Conozca Cuba Cementerios de La Habana by Angel Oramas Camero
Conozca Cuba Cementerios de La Habana by Angel Oramas Camero
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Cementerios de La Habana
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Angela Oramas
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EDITORIAL JOSÉ MARTI
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Edición: MAYRA FERNÁNDEZ
Diseño de cubierta: EDUARDO MOLTÓ
Diseño de colección: JULIO A. MOMPELLER
Fotografías: TOMÁS BARCELÓ
Composición computarizada: YAI'MA GARCÍA
I.S.B.N.: 959-09-0117-4
Depósito Legal: M-23856-1998
Imprime: S.S.A.G.. S.L. - MADRID (España)
Tel.: 34-91 797 37 09
Fax: 34-91 797 37 7 3
Agradecimientos por el aliento espiritual y el empeño por
sacar a la luz este libro a Baldomero Alvarez Río, Rosa
María Marrero, Marta Ferrani, Antonio Medina, Juan
Marrero, mis hijas Yaíma y Yoana y a la editora Mayra
Fernández.
La autora
A mi noble padre
1
Introducción
9
to español Calixto Aureliano de Loira y Cardosso, autor
del proyecto Paluda Mors de la planta cementerial de la
necrópolis Cristóbal Colón, y obtendrá detalles de distintos
aspectos relacionados con los antecedentes y la construc-
ción de las obras funerarias.
Escrito sin pretender agotar el tema, el libro trasmite el ri-
gor y la pasión que emana del trabajo investigativo, descri-
be de forma amena fabulosas obras escultóricas y
arquitectónicas, cuenta anécdotas poco conocidas de los
cementerios habaneros, recrea algunas de sus más signifi-
cativas leyendas —como la de «La Milagrosa»— y abunda
en datos biográficos de personajes que yacen allí, y que en
épocas pasadas aportaron riqueza espiritual, científica,
histórica, artística, cultural, política e ideológica al pensa-
miento y a la sociedad cubanos. Cementerios de La Haba-
na es, entonces, una puerta para entrar desde el
conocimiento y la meditación provechosa que siempre traen
consigo los libros interesantes, en las formas históricas de
ese misterio permanente que acompaña a los hombres, la
muerte, y en los valores culturales que la perpetuación de
su memoria genera en una sociedad, más allá de los lími-
tes temporales de una vida humana.
10
Antecedentes de la Antigüedad
11
denominación catacumbas se hizo extensiva a cualquier
excavación usada para enterramientos. Esto explica, de
cierta manera, la posterior costumbre en Europa de se-
pultar en los subsuelos de las iglesias, lo que prevaleció
hasta comienzos del siglo xix, cuando se ordenó la cons-
trucción de las necrópolis alejadas de templos y ciudades
y las sepulturas comenzaron a adquirir carácter monu-
mental en esa parte del mundo y luego en América.
14
Primitivos cementerios de La H a b a n a .
Semblanza del obispo Espada
15
las inhumaciones los tainos seleccionaban lugares eleva-
dos, los guanara, que en su lengua significaba sitio apar-
tado, y solían además depositar los cadáveres en cuevas,
cuyas entradas clausuraban por medio de grandes piedras.
Cuando inhumaban a un cacique lo hacían envolviendo el
cadáver en una tira de algodón a manera de venda, desde
la cabeza a los pies, y lo introducían en un hueco cavado
en la tierra, revestido con palos para que el muerto no hi-
ciera contacto con esta. A veces el cuerpo era sentado en
un banquillo, el duho, colocado antes en ese espacio, y lo
rodeaban de sus joyas y objetos más preciados, así como
de agua y casabe; también en ocasiones sus esposas eran
enterradas vivas junto con ellos. Al final todo era cubierto
con troncos y piedras.
18
nente la necesidad de construir un cementerio de gran ca-
pacidad.
El 16 de octubre de 1799 falleció en La Habana el obispo
de la diócesis, Felipe José de Trespalacios y Verdeja. En
España se estudiaba su sustitución y para cubrir la vacan-
te, el rey Carlos IV, por Real Cédula de 3 de mayo de 1800,
presentó al Papa Pío VII la candidatura de Juan José Díaz
de Espada y Fernández de Landa.
Espada había nacido el 20 de abril de 1756, en Arroyate,
provincia de Álava, parte vasca de la Península Ibérica.
Durante dieciséis años estudió en los importantes centros
culturales de Salamanca y a la edad de veintiséis años ini-
ció la carrera sacerdotal, al ser ordenado presbítero por el
obispo de Segovia. Como cura ejerció once años. Fue con-
fesor y predicador con licencia absoluta en Salamanca,
Calatrava y Plasencia, abogado de los Reales Consejos y
fiscal general del obispado de Plasencia. En 1792 le nom-
braron provisor y vicario general de la abadía, en el territo-
rio de Villafranea de Vierza.
20
El 27 de enero de 1803, un año después de haber llegado a
esta capital, Espada presentó una moción ante la Sociedad
Económica Amigos del País, con vistas a la creación del
cementerio universal, lo que representó un importante paso
en la campaña de saneamiento de la ciudad, a la cual per-
sonalmente contribuyó junto con su amigo el doctor Tomás
Romay. También difundió una segunda pastoral de exhor-
tación a los fieles de La Habana, sobre la necesidad higiéni-
ca de fundar en ella el camposanto general.
El propio obispo Espada había padecido la fiebre amari-
lla, recién llegado a La Habana, y en conversación con su
médico de cabecera, el doctor Romay, había prometido
alzar el cementerio general en la ciudad. Esto fue su otra y
tal vez primera motivación para edificarla, independiente-
mente del ucase al respecto del Rey y de esta necesidad en
la capital cubana.
21
Espada, primer cementerio general
22
que los cadáveres se corrompieran por completo (...)
Por lo que a mí hace, en una ocasión salí con las
mayores ansias y fatigas de auxiliaría del Santo Cris-
to, antes de concluir la misa que oía; y no intenté
volver a ella hasta el día en que se enterró el cadáver
de mi amigo y profesor José Colleit; mas yo y cuan-
tos le acompañábamos nos retiramos con precipita-
ción desde la puerta: tal era la fetidez que arrojaba el
sepulcro que se había preparado.
El aumento de los fallecimientos y la protesta por el mal
olor reinante en los recintos católicos, de donde los restos
de la clase adinerada eran trasladados a los osarios antes
de la completa descarnación de los huesos, contribuyó a
que el obispo Espada tomara la urgente decisión de cons-
truir una necrópolis de gran capacidad y alejada del cen-
tro de La Habana, en el perímetro marcado por sus
murallas.
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le continuas ampliaciones, hasta que llegó a poseer cinco
patios. Funcionó setenta y dos años y en él se realizaban
10 000 enterramientos anuales, lo cual agotó su capaci-
dad.
El 2 de febrero de 1806 se bendijo y abrió el camposanto
de Espada con notable pompa. Los primeros restos lleva-
dos allí fueron del gobernador Diego Manrique, exhumados
de la iglesia de San Francisco, y del obispo de Milasa José
González Candomo, que reposaban en la catedral. Los
primeros cadáveres enterrados directamente en esta ne-
crópolis, el 3 de febrero de 1806, correspondieron al pár-
vulo José Flores y a la negra Petrona Alvarado.
* 1 vara= 0,835 m
24
adornos de bronce que figuraban llamas. Sobre ellas apa-
recían estas p a l a b r a s : Beati mortui qui in Domino
moriuntur, opera ennimilorum sequnntur i/Jos apoc (Bien-
aventurados los muertos que mueren en el Señor, pues sus
obras los acompañan).
25
un vaso en el medio. En la parte derecha de la puerta se
pintó La Religión, con atributos, y a su izquierda, La Medi-
cina. El ático terminaba en dos macetas de piedra, coloca-
das en los extremos de sus cornisas.
La sacristía y las habitaciones del capellán y del sepulturero
se hallaban a los lados de la portada. El atrio tenía al frente
seis columnas de sillería con verjas de hierro y al centro una
puerta del mismo metal; todo el espacio rodeado por verjas,
se convirtió en jardín que incluía dos almendros, uno por
cada lado de la puerta, sembrados por el obispo Espada y el
pintor Vermay.
26
A partir de 1845, fuera de las manos del clero, el negocio
de los nichos de Pispada prosperó controlado por la esposa
del capitán general O'Donnell, que vendía cada cavidad
en cien pesos oro, no obstante ser su verdadero costo entre
10 y 15 pesos oro. El jugoso comercio no pasó inadvertido
para el nuevo obispo, Francisco Fleix y Solans, en cuanto
ocupó el cargo de la diócesis de La Habana, pues tras
declararlo «inmoral e i n d e c o r o s o » , lo p u s o bajo su
mismísima administración.
G r a b a d o d e la é p o c a del C e m e n t e r i o d e E s p a d a .
28
El Bautista y el Chino
30
Hiller, Gama, Paraíso, Samuel y Josué; y los de la izquier-
da: Felipe Díaz, Alabamac, Delta, Porta, Paine, Díaz y
Cuba. Cada cuartón contaba con 120 fosas y estaban
separados uno de otro por calles de tres metros de ancho,
con sembrados de dalias en sus bordes.
La puerta de entrada se situó en el ángulo suroeste y la
sostenían dos grandes columnas de mampostería, con dos
hojas de tablas de pino. A ambos lados se hallaron los
jardines de cien metros de longitud, con plantas exóticas.
Al fondo de la parte izquierda se ubicó la capilla, en cuya
pared posterior se leía la leyenda «Bienaventurados los
muertos que mueren en el Señor». Detrás de la capilla se
hallaban dos habitaciones: una oficina y un dormitorio.
32
Desde su fundación hasta diciembre de 1900, allí fueron
sepultados 2 716 ciudadanos chinos. Con anterioridad los
finados de esa nacionalidad eran sepultados en Colón, cuya
cifra no oficial ascendió a 7 600.
33
pastillas de jabón fabricadas por los fascistas alemanes con
la grasa obtenida de cuerpos de judíos, durante la Segun-
da Guerra Mundial.
Pero sin lugar a dudas el más atractivo, importante y céle-
bre es la necrópolis Cristóbal Colón.
34
^
Proyecto Pallida Mors
36
inscribe como una de las necrópolis más extensas del mun-
do.
Entre las personas que mayor empeño mostraron por la
edificación del Cementerio de Colón estuvo el médico cu-
bano Ambrosio González del Valle y Cañizo, quien integró
algunas de las comisiones asignadas, en diferentes momen-
tos, para la ubicación del camposanto. A él se le deben las
ordenanzas sanitarias por las cuales al principio se rigió la
necrópolis. El doctor González del Valle falleció en La Ha-
bana a la edad de noventa y un años, tras ejercer la medi-
cina por medio siglo.
Al fin, la primera piedra del Cementerio de Colón se colocó
a las nueve de la mañana, el 30 de octubre de 1871, en el
sitio donde se construiría la portada principal, decorado
con palmas, laureles, flores, banderas, los retratos de los
Reyes de España y el nombre del descubridor de América.
La ceremonia fue presidida por el capitán general interino
segundo cabo Crespo de la Guerra, ya que el capitán ge-
neral de la Isla, Blas Villate, conde de Valmaseda, se halla-
ba en la región oriental de Cuba ordenando el exterminio
de los cubanos independentistas, barbarie que se conoce
en la historia como «Creciente de Valmaseda». Aquella
mañana el gobernador eclesiástico, Benigno Merino
Mendi, bendijo el nuevo camposanto con estas palabras:
«El cristianismo reúne en una sola e idéntica sociedad los
muertos y los vivos, la tierra y el cielo, el tiempo y la eter-
nidad».
38
Aguirregaviria tuvo a su cargo la terminación del tercer
lote, liquidado en 47 115 pesos oro. El propio Aguirregaviria
fabricó los aljibes y concluyó la hoy calzada de Zapata, en
el exterior de la parte norte del cementerio, todo por una
suma superior a los 447 000 pesos oro.
La terminación de las calzadas de los cuarteles noreste y
sureste, así como las obras de desagüe y la habilitación de
un pedazo del camposanto para las inhumaciones de los
cadáveres pertenecientes a los no católicos, se le adjudica-
ron a Filomeno García, que las traspasó a Francisco Peña
por la cantidad de más de 25 000 pesos oro.
39
entre 1882 y 1884, costaron en total más de 4 000 pesos
oro.
40
quien enterraba a los muertos para que no fueran devora-
dos por las fieras. La Iglesia convirtió a Tobías en santo y
le celebra su festividad el 2 de noviembre, Día de los Fieles
Difuntos.
41
ría; para la clase media, la zona de los monumentos de
segunda categoría, y para los pobres —distante de los ma-
jestuosos mausoleos de las familias aristocráticas— se tra-
zaron los cuadros del campo común. En época de lluvias,
se llegaba a estos por veredas fangosas, donde no era ex-
traño encontrar huesos humanos y rústicas cruces desen-
terrados.
44
Tesoros de Colón
45
Como ninguna otra ciudad de los muertos en el continente
de América, el cementerio de La Habana bautizado con el
nombre del descubridor del Nuevo Mundo, Cristóbal Co-
lón, despierta asombro e intrigas de muy diversa índole.
La grandeza de la necrópolis no se circunscribe a su tesoro
en mármoles, bronce y vitrales, pues también se le une la
historia que encierra en sí y la de personas que han sido
allí sepultadas.
46
truncada hay dos relieves de mármol blanco a manera de
semimedallones; el del tímpano exterior representa la Cru-
cifixión de Cristo y el del interior sugiere la Resurección de
Lázaro.
47
origen a otras cuatro cruces. La mayor divide la superficie
en cuatro grandes cuarteles, los que por su orientación se
denominan noreste, noroeste, sureste y suroeste. Los cuar-
teles delimitan las zonas de monumentos de primera, segun-
da y tercera categorías. Las cruces de segundo orden
dividen en cuatro cuadros, cada uno llamado campo co-
mún: comprendían zonas para las inhumaciones en tie-
rra, que se cobraban y eran denominadas tramo tercero,
además de las reservadas para los enterramientos gratuitos
en el tramo de limosna.
48
de 1854, cuando el gobernador de la Isla, marqués de la
Pezuela, propuso delinear los planos de la nueva necrópo-
lis. Pero desde el primer momento, el asunto de la ubica-
ción se volvió polémico, al considerar el obispo Fray Jacinto
que el referido mausoleo debía situarse en la catedral. Pese
al conflicto y con vistas a la realización de la obra se llevó
a cabo una colecta entre los vecinos adinerados de La
Habana y de otras ciudades de los dominios españoles.
Una estatua en memoria de Colón sería colocada en el
patio del Palacio de los Capitanes Generales, hoy Museo
de la Ciudad de La Habana, en donde se conserva.
Próxima a la puerta sur se observa otra plaza con un mo-
numento blanco, donde reposan los restos de Juan José
Díaz de Espada y Fernández de Landa, y de otros obispos
y arzobispos inhumados en la capital habanera. Mediante
contribución popular ascendente a 7 472 pesos oro y
95 centavos, se levantó este fastuoso mausoleo, inaugura-
do el 2 de febrero de 1881, el mismo día y hora en que
setenta y cinco años antes el obispo Espada abriera el pri-
mer cementerio general de La Habana que llevó su nom-
bre.
50
autoría es también la estatua de Santo Tomás, una delica-
da pieza que todavía se conserva.
51
Bajo floridas enredaderas del trópico o a la sombra de
laureles, sauces, arbustos ornamentales y de otras plan-
tas, como rosas y jazmines, en medio del silencio inte-
rrumpido por la sinfonía de los pájaros, desde el alba hasta
el anochecer, se levantan, ascienden o d e s m a y a n infini-
d a d de ángeles, santos y vírgenes piadosas con expresio-
nes de paz, de a m o r o de sufrimiento. Por su extraordinaria
exquisitez artística asombran estos custodios de los muer-
tos, esculpidos en mármol italiano de Carrara o en grani-
to cubano. S e distinguen los querubines con las coronas
de laureles o flores de finísimas elaboraciones, y las dedi-
catorias talladas que reiteran promesas: «Vivirás conmi-
go», «En nuestro recuerdo», «Tus hijos no te olvidan».
Apenas tres o cuatro palabras son suficientes para testi-
moniar un profundo sentimiento por el ser desaparecido.
I
tinados a la decoración de los interiores de recintos, al-
gunos en la actualidad en franco proceso de deterioro.
Por lo general, los límites de las construcciones funerarias
los establecen verjas balaustradas y cancelas de hierro fun-
dido o forjado, con detalles de gran derroche imaginativo.
Hay rejas que parecen encajes hechos a mano por el más
excelente orfebre.
En otro orden de joyas escultóricas se destacan multitud
de motivos de origen místico o simplemente decorativos
sobre lápidas y alrededor de búcaros y portabúcaros. Tal
es el caso de una cesta enorme repleta de rosas y hojas,
realizada en mármol blanco, frente a una gran estatua de
Jesús, del mismo material, situada en la zona de los monu-
mentos de segunda categoría. Especialmente en las cercas
de mármol existen delicadas representaciones con dimen-
siones muy pequeñas, de exquisito gusto e imaginación.
Entre 1880 y 1930, la escultura, con gran paso, había plas-
mado su presencia, inmortalizada en riquísimas piezas en
esta gigantesca ciudad funeraria.
53
Mendoza, con esculturas de grandes dimensiones; el de la
familia Truffin; el de Osear B. Cintas, de líneas modernas y
sencillas; y el de la familia Rivero, con piezas del destaca-
do artista español Moisés Huerta.
Otros panteones lujosos fueron edificados para los restos
de exmandatarios cubanos, como el de José Miguel Gómez.
Casi todos los que fueron presidentes de la República es-
tán sepultados en Colón, menos Tomás Estrada Palma, que
descansa en la necrópolis de Santa Ingenia, en Santiago
de Cuba, y Gerardo Machado, Carlos Prío Socarras y
Fulgencio Batista, inhumados fuera del país.
54
Por la significación histórica o por la monumentalidad pu-
dieran citarse otros muchos mausoleos, la mayoría hechos
con mármoles de Carrara, entre cuyas excepciones se en-
cuentra el sepulcro del principal suministrador de esa pie-
dra, que prefirió para su tumba el mármol cubano por
considerarlo de excelente calidad.
55
restos fueron trasladados al panteón de la familia Alvarez
de la Campa. Finalmente, el 27 de noviembre de 1889, los
cadáveres fueron depositados en el mausoleo a los Estu-
diantes de Medicina, edificado por suscripción popular, al
costo de 30 000 pesos oro. El 27 de noviembre de 1904,
junto a ellos fueron colocados los restos del capitán espa-
ñol Federico Capdevila, el valiente defensor de los jóvenes,
trasladado desde Santa Ingenia. También en este panteón
descansan Fermín Valdés Domínguez, fallecido el 13 de
junio de 1910, y el profesor Domingo Cuba, quien defen-
diera a los estudiantes en el momento de la detención.
57
Tumbas curiosas, impresionantes
entierros y fastuosos funerales
J
do un procer independentista, no tuvo palabras de despe-
dida de duelo; el del líder del Partido Ortodoxo, Eduardo
R. Chibas, en la década del cuarenta; el del capitán de la
clase obrera, Lázaro Peña, en 1974; el de las 80 víctimas
de la explosión del barco La Coubre, en 1961; y en 1980,
el de Celia Sánchez, considerada la primera heroína in-
corporada a la guerrilla de la Sierra Maestra comandada
por Fidel Castro.
59
eos de trapo, mazorcas, cintas coloreadas y otros atributos
de ritos afrocubanos.
Entre los sitios favorecidos por la leyenda se distingue la lla-
mada tumba del Hermano José o el Taita José, donde yace
Leocadia Herrera, una mujer que en su casa de Víbora Park
practicó el espiritismo y decía tener la encamación de un
poderoso espíritu africano, el hermano José. No transcurre
un día sin que hasta su tumba lleguen decenas de personas
con promesas,flores,monedas y mensajes de agradecimiento
por supuestos milagros concedidos.
Pero entre todas las leyendas y fantásticas anécdotas, la
más conocida es la de «La Milagrosa», relacionada con el
amor y la maternidad. El mito lo origina la triste historia
protagonizada por la bella habanera Amelia Goyri, hija de
los marqueses de Balboa, y Vicente Adot Rabell, de arrá-
yente personalidad y de familia no tan adinerada. A los
dieciséis años él se incorporó a la Guerra de Independen-
cia y alcanzó el grado de capitán. Al término de la contien-
da, y al cumplir ambos la misma edad, veintidós años, se
casaron, y el 3 de mayo de 1901 ella muere de un compli-
cado parto. Como consecuencia de los pocos recursos de
la época y atrasos científicos, se dice que el feto fue extraí-
do a pedazos del vientre materno, por lo que el cadáver de
la joven madre fue sepultado solo, según consta en su acta
de defunción y en el libro de enterramientos. Otra versión
familiar asegura que ambos cadáveres fueron sepultados
juntos; que el feto debió de ser colocado entre las piernas
de la madre. Por voluntad expresa del viudo, por largos
años no se hizo exhumación, de ahí que la tumba de Amelia
Goyri permaneciera algún tiempo sin ser abierta. Luego
echó alas la leyenda de que se había encontrado dentro
del sepulcro a Amelia con su bebé en los brazos.
Tras la desaparición de la esposa, Vicente pareció enlo-
quecer y vistió de luto con un crespón negro en el sombre-
ro hasta su muerte, el 24 de enero de 1941. Diariamente
60
visitaba la tumba y en cada ocasión la cubría con las más
exóticas y costosas flores; luego, con una argolla golpeaba
el mármol en un intento por despertar a la amada y se
entregaba a extensos soliloquios; al retirarse siempre lo hizo
sin darle la espalda al sepulcro. La ceremonia era observa-
da por los curiosos, quienes atribuían el crecimiento de la
riqueza del viudo a los poderes divinos de Amelia. La le-
yenda aumentó a partir de la colocación allí de una esta-
tua realizada en Italia por el más célebre escultor de la época
en Cuba, José Vilalta y Saavedra, amigo de Vicente. El
artista, conocedor de la causa del fallecimiento, esculpió la
figura de Amelia con el bebé sostenido en el brazo izquier-
do, y la mano derecha apoyada en una cruz, pues la difun-
ta había muerto en el Día de la Santísima Cruz.
64
Autores. Semblanza de Loira
65
esculpió con gracia el conjunto de la parte central y supe-
rior del Panteón de los Veteranos, y Rita Longa, que eje-
cutó con originalidad la versión de La virgen de la Piedad,
de Miguel Ángel, en el mausoleo de la familia Aguilera.
Quedan por mencionar decenas de excelentes escultores
cubanos que dejaron reunidas sus piezas en ese museo a
la intemperie que es Colón.
66
Pero el prestigioso arquitecto no vio concluido su proyec-
to. Breve tiempo después de iniciados los trabajos sufrió
una crisis de asma y un paro respiratorio; murió a la e d a d
de treinta y dos años, el 2 9 de septiembre de 1872. Su
cadáver estrenó el primer nicho por la entrada este, en el
cuartel noreste, frente a la calle A. marcado con el número
263. de la Galería de Tobías. De este lugar sus restos fue-
ron trasladados en 1953 al panteón del Colegio de Arqui-
tectos. En ese año, un óleo con su retrato fue colocado en
una pared del edificio de la administración del Cemente-
rio.
67
nes, pues deseaba dejar constancia de su opinión: «En las
tres visitas que le hice a esta necrópolis no he podido con-
tener mi asombro y admiración por tanta belleza arquitec-
tónica y escultórica, es increíble este museo fúnebre ¡algo
fabuloso que no podré olvidar!».
68
Gráficas de la necrópolis
de Colón
^OBIS»,, J»X
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^ss^fess^ss
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A V T N T D A OBISPO ntAY ¿AcrNTo AVENIDA OBISPO FRAY JACINTO ííJSJTE
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71
La entrada principal de estilo románico bizantino.
72
U n o d e los m o n u m e n t o s q u e m á s l l a m a la a t e n c i ó n .
73
Proliferan las esculturas d e ángeles.
74
lik
L a p a l m a r e a l , á r b o l n a c i o n a l , c r e c e e n t r e las t u m b a s .
M u c h a s p i e z a s s o n d e m á r m o l d e C a r r a r a , Italia.
75
A b u n d a n los o b e l i s c o s .
76
3*7
11
77
Imagen y fachada de u n o d e los p a n t e o n e s .
78
C o m p o s i c i ó n escultórica.
79
Obra fundida e n bronce.
80
»
C a d a pieza es digna d e admiración.
81
D e t a l l e d e e x c e l e n t e factura.
82
De la autora
83
índice
Introducción / 9
Antecedentes de la Antigüedad / 11
Primitivos cementerios de La Habana. Semblanza
del obispo Espada / 15
Espada, primer cementerio general / 22
El Bautista y el Chino / 29
Proyecto Pallida Mors / 35
Tesoros de Colón / 45
Tumbas curiosas, impresionantes entierros y fastuosos
funerales / 58
Autores. Semblanza de Loira / 65
Gráficas de la necrópolis de Colón / 69
De la autora / 83
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