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Pueblecito PDF

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2 Armando Moock PUEBLECITO 3

PUEBLECITO
4 Armando Moock PUEBLECITO 5

ARMANDO MOOCK

PUEBLECITO

© Pehuén Editores, 1989


María Luisa Santander 537, Santiago
epehuen@entelchile.net

Inscripción Nº 69.761
ISBN 956-16-0171-0

Segunda edición, marzo de 1992


Tercera edición, mayo de 2004

Diseño y Diagramación
Pehuén Editores

Impresión
Imprenta Salesianos S.A.

IMPRESO EN CHILE / PRINTED IN CHILE


6 Armando Moock PUEBLECITO 7

PERSONAJES

MARTA JUAN ANTONIO


REBECA BASILIO
MARCELA ALCALDE
TERESA FELIPE
RITA LORENZO
IGNACIA MANUEL JESUS
MERCEDES ISIDORO
TIA TATAYA UN CHICO
ELVIRA
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EN UN PUEBLECITO. EPOCA ACTUAL


ACTO PRIMERO

Sala de recibo. Puertas laterales y a foro; junto a esta última,


ventana a la calle. Un medio amoblado; sillas, sofá antiguo,
sillones de mimbre, mesa de centro; a un rincón una cómoda
con un altar de la Virgen rodeada de cirios. Tiestos con flores
artificiales. Las tres de la tarde de un caluroso día de diciembre.
Los postigos entornados.
Están en escena Teresa y Marcela. La primera lee una novela, la
segunda teje, contando los puntos en voz alta, interrumpiéndose
de vez en cuando para hacer una pregunta o recontar.

MARCELA: En esta época, si estuviéramos en Santiago, estaríamos


terminando los exámenes. (Por la labor). Uno, dos, tres...
TERESA (Sin dejar de leer): Verdad.
MARCELA: Allá la gente está preparándose para salir a veranear.
¿Te acuerdas?
TERESA (Dejando de leer): Qué agitación en el centro, las gentes
entrando y saliendo de las tiendas. ¡Qué animación!
MARCELA: No como en este pueblo en que se muere una de
hastío. Se me figura que no estoy viviendo.
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TERESA: Yo recorro como una sonámbula este viejo caserón forma el agua burbujeante entre las piedras allá en el fondo,
donde tan felices vivimos antes de ir a Santiago y busco el cerrar los ojos y... nada más: dejar de ser...
motivo que causaba aquella alegría que sentíamos, por ver MARCELA: ¡Dejar de ser!...
si logro renovarla. TERESA: Si lográramos obtener que nos fuéramos todos a
MARCELA: Es que es imposible, Teresa. Santiago...
TERESA: No hablemos de esto; cuando pienso en nuestras vidas MARCELA: ¡A Santiago! ¡Qué locura! ¡No, es imposible!
que se enmohecen en este rincón de provincia siento miedo, TERESA: ¿Y por qué ha de serlo? Con la fortuna que tenemos
me imagino que este viejo sofá, bajo el cual nos ocultábamos holgadamente podríamos vivir allí y aun gastar lujo.
a comer fruta verde robada… MARCELA: ¿Y el fundo, quién lo vigila?
MARCELA: Aquellos tiempos... Uno, dos, tres, cadena... TERESA: Se arrienda, o Lorenzo se encargará de él.
TERESA: Este sofá que desde que yo tengo uso de razón no se ha MARCELA: ¿Tu novio? Qué pronto dispones de él.
movido de su sitio, y que sólo está descolorido... TERESA: ¿Mi novio? ¡Valiente cataplasma va a ser mi novio!
MARCELA: ¡Calla, tonta! Uno, dos, tres, cadena; uno, dos… MARCELA: Harto que te quiere, ya ves los ojitos que te pone.
TERESA: Cuando me quedo inmóvil mucho tiempo sobre él, me Además, debías de fijarte que se ha comprado una cadena
levanto sobresaltada; se me figura que formo parte integrante de oro para el reloj y que desde ese día usa chaleco.
de él, que no me he de mover más, que me iré descolorando TERESA: ¡No seas hostigosa! En último caso, pueden vender la
propiedad.
y envejeciendo en este mismo sitio, que los acontecimientos
MARCELA: ¡Ja, ja, ja!... Tú estás perdiendo la chaveta. ¿Crees por
más variados se irán desarrollando ante mi vista impasible,
un momento que mi papá va a renunciar a sus tierras?
que los muelles de mi vida como los de este mueble se irán
TERESA: Las compra en Santiago.
hundiendo hasta tocar la tierra, hasta morir. MARCELA: ¿Y sus jugadas de brisca?
MARCELA: Dejémonos arrastrar por la vida, a algún punto hemos TERESA: Las juega allá.
de arribar. MARCELA: ¿Y quién remplazaría allí al señor alcalde, al señor
TERESA: ¿Creerás que ante esa idea muchas veces he pensado doctor, a don Zenón?
en un suicidio? Un suicidio romántico, novelesco; escribir TERESA: Ya se acostumbraría.
una carta muy larga contando todo nuestro desaliento, todos MARCELA: ¿Y mamá? ¿Tú crees que renunciaría a su gallinero, a
nuestros sueños rotos y después en una noche de luna, la fabricación de quesos, a la iglesia, al señor cura, a doña
cuando todo este pueblo que odiamos duerma, encaminarnos Eutalia y a la comadre Asunción? Antes se muere. Imagínate
por las calles polvorientas donde arden los chonchones y en Santiago y con corsé.
donde ladran los perros: cruzar el camino real, cruzar la TERESA: Cállate, bárbara, si te oyera...
línea, llegar al puente, contemplar un instante la espuma que MARCELA: Más vale echarlo a risa.
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TERESA: Bueno, déjame seguir leyendo. MARCELA: ¡No veo con qué objeto nos ha “civilizado”! ¿Para
MARCELA: ¡Caramba! Me equivoqué. Uno, dos, tres, cadena; uno, hablar con el boticario, con don Basilio, con el hijo de don
dos, tres... eso es. Lepe el del almacén?...
TERESA: Qué bien escribe Loti. Qué dije debe ser. Fíjate que TERESA: ¿O para hablar en francés con Lorenzo?
Djenana después de encontrarse con... MARCELA y TERESA: ¡Ja, ja, ja!... ¡Con Lorenzo!
IGNACIA (Adentro): ¡Marcela! ¡Teresa! ¿Dónde están estas IGNACIA: No encontrarás en tu vida un joven tan serio y trabajador
muchachas? como Lorenzo.
MARCELA: ¿Para qué nos querrá? TERESA: Y tan bruto.
TERESA: ¡Ay! Verdad que me encargó que vigilara el dulce de IGNACIA: ¡Paciencia, Señor, paciencia! (Golpean en la ventana).
frutillas. MARCELA y TERESA (Poniéndose de pie): ¡La Elvira!
MARCELA: A buena hora te vienes a acordar. MARCELA: Entra, niña. ¿Cómo te va?
IGNACIA ¡Marcela! ¡Teresa!... (Entrando): ¿En qué están aquí? ELVIRA (Entrando por foro): ¿Cómo te va? Voy de pasadita.
¡Miren qué rositas! Y tú Teresa, ¿cuándo quieres que te TERESA: Pero entra un momento.
confíe algo? ELVIRA: ¿Cómo está, señora Ignacia?
TERESA: Es que se me olvidó. IGNACIA: Bien, hijita, gracias. ¿Y tu marido? Pero pasa un
IGNACIA: Comértelo si que no se te olvida. Se llevan tendidas todo momentito.
el día. ELVIRA: Cinco minutitos nada más.
TERESA: ¿Y qué vamos a hacer? MARCELA: Toma asiento; cuenta cómo te va yendo.
MARCELA: Aburrirnos. ELVIRA: Bien.
IGNACIA: ¿Y por qué no trabajan como yo?... ¡Ah! ¿No pueden? TERESA: Te pierdes que no se sabe de ti.
Ellas son señoritas, no pueden salir de la sala. ELVIRA: Los quehaceres de la casa no dejan tiempo; hoy estaba
MARCELA: Es el único sitio en que se puede estar. por salir desde la mañana.
IGNACIA: ¡Dios las perdone! ¡Jesús María! ¡Miren a su madre IGNACIA: ¿Y los niños?
cómo trabaja! ¡Miren estas manos! ELVIRA: A Perico no más lo he tenido con tos.
TERESA: Esas manos son las que no queremos tener nosotras. IGNACIA: ¡Vaya, por Dios! ¿Pero ya están bien?
MARCELA: Usted está acostumbrada. ELVIRA: Del todo no. ¡Son tan porfiados!
IGNACIA: Castígame, Señor, por vieja bruta que soy. Yo tengo la IGNACIA: Molestan grandes y no lo van a hacer de chicos.
culpa. Si en vez de mandarlas a Santiago a que se educaran, ELVIRA: Supongo que por las chiquillas no ha de decirlo.
las meto aquí en la escuela, otro gallo cantaría, pero una IGNACIA: No diga, hijita; más vale callarse... (Pausa). Con
siempre con el deseo de que sean lo más posible... permiso, Elvira; Usted me disculpará, estoy haciendo un
TERESA: Mejor habría sido que nos hubiese dejado aquí. dulce y...
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ELVIRA: Está usted en su casa; yo también me voy pronto ELVIRA: ¿Miedo a qué?
IGNACIA: Por si no la veo, saludos a Javier y que se mejore el MARCELA: Miedo de tener un día que ocupar esa silla.
chico. TERESA: Tú no sabes, Elvira, el desencanto de la vida que nosotras
ELVIRA: Gracias (Sale Ignacia). ¿Que están disgustadas con misiá sentimos.
Ignacia? MARCELA: Henos aquí de la noche a la mañana, confinadas en este
TERESA: No, niña; son indirectas de la señora porque no me caso pueblo oscuro y silencioso, en que se embotan los sentidos y
con quien ella quiere en que las pisadas parecen paladas de tierra arrojadas sobre
ELVIRA: Cariño egoísta. Cuando se llega a cierta edad se piensa una fosa.
con el cerebro y se cree que la base de toda está en el dinero. TERESA: Secuestradas, hundidas para siempre en estas aguas
(Entra la tía Tataya. Es una viejecita pequeña y arrugada; mansas.
parece un montoncito de azúcar a medio disolver. Tose de EVIRA: Ustedes exageran.
vez en cuando, habla muy poco y muy bajo; para andar MARCELA: ¡Ojalá! ¿Qué vida nos espera? ¿Casarnos? Tener que
se apoya en un bastón. Tiene 80 años. En el cuarto hay aceptar, porque no amaremos nunca, al hijo de don Iñigo
una silla de brazos junto a la ventana. Allí pasa las horas que se emborracha de diario, a Manuel Jesús que apenas
muertas rezando el rosario y hablando a solas). ¿Cómo está sabe firmarse, al hijo del boticario; en fin, tú les conoces a
usted, misiá Leocadia? todos.
TATAYA: Ya me ves, hijita, esperando que Dios me lleve... No me TERESA: Es preferible morirse.
sujetes si puedo yo sola; aquí está mi sillón. MARCELA: El gran error es habernos educado en Santiago. Tal
TERESA: La tía Tataya es el niño regalón de la casa. vez sin eso nos hubiéramos conformado con esta vida de
MARCELA: Duerme la siesta y reza el rosario por nosotras. sumisión, como se han conformado nuestras madres y
TATAYA: (Instalándose en su silla): Por mi, lo rezo. (Se abstrae, nuestras abuelas.
casi inmóvil pasando su rosario). TERESA: Se me imagina que somos las desencantadas de Pierre
ELVIRA: Miren que está viejita. Loti. ¿No conoces tú la novela de Loti?
TERESA: Pensar que yo puedo llegar a ser como ella. Me da terror, ELVIRA: No. Ahora quién lee, cuidando chiquillos y sirvientes.
ella, que lo único que conoce del mundo son las cuentas de TERESA: Es muy linda. En ella se cuenta la vida de las jóvenes
su rosario y unos amores que dice que tuvo con un mozo de turcas que son educadas a la europea. Forman sus padres
la ciudad, que vino a enamorarla y la dejó embrujada, según de cada una de ellas, una mujer esencialmente femenina y
cuenta la leyenda. Desde ese día no ha vuelto a salir de casa, culta, y luego las mantienen encerradas hasta que un noble
no se ha movido de su silla; debe de estar esperándolo. o un militarote la pide en matrimonio, sin saber siquiera, si
MARCELA: El día que al anochecer entre yo en este cuarto y no la son feas o hermosas, inteligentes o tontas; nada más que por
encuentre en esa silla, tendré miedo. el título y su dote; es una compra que hacen. Y allí, en ese
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nuevo hogar terminan entre tinieblas sus días entregadas a TERESA: No, si ya estoy resuelta a no aceptarlo.
un hombre a quien odian. REBECA (Por el foro): ¿Se puede?
ELVIRA: Qué antipática costumbre la de Oriente. MARCELA: ¡Adelante!
MARCELA: Esas mujeres son esclavas que tienen que fingir amor, REBECA: Con permiso.
no vivirán jamás su propia vida. TERESA: Rebeca, ¡qué milagro!
ELVIRA: No se casen, chiquillas, sin estar enamoradas, que el MARCELA: ¿Cómo te va, Rebeca? Siéntate y cuéntanos qué te trae
matrimonio no vale el sacrificio, cuando no se vive al calor por acá.
de un amor que fue. TERESA: Pero siéntate, niña. ¿Y los abuelos cómo quedaron?
TERESA: ¿Eres desgraciada en tu matrimonio? REBECA: Están bien, gracias.
MARCELA: ¡Pobre Elvira! MARCELA: Pensando en ir a verlos estábamos.
ELVIRA: ¿Desgraciada? Tal vez no. REBECA: Ellos siempre se acuerdan de ustedes y dicen que son
MARCELA: Cuando te casaste todos decíamos que no querías a unas ingratas... Tía Tataya, ¿cómo está usted?
Javier. TATAYA: ¿Quién eres tú? La voz me parece reconocerla, pero...
ELVIRA: No, no le quería, lo sentía y lo veía inferior a mí, pero era aguarda...
“un partido”. Papá y mamá lo eligieron, y no fui capaz de MARCELA: Si es la Rebeca, tía.
oponerme. TERESA: La hija del finado Enrique.
TERESA: ¿Y lo aceptaste? TATAYA: ¿La hija del finado Enrique? ¿La Rebeca?... Pero... sí...
ELVIRA: El insistió diciendo “yo me haré querer”. No es malo. qué tonta en no reconocerte. Acércate, pero si se parece, si
MARCELA: ¿Lo quieres ahora? es igual.
ELVIRA: Tu pregunta es demasiado indiscreta y no sé qué MARCELA: Eso es infalible, todos nos parecemos.
responder. Nos embrutecemos, llega un momento en que TATAYA: Y los abuelos. ¿Cómo están?
no sabemos nada ni nada nos importa, no tenemos deseos REBECA: Están bien, me encargaron la saludara.
ni ambiciones, no sabemos lo que nos gustaría ser y vivimos TATAYA: Enrique... Enriquito, como le decíamos, diantre de
porque somos; pasa un día, un año y otro, y los que haceres muchacho... si es claro, es su retrato... Enrique, tan diablón
nos transforman en máquina; nos olvidamos del corazón que era Enrique... miren...la vida... claro... igual... es igual.
y del cerebro. No me preguntes si lo quiero, no sabría TERESA (En voz baja a Rebeca): Dejémosla. Acércate acá.
responder. MARCELA: Y dinos, Rebeca, ¿y Juan Antonio? Si sabemos ya que
TERESA: Me quieren casar con Lorenzo, pero es tan brusco, tan Juan Antonio y tú...
toscote, tan machango, tan ignorante, tan sin sentimientos, TERESA: Si no es ningún delito...
que me da asco. REBECA: Pero, si es que... no es más que un amigo.
ELVIRA: No te cases, es un consejo de amiga. TERESA: De la amistad al amor no hay más que un paso.
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REBECA: Amor...no... sí... REBECA: Hasta luego, Teresita.


MARCELA: Si no te vamos a acusar a los abuelos. Cuéntanos. MARCELA: Pero, ¿ya te vas?
TERESA: ¿Cuándo te casas? REBECA: Sí tengo que estar en casa, porque ustedes saben que los
REBECA: Si Juan Antonio es muy bueno. (Las muchachas se ríen abuelos... hasta luego, Marcelita.
de la ingenuidad de Rebeca). ELVIRA: Yo también me voy. ¡Jesús! Si son ya cerca de las seis.
MARCELA: Si nadie lo duda. ¿Nos vamos juntas, Rebeca?
REBECA: Yo había venido, porque los abuelos me mandaron que REBECA: Bueno.
le dijera a la tía... ¿no está la tía?... o al tío... ELVIRA: Hasta luego, chiquillas.
TERESA: Si, está la tía. (Todas se ríen, Rebeca se confunde más). Pausa).
REBECA: Porque los abuelos me dijeron que le dijera que llegó TERESA: Y no te pierdas.
ayer carta de Martita y del tío Moisés y... ELVIRA: Ustedes que no tienen nada que hacer, vayan a verme y
MARCELA: ¿Y qué dice la Marta? así conocen al chico.
REBECA: Que vienen a pasar unos días con nosotros. MARCELA: Eso es; una de estas tardes iremos.
TERESA: ¿Viene la Marta? TERESA: Y a los abuelos, Rebeca, que también le iremos a hacer
MARCELA: ¿Y cuándo? visita.
REBECA: En estos días. Y por eso me dijeron los abuelos que ELVIRA: Bueno. Adiós, vamos andando Rebeca.
viniera a hablar con la tía, por si ella pudiera prestarnos un TERESA: Adiós.
catre, porque ustedes saben que nosotras... MARCELA: No se pierdan. (Mutis por el foro, Elvira y Rebeca.
TERESA: Pero naturalmente. Pausa).
REBECA: Porque ustedes saben que allá en Santiago... y nosotras TERESA: ¡Por Dios, que está cambiada la Elvira!
no tenemos... MARCELA: Cómo no ha de estarlo, pues, niña, si dicen que Javier
MARCELA: Pero todo lo que quieran. Voy a decirle a mamá. le da una vida de perros.
(Mutis). TERESA: ¡Pobre Elvira! Dicen que le pega cada vez que se
ELVIRA: Es una sorpresa. ¿Cuánto tiempo que no viene? emborracha.
REBECA: Que falta de aquí, va para diez años. MARCELA: Cobarde. A mí viniera a pegarme un marido.
ELVIRA: Ya no te acordarás de tu hermana. TERESA: Te quedarías callada como se queda Elvira. ¡Miren la
REBECA: Está muy cambiada, ha mandado retrato; y si vieran que guapa!
bien escribe. MARCELA: Sí, cómo no. Me mandaba cambiar inmediatamente.
MARCELA (Entrando): Dice mamá que todo lo que se les ofrezca, TERESA: ¿Y los chiquillos?
mandén por ello. Si quieren coche para ese día... DON BASILIO: (Afuera): Santas y buenas tardes.
TERESA: ...no tienen más que avisar. MARCELA: Don Basilio.
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TERESA: Si nos viene a buscar para que cantemos en la iglesia, le BASILIO: Vaya, vaya con mi señora Papaya, digo Leocadia. ¿Con
decimos que no. que sorda?... Je, je.
MARCELA: ¡Ah! Claro. Pase adelante, don Basilio. TATAYA: ¿Cómo te va, Basilio? ¿Y el señor cura?
DON BASILIO (Es un tipo solapado e hipócrita, tiene una BASILIO: Bien, muchas gracias; de él iba a hablar precisamente,
sonrisilla “je, je”, de lo más antipática. Se soba las manos porque ayer, mis señoritas Teresa y Marcela, el señor cura
constantemente; cuando no, las cruza sobre el vientre): me dijo que sería preciso una fiesta para inaugurar el nuevo
Muy buenas tardes, mis señoritas. armonio, y así dar gracias al Señor.
TERESA: Buenas tardes, don Basilio; ¿y la señora? TERESA: Naturalmente.
BASILIO: Bien gracias; y la señora mamá ¿cómo está? BASILIO: Si pues, eso es. Y pienso que cantarán todas las señoritas
MARCELA: Por allá adentro haciendo un dulce. de la sociedad, sobre todo ustedes. ¿Qué les parece a
BASILIO: Vaya, vaya. Todo sea por Dios; siempre aficionada a los ustedes?
dulces mi señora doña Ignacia. MARCELA: Muy buena idea.
TERESA: Siempre, don Basilio, siempre. BASILIO: Yo le dije al señor cura: señor cura, yo iré a hablar con
BASILIO: Y don Felipe ¿cómo está? las señoritas, ustedes, para que presten su valioso concurso.
MARCELA: ¿Mi papá? Bien, don Basilio; en el fundo, no tarda en ¿Qué les parece a ustedes?
llegar. MARCELA: Nosotras tendremos mucho gusto. ¿Quiénes más van
BASILIO: Vaya, vaya con mi señor don Felipe; ¿con que en el a cantar?
fundo, ah? Je, je. BASILIO: Las señoritas Pérez, las señoritas Macaya, las...
TERESA (Bajo a Marcela): Este no va a hablar nunca. TERESA: Nosotras sentimos mucho, don Basilio, pero no podremos
MARCELA: ¿Y usted, don Basilio, estará todo chocho con el nuevo asistir ese día. El señor cura es muy simpático, pero...
armonio? BASILIO: Pero mi señorita Teresa, ¿y por qué?
BASILIO: Así no más es, mi señorita Marcela; hacía tanta falta; TERESA: Usted bien sabe, don Basilio, que nosotras no podemos
el otro ya no sonaba y gracias a la generosidad de algunas estar juntas con ésas.
familias... y eso, precisamente, me trae por acá. BASILIO: Pero en la iglesia, mi señorita Teresa.
TERESA: ¿Una nueva colecta? TERESA: Ni en la iglesia, ni en el cielo, ni en ninguna parte.
BASILIO: No mi señorita Teresa. (Reparando en la tía Tataya). BASILIO: Pero ese es orgullo, mis señoritas...
Perdone, mi señorita Leoncadia, que no la haya saludado MARCELA: Llámelo usted como quiera. La gente con la gente.
antes; no la había visto. TERESA: Además, usted sabe que a papá no le gusta que vayamos
MARCELA: Tía Tataya, que la saluda don Basilio. Está un poco a la iglesia. Así es que será para otra ocasión.
sorda ¿sabe? (A don Basilio). BASILIO: Pero ¿no habría modo de “congeniar” las cosas? Es para
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Dios y Nuestra Señora. Yo las pondré a un lado a ustedes y M. JESÚS: Si ando muy indecente.
a otro a... LORENZO: Buenas tardes, Teresita.
MARCELA: Sólo en el caso que no fueran ellas, y como eso no TERESA: Buenas tardes, Lorenzo.
sucederá... LORENZO: Buenas tardes, Marcelita. Este está todo achunchao.
TERESA: No queremos que nos pase lo de la última vez, que se M. JESÚS: Achunchao no. ¿Cómo están... señoritas? Ustedes
pusieron a gritar a todo lo que les daba la boca para que no disculpen si vengo en esta facha. (Va de espuelas, manta y
se oyera lo que nosotras cantábamos. Que griten solas. botas).
BASILIO: Vaya, vaya, todo sea por Dios, mis señoritas. MARCELA: Está muy bien así.
FELIPE (Padre de las muchachas. Un campesino. Entra por el foro LORENZO: ¡No ves, hombre, achuncharse porque está ensillao! ¡Si
acompañado de su compadre, el alcalde. Lorenzo y Jesús venimos del trabajo, pues amigo!
Manuel. Este se queda en la puerta): FELIPE: Dígame, don Basi, ¿qué dice el cura de elecciones?
Pase por acá compadre. Entren jóvenes, por aquí deben estar BASILIO: Poco sé de elecciones, mi señor don Felipe.
las niñas. FELIPE: ¿Con qué no sabe, no? Dígale que en estas elecciones
MARCELA: Buenas tardes, papá. no se las va a llevar tan pelaítas; que la juventud radical se
FELIPE: Buenas tardes, chiquillas. ¿Y tu madre, está por ahí? impone. ¿No es así, compadre?
Avísale que viene conmigo el compadre. ALCALDE: Me paraliza, compadre. Ya puede el cura ir poniendo
TERESA (Yendo a la puerta): Mamá... mamá... el señor alcalde. los monos patas pá arriba, que la elección es nuestra, de la
IGNACIA (Desde adentro): Ya voy, hijita, ya voy. juventud radical.
ALCALDE: ¿Y cómo están ustedes señoritas? ¿Siempre buenas BASILIO: Vaya, vaya, por Dios, mi señor alcalde. (Los muchachos
mozas, eh? y muchachas han formado grupo aparte).
MARCELA: Es usted muy amable. FELIPE: Oye, Marcela, busca los naipes y los porotos y... ¿Qué tal
LORENZO: Don Felipe, Manuel Jesús no quiere entrar. vendría una copita de chacolo?
ALCALDE: Hola, don Basi, ¿cómo va? ¿Qué dice el cura, mucha ALCALDE: ¿Pá que le digo na, pues compadre? (Mutis, Marcela,
limosna? ¡Ja, ja!... (Ríe a menudo y estrepitosamente). derecha)
FELIPE: Tomar asiento, pues. Están en su casa. Entra, Lorenzo. IGNACIA (Entrando, izquierda): Buenas tardes, compadre, felices
LORENZO: Estoy convenciendo a Manuel Jesús que no quiere los ojos que lo ven. ¿Y la comadre?
pasar. ALCALDE: ¿Cómo le va, comadrita? Todos bien en la casa.
FELIPE: Entre no más, amigo, que aquí entre todos lo vamos a IGNACIA: Disculpe que no le dé la mano, estoy haciendo un dulce
desplumar. y...
ALCALDE: Me tinca que la brisquita de hoy va a ser pa’ mí. ALCALDE: Está en su casa, comadre.
LORENZO: Entra, hombre, si no muerde nadie. IGNACIA: Ya le mandaré un poquito a la comadre para que pruebe.

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