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Falacia y Tipos de Falacia

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Sandra Paola Jaramillo Fernandez

Falacias

En nuestra vida diaria argumentamos constantemente o escuchamos argumentos de la gente que


nos rodea; los oímos en la radio, los vemos en la televisión, los leemos en el periódico o en Internet,
etc. En este contexto solemos encontrar argumentos a los que denominamos falacias. Por ejemplo,
Mafalda está diciendo una de ellas:

Una falacia es, como señala Irving Copi (1987), un argumento incorrecto, pero psicológicamente
persuasivo. La fuerza de una falacia reside en su carácter convincente, el cual se debe a que tiene la
apariencia de estar correctamente construido, pero cuando lo analizamos con detenimiento,
notamos que el paso de las premisas a la conclusión no es el adecuado, debido a que las premisas
no son pertinentes para lo que se quiere defender.

Antiguamente solía hacerse una distinción entre falacia y sofisma con base en la intención de la
persona que argumentaba. De esta manera se decía que, si quien argumentaba incorrectamente lo
hacía sin la intención de mentir, entonces estábamos frente a una falacia. En cambio, si alguien
formulaba un argumento consciente del engaño, entonces estábamos frente a un sofisma. Sin
embargo, en la vida diaria resulta muy complicado saber si quien argumenta incorrectamente lo
hace de manera deliberada o no, por lo cual frecuentemente esta distinción ha caído en desuso.
(Jiménez, 2013)

Falacias formales e informales

Las falacias suelen dividirse en formales e informales. Las formales son aquellas que tienen errores
en su forma, es decir, que violan alguna de las estructuras deductivamente válidas. En este sentido,
cualquier argumento inválido sería una falacia. Las de afirmación del consecuente y de negación del
antecedente son las más comunes de este tipo. En la de afirmación del consecuente, se pretende
construir un buen argumento con la estructura del modus ponens, mientras que en la de negación
del antecedente, se pretende estar formulando un buen argumento con la estructura del modus
tollens. Pero en ambos casos no es así, ya que, por un lado, el modus ponens afirma el antecedente
y no el consecuente y, por otro lado, el modus tollens niega el consecuente y no el antecedente. Por
su parte, las informales son aquellas que cometen errores no en su forma sino en su contenido, es
decir, en aquella información que se ofrece en las premisas para derivar de ellas la conclusión. En la
actualidad, diversos estudiosos realizan un gran esfuerzo por elaborar una lista tipificada de las
falacias existentes. Sin embargo, la manera en que podemos errar es tan amplia que resulta una
tarea complicada elaborar un estudio completo y acabado de las mismas. También es importante
destacar que un argumento puede incurrir en varias falacias a la vez.
Sandra Paola Jaramillo Fernandez
Falacias

Ilustración 1 Tipos de Falacias

• Falacias informales Existen dos tipos de falacias informales, de irrelevancia y de


ambigüedad. Cabe aclarar que la clasificación que se presenta es una propuesta entre varias
que han elaborado los estudiosos sobre el tema a lo largo de los siglos. De hecho, no
podríamos afirmar hoy en día que contamos con una clasificación definitiva.
• Falacias de irrelevancia Las falacias de irrelevancia son también conocidas como de
inatinencia o no pertinencia, debido a que el error en este tipo de argumentos está en el
hecho de que las premisas no ofrecen un fundamento sólido o pertinente para inferir la
verdad de la conclusión. Las que revisaremos se clasifican en tres grupos:
o Transferencia de propiedades.
o Apelación a los sentimientos.
o Referencia insuficiente.

Es importante señalar que, a su vez, en cada uno de estos grupos, encontraremos subclasificaciones.

I. Falacias de transferencia de propiedades Este tipo de falacias transfieren


inapropiadamente, a la conclusión, características de sujetos o elementos a los que se
hace referencia en las premisas. Las falacias de este tipo que revisaremos son:
a. Falacia de composición
b. Falacia de división
c. Falacia contra la persona
d. Falacia de apelación a la autoridad
a) Falacia de composición
Se habla de una falacia de composición cuando se transfieren propiedades de los
elementos de un conjunto a un todo. Veamos el siguiente ejemplo: Vi la famosa
secuencia de “la ducha” en la película Psicosis de Alfred Hitchcock y es perfecta, por lo
tanto, toda la película debe serlo. En este ejemplo, puedes observar que se transfiere la
propiedad de “ser perfecta”, de una secuencia de una película a toda ella.
b) Falacia de división
Procede de manera contraria a la falacia de composición, pues en este caso se
transfieren cualidades del todo a cualquiera de los miembros o elementos particulares
del conjunto.
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Falacias

Revisemos el siguiente ejemplo: Construir este hotel fue carísimo. Supongo que cada
una de las cosas que hay en él deben serlo, por ejemplo, esta toalla. En el ejemplo
anterior, se trasfiere la propiedad de todo el hotel de ser “caro”, a un elemento en
particular que forma parte de él, en este caso a una toalla.
c) Falacia contra la persona
También conocida por su nombre latino ad hominem, la falacia contra la persona se
clasifica en: Ofensiva y Circunstancial.
a. Falacia contra la persona, Ofensiva: Se incurre en ella cuando para refutar la
conclusión que defiende una persona, en lugar de ofrecer razones pertinentes,
atacamos a la persona que la sostiene, en lugar de refutar sus afirmaciones.
Revisemos el siguiente ejemplo: El filósofo alemán Friedrich Nietzsche afirmó
que “lo que se hace por amor, acontece más allá del bien y del mal”, pero eso
es absurdo, para determinarlo basta saber que él era un misógino. En el ejemplo
anterior se quiere defender la falsedad de la tesis de Nietzsche, pero en lugar
de ofrecer premisas pertinentes para dicho fin, lo único que se hace es atacar a
la persona que hace dicha afirmación, en este caso al filósofo alemán, señalando
que era un misógino, con lo cual no se está refutando la tesis mencionada.
b. Falacia contra la persona, Circunstancial: Este tipo de falacia se subdivide en
dos tipos: circunstancial de intereses personales y de autocontradicción.
i. Falacia contra la persona, Circunstancial de intereses personales: Se
comete esta falacia cuando para refutar la tesis que sostiene alguna
persona, en lugar de apelar a razones pertinentes, se argumenta que
ésta es falsa porque quien defiende esa posición se ve beneficiado o
favorecido por involucrar intereses personales. Veamos el siguiente
ejemplo: Mariano dice que el IFE es una institución confiable… pero
claro, como él ocupa un cargo muy importante ahí, ¡qué otra cosa va a
decir! Tiene que defender su chamba, ¿no? En este caso observamos
que, en lugar de ofrecer razones pertinentes para refutar lo que señala
Mariano, se dice simplemente que eso es falso, porque al defender esa
tesis él se ve favorecido. En este caso el beneficio es que no lo despidan
y por ello lo sostiene, pero si analizamos cuidadosamente, advertimos
que no se ha dado una buena razón para rebatir la tesis de Mariano, a
saber: “El IFE es una institución confiable”
ii. Falacia contra la persona, Circunstancial de autocontradicción:
Cuando aseguramos que cierta afirmación es falsa, porque quien la
defiende hace justo lo contrario de lo que sostiene, pero no se dice nada
respecto a la falsedad de su aseveración, se cae en una falacia de
circunstancial de autocontradicción. Esto sucede porque lo único que
se realiza es criticar la incongruencia de la persona que dice una cosa y
hace otra. Analicemos el siguiente caso: Mi mamá se la pasa
repitiéndome que debo estudiar una carrera universitaria para ser
alguien en la vida, pero eso ni ella misma lo cree, con decirte que ella ni
la primaria terminó. Como podemos advertir, aquí se quiere refutar la
tesis de la importancia de estudiar una carrera universitaria para tener
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Falacias

logros relevantes en la vida, pero en lugar de ofrecer razones adecuadas


para dicho fin, lo único que se aduce es que quien lo afirma, en este
caso la madre, da evidencia de lo contrario con sus actos, pues ella no
hizo una carrera universitaria y, por esa contradicción entre lo que dice
y lo que hace, se pretende inferir que es falsa su tesis. Sin embargo, con
ello no estamos argumentando a favor de la tesis que queremos
defender, en este caso, que no sea importante “estudiar una carrera
universitaria para ser alguien en la vida”. Es importante advertir que,
desde una perspectiva lógica, es necesario valorar la verdad de lo
afirmado y no descartar sin examen cierta aseveración sólo porque la
persona que las sustenta es incongruente con lo que afirma. No
obstante, es importante advertir que este análisis no cancela el hecho
de que yo pueda cuestionar el derecho moral de esa persona para
afirmar lo que dice, al ser incongruente y practicar todo lo contrario de
lo que sostiene. Es relevante tener claro que una cosa es valorar
lógicamente las afirmaciones o argumentos de alguien y, otra muy
distinta es valorar el derecho moral que tiene para decirlas.
d) Falacia de apelación a la autoridad: Esta falacia de irrelevancia por transferencia de
propiedades tiene dos tipos: de autoridad individual y de autoridad colectiva.
a. Falacia de apelación a la autoridad individual: Conocida también por su
nombre latino ad verecundiam, esta falacia se comete cuando para defender
una afirmación apelamos a la autoridad de alguien a quien le reconocemos
poseer cualidades admirables, en lugar de ofrecer razones pertinentes. En otras
palabras, a la tesis que sostenemos se le transfiere la propiedad de
aceptabilidad de la persona a la que recurrimos como autoridad para defender
nuestra posición, por lo que se considera que nuestra conclusión debe ser
también aceptada sin mayor examen. Como podrás advertir, esta falacia es lo
contrario de la falacia contra el hombre o ad hominem. Veamos el siguiente
ejemplo: Las cárceles deben ser lugares para readaptar y corregir al delincuente,
no para castigarlo, ya lo decía uno de los más importantes representantes del
utilitarismo, el filósofo inglés John Stuart Mill. Como puedes notar en el ejemplo
anterior, se apela a la autoridad y reconocimiento del filósofo J. Stuart Mill para
defender la propia tesis, en lugar de ofrecer razones pertinentes que la apoyen;
es decir, se transfiere la aceptabilidad que tenemos de Mill a lo que afirma y en
ello apoyamos la defensa de nuestra propia afirmación. Sin embargo, del hecho
de que el filósofo inglés sea un pensador muy importante o socialmente
reconocido, no se sigue que todo lo que afirme debamos de aceptarlo sin mayor
crítica, esto es, no se infiere que todas sus afirmaciones sean verdaderas por el
mero hecho de ser planteadas por él. Algo importante que debemos destacar
es que no siempre que apelamos a una autoridad para defender una conclusión
estamos cometiendo una falacia, ya que en ciertas circunstancias tal apelación
es pertinente. Por ejemplo, cuando un médico competente nos receta
determinada medicina y nosotros decidimos seguir su consejo debido a que nos
lo dijo un experto en la materia. En cambio, decir que vamos a comprar una
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cámara fotográfica de determinada marca porque el médico lo dijo, no sería un


buen argumento, pues él no es una autoridad en el tema para basar una decisión
calificada en su recomendación. Es frecuente encontrar en la publicidad la
apelación a autoridades “no competentes” para defender cierta conclusión. Un
ejemplo podría ser cuando se aconseja comprar cierto producto porque alguien
famoso lo usa, pero sin ofrecer razones sólidas de por qué dicho producto es
bueno, sino solamente señalando que es bueno y que debe usarse porque
alguien que tiene el reconocimiento social (fama) lo recomienda. En este caso,
lo adecuado es que quien sugiera el producto sea alguien autorizado para
hacerlo, es decir, que esté debidamente certificado y avalado por la instancia
correspondiente.
b. Falacia de apelación a la autoridad colectiva: Cuando para aceptar una
determinada conclusión, en lugar de recurrir a razones pertinentes, se apela a
la autoridad de una mayoría (el pueblo, la colectividad, “todos”), a la tradición
o a la autoridad de una minoría selecta, se está incurriendo en la falacia de
autoridad colectiva, también conocida como ad populum (en latín significa
“dirigido al pueblo"). Analicemos el siguiente caso de un anuncio publicitario:
“¿Quieres estar informado? Debes leer El despertar, ya que es el periódico que
todo nuestro país lee” Como podemos observar, en este ejemplo se quiere
convencer a las personas de que lean el periódico El despertar y la razón a la
que se alude es que todo el país lo lee, pero no se ofrecen razones adecuadas
para que lo leamos, pues del hecho de que todo el país lea este periódico, no se
sigue que sea un buen medio para estar informados. Un buen argumento daría
razones relevantes de por qué este periódico es el mejor para estar bien
informados, por ejemplo, aduciendo que tiene a los articulistas más
competentes del país, que cuentan con información veraz, etc. En este sentido,
del hecho de que una gran cantidad de personas lea este periódico, no se sigue
como conclusión, que sea un buen periódico. Revisemos otro ejemplo: - María
¿por qué copias las tareas?, ¿no te das cuenta de que no es correcto? - ¡Ay,
Sonia!, ¡no veo qué de malo tiene hacerlo! Si te das cuenta, todos en el salón lo
hacen. Estoy segura de que hasta la maestra lo hacía cuando era estudiante
como nosotras. En el caso anterior podemos notar que en la premisa “todo el
mundo lo hace” (incluso la misma maestra en su momento) Sonia apoya la
conclusión de que no tiene nada de malo el copiar las tareas porque es algo que
“se acostumbra”, y en este sentido pareciera ser que es algo aceptable o
correcto. Pero si analizamos cuidadosamente, advertiremos que no se ha dado
ninguna razón pertinente para refutar la afirmación de la amiga de Sonia de que
es incorrecto copiar las tareas.
II. Falacias de apelación a los sentimientos: Como su nombre lo indica, este tipo de
falacias de irrelevancia tienen en común el argumentar como premisas algún tipo de
sentimiento. En este caso revisaremos dos tipos: apelación al sentimiento de temor y
apelación al sentimiento de piedad.
a. Falacia de apelación a los sentimientos de temor o apelación a la fuerza: Se cae en
una falacia del tipo ad baculum o “al bastón”, por su nombre latino, cuando para
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Falacias

defender una conclusión y convencer al interlocutor de su aceptación, en lugar de


esgrimir razones pertinentes para persuadirlo, se exponen las consecuencias
desfavorables que se seguirían en caso de no aceptar dicha conclusión. En realidad,
se trata de una amenaza que pretende ser un argumento. Veamos el siguiente
ejemplo: -No veo por qué estás de acuerdo en que se legalice el matrimonio entre
personas del mismo sexo. ¿Acaso no te das cuenta de que ello nos conducirá a una
sociedad sin valores? ¡Eso será el principio del fin de nuestra civilización! Como
podemos advertir en el ejemplo anterior, se quiere defender la conclusión de que
es incorrecto legalizar el matrimonio homosexual, pero en lugar de ofrecer premisas
adecuadas para defender tal afirmación, sólo se hace referencia a las consecuencias
negativas que se seguirían de la no aceptación de dicha conclusión. En este caso, se
señala que será el fin de nuestra civilización, es decir, en cierto sentido es una
especie de amenaza, en la cual se nos dice que, si aceptamos el matrimonio
homosexual, entonces tendremos que aceptar la destrucción de la civilización.
Ofrecer razones adecuadas, en este contexto, implicaría establecer una clara y
relevante conexión entre el matrimonio entre personas del mismo sexo y la
destrucción de la sociedad.
b. Falacia de apelación a los sentimientos de piedad: Cuando en lugar de ofrecer
razones apropiadas para la aceptación de determinada tesis, se alude a
explicaciones con un alto contenido emotivo dirigidas a provocar compasión,
piedad o benevolencia en nuestros interlocutores, se incurre en esta falacia (ad
misericordiam). Un ejemplo, es el siguiente caso: -Señora directora, le ruego por
favor permita que mi hijo regrese a la preparatoria. Sé que lo corrieron porque su
conducta quizá no ha sido la mejor, pero es que no entraba a ninguna de sus clases
porque los amigos con los que se juntaba lo obligaban a irse con ellos y el pobrecito
no sabía qué hacer, tenía mucho temor. ¡Imagínese el miedo que debió haber tenido
el inocente para que ya ni siquiera entrara a sus clases! Sé que su padre y yo somos
responsables, pues nosotros vivimos fuera de la ciudad y lo hemos descuidado. Él
vivía con sus tíos. Pero estoy segura de que sentía una terrible soledad, alejado de
nuestro amor y nuestro cuidado. ¡Qué injusta ha sido la vida con él! Ahora él ya es
maduro, tiene un bebito de tres meses y se da cuenta de lo dura que es la vida. Por
eso necesita de su apoyo para regresar a estudiar y poder conseguir un buen empleo
que le permita no dejar desamparada a esa criaturita. Por favor, sea sensible, usted
tiene cara de que es una muy buena persona, no como otras autoridades con las que
he hablado. Supongo que usted también debe ser madre y sé que me comprende.
Como se puede notar, la madre quiere convencer a la directora de admitir a su hijo
nuevamente en la escuela, pero no ofrece alguna razón adecuada para dicho -n. Lo
único que hace es apelar a los sentimientos de piedad, empatía o lástima de la
directora, lo cual se ve reforzado por el lenguaje altamente emotivo que utiliza,
recurriendo a palabras tales como: “bebito”, “pobrecito”, “inocente”, “terrible
soledad”, “criaturita” etc.
III. Falacias de referencia insuficiente: Existen diversas falacias de referencia insuficiente.
Por ahora sólo estudiaremos una, la falacia de petición de principio.
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a. Petición de principio: En esta falacia que también es conocida como petitio principii,
la conclusión se repite en la premisa, sólo que se hace de manera velada. De esta
forma el interlocutor no logra advertirlo, ya que generalmente la conclusión se
presenta parafraseada, es decir, no de manera textual (lo cual haría fácil el
reconocerla), sino diciéndola con otras palabras, pero en esencia afirmando lo
mismo. En este sentido no se están aportando premisas para fundamentarla.
Analicemos el siguiente ejemplo: - El amor en el matrimonio es eterno. - ¿Por qué?
- Pues porque el amor debe durar para toda la vida. En el caso anterior, observamos
que se quiere defender la conclusión de que “El amor en el matrimonio es eterno”
y lo que se ofrece como premisa para defenderla es un parafraseo de la misma. Al
decir que el amor es eterno porque debe durar para toda la vida, no se están
ofreciendo razones diferentes a la conclusión, aunque a primera vista así lo
pareciera. (Jiménez M. G., 2013)

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