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Ensayo Final

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Introducción

La gran fuente de energía universal y el centro del sistema solar, el sol, es un


recurso imprescindible para la tierra, debido a que calienta la atmósfera y sin él la vida
no sería posible. Pero, esta gran estrella, es también la potencial destructora de nuestro
planeta y cuyo único impedimento son escudos (la atmósfera, el núcleo de la tierra y el
sistema climático interconectado) que cumplen un rol irremplazable y que actualmente
corren peligro por la actividad humana. Ante este contexto es que el objetivo del presente
trabajo es analizar el deterioro de los escudos de protección, en específico de la capa de
ozono, frente al sol y plantear soluciones sostenibles.

¿Quiénes son nuestros protectores?

Desde la formación de la tierra, se han generado tres escudos naturales que nos
han protegido de las radiaciones solares: la atmósfera, el núcleo del planeta, y el sistema
climático interconectado.

La primera, la atmósfera, tiene diferentes capas, cuya composición de gases varía


de acuerdo a la altitud. En una de ellas, la estratósfera, se encuentra la capa de ozono,
cuya función es proteger a la tierra de los rayos ultravioleta irradiados por el sol.

Por su parte, el núcleo de la tierra, fortalece el campo magnético terrestre que frena
el viento solar, haciendo que la mayoría de las partículas choquen contra nuestro planeta
y se dispersen, lo que permite que la tierra sea habitable.

Por último, el sistema climático, compuesta por cinco componentes


interconectados entre sí (atmósfera, hidrósfera, Criósfera, Litosfera y la Biósfera),
funciona como un todo complejo que permite la existencia de flujos de energías en el
espacio, estableciendo un equilibrio necesario para la vida terrestre.

¿Por qué preocuparnos?

Las erupciones solares emiten enormes cantidades de energía al espacio viajando


a una velocidad increíble y extendiéndose a lo más lejano del sistema solar. Ante ello, las
únicas defensas que posee la tierra, y los seres que habitamos en ella, son los escudos
naturales descritos anteriormente.
Si bien, éstos han funcionado a la perfección durante más de 4 millones de años,
el problema radica en que, durante los últimos siglos, la intervención humana está
propiciando su destrucción.

¿Somos nuestra propia amenaza?

El hombre en su afán de maximizar y mejorar la producción, con el avance


tecnológico, generó múltiples compuestos químicos para aplicaciones industriales, entre
los que destacan los clorofluorocarbonos (CFC), utilizados como gases refrigerantes,
espumas aislantes, solventes y propelentes de aerosoles. Estas sustancias, poseen una
capacidad de supervivencia en la atmósfera de 50 a 100 años, periodo durante el que
alcanzan la estratosfera donde son disociados por la radiación ultravioleta, liberando el
cloro de su composición y dando comienzo al proceso de destrucción del ozono.

Durante muchos años, su uso se propagó en las grandes industrias, debido a su


bajo costo, generando el deterioro de la capa de ozono y creando un agujero que nos hace
cada vez más vulnerables al impacto negativo de la gran fuente de energía universal y
atentando contra la supervivencia sostenible de la especie humana.

Además, en la actualidad, la capa de ozono está siendo afectada por otro factor, el
cambio climático, producido principalmente por la actividad humana. Según Scott y
Lindsey (2016), la tecnología actual del hombre tiene efectos más negativos en la tierra,
y su atmósfera, que las erupciones volcánicas, pues genera 60 veces más CO2 que éstas.
Y es de aclarar que el CO2 es responsable del 63% del calentamiento global.

Es así que, la ciencia y tecnología, del que tanto nos jactamos, si bien nos ha dado
grandes avances, también nos ha sumido en graves problemas, cuyas soluciones parecen
no encontrarse en la tecnología.

¿Qué estamos haciendo?

A razón del daño producido en la capa de ozono por la actividad humana y los
potenciales efectos sobre la vida en la tierra, se han firmado acuerdos ambientales
internacionales, como el Protocolo de Montreal (1987), del que actualmente son parte
todos los países del mundo y en el que se acordó reducir paulatinamente la emisión y el
uso de CFC.

Las emisiones de los gases de CFC comenzaron a bajar tras el protocolo, empero
informes recientes manifiestan que el ritmo de disminución del CFC-11 se redujo en 50%
desde el 2012. Según McGrath (2019), los científicos encontraron que esto se debía a que
que el gas se seguía produciendo en el este de Asia, en especial China, y a un ritmo mayor
al de años pasados.

Por otro lado, en el marco del objetivo 13, acción por el clima, de los objetivos
del desarrollo sostenible, 175 líderes mundiales firmaron el Acuerdo de París (2016), cuya
finalidad es reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático estabilizando
el aumento de la temperatura mundial en este siglo por debajo de los 2˚C con respecto a
los niveles preindustriales.

Sin embargo, según Mohorte (2018), sólo 16 países están cumpliendo con las
emisiones de los Acuerdos de París y son irrelevantes, pues, a excepción de Canadá y
Japón, son países pequeños, como Perú, cuyas intenciones son loables, pero cuyo impacto
en la tendencia global del planeta es marginal.

Esto solo confirma que el ser humano, en su mayoría, individualista y egoísta solo
busca su bienestar al margen de las consecuencias fatales para el planeta y que de por sí
pueden incidir en su propio bienestar y el de los suyos. Para la persona, es más importante
ganar estabilidad económica y social dejando de lado lo que realmente es importante y
valioso, aun para la propia existencia, que son los recursos y la protección de los mismos.

Es de mencionar que, en el caso peruano, el Banco Mundial a través de los


préstamos en apoyo de políticas ambientales respaldó reformas que ayudaron a mejorar
la calidad del aire en las ciudades más grandes del país reduciendo el contenido de sulfuro
en el diésel, adaptando los vehículos para que puedan funcionar con gas natural en lugar
de otros combustibles contaminantes e instalando un sistema para velar por que las
emisiones vehiculares se mantengan dentro de los niveles permitidos.

¿Qué nos espera?

El deterioro de la capa de ozono y, por tanto, el ingreso de las radiaciones


ultravioletas promete consecuencias fatales para la humanidad. En primer lugar, atentan
contra la salud, pues pueden generar cáncer a la piel, afecciones oculares, debilitamiento
del sistema inmunitario y aumento de enfermedades infecciosas y parasitarias. Es decir,
la población mundial estaría expuesta a mayores enfermedades y a una reducción de su
esperanza de vida.
Asimismo, los recursos naturales terrestres serían gravemente afectados,
generándose un desbalance en el ecosistema. La agricultura se vería afectada pues el
rendimiento de la tierra disminuiría por efectos del sol, pero además las plantas sufrirían
modificaciones en su composición química, pudiendo ser no aptas para el consumo
humano. De igual manera, causaría daños a los organismos acuáticos y, dado que éstos
forman parte de la cadena alimenticia marina, una disminución en su número puede dar
origen a una diminución de los peces en la cadena alimenticia superior.

Como resultado, la producción de alimentos tanto de origen animal, como vegetal


se vería afectada y no sería suficiente para toda la población humana, atentando contra la
supervivencia de la especie.

En tal sentido, si los seres humanos no tomamos consciencia sobre las


repercusiones de nuestras acciones en el planeta, el futuro que nos espera es
evidentemente trágico. El único final que se puede esperar es la extinción del ser humano
en la tierra, así como de todo ser viviente y por tanto la destrucción del planeta. Puede
que no sea dentro de unas décadas, pero sin duda de continuar así, dentro de unos siglos
no habrá humano alguno en el universo.

Es de mencionar que, si bien todos sufriremos las consecuencias, los efectos de


corto plazo incidirán con mayor furia en los países más pobres como el nuestro, ya que
están peor preparados para enfrentar cambios rápidos y, lo que es peor, son los que menos
han contribuido al deterioro de la capa de ozono.

¿Qué debemos hacer?

Es cierto que se han firmado acuerdos importantes, pero también es cierto que ello
no garantiza el cumplimiento de lo acordado, tal como lo confirma la experiencia. Esto
principalmente por el interés económico que prima en la mentalidad de las personas y las
economías.

En tal sentido, la solución no se limita a prohibir a dichas economías o empresas


el uso de ciertos compuestos contaminantes; la solución radica en la actitud de cada uno,
porque lo que las empresas producen, haciendo uso de esas sustancias dañinas,
corresponden a la demanda de los consumidores, que somos todos y cada acción que
realizamos contra el medio ambiente es una decisión personal.
Por ello, la única medida sostenible es la cultura ambiental, solo posible mediante
educación ambiental, que se traduzca en el uso racional de los recursos y el cuidado del
medio ambiente.

Las personas moldean sus valores y conocimientos en la familia y en sus centros


de estudio. Entonces, las sociedades, gobiernos, padres, maestros y familias tenemos la
responsabilidad de fomentar y promover una educación por una cultura ambiental en los
niños, para así lograr un desarrollo sostenible de las presentes y futuras generaciones.

Sin duda alguna, si se logra una cultura ambiental en la sociedad, aún es posible
reparar el daño causado y conservar un ambiente con hombres y mujeres que comprendan
el impacto de sus propias actividades en relación con su ambiente, salud y calidad de vida.

Conclusiones

La tierra mediante sus escudos, ha sido nuestro protector durante millones de años,
pero la propia humanidad ha iniciado su autodestrucción mediante el uso de agentes
contaminantes como el CFC, y a razón de su ambición y falta de conciencia ambiental,
las medidas tomadas no están cumpliendo sus objetivos.

Es hora de que los seres humanos empecemos a accionar y ayude a mantener los
escudos, en lugar extinguirlos y para ello, la única solución sostenible es la educación
ambiental que pueda crear una cultura ambiental en las generaciones futuras y permita la
supervivencia de la tierra y los seres que habitamos en ella.

REFERENCIAS

Scott, M. y Lindsey, R. (2016). ¿Qué emite más dióxido de carbono? ¿Los volcanes o la
actividad humana? Recuperado de https://www.climate.gov/news-features/climate-
qa/%C2%BFqu%C3%A9-emite-m%C3%A1s-di%C3%B3xido-de-carbono-
%C2%BFlos-volcanes-o-la-actividad-humana

McGarth, M.(2019). Confirman que la mayoría de las misteriosas emisiones de un gas


que destruye la capa de ozono provienen de China. Recuperado de
https://www.bbc.com/mundo/noticias-48381530

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