar le dijo un día al profeta: «Tanto el devoto como el disoluto tie-
nen fácil acceso a tu casa y pueden ver a tus esposas. ¿Por qué no ordenas
a las madres de todos los creyentes que se cubran?» Y Mahoma recibió
entonces las revelaciones de los suras citados. Según otra versión, atribuida
a Aisha, Ornar le tocó accidentalmente la mano y se excusó diciendo
que, si estuviera en su poder, nadie podría echarle miradas furtivas. El
historiador al-Tabari ofrece otra interpretación. Según él, la función del
hijab es cubrir el awia, aquello que no se tiene derecho a ver. El awra «son
las partes vergonzosas del cuerpo y aquellas que se ocultan por dignidad
y orgullo; en cuanto a las mujeres, son enteramente awra»?2 De acuerdo
con los juristas musulmanes, para un hombre es awra la zona comprendi-
da entre el ombligo y las rodillas, que sólo puede mostrar a sus esposas y
concubinas. Pero no hay acuerdo con respecto al awra de las mujeres. Los
seguidores de la escuela Hanafi sostienen que la mujer puede llevar des-
cubiertos el rostro y las manos, siempre y cuando ello no induzca a la ten-
tación, la seducción o la discordia. Para las otras tres sectas sunnitas una
mujer sólo puede descubrirse el rostro o las manos en casos de urgencia
(por ejemplo, por necesidad de atención médica). En realidad, la actitud
liberal de la escuela Hanafi es sólo aparente;33 lo cierto es que basta que
una mujer sea bonita y sonría para que los ulama vuelvan a imponerle el
velo. Incluso a las mujeres mayores se les advierte que permanezcan
cubiertas. El sura 24.60 del Corán dice: «Las mujeres que han pasado ya la
edad de casarse no hacen mal si se despojan de su manto, siempre que no
exhiban sus encantos. Pero es mejor que no lo hagan.» Los que defienden
que las mujeres pueden llevar descubiertos el rostro y las manos se basan
en el siguiente hadith relatado por Aisha, la mujer del profeta: «Asma, la
hija de Abu Bakr [y hermana de Aisha], se hallaba un día sin velo frente al
profeta, y éste le dijo: "Asma, una mujer adulta sólo debe mostrar esto."»
Y le señaló el rostro y las manos.
Pero los expertos musulmanes se contradicen sobre este punto.
Algunos insisten en que las mujeres deben ocultar incluso los talones,
y para ello citan una hadith que lo prueba. Esta imposición constituye
no sólo un símbolo de la servidumbre femenina, sino también un
302 Por qué no soy musulmán
Los juristas han descrito con todo detalle cómo debe vestir una mujer
para salir de su casa. Puede usar la ropa que prefiera, siempre que se ajuste
a las siguientes condiciones:
Estos juristas citan hadith en las que se prohibe a las mujeres ponerse
perfume, usar peluca, maquillarse o interferir de cualquier otro modo
con la naturaleza. Los mismos autores que condenan el maquillaje por
interferir con la creación divina no ven contradicción alguna en ordenar
la escisión del clítoris, lo cual consideran un acto piadoso que debe alen-
tarse. Según dice una famosa hadith, «despoja a una mujer de su ropa, y se
quedará en su casa».
Gracias a los valientes esfuerzos de algunos reformistas, las mujeres
lograron al fin adquirir el derecho a la educación. Incapaces de detener el
avance del movimiento feminista, y viéndose ante el hecho consumado,
los conservadores sostienen ahora que el islamismo nunca le negó este
derecho a la mujer y que todo hombre o mujer musulmán tiene el deber
de educarse. La Universidad de al-Azhar, un bastión del privilegio mas-
culino, abrió sus puertas a las mujeres en 1961. Por supuesto, las afirma-
ciones de los conservadores son enteramente falsas.35 Son muchas las
tradiciones que se muestran contrarias a la educación de la mujer, o que
directamente la prohiben: «No dejéis que aprendan a leer y escribir» o
«No suméis un mal a la desdicha» son las normas habituales. Si es cierto
que el islamismo ha aprobado sinceramente la educación de las mujeres,
¿por qué éstas se han mantenido en la ignorancia y el analfabetismo a lo
largo de tantos siglos? Si tienen que permanecer en su casa, si tienen
prohibido hablar con extraños, ¿cómo pueden educarse? Si su familia les
da permiso para aprender, ¿qué es lo que les permitirán estudiar? Básica-
mente, la mayoría de los modernos pensadores musulmanes proponen
una educación religiosa para las mujeres, con unos pocos cursos sobre
costura, labores de punto y tareas del hogar. Estos pensadores basan sus
argumentos en la hadith en que el profeta dijo: «No enseñéis a leer a las
mujeres; enseñadles a hilar y el sura "La noche".» El mensaje es claro: las
mujeres no deben traspasar los límites de su dominio doméstico. Dios las
creó para ser esposas y madres; por lo tanto, cualquier incursión en la
química, la astronomía o la geometría está en contra de su naturaleza, sus
necesidades y las necesidades dé su familia.
A estas alturas debería resultar evidente-*6 que toda mujer musulma-
na que trabaja desobedece una buena cantidad de leyes islámicas que
reglamentan la conducta de las mujeres y la vida familiar. En el islamismo
Ibn Warraq 305
dia de sus hijos, o conservar a los hijos y renunciar a casarse otra vez, lo
cual significa una gran inseguridad. El divorcio es muy común en los paí-
ses árabes; en lugar de tener cuatro mujeres a la vez —algo bastante costo-
so—, los hombres simplemente cambian de mujer varias veces tal como
recomienda el gran al-Ghazali. Si una mujer le pide el divorcio al marido,
éste puede llegar a acceder si recibe una compensación de alguna clase. En
tal caso la mujer no puede exigir la devolución de su dote. El Corán san-
ciona tal disolución del matrimonio; el sura 2.229 dice: «Si teméis que no
observen las leyes de Dios, no hay vergüenza ni para uno ni para otra si la
mujer obtiene su libertad indemnizando al marido.»
La anulación de un matrimonio significa que la mujer pierde el dere-
cho a su dote y debe devolver todo lo que ha recibido. Las mujeres divor-
ciadas tienen derecho a volver a casarse, pero «habrán de mantenerse
apartadas de los hombres durante tres menstruaciones» (sura 2.228).
Por último, quiero acabar con otra lista de lo que las mujeres deben
sufrir en el islamismo en razón de la falta cometida por Eva en el Jardín
del Edén. Se prohibe a toda mujer: 1) ser jefe de Estado; 2) ser juez; 3) ser
imán; 4) ser tutor; 5) salir de su casa sin autorización de su marido o su
tutor; 6) estar a solas con un hombre extraño; 7) estrechar la mano de un
hombre; 8) maquillarse o perfumarse para salir de su casa; 9) descubrirse
el rostro, por miedo a la «tentación»; 10) viajar sola; 11) heredar el mismo
monto que un hombre; deberá conformarse con la mitad; 12) atestiguar
en casos de hudud; ha de aceptar que su testimonio sólo vale la mitad del
de un hombre; 13) tomar parte en los rituales religiosos cuando tiene la
menstruación; 14) elegir dónde desea vivir, mientras no sea aún fea ni
vieja; 15) casarse sin permiso de su tutor; 16) casarse con un no musul-
mán; 17) divorciarse de su marido.
El grado de civilización de una sociedad se mide por la posición que
le otorga a la mujer, y no hay duda de que el islamismo sale muy mal para-
do de ello. En palabras del gran John Stuart Mili: «Estoy convencido de
que las disposiciones sociales que subordinan un sexo al otro por ley son
intrínsecamente malas y constituyen uno de los principales obstáculos
que impiden el progreso humano; estoy convencido de que deben dar
paso a una igualdad perfecta.»
Ibn Warraq 309
Humanos de Pakistán dice en su informe anual que cada tres horas una
mujer es violada en Pakistán, y que la mitad de ellas son jovencitas. Según
el Foro de Acción de las Mujeres, una organización que defiende los dere-
chos femeninos, el 72 % de las mujeres que están bajo custodia policial en
Pakistán sufren abusos físicos y sexuales. Asimismo, el 75 % de las muje-
res detenidas en prisión se encuentran allí acusadas de zina. Muchas de
ellas pasan años en la cárcel a la espera de su juicio.
En otras palabras, cualquier hombre que quiere deshacerse de su
esposa no tiene más que acusarla de zina, con lo que la mujer es arrestada
de inmediato y puesta en prisión preventiva, a veces durante años. Antes
de la implantación de estas leyes no había más que 70 mujeres en prisión;
ahora hay más de 3.000, la mayoría acusadas de haber violado las regla-
mentaciones de zina o hudud.^7
Saña Bibi, una criada casi ciega de dieciséis años, fue violada por su
patrón y su hijo. Como resultado quedó embarazada y dio a luz a un niño
ilegítimo. Aunque su padre presentó una acusación contra los dos hom-
bres, se los absolvió por falta del número requerido de testigos varones.
No obstante, el embarazo de Saña era una prueba de fornicación, y por lo
tanto se la sentenció a tres años de prisión, quince latigazos y una multa
de mil rupias. El juez declaró con presunción que le había aplicado un
castigo leve por consideración a su edad y su ceguera. Por fortuna, la pre-
sión del público consiguió que se revocara la sentencia. Desde que se
puso en marcha el programa de islamización de Zia han aumentado los
ataques a las mujeres. La suerte de éstas ha empeorado en todos los aspec-
tos con la implantación de las leyes islámicas. La aprobación de la ley de la
sharía en 1991 degradó aún más la condición de las mujeres, si es que esto
era posible. Como ha comentado una prominente feminista: «La ley de la
sharía es un medio para controlar y marginar a las mujeres, no de admi-
nistrar justicia. Es una ley que facilita la agresión contra las mujeres y que
hace caso omiso de la corrupción del país y de la violencia que sufren las
mujeres.»48
La prensa occidental creyó ingenuamente que la elección de Benazir
Bhutto como primera ministra de Pakistán, en noviembre de 1988, revo-
lucionaría el papel de la mujer, no sólo en Pakistán sino en el mundo islá-
mico entero. Por supuesto, de acuerdo con la ley islámica una mujer no
314 Por qué no soy musulmán
puede ser jefe de Estado, y Pakistán había pasado a ser una república islá-
mica según la nueva constitución de 1956. Así pues, Benazir Bhutto había
desafiado a los mullah y había ganado. Pero su gobierno duró unos esca-
sos veinte meses, durante los cuales, según se dice, Nawaz Sharif, que
llegó a ser primer ministro por un breve período a principios de la década
siguiente, animó a los mulhh para que incrementaran su oposición a la
presencia de una mujer como jefe de un Estado islámico. El gobierno de
Benazir Bhutto acabó disuelto, acusado de corrupción, y su marido fue
puesto en prisión en 1990.
La suerte de las mujeres musulmanas era muy dura antes de la elec-
ción de Benazir, y nada cambió después de ésta. La primera ministra se
esforzó por complacer al influyente grupo religioso de los mullah, los
mismos que insistían en que una mujer no podía gobernar en un país islá-
mico, y una y otra vez pospuso cualquier acción positiva que mejorase la
condición de las mujeres. Como señaló en 1990 una mujer miembro de la
oposición en la Asamblea Nacional: «Benazir Bhutto no ha demostrado
más preocupación que por su propia ansia de poder.»49 De lo que no hay
duda es de que Benazir Bhutto demostró ser mucho menos radical de lo
que los medios de comunicación occidentales esperaban de ella. Aceptó
un casamiento concertado con un hombre a quien sólo conocía de siete
días atrás, y nunca dejó de usar el tradicional pañuelo de cabeza. En un
Congreso sobre Población realizado en Egipto en septiembre de 1994,
nuevamente se desvivió por tomar partido por los conservadores mullah.
«Creímos que elegíamos a una Cory [Aquino], pero al parecer lo que con-
seguimos en cambio fue una Immelda», comentó un desilusionado
miembro de la Asamblea Nacional.50
Todas las estadísticas sobre la situación de las mujeres en Pakistán
ofrecen el mismo panorama desolador. Pakistán es uno de los cuatro úni-
cos países del mundo en que la esperanza de vida de la mujer (51 años) es
menor que la del hombre (52 años); el promedio de la esperanza de vida
de las mujeres de todos los países pobres es de 61 años. Un buen número
de mujeres pakistaníes mueren durante el embarazo o al dar a luz (seis
muertes por cada 1.000 partos). Aunque el islamismo ortodoxo nunca
prohibió la anticoncepción, durante el gobierno de Zia el Consejo de
Ideología Islámica de Pakistán declaró que la planificación familiar estaba
"i
jóvenes musulmanas conocidas como las novias del Corán, a quienes sus
familias obligan a casarse con el Corán. En muchas familias terratenientes
feudales, sobre todo en la región de Sind, sólo se permite que las mujeres
se casen dentro de la familia —en muchos casos únicamente con primos
hermanos— para asegurar que las propiedades continúan en la familia. Un
casamiento con alguien que no pertenezca a ésta significaría una división
de la propiedad cuando la mujer heredara la parte que le corresponde de la
finca familiar. Cuando la familia no cuenta con primos varones disponi-
bles, se obliga a la muchacha a casarse con el Corán en una ceremonia exac-
tamente igual a una boda real... con la diferencia de que falta el novio. La
novia se viste suntuosamente, se convida a invitados y se celebra un ban-
quete seguido de festejos. Durante la ceremonia, se instruye a la novia para
que coloque la mano sobre el Corán, y se la desposa con el libro sagrado. El
resto de su vida transcurre en total reclusión, completamente apartada del
mundo. No se le permite ver a ningún hombre, a veces ni siquiera en tele-
visión. Lo que se espera de ellas es que dediquen el tiempo a estudiar el
Corán o realizar artesanías. Tal desoladora vacuidad se cobra su precio, y
muchas de estas novias del Corán acaban mentalmente enfermas. Como
declaró una de las tres mil novias del Corán que, según se estima, hay en
Sind: «Desearía haber nacido cuando los árabes quemaban vivas a sus
hijas. Incluso eso habría sido mejor que esta tortura.»
Difícilmente podía imaginarse Jinnah cuan literalmente ciertas eran
sus palabras cuando declaró en 1944:53 «Ninguna nación puede alcanzar
la gloria si sus mujeres no están lado a lado con los hombres. Somos vícti-
mas de malas costumbres. Es un crimen contra la humanidad que nues-
tras mujeres estén encerradas como prisioneras dentro de las cuatro pare-
des de su casa.»
A pesar de la visión laica de su fundador, Pakistán se ha convertido en
un Estado teocrático. Los políticos pakistanies han cedido cobardemente
a todas las exigencias de los mulhh. El miedo a los fundamentalistas no
ha hecho sino animar más a éstos. No es fácil que Occidente, con su lai-
cismo de larga data, llegue a comprender el grado de poder que esta gente
es capaz de tener sobre las masas, a las que incitan a veces a cometer los
más inimaginables actos de vileza, siempre en nombre de Dios. Por ejem-
plo, una multitud, histéricamente manipulada por un mullah, mató a
Ibn Warraq 317
Watt continúa:4 «Las ideas que proclamó le otorgaron al fin una posi-
ción de liderazgo, con una autoridad que no se basaba en la jerarquía tri-
bal sino en la "religión". Gracias a esta posición y a la naturaleza de su
autoridad, tribus y clanes secularmente rivales podían aceptar su lideraz-
go. Esto, a su vez, dio origen a una comunidad cuyos miembros estaban
en paz unos con otros.»
En este caso particular creo que Watt no hace plena justicia a los ver-
daderos logros de Mahoma y, lo que es más, confunde la teoría con la
práctica. Como señala Goldziher5: «Mahoma fue el primer hombre de su
clase que le dijo a la gente de La Meca y a los indómitos amos del desierto
árabe que la misericordia no era un signo de debilidad sino una virtud, y
que perdonar las injusticias padecidas no era contrario a las normas de la
verdadera muruwwa [virtud] sino que constituía la más preciada muruw-
wa, ya que ello significaba seguir la senda de Alá.»
Si Mahoma fue capaz de persuadir a las tribus y clanes de que, en ade-
lante, el principio unificador de la sociedad no sería la pertenencia a una
tribu sino el islamismo, fue justamente insistiendo en el perdón. Hasta
entonces las tribus habían estado divididas por siglos de odios de sangre,
asesinatos por venganza, represalias y animosidad. Mahoma enseñó la
igualdad de todos los creyentes a los ojos de Dios. Por desgracia, una cosa
es la teoría y otra la práctica. En primer lugar, Mahoma no practicó lo que
Ibn Warraq 321
Por último, Watt describe una idílica imagen de armonía tribal bajo el
liderazgo de Mahoma. El precedente ejemplo de la crueldad de Mahoma
322 Por qué no soy musulmán
sirve igualmente para ilustrar el hecho de que no todas las tribus acepta-
ban su autoridad. Goldziher ha mostrado asimismo que la rivalidad entre
las tribus prosiguió aún largo tiempo después de que el islamismo la
hubo prohibido. Ya hemos hablado de la rivalidad entre los árabes, por lo
que no nos extenderemos aquí sobre ella. Pero es un hecho que Mahoma
no dejó a su muerte una nación unida, como lo confirman las guerras de
sucesión. Los califas segundo, tercero y cuarto fueron asesinados. En
cuanto al asesinato de Otmán, en 656, condujo a un caos aún mayor y a
una sangrienta anarquía, por lo que se lo conoce como al-Bab al-Maftuh,
es decir, «la puerta abierta» a la guerra civil.
Como comenta Margoliouth: «El profeta deseaba sin duda que la vida
de un musulmán fuera tan sacrosanta en el mundo musulmán como lo
había sido para la tribu en el viejo sistema tribal; pero fracasó, ya que sus
primeros seguidores acabaron por desencadenar una guerra civil entre
ellos y, en la historia del islamismo, las víctimas de las matanzas ordena-
das por los sultanes musulmanes fueron con frecuencia comunidades
musulmanas y, en especial, familias que aseguraban descender del propio
profeta.»8
Watt concluye:? «Para evitar que su energía guerrera perturbara a la
comunidad concibió la idea de \ajihad o guerra santa, que dirige dicha
energía hacia afuera, hacia los no musulmanes.»
Watt no es el único que manifiesta admiración por la expansión árabe
y el consiguiente nacimiento del imperio islámico. Aunque el imperialis-
mo ya no es visto en general con buenos ojos, difícilmente se toma nadie
la molestia de criticar esa variedad de imperialismo que fue la expansión
árabe, con toda la muerte y destrucción que acarreó. Y me resulta absolu-
tamente incomprensible que Watt considere la guerra santa como un
gran logro moral digno de admiración, cuando su expreso propósito es
exterminar el paganismo, matar a los no creyentes y conquistar por las
armas las tierras y posesiones de otros pueblos.
La sinceridad de Mahoma
Mucha tinta ha corrido infructuosamente sobre la cuestión de la sinceri-
dad de Mahoma. ¿Era un simple impostor, o creía sinceramente que todas
Ibn Warraq 323
«Uno de los engaños más perjudiciales que los hombres y las nacio-
nes pueden sufrir es el de creerse un instrumento especial de la Divina
Voluntad», escribió Russell.13 Por desgracia, tanto Mahoma como los
musulmanes sufrieron tal engaño: sólo los musulmanes tenían garanti-
zada la salvación, ya que ésta era impensable fuera del islamismo. Dios
los había elegido para que difundieran el Mensaje a la humanidad.
Reformas morales
Mahoma tiene a su favor haber abolido la antigua costumbre de enterrar
vivas a las niñas indeseadas. No es fácil, en cambio, asegurar que mejoró
la condición general de las mujeres, porque no tenemos suficientes cono-
cimientos de las prácticas preislámicas. No obstante, diversos estudiosos
sostienen que el islamismo empeoró considerablemente la situación de
las mujeres. En su famosa obra Femmes árabes avant et depuis l'islamis-
me [Las mujeres árabes antes y después del islamismo], Perron afirma que
la condición de las mujeres se deterioró gravemente con el islamismo, ya
que perdieron su antigua posición intelectual y moral:
Notas
Capítulo 1
2.
3.Hayek(i),p. 122.
4. DI, p. 458.
Capítulo 2
1. Jeffery (2) en MW, vol. xvi, núm. 4, octubre de 1926.
2. Reade, p. 428.
3. Muir (1), pp. 503-506.
4. Caetani, Annali dell'Islam, versión inglesa en MW, vol. VI.
5. Jeffery (2), p. 335.
6. Buhl en MW, vol. 1,1911, pp. 356-364.
7. Citado por Jeffery (2), p. 336.
8. Margoliouth (2), pp. 88-89 y 104-106.
9. Humphreys, pp. 92-98.
10. Citado por Humphreys, p. 97.
11. Citado por Rodinson (1), pp. 157-158.
12. Muir (i),p. 240.
13. Ibíd., pp. 307-308.
14.Tor Andrae, p. 218.
15. Stillman, p. 16.
16. Jahanbegloo, p. 107.
17. Hogbin en Firth, p. 256.
18. Muir (1), p. 241, nota 1.
19. Rodinson (1), p. 213.
IbnWarraq 339
Capítulo 3
1. Guillaume, p. 74.
2. Citado por Zwemer (3), p. 25.
3. Ali Dashti, p. 148 ss.
4. Goldziher (2), p. 173.
5. Ali Dashti, p. 150.
6.BellyWatt,p.66.
7. Adams, artículo sobre el Corán en ER.
8. Citado en Morey, p. 121.
9. Noldeke en EB, 11.a ed., vol. 5, pp. 898-906.
10. Ali Dashti, pp. 49-50.
11. Bell y Watt, p. 93.
12. Ibíd., pp. 94-95.
13. Ali Dashti, p. 98.
14. Gore Vidal en New Statesman Society, 26 de junio de 1992, p. 12.
15. Artículo sobre «Politeísmo» en ER.
16. Hume (i),p. 56.
17. DI, artículo sobre «Genios», p. 134.
18. Goldziher (1), vol. 2, p. 259.
19. Bell y Watt, p. 122.
20. Hume (2), pp. 192-193, parte 5.
21. Lewis (4), p. 175.
22. Schopenhauer, vol. 2, pp. 356-359.
23. Hume(i),p. 59.
24. Crone (2), pp. 234-245.
25. Margoliouth (2), p. 149.
340 Por qué no soy musulmán
Capítulo 4
1. Russell (4), pp. 5, 29,114.
2. Citado en MW, vol. 28, p. 6.
3. Hurgronje (1), p. 264.
4. Ibíd., p. 261.
5. Schacht (i),p. 69.
6.1bíd.,pp. 70-71.
7. Ibíd., p. 75.
8. Ibíd., p. 201.
9. Ibíd., p. 79.
10. Schacht (2), p. 397.
11. Schacht (1), p. 205.
12. Goldziher (2), pp. 63-64.
13. Schacht (2), p. 399.
14. Nietzsche, pp. 596-597.
15. Gibb, p. 67.
342 Por qué no soy musulmán
Capítulo 5
1. Hurgronje (i), p. 277.
2. Citado en FA, verano de 1993.
3. Transcrita en el apéndice de Melden.
4. Mayer, p. 177.
5. Véase, en general, a Gaudeul.
6. Huntington en FA, vol. 72, núm. 3,1993.
7. Locke, pp. 19-22.
8.Kant, pp. 7-8.
9. Paine, p. 51.
10. Citado por Alley, p. 56.
11. Ibíd., p. 71.
12. En Oxford Companion to the Supreme Court, Nueva York, 1992,
pp. 262-263.
13. Bouquet, p. 269.
14. Kennedy, p. 144.
15. NH, vol. 109, núm. 2, pp. 10-12.
16. Schacht (1), pp. 126-127.
17. Ibíd., pp. 130-132.
18. Wensinck (1), pp. 53-54.
19. Hayek (1), pp. 152-153.
20. Citado por Mayer, pp. 60-61.
21. Ibíd., pp.62-63.
22. Citado por Melden, p. 1.
23. Melden, p.3.
24. Lewis (3), pp. 89-98.
25. Schacht (1), p. 125.
26. Arnold, artículo «Califa», en Eh.
27. Mayer, p. 35.
28. Ibíd., p. 21.
29. Ibíd., p. 27.
30. Ibíd., p. 91.
31. Ibíd., p. 160.
Ibn Warraq 343
Capítulo 6
1. Cook(i),p. 86.
2. Cook y Crone, p. viii del prefacio.
3. R. S. Humphreys, pp. 280-281.
4. Goldziher (1), vol. 1, p. 12.
5. Ibíd., p. 15.
6. Ibíd., p.43.
7. Ibíd., p. 34.
8. Lewis (6),p. 101.
9. Goldziher (1), p. 98.
344 Por qué no soy musulmán
Capítulo 7
Capítulo 8
1. Burton, vol. X, p. 195.
2. Nefzawi, Shaykh (1), pp. 203-204.
3. Bousquet (1), p. 49.
4. Artículo «Mujeres» en el DI.
5. Schacht (4) en HI, p. 545.
6. Artículo «Mujeres» en DI.
7. Citado por Ascha, p. 13.
8.Mimouni, p. 156.
9. Ascha, p. 11. 10.
Ibíd.,p. 23 y ss.
n.Ibíd., p. 2gyss.
12. Ibíd., p. 38yss.
13. Ibíd., p. 41.
14. Citado por Tannahill, pp. 233-234.
15. Ascha, p. 49 y ss.
16. Bousquet (1), p. 118.
17. Ibíd., p. 156.
18. Ascha, p. 58.
19. Bouhdiba, pp. 217-218.
20. Burton, vol. V, p. 279.
21. Citado en Bouhdiba, pp. 95-96.
22. Bouhdiba, pp. 59-74.
23. Ascha, p. 63 y ss.
24. Bousquet (1), p. 120.
25. Ascha, p. 76 y ss.
26. Ibíd., p. 89.
Ibn Warraq 347
Capítulo 9
1. Popper (1), vol. 1, prefacio.
2. Artículo «Mahoma» en HI, vol. 1A, p. 55.
3. Margoliouth (2), pp. 24-25.
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352 Por qué no soy musulmán