Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Crisantemo

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 5

HAROLDO DE CAMPOS

CRISANTIEMPO

PRÓLOGO
Aunque no es, en rigor, el último libro que publicó en vida—ese libro es el extenso
poema «cosmológico» titulado A máquina do mundo repensada, que vio la luz en el año
2000—, Crisantiempo puede considerarse, en más de un sentido, el testamento poético
de Haroldo de Campos (São Paulo, 1929-2003). En primer lugar, por su amplitud: es,
con diferencia, el más extenso libro de poemas del autor, incluido el «percurso textual»
Xadrez de estrelas, editado en 1976, una compilación que reúne su poesía escrita entre
1949 y 1974 y que permitió a los lectores acceder al conjunto de la obra lírica escrita
hasta entonces por uno de los poetas más brillantes e innovadores de la poesía
latinoamericana contemporánea. Pero hay otra razón de peso para considerar que
Crisantiempo resume y corona la trayectoria lírica de Haroldo de Campos: incluye, en su
compleja articulación en secciones y núcleos temáticos diversos, un dispositivo textual
que convierte a la traducción en uno de los ejes del libro. Nunca como hasta aquí había
ocupado la traducción, en efecto, un lugar tan relevante en un libro de poemas del autor:
A educação dos cinco sentidos (1985), el libro anterior, incorporaba traducciones de
Heráclito, Alceo o Li Po, pero Crisantiempo lleva el procedimiento «transcreador» hasta
un límite: la traducción como una especie de aleph en el sentido borgesiano, esto es, un
«punto de mira» panóptico, una clave de bóveda del fenómeno poético en su conjunto.
Y hacia ese límite tendió la evolución intelectual y creadora del poeta brasileño.
Volveremos luego, brevemente, sobre este aspecto; conviene precisar, antes que
nada, qué es lo que Crisantempo remata y consagra. La obra de Haroldo de Campos—
«inmenso poeta-pensador», en palabras de Jacques Derrida—ha sido valorada como el
fruto de una «insuperable clarividencia» poética (Roman Jakobson), una clarividencia
puesta de manifiesto en una larga trayectoria de títulos fundamentales. Se inició esa obra
a finales de la década de 1940 con Auto do possesso (editado en 1950), libro que
inauguraba una rara escritura «oracular» de signo neobarroco. No tardaría en llegar, sin
embargo, una actitud de compromiso aún mayor con la modernidad y sus expresiones
más vivas: la creación de la poesía concreta, movimiento que tuvo un doble origen
(Suiza-Brasil) y que es considerado hoy como el último gran movimiento de vanguardia.
El grupo Noigandres-Invenção—formado, entre otros, por Augusto de Campos, Décio
Pignatari y Haroldo de Campos—llevó a cabo, como es sabido, una de las búsquedas
más arriesgadas en el interior de los lenguajes de la contemporaneidad, una búsqueda en
la que se daban la mano el ideograma y los poetas provenzales, Maiakovsky y Pound,
Mallarmé y Joyce, a todos los cuales el grupo brasileño tradujo al portugués con
admirable sentido creador. Las raíces del concretismo, de hecho, estaban menos en los
conocidos ejemplos de poesía visual griega y latina que en las obras de Mallarmé o
Joyce, y también en determinadas líneas de la música contemporánea (de Anton Webern
a Pierre Boulez, pasando por John Cage), la pintura (Piet Mondrian o Alfredo Volpi) o
incluso la arquitectura. Su objetivo fue siempre subrayar la componente material del
signo, de la palabra (su realidad «verbi-voco-visual»), sin abandonar nunca los
parámetros semánticos. La aventura del concretismo—movimiento que conoció muy
pronto una rápida expansión internacional—tuvo varias etapas y ejerció un notable
influjo en la poesía contemporánea.
La publicación, en 1976, del ya citado Xadrez de estrelas supuso la ordenación in un
volume de la obra poética haroldiana, un libro a partir del cual, dejado ya atrás el
concretismo, el poeta abrió nuevos rumbos para su obra. Deben destacarse, en este
sentido, tres libros: Galáxias (1984), A educação dos cinco sentidos (1985) y Crisantempo
(1998). El primero, un largo conjunto de poemas en prosa, retoma el sentido de la
aventura de la imaginación fonológica—muy presente en los tiempos del concretismo—
sobre «correlatos» de viajes y otras experiencias personales. A educação dos cinco
sentidos, por su parte, se propone dar la razón a Marx («La educación de los cinco
sentidos es el trabajo de toda la historia universal hasta ahora») en poemas de dibujo
preciso e hiriente como una hoja de cuchillo. Crisantempo, en fin, constituye a mi juicio
una admirable síntesis de todas las vías de exploración que esta obra había abierto, una
suerte de cosmología poética, presente ya en su subtítulo (En el espacio curvo nace un), y
luego expresamente abordada en el poema A máquina do mundo repensada. En ese
espacio «einsteiniano», desde el cual se mira la realidad toda, brota una flor hecha de
tiempo, efímera como el propio ser humano: un crisantiempo dice el poeta brasileño
con palabra-montaje de sabor joyceano. Aquí el poeta se desnuda o se viste con los
ropajes del Noh, tanto da. Lo que en verdad importa es la aventura verbal, que hace
pensar en una sabiduría, en una lucidez llevada a un punto extremo.
De modo paralelo—en la línea del poeta-pensador o poeta-crítico característica de la
mejor tradición occidental, una línea inaugurada por Dante y Petrarca y que heredan, en
lo moderno, Novalis y Leopardi, Valéry y Eliot, Pound y Octavio Paz—, Haroldo de
Campos fue publicando densos libros de crítica y teoría literaria, que han suscitado la
admiración de distintos ensayistas y filósofos de nuestro tiempo, desde Umberto Eco
hasta Emir Rodríguez Monegal. Cabe recordar aquí los titulados Metalinguagem, que ha
conocido numerosas ediciones desde la primera de 1967, una rigurosa exploración de
lenguajes críticos y creativos contemporáneos, desde la estética de Max Bense hasta la
poética de Clarice Lispector; A operação do texto (1976), en el que se examinan las
relaciones de la literatura y la historia, el texto como producción o el significado del
barroco; A arte no horizonte do provável (1969), que estudia desde la poética de lo
aleatorio y lo precario hasta la significación de la vanguardia, o, en fin, Ideograma.
Lógica, poesia, linguagem (1977, reedición ampliada en 1994), extraordinaria
reflexión—a partir del conocido ensayo de Ernest Fenollosa sobre el carácter de la
escritura china como medio poético—acerca de la «filosofía» del ideograma y sus
posibilidades creadoras. Posteriormente (1997) vio la luz O arco-iris branco, amplio
conjunto de estudios críticos sobre autores de lenguas muy diversas (alemán, chino,
español, francés, italiano, hebreo, japonés, ruso, etcétera). Pendientes de edición se
encuentran aún dos volúmenes de este mismo carácter de los tres que el poeta había
proyectado y del que O arco-iris branco es sólo la primera entrega.
No puede repasarse la trayectoria de Haroldo de Campos—y tampoco entender de
manera cabal el libro que el lector tiene ahora en sus manos—sin detenernos, siquiera
sea brevemente, en el papel que la traducción llegó a adquirir en el seno de su obra.
Conviene subrayar, sin duda, este aspecto: en el arco temporal que cubre Crisantiempo,
escrito en su mayor parte entre 1985 y 1997, Haroldo de Campos tradujo—siempre con
los procedimientos de la «transcreación» o «traducción creativa» ideada y practicada
por él y por sus compañeros del grupo Noigandres a partir de la década de 1950—desde
La Ilíada hasta poetas hebreos contemporáneos (Jehuda Amijai, Amir Guilboa, Haym
Hurí, Natan Zakh), pasando por los latinos Horacio y Catulo, el japonés Gozo
Yoshimasu, poemas náhuatl o aforismos zen. A quien conozca mínimamente la
actividad de Haroldo de Campos en el ámbito de la traducción, no puede en modo
alguno sorprenderle esta voracidad poética ecuménica, una voracidad que llevó al poeta
brasileño a traducir autores de las más diversas lenguas y tradiciones, trabajo siempre
precedido de un riguroso estudio de las lenguas correspondientes. Este sector de su
actividad le llevó a ser considerado como uno de los máximos especialistas en materia de
traducción poética: sus versiones de Homero, Dante, Goethe, Mallarmé, poetas chinos y
japoneses, Maiakovski o Pound, amén del Génesis y el Eclesiastés—todas ellas
acompañadas por amplios estudios críticos—son tenidas hoy como puntos de referencia
ineludibles en el campo de la traductología. La poética de la traducción, en definitiva,
fue ocupando en la obra del autor de Crisantiempo un lugar cada vez más central y
absorbente, hasta el punto de que traductor y poeta acabaron fundiéndose en una sola
persona. Desgraciadamente, no cabe intentar una re-traducción de las versiones de
poetas latinos, hebreos y orientales que contiene Crisantiempo. De ahí que subraye ahora
el importante papel de ese aspecto en este libro, que el lector no debe en ningún
momento perder de vista. A nadie se le escapará, por otra parte, que la traducción
presenta ya en este libro una importancia extraordinaria en el modo mismo en que el
poeta brasileño encara la escritura poética. Y es que, para él, escribir es ya traducir
(traducir la tradición), formar parte de un proceso de transmisión de la cultura y del
conocimiento que necesita renovarse una y otra vez para que de verdad exista
transmisión y no simple repetición. El poeta, en suma, ha de leer «creativamente» la
tradición, único modo de traducir sus verdaderos valores.
Como buena parte de los poemas escritos en su fase «post-concreta» (creía Haroldo
de Campos que, aunque en él permanecieran siempre válidos los principios e intereses
creativos del movimiento concretista, desde mediados de los años sesenta ya no hacía, en
rigor, «poesía concreta»), los versos de Crisantiempo tienen en gran medida su origen en
experiencias personales y en determinados hechos autobiográficos. La transmutación de
lo biográfico en poema está, sin embargo, lejos de toda linealidad y ha sufrido, por el
contrario, un proceso imaginativo en el que el «yo» llega a menudo a pulverizarse, a
convertirse en visión pura o en lenguaje entregado a su propio enigma o «fuerza cantante».
No será preciso, por otra parte, hacer notar que muchos de estos poemas nacen a
partir de viajes. La idea de viaje no se vincula sólo, en realidad, al viaje físico, del que
existen en este libro numerosos testimonios: a Israel y Japón, a Dinamarca y a Canarias,
a México y a Nueva York, de cuyos «paisajes» el poeta extrae siempre asombrosas,
diamantinas imágenes. Igualmente decisivo—y, en ocasiones, se diría que más decisivo
aún—es el viaje en la palabra, la exploración del lenguaje, el vuelo hacia los límites del
signo verbal. Con una actitud de radical escucha de los rumores de la palabra, en los que
se adentra sin saber a dónde han de conducirlo, el poeta se aventura en el lenguaje hasta
llegar a un no-lugar, al «deslugar» de «lo no intentado», como leemos en «Finismundo:
el último viaje», uno de los poemas más complejos del libro. La aventura del poeta—su
curiosidad insaciable, su buceo en lo ignoto—se asocia en estos versos a la aventura de
Odiseo. Una asociación, nótese bien, que incluye tanto la idea de transgresión como la
de naufragio. El poeta contemporáneo, parece decírsenos aquí, se encuentra indefectiblemente
entre ambos polos, navegando en el océano de lo incierto—y de la incertidumbre.
Pero el poeta también se encuentra aquí, como habrá de verse, fuertemente apegado
a la realidad, incluso a la más dura. Podría parecer que, por la naturaleza de sus
preocupaciones, un poeta como Haroldo de Campos estaba lejos de la crítica política.
Todo lo contrario, ciertamente: el poema «El ángel izquierdo de la historia», dedicado a
la masacre de los campesinos «sin tierra» ocurrida en abril de 1996 en Pará (Brasil),
tuvo, como otros poemas suyos de este carácter anteriores y posteriores, una
extraordinaria repercusión social y política en su país. Otros poemas celebran la propia
palabra poética o representan personales homenajes a escritores y artistas. Otros más, en
fin, retoman la palabra en la historia (de Sá de Miranda a Matsúo Bashó, de Góngora a
Sousândrade), tanto en poemas autónomos como en fragmentos diversos.
Poeta-pensador, poeta-crítico, como arriba se dijo, nada escapaba en realidad a la
mirada poética de Haroldo de Campos. Crisantempo culmina una trayectoria lírica hecha
de riesgo y radicalidad, al borde siempre del naufragio sin cuya proximidad no existe, en
rigor, la experiencia poética. Un libro, ciertamente, capital en la lírica contemporánea.
andrés sánchez robayna
Tegueste, Tenerife, 20 de junio de 2004

También podría gustarte