Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

La Mantis PDF

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 60

HUGO PAVIOT

LA MANTIS

Traducción
FERNANDO GÓMEZ GRANDE
La traducción de esta obra ha recibido una ayuda de la

«Association Beaumarchais-SACD»

1
PERSONAJES

ALEX

ANNA PAROS

LA MADRE

2
ESCENA 1

ALEX.- ¿Anna?
ANNA.- Estoy aquí.
ALEX.- ¿No puedes dormir?
ANNA.- No.
ALEX.- ¿Qué haces a oscuras?
ANNA.- Por una vez me gusta estar con la luz apagada.
ALEX.- ¿Sigues pensando en lo que pasó?
ANNA.- Sí.
ALEX.- Lo siento, Anna.
ANNA.- Para mí es difícil, Alex.
ALEX.- Ya. Perdón.
ANNA.- Me das miedo, Alex.
ALEX.- A veces yo también me doy miedo.
ANNA.- ¿Por qué lo hiciste?
ALEX.- No lo sé.
ANNA.- ¿Pensaste cómo podía sentirme yo?
ALEX.- No. En aquel momento, no.
ANNA.- Lo que siento es que me das miedo, Alex.
ALEX.- Lo entiendo.
ANNA.- ¿Por qué lo hiciste?
ALEX.- Ya no soportaba verte. Lo siento.
ANNA.- ¿Por qué?
ALEX.- Porque tengo la impresión de que…
ANNA.- ¿Sí?
ALEX.- No. Es una tontería.
ANNA.- ¿De qué tienes la impresión, Alex?
ALEX.- Tengo la impresión de que me robas la vida.
ANNA.- ¿Qué yo te robo la vida?
ALEX.- Sí.
Pausa.
ANNA.- ¿Yo te robo la vida?
ALEX.- Ya te he dicho que lo siento.

3
ANNA.- Si la gente te adora es gracias a mí. Soy yo la que te permito existir, Alex. Es
justo lo contrario.
ALEX.- Es a ti a quien admiran, no a mí.
ANNA.- Nos admiran a los dos. A ti, por tu talento. A mí, por mi belleza. Creo que está
muy claro.
ALEX.- Hablemos de otra cosa.
ANNA.- No. Reventemos de una vez el grano.
ALEX.- Me vuelvo a la cama.
Alex sale.
ANNA.- Alex ¡vuelve! No seas tan cobarde.
Alex regresa.
ALEX.- ¿Qué has dicho?
ANNA.- Nada.
ALEX.- ¿Piensas que soy un cobarde? ¡Repítelo!
ANNA.- No, no, no…
ALEX.- ¿Te crees guapa, Anna?
ANNA.- No veo donde está el problema. La gente también me encuentra guapa. ¿No te
gusta que la gente me encuentre guapa?
ALEX.- No.
ANNA.- Realmente me das miedo, cariño.
ALEX.- Yo no te encuentro guapa. En realidad me pareces fea.
ANNA.- ¿Cuál es el problema, Alex?
ALEX.- No lo sé.
ANNA.- Si te parezco tan fea, ¿por qué no dejas de pintar mi retrato? ¿Eres masoquista?
¿Eres un pintor masoquista, Alex? Dímelo.
ALEX.- No lo sé.
ANNA.- ¡Hablas como si fueras un niño mimado!
ALEX.- No sabes lo que dices.
ANNA.- Eres como un crío caprichoso que quiere romper sus juguetes.
ALEX.- Esto no es un juego, Anna. Y yo me he hecho a mí mismo.
ANNA.- Con una pequeña ayuda por mi parte, de todas formas.
ALEX.- Durante un tiempo. Sí.
ANNA.- ¿Y ahora?
ALEX.- Ahora me das ganas de vomitar.

4
ANNA.- ¡Basta! Esto no tiene ninguna gracia.
ALEX.- No es ninguna broma.
ANNA.- Hace un momento vienes a pedirme perdón y ahora… ahora me insultas, me
tratas como si fuera una… no tienes derecho, Alex. Te prohibo que me hables así. Te
prohibo que… ¡No soy una cualquiera! ¡Soy Anna Paros! ¡Soy tu musa! Si me insultas,
te insultas a ti mismo. Te comportas como… como un pequeño y vulgar agente
inmobiliario. Sí, en el fondo sigues siendo el pequeño agente inmobiliario que eras antes
de dedicarte a la pintura. No tienes madera. No tienes clase. No tienes ninguna clase, mi
pobre amigo. Mírate. Mira en lo que te has convertido.
Pausa.
ALEX.- ¡Vete!
ANNA.- Estás a punto de fastidiarlo todo, Alex.
ALEX.- Mejor. Acabemos de una vez.
ANNA.- Eres famoso en todo el mundo. La gente te admira…
ALEX.- No. Es a ti a quien admiran. A mí ni me ven.
ANNA.- La gente te admira, Alex…
ALEX.- Me importa un carajo.
ANNA.- Expones en los mejores museos del mundo, dicen de ti que eres el mejor pintor
del siglo, en este momento hay una retrospectiva de tu obra en la Royal Academy de
Londres, no has cumplido 40 años, eres famoso y reconocido en vida, y tú, tú… No
encuentras nada mejor que hacer que presentarte furioso en el museo, lanzarte contra tu
cuadro más conocido y rasgarlo de arriba abajo como un salvaje… rasgarme. Porque la
tela es un retrato de mí, de mi cara, Alex, me destruyes a la vista de todo el mundo, me
haces trizas delante de todos, me… Es a mí a quien haces trizas, es a mí a quien
destruyes. ¿Lo has pensado? ¿O acaso solo ves tu pequeño ombligo de niño malcriado?
ALEX.- ¡Cállate!
ANNA.- Me das miedo.
ALEX.- ¿Yo te doy miedo?
ANNA.- Sí.
ALEX.- ¿Te doy miedo?
ANNA.- No estás en tus cabales.
ALEX.- Tienes razón, no estoy en mis cabales. Estoy aquí hablando contigo, y eso no
es propio de una persona normal.
ANNA.- Eres violento, Alex.

5
ALEX.- ¡Vete! ¡Desaparece de mi vida!
ANNA.- No grites.
ALEX.- ¡No estoy gritando!
ANNA.- Sí, estás gritando, no pareces el mismo.
ALEX.- ¡Lárgate!
La agarra y la empuja violentamente.
ANNA.- Te estás volviendo loco.
ALEX.- ¡Te he dicho que te largues!
La agarra de nuevo.
ANNA.- Me haces daño. Basta ya. Suéltame, por dios.
ALEX.- Deja a Dios en paz.
Le da un nuevo empujón.
ANNA.- Me das lástima.
ALEX.- Te prohibo que hables de Dios. No en mi casa. Si sigues hablando de Dios…
ANNA.- ¿Me amenazas?
ALEX.- Por supuesto.
ANNA.- Quiero ayudarte, Alex.
ALEX.- ¿Quieres ayudarme?
ANNA.- Sí.
ALEX.- Entonces pregúntale a tu Dios dónde está ella.
ANNA.- ¿Quién?
ALEX.- Y ya de puestos pregúntale si encuentra normal que una madre abandone a su
hijo, si él se siente orgulloso de sí mismo. Pregúntale si piensa que ha hecho un buen
trabajo.
ANNA.- No veo qué tiene eso que ver conmigo.
ALEX.- Pregúntale dónde se esconde ella.
ANNA.- Me das miedo.
ALEX.- A menos que esté muerta. Pregúntale dónde está enterrada.
ANNA.- Vuelve a la cama.
ALEX.- Pregúntale si piensa que es normal lo que me hizo mi padre.
ANNA.- Por supuesto que no.
ALEX.- Entonces pregúntale por qué permite esas cosas. Me gustaría saberlo.
ANNA.- Alex, tranquilízate.
ALEX.- Me decepcionas, Anna. Cuanto más te conozco, más me decepcionas.

6
ANNA.- Dios ha permitido que los hombres sean libres. No es culpa suya de que sean
malvados como tú lo eres.
ALEX.- Soy igual que él: me ha hecho a su imagen y semejanza.
ANNA.- Eres un hijo ingrato y un niño caprichoso. En el fondo comprendo a tu madre.
ALEX.- No pienso ser como vuestro Jesús. Si mi padre me pidiese que dejara que me
crucificaran, yo le mandaría a hacer puñetas.
ANNA.- ¡No blasfemes!
ALEX.- Cuando mi padre se suicidó, tal vez fue porque acabó dándose cuenta de todo
lo que había hecho, ¿no? ¿Tú qué opinas?
ANNA.- Te haces daño, Alex. Eso pertenece al pasado.
ALEX.- Tu Dios debería tomar ejemplo. Debería hacerse el hara-kiri. Hasta nunca.
ANNA.- No me gusta cuando eres malo.
ALEX.- Pregúntale donde está ella.
ANNA.- ¡Basta ya!
ALEX.- La santa es una hija de puta. Una santísima hija de puta.
ANNA.- Alex, te repites continuamente. ¿No podrías olvidar esta historia de una vez
por todas?
ALEX.- En ese retrato que rasgué te parecías a ella.
ANNA.- Estás loco.
ALEX.- Hace diez años también querían que estuviera loco. Eso les hubiera venido de
perlas. Incluso dijeron que era autista. Hubieran preferido que estuviera loco, así me
habrían encerrado, me habrían hecho callar, pero yo digo lo que quiero, y lo que digo es
que mi madre es una hija de puta. ¡Mi madre es una hija de puta!
ANNA.- Incluso los periódicos dicen que estás loco.
ALEX.- No leo los periódicos.
ANNA.- Ya. Cuando los críticos no dicen lo que esperas de ellos, los destrozas como a
tus cuadros.
ALEX.- Con mis telas hago lo que quiero.
ANNA.- No son tus telas, Alex. Tus cuadros pertenecen a los museos. Anna Paros no te
pertenece. No soy una cosa que te pertenezca, cariño, pertenezco a todo el mundo. No
tienes ningún derecho sobre mi persona.
ALEX.- Son mis cuadros. Los he pintado yo.
ANNA.- Tus cuadros te vuelven loco, Alex.

7
ALEX.- Mejor. A la gente le encanta ver sufrir a los artistas. A eso lo llaman ser un
genio. Mi cotización subirá como la espuma, Anna.
ANNA.- Algunos piensan que eres un genio. Otros sencillamente que estás chalado.
ALEX.- Ese cuadro no me gustaba.
ANNA.- No me quieres, Alex.
ALEX.- Siempre llevas el agua a tu molino.
ANNA.- ¡Qué le voy a hacer si solo sabes pintarme a mí!
ALEX.- Ya no soporto verte. Ya no soporto pintarte. Me has dado la gloria, sí, es
cierto. Te he rodeado de misterio. La gente se pregunta: ¿quién es esa tal Anna Paros?
Tu sonrisa es tan famosa como la de la Gioconda, eres un enigma, un mito, la gente te
reclama, ¿para cuándo un nuevo cuadro? ¿qué cara le pondrá la próxima vez? ¿por qué
ya no sonríe? La gente viene de Japón para ver mi exposición en la Royal Academy, los
periodistas me preguntan por ti, el público me pregunta por ti, estoy en todas las
portadas, qué suerte tengo de que estés en mi vida, todo el mundo te persigue, me
siguen por la calle, esperan verte a mi lado en el restaurante o donde sea, querrían
tocarte, te adoran, te desean, y yo también te deseo pero a la vez te detesto, te odio, me
das ganas de vomitar, tus miradas me dan miedo, me obsesionas, en ese cuadro te había
puesto una aureola, no sé por qué, eres como ella, no tienes nada de santa, detesto ese
cuadro, y ahora me hablas de dios y oigo la voz del cura en la escuela cuando nos decía
“honrarás a tu padre y a tu madre”. Y yo os digo a todos, a ti y a todos los curas, y
también se lo digo a la santísima hija de puta, cada uno tiene sus referencias, se lo digo
a todos: “¡Escupiré sobre vuestras tumbas!”.
ANNA.- Me voy.
ALEX.- Muy bien. ¡Vete! ¡Y no vuelvas! ¡Déjame en paz!
ANNA.- Sin mí vas a agostarte.
ALEX.- De acuerdo.
ANNA.- Sin mí no eres nadie.
ALEX.- ¡Vete a la mierda! Eso es lo que deberían hacer todas las monjas de tu calaña.
Amén.
ANNA.- Estás delirando, Alex. Esta vez me voy de verdad.
ALEX.- Vete o te zumbo. Mira, así.
Alex se golpea su rostro.
ANNA.- ¡Basta!

8
ALEX (Sigue golpeándose.).- Después hay que poner la otra mejilla. Mira, así. ¿Es eso
lo que quieres? ¿Que te pegue así? ¿O así?
ANNA.- ¡Por favor, Alex!
ALEX (Sigue golpeándose.).- ¿O así? ¿O así?
ANNA.- ¡Para ya, por favor!
ALEX.- ¿O así? ¿Así? ¿Así? ¿Así?
ANNA.- ¡Basta! ¡Por favor!
ALEX.- ¡Asííííí!
Medio aporreado, cae al suelo. Anna le mira, petrificada. Una larga pausa.
ALEX.- Tienes razón. Me vuelvo loco.
ANNA.- Me voy, Alex. Es demasiado para mí.
ALEX.- Sí, soy malo, un niño muy malo.
ANNA.- No tendrías que haber destruido ese cuadro.
ALEX.- Pintaré otros. Quédate.
ANNA.- También quería decirte que dejaras de beber.
ALEX.- No te vayas.
ANNA.- Me voy. Deberías volver a la cama. Adiós, Alex.
Anna se va. Pausa.
ALEX.- No me dejes solo.
VOZ EN OFF DE ANNA.- Mañana volverás a coger tus pinceles y yo volveré.
ALEX.- De acuerdo. Como tú quieras. Lo siento mucho, Anna. Tienes razón, soy un
niño mimado. Lo siento, tienes razón. Vuelve.
VOZ EN OFF DE ANNA.- Sin mí no eres nadie.
ALEX.- Sí, es verdad.
VOZ EN OFF DE ANNA.- Me necesitas, cariño. No es a ti a quien la gente admira,
tienes razón: es a mí. Sin mí se darían cuenta de que eres un impostor, de que no vales
nada, mi pobre pequeño Alex, lo sabes. En el fondo estás vacío, no tienes ninguna
proyección, nada de nada, soy yo la que te hace vivir, yo soy tu savia, existes por mí y
sé que mañana volveremos a encontrarnos cuando haya pasado la tormenta. Me
necesitas. Me implorarás, Alex. Me lo pedirás de rodillas. ¡Pobre Alex! Rogaré por ti.
ALEX.- Perdón, Anna. Soy una nulidad. Te necesito, Anna. Vuelve.
VOZ EN OFF DE ANNA.- No eres nadie, Alex. Nunca lo olvides, cariño.
ALEX.- ¡No me dejes solo!
Aparece la madre. Durante toda la obra irá vestida de riguroso luto.

9
LA MADRE.- ¿Alex?
ALEX.- ¿Mamá?
LA MADRE.- Estoy aquí, corazón.
ALEX.- ¿Dónde?
LA MADRE.- Aquí, contigo.
ALEX.- No puedo verte.
LA MADRE.- Estoy en todas partes: velo por ti.
ALEX.- ¿Por qué te fuiste?
LA MADRE.- Una madre está siempre con su hijo, incluso cuando no está a su lado.
ALEX.- ¿Por qué me dejaste solo?
LA MADRE.- No te dejé solo, corazón. Tuviste una pesadilla, es todo. Ya pasará.
ALEX.- Cuando tu marido se suicidó, tú desapareciste. Yo tenía 15 años. ¿Por qué?
LA MADRE.- Debes respetar a tu padre, cariño mío. En la vida solo se tiene a un papá
y a una mamá.
ALEX.- ¿Por qué te fuiste?
LA MADRE.- Porque tú me lo arrebataste, corazón mío.
ALEX.- No te lo arrebaté. Él se mató.
LA MADRE.- Sí, por culpa tuya.
ALEX.- Eso es mentira.
LA MADRE.- Me lo arrebataste porque tenías celos de él. Me querías para ti solo. Pero
te perdono, corazón.
ALEX.- No tenía celos. Soy tu hijo. ¿Celos de qué?
LA MADRE.- Los niños son crueles. No lo digo yo. Ahora vuelve a dormirte. Has
tenido una pesadilla. Mañana ya la habrás olvidado.
ALEX.- Estaba celoso por las palizas que te daba; ¿es eso?
LA MADRE.- Me gustaba.
ALEX.- ¿Cómo?
LA MADRE.- Sí, quería a tu padre. Más que nada en el mundo.
ALEX.- ¿Más que a tu hijo?
LA MADRE.- Ves como estás celoso, viborilla. Pero te lo perdono.
ALEX.- Una madre debe proteger a sus hijos. Yo te necesitaba.
LA MADRE.- Yo le necesitaba a él, eso no lo pensabas. ¡Qué egoísta eres!
ALEX.- Tú sabías lo que me hacía.
LA MADRE.- Tu padre te quería, corazón.

10
ALEX.- Lo que me hacía no puede llamarse amor.
LA MADRE.- Siempre tuviste mucha imaginación, cariño mío.
ALEX.- Era un alcohólico y un depravado.
LA MADRE.- Tu padre no bebía. A veces tomaba una copa de más, eso era todo. Eras
tú el que nunca estaba contento. Todo lo veías mal.
ALEX.- Estás loca.
LA MADRE.- Todos esos libros que leías te llenaron la cabeza de malas ideas.
ALEX.- Los libros me salvaron la vida, mamá.
LA MADRE.- Sin embargo te llevamos a la mejor escuela. Nos dejamos la piel para
darte una buena educación y este es el resultado. Pero no te odio, corazón.
ALEX.- Tu marido era un criminal, mamá.
LA MADRE.- ¿No duermes bien últimamente? Tienes mala cara.
ALEX.- Eres cómplice de un criminal.
LA MADRE.- Deberías ir al médico.
ALEX.- Solo oyes lo que te interesa, como de costumbre.
LA MADRE.- El cura tenía razón.
ALEX.- Destruyó a tu hijo, mamá.
LA MADRE.- Decía que llevabas el diablo dentro.
ALEX.- Destruiste a tu hijo, mamá. La gente no lo ve porque los niños como yo se
vuelven excelentes actores, pero por dentro estoy muerto.
LA MADRE.- Propuso hacerte un exorcismo, pero me negué. Ahora me arrepiento.
ALEX.- ¿Qué clase de mujer eres?
LA MADRE.- Dices que estás destruido, pero eres más rico que Creso. Eres famoso en
todo el mundo y vives en un castillo. Incluso tienes gente a tu servicio. Tus pobres
padres se endeudaron durante toda su vida por ti, se privaron de todo para que tú
triunfases, para que fueras alguien de provecho. Lo conseguiste y dices que te hemos
destruido. ¿Así es como nos lo agradeces? Eres ingrato, pero no te odio por ello, amor
mío.
ALEX.- No soy tu amor.
LA MADRE.- Siempre serás mi amor.
ALEX.- ¿Dónde estás?
LA MADRE.- Aquí.
ALEX.- Dime dónde estás.

11
LA MADRE.- Me preocupo por ti. Los periódicos dicen que destruyes tus cuadros. No
soy yo quien lo dice. Dicen que estás loco.
ALEX.- Siempre sales bien parada, ¿no?
LA MADRE.- Si al menos tuvieses un trabajo útil…
ALEX.- Si al menos me hubiera parecido a mi padre.
LA MADRE.- Eres su vivo retrato.
ALEX.- No.
LA MADRE.- Ven a mis brazos. ¿No quieres abrazar a tu madre?
ALEX.- Antes morir.
LA MADRE.- Tu amiga tiene razón, eres violento.
ALEX.- Es la única herencia que me dejaste.
LA MADRE.- Esa joven es agradable. Se llama Anna, ¿no?
ALEX.- Déjala en paz.
LA MADRE.- Tiene razón en rezar. Es lo único que se puede hacer por ti.
ALEX.- Te encontraré.
LA MADRE.- Yo también voy a rezar por ti.
ALEX.- Te encontraré.
LA MADRE.- “Padre nuestro que estás en los cielos…”
ALEX.- Estés donde estés, te encontraré.
LA MADRE.- “Santificado sea tu nombre…”
ALEX.- Aunque tenga que dedicar mi vida entera, te encontraré.
LA MADRE.- “Venga a nosotros tu reino…”
ALEX.- Incluso si estás muerta, te encontraré.
LA MADRE.- “Hágase tu voluntad…”
ALEX.- Solo espero una cosa: que no hayas muerto.
LA MADRE.- “Así en la tierra como en el cielo…”
ALEX.- Quiero mirarte a los ojos.
LA MADRE.- “Danos hoy nuestro pan cotidiano…”
ALEX.- Quiero liberarme de ti.
LA MADRE.- “Perdónanos nuestras ofensas…!
ALEX.- Para siempre.
LA MADRE.- “Como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido…”
ALEX.- No te perdono.
LA MADRE.- “No nos dejes caer en la tentación…”

12
ALEX.- ¡Quiero…
LA MADRE.- “Y líbranos del mal…”
ALEX.- …vivir!
LA MADRE.- “Amén”.
Oscuro.
VOZ DE ALEX.- ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Tengo miedo! ¡Tengo miedo, mamá! ¡Mamá!
¡Mamá! ¡Mamá!

13
ESCENA 2

Anna en el lado izquierdo del proscenio, frente al público.


Alex al fondo, a la derecha, frente al público.

ANNA.- ¿Vas a terminar pronto?


ALEX.- No.
ANNA.- Necesito un descanso. Ya no siento las piernas.
ALEX.- Eso es exactamente lo que intento pintar.
ANNA.- ¿Cómo?
ALEX.- Que no sientes las piernas. Que no tienes piernas. Que ya no andas. Que estás
inmóvil. Que no vas a ningún sitio. ¡Eso exactamente!
ANNA.- Llevo dos horas de pie, Alex.
ALEX.- No me distraigas. Es el último cuadro de la serie. Después te irás de
vacaciones. Y yo también me iré.
ANNA.- Nunca te has ido de vacaciones.
ALEX.- Nadie ha dicho que me fuera de vacaciones. Me voy, eso es todo.
ANNA.- ¿Sin mí?
ALEX.- Sí.
ANNA.- ¿Y a dónde vas, si puede saberse?
ALEX.- No. No puede saberse.
ANNA.- No te vendrían mal unas vacaciones, Alex. Pintas desde hace 10 años y nunca
te has tomado un descanso.
Anna va a darse la vuelta.
ALEX.- No he dicho que te dieses la vuelta.
ANNA.- Estoy harta.
ALEX.- Un último esfuerzo, ya casi está.
ANNA.- Tal vez sea el último cuadro de la serie, pero ya he olvidado cuántas veces lo
vuelves a empezar.
ALEX.- ¡Cierra el pico!
ANNA.- Es humillante estar de espaldas durante semanas. Me castigas o qué.
ALEX.- ¡Cállate!
ANNE.- ¿Por qué me pintas de espaldas? ¿No soy lo bastante bella para ti?

14
ALEX.- Al contrario. Intento captar lo que hay tras la belleza. Todo lo que hay detrás,
de forma general. Lo que está oculto. Lo invisible.
ANNA.- ¿Piensas que mi culo es invisible?
ALEX.- Solo piensas en tu culo, y nunca mejor dicho.
ANNA.- Tú también piensas en él, cariño.
ALEX.- Por detrás no solo está el culo, ¡joder!
ANNA.- ¿Y qué más hay?
ALEX.- La verdad.
ANNA.- ¿Y cuál es la verdad, Excelso Artista?
ALEX.- La verdad es que los grandes artistas ven con frecuencia las cosas de frente. Si
mirasen a espaldas del mundo, dejarían de ser artistas.
ANNA.- ¿Ah, sí?
ALEX.- En realidad buscan la espalda de las cosas, pero no lo saben. Este será mi
último cuadro.
ANNA.- ¿Estás de broma?
ALEX.- En absoluto.
ANNA.- ¿Quieres dejar de pintar en pleno éxito?
ALEX.- El éxito me importa una mierda.
ANNA.- Yo creo que no quieres parar: si reanudas continuamente este cuadro, es para
no tener que terminarlo nunca.
ALEX.- Piensa lo que quieras.
ANNA.- No te lo tomes a mal, cariño, pero nunca podrás hacer otra cosa que nos sea
pintar. No te veo retomando una miserable carrera de vendedor de pisos después de
haber sido adorado como a un dios.
ALEX.- Precisamente. Yo no soy un dios. Detesto que me veneren como a un icono.
Los dioses no existen. ¡Lo dioses son una mierda, joder! ¡Y ahora, cállate!
ANNA.- Nunca dejarás de pintar.
ALEX.- No necesito trabajar.
ANNA.- ¿Y yo?
ALEX.- ¿Tú, qué?
ANNA.- ¿Qué haré yo si dejas de pintar?
ALEX.- Harás lo que quieras hacer con tu vida.
ANNA.- Gracias.
Anna va a volverse.

15
ALEX.- ¡No! ¡No te muevas!
ANNA.- ¡Después de todos estos años juntos! Solo me has pintado a mí: de todas las
formas. En primer plano. A trocitos. Desnuda, vestida, de pie, sentada, tumbada,
haciendo una cosa u otra. De frente y ahora de espaldas. Yo, de espaldas, ¿Es una forma
de decirme adiós, Alex.
ALEX.- Sí.
ANNA.- Y yo, como una imbécil, te sigo el juego y me quedo inmóvil, de espaldas
hasta que el señor me de las gracias y me diga: adiós, gracias y lárgate.
ALEX.- Sabes que nunca estarás tan bella como en esta tela. No eres una altruista,
Anna, para nada: confías en mi talento. Sabes que nunca te he fallado. Y sabes que esto
será la apoteosis, la consagración. Anna Paros en el firmamento. Lo sabes muy bien. Yo
también confío en ti. ¡No, no te muevas!
ANNA.- De verdad que ya no siento las piernas.
ALEX.- Ya no tienes piernas. Estás inmóvil. No vas a ningún sitio. No tienes ningún
lugar adonde ir, por la sencilla razón de que nunca te has movido del sitio, Anna. Lo
que yo veo es lo siguiente: de frente se tiene la impresión de que vas a algún sitio
porque tus ojos nos miran, nos llaman, buscan, suplican. Vas hacia el que te mira.
Huyes para fundirte en el otro. Tus ojos dan la impresión de que estás en movimiento.
Pero de espaldas, Anna, de espaldas tu cuerpo no tiene rostro, no tiene ojos para
indicarle adonde ir, no está el otro al que se mira y que sería una solución adonde huir,
solo existe un cuerpo prisionero de su punto de partida que nunca abandonó. Hay un
cuerpo vertical, como un cohete a punto de despegar. Un cuerpo pesado que presiona
sobre los pies. Un cuerpo pegado al suelo de donde procede. Un cuerpo que no ha
despegado. De espaldas está la soledad. Está el nacimiento y la muerte. En bruto. Sin
movimiento. Está la verdad.
ANNA.- No se entiende nada de lo que dices.
ALEX.- El arte no se entiende, se siente.
ANNA.- Por favor, Alex, pinta y acabemos de una vez. De acuerdo con tu análisis.
Bravo. Pero empiezo a tener calambres.
ALEX.- ¿De dónde vienes, Anna?
ANNA.- Alex, sabes muy bien de donde vengo. No tengo ganas de jueguecitos.
ALEX.- No juego, trabajo.
ANNA.- Me trajo una cigüeña. Eso es, me trajo la cigüeña.
ALEX.- Vienes de España, Anna.

16
ANNA.- Gracias por la información.
ALEX.- Más precisamente vienes de Andalucía.
ANNA.- ¡Bravo!
ALEX.- Anna, intento pintar Andalucía. Abriste los ojos en Andalucía y tus ojos se
evadieron en los ojos de tus padres, después en decenas de pares de ojos, en miles de
ojos por todo el mundo, en los míos, en los tuyos incluso cuando te miras en el espejo,
lo cual haces a menudo, pero tu espalda se quedó en Andalucía, inmóvil rodeada de
montañas. Nunca despegó. Nunca lo consiguió. Tu espalda se parece a un cohete con
forma de guitarra y tu piel tiene el color de las naranjas (Acercándose a ella.) Tu culo es
una montaña andaluza y voy a comérmelo ya, ahora mismo… Mañana seguiremos…
ANNA.- (Se vuelve y le abofetea.).- ¡Quietas las manos!
ALEX.- ¿Qué te ocurre?
ANNA.- No te acerques.
ALEX.- Te he dicho que no te volvieras.
ANNA.- ¡Pederasta!
ALEX.- Pero qué dices. ¿Te has vuelto loca?
ANNA.- ¿Te atreves a llamarme loca, especie de Satanás? Si hay una loca aquí, ese eres
tú. Y no te atrevas a hablarme en ese tono.
ALEX.- Vuélvete. Vamos a seguir.
ANNA.- ¿Te atreves a ponerme las manos encima? ¿Te atreves a tocar la Santa España
con tus manos de depravado?
ALEX.- ¡Déjalo ya!
ANNA.- Vas a pagar por tus pecados, impío. Como tu amiguito Lorca. ¡Maricona!
ALEX.- Anna, ¿qué te ocurre?
ANNA.- ¡Arrodíllate!
ALEX.- ¡Anna!
ANNA.- ¡Guardias! ¡Detengan a este enemigo de la Santa España! (Se lanza hacia él, le
bloquea los brazos a la espalda y hace que se arrodille. Con su mano libre le agarra el
pelo y tira hacia atrás de su cabeza.)
ALEX.- Anna, ¿qué te ocurre?
ANNA.- Silencio.
ALEX.- Joder.
ANNA.- Pide perdón.
ALEX.- Anna, sabes que estos jueguecitos no me gustan. Soy muy romántico.

17
ANNA.- Basta. Te he dicho que te calles.
ALEX.- Vale, de acuerdo, me callo, me callo…
ANNA.- Que no se te vuelva a ocurrir ponerme las manos encima, degenerado.
ALEX.- De acuerdo.
ANNA.- No olvides nunca que en cada español está España entera. Por las venas de
cada español corren el Ebro y el Guadalquivir.
ALEX.- ¡Ay! ¡Sí!
ANNA.- En cada español está España y estoy yo. España soy yo. Cuando mancillas a
un español con tus garras de buitre, es a Mí a la que intentas envilecer, es a toda España
a la que insultas. Pide perdón.
ALEX.- Anna…
ANNA.- ¡Pide perdón!
ALEX.- Perdón.
ANNA.- Perdón a quien…
ALEX.- Perdón…
ANNA.- ¿No sabes quien soy?
ALEX.- ¡Anna!
ANNA.- Cállate. Anna solo es una envoltura. Como todo español tiene el inmenso
honor de acogerme, a Mí, Generalísimo Franco, Caudillo de España por la gracia de
Dios.
ALEX.- Dios no existe.
ANNA.- ¡Cierra el pico, anarquista!
ALEX.- ¡Ay, ay, ay!
ANNA.- ¡Comunista!
ALEX.- ¡Anna!
ANNA.- ¡Poumista! ¡Babosa! ¡Trágate tu bilis! ¡Expía tus culpas!
ALEX.- Anna, me estás haciendo daño.
ANNA.- Has osado poner tus manos sobre las montañas andaluzas, pero Andalucía está
en nuestro poder, la Santa Cruzada acabó con los felones.
ALEX.- Ya no puedo respirar.
ANNA.- Desde mis Alturas, tu frente es tan… popular. Por fortuna la nobleza siempre
acaba por vencer.
ALEX.- Me ahogo.

18
ANNA.- Andalucía ha sido purificada por las armas. Andalucía ha expiado su culpa.
¡Viva la muerte!
ALEX.- Anna, perdón. Te pintaré como desees.
ANNA.- Castilla ha expiado su culpa.
ALEX.- Pintaré otras telas.
ANNA.- Galicia ha expiado su culpa.
ALEX.- Anna, te llevaré conmigo.
ANNA.- Cataluña ha expiado su culpa.
ALEX.- ¡Anna!
ANNA.- Extremadura ha expiado su culpa. Asturias ha expiado su culpa. Aragón ha
expiado su culpa. Pide perdón.
ALEX.- ¡Perdón!
ANNA.- ¿Perdón a quien, inútil?
ALEX.- Perdón al Generalísimo Franco…
ANNA.- Caudillo de España por la Gracia de Dios.
ALEX.- Caudillo de España por la Gracia de Dios.
ANNA.- ¡Perdón Generalísimo Franco, Caudillo de España por la Gracia de Dios!
ALEX.- ¡Perdón Generalísimo Franco, Caudillo de España por la Gracia de Dios!
ANNA.- El País Vasco ha expiado su culpa.
ALEX.- Me haces daño. No me provocas nada, Anna.
ANNA.- ¡Independentista! ¡Traidor!
ALEX.- Ya basta. Para ya, Anna.
ANNA.- ¡Al paredón, perro sarnoso! ¡Víbora!
ALEX (Liberándose.).- ¡Vale ya, Anna! Te estás volviendo loca. Déjalo ya mismo.
ANNA.- ¡Viva la muerte!
ALEX (Intentando dominarla.) ¡Ya vale!
ANNA.- ¡Aaaaaah! ¡A mí, la guardia!
ALEX.- ¡Se acabó, Anna! ¡Se acabó!
ANNA.- ¡A mí, la guardia!
ALEX.- ¡Se acabó! ¡Stop, stop! ¡Stop! ¡YA SE ACABÓ!
Pausa. Anna estalla en sollozos.
ANNA.- ¿Qué ha pasado, Alex?
ALEX.- ¡Se acabó!
ANNA.- Me duele la cabeza. Como si me estallara a cañonazos.

19
ALEX.- Por hoy lo dejamos. Ya seguiremos mañana. De todas formas era malo.
ANNA.- Estoy cansada, Alex.
ALEX.- Sí. Descansa.
ANNA.- ¿Qué ha ocurrido?
ALEX.- Nada.
ANNA.- No lo recuerdo. Estaba posando y… no recuerdo nada de nada.
ALEX.- Estoy aquí. Tranquila.
ANNA.- ¿No volverás a pintar mi cara?
ALEX.- Por favor, Anna…
ANNA.- Contéstame.
ALEX.- No.
ANNA.- ¿Nunca volverás a pintar mis ojos?
ALEX.- No.
ANNA.- ¿Por qué, Alex?
ALEX.- Porque si pinto tus ojos, vienes hacia mí y yo me vuelvo loco.
ANNA.- ¿Por qué?
ALEX.- Me vuelvo loco y tengo que desgarrar mis cuadros.
ANNA.- ¿Por qué?
ALEX.- Porque te pareces a ella.
ANNA.- Y de espaldas, ¿no me parezco a ella?
ALEX.- Anna, por favor.
ANNA.- Te he hecho una pregunta.
ALEX.- Sí.
ANNA.- Sí, ¿qué?
ALEX.- De espaldas también te pareces a ella.

20
ESCENA 3

LA MADRE.- ¿Piensas que me parezco a ella?


ALEX.- Es española. Como tú.
LA MADRE.- Tienes gusto, hijo mío.
ALEX.- Andaluza. Como tú.
LA MADRE.- Siempre dije que necesitabas a alguien como tu madre.
ALEX.- ¿Qué clase de mujer eres?
LA MADRE.- Tu novia tiene carácter.
ALEX.- Anna no es mi novia.
LA MADRE.- A tu edad ya va siendo hora de que te cases.
ALEX.- Sé dónde estás, mamá.
LA MADRE.- También deberías pensar en darme nietos.
ALEX.- ¿Me oyes? Sé dónde estás.
LA MADRE.- Claro que sí, amor mío, estoy aquí, a tu lado.
ALEX.- Déjate de tonterías. Voy a ir a verte.
LA MADRE.- Estás agotado, mi pequeño Alex. Deberías ir al médico para que te
recete unas vitaminas.
ALEX.- Ya no soy tu pequeño Alex. Soy adulto.
LA MADRE.- Por supuesto… mi pequeño Alex.
ALEX.- ¿Quieres saber cómo te he encontrado?
LA MADRE.- ¿Cómo?
ALEX.- Ahora hazte la sorda. Eso ya no funciona.
LA MADRE.- Deberían internarte. Hay clínicas que te dejan como nuevo. Siempre
fuiste un niño muy débil.
ALEX.- Contraté a un detective.
LA MADRE.- ¿Tienes fiebre, tesoro mío?
ALEX.- Contraté a un detective a precio de oro. Conmigo se ha forrado las pelotas de
oro.
LA MADRE.- ¡Qué vulgar eres!
ALEX.- Lo heredé de tu marido, mamá.
LA MADRE.- Entonces, mira por donde el Gran Artista contrata a un detective.
ALEX.- Te sigue los pasos desde hace tiempo. Por fin ha dado contigo.
LA MADRE.- Te veo un poco pálido, ¿no?

21
ALEX.- Mi mayor angustia era que hubieras muerto. Pero estás viva. Tenemos que
hablar.
LA MADRE.- Y es lo que estamos haciendo, corazón. Hablamos y hablamos y
hablamos. Hablamos para no decir nada. Mejor háblame de ti. ¿Estás bien? ¿Necesitas
algo?
ALEX.- Estoy bien, mamá.
LA MADRE.- Mejor. Porque de verdad me da la impresión de que tienes mala cara.
ALEX.- Me estoy volviendo loco pero estoy bien.
LA MADRE.- Entonces, ¿Anna no es tu novia?
ALEX.- No.
LA MADRE.- ¿Nunca tuviste novia?
ALEX.- Sí.
LA MADRE.- No lo sabía. Y no has sido capaz de seguir con ella.
ALEX.- Es más complicado, mamá.
LA MADRE.- ¿Cómo se llamaba?
ALEX.- Qué más te da.
LA MADRE.- Creo que tengo derecho a saber cómo se llamaba la novia de mi hijo.
ALEX.- Se llamaba Delphine.
LA MADRE.- Bonito nombre, Delphine… en español quiere decir “delfín”.
ALEX.- Lo sé.
LA MADRE.- ¿Por qué no funcionó? ¿Se cansó de tu maldito carácter?
ALEX.- Más o menos.
LA MADRE.- Siempre fuiste un gruñón.
ALEX.- No soportó mi carácter violento.
LA MADRE.- Ya. Y no sé de quién lo sacaste. En cualquier caso no de mí.
ALEX.- Hace doce años caí muy enfermo, mamá.
LA MADRE.- Ya de pequeño con frecuencia padecías de otitis. ¿Te acuerdas?
ALEX.- Durante dos años estuve amnésico. Me internaron en una clínica. Los médicos
ignoraban lo que tenía. Incluso llegaron a pensar que era autista.
LA MADRE.- ¿Ves? Lo que yo te decía. De nuevo la otitis.
ALEX.- No quieres oír pero da igual. Seguiré de todas formas. Un día recuperé la
memoria. Creo que hubiera preferido no recordar.
LA MADRE.- ¿Sabes una cosa? Según me hago vieja yo también pierdo memoria.

22
ALEX.- Recordé lo que tu marido me había hecho en la bañera cuando tenía cinco
años. Digo “tu marido” porque aún hoy no puedo llamarle papá.
LA MADRE.- Le echo de menos, ¿sabes?
ALEX.- Sufrí una depresión. Yo, que nunca había sido violento, dejé que todo saliera.
Todo el odio que acumulaba contra él. Era un volcán de odio que se despertaba después
de una eternidad. Entré en erupción, mamá.
LA MADRE.- Las erupciones cutáneas son normales en los adolescentes. Deberías ir a
la farmacia y comprar agua oxigenada. Pones un poco en un algodón…
ALEX.- Te odio.
LA MADRE.- Me estabas hablando de tu novia Delphine…
ALEX.- Delphine me ayudó a recuperarme. Antes de que yo cayese enfermo, ella tenía
una galería de arte. La vendió para pagar mis cuidados médicos. Cuando recuperé la
memoria, durante mi depresión, me animó a pintar mis pesadillas. Me dijo que tenía
talento.
LA MADRE.- ¿Es marsellesa esa joven?
ALEX.- Tu veneno no me afecta.
LA MADRE.- No es culpa mía si no tienes sentido del humor, Alejandro.
ALEX.- Pinté todas las imágenes que tenía en la cabeza. Gracias a sus contactos,
Delphine vendió mis cuadros. Todo ocurrió muy rápido. Se los arrancaban de las
manos. Delphine reabrió la galería y se convirtió en mi agente. Pero ya no estábamos
juntos. Yo me había transformado en otra persona. En alguien violento. No era lo que
Delphine buscaba. Al principio de nuestra historia pensó que yo era su príncipe azul.
Tal vez la fachada fuera esa, pero lo que había en el interior no tenía nada de príncipe
azul.
LA MADRE.- Yo también esperé mucho tiempo a mi príncipe azul.
ALEX.- Mantuve una relación con Claire, la asistente social que también me ayudó a
salir del infierno. Pero ella quería tener un hijo y yo no pude soportarlo.
LA MADRE.- Sin embargo, cuando tú naciste tuviste lo que necesitabas donde lo
necesitabas.
ALEX.- Me hice rico. Un día dejé de pintar las formas geométricas que me hicieron
famoso. Empecé a pintar a Anna.
LA MADRE.- Es guapa. Es cierto que se parece a mí. Cuando yo tenía su edad, quiero
decir.
ALEX.- Desde hace años solo la dibujo a ella.

23
LA MADRE.- Siempre fuiste obsesivo.
ALEX.- Ahora la pinto de espaldas.
LA MADRE.- De pequeño te encerrabas durante horas en tu habitación sin querer
hablar con nadie. Podías estar de morros durante varios días. Incluso llegué a
preguntarme si eras un niño normal.
ALEX.- La pinto de espaldas porque en caso contrario sus ojos quieren entrar en mí y
entonces me vuelven las pesadillas.
LA MADRE.- Si quieres puedo cantarte una canción de cuna.
ALEX.- La pinto de espaldas y veo a España, y me enojo contra ti.
LA MADRE.- Pues haber elegido a una islandesa ultracongelada.
ALEX.- Fuiste tú la que permitió que mi padre hiciera lo que hizo. Porque fuiste tú la
que cerró los ojos. Porque tú no eres ese personaje de santa que has intentado aparentar
a los ojos de los demás.
LA MADRE.- Siempre fuiste rencoroso.
ALEX.- Le necesitabas para sentirte con fuerza. ¡Pobre mujer! Un marido alcohólico y
violento. Todos te compadecían. La víctima eras tú. Pero tú le necesitabas.
LA MADRE.- Quería a tu padre. Era guapo. Joven. Se parecía a Robert Redford.
ALEX.- Le necesitabas para sentirte normal. Y todos caían en la trampa. Sí, eras una
santa, la tolerancia misma, la paciencia hecha mujer. En realidad lo tratabas como a un
niño. Le dejabas que siguiera siendo un alcohólico de pena. Necesitabas que fuera un
pobre tipo para sentirte con poder. Y cuando dormía la mona, es decir casi todo el
tiempo, reinabas en casa con nadie que te llevase la contraria. Yo era un niño y pensaba
que eras una santa.
LA MADRE.- ¿Sabes una cosa? Si hubiese podido estudiar hubiera sido médico.
Habría podido curarte.
ALEX.- He comprendido que es a ti a quien odiaba.
LA MADRE.- Hubiera sido un médico de verdad. No un psiquiatra como esos que te
han metido todas esas ideas en la cabeza.
ALEX.- Voy a ir sin psiquiatras ni policías, sin nadie que pueda partirte la cara. Voy a
ir solo. Y vamos a hablar. Tú y yo.
LA MADRE.- Mejor hubiera sido que te hubieran dejado en el manicomio.
ALEX.- Quiero devolverte tu cólera.
LA MADRE.- ¡Qué niño puedes ser a veces!
ALEX.- Donde las dan las toman.

24
LA MADRE.- Bien, creo que ya he tenido bastante por hoy. Rezaré por ti.
ALEX.- Vete ya.
LA MADRE.- Realmente tienes mala cara.
ALEX.- Fuera.
LA MADRE.- Viva la muerte. Amén.
Oscuro.
VOZ DE ALEX.- ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Tengo miedo! ¡Tengo miedo, mamá! ¡Mamá!
¡Mamá! ¡Mamá!

25
ESCENA 4

ANNA.- Buenos días, Alex.


ALEX.- Buenos días, Anna.
ANNA.- Podrías dar noticias.
ALEX.- Estoy desbordado.
ANNA.- ¿Qué has hecho todo este tiempo?
ALEX.- Soñar. Estoy desbordado por mis sueños.
ANNA.- Ayer brillaste por tu ausencia en la inauguración del Grand Palais.
ALEX.- “La multitud, vasto desierto de hombres”: Chateaubriand.
ANNA.- Dicen que la exposición es magnífica. Tenías razón: incluso de espaldas estoy
bien.
ALEX.- Anna, me alegro mucho de verte pero…
ANNA.- Preferirías que me fuese.
ALEX.- Sí.
ANNA.- Acabo de llegar, Alex.
ALEX.- ¿Qué quieres?
ANNA.- En el catálogo de la exposición se dice que estás pensando en un último cuadro
que será la última obra maestra del gran Alejandro. Solo se habla de eso.
ALEX.- La gente necesita ídolos para olvidar su vida.
ANNA.- Todo el mundo pensaba que habías dejado de pintar. Yo la primera.
ALEX.- Lo dejé. Fue una idea de Delphine.
ANNA.- Siempre te aconsejó bien en tu trabajo. Deberías hacerle caso.
ALEX.- Ella piensa que no he terminado. Que no he terminado contigo.
ANNA.- Eso es lo que creo. Y tú también, si no te mientes.
ALEX.- Tal vez. Sí.
ANNA.- Estoy contenta. Te he echado de menos.
ALEX.- Anna…
ANNA.- ¿Y tú? ¿Me echaste de menos? ¿Aunque solo sea un poquito?
ALEX.- No.
ANNA.- ¿Lo dices para hacerme daño?
ALEX.- Es la verdad.
Pausa.

26
ANNA.- Me encanta el título de la exposición: “Dédalo”. No veo su relación con la
espalda, pero me parece muy conseguido.
ALEX.- Dédalo, de espaldas.
ANNA.- ¿Cómo?
ALEX.- Dédalo, de espaldas. No hay que buscarle tres pies al gato.
ANNA.- Una tontería.
ALEX.- Totalmente.
ANNA.- De pena. Como el hecho de no haber dado signos de vida.
ALEX.- Anna, voy a irme. Contraté a un detective. Encontré a mi madre.
ANNA.- ¿Cómo?
ALEX.- Has oído muy bien.
ANNA.- ¡No!
ALEX.- ¡Sí!
ANNA.- ¿No está muerta?
ALEX.- No.
ANNA.- ¡Es increíble! ¿Cuándo contrataste al detective? No puedo creerlo. Los
detectives solo aparecen en las novelas.
ALEX.- Cuando vi que Franco se escondía en la raja de tu culo.
ANNA.- Este cuadro fue toda una sorpresa. Causó sensación.
ALEX.- A mí no me gusta.
ANNA.- Y qué título. Es curioso que hayas titulado cada cuadro con el nombre de un
sueño. ¿Cuál era el título de este?
ALEX.- “Estoy escondido en una habitación al fondo del pasillo, llega el enemigo, lo
oigo, me encontró, el enemigo es una mujer joven, lleva hábitos de monja, el enemigo
avanza por el pasillo, cantando salmos, el enemigo me condena a muerte, el enemigo
lleva con una correa a un perro gigantesco, el perro lleva en la cabeza un tricornio, el
perro tira de la correa, babea, se abre la puerta, el perro va a ejecutar la sentencia, el
condenado será mancillado por el perro, el enemigo dijo que después el perro me
devoraría, la puerta está abierta, el enemigo ha desaparecido. Amén.”
ANNA.- ¡Qué sórdido!
ALEX.- Ya te he dicho que no me gustaba.
ANNA.- No acabo de creerme que tu madre esté viva.
ALEX.- Yo tampoco. No acabaré de creérmelo.
ANNA.- ¿Por qué lo dices?

27
ALEX.- Por nada.
ANNA.- Pero… te vas… ¿De verdad quieres ir a verla?
ALEX.- No quiero, pero debo hacerlo.
ANNA.- ¿Y quién te dice que ella va a querer verte?
ALEX.- No me verá. Está ciega.
ANNA.- No lo sabía.
ALEX.- Yo tampoco.
ANNA.- Pero Alex, te abandonó hace veinticinco años. ¿Por qué removerlo?
ALEX.- Porque mis sueños son pesadillas.
ANNA.- ¡Pobre Alex!
ALEX.- Y esto tiene que acabar.
ANNA.- ¿Dónde está?
ALEX.- En España.
ANNA.- ¿Dónde?
ALEX.- En un pequeño pueblo de pescadores. Un lugar ideal para una santa.
ANNA.- Estás muy enfadado, Alex.
ALEX.- Sí. Al parecer no tengo sentido del humor.
ANNA.- Lo que te falta es amor, Alex. Si…
ALEX.- Gracias, Anna. Ya soy mayor.
ANNA.- Me voy contigo.
ALEX.- No.
ANNA.- Yo también soy española.
ALEX.- Precisamente. Con una me basta.
ANNA.- Te quiero.
ALEX.- No.
ANNA.- Sí. Y me duele verte así.
ALEX.- Si me quieres, déjame en paz.
ANNA.- ¿Crees que voy a abandonarte ahora? ¿Tan cerca del fin?
ALEX.- ¿De qué fin?
ANNA.- No lo sé.
ALEX.- Estoy acostumbrado a que me abandonen. No te preocupes.
ANNA.- Yo no soy tu madre.
ALEX.- Por favor, Anna…
ANNA.- Me voy contigo.

28
ALEX.- Debo verla solo.
ANNA.- Me quedaré en un rincón. Me llamarás cuando me necesites.
ALEX.- ¿Quién te crees que eres? Eres mi modelo, no mi mujer.
ANNA.- Una modelo siempre tiene razón. Me voy contigo, y si no, ¡mátame!
ALEX.- De acuerdo; si no te marchas en diez segundos, ¡te mato!
ANNA.- Uno…
ALEX.- Anna, soy capaz de hacerlo.
ANNA.- Dos…
ALEX.- Tres…
ANNA.- Cuatro…
ALEX.- Cinco…
ANNA.- No lo harás porque no quieres parecerte a tu padre. Seis…
ALEX.- Siete… Ocho… Nueve…
ANNA.- ¡Diez! ¿Cuándo nos vamos, cariño?
ALEX.- Mañana, si nunca más vuelves a llamarme cariño.

29
ESCENA 5

LA MADRE.- Toma, mi amor, tomate los medicamentos.


ALEX.- Mamá, creo que estoy curado, no merece la pena.
LA MADRE.- Si no los tomas, nunca te curarás.
ALEX.- Pero mamá, ya te he dicho que estoy curado.
LA MADRE.- Eso es lo que tú crees, pero yo sé que no es así. Una madre sabe de eso.
Vamos, bebe el jarabe.
ALEX.- No está bueno.
LA MADRE.- No seas niño, otra cucharada.
ALEX.- Está asqueroso.
LA MADRE.- El doctor dice que dos cucharadas soperas. Hay que hacerle caso.
ALEX.- Sí, mamá.
LA MADRE.- Muy bien, corazón. Ahora tómate los antibióticos.
ALEX.- Sí, mamá.
LA MADRE.- ¿Has inhalado el Ventolín?
ALEX.- Sí, mamá.
LA MADRE.- ¿Dos inhalaciones?
ALEX.- Sí, mamá.
LA MADRE.- Muy bien, corazón. Así volverás a estar fuerte.
ALEX.- Quiero volver a la escuela.
LA MADRE.- Por supuesto que volverás a la escuela, pero antes debo cuidarte.
ALEX.- Pero quiero ver a mis compañeros…
LA MADRE.- ¡Los compañeros, siempre los compañeros! ¿No estás a gusto con tu
madre?
ALEX.- Sí, pero no es igual.
LA MADRE.- Con todo lo que yo me preocupo. Me das pena, Alejandro.
ALEX.- Perdón, mamá.
LA MADRE.- Y menos mal que no trabajo y puedo ocuparme de ti. Tus compañeros,
como tú dices, no tienen la suerte de tener una mamá en casa para que se ocupe de ellos.
ALEX.- ¿Por qué no trabajas, mamá?
LA MADRE.- ¡Vaya pregunta! Porque es así, y eso es todo. Ya está bien de preguntas
por hoy. Vamos a rezar.
ALEX.- Pero si es la primera vez que te pregunto algo.

30
LA MADRE.- ¿Qué te he dicho? La curiosidad es algo muy feo.
ALEX.- Por favor, mamá.
LA MADRE.- Alejandro, te he dicho que ya basta.
ALEX.- Te he oído discutir con papá. Le decías que por su culpa tú nunca habías
podido trabajar, que, sin embargo, te lo había prometido, que siempre soñaste con ello y
que él te lo prohibía. Incluso le dijiste que en casa te ahogabas como si estuvieras en
una cárcel. Le dijiste que si lo hacías era por mi. Después lloraste.
LA MADRE.- Pero qué costumbres son esas. ¿Ahora escuchas detrás de las puertas?
Vamos, haz la señal de la cruz, vamos a rezar juntos y vas a pedirle perdón al niño
Jesús.
ALEX.- Pero si no lo hice a propósito. Papá gritaba y me vi obligado a oírle. Yo no
tengo la culpa.
LA MADRE.- Haberte tapado los oídos. Eso son cosas de mayores que no le interesan
a los niños.
ALEX.- Si eres desgraciada, ¿es por mi culpa?
LA MADRE.- Por supuesto que no.
ALEX.- Le odio.
LA MADRE.- ¡Alejandro!
ALEX.- Me gustaría que no fuera mi padre. Me gustaría que se muriese.
LA MADRE.- Alejandro, ¡ya basta! ¿Cómo puedes hablar así de tu padre?
ALEX.- No me gusta que te haga llorar.
LA MADRE.- No he llorado, eso son imaginaciones tuyas.
ALEX.- Sí, lo oí todo. Y también te pegó.
LA MADRE.- Alejandro, olvida todo eso inmediatamente.
ALEX.- No.
LA MADRE.- No quiero que le faltes al respeto a tu padre.
ALEX.- A veces rezo para que alguien se enamore de ti y te quiera.
LA MADRE.- ¿Te das cuenta de lo que dices? ¿Qué va a pensar Dios?
ALEX.- Y también me querría a mí.
LA MADRE.- ¡Eres tan desgraciado! ¿Has pensado en los niños de África que no
pueden ni siquiera comer? ¿No crees que eso es más importante que tus pequeños
problemas de niño mimado? ¿Te crees el único desgraciado en la tierra? ¡Qué egoísta
eres! ¿Son esos los valores que tu padre y yo te hemos inculcado?
ALEX.- Perdón, mamá.

31
LA MADRE.- No es a mí a quien tienes que pedirle perdón. Ahora vamos a rezar, se
hace tarde.
ALEX.- Sí, mamá.
LA MADRE.- “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…!
ALEX.- “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…”
LA MADRE.- Vamos rápido que ya es tarde. El Señor no nos lo tendrá en cuenta.
Repite conmigo: Señor mío Jesucristo, perdóname por haber escuchado detrás de la
puerta como yo perdono a los que me han ofendido.
ALEX.- Señor mío Jesucristo, perdóname por haber escuchado detrás de la puerta como
yo perdono a los que me han ofendido.
LA MADRE.- Muy bien. Y ahora: Señor mío Jesucristo, perdóname por haber sido
egoísta como yo perdono a los que me han ofendido.
ALEX.- Señor mío Jesucristo, perdóname por haber sido egoísta como yo perdono a los
que me han ofendido.
LA MADRE.- Muy bien. Ves qué bueno eres cuando quieres.
ALEX.- Sí mamá. Perdón, mamá.
LA MADRE.- Y ahora: Señor mío Jesucristo, perdóname por haber faltado al respeto a
mi padre como yo perdono a los que me han ofendido.
ALEX.- Señor mío Jesucristo, perdóname por haber faltado al respeto a mi padre como
yo perdono a los que me han ofendido.
LA MADRE.- Bien. ¿Nada más?
ALEX.- Pues…no sé.
LA MADRE.- ¿No le pides perdón por haber disgustado a mamá?
ALEX.- Sí, mamá. Perdón, mamá. Señor mío Jesucristo, perdóname por haber
disgustado a mi mamá.
LA MADRE.- Bien. Está olvidado. Repite conmigo: Dios te salve Mamá…
ALEX.- Dios te salve Mamá…
LA MADRE.- Llena eres de gracia…
ALEX.- Llena eres de gracia…
LA MADRE.- Bendita tú eres entre todas las mujeres…
ALEX.- Bendita tú eres entre todas las mujeres…
LA MADRE.- Y bendito es el fruto de tu vientre…
ALEX.- Y bendito es el fruto de tu vientre…
LA MADRE.- Santa Mamá, Dios mío…

32
ALEX.- Santa Mamá, Dios mío…
LA MADRE.- Ruega por mí, pobre pecador…
ALEX.- Ruega por mí, pobre pecador…
LA MADRE.- Ahora y en la hora de mi muerte.
ALEX.- Ahora y en la hora de mi muerte.
LA MADRE.- Amén.
ALEX.- Amén.
LA MADRE.- Muy bien. Olvidado. Y ahora, a dormir.
ALEX.- Mamá.
LA MADRE.- Sí, corazón.
ALEX.- Me cuesta un poco respirar.
LA MADRE.- ¡Ves cómo tenía razón! Vuelve a inhalar un poco de Ventolín.
ALEX.- Sí, mamá.
LA MADRE.- Muy bien. Así pasarás una buena noche. Buenas noches, mi amor.
ALEX.- Buenas noches, mamá.
LA MADRE.- No necesito a ningún enamorado ya que te tengo a ti.
ALEX.- Sí, mamá.
LA MADRE.- ¿No le das un besito a tu madre?
ALEX.- Sí, mamá.
LA MADRE.- Muy bien. ¿Otro besito? Muáááá… ¿Y ahora el último chiquitito?
Muáááá´… Y ahora ¿otro besito muy muy muy muy grande, corazón?

33
ESCENA 6

ANNA.- Camino, por aquí, así, ¿eso es todo?


ALEX.- Sí.
ANNA.- ¿Y después?
ALEX.- Te paras.
Se detiene.
ANNA.- Y después vuelvo a andar, ¿no?
ALEX.- Sí.
Anna vuelve a caminar.
ANNA.- Pero no te da tiempo a fijar la pose.
ALEX.- Exacto.
ANNA.- Alex, explícame, no entiendo.
ALEX.- No tienes nada que entender. Haz lo que te digo. Eso es todo.
ANNA.- ¿Me tomas por imbécil, Alex?
Anna se detiene.
ALEX.- Anna, no vamos a volver a empezar.
ANNA.- Me tratas como a una idiota y luego ¿tengo yo la culpa si me pongo nerviosa?
ALEX.- No te trato como a una idiota.
ANNA.- Sí.
ALEX.- Muévete, por favor.
ANNA.- No. No daré un paso más.
ALEX.- Acepté que me siguieras hasta aquí: ahora, haz lo que te pido.
ANNA.- No.
ALEX.- Anna, por favor.
ANNA.- Si me explicas lo que haces, colaboraré. De todos modos no tienes elección.
Sin mí no habrá cuadro.
Pausa.
ALEX.- De acuerdo.
ANNA.- De acuerdo ¿en qué?
ALEX.- Caminas, te paras, caminas, te paras. Mientras tanto hablamos. Pero no te pares
demasiado tiempo. Y nunca vuelvas al mismo sitio. Ni te pongas a mi espalda.
ANNA.- De acuerdo.
ALEX.- Pues adelante.

34
ANNA.- ¿Cómo?
ALEX.- ¡Vamos, camina!
Hasta el final de la escena, Anna caminará, se detendrá, caminará…
ANNA.- Entonces ¿me explicas?
ALEX.- ¿Qué quieres saber?
ANNA.- Quiero saber cómo puedes pintarme mientras camino continuamente como una
idiota.
ALEX.- No lo sé.
ANNA.- ¿No lo sabes?
ALEX.- No. Busco.
ANNA.- ¿Qué buscas?
ALEX.- Creía haber terminado con la serie de espaldas. Delphine tenía razón: queda
aún otra cosa.
ANNA.- ¿Cuál?
ALEX.- No lo sé.
ANNA.- Pero la buscas.
ALEX.- Sí.
ANNA.- Hace un mes que llegamos. Alquilaste esta inmensa casa solariega en la que
nos aburrimos. Hace un calor de muerte. No salimos. El tiempo se ha detenido. Solo se
oye tu voz en español en un monólogo durante todo el día y el mar que invita a
marcharse. Lejos de este pueblo de pescadores que se ve más abajo desde los cientos de
ventanas que no se abren nunca. Me ahogo.
Hace treinta días que camino ante ti sin que dibujes nada. Ahora lo tengo claro, Alex:
no estás pintando nada. ¿Quieres volverme loca? ¿Quieres que me vuelva tan loca como
tú?
ALEX.- Alguien que busca no puede estar loco, Anna.
ANNA.- Pero al menos tendrás una idea sobre lo que buscas.
ALEX.- Sí.
ANNA.- Entonces dímela. Aunque tal vez el Gran Artista no pueda compartir su
genialidad con una simple modelo.
ALEX.- Intento ver a qué te pareces cuando ya no estás.
ANNA.- Ya veo que las cosas no se arreglan. Pero continúa.

35
ALEX.- Está lo que dicen los ojos: el movimiento. Allí donde se va. Está la espalda: el
punto de partida. El cohete que no despega. Y hay lo que ya no está. Intento encontrar lo
que queda cuando ya no estás.
ANNA.- ¡Muy bonito! Si lo deseas, puedo irme del todo.
ALEX.- Me pides que te explique y te explico.
ANNA.- Continúa.
ALEX.- Cuando te veo, inmóvil, te veo a ti. Cuando te has ido, si deposito mi mirada
en el lugar en el que estabas, aún te veo un poco, después nada de nada, empiezo a
verme a mí mismo, a lo que queda de ti en mí. En cierta forma sigues estando ahí,
seguirás estando en ese lugar, exactamente, pero ya estás físicamente en otra parte, pero
eso aún no lo veo. Después vuelvo a empezar el ejercicio una y otra vez.
ANNA.- Sigue, sigue…
ALEX.- En cada ocasión, es como si fueran puntos. Puntos de ti que ya no estás y de mí
que me veo. Progresivamente uno los puntos y forman una línea que avanza hacia un
punto final. Mi último cuadro será este punto final: allí solo me veré a mí.
ANNA.- ¿Un punto final?
ALEX.- Exactamente.
ANNA.- ¿Y tengo que seguir caminando así mucho tiempo?
ALEX.- No tengo ni idea.
ANNA.- Y al final de la historia, ¿desaparezco?
ALEX.- No lo sé. Supongo.
ANNA.- En realidad lo que quieres es pintarte a ti mismo.
ALEX.- Ves como no eres tonta.
ANNA.- Eres narcisista, como todos los artistas.
ALEX.- ¿Tanto como los modelos?
ANNA.- Bueno… dejémoslo en tablas.
Pausa.
ALEX.- Puedes irte si quieres.
ANNA.- No, no puedo, Alex.
ALEX.- Me has seguido hasta aquí. ¿Por qué?
ANNA.- Te ayudo a buscar.
ALEX.- ¿Y si yo no quiero?

36
ANNA.- No tienes elección. No sabes hacer otra cosa. Y yo, sin ti, no existo. Te ayudo
a buscar y espero que no encuentres. Así siempre estaré aquí. Espero que tu línea se
prolongue hasta el infinito y que nunca tenga punto final.
Pausa.
ALEX.- Ya no sé si quiero verla.
ANNA.- Entonces volvamos a Francia.
ALEX.- Incluso cuando ya no estás, cuando te miro y que ya estás en otro lugar, te
pareces a ella.
ANNA.- ¿Sabes lo que me da miedo, Alex?
ALEX.- No.
ANNA.- ¿No has notado nada?
ALEX.- No.
ANNA.- Ya no eres violento, Alex.
ALEX.- ¿Ah, no?
ANNA.- Ya no eres violento y yo me siento peor.
ALEX.- ¡Quieta! Stop. Stop.
Ella se detiene.
ANNA.- Tengo la impresión de que ya no me miras.
ALEX.- No te muevas.
ANNA.- Eso me da miedo.
ALEX.- ¿Anna?
ANNA.- ¿Sí?
ALEX.- No te veo.
ANNA.- ¿Cómo?
ALEX.- Ahora no estás caminando. Estás aquí. Pero no te veo. ¡Ya no te veo, Anna!
ANNA.- Estás loco, Alex.
ALEX.- ¡Muévete!
ANNA.- Estoy harta. Me voy. Por hoy ya he tenido bastante.
ALEX.- ¡Anna!
ANNA.- Buenas noches, Alex.
Anna sale.
ALEX.- ¡Ya no te veo, Anna! ¡Anna! ¡Anna! Pausa. ¿Anna? ¿Anna? Anna ¿Dónde
estás? ¡Anna! ¡Vuelve! ¡Vuelve Anna! Ya no te veo, Anna. ¿Qué va a ser de mí? ¿Qué

37
va a ser de mí si ya no te veo, Anna? ¿Anna? ¡Anna! ¡Vuelve, Anna! ¡Tengo miedo!
¡Anna! ¡Annaaaaaaaa!

38
ESCENA 7

LA MADRE.- ¿Señor?
ALEX.- ¿Sí?
LA MADRE.- ¿Me llamó usted?
ALEX.- ¿Yo? Ah…sí.
LA MADRE.- ¿Todo bien, señor?
ALEX.- Sí, sí. Gracias.
LA MADRE.- No reconozco su voz. ¿Es usted del pueblo?
ALEX.- No, no.
LA MADRE.- No se ven muchos extranjeros por aquí.
ALEX.- Estoy de paso. Estoy de paso por…
LA MADRE.- Nadie le pregunta nada, señor. La curiosidad es un gran defecto. Dios
nos libre.
ALEX.- Sí, claro. He venido para reencontrarme. De hecho, yo…
LA MADRE.- ¿Va usted a Compostela?
ALEX.- Sí, eso es, exactamente.
LA MADRE.- Y busca usted un lugar para dormir.
ALEX.- ¡Exacto! ¡Estoy agotado!
LA MADRE.- Por aquí no hay nada, aparte del convento de la caridad. Pero las
hermanas solo aceptan a mujeres. En general, los peregrinos como usted duermen en el
refugio, pero está a más de veinte kilómetros.
ALEX.- Entiendo.
LA MADRE.- Por aquí solo hay casas de pescadores. Y nosotras, claro.
ALEX.- ¿Es usted… religiosa?
LA MADRE.- ¿Yo? No, no. Vivo en el convento. Yo estaba como usted, como dice
usted: de paso. Todos estamos de paso en la Tierra, ¿no?
ALEX.- Sí.
LA MADRE.- El Señor quiso que me quedase. Las hermanas me acogieron. Desde
entonces me ocupo de los niños.
ALEX.- ¿Ah, sí?
LA MADRE.- Me encantan los niños. Siempre me atrajeron.
ALEX.- Entiendo.
LA MADRE.- Los niños son inocentes. Todos somos hijos de Dios.

39
ALEX.- Por supuesto.
LA MADRE.- El convento alberga un orfanato. Les enseño a coser. Siempre fui buena
costurera. Lo heredé de mi madre.
ALEX.- Ah, muy bien.
LA MADRE.- ¿Tiene usted hijos, señor?
ALEX.- No.
LA MADRE.- Yo tampoco. No tuve esa suerte. Pero el Señor tuvo la bondad de
confiarme la responsabilidad de todos estos pequeños a los que la vida no trató bien.
Les quiero como si fueran mis hijos. Son como carne de mi carne. No puedo soportar la
idea de un niño que sufra.
ALEX.- Tienen mucha suerte, quiero decir de que hayan dado con usted.
LA MADRE.- Soy yo quien se siente afortunada por tenerlos. El Señor acaba haciendo
bien las cosas.
ALEX.- Perdone pero se me hace tarde. ¿Para ir al refugio?
LA MADRE.- Perdóneme, pero soy yo la que desvarío. Una pobre anciana como yo.
Pero ya sabe, no se ve a mucha gente por aquí, como le he dicho. La mayoría de las
veces, los peregrinos evitan entrar en el pueblo. Es más rápido.
ALEX.- No lamento haberme perdido. Eso me ha permitido encontrarme con usted.
LA MADRE.- Es usted muy amable. Me cae simpático.
ALEX.- Pero ahora debo seguir mi camino.
LA MADRE.- Le siento muy agitado.
ALEX.- ¿De verdad?
LA MADRE.- Ya se habrá dado cuenta de que estoy ciega, pero ahora siento otras
cosas.
ALEX.- Sí, por supuesto.
LA MADRE.- Usted ha debido sufrir mucho.
ALEX.- Supongo que como todo el mundo.
LA MADRE.- Encontrará lo que busca. Rezaré por usted.
ALEX.- Gracias.
LA MADRE.- Lo difícil es encontrar su sitio. Ser útil a los demás.
ALEX.- Probablemente. Gracias, señora…
LA MADRE.- ¡Somos todos tan egoístas! Por fortuna, el Señor se ha ocupado de mí.
También le ayudará a usted, si se preocupa por escucharle.
ALEX.- Señora…

40
LA MADRE.- Perdón, perdón, qué cotorra estoy hecha. Para el refugio es fácil, solo
hay un camino, basta con que siga por la derecha después de subir al pueblo. Si coge a
la izquierda, llegará directo al puerto. En fin, lo llamamos el puerto, pero no hay nada:
solo algunos barcos. Y ni tan siquiera: son barcas. Pero da clase decir “el puerto”.
ALEX.- Muchas gracias, señora.
LA MADRE.-Tenga cuidado, el camino es pedregoso. Y el acantilado es abrupto.
ALEX.- Prestaré atención. Adiós, señora.
LA MADRE.- Adiós, señor. Le deseo buena suerte.
ALEX.- Gracias.
Alex se aleja. Ella, de pronto, le llama.
LA MADRE.- ¿Señor?
ALEX.- ¿Sí?
LA MADRE.- Si lo desea, podría haber trabajo para usted en el orfanato.
ALEX.- …
LA MADRE.- Si no tiene prisa, claro.
ALEX.- Tengo todo el tiempo del mundo.
LA MADRE.- Una de las paredes del refectorio se derrumbó después de la última
tormenta. No tenemos dinero para repararla, pero tenemos todos los materiales
necesarios: cemento, ladrillos… No se trata de mucho trabajo ni se necesitan
especialistas. Hay trabajo para una semana, diez días como mucho. Después podrá usted
seguir su camino. No es nada del otro jueves, incluso para un intelectual.
ALEX.- ¿Quién le ha dicho que yo sea un intelectual?
LA MADRE.- Sin pretender ofenderle, es el primer peregrino que encuentro que se
perfuma para caminar durante kilómetros bajo semejante calor. Además huele bien.
Debe ser muy caro. Le sienta bien.
ALEX.- Aprenderé.
LA MADRE.- ¿Ve? Acaba de encontrar cómo hacerse útil. Nunca hay que desesperar.
No se preocupe por su alojamiento. Hay una celda libre en el convento. Está en un ala
diferente a la de las hermanas y pienso que nadie pondrá inconvenientes, puesto que es
un enviado del Señor.
ALEX.- Perfecto. Seré discreto.
LA MADRE.- Muy bien. Entonces, ¿trato hecho?
ALEX.- Trato hecho.

41
LA MADRE.- Preséntese en el convento dentro de una hora, el tiempo necesario para
que interceda con la madre superiora.
ALEX.- Allí estaré.
LA MADRE.- Entonces, ¿hasta luego?
ALEX.- Hasta luego.
La madre se va.

42
ESCENA 8

ANNA.- ¿Ahora vuelves?


ALEX.- Sí.
ANNA.- Hace diez días que desapareciste, vuelves ahora poniendo caritas, me dices
“sí”, es lo único que se te ocurre, “sí”, y yo aquí esperándote como una tonta.
Cuando te fuiste, me dijiste: “hasta la tarde”, y vuelves diez días después, diez días
Alex, no dos horas, no, diez días, y lo único que se te ocurre decir es “sí” ¿Crees que me
basta ese sí? ¿Dónde estabas?
ALEX.- Sabes muy bien dónde estaba.
ANNA.- ¿El señor estaba con su queridita mamá?
ALEX.- No es mi queridita mamá.
ANNA.- ¡Cuéntame!
ALEX.- No hay nada que contar.
ANNA.- No has visto a tu madre desde hace veinticinco años y ¿no hay nada que
contar? Antes de venir querías matarla, pasas diez días con ella y ¿no hay nada que
contar?
ALEX.- No.
ANNA.- ¿Cómo es?
ALEX.- Anna, por favor.
ANNA.- Quiero saber cómo es.
ALEX.- Se parece a ti. Y al mismo tiempo no tenéis nada que ver. Nada en absoluto.
ANNA.- ¿Se parece o no se parece a mí?
ALEX.- Tiene un fuego interno. Como tú. Pero es el fuego del infierno.
ANNA.- Gracias por el cumplido.
ALEX.- Está viva y muerta a la vez. Como tú.
ANNA.- ¿Eso es todo lo que tienes que decir después de diez días?
ALEX.- Sí.
ANNA.- Y tú, Alex, ¿estás vivo o muerto? Me gustaría saberlo, mi amor.
ALEX.- No soy tu amor.
ANNA.- Perdón, Excelso Artista.
ALEX.- Me siento vivo. En realidad nunca me sentí tan vivo.
ANNA.- ¿Ah, sí?
ALEX.- Sí.

43
ANNA.- ¿Y tu trabajo?
ALEX.- ¿Qué pasa con mi trabajo?
ANNA.- Tu cuadro, el último cuadro del gran Alejandro, el cuadro que todo el mundo
espera, la obra maestra del Gran Genio Alejandro. ¿Dónde está? Hace diez días que no
pintas.
ALEX.- Sí he pintado.
ANNA.- ¿Qué has dicho?
ALEX.- Has oído muy bien.
ANNA.- ¿Has pintado? ¿Sin mí?
ALEX.- Sí.
ANNA.- ¡Cabronazo!
ALEX.- Incluso tengo el título.
ANNA.- ¿Has pintado sin mí?
ALEX.- ¿Quieres oírlo?
ANNA.- ¿Y dónde quedo yo, Alex?
ALEX.- Te va a encantar. Se titula: “Me despierto. Salgo de mi habitación. Sin hacer
ruido. Bajo a la plata baja. El peligro está en la planta baja. Papá está en el salón. Papá
vacía un bidón de gasolina en el suelo del salón. Hay una caja de cerillas sobre la
chimenea. Papá no me ve. Es asombroso cuanto me parezco físicamente a papá. Vuelvo
a subir las escaleras. Despierto a mamá. Le digo: “Papá va a quemar la casa”. Abro la
ventana de mi habitación. Le digo a mamá: ¡Marchémonos! Ella me dice: “No. Voy a
hablar con tu padre”. La ventana está abierta. Le digo a mamá: “Pero si va a matarnos a
todos”. Ella me dice: “Quédate aquí. Voy a hablar con tu padre”.
ANNA.- No me gusta ese título. Estoy harta de tus sueños, Alex.
ALEX.- Aún no ha terminado. El título acaba con: “Mamá baja las escaleras. Yo salgo
por la ventana. La noche es bella”.
ANNA.- ¿La noche es bella?
ALEX.- Sí.
ANNA.- ¡Lamentable!
ALEX.- Pronto lo habré terminado.
ANNA.- ¿Y yo?
ALEX.- Puedes irte.
ANNA.- No.
ALEX.- Ya no te necesito.

44
ANNA.- Sí. Soy tu musa.
ALEX.- Una musa mustia.
ANNA.- ¡Qué gracioso!
ALEX.- Uní otros puntos allí en mi celda.
ANNA.- ¿Ah, sí?
ALEX.- Otra historia que se escribe.
ANNA.- ¿Otra historia?
ALEX.- Los puntos se unen y forman segmentos de líneas. Los segmentos de líneas se
juntan y forman figuras. Letras. Algo se escribe, Anna. La línea no es infinita. De
hecho hay varias líneas y el último punto de la última línea será el punto final.
ANNA.- Todo eso es como si me hablaras en chino. Frases para parecer inteligente. La
verdad es que esta línea es infinita porque yo soy infinita. ¡Anna Paros no se acaba
nunca! Soy droga dura, corazón.
ALEX.- Es cierto.
ANNA.- ¡Lo reconoces! Pase lo que pase, siempre terminarás por necesitar tu dosis. Y
yo te procuro los mejores chutes que se pueda imaginar, Alex. ¡Los mejores!
ALEX.- La noche es bella.
ANNA.- No tan bella como yo.
ALEX.- Ya no siento cólera, Anna.
ANNA.- Soy más bella que la noche.
ALEX.- Encontré lo que venía a buscar.
ANNA.- ¿Me abandonas?
ALEX.- Debo terminar este cuadro, pero ya no te necesito.
ANNA.- Sí.
ALEX.- La noche es bella y mañana amanecerá otro día. Se escribirá otra historia. Sin
ti, Anna.
ANNA.- ¡No!
ALEX.- Buenas noches, Anna.
ANNA.- ¡Alex!
Alex sale.
ANNA.- ¡Alex! (Alex se marcha) ¡Alex! ¡Aleeeeeex! ¡Te quiero, Alex! ¡Aleeeeeex!

45
ESCENA 9

LA MADRE.- ¿Anna?
ANNA.- ¿Quién es usted?
LA MADRE.- ¿No me reconoces?
ANNA.- ¿Qué hace usted aquí? ¿Cómo ha entrado?
LA MADRE.- Yo te reconozco.
ANNA.- ¿Quién es usted?
LA MADRE.- No te veo pero te reconozco.
ANNA.- ¿Usted? ¡Márchese! ¡Salga de aquí inmediatamente!
LA MADRE.- Vivo en la noche. Pero la noche es bella.
ANNA.- No. La noche no es bella. Es fea, como usted.
LA MADRE.- Por la noche, Dios se nos aparece. Voy a rezar por ti.
ANNA.- ¿Vas a rezar por mi, vieja bruja?
LA MADRE.- Dios es amor y perdonará tus culpas.
ANNA.- Te crees la más fuerte, ¿no?
LA MADRE.- Yo también te perdono.
ANNA.- Pero yo no te perdono. Me robas a mi Alex, vieja harpía. ¡Sal de aquí!
LA MADRE.- Los celos son un defecto muy feo.
ANNA.- Tú eres el defecto, criatura infernal. ¿Crees que lo sabes todo?
LA MADRE.- El conocimiento es el enemigo del hombre. Hay que creer en Dios.
Ciegamente. Dios nos ama y perdona nuestros pecados.
ANNA.- ¿Y tu hijo?
LA MADRE.- ¿Qué dices?
ANNA.- ¿Además estás sorda? Te hablo de tu hijo.
LA MADRE.- No tuve la suerte de tener un hijo. Pero no me quejo. El señor me confió
una misión que me satisface. Todos estos niños son mis hijos. Todos los niños son hijos
de Dios.
ANNA.- El hombre que reparó el refectorio del convento es tu hijo.
LA MADRE.- Cuánto me hubiera gustado tener un hijo. Pero Dios no lo quiso. Hágase
su voluntad.
ANNA.- ¡Abandonaste a tu hijo, víbora! Lo abandonaste cuando tenía quince años y no
sientes ningún remordimiento. Pero ¿quién eres? ¿Cómo una madre puede borrar a su

46
hijo de este mundo, tacharlo de su vida, tacharlo de la vida? ¿Cómo pudiste? ¿Cómo?
Contesta. ¡Vamos, contesta!
LA MADRE.- Ese joven es muy amable. Se entregó de corazón para reparar la pared.
Para ser un intelectual hizo un buen trabajo. Los niños le adoran. Si las hermanas
tuvieran derecho a verle, también les gustaría mucho. Pero no tienen derecho a hablar
con hombres. Yo puedo porque no soy religiosa.
ANNA.- Te llama La Mantis. La Mantis religiosa. ¿No te lo dijo?
LA MADRE.- Me gustaría que se quedara.
ANNA.- ¿No te lo dijo? Dice que como la mantis, devoras todo lo que amas.
LA MADRE.- Tu corazón está agitado.
ANNA.- ¿Tampoco te dijo de donde vienes?
LA MADRE.- No deberías ser atea. Eso hace que seas desgraciada.
ANNA.- ¿Crees que procedes de una pequeña familia franquista? ¿Crees que no tienes
nada que revisar en tu pequeño mundo mezquino?
LA MADRE.- Quería mucho a mi padre. Le echo de menos. Comprendo a todos estos
huerfanitos. Los quiero como si fueran mis propios hijos.
ANNA.- ¿Tu padre?
LA MADRE.- Era un hombre encantador. Y muy divertido. Veneraba a mi padre.
ANNA.- Igual que venerabas a Franco.
LA MADRE.- En aquella época había orden. No como hoy, cuando ya nadie respeta
nada. Hay que empezar por respetar a los padres.
ANNA.- ¿Así que venerabas a tu padre?
LA MADRE.- Sí, lo adoraba. Siempre fue un ejemplo. Lo echo muchísimo de menos.
ANNA.- ¿A tu padre que veneraba al Generalísimo Franco, Caudillo de España por la
Gracia de Dios?
LA MADRE.- No entiendo qué buscas. ¿Por qué maltratas así a una pobre anciana
indefensa? A mí, que solo deseo el bien para ti. Rezaré por ti.
ANNA.- Tu padre no es tu padre, vieja bruja.
LA MADRE.- ¿Qué dices?
ANNA.- ¿No te lo dijo?
LA MADRE.- ¿De qué hablas?
ANNA.- ¿No te dijo que tu padre en realidad no era tu padre? Sin embargo esa era su
intención cuando fue a verte hace diez días. Decía: voy a decírselo. Y peor para ella si
eso la mata. Eso es lo que decía.

47
LA MADRE.- No entiendo qué te he hecho ni qué intentas decirme.
ANNA.- Entonces ¿no te lo dijo? Pues bien, yo te lo diré.
LA MADRE.- ¡Déjame en paz! Estoy cansada.
ANNA.- Las monjas fascistas robaban hijos de republicanos en las maternidades. ¿Eso
te dice algo, María? Porque es así como te llamas, María, ¿no es cierto?
LA MADRE.- ¡Sí!
ANNA.- Los vendían a familias franquistas. ¡Como tu familia, María!
LA MADRE.- ¡Estás loca!
ANNA.- En absoluto. El mecanismo siempre era idéntico: le hacían creer a la madre
que su hijo había muerto poco después del parto y se lo confiaban a una familia de
acogida. Como la familia de tus padres, que nunca fueron tus padres.
LA MADRE.- ¡No blasfemes!
ANNA.- Tu padre, al que aún veneras, no era tu padre.
LA MADRE.- ¡Ya basta!
ANNA.- Tu madre tampoco fue nunca tu madre.
LA MADRE.- Vas a volverme loca con tus sandeces.
ANNA.- Tus padres verdaderos eran republicanos.
LA MADRE.- ¡Jesús, María y José, haced que se calle!
ANNA.- Y no te llamabas María cuando te arrancaron de los brazos de tus pobres
padres.
LA MADRE.- ¿Cómo puedes inventar semejantes mentiras? ¿Cómo puedes tener tanto
odio para venir a maltratar a esta pobre pecadora?
ANNA.- Te llamabas Dolores. Como ese dolor que legaste a tu hijo.
LA MADRE.- ¡Cállate! ¡A mí! ¡Socorro! ¡A mí, la Guardia Civil!
ANNA.- Te llamaron así en honor de Dolores Ibarruri Gómez. ¿Eso te dice algo?
LA MADRE.- ¡A mí! ¡La Guardia Civil!
ANNA.- Dolores Ibarruri: Pasionaria. ¿No te dice nada?
LA MADRE.- No sé nada de tu política. Soy una simple mujer. Rezo por la gente como
tú que confunde las almas de los pobres pecadores.
ANNA.- La heroína de la guerra civil. La comunista. La de la batalla del Ebro. La
diputada por Asturias. La roja. La sangre que corre por tus venas es roja, María Dolores.
LA MADRE.- ¡Basta!
ANNA.- Él no te lo dijo pero yo te lo digo. Quiero ver cómo tu mundo se derrumba ante
tus ojos que ya no ven el mundo de los demás desde hace tanto tiempo.

48
LA MADRE.- “Padre nuestro que estás en los cielos…”
ANNA.- Eso es, refúgiate en tu numerito de beata. No eres una santa, no, tu hijo es más
bondadoso que tú. Yo, en su lugar, no habría dudado en vengarme.
LA MADRE.- “Santificado sea tu nombre…”
ANNA.- Tus padres verdaderos murieron de pena, vieja loca.
LA MADRE.- “Venga a nosotros tu reino…”
ANNA.- Si viesen lo que los verdugos hicieron de ti, morirían de pena por segunda vez.
LA MADRE.- “Hágase tu voluntad…”
ANNA.- Él quería decírtelo.
LA MADRE.- “Así en la tierra como en el cielo…”
ANNA.- Pero se apiadó de ti.
LA MADRE.- “Danos hoy nuestro pan cotidiano…”
ANNA.- El detective le dijo que 130.000 niños les fueron arrancados a sus padres.
LA MADRE.- “Perdona a nuestros deudores… ”
ANNA.- Hay en la tierra 260.000 padres que no perdonarán nunca.
LA MADRE.- “Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores…”
ANNA.- Me avergüenza ser española.
LA MADRE.- “No nos dejes caer en la tentación…”
ANNA.- Ardía en deseos de decírtelo.
LA MADRE.- “Y líbranos del mal…”
ANNA.- Dice que ya no sufre más.
LA MADRE.- Amén.
Entra Alex.
ALEX.- ¡Basta! Desapareced!
ANNA.- ¡Alex!
ALEX.- ¡Marchaos!
LA MADRE.- Voy a rezar por ti.
ALEX.- Dejadme dormir. Ya está bien de pesadillas. Basta.
ANNA.- Se lo he dicho. Tú no quisiste, pero yo se lo he dicho.
LA MADRE.- Esta mujer está loca. Solo sale veneno por su boca.
ALEX.- ¡Fuera! ¡Largaos de aquí! ¡Las dos!
ANNA.- ¡Alex! ¡Despiértate!
LA MADRE.- ¡Viva la muerte!
ALEX.- ¡Cállate!

49
ANNA.-Viva la muerte, sí, si mueres.
ALEX.- ¡Fuera de mi cabeza! ¡Las dos! ¡Fuera!
ANNA.- ¡Alex!
ALEX.- ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera!
ANNA.- No me abandones. Sin ti no existo.
ALEX.- ¡Desapareced!
Anna se marcha.
LA MADRE.- Me voy. Pero si miras bien al lugar en el que ya no estaré, siempre
permanecerá algo de mí que se transformará en ti. Adiós.
Alex se marcha.

50
ESCENA 10

La Hermana será interpretada por la actriz que representa a Anna Paros. No mostrará
en ningún momento su rostro.

LA HERMANA.- ¿María?
LA MADRE.- ¿Sí?
LA HERMANA.- Es la hora de su lectura.
LA MADRE.- Ah, sí.
LA HERMANA.- Por fin hemos visto el nuevo refectorio. Nuestro huésped ha
trabajado muy bien. Es una muy feliz iniciativa la que tuvo usted, María.
LA MADRE.- Fue el Señor quien me dio la idea. Fue Él el que nos envió a este joven.
LA HERMANA.- Tiene usted razón, María. El Señor hace bien las cosas.
LA MADRE.- Los niños se pondrán muy tristes cuando se enteren de que nos ha
abandonado.
LA HERMANA.- Pero él no podía quedarse, ya se lo explicó usted, ¿verdad? No sería
conveniente que un hombre permaneciese más de lo razonable en nuestro convento.
LA MADRE.- Por supuesto, hermana. Pero como bien sabe usted los niños se
encariñan.
LA HERMANA.- También los hombres, María.
LA MADRE.- Sí…
LA HERMANA.- Bueno, ¿por dónde empezamos hoy?
LA MADRE.- ¿Perdón?
LA HERMANA.- ¡Su lectura!
LA MADRE.- Ah, sí. Estoy un poco distraída. Perdóneme, hermana.
LA HERMANA.- Nunca falta a su hora semanal de lectura. La estuve esperando en la
biblioteca. ¿Se siente usted mal?
LA MADRE.- No, no creo.
LA HERMANA.- He traído su archivador. Puedo leérselo en su celda. No me molesta.
LA MADRE.- Gracias hermana, con mucho gusto.
LA HERMANA.- Entonces, qué artículo le agradaría.
LA MADRE.- No sé. El que usted elija. Cualquiera estará bien.
LA HERMANA.- ¿El de la exposición de París? Quiero decir, ¿la última?
LA MADRE.- Sí, perfecto. Gracias hermana.

51
LA HERMANA.- “Esta tarde, en el Grand Palais, tendrá lugar la inauguración de la
exposición “Dédalos” del gran artista Alejandro. El pintor recibió ayer en los salones de
la calle de Valois la Orden de las Artes y las Letras, en su grado de Comendador, de
manos del Ministro de Cultura, ante un conjunto de selectas personalidades”.
¿María?
LA MADRE.- ¿Sí?
LA HERMANA.- Perdóneme, pero… hay una pregunta que me quema los labios.
LA MADRE.- Por favor, hermana.
LA HERMANA.- Es que no me atrevo. La curiosidad es un feo defecto.
LA MADRE.- No sea tímida. No tengo nada que ocultar que Dios no sepa.
LA HERMANA.- Es que…
LA MADRE.- Seguramente se estará preguntando por qué, desde hace diez años, una
vez a la semana le pido que me lea artículos sobre el pintor Alejandro.
LA HERMANA.- ¿Cómo lo sabe?
LA MADRE.- Pero, hermana, es algo pueril.
LA HERMANA.- Soy una ridícula.
LA MADRE.- En absoluto. Comprendo su pregunta. ¿Por qué demonios esta buena
María colecciona artículos sobre un pintor francés al que no conoce, cuando no tiene
estudios y no entiende nada de pintura y que, además, es ciega?
LA HERMANA.- No quería ser indiscreta.
LA MADRE.- No es ninguna indiscreción, se lo aseguro.
LA HERMANA.- Gracias, pero no está obligada a…
LA MADRE.- ¿Sabe una cosa, hermana? Antes de ser ciega, me gustaba mucho la
pintura. Porque, precisamente, no se necesita tener estudios para encontrar la belleza. A
una persona sencilla, como yo, aquello le parecía magnífico: todos esos colores, todas
esas formas. Y no me sentía idiota.
LA HERMANA.- Entiendo; es como mirar a los pájaros en los árboles, o como una
puesta de sol sobre el mar.
LA MADRE.- Sí. Y un día, cuando me leía usted el periódico, como cada semana,
después de las noticias, me leyó un artículo sobre ese pintor. Y sus cuadros parecían tan
bellos. Me hubiera gustado verlos. Qué tontería, ¿no?
LA HERMANA.- Seguro que no.
LA MADRE.- Eso es todo, hermana. Prefiero los artículos sobre pintura que las
noticias de nuestro triste mundo. ¡Señor, Señor, qué débiles y egoístas son los hombres!

52
Poco a poco se convirtió en mi pequeño ritual. Es como un folletín. Me distrae, nada
más.
LA HERMANA.- Ah, sí, un folletín, eso es.
LA MADRE.- ¿Seguimos?
LA HERMANA.- Claro, claro. Perdón.
LA MADRE.- Empiece desde el principio, ¿quiere?
LA HERMANA.- Por supuesto. “Esta tarde, en el Grand Palais, tendrá lugar la
inauguración de la exposición “Dédalos” del gran artista Alejandro. El pintor recibió
ayer en los salones de la calle de Valois la Orden de las Artes y las Letras, en su grado
de Comendador, de manos del Ministro de Cultura, ante un conjunto de selectas
personalidades. Reaparecía en público tras el escándalo que había acompañado su
última exposición celebrada en Londres en la Royal Academy. Recordemos que el
artista había irrumpido en la sala principal del Museo y destruyó una de sus telas que
representaba a su musa Anna Paros ante un público atónito. El pintor no había hecho
ninguna aparición pública desde el incidente y algunos periodistas le preguntaron si
Anna Paros estaría presente en el Grand Palais. Alejandro manifestó a la prensa que su
modelo, según su costumbre, había preferido permanecer al margen del evento. Corren
extraños rumores sobre la verdadera identidad de Anna Paros cuya vida privada se ha
visto tan protegida que nadie la ha visto nunca en compañía del pintor, ni incluso sola.
Hay quien cree reconocer en ella a la gran actriz Sofía del Toro, otros, por el contrario,
piensan que tras ese pseudónimo se oculta de hecho una prima carnal del artista, Isabela
Jiménez. Sea como sea, Alejandro sabe mantener el misterio sobre ese personaje que
otros, en fin, comparan ya la Gioconda del gran Da Vinci y que, al igual que su talento,
contribuyó a su leyenda”.
LA MADRE.- ¿Hermana?
LA HERMANA.- ¿Sí?
LA MADRE.- Estoy cansada. ¿No le molesta si lo dejamos por hoy?
LA HERMANA.- En absoluto. Espero no haberla importunado con mis preguntas
indiscretas.
LA MADRE.- Para nada. Gracias, hermana.
La hermana se levanta y sale.
LA MADRE (Hablando como si recordase.).- “Si consideramos que el artista es
percibido por la crítica como uno de los mejores pintores del siglo, la exposición
inaugurada esta tarde constituye, sin duda alguna, un acontecimiento mayor. “Dédalos”

53
consiste en una serie de cuadros que representan la espalda de Anna Paros. Alejandro
explica que ha querido mostrar, y cito: “el cuerpo pesado que pesa sobre sus pies. El
cuerpo pegado al suelo de donde procede. El cuerpo como un cohete que no ha
despegado”. Alejandro añade: “De espaldas hay soledad. Hay nacimiento y muerte. En
bruto. Sin movimiento. Hay verdad”. Si nadie hasta hoy ha podido ver las telas antes de
la inauguración, podemos apostar que esta nueva exposición batirá nuevos records de
afluencia. Se han vendido la casi totalidad de las entradas y se habla ya de prolongar la
exposición un mes. Añadamos que la agente del artista, Delphine Chauvin, asegura que
Dédalos será su última exposición. Dicha información provoca una auténtica
conmoción en el mercado del arte, puesto que nadie esperaba que el pintor, en lo más
alto de su gloria y con apenas cuarenta años, pusiese fin a su carrera. Delphine Chauvin
anuncia que, no obstante, el artista se dedicará a un último cuadro antes de retirarse
definitivamente. Alejandro indica que, al igual que las telas de su serie de espaldas, esta
nueva obra tendrá como título uno de sus sueños. Y el artista nos ha hecho esta
confidencia al final de la entrevista: “al final del sueño, la noche es bella”.

54
ESCENA 11

ANNA.- Entonces, ¿es así como me ves?


ALEX.- Sí.
ANNA.- ¿Me ves como a una monja? ¿A mí?
ALEX.- Eso es lo que eres.
ANNA.- ¿Yo?
ALEX.- Sí, tú, Anna Paros.
ANNA.- (Quitándose los hábitos.).- ¡Estás loco!
ALEX.- Cuando estás aquí, sí.
ANNA.- Un auténtico chiflado, como tu madre.
ALEX.- Y tú te pareces a ella.
ANNA.- ¿Qué yo me parezco a esa vieja beata?
ALEX.- La pinto a ella a través de ti.
ANNA.- Estás delirando, Alejandro. Regresemos a Francia lejos de esta loca.
ALEX.- No te detengas. Camina.
ANNA.- No.
ALEX.- Camina.
ANNA.- No.
ALEX.- Voy a matarte.
ANNA.- Está bien, camino. ¡Me das miedo!
ALEX.- Ahora lo veo, Anna.
ANNA.- ¿El qué?
ALEX.- Lo veo. Los puntos se juntan. Te desencajas, tu nombre se borra y yo me
escribo con lo que queda de ti. Lo conseguiré Anna. Terminaré este trabajo de una vez
por todas.
ANNA.- No terminarás nunca.
ALEX.- Camina.
ANNA.- Nunca.
ALEX.- Anoche tuve un sueño. Infinitamente más agradable que las pesadillas a las que
me habías acostumbrado.
ANNA.- ¿Ah, sí?
ALEX.- Sí.
ANNA.- Ningún sueño es más agradable que Anna Paros.

55
ALEX.- En el convento hay una niña de dos años. Se llama Milagros. Un día estaba
llorando y la cogí en brazos.
ANNA.- ¡Qué remilgado puedes llegar a ser!
ALEX.- Nunca sentí nada tan fuerte, Anna.
ANNA.- Te hundes, mi pobre amigo.
ALEX.- Es un sueño despierto, Anna. Lo que sentí es que yo mismo me cogía en
brazos.
ANNA.- ¿Y dices que yo estoy chiflada? ¡Tú estás loco de atar!
ALEX.- A esta pequeña le sienta bien su nombre, Anna. ¡Un auténtico milagro! Todos
los niños son un milagro y yo voy a matarte para recuperar un poco de mi inocencia.
LA MADRE.- ¡Milagro! ¡Milagro! ¡Aleluya!
ALEX.- Es mi último cuadro. Después, habrá otra cosa.
LA MADRE.- Después, está el paraíso para todos los hijos de Dios.
ALEX.- Prefiero arder en el infierno por toda la eternidad antes que ir al paraíso y
encontrarme allí contigo.
ANNA.- No puedes vivir sin mí. Soy tu droga, Alex, no lo olvides.
ALEX.- Precisamente. Camina.
ANNA.- Colmo tu vacío, mi amor.
ALEX.- Ya no soy tu amor.
ANNA.- Claro que lo eres.
ALEX.- Voy a matarte y eso está bien. Camina.
ANNA.- Sin mí no eres nadie.
ALEX.- Te estoy matando y tienes miedo.
ANNA.-¡Alex, basta! ¿Qué haces?
ALEX.- Termino mi obra; junto los puntos. Uno por uno.
ANNA.- ¿Me matas de verdad?
ALEX.- Y estoy tranquilo, Anna. Te mato y me siento ligero.
ANNA.- Basta, Alex. ¿Qué haces? No me siento bien.
LA MADRE.- Rezaré por ti, hijo mío.
ANNA.- Dígaselo, dígale que no puede. Dígaselo.
LA MADRE.- No temas. Irás al paraíso.
ANNA.- No quiero. Soy demasiado joven para morir. ¿Me oís? Soy demasiado joven
para morir.
LA MADRE.- Solo Dios decide el momento.

56
ANNA.- ¡Piedad!
LA MADRE.- ¡Viva la muerte!
ALEX.- Camina.
ANNA.- ¡Piedad!
LA MADRE (Quitándose su velo negro.).- ¡Vamos, Alex! ¡Mátala!
ALEX.- ¡Muere!
ANNA.- Siento que me vacío desde el interior. ¡Socorro! ¿Quién es usted?
ALEX.- ¿No la reconoces?
ANNA.- (Derrumbándose.) ¡Me muero!
ALEX.- Levántate y camina.
LA MADRE.- Hace como si no me reconociera.
ANNA.- No me dejes…
ALEX.- ¿No reconoces a La Pasionaria?
LA MADRE.- “¡Más vale morir de pie que vivir de rodillas!”
ALEX.- Camina.
ANNA (Se reincorpora y camina tambaleándose.) Alex, ¿qué haces?
ALEX.- Te mato, Anna.
ANNA.- Pero ¿por qué?
LA MADRE.- ¡Está bien, camina! “¡Más vale morir de pie que vivir de rodillas!”
ALEX.- Porque si finalmente mueres, yo podré vivir.
ANNA.- Pero yo no puedo morir puesto que no existo.
ALEX.- Existes en mi cabeza, entonces voy a matar mi arte.
ANNA.- Eres el más grande, Alejandro, no puedes hacer eso.
ALEX.- Prefiero ser pequeño sin ti que grande contigo. ¡Camina!
ANNA.- Alex, por caridad. Me has creado con tus manos, me has dado la vida, no
puedes quitármela así.
ALEX.- Sí.
ANNA.- Has hecho de mí la más bella.
ALEX.- Eres fea.
ANNA.- Si no lo haces por mí, hazlo por tu público. Consérvame para él. No puedes
abandonarlo así.
LA MADRE.- ¡Mátala!
ALEX.- Es lo que hago.
LA MADRE.- ¡Más rápido!

57
ANNA.- ¡Piedad!
LA MADRE.- ¡Acaba con ella!
ALEX.- Sí.
LA MADRE.- ¿La matas?
ALEX.- Sí.
LA MADRE.- ¡Dale el tiro de gracia!
ALEX.- Sí.
LA MADRE.- ¿Los puntos se unen?
ALEX.- Sí.
ANNA.- No.
ALEX.- Sí.
LA MADRE.- ¡Remátala!
ANNA.- ¡No!
ALEX.- Uno los puntos.
LA MADRE.- ¿Todos los puntos?
ALEX.- Sí.
ANNA.- No.
ALEX.- Todos los puntos, uno por uno.
LA MADRE.- ¿Qué ves, Alex?
ALEX.- Veo…
LA MADRE.- ¿Sí?
ANNA.- No.
ALEX.- Veo…
LA MADRE.- ¡Está muerta!
ALEX.- ¡Me veo!
LA MADRE.- ¡Viva la muerte!
Oscuro total.

58
ESCENA 12

La luz regresa progresivamente a la vez que se oye el canto de El ejército del Ebro cada
vez más fuerte.
Una tela en la que figuran puntos.
Detrás de la tela, en transparencia: Anna Paros.
Alex une los puntos con pintura de color rojo sangre, formándose letras como en los
juegos infantiles.
Anna Paros va desapareciendo a medida que se escriben las letras.
Al final vemos en la tela, NO PASARÁN (anagrama de Anna Paros.)
Alex se vuelve hacia el público y sonríe.
Oscuro.

59

También podría gustarte