El Lector Modelo (Umberto Eco)
El Lector Modelo (Umberto Eco)
El Lector Modelo (Umberto Eco)
PALABRA EN EL TIEMPO
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DIRIGIDA
COLECCIN
POR A N T O N I O
VILANOVA
UMBERTO ECO
LECTOR IN FBULA
LA COOPERACIN INTERPRETATIVA
EN EL TEXTO NARRATIVO
Traduccin de Ricardo Pochtar
EDITORIAL LUMEN
NDICE
Introduccin .
1. TEXTO Y ENCICLOPEDIA
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RACIN TEXTUAL
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2.6.
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2.9.
3. E L LECTOR MODELO
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5.3. La isotopa
5.3.1. Isotopas discursivas oracionales con disyuncin paradigmtica . . .
. . .
5.3.2. Isotopas discursivas oracionales con disyuncin sintagmtica
5.3.3. Isotopas discursivas transoracionales con
disyuncin paradigmtica
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5.3.5. Isotopas narrativas vinculadas con disyunciones isotpicas discursivas que generan
historias mutuamente excluyentes . . .
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5.3.6. Isotopas narrativas vinculadas con disyunciones isotpicas discursivas que generan historias complementarias. . . .
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11.9. Conclusin
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APNDICES
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REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS .
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II
INTRODUCCIN
Aunque combinase el uso de conceptos semnticos e informacionales con procedimientos fenomenolgicos y estuviese influido por la teora de la interpretacin procedente de
la Esttica de Luigi Pareyson, no dispona de los instrumentos
adecuados para el anlisis terico de una estrategia textual.
No tard en descubrirlos: los encontr en el formalismo rusoA
la lingstica estructural, las propuestas semiticas d Jakobson, Barthes $ otros; descubrimientos que dejaron suXnTxeHs
en las-sucesivas ediciones de Obra abierta.
Pero si el descubrimiento de los mtodos estructurales me
abra un camino, en cambio me cerraba otro. De hecho, en
esa etapa del proceso estructuralista era dogma admitido que
un texto deba estudiarse en su propia estructura objetiva, tal
como sta se manifestaba en su superficie significante. La intervencin interpretativa del destinatario quedaba soslayada,
cuando no lisa y llanamente eliminada como una impureza
metodolgica.
A poco de publicarse la versin francesa de Obra abierta,
en 1965, Claude Lvi-Strauss, en una entrevista concedida a
Paolo Caruso,1 afirm: "Hay un libro muy notable de un
compatriota suyo, Obra abierta, donde se defiende precisamente una frmula que en modo alguno puedo aceptar. Lo
que determina que una obra sea tal no es el hecho de ser
abierta, sino el hecho de ser cerrada. Una obra es un objeto
dotado de determinadas propiedades que el anlisis debe especificar; un objeto que puede definirse completamente a partir
de dichas propiedades. As, pues, cuando Jakobson y yo intentamos realizar el anlisis estructural de un soneto de Baudelaire, no lo tratamos, por cierto, como una obra abierta,
donde cabra hallar todo lo que las pocas posteriores podran
haber introducido en l, sino como un objeto que, una vez
creado por su autor, adquiri, por decirlo as, la rigidez de
1. Conversazioni con Lvi-Strauss, Foucault e Lacan, Paolo Caruso, Miln, Mursia, 1969, pp. 81-82 (entrevista publicada el 20 de enejo
de 1967 en Paese Ser).
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queleto lgico de la fbula; a ellos (en un noventa por ciento, "ellas"), la superficie discursiva, las sutilezas estilsticas y
retricas. Entre los "auditors" se encontraba (amabilidad de
su parte) Christine Brooke-Rose, quien enriqueci el debate
con algunas observaciones perdn por la expresin gastada realmente iluminantes.
Por ltimo, dediqu a la fase final de la investigacin todo
l seminario que desarroll en el Centro di Semitica de Urbino
en julio de 1977: tambin en ese caso con mis estudiantes,
con Paolo Fabbri, con Fierre Raccah y con Peer Age Brandt.
En esa ocasin continuamos un experimento ya iniciado en
Bolonia, que consisti en someter una muestra de lectores a
la lectura del texto y comparar despus los distintos resmenes (el experimento se explica en el Apndice 3).
La redaccin definitiva de la investigacin se desarroll
en la Universidad de Yale en el otoo de 1977. En esa ocasin me resultaron muy tiles y estimulantes las criticas y los
consejos de Lucia Vaina, cuyas investigaciones sobre los mundos posibles del texto ya me haban proporcionado muchas
sugerencias tericas y metodolgicas; sin embargo, creo que
mis propuestas generales no coinciden con las suyas. Mientras segua comentando la historia en otros seminarios, Barbara Spackman escribi una crtica de mi interpretacin como
term paper: he tenido en cuenta algunas de sus observaciones;
por ejemplo, stas me han incitado a desarrollar el concepto
de Lector Modelo.
Como cabe advertir, pues, el anlisis de Drame ha acompaado todas las investigaciones que culminan en el presente
libro, donde se refunden, amplan y conectan una serie de
ensayos escritos durante estos tres aos en ocasiones distintas: en particular, el captulo inicial ("The role of the reader")
y el captulo final ("Lector in fbula"), redactados para la
coleccin de ensayos The Role of the Reader - Explorations
in Semiotics of texts, que publiqu en Bloomington (Indiana
University Press, 1979); el ensayo "Texts and Encyclopedia",
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3. EL LECTOR MODELO
3.1. El papel del lector
Un texto, tal como aparece en su superficie (o manifestacin) lingstica, representa una cadena de artificios expresivos
que el destinatario debe actualizar. Como en este libro hemos
decidido ocuparnos slo de textos escritos (y a medida que
avancemos iremos restringiendo nuestros experimentos de anlisis a textos narrativos), de ahora en adelante no hablaremos
tanto de destinatario como de "lector", as como usaremos
indiferentemente la denominacin de Emisor y de Autor para
definir al productor del texto.
En la medida en que debe ser actualizado, un texto est
incompleto. Por dos razones. La primera no se refiere slo a
los objetos lingsticos que hemos convenido en definir como
textos (cf. 1.1), sino tambin a cualquier mensaje, incluidas
las oraciones y los trminos aislados. Una expresin sigue
siendo un mero jlatus vocis mientras no se la pone en correlacin, por referencia a determinado cdigo, con su contenido
establecido por convencin: en este sentido, el destinatario se
postula siempre como el operador (no necesariamente emprico) capaz, por decirlo as, de abrir el diccionario a cada palabra que encuentra y de recurrir a una serie de reglas sintcticas preexistentes con el fin de reconocer las funciones recprocas de los trminos en el contexto de la oracin. Podemos
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del verbo |volver| entraa de alguna manera que, previamente, el sujeto se haba alejado (una gramtica de casos
analizara esta accin atribuyendo a los sustantivos determinados postulados de significacin: el que vuelve se ha alejado
antes, as como el soltero es un ser humano masculino adulto). En segundo lugar, se requiere del lector un trabajo de
inferencia para extraer, del uso del adversativo |entonces|, la
conclusin de que Mara no esperaba ese regreso, y de la determinacin |radiante|, el convencimiento de que, de todos
modos, lo deseaba ardientemente.
As, pues, el texto est plagado de espacios en blanco,
de intersticios que hay que rellenar; quien lo emiti prevea
que se los rellenara y los dej en blanco por dos razones.
Ante todo, porque un texto es un mecanismo perezoso (o econmico) que vive de la plusvala de sentido que el destinatario introduce en l y slo en casos de extrema pedantera,
de extrema preocupacin didctica o de extrema represin
el texto se complica con redundancias y especificaciones ulteriores (hasta el extremo de violar las reglas normales de conversacin).3 En segundo lugar, porque, a medida que pasa de
la funcin didctica a la esttica, un texto quiere dejar al
lector la iniciativa interpretativa, aunque normalmente desea
ser interpretado con un margen suficiente de univocidad. Un
texto quiere que alguien lo ayude a funcionar.
Naturalmente, no intentamos elaborar aqu una tipologa
de los textos en funcin de su "pereza" o del grado de libertad que ofrece (libertad que en otra parte hemos definido
como "apertura"). De esto hablaremos ms adelante. Pero
3. Sobre el tema de las reglas conversacionales hay que referirse,
naturalmente, a Grice, 1967. De todos modos, recordemos cules son
las mximas conversacionales de Grice. Mxima de la cantidad: haz
de tal modo que tu contribucin sea tan informativa como lo requiere la situacin de intercambio; mximas de la cualidad: no digas
lo que creas que es falso ni hables de algo si no dispones de pruebas
adecuadas; mxima de la relacin: s pertinente; mximas del estilo:
evita la oscuridad de expresin, evita la ambigedad, s breve (evita
los detalles intiles), s ordenado.
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subedigo B I I
Presuposiciones aberrantes
D ] I
subcdlgo C I
subedigo E
1 I
subedigo F
FIGURA 1
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sido adecuadamente prevista, ya sea por un error de valoracin semitica, por un anlisis histrico insuficiente, por un
prejuicio cultural o por una apreciacin inadecuada de las
circunstancias de destinacin. Un ejemplo esplndido de tales
aventuras de la interpretacin lo constituyen Los misterios
de Pars, de Sue. Aunque fueron escritos desde la perspectiva
de un dandi para contar al pblico culto las excitantes experiencias de una miseria pintoresca, el proletariado los ley
como una descripcin clara y honesta de su opresin. Al
advertirlo, el autor los sigui escribiendo para ese proletariado: los embuti de moralejas socialdemcratas, destinadas
a persuadir a esas clases "peligrosas" a las que comprenda, aunque no por ello dejaba de temer de que no desesperaran por completo y confiaran en el sentido de la justicia
y en la buena voluntad de las clases pudientes. Sealado por
Marx y Engels como modelo de perorata reformista, el libro
realiza un misterioso viaje en el nimo de unos lectores que
volveremos a encontrar en las barricadas de 1848, empeados
en hacer la revolucin porque, entre otras cosas, haban ledo
Los misterios de Pars.5 Acaso el libro contena tambin esta
actualizacin posible? Acaso tambin dibujaba en filigrana
a ese Lector Modelo? Seguramente; siempre y cuando se le
leyera saltndose las partes moralizantes o no querindolas
entender.
Nada ms abierto que un texto cerrado. Pero esta apertura es un efecto provocado por una iniciativa externa, por
un modo de usar el texto, de negarse a aceptar que sea l
quien nos use. No se trata tanto de una cooperacin con el
texto como de una violencia que se le inflige. Podemos violentar un texto (podemos, incluso, comer un libro, como el
5. Cf. Eco, 1976, en particular "Sue: el socialismo y la consolacin". Sobre los problemas de la interpretacin "aberrante", vase,
adems, "Della difficolt di essere Marco Polo", en Dalla periferia
dell'imperb, Miln, Bompiani, 1977. Cf. tambin Paolo Fabbri, 1973,
as como Eco y Fabbri, 1978.
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Pero tambin es evidente que esto supone una aproximacin a las estructuras semnticas profundas que el texto no
exhibe en su superficie, sino que el lector propone hipotticamente como claves para la actualizacin completa del texto:
estructuras actanciales (preguntas sobre el "tema" efectivo del
texto, al margen de la historia individual de Tal o Cual personaje, que a primera vista se nos cuenta) y estructuras ideolgicas. Estas estructuras se caracterizarn de modo preliminar en el prximo captulo y en el captulo 9 se las analizar con ms detalle. En ese momento retomaremos este
problema.
Por ahora basta con concluir que podemos hablar de
Autor Modelo como hiptesis interpretativa cuando asistimos
a la aparicin del sujeto de una estrategia textual tal como
el texto mismo lo presenta y no cuando, por detrs de la
estrategia textual, se plantea la hiptesis de un sujeto emprico que quiz deseaba o pensaba o deseaba pensar algo distinto de lo que el texto, una vez referido a los cdigos pertinentes, le dice a su Lector Modelo.
Sin embargo, no puede disimularse la importancia que adquieren las circunstancias de la enunciacin en la eleccin de
un Autor Modelo al incitar a la formulacin de una hiptesis
sobre las intenciones del sujeto emprico de la enunciacin.
Un caso tpico fue el de la interpretacin que la prensa y los
partidos hicieron de las cartas de Aldo Moro durante el cautiverio previo a su asesinato, interpretacin sobre la que Lucrecia Escudero ha escrito unas observaciones muy agudas.9
Si se plantea una interpretacin de las cartas de Moro
referida a los cdigos normales y se evita insistir en sus circunstancias de enunciacin, es indudable que se trata de cartas
9. "II caso Moro; manipolazione e riconoscimento", comunicacin
presentada en el Coloquio sobre el discurso poltico, Centro Internacional de Semitica y Lingstica, Urbino, julio de 1978. Vase
igualmente lo que dice Bachtin sobre la naturaleza "dialgica" de
los textos; trabajo incluido tambin en Kristeva, 1967.
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