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Aspecto Literario de Romanos

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Aspectos Literarios

de Romanos
Aspectos a estudiar en esta sesión
• 1. Autoría
• 2. Destinatarios
• 3. Lugar y fecha de redacción
• 4. Ocasión y propósito
• 5. Tema principal
• 6. El texto y el estilo literario
• 7. Bosquejo del libro
La Carta a los romanos ocupa una posición especial
entre las cartas de Pablo En primer lugar, está dirigida a
una comunidad que no fue fundada por Pablo o alguno
de sus discípulos, y que el Apóstol sólo conoce de oídas.
En segundo lugar, esta carta sólo otorga un pequeño
espacio a las cuestiones actuales de la comunidad a la
que se dirige, desarrollando en su lugar temática y
sistemáticamente la concepción paulina del evangelio;
el contenido doctrinal supera de tal modo a la mera
correspondencia epistolar que a menudo se ha
considerado Romanos más como un escrito doctrinal
que como una carta. De hecho, su carácter literario
representa un problema, aun cuando se considere este
escrito como carta.
AUTOR DE LA CARTA
AUTOR: El apóstol Pablo. Pablo afirma claramente
que él es el autor (Ro. 1: 1 ), y las referencias
personales y hechos dados en el capítulo 15 nos
dicen más allá de toda duda que Pablo es el autor.
El libro no carece de apoyo
externo, incluyéndose un lugar en el canon de
Marción y en el fragmento Muratori. La evidencia
interna es especialmente fuerte, ya que el
lenguaje, la teología y el espíritu son
inequívocamente paulinos. Ciertas coincidencias
involuntarias entre Romanos y Hechos deben
también notarse:
(1) La colecta para los necesitados, que Pablo está
a punto de llevar a Jerusalén (15:25,26; cf. Hch.
24:17);
(2) el anunciado propósito del apóstol de visitar
Roma como asunto de larga data (1:13; 15:23,24;
cf. Hch. 19:21);
(3) su recelo con respecto a su próxima visita a
Jerusalén (15:30-31; cf. Hch. 20:22,23).
La carta identifica al Autor:
Sobre el nombre de Pablo, cf. Hch 13, 9. A pesar
del desprecio de las naciones, expresado en la
palabra esclavo o servidor (en griego doulos), Pablo
la recoge para indicar su total vinculación a Cristo.
En la Escritura y en la versión griega de los Setenta,
la palabra está ya valorizada y se usa para designar a
los «servidores de Dios», como Moisés, Josué o
David (Jos 14,7; 24,29), sin hablar del siervo del libro
de Isaías. En Gál 1, 10; Flp 1, 1 Y aquí, Pablo se
designa como el servidor de Cristo Jesús, no ya de
«Jesucristo», comprendido entonces como un
nombre propio, sino del mesías Jesús.
Pablo se declara apóstol por llamada, es decir,
llamado por Dios y no por los hombres, como señala
Gál 1, 1s.16. Es un «enviado» (en griego apostolos);
más concretamente, enviado a los paganos o
«apóstol de las naciones» (Rom 11,13; cf. Gá12, 8).
Pablo no identifica a los apóstoles solamente con
los doce (cf. Rom 16, 7 Ysobre todo 1 Cor 15, 5 Y7).
Así, pues, ha sido separado, puesto aparte, como
dice también en Gá11, 15: «Aquel que me había
separado del vientre de mi madre y llamado por su
gracia». Este último elemento hace también eco al
relato de la vocación de Jeremías (Jer 1,5). El apóstol
es enviado para el Evangelio de Dios, o sea, la
«buena nueva» de la salvación, que antaño se
refería a la liberación de los desterrados anunciada
en Is 40, 9; 52, 7, Y ahora a la de Cristo.
DESTINATARIOS
No tenemos noticias sobre el origen de la
comunidad cristiana en Roma. La carta a Rom
presupone que en Roma existe ya una comunidad
cristiana, de cuya fe ha llegado noticia a todo el
mundo (1,8). Pablo se había propuesto ya visitarla
hacía bastante tiempo (l,10ss), pero hasta entonces
no había podido realizar aún su propósito (15,22ss).
En ninguna parte de la carta se indican nombres
de misioneros que hayan sido los primeros en llevar
el evangelio a Roma. No se menciona tampoco al
apóstol Pedro, que según la tradición posterior
habría sido el primer obispo de la comunidad
romana. Es verdad que se podría considerar como
un hecho histórico el que Pablo y Pedro, con un
breve intervalo, sufrieron en Roma el martirio.
Pero ninguno de ellos fundó la comunidad. Esta
nació por obra de misioneros anónimos y
desconocidos. Seguramente desde muy pronto
hubo cristianos que fueron de Jerusalén a Roma
(véase Hch 2,10) y que trajeron a esta ciudad el
mensaje acerca de Cristo.
LUGAR Y FECHA DE
REDACCION
El Autor:
Pablo estaba en Grecia, probablemente en
Corinto:

El Auditorio:
Los oyentes o sea, los lectores estaban en Roma.
Pablo encomia a Febe como la persona que llevó su
carta de Corinto a Roma. La iglesia donde ella asistía
estaba en Cencrea, un pueblo pequeño a 8 millas de
Corinto (16:1).
Una clave para fijar la fecha aparece en la
observación que Pablo hace respecto a la colecta
para las necesidades de los santos pobres (capítulo
15) Pablo está a punto de comenzar su viaje a
Jerusalén con los representantes de las iglesias
contribuyentes. Es así que Romanos fue escrita
después de 2 Corintios. De Hechos 20:3 sabemos
que Pablo pasó solamente tres meses en Corinto
antes de que un complot de los judíos lo arrojara
de la ciudad, requiriendo un cambio de planes, a
saber, de un viaje por mar a un viaje por tierra via
Macedonia. Consecuentemente, Romanos debe
haber sido escrita sólo unos meses después de 2
Corintios, posiblemente en el año 57 (o a fines del
56), y presumiblemente desde Corinto, ya que
Pablo recomienda a Febe, de la ciudad cercana de
Cencrea, que según parece estaba lista para partir
a Roma y que presumiblemente llegó a ser la
por-tadora de la carta. Dado que Gayo (16:23)
posiblemente sea la misma persona que el Gayo de
1 Corintios 1:14, esto tiende a fortalecer el caso a
favor de Corinto como lugar de origen de la carta.
OCASIÓN Y PROPÓSITO
El objetivo de Ia carta es el anuncio y preparación
de la visita del Apóstol a Roma planificada ya desde
hacia mucho tiempo Pablo quiere «comunicar un
don espiritual» a los cristianos romanos, a fin de
que «sean fortalecidos» y para que el mismo «se
consuele con ellos», desea «anunciar el evangelio
también en Roma», para «obtener» también entre
ellos «algún fruto» (1,10 15)
Pablo se preocupaba acerca de la salud de la
Iglesia en Roma. Antes de que llegaran allí Pedro y
Pablo (a causa de su prisión), no se sabe de ningún
líder preeminente en la Iglesia Primitiva que
estuviera en Roma.
Encontramos el relato de las esperanzas
personales y los blancos de Pablo así como su
pasión de ver a la gente de su parentezco judío
aceptar a su Mesías (9 a 11). Pablo también tiene
interés en obtener su apoyo para su viaje misionero
a España (15:24).
La carta a los Romanos es un resumen del
Evangelio de Pablo, es decir, de su teología, para un
grupo de gente, de los cuales algunos conocían a
Pablo, pero la mayoría de los cuales no lo conocían.
Por lo tanto, Pablo tiene que ser tan claro y
comprensivo en esta carta como le es posible
puesto que está escribiendo a gente que no le ha
oído predicar antes. La mayoría de las otras cartas
de Pablo son una continuación de su ministerio
personal.
Pablo comienza por definir el problema como el
pecado Romanos 1:19 a 3:20. Empieza con los
pecados obvios de los gentiles, pero luego incluye a
los judíos y los pecados de ellos también.
La esperanza para los pecadores es la justificación
por fe en Jesucristo y no por las buenas obras
Romanos 3:21 a 8:17. Esta idea iba en contra de las
ideas religiosas comunes de la población tanto de los
gentiles como de los judíos.
Pablo les dice que la redención por medio de la
gracia involucra a todo el orden creado, tanto visible
como invisible. Dios asegura la victoria Romanos
8:18 a 11:36.
Constante a su molde, Pablo no deja a su auditorio
con solo unas declaraciones teológicas
generalizadas, sino que se aferra de las cosas
esenciales y describe cómo debemos vivir siendo
cristianos Romanos 12:1 a 15:13.
TEMA PRINCIPAL
El tema de la carta aparece en Rom 1,16-17 y es
desarrollado en el resto del escrito. El contenido
de la carta explicita el significado del evangelio(la
palabra significaba, en griego, «buena noticia»)
para Pablo: como poder de Dios capaz de salvar a
todo el mundo, sin distinción de
raza, género, estado social o religión, por cuanto
consiste en la revelación de la «justicia de
Dios», es decir, en la revelación de su bondad
salvadora. Fundamentalmente, se trata de una
acción de Dios que, por pura gracia, y no por
méritos propios, que se puedan hacer valer ante
Dios, salva a toda persona que crea en Jesús. Ello
implica que se deja
liberar de todo aquello que la esclaviza y no le deja
vivir humanamente, no por sus méritos, sino como
resultado de la entrega amorosa de Jesús, que dio
su vida por nosotros en la cruz. Para Pablo, esta
salvación había sido ya anunciada por Dios, tal
como se revela en el Antiguo Testamento. Y ha
llegado a su plenitud en la muerte y resurrección
de Cristo. La acción salvadora de Dios es,
primariamente, una liberación de las fuerzas que
esclavizan al ser humano y no le dejan vivir para
Dios y para los demás (Rom 14,79 y 13,8-10).
Pablo concreta dicha esclavitud, a lo largo de la
carta, en tres fuerzas que presenta como
personificadas: a) la del poder destructor del
pecado (ver Rom 1,18–3,20 y 6,17-20); b) la de la
Ley externa que nos indica lo que debemos
hacer, pero no nos da la fuerza necesaria para
poderlo hacer (ver Rom 7); y c) la de la muerte
eterna, que es la consecuencia del mal que nos
atenaza y que él llama pecado (ver Rom 5,12-21 y
6,16.21-23). La reflexión de Pablo va desde el
comienzo de la humanidad, en Adán, hasta su
destino final, en la Parusía, al final del
mundo, cuando Cristo regrese en majestad.
Para él, la historia de la humanidad antes de
Cristo es una historia que se encuentra bajo el
poder del pecado introducido en el mundo por la
desobediencia de Adán (Rom 1,18–3,20). El inicio
del cambio lo introduce Abrahán cuando es
escogido gratuitamente por Dios para crear un
pueblo que sea una bendición para todos los
pueblos de la tierra y él se abre por la fe a esta
oferta (Rom 4). Pero el cambio decisivo, y
comienzo de la nueva época, lo realiza Cristo con
su muerte y resurrección (Rom 3,21-31). De su
fuerza participan los cristianos: por la fe, don
gratuito de Dios en Cristo (Rom 1,16-17 y
3,21-31), y por su nuevo nacimiento por el
bautismo (Rom 6,1-11), que libera de la esclavitud
de la Ley (Rom 7: siendo pecadores, no la podemos
cumplir como norma externa, aunque nos indique
bien qué es lo que debemos hacer) y otorga el don
del Espíritu (Rom 8), que nos capacita, como fuerza
interior, para cumplir la voluntad de Dios.
La humanidad, pues, se encuentra configurada
por sus dos progenitores, Adán y Cristo; pero la
fuerza de Cristo es superior a la del pecado que
procede de Adán (Rom 5,12-21). La desobediencia
de Israel, como pueblo (siempre queda un
resto, signo de que Dios es siempre fiel a sus
promesas, incluso cuando el pueblo falla), abre la
puerta a la incorporación de los paganos a la
historia de la salvación (se convierten en pueblo
de Dios por pura gracia). Pero ello provocará que, a
su vez, todo Israel se abra a la gracia, de modo
que, al final, Dios sea todo en todos. Y la historia
de la humanidad revele cómo el Dios de la
gracia, que no puede dejar de ser fiel a las
promesas hechas al pueblo de Israel, ha logrado
sus propósitos de salvar a la humanidad entera por
puro amor
gratuito. Así, el amor providente de Dios se
convierte en motor decisivo de la unión y la paz
entre todos los pueblos de la tierra (Rom 9–11). De
esta experiencia de la gracia (del don de
Dios), brota una tarea, la posibilidad de un modo
alternativo de vivir, que ahora el pueblo cristiano
está llamado a realizar, como culto espiritual a
Dios (Rom 12,1–15,13).
TEXTO Y CONTENIDO
Aunque a menudo pueda parecer un tratado
teológico, externa y realmente tiene la forma de
carta. De hecho, se dirige a una comunidad
concreta, con la cual Pablo quiere
comunicarse, superando la barrera del espacio que
le separa de ella. Y, además del saludo
epistolar, típico de las cartas helenistas (Rom 1,1-7:
nombre del remitente y de los
destinatarios, acompañado de un saludo), contiene
un cuerpo de comunicaciones personales, tanto
sobre la situación de Pablo, como sobre los temas
que le preocupan en este momento (Rom 1,8-15;
15,14-33). Y unos saludos finales (Rom 16).
Algunos denominan «epístola» a este tipo de
escrito. Puede ser acertado, si no se olvida que en
latín epistola significa «carta».
Aparte del saludo (1,17), acción de gracias y
comunicaciones sobre la situación del Apóstol (1,8-
15 y 15,14-33), el contenido central de la carta está
dividido en dos partes. La primera (1,16–11,36)es
una exposición teológica sobre el contenido y el
significado del evangelio de Pablo (lo que se ha
denominado «la justificación por la fe y la
salvación que brota de ella»), tanto en su
contenido y significado teológico nuclear, como en
su dimensión histórico-salvífica, es decir, en su
continuidad con la revelación de Dios que nos ha
quedado testimoniada en el Antiguo Testamento.
Pero dentro de este fragmento, el estilo unas veces
es expositivo (p.ej. en 1,18-32; 3,2126; 5,1-21 y 8,1-
30), mientras que otras veces resulta más bien
polémico (p.ej. 2,1–3,20; 3,27–4,25; 6,1–7,25; 9,1–
11,36).
La segunda parte (12,1–15,13)desarrolla, a modo
de exhortación y de aplicación práctica a problemas
concretos de la comunidad, las consecuencias que
se derivan de la concepción teológica que Pablo
acaba de desarrollar, aplicando los principios
teológicos paulinos a la vida y problemas concretos
de la comunidad de Roma. De la experiencia
agradecida del amor totalmente gratuito y
sorprendente de Dios, revelado en Jesús, que ha
llevado a Pablo a prorrumpir el himno al amor de
Dios que leemos en Rom 8,31-39, brota una
manera determinada de amar al prójimo, que es
como la quintaesencia de la voluntad de Dios (Rom
13,8-10).
BOSQUEJOS

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