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Octava Entrega: La Producción Historiográfica Reciente

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OCTAVA ENTREGA

PAGANO, Nora. “La producción historiográfica reciente: continuidades, innovaciones,


diagnósticos. En: Devoto, Fernando: Historiadores, ensayistas y gran público. La Historiografía
argentina 1990- 2010, Bs. As., Ed, Biblos, 2010. Pp 39- 67.

La autora analiza el período de las dos últimas décadas sobre la expansió de la historiografía. El
trabajo de Pagano parte desde la última dictadura militar, la renovación historiográfica sobrevivió
en este período por el exilio, tanto interno como externo. En el país existió una continuidad de la
renovación porqué estuvo en los ámbitos no académicos, como los centros de investigación
privados que venían de los años ‘60 con un gran trabajo interdisciplinar. La financiación de estos
centros provino de organizaciones del exterior.

Luego del regreso de la democracia muchos de los miembros de los centros ocuparon lugares en la
Universidad y el CONICET.

En los años ‘80 con el regreso de la democracia la Universidad volvió a ser el centro de las
investigaciones. La autora destaca la proliferación de Universidades tanto públicas como privadas
después de la segunda mitad del siglo XX. Los años ‘90 fue una época de cambios en la
Universidad donde surgieron distintos mecánismo para la mejor utilización de recursos como
también de incentivos para los profesionales. Los cambios fueron puestos en marcha desde arriba, y
la autora plantea a todos estos cambios como de re profesionalización.

Pagano analiza luego los efectos de la re- profesionalización y la normalización historiográfica.


Hubo un gran crecimiento del ámbito historiográfico en medios institucionalizados. Ella habla de un
campo de apariencia uniformizante y normalizado para referirse a las reglas académics que se
fueron fortaleciendo en el medio académico.

Las medidas de los ‘90 que eran parte de un proyecto centralizado e impuesto generó la
fragmentación del medio universitario.

En cuanto a la producción pos transicional no fue capaz para la autora de superar a los padres
fundadores: las producciones eran pequeñas monografías metodológicas sofisticadas pero carentes
de grandes preguntas. Además estos estudios, abandonaron el corte temático (el peronismo) y de
perspectiva (latinoamericanista). Los temas fueron variados y las instituciones tanto públicas como
privadas realizaron investigaciones que abrieron los campos de investigación.

Los estudios realizados tenían una clara relación con los desarrollados internacionalmente. Como
también se caracteriza este período por el desgranamiento temático, los cruces conceptuales y
metodológicos, la dilatación de las fronteras y la estimulación de confluencias disciplinarias, la
multiplicación y diversificación del universo documental. La multiplicación de actores sociales hizo
que se produjera una multiplicación de los puntos de vista sobre las representaciones e imaginarios
sociales, sensibilidades, subjetividades y experiencias.

Pagano considera que historiográficamente la recuperación del actor social como motor de la acción
y de la explicación puede pensarse en varios planos. En primer lugar en el estudio del mundo
privado, el mundo de las subjetividades (historia oral), sociabilidad y redes relacionables. La nueva
historia busca la experiencia concreta de los actores y la construcción e interpretación que ellos
hacen del Mundo Social. Otro aporte provino desde la antropología relacional, la demografía
histórica fue fruto de estos aportes. A su vez, la historia política fue una categoría para el estudio del
conjunto de la vida social como forma específica de relación y comunicación.
Pagano destaca como también influyó la recepción de perspectivas habersianas en la historiografía
argentina. Por esto ve que la historiografía política centra su atención en la dimensión simbólica del
mundo representado por los propios actores.

La autora ve como también la importancia de la historia de los conceptos, de la historia cultural, de


la sociología de la cultura y de la historia económica.

Se destaca el eclécticismo historiográfico como imperante entre los cientistas sociales y como el
empleo de escalas espaciales para realizar estudios regionales. Esta variación o juegos de escalas,
posibilitó el desarrollo de indagaciones que vincularon dimensiones macro y micro sociales.
También sostiene que la renovación historiográfica ha dado lugar a la historia del tiempo presente,
reciente e inmediata.

Terminado el artículo, la autora presenta como proliferación las editoriales de un círculo cerrado
para la divulgación de trabajos de Historia. Las dos editoriales que analiza son Planeta y
Sudamericana. Estas elaboraron colecciones de historia con grandes diferencias. Por último explica
como las empresas de divulgación expresada en manuales y fascículos se convirtieron como medios
para vincularse con la sociedad.
RODRIGUEZ, Marta. “Los relatos exitosos sobre el pasado y su controversia”. En: Devoto,
Fernando: Historiadores, ensayistas y gran público. La Historiografía argentina 1990- 2010, Bs. As.,
Ed, Biblos, 2010. Pp 117- 137.

La autora nos habla de la aparición de los ensayistas en la Crisis posterior al 2001, y ve como a
pesar de la importancia que adquiere para la sociedad analizar el pasado para entender como
estamos y porqué se llegó a esa eclosión no son los historiadores los que más venderán libros en
esta época o lleguen a los grandes grupos. Se cita una entrevista que le hacen a Tulio Halperhin
Donghi donde dice que en Argentina los historiadores profesionales no llegan al gran público
porque no había un debate sobre el rumbo del país o una “disputa histórica” como en Alemania
sobre los destinos del país, esto lo dice en 1994. Lo cierto es que cuando aparece el debate los
historiadores profesionales no serán los protagonistas.
Analiza luego las dos principales obras del período con sus autores correspondiente: Los mitos de la
Historia Argentina de Felipe Pigna y Argentinos de Lanata. Dice que tratan de llegar a un público
amplio a través de un lenguaje coloquial, pensando en un público no académico, aunque informado
y ávido de respuestas que le permitan entender la situación; la mayoría de los ensayistas son no
historiadores y se paran en la vereda de enfrente de la academia, tienen gran difusión mediática, ya
que muchos de ellos surgieron en circuitos no académicos como programas de radio, tv o diarios y
revistas y tratan de explicar las claves de la situación actual en un pasado, en general, en el pasado
muy lejano.
Estos dos ensayistas conciben a la Historia como una herramienta para transformar la sociedad, para
mostrar qué y quienes son los responsables de los problemas del presente. Pigna será de los dos el
que asuma una posición más militante ya que considera todo trabajo histórico como político y que
debe tener utilidad para la gente más allá de los claustros académicos.
La autora nos dice que estos ensayistas recurren a una figura o fórmula que sostiene que “ayer es
igual que hoy” que en términos epistemológicos se conoce como la figura del pasado en el futuro
anterior. En vez de tratar de entender las especificidades de cada sociedad y de cada época, se
proyectan sobre el pasado antagonismos, formas de pensar y de actuar propias del presente.
Lo que hará la autora entonces es preguntarse sobre estos ensayistas: los comparara con la antigua
tradición de ensayistas que ha tenido el país y lo contrapone sobre todo a Félix Luna que logro
conjugar llegada al público y rigor de los datos históricos y sobre todo a los revisionistas. En este
último apartado dice que hay más diferencias que similitudes: entre lo que se da igualmente en estos
nuevos divulgadores y los antiguos revisionistas de siempre está el hecho de que ambos hablan de la
Academia y la información que estos ocultan para conformar una Historia oficial; entre las
diferencias encontramos el hecho de que los revisionistas buscaban en el pasado un período que
pudiera servir de modelo para el presente, el futuro y como alternativa al modelo hegemónico
propuesto, en los nuevos ensayistas esto no ocurre sino que se busca desvalorizar
generalizadamente a los poderosos.
Por otro lado también los contrapone a los historiadores oficiales que al respecto de este boom de
ventas de los ensayistas responden que no son historiadores y ni siquiera divulgadores sino
simplemente mercaderes al decir de José Luis Romero. Las principales críticas que reciben para
esta opinión son que no se respetan las elecciones de fuentes primarias, que la crítica documental es
escasa o inexistente y que se basan en apoyo de fuentes documentales de dudosa calidad y sobre
todo secundarias. El formato historiográfico es una sucesión de héroes y villanos sin referencias a
ninguna estructura socio- económica u otras dimensiones. Y no se trata de entender la singularidad
de las épocas, sino que ayer es lo mismo que hoy.
Estos historiadores profesionales miran con recelo la situación de Francia e Italia donde los
historiadores son los únicos autorizados y legitimados para hablar.
Al respecto en respuestas a estas inquietudes y críticas de los historiadores profesionales, los dos
principales ensayistas de esa época respondieron: de que los historiadores profesionales no salen de
su torre de marfil y los acusan de elitista.
Lo que subyace a estas visiones es dos formas distintas de legitimación: para los historiadores
profesionales la legitimidad de poder hablar del pasado está dada por el hecho de seguir las reglas
del método historiográfico y para los ensayistas esta en llegar al gran público y el boom de ventas.
La autora cierra con la pregunta de por qué son leídas estas obras de los ensayistas y retoma
encuestas realizadas en blogs y retoma las respuestas de que son operaciones mediáticas, o bien que
los historiadores no llegan al público por su lenguaje y que no se esfuerzan en llegar a la gente.
Pero dice que tanto los críticos como defensores rescatan que estos autores abran el debate y la
reflexión sobre el presente a partir del análisis del pasado, de una reflexión sobre “nosotros
mismos”. Arriesga la tesis de que entonces el pasado es usado como consuelo, mitiga los problemas
del presente y permite poner fuera la culpabilidad, porque la historia argentina siempre fue así.
ROMERO, Luis Alberto. “La Historiografía argentina en la democracia: los problemas de la
construcción de un campo profesional”. En: Entrepasados. Revista de Historia. Año V, N.º 10, pp.
91- 106, 1996.

El autor de este artículo busca referirse a las condiciones académicas, institucionales, sociales de la
producción historiográfica de mediados de los ‘80 a 1996 y el impacto que estás tuvieron sobre la
producción misma. Por último se propone una reflexión sobre el funcionamiento de campo del
saber histórico y de sus relaciones más generales con la conciencia histórica de nuestra sociedad.

En primer lugar, el autor realiza una caracterización de tres momentos de la historiografía anteriores
a los que va a analizar: en efecto parte de los ‘60 (1955- 1966) en donde algunos centros
universitarios la renovación historiográfica se denominó historia social, que recibió la influencia de
la escuela de los Annales, de la sociología, de la modernización, y del marxismo. El trabajo de este
período fue fructífero a pesar de que en las Universidades predominaba la Nueva Escuela Histórica.

Luego pasa a la historiografía de los ‘70 (1966-1975) donde se rompé el marco institucional que
contenía al grupo de la historia social y el proceso de politización de la sociedad. En contrapartida
el Revisionismo creció notablemente. Pero muchos intentaron salvar un lugar para la Historia Social
después de la perdida de espacios institucionales.

Por último, la étapa de los años del proceso (1975- 1983) muchos de los historiadores marcharon al
exilio y ahí completaron su formación profesional. Los miembros de la Historia Social tuvieron un
carácter underground ya que surgieron de instituciones privadas con financiación de organismos
internacionales para la investigación en ciencias sociales. A pesar que en las instituciones públicas
las investigaciones eran poco prestigiosas. En el ámbito intelectual existió una fuerte
profesionalización. Los historiadores podían vivir de su profesión.

Finalmente se encarga del análisis de la historiografía después del regreso de la democracia. Hubo
una renovación de los ámbitos académicos públicos como la Universidad y el CONICET. El
regreso de la democracia abrió el camino a los cambios en la Universidad, un instrumento fueron
los concursos para ocupar los cargos de las cátedras. En el CONICET las evaluaciones pasaron a ser
públicas, su cuerpo de miembros era heterogéneo. Las revistas académicas proporcionaron otra red
de dictamenes y arbitrajes.

Para el autor la Historia Social se desarrollo más en el ámbito universitario, con Departamentos y
Escuelas de Historia, como también sirvió para su difusión las Jornadas Inter- Escuelas
Departamentales.

Luego el autor realiza una reconsideración de que fue lo que triunfó a su juicio de la Historia Social,
y nos dice que esta opero como una suerte de renovación a la Historiografía con sus representantes
como José Luis Romero o Tulio Halperín Dhongi. Pero cuestiona su identidad desde el momento
que escribe este artículo porqué considera que ha perdido la significación de la explicación de la
totalidad. Los temas en boga de su época son: la historia de las ideas, de la cultura y la historia
política. Este período está marcado por el eclecticismo. Sin embargo, para el autor existe una unidad
que se basa en un conjunto de criterios profesionales compartidos acerca de la calidad de lo que
hace y de las prácticas adecuadas para hacerlas. Expone que en el país existe una buena cantidad de
profesionales en Historia respetables, y enorme cantidad de revistas especializadas. Romero explica
que en el campo profesional hay malestar y tensiones, en cuanto a las reglas que ellos mismos
establecieron, en cuanto a los criterios, y las normas que aseguran la producción académica de
calidad, en cuanto a la crisis política y económica que afecta a los profesionales y la baja
credibilidad de los criterios académicos del CONICET.

Romero también observa otros problemas como el malestar sobre la comunidad académica
burocrática, la pobreza de los debates de los cientistas sociales, la baja calidad de los trabajos que
no muestran signos de una renovación de nuestra historia.

Finalmente el autor resalta que se debe realizar un vínculo entre el rigor científico y compromiso.
Esto último sobretodo en la época de regreso a la Democracia.

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