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La Epica Española22

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LA ÉPICA

La épica medieval tiene un carácter eminentemente popular. Son los cantares de gesta
relatos en verso, de composición oral, donde se exaltan las hazañas de héroes estrechamente
vinculados a la colectividad a la que el poema se destina. Mediante el juglar, desempeñan
importante papel social, pues además de servir como diversión, son un medio de
comunicación. Pertenecen a un período de cultura incipiente en que el pueblo necesita
conservar su historia y, al no dominar la escritura, lo hace por medio del canto. Los sucesos
reales aparecen más o menos deformados, por la creación artística: los datos objetivos se
reinterpretan poéticamente.
El lenguaje presenta una notable tendencia arcaizante; se mantienen usos propios de la época
en que se compusieron los primitivos textos; así se pretende ambientar mejor un relato
situado en tiempos cada vez más lejanos.
Existen varias teorías sobre cómo se compusieron estos cantos. Los románticos alemanes
(Johann G. Herder, Wilhelm y Jacob Grimm, Friedrich August Wolf, Johann Ludwig
Uhland) sostenían que estos cantos surgen de la aglutinación de breves poemas épico-líricos
(obra colectiva) donde se manifestaba el sentir popular. Al contrario, la teoría individualista
(Joseph Bédier y seguidores) sostuvo que los cantares de gesta se compusieron mucho
después de los hechos que narran y son obras de poetas cultos, perfectamente
individualizados y conscientes de su trabajo creativo; se vinculan a los monasterios, donde
el autor podía disponer de documentación abundante sobre el tema de que trata. La teoría
tradicionalista (Ramón Menéndez Pidal) sostenía que el cantar de gesta se originó a raíz de
los hechos históricos que narra o muy poco después; la versión que llega es resultado de
sucesivas reelaboraciones efectuadas a lo largo del tiempo; cada juglar lo rehacía según las
exigencias del público; se supone que alargaría los episodios que despertaban mayor interés
e inventaría nuevos lances para atraer la atención de su auditorio; de unos 500 o 600 versos
iniciales, el poema aumenta mediante ampliación de la materia inicial; se trata de una forma
más de poesía tradicional transmitida por vía oral.
Debido a la extensión y complejidad de las creaciones, el juglar recurre a la reiteración de
motivos y el empleo del lenguaje formular, o sea grupos de palabras que repiten una misma
idea; a esto se añade la memoria del recitador, que refunde la historia y mantiene su estructura
general.
Según Menéndez Pidal, los orígenes de la épica románica serían de finales del siglo X o
inicios del XI; los cantares originarios son anteriores a las versiones que se conservan y se
debe pensar en una larga tradición de textos perdidos.
La épica castellana presenta un verso irregular de medida fluctuante, que oscila entre las 10
y 20 sílabas, con predominio de las de 14 a 16. Una pausa marcada lo divide en dos
hemistiquios. Entre los rasgos arcaizantes del lenguaje, se presenta la peculiaridad de la
llamada «e paragógica» o añadida (voluntade, servire), como una licencia métrica que
facilitaba la asonancia y, además, contribuía a dar un tono noble y arcaico al poema.
También suele destacarse como característica distintiva de estos cantares el realismo y
verosimilitud de la acción y los caracteres pero, por supuesto, no se trata de una verdad
histórica sino artística.
La épica castellana no asciende sino a cerca de unos cinco mil versos, en dos poemas
incompletos: el Cantar de Mío Cid y el cantar de las Mocedades de Rodrigo, del siglo XIV
(descubierto en la Biblioteca Real de París), y un centenar de versos del poema Roncesvalles,
en torno a la célebre batalla donde murió Roldán (descubierto en 1916, en el archivo
provincial de Pamplona).
Menéndez Pidal ha seguido la pista y reconstruido poemas de los que no se conserva sino su
argumento, en parte con materiales contenidos en las crónicas medievales, que recurren a la
épica como fuente histórica. Las crónicas que ofrecen más datos son la Crónica general de
Alfonso X, la Crónica de Castilla o del Campeador, la Crónica de veinte reyes y la Crónica
de 1344. También ha ayudado en la tarea de reconstrucción el testimonio de los romances,
que derivan en parte de los antiguos cantares.
Los ciclos épicos, sobre los que hay mayor cantidad de datos que permiten suponer la
existencia de viejos cantares, son tres: el ciclo de los condes de Castilla: Cantar de los siete
infantes de Lara, Cantar de Fernán González, La condesa traidora, Romanz del Infant
García; el ciclo del Cid: Cantar del rey don Fernando, Cantar de Sancho II, Cantar de Mío
Cid, Mocedades de Rodrigo; y el ciclo carolingio: Roncesvalles, Mainete, Bernardo del
Carpio.
EL CANTAR DE MIO CID

El manuscrito fue descubierto en 1775 en el convento de monjas de Santa Clara de Vivar.


Tomás Antonio Sánchez lo editó en el primer tomo de su Colección de poesías castellanas
anteriores al siglo XV (1779); el códice pasó por varias manos: en 1960 lo adquirió la
fundación March y lo donó a la Biblioteca Nacional de Madrid, donde se conserva. Lo firma
Per Abbat (Pedro Abad), del que poco o nada se sabe; se supone que se limitó a copiar el
poema, aunque algunos piensan que podría ser el autor de esa versión que, en el cómputo
cristiano, corresponde al 1207.
El cantar se habría compuesto hacia 1140 (según Menéndez Pidal), aunque luego se señaló
que habría podido ser entre 1105 y 1110, versión primera que luego sería refundida y
ampliada; se ha afirmado que sería obra de dos juglares: el de San Esteban de Gormaz (por
la lengua y algunos rasgos localistas sorianos), que le habría dado la estructura básica al
texto; luego el juglar de Medinaceli lo habría refundido y ampliado, tesis que se ha refutado
en los últimos tiempos; lo cierto es que un refundidor dio al cantar la forma que hoy tiene,
que parte de una tradición previa.
El poema consta de 3730 versos, agrupados en tres partes, no marcadas en el manuscrito de
Per Abbat, correspondientes al Cantar del Destierro, Cantar de las bodas y Cantar de la
afrenta de Corpes. El tema de la honra actúa como factor que estructura todo el texto: el
héroe, inicialmente en una situación inicial desfavorable, comienza a ascender; cuando llega
a un momento cumbre (perdón del rey y boda de sus hijas), cae de nuevo con la afrenta de
Corpes, pero esto lo va a llevar al punto más alto de su honra al vencer a los
infantes y emparentar con la realeza.
Otros episodios señalan las relaciones entre el Cid y el
rey Alfonso VI, y las tensiones entre la baja nobleza
ascendente (el Cid) y la alta nobleza (los intrigantes),
que ven amenazado su poder por la movilidad social.
En cuanto a la historicidad del cantar, en líneas
generales es fiel a los hechos, aunque hay desviaciones y la figura del
personaje no se ajusta a lo que en verdad fue Rodrigo Díaz (realismo literario ≠ verdad
histórica).
En lo referente a técnica y estilo, el cantar es sobrio, con un protagonista muy humano,
sometido a las contingencias propias de la especie; se lo caracteriza con sorprendente mesura;
sus virtudes se destacan en alto grado, pero nunca sobrepasan los límites de lo posible; un ser
íntegro, que enfrenta con valor a la adversidad y lucha para salir adelante; su faceta de héroe
se complementa con la ternura y el cariño que muestra hacia su familia; es un hombre
piadoso, que agradece a la divinidad por los favores recibidos. Los demás personajes se
trazan con rasgos bastante precisos.
Los caracteres y la acción son verosímiles, presentados con una técnica típicamente realista,
que da cabida a los detalles más pequeños (episodio de Félez Muñoz en el robledal); se
destacan las abundantes precisiones cuantitativas en el relato, se da cuenta con minuciosidad
del reparto del botín; además, se dejan traslucir los usos y costumbres, personajes y entorno
social de la Castilla de la época; descripciones geográficas detalladas y acordes con la
realidad.
En el estilo domina la concisión, la frase breve y el trazo impresionista; hay una auténtica
economía de medios expresivos; se ha agilizado al máximo la acción y se suprime todo lo
que pueda restarle vivacidad. La lengua presenta los arcaísmos propios de la épica y los
habituales procedimientos formulares; es muy notable el parco uso de adjetivos; los nexos de
unión son escasos; el hilo del relato establece la conexión sintáctica entre las sucesivas
oraciones yuxtapuestas.
No faltan rasgos de humor en episodios sabiamente intercalados, como el del engaño de los
judíos Raquel y Vidas o el del león, que cumplen la función de relajar las tensiones que
genera el conflicto central.
Algo más sobre El Cid. Casi único ejemplar de la poesía heroico-popular; es del siglo XII, en
una copia del XIV. Se conserva en un único manuscrito copiado en 1307 por Pero Abad; a
esta copia le falta una hoja en el comienzo y dos en el interior del códice. El original primitivo
se escribió hacia 1140.
El poema es seguro en su estructura, concebida con claridad. La unidad de acción se
desenvuelve progresivamente y va engrandeciendo al héroe, desde cuando se lo muestra
hundido en el abandono por el destierro hasta cuando logra los mayores honores y todas las
reivindicaciones.
La evolución progresiva tiene tres etapas: la mayor honra guerrera del principio; la
conquista de Valencia y el perdón real, que consigue por su lealtad y fama; la lucha cortesana
contra sus enemigos emboscados, los infantes de Carrión; su lucha por la justicia en las
Cortes de Toledo. Al fin, su figura se levanta invicta en todos los campos.
El autor (juglar de Medinaceli) era poeta de extraordinarias dotes y temperamento especial
para el tema épico; rechaza la estridencia de los caracteres y la acción y maneja muy bien la
descripción, sobre todo en la acción guerrera; es una obra de acentuada originalidad;
elemento genuinamente épico, la pasión de la venganza se trata como una reparación jurídica
del honor.
EL ROMANCERO

En los siglos XIII y XIV, romance es una composición literaria de diversa índole; en
algunos casos, es un breve poema épico-lírico, compuesto por una serie indefinida de versos
octosílabos con rima asonante en los pares. Estas composiciones forman parte del acervo
popular, se transmiten oralmente introduciendo continuas variantes, de las que ha llegado un
rico repertorio; no pertenecen a nadie en particular, pues cada recitador las transformaba a su
gusto; es evidente que la evolución del género ha seguido la senda de la recreación colectiva.
El romance es un híbrido que participa de las características de la lírica, la narrativa e
incluso, dada la importancia del diálogo, del género dramático.
Sobre su origen, hay la teoría de que es creación colectiva de un poeta-pueblo en que se
manifiesta el espíritu nacional; también la teoría tradicionalista que sostiene que los
romances proceden de antiguos cantares de gesta, como fragmentación de los relatos épicos
de los que la memoria popular retiene solo los episodios más interesantes y desecha los
demás; las escenas adquieren autonomía y siguen su propia evolución, se añaden detalles
para que el relato tenga sentido por sí mismo y se acentúan los componentes subjetivos y
sentimentales: esta última teoría sería aplicable sobre todo a los romances de tema épico y
no a los demás; también existe la teoría individualista, según la cual el romance es obra de
un autor concreto que lo crea en un momento dado sin una dependencia directa de los
cantares, se debe al impulso de un artista individual.
La mayoría datan del siglo XV, solo pocos son del XIV; la mayor parte de las versiones
conservadas son del XVI; no se escribieron hasta tanto no despertaron el interés de poetas
cultos que además de copiarlos, los glosaron; la copia más antigua es de 1421, del romance
De una gentil dama y un rústico pastor; la imprenta los difunde a finales del siglo XV y
comienzos del XVI, cuando ya los apreciaba la clase culta. A partir del siglo XVI, se incluyen
en los cancioneros, como en el Cancionero general (1515), de Hernando del Castillo, que
recoge unos cincuenta; el primero importante es el Cancionero de romances, de Martín
Unció, de Amberes, entre 1547-48; también se han conservado romances en los libros de
música, adaptados para el canto, como el Cancionero musical de palacio de fines del siglo
XV.
Los romances se clasifican en viejos, de carácter tradicional y autor colectivo, fijados por
escrito a fines del siglo XV y comienzos del XVI, y romances nuevos, compuestos en la Edad
Moderna por un poeta individual, a imitación de los antiguos; la generación de Lope de Vega
y Luis de Góngora consolida el romance nuevo y lo dota de temas y estilo propio.
En el romancero viejo hay romances épicos, como los de don Rodrigo, Bernardo del
Carpio, Fernán González, los infantes de Lara y su trágica matanza y sobre todo el Cid;
históricos, con un carácter informativo, por ello llamados noticieros y los llamados
fronterizos, con luchas entre moros y cristianos, ambiente caballeresco y actitud generosa y
compasiva con el enemigo; los novelescos, con historias de la mitología clásica y del folclor
universal, y aventuras y misterio; y los líricos, que expresan emociones y concentran en breve
espacio afecto de gran intensidad, con temas y tratamiento de la poesía tradicional.
El romance es un texto breve e intenso, con acción y sentimientos muy concentrados; rasgo
fundamental es el fragmentarismo, con situaciones de climax y a veces sin desenlace;
prevalece la acción sobre la descripción; el dialogo es elemento básico en su técnica
narrativa; hay una tendencia marcada hacia la reiteración de palabras, frases y contenido,
epítetos ponderativos, frases formulares, giros pleonásticos, imprecaciones y expresiones
caprichosas, con el fin de reforzar la expresividad; la lengua tiene una tendencia arcaizante.
La épica culta. En los siglos XVI y XVII, la épica aspira a la creación de un mundo heroico
análogo al de las epopeyas clásicas; es obra de un autor individual, que se difunde a través
de la escritura; sus modelos clásicos eran Virgilio y Lucano; junto a este influjo se percibe el
de los italianos Matteo Boiardo, Ludovico Ariosto, Torquatto Tasso, de los que hereda la
forma métrica predilecta: la octava real (estrofa de origen italiano, formada por ocho versos
endecasílabos con rima ABABABCC; la estrofa por excelencia de la épica culta); comienza
a desarrollarse en la segunda mitad del XVI, tras el triunfo del italianismo; las primeras obras
se destinan a ensalzar la figura de Carlos V; a medida que pasa el tiempo, se abre paso una
épica de exaltación nacional y religiosa. Se presenta también la tendencia de poemas en torno
a la conquista de América, materia exclusiva del mundo hispánico: rigurosamente históricos
y en ocasiones con testimonios directos y personales. Se escriben bajo el signo de La farsalia
de Lucano, en quien los autores creyeron encontrar un precedente hispánico de su actitud
poética. Bajo el impulso del nacionalismo, este género tuvo mucho éxito en sus años de
esplendor (1550-1650), con gran número de lectores y de ediciones, pero la valoración
posterior ha sido bastante negativa pues, se dice, se limita a reproducir esquemas fosilizados;
además, la acumulación de episodios resta agilidad al relato, que a menudo resulta en extremo
pesado. Salvo alguna excepción, no hubo poetas capaces de llevarlo a una etapa superior.
La obra más relevante en este panorama poético enrarecido es La Araucana de Alonso de
Ercilla y Zúñiga (1533-1597), madrileño, paje del príncipe Felipe,
que viaja con él por los Países Bajos, Viena, Inglaterra; pasa a
América y en 1557 se une a una expedición al mando de García
Hurtado de Mendoza contra los araucanos, sublevados y que habían
dado muerte a Pedro de Valdivia. De esta experiencia surgirá su
poema. Participa en otras empresas y vuelve a España, donde
publica su obra en tres entregas: Madrid (1569), Zaragoza (1578) y
Madrid (1589). Sirve a Felipe II en distintas misiones diplomáticas
y militares y muere en Madrid. La obra se ubica como continuadora
de la épica italiana a lo Ariosto y a la vez la enfrenta, pues ante la fantasía del primero, Ercilla
insiste en que su testimonio es directo y fehaciente; canta el valor, los hechos, las proezas de
los participantes en una guerra; los indígenas son mitificados, seres ideales que pueden
encarnar un paraíso perdido, solo vivo en las fábulas sentimentales de las églogas y libros de
pastores; como guerreros, son exaltados como los héroes del poema que sucumben ante un
ejército mejor armado; un halo de trágica grandeza rodea sus figuras; el poeta admira de los
araucanos su heroica resistencia y su estoico sentido de la dignidad. Así La Araucana es un
poema excepcional, pero muy desigual; el vigor y aliento de algunos episodios contrastan
con la flojedad de otros; no obstante, al conjunto se lo reconoce como la más notable creación
de la épica culta española.
La parodia épica. La familiaridad de los lectores con todo género de poesía engendró el
inevitable desgaste de los tópicos y fórmulas empleados. Por esto la parodia tiene lugar de
honor en el conjunto de la poesía barroca. Así, los poemas épicos con mayor vigencia son,
sin duda, parodias, espléndidas, obras maestras del lenguaje y del humor: La gatomaquia de
Lope de Vega y las Necedades y locuras de Orlando el enamorado de Francisco de Quevedo.
ROMANCE DE LA GENTIL DAMA Y UN ROMANCE DE LOS INFANTES DE LARA
RÚSTICO PASTOR
A caza va don Rodrigo,
Estáse la gentil dama ese que dicen de Lara;
paseando en su vergel, perdido había el azor,
los pies tenía descalzos, no hallaba ninguna caza;
que era maravilla ver; con la gran siesta que hace
desde lejos me llamara, arrimado se ha a una haya,
no le quise responder. maldiciendo a Mudarrillo,
Respondile con gran saña: hijo de la renegada,
―¿Qué mandáis, gentil mujer? que si a las manos hubiese
Con una voz amorosa que le sacaría el alma.
comenzó de responder: El señor estando en esto,
―Ven acá, el pastorcico, Mudarrillo que asomaba:
si quieres tomar placer; -Dios te salve, buen señor,
siesta es del mediodía, debajo la verde haya.
que ya es hora de comer, -Así haga a ti, caballero;
si querrás tomar posada buena sea tu llegada.
todo es a tu placer. -Dígasme, señor, tu nombre,
―Que no era tiempo, señora, decirte he yo la mi gracia.
que me haya de detener, -A mí me llaman don Rodrigo,
que tengo mujer e hijos, y aun don Rodrigo de Lara,
y casa de mantener, cuñado de don Gonzalo,
y mi ganado en la sierra, hermano de doña Sancha;
que se me iba a perder, por sobrinos me los hube
y aquellos que me lo guardan los siete infantes de Lara.
no tenían qué comer. Maldigo aquí a Mudarrillo,
―Vete con Dios, pastorcillo, Hijo de la renegada,
no te sabes entender, si delante lo tuviese,
hermosuras de mi cuerpo yo le sacaría el alma.
yo te las hiciera ver: -Si a ti dicen don Rodrigo,
delgadica en la cintura, y aun don Rodrigo de Lara,
blanca soy como el papel, a mí Mudarra González,
la color tengo mezclada hijo de la renegada,
como rosa en el rosel, de Gonzalo Gustios hijo
el cuello tengo de garza, y alnado de doña Sancha;
los ojos de un esparver, por hermanos me los hube
las teticas agudicas, los siete infantes de Lara;
que el brial quieren romper, tú los vendiste, traidor,
pues lo que tengo encubierto en el val del Arabiana.
maravilla es de lo ver. Mas si Dios ahora me ayuda,
―Ni aunque más tengáis, señora, aquí dejarás el alma.
no me puedo detener. -Espéresme, don Mudarra,
iré a tomar las mis armas.
* -El espera que tú diste
* * a los infantes de Lara;
aquí morirás, traidor,
enemigo de doña Sancha.
LA GATOMAQUIA y escucha mi famosa Gatomaquia,
así desde las Indias a Valaquia
Lope de Vega corra tu nombre y fama,
que ya por nuestra patria se derrama,
De doña Teresa Verecundia al Licenciado Tomé de desde que viste la morisca puerta
Burguillo de Túnez y Biserta,
armado y niño, en forma de Cupido,
SONETO con el marqués famoso
del mejor apellido
Con dulce voz y pluma diligente como su padre por la mar dichoso.
y no vestida de confusos caos, No siempre has de atender a Marte airado,
cantáis, Tomé, las bodas, los saraos desde tu tierna edad ejercitado,
de Zapaquilda y Micifuf valientes. vestido de diamante,
Si a Homero coronó la ilustre frente coronado de plumas, arrogante;
cantar las armas de las griegas naos, que alguna vez el ocio
a vos de los insignes marramaos es de las armas cordial socrocio,
guerras de amor por súbito accidente. y Venus, en la paz, como Santelmo
Bien merecéis un gato de doblones, con manos de marfil le quita el yelmo.
aunque ni Lope celebréis ni el Taso, Estaba sobre un alto caballete
Ricardos o Gofredos de Bullones de un tejado sentada
Pues que por vos, segundo Gatilaso, la bella Zapaquilda al fresco viento,
quedarán para siempre de ratones lamiéndose la cola y el copete,
libres las bibliotecas del Parnaso. tan fruncida y mirlada
como si fuera gata de convento.
LA GATOMAQUIA Su mesmo pensamiento
de espejo le servía,
A don Lope Félix del Carpio, soldado en la Armada de puesto que un roto casco le traía
su Majestad cierta urraca burlona
que no dejaba toca ni valona
SILVA PRIMERA que no escondía por aquel tejado,
confín del corredor de un licenciado.
Yo, aquel que en los pasados Ya que lavada estuvo,
tiempos canté las selvas y los prados, y con las manos que lamidas tuvo,
éstos vestidos de árboles mayores de su ropa de martas aliñada ,
y aquéllas de ganados y de flores, cantó un soneto en voz medio formada
las armas y las leyes, en la arteria vocal con tanta gracia
que conservan los reinos y los reyes, como pudiera el músico de Tracia;
agora, en instrumento menos grave, de suerte que cualquiera que la oyera,
canto de amor suave que era solfa gatuna conociera,
las iras y desdenes, con algunos cromáticos disones,
los males y los bienes, que se daban al diablo los ratones.
no del todo olvidado Asomábase ya la Primavera
del fiero taratántara, templado por un balcón de rosas y alhelíes,
con el silbo del pícaro sonoro. y Flora, con dorados borceguíes,
Vosotras, musas del castalio coro, alegraba risueña la ribera;
dadme favor, en tanto tiestos de Talavera
que, con el genio que me distes, canto prevenía el verano,
la guerra, los amores y accidentes cuando Marramaquiz, gato romano,
de dos gatos valientes; aviso tuvo cierto de Maulero,
que como otros están dados a perros, un gato de la Mancha, su escudero,
o por ajenos o por propios yerros, que al sol salía Zapaquilda hermosa,
también hay hombres que se dan a gatos, cual suele amanecer purpúrea rosa
por olvidos de príncipes ingratos, entre las hojas de la verde cama,
o porque los persigue la fortuna rubí tan vivo, que parece llama,
desde el columpio de tierna cuna. y que con una dulce cantilena
Tú, don Lope, si acaso en el arte mayor de Juan de Mena,
te deja divertir por el Parnaso enamoraba el viento.
el holandés pirata, Marramaquiz, atento
gato de nuestra plata, a las nuevas del paje,
que infesta las marinas que la fama enamora desde lejos,
por donde con la armada peregrinas, que fuera de las naguas de pellejos
suspende un rato aquel valiente acero, del campanudo traje,
con que al asalto llegas el primero, introducción de sastres y roperos,
doctos maestros de sacar dineros, la azutea de un clérigo vecino,
alababa su gracia y hermosura, un bodocazo vino,
con tanta melindrífera mesura, disparado de súbita ballesta
pidió caballo, y luego fue traída más que la vista de los ojos presta,
una mona vestida que, dándole a la mona en la almohada,
al uso de su tierra, por de dentro morada,
cautiva en una guerra por de fuera pelosa,
que tuvieron las monas y los gatos; dejó caer la carga, y presurosa
púsose borceguíes y zapatos corrió por los tejados,
de dos dediles de segar abiertos, sin poder los lacayos y criados
que con pena calzó por estar tuertos; detener el furor con que corría.
una cuchara de plata por espada; No de otra suerte que en sereno día
la capa colorada, balas de nieve escupe, y de los senos
a la francesa, de una calza vieja, de las nubes, relámpagos y truenos
tan igual, tan lucida y tan pareja, súbita tempestad en monte o prado,
que no será lisonja obligando que el tímido ganado
decir que Adonis en limpieza y gala, atónito se esparza,
aunque perdone Venus, no le iguala: ya dejando en la zarza
por gorra de Milán, media toronja, de sus pungentes laberintos, vana
con un penacho rojo, verde y bayo, la blanca o negra lana,
de un muerto por sus uñas papagayo, que alguna vez la lana ha de ser negra,
que diciendo : ¿Quién pasa? Cierto día, y hasta que el sol en arco verde alegra
pensó que el rey venía, los campos que reduce a sus colores,
y era Marramaquiz, que andaba a caza, no vuelven a los prados ni a las flores,
y halló para romper la jaula traza; así los gatos iban alterados
por cuera , dos mitades que de un guante por corredores, puertas y terrados,
le ataron por detrás y por delante, con trágicos maúllos,
y un puño de una niña por valona. no dando, como tórtolas, arrullos,
Era el gatazo de gentil persona y la mona, la mano en la almohada,
y no menos galán que enamorado; la parte occidental descalabrada,
bigote blanco y rostro despejado, y los húmidos polos circunstantes
ojos alegres, niñas mesuradas, bañados de medio ámbar, como guantes
de color de esmeraldas diamantadas, En tanto que pasaban estas cosas,
y a caballo en la mona parecía y el gato en sus amores discurría
el paladín Orlando, que venía con ansias amorosas
a visitar a Angélica la bella. porque no hay alma tan helada y fría
La recatada ninfa, la doncella, que Amor no agarre, prenda y engarrafe,
en viendo al gato se mirló de forma y el más alto tejado enternecía,
que en una grave dama se transforma, aunque fuesen las tejas de Getafe,
lamiéndose, a manera de manteca, y ella, con ñifi ñafe,
la superficie de los labios seca, se defendía con semblante airado,
y con temor de alguna carambola, aquel de cielo y tierra monstruo alado,
tapó las indecencias con la cola, que, vestido de lenguas y de ojos
y bajando los ojos hasta el suelo, ya decrépito viejo con antojos,
su mirlo propio le sirvió de velo; ya lince penetrante,
que ha de ser la doncella virtuosa por los tres elementos se pasea
más recatada mientras más hermosa. sin que nadie le vea,
Marramaquiz entonces, con ligeras con la forma elegante
plantas batiendo el tetuán caballo, de Zapaquilda discurrió ligero
que no era pie de hierro o pie de gallo uno y otro hemisfero,
le dio cuatro carreras, aunque con las verdades lisonjera,
con otras gentilezas y escarceos, y en cuanto baña en la terrestre esfera,
alta demostración de sus deseos; sin excepción de promontorio alguno,
y, la gorra en la mano, el cerúleo Neptuno,
acercóse galán y cortesano plasmante universal de toda fuente,
donde le dijo amores. desde Bootes a la Austral Corona
Ella, con las colores y de la zona frígida a la ardiente
que imprime la vergüenza, Esto dijo la Fama, que pregona
le dio de sus guedejas una trenza; el bien y el mal; y en viendo su retrato,
y al tiempo que los dos marramizaban se erizó todo gato
y con tiernos singultos relamidos y dispuso venir, con esperanza
alternaban sentidos, de galardón que un firme amor alcanza.
desde unas claraboyas que adornaban Los que vinieron por la tierra en postas
trajeron, por llegar a la ligera, el antiguo favor y la esperanza.
sólo plumas y banda, calza y cuera; ¡Oh cuánto puede un gato forastero,
los que habitaban de la mar las costas, y más siendo galán y bien hablado,
tanto pueden de amor dulces empresas, de pelo rizo y garbo ensortijado.
vinieron en artesas, Siempre las novedades son gustosas;
mas no por eso menos no hay que fiar de gatas melindrosas.
hasta la cola de riquezas llenos; ¿Quién pensara que fuera tan mudable
y otros, por bizarría, Zapaquilda, cruel y inexorable,
para mostrar después la gallardía, y que al galán Marramaquiz dejara
en cofres y baúles, por un gato que vio de buena cara,
sulcando las azules después de haberle dado
montañas de Anfitrite; un pie de puerco hurtado,
y alguno que a disfraces se remite, pedazos de tocino y de salchichas?
por no ser conocido, ¡Oh cuan poco en las dichas
en una caja de orinal metido. está firme el amor y la fortuna!
Con esto, en muchos siglos no fue vista, ¿En qué mujer habrá firmeza alguna?
como en esta conquista, ¿Quién tendrá confianza,
tanta de gatos multitud famosa, si quien dijo mujer dijo mudanza?
por Zapaquilda hermosa. Marramaquiz, con ansias y desvelos,
Apenas hubo teja o chimenea vino a enfermar de celos,
sin gato enamorado, porque ninguna cosa le alegraba.
de bodoque tal vez precipitado, Finalmente Merlín que le curaba,
como Calisto fue por Melibea; gato de cuyas canas, nombre y ciencia
ni ratón parecía, era notoria a todos la experiencia,
ni el balbuciente hocico permitía mandó que se sangrase;
que del nido saliese, y como no bastase,
ni queso ni papel se agujeraba, vino a verle su dama,
por costumbre o por hambre que tuviese, aunque tenía en un desván la cama,
ni poeta por todo el universo a donde la carroza no podía
se lamentó que le royesen verso, subir, por alta y por la estrecha vía;
ni gorrión saltaba, pero, en fin, apeada,
ni verde lagartija entró de su escudero acompañada.
salía de la cóncava rendija. Mirándose los dos severamente,
Por otra parte el daño compensaba después de sosegado el accidente,
que de tanto gatazo resultaba, él con maullo habló y ella con mirlo,
pues no estaba segura que fuera harto mejor pegarla un chirlo;
en sábado morcilla ni asadura, pero por alegrarle la sangría
ni panza ni cuajar, ni aun en lo sumo le trujo su criada Bufalía
de la alta chimenea una pata de ganso y dos ostiones.
la longaniza al humo, El se quejó con tímidas razones
por imposible que alcanzarla sea, en su lenguaje mizo,
exento a la porfía en la esperanza, a que ella con vergüenza satisfizo;
que tanto cuanto mira, tanto alcanza. quejas que, traducidas del y della,
Entre esta generosa ilustre gente así decían: –Zapaquilda bella,
vino un gato valiente, ¿por qué me dejas tan injustamente?
de hocico agudo y de narices romo, ¿Es Micifuf más sabio? ¿Es más valiente?
blanco de pecho y pies, negro de lomo, ¿Tiene más ligereza? ¿Mejor cola?
que Micifuf tenía ¿No sabes que te quise elegir sola
por nombre, en gala, cola y gallardía entre cuantas se precian de mirladas,
célebre en toda parte de bien vestidas y de bien tocadas?
por un Zapinarciso y Gatimarte. ¿Esto merece que un invierno helado,
Este, luego que vio la bella gata, de tejado en tejado
más reluciente que fregada plata, me hallaba el alba al madrugar el día
tan perdido quedó, que noche y día con espada, broquel y bizarría,
paseaba el tejado en que vivía, más cubierto de escarcha
con pajes y lacayos de librea, que soldado español que en Flandes marcha
que nunca sirve mal quien bien desea. con arcabuz y frascos?
Y sucedióle bien, pues luego quiso Si no te he dado telas y damascos
¡oh gata ingrata!, a Micifuf Narciso, es porque tú no quieres vestir galas
dando a Marramaquiz celos y enojos. sobre las naturales martingalas ,
No sé por cual razón puso los ojos por no ofender ingrata a tu belleza,
en Micifuf, quitándole al primero, las naguas que te dio naturaleza;
con súbita mudanza, pero en lo que es regalos, ¿quién ha sido
más cuidadoso, como tú lo sabes, y que en los mismos cielos
en cuanto en las cocinas, atrevido, a Júpiter, señor del rayo ardiente,
pude garrafiñar de peces y aves? con disfraz indecente,
¿Qué pastel no te truje, qué salchicha? fugitivo de Juno,
¡Oh terrible desdicha! su rigor importuno
¡Pues no soy yo tan feo! tantas veces mostraron;
Que ayer me vi, mas no como me veo, que en fuego, en cisne, en buey le transformaron
en un caldero de agua que de un pozo por Europa, por Leda y por Egina,
sacó para regar mi casa un mozo, con pálida color, y banda verde,
y dije: ¿Esto desprecia Zapaquilda? para que la sangría se le acuerde,
¡Oh celos! ¡Oh piedad! ¡Oh amor! Reñilda que amor enfermo a condoler se inclina,
No suele desmayarse al sol ardiente paseaba el tejado y la buharda
la flor del mismo nombre y la arrogante de aquella ingrata cuanto hermosa fiera.
cerviz bajar humilde, que la gente, Quien ama fieras, ¿qué firmeza espera?
por la loca altitud, llamó gigante, ¿Qué fin, que premio aguarda?
ni queda el tierno infante Zapaquilda gallarda
más cansado, después de haber llorado, estaba en su balcón, que no atendía
de su madre en el pecho regalado, más de a saber si Micifuf venía,
que el amante quedó sin alma. ¡Oh cielos, cuando Garraf, su paje,
qué dulce cosa amor, qué amarga celos! si bien de su linaje,
Ella, como le vio que ya exhalaba llegó con un papel y una bandeja.
blandamente el espíritu en suspiros, Ella la cola y el confín despeja
y que piramizaba y la bandeja toma,
entre dulces de amor fingidos tiros, sobre negro color labrada de oro
porque no se le rompa vena o fibra, por el Indio oriental, y con decoro
el mosqueador de las ausencias vibra, mira si hay algo que primero coma,
pasándole dos veces por su cara. ofensa del cristal de la belleza,
Volvióle en sí, que aquel favor bastara propia naturaleza
para libralle de la muerte dura, de gatas ser golosas,
y luego con melífera blandura aunque al tomar se finjan melindrosas;
le dijo en lengua culta: y antes de oír al paje,
–Si tu amor dificulta ve las alhajas que el galán envía;
el que me debes, en tu agravio piensas qué joyas, qué invención, qué nuevo traje.
tan injustas ofensas: En fin, vio que traía
que aunque es verdad que Micifuf me quiere, un pedazo de queso
y dice a todos que por mí se muere, de razonable peso,
yo te guardo la fe como tu esposa–. y un relleno de huevos y tocino;
Cesó con esto Zapaquilda hermosa, Atis, en fruta que produce el pino,
sellando honesta las dos rosas bellas; entre menuda rama,
que siempre hablaron poco las doncellas, en la falda del alto Guadarrama,
que, como las viudas y casadas, por donde van al bosque de Segovia;
no están en el amor ejercitadas. y luego, en fe de que ha de ser su novia,
Bajaba ya la noche, dos cintas que le sirvan de arracadas
y las ruedas del coche, gala que sólo a gatas regaladas,
tachonadas de estrellas cuando pequeñas, las mujeres ponen,
bailadores diamantes y centellas, que de rosas de nácar las componen.
detrás de las montañas resonaban. Tomó luego el papel, y con sereno
Los pájaros callaban rostro, apartando el queso y el relleno,
dejando el campo yermo, vio que el papel decía:
cuando los pajes del galán enfermo «Dulce señora, dulce prenda mía,
en el alto desván hachas metían, sabrosa, aunque perdone Garcilaso
que alumbrar la carroza prevenían. si el consonante mismo sale al paso,
Entonces los amantes, más que la fruta del cercado ajeno;
que son los cumplimientos importantes, ese queso, mi bien, ese relleno
ella por irse, y él quedarse a solas, y esas cintas de nácar os envío,
se hicieron reverencias con las colas. señas de la verdad del amor mío».
Aquí llegaba Zapaquilda, cuando
SILVA II Marramaquiz, celoso, que mirando
estaba desde un alto caballete
Convaleciente ya de las heridas tan gran traición, colérico arremete,
de los crueles celos y echa veloz, de ardiente furia lleno,
de Micifuf, Marramaquiz valiente una mano al papel y otra al relleno.
(aquellos que han costado tantas vidas, Garraf se pasma y queda sin sentido,
como el que oyó del arcabuz el trueno como otro nuevo amor o tierra en medio.
estando divertido, Garraf, en tanto que esto se trataba,
a quien el ofendido estropeado a Micifuf llegaba,
tiró una manotada con las fieras mayando tristemente
uñas, de suerte, que formando esferas en acento hipocóndrico y doliente,
por la región del aire vagaroso como suelen andar los galloferos
le arrojó tan furioso, para sacar dineros,
que en el claro cristal de sus espejos manqueando de un brazo
pudo cazar vencejos colgado de un retazo,
menos apasionado y más ocioso. y débiles las piernas,
No de otra suerte el jugador ligero una cerrando de las dos linternas,
le vuelve la pelota al que la saca, por mirar a lo bizco.
herida de la pala resonante; Luego en el corazón le dio un pellizco
quéjase el aire, que del golpe fiero la mala nueva, que adelanta el daño,
tiembla, hasta tanto que el furor se aplaca, haciendo el aposento al desengaño,
y chaza el que interviene, el pie delante El gatazo y díjole: –¿Qué tienes,
arrogante, sin soltar el relleno despedaza Garraf amigo, que tan triste vienes?
el papel, que en los dientes Entonces él, moviendo tremolante
con la espuma celosa vuelve estraza, blanda cola detrás, lengua delante,
y a Zapaquilda atónita amenaza. le refirió el suceso,
Como se suele ver en las corrientes y que Marramaquiz papel y queso
de los undosos ríos quien se ahoga, y relleno también le había tomado,
que asiéndose de rama, yerba o soga, como celoso airado,
la tiene firme, de sentido ajeno, como agraviado necio,
así Marramaquiz tiene el relleno; con infame desprecio,
que ahogándose en congojas y desvelos, con descortés porfía,
no soltaba la causa de los celos. y que de tan extraña gatería
¡Oh cuánto amor un alma desespera, Zapaquilda admirada,
pues cuando ya se ve sin esperanza, huyó por el desván, la saya alzada;
en un relleno tomará venganza! que lo que en las mujeres son las naguas
Mas, ¿quién imaginara que pudiera de raso, tela o chamelote de aguas,
dar celos el amor, en ocasiones, es en las gatas la flexible cola,
con rellenos de huevos y piñones? que ad libitum se enrosca o se enarbola.
Mas ¡ay de quien le había Contóle que de aquella manotada,
Huyóse al fin la gata, y con el miedo con su cuerpo afligido,
tocó las tejas con el pie tan quedo, de miedo helado y de licor teñido,
que la amazona bella parecía descalabró los aires,
que por los trigos pálidos corría y con otros agravios y desaires,
sin doblar las espigas de las cañas; que prometió vengarse por la espada
que de tierras extrañas de haberle enamorado a Zapaquilda
tales gazapas las historias cuentan. y hablarla en el tejado de Casilda,
Los miedos que a la gata desalientan una tendera que en la esquina estaba;
la hicieron prometer, si la libraba, y dijo que pensaba,
al niño Amor un arco y una aljaba, en desprecio y afrenta de sus dones,
de aquel famoso Rodamonte fiero hacer de los listones
hasta pasar las furias del enero; cintas a sus zapatos.
el cual juró olvidarla, y en su vida, ¡Oh celos! si entre gatos,
desnuda ni vestida, de burlas y de veras,
volver a verla, ni tener memoria formáis tales quimeras,
de la pasada historia, ¿qué haréis entre los hombres,
y buscar algún sabio de hidalgo proceder y honrados nombres?
para satisfacción de tanto agravio. No estuvo más airado
Pero fueron en vano sus desvelos, Agamenón en Troya,
que amor no cumple lo que juran celos, al tiempo que metiendo la tramoya
y tanto puede una mujer que llora, del gran Paladión, de armas preñado,
que vienen a reñirla, y enamora, echaron fuego a la ciudad de Eneas
creyendo el que ama, en sus celosas iras, de ardientes hachas y encendidas teas,
por una lagrimilla mil mentiras. causa fatal del miserable estrago
Y como Ovidio escribe en su Epistolio, de Dido y de Cartago,
que no me acuerdo el folio, por quien dijo Virgilio
estas heridas del amor protervas que llorando decía,
no se curan con yerbas; destituida de mortal auxilio
que no hay, para olvidar amor, remedio, ¡ay dulces prendas cuando Dios quería!
Ni Barbarroja en Túnez, como si por sus celos o sus gustos
ni el fuerte Pirro, ni Simón Antúnez fuese en el mundo nuevo.
éste bravo español y griego el otro, Pero volviendo a nuestro sabio Febo
que Micifuf como si fuera potro después de consultado,
relinchando de cólera, en oyendo dijo a Marramaquiz, que su cuidado
el fiero y estupendo en vano a Zapaquilda pretendía,
furor de su enemigo; y que sólo sería
mas, prometiendo darle igual castigo, remedio que pusiese en otra parte,
se fue a trazar el modo vengándose con arte,
de vengarse de todo; los ojos, divirtiendo el pensamiento;
que a un pecho noble, que amar era cruel desabrimiento,
a un ínclito sujeto más que traer un áspid en las palmas,
mayor obligación, más celo alcanza en no reciprocándose las almas;
de poner en efeto que Amor se corresponde con Anteros
desempeñar su honor con la venganza. y más si no negocian los dineros.
Marramaquiz, en tanto, Destituido el gato
desesperado por las selvas iba ya de mortal socorro,
para buscar el sabio Garfiñanto, se fue, calando el morro,
al tiempo que la Aurora fugitiva y dióle una salchicha,
de su cansado esposo, por no mostrarse a Garfiñanto ingrato;
arrojaba la luz a los mortales, que no pagar la ciencia
y el sol infante en líquidos pañales es cargo de conciencia,
de celajes azules mas dicen que de sabios es desdicha.
mandaba recoger en sus baúles, Pensando en quien pusiese, finalmente,
para poder abrir los de oro y rosa, de toda la gatesca bizarría,
el manto de la noche tenebrosa, la dulce enamorada fantasía
aunque era todo el manto de diamantes, para verse de amor convaleciente,
en el zafiro nítidos brillantes se le acordó que enfrente
ojos del sueño, el hurto y el espanto. de su casa vivía un boticario,
Este gatazo y sabio Garfiñanto, de cuyo cocinante vestuario
cano de barba y de mostachos yerto, una gata salía,
de un ojo remellado y de otro tuerto, que la bella Micilda se decía,
bien que de ilustre cola venerable, y, sentada tal vez en su tejado,
y que sabía con rigor notable miraba, como dama en el estrado,
natural y moral filosofía, los nidos de los sabios gorriones,
por los montes vivía dejando pulular los embriones,
en una cueva oculta, y, en viendo abiertos los maternos huevos,
cuya entrada a las fieras dificulta, comerse algunos de los ya mancebos.
como el de Polifemo, un alto risco. Admitiendo este nuevo pensamiento,
No se le daba un prisco más que su voluntad, su entendimiento,
de riquezas del mundo; que estimaba que amor en las venganzas se resfría,
sólo el sol, que Alejandro le quitaba emprende mucho y ejecuta poco,
a aquel que, de los hombres puesto en fuga por entonces templó la fantasía;
metido en un tonel, era tortuga. que aquello es cuerdo lo que duerme un loco.
¡Bien haya quien desprecia Estaba el sol ardiente
esta fábula necia una siesta de mayo calurosa,
de honores, pretensiones y lugares, aunque amorosamente
por estudios o acciones militares! plegando el nácar de la fresca rosa,
Sabía Garfiñanto astrología, que producen los niños abrazados
mas no pronosticaba; huevos del cisne y huevos estrellados,
que decía que el cielo gobernaba pues que los hizo estrellas,
una sola virtud que le movía, cuando Micilda con las manos bellas
a cuya voluntad está sujeto la cara se lavaba y componía,
cuanto crió, que todo fue perfeto. no lejos del tejado en que vivía
No sacaba almanaques, Marramaquiz, que ya con más cuidado
ni decía que en Troya y los Alfaques la miraba y servía,
verían abundancia en fe del Garfiñanto consultado,
de pepinos y brevas, cuando al mismo tejado
muchas lentejas en París y en Tebas, Zapaquilda llegó, por accidente.
y que cierta cabeza de importancia, El gato, viendo la ocasión presente
sin decirnos adonde, faltaría; para que su deseo
que por mujeres Venus prometía la diese celos con el nuevo empleo
pendencias y disgustos, llegándose más tierno y relamido
a Micilda, que ya, de vergonzosa, y en tanto arañamiento,
estaba más hermosa, turbadas de color las esmeraldas,
y equívoco fingiendo maullando en tiple y el gatazo en bajo,
falso desprecio, descuidado olvido, cayeron juntas del tejado abajo,
en su venganza misma padeciendo con ligereza tanta,
amorosos deseos aunque decirlo espanta,
(tales son del amor los devaneos) por ser,– como era, el salto,
requebraba a Micilda, a quien pensaba cinco suelos en alto
ofrecer los despojos hasta el alero del tejado fines,
de aquella guerra, paz de sus enojos que no perdió ninguna los chapines;
y a Zapaquilda a lo traidor miraba quedando el negro amante,
en las intercadencias de los ojos; después de tan extraños desconsuelos,
tan extraño sentido, muerto de risa en acto semejante;
que es menos entendido ¡tan dulce es la venganza de los celos!
mientras que más parece que se entiende,
pues siempre con engaños se defiende, SILVA III
que si las luces de los ojos miras,
basta ser niñas para ser mentiras. Distaba de los polos igualmente
Micilda, a quien tocaba en lo más vivo la máscara del sol, y Cinosura
el amor primitivo primera cuadrilátera figura,
porque, como doncella, fácilmente con la estrella luciente
a lo que entonces siente que mira el navegante,
la tierna edad, se rinden y avasallan bordaba la celeste arquitectura;
hablando con los ojos cuando callan, velaba todo amante
de buena gana dio fácil oído por el silencio de la noche obscura,
a los requiebros del galán fingido, y en el indiano clima el sol ardía,
con que ya andaban de los dos las colas en dos mitades dividido el día;
más turbulentas que del mar las olas. cuando, gallardo, Micifuf valiente
Zapaquilda sentida paseaba el tejado de su dama,
de aquella libertad (que es propio efeto que sangrada en la cama
de la que fue querida la tuvo el accidente
sentir desprecio donde vio respeto), dos días, que faltó sol al tejado
murmurando entre dientes, y estuvo la cocina sin cuidado,
amenazaba casos indecentes no por la altura de los siete suelos,
entre personas tales, mas por el sobresalto de los celos.
en calidad y en nacimiento iguales. Iba, galán y bravo,
Como se ve gruñir perro de casa un cucharón sin cabo,
mirando al que se entró de fuera, enfrente destos de hierro, de sacar buñuelos,
estando en medio de los dos el hueso, por casco en la cabeza,
que ninguno por él, de miedo, pasa, que en ella tienen la mayor flaqueza,
parando finalmente pues no suelen morir de siete heridas,
las iras del canículo suceso por quien dicen que tienen siete vidas,
en que ninguno de los dos le come, y un golpe en la cabeza los atonta;
obligando a que tome así la tienen a desmayos pronta.
un palo algún criado, espada de a caballo, que antes era
que los desparte airado cuchillo viejo de limpiar zapatos,
y deja divididos, que él solía llamar timebunt gatos;
quedando el hueso en paz y ellos mordidos, y por las manchas de los pies y el anca
así feroz gruñía natural media blanca,
Zapaquilda envidiosa, y capa de un bonete colorado
afetos de celosa, abierto por un lado;
aunque al gallardo Micifuf quería; plumas de un pardo gorrión, cogido
que hay mujeres de modo, por ligereza, pero no por arte.
que aunque no han de querer, lo quieren todo Así rondaba el nuevo Durandarte,
porque otras no lo quieran, galán favorecido,
y luego que rindieron lo que esperan, porque son los favores de la dama
vuelven a estar más tibias y olvidadas. guarnición de las galas de quien ama.
Finalmente, las gatas encontradas, Dos músicos traían instrumentos,
siendo Marramaquiz el hueso en medio a cuyo son y acentos
(tal suele ser de celos el remedio), cantaban dulcemente;
a pocos lances de mirarse airadas, y así, llegando del balcón enfrente
vinieron a las manos, dando al viento de Zapaquilda bella,
los cabellos y faldas; cantaron un romance que por ella
que él tampoco entendió lo que compuso. al enfermo sucede
Mas, puesta a la ventana aquel ardor contrario,
con serenero de su propia lana, como de ver tan loco desvarío,
hasta que Bufalía que apenas le concede,
le trujo un rocadero entre uno y otro pensamiento vario,
que por más gravedad y fantasía respiración y aliento,
sirvió de capirote y serenero, de la vida instrumento,
y en medio de lo grave helado y abrasado
del romance suave entre ardores y hielos,
les dijo con despejo, que al frío de los celos
pareciéndole versos a lo viejo, frígido fuego sucedió mezclado
que jácara cantasen picaresca que con distinto efeto,
y así, cantaron la más nueva y fresca, en un mismo sujeto
que, para que lo heroico y grave olviden. viven, siendo contrarios;
hasta las gatas jácaras les piden, la causa es una y los efectos, varios.
¡Tanto el mundo decrépito delira Miraba a Zapaquilda en la ventana
Aquí se resolvió la dulce lira, hablando con su amante,
y en dos lascivos ayes, sin miedo de la luz de la mañana,
andolas, guirigayes que coronaba el último diamante
y otras tales bajezas, del manto de la noche, que iba huyendo,
cantaron, pues, las bárbaras proezas y cantando y tañendo
y hazañas de rufianes, los músicos, con tanto desenfado
que estos son los valientes capitanes como si fuera su tejado el Prado
que celebran poetas que nunca los amantes
de aquellos que, en extremas previnieron peligros semejantes;
necesidades, viven arrojados así los embeleca
al vulgo, como perros a leones; Amor, de Ceca en Meca ,
que la virtud y estudios mal premiados como, olvidado Antonio con Cleopatra,
mueren por hospitales y mesones; la gitana de Manfis, que idolatra,
¡verdes laureles de Virgilios y Enios, que ciego de su gusto, no temía
perecer la virtud y los ingenios! el César, que siguiéndole venía;
Mas, ¿quién le mete a un nombre licenciado porque si fue romano Octaviano,
más que en hablar de sólo su tejado? también Marramaquiz era romano;
Que no le dio la escuela más licencia; y si valiente César y prudente,
que es todo lo demás impertinencia. no menos fue prudente que valiente;
Cuando aquesto pasaba, que, en su tanto los méritos mirados,
Marramaquiz estaba César pudiera ser de los tejados.
inquieto y acostado, Como, detrás del árbol escondido,
treguas pidiendo a su mortal cuidado; mira y advierte con atento oído
pero como el amor le desvelaba. el cazador de pájaros el ramo,
díó, de sentido falto, donde tiene la liga y el reclamo,
desde la cama un salto, para en viendo caer al inocente
compuesta de pellejos, jilguero, que los dulces silbos siente
otro tiempo conejos del amigo traidor, que le convida
que en el Pardo vivían a dura cárcel con la voz fingida,
y en la cola sus cédulas traían y apenas ve las plumas revolando
para seguridad de sus personas; entre la liga, cuando
mas, ¡ay, muerte cruel! ¿a quién perdonas? arremete y le quita, no piadoso,
Saltó, en efecto, como el Conde Claros; sino fiero y cruel; así el celoso
y armándose de ofensas y reparos, Marramaquiz, atento
vino de ronda al puesto por la posta esperaba el primero movimiento
por ver si había moros en la costa, del venturoso amante, que decía
y no siendo ilusión el pensamiento con dulce mirlamiento:
(que del alma el primero movimiento –Dulce señora mía,
pocas veces engaña), ¿cuándo será de nuestra boda el día?
no suele débil caña ¿Cuándo querrá mi suerte, que yo pueda
en las espadas verdes esparcidas, llamaros dulce esposa,
del aire sacudidas, que entonces para mí será dichosa?
hacer manso ruido ¡Ay, tanto bien el cielo me conceda!
con más veloz sonido, Mas, fue nuestra fortuna
como rugió los dientes, que Júpiter jamás por ninfa alguna,
ni entre los accidentes aunque se transformaba
del erizado frío en buey, que el mar pasaba,
en sátiro y en águila y en pato, una ropa de martas este invierno
nunca le vieron transformarse en gato; Aquí Marramaquiz, desatinado,
porque si alguna vez gatiquisiera, cual suele arremeter el jarameño
de los amantes gatos se doliera. toro feroz, de media luna armado,
Con voz enamorada, al caballero, con airado ceño
doliente y desmayada, (andaluz o extremeño,
la gata respondía: que la patria jamás pregunta el toro),
–Mañana fuera el día y por la franja del bordado de oro
de nuestra alegre boda; caparazón, meterle en la barriga
pero todo mi bien desacomoda dos palmos de madera de tinteros,
aquel infame gato fementido, acudiendo al socorro caballeros
Marramaquiz, celoso de mi olvido, a quien la sangre o la razón obliga,
que en llegando a saber mi casamiento al caballo inocente, que pensaba
hubiera temerario arañamiento, cuando le vio venir, que se burlaba.
y estimar vuestra vida –¡Gallina Micifuf!– dijo furioso,
me tiene temerosa y encogida; el hocico limpiándose espumoso.
que es robusto y valiente Blasonar en ausencia
y, en materia de celos, impaciente. no tiene de mujeres diferencia.
Mejor será matadle con veneno. Yo soy Marramaquiz; yo, noble al doble
Aquí, de furia lleno de todo gato de ascendiente noble.
respondió Micifuf: –¿Por un villano Si tú de Cipión, yo de Malandro,
pierdo el favor de vuestra hermosa mano? gato del macedón Magno Alejandro
¿El, señora, lo estoba? desciendo, como tengo en pergamino,
¿Es, por ventura, más que yo valiente? pintado de colores y oro fino,
¿Tiene la uña corva por armas un morcón y un pie de puerco,
más dura que la mía, de Zamora ganados en el cerco,
o más agudo y penetrante el diente? todo en campo de golas,
Entre la mostachosa artillería, sangriento más que rojas amapolas,
¿qué hueso de la pierna o espinazo con un cuartel de quesos asaderos,
se me resiste a mí? ¿Qué fuerte brazo? róeles en Castilla los primeros.
¿Yo no soy Micifuf? ¿Yo no desciendo No fueron en cocinas mis hazañas,
por línea recta, que probar pretendo, sino en galeras, naves y campañas;
de Zapirón, el gato blanco y rubio no con Garraf, tu paje:
que después de las aguas del diluvio con gatos moros, las mejores lanzas;
fue padre universal de todo gato? que yo maté en Granada a Tragapanzas,
Pues, ¿cómo ahora, con desdén ingrato gatazo abencerraje,
tenéis temor de un maullador gallina, y cuerpo a cuerpo, en Córdoba, a Murcifo,
valiente en la cocina, gato que fue del regidor Rengifo,
cobarde en la campaña, y de dos uñaradas
y referir por invencible hazaña deshice a Golosillo las quijadas,
dar a Garraf, un gato mi escudero, por gusto de una miza, mi respeto,
que, fuera de ser gato forastero y le quité una oreja a Boquineto,
es agora tan mozo, gato de un albañil de Salobreña;
que apenas tiene bozo, la cola en Fuentidueña
una guantada con las uñas cinco, quité de un estirón a Lameplatos,
si de repente dio sobre él un brinco? mesonero de gatos,
¡Qué Cipión del africano estrago! sin otras cuchilladas que he tenido,
¡Qué Aníbal de Cartago! y la que di a Garrido,
¡Qué fuerte Pero Vázquez Escamilla que del Corral de los Naranjos era,
el bravo de Sevilla! por la espada primera
Por esos ojos que a la verde falda único gaticida.
de las selvas hurtaron la esmeralda, Pero es hablar en cosa tan sabida
que si entonces me hallara en el tejado decir que el tiempo vuela y no se para,
que no llevara, como se ha llevado, que no hay cara más fea que la cara
el queso y el relleno. de la necesidad, y la más bella
Y ¿ queréis que le mate con veneno? aquella del nacer con buena estrella,
Esa es muerte de príncipes y reyes, que alumbra el sol y que la nieve enfría,
con quien no valen las humanas leyes, que es obscura la noche y claro el día.
no para un gato bárbaro, cobarde, Esa gata cruel, que me ha dejado
cuyas orejas os traeré esta tarde, por tu poco valor, verá muy presto,
y de cuyo pellejo, siendo aqueste tejado
si no me huye con mejor consejo, el teatro funesto,
haré, para comer con más gobierno, cómo te doy la muerte que mereces
porque mi vida a Zapaquilda ofreces,
llevando tu cabeza presentada Quien dice que el amor no puede tanto,
a Micilda, que es ya mi prenda amada; que nuestro entendimiento
Micilda, que es más bella, no puede sujetarle, es imposible
que al vespertino sol cándida estrella , que sepa qué es amor, que reina en cuanto
Venus, que rutilante compone alguna parte de elemento
es de su anillo espléndido diamante. en el mundo visible.
Esta sí que merece la fe mía, ¡Oh fuerza natural incomprensible!,
mi constancia, mi amor, mi bizarría; que en todo cuanto tiene
que no gatas mudables, una de las tres almas,
que si por su hermosura son amables, a ser el alma de sus almas viene
son por su condición aborrecibles, ¿Quién no se admira de mirar las palmas
amigas de mudanzas e imposibles. en la región del África desnuda,
Aquí sacó la espada ruginosa cuando su fruto en oro el color muda,
de la vaina mohosa, con solo aquel ardor vegetativo
y a los golpes primeros amarse dulcemente?
se llamaron fulleros, Que en lo demás que siente,
si bien no hay deshonor desenvainada no es mucho que de amor el fuego vivo
y Zapaquilda, huyendo, imprima sentimiento
del súbito temor la sangre helada, y natural deseo
dejóse el serenero en el tejado. con lazos de pacífico himeneo.
Los músicos, en viendo La fiera, el ave, el pez en su elemento,
el belicoso duelo comenzado, todos aman y quieren
huyeron, como suelen, por la razón de bien, lo que es amable,
que no hay garzas que vuelen pues ama lo que es sólo vegetable.
tan altas por los vientos, Si de ningún sentido, el bien infieren,
dicen que por guardar los instrumentos, entre las cosas que por él adquieren
y mil razones tienen, algún conocimiento
pues que sólo a cantar en ellos vienen; (perdonen cuantas aves y animales
que mal cantara un hombre si supiera de su distinto gozan elemento),
que había luego de sacar la espada, ningunas son iguales
que tanto el pecho altera, en amor a los gatos,
ni pudiera formar la voz, turbada; exceptando las monas,
que hay mucha diferencia, si se mira, que hasta en esto se precian de personas,
en dar en los broqueles, o en las cuerdas, y ya que no en esencia, en ser retratos;
pasar la espada el pecho, o por la lira porque acontece con el hijo al pecho
el arco, hiriendo las pegadas cerdas. abrazalle con lazo tan estrecho,
Andaba entonces Guruguz de ronda que le hacen exhalar la sensitiva
con una escuadra vil de sus esbirros, alma vital. Así el amor les priva,
cuyo abuelo, nacido en Trapisonda, que fue en la estimativa conocido
curaba hipocondríacos y cirros, del natural sentido;
y viéndolos andar a la redonda y si por opinión crítico alguno
como si fueran Césares o Pirros tiene que amor tan loco
los dos valientes gatos, no puede haber en animal ninguno,
con fuerte anhelo descansando a ratos, váyase poco a poco
llegaron a ponerse de por medio, al africano Tetuán, adonde
que fue difícil, pero fue remedio. verá cómo, a los árboles trepando
Mas, como respetar a la justicia está del hombre semejanza propia,
de gente principal respeto sea, de que hay allí gran copia,
y lo contrario bárbara malicia, ya sale con el hijo ya se esconde.
luego Marramaquiz rindió la espada; y a los que van y vienen caminando,
¿quién habrá que lo crea? con risa de monesco regocijo,
Mas, viendo Guruguz que no quería muestra el peloso hijo.
que el amistad quedase confirmada, Mas, fuera disparate,
sino permanecer en su porfía, si no es que en ellas trate,
llevólos a la cárcel, enojado, ir, por ver una mona,
cuando Febo dorado hasta el África un hombre;
asomaba la frente que si de Tito Lívio llevó el nombre
por las ventanas del rosado Oriente, muchos hombres a Roma, fue corona
como si azúcar fuera, y de colores de los historiadores;
en campo verde iluminó las flores. que sólo aquellas cosas superiores.
dignas por fama de admirable espanto
SILVA IV es bien que cuesten tanto,
como ver a Venecia... que la otra venía
perche qui non la vede non la precia; por el que ella quería,
que al cielo desde el agua se avecina, y con este engañado pensamiento,
y en góndolas por coches se camina, que nunca tienen mucho fundamento
Los gatos, en efeto, los celos, comenzaron a mirarse
son del amor un índice perfeto, en manifestación de sus enojos,
que a los demás prefiere, tirándose relámpagos los ojos.
y quien no lo creyere, ¡Oh quién las viera entonces levantarse
asómese a un tejado sobre los pies derechas,
con frías noches de un invierno helado, a ver si eran verdades las sospechas,
cuando miren las hélices nocturnas y de ser descubiertas recatarse;
las estrelladas urnas condición de los celos, esconderse,
del frígido Acuario; quererse declarar, y no atreverse!
verá de gatos el concurso vario, Que como son desprecio del paciente,
por los melindres de la amada gata, huye de que se entienda lo que siente,
que sobre tejas de escarchada plata que amor siempre se tuvo por nobleza,
su estrado tiene puesto, y los celos por acto de bajeza,
y con mirlado gesto como si amor pudiese estar sin celos,
responde a los maúllos amorosos que más pueden estar sin sol los cielos;
de los competidores, testigo Juno y Procris a quien llora
no de otra suerte, oyendo sus amores, Céfalo por los celos de la Aurora.
que Angélica la bella En fin, después de sufrimiento tanto,
de Ferragut y Orlando, quitó Micilda de la cara el manto
amantes belicosos, a la siempre celosa Zapaquilda,
cuando andaban por ella y ella, echando las uñas a Micilda,
sin comer y dormir acuchillando con el rebozo, el moño.
franceses y españoles, No suele por los fines del otoño
de que no se le dio dos caracoles quedar la vid ñudosa en los sarmientos
¿Qué cosa puede haber con que se iguale de los marchitos pámpanos robada,
la paciencia de un gato enamorado, sin resistencia a los primeros vientos
en la canal metido de un tejado, que con nevado soplo y boca helada
hasta que el alba sale, Cierzo dejó cadáver, con la fiera
que en vez de rayos coronó el oriente mano que floreció la primavera,
de carámbanos frígidos la frente? como las dos quedaron en la rifa;
Pues sin gabán, abrigo ni sombrero ni Fátima y Jarifa
Febo oriental le mirará primero por el abencerraje Abindarráez,
que él deje de obligar con tristes quejas ni por Martín Peláez,
las de su gata rígidas orejas que del Cid heredó la valentía,
por más que el cielo llueva doña Urraca y María de Meneses,
mariposas de plata cuando nieva? aquella a quien pedía
Mas, dejando cansadas digresiones con palabras corteses
que el Retórico tiene por viciosas, las nueces su galán, si no bailaba,
aunque en breves paréntesis gustosas, así celoso amor las provocaba.
presos los dos gatiferos campiones, En fin, a puros tajos y reveses
por no querer hacer las amistades de las rapantes uñas aguileñas,
y responder soberbias libertades, desmoñadas las greñas
dicen que Zapaquilda y el solimán raido,
y la bella Micilda quedaron desmayadas sin sentido,
tapadas de medio ojo, haciendo cada cual la gata – morta.
con sus mantos de humo, No fue con esto la prisión más corta;
que es llegar a lo sumo pero salieron della finalmente;
de un amoroso antojo, que el tiempo, con los bienes o los males,
fueron a ver sus presos; dejando siempre atrás todo accidente,
que en tanta autoridad tales excesos que fue final acción de los mortales,
parecen desatino. vuela sin detenerse,
En fin, Micilda enamorada vino, dejándose llegar para perderse.
con que toda objeción amor responde; Así pasó la gloria de Numancia
así la infanta doña Sancha al conde y la brava arrogancia
Garcí Fernández, preso, visitaba, de la fuerte Sagunto,
en la escura prisión del rey su padre, porque la tierra toda es solo un punto
dicen que con deseos de ser madre, de la circunferencia de los cielos.
que había días que sin él estaba. ¿Pero qué desatino de las musas
Cada cual de las dos imaginaba me lleva a tan extrañas garatusas?
Las iras del amor y de los celos que pensando una moza que eran lumbre
pasaron adelante las niñas de sus ojos, que brillantes
en uno y otro amante; en la ceniza estaban relumbrantes,
pero Marramaquiz, aconsejado yendo al hogar, como era su costumbre,
de sus amigos, remitió el cuidado sin pensar darle enojos,
al amor de Micilda; le metió la pajuela por los ojos.
mas, como el que tenía a Zapaquilda Nunca, sin esto, gato marquesote
era del alma verdadero efeto, oposición le hizo.
aunque disimulada a lo discreto, Oyó de buena gana lo propuesto
andaba triste y de congojas lleno. y del novio galán se satisfizo;
¡Mísero del que vive en cuerpo ajeno aunque llegando a concertar el dote
y por un amoroso desvarío de seca mimbre un cesto
pierde la libertad del albedrío, dijo que le daría,
que no la compra el oro, que de cama de campo le servía;
porque es de todos el mayor tesoro! seis sábanas de lienzo de narices,
Tenía las mandíbulas de suerte, con algunos fragmentos por tapices
que era un retrato de la muerte fiera, de viejos reposteros;
aunque es yerro pintarle calavera, cuatro quesos añejos casi enteros,
porque aquella es el muerto y no la muerte y una mona cautiva que tenía,
La Muerte ha de pintarse una figura que hablaba en lengua culta y la entendía,
robusta, de cruel semblante airado, sin otras menudencias.
los fuertes pies en una piedra dura, Con estas conveniencias
si no sepulcro en pórfido labrado, las capitulaciones se firmaron,
con reyes y monarcas, y el día de la boda concertaron.
hasta el que calza rústicas abarcas; Marramaquiz estaba
damas que sujetaron capitanes en ocasión tan triste,
y en ásperas naciones, como por burla y chiste
por bárbaras regiones jugando a la pelota
de fieros mamelucos y soldanes, con un ratón a quien pescó de paso,
y pintadas al uno y otro lado que de un baúl de versos del Parnaso
la enfermedad, la guerra y la desgracia, a una maleta rota,
parcas que tantas muertes han causado aunque llena de pleitos y escrituras,
por tantos deconciertos, pasaba haciendo gestos y figuras.
que huesos ya no es muerte, sino muertos. Tal suele acontecer un triste caso
No aprovechaba la hermosura y gracia en medio de la vida;
de Micilda a quitar al pobre amante que no hay seguridad en cosa humana.
la memoria tenaz, que Amor escribe Ya con veloz corrida
con la flecha cruel en el diamante daba esperanza vana
del alma donde vive, al mísero animal, ya le volvía,
y compitiendo con el tiempo quiere ya le arrojaba en alto,
que viva en ella cuando el cuerpo muere. mojado de temor, de aliento falto,
En estos medios Micifuf intenta, y en medio del camino le cogía,
a su competidor viendo remoto, como quien tira al vuelo,
por medio de Garullo, su compadre, diciendo: «Tente», como al agua el hielo
que había sido gato en una venta, ya con las manos mizas
pedirla por mujer a Ferramoto, le daba por los lados
de Zapaquilda padre. algunos bofetones regalados,
Propúsole Garullo cuando llegó Tomizas;
con prudente maullo Tomizas, su escudero, y sin aliento
las partes de su amigo, le dijo el casamiento concertado
como dellas testigo, de Micifuf y Zapaquilda ingrata;
sin otras consecuencias y sintiendo perder su dulce gata,
que atajaban celosas diferencias. dejó el pobre animal, que, desmayado,
Ferramoto era un gato apenas acertaba con la vida;
de buen entendimiento y de buen trato, mas, puesto en fuga, la libró perdida:
cano de barba y negro de pellejo; que quien no ha de morir, si la fortuna
persona que en la verde primavera revoca la sentencia,
de sus años, jamás en la ribera nunca le falta diversión alguna,
de Manzanares se le fue conejo, En aquella dichosa intercadencia
porque sirvió de galgo a Tomizas, en fin, la diligencia,
a cierto pobre y miserable hidalgo, valió una manotada con la zurda,
que con él se alumbraba, que cuando no le aturda,
y de suerte de noche relumbraba, no es poco para zurda manotada,
que le dejó la cara desgatada. un veneno tan súbito, que apenas
Esto gana traer del mal albricias. toca la lengua, cuando ya las venas
¡Oh cuanto, Amor, de la razón desquicias y el corazón abrasan;
un noble caballero! tan presto al centro de la vida pasan,
Por eso ningún paje ni escudero que no hay frías cicutas ni anapelos
se fié en la privanza, como sólo un escrúpulo de celos.
que es fácil en señores la mudanza, En fin, de ver el gato lastimado,
y el sol es gran señor, y nunca para. que le había criado,
En rueda más mudable, a la Fortuna envió por triaca,
se parece la dama doña Luna, que todo venenoso ardor aplaca,
que nunca vemos de una misma cara. de la magna que hacen en Valencia,
Dejando la pelota, el triste amante, de que tenía una redoma sola
de celos y de amor perdido y loco, cierto farmacopola
que la vida y la honra tiene en poco, El gato, con paciencia,
vino a su casa con tristeza tanta, respeto de su dueño,
que se metió debajo de una manta; tornó dos onzas y rindióse al sueño.
y luego, provocado a mayor furia, SILVA V
de una carrera se subió al tejado. ¡ Oh tú, don Lope! si por dicha ahora
Así desnudo Orlando, provocado por los mares antárticos navegas,
de no menor injuria, o surto en tierra, cuando al puerto llegas,
cuando leyó los rótulos del moro, preguntas a la aurora
que decían: «Amor, que sin decoro qué nuevas trae de la bella España,
en la buena fortuna te gobiernas, donde tus prendas amorosas dejas,
aquí gozó de Angélica, Medoro», y por regiones bárbaras te alejas;
en el papel de las cortezas tiernas o miras en los golfos
de aquellos olmos, de su bien testigos, de la naval campaña,
para el francés Orlando cabrahigos. por donde vino Júpiter a Europa,
Bajó Marramaquiz desesperado, encima de la popa,
y entrando en la cocina, sin velas de Mauricio ni Rodolfo,
sin respeto de Paula ni Marina, más traidores que fue Vellido de Olfos,
esclavas del ausente licenciado, sereno el rostro en la dormida Tetis
como laureles y álamos los mira, de la airada Anfitrite,
donde Climene por Faetón suspira, más que en Sevilla corre humilde el Betis,
los pucheros y cántaros quebraba, cuando a la mar permite
vertió la olla en la sazón que hervía, la luna barquerola,
y llamando a Borbón, borbor decía; no por las nubes de color de Angola,
y a tanto mal llegó su desatino, una punta a la tierra y otra al cielo
que sacó media libra de tocino de pocas luces salpicando el velo,
que andaba como nave en las espumas, escucha en voz más clara que confusa
y si no se lo quitan, se lo mama; mi gatífera musa,
¡tanto pueden los celos de quien ama! y no permitas, Lope, que te espante
Una perdiz con plumas que tal sujeto un licenciado cante
quiso tragarse, y no dejaba cosa de mi opinión y nombre,
que no la deshiciese, pudiendo celebrar mi lira un hombre
por alta que estuviese; de los que honraron el valor hispano,
trepaba la lustrosa para que al resonar la trompa asombre
reluciente espetera, Arma virumque cano,
derribando sartenes y asadores, que, como no se usa
y con estas demencias y furores el premio, se acobarda toda musa;
en una de fregar cayó caldera porque si premio hubiera,
(transposición se llama esta figura), del Tajo la ribera
de agua acabada de sacar del fuego, oyera en trompa bélica sonora
de que salió pelado. divinos versos hijos de aurora.
Pero viniendo luego Por eso quiere más que ver ingratos,
el señor licenciado, cantar batallas de amorosos gatos,
dijo que era veneno que tendría fuera de que escribieron muchos sabios
algún vecino, que matar querría de los que dice Persio que los labios
ratones de su casa, pusieron en la fuente Cabalina,
hecha de rejalgar traidora masa, en materias humildes grandes versos.
y a su servicio ingrato, Mira si de Virgilio fueron tersos,
por matar los ratones, mató el gato. cuya princesa pluma fue divina
Y dijo bien, según los aforismos cuando escribió el Moreto que en la lengua
de Nicandro, que son los celos mismos de Castilla decimos Almodrote,
sin que por él le resultase mengua, de belicosa cuanto ilustre gente;
ni por pintar el picador Mosquito. que las efigies, son, de los mayores,
Y ¿quién habrá que note , el más heroico ejemplo,
aunque fuese satírico Aristarco, de la perpetuidad glorioso templo,
de Ulises el dialogo a Plutarco? como se ve del Tarbolán y Eneas
La calva en versos alabó Sinesio, y en Calvo el de las fuerzas gigantas,
gran defecto Tartesio, en Juan de Espera en Dios y el Transilvano,
quiere decir que hay calvos en España en Pirro griego y Scévola romano
en grande cantidad, que es cosa extraña, Allí estaba Gafurio,
o porque nacen de celebro ardiente. que ganó la batalla de las monas,
Y también escribió del transparente de grave gesto y de nación ligurio,
camaleón Demócrito; y otros gatos, con cívicas coronas
y las cabañas rústicas Teócrito; navales y murales,
y tanta filosófica fatiga y al laurel de los cesares iguales.
Diocles puso en alabar el nabo, No faltaban el Túrnire y el Mocho,
materia apenas para un vil esclavo; ni con él, descolado, Hociquimocho,
ilustre precedente. que asistía en las casas del cabildo,
el rábano Marción; Fanias, la ortiga; y, el armado, Muñido,
y la pulga don Diego de Mendoza, más de valor que acero,
que tanta fama justamente goza. ni Garavillos, gato perulero.
Y si el divino Hornero Estaba el rico estrado
cantó con plectro a nadie lisonjero de dos pedazos de una vieja estera
la Batracomiomaquia, hecha la barandilla,
¿por qué no cantaré la Gatomaquía? de ricas almohadas adornado
Fuera de que Virgilio conocía en tarimas de corcho, y por de fuera
que a cada cual su genio le movía. el grave adorno de una y otra silla,
Ya todo prevenido con tanta maravilla,
para el tálamo estaba, que si un culto le viera,
y el día estatuido, es cierto que dijera,
la posesión llamaba por únicos retóricos pleonasmos
a la esperanza de los dos amantes; pestañeando asombros, guiñó pasmos.
mas, muchas veces con peligro toca Ya las sombras, cayendo
el vidrio lleno de licor la boca; de los mayores montes
alegres los vecinos circunstantes, a los humildes valles,
convidados los deudos y parientes, enlutaban los claros horizontes,
y escrito a los ausentes; y el mecánico estruendo
que en tales ocasiones, más atentos en las vulgares calles
están, que a la verdad, los cumplimientos cesaba; a los oficios,
Sólo Marramaquiz, gato furioso, tráfagos y bullicios
lamentaba celoso encerraba el silencio en mudos pasos,
sus penas y cuidados y a diferentes casos
por altos caballetes de tejados, la ronda y los amantes prevenían
en que su voz resuena, las armas que tenían,
cual suele por las selvas filomena cuando a la luz huyendo la tiniebla,
que ha perdido su dulce compañía, de alegres deudos el salón se puebla.
con triste melodía, Vino Clavillo, de fustán vestido,
esparcir los acentos de su pena, de patas de conejos guarnecido,
trinando la dulcísima garganta, griguiesco y saltambarca,
que a un tiempo llora y canta; más amante Laura que el Petrarca,
o como perro braco por una gata de este nombre propio,
que ha perdido su dueño, aunque parezca en gatos nombre impropio;
o flamenco o polaco, pero si llaman a una perra Linda,
que ni se rinde al sueño Diana, Rosa, Fátima y Celinda,
ni el natural sustento solicita, bien se puede llamar Laura una gata
aunque en cantar no imita de pie bruñida como tersa plata.
el ruiseñor suave, Maús, de bocací, trajo griguiesco,
que una cosa es el perro y otra el ave, cuera de cordobán, gorrón tudesco ,
y a cada cual su propio oficio cuadra, y de negro con mucha bizarría,
porque si canta el ave, el perro ladra. Zurrón, gato mirlado,
Tenía ya Ferrato de medias y de estómago colchado
en un zaquizamí curiosamente Ranillos, que bajó de Andalucía
la sala aderezada de conejo en conejo,
de uno y otro retrato por la Sierra Morena
a ver del Tajo la ribera amena, subiendo el dote a un número sin nombre
con el cano Alcubil, su padre viejo; si piensa sustentar traje tan rico.
Gruñillos y Cacharro, Sentóse al fin, mirlándose de hocico,
la nata y flor del escuadrón bizarro; y prosiguió la fiesta de la danza,
Marrullos y Malvillo, contra la posesión de la esperanza.
uno de raso azul y otro amarillo; mas, ¡quién dijera que saliera incierta!
Garrón, Cerote y Burro, Marramaquiz, entrando por la puerta,
gatos de un zapatero. vencido de un frenético erotismo,
Mas, ¿para qué discurro enfermedad de amor o el amor mismo.
con verso torpe y proceder grosero, Suspenso y como atónito el senado
cuando lo menos de lo más refiero, de ver de acero y de furor armado
si me aguardan las damas, que aquel día un gato en una boda,
mostraron cuidadosa bizarría? donde es propia la gala y no el acero,
Vino Miturria bella, alborotóse todo;
Motrilla y Palomilla, y Zapaquilda, viéndole tan fiero,
la flor de la canela y de la villa, humedeció el estrado, y con mesura
y cada cual en la opinión doncella, comunicó su miedo a Catafura,
cosa dificultosa, si bien consideraba
por eso es bien que la mujer hermosa, que entonces Micifuf ausente estaba,
cuando honesta se llama, porque sólo esperaban que viniese,
tenga por obras el perder la fama. y que la mano práctica le diese,
Y entre todas fue rara la hermosura de que ya la teórica sabía,
de la bella y discreta Gatifura, que confirmase tan alegre día.
y vestida de nácar Zarandilla, En esta suspensión, todos turbados,
la gata más golosa de Castilla. Marramaquiz abrió los encendidos
Ocupadas las sillas y el estrado, ojos, vertiendo de furor centellas;
salió Trebejos, gato remendado, los dejó temerosos y admirados,
y sacando a la bella Gatiparda, y imprimiendo esta voz en sus oídos
comenzaron los dos una gallarda, al aliento feroz de sus querellas:
como en París pudiera Melisendra; «Villanos, descorteses,
y luego, con dos cáscaras de almendra más falsos y traidores
atadas en los dedos, resonando que moros y holandeses,
el eco dulce y blando, porque siendo fautores,
bailaron la chacona no sois en las maldades inferiores;
Trapillos y Maimona, escuadrón de gallinas,
cogiendo el delantal con las dos manos, junta de gatos viles,
si bien murmuración de gatos canos. que no de bien nacidos;
Mas, ya musas, es justo, bajos habitadores de cocinas,
que me deis vuestro aliento y vuestro gusto entre asadores, ollas y candiles,
canoro, si, más claro, donde, como a cobardes y abatidos,
que parezca de un nuevo Sanazaro; la más humilde esclava os apalea,
denme vuestros cristales en los labios. no trocando jamás la chimenea
que de ignorantes me los vuelvan sabios, por la guerra marcial y sus rebatos;
que Zapaquilda de la mano sale lamiendo lo que sobra de los platos,
de doña Golosilla, su madrina. y durmiendo el invierno, cuando eriza
saya entera de tela columbina los cabellos el hielo,
de perlas arracadas, revueltos en la cálida ceniza,
en listones de nácar enlazadas; hasta que ardiente el sol corona el cielo:
la cabeza, de rosas primavera, yo soy Marramaquiz; yo soy, villanos,
más estrellada que se ve la esfera; el asombro del orbe,
el blanco pelo, rubio a pura gualda, que come vidas y amenazas sorbe;
y un alma en cada niña de esmeralda, aquel de cuyos garfios inhumanos,
de cuyos garabatos león en el valor, tigre en las manos,
colgar pudieran las de muchos gatos; hoy tiemblan justamente
chapines de tabí, con sus virillas, las repúblicas todas
entre una y otra descubriendo espacios, que desde el Norte al Sur por varios mares
de la roja color de los topacios, mira de Febo la dorada frente,
de nuestra edad y siglo maravillas, y el que ha de hacer que tan infames bodas
que lo que ser solía y con tantos azares,
un medio celemín con ataujía, sean las de Hipodamia,
un pirámide es hoy de tela de oro, está en vosotros resultando infamia».
y cuesten sus adornos un tesoro, ¡Oh musas! Este gato había leído
que ponen miedo de casarse a un hombre, a Ovidio, y por ventura,
de la fábula de Hércules quería destas enamoradas uñas mías,
el ejemplo tomar, pues atrevido que vencen las arpías,
Hércules se figura, verás, si no me huye,
y los gatos centauros, que aquel día y el bien que me quitó me restituye,
murieron a sus manos; cómo le mato, y desollando el cuero
porque no fueron pensamientos vanos le vendo para gato de dinero».
los de sus celos locos, «–Si tú (le respondió) mi dulce esposo
pues de sus manos se escaparon pocos, me matares tirano,
llamándolos traidores Mauregatos, yo con mi propia mano
que levantando una cuchara de hierro, me quitaré la vida».
a eterno condenándolos destierro, Furioso entonces, sobre estar celoso,
fue Taborlán de gatos, de donde estaba, ¡ay mísera!, escondida,
haciendo más estragos su arrogancia, trasladóla a sus brazos, inhumano,
que en Cartago y Numancia cual suele hiedra, a los del olmo asida,
el romano famoso. trepar lasciva a la pomposa copa,
A un gato que llamaban el Raposo, vistiendo el tronco de su verde ropa,
más que por el color, por el oficio, de tiernos lazos y corimbos llena.
la cara, que no tuvo reparada, Así París robó la bella Elena,
quitó de una valiente cuchillada, las naves aguardando, en la marina;
imposible quedando al beneficio; y así fiero Plutón a Proserpina
y de un revés que sacudió a Garrullo, Ella entonces llamaba
dio el último maúllo; a Micifuf a voces,
cortó una pierna al mísero Trebejos, que no la oía, porque ausente estaba.
gran cazador de gansos y conejos; Al fin, tirando coces,
desbarató el estrado, se le cayó un zapato;
que pensaron guardar gatos bisoños, mas, ni por eso se dolió el ingrato,
con cuchares de palo por espadas, viendo correr las lágrimas por ella;
que de galas quedó todo sembrado, y él, corriendo con ella,
naguas, jaulillas, guantes, ligas, moños, que ni deudo ni amigo la socorre,
rosetas, gargantillas y arracadas, la puso de su casa en una torre,
chapines, orejeras y zarcillos; como tuvo Galván a Moriana
y porque defendió llegar Malvillos Tal es del mundo la esperanza vana,
a robar a la novia, dio dos cabes, porque quien más en los principios fía
como Hércules a Licas, no sabe dónde ha de acabar el día.
y quebrantó con él a dos boticas,
desde una claraboya, SILVA VI
cuanto componen purgas y jarabes.
Ni a vista de sus naves Cuando el soberbio bárbaro gallardo
fue más furioso Aquiles cuando en Troya llamado Rodamonte,
le dijeron la muerte de Patroclo, porque rodó de un monte
ni con mazo y escoplo supo que le llevaba Mandricardo
tantas astillas quita el carpintero la bella Doralice,
como vidas quitó celoso y fiero; como Ariosto dice,
ni más sangriento Nero a diez y seis de agosto,
la mísera plebeya que fue muy puntual el Ariosto
gente miró quemar desde Tarpeya. cuenta que dijo cosas tan extrañas,
En fin, llegando donde ya tenía que movieran de un bronce las entrañas.
Zapaquilda la vida por segura, prometiendo arrogante
le dijo: «Tente, ¿dónde vas, perjura?» no ver toros jamás ni jugar cañas,
Ella temblando, respondió turbada: aunque se lo mandasen Agramante
«Huyendo el filo de tu injusta espada, Rugero y Sacripante;
que se quiere vengar de mi inocencia ni comer a manteles,
con tan fiera insolencia, ni correr sin pretal de cascabeles,
quitándome mi esposo; ni pagar ni escuchar a quien debiese,
pero yo me sabré quitar la vida, porque más el enojo encareciese,
Polifemo de gatos». ni dar a censo ni tomar mohatra
«–Ojos hermosos siempre y siempre ingratos ni pintar con el áspid a Cleoplatra.
(le respondió furioso), Y lo mismo decía, cuando el rapto
¿desa manera habláis en mi presencia? de Elena fementida,
¡Oh gata, la más loca y atrevida! el griego rey Atrida
Yo sólo soy tu esposo, fementida; contra el pastor para traiciones apto,
y al villano que piensa que a sacarte, que dio en el monte Ida
con este casamiento, será parte, en favor de Acidalia la sentencia;
que hay muchas de la Vera de Plasencia, sin admitir un punto de sosiego,
que vienen más tempranas, como en París el moro, en Troya el griego.
si las hacen los ojos No suele de otra suerte pasearse
de juveniles bárbaros, antojos; quien tiene algún extraño desconcierto,
que aún no repara en canas sin que pueda apartarse
esto que todos llaman apetito, del negocio que trata,
y más donde no tienen por delito pálido el rostro, de sudor cubierto,
que la santa verdad corrompa el premio como ya por su honor, ya por su gata,
Mas, todo este proemio inquieto Micifuf se condolía
quiere decir, en suma, por dilatar de la venganza el día.
aunque era campo de extender la pluma, En tanto, pues, que amigos y parientes
lo que el valiente Micifuf, oyendo consultaban el modo
el suceso estupendo cómo acabar del todo
del robo de su esposa, agravios tan infames y insolentes,
Elena de las gatas, Marramaquiz estaba
dijo con voz furiosa, solicitando el pecho
cuando galán venía a desposarse, de Zapaquilda, de diamantes hecho,
tan imposible ya de remediarse. que en la dura prisión perlas lloraba,
De las tremantes ratas a guisa de la aurora,
fugitivo escuadrón con pies ligeros que parece más bella cuando llora;
temeroso ocupó los agujeros, que la mujer hermosa,
y arrojando la gorra, cuando baña la rosa
que fue de un ministril de Calahorra, de las mejillas con el tierno llanto,
hizo temblar la tierra, aumenta la hermosura,
a fuego y sangre prometiendo guerra. si no da voces y en el llanto dura.
Ferrato, ya perdida la esperanza, Marramaquiz, en tanto,
mesándose las barbas y cabellos produciendo concetos
blancos, que nunca blancos fueron bellos, de su locura efetos,
culpaba su tardanza, ya en prosa ya en poesía,
porque las dilaciones desvelado la noche y triste el día,
pierden las ocasiones, se alambicaba el mísero celebro.
porque en la calva tienen un copete No dejaba requiebro
que sólo se le coge el que acomete, que no imitase tierno a los orates,
porque aguardar a que la espalda vuelva, que el mundo amantes llama,
es seguir un venado por la selva, y de la tierna dama
que alcanzarle no fuera maravilla amores y cariños,
quien le fuera siguiendo por la villa. hasta los disparates
Micifuf la tardanza disculpaba que les dicen las amas a los niños
con que lejos vivía cuando les dan el pecho las mañanas,
el zapatero que esperando estaba con intrínseco amor diciendo ufanas:
(¡oh cuántos males causa un zapatero!) «mi rey, mi amor, mi duque, mi regalo,
y que después calzarle no podía, mi Gonzalo», mas esto solamente
aunque los dientes remitiese al cuero, si se llama Gonzalo,
las botas justas, que con calza larga porque fuera requiebro impertinente
era la gala entonces, que por fresco si se llamara Pedro, Juan o Hernando;
dicen autores que mató al griguiesco que convienen las flores con los frutos,
por quitar la opresión de tanta carga. y a las cosas también sus atributos.
¡Oh quién para olvidar melancolías Estaba el sol apenas matizando
de las que no se acaban con los días, las plumas de las alas de los vientos,
un gato entonces viera dando a los dos primeros elementos
con bota y calza entera! esmeraldas al uno, al otro plata,
Pero ¿dónde me llevan niñerías, cuando salía por su amada gata
que en Italia se llaman bagatelas, al soto de Luzón, el triste amante,
ingiriendo novelas sin respetar el arcabuz tonante,
en tan funestos casos, a buscar el gazapo entre las venas
más dignos de Marinos y de Tasos de la tierra, que apenas
que de Helicona son solos y solos, salir al campo osaba,
que de mis versos rudos españoles? y de una manotada le pescaba.
Lloraba Micifuf, lloraba fuego, No había pez ni pieza
que fuego lloran siempre los amantes, de vaca en la cocina,
arrojando los guantes, que en volviendo Marina
a quien los cultos llaman quirotecas a buscar otra cosa la cabeza,
(¡oh bien hayan Illescas y Vallecas!), no caminase ya por los tejados
para el dueño cruel de sus cuidados; juntaba deudos, procuraba amigos,
tan ligero –y veloz, tan atrevido, de su dolor testigos,
que no paraba, sin hacer ruido, acusando el cruel, bárbaro trato
hasta sacar la carne de la olla, del común enemigo, que este nombre
del asador la polla, como al turco le daba,
aunque sacase, por estar ardiendo, y porque más de su maldad se asombre,
O pelada la mano o con ampolla, el robo de su esposa exageraba;
fufú, fufú diciendo. que cada cual en su dolor y pena
¡Oh amor! ¡Oh cuantas veces hasta una gata puede hacer Elena.
de la misma sartén sacó los peces, Estando, pues, sentados en secreto,
sin cuchares de hierro ni de plata! en el zaquizamí de su posada,
Y la cruel, a más amor, más gata. dijo a la noble junta lastimada
–«¿Es posible (decía con triste voz, de su desdicha efeto:
con lastimosas quejas), –«Aquel justo conceto
¡oh más dura que mármol a mis quejas! que de vuestro valor tengo formado
(porque el gato las églogas sabía), me excusa de retóricos ambajes;
y al amoroso fuego que me enciende amigos y parientes,
más helada que nieve, Galatea?, si estuvisteis presentes
¿que de mi fuego el hielo te defiende a la dura ocasión de mi cuidado,
dése pecho cruel, que me desea de qué tan tarde me avisaron pajes;
la muerte, que antes sea que siempre llegan tarde los avisos
la de tu Adonis Micifuf cobarde, a los que son para su bien remisos.
que gozarás, cruel, o nunca o tarde; ¿Con qué podré moveros?
que no te duelen tantas penas mías, ¿Con qué podré obligaros?
ni el verte tantos días O ¿qué podré deciros,
cautiva en esta torre, que pueda enterneceros,
que ni te viene a ver ni te socorre, que pueda provocaros,
que para aborrecerle te bastaba? si no son los suspiros,
Micilda me buscaba, medias voces del alma,
Micilda me quería; cuando con el dolor la lengua calma?
por ti la aborrecía, Este, que aquí no explico,
siendo gata de bien, siendo estimada está diciendo el pálido semblante
por honesta doncella y retirada lo que con muda lengua significo,
de amigas, de papeles y paseos, pues cuando más la encumbre y adelante,
que clandestinos trazan himeneos. más corto he de quedar; que los enojos
¿Qué no dejé por ti, que te has casado remiten la retórica a los ojos;
con un gato afrentado? Que si fuera que la muda tristeza muchas veces
afrenta entre los hombres el ser gato, el Démostenos fue de la elocuencia,
que la costumbre toda ley altera, y más donde son sabios los jueces,
sólo éste fuera gato, por ingrato». que excusan de captar benevolencia,
–«No te canses (la gata respondía pues no pudiera en Grecia, en su Liceo,
con ojos zurdos de Nerón romano), ver más doctrina que en vosotros veo.
Marramaquiz tirano, Todos Platones sois; todos Catones;
que siendo, como es, justa mi porfía, más podrá la razón que las razones.
ni he de temer tus daños Yo vine, provocado de la fama,
ni me podrás vencer con tus engaños». a ver de Zapaquilda la hermosura,
– «¿Qué obstinación, qué furia por alta mar, del hado conducido,
te obliga, Zapaquilda, a tanta injuria? donde mis ojos encendió su llama,
Mira que la nobleza fuego de fénix, que a los siglos dura,
de tu celoso amante, opuestos a la muerte y al olvido.
siendo tan arrogante, Si fui favorecido.
a su misma cruel naturaleza si agradeció mi amor y pensamiento,
se rebela, teniéndote respeto, bien lo dice el tratado casamiento,
añadiendo al ser noble el ser discreto». pues que nos veis con la ocasión perdida,
Este apostrofe ha sido ella sin libertad y yo sin vida.
justamente advertido Cortés la quise, sin violencia alguna,
a la gata cruel, desamorada, que nunca fue violenta la fortuna.
por lo que a los retóricos agrada, Cuando pagó mi amor, yo no sabía
que adornan la oración con voces puras, como quien era gato forastero.
y sacan un retablo de figuras que este tirano a Zapaquilda amaba;
que cuanto a mí, jamás me atravesara con esto la primera luz del día,
con gente de uñas y de mala cara. y con ella su cándido lucero,
Ya Micifuf en casa de Ferrato en mis ojos brillaba
primero que en las flores, en prudentes palabras desatado:
a su ventana repitiendo amores. –«Con justa causa Micifuf espera
Allí también en su primera estrella verse favorecido.
la noche me buscaba divertido, y vengado también del atrevido
adorando las tejas que le robó su esposa:
de sus balcones rejas, fatal desdicha de mujer hermosa».
y dulce elevación de mi sentido, Y respondió Tomillo,
hasta que hablar con ella, propia razón de gato mozalvillo:
envidioso, traidor y fementido, «–Por mí ya lo estuviera,
me vio, en su celosía, porque con estas uñas se le diera».
donde probó mi amor, su valentía. Pero Zurrón, que le miraba enfrente,
Resultó la prisión, y es tan villano, le dijo: –«Con un gato el más valiente
que ha, engañado a Micilda, que han visto los tejados de la villa,
y dándole su fe, palabra y mano mejor es, a la usanza de Castilla,
de que será su esposo, escribirle un papel de desafío.
siendo cumplirla el acto más honroso, –«No es éste el voto mío
cuando me vio casar con Zapaquilda, (Garrullo replicó) ni que se intente
en afrenta de todos sus parientes venganza de victoria contingente;
y amigos, que presentes que siempre ha estado en varias opiniones
estuvieron atónitos al caso, si ha de haber desafío en las traiciones.
echando los más graves por la tierra, Soy de voto que tome el agraviado
como estaban de boda y no de guerra, un arcabuz, y aguarde
padeciendo mi sol tan triste ocaso, al gato más valiente o más cobarde,
se la llevó con atrevido paso, castigo del que vive descuidado
celoso el corazón, la vista airada, sin miedo del que agravia,
hiriendo a quien delante se le puso; y propio efecto de la noche obscura».
tanto, que con Garraf de una patada –«Si se pudiera ejecutar segura
los botes y redomas descompuso fuera venganza sabia
de un boticario que vivía enfrente; (dijo Chapuz valiente,
y como de repente gato de buenas partes)
en un perol cayese desde un banco, mas, son tantas las artes
todo le revistió de ungüento blanco; dése Marramaquiz, gato insolente,
vertió una melecina; que no dará ocasión que se ejecute,
y paró medio muerto en la cocina por mucho que la noche el rostro enlute,
en ocasión tan dura, y de mi parecer, mejor sería
en ocasión tan triste, querellarse del robo y castigalle
que es mármol quien las lágrimas resiste. por términos jurídicos y dalle
Mas, quiero epitomar mi desventura: muerte que corresponda a la osadía».
mi esposa me han robado; –«Dirán que es cobardía
sin honra estoy». Aquí, si no fue mengua, (Trebejos replicó), ni esa querella
fue el silencio la voz, los ojos lengua, está bien al honor de una doncella,
porque la grave pena, que es poner su defensa en opiniones
cortando la razón, dejóle mudo que se averigua mal con las razones
Enternecióse el ínclito senado, aquello que la causa pone en duda,
haciendo propia la desdicha ajena, que no hay para mujeres lengua muda;
luego que vio que proseguir no pudo, que ha dado el mundo en bárbaras querellas,
y respondió Panzudo, no pudiendo excusar el nacer dellas.
un gato venerable de persona, Pleitos aun no son buenos para gatos,
aunque pelado de cabeza estaba, porque es gastar la vida y la paciencia;
cosa que a muchos buenos acontece; no hay que tratar de tratos ni contratos,
si bien esto no fue lo que parece ni andar en pruebas ni esperar sentencia.
cuando a un amante viene la pelona Si aquesta injuria ha de quedar vengada,
mas, golpe que le dio cierta fregona, remítase a la pólvora o la espada.
que de un menudo que lavar pensaba, –«Bien dice (respondió Raposo, haciendo
cuando menos atenta le miraba, debido acatamiento al gran senado)
asido del principio de una tripa, Trebejos, y no es justo,
que a la vista las manos anticipa, aunque se pruebe lo que estáis diciendo
la fue desenvolviendo hasta el tejado, y quede a vuestro gusto sentenciado,
como cordel de un cabo y otro atado, que deis al pueblo gusto,
del ovillo de sebo el laberinto; al teatro sacando neciamente
y cada cual de todos participa un gato, con capuz y caperuza;
deste dolor, como si propio fuera; y no menor locura que se intente,
dijo, con el semblante mesurado, no siendo Micifuf el moro Muza,
tratar de desafíos, y por detrás plumíferos penachos,
con quien sabéis que tiene tantos bríos. marchando con tal orden, que la planta
Perdóneme Zurrón; Chapuz perdone; donde el que va delante la levanta,
y aunque la edad le abone estampa el que le sigue,
me perdone Panzudo, sin que el bastón del capitán le obligue,
si de su parecer mi intento mudo; y al son de las trompetas resonantes,
que el mío es juntar gente las picas a los hombros los infantes,
para tan grave empresa conveniente, en quien la variedad y los colores
y formando escuadrones formaban un jardín de varias flores,
de caballos y armada infantería, a la manera que el abril le pinta
de toda la parienta gatería, en cultivada quinta;
hacer guerra al traidor, cercar la tierra, las picas de los bravos marquesotes
y asestándole tiros y cañones, de varas de medir y de virotes,
batirle la muralla noche y día, y ya de los plebeyos,
hasta saber qué gente le socorre; baquetas de Babiecas y Apuleyos,
porque si el campo Micifuf le corre, sin escuadras gallardas,
y el sustento le quita, que llevaban en forma de alabardas
y que deje la plaza necesita, aquellos cucharones
o en forma de batalla asalta la muralla, con que suelen sacar alcaparrones,
él se dará a partido, y con las palas, como medias lunas,
o le castigaréis siendo vencido. las sabrosas de Córdoba aceitunas;
Sacad banderas, pues; tóquense cajas, Córdoba, donde nacen andaluces
haciendo las baquetas Góngoras y Lucanos;
los pergaminos rajas; y encendidas las cuerdas en las manos,
terciad las picas disparad cometas no de Milán dorados arcabuces
que así cobró su esposa, en Troya, el griego, llevaba la lucida infantería,
publicando la guerra a sangre y fuego. mas de huesos de piernas de carnero,
Calló Raposo, y luego, del senado que gatos de uno y otro pastelero
el voto conferido trajeron de porfía,
en la guerra quedó determinado, que no fueron de gato de ventero,
por ser de todos el mejor partido, sospechosos en tales ocasiones
más justo y más honroso y de huesos de vaca los cañones
y dando Micifuf, como era justo, para batir la torre.
los brazos y las gracias a Raposo, Con esto Micifuf el campo corre
brotando humor adusto, y pone cerco al muro,
a hacer la leva de la gente parte. armado de un arnés cóncavo y duro
Perdona, Amor, que aquí comienza Marte, de un galápago fuerte,
y sale Tisifonte que sin salir de sí le halló la muerte;
a salpicar de fuego el horizonte; la cabeza adornada
suspende entre las armas los concetos: de un sombrero, la falda levantada,
pues das la causa, escucha los efetos. de un trencellín ceñido,
el pasador y hebilla guarnecido,
SILVA VII con pluma verde obscura,
señales de esperanza con tristeza,
Al―arma toca el campo micigriego aunque la justa causa le asegura;
contra Marramaquiz, gato troyano; con tanta gentileza
violento sube, aunque oprimido en vano, al caballo arrimaba
a la región elementar el fuego; la estrella de la espuela,
inquietan de los aires el sosiego, y con la negra rienda le animaba
con firme agarro de la uñosa mano, a la obediencia del dorado freno,
banderas, que con una y otra lista de espuma y sangre lleno,
trémulas se defienden a la vista, que sin tocar los céspedes, volaba.
no permitiendo, pues no dejan verse, Ni es nuevo el ver que vuela,
que las colores puedan conocerse, pues que pintan con alas al Pegaso,
respondiéndose a coros volando por las cumbres del Parnaso;
las cajas y los pífanos sonoros, que vemos en Orlando el hipogrifo,
y al paso que se alternan monstruo compuesto de caballo y grifo.
siguiendo el son marcial los que gobiernan. Mas, si dudare alguno de que hubiese
Y luego los soldados, caballos tan pequeños,
de acero y de ante y de valor armados, pareciéndole sueños,
agujas del cabello por espadas, y a la naturaleza le quisiese
y sólo descubriendo las celadas quitar de milagrosa el atributo,
por delante mostachos aunque sea sin fruto
la tácita objeción, quedará llana ayudarme el favor de tu gimnasio,
con irse de aquí a Tracia una mañana que para lo que queda,
que esté desocupado aunque parece poco,
de los negocios de mayor cuidado, al señor Anastasio
y verá los pigmeos, Pantaleón de la Parrilla invoco,
que en la región de trogloditas feos porque de su tabaco
también los pone Plinio, me dé siquiera cuanto cubra un taco.
que hizo de estos monstros escrutinio, Marramaquiz, aunque lo supo tarde,
y en las lagunas del egipcio Nilo, había hecho alarde
otros autores, por el mismo estilo, de sus gatos amigos,
que escriben, que trayendo de Etiopía, y halló que para tantos enemigos
donde hay bastante copia, era su gente poca;
dos pigmeos a Roma (gente grave), mas, como la defensa le provoca,
se murieron de cólera en la nave. las armas al asalto prevenía,
Homero les da patria al mediodía, supuesto que tenía
con su intérprete Eustacio; poco sustento para cerco largo;
Mela, de Arabia en el ardiente espacio, y cuidadoso de su nuevo cargo,
que el sol fénix mayores monstros cría, más triste y desabrido
puesto que, aunque confiese tales nombres, que poeta afligido,
Aristóteles niega que son hombres. que ha parecido mal comedia suya,
Ni en su Ciudad de Dios pasó en olvido o bien la de su cómico enemigo,
el divino africano los pigmeos; andaba por la torre,
y Juvenal umbrípides los llama, y viendo que su esposo la socorre,
sin otros que han negado y defendido Zapaquilda, más llena de aleluya,
esta opinión, que divulgó la fama. más alegre, contenta y más quieta
Pero, pues pintan monstros semideos, que aquel mismo poeta,
que por los montes van de rama en rama, si ha parecido mal, siendo él testigo,
las poéticas trullas, la del mayor amigo.
diciendo que batallan con las grullas, Prevenido en efeto
no será mucho que haya semihombres. de toda defensión y parapeto,
Estos, con cierta patria y ciertos nombres, sacó sus gatos, animoso, al muro,
en la misma región caballos tienen, por todas las almenas y troneras,
de donde nuestros gatos se previenen; vestido de banderas,
que hacer de sólo un codo que en alto y de diversos tornasoles,
hombres naturaleza, eran entre las nubes arreboles;
como pintor que muestra la destreza, y coronado de diversos tiros
a un naipe todo un cuerpo reducido, soldados de valor y archimargiros,
y los caballos no del propio modo, opuestos a la furia del contrario
mayor monstrosidad hubiera sido como se mira altivo campanario
de su instrumento ilustre y poderoso; de aldea, donde hay viñas,
que mal pudiera andar hombre muñeca para bajar después a las campiñas,
en el lomo espacioso cubierto, por el tiempo de las uvas,
de un gigante Babieca; del escuadrón de tordos,
así que la objeción no es de provecho, que en aquella sazón están más gordos.
pues queda el argumento satisfecho; cuando los labradores
demás de que el lector puede, si quiere, limpian lagares y aperciben cubas,
creer lo que mejor le pareciere: así la negra cúpula tenía
porque si se perdiese la mentira, de soldados, de tiros y a tambores
se hallaría en poéticos papeles, no menos valerosa gatería
como se ve en Homero, describiendo Quien viera el pie que el escuadrón ceñía
a la casta Penélope, que admira de Micifuf, y el chapitel armado
por los amantes necios y crueles, de uno y otro gatífero soldado,
tejiendo y destejiendo, dijera que tal vista no fue vista
sin dejarla dormir, de puro casta. de Dario ni de Jerjes,
Y lo contraria para ejemplo basta, ni tanto perdigón haciendo asperges
haciendo deshonesta en ninguna conquista,
Virgilio a Dido Elisa, por Eneas, ni la vio Escipión ni el rey Ordoño,
como le riñe Ausonio, como en Cartago aquél, éste en Logroño,
aunque logró tan falso testimonio, y aunque entre la de Ostende,
menos las aguas que pasó leteas, pero sin nobis dómine, se entiende.
donde escribió Merlín, con cuales iras Ver tanto gato negro, blanco y pardo
castigan al poeta las mentiras. en concurso gallardo
Mas vuelve, ¡oh Musa!, tú, para que pueda de dos colores y de mil remiendos,
dando juntos maullos estupendos, gatazo que, de roja piel cubierto,
¿a quién no diera gusto, crió la mondonguífera Garrida,
por triste que estuviera, aunque toda su vida
aunque perdido injustamente hubiera más enseñado a manos y cuajares
un pleito, que es disgusto que a nobles ejercicios militares.
después de muchos pasos y dineros, Mas, son tan eficaces las razones
para leones fieros? formadas de los ínclitos varones,
Prevenidos, en fin, para el asalto, como Alciato escribe, cuando asidos
mueven a sobresalto llevaba de una cuerda de los labios
los ánimos valientes el anfitrioníades Alcides,
las retumbantes cajas, cuantos hombres prestaban los oídos
previenen uñas y acicalan dientes a la elocuencia de los hombres sabios.
calando juntas las celadas bajas , Pero ya los agravios
que en las frentes bisoñas de Micifuf la guerra comenzaban,
más eran de sartén que de Borgoñas, ya los gatos trepaban
pero en silencio los clarines roncos la torre por escalas de sus uñas,
que sonaban a modo de zamponas, más fuertes garabatos
puesto a la margen de unos verdes troncos, que los de tundidores y garduñas;
que no importa saber de lo que fueron, ya por la piedra, entre la cal metidas,
de pies en uno Micifuf bizarro, sin estimar las vidas,
cuando del sol el carro subían gatos y bajaban gatos,
que Etontes y Flegón amanecieron, los unos como bueyes agarrados,
atrás iban dejando el mediodía, que clavan en las cuestas las pezuñas;
dijo a su belicosa infantería, los otros, como bajan despeñados,
que atenta le escuchaba, fragmentos de edificio que derriban,
que aunque era gato, Cicerón hablaba: que de su mismo asiento se derrumba.
«–Generosos amigos A cual sirven de tumba,
de mis afrentas y dolor testigos: después que del vital aliento privan,
la honra, que los ánimos produce, las losas que le arrojan;
a tan ilustre empresa me conduce; a cual de vida y alma le despojan
ésta sola me anima; en medio del camino.
quien no sabe qué es honra, no la estima. No despide en obscuro remolino
Miente el que dijo, y miente el que lo estampa más balas tempestad de puro hielo.
que «un bel fugir tutta la vita escampa»; que bajan plomos de la torre al suelo.
pues mejor viene agora, Allí murió Galván, allí Trebejos,
que «un bel morir tutta la vita honora». que le acertó la muerte desde lejos,
Es la virtud del hombre dándole con un cántaro en los cascos,
la que le inclina a los ilustres hechos; y otros con ollas, búcaros y frascos .
digna es la fama de valientes pechos. Así suelen correr por varias partes,
Hoy habéis de ganar glorioso nombre; en casa que se quema, los vecinos
ninguna fuerza ni amenaza asombre confusos, sin saber a dónde acudan.
el que tenéis de gatos bien nacidos, No valen los remedios ni las artes;
que estos viles alardes arden las tablas, y los fuertes pinos
(porque en siendo traidores son cobardes) de la tea interior el humor sudan
ya están medio vencidos los bienes muebles mudan
con sólo haber llegado a sus oídos en medio de las llamas;
que yo soy quien os guía. estos llevan las arcas y las camas
A Aníbal preguntó Scipión un día y aquellos con el agua los encuentran;
que cuál era del mundo el más valiente, estos salen del fuego, aquellos entran;
y él respondió feroz, con torva frente: crece la confusión, y más si el viento
–Alejandro el primero, favorece al flamífero elemento.
el segundo fue Pirro y yo el tercero. como el alto Júpiter mirase
Si entonces yo viviera, desde su Olimpo y estrellado asiento
cuarto lugar me diera. la batalla cruel, de sangre llena,
Al arma acometed: yo voy delante: temiendo que quedase
y el no tener escalas no os espante, en competencia tan feroz y airada
que no son necesarias las escalas la máquina terrestre desgatada,
si en vuestra ligereza tenéis alas. justo remedio a tanto mal ordena.
Dijo, y vibrando un fresno en la ñudosa «Dioses, no es justo (dijo), que la espada
mano, al muro arremete, sangrienta de la guerra
y con él mata siete, se muestre aquí tan fiera y rigurosa,
Maús, Zurrón, Maufrido, Garrafosa, aunque es la misma de la griega hermosa,
Ociquimocho, Zambo y Colituerto, y que muertos los gatos, esta tierra
se coma de ratones, mudó el pálido luto en rico traje,
porque se volverán tan arrogantes, y para celebrar el casamiento
que ya considerándose gigantes, llamaron un autor de los famosos,
no teniendo enemigos de quien huyan que estando todos en debido asiento,
y el número infinito disminuyan, en versos numerosos
serán nuevos Titanes, con esta acción dispuso el argumento,
y querrán habitar nuestros desvanes». dejando alegre en el postrero acento
Con esto luego envía los ministriles, y de cuatro
de obscuras nieblas una selva espesa, en cuatro adornado de luces el teatro.
y la batalla cesa,
revuelto en sombras de la noche el día; *
y desde aquel, con inmortal porfía, * *
los unos y los otros prosiguieron,
aquellos en la ofensa,
y estos en la defensa;
pero durando el cerco, no tuvieron
remedio ni sustento los cercados;
tanto, que a Zapaquilda desfigura
la hambre la hermosura,
vueltas las rosas nieve;
por onzas come, por adarmes bebe.
Marramaquiz, que ya morir la vía,
con amante osadía,
pero sin que le viesen los soldados,
salió por un resquicio a los tejados
de una tronera que en la torre había,
para coger algunos pajarillos.
Iba con él Malvillos,
que a este solo fió su atrevimiento,
y por partir la caza del sustento;
y estando ¡oh dura suerte!
acechando a la punta de un alero
un tordo que cantaba,
la inexorable muerte,
flechando el arco fiero,
traidora le acechaba.
¿Qué prevenciones, qué armas, qué soldados
resistirán la fuerza de los hados?
Un príncipe que andaba
tirando a los vencejos
(nunca hubieran nacido
ni el aire tales aves sostenido)
le dio un arcabuzazo desde lejos.
Cayó para las guerras y consejos;
cayó súbitamente
el gato más discreto y más valiente,
quedando aquel feroz aspecto y bulto
entre las duras tejas insepulto;
pero muerto también, como era justo,
a las manos de un cesar siempre augusto.
Llevó Malvillos, pálido, la nueva,
que de su fe y amor llorando en prueba,
se mesaban las barbas a porfía,
como tudescos, muerto el que los guía;
mas, deseando verse satisfechos
del sustento forzoso,
rindieron las almenas y los pechos
al héroe sin victoria victorioso;
y Micifuf, con todos amoroso,
porque le prometieron vasallaje,
hizo luego traer de su bagaje
con mano liberal, peces y queso.
Alegre Zapaquilda del suceso,

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