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Lynch: "Las Revoluciones Hispanoamericanas" Capítulo 1.

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Lynch: “Las revoluciones hispanoamericanas”

I. El nuevo imperialismo.

En 1808, España dominaba un imperio de cuatro virreinatos, el hogar de


diecisiete millones de personas. Quince años más tarde España solamente
mantenía en su poder Cuba y Puerto Rico, y ya proliferaban las nuevas
naciones. La independencia fue la culminación de un largo proceso de
enajenación en el cual Hispanoamérica se dio cuenta de su propia identidad.
Esta creciente “conciencia de sí”, movió a Alexander von Humboldt a observar:
“Los criollos prefieren que se les llame americanos”.

Los americanos empezaban a poner en duda las bases de la fidelidad. La


propia España alimentaba sus dudas, porque en el crepúsculo de su imperio no
atenuaba sino que aumentaba su imperialismo.

Hispanoamérica estaba sujeta a finales del siglo XVIII, a un nuevo


imperialismo. Su administración había sido reformada, su defensa
reorganizada, su comercio reavivado. Su reformismo despertó apetitos que no
podía satisfacer, mientras que su imperialismo realizaba un ataque directo a los
intereses locales y perturbaba el frágil equilibrio del poder dentro de la sociedad
colonial.

Las sociedades americanas adquirieron gradualmente identidad, desarrollando


más fuentes de riqueza, reinvirtiendo en la producción, mejorando su economía
de subsistencia de alimentos, vinos, textiles y otros artículos de consumo.
Cuando la injusticia, las escaseces y los elevados precios del sistema de
monopolio español se hicieron más flagrantes, las colonias ampliaron las
relaciones económicas entre sí, y el comercio intercolonial se desarrolló
vigorosamente. El crecimiento económico fue acompañado de cambio social,
formándose una élite criolla de terratenientes y otros, cuyos intereses no
siempre coincidían con los de la metrópoli. El criollo era el español nacido en
América.

El tesoro enviado a España disminuyó, lo que significaba que ahora las


colonias se apropiaban en una mayor proporción de su propio producto, y
empleaban su capital en su administración, defensa y economía.
América desarrolló su propia industria de astilleros en Cuba, Cartagena y
Guayaquil. Las defensas naval y militar de México y Perú eran financiadas por
las tesorerías locales. Se crearon numerosos talleres que empleaban mano de
obra forzada y eran propiedad del estado o de empresas privadas, producían
para el mercado de las clases bajas o para necesidades particulares.

En la historiografía se está familiarizado con el concepto de un “imperio


informal”, por la autosuficiencia de la colonia, que se había convertido en su
propia metrópoli, por el control exterior de la economía.

El poder seguía ejerciendo su control burocrático, las colonias no declararon su


independencia durante la guerra de la Sucesión española, porque no les
convenía ya que gozaban de un considerable grado de independencia de facto,
y la presión sobre ellos no era grande. Un siglo más tarde esto era diferente.

El objetivo del nuevo imperialismo de Carlos III era detener la emancipación en


América. La política llevaba ciertos riesgos: conturbar el equilibrio de fuerzas en
las colonias podía minar la fábrica del imperio. Pero hasta el punto en que se
podían calibrar, los riesgos eran considerados aceptables. Porque la reforma
colonial era para crear una España más grande.

La reforma tomó fuerza como consecuencia de la desastrosa derrota a manos


de los ingleses en la guerra de Siete Años, y desde 1763 España hizo un
esfuerzo supremo por enmendar el equilibrio en Europa y en las Américas.

El gobierno fue centralizado, la administración reformada, la agricultura


aumentó su rendimiento y la industria su producción. Se promovió y protegió el
comercio ultramarino.

II. Respuestas Americanas.

La segunda conquista de América fue en primer lugar una conquista


burocrática.

En un momento a principios del siglo XVII, la corona dejó de pagar el salario a


sus principales funcionarios en América, permitió que comercien directamente
con los indios. Los mercaderes garantizaban a los funcionarios salarios y
gastos mientras que estos obligaban a los indios a aceptar adelantos de dinero
y equipos para extraer así productos, los que luego estos mercaderes
exportarían o consumo, de esta manera todos estos grupos se satisfacían.

La desventaja era que disminuía el control imperial sobre la política y los


intereses locales porque sus administradores dependían del comercio y no de
un sueldo y los indios eran reducidos a una forma de servidumbre de la que no
podían escapar, lo que desencadenó en Perú la rebelión india de Tupac Amarú
en 1780.

En 1767 fueron expulsados los jesuitas que gozaban de un poder económico


por sus propiedades y actividades empresariales. La política Borbónica era la
oposición a las corporaciones que gozaban de privilegios. Un ejemplo es la
Iglesia, sostenida por sus fueros y sus riquezas, uno de los objetivos de los
reformadores borbónicos era la disminución de la inmunidad de la iglesia y
colocar el clero bajo jurisdicción de los tribunales seculares. Aunque reaccionó
enérgicamente, no se enfrentó con los borbones, el bajo clero cuyo fuero era el
único patrimonio que poseían les fue enajenado para siempre.

Otro centro de poder era el ejército, pero la metrópoli procedió con más
cuidado, como España nunca tuvo dinero para mantener tropas en América
tuvo que depender de las milicias coloniales, las que a mediados del siglo XVIII
fueron reorganizadas y ampliadas. Pero además de querer erosionar a los
extranjeros y destruir la autosuficiencia de las colonias, se esforzaron en
incrementar los ingresos, para lo que ampliaron el monopolio estatal del tabaco
y administraron directamente la acaballa (impuesto que aumentó de un 4 a un
6%) y lo exigía rigurosamente, pero a partir de 1765 la resistencia a la
tributación fue constante y hasta violenta, e implacable la oposición del cabildo,
donde se también impuso el control borbónico.

Esto generó una mejora en las finanzas de los cabildos pudiendo dirigir sus
energías a las obras públicas y los servicios, pero a pesar de las presiones por
parte de los agentes que supervisaban a los cabildos, en 1790 en una
inesperada oposición los concejales comenzaron a exigir el derecho al cobro
de impuestos y el control de los gastos. Entre 1765y 1766 se abandonan las
reglas seculares, bajan las tarifas y abolieron el monopolio de Cádiz y Sevilla,
abrieron libres comunicaciones entre los puertos de la península y el caribe y
autorizaron el comercio intercolonial, sumando el permiso para comerciar con
colonias extranjeras desde 1795, ampliándose así el comercio entre
Hispanoamérica y Europa.

De igual manera, los Españoles mantenían el monopolio en la navegación y


comercio transatlántico, pero el libre comercio además tenía un defecto básico
y era que no podía responder con rapidez a las demandas externas. Se
mantuvo subdesarrollado, con las importaciones abiertas, pero con pocas
exportaciones, los mercados de Chile, Perú y el Río de la Plata estaban
saturados causando la baja de precios para los consumidores y arruinaba a los
mercaderes locales.

El problema crucial era la desprotección de las colonias y la manufactura


europea inundando todo y las economías locales incapaces de absorberlas
incrementando la producción y las exportaciones. Aunque existían conflictos
entre las colonias, también existía una clara idea universal, el deseo de que
algún gobierno cuidara los intereses de los Americanos, que se limitara a
proteger la libertad y la propiedad.

La segunda conquista de América se vio reforzada por la importante cantidad


de inmigrantes procedentes de la península, que llegaban en busca de un
nuevo mundo, entre 1780-1790 el nivel de inmigraciones fue cinco veces
superior al anterior. Así llegan a la argentina familias Alzaga, Anchorena,
Martínez de Hoz, agentes de conquista comercial y precursores de la oligarquía
argentina. España no se fiaba de los americanos para los cargos de
responsabilidad política, pero gradualmente los americanos no solo empezaron
a pedir más cargos, sino más elevados en sus propios países, y la exclusión de
los españoles.

La diferencia entre la primera conquista y la segunda era que la primera era la


conquista de los indios y la segunda, un intento de controlar a los criollos, la
hostilidad de los americanos hacia los españoles tenía matices raciales. Los
mulatos y los indios eran considerados seres inferiores, la aristocracia de varios
países resistía en casos ferozmente el avance de la gente de color. Esta gente
de color estaba condenada a ocuparse de los servicios domésticos, trabajos de
agricultura o bajos oficios.
En 1810, en una violenta revolución social en México, demostró a los criollos lo
que ya sospechaban, que eran ellos los guardianes del orden social y la
herencia colonial.

III. El nacionalismo incipiente.

Poder político, orden social: estas eran las exigencias básicas de los criollos.
Los americanos no eran españoles. Este presentimiento de nacionalidad sólo
podía encontrar satisfacción en la independencia.

Como Bolívar dijo: “No somos europeos, no somos indios, sino una especie
media entre los aborígenes y los españoles. Americanos por nacimiento, y
europeos por derecho.”

Las condiciones en el período colonial favorecían la formación de unidades


regionales distintas unas de otras. Las divisiones administrativas españolas
propiciaron la estructura política de la nacionalidad. El imperio estaba dividido
en unidades administrativas: virreinatos, capitanías generales, audiencias, cada
una de las cuales tenía una maquinaria burocrática y un jefe ejecutivo.

El regionalismo tomó protagonismo, y se reforzó debido a las divisiones


económicas. Algunas colonias dependían de excedentes agrícolas y mineros
para exportar a otras y quebrantaron las barreras legales puestas al comercio
intercolonial. Cuando las barreras fueron oficialmente levantadas a partir de
1765, el gobierno imperial estimuló el comercio interamericano, pero no pudo
realizar la integración económica entre los países.

El nacionalismo incipiente también alcanzó cierto grado de expresión política.


Era significado de la irreprimible exigencia americana de cargos públicos, una
exigencia que probablemente tenía más que ver con razones de prestigio que
con política.

Las fuentes intelectuales del nuevo americanismo eran las ideas de los
filósofos franceses. En México tenían un público Newton, Locke, Adam Smith,
Descartes, entre otros. Entre los lectores se podían encontrar virreyes y otros
funcionarios, miembros de las clases profesionales y de negocios, personal
universitario y eclesiástico.
Los americanos tenían muchas objeciones contra el régimen colonial, pero
éstas eran más pragmáticas que ideológicas. Procedía de los intereses
americanos más que de las ideas europeas. Suponer que el pensamiento de la
Ilustración hizo revolucionarios a los hispanoamericanos es confundir causa y
efecto. La Ilustración se difundió a través del movimiento revolucionario en las
nuevas repúblicas que se convirtieron en un ingrediente esencial para el
liberalismo hispanoamericano.

El modelo francés fue el que menos atrajo a los hispanoamericanos. Esta


reacción no se basaba en la ignorancia, sino en el interés. Algunos leían el
material por curiosidad, otros reconocían instintivamente su hogar espiritual,
abrazando los principios de libertad y aplaudiendo los derechos del hombre. La
igualdad era otra cosa. Situados donde estaban los españoles y las masas, los
criollos querían más igualdad para sí mismos y menos igualdad para sus
inferiores.

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