Durkheim El Totem Como Nombre
Durkheim El Totem Como Nombre
Durkheim El Totem Como Nombre
168
LIBRO SEGUNDO: LAS CREENCIAS ELEMENTALES 169
1
Es la definición que da Cicerón de la gentileza: Gentiles sunt qui inter se eodem
nomine sunt (Top. 6).
2
Puede decirse, de una manera general, que el clan es un grupo familiar donde el pa-
rentesco resulta únicamente de la comunidad del nombre; en ese sentido es que la
gens es un clan. Pero, en el género así constituido, el clan totémico es una especie
particular.
3
En una cierta medida, esos vínculos de solidaridad se extienden más allá de las
fronteras de la tribu. Cuando individuos de tribus diferentes tienen un mismo tó-
tem, tienen unos hacia otros deberes particulares. El hecho está expresamente
afirmado respecto a ciertas tribus de América del Norte (ver Frazer, Totemism
LIBRO SEGUNDO: LAS CREENCIAS ELEMENTALES 171
and Exogamy, III, pp. 57, 81, 199, 356-357). Los textos relativos a Australia son
menos explícitos. Es probable sin embargo que la prohibición del matrimonio en-
tre miembros de un mismo tótem sea internacional.
4
Morgan; Ancient Society, p. 165.
5
En Australia, las palabras empleadas varían según las tribus. En las regiones obser-
vadas por Grey, se decía Kobon; los Dieri dicen Murdu (Howitt, Nat. Tr. of S. E.
Aust., p. 91), los Narrinyeri, Mgaite (Taplin, en Curr, II, p. 244), los warramunga,
Mungai o Mungaii (North Tr., p. 754), etcétera.
6
Indian Tribes of the United States, IV, p. 86.
7
Y sin embargo esta forma de la palabra es tanto más lamentable cuanto que no sa-
bemos siquiera con exactitud cómo es su ortografía. Unos escriben toodain, o do-
dain o ododam (ver Frazer, Totemism, p. 1) El sentido mismo del término no está
determinado exactamente. Si se lo compara con el lenguaje del primer observador
172 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
14
Frazer (Totemism, pp. 10 y 13) cita casos bastante numerosos y hasta hace de él
un género aparte que llama split-totems Pero esos ejemplos están tomados de tri-
bus donde el totemismo está profundamente alterado, como en Samoa o en las is-
las de Bengala.
15
Howitt, Nat. Tr., p. 107.
16
Ver los cuadros hechos por Strehlow, Die aranda und loritja-Stämme, II pp. 61-72
(cf. III, pp 13-17). Es notable que esos tótems fragmentarios sean exclusivamente
tótems animales.
17
Strehlow, II, pp 52 y 72.
174 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
18
Por ejemplo uno de esos tótems es una cavidad donde un antepasado del tótem del
Gato salvaje ha reposado; otro es una galería subterránea donde un antepasado
del clan del Ratón ha cavado, etc. (ibíd, p. 72)
19
Nat. Tr., p. 561 y sig. Strehlow, II. p. 71. n° 2 Howitt. Nat. Tr., p. 286 y sig.; “On
Australian Medicine Men”, J. A. I, XVI, p. 53, “Further notes on the Australian
Class Systems”. J. A. I. XVIII p. 63 y siguientes.
20
Thaballa significa el muchacho que ríe, según la traducción de Spencer y Gillen.
Los miembros del clan que lleva su nombre creen oír reír en las rocas que les sir-
ven de residencia (North Tr., pp. 207, 215, 227, nota). Según el mito relatado (p.
422), habría habido un grupo inicial de Thaballa míticos (cf. p. 208). El clan de
los Kati, de los hombres plenamente desarrollados, full/grown men como dicen
LIBRO SEGUNDO: LAS CREENCIAS ELEMENTALES 175
Spencer y Gillen, bien parece ser del mismo tipo (North Tr., p. 207 ).
21
North. Tr., p. 226 y siguientes.
22
Strehlow, II, pp. 71-72. Strehlow cita entre los loritja y los aranda un tótem que
recuerda mucho al de la serpiente Wollumqua: es el tótem de la serpiente mítica
del agua.
23
Es el caso de Klaatsch, en su artículo ya citado (ver más arriba. p. 103, n. 22)
24
Así como lo hemos indicado en el capítulo precedente, el totemismo interesa a la
vez al problema de la religión y al problema de la familia, ya que el clan es una
familia. Los dos problemas, en las sociedades inferiores, son estrechamente soli-
darios. Pero ambos son demasiado complejos como para que no sea indispensable
tratarlos separadamente. No se puede comprender, por otra parte, la organización
familiar primitiva antes de conocer las ideas religiosas primitivas: pues éstas sir-
ven de principios a aquélla. Por eso era necesario estudiar el totemismo como re-
176 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
26
North. Tr., pp 163, 169, 170, 172. Hay que hacer notar, sin embargo. que en todas
estas tribus, salvo los Mara y los Anula, la transmisión del tótem por línea paterna
no sería más que el hecho más general, pero incluiría excepciones.
27
Según Spencer y Gillen (Nat. Tr., p. 123 y sig.), el alma del antepasado se reen-
carnaría en el cuerpo de la madre y llegaría a ser el alma del niño; según Strehlow
(II, p. 51 y sig.), la concepción, aunque obra del antepasado, no implicaría una re-
encarnación; pero, en una y otra interpretación, el tótem propio del niño no de-
pende necesariamente del de sus padres.
28
Nat. Tr., p. 133; Strehlow, II, p. 53.
29
En gran parte, es la localidad donde la madre cree haber concebido la que deter-
mina el tótem del niño. Cada tótem, como veremos, tiene su centro, y los antepa-
sados frecuentan preferentemente los lugares que sirven de centro a sus tótems
respectivos. El tótem del niño es, pues, aquél al que pertenece la localidad donde
la madre cree haber concebido. Por otra parte, como ésta debe encontrarse más a
menudo cerca del lugar que sirve de centro totémico a su marido, el niño debe ser
más generalmente del mismo tótem que el padre. Esto explica, sin duda, como, en
cada localidad, la mayor parte de los habitantes pertenecen al mismo tótem (Nat.
Tr., página 9).
178 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
30
The secret of the Tótem, p. 159 y sig. Cf. Fison y Howitt, Kamilaroi and Kurnai,
pp. 40 y 41; John Mathew, Eaglehawk and Crow; Thomas, Kinship and Mar-
riage in Australia, pp. 52 y siguientes.
31
Howitt, Nat. Tr., p. 124.
32
Howitt op. cit., pp 121, 123, 124. Curr, III, p. 461.
33
Howitt p. 126.
34
Howitt, p. 98 y siguientes.
35
Curr, II, p. 165; Brough Smyth, I, p. 423; Howitt, op. cit., p. 429.
LIBRO SEGUNDO: LAS CREENCIAS ELEMENTALES 179
36
Howitt, pp. 101, 102..
37
J. Mathew, Two Representative Tribes of Queensland, p. 139.
38
Se podría, en apoyo de esta hipótesis, dar otras razones; pero habría que hacer in-
tervenir consideraciones relativas a la organización familiar, y tenemos que sepa-
rar los dos estudios. La cuestión, sólo interesa, por otra parte, secundariamente a
nuestro tema.
39
Por ejemplo, Mukwara, que designa una fratría entre los Barkinji, los Paruinji, los
Milpulko, significa, según Brough Smyth, águila halcón; ahora bien, entre los
clanes comprendidos en esta fratría, hay uno que tiene por tótem el águila halcón.
Pero aquí, este animal se designa con la palabra Bilyara. Se encontrarán muchos
casos del mismo tipo, citados por Lang, op. cit, p. 162.
180 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
40
Spencer y Gillen, Nat. Tr., p. 115. Según Howitt (op. cit., pp. 121 y 454), entre los
Wotjobaluk, el clan del Pelícano estaría igualmente representado en las dos fratrí-
as. El hecho nos parece dudoso. Sería muy posible que esos dos clanes tengan por
tótems dos especies diferentes de pelícanos. Eso parece surgir de las indicaciones
dadas por Mathews sobre la misma tribu (“Aboriginal Tribes of N. S. Wales a.
Victoria”, en journal and Proceedings of the Royal Society of N. S. Wales, 1904,
pp. 287-288.
41
Ver sobre esta cuestión nuestra memoria sobre: “Le totemisme”, en Aneé sociolo-
gique, t. V, p. 82 y siguientes.
42
Ver sobre esta cuestión de las clases australianas en general nuestra memoria so-
bre: “La prohibición de l’inceste”, en Aneé sociol., I, p. 9 y sig, y más especial-
mente sobre las tribus de ocho clases: “L’organisation matrimoniale des sociétés
australiennes’, en Année sociol., VIII, pp. 118-147.
LIBRO SEGUNDO: LAS CREENCIAS ELEMENTALES 181
43
Ese principio no se ha mantenido en todas partes con igual rigor. En las tribus del
centro de ocho clases, sobre todo, además de la clase con la cual está permitido
regularmente el matrimonio, no hay otra con la cual se tiene una especie de con-
nubium secundario (Spencer y Gillen, North. Tr., p. 196). Lo mismo ocurre en
ciertas tribus de cuatro clases. Cada clase puede elegir entre las dos clases de la
otra fratría. Es el caso de los Kabi (ver Mathew, en Curr, III, p. 162).
182 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
44
Ver Roth, Ethnological Studies among the North/West/Central Queensland Abo-
rigines, p. 56 y sig., Palmer, “Notes on some Australian Tribes”, J. A. I., XIII
(1884), p. 302 y siguientes.
45
Se cita, sin embargo, algunas tribus donde las clases matrimoniales llevan nom-
bres de animales o de plantas: es el caso de los Kabi (Mathew, Two Representati-
ve tribes, p. 150), de tribus observadas por MFS. Bates (“The Marriage Laws a
Customs of the W. Austral. Aborigines”, en Victorian Geographical Journal,
XXIII-XXIV, p. 47) y quizás de dos tribus observadas por Palmer. Pero estos
hechos son muy raros, su significación está mal establecida. Por otra parte, no es
sorprendente que las clases, como los grupos sexuales, hayan adoptado a veces
nombres de animales. Esta extensión excepcional de las denominaciones totémi-
cas no modifica en nada nuestra concepción del totemismo.
46
La misma explicación se aplica quizás a algunas otras tribus del sudeste y del oes-
LIBRO SEGUNDO: LAS CREENCIAS ELEMENTALES 183
48
Salvo los indios Pueblo del suroeste donde son más numerosos. Ver Hodge “Pue-
blo Indian Clans”, en American Anthropologist, 1ª serie, t. IX, p. 345 y sig. Puede
preguntarse sin embargo si los grupos que llevan esos tótems son clanes o sub-
clanes.
49
Ver los cuadros confeccionados por Morgan, en Ancient Society, pp. 153-185.
LIBRO SEGUNDO: LAS CREENCIAS ELEMENTALES 185
50
Krause, Die Tlinkit Indianer, p. 112, Swanton, Social Condition, Beliefs and Lin-
guistic Relationship of the Tlingit Indians in XXVIth. Rep., p. 398.
51
Swanton, Contributions to the Ethnology of the Haida, p. 62.
52
“The distinction between the two clans is absolute in every respect”, dice Swan-
ton, p. 68; él llama clanes a lo que nosotros damos el nombre de fratrías. Las dos
fratrías, dice en otra parte, son, una en relación con la otra, como dos pueblos ex-
tranjeros.
186 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
un tótem con toda la fuerza del término; tiene todos sus atri-
butos esenciales, tal como serán descritos más adelante 53 . Aun
en este punto, en consecuencia, nos interesaba no descuidar
las tribus de América, ya que podemos observar allí directa-
mente esos tótems de fratrías de los que Australia no nos ofre-
ce más que oscuros vestigios.
II
53
El tótem de los clanes propiamente dicho está todavía, al menos entre los Haida,
más alterado que el tótem de las fratrías. La costumbre, en efecto, que permite a
un clan dar o vender el derecho de llevar su tótem, da por resultado que cada clan
tiene una pluralidad de tótems entre los cuales algunos les son comunes con otros
clanes (ver Swanton, pp. 107 y 268). Porque Swanton llama clanes a las fratrías,
está obligado a dar el nombre de familia a los clanes propiamente dichos, y de
houssehold a las verdaderas familias. Pero el sentido real de la terminología que
adopta no es dudoso.
54
Journal of two Expeditions in N. W. and W. Australie, II, p. 228.
55
Kamilaroi and Kurnai, p. 165.
LIBRO SEGUNDO: LAS CREENCIAS ELEMENTALES 187
56
Indian Tribes, 1, p. 420. Cf. I, p. 52. Esta etimología es, por otra parte, muy cues-
tionable. Cf. “Handbook of American Indians Uorth of Mexico” (Smithsonian In-
stit. Bur. of Ethnol., 2ª parte, s.v. Tótem, p. 787).
57
Schoolcraft, Indian Tribes, III, p. 184. Garrick Mallery, “Picture/Writing of the
Americans Indians”, en Tenth Rep., 1893, p. 377.
58
Hearne, Journey to the Northern Ocean, p. 148 (citado por Frazer, Totemism,
página 30).
59
Charlevoix, Histoire et description de la Nouvelle France, V, p. 329.
60
Krause, Tlinkit/Indianer, p. 248.
61
Erminnie A. Smith, “Myths of the Iroquois”, en Second Rep., of the Bureau of
Ethnol., p. 78.
188 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
do ante la puerta 62 . Entre los wyandot cada clan tiene sus or-
namentos propios y sus pinturas distintivas 63 . Entre los omaha
y más generalmente entre los sioux, el tótem se pinta sobre la
tienda 64 .
Allí donde la sociedad se ha transformado en sedentaria,
donde la tienda está reemplazada por la casa, donde las artes
plásticas son ya más desarrolladas, el tótem está grabado sobre
madera y sobre las paredes. Eso ocurre, por ejemplo, entre los
haida, los tsimshian, los salish, los tlinkit. “Un ornamento muy
particular de la casa entre los tlinkit - dice Krause -, son los
blasones del tótem.” Son formas animales, combinadas en cier-
tos casos con formas humanas, y esculpidas sobre postes, que
se elevan junto a la puerta de entrada y que tienen hasta 15
metros de altura; están generalmente pintados con colores
muy vivos 65 . Sin embargo, en un pueblo tlinkit, esas represen-
taciones totémicas no son muy numerosas; no se las encuentra
casi más que delante de las casas de los jefes y de los ricos. Son
mucho más frecuentes en la tribu vecina de los haida; allí,
siempre hay muchas por casa 66 . Con sus múltiples postes es-
culpidos que se levantan de todos lados y a veces a una gran
altura, un pueblo haida da la impresión de una ciudad santa,
toda erizada de campanarios o de alminares minúsculos 67 . En-
tre los salish, a menudo el tótem está representado sobre las
62
Dodge, Our wild Indians, p. 225.
63
Powell, “Wyandot Government’, en I. Annual Report the Bureau of Ethnology
(1881), p. 64.
64
Dorsey, “Omaha Sociology”, Third Rep, pp. 229, 240, 248.
65
Krause, op. cit, p. 130-131.
66
Krause, p. 308.
67
Ver una fotografía de un pueblo Haida en Swanton, op. cit, Pl IX Cf. Tylor, “To-
tem post of the Haida Village of Masset”, J. A. I., nueva serie, I, p. 133.
LIBRO SEGUNDO: LAS CREENCIAS ELEMENTALES 189
68
Hill Tout, “Report on the Ethnology of the Statlumb of British Columbia”, J. A. I.,
t. XXXV, 1905, p. 155.
69
Krause, op. cit., p. 230; Swanton, Haida, p. 129, 135 y sig.; Schoolcraft, Indian
Tribes, I, p. 52-53, 337, 356. En ese último caso, el tótem está representado dado
vueltas en signo de duelo. Se encuentran costumbres similares entre los Creek (C.
Swan, en Schoolcraft, Indian Tribes of the United States, V, p. 165), entre los
Delaware (Heckewelder, An Account of the History, Manners and Customs of the
Indian Nations who once inhabited Pennsylvania, p. 246-247).
70
Spencer y Gillen, North. Tr., p. 168, 537, 540.
71
Spencer y Gillen, ibíd, p. 174.
72
Brough Smyth, The Aborigines of Victoria, I, p. 99, n.
190 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
73
Brough Smyth, I, p. 284. Strehlow cita un hecho del mismo tipo entre los aranda
(III, p. 68).
74
An account of the English Colony en N. S. Wales, II, p. 381.
75
Krause, p. 327.
76
Swanton, “Social Condition, Beliefs and Linguistic relationship of the Tlingit In-
LIBRO SEGUNDO: LAS CREENCIAS ELEMENTALES 191
dians”, en XXIVth Rep., p. 425 y sig.; Boas, The Social Organization and the Se-
cret Societies of the Kwakiutl Indians, p. 358.
77
Frazer, Totemism, p. 26.
78
Bourke. The Snake Dance of the Moquis of Arizona, p. 229, J. W. Fewkes, “The
Group of Tusayan Ceremonials called Katcinas”, en XVth Rep., 1897, pp. 251-
263.
79
Müller, Geschichte der Amerikanischen Urreligionen, p. 327.
80
Schoolcraft, Indian Tribes, III, p. 269.
81
Dorsey, “Omaha Sociol”, Third Rep., pp. 229, 238, 240, 245.
192 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
82
Spencer y Gillen, Nat. Tr., p. 451.
83
Spencer y Gillen, ibíd, p. 257.
84
Se verá mas adelante (lib. I, cap. IV), lo que significan esas relaciones de paren-
tesco.
85
Spencer y Gillen, North, Tr., p. 296.
86
Howitt, Nat. Tr., p. 744-746; cf. p. 129.
87
Kamilaroi and Kurnai, p. 66, nota. El hecho, es cierto, es cuestionado por otros
informadores.
88
Howitt, Nat. Tr., p. 74.
89
Swanton, Contributions to the Ethnology of the Haida, p. 41 y sig., Pl. XX y XI;
LIBRO SEGUNDO: LAS CREENCIAS ELEMENTALES 193
Boas, The Social Organization of the Kwakiutl, p. 318; Swanton, Tlingit, Pl. XVI
y sig. En un caso, extranjero por otra parte, a las dos regiones etnográficas que es-
tudiamos más especialmente, esos tatuajes se practican sobre los animales que
pertenecen al clan. Los Bechuana del sur de África están divididos en un cierto
número de clanes, la gente del cocodrilo, por ejemplo, hacen en las orejas de su
ganado una incisión que recuerda, por su forma, la boca del animal (Casalis, Les
Basoutos p. 221). Según Robertson Smith, la misma costumbre habría existido
entre los antiguos árabes (Kinship and Marriage in early Arabia, p. 212-214).
90
Hay algunos que, según Spencer y Gillen, no tendrían ningún sentido religioso (v.
Nat. Tr., p. 41-42; North. Tr., p. 45, 54-56).
91
Entre los aranda, la regla incluye excepciones que se explicarán más adelante.
92
Spencer y Gillen, Nat. Tr., p. 162; North. Tr., p. 179, 259, 292, 295-296; Schulze,
loc. cit., p. 21. Lo que se representa así, no siempre es el tótem mismo, sino uno
de los objetos que, asociados a ese tótem, se consideran cosas de la misma fami-
lia.
194 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
93
Es el caso, por ejemplo, de los warramunga, los Walpari, los Wulmala, los Tjingi-
lli, los Umbaia, los Unmatjera (North. Tr., p. 348, 339). Entre los warramunga, en
el momento en que se ejecuta el dibujo, los operadores dirigen al iniciado las si-
guientes palabras: “Esta marca pertenece a vuestra localidad (your place) no fijéis
los ojos en otra localidad”. “Este lenguaje significa, dicen Spencer y Gillen, que
el joven no debe intervenir en otras ceremonias más que las que conciernen a su
tótem; testimonian igualmente la estrecha vinculación que se supone existe entre
un hombre su tótem y el lugar especialmente consagrado a ese tótem” (North. Tr.,
p. 584). Entre los warramunga, el tótem se transmite del padre a los niños; en
consecuencia, cada localidad tiene el suyo.
94
Spencer y Gillen, Nat. Tr., p. 2l5, 241, 376.
95
Se recuerda (ver más arriba, p. 150) que, en esta tribu, el niño puede tener un tó-
tem distinto que el de su padre o de su madre y, más generalmente, de sus parien-
tes. Ahora bien, los parientes de una y otra parte, son los operadores designados
para las ceremonias de la iniciación. En consecuencia, como un hombre, en prin-
cipio, sólo tiene cualidad de operador o de oficiante para las ceremonias de su tó-
tem, se sigue que, en ciertos caso, los ritos a los que el niño es iniciado concier-
nen forzosamente a un tótem distinto al suyo. Es así como las pinturas ejecutadas
sobre el cuerpo del novicio no representan necesariamente al tótem de este últi-
mo: se encontrará casos de este tipo en; Spencer y Gillen, Nat. Tr., p. 229. Lo que
muestra bien, por otra parte, que allí hay una anomalía es que, no obstante, las ce-
remonias de la circuncisión pertenecen esencialmente al tótem que predomina en
el grupo local del iniciado, es decir al tótem que sería el del iniciado mismo, si la
organización totémica no estuviera perturbada, si fuera entre los aranda lo que es
entre los warramunga (ver Spencer y Gillen, ibíd, p. 219).
La misma perturbación ha tenido otra consecuencia. De una manera general, tiene
por efecto distender un poco los vínculos que unen cada tótem a un grupo deter-
minado, ya que un mismo tótem puede contar miembros en todos los grupos loca-
les posibles, y hasta en las dos fratrías indistintamente. La idea de que las cere-
monias de un tótem podía celebrarlas un individuo de un tótem diferente - idea
que es contraria a los principios mismos del totemismo, como lo veremos mejor
aún en lo que continua - ha podido establecerse así sin provocar demasiadas resis-
tencias. Se ha admitido que un hombre a quien un espíritu revelaba la fórmula de
una ceremonia tenía cualidad para presidirla, aun cuando no era del tótem intere-
sado (Nat. Tr., p. 519). Pero lo que prueba que esa es una excepción a la regla y
el producto de una especie de tolerancia, es que el beneficiario de la fórmula así
revelada no tiene libre disposición de ella; si la transmite - y esas transmisiones
LIBRO SEGUNDO: LAS CREENCIAS ELEMENTALES 195
III
son frecuentes - no puede ser más que a un miembro del tótem con el cual se re-
lacionan el rito (Nat. Tr., ibíd.).
96
Nat. Tr., p. 140. En ese caso, el novicio conserva la decoración con la que así se lo
ha adornado hasta que, por efecto del tiempo, se borra por sí misma.
97
Boas, “General Report on the Indians of British Columbia”, en British Association
for the Advancement of Science, Fifth Rep. of the Committee on the N. W. Tribes
of the Dominion of Canadá, p. 41.
98
También hay entre los warramunga, pero en menor número que en los aranda, y
no figuran en las ceremonias totémicas aunque tienen un cierto lugar en los mitos
(North. Tr., p. 163).
196 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
99
En otras tribus se emplean otros nombres. Damos un sentido genérico al término
aranda porque en esta tribu las churingas tienen el mayor lugar y han sido las más
estudiadas.
100
Strehlow, II, p. 81.
101
Hay algunas, pero pequeña cantidad, que no llevan ningún dibujo aparente (ver
Spencer y Gillen, Nat. Tr., p. 144).
LIBRO SEGUNDO: LAS CREENCIAS ELEMENTALES 197
102
Nat. Tr., pp. 139 y 648; Strehlow, II, p. 75.
103
Strehlow, que escribe Tjurunga, da una traducción un poco diferente de la pala-
bra. “Esta palabra - dice - significa aquello que es secreto y personal (der eigene
peheime). Tju es una vieja palabra que significa escondido, secreto, y runga quie-
re decir lo que me es propio.” Pero Kempe, que tiene en la materia más autoridad
que Strehlow, traduce tju por grande, poderoso, sagrado (Kempe, “Vocabulary of
the Tribus inhabiting Macdonnell Rangers”, s. v. Tju, en Transaction of the R.
society of Victoria, t. XIII). Por otra parte, la traducción de Strehlow no se aleja,
en el fondo, de la precedente como podría creerse a primera vista; pues lo secreto,
es lo que se sustrae al conocimiento de los profanos, es decir, lo sagrado. En
cuanto a la significación atribuida a la palabra runga, nos parece muy dudosa. Las
ceremonias del avestruz pertenecen a todos los miembros del clan del avestruz;
todos pueden participar en ellas; no son, pues, cosa personal de ninguno de ellos.
104
Nat. Tr., pp. 130-132; Strehlow, II, p. 78. Una mujer que ha visto una churinga y
el hombre que se la ha mostrado, son ambos condenados a muerte.
105
Strehlow denomina a este lugar, definido exactamente con los mismos términos
que emplean Spencer y Gillen, arknanaua en lugar de ertnatulunga (Strehlow, 11,
p. 78).
198 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
106
North. Tr., p. 270: Nat. Tr., p. 140.
107
Nat. Tr., p. 135.
108
Strehlow, II, p. 78. Strehlow dice, sin embargo, que un asesino que se refugia
cerca de un ertnatulunga es perseguido hasta allí y matado sin piedad. Nos resulta
un poco difícil conciliar este hecho con el privilegio del que gozan los animales,
y nos preguntamos si el mayor rigor con que se trata al criminal no es reciente, y
si no debe atribuirse a un debilitamiento del tabú que protegía primitivamente al
ertnatulunga.
LIBRO SEGUNDO: LAS CREENCIAS ELEMENTALES 199
109
Nat. Tr., p. 248.
110
Ibíd., p. 545-546. Strehlow, II, p. 79. Por ejemplo, el polvo desprendido por fro-
tación de una churinga de piedra y disuelto en agua, constituye una poción que
devuelve la salud a los enfermos.
111
Nat. Tr., P. 545-546. Strehlow (II, p. 79) niega el hecho.
112
Por ejemplo, una churinga del tótem del Aje, depositada en el suelo, hace crecer
allí los ajes North. Tr., p. 275). Tiene el mismo poder sobre los animales (Streh-
low II, P. 76, 78; III, P.- 3, 7).
113
Nat. Tr., p. 135; Strehlow, II, p. 79.
114
North. Tr., P. 278.
115
Ibíd., p. 180.
116
Ibíd., 272-273.
200 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
117
Nat. Tr., p. 135.
118
Un grupo toma prestado de otro sus churingas, con la idea de que éstas le comu-
nicarán alguna de las virtudes que poseen, que su presencia realzará la vitalidad
de los individuos y de la colectividad (Nat. Tr., p. 158 y siguientes).
119
Ibíd., P. 136.
120
Cada individuo está unido por un vínculo particular, en primer término a una chu-
ringa especial que le sirve de prenda de vida, luego a las que ha recibido de sus
padres por herencia.
121
Nat. Tr., p. 154, North. Tr., p. 193. Tal es el sello colectivo que tienen las churin-
gas, que reemplazan a los bastones de los mensajeros que llevan, en otras tribus,
los individuos enviados a grupos extranjeros para convocarlos a alguna ceremo-
nia (Nat. Tr., pp. 141-142).
122
Ibíd, p. 326. Hay que hacer notar que los bull-roarers son empleados del mismo
modo (Matheys, “Aboriginal Tribes of N. S. Wales and Victoria, en Journal of
Roy. Soc. of N. S. Wales, XXXVIII, pp. 307-308).
123
Nat. Tr., pp. 161, 250 y siguientes.
LIBRO SEGUNDO: LAS CREENCIAS ELEMENTALES 201
124
Ibíd, p. 138.
125
Strehlow, I, Vorworet, in fine; II, pp. 76, 77 y 82 Para los aranda, es el cuerpo
mismo del antepasado para los loritja solamente su imagen.
202 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
126
Cuando nace un niño, la madre indica al padre el lugar donde cree que el alma
del antepasado ha penetrado en ella. El padre, acompañado de algunos parientes
se dirige a ese lugar y allí busca la churinga que el antepasado, según se cree, ha
dejado caer en el momento en que se ha reencarnado. Si se la encuentra es, sin
duda, porque algún anciano del grupo totémico la ha puesto allí (la hipótesis es de
Spencer y Gillen). Si no se la descubre, se hace una nueva churinga siguiendo una
técnica determinada Nat. Tr., p. 132. Cf. Strehlow, II, p. 80).
127
Es el caso de los warramunga, de los urabunna, de los worgaia, de los umbaia, de
los tjingilli, de los gnanji (North. Tr., pp. 258, 275-276). Entonces, dicen Spencer
y Gillen, they were regarded as of special value because of their association with
a totem (ibíd, p. 276). Hay ejemplos del mismo hecho entre los aranda (Nat. Tr.,
página 156).
128
Strehlow escribe tnatanja (op. cit., 1, pp. 4-5).
129
Los kaitish, los ilpirra, los unmatjera; pero es raro entre estos últimos.
130
La vara se reemplaza algunas veces por churingas muy largas, puestas de un cabo
LIBRO SEGUNDO: LAS CREENCIAS ELEMENTALES 203
al otro.
131
A veces, en la punta del nurtunja, se suspende otro más pequeño. En otros casos,
el nurtunja tiene la forma de una cruz o de una T. Más raramente, falta el soporte
central (Nat. Tr. pp. 298-300, 360-364, 627).
132
A veces, estas barras transversales son tres.
133
Nat. Tr., pp. 231-234, 306-310, 627. Además del nurtunja y del waninga, Spencer
y Gillen distinguen un tercer tipo de poste o bandera sagrada: es el kauaua (Nat.
Tr., pp. 364, 370, 629), cuyas funciones, confiesan francamente, por otra parte no
han podido determinar exactamente. Hacen notar solamente que el kauaua “es
visto como algo común a los miembros de todos los tótems”. Pero según Streh-
low (III, p. 23, n. 2), el kauaua del que hablan Spencer y Gillen sería simplemente
el nurtunja del tótem del Gato salvaje. Como este animal es objeto de un culto
204 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
138
Ver Dorsey, “Siouan Cults”, XIth Rep., p. 413: “Omaha Society”, IIIrd Rep., p.
234. Es cierto que sólo hay un poste sagrado para la tribu, mientras que hay un
nurtunja por clan. Pero el principio es el mismo.
139
Nat. Tr, pp. 232, 30, 313, etc.; North. Tr., pp. 182, 186, etcétera.
140
Nat. Tr., p. 346. Se dice, es verdad, que el nurtunja representa la lanza del antepa-
sado que, en los tiempos del Alcheringa, se hallaba a la cabeza de cada clan. Pero
sólo es una representación simbólica de ella; no es una especie de reliquia, como
la churinga, que se cree emana del antepasado mismo. Aquí se muestra particu-
larmente el carácter secundario de la interpretación.
206 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
141
Nat. Tr., p. 614 y sig., sobre todo p. 617; North Tr., p. 749.
142
Nat. Tr., p. 624.
143
Ibíd., p. 179.
144
Nat. Tr., p. 181.
LIBRO SEGUNDO: LAS CREENCIAS ELEMENTALES 207
145
Ver ejemplos en Spencer y Gillen, Nat. Tr., fig. 131. Se verá allí dibujos, muchos
de los cuales tienen por objeto, evidentemente, la representación de animales, de
plantas, de cabezas humanas, etc., por supuesto muy esquemáticamente.
146
Nat. Tr., p. 617; Nat. Tr., p. 716 y siguientes.
147
Nat. Tr., p. 145; Strehlow, II, p. 80.
148
Ibíd., p. 151.
208 LAS FORMAS ELEMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA
149
Ibíd., p. 346.
150
Por otra parte, no es raro que estos dibujos y pinturas no tengan al mismo tiempo,
un carácter estético; es una primera forma de arte. Ya que es también y sobre todo
un lenguaje escrito, se sigue que los orígenes del dibujo y los de la escritura se
confunden. Es muy probable que el hombre ha debido comenzar a dibujar, menos
para fijar sobre madera o piedra formas bellas que encantaban sus sentidos, que
para traducir materialmente su pensamiento (cf. Schoolcraft, Indien Tribes, 1, p.
405; Dorsey, Siouan Cults, p. 394 y siguientes).