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Buenaventura, Enrique - La Corista

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TEATRO INEDITO ENRIQUE BUENAVENTURA

La Corista
I

(Al fondo una “pared” transparente de modo que lo que ocurra “detrás” se ve un poco
borroso, un poco en silueta. En la parte delantera están Ana Petrovna y su marido, Nikolai
Petrovich. En la trasera Aglae, la hija del matrimonio, midiéndose vestidos)

ANA: ¡No puedo más! ¡Es demasiado trabajo, Nikolai Petrovich!


¡Necesitamos una criada!
NIKOLAI: Ya tenemos una.
ANA: Es vieja y resabiada. Necesitamos una joven. Nastasia Dimítrovna, la
hija de Dimitri Dimítrovich, está dispuesta a emplearse por 6 rublos
mensuales.
NIKOLAI: ¡6 rublos mensuales!
ANA: ¿Mucho? O muy poco...
NIKOLAI: No es mucho ni poco. Son 6 rublos mensuales y no los tengo.
ANA: Pues tendrás que conseguirlos. Nastasia es una muchacha decente
que además de una ayuda será una compañía en mi soledad. Sabes
que trabaja por necesidad pues su padre, tu ilustre colega, está preso
por un desfalco.
NIKOLAI: Lo sé, lo sé muy bien. Habla con ella... Ofrécele 4 rublos.
ANA: Ya hablé con ella. Si no le pagamos 6 rublos se va a trabajar con
Pável Rabinovich, otro de tus colegas que le ha ofrecido más... Ella
prefiere trabajar aquí.
NIKOLAI: Rabinovich busca otra cosa...
ANA: Como todos ustedes. Como todos los hombres. (Hay una larga
pausa durante la cual Nikolai toma su desayuno y lee el periódico
mientras Aglae sigue probándose vestidos ante el espejo). Además el
señor me ve a mí como una criada.
NIKOLAI: ¿Cómo puedes decir eso?
ANA: Desayuno temprano en la cocina, le traigo luego el desayuno al señor
y ni siquiera me regala una mirada o me dice una palabra dulce...
porque a esta hora debe leer el periódico...
NIKOLAI: Ana, querida mía, tú y yo no necesitamos demostraciones de amor
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porque nos queremos de verdad. ¡Que se anden besuqueando y


echándose piropos los que mantienen una relación falsa, un disfraz,
una apariencia...! Pero nosotros, luz de mis ojos, nosotros, corazón
mío, nosotros no necesitamos esas hipocresías. Nos amamos y basta.
Nos amamos, sabemos que nos amamos y eso es todo. ¿Para qué
más?
ANA: ¡No me toques! ¡Te atreves a hablar de amor! ¡Te atreves a condenar
la falsedad y la hipocresía! ¿Qué clase de animal eres Nikolai
Petróvich Kol-pákov? No, los animales no son capaces de cosas así.
Eres una especie de monstruo. (Aglae, atrás, deja caer un vestido
que se está probando y se pega a la pared como si viera lo que pasa
en la parte delantera)
NIKOLAI: Ana, por Dios, contrólate. Qué te pasa. Tu hija te va a oír...
ANA: Que me oiga... Que vaya aprendiendo qué clase de bichos venenosos
son ustedes.
NIKOLAI: Contrataré a Nastasia Dimítrovna. Te lo prometo. No sé de dónde
sacaré los 6 rublos...
ANA: No me hagas hablar.
NIKOLAI: Pero... qué pasa... Te levantaste con el pie izquierdo o te caíste de la
cama...
ANA: No me caí de la cama, Nikolai Petró-vich, pero sí sé quién se está
subiendo hace rato a otra cama...
AGLAE: (Abre la puerta del fondo) ¿Qué pasa, mamá? ¿No pueden hacer otra
cosa que pelearse?
NIKOLAI: No estamos peleando, querida, estamos hablando.
AGLAE: Qué manera de hablar... Papá... ¿puedo decirte algo?
NIKOLAI: Por supuesto, hija mía.
AGLAE: (Con un montón de vestidos que va arrojando uno por uno) ¡Mira
este horror! ¡Mira este adefesio! ¡Mira este espanto! ¡Mira esta
ruina! ¡Y esta reliquia! ¿Eh? ¿Qué te parece?
NIKOLAI: Qué me parece qué.
AGLAE: Qué te parece mi situación.
NIKOLAI: No entiendo.
ANA: Que la hija de Nikolai Petróvich, Fiscal de la Superintendencia
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Bancaria del Imperio, no tiene qué ponerse.


NIKOLAI: (Recogiendo los vestidos) Uno, dos, tres, cuatro, cinco... ¿y no tiene
qué ponerse?
AGLAE: (Mostrándolos de nuevo) Uno que ya no se usa, otro que no me
ajusta, otro que pasó de moda, otro que envejeció, otro...
NIKOLAI: Otro que va a morir de infarto es tu padre. ¿Qué es lo que quieres?
AGLAE: Un par de vestidos nuevos para la temporada de primavera en la
dacha campestre y otro par para veranear en las playas del Mar
Negro con las hijas de Estepan Estepánovich, el Presidente del
Banco Comercial de todas las Rusias...
ANA: La niña no puede perder esa oportunidad. El hijo de Estepan
Estepánovich...
AGLAE: Mamá, por favor.
ANA: Eres demasiado modesta, hija mía. Ese joven ha puesto los ojos en ti.
NIKOLAI: Un par para la primavera y otro para el verano.
AGLAE: Por lo menos.
NIKOLAI: Por lo menos...
AGLAE: Sí... Por ahora.
ANA: ¿Qué te parece? ¿Que pedimos demasiado?
NIKOLAI: Pero, Dios mío, ¿es que no saben cuánto gano?
ANA: Yo sé cuánto pierdes en cosas de las que no quiero hablar.
NIKOLAI: ¿Qué cosas? ¿Qué cosas? Voy de aquí a mi trabajo, trabajo allí como
un burro y regreso aquí y no tengo paz ni tranquilidad. El día que me
estalle la úlcera no velen mi cadáver. ¡Véndanlo!
ANA: ¡Uyyy, qué drama!
AGLAE: No hay necesidad de tanto teatro. Vas o no vas a comprarme los
vestidos... voy o no voy con esas niñas a los paseos de primavera y
verano.
NIKOLAI: No puede ser.
AGLAE: Tiene que ser. No puedo estar con ellas sin estar a la par de ellas.
NIKOLAI: Es gente millonaria y nosotros no somos millonarios.
AGLAE: Pero podemos parecerlo.
NIKOLAI: Yo no soy más que un pobre empleado...
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ANA: Que carece de ambiciones, de empuje, de garra y que es generoso


con quien no le corresponde pero tacaño con su familia.
AGLAE: Tienes que comprarme los vestidos.
NIKOLAI: Me llevarán a la cárcel como a Dimitri Dimítrovich.
ANA: Ya te dije que ese joven, el hijo de Estepán Estepánovich, ha puesto
sus ojos en ella. ¡Si lograrámos empa–
rentarnos con esa familia! ¡Si lográramos acercarnos siquiera a una
fortuna de esas! Pero tú, Nikolai Petróvich, no piensas en tu mujer ni
en tu hija. ¡Otras cosas te preocupan!
AGLAE: ¿Tendré los vestidos?
NIKOLAI: Los tendrás... ¿Puedo terminar mi desayuno? ¿Se me permite
terminar de leer la prensa?
AGLAE: Por mí puedes terminar con todo. (Sale)
NIKOLAI: ¿Ves? ¿Ves lo que has logrado, Ana? ¡Has logrado que esa
muchacha no tenga ningún respeto por su padre!
ANA: En mi opinión tiene demasiado.
NIKOLAI: ¿Qué quieres decir?
ANA: Que si supiera lo que yo sé no te respetaría en absoluto. ¿Por qué...?
¿Por qué, Nikolai Petróvich, por qué...?
NIKOLAI: ¿Por qué, qué, querida? Habla.
ANA: Me da vergüenza. La vergüenza que no te da a ti, me da a mí.
NIKOLAI: Vergüenza de qué, querida mía...
ANA: De lo que tú haces.
NIKOLAI: ¿Quieres hablar de una vez por todas?
ANA: Voy a dejar que un papel hable por mí.
NIKOLAI: ¿Qué papel?
ANA: Oye, oye lo que te voy a leer... “Querida Ana Petrovna. Soy una
amiga que la estima y la quiere de verdad...”
NIKOLAI: Yo las conozco a esas hijas de mala madre...
ANA: Oye, oye tranquilo. No saltes antes de tiempo.
NIKOLAI: Amigas, se dicen amigas y son arpías, lenguas viperinas...
ANA: Vas a oír... (Lee) “No es conveniente, ni siquiera necesario que firme
esta nota pues usted puede imaginarse perfectamente quién soy”.
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NIKOLAI: ¿Quién es?


ANA: Eso no importa. Oye lo que dice: “He creído mi deber de amiga
avisarle que su marido, Nikolai Petróvich, tiene relaciones con una
famosa corista, con una bataclana conocidísima, nada menos que
María Ivánovna...”
NIKOLAI: ¡Dame ese papel!
ANA: ¿Lo quieres romper?
NIKOLAI: ¡Dámelo!
ANA: ¿Crees que estoy inventando lo que leo?
NIKOLAI: ¡Te ordeno que me des ese papel!
ANA: No. No te lo doy.
NIKOLAI: No grites. No grites por el amor de Dios.
ANA: No te me arrimes. Con este cuchillo soy capaz de vaciarte las tripas.
AGLAE: ¿Siguen peleando?
NIKOLAI: No estamos peleando, querida. Estamos leyendo unos poemas muy
hermosos... Digo yo. Tu madre no es de la misma opinión. De todas
maneras se trata de poetas rusos muy raros. Ya uno no sabe qué es lo
que se escribe... Ana.
ANA: Sigue oyendo... “Por supuesto que Nikolai Petróvich no es el único...
Son varios los maridos que se divierten por las tardes con María
Ivano-vna...”
NIKOLAI: ¿Tú has creído lo que dice ese papel?
ANA: Hay otros.
NIKOLAI: ¿Otros? Pero... ¿Qué hacen tus amigas? ¿A qué se dedican? A
fisgonear, a calumniar, a socavar la honra de las personas decentes...
ANA: ¿Cuál es la persona decente, Nikolai? ¿María Ivánovna?
NIKOLAI: Hablo de ti, de mí, de un hogar que quieren destruir esas que se
llaman amigas tuyas.
ANA: Oye esto: “Usted no me conoce, estimada Ana Petrovna, pero usted
hace parte de nuestra sociedad, de esa sociedad de esposas de
empleados de la banca rusa a quienes corresponde mantener en alto
el honor de una casta...”
NIKOLAI: ¡No leas más!
ANA: Oye tranquilo: “Una casta que merece respeto. No importa que usted
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no sepa quién soy pues yo sí sé cuál es la amante de su marido...”


NIKOLAI: Dame ese papel.
AGLAE: Dáselo, mamá.
NIKOLAI: Estamos jugando un juego muy divertido, querida.
AGLAE: ¿Jugando? ¿A esa edad?
NIKOLAI: ¿Cuál edad? ¿Cuántos años crees que tengo? ¡Soy joven, querida
mía!
ANA: ¿Insinúas que yo estoy vieja?
NIKOLAI: Bueno, eres un poco mayor que yo.
ANA: Sí. Se puede decir que te crié... Que te amamanté... Cuando viniste a
mí tenías todavía dientes de leche...
NIKOLAI: Ana, querida. Siempre me han gustado las mujeres mayores, todo el
mundo lo sabe...
AGLAE: Es verdad, mamá, mis amigas se enamoran de él.
NIKOLAI: Pero yo, nada. Firme. Yo quiero a Ana Petrovna.
ANA: ¡No más! ¡No más! ¡No más! (Ha gritado de tal forma que Aglae ha
desaparecido y Nikolai se ha arrodillado delante de ella) ¿Qué pasa?
¿Qué haces allí, Nikolai Petróvich?
NIKOLAI: (Con voz apenas perceptible) No estás bien, Ana Petrovna...
ANA: Estoy perfectamente bien, querido... Pero dime... ¿cuántas veces en
la semana te ves con María Ivánovna?
NIKOLAI: ¿Con María Ivánovna?
ANA: Sí, sí, qué días y a qué horas.
NIKOLAI: Pero... Ana...
ANA: Si una mujer sabe las cosas a medias se siente engañada, traicionada,
infeliz... Si no sabe nada no siente nada pero si lo sabe todo puede
tomar una determinación...
NIKOLAI: Sí, sí. Me veo con María Ivánovna.
ANA: Qué días y a qué horas.
NIKOLAI: Pero Ana... Es morboso...
ANA: Necesito saberlo.
NIKOLAI: Voy allí algunas tardes... Pero no es nada fijo... Además, la relación
que tengo con ella no es la que esas viejas alcahuetas y chismosas
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aseguran en esos asquerosos papeles. Tengo con ella una relación


absolutamente fingida.

ANA: ¿Fingida? ¿Qué quiere decir eso?

NIKOLAI: Totalmente falsa.

ANA: ¿Totalmente falsa? No entiendo nada...

NIKOLAI: Lo que te voy a decir es algo así como un secreto de Estado.

ANA: Qué estás urdiendo ahora, Nikolai Petróvich...

NIKOLAI: Tú conoces a mi jefe, Iván Niko-laiévich..

ANA: Lo habré visto dos veces...

NIKOLAI: Pues bien, Iván Nikolaiévich Pulkrov es el verdadero amigo de


María Ivánovna. Esa mujer no gasta su tiempo en empleados
menores como yo.

ANA: ¿Y piensas que yo me trago eso?

NIKOLAI: Mastícalo bien y te lo tragas despacio porque poco a poco te irás


dando cuenta de que es la pura verdad. He sido designado por la
junta fisca-lizadora de la organización bancaria para seguir los pasos
de Iván Nikolaiévich. Se sabe que está encubriendo un gran desfalco.
Es uno más de los grandes estafadores de cuello blanco. Pertenece a
un grupo selecto de los astutos ladrones de la casta...
ANA: Estás inventando todo eso, Nikolai... ¿Qué tiene que ver la aventura
de Iván Nikolaiévich con esa puta...?
NIKOLAI: Tiene que ver. Le ha hecho extraordinarios regalos en joyas pero
hasta ahora nadie puede comprobar nada.
ANA: Y tú vas donde María Ivánovna a investigar.
NIKOLAI: Exactamente. Voy a investigar aunque tus amigas queridísimas digan
lo contrario. (Mira el reloj) ¡Estoy atrasado, querida! Mi jefe se
divierte con la Ivánovna pero es muy estricto en la oficina. (Sale.
Pausa larga. Ana Mira al público)
ANA: Le regala joyas... (La luz baja lentamente)
II
(Al volver la luz, en la parte trasera se ven las siluetas de Nikolai y María. Brindan.
Beben despacio. Arrojan las copas al aire, ríen y se besan. En primer plano Olga Semionovna,
la criada, haciendo la limpieza)

OLGA: ¡Mucho despilfarro! ¡Quieren vivir como príncipes sin pagar los
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gastos! Esas dos copas valen por lo menos cien kopecs y a mí, María
Ivánovna, me debe tres meses de sueldo. ¡Pero es una gran artista! A
veces me da boletas para ir a verla en el teatro o en el cabaret. La
gente se engaña mucho sobre las vidas de los artistas. Se cree que
ganan rublos a montones y no es que no ganen, ganan, pero lo que
ganan lo tiran. No tienen sentido de la economía. Mis amigas me
dicen: debes ser muy feliz trabajando para María Ivánovna. Allí se
debe vivir en fiesta todos los días y no faltan las fiestas pero no son
alegres. A veces salen a relucir cuchillos y pistolas. Y hasta muertos.
Pero se dice: Murió del corazón, fue solamente un infarto.
MARÍA: (En la puerta del fondo) Olenka...
OLGA: Sí señora.
MARÍA: Estás representando otra vez. (A Nikolai) Es como si tuviera siempre
un público frente a ella.
NIKOLAI: Vístete. Vamos a pasear.
MARÍA: Hace demasiado calor. Hacía años no teníamos un verano así. (Se ve
a Ana Petrovna a un costado. Toca la campanilla)
OLGA: ¿Quién puede ser? (Limpia, arregla todo) No me explico quién
puede venir hoy, a esta hora.
MARÍA: ¿Quién es?
OLGA: No sé, voy a ver.
ANA: Vas a tener una sorpresa, María Ivánovna... (Toca otra vez la
campanilla)
OLGA: Un poco de paciencia, por favor. Ya voy. (Arregla rápido)
MARÍA: Quién diablos puede ser. No me gusta nada una visita así.
NIKOLAI: (Que ha comenzado a vestirse) Alguna amiga tuya, o el cartero... o
qué sé yo.
MARÍA: Me da mala espina. (Suena otra vez la campanilla) ¡Por Dios, Olga,
mira quién es!
OLGA: Ya voy, ya voy... (Llega al lado de escena y se encuentra con Ana
Petrovna) Bue... buenas tardes, señora.
ANA: Soy una amiga de María Ivánovna.
OLGA: Una amiga... sí, sí, claro... ¿Tiene la bondad de esperar un minuto?
Voy a ver si está. (Va a la puerta del fondo donde María le dice que
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diga que no está. En eso Ana se ha entrado y se da cuenta de lo que


pasa) ¡Oh, señora! ¿Me permite usted? Salga por aquí, sígame. La
señora María Ivánovna no se encuentra en casa.
ANA: (Sentándose) La esperaré.
OLGA: Señora, no estoy autorizada...
ANA: Cállate. Tráeme un poco de té.
OLGA: ¿Un poco de té?
ANA: Sí, un poco de té. Una taza de té. ¿Entendiste?
OLGA: Sí señora... (Se retira un poco sin saber qué hacer)
MARÍA: (En la puerta trasera) ¿Qué desea usted?
ANA: Ver a mi marido. (Detrás de la pared se ve a Nikolai que la oye y se
asoma por la rendija de la puerta. Termina de vestirse y se sienta)
MARÍA: ¿Marido? ¿Qué marido?
ANA: Mi marido.
OLGA: Yo traté de que esperara pero...
MARÍA: Cállate.
ANA: No tengo prisa.
MARÍA: De qué marido me está hablando usted. Perdóneme... ¿Me permite?
Tengo que arreglar algo... Ya regreso...
ANA: ¿Y el té? ¿En qué estás pensando? ¿Por qué me miras con esa cara de
tonta y esos ojos extraviados?
OLGA: Es que... que no entiendo. Una señora como usted, una dama... y
viene aquí y pregunta por su marido.
(Detrás de la pared está el drama de María y Nikolai. Se ve a María
llorar, pasearse, arreglarse. A Nikolai sentado, tieso. Enciende un
cigarrillo. Fuma)
ANA: He ordenado un té.
OLGA: Sí señora.
(María quiere que salga Nikolai y Nikolai le dice que tiene que salir
ella y ella finalmente sale a la puerta)
MARÍA: Señora... su marido...
ANA: ¿No está aquí?
MARÍA: No. No señora. No está.
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ANA: Pero usted sabe quién es.

MARÍA: No. No señora...

ANA: Entonces cómo sabe que no está.

MARÍA: Es que... No está. No hay aquí ningún marido. No está aquí el marido
de nadie. ¿Entiende?

ANA: No. No entiendo. Yo soy una señora decente que viene aquí con toda
la cortesía y los buenos modales de su clase a preguntar por alguien
que viene aquí, que mantiene una relación con usted y usted me
recibe con una piedra en los dientes.

MARÍA: Señora... Yo siento mucho...

ANA: Qué siente, qué siente usted. Qué puede sentir una persona como
usted...

MARÍA: Señora, le estoy diciendo que siento mucho haberme exaltado...

ANA: Sin el más mínimo derecho porque la ofendida soy yo.

MARÍA: Pero no por mí.

ANA: Sí, por usted y por él. Por ambos. Por la relación que mantienen.
¡Relación! ¿Cómo se puede llamar eso? ¿Mantiene usted relación
con alguien?

MARÍA: No tiene derecho de venir aquí, a mi casa, a juzgar mi vida.

ANA: Sí, porque usted se ha metido en la mía.

MARÍA: Yo no. El se ha metido en la mía. (Señala al fondo)


ANA: ¿Dónde está?
MARÍA: Yo no sé dónde está.
OLGA: Señora, el té.
MARÍA: ¡Llévate ese té! ¡Aquí nadie quiere té!
ANA: Yo quiero té.
MARÍA: Entonces sírvale el té.
ANA: Usted y yo sabemos dónde está. Pero ¿quiere que le diga una cosa?
No me importa si está allá. (Lo señala. Nikolai está pegado a la
pared transparente) Lo veo. Lo veo perfectamente. (Nikolai se
voltea de espaldas y se aleja de la pared) Esté donde esté la policía
lo encontrará. (Nikolai vuelve a la pared)
MARÍA: ¿La policía? ¿Qué tiene que ver la policía?
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ANA: Oígame con atención... ¿No puedes traer más pastelitos?


MARÍA: ¡Sí, por el amor de Dios! ¡Tráele todos los pastelitos que hay en la
casa!
OLGA: ¿Todos?
MARÍA: ¡Sí!
OLGA: Hay que guardar algunos... No son muchos... Está bien, ya voy.
MARÍA: Yo también voy a tomar té. ¡Olenka!
OLGA: Sí señora.
MARÍA: Otra taza. Hace calor.
ANA: Mucho calor.
MARÍA: Uno espera que por este tiempo refresque y no, no refresca.
ANA: Al contrario. Sopla aire caliente.
MARÍA: Puro fuego.
ANA: Un desastre.
MARÍA: ¿No está muy claro?
ANA: No. Está perfecto. Tiene usted una buena criada.
MARÍA: Una verdadera campesina rusa.
ANA: ¿De dónde eres?
OLGA: De...
ANA: Lindo país.
MARÍA: Y la historia de la policía... ¿Qué tiene que ver la policía?
ANA: He sufrido muchísimo. Llevo días y días cavilando y muchas noches
sin dormir... El no sabe nada... Al fin me decidí a venir a verla...
Estimada María Ivánovna, en el Gran Banco Comercial de todas las
rusias se ha descubierto un desfalco.
MARÍA: Y él...
ANA: Sí. El. (Detrás de la pared la silueta de Nikolai se enloquece)
MARÍA: Pero... ¿él?
ANA: El. Sí, él. Ha dilapidado un dinero que no le pertenece. Ha dilapidado
lo de él, lo mío, lo de nuestra hija y lo de muchos clientes...
Muchísimos clientes...
MARÍA: No me explico...
ANA: ¿No se explica? Si no se lo puede explicar usted... ¿Quién puede
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explicárselo?
MARÍA: ¿Y por qué tengo que explicármelo yo?
ANA: Porque es aquí, con usted, donde ha dilapidado mi dinero.
MARÍA: ¿Aquí? ¿Conmigo? ¿Qué me ha dado a mí Nikolai Petróvich
Kolpákov?
ANA: Joyas.
MARÍA: ¿Joyas? ¿Joyas Nikolai a mí? ¿Cuándo?
ANA: Mire. María Ivánovna, si yo logro reunir mil rublos lo dejarán
tranquilo.
MARÍA: ¡Mil rublos!
ANA: Sí. Deposito mil rublos y no sale a flote el desfalco. Es como si no
hubiera pasado nada.
MARÍA: ¿Y yo qué tengo que ver...?
ANA: Necesitamos reunir mil rublos, María Ivánovna.
MARÍA: ¿Necesitamos?
ANA: Sí, para que él se salve. Tiene una mujer, tiene una hija, tiene un
nombre, una reputación, su hija está comprometida con el hijo de
Estepán Estepánovich...
MARÍA: Y... ¿qué me pide usted?
ANA: Las joyas que él le dio.
MARÍA: El no me dio jamás joya ninguna.
ANA: Píenselo bien, María Ivánovna. Suponga que se llevan a Nikolai a la
cárcel... Yo quedo en la ruina, mi hija en la picota pero usted queda
en el fango... Nadie podrá comprobarle nada. La justicia no podrá
señalarla con la espada, pero todo el mundo sabrá que la ruina
material y sobre todo la ruina moral de Nikolai Petró-vich Kolpákov
nació aquí y quizá la de otros próceres de la casta bancaria... He oído
rumores sobre Iván Ni-kolaiévich Pulkrov.
MARÍA: ¿Iván Nikolaiévich?
ANA: Sí, sí... Lo tienen entre ceja y ceja... Caerá pronto. ¿A dónde irá a
parar usted, María Ivánovna?
MARÍA: ¿Qué es lo que usted quiere?
ANA: Salvar a mi marido. Iván Nikolaiévich se salva solo. Está podrido en
plata pero Nikolai... Nikolai no tiene sobre qué caerse muerto.
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MARÍA: Está bien. Trataré de ayudar. Nikolai no me dio jamás un alfiler.


ANA: ¿Que no le dio nunca nada...?
MARÍA: Nada.
ANA: Pero entonces ¿por qué ha atentado contra el honor de su familia y
puesto en peligro su reputación con esa horrible estafa?
MARÍA: ¿Está usted segura de eso?
ANA: ¡Que me parta un rayo si no es cierto!
MARÍA: ¡Dios mío, señora, no provoque la ira de Dios!
ANA: ¡Que Dios me castigue aquí mismo! ¡Que me queme ya con su fuego
si no es cierto lo que digo!
OLGA: ¡Santo Dios! ¡Santo Fuerte! ¡Santo Inmortal! ¡Líbranos de todo mal!
MARÍA: Le creo, le creo señora, le creo y estoy dispuesta a ayudar.
ANA: Usted tiene joyas valiosas, María Ivánovna...
MARÍA: ¿Quién le dijo eso? ¿Nikolai Petró-vich?
ANA: ¿Qué insinúa usted? ¿Que Nikolai y yo hemos hablado alguna vez de
usted? Yo lo sé todo por terceras personas... personas que saben
mucho sobre usted.
MARÍA: Sobre mí se sabe todo, estimada señora. Yo no oculto nada. Mi vida
es pública.
ANA: Por eso mismo. Hablan de sus joyas y de la manera como han sido
adquiridas.
MARÍA: ¿Quiénes hablan? ¿Los ladrones? ¿Los ladrones de joyas han
hablado con usted?
ANA: Más respeto. No olvide quién soy yo.
MARÍA: Usted tampoco lo olvide. ¿O cree que me voy a dejar robar así no
más?
ANA: ¿Quién habla de robar? Si él ha robado es por usted.
MARÍA: Aquí no ha gastado nunca un rublo. Es más, en ocasiones le he
prestado dinero.
ANA: Aquí, entre nos, es un sinvergüenza.
MARÍA: Bueno, yo no diría eso. Es un hombre apocado.
ANA: Sin ambición, sin garra.
MARÍA: Y bastante joven.
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ANA: Sí, aceptémoslo. Es más joven que las dos.


MARÍA: Y se diría que, entre las dos, estamos tratando de criarlo. (Ríen. Olga
trae más pastelitos. Comen)
OLGA: ¿Más té?
MARÍA: ¿Más té?
ANA: Otra taza. Ha bajado el calor.
MARÍA: Ha bajado. Por fin un poco de brisa.
ANA: Brisa más fresca.
OLGA: Y por la noche, frío.
ANA: Y... ¿qué vamos a hacer con él? ¿No lo vamos a salvar?
OLGA: Tienen que salvarlo. (Las dos la miran) Es un pobre muchacho pero
no es mala gente. Tienen que salvarlo.
ANA: ¿Qué dice?
MARÍA: ¡Sal de aquí! ¿Quién ha pedido tu opinión?
OLGA: Señora... yo...
MARÍA: ¡Silencio! ¡A la cocina! Esto es lo que pasa porque uno las trata bien,
porque uno las trata como gente.
ANA: Y no son gente. Hay que saber eso.
MARÍA: Sí... (En voz baja) Pero ahora es difícil mantenerlas a raya. Ahora es
difícil mantener a cada uno en su lugar.
ANA: Sí, muy difícil... Y bien, María Ivánovna... Tengo la impresión de
que usted iba a colaborar con unas joyas.
MARÍA: No tengo muchas y no son muy valiosas.
ANA: Hay que reunir mil rublos.
MARÍA: Eso es imposible.
ANA: Mil rublos o la deshonra. Mil rublos o la cárcel y quizá el destierro a
Siberia... Los trabajos forzados.
MARÍA: Calle, señora... Esperemos aquí... (Entra a la parte trasera donde –
sin que se oiga una sola palabra– habla con Nikolai) ¿Es cierto que
has robado en el banco?
NIKOLAI: Sí, sí, es cierto. Soy culpable, soy un infeliz.
MARÍA: Voy a tratar de salvarte. Lo hago por tu mujer, no por ti. (Terminado
el diálogo mudo María saca joyas de un especie de almario. Mira a
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Nikolai y echa llave al almario)


OLGA: Tiene buenos sentimientos.
ANA: Más le vale.
OLGA: Es usted un poco dura, señora.
ANA: Para ustedes, las empleadas domésticas, la vida es muy fácil. Tienen
el techo y la comida y hacen lo menos posible.
OLGA: No es cierto, señora. Yo hago más de lo que ella me pide y, sin
embargo, hace tres meses que no me paga.
ANA: Cuánto ganas.
OLGA: Cinco rublos.
ANA: Estás bien pagada.
OLGA: En realidad yo le tengo cariño. Cariño y admiración. Es una artista.
ANA: Por supuesto.
MARÍA: Olenka, vete a la cocina. ¡Qué manía! Uno debía contratarlas con la
obligación de que dejen la lengua en la casa.
ANA: Pero esto no es nada María Ivánovna.
MARÍA: Es lo que puedo ofrecer, señora.
ANA: ¡Irás a Siberia, Nikolai Petróvich! ¡Te pudrirás en ese desierto
helado!
MARÍA: El no está aquí. No grite. Espere. Le daré algo más.
(Se la ve entrar a la parte trasera. Nikolai está tendido en la cama y
ella le dice algo, luego abre el almario y saca joyas)
OLGA: No le quite todo, señora. Ella no tiene más que eso.
MARÍA: Aquí hay algo más.
ANA: Bueno, esto ya es algo. ¿Cuánto le pondría usted a este lote?
MARÍA: No sé. No tengo la menor idea.
ANA: Serán, a lo sumo, trescientos rublos.
MARÍA: Y no hay más.
ANA: Por favor, María Ivánovna.
MARÍA: No hay más.
ANA: ¿Quiere la deshonra y el destrozo de un hogar? ¿Quiere que ese
hombre vaya a Siberia? ¿Quiere que su nombre se vea envuelto en
este turbio historial?
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MARÍA: Es que no tengo más.


OLGA: No tiene más.
ANA: Tú cállate.
MARÍA: Vete a la cocina. ¡Enciérrate allí!
ANA: ¡Dios mío, María Ivánovna! ¡Véame de rodillas ante usted! ¡Vea
cómo me humillo! ¡Cómo lloro ante usted! ¡Sálvenos usted, María
Ivánovna!
MARÍA: No me haga eso, señora. (Corre a la parte trasera y trae más joyas)
OLGA: La va a arruinar, déjele algo.
ANA: ¡Mi hija! ¡Mi hija no podrá casarse con el hijo de Estepán
Estepánovich...!
MARÍA: Tome.
ANA: Esto llegará, a lo sumo, a lo sumo, a quinientos rublos.
MARÍA: Y se terminó.
ANA: Tiene que haber algo más, María Ivánovna.
MARÍA: Sólo me quedan una pulsera y un pendiente.
ANA: ¡Una pulsera y un pendiente pueden ser la salvación nuestra! (María
va y saca la pulsera y el pendiente)
MARÍA: Aquí están. Llévese todo.
ANA: Estamos lejos de reunir los mil rublos... Pero veré qué hago... ¡Si
pudiera vender mi cuerpo lo vendería, María Ivánovna! Pero no
todas podemos hacerlo. Adiós. Que el Señor la bendiga. (Sale)
OLGA: Es usted una tonta, María Ivánovna.
MARÍA: Tráeme un trago.
OLGA: De qué.
MARÍA: De vodka aunque sea. Siempre fui ultrajada... y débil...
Tú no tienes derecho a hablar así de una dama. ¡Tráeme el vodka!
OLGA: ¡Una dama! (En la puerta del fondo aparece Nikolai)
MARÍA: ¿Cuándo me regaló algo usted?
NIKOLAI: Ella lloró.
MARÍA: ¡Usted nunca me regaló nada, Nikolai Petróvich!
NIKOLAI: Ella, ella se humilló.
MARÍA: Pero el desfalco... ¿En realidad usted ha hecho ese desfalco...? ¡No
TEATRO INEDITO ENRIQUE BUENAVENTURA

por mí, Nikolai Petróvich!


OLGA: No, por supuesto.
MARÍA: (Se toma el vodka) Si eso es cierto no me duelen las joyas... ¡Que lo
salven las joyas! Pero usted tiene que jurarme que es cierto.
NIKOLAI: Dame un vodka a mí también.
MARÍA: Pero... ¿Y ahora qué voy a hacer? ¡Eso era todo lo que yo tenía!
NIKOLAI: Eso no importa. Ella se humilló delante de ti.
MARÍA: Eso fue lo que me partió el alma.
OLGA: Porque usted, definitivamente, es una tonta, María Ivánovna.
MARÍA: Sí, sí, soy una tonta, una estúpida. Dame otro trago.
NIKOLAI: Y a mí.
MARÍA: Ahora sí que no tengo nada. (Toma otro trago) ¿Tú me has querido
alguna vez un poco, Nikolai Petróvich?
NIKOLAI: Te quiero, pero ella lloró y se humilló ante ti.
MARÍA: O he sido solamente un refugio... Te has refugiado en mí porque le
temes a ella.
NIKOLAI: Ella es una señora, ¿entiendes?
MARÍA: Oh, sí, una señora.
OLGA: ¡Una señora!
NIKOLAI: ¡Tú cállate!
MARÍA: Cállate y dame otro vodka.
NIKOLAI: Y otro a mí.
OLGA: Ahora se emborrachan y todo se olvida... Pero el despertar será
terrible...
MARÍA: He sido un refugio, siempre un refugio... ¿Dónde está mi verdadera
vida?
NIKOLAI: Ella. Ana Petrovna Cherníkov, de los Cherníkov de Rostov... Noble,
noble por padre y madre. Nieta del General Bulgánin. ¿Sabe lo que
es eso?
MARÍA: ¡Un despilfarro! ¡Mi vida ha sido un despilfarro!
OLGA: Porque usted es buena.
NIKOLAI: Una dama, una verdadera dama que se casó conmigo para formarme,
para volverme un hombre de empresa. ¿Y quién era yo, María
TEATRO INEDITO ENRIQUE BUENAVENTURA

Ivánovna? Yo no era nadie... Y ella me levantó del suelo y me sentó


en mi puesto en el banco, donde todos me respetan.
MARÍA: ¿Y el desfalco? ¿Es que no existe el desfalco?
NIKOLAI: Una dama, una dama arrodillada ante una...
MARÍA: Dilo.
NIKOLAI: No. Mejor me callo. ¡Qué vergüenza! ¡Ana Petrovna humillada,
arrodillada llorando ante María Ivánovna! ¡Quién puede creer eso!
(Sale)
MARÍA: Ojalá fuera el último, María Ivánovna.
(Baja la luz lentamente)
FIN

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