William Ospina Somos El Río
William Ospina Somos El Río
William Ospina Somos El Río
río”
22 Octubre 2016
Creado: 22 Octubre 2016
Uno diría que Barranquilla está muy lejos de San Agustín, y sin embargo hay algo tremendo que las
une, este majestuoso cauce de agua al que todos pertenecemos porque es uno de los grandes
caminos de América. Yo nací en los páramos de los Andes, en un pueblo perdido en la niebla, y sin
embargo me siento parte del río, sé que esas aguas que bebieron siempre mis abuelos, las aguas
del Gualí y del Guarinó, son parte del río Magdalena, y que esas aguas nos hermanan, nos hacen
pertenecer al mismo mundo, como este macizo colombiano nos hace hermanos de los que viven
junto al Patía, junto al Caquetá y junto al Cauca, nos hace hermanos de los que orillan el inmenso
Amazonas.
La organización de los territorios, eso que llaman con palabras un poco resecas el ordenamiento
territorial, debería hacerse sobre todo a partir de los dibujos de la naturaleza. Toda la cuenca del
Magdalena debería formar una sola gran región; los gobernantes deberían administrar y planificar
pensando en las fuerzas profundas de la naturaleza y en los grandes trazos de la geografía. Porque
de ellas depende la economía y no al revés.
El territorio colombiano está descuartizado por un ordenamiento territorial que no tiene en cuenta las
fuerzas profundas de la vida ni las necesidades profundas del territorio y de su gente. Por eso los
bogotanos no saben hacia donde van esas aguas después de que ellos las utilizan; por eso los
habitantes de Ambalema no saben qué es lo que trae tan sucias las aguas del Magdalena; por eso
los pescadores de Honda no saben por qué se acabó la subienda. Los habitantes de Caucasia o de
Majagual no saben qué le deben a los de Popayán, de Cali o de Manizales.
La naturaleza dialoga continuamente con la historia. Pocos saben que Honda llegó a ser una ciudad
tan importante en la colonia a causa de una piedra, de una gigantesca piedra que prácticamente
corta en dos el curso del río Magdalena, que nunca permitió la navegación fluida de barcos grandes
a lo largo del río e hizo que los bergantines de los conquistadores no pudieran llegar más allá de
Honda hacia el sur.
Pocos saben que esa piedra hizo que fuera Honda el puerto alimentador de Santafé de Bogotá y el
punto de contacto de la capital con la metrópoli española. Pocos saben que medio siglo después de
la Independencia, fue también ésta la causa de que fuera Honda el centro donde se embarcaba
hacia el exterior la cosecha cafetera.
Pocos saben también que fue la navegación por el río lo que acabó con la navegación por el río: que
fueron las calderas de los vapores del Magdalena las que consumieron la madera de todos los
bosques de las orillas. La tala de los árboles hizo que las raíces soltaran los sedimentos, y el lecho
del río subió tanto que hizo imposible la navegación. Al mismo tiempo los pesticidas, los fertilizantes,
los residuos industriales y orgánicos de las ciudades, y el cianuro y el mercurio de la minería, fueron
envileciendo el río de tal modo que los peces escasearon cada vez más.
Ahora quieren darle al río el golpe de gracia. En lugar de intentar recuperarlo, devolverle la vida y
salvarlo, como hacen las naciones europeas con sus ríos, no sólo permitimos que vaya muriendo
gradualmente sino que intensificamos la presión hostil sobre él. Y es allí donde aparecen las
hidroeléctricas como el golpe fatal sobre el lomo de un río moribundo.
Toda gran represa afecta seriamente la vida de un río, porque interrumpe el flujo de la vida en su
corriente. Un día los peces, cuya vida consiste en recorrer el río, como lo demostraba ese prodigio
de fecundidad que era la subienda, encuentran que ya no es posible remontar las aguas o
descender por ellas. El río se ve dividido en compartimientos. Ya uno es grave. Dos, son
ciertamente un atentado contra la vida del río.
Pero todo un sistema de hidroeléctricas como el que nuestros gobiernos están permitiendo que se
formen en el cauce del río son una verdadera profanación contra un rio que en Colombia, que es
una fábrica de agua, un pulmón del planeta y el centro de una abigarrada biodiversidad, es
fundamental para todos los ciclos de la vida.
¿A qué se debe que los grandes poderes permitan que se obre esta gigantesca profanación? A una
combinación terrible de ignorancia con arbitrariedad. Así como el territorio no fue ordenando
siguiendo pautas naturales ni culturales sino políticas y burocráticas, de modo que unos funcionarios
totalmente desconocedores del territorio y de sus dinámicas, ignorantes de las necesidades de la
gente que vive en cada región, disponen a su antojo la administración del país, así mismo gentes
que no tienen conocimiento de la complejidad de la vida del río, y de la necesidad de preservar sus
ciclos y de proteger sus entornos, la urgencia de salvar el gran laboratorio del agua equinoccial,
creen que pueden cuadricular el río, que pueden convertirlo en una red de tuberías en la parte alta,
un canal de esclusas y de presas en la parte media, y una autopista en el tramo final.