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FENOMENOLOGIA Resumen

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FENOMENOLOGÍA

La filosofía de Husserl pertenece a la tradición inaugurada por Descartes, que entiende al hombre
primordialmente como conciencia, como sujeto capaz de conocer. Como ente teorizante el hombre sabe
siempre en alguna medida acerca de sí mismo y de lo que pasa a su alrededor: toda la variedad del mundo
ocurre frente a su conciencia. Considerar estas presencias, examinarlas, reflexionar sobre lo que muestran,
en esto consiste la verdadera vida humana: en el plano del saber se realiza aquello que distingue al hombre
de los demás seres con los que comparte la existencia terrenal.

La originalidad de Husserl reside en que para él la filosofía no puede comenzar por la experiencia de una
conciencia segura de sí misma que valga como el fundamento de todas las certezas posteriores y de todos
los conocimientos que no engañan. En otras palabras: No parte del yo pienso, yo soy, último punto de
referencia para que tenga sentido hablar de cosas y de mundo; no comienza con la conciencia pura o la
subjetividad trascendental, sino con la conciencia en su situación habitual.

Esta situación habitual es la de la conciencia empírica, Husserl la llama conciencia en actitud natural. ¿Que
significa esta expresión? Yo pertenezco al mundo de las cosas materiales. En mi experiencia me encuentro
con cosas, situaciones, hechos espirituales, que se me presentan y de los cuales tomo nota. Todo lo que hay
en mi experiencia empírica pertenece al mundo espacio-temporal del que yo mismo, que soy el sujeto de
estas experiencias, formo parte. La actividad mental mediante la cual tomo conciencia del mundo y de sus
problemas es un suceso que pertenece a ese mismo mundo, que voy conociendo poco a poco en la variedad
de sus aspectos y objetos.

Esta conciencia natural es un flujo ininterrumpido de actos de percibir lo que hay a nuestro alrededor, de
imaginar, de recordar, de comparar objetos entre sí y de formular juicios, etc. Es lo primero que la
fenomenología se propone estudiar en sus operaciones por cuanto se trata de la actividad teórica más
elemental y a la cual el hombre está ya siempre entregado por ser quien es. Pero decir que las operaciones
naturales de la conciencia son elementales no quiere decir que sean simples. La conciencia natural es para la
descripción fenomenológica un campo casi inagotable de actos diferenciados e interrelacionados entre sí de
las maneras más diversas.

La primera etapa de la fenomenología consistirá entonces en la descripción sin prejuicios de las operaciones
de conciencia gracias a las cuales se produce esa cosa tan natural para todos, que es el darse cuenta de lo
que hay a nuestro alrededor y de lo que va pasando con el correr del tiempo. No se pregunta tanto por lo
que pasa en la conciencia cómo por lo que ella hace, realiza o logra. Por eso se habla de una actividad o de
actos de la conciencia.

El acto de percibir una mesa realiza un logro, opera un resultado que es esta mesa percibida o la presencia
de esta mesa aquí y ahora para mí que la capto. La descripción de la conciencia en actitud natural no tiene
como tema a una subjetividad aislada sino a la conexión subjetivo-objetiva merced a la cual hay un mundo y
hay objetos mundanos para nosotros.

Todo acto de la conciencia es, en este sentido, productivo, eficaz: “no hay actividad de percibir que no dé
una presencia actual, ni operación de recordar que no presente lo recordado”. “Como tampoco hay trabajo
de imaginar que no engendre imagen, o de opinar que no acabe en una opinión”.

Para distinguir el tema de la fenomenología descriptiva del de la psicología, Husserl llama a la conciencia de
que se ocupa esta descripción fenomenológica, conciencia intencional. Con esto quiere decir que se trata de
una subjetividad ocupada de algo diferente de ella, de una conciencia de objeto. Según lo anterior la
descripción fenomenológica realiza su tarea interesada, no sólo en clarificar los caracteres generales de los
actos de conciencia en tanto que ofrecen objetos, sino también en describir los modos como tales objetos
son ofrecidos a la conciencia. Pues no se me da una y la misma cosa de idéntica manera cuando la imagino
que cuando la recuerdo; el modo como es el objeto para la conciencia no es igual cuando lo percibimos que
cuando lo buscamos porque lo hemos extraviado. Una y la misma cosa puede ser objeto intencional de muy
diversos actos conscientes. El objeto varía con la variación de las diversas formas de actividad consciente.

Ahora bien, la primera etapa de la fenomenología, la etapa descriptiva no podría realizar la tarea de
fundamentar el saber porque su tema está restringido al flujo de la conciencia tal como se va viviendo. A
este flujo pertenecen tanto los actos de conciencia que nos entregan un saber cierto, según lo prueba
nuestra experiencia posterior, como también aquellos otros que sólo parecen dignos de confianza en el
momento pero cuyo carácter engañoso descubrimos luego. La alucinación, por ejemplo, se da como si fuera
percepción de algo sin serlo.

En este nivel de la vida natural de la conciencia ningún hecho puede justificar suficientemente a otro pues
cada uno está sujeto a duda: puede ser ilusorio, erróneo, revisable, susceptible de refutación. Lo que la
descripción de actos de conciencia no puede lograr, se alcanzará por otras vías, recurriendo a métodos
especiales. El método de las reducciones permite salir, en varias direcciones diferentes, del plano de lo
inmediatamente presente en la conciencia y plantear el problema de la verdad del conocimiento.

La reducción eidética es un procedimiento mediante el cual un hecho es reducido a su esencia. Esto quiere
decir que todos los elementos casuales, contingentes, secundarios y dependientes son metódicamente
eliminados de la experiencia, de manera: que no quede como residuo final de la operación sino el elemento
necesario, aquello sin lo cual la experiencia perdería su identidad. Este elemento necesario es la esencia; de
ella cabe tener un conocimiento seguro y sirve de guía y base a todo saber posterior acerca de las cosas que
dependen de tal esencia.

Husserl insiste en que hay que someter nuestras opiniones y creencias, nuestros supuestos, a una vigilancia
rigurosa de modo que no enturbien la posibilidad que tenemos de captar lo que se muestra tal como se
muestra. Pero con esto no basta: es preciso dejar de lado, además, todas las doctrinas tradicionales, las
enseñanzas recibidas e iniciar el estudio de los problemas que queremos resolver, libres de toda opinión o
teoría previa y dirigiéndonos a las cosas mismas.

Por otra parte para atender a los problemas acerca del valor de verdad de las operaciones de la conciencia el
fenomenólogo tiene que superar las limitaciones de la actitud natural: para escapar a sus creencias no
examinadas, a su ingenuidad, a su capacidad para arreglárselas sin reflexión. El método de que se vale es el
de la reducción fenomenológica.

La reducción fenomenológica pone entre paréntesis el mundo y lo que en él se nos presenta. No se trata por
cierto de ejercitarnos en creer que el mundo no existe, o de imaginar lo que sucedería si desapareciese. Se
trata, dice Husserl, de retener el juicio, de suspender la confianza habitual con la cual nos movemos y
pensamos en medio del mundo, de suprimir la familiaridad que tenemos con él.

Pero esta tesis de la actitud natural acerca del mundo no sólo alcanza al mundo de los objetos que tenemos
ante la conciencia sino también a la persona que practica la reducción. Pues esta es parte del mundo
respecto del cual se practica la reducción; es un ser vivo entre otros seres vivos, ocupa, como cuerpo, un
lugar en el espacio y existe en un cierto momento del proceso temporal. La reducción lo incluye en cuanto
ente espacio-temporal mundano. Pero, diremos ahora, ¿qué es lo que queda entonces después de poner
fuera de juego al mundo y al ser natural que practica este método? ¿Cuál es el residuo que se trataba de
aislar mediante esta operación?

El residuo de la reducción fenomenológica es la conciencia pura, dice Husserl. La conciencia sigue


refiriéndose a objetividades, continúa siendo intencional o dirigida hacia algo, pero ese algo ha cambiado, ha
sido modificado por la reducción: ya no interesa su existencia o inexistencia ni si sea un producto de la
imaginación o algo real. Todos los contenidos posibles de su actividad son ahora para la conciencia
fenómenos o presentaciones.

Esta transformación de lo mentado que la reducción opera tiene, teóricamente, una importancia
inapreciable. El fenómeno es lo que se muestra o aparece en tanto que se muestra o aparece. Esto equivale
a decir: cuando concebimos un contenido de conciencia como fenómeno lo pensamos como esencialmente
ligado a la conciencia para la cual existe o a la que se muestra.

Por otra parte el fenomenólogo, que se ha puesto a sí mismo fuera de acción en tanto que existencia natural
en el espacio y en el tiempo, se ha reducido a su puro ser como sujeto teórico.

La superación de la actitud natural ofrece al fenomenólogo un acceso al universo inexplorado de las


operaciones de la conciencia pura; puede volver la mirada hacia la conciencia misma. Este acto de reflexión
o de vuelta sobre sí mismo le permite considerar ahora el acto intencional cuyo objeto es el fenómeno. La
reflexión es la operación que consiste en examinar al acto como aquello gracias a lo cual aparece lo que se
muestra.

La fenomenología descriptiva nos enseñó que un mismo objeto se nos da de muy diversas maneras según
sea recordado, imaginado, objeto de la voluntad o del apetito ¿Qué es lo que ganamos, entonces, mediante
la reflexión sobre la conciencia pura o qué cosa nueva ofrece el saber acerca de la conciencia trascendental,
alcanzada mediante la reducción?

Cuando nos ocupamos reflexivamente de actos de la conciencia, es decir, cuando el objeto no es una cosa
“externa” sino un momento del mismo flujo de la conciencia, el tema no se da en perspectiva. Su
“presencia” tiene otro carácter. Como los actos de reflexión apuntan a objetos que son actos también, no
hay entre mención y objeto mentado la diferencia que existe entre la conciencia que conoce y la cosa
espacio-temporal conocida. En la reflexión confluyen ambos polos para formar una sola unidad vivida,
determinada exclusivamente por sus propios contenidos vivenciales. En este ámbito de la conciencia
trascendental se cumple por fin el ideal del conocimiento adecuado, inalcanzable en otras esferas del
conocimiento.

Con la reducción fenomenológica, pareció que el mundo se había perdido, pero por el contrario, se logró
mostrarlo bajo la verdadera luz, la de la subjetividad constituyente. La tarea primordial de la fenomenología,
fue la de recobrar el sentido del mundo en toda su riqueza, reconquistar su ser.

Husserl dijo una vez que era necesario perder el mundo para que, después de recuperado, lo poseyéramos
de verdad.

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