Soteriologia - Actual
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Soteriologia - Actual
T–5
Soteriología
La Doctrina de la
Salvación
Objetivo de la Materia
Estudiar la Persona del Salvador en relación con las doctrinas de la Salvación: Gracia,
elección, predestinación, propiciación, perdón, salvación, redención, expiación,
justificación, santificación, glorificación.
El plan eterno –de eternidad a eternidad- de la salvación del hombre.
La salvación por gracia, por medio de la fe, y de acuerdo a la enseñanza inerrante de la
Palabra de Dios.
El proceso de la salvación personal y la obra de la Trinidad divina en el hombre.
Salvación pasada, presente y futura.
Implicancias prácticas de la vida de salvación en el creyente.
1
Bibliografía de la Materia
Doctrinas de la Gracia, Curso de Formac. Teológica Evangélica, F. Lacueva, CLIE.
Soteriología – Curso de Exégesis Bíblica y Bosq. para Predic., S. Pérez Millos, CLIE.
La Persona y la obra de Jesucristo, Curso de Form. Teol. Evang., F. Lacueva, CLIE.
La Persona y la Obra de Jesucristo, B. B. Warfield, CLIE.
El Hombre, su grandeza y su miseria, Curso de Form. Teol. Evang.,F. Lacueva, CLIE.
La Doctrina bíblica sobre la Cruz de Cristo – Tomos I y II, H. Alonso, CLIE.
Grandes Palabras del Evangelio, H. A. Ironside, CLIE.
La Redención consumada y aplicada, John Murray, CLIE.
Teología Sistemática –– Tomos I y II, L. S. Chafer, Publicaciones Españolas.
Las Grandes doctrinas de la Biblia, William Evans, CLIE.
Teología Básica, Ch. Ryrye, Unilit.
Síntesis de Doctrina Bíblica, Ch. Ryrie, Portavoz Evangélico.
Enciclopedia de Doctrinas Bíblicas, Herbert Lockyer, Logoi.
Teología concisa, J. I. Packer, Unilit.
Teología Sistemática, Tomos I y II, C. E. Hodge, CLIE.
Teología Sistemática, L. Berkhof, TELL.
Fundamentos de Teología básica, E. H. Bankroft, Portavoz Evangélico.
Teología Bíblica del Nuevo Testamento, Ch. Ryrie, Outreach Publications.
Seguridad absoluta, H. A. Ironside, CLIE.
La Aurora de la Redención del Mundo, E. Sauer, Portavoz Evangélico.
El Triunfo del Crucificado, E. Sauer, Portavoz Evangélico.
2
Contenido de la Materia
Estudio No. 1
EL OBJETO DE LA SALVACION: El hombre.
El hombre caído en sus pecados.
Pecaminosidad del pecado y sus consecuencias.
La necesidad de redención.
El propósito divino en la salvación del hombre.
Estudio No. 2
EL MEDIO DE LA SALVACIÓN: La Persona del Salvador.
La preexistencia de Cristo.
La deidad de Jesucristo.
Jesucristo: una Persona Teantrópica (Divino-humana).
La unión hipostática.
Los estados de Jesucristo.
Estado de encarnación, humillación y muerte.
Estado de resurrección, exaltación, retorno y reino.
La kénosis.
Los oficios de Jesucristo: Profeta, Sacerdote y Rey.
Alcance de muerte de Cristo.
Sustitución.
Por quiénes murió Cristo.
Los sufrimientos de Cristo: en su vida y en su muerte.
La muerte de Cristo tipificada en el Antiguo Testamento.
La victoria de la cruz.
Victoria sobre la muerte: su resurrección.
Victoria sobre Satanás.
Victoria sobre la ley y sus efectos.
Estudio No. 3
EL PLAN DE LA SALVACIÓN
Sistemas teológicos.
Decretos de Salvación.
Elección.
Predestinación.
Llamamiento divino.
La Gracia de Dios.
Estudio No. 4
LAS DOCTRINAS DE LA SALVACIÓN
Propiciación.
Expiación.
Redención.
Reconciliación.
Perdón y Remisión.
Regeneración.
Adopción.
Justificación.
Santificación.
Comunión.
Glorificación.
Estudio No. 5
EL PROCESO DE LA SALVACIÓN
La operación del Espíritu en la salvación.
Convicción.
Iluminación: la acción de la Palabra de Dios.
Condiciones para la salvación:
Arrepentimiento.
Fe - La fe y las obras.
Confesión.
3
Conversión.
Sello – Habitación - Bautismo – Llenura – Fruto.
Salvación pasada, presente y futura.
Estudio No. 6
LA SEGURIDAD DE LA SALVACIÓN
Preservación divina.
Perseverancia humana.
Seguridad eterna.
Conceptos Arminiano y Calvinista sobre la doctrina de la seguridad Comparación con doctrinas erróneas.
Estudio No. 7
LA CONSUMACIÓN DE LA SALVACIÓN
Bendiciones presentes de la salvación.
Bendiciones futuras de la salvación.
Estudio No. 8
LA VIDA DE SALVACIÓN
Vida de Cristo.
Vida del Espíritu Santo.
Vida abundante.
Vida eterna.
Vida de victoria.
Vida de comunión.
Vida de servicio.
4
Desarrollo de la Materia
Introducción
Dentro del cuadro completo de la Teología Sistemática, la Soteriología es uno de sus doctrinas fundamentales.
Aunque está relacionada con todos los temas de la Teología, lo está directamente con la Teología Propia, la Cristología, la
Neumatología, la Antropología y la Hamartiología.
Así que trata sobre la necesidad del hombre en su miseria espiritual como pecador perdido y condenado ante Dios, y la
provisión que Dios mismo en su eterna iniciativa hizo de un plan de redención en la Persona de su Hijo Jesucristo.
Como dice L. S. Chafer: “La salvación no es una obra del hombre para agradar a Dios, sino una obra de Dios en favor del
hombre. Depende completamente de la gracia divina, sin tener en consideración ningún mérito humano”.
La soteriología también explica las grandes doctrinas de la salvación relacionadas entre sí, como la elección, la expiación, la
propiciación, la reconciliación, la regeneración, la justificación, la adopción, la santificación, la glorificación, etc. Todas ellas,
basadas en términos bíblicos con un profundo contenido doctrinal, componen un cuadro completo del plan salvífico de Dios,
de eternidad a eternidad, y cuya proclamación se expresa en el mensaje del evangelio.
Pero, la soteriología también tiene vigencia práctica en la vida del hombre regenerado, pues trata de la doctrina de la
santificación, cuyo desarrollo tiene dos aspectos: uno posicional, y otro experimental. Todo creyente es posicionalmente
santificado, pero requiere de una santificación práctica que, por la acción del Espíritu Santo, va modelando su vida de
acuerdo al propósito divino para el cual ha sido salvo.
Finalmente, la obra de la salvación, que tiene un pasado en la redención aplicada a la conversión del pecador, que tiene un
presente vinculado con la tarea de santificación personal, culmina en el futuro con la glorificación del creyente en la presencia
del Padre.
Estudio No. 1
EL OBJETO DE LA SALVACION: El hombre.
No vamos a abundar en conceptos sobre la doctrina del pecado, pues es materia de la Hamartiología; solo algunos de ellos
que nos permitan presentar el cuadro que presenta la humanidad caída y necesitada de la salvación de Dios a través de la
obra del Calvario.
La universalidad del pecado. Significa que todos los miembros de la raza humana –salvo Uno- han sido, son y
serán pecadores por naturaleza y por práctica. Si hay algo que el hombre no puede es “no pecar”. Es claro que no
se transforma en pecador porque peca, sino que peca porque es pecador. La Biblia dice que todos están bajo
pecado (Ro. 3.9), es decir, bajo su influencia y su consecuencia, la condenación divina, siendo este estado el objeto
de las grandes ofertas de la gracia.
La culpabilidad del pecado. Es la condición de todo aquel que ha desobedecido a Dios conscientemente, y por lo
tanto se halla bajo Su condenación. La culpa y sus consecuencias son eternas. Dios cargó sobre Cristo nuestra
culpabilidad, la responsabilidad legal que nos correspondía y mediante Su muerte, somos libres de ella (2 Co. 5.21;
1 Pe. 3.18; Ro. 6.22-23).
5
La Biblia presenta la doctrina del pecado en profundidad. Generalmente se relaciona el pecado con el significado de “errar el
blanco”1, tanto en el Antiguo Testamento (Gn. 41.9; Dt. 9.18; Nm. 27.3; Jue. 20.16; Sal. 51.5 cf. Ro. 5.12), como en el Nuevo
Testamento (Ro. 3.9,20).
Pero el pecado encierra muchos otros conceptos, como transgresión, perversión, iniquidad, mal, maldad, error, delito,
impiedad, injusticia, desobediencia, incredulidad, etc. Por ejemplo, y entre otros, en el Salmo 32.1-2 aparecen cuatro términos
distintos: transgresión, pecado, iniquidad, engaño. En el Salmo 36.1-4: iniquidad, fraude (engaño), maldad, mal. En Sal.32.5,
el salmista habla de “la maldad de mi pecado”2.
Dice F. Lacueva: “Significa que el hombre ha perdido la radical orientación espiritual hacia Dios, por culpa de su
egocentrismo, de su autosuficiencia y de su carácter rebelde, y que no puede cambiar por sí mismo su carácter ni su
conducta, de modo que sea capaz de amar a Dios sobre todas las cosas y de cumplir su santa Ley. En este aspecto, no
puede realizar ni siquiera un solo acto que alcance el nivel moral prescrito por Dios”3.
El estado espiritual del hombre –de la humanidad, el mundo– es de esclavitud espiritual por causa del pecado (Ro. 6.17).
Está bajo el poder y control de Satanás (Is.14.17; 1 Jn. 5.19).
Es incapaz de lograr su salvación y de llegar a la altura moral que Dios demanda (Sl. 40.1-2). Es lo que en teología
se denomina la inhabilidad humana.
Solamente puede ser libertado por Alguien que tenga capacidad moral y poder para hacerlo: y este es solo uno, el
Hombre Jesucristo.
Podemos notar la progresión de ruina moral y espiritual en la que está sumido en pasajes como Ro. 5.6-10: “débiles…
impíos… pecadores… enemigos”. También en Gn. 4.7; Is. 59.2; Mr. 7.15,20-23; Ro. 1.18-32; Ti. 3.3; 1 Co. 6.9-11; Gá. 5.19-
21).
1
En Hebreo: jet; en Griego: hamartía o jamartía.
2
Comparar en Levítico 13.12-13,21-22 con las características de la lepra, o las enfermedades infecciosas. La infección era
“más profunda que la piel”, pero podía “extenderse por la piel, desde la cabeza a los pies”. Así es el principio pecaminoso
que habita en nuestra carne (Ro. 7.20-24) y llega a afectar todo el ser (Is. 1-6).
3
El Hombre, su Grandeza y su Miseria – Curso de Formación Teológica Evangélica, CLIE, pág. 176.
6
La pregunta de Job 9.2 es propicia: “¿Cómo se justificará el hombre con Dios?”.
Y agrega en 33.23: “Si tuviese cerca de él algún elocuente mediador muy escogido, que anuncie al hombre su deber, que le
diga que Dios tuvo de él misericordia, que lo libró de descender al sepulcro, que halló redención”.
El hombre es incapaz de alcanzar la salvación (Ro. 6.23, destituidos: no alcanzan, están privados de ella; cf. 2 Ts. 2.14). Por
lo tanto, necesita de un mediador.
Esa iniciativa fue tomada por Dios mismo (Gá. 4.4-5), quien proveyó un mediador 4 entre “Dios y los hombres, Jesucristo,
hombre” (1 Ti. 2.5). Pero este Mediador debía poseer la naturaleza y atributos de Aquel ante quien El actúa y que asimismo
participara de la naturaleza de aquellos a favor de los que El actúa, excepto, claro, el pecado (Hb. 7.26).
Dice L. S. Chafer 5: “… el pecado ha causado una tragedia infinita tanto en el cielo como en la tierra. Pero es más aún: El
pecado fue el que causó el más grande sacrificio divino, pues había la necesidad de pagar un rescate que no podía ser
menos que la sangre del Hijo de Dios”.
“La salvación del hombre descansa en el decreto divino que se estableció antes de la creación (2 Ti. 1:9). El designio
eterno estableció quien realizaría la obra de salvación (1 P. 1:18-20). La Biblia enseña enfáticamente que “la salvación es de
Dios” (Sal. 3:8; Jon. 2:9)…. La palabra clave aquí es propósito6, la salvación es el resultado del propósito de Dios establecido
antes de la creación y, por tanto, antes de la caída. La decisión salvífica es anterior y está más allá de la historia. En el
segundo escrito a Timoteo -citado antes- hace referencia a la salvación como resultado del propio y libre decreto de Dios en
su gracia. Aquí aparece vinculado con el llamado divino, por tanto, se tata siempre de la libre y primordial decisión salvífica de
Dios. De otro modo, el propósito de Dios es para salvación de aquellos a quienes llama. Dios no llama a aquellos que Él sabe
que van a responder a Su llamado, no salva a aquellos que Él sabe que aceptarán por la fe a Cristo en el decurso de la
historia, Dios llama para que respondan al llamado (1 Pe. 1:2)”.
“El propósito de Dios implica que Su llamamiento sea algo más que una simple invitación para perdón de pecados, es un
llamamiento para ser santos, como pueblo separado para Él (1 Co. 1:24). Los que son llamados siguen en el mundo pero no
son de él. Los llamados por Dios disciernen, en razón de la obra del Espíritu, cual es su situación, siendo dotados de fe
salvífica e impulsados a clamar al Salvador depositando en Él su fe, de manera que mientras que “Cristo crucificado, es para
los judíos ciertamente tropezadero y para los gentiles locura,.. para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de
Dios, y sabiduría de Dios” (1 Co. 1:22-23). ¿Quién hace esa diferencia? La operación poderosa de Dios conforme a su
propósito”.
“Es necesario entender bien que el hombre no se salva por saberse perdido, se salva cuando se siente perdido; este
sentimiento en la intimidad del alma es una operación que el Espíritu produce para quienes son llamados. El propósito de
Dios subordina todo para el fin que él mismo se propone (Ro. 9:11). La economía de la salvación no tiene lugar cuando el
hombre pecó, ni tampoco porque iba a hacerlo, sino que nace del propósito soberano de quien determina, por propia voluntad
salvar al hombre que iba a ser creado. Como alguien dijo, mucho antes de que el Creador dijese “sea la luz”, dijo “sea la
Cruz”. El propósito de Dios es el de un llamamiento santo que salva a los que son llamados con este propósito (2 Ti. 1:9)”.
“Esto siempre sin renunciar a la responsabilidad del hombre. Para dejar por ahora esta consideración -que volverá a
tratarse más adelante- es necesario recordar las dos grandes líneas que aparecen en el Nuevo Testamento tocantes a la
salvación: Por un lado está la potencialidad de la gracia, capaz de salvar al más perdido de los hombres, que llama a todos a
la fe, lo que teológicamente suele llamarse la libre gracia (Jn. 3:16); por otro está en de la elección para salvación en la que
está involucrado el llamado de Dios determinada ya desde antes de la constitución del mundo (Ef. 1:4)”.
“No procuremos reconciliar nosotros estas dos verdades por medios humanos, hacerlo supondrá forzar una a favor de la
otra; reconozcamos nuestra limitación en esto y aceptemos las verdades bíblicas en un acto de fe, reconociendo que las dos
son dos verdades reveladas, teniendo en cuenta que la Biblia está dirigida a la fe del creyente y no a la lógica del hombre”.
4
Gr. mesites: “uno que va entre”. 1. Uno que media entre dos partes con vistas a conseguir paz, 1 Ti. 2.5; 2. Uno que actúa
como garante a fin de conseguir algo que de otra manera no podría ser obtenido, Hb. 8.6; 9.15; 12.24.
5
Teología Sistemática – T. I, Publicaciones Españolas, pág. 649.
6
Griego: prózesis.
7
John Stott – Guarda el Buen Depósito – Ed. Hebrón – pág. 42
7
“El alcance del propósito de la gracia de Dios es realmente majestuoso, siendo trazado por Pablo desde la eternidad pasada
a través de un desarrollo histórico en Cristo Jesús y en el cristiano y proyectándose a un destino final con Cristo y como
Cristo, en una inmortalidad futura”.
Estudio No. 2
EL MEDIO DE LA SALVACIÓN: La Persona del Salvador.
Introducción.
El estudio de la Persona de Jesucristo, el Salvador, es tema de la Cristología. De modo que este estudio solo comprenderá
en forma sintética algunos puntos de esta materia de la Teología Sistemática, la Cristología, relacionados directamente con la
doctrina de la Salvación.
Antes de su encarnación, la Segunda Persona de la Trinidad se manifestó entre los hombres (Miq. 5.2; cp. Hab. 1.12):
– en forma angélica, como “el ángel del Señor” (Gn. 22:1,11,12; Jue. 13.3,22).
– en apariencia humana (Gn. 18.1-2, 33).
Dice F. Lacueva8: “El Nuevo Testamento nos presenta claramente la unicidad de persona en Jesucristo, así como la clara
distinción de sus dos naturalezas, divina y humana. Cuando decimos que Jesús es Dios y hombre (o Dios-hombre, para ser
más exactos), no queremos decir que el Verbo de Dios se uniera a una persona humana, sino que posee una naturaleza
humana íntegra y perfecta, la cual existió y subsistió, desde el primer momento de su concepción en la persona única del Hijo
de Dios. Es decir, Jesús no es un hombre que llegó a ser Dios, sino un Dios que llegó a ser hombre (Jn. 1.14) sin dejar nunca
de ser Dios”.
8
Curso de Formación Teológica Evangélica – Tomo IV – La Persona y Obra de Jesucristo, CLIE, pg.106.
8
Jesucristo no es dos personas, sino una sola Persona con dos naturalezas: la divina y la humana. Perfecto Dios y
perfecto hombre. Por ello su Persona es llamada Teantrópica (de Theo, Dios y ántropos, hombre); o también, Teándrica (de
Theo, Dios y andras o anér, hombre varón).
A esa unión de ambas naturalezas unidas en la Persona pre-existente, se le denomina: unión hipostática (1 Jn. 4.2; 1 Ti.
3.16). ¿Para qué fue necesaria esa Persona única e irrepetible? La expiación por el pecado y la propiciación para con Dios
exigía una dualidad de naturalezas, de modo que una Persona perfectamente humana fuera nuestro representante y
sustituto, nuestro “pontífice” (puente; 1 Ti. 2.5; Hb. 7.26 (gr.archiereus, trad. en RV como “pontífice”) y perfectamente divina
para que pudiera realizar una obra solo posible para Dios.
La encarnación es el hecho de haberse “hecho semejante a los hombres”, de Filipenses 2.7. Para ello dice la Palabra en este
versículo que “se despojó a sí mismo”. En la teología es lo que se denomina la kénosis, o vaciamiento, o anonadamiento (“se
despojó”: gr. ekénosen). Ahora bien, ese vaciamiento no quiere decir que él haya renunciado a alguno de sus atributos
divinos. Significa que tomó sobre Sí las limitaciones de la naturaleza humana. Por ello debió velar su gloria pre-existente (Jn.
17.5). No “dejó su gloria”, sino que debió velar su gloria. Alguna vez dejó entrever algo de ella (Lc. 9.32), aunque su vida
permitía a aquellos que estaban con él decir: “vimos su gloria” (Jn. 1.14).
Cuando Filipenses 2 dice: “siendo”, o mejor, “existiendo en forma de Dios”, se refiere, no a un accidente externo, sino a su
condición esencial, aunque manifestada en una real apariencia de majestad. Era realmente Dios. Pero dice que “estando en
la condición de hombre” (lit. “hallado en su porte exterior (gr. sjémati) como hombre”), no como una condición esencial, sino
como la naturaleza que tomó en su encarnación.
Por lo tanto, cuando dice que “se humilló a sí mismo”, se refiere a haber tomado la humanidad con sus limitaciones, pero
además, la “forma de siervo”, o esclavo ( gr. doulos), por haber “nacido bajo la ley” 9(Gá. 4.4; cp. Jn. 13.4 y Hb.10.5, como ref.
del Sal. 40.6 y Ex. 21.5-6) y por haber cargado con la culpabilidad de los hombres para morir por ellos “ como un cordero
llevado al matadero” (Is. 53.7), “gustando la muerte por todos” (Hb. 2.9).
Y todo ello sin afectar en nada su naturaleza divina.
El profeta es aquel que transmite un mensaje directo de Dios a los hombres. Dios levantó profetas a través de la historia de
Israel (Heb.1.1), pero aquella antigua promesa de Dt.18.15, aunque cumplida parcialmente en hombres fieles, tuvo su
cumplimiento cabal en la persona de Cristo (Heb.1.2; Jn.1.17; Mt.13.57). En su estado actual de exaltación, Cristo, la Palabra
de Dios, es recibida por los suyos a través del ministerio del Espíritu Santo (Jn.16.13-15).
El sacerdote es aquel que representa a los hombres ante Dios. Hubo una familia sacerdotal en Israel, de la cual Dios levantó
sacerdotes a “débiles hombres” (Heb.7.28). Pero Cristo no perteneció a esa tribu, a ese linaje. El es sacerdote “según el
orden de Melquisedec” (Heb.5.1-10). Ese ministerio continúa aún en su vida de resurrección a favor de Su pueblo, la Iglesia,
como Salvador, Mediador y Abogado (Heb.7.25-28; 8.1-6; Ap.2.1).
Los oficios de profeta y sacerdote son complementarios, pues ambos constituyen una intermediación entre Dios y los
hombres. Por otra parte, el término hebreo para “sacerdote” (kohen), que contiene ese concepto de intercesión proviene de
una raíz (khn) que tiene su origen en una antigua voz caldea que se traduce como profeta.
El rey ejerció el gobierno sobre el pueblo cuando Israel, para ser semejante a las naciones que le rodeaban, eligió esa forma
de gobierno en lugar de la Teocracia, es decir, el gobierno de Dios a través de los hombres –patriarcas, caudillos y jueces-.
Cristo fue anunciado como rey proféticamente (Isa.9.6-7; Lc.1.31-33). Anunció su reino (Mr.1.14-15: Jn.18.36); luego fue
9
El sometimiento de Cristo a la Ley y a la voluntad del Padre, es llamada la tapéinosis (abatimiento, humillación)
9
rechazado (Lc.17.20-25; Mt.13.1; Jn.1.12; 19.14-15, 21). Pero Su reino se cumplirá (Dn.2.44; 7.14; Hch.1.7-8; 2.30-36;
Ap.11.15; 12.10; 19.11-16).
La muerte de Jesucristo fue una muerte única, vicaria –sustitutiva- y eficaz. No había otro medio para realizar la redención
que un Redentor ocupara el lugar del deudor ante la justicia divina. Cristo fue solidario con el hombre (Heb.2.11-17) en su
responsabilidad, no en su culpabilidad. El no fue culpable, porque fue “sin pecado” (2Co.5.21). Pero asumió la
responsabilidad de nuestras culpas, pagando por ellas con su sangre en el madero de la cruz, siendo “hecho por nosotros
maldición”, (Gál.3.13), y muriendo en nuestro lugar y a nuestro favor.
La cruz fue un “lugar de transferencia”. M.Lutero dijo: “Tú eres mi justicia y yo, tu pecado; has tomado lo que no era tuyo, y
me has dado lo que no era mío”. Ireneo dijo: “El vino a ser lo que nosotros éramos, para que pudiera hacer de nosotros lo
que El es”.
La cuestión de por quiénes murió Cristo, es una vieja cuestión que probablemente no tendrá consenso general, pero sobre la
cual expondremos nuestra convicción. Para algunos –calvinistas extremos, o hiper-calvinistas- Cristo solo murió por los
escogidos, lo que se denomina teológicamente la redención limitada10. Para otros, el resto del pensamiento evangélico, aún
los mismos calvinistas, pero moderados11, sostienen que, como dice 2Cor.5.14,15 y 1Ti.2.6, Cristo murió por todos, o sea
una redención universal o ilimitada.
Podemos decir que Cristo murió potencialmente, virtualmente, por todos los hombres. La gracia de Dios ha hecho provisión
suficiente a través de la muerte de Cristo para la salvación de todos los hombres (1Jn.2.2). Pero solo esa muerte se hace
efectiva en aquellos –y solo aquellos- que creen (1Ti.4.10). La salvación es para todo aquel… (Jn.3.14-17, “el mundo”- la
humanidad toda-), pero solo aplicable al que cree. Dios provee salvación para todos los hombres, a fin de que los elegidos
puedan ser salvos.
La invitación de parte de Dios es “de buena fe” (bona fide) para todos (Jn. 7.37; Hch.17.30; Ap.22.17), pero lo cierto es que
muchos son llamados y pocos escogidos (Mat.20.16; 22.14). Si la muerte de Cristo fuera solo limitada a los escogidos,
entonces, el mensaje del Evangelio “a toda criatura” sería un absurdo, pero, además supone un decreto de reprobación divina
para todos aquellos que no creen en el Evangelio. Esto no tiene asiento en las Escrituras. La Biblia habla de predestinados
para creer (Ro.8.30), pero no de “predestinados para no creer”.
En Mateo 26.28 leemos en palabras del Señor: “…esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para
remisión de los pecados”. El término muchos, no es exclusivo sino inclusivo. En el antiguo pacto la sangre era derramada por
pocos, pero en el nuevo, por muchos, por todos (1Jn.2.2). Aunque es efectiva solo para aquellos que creen.
10
Entre ellos, por ser conocidos y ampliamente consultados, Hendriksen, Berkhof, es decir, especialmente los comentaristas
Reformados. También sostenida por J.I.Packer – Ver su Teología Concisa – Unilit – pg.147
11
Aun dentro de los calvinistas moderados, existen los que son “redencionistas limitados”. Ver Chafer-Teol.Sist.T.I,pg.1000.
10
sufrimientos morales –vergüenza, vituperio, burla, provocación, etc. que son indecibles (Sal.22.6-13; 16-18; 69.19-
21). Pero, fundamentalmente a los
sufrimientos espirituales, que significaron el haber sido “hecho pecado”, “maldición” y especialmente haber sido
esta la causa de una temporaria pero efectiva separación de la comunión con Dios, mientras la obra de expiación se
realizaba (Mt.27.46). En tal caso, los primeros sufrimientos –físicos y morales- fueron infligidos por los hombres, pero
los últimos por Dios mismo. Y como dice la Escritura: Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo (Heb.10.31);
de ese Dios que es fuego consumidor (Heb.12.29). Comparar con Jon. 2.2-6; Sal.22.1-2; 69.1-3.
Algunos tipos:
El arca de Noé (Gn.6.14-8.19). El término brea proviene de la misma raíz hebrea que para expiación. El arca libró de
la ira de Dios.
El Tabernáculo (Ex.25.1-40.38)
La peña golpeada (Ex.17.5-7; Nm.20.7-13).
Victoria sobre la muerte: su resurrección. “La importancia de la victoria de Cristo sobre la muerte –dice H.
Lockyer12- jamás recibirá el énfasis debido. Cierto teólogo dijo: “El cristianismo es una religión de milagros, y el
milagro de la resurrección de Cristo es el centro vivo y objetivo de la fe cristiana”. La doctrina de la resurrección es
de valor primario, porque de ella dependen todas las doctrinas de la gracia (1Co.15.14, 17)”.
Cristo venció la muerte (Ef.4.7-10; Ap.1.18), y nos ha hecho partícipes de su victoria (1Co.15.55-57; 2Ti.2.11). Es un
enemigo vencido para siempre (1Co.15.26; Ap.20.14; 21.4).
Victoria sobre Satanás. Satanás procuró impedir que Cristo fuera a la cruz, pero no pudo. Cristo venció a Satanás
y a sus huestes, triunfando sobre ellos en la cruz (Col. 2.15; Heb.2.14; 1Jn.3.8; Ap.20.10).
¡Triunfó, triunfó!
¡Aleluya, El triunfó!
12
Enciclopedia de Doctrinas Bíblicas – Ed. Logoi – pg. 84
11
Eduardo Cartea Millos
Lección No. 3
EL PLAN DE LA SALVACIÓN
La Gracia de Dios
Sistemas teológicos
Decretos de Salvación
Elección
Predestinación
Llamamiento divino
3.1. La Gracia de Dios. El plan de la salvación tiene su origen en Dios (Sal.3.8; Jon.2.9); es efectuado por la obra de
Jesucristo (Gál.4.4) y aplicado a la vida por el Espíritu Santo (Jn.15.26; 16.7-11; Heb.6.4), efectuando en el creyente la obra
de la regeneración (Jn.3.3), de la justificación (Ef.2.8), de la santificación (Ro.8.4,9,13) y de la glorificación (Ef.1.13; 4.30).
Este plan se asienta en la gracia de Dios, aquella iniciativa divina que da al hombre lo que el hombre no merece, inclinándose
para buscar al hombre en su miseria y hacerle partícipe de su vida y de la misma naturaleza divina (Ro.3.24; Ef.4.7-10;
Jn.3.16; 2Pe.1-4).
El concepto de gracia en el Nuevo Testamento, es, pues, el favor, la actitud favorable, soberanamente libre, totalmente
gratuita de Dios hacia los hombres. Dice F. Lacueva: “…podemos definir concisamente la gracia como todo don inmerecido
de Dios a los hombres, y más en concreto, el don inefable de Dios, en Jesucristo, a los pecadores”. Véanse Lc.2.52;
Hch.2.47; Ro.5.15, 17,20; 11.6; 1Co.15.10; 2Ti.2.1; Ti.2.11”13.
3.2. Sistemas Teológicos acerca de la Gracia. Se refieren a aquellos sistemas que se han formulado para explicar, en
cuanto a la salvación, la relación entre la acción de la gracia de Dios y la de la iniciativa humana expresada en obras.
Romanismo. Agustín fue, sin duda, una mente iluminada y defendió con
absoluta claridad la acción de la gracia irresistible y la predestinación divina y soberana de Dios. Pero, a pesar de que Agustín
pertenecía a la iglesia Romana, la doctrina que esta sostiene difiere diametralmente a la Agustina, aunque no a la de sus
seguidores. En todas ellas prevalece el valor del libre albedrío humano.
Una diferencia notable existe entre la posición de Lutero y la de Calvino. Para el primero, enfatizando en la fe, el creyente
puede perder la fe, por lo tanto, perder su salvación. Para Calvino, subrayando la acción de la gracia, sostuvo que el creyente
no puede perder su salvación pues está basada en la gracia de Dios.
13
Doctrinas de la Gracia – Curso de Formación Teológica Evangélica – CLIE – pg. 39.
12
o El Espíritu Santo provee a todos los hombres la gracia para que puedan cooperar en su salvación personal.
Usando esta gracia común o suficiente, se recibe la gracia eficaz.
o El arminianismo sostiene que la elección divina se basa en la presciencia –o conocimiento previo
(“previsión”) por parte de Dios- de la aceptación y perseverancia, o no, del hombre. El afirmó que “Dios
decretó salvar a algunos y condenar a ciertas y determinadas personas”14.
o J. Wesley (1703-1791) sostuvo un arminianismo moderado, creyendo que el pecado sí es heredado por los
hombres, que estos no pueden cooperar con la gracia de Dios, pero que en virtud de la obra de Cristo, que
ha provisto una expiación general, la gracia les permite aceptar o rechazar el mensaje de la salvación.
Persiste el concepto de la perseverancia necesaria para mantener la salvación.
El Calvinismo, en comparación con el “calvinismo moderado”, se suele resumir en los siguientes “5 puntos”:
1. Total depravación del hombre por su caída original (Inhabilidad total).
2. Elección eterna e incondicional de los que han de ser salvos.
3. Redención limitada: Cristo murió sólo por los que han de ser salvos.
4. Llamamiento eficaz a la salvación (Gracia eficaz).
5. Perseverancia final de los elegidos debida a la preservación divina.
Los Calvinistas moderados, son también llamados “de cuatro puntos” o Amyraldianos, por Moisés Amyraldo –1596-1664-,
al contrario de los
Hipercalvinistas o “calvinistas de cinco puntos”, no sostienen el punto de la
“Redención limitada”.
Dice un autor cristiano15: El término intenta reunir bajo esa designación lo que la Palabra expresa por otras designaciones.
El término debe ser considerado esencialmente en singular, puesto que Dios no tiene más que un plan.
El desarrollo de cada una de las particularidades del “plan eterno de Dios” se expresan bajo el término de
“Decretos Divinos”.
Es libre.
No hay condicionante alguno para la determinación y ejecución del decreto divino, ya que nada había cuando
surgió en la mente de Dios, salvo Él mismo.
La verdad expresada (Is. 40:13-14).
La libertad divina está condicionada siempre a la armonía de Sus perfecciones
Es sabio.
El decreto es el resultado de la expresión de Su sabiduría infinita.
Todo cuando se produce y cuanto Dios hace, se ejecuta en relación con una razón digna de Dios para
producirse.
Todo cuanto comprende el decreto está íntimamente vinculado con la infinita sabiduría de Dios (Sal. 76:10; Ro.
11:33).
Es incondicional.
14
The Works of James Arminius – trad. al ingles por J.Nichols.
15
S. Pérez Millos – Soteriología – Curso de Exégesis Bíblica y Bosquejos para Predicadores - CLIE
13
Su ejecución no se condiciona a circunstancias que lo determinan, sino que las supera e incluye a todas ellas.
El hombre no puede limitar ni resistir al propósito de Dios.
La aparente resistencia victoriosa del hombre a los deseos de Dios, es sólo la permisión divina para que tal
hecho se produzca.
Dios tiene poder sobre cualquier voluntad para hacer que Su voluntad se cumpla sobre todas las cosas (Is.
46:10).
Todo cuanto ocurre se produce en razón del cumplimiento de quien hace todas las cosas conforme al designio
de Su voluntad (Ef. 1:11).
Decreto de creación del hombre. Por el que Dios establece la aparición del ser humano, conforme a Su
propósito y voluntad.
Decreto permisivo de caída. Por el que Dios “permite”, aunque no determina, la caída del hombre en el
pecado.
Decreto de provisión de salvación para todos los hombres. En el que se establece el modo, tiempo y
Persona que efectuaría la salvación de los pecadores (Gá. 4:4).
Decreto de aplicar la salvación a los hombres. Dios establece el modo como el hombre será salvo (Ef. 2:8-9).
Decreto de elección. Dios escoge a los pecadores para salvación (Ef. 1:4).
A raíz de esta enunciación surgen varias escuelas de interpretación: la supralapsaria, la infralapsaria , la sublapsaria. Por
lapsario (lapso: caída) se entiende alguien que cree en la doctrina de que el hombre es un ser caído.
Los supralapsarios (supra: por encima de) –también denominados ultra o hiper-calvinistas- y que componen la línea más
dura, interpretan que el decreto que ocupa el primer lugar en el orden de ellos es el de la elección de unos y reprobación de
otros y es anterior a su creación y a su caída.
Los infralapsarios (infra: después) –o, calvinistas moderados, o “de cuatro puntos”- (redencionistas ilimitados) sostienen que
se debe interpretar que Dios escogió a algunos y dejó a otros en su estado de reprobados, y esto, posterior a la caída; o
dicho de otro modo, Dios considera la elección como un acto de interponerse para salvar una parte de esta raza caída.
Los sublapsarios (sub: debajo de) –también calvinistas moderados- (redencionistas limitados) difieren algo de los
infralapsarios. Mientras que estos últimos colocan el decreto de proveer la salvación antes del decreto de elección, los
primeros colocan el decreto de elección detrás del decreto de permitir la caída y antes del de proveer la salvación. De este
modo, el orden infralapsario permite pensar que Cristo realizó una redención ilimitada, mientras que el orden sublapsario
supone una redención limitada.
3. Permisión de Caída 3. Provisión de Salvación a todos 3. Elección a los que creen y dejar
16
Este esquema surge de la Teología Sistemática de L.S. Chafer (a). Existe una variación en la Teología Básica de
Ch.C. Ryrie (b) y en el libro Doctrinas de la Gracia de F.Lacueva (c) respecto de el esquema de Chafer. La diferencia
consiste en que en estos dos últimos, el orden Infralapsariano es el Sublapsariano según Chafer, y viceversa.
(a)- Teología Sistemática – Tomo I – Ed. Public.Españolas - pgs. 994-998
(b) - Teol.Básica – CLIE – pg.363
(c) - Doctrinas de la Gracia – Curso de Formación Teológica Evangélica – To.V – CLIE – Pág. 50 y 51
14
los hombres en justa condenación a los incréd.
4. Provisión de Salvación a 4. Elección a los que creen y dejar 4. Provisión de Salvación a
Elegidos en justa condenación a los incréd. los elegidos
5. Aplicación de Salvación a 5. Aplicación de Salvación a 5. Aplicación de Salvación a
Elegidos los que creen aquellos que creen
Dice Lacueva refiriéndose en el párrafo citado al esquema mostrado arriba como “Orden Infralapsariano”: “Personalmente
opino que éste es el sistema más acorde con la Palabra de Dios, tomada en su conjunto”.
Es interesante, de todos modos, observar el comentario de Ryrie, en el párrafo citado al pie (ref.No.16), referido a ambas
posiciones de Calvinistas moderados: “Algunos teólogos no reconocen la distinción entre infra y sub, y yo tengo que decir que
ninguno de estos esquemas en realidad confirman nada. La cuestión que se discute concierne al alcance de la expiación17 y
no será resuelta ni aun aclarada mucho por determinar el supuesto orden de los decretos”.
3.4. Elección (gr. eklégo). La elección “es el acto eterno de Dios por el cual,
en su soberana benevolencia y sin atender a ningún mérito previsto que ellos hubieren de hacer, escoge algunos de entre el
número de los pecadores, para que lleguen a ser recipiendarios de la especial gracia de Su Espíritu y, por ende, a ser hechos
partícipes voluntarios de la salvación obtenida por Jesucristo”18.
Hay distintas maneras de interpretar este acto divino, pero, por lo resumido de este manual, solo haremos referencia a dos de
ellas:
1. La elección basada en la previsión divina. Por este punto de vista, Dios elige en base a su conocimiento previo
de la fe humana puesta en la obra de salvación en Cristo. Dice H. C. Thiessen 19: “Por la elección entendemos ese
hecho soberano de Dios por el cual, por gracia, El escogió en Cristo Jesús para la salvación a atodos aquellos que
sabía de antemano que le iban a aceptar a El”. Como bien dice Ryrie, “una gran mayoría de los evangélicos
consciente o inconscientemente mantienen este concepto de la elección. Dios miró por el corredor del tiempo y en
Su preconocimiento vio quiénes aceptarían a Cristo y entonces los eligió para la salvación. Esto hace del
preconocimiento previsión sin ninguna acción electiva pretemporal de parte de Dios”. Y, agregamos, pone el énfasis
en la decisión de fe de parte del hombre y no en la soberana gracia electiva de Dios.
2. La eterna elección divina de cada creyente. De acuerdo a este criterio, la elección es, al decir de Berkhof –
definición muy semejante a la expresada arriba asignada a Strong – ver nota al pie No. 16-, “aquel acto eterno de
Dios por el cual, en su soberano beneplácito, y sin tomar en cuenta ningún mérito visto de antemano en ellos, elige
cierto número de hombres para hacerlos recipientes de gracia especial y de eterna salvación”20.
Por supuesto que no es sencillo compaginar dos conceptos que, a primera vista parecen antagónicos, pero que, en realidad
actúan paralelamente: la soberanía divina y la decisión humana. Dice Ryrie: “Ninguna mente humana jamás armonizará
la soberanía y el libre albedrío, pero no se resolverá nada con descartar o minimizar el uno o el otro en busca de una
supuesta armonía”21. La salvación siempre es consecuencia de la elección divina (Hch.13.48 “ordenados para vida eterna”:
“puestos en la senda que conduce a la vida eterna”; 2Ts.2.13). La perdición es siempre responsabilidad del individuo.
Así pues, elegir no significa predecir, es decir tener un mero conocimiento previo de lo que el hombre habría de hacer (“fe
prevista”). Eso pertenece a la omnisciencia de Dios, no al pre-conocimiento de Dios. Es un acto de la gracia soberana
de Dios que tiene su origen en la eternidad (Ef. 1:4-5; Ro.8.28-29; 1Co.1.27-28). El preconocimiento (gr. proginósko) de Dios
es de carácter afectivo, entrañable – Amós 3.2.
17
Negrita, nuestra
18
A. H. Strong – Systematic Theology, pg. 779
19
Introductory Lectures in Systematic Theology – G. Rapids Eerdmans, 1959, p.344 – Citado por Ch.Ryrie en su Teología
Básica, CLIE, pg. 353.
20
L. Berkhof – Teología Sistemática – TELL – pg. 134
21
Op.cit. pg. 354
15
Notar en 8.28 “a los que” (gr, tois). Se trata de personas, no de acciones de personas. Las personas y no la fe de esas
personas son preconocidas. Dios elige a personas “muertas” (Ef.2.1), sin posibilidad de escoger el ser salvas.
3.5. Predestinación (gr.proorizó). Significa planear un destino, fijar un objetivo de antemano para aquellos que han sido
escogidos. Rom.8.29: A los que antes (de antemano) conoció (escogió), también los predestinó (les marcó un destino u
objetivo determinado) para fuesen hechos conformes a la imagen de Su Hijo (este es el destino u objetivo).
Las Escrituras presentan al menos 3 objetivos en esta acción de Dios de predestinar a los creyentes:
La predestinación tiene por único objeto las personas elegidas. No a los no elegidos. Desconocer esto es llegar a lo que se
llama la doctrina de la doble predestinación. Dios nunca predestina para condenación. En ningún lugar de la Escritura se
encuentra base para tal afirmación, sino todo lo contrario (1 Ti. 2:3-4; Jn. 3:16; Ro. 10:12-13).
Los hombres ya están condenados. Dios libremente elige entre ellos, les extiende Su gracia y les predestina para
bendecirles.
3.6. Llamamiento divino. El llamamiento de Dios a los hombres es un acto que “sigue” a la elección y a la predestinación
(Ro.8.28-30). El llamamiento es el acto de Dios por el que los hombres son invitados a recibir por fe, la salvación provista por
Cristo.
Hay un llamamiento general a todos los hombres: Isa.45.22; 55.6; 65.12; Mt.11.28; Jn.7.37-38, etc.).
Y hay un llamamiento personal, particular, eficaz. Es el que efectúa el Espíritu Santo a aquellos que Dios ha elegido para
salvación (Ro.1.7; 8.30; 1Co. 23,24,26: Ef.1.18; 1 Ts.2.12; 2Ts. 2.14; etc.).
Su llamamiento es:
Celestial (Fil.3.14)
Individual (Jn.10.3)
Irrevocable (Ro.11.29)
Irresistible (Jn.6.44, donde “traer”, es “arrastrar”, no por la fuerza, sino por una atracción irresistible).
A la comunión de su Hijo Jesucristo (1Co.1.9)
A formar parte del Cuerpo de Cristo, la Iglesia (Ef.4.1).
Lección No. 4
LAS DOCTRINAS DE LA SALVACIÓN
16
Introducción.
El diseño, ejecución, proceso y consumación de la salvación es tan portentoso y complejo que no es posible explicarlo con
un solo término. Son necesarias varias palabras bíblicas para abarcar una obra tan grandiosa, como es la que la gracia de
Dios planeó, cumple y cumplirá, de eternidad a eternidad.
Estos términos bíblicos encierran conceptos también bíblicos, imposibles de explicar con pensamientos humanos. Solo la fe
cristiana puede, mediante la iluminación del Espíritu Santo, llegar a comprenderlos en su grandiosa profundidad. No hay
diccionario secular que pueda explicarlos. Por ello, un auxiliar del estudiante como un Diccionario Teológico, y también el
Diccionario Expositivo de W.E.Vine, entre otros, pueden ser de valiosa ayuda.
En el centro de toda esta compleja, soberana y perfecta obra de Dios, de quien proviene la salvación del hombre (Sal.2.8)
está la cruz de Cristo. La cruz es el lugar en el cual el Salvador realizó aquella obra planeada desde “antes de la fundación
del mundo”. En ella satisfizo las demandas de la justicia divina, haciendo la paz entre Dios y el pecador. Eso es propiciación.
En ella realizó, mediante el derramamiento de su sangre la expiación, cancelando nuestra deuda. Por ella logró la redención
de nuestras almas, pagando el precio de nuestra libertad, y la reconciliación entre los pecadores perdidos y el Dios ofendido.
Los efectos de esa muerte sustitutoria, en lugar del pecador, se traducen en varias bendiciones que el creyente recibe solo
por gracia: el perdón y remisión de sus culpas, la regeneración, la adopción, la justificación. Viviendo ya la nueva vida,
comienza la etapa de la santificación en un estado de comunión con el Trino Dios y Su pueblo. Y finalmente, culminando
esta inefable obra la salvación se consumará en la glorificación del creyente.
Aunque para algunos el hecho de apaciguar la ira de Dios es una idea pagana, indudablemente la ira de Dios es un
concepto bíblico e inexorable (gr. orge, Jn.3.36; Ro.1.18; Ef.2.3; 1Ts.2.16; Ap.6.16; gr. thumos, Ap.14.10, 19; 15.1,7; 16.1;
19.15). Esa ira debe ser apaciguada no por venganza sino por justicia.
En el AT el propiciatorio era la cubierta del arca del pacto, cubierta que en hebreo recibía el nombre de kapporeth (Ex.25.17-
21), por representar el hecho de cubrir o quitar el pecado (heb. Kafar, Sal.32.1) mediante un sacrificio expiatorio (Lc.18.13).
La traducción de los LXX agregó al término hebreo el griego jilasterion.
La acción de propiciar a Dios, no ganada por los hombres, lo cual es imposible, sino obtenida por medio del sacrificio de Su
Hijo Jesucristo y aplicada al creyente, es una verdad inefable (Ro.3.25). Cristo es no solo propiciatorio, sino la misma
ofrenda de propiciación (He.2.17; 1 Jn.2.2; 4.10).
La expiación es la ofrenda misma de Cristo bajo el juicio divino sobre el pecado 22, cuya realidad está anticipada en el gran
tipo de Levítico cap.16.
Si existe una distinción entre propiciación y expiación, lo explica concisamente Ch.Ryrie23: “La propiciación, como hemos
visto, significa aplacar la ira personal de Dios. La expiación es la remoción de la ira, el pecado o la culpa... La expiación
tiene que ver con la reparación de un mal; la propiciación lleva la idea adicional de apaciguar a una persona ofendida y así
trae al cuadro la pregunta de por qué la persona ofendida se ofendió. En otras palabras, la propiciación trae la ira de Dios al
22
W.E. Vine – Dicc. Expositivo de Palabras del AT y NT – CLIE – pg.750
23
Teología Básica – pg.337
17
cuadro, mientras que la expiación la puede dejar fuera. Si uno quisiera usar las dos palabras correctamente en conexión la
una con la otra, entonces diría que Cristo propició la ira de Dios haciéndose una expiación por nuestros pecados”.
El verbo “ga’al” implica el rescate para devolver a su dueño objetos, cosas o personas (Ex. 6:6; Lv. 25:25; Rut
4:4,6; Sal. 72:14; 106:10; Is. 43:1).
De ese verbo deriva el sustantivo “go’el” que se usa para designar al “pariente redentor”, quien, por tener
proximidad de lazos familiares tenía los derechos para adquirir (p. ej. con Rut la moabita; Rut. 4).
La figura es que Cristo se hace “pariente cercano” de los pecadores, mediante su encarnación (He. 2:11-14).
Él es el Redentor perfecto, por cuanto puede cumplir las demandas establecidas para ello en la ley.
o Ser pariente.
o Ser capaz de pagar el precio (Hch. 20:8).
o Estar libre de la situación de quien tenía que ser rescatado (He. 4:15; 7:25; Jn. 8:46; 1 P. 2:22).
o Estar en la disposición de hacerlo (He. 10:5-7).
El término “paraq”, que implica rescatar rompiendo las ataduras del esclavo (Sal. 136:24).
El sustantivo “ge’ullah” (procedente del verbo “ga’al”), tiene la idea de rescate o derecho al rescate (Lv.
24:24,26,29,31,48,51,52; Rut. 4:6,7; Jer. 32:7).
El término “ganah”, que equivale a redimir comprando algo por precio (Is. 11:11; Neh. 5:8).
1. agorazö
o Tiene que ver con la acción de comprar (Mt. 13.44; 14.15; Lc. 14.18).
o Específicamente, a comprar en el “ágora” o mercado público –entre otras cosas, donde se vendían los
esclavos-.
o Aplicado a la salvación, es el acto por el cual Dios, mediante el precio de la obra de Cristo, compra para sí
un pueblo antes esclavo, pagando el precio del rescate (1 Co. 6.19-20; 7.22,23; 2 Pe.2.1; Ap.5.9 “nos has
adquirido”).
2. exagorazo
o El énfasis de este término es en el precio pagado con vistas a la redención. Pero implica algo más que
pagar el precio de compra; además, en forma intensificada, significa sacar al esclavo por el que se pagó el
precio de rescate del lugar de esclavitud con vistas a otorgarle la libertad.
o En relación con la salvación añade al anterior el concepto de libertad por Cristo (Gá. 3.13; 4.5; Ef. 5.16;
Col.4.5).
3. lutroö
o El significado del término es “desatar”.
o Tiene que ver la liberación misma, el acto de poner en libertad
al esclavo, mediante el pago del rescate (1 Ti.2.6; Tit.2.14; 1 Pe.
1.18). El pago del rescate es la sangre de Cristo (Heb.9.12).
4. Apolutrosis
18
o Expresa la idea de liberación.
o Se usa para demostrar la redención del creyente (1 Co. 1.30).
o También para referirse a la liberación del pecador que recibe a Cristo como Salvador personal (Ro. 3.24;
Ef. 1.7,14; Col. 1.14; He. 9.14).
5. Peripoiësis
o Equivale a adquirir como posesión propia (Hch. 20.28; 1 Pe. 2.9).El
creyente viene a ser, como resultado de la obra de redención,
propiedad particular de Dios.
Es importante destacar que el cambio se produce en el lado humano, no en el divino. Es el hombre quien cambia porque
necesita cambiar. Dios es inmutable.
Por el evangelio (2Co.5.20), -en términos de reconciliación universal -Dios invita a las personas a cambiar la actitud de
enajenación de Dios que mantienen, que, además acarrea para ellos condenación y exposición a la ira de Dios y hacer las
paces con Dios (Job 22.21).
Pero esa reconciliación solo es aplicable cuando el pecador cree (2Co.5.18-21; Ro.5.1).
El verbo perdonar (gr. afiemi), significa enviar afuera, despedir, remitir. En el caso de remitir deudas, significa que ellas son
totalmente canceladas (Mt.6.12; 18.27, 32). En el caso específico de pecados, significa que ellos son absolutamente
“pasados por alto”, alejados de la mente de Dios (Ro.3.25), lo cual implica también la eliminación total de la causa del delito
y la remisión del castigo, liberando al pecador de la pena impuesta por Dios. Eso constituye una verdadera dicha (Ro.4.7-8).
Dice W. Evans: “El perdón puede considerarse como el término de la ira moral y el resentimiento de Dios contra el pecado; o
como una libertad de la culpabilidad del pecado que oprime la conciencia; o también como una remisión del castigo del
pecado, que es la muerte eterna” 24.
En el creyente, la condición para el perdón es el arrepentimiento (metanoia) y la confesión (homologeo) (Stgo.5.15; 1 Jn.1.9;
2.12).
Strong la define así: “Es el acto divino por el que la disposición dominante de nuestra alma es hecha santa, y por el cual,
empleando la verdad como medio, es asegurado el primer ejercicio santo de tal disposición”.
Dice F. Lacueva, comentando la característica radical de la regeneración: “… es un cambio total en el estado del hombre,
ya que toda la dinámica moral y espiritual de sus facultades se ve afectada por la nueva vida: una nueva gama de criterios
acerca de los verdaderos valores ilumina su mente; un nuevo complejo de aficiones e intereses dispone sus sentimientos;
un nuevo plantel de motivos guía las deliberaciones e impulsa las decisiones de su voluntad, renovando isu energía
operativa en el orden espiritual. En pocas palabras, la nueva vida comporta un correcto pensar, sentir, decidir y obrar… Esta
radicalidad de la regeneración significa que el cambio se ha hecho desde la raíz del ser humano, desde lo que la Biblia
llama el “corazón”, pero no significa que sus facultades hayan quedado inmunizadas contra el error y el pecado. El
regenerado puede todavía equivocarse y puede caer, pero el norte de su brújula queda fijado. Aunque el pecado llegue a
anidar en él, será como un cuerpo extraño dentro de la nueva naturaleza (1Jn.3.8-9; Ro.8.4)”25.
En Juan 1.13 leemos que la condición de hijos de Dios no se obtiene por ser engendrados de sangre, ni de voluntad de
carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Esto significa que:
No se produce por herencia. A diferencia de la naturaleza pecaminosa que se hereda desde Adán de padres a
hijos (Ro.5.12), la nueva naturaleza se obtiene solo por gracia y por una unión vital con Cristo (Ef.2.3-8)
No se produce por voluntad carnal. Es decir, no tiene nada que ver con nada que el hombre pueda hacer o lograr
humanamente. No es producto del esfuerzo humano. No hay mérito, ni obra que pueda obtener la salvación y la
consecuente nueva vida.
Tampoco se produce por voluntad de varón, es decir, por procreación humana o por pertenecer a una determinada
raza, o religión, o cualquier otra prerrogativa.
Los hijos de Dios, pues, no tienen origen en alguna causa física o biológica; tienen su origen en Dios, por la obra de Su
Espíritu Santo.
Espiritualmente, la adopción es la acción divina por la cual un creyente, habiendo nacido de nuevo por el Espíritu, es
colocado en la posición de hijo y por la cual es hecho heredero, con pleno derecho de heredar las gloriosas promesas de
Dios para los suyos (Ro.8.15-17; Gál.4.5; Ef.1.5; 1 Pe.1.4).
El término griego “juiothesia” o “hyiothesía”, significa “posición de hijos” y tiene que ver con la “mayoría de edad”, o aquella
edad en la cual los hijos te no están bajo el ayo o el tutor. La idea es que los creyentes somos engendrados por el Espíritu
como “niños”, mediante la fe. Pero somos adoptados hijos, lo cual agrega una dignidad en la relación y un estado de
verdadera libertad (Gál.4.1-5; Ro.8.14-17). No es solo ingresar a la familia de Dios, sino ser colocados en posición de hijos.
Justificar es un término legal que equivale a dar un veredicto de justicia, es decir, colocar a una persona en una posición
contraria a la de condenación.
Significa que Dios absuelve de culpa y libera de toda culpabilidad y castigo a todo aquel que confía en la obra de Cristo (Ro.
3:21-26; 5.17, 19), imputándole la justicia de Cristo, o sea, haciendo al injusto justicia de Dios en Cristo (2 Co. 5:21).
25
Doctrinas de la Gracia – Curso de Formación Teológica Evangélica – CLIE – pg. 74, 75
20
Por la justificación, Dios perdona todos nuestros pecados y son apartados de nosotros la culpa y el castigo (Hch.13.38, 39;
Ro.8.1). En Cristo, Dios ve al creyente como si no tuviera pecado ni culpa (Núm.23.21; Ro.8.33,34)26.
Así como la regeneración se refiere al cambio de naturaleza del creyente, la justificación lo hace referente al cambio de su
posición legal delante de Dios.
Santo (jagios), aparece 400 veces en el A.T. y 12 en el N.T., y por ello se entiende:
o una posición del creyente delante de Dios, desde su unión con Cristo (1Co.1.30)
o la una condición como consecuencia del llamado de Dios (Ro.8.29-30)
o condición del creyente separado de todo aquello que no es de Dios, ya que Dios es santo (1 Ts. 4.3)
o no incluye un concepto de impecabilidad en el cristiano (1Jn. 1.8-10)
o no implica la máxima expresión de espiritualidad (cp.1Co.1.2; 3.3)
o un propósito divino para el creyente (1 Pe.1.14-16).
o Santificación posicional o instantánea. Es el estado en el cual Dios coloca al creyente en virtud de la obra de
Cristo (1 Co. 1.30; 6.11; Heb.10.10, 14).
La santificación posicional es tan completa que tanto el más carnal, como el más espiritual de los creyentes,
son santos para Dios (1 Co. 5:1-2; 6:1-8 comp. 1 Co. 1:2; 6:11).
o Santificación experimental, práctica o progresiva. Es un proceso que tiene que ver con la manifestación
cotidiana de la vida santa del creyente (Ro. 12.1; 2Co. 3.18).
El creyente es hecho templo de Dios en Espíritu (1 Co. 13.16). Eso significa que la presencia trina de Dios se opera
en el creyente (Jn. 14.23; 2Pe.1.4)
o La presencia del Padre. (Ef. 4.6)
o La presencia del Hijo (Col.1.27)
o La presencia del Espíritu (1 Co. 6.19).
En un aspecto negativo, la vida santa exige limpieza y separación de cualquier situación pecaminosa (2 Ti. 2.21;
2Co. 6.17-18; 7.1).
En un aspecto positivo, la santificación, la expresión de la vida santa comprende toda actividad del creyente.
o Su relación familiar (Ef. 5.22-6:4; Col. 3.18-21).
o Su relación laboral (Ef. 5.5-9; Col. 3.22-25).
o Su relación eclesial (Ef. 4.17-32; Col. 3.5-17).
o Su relación con la ética general (Ef. 5.3-18; 1 Ts. 5.22-23).
La vida de santificación consiste en manifestar en la vida del cristiano un carácter divino, solo posible para aquel
que viva lleno, sometido, controlado por el Espíritu Santo (Gál.5.22-23)
26
W. Evans – las Grandes Doctrinas de la Biblia – Ed. Moody – pg. 158
21
o Santificación final. Es el estado perfecto que el creyente alcanzará en la glorificación, en conformidad al Señor
Jesucristo (Ro.8.29; Ef. 5.26-27; 1Jn.3.2).
El hecho de estar en la misma esfera moral del Padre, lo que Juan expresa como “andar en luz, como El está en luz” (1Jn.
1.7) exige que el creyente se conforme a esa norma de luz –santidad- y experimente permanentemente un estado de
confesión y abandono del pecado, de modo que la comunión sea también una permanente realidad.
La glorificación es un hecho que corresponde al futuro, pero la seguridad de la salvación la da como un hecho ya ocurrido
en la experiencia cristiana. Es la forma habitual de expresar el futuro profético, mediante un pasado perfecto como hecho
ocurrido.
El propósito de Dios para los salvos es predestinarlos para ser conformados a la imagen de su Hijo y esto sólo ocurrirá
definitivamente en la glorificación, por tanto, si los ha llamado y los ha justificado, también los glorificará, hecho que, por
provenir de un Dios fiel, puede darse por inexorable.
Esa glorificación consiste en la posesión de la herencia que los creyentes tenemos por ser herederos de Dios y coherederos
con Cristo, herencia que está reservada en los cielos para nosotros (1 P. 1.4), y cuya realización será efectuada por el
mismo Señor en el día postrero (Jn. 6.40). Por estar en Cristo, la glorificación para el cristiano ya es un hecho potencial y
posicional (Ef. 2.6) y finalmente, como consumación de su salvación, recibirá un cuerpo glorioso, transformado a la
semejanza del Señor Jesús resucitado (Ro.8.11, 23; 1 Co. 15.43-53; Fil. 3.21; 1 Jn. 3.2; Ef. 5.27; Jud. 24, 25; Ap. 19.7-8).
22
Indudablemente en el proceso de la salvación del pecador, hay una iniciativa divina y una tarea divina sin la cual el hombre
perdido y enajenado de Dios no podría jamás alcanzarla. De modo que creemos que el único que salva es Dios a través del
evangelio, sin que el hombre tenga parte alguna en esa operación.
El hombre no puede ni cambiar su propia naturaleza, ni cooperar con la gracia en su propia conversión. Como dice L.
Chafer: “los inconversos no pueden dar un solo paso en dirección a su salvación, a no ser que los capacite el poder del
Espíritu”27.
Por el contrario, es Dios, por el Espíritu el que ejerce sobre los incrédulos una influencia santa que les habilita para desear la
salvación que el Señor Jesucristo les ofrece y para aceptarle consciente y gozosamente como Salvador personal.
De esta forma y solo de ella, el inconverso vuelve a Dios por un acto de su propia voluntad, aunque esté capacitado por
Dios. Por eso leemos: “El que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de vida gratuitamente” (Ap.22.17); y “si
alguno tiene sed, venga a mi y beba” (Jn. 7.37).
La teología arminiana sostiene que Dios dispuso una general y universal dispensación de gracia por la que todos los
hombres son capaces de responder a la invitación y demandas del evangelio, y que por consiguiente, en mayor o menor
grado, la salvación depende parcialmente de Dios y parcialmente del hombre. Obviamente esta teología olvida que el
hombre, a causa de la caída, ha quedado en estado de depravación y, por lo tanto está inhabilitado e incapacitado para
alcanzar por sí mismo su propia salvación. Pablo dice en Ro.3.11-12: “no hay quien busque a Dios…todos se desviaron…a
una se hicieron inútiles”. Y en Ef.2.1: “muerto en delitos y pecados”, siendo por ello “hijos de desobediencia” e “hijos de ira”.
Otros pasajes igualmente claros son: Ro.1.21; 1Cor.2.14; 2 Cor.4.3-4; Ef.2.1-3; 4.18; Jn. 3.3.
Un pasaje muy elocuente es Jn.6.44: “Ninguno puede venir a mi, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en
el día postrero”.
No está meramente hablando de la atracción que ejerce la cruz de Cristo (Jn.12.32). La idea es que si Dios no le trajere (lit.
arrastrare), ningún hombre podrá venir jamás a los pies de Cristo (1 Co.1.30). Es a un muerto a quien la gracia de Dios
“arrastra” y es solo mediante Su poder soberano e irresistible que esto es posible (cp.Ro.8.30). El mismo poder que Dios
ejercerá cuando resucite al creyente físicamente de entre los muertos se necesita para sacar al mismo pecador de su
estado de muerte espiritual y llevarlo a los pies de Aquel que es el camino, la verdad y la vida.
Por esa razón es necesaria y condición sine qua non para la salvación del pecador la tarea del Espíritu Santo en sus
diferentes manifestaciones: Convenciendo, iluminando, produciendo el arrepentimiento, poniendo la fe y finalmente
actuando en la conversión del pecador, al que, como resultado, le sella, le habita, le bautiza, le llena y produce fruto en su
vida.
5.2. Convicción
El Señor Jesús prometió que la tarea del Espíritu Santo después de su partida al cielo sería la de “ convencer al mundo de
pecado, de justicia y de juicio” (Jn.16.8-11). ¿Qué quiere decir “convencer”?
Significa que el Espíritu expone la verdad claramente “al mundo”, es decir a los pecadores, de modo que este la reconozca y
acepte como verdad, y en obediencia a ella, acepte con arrepentimiento y plena confianza la propuesta de Dios que es la
salvación.
Luego de esta exposición, si hay rechazamiento, es exclusiva responsabilidad del pecador. Aún el convencimiento, si solo
queda en eso, no traerá consigo el resultado de salvación por medio de la conversión. “Se puede ser un convencido, pero
no un convertido”. La convicción no garantiza que la verdad sea aceptada para salvación. Como se ha dicho, el
pecador no solo debe “saberse” pecador, sino “sentirse” pecador.
¿Qué significa la convicción de pecado, justicia y juicio? Aunque el mismo Señor dio la explicación en este mismo pasaje,
interpretamos que
La tarea de convencer, persuadir, redargüir (lit. “dejar convictos”, sin excusa) a los pecadores –dice F. Lacueva- “es
competencia exclusiva del Espíritu Santo; los hombres pueden presentar el caso y la causa, pero sólo el Señor puede abrir
el corazón (v.Hch.16.14) por medio del Espíritu Santo”28.
Pero para que la Palabra de Dios actúe en la mente y corazón del pecador, se requiere la tarea iluminadora del Espíritu
Santo, pues “el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede
entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1Cor.2.14). También 2Co.4.3-4: “… si nuestro evangelio está aún
encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los
incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”.
Así que el Espíritu Santo actúa en dos aspectos: iluminando el entendimiento (Jn. 6. 45-46; 2 Co.4.6) y capacitando la
voluntad (cp. Heb.6.4; 10.32).
Esa tarea que el Espíritu Santo comienza con el inconverso para llevarle a Cristo, continúa en la vida cristiana, en la cual su
iluminación es necesaria para crecer en el conocimiento de Dios, a través de la revelación de Su palabra dada a sus siervos,
los apóstoles y profetas (Jn.16.12-15; 1Cor.2.10, 13; Ef. 1.18).
El mensaje que el Señor Jesucristo anunció fue: “Arrepentíos y creed en el evangelio” (Mr.1.15). De este modo presentó las
dos condiciones básicas para la conversión del pecador: el arrepentimiento y la fe. Lo mismo con Pablo (Hch.20.21).
El arrepentimiento es un don de Dios (Hch.11.18; 2 Ti.2.25; Hch.5.30-31; 2Co.7.9). Dios usa el mensaje del evangelio para
producir arrepentimiento (Hch.2.37-38) mostrando al hombre su bondad (Ro.2.4); su paciencia (2Pe.3.9) o su juicio (Jon.3.5-
10).
Es indispensable para la salvación (15.17-19; 24.47; Hch.17.30), pues de lo contrario, tal actitud acarrea el juicio divino (Lc.
13.3; Ap.9.20-21; 16.9-11).
Los resultados que produce el arrepentimiento son el perdón de los pecados (Hch.3.19; 5.31); la recepción del Espíritu
Santo (Hch.2.38); el gozo celestial (Lc.15.7, 10).
5.4.2. Fe (gr. pistis). Es confianza, certidumbre. En relación con Cristo, es la confianza de que El puede salvar, perdonar,
librar de culpabilidad y dar vida eterna.
“La salvación es siempre por la fe, no a causa de la fe (Ef.2.8). La fe es el canal por el cual recibimos la dádiva de Dios de la
vida eterna; no es la causa. Esto es para que el hombre nunca pueda gloriarse, ni aun de su fe. Pero la fe es el único y
necesario canal (Jn.5.24; 17.3)29”.
28
F. Lacueva – Com. M. Henry, Ev. Juan 16.8-11
29
Ch. Ryrie – Teología Básica – Unilit – pg. 372
24
La fe salvífica es un don de Dios al hombre, por lo tanto actúa junto con la gracia divina (Ef. 2.8-9). Es “el acto de un alma
vacía que recibe todo de Dios”, como fruto del arrepentimiento y el dolor de haber ofendido a Dios (Hch.16.30-31).
Mediante ella, el pecador recibe la justicia de Cristo (Ro. 5.1; 10.10); el derecho a ser hijo de Dios (Jn.1.12; Gál.3.26); la
santificación (Hch.26.18); la seguridad en Cristo (1Pe.1.5); la capacidad de vivir una vida de fe (Ro.1.17; Isa.26.3; Filip.4.6;
Jn.14.1; 1Pe.1.8; He.11.1,6; 12.1-3).
¿Es necesario algo más que la fe que confía en su obra, que obedece sus demandas (Hch.17.30; 1Pe.1.2) para ser salvo?
Algunos dicen que es necesario “aceptar a Jesucristo como Salvador y como Señor”. Si bien el creyente, al aceptar a Cristo
como Salvador, nace a una vida nueva y se espera que sea una vida rendida al Señor como resultado de una vida llena del
Espíritu Santo, no hay nada en la Biblia que condicione la salvación a esa vida dedicada y que agregue algo a la gracia de
Dios hacia los perdidos. La vida rendida es una consecuencia lógica de la bendita experiencia de haber sido objeto de las
misericordias de Dios (Ro.12.1).
Otros, basándose en una errónea interpretación de Mr.16.16, Hch.2.38, o Hch.22.16, enseñan que para ser salvo es
necesario ser bautizado.
Segundo, no hay en el Nuevo Testamento otra declaración que agregue al arrepentimiento y la fe alguna otra premisa
necesaria para alcanzar la salvación (ver p.ej. Jn.6.29; Hch.13.39).
5.4.4. Fe y obras
La única fe que salva es la fe en Cristo (Gál.1.8,9). Ahora, la fe ¿prescinde de las obras?
Las obras, los méritos humanos, desde el punto de vista de Dios, no pueden en grado alguno contribuir a la salvación
(Ef.2.8,9; 1Co.1.26-31).
Pero, desde el punto de vista humano, como demostración, como evidencia de la fe, las obras van junto a la fe (Stgo.2.14-
26; Ro.4.1-12).
5.4.4. Confesión (gr. homologeo: decir la misma cosa, estar de acuerdo, asentir, admitir).
En relación con la salvación, no hay versículo que exhorte al pecador a confesar sus pecados para ser salvo, aunque es una
consecuencia directa de sentir “el corazón compungido”, el pronunciar la oración del hijo pródigo: “Padre, he pecado…”.
Pero la confesión es un acto de aquellos que ya son de Cristo (Hch.19.18; 1 Jn. 1.9; Stgo.5.16).
Más bien la confesión, según Ro.10.9-10, es acerca de Jesús, recibiéndole como Salvador, creyendo que el es el Señor, el
Hijo de Dios. Esa confesión equivale a una aceptación por la fe de Su Persona y de Su obra (Mt.10.32; Lc.12.8).
5.5. Conversión
El término (gr. epistrofe –conversión-; epistrefo –convertirse-) traduce la idea de volverse hacia algo o alguien.
El mensaje del evangelio contiene el imperativo de convertirse (Hch.3.19) como una necesidad de volverse a Dios por parte
del pecador (Mt.13.15; Mr.4.12; Lc.1.16; Jn. 12.40; Hch.26.18; 28.27; 2Co.3.16).
La conversión se produce como consecuencia del arrepentimiento y la fe en Cristo, y tiene como resultado una nueva
relación con Él, (convertidos al Señor, Hch.9.35; 11.21; convertidos a Dios, Hch.14.15; 15.19; 26.20) dejando atrás la
antigua manera de vivir, el pecado, la idolatría (1Ts.1.9).
5.6.1. Sello. Dios sella al creyente con el Espíritu Santo desde el día de su conversión, y ese sello es “las arras”, una
promesa, un anticipo hasta el día de su redención final (2Cor.1.22; Ef.1.13; 4.30).
25
El sello es un símbolo de
Propiedad. Somos de Dios, pertenecemos a Su pueblo (1Pe.2.9-10; Ro.9.25-26; Tit.2.14; He.4.9; Fil.3.20; Ap.5.9),
a Su familia (Ef.2.19; Gál.6.10) y por lo tanto El nos sella como Su posesión (1Cor.6.19).
Seguridad. Siendo propiedad de Dios, no hay nada ni nadie que nos separe de El, por lo tanto tenemos absoluta
seguridad de nuestra salvación (2Co.1.21-22).
Permanencia. La temporalidad de la permanencia del Espíritu Santo pertenece al antiguo pacto (Sal.51.11;
Lc.11.13). En la dispensación de la iglesia (llamada comúnmente “de la gracia”) los creyentes son sellados por el
Espíritu que permanecerá en él para siempre. No solo está “con ellos”, sino “en ellos” (Jn.14.17). El Espíritu es la
“unción” en ellos (1Jn.2.20,27).
5.6.2. Habitación. Dios nos ha dado el don del Espíritu Santo para morar en cada creyente (Ro.5.5; 1Co.2.12; 2Co.5.5). El
hecho que el Espíritu Santo more en el creyente es signo de que él es hijo de Dios. Si no fuera así, no lo sería (Ro.8.9), y
aún cuando no viva una vida de acuerdo a la voluntad de Dios, el Espíritu igualmente habita en él. Algunos corintios vivían
en diversos pecados (5.5; cap.6; etc.) y sin embargo Pablo les dice que ellos son “templos del Espíritu Santo” (6.19).
El creyente, ya adoptado hijo de Dios, perdonado y regenerado, está en condiciones de ser constituido templo de Dios en
Espíritu (1 Co. 3.16). La presencia del Dios trino habita el creyente desde el día de su conversión (2Pe.1.4).
El templo de Dios en el NT se refiere a cada creyente (Ef. 1.13; 1Co.6.19) y a la iglesia del Señor (Ef.2.21; 1Pe.2.5)
5.6.3. Bautismo. Cada creyente convertido es “bautizado en Cristo Jesús” (Ro.6.3,4). Deberíamos decir “bautizado hacia
Cristo”, que equivale a “estar en Cristo”, es decir “unido a Cristo” (1Cor.12.13).
El bautismo “en el Espíritu” (“con el Espíritu”) Mt.3.11; Hch.1.5; 2.1-5. En este caso –el día de Pentecostés- el
agente bautizador es Cristo; el sujeto del bautismo los primeros creyentes de la nueva dispensación; el medio o
recipiente es el Espíritu Santo y el resultado, la formación de un cuerpo, la Iglesia.
El bautismo “en Cristo” (1Co.12.13; Gál.3.27; Ro.6.1-4). En este caso –que se produce en el momento de la
conversión de cada pecador- el agente bautizador es el Espíritu Santo; el sujeto del bautismo es el creyente; el
receptor es Cristo y el resultado, la incorporación al cuerpo de Cristo, la Iglesia.
Por lo tanto, el bautismo del Espíritu nada tiene que ver con una “segunda experiencia” en la vida cristiana, sino a la
experiencia única, irrepetible ocurrida en Pentecostés (“al principio” Hch.11.15-16), con la cual, cada creyente es identificado
en el momento de nacer de nuevo.
5.6.4. Llenura. Probablemente la confusión que para muchos creyentes denominacionales existe en cuanto al “bautismo”
del (en, con o por) el Espíritu proviene de interpretar como tal la “llenura” del Espíritu Santo.
En el AT –o, mejor, en el Antiguo Pacto, los hombres y mujeres de Dios eran “llenos” del Espíritu Santo para tareas u
ocasiones especiales. Esa inhabitación plena del Espíritu era –como señalamos arriba- temporal (Ex.31.3; Jue.13.25;
1S.16.13; Lc.1.15, 41, 67).
En el NT, aunque también se manifiesta especialmente como un hecho soberano de Dios por el cual El posee a alguien
para alguna actividad especial (Hch.2.4; 4.8, 31; 9.17; 13.9), en general se refiere al estado de control que el Espíritu ejerce
sobre creyentes espirituales (Hch,6.3,5; 7.55; 11.24; 13.52; Ef.5.18). Es decir, la llenura del Espíritu:
No necesariamente es experimentada por todos los creyentes
Está sujeta a una vida de santidad; el pecado puede hacerla perder
Es una experiencia que se repite (muchas llenuras) en la vida cristiana
Tiene como resultado una vida de madurez, pureza y poder
26
Depende de que cada creyente la desee.
El versículo de Ef.5.18-21 podría ser leído –conforme lo presenta el original- de modo que muestra las condiciones, actitud y
resultados de la llenura del Espíritu Santo:
“No os embriaguéis con vino, en lo cual hay descontrol, antes bien permitid sed llenados continuamente por el Espíritu
hablando entre vosotros con salmos… cantando y alabando al Señor,,, dando siempre gracias por todo… someteos unos a
otros en el temor de Dios”.
5.6.5. Fruto. El resultado de una vida controlada, gobernada, llena del Espíritu Santo es el “fruto del Espíritu” (Gál.5.22-23),
que no es otra cosa que la expresión visible del carácter moral de Jesús en la vida del cristiano.
6.1. Preservación Divina. Podemos afirmar con toda certeza que la salvación del creyente es eterna y descansa en el
compromiso de Aquel de quien proviene la salvación, es decir, el trino Dios y la fidelidad de Su palabra.
Dios el Padre
27
o Su propósito eterno (Ro.8.28; Ef.1.11; Sal.138.8; Fil.1.6)
o Su gracia soberana (Ro.8.29, 30)
o Su poder y amor ilimitados (Ro.8.31-33; 35-39; Jn.10.27-29; Jud.24)
Dios el Hijo
o Su muerte y resurrección (Jn.19.30; Heb.1.3; Ro.8.34a)
o Su obra intercesora (Ro.8.34b; Heb.2.18; 7.25; 1 Jn.2.1-2)
o Su compromiso con Su Padre (Jn.6.39; 17.15, 17, 21, 24)
o Su compromiso con el mismo creyente (Jn.10.28; 2Ts.3.3; 2Ti.1.12; 4.8)
6.2. Perseverancia humana. En contraste con esta posición doctrinal, se halla la de aquellos que sostienen la necesidad
de la perseverancia por parte del creyente. Por un lado hablan de una necesidad de permanecer en santidad en la vida
cristiana como requisito para conservar la salvación y por otro lado, como crítica al punto de vista indicado en el punto 6.1.,
afirman que tal doctrina conduce a la inmoralidad, al asegurar un final de salvación cierta, quitando así al cristiano la
preocupación por mantener una conducta santa y una permanente vigilancia espiritual.
Esta posibilidad de que determinados pecados puedan causar la pérdida de la salvación obliga a clasificar los
pecados en graves y leves. Es cierto que hay pecados que tienen mayor consecuencia moral y espiritual que
otros (Mt.7.1-5; Jn.19.11; 1Co.5.9-11), pero, ¿quién es capaz de determinar qué pecado hace o no perder la
salvación?
El arminianismo basa sus falsos postulados en erróneas interpretaciones de varios pasajes de las Escrituras y
textos interpretados fuera de contexto. Por ejemplo:
Confunden los falsos creyentes con creyentes verdaderos (2 P. 2.20-22).
Aplican a la iglesia pasajes que no son para ella, sino para los creyentes durante el periodo de la
grande tribulación (Mt. 24.13).
30
F. Lacueva – Doctrinas de la Gracia – Curso de Form. Teológ. Evangélica – CLIE – pg.150.
31
Como, por ejemplo, Simón Episcopio (1583-1643)
28
Confunden la rotura de la comunión con Dios o la pérdida de recompensas a consecuencia del
pecado, con la salvación, diciendo que puede perderse (Jn.15.6-7; Ro.11.22; 1 Co.9.27; 1Co.5.5;
11.30; He.10.38-39; Stgo.1.19-20).
Dice Herbert Lockyer32: “En la esfera de la salvación, la palabra seguridad aparece seis veces en la Biblia, y significa lleno
de confianza. El Dr. C.I. Scofield lo expresa así: ¨Seguridad es la convicción plena del creyente de que solamente por medio
de la obra de Cristo, recibida por fe, está en posesión de una salvación en la cual será conservado eternamente. Esta
seguridad descansa solamente sobre las promesas de las Escrituras para aquel que cree¨. La afirmación bíblica de esta vital
verdad la da Isaías: La obra de justicia será paz: y el efecto de la justicia quietud y confianza para siempre (32.17)”.
No incita al pecado, sino a una vida de plena dedicación y santificación. Como dice Ch. Ryrie: “La seguridad no da
licencia para pecar”. Al contrario, es la consideración de las misericordias de Dios –Ro.12.1- y no otra cosa lo que
impulsa al creyente a presentar su cuerpo –y con él, todo su ser- en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es
vuestro culto racional (lógico, inteligente, en calidad de rendida adoración). Y a que los creyentes no tomen la
forma, el molde del mundo, sino que sean transformados mediante la renovación de su mente (NVI).
32
Enciclopedia de Doctrinas Bíblicas – H. Lockyer – Logoi, pg. 297
29
Eduardo Cartea Millos
Lección No. 7
LA CONSUMACIÓN DE LA SALVACIÓN
Bendiciones presentes de la salvación
Bendiciones futuras de la salvación
La epístola a los Efesios en su cap. 1, v.3 al 14 nos presenta las bendiciones derivadas de la salvación bajo dos miradas:
Pero, podemos detallar algunas de las muchas bendiciones comprendidas en aquella “toda bendición espiritual” de Ef. 1.3:
El perdón (Sal.32.1-2)
Todos los pecados del creyente, pasados, presentes y futuros son perdonados en Cristo (Col. 2.13; Ef. 1.7; 4.32; Col. 1.14;
3.13).
30
El creyente unido a Cristo participa de la experiencia de muerte al pecado de su vieja naturaleza (Ro. 6.1-10).
El creyente está co-crucificado, co-muerto, co-sepultado y co-resucitado con Cristo. Cristo es “su vida”
(Col.3.1-3).
No significa que la presencia del pecado haya sido ni sea eliminada del creyente, pero el poder de Dios, a
través de una vida sujeta al Espíritu se manifestará en un rechazamiento y victoria sobre la carne (Gá. 5.16;
1Jn.5.18).
La aceptación ante Dios (Ef. 1.6).
El cristiano es aceptable a Dios por medio de Jesucristo (1 P. 2.5). Dios recibe su vida, mediante la justicia
imputada de Cristo (2Co.5.21); recibe sus sacrificios espirituales (Heb.13.15); recibe sus oraciones elevadas
en el nombre del Señor Jesús (Hch.4.29-31); recibe todo lo que hace, como hecho en Su nombre (Col.3.17).
El creyente, con la condición del nuevo nacimiento (Jn.3.3,5) es llamado y trasladado de la esfera de dominio de Satanás, al
glorioso reino de Dios (1 Ts. 2.12).
El acceso a Dios.
A su gracia (Ro.5.2); a su comunión (1Co.1.9; 2Co.13.14); a su presencia (Heb.4.16).
La glorificación del creyente es un hecho, una bendición derivada de la salvación, que ocurrirá en el futuro. Se trata de la
salvación escatológica, pero para Dios, para quien todo es un eterno presente, es un hecho tan inexorablemente cierto que
ya es como si hubiera sucedido, por lo tanto en el presente, es una verdad posicional y hacia el futuro, potencialmente
realizada (Ef.2.6).
La glorificación es, pues, la realización de ese propósito pensado, planeado desde la eternidad en el seno trinitario en favor
de los pecadores: la predestinación para que fuesen hechos conformes a la imagen de Su Hijo.
Dice F. Lacueva34: “… la glorificación final del creyente tendrá lugar cuando, reunidos para siempre su espíritu salvo y su
alma inmortal con su cuerpo resucitado, pueda contemplar en sí mismo la imagen y semejanza de su Salvador Jesucristo,
resucitado, exaltado y glorificado ante la creación entera… Entonces habrá recuperado el hombre salvo la perfecta imagen y
semejanza de Dios en su ser (v.Gén.1.26-27). Y la habrá recuperado con creces, porque ahora será semejante al Hombre
con mayúscula, al Postrer Adán (1Co.15.45-49), el cual es el resplandor mismo de la gloria de Dios y la perfecta impronta de
la sustancia del Padre (Heb.1.2)”.
Lección No. 8
LA VIDA DE SALVACIÓN
La salvación, ese don precioso de Dios para aquellos que por gracia hemos sido elegidos, llamados, justificados, santificados
y –en el propósito infalible de Dios- glorificados, tiene como resultado y manifestación la vida divina en cada creyente.
Juan 3.16 lo dice claramente: “…para que todo aquel que en El cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
33
Es el aoristo griego, que indica una acción ya concluida.
34
Doctrinas de la Gracia – CLIE pg. 163
Bios: (de ahí, biología). Aparece 4 veces traducida así, por ejemplo en 1 Jn.2.16 (…la soberbia –arrogancia
jactanciosa- de la vida…). Se refiere a la proyección externa de la vida de una persona. Nunca interna. Al periodo de
la vida humana35.
Psykhé –psijé- (o psuque): (de ahí, psicología). Aparece 32 veces traducida como vida, por ejemplo en Hch.20.24:
…ni estimo mi vida preciosa para mi…). Se trata de la vida terrenal, de la vida que se conecta con lo instintivo
(Lc.9.24). Nuevamente, Vine expresa: “… además de su significado, corazón, mente, alma, denotoa la vida en dos
aspectos principales; a) aliento de vida, la vida natural (p.ej. Mt.2.20)… b) el asiento de la personalidad
(p.ej.Lc.9.24), explicándose el término en v.25: “sí mismo”36.
Zoé: (de ahí, zoología). Es el término más usado en el NT y traducido como vida, unas 132 veces. Denota su
principio vital. Es la vida en su mismo concepto. La vida interior. Muchas veces se acompaña con el adjetivo eterna
(aiónios). Por ejemplo en Jn. 3.15,16,36 y tantos otros.
Dice Vine: “… se emplea en el NT “de la vida como un principio, vida en el sentido absoluto, vida como la tiene Dios,
aquello que el Padre tiene en sí mismo, y que Él dio al Hijo encarnado que tuviera, vida en sí mismo (Jn.5.26), y que
el Hijo manifestó al mundo (1Jn.1.2). El hombre ha quedado alienado de esta vida a causa de la caída (Ef. 4.18), y
de esta vida los hombres llegan a ser participantes mediante la fe en el Señor Jesucristo (Jn.3.15), que viene a ser
su autor para todos los que confían en Él (Hch.3.15), y que por ello es designado como “la vida” del creyente
(Col.3.4), porque Él mantiene la vida que Él da (Jn.6.35, 63). La vida eterna es la posesión presente y real del
creyente debido a su relación con Cristo (Jn.5.24; 1Jn.3.14). Que un día extenderá su dominio a la esfera del cuerpo
queda garantizado por la resurrección de Cristo (2Co.5.4; 2 Ti.1.10). Esta vida, sin embargo, no es simplemente un
principio de poder y animación, porque tiene asociaciones morales inseparables de ella, como la santidad y la
rectitud. Muerte y pecado, vida y santidad, se encuentran frecuentemente contrastadas en las Escrituras”.
Agrega Vine: “mientras zoé es vida intensiva… bios es vida extensiva. En bios, empleado como manera de vivir, hay
un sentido ético frecuentemente inherente del que, al menos en griego clásico, carece zoé. En la Escritura, zoé es “la
palabra más noble, expresando, como lo hace constantemente, todo lo más excelso y mejor que los santos poseen
en Dios” (Trench, Synonims, xxvii).
Finalmente, extractando estos precisos conceptos de Vine, incluimos: “Hablando en sentido general, psuque es la
vida individual, el ser vivo, en tanto que zoé es la vida de aquel ser (cf. Sal.66.9… y Jn.10.10, con el v.11”37.
Esta vida eterna (zoé aiónios) es, pues, la vida de salvación, la participación de la vida divina en el creyente (cp. Jn.1.4 con
2Pe.1.4).
Una posible, aunque limitada, como toda definición de la vida eterna, la da F. Lacueva, citando un libro del Dr. B. Graham,
The Holy Spirit 38: “Es la satisfacción completa, en actividad perfecta, de todas las facultades de nuestro ser entero (v.
1Ts.5.23), en comunión con el Trino Dios, sin temor de pérdida, cambio ni deterioro”.
Por lo tanto, la vida eterna, no es tanto un concepto de longitud, o extensión, o duración, aunque está implícito en él, como lo
describe Pedro en 1Ep. 1.3-5, hablando de la herencia que recibiremos los hijos de Dios, que es incorruptible, incontaminada
e inmarcesible, reservada en los cielos, sino de calidad de vida.
“Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas naciones y tribus y pueblos y
lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos;
y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero. Y todos
los ángeles estaban en pie alrededor del trono, y de los ancianos, y de los cuatro seres vivientes, y se postraron sobre sus
rostros delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la
honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén” - Apoc. 7.9-12.
35
Para mayor detalle, ver Dicc. Exposit. de Pal. del NT –Exhaustivo – W.E. Vine – CLIE – Pg. 960
36
Idem 34, pg. 961.
37
Idem 34, pág. 961.
38
F. Lacueva – Espiritualidad Trinitaria – CLIE, pg. 130
“Después de esto, oí una gran voz de gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y poder son del
Señor Dios nuestro…” – Apoc.19.1.
IBJM
JORGE MÜLLER
INSTITUTO BÍBLICO JORGE MÜLLER
Ejercicio de Evaluación
1. ¿Cómo se explica la salvación como una experiencia concluida y aun sin concluir? ¿Qué citas puede dar como apoyo?
2. ¿Qué diferencia hay entre las expresiones referidas a Cristo: “forma de Dios” y “forma de siervo”, en Filip.2?
4. ¿Qué diferencia hay entre presciencia y conocimiento previo, a la luz de Romanos 8.28-30? ¿Qué eligió Dios, personas o
“actos de esas personas”?
5. ¿Por qué pensamos que la posición “infralapsariana” es la que se ajusta más a la doctrina bíblica de la elección?
6. ¿Cuáles fueron los mayores sufrimientos del Señor Jesús: físicos, morales o espirituales? ¿En qué consistieron estos
últimos?
10. ¿Cuáles son las operaciones que Dios realiza en el momento de la conversión de un pecador y cuáles son los requisitos
que presenta para que un pecador se convierta?