Cronicas 2
Cronicas 2
Cronicas 2
Prólogo 5
San Miguel 10
Samaná 28
El Prodigio 40
Agradecimientos 119
Fuentes 120
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Juan Alberto Gómez Duque
Director y fundador del programa literario El Hilo de Ariadna, entre los años
1999-2005 que aún se transmite por la Emisora Cultural de la Universidad de
Antioquia.
Ganador en el año de 1998 del premio nacional de radio del Ministerio de Co-
municación (Proyecto de Comunicación para la Infancia y la Mujer)
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PRÓLOGO
Evidenciar que varios cientos de familias viven en los Rioverdes sin una
carretera que los comunique con alguna de las cabeceras municipales, o peor
aún, que perteneciendo a una región abastecedora de energía eléctrica ten-
gan que vivir sin ese servicio básico, sólo puede producir indignación. ¿Cómo
transportar a los enfermos, discapacitados y heridos?, ¿cómo movilizar las
pesadas cargas, ¿cómo saber que el mundo se comunica a través del internet y
cómo entender que la ciencia domina la genética y avanza a pasos de gigante
en la exploración del universo? Tal vez algunos dirán que esto no importa
para nada y que es mejor la vida simple de la montaña, pero estar aislado del
mundo debe ser una opción, no una imposición que es producto del abandono
histórico. Colombia es un país que aún está emergiendo de la montaña, en la
que muchos de nosotros mantenemos lazos de vida y hasta parientes, y por
eso no se ajusta a nuestra cultura esa mirada primermundista que se relaciona
con aquella y con sus campesinos como objetos exóticos.
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militar los campesinos son expulsados violentamente y sus tierras sometidas
a una desproporcional devaluación que es aprovechada por inversionistas o
por los propios grupos armados o sus aliados. Una vez recuperada la seguri-
dad en estos territorios sus nuevos propietarios demandan obras y servicios
que no siempre coinciden con los de sus tradicionales moradores, tal como
ocurre por ejemplo en el corregimiento de Samaná, donde la necesidad de los
ganaderos demanda una salida a la autopista Medellín – Bogotá mientras que
los campesinos esperaron una década la reconstrucción del puente que los
comunica con San Carlos, de un puente que fue dinamitado en medio de la
estrategia de recuperación del territorio que militares y paramilitares empren-
dieron como forma de protección para la población.
Pero más grave aun que la falta de obras físicas es el abandono institucio-
nal. En estos corregimientos ha imperado la norma de la organización armada
de turno en el control territorial, como si se tratara de otra Colombia, o tal
vez de la Colombia Real, no de la que se describe en la amplitud democrática
de su Constitución Política. El nuevo escenario de mayor presencia de la Fuer-
za pública y desmovilización de grupos paramilitares debería traducirse en
presencia y eficiencia de la institucionalidad civil, en acción de la justicia, en
normalización de la vida ciudadana, en la recuperación social y económica de
esta comunidades que han soportado tantos años sometidas al rigorismo de
la ilegalidad.
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de ayudar a que haya justicia en estos territorios.
Samaná ha sido mucho más que un lugar de asiento guerrillero; los Riover-
des más que la retaguardia de los frentes de las FARC – EP y el ELN o el refugio
de Karina; El Prodigio y San Miguel, más que las bases de Ramón Isaza, Ma-
guiver o Terror. Aunque su historia está llena de tragedias que tienen que ser
atendidas para que logremos superar definitivamente este conflicto, también
se encuentra repleta de historias de vida y de un calor humano que difícilmen-
te hallaremos en nuestros mundos “civilizados”.
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que amar a esta tierra y a su gente, pero ante todo, hay que saber contarlo con
la delicia de las letras que cautivan. Estas condiciones las reúne un hombre
como JUAN ALBERTO GÓMEZ, quien de seguro producirá una amplia propa-
gación de ellas, contagiando a sus lectores y a quienes en la vida hemos tenido
la fortuna de trabajar a su lado.
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ORIENTE ANTIOQUEÑO
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
San Miguel
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Atraídos por la pesca crecían rancherías en varios puntos del río La Miel; la
más conocida de todas fue Puerto Plátano. Pese a que se ubicaba en la margen
contraria del río, es decir, en el lado del municipio de La Dorada, departamen-
to de Caldas, el desarrollo de Puerto Plátano estuvo más vinculado a la vida de
San Miguel. Pescadores del Valle del Cauca que tenían más de 30 canoas atra-
paban buena parte del pescado. Relata don Luís que en tiempo de subienda se
veían hasta 15 y 20 camiones cargando bocachicos, bagres, mueludas, dora-
das y pataló, entre otras especies. “Hoy no se llena ni un camión”, se lamenta.
Pero, del mismo modo que la ganadería y la minería, la pesca sigue enraizada
en la historia de este poblado.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
“Un día bueno para un pescador es aquel que no baje de 20 mil pesitos” cuenta
don Luís. “A veces se viene un bagre que puede valer 150 o 200 mil pesos. Entonces
puede que uno eche un lance y ya hizo el diario. Ya le tocan a uno 30, 40, 50 mil
pesos porque hay que sacar lo de la canoa. Si uno no tiene el aparatico y el piloto
no tiene pal motor, entonces ya le toca las dos partecitas. Le toca la partecita del
motor y le toca la partecita de uno que es el que va trabajando. Pero hay días en
que para coger un pescado hay que echar el naipe”
Una buena canoa con su motor puede costar nueve millones de pesos. Se
construye con tres tablones de 8 a diez metros de la especie Ceiba Amarilla
que valen unos 600 mil pesos; la construcción cerca de 200 mil, y el motor
nuevo 7 millones de pesos. No todos tienen dinero para esa inversión y algu-
nos alquilan las canoas o se asocian con los que las tienen. A las canoas se les
saca el máximo provecho hasta que los remiendos de sus huecos tapados con
estopa y brea no den para más. Es tan cardinal la preferencia por la especie
Ceiba Amarilla para hacer las canoas que a otra de la misma familia que no
sirve para tal utilidad se le denomina Ceiba Bruja, es decir, que es como una
alucinación de canoa.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Y es que en sus inicios fue justamente la agricultura la que más peso tuvo
en la economía de San Miguel. De hecho el nombre San Miguel viene de la
hacienda del mismo nombre ubicada cerca del actual asentamiento. La hacien-
da pasó a llamarse San Miguel Viejo para distinguirla del nuevo San Miguel.
La colonización del sitio replica la que se produjo en casi todo el Magdalena
Medio que se convirtió en El Dorado para los habitantes del interior de depar-
tamentos como Antioquia, Caldas, Santander, Cundinamarca, Tolima, Valle,
Boyacá y Bolívar, además de los nativos y los que subían por el Magdalena
desde la costa.
El viejo cartagenero Vicente Suárez dice que llegó a la Hacienda San Miguel
en 1944 con una comisión de 150 hombres oriundos de Cartagena, Turbaco
y Arjona en la costa Atlántica. Venían de Pajonal en el Tolima donde estuvie-
ron tres meses rozando otra hacienda. De esos 150 se quedaron unos cuantos.
“No todos se amañaron” cuenta Vicente, y agrega que “como vinimos también
por tres meses, entonces nos quedamos por aquí los viciosos. Los que nos gustaba
tomar trago. Porque había más diversión por aquí. Nos la pasábamos sembrando
Trabajadores sacan material del río La Miel. Al fondo se construye un dique para la carretera
hacia La Dorada.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
maíz, algodón, arroz o ajonjolí o sacando madera fina como guaycán, cedro y
laurel.” Todo lo bajaban en balsas por el río La Miel hasta su desembocadura
en el Magdalena.
Don José se erigió como el líder del nuevo poblado, al punto de que le co-
rrespondió, junto a Fabio Ramírez, repartir los lotes y solares para las casas
por autorización del gobierno departamental en cabeza del gobernador Pío
Quinto Rengifo en el año de 1953 durante la dictadura militar del general
Gustavo Rojas Pinilla. El dueño de La Rica, Luís Mejía, donó los terrenos que
fueron regalados a quienes quisieran fijar su residencia. Llegaron principal-
mente personas de Norcasia, San Diego y El 30 del vecino departamento de
Caldas. El propio Rengifo visitó el sitio y don José hizo el discurso de recibi-
miento, que todavía recuerda: “Yo le dije: aquí necesitamos una barca, porque
estamos atravesando el río en canoas viejas y pequeñas, y estamos arriesgándonos
a un accidente. Necesitamos un almacén agrícola y una escuela. Eso le dije. En ese
momento, con las fuerzas militares en dictadura, no hay necesidad de reunir el
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
concejo o las asambleas; es muy fácil en dictadura, porque eso era sacar un lápice-
ro y decir: ‘hágase’. Y así fue. A los 8 días me llegó la barca. Y a los otros 8 días me
llegó el oficial para hacer la escuela que es donde está la casa de los abuelos”
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Puerto Plátano en los años 80. Fue el principal puerto de pescadores en el río La Miel junto al
corregimiento San Miguel; aunque se ubica en el lado del departamento de Caldas, municipio
de La Dorada.
“A partir de este momento seremos dos ciclistas que disputan una competencia
entre sí y que ambos quieren ganar la meta, pero sólo uno la alcanzará”. Con
estas palabras del líder comunitario Rafael Salazar pronunciadas durante la
reunión del Comité Promunicipio cumplida en agosto de 1987, se trató de
sellar el acuerdo de trabajo unificado entre los corregimientos de La Danta
y San Miguel por alcanzar la nueva categoría y en la que ambos querían ser
cabecera municipal. Se planteó que “Que cada corregimiento intrigara indepen-
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
dientemente para ser cabecera”. Decían estar cansados de las promesas y que
para el nuevo municipio sobraría presupuesto. Exhibían mapas con el hipoté-
tico municipio que abarcaría 440 km2, una extensión similar a la de El Car-
men de Viboral y superior a 18 de los 23 municipios del Oriente Antioqueño,
con la ventaja adicional de ocupar una tierra especialmente rica que incluirían
los impuestos de la fábrica de Cementos Argos y las minas de mármol. Con
la apertura de la autopista Medellín-Bogotá entre 1982 y 1983, San Miguel se
vio marginado de aquel eje de comunicación que lo sumergió aún más en el
olvido del centro administrativo de Sonsón y que acrecentó el descontento.
Recolectaron firmas y publicaron volantes promoviendo la iniciativa. “Este co-
mité se desintegró- según reza en un aparte de un libro inédito sobre la locali-
dad- por la cizaña que sembraron Los Patiños, en ese entonces caciques políticos de
Sonsón y que manejaban la administración, porque prometieron obras a La Danta
si se retiraban del comité” Así, según el documento citado, lograron dividirlos.
Pero se le atribuye a los Patiños una jugada más inteligente. Crearon el vecino
corregimiento Jerusalén, dicen que sin llenar los requisitos, y que a los tres
les dijeron que podían ser cabecera municipal. De esa forma acentuaron la
división.
Gestor persistente del Comité Promunicipio fue Juan Martínez, el otro gran
ponderado líder político y social del corregimiento y que se contaba entre los
pobladores más tradicionales con su casa, negocio y hotel denominado El Cor-
tijo, punto de referencia y encuentro comunitario. En el sitio se construyó la
tercera casa del caserío original, en la que vivió con su familia procedente del
municipio de Norcasia, Caldas. Su esposa Elizabeth Silva y sus hijas han irra-
diado una imagen de matrona y gestoras sociales.
San Miguel está enraizado en el río La Miel como los achiles de sus orillas;
de allí que es inevitable penetrar en su historia sin considerar, en primera ins-
tancia, la vigorosa presencia del río que llena el paisaje de su calle vertebral:
la carrera 1. Por el río arribaron colonos y pescadores; y bordeando el río por
esa misma calle larga se encuentran los sitios más tradicionales, entre ellos la
Inspección, las oficinas administrativas, la caseta comunal, la iglesia, la barca,
el antiguo acueducto, la casa de los ancianos y la cafetería de doña Eliza en la
que se puede tomar un “preparao”, bebida que es una mezcla de gaseosa Gla-
cial sabor Crema Soda con hielo y limón. Un refresco para embeberse también
desde allí en la contemplación del caudal del río La Miel que se desliza sigiloso
detrás de los achiles y las ceibas.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Raíces del árbol Achil, a orillas del río La Miel en el corregimiento San Miguel.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
La cancha de fútbol es como la plaza o parque principal en San Miguel. Hasta en las noches se
juega como aquí en este partido de mujeres.
Pozo Redondo se ubica unos 12 kilómetros más arriba del poblado y se hizo
conocido por las visitas de turistas de diversos lugares del país y del mundo,
especialmente en las épocas trepidantes del hipismo. Colonias fugaces y visi-
tantes llenaban de carpas las arenas de Pozo Redondo bajo una nube de ma-
rihuana entregados a las delicias exuberantes de la naturaleza y fraguando la
imaginación al poder. Los nativos y residentes conservan imágenes de jóvenes
desnudos retozando en las arenas o haciendo el amor; porque había que hacer
el amor, no la guerra.
semillas para anudarse corbatas, como por el conflicto armado. Porque, para
nadie es un secreto que el magdalena medio ardió desde los años ochenta con
la embestida paramilitar que buscaba, según sus pioneros, frenar el secuestro
y la extorsión de la guerrilla. En la región del magdalena, la subversión alcan-
zó importantes bases sociales con el apoyo de movimientos de izquierda como
el MOIR y la ANAPO. Pero la radicalización de los movimientos guerrilleros
que aplicaron la estrategia del secuestro y la extorsión a los ganaderos, provo-
có la reacción armada que fue apuntalada por el ejército.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
los muertos por el río La Miel que no sólo recogía los cuerpos de la zona sino
los que arrojaban a sus afluentes como el río Samaná Sur. Se aceptó, como
un decreto tácito, el silencio y la sumisión para conservar la vida. El dinero
del oro y la ganadería siguió fluyendo, pero esta vez aumentado con el nuevo
caudal del narcotráfico.
ron del Valle del Cauca, como es el caso de la Hacienda Santa Sofía de la familia
Posada Tobón que creó la empresa de gaseosas Postobón. Entre las haciendas
iniciales también estaban La Rica, Singapur y La Triana. La Rica, por ejemplo,
sigue conservando una extensión de 3.500 hectáreas. El sector urbano de San
Miguel es una especie de isla diminuta en medio de un archipiélago de gran-
des islas que serían los extensos predios de las haciendas.
Balneario o bañadero La Bocana, donde los habitantes del corregimiento San Miguel acostum-
bran nadar, pasar las tardes calurosas o cocinar un sancocho familiar.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Cuando eso ocurra, sin duda, se producirá un cambio notorio para San
Miguel. Del que es aventurado predecir si será positivo o negativo. Será, en
todo caso, un cambio que no dejará de traer lo suyo. Como siempre. Porque la
vida es diversa y variopinta. Ahí está el crisol multicultural que constituye el
propio San Miguel poblado con gentes de tantos lugares del país para demos-
trarlo. Donde a las orillas del río La Miel en La Bocana, el sol se refleja sobre
las pieles en diferentes tonalidades. Por eso mismo su vocación es abierta y
generosa, de la misma forma en que es abierta y generosa la vegetación, el río
y las arenas de sus playas.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
José Fernando, el que llegó de Honda con sus redes, que todavía cuelgan en la
angosta calle de los chiribicos a la sombra de muñecos y almendrones, balan-
cea las tardes en su silla sin asomos de infelicidad. El viejo cartagenero Vicente
Suárez no para de sonreír desplegando recuerdos sin dolor, lo cual, sin duda,
debe ser una gran conquista. Don José Palacio, el de Norcasia, se apoltrona
satisfecho a la puerta de su farmacia tan distinta de aquel cambuche en que
metió sus frascos espirituosos de esencias curativas, de flores de crisantemo y
rudas de castilla para combatir la gripa ciática, el paludismo y la lesmaniasis.
Y don Pacho Giraldo, el que bajó de las montañas de San Rafael, se siente aún
en el aire como una presencia patriarcal de viejo y generoso sabio. De igual
forma, a nadie le negará Doña Eliza, la de El Cortijo, mostrarle su patio-jardín
de frutos exóticos donde cultiva icacos, mangostinos, arazás, peperos, poma-
rrosas y carambolos; al que quiera, le contará historias de San Miguel mien-
tras le sirve un preparao en su cafetería.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Samaná
“Aquí la madera más delgadita que había pegada de esos bordes era como ese
mocho que está allá. Esto estaba totalmente abandonado, perdido”. Así narra don
Gildardo Cadavid la primera entrada al corregimiento Samaná del municipio
de San Carlos a principios del 2004, tres años después del desplazamiento que
dejó el caserío sin un alma. Las guacharacas cantaban en la torre de la capilla
y la enredadera de tarralí ocultaba los techos. Y el muñón del árbol que seña-
la don Gildardo para ilustrar el tamaño que alcanzó la vegetación creciendo
libremente en las grietas de las calles, bien podría tener unos 25 centímetros
de diámetro. Samaná se estaba disolviendo en el rastrojo.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Emilio Giraldo lo recuerda bien: “A las seis de la tarde fue la llamada, y salimos
por ahí a las nueve de la noche. Caminamos cuatro horas hasta Juanes y dormi-
mos todos en un piso. Llegamos a la una con las familias y los animales cargados”.
El afán por salvar sus vidas justificaba la salida precipitada; en esos años de
disputas enardecidas, una orden así estaba lejos de ser broma, como estaba
lejos de ser aspaviento el tomarla muy en serio. “Escasamente alcanzábamos a
coger una gallinita con plumas; eso era: desnúquela, échela a un costal y arran-
que” cuenta Don Alfredo Murillo, quien retornó también al corregimiento en
el año 2004. Salieron, en total, unas 400 personas de Samaná y de veredas
cercanas como Miraflores, El Prado, Santa Bárbara y Peñol Grande.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Desde los primeros meses del 2004, don Gildardo se asomaba al caserío
y volvía a salir, como quien corteja y va ganando confianza para el restable-
cimiento en el sitio. La alcaldía de San Carlos también estimuló el retorno.
Limpiaron el rastrojo de las calles y algunos ganaderos se animaron a enviar
reses aprovechando el pasto y las buenas tierras. En mayo del mismo año em-
pezaron a llegar las primeras familias de retornados.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Don Gildardo Cadavid, por su parte, iba a las ferias a ofrecer las tierras del
Samaná. Los desplazados con poco interés en retornar, que eran la mayoría,
empezaron a vender sus posesiones a precios muy bajos. La guerrilla volvió a
atacar en las afueras y asesinó al conductor de un camión cargado con ganado.
Mientras tanto la fuerza pública seguía intensificando los operativos y copaba
el territorio, sobre todo el tránsito entre el río Samaná Norte, en límites con
San Luís, y el caserío, que conformaba una de las viejas zonas de movilidad y
repliegue de la guerrilla.
Desde entonces en el Samaná se han sucedido, uno tras otro, los grupos
de cordobeses que llegan con la misión exclusiva de tumbar monte y dejar las
tierras listas para meter el ganado. En tres años han sucumbido unas cuatro
mil hectáreas de bosques bajo el tintineo incesante de los machetes que los
diestros indígenas descendientes de la etnia de los zenúes manejan como si
fuesen las extensiones de sus manos. La mayoría proviene realmente del re-
cién creado municipio de Tuchín, la población de mayor importancia cultural
en Córdoba por ser el sitio en el que se elabora el mejor sombrero fino vuel-
tiao. De tal manera que en las montañas de Samaná ya no son los sombreros
aguadeños de los campesinos en algún convite veredal los que se agitan en la
distancia, echando la roza para que el vecino siembre maíz o fríjol, sino que
son los sombreros vueltiaos de los tuchineses contratados por los ganaderos a
150 o a 200 mil pesos por hectárea.
Otra cosa, sin embargo piensa don José, quien también ha sido líder de la
comunidad. Él sufrió la desaparición de uno de sus hijos y reconoce que Sama-
ná no es el mismo ni lo será, pero trabaja confiado en que muchas cosas sigan
mejorando y espera adaptarse a la nueva realidad. “Uno anhela que la región
se recupere totalmente. Que, aunque ya no se encuentre uno con las personas de
antes, que por lo menos llegue gente buena y entusiasta”
Don José tiene razones para extrañar mejores tiempos porque creció en
Samaná y su bisabuela Carmen Gómez fue la primera habitante de esas mon-
tañas. También recuerda cuando integraba el equipo de fútbol y se iba a jugar
al corregimiento El Prodigio, del vecino municipio de San Luís. Para llegar
allí debían caminar unas cuatro horas y cruzar el puente sobre el río Samaná
Norte. La comunicación entre los dos poblados era constante, se transportaba
el maíz, la yuca y el fríjol. Y con esos productos, por supuesto, se movían los
afectos. Hasta que la guerra empezó a cerrarle el paso a los civiles y las minas
convirtieron los caminos en trampas. Luego los paramilitares volaron el puen-
te de El Salado para impedir el libre tránsito de la guerrilla y, con eso, se le
echó el picaporte que selló aquel fluido intercambio.
De esos caminos habla don José Ignacio Espinosa con el criterio que le dan
sus largos años de arriero. “Entre El Prodigio y Puerto Nare hay 20 leguas, del
mismo Prodigio a San Carlos hay 20 leguas y a San Luís 12 leguas”. Espinosa no
olvida que cuando llegó a Samaná hace más de 50 años vivían don Ernesto
Tapias y había una tienda del señor Ramón García. Portobelo, el límite de la
carretera, quedaba todavía a cuatro horas de camino.
Portobelo era, por lo tanto, el sitio donde llegaban los abarrotes para las
tiendas como la sal, el jabón, el tabaco o la cerveza, y los arrieros traían maíz,
yuca y fríjol de las montañas. De vez en cuando las cargas eran menos con-
vencionales como: heridos, picados de culebra, enfermos y muertos. Hasta
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
allí cargó don José Ignacio el cuerpo del temible bandolero Alpidio Sánchez,
alias Satanás, natural de San Rafael. “Trajeron el muerto una noche de lluvia y
cuando amaneció no había nadie pa llevarlo. Yo dije que lo llevaba por 2 mil pesos
a Portobelo pero que si me ayudaban a cargarlo porque pesaba por ahí 120 kilos.
Lo amarré a un macho y lo cargué. Me acompañaron siete carabineros”
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
“antes, cuando hubo policía, había más respeto y los campesinos debían entregar
su machete para poder entrar al caserío”. Más tarde, cuando se fue la policía, en
los primeros años de la década del 70, la violencia se agudizó.
que lideraron esa especie de reconquista territorial, estima que en cinco o diez
años la región del corregimiento Samaná podría perder otras diez mil hectá-
reas de bosque, y que todo el territorio quedaría en 20 grandes predios que
generarían el mismo número de empleos fijos. Rodríguez señala que “Samaná
pasó de ser una cantidad de minifundios a ser unos pocos latifundios. Tenemos
casos donde una sola persona ha recogido 35 o 40 predios; eso significa que son
40 familias que ya no van a volver a Samaná porque no tienen a qué regresar”.
Igualmente, los desplazados y pequeños propietarios vendían sus predios y
encimaban con ellos las escrituras de sus casas porque no le veían sentido
conservarlas después de quedar sin tierra. Hay que anotar que el centro zonal,
además del corregimiento, comprende las veredas Peñol Grande, El Prado,
Quebradón 20 de julio, Las Flores, Las Palmas, Miraflores, Norcasia 7 de agos-
to y Santa Bárbara cuyo territorios suman 11.150 hectáreas.
Aquellos pocos exitosos que ya pueden comer carne tipo Angus en exclu-
sivos restaurantes de la ciudad tendrán que esperar mucho tiempo para que
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
El río Samaná Norte, que se pone como una barrera para retomar la comu-
nicación entre los corregimientos de El prodigio y Samaná o para la apertura
de la carretera, continúa siendo un gran recurso de pesca. Gildardo Cadavid,
además de apreciar el río porque “se traga lo que coge” pondera la bondades
en pescado que aún contiene. En él la guerrilla se ha abastecido de alimento
y por eso la prudencia de Cadavid cuando va hasta el río. Se hace acompañar
de jóvenes a los que describe como unas “eminencias” por su destreza para
pescar y moverse en las aguas más turbulentas. Pero su prudencia no es sólo
por la aparición ocasional de algún guerrillero, sino porque teme que esos
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
muchachos puedan ser seducidos para ingresar en la subversión y por eso dice
estimularlos encargándoles trabajos.
En un municipio como San Carlos que exhibe una larga historia de encen-
didas pasiones políticas con candidatos, alcaldes, líderes y concejales asesina-
dos, Pastora ha sabido sostener una actitud conciliadora basada en ponerse
en el lugar del otro para entender sus puntos de vista. Eso le ha permitido
mantener diálogos abiertos con las más radicales posiciones que le ha mereci-
do el respeto de la población sancarlitana, como líder social y como concejala.
Samaná la aprovisionó en buena medida de esa experiencia y conocimiento de
las motivaciones que mueven a lo seres humanos.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Pocos se asoman ahora desde ese balcón natural porque si antes del despla-
zamiento del 2001 habitaban unas 200 personas en el corregimiento, hoy no
llegan a 80; de igual manera, en las nueve veredas que la circundan residían al-
rededor de 600 personas y hoy sólo alcanza unas 270. La población del centro
zonal se redujo en más de la mitad. Pero, con todo, la recuperación también
ha sido notable en los últimos dos años.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
El Prodigio
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
desinteresado por el oro, José Marcos les mostró a unos mineros la quebrada
rica en el metal a la que bautizó “Chorro de Oro”.
Por esa calle del tigre se encontraban al gran felino retozando en las arenas
porque había unas rocas de calizas por donde brotaba agua salada y los anima-
les iban hasta allí para lamerla. De modo que la belleza estática del paraje, así
como el saladero y el recuerdo de los jaguares, hicieron de la Calle del Tigre
uno de los lugares representativos del corregimiento El Prodigio.
José Marcos finalmente cargó con sus pesados años para el casco urbano
de San Luís, pero dejó abierto el camino para que lentamente arribaran otros
colonos. Llegó entonces el día en que El Prodigio contaba con poco más de 30
habitantes y decidieron solicitar la presencia del cura y el alcalde. Garabatea-
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
ron una carta y la enviaron a San Luís con un poblador de la vereda. El martes
tres de noviembre de 1970 salieron de San Luís el párroco Rafael Cuervo, el
alcalde Néstor Gómez y el portador de la carta que les sirvió de guía. Entraron
por San Carlos recorriendo la carretera hasta el sitio denominado Narices,
hoy corregimiento de Puerto Garza, transportándose en la volqueta del mu-
nicipio. De allí caminaron. La oscuridad los sorprendió más allá del Alto de
Samaná pero no los detuvo; y a las diez de la noche llegaron a El Prodigio por
la casa de Miguel Berrío. Don Néstor Gómez conserva con fidelidad en su me-
moria aquel día: “La noticia de que llegaban el párroco y el alcalde revolucionó al
caserío; todo el mundo fue pasando la onda de que iba el cura a celebrar misa en
El Prodigio y eso fue una propaganda eficaz. Hubo alegría por ser testigos de esa
primicia de ver la misa en las montañas”.
La primera misa del cura y los actos ceremoniosos que ejecutó el alcalde,
como el descubrimiento, a filo de hacha y machete, del sitio para la futura es-
cuela y un entusiasta discurso fundacional, propagaron el interés por el nuevo
territorio. No poca influencia ejerció aquel nombre rutilante que prometía
montañas y llanuras fecundas de cacería, oro, maíz y potreros para ganado.
Señala don Néstor que “eso se fue llenando de colonos, locos de felicidad porque
se iban apropiar de tierras muy buenas. Allá a una familia no le faltaba la vaquita
de leche. La gente comía quesito y tomaba leche. El maíz y el fríjol no les faltaban.
Y a ese sueño se apuntaba todo el mundo. Se prendió la chispa del fervor”
Pero desde los primeros colonos que se encontró don Néstor en El Prodi-
gio y entre los que se hallaban Juan Antonio Cosme, Sacramento Guzmán,
Ignacio Espinosa, Abad y Eleazar Berrío, Angel Murillo, Vicente Morales y
Pedro Valencia; se sintió el azote de los cuatreros. Robaban ganado e invadían
las casas de los campesinos a quienes obligaban a que les dieran comida y
aguardiente. Aquellos bandidos eran rezagos de los pájaros, que eran civiles
armados y militantes del partido conservador para combatir, supuestamente,
a las chusmas liberales.
Una de las razones por las que, después de los años cincuenta, persistían
estos grupos en los campos de San Luís y de San Carlos, se explicaba en el re-
cuerdo de la masacre que cometió un grupo de liberales armados comandados
por alias El Chicote en marzo de 1952. Su estela de muerte se inició en Puerto
Nare y dejó regados 33 muertos por el camino de La Trocha pasados a tiro de
escopeta y a golpes de machetes sin respetar ni a las mujeres ni a los niños.
Pretendían acabar con la nidada de conservadores que para ellos significaba
el casco urbano de San Luís. La historia reseña que el pueblo se salvó gracias a
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
que Guillermo Mira, el rehén que tenían como guía, logró escapar y dar aviso
a la población que se armó para defenderse y que hizo desistir a los chusmeros
de su entrada a sangre y fuego.
“Aquí no hay de otra sino tumbarlos. ¡Cómo así que estos hijueputas ya no res-
petan nuestras mujeres!. ¡Cómo vamos a dejar que ellos reinen aquí!”. Con esas
palabras José Adalid Hoyos convenció a sus vecinos de El Prodigio para resol-
verse a enfrentar la banda de Satanás. Haciendo honor a su segundo nombre,
José Adalid logró que tres personas lo acompañaran. Además envió mensajes
a la policía de San Carlos y de San Luís para que les ayudaran a conjurar la
amenaza. Don Ignacio Espinosa Giraldo, viejo habitante de El Prodigio y Sa-
maná cuenta que José Adalid, El Patón, se fue con los tres compañeros y que
una tarde se parapetaron con sus escopetas en un mampuesto “como atisban-
do una guagua” al lado del camino por donde pasaría el bandolero. Cuando
apareció con otros dos hombres, sólo José Adalid atinó a disparar y la bala
alcanzó a Satanás en el pecho. Los otros dos huyeron. El bandido rodó por
el rastrojo mientras El Patón y sus compañeros aguardaban el desenlace en
silencio. “Dizque escuchaban que se revolcaba y ellos muertos del miedo pensando
que ese hombre se iba a parar y los iba a matar; cuando calcularon que se había
muerto, fueron a ver pero no encontraron sino el sangrero y el patiadero. Se había
parado y se había ido”, así repite la historia don Ignacio que la escuchó del
propio Adalid.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
las gestiones de la visita del alcalde y el cura, así como la solicitud de escuela
y maestra para el caserío.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
tonces nadie quería sentirse menos y por eso los contrapunteos de ofertas en
el baile permitían llenar fácilmente la ponchera.
El celo apostólico del sacerdote fue de tal intensidad que asumió la orien-
tación del corregimiento hasta en los aspectos más impredecibles. “Había mu-
chos prostíbulos., pero yo me opuse. O se iban ellas o me iba yo. Y se acabaron”.
De ese mismo talante fue todo su ministerio en el lugar. El responsable de la
nueva parroquia supo concentrar la energía de un caserío en pleno crecimien-
to. Se sacaba madera y oro; y había tierra para sembrar maíz y abrir potreros
para ganado. Pero también mantuvo una postura firme frente a los actores
armados: “Durante los ocho años que estuve en El Prodigio, desde el 3 de febrero
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
de 1992 hasta el 7 de enero del año 2000, no hubo un solo muerto en las calles del
corregimiento”
Con los ganaderos mantuvo unas relaciones cordiales pero claras. Les so-
licitaba que limitaran su destrucción de bosques para ganadería. A los peque-
ños propietarios les pedía que no vendieran. Las ferias de ganado de El Prodi-
gio se hicieron famosas en la región y comprometió en el grupo Amigos de El
Prodigio a ganaderos como Emilio Alzate, Antonio Macías y Jaime Yépez.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
hacerlo porque ellos tienen las armas y nos piden plata y que si fuera la guerrilla
la que estuviera aquí, nos tocaba hacer lo mismo si queríamos sobrevivir. No me
dijeron nada más y me dejaron ir. El guerrillero volteó hacia la gente y les dijo que,
entonces, para qué mentían si ellos ya sabían cómo era la situación”
Murieron los civiles Francisco Javier Giraldo Murillo, Jairo Morales, Libar-
do Zuluaga, Hérman Henao y Arturo Berrío. Además de los paramilitares que
tenían su base en el propio poblado y que, según se dice, alcanzaron a ser siete
muertos. Los guerrilleros se fueron a eso de las diez de la mañana y luego
combatieron durante varios días con otros grupos de paramilitares por los
lados de La Cruz.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Pasadas las dos de la tarde del sábado 28, los guerrilleros se retiraron de-
jando muertos a Luis López y su hijo Norberto, Javier Valencia, Elías Quinchía
y Delio Enrique Aizalez. Conminaron a los pobladores a abandonar El Prodi-
gio, orden que probablemente estaba de más porque ya todos se estaban yen-
do rumbo a Puerto Nare; difícilmente se quedarían después de la experiencia
atroz de dos tomas sangrientas en menos de dos meses. Pero la frase que más
profundo se grabó en la memoria de los habitantes del corregimiento fue la
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
que pronunciaron los guerrilleros al salir: “si cuando regresemos un perro en-
contramos, un perro matamos”
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
cultivo de la coca de lugares como Sur de Bolívar, Tarazá y Caucasia. Con las
fincas hechas rastrojos y limitadas las posibilidades de subsistir dignamen-
te por medio de cultivos tradicionales, los campesinos empezaron a sembrar
coca que, en cambio, sí tenía quien la promoviera hasta con préstamos y faci-
lidades. Así se pasó a una nueva etapa en la vida del corregimiento en la que
las autodefensas afianzaron su dominio militar.
Pero El Prodigio tuvo que beber otro trago amargo por cuenta de la eco-
nomía de la coca que allí se implantó. En el mes de junio de 2004 las FARC
asesinó a siete jóvenes raspachines del corregimiento en El Alto de La Cruz. El
grupo guerrillero atacaba de esta manera la principal fuente de financiación
de la guerra. Por esos mismos días de junio, justamente, el desmovilizado jefe
político del noveno frente Carlos Alberto Plotter, aseguraba ante una audien-
cia de congresistas en Washington que las FARC se habían convertido en “una
guerrilla que necesita del comercio del narcotráfico porque se ha convertido en la
gasolina que mueve el motor de la barbarie”.
Por donde alguna vez rugieron los jaguares, ahora se escuchan los motores
de las volquetas cargadas de mármol. Buena parte de la calle del Tigre hoy es
una carretera que llega casi hasta la vereda Las Confusas donde se yergue el
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Y como aquél recio cagüí que ha resistido los rayos, los vientos y hasta la
codicia de los comerciantes de madera, la actividad de la gente y de la nueva
junta de acción comunal del corregimiento El Prodigio es una buena muestra
de la recuperación del poblado. Varios de sus tradicionales líderes han retor-
nado y le dan un aire de esperanza. Aprendieron la dura lección de la guerra
que trajo aparejada su propia economía representada en el cultivo de la coca y
gozan ahora de un buen momento. Dejan claro que no están de acuerdo con
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
la violencia de ningún actor armado porque quieren trabajar para que el lugar
siga siendo digno de aquél nombre que como una fórmula de encantamiento
le dio don José Marcos Gutiérrez, cuando los jaguares rutilaban entre el follaje
y El Dormené destilaba chorros de oro.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Para entrar a Rioverde de Los Henaos hay que cruzar el Páramo de Sonsón
y bajar desde los 2900 a los 2000 metros sobre el nivel del mar después de
atravesar 27 arroyos y la quebrada Las Brujas. Cumbres, bosques y aguas defi-
nen su topografía hasta llegar a la primera casa habitada en la vereda El Popal.
El largo camino de descenso empedrado quiebra las piernas más firmes en un
zigzagueo que parece eterno. En ocasiones, el angosto sendero es el único paso
entre el desfiladero y la peña. La montaña es una esponja rezumando agua por
todos lados. Hay tramos en que el musgo lluvioso tiende cortinas líquidas so-
bre los caminantes y la niebla quieta parece haber llegado a su destino.
“Mire: esta agua corre para el río Cauca, y esta otra corre para el río Magdale-
na”, me dijo Jaime Carmona, uno de mis dos guías y acompañantes, mostrán-
dome las escorrentías del camino en la cuchilla del páramo aquella mañana
lluviosa. El camino que habíamos subido desde la vereda Manzanares era, en
la cima, una joroba colorada que se empezaba a clavar para el descenso hacia
los Henaos. Jaime quería decir con eso que, para un lado, el cerro le aportaba a
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
la cuenca del Cauca, y para el otro, es decir, por donde descendimos, el aporte
sería para la cuenca del Magdalena. Yo no tenía los elementos para discutirlo.
Cubiertos con bolsas plásticas que los campesinos improvisan como imper-
meables nos protegíamos de la lluvia para avanzar por el camino. La bolsa que
me cubría la cabeza y parte del morral sobre la espalda me la dio doña Rubiela
Marín. Una mujer que habita solitaria en el sitio conocido como La Bodega, a
donde llegan las mulas de las cinco veredas que conforman el corregimiento
de Rioverde de Los Henaos. “En los fines de semana se reúnen hasta 200 mulas
en este patio. Traen panela, café, y alguito de fríjol y maíz”, me dijo ella, mientras
batía un chocolate humeante y revolvía algunos huevos para nuestro desayu-
no. Me contó, además, que la casa en la que vive y que funciona como tienda,
posada y bodega la construyó hace 16 años y que desde hace 13 llegó la carre-
tera hasta este punto. La carretera se detuvo allí sin llegar a Rioverde.
Vista de el Cerro de La Vieja desde una casa en la vereda Manzanares Arriba del municipio de
Sonsón.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
en el bosque denso del páramo. También ella, al igual que tantas personas en
estos territorios, sufrió la guerra y se vio obligada a vivir de huésped incómo-
da en su propia casa cuando los guerrilleros del frente 47 de las FARC utiliza-
ban la vivienda como cuartel y trinchera. “¿Sabe qué viejita?, si quiere vivir un
poco más, estése callada”, escuchó más de una vez esa advertencia. O amenaza.
No bastaba con haber perdido sus dos hijos de 18 y 19 años, asesinados en
Florencia en el departamento de Caldas, ni haber quedado viuda por la muerte
de su esposo, ni ser desplazada huyendo de la violencia, sino que también se
vio cercada por las balas. “Un día salí con mis gallinas monte abajo, y el ruido de
ellas me salvó de que me dispararan; porque eso le disparaban al bulto, pero como
escucharon las gallinitas se dieron cuenta de que era civil”. Repasaba su historia
en mi cabeza sintiendo el ruido sordo de las menudas gotas de lluvia sobre el
plástico.
Mientras bajaba por este camino sinuoso, recordaba también lo que contó
Mariney Ossa, durante el viaje de 18 kilómetros desde Sonsón hasta la Bodega.
Aseguraba que por los lados de la vereda La Torre, donde vivía, estaba grabada
sobre una roca la marca de un puño. “Dicen que esa piedra la traía el diablo al
hombro pa’ hacer unos daños y que la virgen se le atravesó y se la hizo botar y que
el diablo, de la rabia, le pegó a la piedra y ahí quedó marcado el puño”.
De tal modo que a las siete y media de la mañana de este martes 7 de octu-
bre de 2008, tan solo una hora y media después de haber partido del casco ur-
bano de Sonsón, ya había escuchado historias sorprendentes sobre Rioverde
de Los Henaos. Lo demás lo había consultado en documentos y en libros que
leí con el objetivo de sacar mayor provecho de esta suerte de expedición pe-
riodística que ahora emprendía al lado de Jaime Carmona, campesino y líder
comunitario de la vereda La Soledad, y Elkin Otálvaro, joven líder de la vereda
San Jerónimo. Ambas veredas del corregimiento Rioverde de Los Montes por
donde también nos llevaría la travesía.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Dicen que hace mucho tiempo, desde este sitio fueron echadas a rodar dos
mulas para consumar una venganza. Los campesinos acostumbran poner imá-
genes religiosas en puntos de diversa referencia: altos, cruces de caminos, e
incluso, como en este caso, lugares en los que se ejecutaron actos infames.
Con esta virgen en el Alto de la Venganza quieren exorcizar la pasión abomi-
nable que impulsó a arrojar al vacío dos animales inocentes. Y es que no debe
ser fácil para un rioverdeño, acunado en las letanías del rosario y del santo
temor de Dios, cruzar con sus mulas cargadas por aquel estrecho paraje sin
una escolta divina.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Cañón de la quebrada Brujas, luego de bajar por el páramo en el camino que conduce al corregi-
miento de Ríoverde de Los Henaos en el municipio de Sonsón.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Imagen de la Virgen del Carmen en el Alto Venganza, por el camino del Páramo de Sonsón que
conduce a Rioverde de Los Henaos.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Ramada o entable panelero con rueda Pelton en la vereda El Popal de Rioverde de Los Henaos.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
La fecha de la tragedia no aparece pero se sabe que fue en el año 1961. Con
otros datos, los versos son precisos para referir aquél gran deslizamiento de
tierra producido por la quebrada de Santa Ana que “no dejó ni un palito”:
Ciento cincuenta metros
De ancho fue la medida
Terrible fue el abierto
La tierra revenida
Cincuenta cuadras de largo
Del alto a la quebrada
El río se volvió un lago
Y al destaparse no quedó nada
Treinta metros se subió
Del agua para arriba
Grandes cañones arrancó
No dejando una piedra con vida”
Cinco campesinos que trabajaban en una roza y que dormían en una casa
fueron sepultados. Las gentes del lugar que se reunieron en número de ciento
diez, según dice el escrito, rescataron cuatro heridos y un muerto “destrozados
de heridas y quebrados todos”. Dicen que un viejo vestido de blanco y largas
barbas les limpiaba el lodo de la cara a los heridos para que pudiesen gritar y
pedir auxilio. Incluso el rescate de uno de ellos se relata con sus circunstan-
cias:
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
El efecto del suceso fue de tal magnitud que movilizó la capacidad de ges-
tión y la voluntad de toda la comunidad para construir el camino que trepa
la cuesta del páramo. El mismo por donde nosotros bajamos. “El primero que
bregó a abrir ese camino fue don Juan Bautista Ossa porque era más cerquita por
ese lado. Y también a causa de esos volcanes”.
Doña Ema levantó diez hijos, entre ellos a Norbeiro y a Ricardo. Ella señala
un pino crespo en el patio de su casa podado en forma de cruz, mientras me
cuenta que el primero que lo podó de esa manera fue su hijo Arnulfo, asesi-
nado en el Alto de Sabanas en el año 2002. “Un nietecito me sigue motilando el
árbol cada año”, explica.
Los años más atroces del conflicto pusieron a prueba a los rioverdeños.
“No nos fuimos porque aguantamos el miedo. Minaban todos estos potreros y nos
dejaban sin podernos mover. Esta casa la dañaron. Ya porque la arreglaron, pero
tenía unos huracos así”, y doña Ema junta el pulgar y el índice para ilustrarlo.
“Uno es que es de porfiao que vive por aquí”.
Norbeiro muestra la ruta que siguió la bala de fusil que se clavó en una de
las vigas del techo. Trae el plomo abollado y además pone sobre la mesa del
comedor la coca de una granada de mortero. Llega un niño que me enseña la
manera en que remplazó el mango partido de una lima con la vainilla de una
bala punto cincuenta que escupen los helicópteros artillados. Hay que recono-
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
cer que es mucho más cómodo que el mango original. Los muchachos de las
veredas salían después de un bombardeo a coger esas vainillas de cobre; cada
kilo de cobre alcanza precios superiores a los 15 mil pesos. Recuerdan a uno
que recogió cinco kilos pero lo vendió a alguien por 12 mil pesos.
“El ejército la quería hacer pasar por guerrillera. Eso fue lo que nos dolió más”,
cuenta Norbeiro para explicar la indignación que se desató entre los habitan-
tes de la zona. Cuando se enteraron de la noticia, se reunieron más de cuaren-
ta personas de las veredas El Popal, Zurrumbal y El Salado, y entre los que se
contaba el esposo de la víctima, para exigir al ejército el cuerpo de la mujer.
“La tuvieron desde las 8 de la mañana hasta las cuatro de la tarde tirada en un po-
trero como un perro. La amarraron en una bestia y se fue golpeándose contra las
barrancas y los guayabos, dándose contra el mundo. Y eso es lo que nos tiene más
adoloridos”. Los pobladores estaban dispuestos a quitarle el cadáver al ejército
para evitar su manipulación. “La gente los atacó muy duro allá en Zurrumbal
y los soldados prendieron esos montes a punta de candela diciendo que estaban
combatiendo con la guerrilla; todo pa’ que la gente les aflojara. Pero la gente no les
copiaba nada. Iban era por ella”.
Sólo la intervención del esposo logró calmar los ánimos. Éste aceptó la so-
licitud del comandante que reconoció el grave error. El cuerpo fue evacuado
en un helicóptero militar y la gente de todas maneras marchó al hospital de
Sonsón. “Me la entregaron sólo el domingo en la mañana y estaba irreconocible”
lamenta Vertulfo Ossa, esposo de la víctima; “Me quedaron cuatro hijos de 15,
13, 10 y 8 años”, agrega. Interpuso la demanda contra el Estado porque es
consciente de que, aunque el mal está hecho y ya no le puede devolver la vida
a su esposa, sus hijos necesitan alimentación y estudio.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Arturo Marín, músico de Rioverde de Los Henaos; perdió una mano y ahora acuesta su guitarra
para poderla interpretar.
Las canciones se tornaron vivaces, y con el sonido de las cuerdas, las risas
y las voces la noche fue llegando. Con la oscuridad y la luz de las velas la con-
fianza terminó de imponerse. Me presentaron a don Orlando con quien me
senté a conversar. “Este Ríoverde tiene historias de los sufrido que hemos sido, de
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
A Rioverde primero llegó la guerrilla del Eln hace unos 20 años. Desde
principios de los años noventa entraron las Farc que aumentó su presencia
varios años después con tropas venidas de Urabá y Córdoba. Las montañas
del páramo y sus bosques cercanos se constituyeron en fortines de repliegue
y abastecimiento para la subversión. Levantaron campamentos a los que in-
gresaban secuestrados y mantuvieron el control de la seguridad. “La guerrilla
nos decía que nos fuéramos enseñando a ellas porque no iban a dejar entrar la
autoridad”, refiere don Orlando. Concentraban guerrilla para planear gran-
des operaciones de ataque. Porque además los Rioverdes se encuentran en un
centro estratégico, a pesar de su precariedad en vías de comunicación. Desde
la vereda El Popal, por ejemplo, se puede ingresar en cuatro o cinco horas a
territorios de La Unión, El Carmen de Viboral, San Francisco, Cocorná, Arge-
lia y el casco urbano de Sonsón. Por eso no extrañaba a los rioverdeños ver
desfilar en ocasiones a cientos de guerrilleros. “En esa ramada que tengo yo me
caían en cualquier momento a decirme: ‘vea: muela mañana 400 pares de panela’.
Llegaban hasta 500 guerrilleros. Hay veces en que me pagaban sólo una parte”,
relata otro habitante de Rioverde.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Don Orlando dice que tumbó bastante montaña junto con su padre usando
el hacha y el machete, también que levantó 12 hijos “muy decentes y trabajado-
res” y que jamás se irá de su casa. Mientras desplegaba historias de sus expe-
riencias, don Adolfo Orozco, el presidente de la junta de acción comunal de la
vereda El Popal se sumó a la conversación.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
La conversación con don Orlando y don Adolfo se fue cerrando ante la in-
sistencia de los presentes en la velada para que nos integráramos. La demanda
fue entre cordial y perentoria manifestada en trovas y comentarios jocosos
dirigidos a nosotros. Así que terminamos sentados en el largo pasillo de la
tienda que, por supuesto, era también una casa; unos en sillas, otros en el
muro de concreto que cercaba el corredor a manera balaustrada.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Arturo, tal vez captando mi actitud más periodística que política respon-
dió:
Un desayuno copioso con chocolate, huevos arepa, arroz y pollo frito nos
recibía en la mesa después del baño. A las siete y media salimos de El Popal
Jaime, Elkin y yo para seguir nuestro recorrido hacia las veredas Zurrumbal y
El Salado. Las otras dos veredas, El Cedro y La Torre, estaban por otra ruta.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
En eso se resumía el sitio de La Playa, que es algo así como el centro polí-
tico, educativo y social de Ríoverde de Los Henaos. Un corregimiento sin ca-
becera urbana. Al fin y al cabo, el origen de estos siempre estuvo asociado a la
creación de una inspección de policía encargada de funciones administrativas
y de vigilancia para un conjunto de veredas. La de Los Henaos fue creada por
Ordenanza 37 de La Asamblea Departamental en el año 1962.
Una joven alumna bajó de su caballo para esperar la clase, venía de la ve-
reda El Cedro, a más de una hora de camino. Continuamos el viaje y en la
ruta nos encontramos con el tutor Duván Andrés Marín. Es un joven de unos
25 años que en su expresión deja traslucir el ánimo y la alegría de estar tra-
bajando por su región. “Ya me ha tocado graduar algunos estudiantes” señala
orgulloso, agregando que tiene alumnos muy despiertos y capaces para llegar
a ser buenos profesionales. Lamenta la falta de electricidad y, por tanto, de
computadores, así como de material didáctico y libros, pero que todos hacen
el mejor esfuerzo. “El invierno es otro inconveniente, cuando las quebradas se
crecen, a los alumnos se les hace más complicado asistir a clase”, comenta Duván
antes de despedirse para llegar puntual a dictar las clases. Hay tres quebradas
sin puente: El Rincón, La Playa y La Vega.
Don Gabriel instaló cerca de su casa una turbina o rueda pelton aprove-
chando el agua de la quebrada cercana. Con ella logra generar energía su-
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Jaime Carmona y Elkin Otálvaro descansan a la orilla río Verde de Los Henaos.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
También me dijeron que no podía irme sin hablar con el viejo Joaquín
Quintero, quien me podía contar mucha historia de este Rioverde. Así que el
resto de mi jornada prometía bastante.
Con sus más de setenta años don Joaquín se mueve con facilidad por los
quebrados caminos de El Salado. De joven trabajó en el instituto geográfico
Agustín Codazzi y se enamoró de estas tierras donde es propietario de una
finca de 400 hectáreas en monte. “Tengo un contrato con Cornare para sacar
colino de comino y abarco” cuenta con aire orgulloso. Asegura además que a
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
estas tierras siempre las ha conocido igual y que se conservarán así mientras
las vías de comunicación sigan siendo precarias.
Para fortuna del oriente y del país, a estas estrellas fluviales las protege
todavía su difícil acceso que hacen costosa su explotación. No alcanzo a imagi-
nar los estragos que produciría una carretera hiriendo de muerte el páramo.
Por eso se habla de la alternativa del cable aéreo. Si ese proyecto logra concre-
tarse, el mundo conocerá una de los tesoros mejor guardados de Colombia
que, hasta el momento, se ha mantenido aislado, no sólo por sus característi-
cas topográficas, sino por efectos del conflicto armado.
Regresé con don Joaquín hasta la casa de Orlando Gómez. Antes de despe-
dirse me recomendó hablar con don Pedro, el anciano padre de Orlando quien
tal vez me podría hablar un poco más sobre Rioverde.
A las seis de la mañana del viernes 30 de abril del 2004 Arley pisó una
mina antipersonal. “Iba pa’l pueblo cuando me levantó la mina y ahí comenzó la
pesadilla. Yo sentí algo que me silbaba; volé como a tres metros. Cuando me miré el
pie sin pantalón: mochao el pie y reventao por todas partes. Quedé como asordao.
En ese momento ya caí en cuenta qué eran las tales minas. De una bregué y me
paré; le eché mano al bolso y me fui brincando, más o menos, media cuadra. Has-
ta que no pude más. Cerquita estaba don Aldemar Orozco y empecé a gritarle. Al
momento subió. Me dijo: ‘no mijo, usted está es pa’ camilla’. Era tanto el susto que
nos pusimos fue a llorar: yo lloraba de la alegría viendo que ya no me moría y el
señor lloraba de tristeza diciendo: ‘vea que cosas tan horribles mijito por Dios’. De
ahí, como pudimos, me subí a la bestia hasta el Alto del páramo. Subí así de medio
lao y me metí la mano apretándome la pierna. En Manzanares ya me montaron
a un carro”
Arley dice que lo más duro en ese momento fue pensar en que ya no podía
volver a jugar fútbol: “bendito sea mi Dios, a mi cómo me gusta el fútbol y ahora
qué voy a hacer. Eso pensaba”. Porque, como dice, “adoraba el fútbol”. Pero de
inmediato se corrige diciendo que todavía lo adora. “Yo ya vi que si me echaba
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
a morir era peor pa’ mi. Me mandaron un sicólogo y yo les dije: ‘tranquilos que
yo sicólogo no necesito; yo sé qué me pasó y qué me toca hacer’. Les dije que no
estaba enfermo de la pierna sino de la aburrimiento pero porque quería volver a
la vereda. Hasta que me dieron de alta. Cuando bajé por aquí volví a vivir. Toda
la gente me recibió y mis amigos me dieron moral. Hasta volví a jugar fútbol, pero
ahora juego de arquero”
Con gran esfuerzo Arley se propuso volver a trabajar. Ahora despierta la ad-
miración en Rioverde. Cogiendo café rinde como cualquiera. “Como a los tres
días sin hacer nada me estaba desesperando y recordé: ‘yo tengo un café pa’ coger’.
Salí y me senté en el patio y pensé: ‘bueno, aver cómo voy a hacer’. Yo miraba el ca-
fetal de pa’ abajo: ‘bueno, ¿será que me voy en las muletas y me paró así?...no, esto
así no rinde’. Me dio rabia y ganas de llorar. Tiré esas muletas pa un lao y empecé
a brincar. Déle y déle, y siempre cogí. Al otro día cogí más. Al siguiente día cogí
más. Hasta que vi que ya me daba. Y antes sembré más y comencé a camellar”.
Asegura que el único trabajo que le “queda grande” es cargar, pero, de resto,
hace todo lo demás. Sale a pescar al río o a nadar. Sólo usa la prótesis cuando
sale al pueblo porque se vuelve inútil por esto caminos. Su mula le permite
moverse mejor. E insiste: “no necesito sicólogos”
Don Pedro Gómez dice que su padre lo trajo muy pequeño desde La Unión.
En los tiempos en que se hablaba con naturalidad de brujas, espantos y duen-
des. Refiere que por los lados de El Suribio los molestó mucho un duende que
les tiraba piedras cuando pasaban por el camino. Un guerillero de las Farc que
le salió por el camino dijo que los duendes no existían y que si existieran ya
hubieran derrocado al presidente Álvaro Uribe.
Con la risa de don Pedro por el cuento del duende, se despidió para irse a
su cama. Elkin, Jaime, Arley, Orlando y yo nos quedamos un rato conversan-
do en el corredor. Yo les contaba sobre lo que había escuchado para saber si
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
conocían algo más o, digamos, las historias más recientes de este cautivador
territorio de Rioverde de Los Henaos. Hasta que nos venció el sueño y nos fui-
mos a dormir. La meta del día siguiente era llegar a Rioverde de Los Montes.
A las seis de la mañana del día jueves 9 de octubre nos levantamos para
retomar el camino. Me sorprendió la cantidad de personas que bullían en la
casa: cuatro señoras, tres hombres, don Pedro, tres jóvenes y unos 8 niños.
Había, eso sí, suficiente espacio para todos. Aunque también Orlando me con-
tó que en esos momentos albergaba a cuatro niños y la esposa de un vecino de
la vereda que se recuperaba en un hospital de Medellín por heridas de arma
blanca. La riña tuvo lugar durante una celebración en la caseta comunal. Ex-
plica Orlando que esa es una de las preocupaciones actuales. “Cuando esto lo
manejaba la guerrilla, ellos eran los que mantenían el orden, pero ahora sin auto-
ridad de ningún tipo pueden seguir dándose peleas por tragos u otros conflictos”
Salimos sobre las siete de la mañana. Pronto llegamos al curso del río Ver-
de de Los Henaos que después de su encuentro con la quebrada La Salada,
exhibía un caudal más poderoso. El agua cristalina nos acompañaba todo el
tiempo, porque el camino sigue la misma ruta. Ese día esperaba con cierta
ansiedad conocer los encuentros de los ríos Verde de Los Henaos y el Verde de
Los Montes. La atmósfera se mostraba esplendorosa.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Cañón del río Verde de Los Henaos visto desde la Vereda El Coco.
Sin embargo, la exuberancia del río y la belleza de sus parajes, así como
la conversación me mantenían tranquilo. En ese momento empecé a notar
la pericia de sabueso de Jaime Carmona. Escrutaba el monte e interrogaba el
camino. De pronto se inclinó y dijo: “por aquí pasó un cazador con un perro
grande y otro chiquito”, y me mostraba las huellas que yo, estúpidamente, fin-
gía reconocer. O más adelante: “mire la huella de un conejo”. Esa sí la ví…un
poco. Y acercándome mucho; casi que pegando la cara al piso.
En el sitio Madre Seca el camino seguía precisamente por aquel lecho seco
del río. La tensión no había desaparecido y allí se disparó a su máximo nivel.
Se camina fatigosamente por entre piedras lisas y sombreadas de suribios y
guaduas. Este paso ha sido el más temido por los campesinos, porque al aspec-
to lóbrego del paraje, se suman las resbalosas piedras que pueden fracturar las
bestias. El sitio es bello, pero al mismo tiempo de una energía densa y oscura.
Quería salir cuanto antes de allí. Yo pensaba que no puede haber en el mundo
nada más triste que una madre seca.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
que queda afuera le sirve de corredor que, en tal caso, forma una especie de
“L”; siendo el lado más largo el pasillo frontal. Largueros de guadua apoyados
en las columnas de madera limitan el pasillo del patio o del solar. Sobre ellos
cuelgan pieles de guagua y tatabra, botas, frenos, harapos, enjalmas, mon-
turas, sudaderos de bestias, canastos, y cuanta cosa ofrezca la posibilidad de
colgarse. Un tablón de madera apoyado en dos troncos hace las veces de ban-
ca, diván o sofá para atender visitas, comer, contar historias…De las paredes
cuelgan machetes, sombreros, repisas con velas, talegos, un almanaque y al-
guna flor.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
“Hace más de 50 años vivo por aquí, primero trabajé sembrando maíz y fríjol
pa’ un señor Felipe Arango. Él me dijo que le compró a un tal Roberto Ospina”,
don Emilio habla pausado y con el gusto del que se siente muy bien al romper
la soledad y el silencio. Dice que para él todo esto siempre ha estado tranquilo.
“No tengo nada que sentir ni de la guerrilla, ni del ejército. Todos han pasado por
aquí y con todos he conversado. Ninguno me ha molestado” Me siguió contando
que tiene seis hijos que ahora viven por Medellín y Bogotá y que se demora
hasta tres y cuatro meses para salir al pueblo. “Cuando salgo a Argelia, merco
todo lo que puedo, y voy encargando por ahí otras cositas a los que vayan”. Du-
rante unos minutos más habló de sus largas travesías por las montañas hasta
que llegó el momento de continuar el viaje.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
tes. La tarde era fresca y el agua también. Podía ver mis pies, incluso aumenta-
dos por el lente cristalino del agua. Levanté la cara al sol, que caía justo por el
centro de ambos caudales, y abrí los brazos dando gracias a Dios.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Jaime Carmona Elkin Otálvaro y Juan Alberto Gómez al lado de Río Verde de Los Henaos.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Aparte de la fauna de tan pintoresca lista, se sabe que los primeros que co-
lonizaron esta vertiente oriental del páramo integraban una familia Montes.
Sucedió a finales del siglo XIX como lo cuenta don Néstor Carmona, sobrino
de don Francisco: “Yo conocí al viejito que entró a Rioverde, lo conocí estando él
muy viejito, se llamaba Ismael Montes. Eran varios hermanos. Hicieron caminito,
como trochita, y bajaron por ahí a caminar. Don Ismael Montes tenía mucha fami-
lia y entró a Ríoverde a trabajar con un Manuel Montes, Mono Montes, y Zacarías
Montes, todos ellos murieron por allá. Bajaron a sembrar maíz y fríjol, después
le sembraron plátano, hasta que se metieron a sembrar todo eso”. Con el tiempo
al territorio se le denominó Rioverde de Los Montes en alusión a esa “partida
de Montes” que se asentaron por allí. Su referente principal es el cañón del río
del mismo nombre que nace en el páramo de Sonsón, y que baja en dirección
sureste bordeando las veredas Murringo, La Capilla, San Jerónimo, La Monta-
ñita, La Soledad, La Ciénaga y Brasilal. Aunque la totalidad del corregimiento
Rioverde de Los Montes ocupa 486 kilómetros cuadrados con sus 17 veredas.
Este territorio guarda una especie de simetría con el otro Rioverde, el de Los
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Henaos: dos largas crenchas de agua separadas por una cordillera y que des-
cienden de la musgosa cabellera del páramo.
Sin embargo, lo mismo que sentí la mañana del 7 de octubre de 2008 cuan-
do me disponía a ingresar al territorio de Rioverde de Los Henaos, me sucedía
ahora cuando iba a caminar los territorios de Rioverde de Los Montes: tenía
datos, información, cifras… Y un matalotaje de historias reverberando en la
cabeza. La diferencia es que, esta vez, no me inquietaba. La única reverbera-
ción que valía la pena en la tarde de este jueves 9 de octubre, era la del sol
refulgente sobre las cristalinas aguas del encuentro de los dos ríos. Había reco-
rrido la cuenca de río Verde de Los Henaos, la crencha occidental del páramo,
hasta el punto donde se trenza con el río Verde de Los Montes, por donde me
disponía a subir por la de este último. Me acompañan mis amigos y guías Jai-
me Carmona Otálvaro, hijo de don Francisco; y Elkin Otálvaro Loaiza, joven
líder de la vereda San Jerónimo y que también desciende de las familias ances-
trales de estos territorios. No podía esperar mejores compañeros.
que nos sorprendiera la noche. Subimos por la empinada ladera del cañón
para regresar al puente por donde nos habíamos internado para contemplar
la maravilla del encuentro de los ríos. Para mí, no sólo había valido la pena,
sino que me prometí regresar algún día.
En aquel puente sobre el camino que sigue para la vereda Santa Rosa y que
sube hasta la Cuchilla del Rejo en límites con jurisdicción de Cocorná y San
Francisco, algo inesperado nos retrasó. Resulta que ascendiendo por el río y
al pretender impulsarme agarrado de un suribio, tomé, junto con el tronco,
el cuerpo erizado y esponjoso de un gusano. Subí con la mano enrojecida y se
lo conté a Elkín. Sabía que el veneno de estos gusanos puede producir fiebre,
hinchazones y la aparición de bolas que denominan secas o, médicamente,
la inflamación de los ganglios linfáticos en las axilas, el cuello o detrás de
las orejas. “¿Dónde está el gusano?”, me preguntó. Y nos devolvimos hasta el
sitio. Tomó el gusano, lo llevó hasta el puente, junto hojas secas y lo quemó.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Me dijo que eso lo había aprendido de su padre y que era un antídoto eficaz
contra el efecto del veneno. No lo creí y tampoco lo discutí, pero la molestia
fue desapareciendo.
Supe que desde ese puente, tanto la guerrilla como los paramilitares, arro-
jaron muchos cuerpos. Era ruta permanente de guerrilla hasta los años 2002
y 2003, cuando se produjo la arremetida del ejército y los paramilitares en la
zona. Del puente se recordaba especialmente la ejecución de una joven guerri-
llera a manos de su propia organización acusada de ser infiltrada del enemigo.
Su caso no fue aislado, como tampoco fueron pocas las adolescentes que la
comandante, alias Karina, vinculó al frente 47 de las Farc y que terminaron su
vida en una fosa o en el lecho del algún río.
Por su parte los paramilitares, disueltos en ocasiones con las tropas del
mismo ejército, entraron por estos caminos del encuentro de los dos ríos a las
veredas Santa Rosa y Brasilal a desplazar la gente y a llevarse el ganado de los
campesinos. El miércoles primero de octubre del 2003, hombres armados que
decían pertenecer a las autodefensas del Magdalena Medio, entraron por los
lados de San francisco hasta la vereda Brasilal recogiendo el ganado para lle-
várselo. No atendieron las súplicas de los campesinos y decían que ese ganado
era de la guerrilla o que alimentaba a los guerrilleros. Ordenaron desocupar
antes de los ocho días bajo amenaza de muerte. También obligaron a los cam-
pesinos a que arriaran su propio ganado para no verlo nunca más. Se llevaron
más de 60 reses y, aún hoy, los campesinos que sufrieron la pérdida siguen
esperando reparación.
Eran casi las cuatro y media de la tarde cuando continuamos el viaje desde
Brasilal, recordando el robo del ganado y el desplazamiento que mantiene to-
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
davía a esta vereda con muy pocos habitantes. De casi 50 familias que vivían
en Santa Rosa, sólo quedan 3. Ni siquiera han podido estrenar la escuela que,
justamente, terminaron de construir cuando ocurrió el desplazamiento. Bra-
silal, igualmente, pasó de tener unas 30 familias, a las 5 que han retornado.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Un anciano diminuto y del que se decía que era un duende con poderes
sobrenaturales, le ayudó en el transporte del cemento. Jaime nunca pudo ex-
plicarse cómo una persona tan vieja podía cargar falda arriba un bulto de ce-
mento con tanta facilidad si hasta a él mismo le costaba mayor esfuerzo. “Vive
pegado de un tabaco”, refiere Jaime, “es negrito y por ahí de unos 70 años”. Las
personas que le ayudaron a Jaime en la construcción del puente le narraban
que el supuesto duende llegaba a Argelia con la mula y la soltaba en cualquier
parte; cuando iba a regresar, la mula le aparecía en el punto que la necesitara.
Le atribuían pactos con el diablo que lo dotaban de la destreza y la fuerza para
ejecutar movimientos asombrosos como “brincar de pa atrás desde un barran-
co”. Pero dicen que ya se arrepintió de sus acuerdos luciferinos y hasta ponen
de ejemplo el día en que quiso hacer cabriolas desde otro barranco pero que
su hijo lo detuvo diciéndole: “no haga eso papá, acuérdese que ya usted es de la
virgen”
Las historias sobre la vereda Santa Marta se mueven así entre el mito y la
realidad, lo mismo que de la vereda Palestina que se ubica por la misma área.
En torno a ambas veredas se condensó un halo de lejanía y misterio por ser
los más tradicionales centros de la subversión. Pero lo cierto es que la guerrilla
protegía allí viejas zonas de asentamiento y cultivos de uso ilícito. Además, la
penetración política, social y económica del ELN, por ejemplo, tuvo en Pales-
tina y Santa Marta sus puntos más importantes de Rioverde desde finales de
los años 80. En sectores de sus vastas montañas crearon escuelas de forma-
ción política y militar. Se erigieron en autoridad y en paraestado llenando la
ausencia o abandono institucional con su propia doctrina y pensamiento. Sólo
quien entiende esa dinámica podrá comprender por qué para lo que unos es
supervivencia para otros es complicidad. Es justo considerar igualmente que,
por un tiempo, la subversión supo implantar y promover otros referentes de
desarrollo que lograron generar simpatías y adhesiones.
el chorro que cae sobre el camino. La penumbra de la tarde que anuncia la no-
che resaltaba su color blanco, recordándonos que la oscuridad no tardaría en
llegar y todavía nos hallábamos lejos de La Soledad. De la picadura del gusano
en la mano ya me podía olvidar pero un dolor en mi rodilla, que yo atribuía
a un mal giro mientras hacía piruetas en el río, empeoraba las cosas. Mi paso
era cada vez más lento. Sentía un poco de vergüenza con Jaime y Elkin que
ya se notaban con deseos de arribar. Sobre todo Jaime que desde hacía una
semana no veía a su familia y que extrañaba su mulita después de tres días de
caminata. Teníamos una sola linterna para alumbrarnos.
En ese momento tomé una decisión. Les pedí que me dieran un minuto,
abrí las piernas y extendí los brazos en ángulo recto a modo de oración. Jun-
té las falanges de los dedos índice y pulgar y, en un mal yoga, cerré los ojos
y respiré profundo. Tal vez no lograría anular el dolor, pero sí fortalecer mi
determinación para resistirlo. Ya lo había practicado en anteriores lesiones
y esta vez también funcionó. Arrojé el palo que había cogido como bordón y
caminé a paso largo y firme con todas mis fuerzas. Ahora eran Jaime y Elkin
los que trataban de seguirme el paso.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Las rocas desprendidas de la calle testimonian una época mejor. Lo que sin
duda fue un empedrado estable, ahora no es más que tierra, cascajo y grama.
Las casas desperdigadas tampoco ayudan a un trazo definido de la calle que,
para describirla con más precisión, no es más que un ancho camino de herra-
dura salpicado de viviendas a sus costados.
Subí hasta la colina contigua al caserío, justo enfrente de la tienda. Tal vez
la mejor vista del diminuto poblado. Al pie de la virgen y la cruz que se alza
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
San José y la Virgen en una colina aledaña a la vereda La Soledad de Rioverde de Los Montes.
Don Libardo cuenta que entre las personas más mentadas en el comien-
zo de Rioverde de Los Montes, después de la familia que le dio el nombre
al corregimiento y de un señor Luís Villegas, fue don Elías Salazar. “Cuando
comenzaron a abrir el monte llegaron primero a El Arrayán; después entraron a
La Capilla. Luego entraron hasta La Ciénaga y desde allá se empezó a colonizar
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
esta parte. Cuando ya entraron aquí a La Soledad ya resultó ese señor Villegas
comprando esta tierra toda. Luego todo eso lo compró don Elías Salazar”
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Algunos líderes comunitarios de la vereda La Soledad. Libardo Loaiza, el profesor Luís Ángel
Vergara y don Gildardo Vásquez.
decir, menos de 77 mil pesos por vereda. Antes les daban 720 jornales cada
seis meses. El territorio de 26 mil hectáreas que posee caminos susceptibles de
ser declarados patrimonios nacionales, dispone de un millón de pesos anual
para su preservación.
Y es que para don Libardo la carretera del casco urbano del municipio de
Argelia a La Soledad se le ha convertido en una obsesión. El tramo que existe
fue construido desde 1986, pero la obra se detuvo hace 16 años, restándole cin-
co kilómetros para llegar a La Soledad. “Cinco mil doscientos cincuenta metros”,
precisa don Libardo. Con los cerca de 12 kilómetros que existen desde Argelia
hasta El Alto de Guayaquil, se fortaleció la comunicación de Rioverde de Los
Montes con Argelia. Allí se merca y se vende la panela y el café. Es tan estrecha
esa relación que don Libardo fue concejal en Argelia. Esa circunstancia, su-
mada al conflicto armado, redujo el intercambio con Rioverde de Los Henaos
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
pero también trajo inconvenientes para los habitantes como, por ejemplo, la
atención en salud por parte del estado y la gestión municipal de aportes. Los
que han salido desplazados se vuelven pretexto para mutuas imputaciones de
responsabilidad: en Argelia dicen que no son responsables por la atención de
los desplazados residentes en jurisdicción del municipio de Sonsón, aparte de
la ayuda humanitaria de emergencia; mientras que en Sonsón manifiestan
que es en Argelia en el que los pobladores de Rioverde de Los Montes tienen
su centro urbano y que, por tanto, desde allí debe coordinarse todo.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Se acabó el merequetengue
no me crean tan pendejo
al fin saludé a Rioverde
hasta La Cuchilla El Rejo
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Con esa misma habilidad para estampar la historia popular en sus cancio-
nes tan manifiestas en su Saludo a Rioverde y La Cacería, Rubén Valencia le ha
cantado al café, a la educación y al noviazgo pero todo expresado por medio de
historias de vida que le confieren fuerza testimonial y documental.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
De lo que no cabe duda es que Karina estaba acosada. Ya alias Rojas, tam-
bién del frente 47, había matado al miembro del secretariado Iván Ríos y des-
pués le cortó la mano para demostrarlo; un episodio que más se asemejaba a
las vendettas entre carteles de la droga que a sucesos de guerrillas. En noviem-
bre del 2007 murió alias El Limón, que operaba como su jefe de seguridad.
Alias Jimmy o Karateca cayó en febrero de 2008; después se entregó alias El
Socio, quien señaló la fosa donde sepultaron el cuerpo de El Limón y también
le indicó caletas a la fuerza pública. En La Soledad, a donde llegó con el ejérci-
to, se jactó de haber recibido 70 millones por sus informaciones.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
La entrega de Karina, sin embargo, le dio otro aire a los rioverdes. Incluso
muchos lugareños piden que se construya otra base militar en Santa Rosa, que
es por donde, según ellos, ingresa la guerrilla. Así, junto con las bases ubica-
das en Guayaquil y Mesones, se sentirían más seguros. Todavía la confianza
no es plena pero prefieren legitimar la autoridad de la fuerza pública, sin que
cometa abusos contra la gente ni que se alíe con paramilitares. Expresan que
el ejército ha mejorado su trato y relación con las personas pero no han des-
aparecido esporádicas fricciones.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
“Una de las políticas del colegio ha sido la de ser arraigados frente a las cir-
cunstancias difíciles”, empieza contándome el profesor Luís Ángel, y agrega
que “de 150 niños que teníamos en el 2003, quedamos con 23 niños no más”.
Pese a todo asegura que las cosas mejoraron mucho. En el 2004 la zozobra de
los padres obligaba a que los alumnos tenían que ser recogidos de sus casas y
acompañados hasta la escuela. Una labor que hacía complicado el estudio por
la distancia de muchas viviendas. Ahora el profesor Vergara piensa en recu-
perar y fortalecer el colegio de La Soledad como centro educativo de Rioverde
de Los Montes: “La idea es que las veredas puedan venir a seguir su secundaria
en La Soledad. Hay que encaminar unos proyectos para mejorar las condiciones.
La electrificación y la vía carreteable son claves para reactivar el comercio. Hay
que ampliar la planta física para ofrecer alojamiento para niños de las veredas
lejanas. Me preocupan, entre otras, veredas como La Montañita y Plancitos que
quedan a tres o cuatro horas de camino”
El liderazgo de los profesores se hizo notable durante los tiempos más fe-
roces del conflicto. Profesores como Jhon Albeiro Bonilla en la vereda La Sole-
dad y Maryori Toro y Miriam Henao en la vereda Santa Marta, se convirtieron
en ejemplos de fortaleza moral. Con ese mismo talante han trabajado muchos
otros por la educación y el tejido social y humano de Rioverde de Los Montes
a costa, incluso, de su propia vida como le sucedió a la profesora de Brasilal
Victoria Gaviria en 1999 y a la de Guayaquil Belén Hincapié Patiño en octubre
del 2005. “La profesora Belén regañó a unos guerrilleros que sembraban minas
antipersona cerca de la escuela. Ella frentiaba a todos los grupos armados por los
abusos que cometían. Por eso la mataron”, declara uno de los campesinos que
la conoció.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
llas: una capilla en madera construida a finales de los años 20, y el tan famoso
camino del páramo.
Desde el alto de la casa de Jaime se divisa mejor toda la abertura entre mon-
tañas que alberga a La Soledad. Me hallaba a tan solo unos cientos de metros
del potrero en el que descendió el helicóptero del ejército para recoger a la
guerrillera Karina. Enfrente de mí estaba el Alto de Guayaquil; detrás de él ya
se ingresaba en territorio del municipio de Argelia.
“La gente de la familia mía vino del Valle del Cauca. Mi papá decía que en el
valle tenía muchos familiares”, me dice don Francisco mientras mira hacia las
montañas como leyendo el paisaje. “El primer establecimiento de caña fue ahí en
La Soledad, y era de unos Villegas”. Relata además la historia de los tigres que
asolaron el ganado de Rioverde de Los Montes. “Oía decir que el tigre se comía
los perros. Yo me dí cuenta de uno que mató una vaca en Santa Rosa. Y como el
tigre arranca con la vaca es de pa arriba, entonces quedó la vaca en un barranco.
Al mes volvió y mató dos novillonas grandes y se tomó la sangre de novillo. Después
mató una mula. Lo mataron cerca de donde se comió la mula”
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Machos y mulas, producto del parto entre burro y yegua, tienen no solo
diferencias físicas sino también de carácter. Las mulas tienen la cabeza y las
orejas más grandes, además de tener el “genio” más voluble, es decir, “más
jodidas”. Ambos crecen hasta los siete años de edad. Los machos son “emo-
cionalmente” más estables. Para carga prefieren a las mulas y para caminar a
veces son mejores los machos, pero ambos son confiables. Las mulas y machos
pequeños son más ligeros y ágiles para el camino. A pesar de que las mulas
casi nunca tienen partos, es necesario mantenerlos alejados de los caballos
cuando están en calor porque, dicen los campesinos, “una mula a la que coja
un caballo no queda sirviendo pa nada”. Para acostumbrarlas a los caminos se
compran en edades entre los 10 y 15 meses. Se venden en pueblos como Arge-
lia, Sonsón, Marinilla y Rionegro y cuestan entre millón doscientos y millón
quinientos. Primero las llevan sin carga, sólo con la enjalma, y lentamente le
van poniendo carga. Caminan detrás de las recuas para que conozcan la ruta
y aprendan a defenderse bien por los pasos difíciles. La vida más productiva
de estas bestias es de unos 20 años, aunque pueden vivir 40. Una buena mula
en Rioverde cuesta entre 3 y 5 millones de pesos. Le cargan, en promedio, de
ocho a diez arrobas. También depende del tipo de carga: en carga arrastrada,
como caña o madera, le echan un poco más: en carga redonda, menos. Hay
que considerar igualmente su buen manejo y saber los límites.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
De esta quebrada San Miguel se cuenta que hace varias décadas una cre-
ciente arrasó con la casa en la que habitaban 7 personas. El lodo, las empaliza-
das, las rocas y el ramaje cubrieron las orillas. Sólo encontraron la pierna de
un niño y una camándula colgada de un árbol. Más que el suceso, asombró a
la gente ese hallazgo y no faltó quien lo interpretara como “de mal agüero”.
Los 78 años que lleva en pie no parecen hacerle mella. Cinco varas de alto,
(4,20 mt) treinta de largo (25,10 mt) y veinte de ancho, (16,20 mt) es la medida
de su cuerpo, según Otoniel Vásquez que participó en su construcción. Con el
paso de los años, sus paredes de madera adquirieron un tono gris que acen-
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
túan su aspecto venerable. La fachada o frontis tiene tres puertas y desde ellas
se ve el interés que tenían los maestros por dotarla de elementos propios de
la arquitectura eclesial. Esto se evidencia en el remate de las puertas con arco
de medio punto formando el tímpano y también en la abertura circular que
se abrió arriba de la puerta central como imitando el rosetón característico
de las catedrales góticas. La casa cural se adhiere al lado derecho y se levanta
sobre una plataforma de madera sostenida por troncos que hacen las veces de
columnas. Su techo es de zinc al igual que el de la capilla.
La capilla fue construida entre 1926 y 1930 a instancias del padre Obdulio
Duque que propuso su construcción luego de ver la cantidad de personas que
habitaban el sitio. Fue una obra en la que participaron los pobladores por me-
dio de convites masivos para cortar y cargar madera.
Cada año se celebra la Semana Santa en Rioverde de Los Montes cuya sede
se alterna entre la vereda La Soledad y la vereda La Capilla con el acompaña-
miento de la Parroquia San Julián de Argelia. La convocatoria es de tal dimen-
sión que organizan la representación en vivo de las escenas principales de la
Pasión de Cristo. En un video vi como, con cuánta solemnidad y compostura
ritual, los actores y los participantes recorren el vía crucis manteniendo un
respetuoso silencio. Sólo se escuchan, en el momento que le corresponde, las
plegarias y las indicaciones del sacerdote, el murmullo de las rezos, el sonido
de los pasos de la gente en procesión, y los llantos y voces desgarradas o enfá-
ticas de los actores que parecen dejar el alma en cada parlamento.
La procesión del vía crucis sale del viejo cementerio. El que representa a Je-
sús Nazareno carga la pesada cruz de madera en la que finalmente es amarra-
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Refiere Elkin que hubo accidentes similares con las baterías porque los
campesinos las instalaron debajo de sus camas. Al caer un rayo, su descarga
era conducida por los cables hasta la batería. Varios se salvaron de la muerte
porque la cama aislaba la descarga, pero los alcanzaba a dejar encalambrados
y aturdidos un buen par de horas.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Resulta que las familias desplazadas de veredas como Santa Rosa, Brasilal,
Campamento y Palestina, no alcanzaron a cargar con sus paneles solares. Lue-
go alguien los hurtó. Se robaron alrededor de 30 paneles. Tiempo después los
ofrecían en venta a los propios habitantes de los rioverdes por 500 mil pesos.
Los autores del robo parecían tener muy buenas relaciones con la guerrilla.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Sitio Corazón de Jesús en el camino de Murringo por la subida del páramo de Rioverde de Los
Montes.
Comenzamos el ascenso del camino del páramo. Lajas de piedra que fueron
acarreadas en camillas desde el río y cuidadosamente acomodadas, eran el tes-
timonio de un trabajo arduo y casi milimétrico. En los puntos altos se divisa
el cañón de Murringo, donde se tiende la vereda del mismo nombre. Praderas
y cultivos en suaves declives convergen en el cauce del río Verde. Parecido al
descenso por la falda de Santana para entrar a Rioverde de Los Henaos, con-
templábamos el páramo frente a nosotros. Parecía fisgonear y esconderse tras
los velos de niebla. El nombre de Murringo, justamente, parece descender
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Camino de Murringo en Rioverde de Los Montes por la subida al páramo de Sonsón, uno de los
más bellos caminos de Herradura de Antioquia.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Vista del Morro de la Vieja en el Páramo de Sonsón desde la vereda Manzanares, por el camino
hacia Rioverde de Los Montes.
Los casi 3 mil metros de altura sobre el nivel del mar, el frío del páramo, el
bosque y la niebla, contagian un silencio místico. Tal ambiente y el ritmo de
los pasos, me producían un efecto hipnótico que me traía imágenes y murmu-
llos sosegados. Me sentía dueño de un poder sereno y dúctil.
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
Sito El Trigo, en el cruce de las carreteras que van, una, hacia el camino de Rioverde de Los
Henaos, y la otra hacia el camino de Rioverde de Los Montes
Pasamos por el sitio Boca del Monte en el que se encuentra el camino que
conduce a Sonsón. Pero nosotros buscábamos la carretera y ya eran las cuatro
de la tarde.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
En este cruce, viniendo desde Sonsón, uno toma a la derecha si quiere diri-
girse hacia Rioverde de Los Montes; o a la izquierda, si se dirige hacia Rioverde
de Los Henaos. El sol caía a mi espalda. Aquí cerraba un trayecto circular, el
óvalo de cinco días. Un ciclo, pensaba. Otro más..
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OBSERVATORIO DE PAZ Y RECONCILIACIÓN DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
AGRADECIMIENTOS
Gratitud y buen viento para don Néstor Gómez, don Gabriel Guzmán, Ri-
goberto Valencia, al Padre Jaime Avendaño, Arnulfo Berrío, Nelson Gallego,
Jhohn Fredy López por su orientación sobre el corregimiento El Prodigio. Y
en San Miguel un gracias grande para Patricia Martínez Silva y para su madre
doña Elizabeth Silva, y a don Luís Fernando Muñoz, a don José Palacio, a don
Vicente Suárez y al alcalde de Sonsón, Jesús Giraldo Bernal. En San Carlos, a
la mujer, madre y líder que es Pastora Mira, y en Samaná a don Gildardo Cada-
vid, a don Nicolás Rodríguez, Eduardo Bravo, don Pablo Emilio Giraldo, doña
Rosa González y a don José Ignacio Espinosa. En los rioverdes la lista es larga,
pero no le hace, nada de que “y a todos aquellos…”. Aquí va: a mis amigos de
viaje, por supuesto, Jaime Carmona y Elkin Otálvaro; a José Fernando Botero
en Sonsón por su imponderable ayuda, gracias Jose por tu energía y amabili-
dad. Sigo con Rioverde de Los Henaos: a doña Rubiela Marín, a los hermanos
Norbeiro y Ricardo Gómez, a Arturo Marín, el músico de la guitarra arrullada;
a Vertulfo Ossa, a don Orlando Orozco, qué gran patriarca; a don Adolfo Oroz-
co, a doña Ema Orozco, a don Gabriel Ossa, a Edilson Carmona, a Duván An-
drés Marín, a Orlando Gómez, a don Joaquín Quintero, a don Pedro Gómez; y
a Arley de Jesús León le mando a decir con este libro que: cuándo me enseña
a coger café, y que lo admiro por su valentía; y a don Emilio Montes que ojala
le llegue esta noticia del libro…y el libro. Y en Rioverde de Los Montes, Dios
te pague Rubén por tus canciones, y también a ustedes don Libardo Loaiza y
don Gildardo Vásquez por acogerme tan bien en La Soledad, lo mismo que el
profesor Luís Ángel Vergara, a don Francisco Carmona, gracias por acunarme
en sus historias, y a la profesora de la vereda Santa Marta, Miriam Henao, mis
respetos por su tenacidad. Y a Lina Marcela Muñoz en Sonsón por leer con
tanta pasión y por notar, con gran preocupación, mientras leía el final de la
crónica de Rioverde de Los Henaos, que me tiré al río acalorado.
Ah, claro: y a todos aquellos a los que “de alguna u otra manera” omití, que
me perdonen…si pueden. Pero no será usted Guillermo (Zuluaga), gracias.
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CRÓNICAS CORREGIMIENTOS DEL ORIENTE ANTIOQUEÑO
FUENTES
Observatorio de Paz y Reconciliación del oriente Antioqueño
Periódico El Colombiano
Periódico El Mundo
Periódico El Tiempo
Revista Semana
PRODEPAZ (SIRPAZ)
Isagen
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