La Chica de La Curva
La Chica de La Curva
La Chica de La Curva
Existen diferentes versiones, pero todas ellas tienen un denominador común: una
joven enfundada en un vestido blanco. Cuenta la leyenda que un padre de familia
volvía del trabajo a casa por la carretera de las Costas del Garraf. Era una noche
lluviosa, el frío empañaba el parabrisas y el cansancio empujaba sus párpados
hacia abajo. A medida que avanzaba por la carretera, las gotas golpeaban con
más violencia los cristales de su coche, que perdía estabilidad en el serpenteante
trazado del asfalto.
El hombre agudizó los sentidos y redujo la marcha. En ese mismo instante, los
faros del vehículo iluminaron la figura de una chica que, empapada por la lluvia,
esperaba inmóvil a que algún conductor se apiadara de ella y la llevara a su
destino. Sin dudarlo ni un momento, frenó en seco y la invitó a subir. Ella aceptó
de inmediato, y mientras se sentaba en el lugar del copiloto, el chofer se fijó en
su vestimenta. Llevaba un vestido blanco de algodón arrugado y manchado de
barro. Por su pelo enmarañado, parecía que llevaba un buen rato esperando.