El Misterio Del Robo de Las Manos de Perón
El Misterio Del Robo de Las Manos de Perón
El Misterio Del Robo de Las Manos de Perón
A fines de junio de 1987 un grupo de desconocidos profanó la tumba del expresidente en La Chacarita y le
seccionó las manos. Se habló de esoterismo, millones ocultos en Suiza, la utilización de sus pulgares para
abrir un cofre y una maniobra de desestabilización política. Las enigmáticas muertes de las personas que más
sabían del caso que, 33 años después, sigue sin resolverse
El 29 de junio de 1987 un grupo de desconocidos profanó la tumba de Juan Domingo Perón en el Cementerio
de la Chacarita y seccionó seccionado y robó las manos del cadáver (Télam)
Para mediados de 1987, la joven democracia recuperada de la Argentina navegaba por aguas turbulentas. El
gobierno de Raúl Alfonsín venía de superar, con una salida negociada, el primer levantamiento de los
oficiales carapintadas que se oponían a los juicios por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la
dictadura, enfrentaba una situación económica difícil con un Plan Austral que empezaba a hacer agua y el
tránsito hacia las elecciones legislativas y de gobernadores avanzaba en medio de un clima enrarecido.
En ese contexto, el 1° de julio –justo para el aniversario número 13 de la muerte de Juan Domingo Perón–,
una noticia explotó en los medios y sumó un ingrediente tan insólito como inesperado a la situación: un grupo
de desconocidos había profanado la tumba del expresidente en el Cementerio de la Chacarita y había
seccionado y robado las manos del cadáver.
La conmoción que provocó el robo se amplificó rápidamente en medio de un rompecabezas de versiones que
iban desde las motivaciones políticas del caso hasta hipótesis extorsivas, económicas, revanchistas y
esotéricas.
Casi 33 años después, el enigma del robo de las manos de Perón no sólo sigue envuelto en el misterio sino
que fue potenciado por una serie de extrañas muertes, todas de personas que, de una u otra manera, podían
aportar indicios para resolverlo.
El robo
El 29 de junio de 1987, un sobrino político de Perón, Roberto García –casado con Delia Perón, sobrina
del expresidente– denunció que la tumba había sido violada. En su declaración dijo que cuando la visitó
con su esposa, como lo hacían habitualmente, descubrieron que faltaban la gorra, el sable y la bandera
argentina que la cubría, que la claraboya estaba rota y que encontraron fragmentos de vidrio en el piso y
alrededor del féretro. Dijo también que habían visto un boquete en el vidrio blindado -de 9 centímetros de
espesor y 170 kilos de peso, para cuya apertura eran necesarias 12 llaves- engarzado en un marco de acero
que protegía el cadáver embalsamado.
La investigación quedó en manos del juez Jaime Far Suau, que convocó a un equipo policial comandado por
el comisario Carlos Zunino e integrado por especialistas de rastros de la Policía Federal y peritos forenses.
Ya en la bóveda, ubicada en el subsuelo, los peritos utilizaron las 12 llaves y retiraron el vidrio. Al levantar la
tapa del féretro descubrieron que al cadáver le faltaban las manos, cortadas posiblemente con una
sierra quirúrgica.
Con el féretro abierto se supo que además de las manos faltaba un objeto que pronto adquiriría singular
importancia: un poema escrito por la viuda de Perón, María Estela Martínez, que había sido enmarcado
y depositado junto al cadáver.
En su informe, los peritos forenses señalaron que las manos habían sido seccionadas con cortes
precisos, pero de diferente manera. La mano derecha había sido cortada a la altura de la muñeca, mientras
que el corte de la izquierda había sido practicado en la parte más blanda del hueso, por encina de la muñeca.
Precisaron también -a partir del análisis del aserrín cadavérico- que los cortes databan de pocos días.
Dentro del ataúd había también un objeto extraño: el dedo de un guante de goma, posiblemente utilizado
por los profanadores durante la operación de seccionar las manos.
“Hermes IAI y los 13”
Casi al mismo tiempo que fue descubierta la profanación, dos importantes figuras del Justicialismo
recibieron el primer y único mensaje de los profanadores. El presidente del PJ, Vicente Leónidas Saadi,
y el secretario general de la CGT, Saúl Ubaldini, recibieron una carta similar en la que se les pedía el pago
de 8 millones de dólares a cambio de la devolución de las manos, la gorra y el sable de Perón.
Como prueba de que realmente tenían en su poder las manos de Perón, los autores de la carta, que se
identificaban con el enigmático nombre de “Hermes IAI y los 13”, habían cortado en dos el poema de Isabel
Perón. Una de sus partes acompañaba a la carta a Saadi, la restante estaba en el sobre que recibió Ubaldini.
Las pericias caligráficas probaron que era auténtica.
"El Brujo" José López Rega
La firma, que evocaba a Hermes Trimegisto (“Hermes, tres veces grande”), el nombre griego que se le daba
a un presunto sabio egipcio a quien la tradición
ocultista adjudica la invención de la alquimia, agregó al desconcierto general una pista esotérica que hizo
pensar que los autores de la profanación tenían alguna vinculación con el recientemente detenido -luego de
años de búsqueda- ex ministro de Bienestar Social de Perón e Isabel, José López Rega, conocido como “El
Brujo” por su devoción por las prácticas ocultistas.
Las dos cartas, acompañadas por las dos partes del poema de Isabel, fueron la única señal que dieron los
profanadores. Nunca más dieron señales de vida.
La hipótesis esotérica
La hipótesis esotérica conectada con el pedido de rescate fue rápidamente descartada por los investigadores.
Al no haber una nueva comunicación de los profanadores, se la tomó como una maniobra con la que se
intentó desviar la atención del juez.
Sin embargo, las especulaciones sobre motivaciones esotéricas y económicas de la profanación siguieron por
vías separadas.
En un primer momento cobró fuerza la posibilidad de que se tratara de una venganza de tipo esotérico
debido a las conexiones de Perón con la masonería y la logia italiana Propaganda Due (P2), liderada
por Licio Gelli.
María Estela de Martínez señaló cinco posibles responsables: la Logia P2, un grupo integrado por la “mano
desocupada” de la dictadura, a un grupo residual de Montoneros, a la masonería inglesa y a los servicios de
inteligencia argentinos
Esta posibilidad también fue señalada, junto con otras, por la viuda de Perón. En una primera comunicación
telefónica que tuvo con su abogado, Juan Gabriel Labaké, sobre el tema, María Estela de Martínez señaló
cinco posibles responsables: la Logia P2, un grupo integrado por la “mano desocupada” de la dictadura, a un
grupo residual de Montoneros, a la masonería inglesa y a los servicios de inteligencia argentinos.
Sin embargo, la pista esotérica era la que más peso tenía para ella. “De todas las conversaciones que tuve
con ella llegué a la conclusión de que estaba convencida de que la profanación tenía una raíz esotérica”,
contaría muchos años después Labaké.
Una de las versiones aseguró que el robo fue cometido para desestabilizar al gobierno de Raúl Alfonsín y
“crear un estado de confusión y conmoción social con el fin de perjudicar a las instituciones democráticas”
(Télam)
En su declaración judicial, el primer jefe de la SIDE del gobierno de Alfonsín, señaló que por orden del
presidente había colaborado con la investigación de la Policía Federal y que había llegado a la conclusión de
que el robo fue cometido para “crear un estado de confusión y conmoción social con el fin de perjudicar a las
instituciones democráticas”.
La otra versión señalaba a la profanación como una operación del propio gobierno con la intención de
mostrarla como un hecho brutal de la ríspida interna del Justicialismo. En ese caso, los responsables debían
buscarse dentro de la propia SIDE.
En aquel momento, ninguna de las dos hipótesis pudo ser comprobada, pero ocho años después del robo, en
1995, el hallazgo en el sótano de la Comisaría 29 de la Policía Federal de duplicados de las llaves volvió a
poner en la mira la posible participación de servicios de inteligencia o de fuerzas de seguridad en la
operación.
En todo ese tiempo el proceso de investigación no había avanzado, pero sí sumado una serie de muertes
misteriosas.
Uno de ellos, Paulino Lavagna, cuidador del Cementerio de La Chacarita, había denunciado varias veces
que lo querían matar. Murió pocos meses después de la profanación, en el predio del cementerio, mientras
estaba trabajando. El certificado de defunción, que señalaba que había muerto por “un paro
cardiorrespiratorio no traumático” no convenció al juez Far Suau, que ordenó que se le hiciera una
autopsia. La pericia determinó que lo habían matado a golpes.
También fue muerta a golpes María del Carmen Melo, una mujer que llevaba continuamente flores a la
tumba de Perón. Poco antes de que la asesinaran se había puesto en contacto con el juzgado diciendo
que podía dar la descripción de un sospechoso de había rondado la bóveda en los días previos al robo de
las manos.
Ninguna de esas dos muertes fue esclarecida.
Mejor suerte tuvo el jefe policial de la investigación, el comisario Carlos Zunino. Sobrevivió luego de que le
dispararan en la cabeza en un atentado cuyos responsables no fueron encontrados nunca.
El misterio continúa
Luego de la muerte del juez Far Suau la investigación quedó paralizada. Ninguno de los jueces que lo
subrogaron avanzó en la causa, que terminó archivada.
Recién en septiembre del 1994, el juez de Instrucción Alberto Baños la reabrió y se centró en la hipótesis
que señalaba al robo de las manos de Perón como parte de una maniobra de desestabilización política,
reforzada por el hallazgo de los duplicados de las llaves en la Comisaría 29.
Con ese nuevo dato se especuló que los autores de la profanación habían abierto con ellas el féretro para
cortar las manos del expresidente y que el boquete en el vidrio blindado y otras pistas que dejaron en la
bóveda habían sido, en realidad, maniobras para desviar la investigación.
Casi 33 años después sigue sin saberse la verdad.