García Rúa, José Luis - Reflexiones para La Acción III (Una Lectura Libertaria de La Transición)
García Rúa, José Luis - Reflexiones para La Acción III (Una Lectura Libertaria de La Transición)
García Rúa, José Luis - Reflexiones para La Acción III (Una Lectura Libertaria de La Transición)
F u n d a c i n
de
E stu d io s L ibertario s A n se l m o L o r en zo
M a d r id , 2 0 0 8
C o l e c c i n A c t u a lid a d /5
Impreso en Espaa
NDICE
P r lo g o .......................................................................................................................... 11
Sara V iv a n c o s............................................................................................................. 19
E l p ro b lem a de e n ju ic ia r a la iz q u ie r d a .......................................................... 23
D esde luego, desde la izq u ierd a. -Sine ira e t s tu d io -.................................27
C on sid eracio n es tem p estiv as de o rd en e c o n m ic o -la b o ra l.......................31
La n ip o n iz a c i n del ap a ra to e c o n m ic o .......................................................... 35
De A nsn y o tra s h ie r b a s ....................................................................................... 39
En gu ard ia, AIT-IWA! .......................................................................................... 43
Sobre la farsa de la reu n i n m u n ic ip a lista lis b o e ta ....................................55
M s sobre e stra te g ia o b r e r a ..................................................................................61
La som bra de S eattle en la a ld ea g lo b a l.......................................................... 67
Y va la quinta!! ......................................................................................................75
23-F, c o n sp ira c i n y golpe. U n falso e n te rra m ie n to ...................................77
I o de m a y o ................................................................................................................... 81
La In tern acio n al P a r a le la ...................................................................................... 85
C ontra la g lo b alizaci n , In tern acio n alism o o b re ro ..................................... 89
A b a r lo a r ........................................................................................................................93
El estado de la c u e sti n ....................................................................................97
C ario G iu lian i, asesin ad o en G n o v a .............................................................. 101
El pod er ju d ic ia l en tre los p o d e r e s ............................................................... 103
C o rreras v erbales del fra n q u ista Don M a n u e l...........................................107
De cm o el cap ita l se busca sus h ab ic h u e la s b illo n a r ia s ........................109
C o n tin a n los g ran d es d ividend o s y los d e s p id o s ......................................111
Sintel, S i n t e l ..........................................................................................................113
E n la m esa de los c o n v e n io s ........................................................................... 115
O tras p e rla s del c a p italism o e s p a o l....................................................... 117
PRLOGO
Esta vez, sin duda, s: tercera y ltim a entrega de esta tanda de artculos
y conferencias que pretenden haber seguido manteniendo la tnica de las dos
primeras, a saber, por un lado, la de ser un retrato crtico del devenir pblico
cotidiano, hecho por alguien que milita activamente en la arena social, no. por
lo tanto, pura recreacin contemplativa, y s, por el contrario, atravesado de la
vital im plicacin de la persona; y, por otro, la de tratar de que los anlisis en
ellos contenidos, intentados desde el respeto y el trato objetivo con la cosa m is
ma, puedan servir, si sirven, a anim ar a los comprometidos con la lucha social
transformativa y a los que lo estn en la difcil tarea de indagar en, o mejor, por
lo verdadero, a que no dejen nunca de acompaar su accin con la ms atinada
reflexin ni jam s de em parejar su reflexin con la accin obligada.
Siempre es arriesgado el calificar de decisiva una postura o fenmeno
determinado. Sin embargo, al tratar de enjuiciar, en su conjunto, aunque de
forma panormica, una serie de acontecimientos que tipifican la dcada que nos
ocupa (1998-2008), no podemos por menos de estim ar estas ltimas cspides
del perodo, si no como frontera establecida entre un mundo que desaparece y
otro que se anuncia, s como territorios muy prximos a la misma. Por s m is
mo, el fenmeno de la globalizacin, en su conjunto, que en esta dcada se
concreta, sera ya, suficiente para advertir de que nos hallamos ante aconteci
mientos de nuevo perfil, por su signo de term inalidad, en su modo, tendencia y
contenido, sin que de esta conclusin pueda derivarse la pretensin de afirm ar
los caracteres acabados de los nuevos tiempos. La globalizacin es un hecho. Se
ha dicho, desde diversos ngulos, que pretender oponerse a la misma sera como
querer detener al movimiento de rotacin de la Tierra. Los mismos oponentes
a la globalizacin no son tales oponentes. Su oposicin va slo dirigida contra
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una determ inada forma de globalizacin que se les quiere imponer. Pero la
globalizacin, por ser un fenmeno transcendental y definitivo, no puede por
menos de comportar, en su trayecto, una serie de transformaciones de carcter
crucial, m uchas de las cuales, no han sido, en absoluto, previstas por aquellos
mismos que pretenden capitanear el fenmeno.
Desde el final del siglo XX y el com ienzo del siglo XXI, se viene
camuflando la recesin econmica con ropajes de diverso tono. Ya entonces, la
llam ada nueva economa pretendi salir del paso haciendo com patible un
crecimiento recalentado con una inflacin contenida. El Capitalismo recurri,
entonces, a una serie de subterfugios, todos ellos artificiales y contradictorios
dentro de las propias tesis capitalistas clsicas. Todos ellos acabaron dem os
trndose como respiracin asistida. Por ejemplo, en un solo ao, la OPEP recor
t tres veces el 40% de la produccin de crudo. Si lo caracterstico de las crisis
clsicas era, en razn de la urgente competencia, el abaratamiento de los pre
cios, lo que, entonces, aparece, como novedad y por urgentsim a necesidad de
disponer de liquidez, es el crecimiento acom paante de los precios, con lo que
la inflacin se hace estacionaria o creciente y transforma, por necesidad, el
carcter de la crisis de coyuntural en estructural. Las bolsas caen en picado y los
indicadores econmicos, llmense Ibex, Nasdaq, Dow Jones, Eurotox 50, o Nikkei
se desploman, aunque, posteriormente y por efecto de los citados artilugios,
puedan ofrecer falsos resultados espectaculares. La quiebra total de ENRON, la
sptima empresa en im portancia de los Estados Unidos es todo un smbolo pre
monitorio de los tiempos venideros. La actual crisis econmica (nivel ao 2008), *
que sacude al mundo entero y que supera, con muchas creces, en sus aspectos
cuantitativo y cualitativo, el crack econmico de 1929, hace ya decir a persona
muy autorizada, en este caso, Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Co
mn Europeo: "estamos ante la prim era prueba de magnitud real de la nueva
globalizacin financiera. Ante la prim era, no ante la ltima ni ante las sucesi
vas que seguirn sacudiendo el proceso.
Los datos que el desarrollo del mundo nos va ofreciendo nos muestran
la crisis ms seria que el Capitalismo haya experimentado en su historia y que
nosotros auguramos como los signos de un fin anunciado, ms o menos prxi
mo. Este augurio, sin embargo, no deja de reconocer que, los signos de quiebra,
que se evidencian en el agravamiento de las contradicciones internas del Capi
talismo y en la eversin de algunos de sus pilares bsicos, no lo son de su
inmediato aniquilam iento, pues la enorme fuerza y los enormes poderes que el
proceso capitalista acumul a lo largo de su historia hacen prever que, aunque
en recesin, todava algunos decenios o quindenios van a ser testigos de su
activa presencia. Y, en un sentido porcentual, puede decirse, sin ambages, que,
hoy por hoy, sigue siendo el Capitalismo la fuerza de vanguardia en el mundo,
Reflexiones
la Accin
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SARA VIVANCOS
(noviem bre, 1973)
De raza le viene al galgo. Hija de un gran revolucionario, Miguel Garca
Vivancos, m ilitante de la CNT, integrante, con D urruti, A scaso y G arca
Oliver, del legendario grupo Los Solidarios , y uno de los m s brillantes
exponentes del gnero n a ife n la pintura, Sara Vivancos es un pincel joven y
valiente, lleno de pasin crtica, de vida y de horizonte, que declara, sin
am bigedad su adm iracin por F rancis Bacon, el pintor m aldito". C onfie
sa, asim ism o, con sinceridad y hasta con orgullo, la influencia que, para su
pintura, se deriva de esta adm iracin. Puede, pues, sernos til, para acercar
nos a su pintura, p artir de la definicin que el citado pintor ingls -irlands
de origen, como B ernard Shaw !- da del arte: A rte es un mtodo de abrir
reas de sentim iento, m s que, puram ente, una ilustracin de un objeto...M e
gustara que m is p inturas parecieran como si un ser hum ano hubiese pasado
por ellas a modo de caracol, dejando un rastro de presencia hum ana y una
huella recordatoria de pasados acontecim ientos, lo m ism o que un caracol
deja su baba .
Conviene no perder de vista esta definicin porque, en efecto, esa baba
de caracol es algo bastante ms que una pura declaracin verbal. Las huellas
humanas, que se concretan en la pintura de Sara Vivancos, guardan, con esa
baba de caracol, una relacin intencionada que alcanza al propio terreno de
la sensibilidad y percepcin personales, lo cual -no me cabe duda- herir a
m s de un espectador de su pintura. Y este herim iento -tam poco en esto me
cabe n inguna duda- estribar, antes que nada, en un distanciam iento de
m entalidad, que, a su vez -sin que pretendamos em itir juicios de valor-, radica
en un distanciam iento histrico-cultural e ideolgico, sobre el que la propia
biografa de Sara da sobrada cuenta.
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para ella, la empresa no slo se convierte en prepotente, sino que deviene casi
una divinidad; decide la condicin de in terlocutor vlido para los sindica
tos que le plazcan; establece, por convenios singularizados, diferencias de
trato para con los trabajadores; decreta.as, la ruptura de los intereses co
m unes, produciendo con ello la fractura conm inuta de la unidad de la clase;
azuza, por este cam ino, y echa a pelear herm anos contra herm anos; dom ina
el cam po entero, sin resquicios... y ya, en estas circunstancias, qu le que
da sino fijarse beneficios sin cuento, tasa ni control alguno! Todo as, de modo
que aqu, paz y, despues, gloria!.
Este trabajo se escribi en los primeros aos de la dcada de los 90 para ser enviado a la
prensa ordinaria. N o sabemos, si lo fue, en qu medio pudo haber salido publicado.
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i "
de la pintura del mejor de los mundos, y que son los primeros en escandalizarse
, o aparentarlo, cuando alguien o algunos abren alguna grieta por donde se deja
ver la podre purulenta de lo encubierto. Hay ese flagrante hecho general de viola
cin de masas, y, dentro de l, la lucha de las familias mediticas, de cuya capital
importancia dan idea, a falta de sangre, los ros de tinta y legajos de juzgado a que
tal lucha da lugar, ofreciendo ella misma un espectculo, donde la corrupcin y el
trfico de influencias campan por sus fueros (lase, verbi grada. Canal Satlite
versus Va Digital, y al revs). Alguien puede contabilizar los instrumentos de
Prensa de todo tipo que el PSOE, en forma directa y refleja, ha constituido en
sistema planetario suyo, antes y despus de la desmembracin de la cadena del
Movimiento?. Que lo haga. Ser instructivo para muchos.
Lo dicho, el trmino conspiracin, en este caso, no tuvo ms razones de
salto al habla cotidiana que su utilizacin como consigna de victimizacin. Su
inexistencia, en el sentido material y real del trmino, es tan evidente que hasta
el ms tonto lo percibe. E n cuanto a su utilizacin en un giro semntico derivado
parecido a la metfora, el propio Ansn testimonia, con sus declaraciones, que
no haba ni equipo mnimo para ello. Javier Ortiz ( E l Mundo, 19-2-98, pg.2) lo
explica muy bien, aclarando que su participacin en el grupo crtico estuvo
circunstanciada de todo el asco que le causaba el que el PP hubiera de ser el
capitalizador de los resultados. Su actitud es muy comprensible, y toda persona,
en algn momento de su vida, se encuentra en alguna forma de situacin similar.
Es conocida, como situacin ilustrativa, la querella Camus/Sartre, a propsito
del tema de los Gulags soviticos que, en otras ocasiones relatamos y que 110
creemos necesario repetir aqu.
El problema del Estado, ahora, en medio de tanta evidencia de corrupcin
y crmenes oficiales, es salvar su cara formal: Juan Guerra, Filesa, Macosa, Kio,
Siemens. RENFE, Ibercorp, PSV, 1GS..., o, en otro rea. Banca Catalana, Grand
Tibidabo, Culell, Alavedra, de la Rosa etc., etc., son nombres y hechos de ese
mundo de corrupcin ya muy conocidos del gran pblico. Los jueces lo tienen
crudo. Hay que meter mano! Ah esta Filesa, 12 aos, 11 aos, 5 aos, 3 aos, 2
aos...L a justicia funciona! Albricias! Esto suceda apenas hace tres meses.
Hoy, de todos ellos, solamente queda uno en la crcel, y est a punto de ser
excarcelado por la Sala Segunda del Tribunal Supremo. Roba un pollo o un
jamn por necesidades del comer, y te cae la negra. Nigate a ir a la mili por
razones de conciencia, y te cae crcel e inhabilitacin. Ahora bien, aprpiate con
guante blanco de miles de millones y tendrs el trato de Filesa, o sea, muy libres
y a la callecita. Pero. Eso s, hubo, hubo condena! La justicia ha cumplido.
Las cosas andan as. Bcrcijo excarcela a Sala, a Aida Alvarez y a su com
paero (Filesa), hace declaraciones pblicas, verdaderam ente, propias de un
poltico, por ejemplo, en el aniversario de Toms y Valiente, lo que no le produce
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empacho alguno para proponer restringir el pase de los jueces a la vida poltica
a fin de salvaguardar su independencia. El fiscal Santos defiende a Barrionuevo
frente a Gmez de Liafio, arguyendo que lo que el mismo Barrionuevo confes
en su propio libro no sirve de prueba. Despus del prim er asalto sobre los fiscales
salvajes de la Audiencia Nacional, ahora le llega el turno al propio Gmez de
Liao. El fin de la instruccin de los GAL est a punto de producirse. Hay, pues,
necesidad de proceder a una carrera de relevos para que el cerco sobre su juez
instructor se vaya haciendo asfixiante. Mas no hay que alarmarse, amigos. A la
pregunta sobre la marcha de Espaa, Gonzlez sola responder con una expre
sin ms bien de tono castrense: sin novedad!. Aznar, con el mismo apego a
los galones, responde siempre a la misma pregunta: Espaa va bien! .
En la primera quincena de febrero de 1995 y en el CNT n 173, se
deca, a propsito de la corrupcin y del caso GAL : E ntretanto, la pringue
y la viscosidad chorrea por todas las partes del edificio democrtico,y, al final
del proceso, no habr ya bienpensante que pueda creer nada. El proceso toca a
su fin: Alerta, bicnpensantes!
E n cuanto a Ansn, conocemos su triste historia. Nosotros, los confederales,
sabemos que fue l, secundando la persecucin fsica de M artn Villa a la CNT,
quien , desde su cargo de Director General de Prensa del gobierno Surez, dise
y orden toda la poltica de difamacin periodstica y de asfixia por silencio,
urdida contra la CNT.Con su pan se lo coma!
EN GUARDIA, AIT-IWA !
(marzo, 1998)
Ladran los perros? Buena seal! Cabalgamos! La gente de ParisVignoles, ms preciso, la gente del grupo sindical francs expulsado de la AIT
en su XX Congreso (M adrid, diciembre 1996) llega ya al colmo de la desver
genza, y, como era de esperar, asom a cada vez m s su verdadera cara. A
pesar de que algn grupo, que tiene cierta com prensin hacia ellos, les ha
instado a que no sigan utilizando las siglas AIT, ellos se em pean en seguir
exhibindolas, por sacar partido de la confusin que buscan producir. La
razn de esa actitud la expresan ellos m ism os, sin querer, en el aadido
central que introducen en su rgano Le C om bat Syndicaliste, n 185 de ene
ro de 1998: la construccin de un m ovim iento fuerte a nivel nacional tiene
poco futuro, si no em erge de l, paralelam ente, un m ovim iento internacio
n al. . Queda, entonces, claro que, la existencia m ism a de su grupo depende
exclusivam ente del apoyo in ternacional que puedan recibir y que, a toda
costa y sin rep arar en los m edios m s vergonzosos, tratan de recabar. De ah
el carcter de las m aniobras, la doblez del lenguaje, la retorsin y hasta el
cinism o que, en ese cam po, v ienen desarrollando y que, llevados de una
furia desesperada, disfrazada de nfulas de pretenciosidad, vienen, en los
ltim os tiem pos, intensificando hasta el paroxism o. Tienen prisa, quieren
echar el resto como instrum entos de una operacin reform ista, en la que
concurren con otras fuerzas, definidas ya com o tales, y hacen mil clases de
aspavientos por u rgir a otras fuerzas a las que quisieran definir en el sentido
de su propia m archa, que no es otro que el de construir una nueva In tern a
cional, o, llegado el caso, el de doblar nom inalm ente a la AIT, haciendo
de los dos problem as uno solo. Pero, dejando para el final de este trabajo los
com entarios sobre el origen y la finalidad de estos intentos de desviacin.
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572 167 864 supl. Comb. Synd. 87087 D 73). donde se lee, en pg. 15: "acerca
de los delegados de personal, la estrategia de CNT prev la presentacin de
candidatos en la pequea em presa...; en 1991, (obtuvieron) un delegado de
CNT; en junio de 1992, tres elegidos de CNT .
Asimismo, en el folleto de 1990, reeditado con m odificaciones en 1993,
O rientations e t fo n ctio n n em en t (publicado en el mismo lugar que el an te
rior), en pg. 7 y siguientes, despus de decir que no participan en com its
de cogestin, como C om its de E m presa, P rud'hom m es, delegados de p er
sonal, C om isiones A dm inistrativas Paritarias, en el sector pblico, leemos:
el C ongreso (el suyo) slo reconoce la presentacin tctica a elecciones
profesionales, en el caso de que nuestros derechos profesionales no fueran
reconocidos en la em presa (delegado de personal y representante sindical en
el Com it de Em presa, en el sector p riv ad o )...tam b in en las em presas de
menos de 50 trabajadores, donde la funcin de delegado sindical est asegu
rada por un delegado de personal" (pg. 7); y ,en la pg. 8: la CNT acepta,
sin em bargo, en determ inadas condiciones, ... experiencias de delegado de
p erso n al...D e igual modo, el sindicato puede o no designar un representante
en el Comit de Empresa, con la sola finalidad de informacin.
Sobre los hechos de esta participacin en elecciones sindicales, puede
consultarse tam bin Le M onde L ibertaire n 925, Paris, sept.-oct., pg.3, y
el nm ero 926. pgina 4, donde se hacen entrevistas y aclaraciones al res
pecto. E sencialm ente instructivo sobre este punto es Le Combat Syndicaliste
de Vignoles, diciem bre 1994, n 151, donde, en su pgina 6 se riza ya el rizo
de una desfachatez que insulta la inteligencia de todo lector. Habla la Fede
racin PTT-CNT-F, que em pieza afirm ando: nuestra Federacin no se p re
senta a elecciones , para luego continuar: "intentarem os obrar de modo que
n u e stra cam p a a sobre la u n id ad del p erso n al, de cara a las p o stu ras
postelectorales, no pase al cuarto trastero, pues, si querem os poder pesar
contra nuestros patronos, nos har falta, desde 1995, la unidad sindical ms
am plia y la unidad del p e rso n a l..., y, ya por fin, inm ediatam ente, como si
el lector no hubiera ledo nada de lo anterior, nos dicen: dado que nuestra
Federacin practica el federalism o, el sindicato de V al-d'O ise. presenta lis
tas (a las elecciones profesionales) a nivel local para darse a conocer, a la
vez que participa en la cam paa federal . Es decir, no se presentan, pero se
presentan. S, pero no, o no, pero s. Su clsico doble lenguaje: Hablan con
tra el SUD, sindicato trotskista que se presenta a elecciones, y, a la vez,
anuncian que su Federacin participar en una reunin y en una m anifesta
cin convocada por aqul. La conclusin no puede ser m s patante : nues
tra Federacin no llam a a la abstencin ni a votar, pero, en su cam paa
nacional , recuerda que lo im portante sigue siendo la unidad en la base del
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personal: las elecciones pasan, los problem as quedan . A nteriorm ente, (ver
supra) haban dicho que la CNT no participara en organism os de cogestin
o de colaboracin de clase, y haban puesto com o ejem plo de stos las C om i
siones P aritarias A dm inistrativas en el sector pblico. Pero vem os, ahora,
en Le M onde Libertaire de enero de 1995, n 982, pg. 6 y a propsito de
estas m ism as elecciones, que Jacques Toublet, m iem bro destacado de los
Vignoles, hace sus cabriolas en la direccin de la entrevista, en la que Romne
se balancea, a su vez, en la cuerda floja por p resentar a esas m ism as Com i
siones P aritarias A dm inistrativas, como una pura bagatela sin m ayor im
portancia que la de m edir la influencia de cada central, y, as, poder ju stifi
car su presencia en ellas.. Pero, a la vez, claro, hay que criticarlas, porque, si
no, qu hacer con otras declaraciones anteriores contradictorias con las actua
les? Hay que criticar las elecciones sindicales, pero, a la vez, las asumen como
medio de construir la organizacin sindical. O sea. unos se presentan a eleccio
nes, otros, que podran no lo hacen, y otros m s que quisieran, no pueden
hacerlo por falta de medios. No hay aqu m s de u n sonido del oportunis
mo leninista? a lo largo de los discursos de los Vignoles, tanto en fondo
como en form a, seguirem os encontrando m s de uno.
Es decir que aquel tete tete que , en los prem bulos del XX C ongre
so, los V ignoles dicen haber tenido con la Solidarity Federation a instancias
de sta, si los com paeros ingleses estaban desinform ados sobre el tem a
elecciones sind icales de los p arisinos antes del encuentro, al final del
mismo, salieron aun ms desinform ados y confundidos, pues se les tom el
pelo de lo lindo, lo que explica su abstencin posterior en la votacin del
punto, en parte causada tam bin por el hecho de que el Congreso vot exclu
sin o comisin informativa, pero, por otro lado, deba la citada comisin expo
ner y disponer de todos los datos que aqu acabamos de dar y de muchos ms
que el entonces llam ado Sector Burdeos haba presentado en su informe y que
haban sido traducidos slo al espaol y no al ingls, y que, adems haban sido
difundidos en form a tarda y no com pleta. Es m s que seguro que, si todos
los datos constatables que aqu dam os, m s los aportados por el sector que
qued como Seccin francesa, hubieran sido conocidos por la generalidad
de los votantes, la exclusin hubiera sido por unanim idad o casi. De todas
form as, slo una Seccin vot contra la exclusin.
Pero el grupo de V ignoles no pierde el tiem po y una vez ms, u tili
zando la va de la form alizacin y beneficiando de la agitacin que siem pre
produce un tem a tan crucial para la vida de la AIT, explotndolo, adem s,
en provecho propio ante com paeros recin llegados que intentan la entrada
en AIT y que no conocen el problem a ni su fundam entacin y trasfondo,
usando y abusando, pues, de ignorancias, proceden a tender sus redes, en
una sibilina operacin de anudar lazos que tiene todo el color de una caza
furtiva. Si el C ongreso les reprocha un com portam iento anti-A IT, y si, in
cluso la CNT-F les ofrece reg resar dentro del respeto de los principios, tc
ticas y finalidades de la O rganizacin, ello no parece llevarles a ninguna
reflexin ni a ninguna form a de autocrtica. Por el contrario, para ellos, la
c u e s ti n es s e g u ir a n u d a n d o la z o s , a u n q u e te n g a n q u e h a c e rlo
retorsionando discursos y m intiendo, o haciendo con la m ano derecha lo
contrario de lo que haban proclam ado con la izquierda. Su intencin, desde
el principio, era inquebrantable: o llevam os a la AIT donde querem os o la
dinam itam os. O lo uno o lo otro.
En el tercer apartado del calum nioso escrito que. de principio, co
m entam os, buscan encontrar las razones de su expulsin en la em ergencia
de una especie de Politbur en el seno de la A IT y en una burocratizacin de
la m ism a. Siem pre la m ejor defensa fue el ataque. E n este caso, vana y
burda. A cusar a un hom bre de dos m etros de haberse escondido en un aguje
ro de cincuenta centm etros es absurdo. No hay posibilidad m aterial. La
estructura antijerrquica de la AIT no tolera ningn punto de mando, n in
gn rgano decisorio que no sean las asam bleas directas de sus miembros.
C ualquier lerdo puede saber que toda burocracia requiere una estructura
determ inada. Por lo que hace a la AIT dnde estn los burs, las oficinas,
los oficinistas, los funcionarios, los liberados, los dineros para pagarlos?
Ellos conocen muy bien el resabio poltico de calum nia, que algo queda y
as lo intentan, pero eso m ism o delata, en ellos, la ausencia de todo espritu
libertario, y. por supuesto, lo distan tes que estn de un com portam iento
anarcosindicalista. Desde cundo la afirm acin y defensa de los p rin c i
pios, mtodos y finalidades, que todo anarcosindicalista ha suscrito libre
m en te, se p u ed e c a lific a r de se c ta rism o y de e m e rg e n c ia fo rm a l de
dogm atism o? Lo dicho: calum nia, que algo queda .
Pasam os por alto su acusacin de que su exclusin pueda ser el fruto
de "un hbil trabajo de lobbying , porque de trabajo de am iguetes, de p e tit
com it y Estado M ayor saben ellos m ontaas. Al hacerla, se estn m irando
a s m ism os en el espejo, y saben que ese su com portam iento fue el inicio de
lo que los llev a ser expulsados. M s atencin m erecen estas otras palabras
suyas: N uestra g ran equivocacin fue creer que la AIT slo deba m irar al
futuro y no anclarse en el pasado . O tra gran hipocresa. A quellos que se
m ueren de gana de capitalizar en su beneficio un pasado glorioso, en forma
de bienes, archivos, film es, influencias, prestigio histrico etc, son los m is
mos que hablan con asco de dogm a libertario , los m ism os que no quieren
sacar de ese pasado ninguna enseanza, ni sus consecuencias lgicas, los
m ism os que se niegan a ver lo que ese pasado tiene de presente. Son los
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forma poltica era asumible por l mismo, dentro de su propia esencia y condi
cin. Lo contrario, es decir, suponer que, desde dentro del Estado burgus, se
puede destruir la propia esencia del Estado es, por un lado, creer en la cuadratura
del crculo, y, por otro, confundir dos trm inos fundamentales, a saber, evolu
cin y revolucin. Cierto que los resultados de la evolucin, siempre efecto de
las tensiones sociales, no son desechables: Por ejemplo, es objeto de congratula
cin que hoy no tengamos que ir con una argolla en el cuello, como fueron
muchos de nuestros antepasados. Pero muy cierto tambin que hoy tenemos, toda
va, en tomo al cuello, mltiples formas de argollas, visibles e invisibles, todos los
que no formamos parte de las instituciones y privilegios del Estado burgus.
Deben, pues, quedar claras, al menos, tres cosas: 1) que, desde el Estado bur
gus, no hay posibilidad de destruccin del mismo, sino, al contrario, seguridad
de fortalecerlo; 2) que slo la revolucin comporta un cambio cualitativo del
signo social; 3) que los cambios positivos que son producto de la evolucin
dejan siempre intacto el esencial dominio y explotacin de una clase por otra, y
que las vas reformistas que apuntan a esos cambios, en realidad, slo tienen
como m isin detraer, engaosamente, fuerzas del campo revolucionario para
impedir o aplazar el cambio cualitativo de la sociedad.
Queda, entonces, claro que esa va poltica m unicipal que acepta la
form a electoralista y, con ella, la m etodologa dem ocrtico-form al, lo que,
en realidad, representa es la creacin de un partido poltico vergonzante. Y
es aqu donde, dentro del m encionado escrito, aparece clara otra falsedad
sobreaadida, cual es la de pretender que las elecciones m unicipales y sindi
cales son de esencia diferente a la de las parlam entarias y autonmicas. En una
democracia burguesa, cualesquiera clases de elecciones no pueden por menos
de ser elecciones de carcter representativo-formal, ya que el mandato impera
tivo est explcita y form alm ente excluido de cada una de sus Constituciones
posibles. Esto no puede ser ignorado por los organizadores del encuentro
lisboeta, de lo que se deduce su hipocresa y voluntad de engao, por om i
sin, cosa igualm ente m anifiesta cuando presentan a CNT como p articip an
te en las elecciones sindicales, atribucin com pletam ente falsa, como puede
com probar cu alquier colegial que lea los peridicos. No parece esa gente ser
muy ducha en anarquism o y anarcosindicalismo. Si supieran algo de stos, sa
bran que su mtodo inexcusable de prctica es la accin directa y que toda
prctica electoralista en instituciones y organismos del Estado burgus no pue
de por menos de ser negativa de aqulla.
Y
vuelve a transparecer esa falsedad argumental, cuando, desfigurando y
dcscontextualizando un texto de Bakunin, que slo habla de la necesidad de
organizacin de base, pretenden aprovecharlo para justificar una accin m uni
cipal de carcter poltico. Silencian los escritores de la rplica, y, con ellos,
todos los organizadores del engendro lisboeta, que, una vez rota la I Internacio
nal, los aliancistas, y entre ellos Bakunin, Guillaume, Fanelli, Malatesta, Farga
P ellicer..., en el Congreso de Saint Imier (Suiza, septiembre de 1872), condenaron
toda participacin politica y su metodologa, contraponindole la accin directa de
los obreros y ciudadanos, as como la organizacin federativa directa de los
mismos, al margen de las instituciones del Estado.
La patente falta tic honestidad intelectual de los aulores de la mencio
nada rplica se manifiesta en el hecho de que la mayor parte de su escrito la
dedican, como una cortina de humo para equivocar a los no informados, a pre
sentar, como si fuera propia, una doctrina y prctica municipalista que fue siempre
una tnica anarquista: las organizaciones anarquistas y anarcosindicalistas de
barrio, con su correspondiente actividad revolucionaria, han existido desde la I
Internacional, y cualquiera que quiera verlas teorizadas, aqu en Espaa, por
ejemplo, slo tiene que recurrir a los escritos de Juan Peir o al dictamen sobre
municipalismo libertario en las Actas del Congreso de la CNT-E en Zaragoza
(mayo 1936) Por lo dem s, esa tradicin se m uestra, histricam ente, aqu en
E spaa, ya activa en el m ovim iento cantonalista de 1873, un m ovim iento
propiciado y realizado por los intem acionalistas y libertarios, y que, natu
ralm ente, siguiendo las instancias estatalistas burguesas, mereci la repulsa
de los marxistas, expresada en el folleto de Federico Engels Los bakuninislas
en accin. Informe sobre la sublevacin espaola del verano de 1873. Toda esa
lucha, gestada y teorizada con anterioridad, al margen de las instituciones del
Estado y frente al mismo, fue puesta en prctica con mucha mayor amplitud,
durante la revolucin espaola (1936-1939) en todos los sitios donde el movi
miento libertario fue preponderante. Entonces, s, no solamente fue posible,
sino una realidad efectiva la puesta en prctica de la organizacin municipalista
directa, pero ello fue, precisamente, realidad por la inoperancia y prctica des
aparicin del entonces Estado republicano. Ahora bien, una vez que, a lo largo
de la Guerra Civil espaola ese Estado burgus se fue restableciendo por la
accin contrarrevolucionaria de com unistas y socialistas, de un lado, y, de otro,
por las acciones propias de los nacionalistas vasco-catalanes y los burgueses de
Izquierda Republicana, ese mismo Estado se dio a s mismo mucha prisa en
intentar acabar con la situacin municipalista, disolviendo, por ejemplo, las
milicias de control popular local, y por decreto, el Consejo de Aragn, el da 8
de agosto de 1937, sirvindose, para ello, de la accin m ilitar devastadora de
Divisiones comunistas y nacionalistas.
De modo que la voluntad de engaar a los no avisados queda clara cuan
do se pretende presentar la lucha m unicipalista libertaria como desglosada de la
lucha econmico-sindical, siendo as que ambas constituyeron siempre un pro
yecto unitario y conjunto del anarquismo y el anarcosindicalismo, y siendo as,
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59
61
quedar anulada con la nueva situacin: naca, de este modo, la sociedad de consu
mo. Quedaba, sin embargo, un fleco sin atar. Puesto que el hombre no vive slo de
pan, haba que atender a ese otro difcil componente humano que se llama concien
cia (saber de s mismo y del medio). Si se trataba de decapitar la lucha de clases, era
imprescindible intentar tambin la muerte de la conciencia obrera . Esta fue sobre
todo la tarea de los medios de comunicacin, de la mercantilizacin de la cultura y
de todos los medios de impregnacin psicolgica de que dispone el Sistema. Naca,
de esta manera, la sociedad del espectculo. La nueva oferta capitalista, envuelta
en un excipiente burocrtico, requera, asimismo, de la burocratizacin de su
partenaire econmico, de la fuerza de trabajo: as se origina la conversin del sindi
cato en oficina, la aparicin del funcionario sindical retribuido, una nueva figura, el
sindicalista de oficio. En el mundo del trabajo y en mayor o menor grado, siempre
haba existido el especialismo. Ahora, aparece un nuevo tipo de especialista, el
que domina la tcnica del manejo de los hombres. Aqu, el material de trabajo no
son los nmeros, los datos histricos, literarios, filosficos o lingsticos, ni tampo
co, el cemento, el carbn, la madera o el acero. Aqu el material es el hombre, el
hombre de carne y hueso, la base de la ciencia conduclista.
Concluir que la aceptacin obrera de esta situacin, que comport resul
tados catastrficos en el campo de la causa de los trabajadores, no se haya producido
por la maldad intrnseca de los que lo aceptaron, sino por "dinmicas ms pro
fundas, como algunos pretenden y nosotros, aqu, criticamos, es algo que no debie
ra plantearse as, a menos que se expliciten esas dinmicas ms profundas, por
que, con una formulacin semejante, se crea una zona de confusin nada beneficio
sa para la clarificacin de las ideas de la que tan necesitados andamos. Se presta a
confusin porque no se da pie a saber si se est hablando de una maldad moral, de
carcter individual, cosa que no estaremos nunca en situacin de dilucidar en el
terreno de la generalizacin, o de una maldad poltica, es decir, de una mala deci
sin colectiva de un grupo o gnipos que incurrieron en un puro error eventual, sin
que ello signifique que sean agrupaciones malas en el sentido poltico, es decir, mal
concebidas, mal estructuradas, contradictorias en su praxis y en su finalidad. Todo
discurso que apunte a la clarificacin de ideas no puede dejar esto sin explicitar.
Todas estas cuestiones vienen siendo estudiadas con notable profundidad
desde los aos sesenta: nombres como Cornlius Castoriadis (Paul Cardan), en
Proletariado y Organizacin, E l Capitalismo burocrtico, Socialismo o barbarie,
Las encrucijadas del l a b e r i n t o como Serge Mallet en La nouvelle clase ouvrire,
como Herbert Marcuse en E l hombre unidimensional, como Wright Mills en Los
trabajadores de cuello blanco...,u otros de evolucin ms confusa como Daniel
Bell..., dieron ya elementos suficientes para hacerse cargo de esta situacin novedosa,
con relacin a lo que se da en llamar obrero clsico o sindicalismo clsico. Tal
situacin y tales discursos nunca fueron desatendidos en el campo del anlisis, de
Reflexiones [m a lq Accin
63
Reflexiones |W 3 la Accin
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que hace variar, sim ultneamente, las formas polticas de los lugares donde
mora, dado que, de hecho, la poltica moderna se comporta como la sombra
variable que ese Capitalism o va proyectando en su desarrollo.
En la fase, en la que los capitalism os nacionales saltan sus fronteras
camino de la im plantacin general, se da. de hecho, entre ellos y aquellas otras
zonas del Capital que se m antiene en los trm inos de la nacin, una coexisten
cia alentada por los Estados, mximementc interesados en proteger esos movi
mientos expansivos, ya que, en principio, los beneficios obtenidos por ese capi
tal exterior revierten a la nacin de origen, dando con ello origen al imperialis
mo econmico. M s tarde y siempre dentro de la atmsfera de competencia,
propia del Capitalismo, se dan contradicciones internas entre ambas formas de
capital, la interna y la externa, dado que el capital exportado entra en sim
biosis con capitales procedentes de otras naciones, originndose as la supe
racin de conceptos que pudieran ser trabas a esos desarrollos hacia form as
organizativas de reagrupam iento, en m odelos variados, pero todos ellos efec
to, en un modo u otro, de las incidencias de los bloques econm icos. D eviene
as la lucha de bloques, las tensiones y, dado que hoy, por la existencia genera
lizada de arm as de destruccin masiva, se hace imposible, o casi, el recurso a la
ultima ratio de la guerra universal, se produce asimismo el entendimiento for
zado, pero siempre sobre la base de la expansin del beneficio. Es as como los
bloques acuerdan una recolonizacin del Tercer Mundo, esta vez, de carcter
puram ente econmico, con vistas a garantizarse, en tiempo no lejano, un mer
cado de ms de seis mil millones de consumidores, adems de, ya mismo, un
ejrcito de reserva laboral, mucho ms de cien veces ms barato que el ofrecido
por el Prim er M undo, y una posibilidad de recapitalizacin para esa rea que le
permita ir pagando una deuda externa que de ninguna otra manera podra, ni
por asomos, empezar a pagar.
De cmo toda esa serie de transacciones y actos polticos previos apunta
ban a la internacionalizacin del Capital nos dan idea la capacidad, estructura,
funcionamiento y operatividad de las empresas transnacionales y multinacio
n ales, seg n se las c la sific a p o r su e tn o c e n trism o (la s a m e ric a n as) o
pluriccntrisino (las europeas). Estos monstruos econmicos suman unas 37.000
unidades a nivel m undial, que, en su conjunto, totalizan una infraestructura
valorada en 2,1 billones de dlares americanos, o sea, tanto como el Producto
Interior Bruto de toda Latinoamrica. Sus ventas superan la totalidad del co
mercio mundial, que, en 1992, era de 5,8 billones de dlares USA. De entre
ellas, los 500 gigantes tuvieron, por ejemplo, en 1994, una ganancia del 50%
superior al P1B de los Estados Unidos, diez veces por encima del PIB latino
americano y 25 veces ms que el PIB de Brasil. Sus fortunas se elevan a 30.842
billones de dlares y emplean a 34 millones y medio de personas. En cuanto a
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su importancia por naciones, baste pensar que, desde 1981 a 1991, el 90% del
crecimiento econmico de los Estado Unidos se bas en las exportaciones y que,
de ese porcentaje, el 66% lo generaron las multinacionales.
Si ahora nos preguntamos por los centros de poder, encontramos que, de
esos 500 gigantes de los que hablamos, 435 pertenecen a los siete pases ms
desarrollados del mundo, el G-7 (USA, Japn, Reino Unido, Alemania, Fran
cia, Italia, Canad) y que son stos los que, aconsejados por la Organizacin
para la Cooperacin Econmica y el Desarrollo (OCDE). determinan, en sus
reuniones anuales, el ritmo, la intensidad, la marcha y la direccin del Fondo
Monetario Internacional, del Banco M undial y de la Organizacin Mundial del
Comercio. Y. dado que la ONU y sus organismos polticos viven del pago de
esos Siete Grandes, careciendo, por tanto, de una independencia real, las deci
siones de aqullos, superando los obstculos ocasionales que les pueda poner el
Consejo de Seguridad (por el veto chino-sovitico) y los puramente formales
del Tercer Mundo, son, por su capacidad de estrangular, en cualquier momento,
cualquier economa nacional, los que, de form a inapelable, van imponiendo el
terrorismo econmico, la im plantacin poltica y la enajenacin meditica.
Es claro que, siempre dentro del hecho de que el Capital es un instru
mento de dom inio decisivo, sus tcticas se amoldan, en todo momento a ese
perpetuum mobile del cambio, con la nica lgica permanente de acceder a la
intemacionalizacin por la va ms rpida posible, y es a este fin al que deben
atenerse sus "doctrinas en cada caso. Por ejemplo, a esta etapa actual, a la que
llaman tercera era del Capitalismo, presidida ella por el neoliberalismo ms fe
roz, se llega tras una larga etapa de proteccionismo econmico britnico y america
no, y, curiosamente, en este mismo momento de radical neoliberalismo, el 40% del
comercio m undial no es comercio libre, sino comercio interempresarial.
La interdependencia econmica es ya un hecho consumado e incontesta
ble. Los centros de decisin de esa interdependencia estn ya establecidos, los
sistemas semiticos tienen sus signos definidos, el dominio meditico est ya
configurado a nivel planetario. Terminar de definir y cerrar el Sistema es, desde
el punto de vista de las previsiones capitalistas, cuestin de tiempo. En el trn
sito, el Sistema se ha ido asegurando la asim ilacin de los factores tradicionales
de oposicin, representados por el movimiento obrero, en los niveles cultural,
poltico, sindical y social, dentro de los mbitos nacionales. Su tarea, ahora, es
la de rem atar esa asimilacin tambin en el rea internacional, en la que se
vern avocados a actuar en ese sentido. La Confederacin Europea de Sindica
tos (CES) es un precedente, un modelo adelantado para organismos internacio
nales en otros campos. Otro paso es el desm antelam iento progresivo de los
Estados nacionales, cosa ms ardua, pero no imposible, en determinadas for
mas, para el proyecto global capitalista, puesto que los mismos Estados naci-
nales estn dominados por el mismo Capitalismo, que favorece, por la va rpi
da, el proceso de privatizacin. Desde 1982, se han privatizado en el mundo
ms de 6.832 empresas, de ellas, dos mil en el Tercer Mundo. Salinas de Gortari,
en su tiempo de presidente del Estado mexicano, procedi, masivamente, a esas
privatizaciones que l llegaba a consum ar en un lapso de tiempo de 25 minutos
por cada una, con la anuencia completa de los jueces.
La OCDE, como ojo previsor del Capitalismo, lo tiene todo calculado: se
impone establecer correctivos, prudentes, pero eficaces, a esos mimados traba
jadores occidentales . Lo viene ya preconizando desde los aos setenta: dejan
do asegurados los niveles de consumo por parte de los aristcratas del salario,
con vistas, adems, a prevenir la sobresaturacin productiva, si se quiere m an
tener un crecimiento sostenido, es necesario cesar en el consumo generalizado,
bajar los salarios, reducir el estndar de vida, establecer un paro controlado que
podra alcanzar al 30% de la poblacin mundial activa, y. en el trnsito hacia
esa globalizacin absoluta a la que se tiende, la crisis econmica que lo recorra
podra dejar a un 1/3 de la poblacin mundial, virtualm ente, sin medios de
subsistencia. Tales son los sabios consejos de la vidente OCDE.
Los poderosos del Capitalism o toman cuenta de todo lo que pudiera fa
vorecer cualquier movimiento serio de subversin para atajarlo. Por un lado,
confian en que una sociedad con ingresos medios de 25.000 dlares anuales p e r
capita es. prcticamente, inmune a cualquier proceso de subversin revoluciona
ria. Por otro, entienden que el sindicalismo no est en condiciones de recuperar el
espacio perdido en el nuevo marco que impone la globalizacin. Pero, por si acaso,
disean las nuevas tecnologas de forma que los trabajadores no puedan ejercer, de
ningn modo, ningn tipo de control sobre el proceso de produccin. En este mis
mo sentido y congruente con la necesidad, para ellos, de que se siga manteniendo el
nivel de ingresos per capita a fin de ahuyentar el espectro de la Revolucin, estable
cen las estructuras de forma que los altos salarios slo puedan ser el resultado de la
tercera revolucin industrial, es decir, los que se promuevan en el campo de la
brotologa, la ingeniera gentica, la tecnologa espacial, los nuevos materiales..., y
que lo mismo ocurra con las ganancias. Y, juntamente con esto y queriendo hacer
prevalecer la idea de la relacin del trabajo con la idea de aventura e inseguridad,
producen, a ms de la mortal figura del paro, dos figuras que apuntan, fiagrantemente,
a la fragmentacin del mundo obrero, a saber, la figura del trabajador trashumante,
al que la empresa le hace estar hoy aqu y maana en cualquier otro sitio, consi
guiendo. con ello, que no eche, en ninguno de los sitios por donde pasa, races
ningunas de relacin humana, o bien la figura del trabajador permanentemente en
precario, acongojado por buscar un nuevo trabajo en lo que sea, cuando apenas
acaba de terminar el que vena desarrollando durante unos pocos meses o unas
pocas semanas. Es el mercado. El obrero, ms mercanca que nunca, un objeto ms
71
Reflexiones
te Accin
El mensaje de los trabajadores fue que las reglas del comercio interna
cional deben reformarse para respetar los derechos de los trabajadores, los dere
chos humanos y la proteccin del Medio Ambiente; que el comercio libre" no
es libre si su coste es el trabajo infantil, el trabajo forzado, los salarios de m ise
ria, el trabajo precario y la degradacin ambiental. Se pide que la economa
global mire por la clase trabajadora y que, si no lo hace, habr necesidad de otra
forma de organizacin que lo haga. As se expresaba el presidente del Labour
Council del Estado de Washington.
La protesta de Seattle fue enorme. El puerto de Seattle y doce puertos ms
de la costa oeste americana fueron cerrados. Los organizadores de la reunin
mundial se asustaron y aplazaron la misma para mejor momento.
La enseanza del acontecimiento es que, en Seattle, se empezaron a sen
tar las bases para alianzas transnacionales por la justicia social, es decir, por el
comienzo de un orden global ms justo y equitativo. El pueblo se enfrent a las
lites de corporaciones y gobiernos y los venci. Todo ello es m agnfico y
esperanzador, sobre todo, en un mundo donde la atona poltico-social es la
tnica dominante. No obstante, en un anlisis ms afinado, no puede pasarse
por alto la diversidad de los componentes de la protesta de Seattle, ni que el
Capitalism o internacional, sin dejar de serlo ni dejar de ser imperante, podra
desarmar, con gestos inesenciales y por va de la asimilacin reformista, a algunos
de los grupos integrantes del conjunto, por ejemplo, con una multiplicacin del
esfuerzo por el ccologismo de conservacin; con un mayor apadrinainicnto de las
ONGs de beneficiencia; o con la otorgacin de un determ inado papel de
partenaires a determ inadas estructuras del sindicalismo mundial. Y eso ser lo
que, seguramente, intentar el Capitalismo dirigente, en un segundo paso.
Hubo, sin embargo, un importante grupo inasimilable, el de la Post-Left
Anarchy, sccundadorcs de los planteamientos de John Zerzan, para los que, en la
accin revolucionaria, no se trata ya slo de reivindicar la autogestin de todo lo
existente, sino de la destruccin de todo lo producido por el Capitalismo, en cuanto que,
como tales, son productos viciados desde el origen. Una posicin sta que contiene im
portantes aspectos discutibles, muy discutibles e incluso inaceptables por el
anarcosindicalismo, pero que no podr dejar de aportar una materia insoslayable
de debate y anlisis en el seno del anarquism o internacional.
Los anarquistas, y particularm ente los anarcosindicalistas de todo el
mundo debemos tomar, lo ms en serio posible, las enseanzas que se deriven
de la globalizacin, en su proceso, y de la significacin de la batalla de Seattle.
Desde ya y en todas las luchas locales que, en el da a da, nos planteemos, no
podremos dejar de tener en cuenta la referencia globalizadora. Nuestros desti
nos econmicos se irn ventilando, cada vez ms, en la arena internacional. El
internacionalismo proletario no ser ya una pura aspiracin, una idea o una
73
simple frase, sino un hecho real de carne y hueso. La defensa de los intereses de
los obreros de Sel ser tam bin la de los obreros de Torrejn de Ardoz o de
Pernambuco. Nuestros planteam ientos organizativos, as como los estratgicos
y tcticos, tendrn que partir de esta realidad bsica, sin olvidar que el mismo
reformismo que se vino dando en los niveles nacionales no podr dejar de se
guir dndose, igualmente, en el plano internacional. l seguir siendo, tambin
en ese rea, nuestro antagonista dentro del campo trabajador.
Este trab ajo se escribi com o S ecretario G eneral de la A IT p ara ser difundido en la
Organizacin, sobre todo a peticin de la Seccin portuguesa, en la fecha sealada en el ttulo.
"
Y VA LA QUINTA!!
(m arzo -ab ril, 2 0 0 1 )
Reformas Laborales, cada una peor que la anterior! En m s del siglo y medio
que el movimiento obrero lleva recorrido en su lucha de form a estructurada,
no se han conocido muchos momentos en los que la atona de la clase trabaja
dora haya perm itido a patronos, polticos y ciegos dirigentes que la manipulen
y que conculquen sus intereses y derechos de fo rm a tan patente como en la
actualidad. Cuntas reformas laborales harn fa lta para que, de una vez,
cojan los trabajadores p o r los cuernos al toro de su destino ?
D esde los Pactos de la M oncloa, octubre-noviem bre de 1977, y p a
sando por el terrorism o de Estado del "caso Scala, con el que se intent
crim inalizar y hundir a la CNT, nico oponente real de los planes antiobreros
del nuevo rgim en , la gran preocupacin de los diferentes gobiernos de
esta dem ocracia tran sicio n ista fue siem pre la de cmo em bridar mejor y
m s rgidam ente a la clase trabajadora, la de cmo obtener ms jugo del
lim n obrero. P ara ello, v ienen ensayando, a razn conjunta de una por
cuatrienio, sus sucesivas Reform as Laborales: una, la de Surez, 1980 (la
del Estatuto del T rabajador), que fue la que m arc el cam ino y asent, as,
las prim eras cadenas; dos de los socialistas, 1984 y 1994, que fueron la gran
bicoca de los em presarios y disearon y consolidaron el periodo de "pactos
sociales , con los que el paro obrero alcanz el 23% del conjunto de la
poblacin activa y con los que los trabajadores perdieron ms de un 30% de
poder adquisitivo; la del PP de 1997, que fija ya un m nim o de costos de
despido, prdida de prestaciones y afianzam iento de la precariedad, y esta
ltim a, del 2001, que ya riza el rizo, en el fondo y en la form a, de toda la
arbitrariedad explotadora.
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bros escritos por personas muy directam ente implicadas en el caso, con investi
gaciones que, paso a paso, peligrosamente, se acercan ms y ms al elefante
blanco, y que podran tener que obligar al Fiscal general del Estado a interve
nir de oficio. De manera que a cerrar el tem a!, y que pase a la historia lacra
do por los siete sellos de la oficialidad, 110 sabem os si con pesar o con con
nivencia de los que en EL SIG LO D E EUROPA n 258 de marzo de 1997
haban declarado caso abierto al 23-F.
Realmente, por lo que ya se conoce de los entresijos del caso y por la
forma estram btica y rocambolesca de su desarrollo, as como por el carcter de
esperpento de toda la cuestin, se cobra la conciencia de que una situacin
como sa slo poda acontecer en Espaa: el Rey conoca por Surez las andanzas
conspirativas del general Arm ada (ver E l problema espaol de Alberto Arana,
Argitaletxe HIRU, Ondarroa 1997), quien, habiendo sido trasladado a Lrida,
como castigo por sus conspiraciones, regresa, intempestivamente, contra la vo
luntad del jefe de gobierno y de forma meterica a Madrid, con nombramiento
real de segundo jefe de Estado Mayor, 1111 mes antes del 23- F, el mes de las
grandes movidas. Segn el mismo texto, Sabino Fernndez Campo haba sido
nombrado Secretario de la Casa Real a propuesta de Armada, y es este mismo
general Fernndez Campo el que dice asum ir como suya y no del Rey la deci
sin de perm itir a Armada ir al Congreso, donde habra de proponer un gobier
no de salvacin nacional con l de presidente y con el socialista Felipe Gonzlez
de vicepresidente. En sus tiempos de Lrida, ya Armada haba tenido una comi
da poltica con los socialistas Enrique M gica y Joan Ravents, en casa del
alcalde de Lrida (declaraciones de Armada a EL PAIS). El Rey haba hablado,
poco antes del golpe, con M ilans del Bosch (vase el citado libro de Arana), el
CESIC, con el general Caldern a la cabeza (ver el libro de Perote, Ni M ilans ni
Tejero. E l informe que se ocult ), est metido en la tram a de hoz y coz... toda
una gran conspiracin en m archa a nivel nacional y las ms altas instancias del
Estado estaban in albis respecto a lo que se tram aba? Es difcil contestar afir
mativamente a esto. Y, si estaban al corriente, por qu no actuaron en contra de
la conspiracin? La versin del inefable C arrillo de que el golpe se desmonta en
la noche del 23-F puede ser verdad, pero a condicin de asum ir que se pudo
haber desmontado mucho antes de suceder, pues se dispona de todos los instru
mentos necesarios para ello, y, si haba conocimiento del tema, lo que resta por
aclarar es el grado de implicacin de los conocedores.
Lo posterior al hecho fue tan esperpntico como su puesta en escena:
Alvarado y Dueas, ambos generales asistentes a la reunin conspirativa del 18
de enero en la casa de Mas Oliver, asisten, en el juicio de Campamento, como
abogados defensores de los encausados. Perote dice que Oliart, m inistro de De
fensa posterior al golpe, m iente sobre los hechos, las declaraciones posteriores
79
Io DE MAYO
Historia primera
(m ayo, 2 0 0 1 )
E l cam ino de la em ancipacin obrera est lleno de sangre, de sudor,
de tortura y prisin, de lgrim as y de muerte. N i un solo logro y derecho
consolidado p o r los trabajadores le ha sido regalado nunca p o r nadie a la
clase obrera. E l lem a fu n d a m en ta l de la A sociacin Internacional de los
Trabajadores (A. I. T.), desde el m om ento m ism o de su fun d a ci n en 1864,
ha sido: L a em ancipacin de los trabajadores ha de ser obra de los traba
ja d o re s mismos, o no habr tal em ancipacin Quien renuncie a com pro
m eterse con esa liberacin est fo rja n d o sus propias cadenas, y tambin
las que encadenarn a sus hijos y a los hijos de sus hijos.
El Congreso Obrero de Canad y Estados Unidos de 1885 acuerda la
fecha de Io. de Mayo de 1886 como da de huelga general para enarbolar las
justas reivindicaciones anuales, que, entonces eran las de las tres Gracias,
ocho h oras de trab ajo , ocho de descanso y ocho de ocio y cultura. Los
intem acionalistas Parsons, Fielden y Schwab dan un m itin ante 25.000 obreros,
otro ms el da 3, donde Spics explica las razones de la huelga. Se abuchea a
algunos obreros esquiroles a la salida del trabajo. Interviene la fuerza pblica.
Terror y huidas. Aquella noche, se hicieron asambleas en el Lehr- und- Wehr Verein (Centro para la Enseanza y la Defensa) para analizar la situacin y se
editaron 20.000 ejemplares del manifiesto Trabajadores, manifestos con toda
vuestra fuerza I El da 4, los mtines se sucedan uno tras otro. El gran acto se
celebraba en Haymarket. Hablaron Spies, Parsons y Fielden. Estaba term inan
do este ltimo, cuando 200 guardias avanzan con las armas dispuestas. Estalla
un petardo, caen varios agentes, descargas cerradas, las calles cruzadas por las
balas... Se detuvo a los ciudadanos a voleo, se forz la entrada en domicilios,
81
los oradores fueron a parar a prisin. La Prensa, siempre del poder, se despacha
a gusto: En The New Trihune, se lee: A gente que pide ms jornal y menos
jornada hay que recibirla con bombas de m ano . El New York H erald manifies
ta: Los trabajadores debern contentarse con jornales ms bajos y jornadas
ms altas. Deben resignarse a la suerte que Dios les reserva". Escribe el Chicago
Tribune: "Para un vago harapiento, la mejor comida es una carga de plomo en
el estmago . Los testigos de cargo, en el juicio contra los detenidos, son m al
hechores comprados para que depongan en contra de los acusados, y por fin el
20 de agosto de 1887 se dicta veredicto: condena a muerte para Spies, Fischer,
Engel, Parsons y Lingg. Fieldcn y Schwab fueron condenados a cadena perpe
tua, y Neebe a 15 aos de prisin. Lingg se suicid en la prisin la antevspera
de la ejecucin, que se produjo por ahorcam iento en la persona de los otros
cuatro, el 11 de n o v iem b re de 1887.
Seis aos ms tarde, en 1893, el nuevo gobernador de Illinois, Algelot,
convencido de la inocencia de los ajusticiados, rehabilit su m em oria y libe
r al resto de los encausados. O ficialm ente, se hara la declaracin de que
haban m uerto vctim as de una odiosa m aquinacin, juzgados por un tribu
nal ilegal que no pudo dem ostrar ninguna culpabilidad". Pero ellos, dignos
y enteros, fueron al encuentro de la m uerte con toda serenidad. Recitaban a
coro el poema que el poeta Heine haba dedicado al levantamiento de los tejedo
res de Silesia.
Silenciosos, no brilla el llanto de ellos.
Con los ojos secos,
crujen en sus dientes f n e b re s canciones
Les prohibieron e n to n a r la M arsellesa. (L a In te rn a c io n a l no ex is
ta, en to n ces to d av a, pues no sera in te rp re ta d a , por p rim e ra vez, hasta
1888). E n el p atio , al pie del p atb u lo , n ad ie pudo a m o rd a za rle s. E n to n
ces, e n to n a ro n Los b a te le ro s del R h in , Los rem ero s del V olga , y por
fin , a ll s, La M a rse lle sa . E ra n las 11 de la m aana, el eco de los
c n tic o s re tu m b a b a en los m u ro s, lo s p a re d o n e s , p o r las c a lle s de
C hicago . E n el ltim o escal n y cu an d o ya el v erd u g o los co ga del b ra
zo, Spies g rit : Salud, oh tiem p o s en que n u estro silen cio ser m s
elo cu en te que n u e stra s v o ces! . F isc h e r la n z la exclam aci n : H och
die A n a rc h ie ], Viva la A n a rq u a ! . P arso n s p ro rru m p i : Dejad que
se oiga la voz del pueblo! . Engel exclam : Hurra por la A narqua! ...
El 11 de noviembre, un cortejo de 20.000 personas los acompa hasta
la tumba. Se les haba prohibido llevar cintas o claveles rojos en el pelo, en la
solapa o en el pecho. Cantaban la balada de Laurie:
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LA INTERNACIONAL PARALELA
(m ayo, 2 0 0 1 )
Desde muchas instancias, con nombre libertario, unas, generadoras de
voces; otras, que, por ahora, son puros altavoces de esas voces, en un arco que va
desde la SAC de Suecia hasta la CGT de Espaa, con sus organismos intermedios,
y en actos que van desde la 1-98 ( primera reunin internacional de organi
zaciones reformistas que se autodenominan "libertarias), en el mes de junio en
San Francisco, hasta la. tambin internacional, "Reunin Libertaria de Madrid
(marzo. 2001), se viene queriendo tejer una tela de araa que ponga cerco previo a la AIT
para su eventual asfixia o hipottica deglucin posteriores. Se trata de la operacin
reformista ms am plia y ambiciosa que jam s se haya visto por estos pagos
organizativos. Su capciosa consigna es unidad del movimiento libertario, o sea.
la gran trampa, la gran aagaza asistida de perifollos y maquillajes mediticos, la
gran patraa en forma de real cortina de humo destinada a encubrir la disolucin
de los principios libertarios. Ya conocemos muy bien ese manido esquema his
trico que se repite: los que, por sus conveniencias polticas, hacen, en determ i
nados momentos, bandera de la unidad" son siempre, precisamente, aquellos
que en su da la rompieron: As, la SAC sueca en 1957 con relacin a la AIT; la
CGT-Espaa en 1980 y 1984, con relacin a la CNT; la CNT-Vignoles (Francia),
expulsada de la AIT, en 1996, despus de varios aos de traiciones organizativas a
la Internacional; la USI-Roma, en 1995, con relacin a la USI-AIT...Y la gran
excusa para invocar esa unidad es la que no tuvieron en cuenta para destruirla: el
enemigo es otro; el capitalismo globalizador nos atenaza, venga, sal ya a la calle,
todos juntos, no te pongas ni la chaqueta... etc. etc. . Se trata de una vieja trampa
sociolgica consistente en disfrazar situaciones que, por sus componentes de
visccralidad, pongan automticamente en movimiento el mecanismo psicolgico
cuya funcin es impedir, compulsivamente, la accin consciente y deliberada.
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CONTRA LA GLOBALIZACIN,
INTERNACIONALISMO OBRERO
(junio, 2 0 0 1 )
L a sustitucin, desde los aos 70, de la form ulacin im perialism o
e c o n m ic o p o r la de g lo b a liz a c i n e c o n m ic a , o s im p le m e n te
"globalizacin" es significativa de que, habiendo nacido , por va negativa
la prim era, de un anlisis anticapitalista del fenm eno, con la segunda, el
propio capitalism o intenta dar una versin positiva del fenm eno, preten
diendo m ostrar, as, su racionalidad . De la prim era, se desprende que el
C ap italism o se ex p an d e p ara p la sm a r su d om inio en form a ab so lu ta y
planetaria. De la segunda, en cam bio, se desprende que la m undializacin
de la econom a es la nica forma de evitar las guerras por las conquistas de
los m ercados y de satisfacer las necesidades de los habitantes del globo. Y,
ante sendas form ulaciones, se levantan los hechos: sociedad del bienestar y
ayuda al Tercer M undo , dice el C apitalism o. Explotacin, corrupcin, d e
predacin y pauperizacin extrem a , dice el bando contrario.
P or o tro lad o , es d ig n o de n o ta rs e q u e la s r a c io n a liz a c io n e s
globalizadoras del capitalism o arran can de los aos 70, cuando ya la nueva
estrategia neocapitalista llevaba 25 aos de creciente funcionam iento, y cuan
do, despus de haber saltado a la palestra el mayo francs del 68 y los otoos
calientes de la Italia de los aos 70, el sistem a capitalista pretende haberse
cargado de razn con el surgim iento de la perestroika, en 1987, y con la
cada del M uro de B erln, en 1989.
Valga un poco todo este prembulo para m atizar que a los movimientos
de resistencia antiglobalizadora hay que ir provistos de un bagaje analtico que
d plena claridad sobre la significacin del contenido de lo que dio en llamarse
tercera va del Capitalism o, dentro del fenmeno histrico que, desde hace
dos siglos, viene constituyendo el sistema capitalista en transformacin . Se
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ABARLOAR
(julio, 2 0 0 1 )
Qu Prensa la nuestra! A fuerza de que nos lo repitan en mltiples to
nos. nos lo creemos todo, y, acostumbraditos como estamos a que los medios
nos chuleen, vemos muy natural que un tiro disparado al aire mate a una perso
na situada a 10 o 15 metros horizontales del tirador, por ejemplo. Todo es posi
ble en este pas de milagros. El 20 de mayo de 2000, el guineano Fonseca muere
en la comisara de Arrecife lleno de moretones. Para la oficialidad, muerte na
tural. Para un forense de gran prestigio, muerte violenta. Rodeos. Llamadas.
Viaje del M inisterio del Interior. Conversaciones. Otros forenses...S, s, claro
muerte natural!...
El 30 de mayo de 2001 (fatdico mayo!), a las nueve de la noche y a una
milla del faro de la Entallada (Sur de Fuerteventura), con la mar "bella, echa
da o de cuantas m aneras los marineros quieran significar la mar en absoluta
calma, una patrullera de la guardia civil aborda a una patera de inmigrantes
que vuelca, con el resultado de 15 subsaharianos ahogados. En la foto de EL
PAS y acompaando a un superviviente invadido por la pena, dos guardiaciviles
con el rostro camuflado, irreconocible, como en cualquier operacin antietarra
o contra la kale borroka. La jefatura del Instituto Armado prohbe a los nmeros
intervinientes en el abordaje hablar del caso. Secreto de sumario. Finalidad: no
desm entir la novela de la versin oficial de los hechos.
El juicio de los marineros es otro: la patrullera no abarlo, es decir, no
se desliz suave, a m otor parado a la borda de la patera. En consecuencia...,
en fin, lo ocurrido. Pero, veamos la Prensa, ah la Prensa!: palabritas por aqu,
una anecdotuca por all, pequeas m aniobras de diversin y a hacerse el
loco: los m arineros...bueno, ellos "creen, pero no saben ... Al fin y al cabo,
quince subsaharianos!, bah!
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ar
EL ESTADO DE LA CUESTIN
(agosto, 2 0 0 1 )
Todo pasa y todo queda. Esta frase, que ms de una vez fue utilizada
para servir de condensacin expresiva de profundos discursos cosmolgicos,
filosficos o existenciales, parece que pueda emplearse con mayor rigor aun en
el campo de la poltica. Y, concretam ente, en estos das pasados, algunos,
m s avisados o con m s tiem po para seguir el desarrollo del juego, pudieron
percatarse de ello en el espectculo ritu al del llam ado E stado de la n a
cin . Y decim os algunos porque la inmensa mayora de los juanes espa
oles cambi aburrida, en su tele, la pantalla de lo, para ellos, incomprensible,
o se preguntara, como El Roto, ese inteligente retratista social: de qu
nacin estn hablando? .
En un acto semejante del mes de m arzo de 1991, el novicio Aznar se
empleaba a fondo contra el eslogan electoral socialista, El cambio, para que
Espaa funcione, y manifestaba que, de cambio, nada, y, de funcionamiento,
menos. Lo tena todo muy fcil, como acompaamiento argumental precedente
a su peticin lapidaria, Vyase, seor Presidente, y, a la vez, sentaba las bases
de su eslogan favorito tras su victoria electoral de 1996, Espaa va bien . Y lo
tena fabulosamente fcil porque la cultura del pelotazo, iniciada por el binomio
socialista Boyer-Solchaga, era ya muy visible, en los comienzos de los aos 90,
como cinaga de corrupcin. La suciedad haba salpicado, pblicamente, a al
tas cspides de partido, gobierno o cargos adm inistrativos: Filesa, Macosa,
Intelhorce, Siemens y un largusim o etctera estaban en los titulares de los pe
ridicos, un da s y otro tambin, as como en los papeles de los juzgados y
andaban en las lenguas de todo quisque. El ingenuo - y nuestro pobre pueblo,
cegado, como parece, por todos los instrumentos mediticos, lo est siendo pens que el cambio mejorara la situacin social, la atmsfera poltica y la
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Publicado, originariam ente, como Redaccin, en C N T n 271, pg. 14, septiembre, 2001.
SINTEL, SINTEL
(septiem bre, 2 0 0 1 )
Ya anuncibamos en el nmero anterior que los mayoritarios culeaban
en Sintel, y adelantbamos cul era de prever su comportamiento inmediato, a
saber, el de m inar la moral de los trabajadores. Los bosses de CCOO se ence
rraron con el Comit Intercentros para convencerlos de la necesidad de acep
tar con m atices (la siempre previa vaselina sindical) el plan del gobierno y
Telefnica. Todo ello, muy cuidadosamente amaado, a espaldas de la asam
blea de trabajadores, a la que se le dar la cosa ya bien m asticada y casi
digerida. Todo muy del estilo de los cocos que, siempre al servicio de la oficia
lidad. mirando para otro lado y, siempre con hechos que niegan sus palabras,
dejan colgados a 900 trabajadores, la mitad de la plantilla, entre indeseables
prcjubilaciones forzadas y las aun ms indeseables bajas incentivadas.
A partir de ah, vienen ya los mamoneos a cuatro bandas, Gobierno,
Telefnica, CCOO, UGT, a ver a quin se deja y a quin no, y, desde ah tam
bin, vendrn las grietas y separaciones entre compaeros, que hasta ahora
haban luchado codo con codo. Los populares, demcratas reciclados e hipcri
tas como siempre, piden que la decisin sea en referendum, mtodo que adm i
ten como muy democrtico (m ientras no se trate del referendum para la autode
terminacin), es decir, la decisin del individuo en soledad, con todos sus mie
dos, sus ignorancias, sus condicionamientos, sus egosmos inconfesables... Eso,
antes que el debate, el anlisis, la discusin, la clarificacin entre compaeros,
la bsqueda conjunta de la luz para una solucin justa.
Es una lstima, porque Sintel fue una bandera, una referencia muy clara
para la clase trabajadora, en estos tiempos de confusin, y, por ello, una gran
esperanza para todos.
Publicado, originariamente, como redaccin, en C N T n 271, pg. 14, septiembre, 2001.
UN EJEMPLO A NO SEGUIR
El lamentable proceso de Comisiones Obreras
(septiem bre, 2 0 0 1)
Encontramos en la prensa de estos das, concretamente en EL PAIS, que
le dedica una pgina entera, la conmemoracin de las efemrides del nacimien
to de la Confederacin Sindical de Comisiones Obreras, con motivo de su 25
cum pleaos, y echam os de ver en ello de qu lado se decanta la sim pata
meditica, al deslizar una serie de datos inexactos con objeto de m aquillar la
imagen de los conmemorados.
Para justificar la entidad de CCOO. se dice que el grado de afiliacin
sindical del censo obrero es, hoy, en Espaa, del 17% del conjunto nacional de
los trabajadores espaoles, engordando el dato en casi la mitad de lo real, para
atribuir un mayor peso significativo a los niveles de representatividad (delega
dos elegidos), computada, oficialmente, para Comisiones en un 37%. La cosa
queda ms evidentemente desmerecida si se tiene en cuenta que ese nueve y
algo por ciento real de afiliacin hay que repartirlo con muchas otras formacio
nes sindicales, entre las cuales y respecto de la representatividad en delegados
elegidos, la UGT tiene un peso equivalente a CCOO.
Choca, igualmente, la cifra que, en la pgina de EL PAIS, se da, para
Comisiones, la cifra de 850.000 cotizantes, a creer como auto de fe, si se tiene
en cuenta que Julin Ariza, destacado miembro de esa organizacin y muy co
nocido de los medios, para poner de relieve la negativa incidencia que la polti
ca de pactos sociales tuvo en la baja de afiliacin, declaraba a EL PAIS, en el
otoo de 1987, que el nmero de afiliados haba bajado, en CCOO, por esa
razn, a 300.000 cotizantes. Y choca, igualmente, si se tiene en cuenta que el
gigantesco crecimiento del paro, la multiplicacin de las reconversiones y la
ampliacin de la desertizacin industrial, as como el abandonismo sindical en
la defensa real de los intereses obreros, que pierden poder adquisitivo y se ven
Reflexiones |w g la Accin
Una de las facetas de mayor resalte en Juan Gmez Casas fue la profun
da internalizacin de la esencia revolucionaria del anarquism o en general y del
anarcosindicalism o en concreto, su fina sensibilidad para percibir cualquier
forma de reformismo y para visualizar el crucial peligro que tales apariciones
representaban para el ser y el existir del mundo libertario en general y de la
Confederacin en concreto. Lo fue ya en la deteccin de la postura correcta
durante la escisin de 1945 en el exilio confederal y su repercusin en Espaa,
con su a d scrip ci n a las Juventudes L ib ertarias de C en tro , de c a r c te r
antipoltico y anti-colaboracionista, y con su actitud crtica ante aquellos
que, incluso despus de la falsa u n id ad confederal fabricada en el C ongre
so de Lyon (1961), apenas si dos aos m s tarde y en nom bre de la efica
cia, conspiraban y m aquinaban, cerca del m inistro franquista Jos Sols y
con Juan Lpez, el ex-ministro cenetista de la guerra, a la cabeza, el pacto de
los cinco puntos, aquellos cincopuntistas, m arginados de la Organizacin,
que poblaron el sindicato vertical franquista por apenas una docena de intiles
despachos y que recibieron, de propina, una, igualm ente intil, cooperativa de
tranvas en Valencia, sin ningn resultado positivo para la clase obrera, sino al
contrario, y con gran escndalo de los trabajadores que vean, de este modo,
cmo se ensuciaba el nombre de CNT.
Pero oigamos a Juan Gmez Casas, Juanito , como, cariosamente, le
llamaban los compaeros de Madrid, enfrentndose crticamente a tamaa m a
niobra: Llegaron entonces a mis manos dos nmeros de la revista Comunidad
Ibrica, editada por Fidel M ir en Mjico, en los que se haca una exposicin
favorable al pacto ya aludido. Creo que sta se deba a compaeros exiliados,
que, desde la lejana, 110 com prendan la problemtica y daban su visto bueno a
algo que, segn se les daba a entender desde M adrid, poda contribuir a forzar
una apertura del rgimen franquista. Ante la confusin reinante, envi un art
culo a Fidel M ir...en el que intent desmontar la argumentacin de los favora
bles al pacto y present una visin diametralmente opuesta al mismo...Infera
yo que la cobertura y el apoyo incondicional que se daba a aquel grupo [de
M adrid| identificado [por los hombres del exilio partcipes en la maniobra] con
la militancia en general, significaba una grave falta de consideracin para los
millares de hombres dispersos que jam s confiaron en la colaboracin ni en el
dilogo apuntado ni en la posibilidad de una dem ocratizacin espontnea o
inmanente de las instituciones franquistas, incluida la organizacin sindical.
La mayora, que estaba en contra, deca yo, crea que no poda haber garanta en
ninguna ley prom ulgada por el rgim en franquista, porque era un flagrante
contrasentido que el Estado pudiera dictar una ley sindical y que de ese "dic
tado pudieran derivar la democratizacin, la autonoma y la libertad de los
sindicatos oficiales (Los cruces de caminos, 1981, pg. 70).
SOLOS DE ACTUALIDAD
La guerra y lo que encubre
(octu b re-n o v iem b re, 2001)
Hay dos aspectos fundam entales a co nsiderar en la guerra de USA y
su gran A lianza contra el inconcreto enem igo del terrorism o. El uno, que
los grandes prom otores de todas las m iserias y violencias de las que el Ter
cer M undo es vctim a se presenten como los grandes agraviados y necesita
dos de reparacin. El segundo, que toda la p arafernalia de los actores de la
guerra galctica contra pueblos desnudos, sea una gran cortina de humo
p ara ocultar la puesta en m archa de una m aquinaria universal de defensa
del sistem a capitalista contra todo m ovim iento civil que intente superarlos.
Los instrum entos de la represin.
A m parados en la vaga definicin de terrorism o y partiendo del m onstruoso
m aniquesm o del o conm igo o contra m , el sistem a capitalista se dispone
a allegar todos los m edios necesarios para m achacar y someter, en nom bre
de la libertad, a todos aquellos que, con sus actos, pongan en evidencia la
gran m entira de la 'dem ocracia, de la que ya ni siquiera sus aspectos ms
form ales se respetan. Cada da, asistim os a nuevas form as de represin y sin
tapujo alguno. El lobo y el corderillo joven beben en un ro: El lobo: ests
ensuciando el agua que bebo - El cordero: No puede ser, el agua discurre
de ti para m . El lobo: Bueno, pero el ao pasado me ofendiste gravem en
te . El cordero: Im posible, el ao pasado yo no haba nacido . El lobo. Si
no fuiste t, fue tu p adre . Y se lo com i entero. Cosas de Fedro.
DE QU SE TRATA?
(o ctu b re-n o v iem b re, 2 0 0 1 )
El 11 de septiembre de 2001 es realmente una fecha crucial que marca
un antes y u n despus. Pero tal valoracin es susceptible de hacerse desde dife
rentes puntos de vista, incluso desde puntos de vista opuestos. Alguien, y no
precisam ente un lerdo, espectador directo de los sucesos de la Torres Gemelas
en el momento mismo en que sucedan, prorrumpi: ese cabrn de Bush! lo
hizo l! . Y no era a humo de pajas la expresin, aunque errase en la materiali
dad presente de los hechos, pues fue el trance casi como un regalo poltico
hecho al infausto persona je de la Casa Blanca y al sistema que representa, por
que les permita, con una gran ventaja, poner en marcha el dispositivo de una
estrategia que ms pronto o ms tarde se veran obligados a emprender. Y, de
este modo, lo hacan, comparativamente, con un mnimo coste material, inclu
so humano, para la envergadura de la empresa, y con el favor de ms de un 90%
de la opinin pblica, apenas sin, polticamente, despeinarse. Teniendo, detrs,
muchos cientos de millones de corazones encogidos por toda la parafernalia de
lo singularmente catastrfico, era uno de los momentos oportunos para adelan
tar la activacin de un mecanismo de defensa del Sistema, al permitirles cum
plir esa finalidad con nombre supuesto, es decir, con un lema trucado: cruzada
contra el terrorismo . Es aqu donde parece claro que los autores de la brutal y
crim inal accin haban sido, en ello, guiados ms por el emocionalismo visceral
que por la fra reflexin, porque se les daban, con ello, a Bush y al Sistema
globalmente considerado, la posibilidad gratuita de conseguir la satanizacin
universal del "terrorism o", como estrategia y como trmino, e, inm ediatamente
despus, la de hacer aparecer su debelacin como justicia infinita. Mas, como
esta formulacin fue desaconsejada por los especialistas en guerra psicolgica,
en razn de ser en exceso abstracta y poco activadora del campo de lo visceral,
Publicado, originariam ente, como editorial de Redaccin, en C N T n 273, pg. 4, octubrenoviembre, 2001.
QUIN ES EL ENEMIGO?
(dicicm bre,2001)
La guerra franco-prusiana de 1870 se salda con la batalla de Sedn y la
incorporacin de Alsacia-Lorena a la recin estrenada nacin de la Alemania
unida. La revolucin popular, que, a la som bra de esa guerra, se inicia en la
C om una de Paris, el 18 de m arzo de 1871, obliga a la coyunda republicanom onrquica de T hicrs a retirarse a Versailles. Con las tropas de Bism arck a
las p u ertas de P aris y acosado por los com uneros, T hiers recaba de los
prusianos ayuda y la liberacin de M ac-M ahon, general monrquico que haba
sido apresado en Sedn, para dirigir la guerra contra los revolucionarios, que
acaban siendo, monstruosamente, masacrados en la campaa que habra de ter
m inar a fines de mayo... La moraleja de este pequeo trozo de historia es que las
clases dom inantes de dos naciones, enfrentadas por razones de mayor dominio,
cesan en sus querellas y juntan sus fuerzas, ante la necesidad de someter la
rebelin del dominado, derivndose de ello la clara conclusin de que el peligro
de la clase, como factor de reaccin y m ovilizacin, supera al peligro nacio
nal Es decir, que la clase dom inante de cualquier pas es eso, clase dom i
nante, antes que vindicadora de la nacin, cuyo concepto y todo lo que
entraa, slo les es operativo frente a otras clases igualmente dom inantes de
otros pases, o como pura justificacin ideolgica de su propio dominio sobre
sus paisanos dominados.
Durante esta prim era quincena de noviembre, se dieron, en el contexto
de los actuales acontecimientos blicos, dos hechos de la ms alta significacin:
el clido hospedaje tejano propiciado al antiguo y destacado miembro de la K.
G. B. sovitica, Putin. hoy presidente de la Repblica Rusa, y la resolucin de la
cspide comercial de Quatar, concretada en la admisin de China como miem
bro de la Organizacin M undial de Comercio (World Trade Organisation). Y
son altam ente reveladores, porque ponen de manifiesto dos cosas: que el funda
mento ltimo de la guerra fra no era. en realidad, de sustancia ideolgica, y
que el conjunto del proceso, en el que esos dos hechos se enm arcan, puede
calificarse de significativo paso avanzado en la estructuracin de los resortes
polticos requeridos por la globalizacin. Va quedando meridianamente claro
que de los tres momentos fundamentales requeridos en el proceso de la organi
zacin m undializada, a saber, el econmico, el m ilitar y el poltico (en este
orden), el prim ero est, prcticam ente, quasi term inado o en situacin muy
avanzada de ello; en el segundo y con la cada del muro de Berln" por fondo,
se viene actuando desde hace tiempo, como lo prueban: el papel catalizador de
USA en los conflictos blicos Irn/Irak; la invasin de este ltimo por los EEUU,
slo detenida en su culm inacin por presin rusa; la disolucin de Yugoslavia y
la guerra de los Balkanes (con cada vez menos oposicin por parte de los rusos);
la actual guerra de A fganistn... Actuaciones arm adas todas ellas de significa
tivo alcance geopoltico. Y, por lo que se refiere al ltimo de esos tres obligados
pasos o momentos del proceso, el momento poltico, es por lo que adquieren
especial relevancia explicativa los dos hechos arriba consignados, el que afecta
a Rusia en la persona de Putin, y el que se concreta en el acceso de China a la
Organizacin Mundial del Comercio (OMC)...
Algunos comentaristas piensan, equivocadamente, que la "'debilidad de
Occidente, que habra posibilitado el ataque a las "Torres Gemelas, radica en
un dficit de seguridad interna, por un dasasistim iento en el cam po poltico,
traducido en una desconsideracin de la valoracin positiva del concepto de
Estado, im putable al neoliberalism o globalizador. Es un error de anlisis,
creemos. N unca este ltim o pens en un desgobierno universal. Lo polticom ilitar y lo econmico van siempre de consuno, independientemente de que,
segn circunstancias, la vanguardia de ese frente comn la ocupe uno u otro de
los tres factores.
Es un sinsentido la conclusin de tales com entaristas, cuando, en for
ma difana, los llam ados Estados dem ocrticos y de derecho evolucionan,
a pasos agigantados, a la categora de E stados-polica, y ello no solam ente
en el estrecho circuito de las fronteras nacionales, sino en el m arco de una
legalizacin continental e intercontinental, camino de la constitucin de
leyes universales.
El G ran Hermano vigilante perm anente de todo no es ya ningn futuro
utpico, es una realidad flagrantemente presente. Est, pues, el neoliberalismo
muy lejos de ser el Chernobil de la economa, al menos en este aspecto. Y la
prueba de ello la tenemos en que la vis expansiva del neoliberalismo se est
demostrando como la forma ms eficaz de penetracin, tanto en el Tercer M un
do como en el, econmicamente, deprimido mbito del mundo ex-comunista,
FIN DE LA PANTOMIMA
(diciem bre, 2 0 0 1 )
N o es que G o b iern o y P a tro n a l h ay an d ado con la tecla p ara m eter
a los "m a y o rita rio s o fic ia lista s en v e re d a en la c u e sti n de la reform a
de la ley de co n v en io s, es que n u n ca, re a lm e n te , se les pas a aq u llo s
p o r la cab eza c a m b ia r el m om io con el que v ie n e n hacien d o el agosto,
desde fin a le s de 1977 y p rin c ip io s de 1978, cu an d o, con el crim e n de
E stad o del in cen d io del S cala de B arcelo n a, a carg o de c o n fid en te s del
M in isterio del In te rio r, en to n ces p resid id o p o r M a rtn V illa, c o n sig u ie
ron, al fin. por e lim in a c i n de la CNT. se le c c io n a r a sus in terlo c u to re s
sin d ica le s id n e o s . H ace falta te n e r m uy poco c ale tre p a ra im a g in a r
siq u iera que P atro n al y G obierno p u d ie ra n d e se a r p re sc in d ir de m a ri
d o s ta n c o m p la c ie n te s com o v ie n e n sien d o , desd e en to n ces, esos lla
m ados m a y o rita rio s .
Lo que s vienen deseando los patronos y los gobernantes, desde hace
tiem po, es la reedicin de la, p ara ellos, gloriosa era de pactos , que se
extendi desde los Pactos de la M oncloa hasta el ltim o firm ado slo por
UGT y Patronal en 1986, con efecto hasta 1987, y ya, en otras ocasiones,
hem os hablado de cmo, y e n d o , entonces, la cosa de puta a pufietero, CCOO
se "m ojaba" aqu s y aqu no, segn que el gobierno, a la sazn socialista,
les diera o no a ellos las m ism as prebendas que a UGT.
Aquella gloriosa era de pactos! Con ella, se desm antel el 80% del
tejido industrial espaol, se puso a ms de tres m illones de obreros de patitas
en la calle, se liquidaron derechos sociales y laborales consolidados, se re
b ajaro n las pen sio n es y las p restacio n es, se m u ltip lic la n eg ritu d y la
precarizacin del trabajo, y, a mayores, la clase obrera perdi m s de un
30% de poder adquisitivo. Una delicia!
Lstim a que la clase trabajadora haga tan poco uso de la mem oria
histrica! P atronos y polticos lo saben y ju e g a n con ello. El caso es que, en
la frontera de 1986-87, los trabajadores fueron conscientes (porque lo vivan
en sus carnes de form a inm ediata) de la tram pa en la que haban cado:
cundi el descontento generalizado, el desprestigio sindical fue muy evidente
y el vaciamiento de sindicacin obrera fue fulminante. Las acciones de grupos
sectoriales obreros, al margen o en contra de los "mayoritarios. hicieron ver a
stos que las bridas del control se les iban de las m anos y no tuvieron ms
rem edio que asu m ir la h uelga gen eral del 14-D de 1988 y las huelgas
generales de los dos aos sig u ien tes, si b ien p ara e ste riliz a rla s en una
borrach era de p alabras p u ram ente encubridoras de su verdadero papel de
colaboracionismo pro-capitalista.
A partir de entonces, los mayoritarios tuvieron que venir balancendose
en la cuerda floja: si siguen suscribiendo la poltica de pactos, a lo que les insta
la Patronal y el Gobierno, term inan de perder la poca afiliacin sindical que les
queda, y ya su autoridad, ni siquiera de forma, va a mantenerse. Pero, si no la
suscriben, corren el riesgo de perder su reconocimiento patronal de "interlocutores
nicos" y, con ello, sus inilm illonarias prebendas que les permiten la holgada
subsistencia.material Se tienen, pues, que mover dentro de una doble coaccin.
Un ejemplo manifiesto de esa duplicidad transparece en la paridura de la
PSP, la Plataforma Sindical Prioritaria, con que CCOO y UGT quieren responder,
en 1989-90, a las consecuencias del 14-D y a las pretensiones guberno-patronales
de una regularizacin de la concertacin. Son los aos en los que empieza a
m anifestarse la presin liberalizadora y privatizadora de la nueva estrategia
capitalista, y, por eso, no es extrao que, con gobierno socialista, de los 20
puntos de que constaba la PSP, once tuvieran al E stado como interlocutor
referente exclusivo, y la casi to talid ad de los otros nueve re q u irie ra su
presencia como garante jurdico. E n esa poltica, m arcada por la letra de la
cancin-baile que lleva por ttulo la Yenca, (derecha, derecha, izquierda,
izquierda, un pasito adelante, un, dos, tres, un pasito p atrs), en esa poltica
de aparentar lo que no se es. vienen debatindose los mayoritarios y tragando
cinco reformas laborales a cual peor.
Y
en eso estamos ahora, diciembre 2001 y ya con Gobierno del Partido
Popular, donde Patronal y Gobierno siguen siendo conscientes de su fuerza y se
deciden a jug ar fuerte para deshacer la ambigedad: hay que ir al pacto social!
Que no lo queris porque os quedis con el culo al aire ante la clase obrera?
Pues desectorializo los convenios, los llevo al marco de la empresa, con lo que
vuestra condicin de "interlocutores nicos" queda seriamente comprometida.
Qu segus sin quererlo?, pues os lo impongo". Esta fue la falsa am enaza con
la boca chica, para propiciar el forcejeo y dar, con ello, lugar y valor a la
,4i
Publicado, originariam ente, como Redaccin en CN T n 274, pg. 10, diciembre, 2001.
Reflexiones |w a la Accin
aos 70, que emergi del dficit comercial y de balanza de pagos en USA, se
caracteriz, frente a la de 1929, por la elevacin de los precios, y el peso de
las m ultinacionales acentu, entonces, su carcter internacional. Por otro lado,
esta crisis dej ya de interpretarse como un grave desajuste pasajero, para
ser contem plada como la consecuencia del especfico proceso de acumulacin
del sistema capitalista de produccin.
El momento es, pues, de una gravedad suma, y concierne, en especial
m anera, a los pueblos en general y al proletariado en particular. Frente a la
situacin de los aos 70, el mundo est hoy. incomparablemente, ms globalizado.
Los efectos de la crisis, son, por lo tanto, de un carcter global tanto ms inten
sificado. Es la hora de la unin de los pueblos desde abajo, por la superacin
definitiva de un sistema econmico-social, que. a ms de mantenerse, por esen
cia, sobre la desigualdad y la injusticia, lleva al mundo, indefectiblemente, a la
catstrofe. Es la hora de la lucha revolucionaria a nivel global, es, pues, la hora
del internacionalismo proletario. Es la hora de la AIT.
Publicado, originariamente, como Breves de ltima I lora, enC N T n275, portada, febrero, 2002.
QU PASA EN LA MINERA?
(febrero, 2 0 0 2 )
El trabajador m inero ha sido, siem pre, uno de los azotes m s efecti
vos contra el C apital que siem pre se vio asaltado por el tem or a las reaccio
nes de este sector. E l sector m inero espaol, desde el hierro vizcano al
cobre onubense pasando por el carbn asturiano, dej escritas pginas glo
riosas en la historia del m ovim iento obrero ibrico. Las especiales condicio
nes del trabajo en este sector favorecieron, en general, en sus componentes una
disposicin para la lucha que dio siempre a sus confrontaciones con el Capital
un carcter aguerrido y firme, sin contemplaciones, que produjo en el campo
contrario un especial respeto y un patente y no disimulado temor, como se vio
plenamente justificado en la revolucin asturiana de 1934, donde, en trm inos
cuantitativos y cualitativos, el sector m inero fue el principal protagonista.
La debilitacin de este sector, en E spaa, no fue slo el resultado de
transform aciones econm icas con base en el desarrollo de la tecnologa de
explotacin, en el progresivo agotam iento de los yacim ientos o en la su sti
tucin de los m ism os por nuevos m ateriales. O stensiblem ente, se utilizaron
o se sobrevaloraron estos argum entos para llevar el agua al molino deseado
por el Capital, a saber, si no la desaparicin, s la extrem a reduccin forza
da de plantillas, apuntando a la anulacin de la im portancia de este sector
en el cam po de la lucha social, y recurriendo, con frecuencia, a tratam ien
tos, absolutam ente, incom parables con otros sectores del m undo del trabajo.
Para ello, la Patronal del sector no vacil, incluso, en sacrificar m om ent
neam ente intereses econm icos, dejando sin explotar yacim ientos perfecta
m ente explotables y rentables y hasta poniendo en entredicho una riqueza
nacional bsica. En los ltim os tiem pos y en esta tarca de licnciam iento
forzoso, privilegiado en razn de la fuerza del sector, pero progresivam ente
falso y vaco. E n tre todos la m ataron y ella sola se muri. Todo ello propor
ciona un retrato de la situacin de esperpntica farsa que representa la si
tuacin sociopoltica de la E spaa actual, tan fehaciente que a cualquier
conciencia avisada y sensible le produce arcadas, vm itos y nuseas.
E st, as, m eridianam ente claro hasta qu punto la clase obrera de
todas las E spaas est perentoriam ente necesitada de echar por la borda a
toda esa panda de explotadores, lacayos y vendidos de toda suerte. La espe
ran za est en hacer verdad el contenido de una de las pancartas de la m ani
festacin, Si esto no se arregla, Guerra, guerra, guerra!!, en lo que m u
chos de sus coreadores estaran, necesariam ente, concernidos como blanco.
Publicado, originariam ente, como Redaccin, e n C N T n276, pg. 12, febrero, 2002.
todos aquellos que acten coherente y sistemticamente por cam biar en forma
cualitativa el sistema econmico-social imperante bajo el Capitalismo. Ampa
rarse y escudarse en esa posibilidad de generalizacin, como cortina de humo,
es, justam ente, la forma apropiada que, para estos fines, busca el Capitalismo
actual hegemonizado por los Estados Unidos.
Por qu tal giro de tim n en este momento? Entre otras, hay dos pode
rosas razones, vigentes de modo inmediato: la una, el carcter ostensiblemente
creciente de los movimientos universales de protesta antiglobal y anticapitalista.
La otra, el actual y grave ciclo recesivo de la economa en los tres bloques
imperantes, que se manifiesta con varios meses de antelacin a los sucesos del
11-S, que ya era de sobra conocido por los analistas oficiales americanos, y en
el que era y es previsible que, por fuerza, los movimientos sociales irn in
crescendo, en medio de un paro, que se anuncia gigantesco. Contra tal ciclo
estn empleando mil hipcritas modos de enmascaramiento, de subidas de pre
cios igualmente significativas, de prdida progresiva y acelerada del poder ad
quisitivo de los obreros, de liquidacin o merma sustancial de las prestaciones
sociales etc. etc. No hablamos de una crisis cualquiera, de carcter local, nacio
nal, ni siquiera continental. Hablamos de una crisis mundial en toda regla, a
pesar de las dulcificaciones, los maquillajes y enmascaramientos de los medios
de comunicacin, habituados, cada vez ms, a las tcnicas de la guerra psicol
gica. El peligro del sistema es grande. Entienden, as pues, que se impone su
defensa militar, 110 contra factores externos, sino internos al mismo. Pero, natu
ralmente, sta es una operacin que, difcilmente, se justifica en trminos de
mocrticos, pues plantearlo de esta m anera supondra la confesin abierta de
que el sistema democrtico 110 se justifica a s mismo ni por s mismo como
garanta de satisfacciones ciudadanas, lo que le enajenara el beneplcito de los
bienpensantes y de las clases medias. Hay, pues, que disfrazar el proceso de
"cruzada contra factores crim inalm ente diablicos, externos al sistema mis
ino, porque, calificando de terrorismo a ese peligro, se pretende tambin preve
nir a la poblacin civil como una de sus vctimas potenciales, y con ello ganarse
su apoyo, en un clim a de histeria colectiva.
REPRESIN
(ab ril, 2002)
La obsesin del ejecutivo espaol se mantiene erre que erre, pero en cre
ciente. No se cesa de pedir el aumento de competencias para la Europol y, aprove
chando el semestre de gobierno europeo, se disponen todos los instrumentos para el
lanzamiento de la primera Unidad policial para el control de la disidencia, alum
brada y provista de los nuevos descubrimientos tecnolgicos de control. De este
origen es. igualmente, el Centro de Alerta e Investigacin Tecnolgica, calificado
de "figura preventiva del cibercrimen, lo que significa el control estricto de Internet
y la telefona mvil, con lo que piensan dar cobertura legal a la invasin ms desca
rada en el campo de lo ntimo y privado. Este rastreo sistemtico por la polica y la
guardia civil de 8 servidores alternativos de la Red, fue anunciado por Colpisa y no
desmentido por nadie. Por lo dems, el estado de sitio de Barcelona, en la Cum
bre europea del 14-16 del actual marzo, y la juventud perseguida y apaleada en ella
son una imagen muy clara de la situacin.
Son claros, muy claros, los avances hacia la democracia totalitaria.
SABA USTED...?
Que las m ultinacionales acaparan el 80 % del comercio mundial y que el
comercio entre compaas alcanza ya el 30% de la cifra global?
Que, en los pases pobres, el uso de Internet slo alcanza al 0,2% de la
poblacin, m ientras que, en los pases ricos llega hasta el 93%?
Que, entre 1980 y 1993, las 500 Corporaciones ms grandes del mundo
suprimieron 4,4 millones de empleos, a la vez que multiplicaban sus ventas por 1,4,
sus activos por 2,3 y los sueldos de los altos ejecutivos por 6,1?
producen entre los diversos grupos capitalistas. De entrada ya, hay que partir
del convencimiento de que, tomando como base la legislacin antitrust histri
ca, es difcilmente pensable un crtel universal que dirigiera la totalidad de la
produccin mundial, y, aunque pudiera serlo, su funcionamiento distara de ser
un funcionamiento uniforme, estable y armnico, sin antagonismos dialcticos
internos y sin sucesiones alternativas ofertantes de proyectos nuevos y hasta
contradictorios con los anteriores, donde el concepto de beneficio privado no
dejara nunca de estar presente.
Sin ir siquiera a la distancia de un cuarto del presente siglo, cmo es la
situacin actual a este respecto? Dejemos a un lado el intocable consenso de la
TRIADA de bloques en lo que respecta a la cerrada actitud anti subversin del
Sistema. E n cambio, en cuanto a la individualidad de los intereses de cada
bloque y sus recelos acerca de los movimientos de sus compaeros de TRIADA,
no parece que pueda caber duda alguna. Un ejemplo claro lo tenemos en lo que
tiene de tajante la actitud europea de rechazar la oferta am ericana de disfrute de
su sistema de control espacial, y el acuerdo de llevar a trm ino el proyecto
Galileo, su propio sistema de control, en esa rea, de naves y satlites, sobre
todo, teniendo en cuenta la decisiva importancia que este rea va a tener en un
futuro muy inmediato. Otro ejemplo claro lo ofrece el campo de la competencia
econmica, donde, actualm ente y por encim a de su aceptacin comn de la
Organizacin M undial del Comercio (OMC), vemos enzarzados a los USA con
la UE a propsito de cuestiones proteccionistas y arancelarias (acero, textil,
ctricos...). Sin duda, tanto los unos como los otros aceptan, unnimes, las di
rectrices econmicas de John W illiamson para el desarrollo, a saber, subordina
cin del papel del Estado al del mercado, liberalizacin de los tipos de cambio,
de inters y de inversiones extranjeras directas, disciplina fiscal, mxima parti
cipacin posible en intercambios internacionales y en la promocin del comer
cio exterior; privatizacin de las empresas pblicas; consideracin del progreso
no como prioridad, sino como un resultado del crecimiento econmico; garanta
absoluta de los derechos de propiedad privada, y afirmacin de que slo existe un
modelo racional de desarrollo. Y tambin estn de acuerdo en que se precisa, junto
a la coalicin internacional contra el terrorismo, una coalicin internacional contra
la pobreza, y en que, como dijo Bush en Monterrey, "la prosperidad de los pases
pobres podra desalentar al extremismo y contribuir a reducir la desesperanza que
alimenta el terrorismo en el mundo. Cada uno a su manera y de palabra. Los
hechos son que, en la ltima dcada se ha disminuido en un 20% la ayuda al
Tercer M undo, y hace ya 30 aos que esos pases se vienen proponiendo reducir
la pobreza del mundo a la mitad, por medio de darles cabida en la corriente
general de mercantilizacin. Ahora, por ellos que no quede, se lo proponen una
vez ms, en el papel mojado de la ltim a cumbre m ilenaria de Monterrey.
que ningn tribunal europeo aceptar ningn recurso contra ella, contra la
veneranda Ley. Las formas en que el juez Garzn entenda perseguir a las ju
ventudes vascas y otros estamentos en torno a ETA tropezaban con ciertas
dificultades en la Audiencia Nacional, y ello obligaba a ciertas cosas feas por lo
manifiestas, por ejemplo, a dar una patada en el culo, pero hacia arriba, a su
presidente, a tener que eliminar, descaradamente, a tres jueces de prestigio etc.,
etc.... Feo, feo.
Haba que buscar la manera de no pasar por ah, la manera de condenar
a alguien no por lo que haga, sino por lo que no haga, no por la palabra, no por
el hecho, sino por lo que guardas escondido en ese tu maldito y recndito cora
zn. El imperativo legal tiene derecho a forzar tu conciencia para que digas la
palabra, venga, dila! vae non dicturi ! Ay de los que no la digan! Habeas
corpus? No, para nada. Sabias deducciones de la gente guapa, como Rajoy, eso
es lo que vale! Estrategas decididos, de aliento militar, que saben anticiparse al
delito, eso es lo fetn! Regreso del Santo O ficio y del sacro espritu de
Torquemada, eso es lo propio! Ay, aquellos tiempos!, tiempos en los que, para
ganar una oposicin a ctedra de filosofa, haba que partir de la solemne decla
racin hago profesin de fe escolstica ; tiempos en los que, si ibas por la calle
y empezaba a sonar el chero, tachero del himno nacional, a la hora del parte,
debas pararte y extender el brazo a la romana, hasta que la musiquilla term ina
ra . Esos eran tiempos! Lo dems son garambainas. Porque, oiga, "una cosa es
ser demcrata y otra ser tonto, que dijo, a propsito y en defensa de la citada
ley en ciernes, un procer letrado que era m inistro de trabajo cuando el incendio
del Scala de Barcelona, aquel hecho probado de terrorismo de Estado, perpetra
do por razones de persecucin laboral.
Publicado, originariam ente, como editorial de Redaccin, en C N T n 279, pg.3, mayo, 2002.
Publicado, originariamente, como ltim a Hora, en CNT, n 280, portada, junio, 2002.
AZNAR, EL BLINDADOR,
O LA REVANCHA DE AQUEL FRANCISCO
(junio, 2 0 0 2 )
Hubo un tiempo en que, por obligacin poltica y moral, Europa y el
mundo democrtico retiraron sus embajadores de la fascista Espaa de Franco.
Ms tarde, y por razones de la guerra fra, retornaron aquellos a los lares hisp
nicos, e, incluso, algunos, como los de USA, extendieron o condicionaron, en
1953, esa necesidad de regreso a la necesidad de un pacto armado, en una deci
sin unilateral que, en su misma esencia, se mostraba como la sucednea de
otra, imposible por razones de decencia poltica y moral, que comportara un
pacto con la OTAN ya fundada desde 1949.
E n el caso americano, se trataba de un acto corriente en su poltica exte
rior, habituada de continuo a entronizar o tratar con dictadores bananeros de
mayor o m enor entidad, pero, una decisin de tal ndole, en aquellos momentos
y circunstancias, habra resultado inaceptable para la ciudadana de los gobier
nos europeos. A aquel pacto siguieron las ayudas del bienvenido mister M arshall,
las visitas de Eisenhower y Kiesinger y todo lo dems que se fue concretando en
un proceso sucesivo, tendente a la adaptacin formal del rgimen a las aparien
cias democrticas, tal como se revel ya en 1957, poca del inicio de la ascen
sin de la influencia poltica del OPUS, de la que fue, entonces, prim er caballo
de batalla el economista Alberto Ullastres. Era el comienzo de un camino de
ida, donde, en esa carrera de formalizaciones, los patrones a seguir eran las
tradicionales y formales frm ulas democrticas europeas.
El camino de las adaptaciones formales fue arduo y lento, siendo, entre
ellas, un paso decisivo aquel en el que el dictador, condicionando que las garan
tas sucesorias hubieran de pasar por la lealtad a los principios del Movimiento
Nacional y al espritu del 18 de julio, sentenci que el futuro poltico de Espaa
sera el de un reino, declarando que no se trataba de una restauracin de la
monarqua, sino de su instauracin, por lo que Franco dijo lamentar, por escri
to, ante el Conde de Barcelona, autntico sucesor legal de la corona y padre del
sucesor nombrado, la desilusin que pueda causaros .
En su testamento, el dictador, que siempre estuvo convencido de dejarlo todo
atado y bien atado, recuerda al verdadero sujeto de las decisiones polticas, sus
compaeros de armas, el ejrcito, que su compromiso, el de ellos, de lealtad con
la corona se concretaba, exclusivamente, a la persona de Juan Carlos, sin aceptar
otros pactos o condiciones .
Del carcter puram ente formal del paso "transitivo, que luego recibir
el nombre de transicionista, hablan claro las propias palabras de Juan Carlos
a las Cortes recin instauradas el 15 de junio de 1977: Las diferencias ideol
gicas aqu presentes (las de los partidos) no son otra cosa que distintos modos
de entender la paz, la justicia, la libertad y la realidad histrica de Espaa. Y
qued claro que aquella reforma, iniciada desde las leyes fundamentales del
franquismo, haba de tener un escrupuloso respeto a los principios de legalidad
que la haban inspirado, asumiendo los nuevos compromisos, sin renegar del
pasado franquista (de la ley a la ley), como reconoce Fernando lvarez de
M iranda y Torres, ex-consejero de Don Juan, en EL PAIS de 15-05-02, el cual,
asimismo, recuerda que el paso se hizo sin la produccin de un referendum
popular acerca de la forma de gobierno y rgimen.
Una vez afianzado el rgimen transitivo, o sea, de la transicin, y
recado el poder del lado de los anteriores fautores polticos instalados en la
situacin de pre-transicin, aquel camino de ida, donde el horizonte de la
marcha exhiba los modelos forneos del democratismo formal, parece conver
tirse, o, de hecho, se ha convertido, ahora, en un camino de vuelta de im pron
ta hispnica, en el que los patrones ejemplarizantes a alcanzar, los suscitadores
de las fuerzas de impulsin poltica, estn atravesados de la ms agresiva con
tumacia castrense, centralista y territorialm ente totalitaria, de la ms absoluta
intransigencia poltica y del ms fro espritu inquisitorial redivivo en los pro
cedimientos de persecucin. Se dira que cierta, o mucha, razn tena, en aque
llo de lo atado y bien atado, el pequeo de El Pardo, que asombraba a
Snchez M azas con su retranca ( joder con el gallego!), cuando sus congne
res azules le enviaron para sondearle; y lo decimos porque esta nueva hispni
ca cruzada, como rplica a la prim era vuelta de democratizar el franquismo, se
constituye, ahora, en ni ms ni menos que en un movimiento hacia afuera de
franquistizacin del corral democrtico forneo.
Uno se hace cruces por el hecho, pero es as. Podra decirse que Dios los
cra y ellos se juntan, pero no cabe duda de que B lair o Busch son puros dbiles
mentales ante la contumaz insistencia aznarina. Y sigue uno boquiabierto, pero
ah lo tienen ustedes: presidente universal de la democracia cristiana! ( !!!),
a *
y echndoles la mano por encima del hombro a todos los pardillos polticos que
merodean por las cumbres.
M ezclando churras con merinas, sometiendo a tortura las palabras y
homologando discursos inhomologables, fuerza Aznar una forma de blindaje
an tite rro rista que hom ogeiniza, por la cara, a A lqaeda y a la actividad
expansionista del fundamcntalisino islmico con. verbi gratia, el irredentismo
corso o con cualquier movimiento de liberacin nacional, todo ello, natural
mente, a beneficio de inventario, es decir, a favor de determinados fueros hisp
nicos, de tal trgica forma que no se pueda dar lugar a una discusin o plantea
miento histricam ente objetivo de la nocin Espaa, pueblos hispnicos y
de las relaciones racionales entre los mismos. El blindaje rebas ya el campo poli
cial-represivo (los represores, torturadores y asesinos policiales al servicio de Fran
co, verbi gratia, Melitn Prez, eran personas muy decentes), para extenderse al
terreno judicial, de forma que sentencias judiciales con base en cuerpos legisla
tivos arcaicos o retrgrados, dictatoriales y opresores, puedan tener fuerza de
obligatoriedad y coaccin y, en consecuencia, fuerza de forzar la conciencia de
jueces educados en otra m entalidad y con diferente tradicin jurdica.
Ahora y siempre barriendo para casa, se quiere forzar el blindaje en el
terreno de la inmigracin. Y aqu, una vez ms, el campeador Aznar ofrece su
espada para llevar a trmino el cierre radical de la fortaleza europea. Se sigue
tratando, en esto, de expandir por el mbito europeo la excluyente y radical
xenofobia de raigam bre franquista, heredada, a su vez, de los nclitos Reyes
Catlicos, maestros consumados en el arte de expulsar a moros, moriscos, ju
dos y lo que se terciara: Hay que asegurar las fronteras de la fortaleza a toda
costa! Y, para ello, hay que aum entar la eficacia de los controles y combatir, sin
tregua, la entrada de ilegales con expulsiones sistemticas y constantes. La cosa
no es difcil: se trata slo de m anejar convenientemente el puente levadizo del
castillo europeo y de arrojar a las aguas circundantes unos cuantos miles de
caimanes que ya darn buena cuenta de los que osen atravesarlas. Y, para que
no falte nada, el procer recomienda que se penalice a los pases que no colabo
ren en la antiinm igracin (otra vez castigar no lo que se hace, sino lo que no se
hace). Alguien est pensando en los amigos marroques de Aznar?
Otra de las perlas de este franquiano intento, a punto ya de ser exporta
da, dado el bajo nivel cerebral de la actual Europa, es la Ley de legalizacin de
Partidos y organizaciones no bienquistas del Pensamiento nico, pero la guin
da del pastel es la que supone la preparacin de su acceso al vrtice (el trm i
no es aznarino) del poder poltico de la Unin Europea. Como el Continente
nunca estuvo muy a bien con el altanero im perialism o britnico ni con el
tenebrismo caverncola hispnico, se impone, claro, empezar por decir (y as lo
dijo A znar en su discurso de Oxford) que la idea europea no va contra ningn
Publicado, originariam ente, como editorial de Redaccin, en C N T n 280, pg. 3, junio, 2002.
estrategia , ataque y defensa ..., todo ello con su carga de implicacin pasio
nal en la cosa. Y tambin se hacen cargo de cmo los hombres de negocios
rentabilizan tal deporte, atravesndolo con toda su terminologa y mecanismos,
para concluir que se trata de un fenmeno econmico-poltico, por el que a un
jefe le es polticam ente rentable revestirse ocasionalmente de la imagen de hin
cha . La cosa, sin embargo, se detiene para ellos ah. dejando al sistema al
margen de culpabilidad de que las cosas sean como son. En el hecho de que el
ftbol, como deporte, se encuentre hoy en un proceso degenerativo, que, a las
veces, raya en lo monstruoso, en ese hecho patente y manifiesto no quieren
entrar, no les conviene entrar, por no exhibir al Sistema como verdadero culpa
ble. Y, sin embargo, esa es la realidad. El Sistema, en sus diferentes aspectos
econmico-financieros, mediticos, polticos, no es un tertius gaudens, un ter
cero en discordia que se aprovecha de una situacin dada que est ah, no, el
Sistema es el promotor consciente de la situacin degenerativa de ese deporterey y responsable de la misma en todos sus trminos. El ftbol, hoy, es un ejem
plo extremo de las necesidades de la sociedad del espectculo que caracteriza
al sistema dominante: necesidad de promover la pasivizacin social de la ciu
dadana por la va del espectculo-narctico, y, como siempre hay un excedente
de actividad de difcil control hasta para la ciencia aplicada, entonces, hay ne
cesidad tam bin de disponer los instrumentos que procuren enormes, gigantes
cos descargadores de adrenalina concentrada en masas humanas, igualmente
gigantescas en su volumen.
Ese es el entram ado y el significado del ftbol en el mundo actual. De
algn modo, siempre en algn aspecto determinado, la historia se repite: en la
vieja Roma se cultivaba el deporte y el espectculo, pero slo con la decadencia
y muerte de su Repblica se le impuso al poder personal e imperial la necesidad
de narcotizar al pueblo regalndole panem et circenses, PAN Y CIRCO.
primera extra. Pero prou, que lo dinerario es harina de otro costal. Si los argen
tinos hubieran aceptado las condiciones del Fondo, ya hace tiempo que estaran
en posesin del ansiado prstamo que necesitan. El problema de A rgentina,
como otros tantsim os de este orden a nivel planetario, es un problem a de
globalizacin capitalista, planteado com o negacin estructural de cualquier
otra alternativa. E n eso estn, en la disposicin y preparacin de estructuras
que perm itan al ALCA, la A sociacin de Libre Com ercio de A m rica, gestada
en USA, m archar sobre ruedas. Prim ero, le toc a M jico, firm ante inicial
del Tratado. E ran los tiem pos de la m xim a, ya m anifiesta corrupcin del
PRI, el P artido R evolucionario Institucional, cuando el inefablem ente cana
lla Salinas de G ortari firm aba privatizaciones de em presas las veinticuatro
horas del da, a razn de veinte minutos por privatizacin. Tanto el continuador
priista de Salinas como el actual Fox, del partido moderado, slo hicieron co
rroborar lo que no es un secreto para nadie, que de Ro Grande para abajo todo
es patio trasero del Imperio.
Ahora, tras la vietnam izacin m ontada en el Plan Colombia, y los
episodios en torno a la chorradita populista del milico Chvez, le llega el turno
al Per de Toledo. Qu cabeza en su sano juicio poda pensar que los males de
esa gran nacin se resuman en el chinito Fujimori o en el gngster Montesinos?
Los nombres son slo eso, nombres, y pasan dejando 1111 rastro de crmenes,
endosados a sus personas porque son sus instrumentos, pero cuyo agente real es
el Sistema mismo. Y a un instrum ento le sucede otro instrumento que parece
hacer lo contrario del anterior, cuando, en realidad, hace lo mismo, no puede
dejar de hacer lo mismo, porque lo que manda es la estructura, que excede a
todo individuo. El proceso de globalizacin capitalista pasa, inexcusablemente,
por la privatizacin de las empresas. Tal sistem a de globalizacin no puede
correr el albur de que, por razones eventuales de contradiccin poltica,
unos sectores del capital puedan, en un m om ento dado, no responder a los
im perativos m arcados por el Sistem a globalizado. Y la concentracin de
capital globalizado, ya hoy en da, est en condiciones de asfixiar a cual
quier otra zona, privatizada o no, que se resista al proyecto trazado. As que
el gobierno de todas las sangres del pupilo estadounidense, que es A lejan
dro Toledo, tiene que pasar por ah. Y ah fue donde se encontr con la activa
voluntad del pueblo de Arequipa dispuesto, a toda costa, a no secundar los pla
nes del F ondo M o n etario In te rn a c io n a l, del B anco M undial y de la O r
g an iz ac i n M undial del Comercio. Y pas lo que no poda por menos de pasar
y de seguir pasando: la represin crim inal y sangrienta por parte del Estado,
finalizada con una fantasmagora de dimisiones pro forma y de hipcritas de
claraciones polticas, concretadas en el A cta de Arequipa y destinada a echar
arena a los ojos de los bienpensantes.
Y
esta misma actitud de resistencia es la que se manifiesta en forma
creciente, tanto en amplitud como en intensidad, en la Argentina. Los sucesos
del 26 de junio en Buenos Aires, los enfrentam ientos sin cuartel del puente
Pueyrredn y la marcha y concentracin de Plaza de Mayo al da siguiente, as
como los simultneos enfrentam ientos en Tucumn, Salta, Crdoba y Chubut.
son una buena prueba de esa decisin popular de no dejarse someter. Las formas
de autoorganizacin que van apareciendo en la lucha ciudadana y obrera son
otras tantas pruebas de la capacidad creativa para superar todo Estado y toda
forma de gobierno.
La hora de Latinoam rica parece redescubrir los momentos gloriosos de
los afios veinte y treinta, cuando, bajo una orientacin anarcosindicalista de
lucha obrera y social, los pueblos latinoam ericanos se enfrentaban a las patro
nales y a los gobiernos con un program a claro para los individuos y para la
comunidad. Posteriormente, el virus poltico encenag aquellas hermosas y po
sibles perspectivas. La ideologa marxista, la demagogia comunista, atada, fa
talm ente, a las necesidades im perialistas de la poltica exterior sovitica, el
reformismo socialdemcrata y el engao, urdido por los milicos populistas y
por quienes, desde el pueblo, les prestaron credibilidad, culminado por las dic
taduras de orientacin nortea, hicieron el resto de los estragos.
Hoy, hay que dejar toda esa basura en el sumidero de la historia, c inclu
so tener la mxima prevencin con los que, bajo el tctico disfraz, de frente
social antiestado, esconden la alternativa poltica inclusa en sus prcticas
electoralistas.
Salud, hermanos de Latinoamrica, y ojo avizor con todos los trapaceros
del embeleco poltico!
Publicado, originariam ente, como editorial de Redaccin, en C N T n 281, pgs. 3-4, julioagosto, 2002.
bio de 400.000 pesetas para cada uno, que no se han cobrado, y quin sabe si se
cobrarn alguna vez.
El Sr. Estvez es un buitre que ha venido para llevrselo todo calentito:
nunca pens en cum plir sus promesas de reabrir las minas, ni de completar los
subsidios de los trabajadores hasta el 90 %, y solo espera a que llegue octubre,
cuando ya no haya vuelta atrs de la cesin de las acciones, para hacer el gran
negocio: vender a buen precio lo que adquiri a precio de saldo, para que las
m inas se conviertan en un gran inacro-vertedero de seguridad, donde se guar
den todas las basuras peligrosas de la Unin Europea, entre las ruinas de un
esplendoroso pasado minero.
Pero los gallos del corralito no por ello han desaparecido: sindicalistas
vende-obreros y politiquillos pueblerinos de tercera fila, nos quieren llevar al
PER, ahora precisamente!, o a vivir de la limosna de cualesquiera fondos p
blicos para la reindustrializacin y diversificacin de la zona, fondos que ellos
gestionarn, claro!, m ientras imponen la ley mafiosa del silencio, la ley de la
sumisin al cacique.
Y los polticos de altas instancias autonmicas y centrales m iran, cmo
no, para otro lado, y sonren al ver cmo esos gallos les hacen el trabajo sucio de
despoblar y arruinar toda una comarca, de desm antelar lo que quedaba de la
m inera andaluza, sin pagar el coste siquiera que se pag o se est pagando en
otros lugares, como con la m inera energtica del carbn en el norte, y sin
perder ni un solo voto, que a la postre es lo nico que les interesa.
Y en toda esta historia qu papel nos ha tocado a los trabajadores de las
m inas y de toda la comarca? El de las gallinas. Y bien que hemos cacareado
cuando haba que cacarear, y bien que escondimos la cabeza bajo el ala cuando
los gallos del corral as lo dispusieron. Triste papel el nuestro, que, de no poner
le remedio, nos llevar a alim entar el caldo de la emigracin, la desesperanza,
el desempleo sin futuro, la miseria y el olvido.
Lo que han ledo hasta aqu no es una fbula, desgraciadamente, sino la
historia viva y reciente de la Comarca de las M inas de la Cuenca del Ro Tinto,
que camina haca su ruina total, contada por vivientes de la misma.
ESTADO DE DERECHO
(septiembre, 2002)
Nos contaron, hasta la saciedad, que lo que legitimaba a un Estado de
derecho era la independencia de los poderes que lo com ponan (legislativo,
ejecutivo, judicial, ...), incluso se nos aseguraba la independencia del cuarto
poder (medios de comunicacin) y que vivamos en el mejor mundo de los posi
bles, el menos injusto, ya que un poder controlara al otro para que ninguno de
ellos se excediera en el mbito de sus influyentes competencias.
Al parecer no es as. La democracia invoca la razn de Estado, suspen
de la independencia de dichos poderes e incluso los coordina elaborando una
operacin legislativo-ejecutivo-judicial-meditica para la eliminacin de las
asociaciones inconvenientes al Sistema. La concepcin garantista del Estado
de derecho se ha quebrado. No ha lugar reclam ar la actuacin independiente de
cualquiera de los poderes, de hecho se han convertido en uno, enorme y dictato
rial.
ESPAA, ESPAA
(septiembre, 2002)
La relacin ancilar de la Prensa con la poltica reinante, a fuerza de
servirle de vehculo de justificaciones, incurre, con demasiada frecuencia, en
desatinos manifiestos. El aqu com entado se refiere a la utilizacin de la
procer figura de M iguel de U nam uno, para echar su cuarto a espadas en
favor de la patriotera fantasm ada gubernam ental en la cuestin de la isla
Perejil. Pobre Don Miguel!
De tantas enseanzas como se pueden sacar de l (por ejemplo, aquel
venceris, pero no convenceris!, dicho en Salamanca en 1936, ante Franco,
y contestado por el general Milln Astray con su muera la inteligencia!), fueron
los medios a caer en un aicvlo-divertimento del gran vasco, para relacionar al
citado islote con el nombre Hispania/Espaa, y quitarle, as, hierro colonial a la
costosa, arriesgada y aparatosa operacin militar de Aznar para desalojar de unos
pocos metros cuadrados isleos a seis personas (seis) y una bandera.
En el artculo citado, un im aginativo escritor francs cita, de paso, a
propsito de los viajes de Ulises y sin ningn fundam ento real, la isla de
Perejil, a la que dice llam arse H ispania y haber dado nom bre luego, por
extensin, a toda nuestra pennsula. Ya est, dicen los medios. Aqu lo tene
mos. Perejil es espaol, y la accin marroqu (seis hombres bajo una lona) es
una invasin de Espaa.
Los griegos llamaban a nuestra penisula Keltik, como parte de todas las
tierras colindantes con el ocano exterior, ms tarde, tambin llamaron Iberia
(autor. Piteas, ao 300 a.C.) al territorio al sur de los Pirineos. El nombre Hispania
acaba imponindose por ser el adoptado por los romanos que inician la con
quista de la Pennsula, en el ao 205 a.C. El origen del nombre es, por lo de
ms, incierto, atribuyndole algunos un timo semita, i-sefann-in, que pudiera
no carecer de verosim ilitud , dado que, desde el ao 1.100 a.C., en que los
fenicios fundan Gades (Cdiz), la poblacin de la hoy Andaluca y el norte de
frica contiguo se semitiz rpidamente: hablaban una lengua semita y escri
bieron en fenicio hasta la poca imperial romana. Es evidente que el vocablo
Espaa" fue, con el tiempo, la forma oral latino-vulgar de lo que los cultos
escriban como Hispania . Pero pretender que ese trm ino contuviera el senti
do de lo que muchsimos siglos ms tarde se tuvo y se sinti como Espaa es
puro dislate. Un dislate que comienza ya con Alfonso X, cuando, refirindose a
Quintiliano, deca: era espannol e om ne muy sabio , m anifestacin que es
justam ente criticada por A m rico C astro en su libro Sobre el nombre y el
quin de los espaoles (Taurus-Sarpe. Madrid, 1985). Para Amrico Castro,
es una "irona...que se pretenda espaolizar arbitraria y retrospectivamente, a
un escritor de la Hispania romana, que nada en comn tena con los espaoles
de ms tarde, fuera del espacio geogrfico de su nacimiento. As se inici el
desatino de llam ar ' espaol a cuanto ser anim ado o inanim ado haba existi
do sobre el suelo inconsciente e impasible de la Pennsula Ibrica(pg. 30).
Trampa sta en la que no cae nuestro Don M iguel, quien, siguindole el juego
al francs, aprovecha el final de su artculo para arremeter, con toda su irona,
contra el patrioterismo hispnico, espnico o espaol, con estas palabras: bien
podem os llam ar a nuestra Isla la del E scondrijo, a nuestra em perejilada
Ispania, nuestra gran Calipso, la pennsula del Perejil (no sabemos si este
ltimo trm ino va en mayscula o en minscula en el texto original).
D urante m uchos siglos despus de la invasin rabe en el ao 711,
Hispania, era la Hispania mora, la Hispania de los rabes, hecho en el que hace
hincapi Amrico Castro para clarificar los conceptos: los habitantes de los
reinos cristianos, antes de fines del siglo X III, se llam aban gallegos, nava
rros, castellanos, aragoneses, etc. El adjetivo espaol no aparece hasta fina
les del siglo XIII. El nombre comn de los habitantes de los reinos cristianos
era slo el de cristianos
Hay, en la cuestin, dos aspectos, desde luego ntim am ente relacionados
entre s, de los que no conviene enm ascarar su significado. El primero afecta a
la Prensa y pone de m anifiesto, una vez ms, la tendencia de la m ism a al
anccdotismo, como claro signo del abismo de banalizacin profunda en el que
ha cado, aunque la banalizacin anecdtica no sea, verdaderamente, inocente,
por ser slo el ropaje externo de que se provee, pues, en el fondo, de lo que se
trata es de utilizar la ancdota (la ancdocta, como decamos, en determinados
crculos estudiantes y anejos, en la Salam anca de los aos 40 y 50) como instru
mento de inoculacin ideolgica, al servicio de los imperativos del Sistema en
su conjunto. El segundo aspecto es ms grave y se refiere al hecho poltico en s
mismo, a la "hazaa thatcheriana de Aznar, reproduciendo la " toma de las
Reflexiones p q lq Accin
Publicado, originariam ente, como editorial de Redaccin, en C N T n 282, pgs. 34,septiembre, 2002.
rarezas del relato acusador son evidentes, y sin tener ms testigos e indicios que
la propia polica (qu clase de polica?).
En los tiempos de Franco, los jueces firmaban en blanco a la polica,
para su uso discrecional, rdenes de arresto y registros domiciliarios, por no
hablar de los juicios y de sus contenidos. Hoy, hay jueces, bastantes, con verda
dero espritu de justicia, en el sentido estrictam ente jurdico del derecho objeti
vo, pero, por un lado, la tendencia del rgimen a devenir una forma de categora
de Estado policiaco, y, por otro lado, la politizacin derechizante de gran (la
mayor?) parte de la judicatura est haciendo estragos en este campo. El juez
Garzn, con sus ms que dudosos mtodos jurdicos, est haciendo escuela.
Veremos a ver a dnde va a parar todo esto. De momento, el acontecimiento
comentado parece un trasplante vasco-cataln y, con la excusa de ser una medi
da de prevencin contra alguna forma de kale borroka, en realidad, lo que se
est haciendo es estrangular a toda aquella juventud que no se someta a los
dictados del PP, del gobierno y del Sistema.
U n paso ms y la Ley de Partidos se hace presente. Se propondr (o
ejecutar) que una organizacin, la que sea, hoy una y m aana otra, pague
los daos de las acciones juveniles, a fin de p riv ar a la organizacin de
turno de los m edios para existir y actuar. Un segundo paso ms y la organiza
cin de m arras ser excluida como tal del Registro de Asociaciones. As es, al
parecer, la democracia. Es esto lo que, al parecer, lleva a la paz, a cuyo Nobel
(vlganos el cielo!) dice aspirar Garzn?
pre habr de estar condicionada por la bsqueda perm anente de lugares donde
las exigencias salariales y de derechos sociales sean mnimas. Para este tipo de
estrategia productiva, las multinacionales se sirven de pequeas empresas auxi
liares, tericamente independientes, pero en todo dependientes de las exigen
cias de sus contratantes, que suelen tener con ellas el mismo tipo negativo de
miramientos que con los obreros de las empresas absorbidas, lo que tiene, como
resultado, la desaparicin continua de las mismas. Por ejemplo, aqu, el tejido em
presarial espaol est formado mayoritariamente por pequeas y medianas empre
sas, de las cuales el 70% son empresas familiares. Ahora bien, a su vez, la vida
del 70% de ese nmero de empresas no va ms all de la prim era generacin
familiar, un 30%, sobrevive a esa prim era generacin y slo un 15% sobrevive
a la segunda generacin. El resultado de todo el conjunto del proceso producti
vo es la creacin de una situacin de inestabilidad y movilidad permanente,
que, en el nivel psicolgico, se concreta, para el trabajador, en un estar a la conti
nua disposicin de los inestables avatares del sistema productivo, lo que conlleva,
para el obrero, la apriorstica aceptacin interna de toda renuncia a cualquier clase
de proyecto personal. La familia, al no poder ser ya un entorno de vida mediana
mente seguro y estable, tampoco ser muy deseable; los amigos, por ser slo
cultivados en la distancia y slo de tarde en tarde, dejarn de ser el otro-yo
que fueron; las organizaciones obreras, al restrseles las vinculaciones persona
les por razones de tiempo y movilidad, se harn cada vez ms abstractas y, por
ello, ms proclives a la burocratizacin, con lo que, naturalmente, tendrn me
nos alicientes de atraccin... etc... etc... Resultado: con el ahondarse del senti
miento de desarraigo, la vida adquirir, crecientemente, el carcter de un instant
neo pasar puramente biolgico. La desintegracin social del hombre est a dos
pasos. La imagen del paria ya no ser la del proletario romano huido del campo a la
ciudad por estricta obligacin fsica, la imagen ser ahora la del judo errante, la
del hombre sin tierra donde sentirse alguien... ste es el ya presente pero sobre
todo el futuro que los grandes del dominio nos han diseado para los hombres
de a pie, para los entes de la sumisin. Esto es lo que los prohombres de Europa
trazaron en la Cumbre de Barcelona y lo que el ejrcito de leguleyos de Aznar
ha plasmado en las ltimas reformas laborales culminadas en el decretazo .
A esto lo vienen llamando mejoramiento del mercado de trabajo, y ello
empieza por la anulacin de los salarios de tramitacin a que vena teniendo
derecho el trabajador improcedentemente despedido, en tanto se sustanciaba
judicialm ente su caso. El resultado de la aplicacin de esas reformas es el abarata
miento del despido, camino del ideal empresarial del despido libre, la multiplica
cin de la precarizacin y del paro, y, algo que debe ser tenido muy en cuenta a la
hora de juzgar a los actuales gobernantes, la conversin de un derecho consolidado
y objetivo, en un acto discrecional de consideracin de las circunstancias, en un
favor" que el poltico o funcionario de turno hace al trabajador y por el que ste
le debe estar obligadamente "agradecido, y, eventualmente, obligado" tambin a
devolverle el tal favor en forma de voto. Y, junto con todo ello y si la conciencia
trabajadora no pone sobre los tajos, plazas, calles y campos su inquebrantable y
activa decisin de no consentirlo, esa puesta en aplicacin del decreto, el decretazo,
supondr, por parte del gobierno, la definicin formal del trabajador como cosa,
como mera mercanca de traer y llevar, de usar y tirar, supondr, de hecho, la
conversin del obrero en el clinex de todas las babas del Capitalismo.
E n esta ptica desenfrenada de la obtencin del mayor beneficio a costa de
lo que fuere, de la que el Capitalismo hace bandera de justificacin, todo les ha de
ser permitido a los empresarios, y, as, los legisladores del Sistema emiten frrago
sobre frrago a fin de promover esa finalidad flexibilizadora que le permita, le
galmente, al empresario deshacerse, en cualquier momento, de los trabajadores
que le convenga. Este es el caso del despido objetivo, al que los leguleyos reco
miendan que los empresarios se acojan, para evitar el despido sin causa, ya que, por
ste, deberan abonar al despedido, como indemnizacin, 45 das por ao trabajado,
mientras que por el primero slo estn obligados a pagar 20 das por ao. Y, a este
efecto, recomiendan a los patronos, que, cuando recurran al despido objetivo, no
aduzcan causas econmicas, lo que requerira justificacin de una "situacin eco
nmica negativa, muy difcilmente comprobable, y s lo hagan, aduciendo razones
tcnicas, organizativas y de produccin, que permiten un mejor amaamiento de
las razones, construcciones de planes fantasma, sin ninguna clase de prueba a
priori, en suma, un mayor enmascaramiento de las reales intenciones de la empre
sa, que son las de dar por amortizados puestos de trabajo a precio de ganga. A
facilitar ese cometido, se dedican no slo los leguleyos mencionados, sino tambin
los periodistas-analistas pertinentes, y, cmo no, las pginas de la prensa corriente
en sus suplementos econmicos especializados. El Sistema es uno, unsimo, a la
hora de defender sus cimientos y lneas generales.
Cuando A znar o Rato hablan de pleno empleo, lo que tienen en mente es
un tropel de multitudes recorriendo caminos para trabajar, hoy, en Vitigudino,
maana, en Riosa, pasado en el Valle de Lecrn, al otro, en Marbella o en cija,
y que, hoy, hacen de carpinteros, m aana, de lavaplatos, pasado de camareros,
y, al otro, de limpiadores de vas de tren o de palanganeros en casas de vicio...
Estamos, los trabajadores, ante un ordago capitalista a la grande, a la
chica y a lo que sea. Estamos en una grave tesitura clave. Nuestra responsabili
dad, como hombres del trabajo, es de verdadero alcance histrico. Un paso atrs
nuestro y la servidumbre de la gleba habr sido tortas y pan pintado comparado
con el futuro que nos espera.
Publicado, originariam ente como Redaccin, en C N T n 282, pg. 12, septiembre, 2002.
A QUIN SE FAVORECE?
(octubre, 2002)
Se saba que la inflacin iba a subir este ao, por encima del 2%, lo que
no impidi al gobierno fijar ese tope para obreros y empleados, con la muy
consabida prdida de poder adquisitivo. Ahora llegan los nuevos presupuestos,
y a quin favorecen, en una situacin de mbito represivo manifiesto? Pues
parece que a los estamentos que se ven implicados en la puesta en prctica de
los actos que tal situacin represiva conlleva. As, hace das, Acebes tomaba la
decisin de increm entar de inm ediato los sueldos de los cuerpos policiales.
Pero eso es nada en comparacin con los incrementos acordados para la
gente de curias. Por ejemplo, se incrementa en un 60% (sesenta) el sueldo de los
magistrados del Tribunal Supremo y fiscales de Sala. A Jess Cardenal, fiscal
general a las rdenes del gobierno, se le sube el sueldo un 57,21 %, con lo
que pasa a cobrar 111.051,84 euros (18.507.912 pls.) por ao, cantidad igual
a la que percibir el presidente del Tribunal de Cuentas, y Jim nez de Parga,
presidente del Tribunal Constitucional, pasar a cobrar 130.256,18 euros por
ao, o sea 21.708.425 pls.
Loas a Pitgoras y a Euclides!
Publicado, originariam ente como ltima Hora, e n C N T n283, portada, octubre, 2002.
Es decir, casi 300.000 gentes de arm as, sin contar los efectivos arm a
dos regulares de los tres ejrcitos. Y aun se dice y se repite que son insufi
cientes, y se ofrece que, dentro de los prximos tres aos, haya 20.000 policas
ms en la calle.
Preguntmonos ahora por la situacin carcelaria y dispongamos de los
datos que tambin EL PAS de 15-09-02 y 23-09-02 nos ofrece: La poblacin
penal espaola es, al da de hoy, de 51.178 reclusos de los que 11.728 son
preventivos y 39.450, penados. Entre otras y muy graves deficiencias, de las 77
crceles que hay en el pas, 29 de ellas superan la "capacidad operativa por el
incremento de internos durante el ao actual. Ms de 8.000 presos ocupan cel
das dobles, contra lo que estipula la ley, y, en estos casos, se dispone de 8 metros
de celda para 3 reclusos. El nuevo cmputo de beneficios puede suprim ir la
libertad condicional, y el tercer grado les est vetado a los extranjeros irregu
lares . Ante todo esto, expertos penalistas manifiestan que la reforma del Cdi
go es regresiva y que abarrotar aun ms las crceles, lo que hace que cuatro
catedrticos de prestigio la juzguen con acusada severidad.
Por si v a lie ra p ara algo la co m p araci n de la situ aci n p o licialcarcelaria y pudiram os deducir de ella la calidad del rgim en poltico que
la sustenta, veam os, com parativam ente, cules son las diferencias de la si
tuacin entre Francia y Espaa. La prim era tiene 60 m illones de habitantes
(m s de 90 por km cuadrado); Espaa tiene 40 millones de habitantes (unos
67 por km. cuadrado). Francia, adems, recibe anualm ente 76 millones de visi
tantes, muchos ms de los que Espaa recibe. Pues bien, Chirac, gaullista con
servador si los hay, pide como aumento del montante policial una cantidad muy
inferior a la que propone el gobierno de A znar y a un plazo ms largo. En
cuanto a los presos, Francia tiene, actualmente, 55.800 reclusos para una pobla
cin de 60 millones de habitantes y 76 millones de visitantes, m ientras que
Espaa tiene, en la actualidad, 51.178 presos para una poblacin de 40 m illo
nes y un nm ero de visitantes muy inferior al de Francia. Es decir, que Espaa
tiene un preso por, aproxim adam ente, cada 750 habitantes y bastantes ms
de 1000 penados por cada una de las provincias espaolas. Las cifras son
m s elocuentes que nada, as que, de todos los datos y hechos com parativos
constatados, se deduce que el carcter policiaco del Estado espaol de la era
franquista no ha cambiado un pice al da de hoy, incluso, en efectivos, el actual
supera, proporcionalmente, a aqul con bastante.
Esos parecen ser los grandes problemas que acongojan a la basca poltico-foral, revestida ideolgicamente de la aureola de defensa del ciudadano,
pero, bsicamente, encuadrada en la estrategia de fortalecimiento de las estruc
turas violentas de dominio, encubiertas bajo el apellido de seguridad de la
patria. Esos parecen ser los problemas de aquellos a quienes la voluntad de
dominio les enturbia la transparencia del cristalino hasta la opacidad, con con
secuencia de ceguera radical. No les hablen ustedes del reciente informe de los
Procedings o f the National Academ y o f Sciences, en el que se constata que,
desde 1980, hemos rebasado los lmites de la explotacin sostenible de la
Tierra, en mar, aire y superficie slida, y que este rebasamiento alcanza, desde
1999, al 20% de la capacidad del Planeta. Cul es la verdadera seguridad del
siglo? se pregunta Paul Kennedy en EL PAS de 10-09-02. Y la pregunta viene
bien al caso, pues a una poblacin terrquea de los abundantes y crecientes
6.000 millones de personas se le han sumado, slo en los doce ltimos meses,
73 millones de bocas ms, y esto en una poblacin actual en la que la ham bruna
se est llevando, anualm ente, por delante a cientos de millones de gentes y
cebndose en la miseria de la mitad del total, ante un mundo, impertrrito, de
lujo y despilfarro, de escandalosos gastos m ilitares e instrum entos de violen
cia como ningn terrqueo anterior se hubiera podido im aginar. La situa
cin es angustiosa p ara toda la hum anidad, pero a los enceguecidos del po
der nada les perturba, trtese de m antenerlo sea en Lequeitio, sea en la isla
del Perejil. A lo m s a que llegan es a m ostrar sus engaosos aspavientos,
como vctim as de su propio engao, en la generacin de hipcritas m ascara
das del tipo del Protocolo de Kyoto o de la Cumbre de Johannesburgo. Y lo
peor de todo es que muchos, que, moralmente, no tendran por qu, les siguen
bailando el agua de los silencios.
Publicado, originalmente, como editorial de Redaccin en C N T n 283, pgs. 3-4, octubre, 2002.
TO R T U R A S
(octubre, 2002)
Un joven, detenido en D onostia, denuncia haber sido violado por la
G uardia Civil
El joven donostiarra Aritz Beristain, detenido el pasado jueves en el
operativo realizado por la G uardia Civil en la capital guipuzcoana, denun
ci ayer ante el ju ez B altasar G arzn haber sido vctima de torturas. Segn
explic su abogado, en la comparecencia relat entre llantos, que le metieron
un palo por el ano, le hicieron in g erir vm itos, le p racticaron la bolsa"
(encerrarle la cabeza en bolsa de plstico p ara producir asfixia), le am ena
zaron con violar a su com paera y a su m adre, le envolvieron en una m anta
y le golpearon, le pusieron una pistola en la cabeza y apretaron el gatillo...
Ha sido un relato estrem ecedor. Beristain fue enviado a Soto del Real, al
igual que Oier Elorza, el otro joven que compareci ayer en la Audiencia Nacio
nal. Un tercero, vecino de Ulia fue encarcelado, incomunicado, y sus allegados
no conocan cul era su situacin.
Estos datos, obtenidos de barcelona.indym edia.org, guardan estrecha
relacin con lo comunicado en EL PAS (12-09-02), donde se nos dice que,
segn citan fuentes de la investigacin del suceso, el joven de 22 aos Iker
Beristain, cuya puerta de domicilio fue reventada por la G uardia Civil a las 2
de la m adrugada m ientras el joven dorm a, intent descolgarse por la v enta
na, lo que, al parecer, le provoc politraum atism os: fractura de nariz, de
quinto m etacarpiano de la m ano izquierda, de brazo derecho, de pierna iz
quierda y fisura de rtula, adems de varios dientes . Segn la noticia, el jo
ven, al que las autoridades acusan de participar en la quema de autobuses, fue
trasladado de urgencia al hospital Nuestra Seora de Aranzazu, donde se le dio
de alta dos horas despus de llegar ( !!!).
GARZN
Primero, juzgar, luego, investigar el caso
(noviembre, 2002)
Este juez, que, un tiempo, despert sim patas por parecer incorruptible,
cuando los socialistas le acusaban de ser un puro ambicioso de notoriedad pol
tica, fiie ms y ms, apareciendo como figura m editica de primera pgina con
los motivos ms variados: el mundo de la droga, el proceso a Pinochet, irregu
laridades en el BBV, (tras puentear al fiscal anticorrupcin Villarejo), o de lleno
en el problema vasco, tras la oscura liquidacin de su antagonista, el juez Gmez
de Liafio.... El tema, siempre distinto, la foto, siempre segura ...
Siempre pareci, sin embargo, sospechoso que se asiera de forma tan
contumaz a los lejanos casos de los dictadores am ericanos y subordinados con
sus crm enes respectivos, teniendo tan a la mano los de los franquistas, sueltos y
campantes, que, iguales en crueldad, son, sin embargo, en cantidad, incomparable
mente superiores a los de aquellos: trescientos mil ejecutados, medio milln de
presos, torturas indecibles, persecuciones, vejaciones, abominaciones etc, etc..
A hora, se descuelga con otro de sus encargos judiciales: la gente de
Batasuna son, define, lo dice l, genocidas y crim inales de lesa humanidad, as
que hala, a probarlo enseguidita, eh! Nosotros creamos que la regla era: hay
hechos de inconcreta autora, la polica busca, investiga, encuentra y entrega al
juez las pruebas para que las juzgue y dictamine. Pero Garzn dicta que las
cosas sean justo a la inversa: primero, la idea genial, iluminadora que le lleva a
la definicin, luego, el guin de la teora, y ms tarde, encargo a la polica de
que encuentre algo con lo que probar su genialidad.
Quin dijo prevaricacin, aqu, en un pas de estado de derecho?
Quin dijo patentes de corso?
Publicado, originariam ente, como ltim a Hora, en C N T n 284, portada, noviembre, 2002.
ESPAA AL DA
Pintan bastos y espadas
(noviembre, 2002)
Convencidos de que los escritos editoriales de un peridico se correspon
den mejor con los problemas de mayor actualidad, aun reconociendo que la
im portancia de las temticas no siempre es exclusiva y, mucho menos, nica,
esta Redaccin procur siempre, en esta seccin, ocuparse de lo que entendi
como lo verdaderam ente ms importante del momento, en trminos generales o
para nuestra Organizacin en concreto. Hacemos esta aclaracin, ahora, para
realzar la gravedad del momento poltico por el que estamos atravesando, y ello
no slo en nuestra calidad de meros ciudadanos, habitantes de esta piel de toro,
sino tambin y principalm ente en nuestra condicin de confederales, de m ili
tantes de la CNT, y, por ello, como sujetos ms especficamente afectados y
am enazados por esos novedosos y graves movimientos polticos de las alturas.
El hecho fundamental, con el que se encuentran los espaoles de hoy es,
dicho sucintamente, que, ya para muchos, va apareciendo clara la falsedad de la
transicin interpretada como un cambio cualitativo, no ya de sistema, sino ni
siquiera de rgimen, es decir, ni siquiera como paso de un rgimen de preponderan
cia policial y militar a un rgimen de preponderancia civil. No sabemos si los fir
mantes de izquierda" de la Constitucin fueron inconscientes de lo que firmaban
o, si, siendo conscientes de ello, fueron, simplemente, empujados por el miedo y por
la urgente gana de disfrutar de una apariencia de libertad, que se les iba a ir demos
trando como ficticia siempre que se lleg a la hora de las definiciones reales.
Con el famoso 23 de febrero, qued ya meridianamente claro, para
cualquiera que no quisiera cerrar los ojos a propsito, que se trat, simplemen
te, de un aviso cuartelado, en su gestacin, en su realizacin y en su desenlace.
Los viejos poderes, en sus ms altas instancias, aun vigentes hoy, dictaron, por
entonces,: cuidadito con ir ms all de lo debido!
Espaa, incluso ibricos, y que ello condiciona, de algn modo, unas determ i
nadas formas de ver las cosas, de sufrirlas o gozarlas, de reaccionar ante ellas y
de especial sim pata mutua. Todo esto nada tiene, evidentemente, que ver con
los llamados valores histricos, que son, naturalm ente, aquellos que definen
el marco ideolgico con que, disfrazndolos, pretenden adornarse los privile
gios de la casta que impuso su dominio y defini, en su beneficio, el tipo de
convivencia. Pero es un hecho, igualmente, que todos esos factores convivenciales
positivos de los que hablamos vienen producindose, histricamente, en medio
de una ausencia de vertebracin real, una vertebracin inexistente en razn de
que tal tipo de coexistencia fsico-social siempre fue el resultado del dominio y
hasta de la tirana del centro, y que nunca los pueblos por s mismos dispusie
ron de la libertad que les hubiera permitido una libre configuracin en la forma
de relacionarse entre s. se es el problema fundamental, un problema que nin
guna falsa autonoma, impuesta por el centro puede pretender resolver. De m a
nera que la cuestin fundamental es la de decidir, si los pueblos de Espaa, e
incluso ibricos, van a seguir viviendo sometidos como a lo largo de la historia,
o si, de una vez por todas, van a poder decidir de sus destinos libremente, con la
consecuente potenciacin de la vitalidad com n que de ello se derivara.
Encontramos, aqu, ocasin, y es para nosotros un motivo de gozo, a la
vez que un hecho de justicia, el rem itim os a una de las plumas ms inteligentes
que haya producido el anarquism o espaol. Nos estamos refiriendo a Felipe
Aliz y, ms concretamente, a su libro H acia una federacin de autonomas
ibricas ( Fundacin Anselmo Lorenzo, Alicante - M adre Tierra. Madrid, 1993).
Ah, le omos conversar con el hombre de Vasconia: S todo lo vasco que
quieras, pero no aceptes ninguna estampilla. Puedes unirte a otro vasco y a otro
de tu vecindad por pacto libre, y luego tu pueblo o tu ciudad a otro pueblo o a
otra ciudad por pacto colectivo, igualmente libre. De tu persona arranca el pac
to, no de un partido con otro... Honra tu idioma, sirvindote de l para expresar
altos pensam ientos...para com unicarte con afines, para cantar el poema de
Euzkadi: Gris umbroso, azul horizonte y verde robledal....
M s all, algunas palabras para los catalanes: Catalua ha tenido hom
bres decididamente convencidos de que la sumisin al centralism o tpico de
M adrid es una sumisin degradante... Cmo comprender que slo el cataln
tenga graves disidencias con el centro? Sera aprobar un exclusivismo... La
patria es jug ar con reyes y caballos de espadas. "La patria es cantar las cuarenta.
Qu les importa a los castellanos sin patria, a los que la patria les molesta y les
sangra, que un cataln se queje amargamente de que en el Juzgado, en la Adua
na, o en los peridicos de la tronada patriotera espaolista se les niegue la
patria?... Los espaoles han de entenderse por encima de juzgados y de aduanas.
La patria es el buen tiempo que se puede disfrutar. El espaolismo es una cosa
tan tosca que no se puede com batir con lloriqueos. Basta con desempadronarse
todos de la patria, y a otra cosa...Bravos catalanes...todos los no catalanes que
carecemos de patria, sin gritar, os estimamos de veras.
Y ya, en trm inos generales y a propsito de la libre convivencia, omos
decir a Felipe Aliz: Es posible la vertebracin de Espaa? Aterrizando al
suelo liso y llano, hablando un lenguaje claro, traduciendo la voluntad popular
sin deformarla...creemos que s...El Estado clsico espaol alarg en las colo
nias el perodo agnico de las luchas civiles de la pennsula, y despus se arm
hasta los dientes para reflejar en todo momento su m entalidad provocadora de
estados de excepcin y su sed de violencia contra los movimientos sociales... .todo
lo que queran los gobernantes de cualquier signo era contestar, a un anhelo justo,
con policas y caones. . .La vertebracin de Espaa puede ser posible arrancando
de sus ncleos naturales de poblacin, clulas vivas de convivencia, sin ence
rrarse en program as exclusivos y partiendo de hechos sociales deliberados.
Y nos permitimos recoger aqu tres de las expresiones que, segn l,
respondieron a los intentos ms levantados de vertebracin, en situaciones de
dominio:
Io. Afluencia de todas las iniciativas asociables, en el plano local, a la prctica
de la autonoma vertebrada.
2o. Esta autonom a consiste en que cada localidad y regin determ ina por s y
para s sin ingerencia exterior.
3o. Pone al Estado ante hechos consumados vertebrados, tanto en sentido nega
tivo como positivo .
Las pginas de Aliz fueron escritas entre 1945 y 1947. Parecen escritas ayer.
Publicado, originariamente, como editorial de Redaccin, en C N Tn 284, pgs 3-4, noviembre, 2002.
de prim er orden, de cara al control y dominio pblico, sumado todo ello a que
llevan muchos aos contando con el destrozo de la capacidad crtica de las
conciencias que supusieron los cuarenta aos de dictadura fuerte, seguidos de
otros veinticinco de dictadem ocracia .
E n los ltimos aos, nuestra economa se ha beneficiado de extraordi
narias condiciones m onetarias y financieras de procedencia fornea, las ms
laxas de su historia, junto a una leonina poltica laboral de bajos salarios , en
trminos generales. Este es el factor fundam ental que explica el diferencial de
crecimiento respecto a la UE y la benignidad, con que nos est tratando la
recesin internacional (ver A. Laborda en N egocios p.21- EL PAS, 29-0902). Son palabras inteligentes que merecen una oportuna explicacin.
Es sabido que, a partir de los Pactos de la M oncloa, los sucesivos go
biernos de la transicin, a la vez que procedan al desmantclamicnto del teji
do industrial vernculo, adquiran una fuerte contrapartida de divisas, con lo
que decidieron la importancia del campo de juego dentro del capital financiero,
en detrim ento del capital industrial. Ello supona que ese capital pblico, pues
to a la disposicin de particulares, se convirtiera en capital de exportacin para
su inversin en el Tercer Mundo a la busca de m ano de obra semiesclavizada,
desatendiendo la inversin nacional, con el resultado de un crecimiento exorbi
tante del paro interior. Solchaga y compaa fueron fautores fundamentales de
este proceso, pero ellos hacan pblico el m ontante de la reserva de divisas, que
era enorme, como resultado del trueque de capital industrial por capital finan
ciero. Ese m ontante apareca en la Prensa y era conocido del gran pblico.
Desde 1996 en que el PP subi al gobierno, no sabemos qu fue de la
historia. Los datos dejaron de ser publicados o lo fueron o son de forma tan
sibilina que slo los escogidos acceden a ellos. Y ello es causa de que se origine
la falla de explicacin para ciertos fenmenos, por ejemplo, el de que, no una
vez, sino con mucha frecuencia, en esta poca de desmoronamiento burstil
general, mientras Londres, Paris o Frankfrt bajan tres o cuatro enteros, el Ibex
35 o la Bolsa de M adrid slo bajen el 0,80 o el 0,75, lo que no puede tener ms
explicacin que como resultado de una compra" de sus propias acciones, con
un dinero que, evidentemente, debe salir de alguna parte. Es decir, que se trata
de un enm ascaram iento destinado a evitar las consecuencias de un conocimien
to de la situacin real. Ahora bien, para que el gran pblico supiera cul es el
estado real de la economa nacional, debera tener conocimiento de la evolu
cin, al da, a la semana o al mes, de la reserva de divisas que suponemos ser el
alm acn de efectivos de donde proceden todos esos factores de encubrimiento.
Es de esa manera como se puede m antener la permanente sonrisa del
Espaa va bien . Los Presupuestos del Estado son, en este terreno, el ejemplo
ms palm ario de ese cinismo informativo del que hablbamos ms arriba, des-
tinado a la pura propaganda y a echar tierra a los ojos del ciudadano de a pie.
Por ejemplo y segn los datos que recogemos de la pgina 19 del semanal Nego
cios que antes citbamos, el Ejecutivo de A znar inform a Bruselas de que el
ejercicio presupuestario del ao 2000 se haba cerrado con un dficit del 0,3%
del PIB; y, posteriormente, aunque con extrema discrecin, se revis, oportuna
mente, la cifra hasta el 0,6% . Y sigue Negocios informando de que tambin el
cierre presupuestario de 2001 sufri otra revisin del dficit cero al dficit 0,1,
la cual, aade el informativo,, ser, muy probablemente, vuelta a revisar al alza
dentro de poco. Se trata, pues, en el caso espaol, de un "paraso presupuesta
rio donde todo debe "cuadrar, aunque ello fuera como con el "lecho de
Procusto, aquella posada griega donde al durm iente demasiado largo se le
cortaba de las piernas lo que fuera suficiente para dar la medida de la cama, y al
demasiado pequeo se le estiraba hasta conseguir la misma finalidad. Las pre
visiones de crecimiento e inflacin son inventadas ad libitum, el caso es mante
ner al personal dentro de falsas expectativas para hacerlo ms manejable. Lue
go viene lo que viene, pero siempre sobre las espaldas del pueblo.
En medio de este "paraso, donde Aznar, como buen escolar de Padres
Esculapios, dice hacer sus deberes, las suspensiones de pagos crecieron un
107,8% en el segundo trim estre del 2002, ascendiendo a 106, y a 149 las quie
bras, con un aumento del 65% respecto del mismo perodo del ao anterior; el
nmero de parados ascendi, este ltimo ao. en ms de 100.000 personas, la
parcialidad, la precariedad y los contratos leoninos, en el campo del trabajo,
crecieron sin lmite alguno, y, como rbrica de todo, el decretazo" vino a eli
m inar el PER de los campesinos, los salarios de tram itacin y la disminucin
drstica de las prestaciones de paro y otras esenciales prestaciones sociales.
Pero, junto a ello y por si a alguno la rabia y la desesperacin le llevara a
alguna accin de fuerza, como no poda ser menos, la mscara "democrtica se
cae de inmediato de los rostros y deja ver, sin ambages, la fa c ies autoritaria y
dictatorial de los gobernantes, acompandose adems, cmo no, de la am ena
za m ilitar secundada por 300 metros cuadrados de bandera.
Publicado, originariamente, como Redaccin en CNT, n 284, pg. 10, noviembre, 2002.
cin de los que niegan la historia con la afirm acin de que todo el pasado est
en el presente y que, para el conocimiento necesario, basta slo con una disec
cin y anlisis correctos de lo que hay, realizados a la luz de la razn. Cierto
esto y cierto tam bin que esto es lo fundam ental, pero creem os que lo que
hay es, entre otras cosas, una situacin de intoxicacin ideolgica profunda
y que un constituyente im portante del txico es la lectura falsificada del
pasado, resultando as que. por esas mismas razones, el desm ontar pieza a
pieza esa lectura fabricada form a parte de la diseccin y anlisis correctos de
los que hablamos.
Todo este prembulo se encam ina a cimentar, es decir, a justificar los
razonados fundam entos del actual movimiento popular que promueve la inves
tigacin y apertura, a lo largo de Espaa entera, de la enorme cantidad de fosas
comunes a las que fueron arrojados, como despojos, los fusilados por el rgimen
franquista. Siguen siendo innumerables, aunque algunas de ellas estn conside
rablemente mermadas con relacin a su situacin original, debido a que, des
pus de 1945, ya acabada la II Gran Guerra, el gobierno de Franco recibi la
confidencia de que haba, a nivel internacional y en relacin con la presin
antifranquista de los aliados por la ayuda de Franco al Eje Roma-Berln-Tokio,
una propuesta, a falta de ltim a decisin, de que la Cruz Roja Internacional
investigara las fosas comunes de los fusilados por Franco durante y despus de
la guerra civil. El resultado de esa confidencia fue que el rgimen se dio ms
que prisa a elim inar bastantes de ellas y a aligerar considerablemente otras de
las ms voluminosas. La enorme cantidad de las mismas hizo imposible el cum
plim iento total del empeo y los giros polticos posteriores (la Guerra Fra y el
pacto m ilitar con los americanos, fundam entalm ente) lo hicieron innecesa
rio.
Pero ah estn, abrum adoram ente, los hechos, y los hechos tienen su
explicacin etiolgica: la E spaa de 1936 era, sum adas todas las fuerzas
revolucionarias y en relacin al nmero de habitantes, la nacin del mundo
m ejor y m s d ispuesta y en m ejores co ndiciones para un cam bio social
revolucionariamente cualitativo.
Franco supo eso desde el prim er momento, y, por ello, decidi, tambin
desde el prim er momento, aniquilar fsicamente a una gran parte de los compo
nentes del campo revolucionario y castrar por el terror la mente de los restantes.
Respecto a lo primero, parece aceptarse en la ONU, con relacin a Espaa, la
cifra de 150.000 a 200.000 fusilados durante y despus de la guerra civil, pero
la cantidad real pudo, casi con seguridad total, haber doblado ese montante. Por
lo que respecta a lo segundo, aqu la realidad super en muchos enteros lodo lo
imaginable. En cuanto a brutalidad represiva, el dictador no necesitaba buscar
fuera lo que la propia tradicin hispnica le ofreca desde siempre, pero, en
cuanto a refinam iento, recibi de la ciencia tudesca servida por Goebbels ense-
fianzas muy valiosas para los procesos de castracin mental de los espaoles.
Los asesinatos no fueron puros asesinatos, ni las tropelas, desmanes, vejacio
nes y abusos fueron puramente tales, sino que tanto lo primero como lo segundo
fueron objeto de exhibicin programtica. No se mat simplemente, se hizo de
la muerte un protagonista paseado en procesin macabra por hogares, calles,
caminos y rincones. Los fusilados permanecan varios das en cunetas y caminos,
porque los muertos, adems de cumplir la tarea de su desaparicin del mundo de los
vivos, deban tam bin servir de ejemplo y escarmiento, de imagen del terror
fsicam ente presente. Y, junto a esto, haba que dar, igualmente, suelta a la
sinrazn y a la irregularidad de los comportamientos, destinadas a crear inse
guridad permanente, incertidumbre y vacilacin constante, el no saber a qu
atenerse. En Gijn, en el barrio de El Llano, actuaba un guardiacivil de grandes
dimensiones fsicas llamado Pedro, y al que la gente, sabedora de su facha fsica y
de sus habituales brutalidades, conoca por Pedrn . A personas de aspecto
popular que, pasadas las nueve de la noche, pasaban por la calle, el guardia,
mientras haca la ronda, los llamaba hacia donde l estaba y les preguntaba:
Sabes quin soy yo? . El interrogado, vacilando, responda: S...Don Pedro .El
guardia levantaba su poderoso brazo y lanzaba su gran mano contra la cara del
infortunado, hacindolo rodar. Cmo Don Pedro?, Pedrn, hijo de puta! . Y
volva a preguntarle: Sabes ahora quin soy yo? El interpelado, despus de
vacilar mucho y como entre dientes, musitaba: Pedrn . Y el guardia volva a
repetir la accin anterior, hacindole rodar de nuevo: Cmo Pedrn, cabrn?,
Pedro, Don Pedro! . Y as una y otra vez con nuevos transentes, un da y otro da.
La misma escena y otras similares se repetan en todos los barrios de Espaa.
No hablemos ya de comisaras y cuartelillos. La m isin era sembrar el terror,
m eter el miedo hasta los tutanos profundos, hacer que ello pasase al subcons
ciente de la gente, para que, mecnicamente, se inhibiese no ya de ciertas acti
tudes, sino hasta de determinados pensamientos que resultaban, as, tab para
la mente. Se trataba de producir en tres cuartas partes del pueblo espaol un
estado perm anente de esquizofrenia social que forzara su pasividad. Tales eran
los planes de Franco: 50 aos as, hasta borrar la memoria histrica inmediata
y Espaa volvera a ser lo que fue, y los espaoles volveran a recuperar el compor
tamiento ovejuno al que, salvo espordicas excepciones, ahogadas, igualmente, en
sangre y por procedimientos semejantes, les vinieron sometiendo secularmente
los poderes constituidos. Adis al sueo espaol de Orwell, de Enzensberger, de
Malraux. adis al homenaje a Catalua, al corto verano de la anarqua, adis a la
esperanza! No debe, pues, causar extraeza el que los franquistas actuales sigan
impidiendo de forma contumaz a los historiadores el acceso a los archivos de la
Fundacin Franco, a pesar de estar financiada con fondos oficiales, pues aquel
estado de esquizofrenia an perdura en muchos aspectos y con otras variantes.
Publicado, originariam ente, como Redaccin, en C N T n 285, pg. 11, diciembre, 2002.
DESEMPLEO Y PRECARIEDAD
C orreccion es de la EPA
(diciembre, 2002)
Aludamos, en otro apartado de esta seccin, a las cifras del INEM y sus
mentiras, pero los agujeros de la democracia dejan ver por doquiera sus des
ajustes. Apenas tratan de tapar desmanes por un sitio, cuando ya, por mil otros,
se quedan con las nalgas al aire. Ahora es la EPA la que corrige al INEM. Se
sabe que. aparte de otros chanchullos informativos y camuflajes, el INEM slo
contabiliza los parados inscritos en sus listas. Pero son legin las personas pa
radas que, bien por ser rechazadas, con un motivo u otro, por el organismo, o
porque tienen su inscripcin por absolutamente intil, no figuran en esas listas.
La EPA, en cambio, representa la encuesta hecha directamente sobre la ciuda
dana. Resultado: gran disparidad entre los datos de uno y otro organismo. Se
da la cifra de 80.000 parados nuevos en el ltimo trimestre (julio-septiembre),
pero donde el INEM da la cifra de 101.000 parados nuevos con relacin a la
misma fecha del afio anterior, la EPA da la cifra de ms de 271.000, y donde el
INEM consigna el ndice de paro en el ocho y algo por ciento de la poblacin
activa, la EPA da la cifra de 11,4%, con un aumento de ms de tres dcimas
sobre el ao an terio r. No consigue, p o r lo tan to , el gobierno, con sus
mistificaciones, ocultar el profundo deterioro del mercado laboral.
La gran trampa de estas cifras, destinada a seguir engaando a la opi
nin pblica, es que el INEM, con un solo da que trabajes a la semana, ya te
contabiliza en sus cuentas como no-parado, lo que hace que sus cuadros no
re fle je n la re a lid a d ni de lejos. La fin a lid a d del G obierno es h in c h a r
artificialmente las cifras de ocupacin, a la vez que proporcionar a las empresas
una mano de obra barata, sin punto de comparacin con la europea. La cosa
escandaliza tanto que, en su Informe Anual de Empleo, la Comisin Europea
empieza a tomar cartas en el asunto. Se da la alarma, en ese informe, sobre la
temporalidad del empleo en Espaa. Se constata all que, aqu, uno de cada tres
contratos de trabajo son temporales, y que, m ientras en Europa el ndice de
tem poralidad es del 13,5 %, para E spaa lo contabilizan en el 31,5 %, y
certifican que, en nuestro pas, el 80 % de los contratos tem porales son
im puestos al trabajador. Parece que, a la v ista de estas escandalizantes ci
fras, la Comisin estara dispuesta a tom ar medidas. Lo que no sabe la Comi
sin, o, a lo mejor, se lo calla, es que la realidad es aun mucho peor de lo que
ella misma manifiesta. La situacin es aqu tan terriblem ente abusiva en el
mundo del trabajo que ya no pueden ig n o rarla en B ruselas, hasta el extrem o
de que, ante el enorm e fraude de m iles de cursos a parados en este pas, la
Oficina Europea de Lucha Antifraude est dispuesta a personarse en el caso que
investiga la Audiencia Nacional.
Publicado, originariam ente, como Redaccin, en C N T n 285, pg. 14, diciembre, 2002.
Publicado, originariam ente, como ltim a Hora, en C N T n 286, portada, enero, 2003.
(enero, 2003)
En tiempos, a los soldados de los ejrcitos vencidos se les mataba en masa,
simplemente, o bien, para evitar el trabajo de los enterramientos, se les sacaban los
ojos o se les seccionaban, tambin masivamente, los tendones de las corvas, a fin de
privarles de andadura y volverles, as, inservibles para el combate y hasta para
buscarse la vida. A la vez, se convertan en ejemplos vivientes para el escarmiento, es
decir, devenan en cuadros de propaganda viva. Todo ello, claro, reservando, siempre que
fuera necesario, el porcentaje que, en rgimen de esclavitud o servidumbre, tuviera por
destino el allegar o procurar los bienes de la economa y los servicios.
Hoy, por medio de bombas atmicas o derivados, se mata a medio milln de
personas de una tacada, ensandose, ms que nada, sobre las poblaciones civiles,
por aquello de que el terror civil es ms operativo, pero, sin descartar la muerte
m asiva de prisioneros, d eclarada y com unicada, tanto cuantitativa como
cualitativamente, tan slo en la medida en que pueda, a la vez, ser afirmada y
desmentida por igual. El juego simultneo del destape y la ocultacin sirve, a las
mil maravillas, a la manipulacin psicolgica, pues, a la vez que produce el terror
deseado, impide tambin la utilizacin poltica del hecho.
Antao, la mujer era forzada a someterse a vejmenes sexuales por el dere
cho feudal de pernada, frente al cual, fue apenas una ancdota sin transcendencia el
gesto de la revuelta de Fuenteobcjuna. Hoy, bajo el imperio del Dios-dinero, los
objetos de la sexualidad, del gnero que fueren, son la materia prima de crematsticas
redes de especuladores de la miseria y la necesidad. Ayer, los siervos de la gleba,
forzosamente adscritos al terruo de por vida, traan argolla al cuello. Hoy en da. dejan
de llevar tal distintivo y ya no estn adscritos a la tierra, por el contrario, se los exilia de los
campos al hambre y los azares ciudadanos, hacindolos volver, con mecnica contuma
cia temporera y de fonna siempre muy mal pagada, tan slo para recoger los frutos de
cosecha que engorden los dineros del hacendado.
Publicado, originariam ente, como Redaccin, en C N T n 286, pg. 13, enero, 2003.
EN EL 80 ANIVERSARIO DE
LA REFUNDACIN DE LA A.I.T.
(enero, 2003)
En 1864, con ocasin de una exposicin internacional en Londres, obre
ros ingleses y franceses se reunieron en la sala San M artn con la idea de reali
zar la unin estrecha entre los obreros de todos los pases. Se form un comit
con la misin de redactar un programa y los estatutos para la Unin Internacio
nal. Como miembro de ese Comit, fue elegido, entre otros, Carlos M arx, que
tomaba parte en los trabajos de la Unin y que escribi, por encargo del Conse
jo. el Llamamiento a los trabajadores del mundo. El primer congreso internacional
regular tuvo lugar del 3 al 8 de septiembre de 1866. en Ginebra (Suiza). En aquel
congreso, qued definitivamente constituida la organizacin internacional que adopt
el nombre de Asociacin Internacional de los Trabajadores (A.I.T.)....
En 1871 y en medio de la controversia entre las posiciones centralistas
y polticas de M arx y las libertarias, federativas y sociales de B akunin, , el
Consejo G eneral convoc, en Londres, una C onferencia cerrada a la que
fueron invitados y estuvieron presentes, sobre todo, los partidarios de M arx
y del C onsejo General. Los belgas, los espaoles y los italianos se inclinaban,
con Bakunin, hacia el federalismo. Las organizaciones del Jura no estaban pre
sentes en la Conferencia. La Conferencia fue hecha de tal forma que los parti
darios del Consejo General se hallaron en mayora, y fue utilizada por M arx
para declarar obligatoria la accin dentro del parlamentarismo burgus, recha
zada por el lado latino...
De esta m anera, se incrust una cua en la Internacional que, final
mente, acarreara una escisin provocada directamente por Carlos M arx en el
Quinto Congreso, celebrado en La Haya, del 2 al 7 de septiembre de 1872 . . . De
esta forma, las pretensiones polticas y autoritarias de los m arxistas trajeron la
escisin de la Internacional .
Qu aspecto nos ofrecen, de inicio, estos duros tiempos que, en breve, se nos
echarn encim a en forma de avalancha? De momento, el buque Prestige nos
proporcion un adelanto de negrura, en la que se resumen la absoluta incompe
tencia, incluso tcnica y no ya slo poltica , de los gobernantes al producir una
catstrofe perfectamente evitable, su autocratismo, su despreciable seoritismo, su
menosprecio del dolor ajeno, su absoluto cinismo en la negacin interesada de evi
dencias. su tremenda capacidad de injusticia, al m antener preso a un anciano de
cerca de 70 aos, el capitn del Prestige, por el solo delito de haber sido la
nica voz que propuso la nica va de evitacin de la catstrofe. Se resume all
tambin la vileza de los arreglos polticos entre formaciones afines, que, impertrri
tas ante la irresponsabilidad de haber reducido, por lustros, a la mayor de las mise
rias a regiones enteras, slo se aplican, del modo ms mendaz, a la prostitucin
de la verdad de los hechos, a fin de evitar cualquier deterioro de su imagen
poltica que les impida seguir mandando...
En el campo del trabajo y la supervivencia, la combinacin mentirosa
del aumento del paro (150,000 nuevos desempleados), simultneamente con el
disparado ascenso de la inflacin (4% en el IPC) es un crculo vicioso infer
nal que atenaza a la clase obrera por arriba y por abajo. Provocado y am aa
do todo ello por el gobierno, por m or de en m ascarar la realidad de la situa
cin econm ica, borrando, interesadamente, de un plumazo la ley tradicional
del mercado que rezaba;la demanda es funcin del precio, pues, si, a m enor
consum o los precios habran de bajar, aqu es al revs, los precios suben,
aun cuando la dem anda ha dism inuido considerablem ente. Pero de lo que se
trata para los jerifaltes peperinos es de en m ascarar una situacin real de
deflacin que se com bina con una situacin de inflacin artificial, persiguien
do con ello hacer creer la propagandstica falsedad de que E spaa sigue
creciendo , cuando, en realidad, se estn m ultiplicando los m ales, y hacien
do, de este modo, doblem ente vctim as tanto a la clase trabajadora como a los
ciudadanos ms desprotegidos.
Otro aspecto monstruoso del endurecim iento de los tiempos, con que
nuestros gobernantes nos regalan es la m ultiplicacin desmedida de su vis re
presiva. Incapaces de encontrar una solucin poltica a los problemas del Pas
Vasco, creen encontrar la frmula definitiva en llegar a drsticas soluciones
puramente carcelarias que distan un m ilm etro de la "cadena perpetua, sin
plantearse la relacin que ello pueda tener con la dejacin democrtica de
derechos humanos o si, en determ inada ptica, tal sancin penal de perpetuidad
pudiera ser el cqivalente de una pena de muerte de otro modo. Pero tal estructu
ra represiva de su carcter se muestra ms clara en la persecucin de puros
delitos ideolgicos, como supone la represin de meros movimientos sociales
y su poltica carcelaria en general. No les basta con ir a la cabeza de Europa en
Publicado, originariam ente, como ltim a Hora, en CNT, n 288, portada, marzo, 2003.
NUEVAS INTERNACIONALES?
(marzo, 2003)
Es algo innegable que la crisis de la izquierda poltica, m anifiesta
desde hace m s de treinta aos, pero crucial y flagrantem ente operativa en
sus negatividades en los actuales m om entos, es la causa o acicate de esas
difusas actitudes de los que creen, o, m s bien, quieren encontrar, para estos
m ales, su b lsam o de F ie ra b r s en nuev o s co n g lo m erad o s p o ltic o s o
sucedneos de los mism os, sin plantearse que la m edicina que proponen, tal
como la proponen, no podra, a la larga, dejar de conducir a las m ism as
patolgicas situaciones sociales que, subjetivam ente, pretenden superar. Nos
referim os, por ahora, a dos propuestas que, a lo mejor, de forma tcita o no tan
tcita, encubren una subrepticio proyecto de encuentro estratgico, que slo
dejara ver la punta del iceberg, por ejemplo, en una fuerte protesta de uno de
los prohombres de la escisin autodenom inada anarcosindicalista gallega,
aparecida, hace un tiem po, en su rgano La Campana, en la que esa persona
arrem eta contra el secretism o de la CGT, en respecto de una reunin de
sta con elem entos extraoficiales del cam po com unista, cuyo objeto fuera la
realizacin de entendim ientos estratgicos. No se pudo saber nada m s de
esto, pues la explicacin que se prom eta p ara el nm ero siguiente del cita
do rgano slo fue una salida por peteneras, y m utis por el foro. E n reali
dad, esto ltim o, oculte lo que oculte o deje de ocultar, tiene ms bien impor
tancia slo en el campo de lo anecdtico, pues las conclusiones reales pueden y
deben extraerse de los an lisis expresos que esas y otras diferentes form acio
nes estn presentando en torno a la cuestin de la form a de organizacin
internacional del proletariado. Nos vam os a referir aqu a los intrusos pro
yectos expresos del trotskism o y del escisionism o anarcoide en el cam po del
anarquism o y del anarcosindicalism o.
Respecto a los primeros, tomamos los datos del artculo de Michael Lwy,
Reflexiones sobre la posibilidad de una nueva Internacional. (Por una Quinta
Internacional?), que explica, de forma transparente, cmo los hombres de la
IV Internacional buscan dar a sta por finiquitada, en aras de una formacin
ms amplia, para la que no ven todava constm idas las entidades polticas pre
cisas, pero que im aginan podran estar construyndose a partir de la vitalidad
demostrada por los movimientos sociales en la actualidad. Familiarizados con
el zapatism o de Chiapas, se apoyan, sobre todo, en el Movimiento de Resis
tencia Global (MRG) a partir de Seattle, y no hacen asco ninguno al Foro de
Porto Alegre ni al Foro Social Europeo, en los que justifican la necesidad de
su heterogeneidad, con el argumento de que la diversidad puede ser un obst
culo, pero tam bin una riqueza , aunque, como formacin marxista que se titu
la revolucionaria, ante posiciones como la de ATTAC en su defensa y regula
cin de un Capitalismo de Rostro Hum ano, no pueden dejar de reconocer la
necesidad de un proyecto alternativo que vaya ms all del Capitalismo y que
pueden ver prefigurado en la Izquierda anticapitalista europea, en la que la
italiana Rifondazione Comunista y la francesa LCR confluyen con otras agru
paciones minoritarias continentales. Afirman tambin que el socialismo, al que
apuntan, ha de ser "un socialismo desde abajo, autogestionario ; que hay que
integrar, selectivamente, aportes positivos de la Internacionales histricas; que
la fuente de inspiracin podra ser la I Internacional, y que, en todo caso, la
nueva ha de ser "flexible, abierta, no burocrtica . Sin embargo, reconocen que
la prim era tarea debe ser, aprendiendo del zapatismo chiapaneco, el fortaleci
miento del M ovimiento de Resistencia Global (MRG), con lo que parten de los
Foros mencionados, de su carcter alterm undista y de su voluntad de buscar
un mundo en el que quepan muchos mundos .
El trotskismo, dentro de la ptica marxista, nunca fue capaz de explicar
con claridad las relaciones entre la infraestructura econmica y la superestruc
tura ideolgica, y, con su forma de especial valoracin del negativo papel de la
burocracia, deja desatendidos espacios de im portancia capital en el desarrollo
de los procesos poltico-sociales. En el caso que comentamos, transparece la
misma deficiencia: indefinicin de papeles y tareas, de presupuestos bsicos
concretos que deban corresponder a determ inadas finalidades, lo que origina la
consecuente vaguedad y confusionismo que no pueden dejar de llevar a las con
sabidas y diferentes lecturas, casi siempre plinto de enfrentam ientos y de ba
ses escisionistas. Ven la necesidad de un proyecto unitivo que vaya ms all del
Capitalismo, pero colaboran en planteam ientos simplemente reguladores del
Capitalismo, y no slo eso, sino que, quiz por debilidad ideolgica y sin m ati
ces crticos para una posicin como la de Petras respecto de Amrica Latina, no
hacen asco ninguno a procesos como los que term inan conformando, para la
Reflexiones [w a la Accin
Publicado, originariam ente, como editorial de Redaccin de C N T n 289, pg. 3, abril, 2003.
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malus, que distinguir, con premios, entre buenas y malas empresas, desde el punto de
vista de la siniestralidad. y del que todas ellas, sin ninguna duda, saldrn ganando, por
que, como el culpable es el trabajador... La otra parte de ese gran acuerdo es la moderni
zacin de las mutuas", que son las que entienden de los accidentes (no de los pre-accidentes) y de las que se solicita, ahora, que sean ms estrictas a la hora de calificar un accidente
y su valoracia o sea. que restrinjan las concesiones de baja, que limiten los plazos, que
nieguen o escatimen las indemnizaciones... Una perla! Y los sindicatos, agustico que
van, porque antes no estaban en esta bicoca y ya lo estn.
Quin es, entonces, el asesino de todas esas muertes? Lase una nmina del
abundante 80% de los asalariados y se empezar a tener un poco de luz. Sobre el salario
base segn categora profesional, absolutamente insuficiente como mnimo vital, se aa
den en la citada nmina una serie de pluses o primas, condicionadas todas ellas en cada
captulo: regularidad, productividad, celo, peligrosidad, horas extraordinarias, destajos,
tareas especiales...Cada una de estas condiciones primadas, sin las cuales el trabajador no
alcanza el mnimo vital de subsistencia, exigen del trabajador una especial tensin y
esfuerzo supletorio que se traducen en gasto excepcional del cido pirvico que,
animalmente, se consume en todo acto de fuer/a, con la produccin de fatiga sobreaadida,
lo que favorece la desatencin de cualquier otra instancia o acicate, incluido el instinto de
conservacin. Adanse a esto todas las negatividades del trabajo basura y precario -que,
adems, es el que el capitalismo moderno est tratando de imponer a todo o a la mayor
parte del panorama laboral- y se terminar de completar el cuadro que da la clave del
asesino de todas esas muertes laborales. Una persona trabaja 15 das en hostelera, lo
echan. Obtiene tajo en construccin: a los tres meses lo despiden. Le hacen un contrato de
un mes en servicios, luego pasa tres semanas en comercio... y as sucesivamente. Su vida
laboral transcurre en una pennanentc interinidad, sin antigedad, sin derechos. Acce
de a los trabajos, metericamentc, sin conocerlos. No sabe, en realidad, dnde se
encuentra, no sabe calibrar las situaciones, y, por otro lado, est acuciado por la
necesidad de obtener, con esfuerzo supletorio, los pluses condicionados que la empresa
le plantea... Consideren ustedes lodo esto y estn, muy probablemente, seguros de hallar
se en presencia de una muerte anunciada.
Esta y no otra es la realidad de la cuestin. Es una situacin ms de las heredadas
del franquismo, y, si alguno quiere seguir poniendo en duda la relacin continuista del
actual rgimen con el anterior, aqu tienen mi dato ms que aadir a la lista. Todo el
secreto est en la estructura del salario y su relacin con las necesidades vitales del traba
jador. Lo saben ellos muy bien, los tres, el Gobierno, la Patronal y los Sindicatos, que
intervienen en la definicin de los salarios. Por eso da verdadera grima, por no decir
verdadero asco, leer las jeremiadas de artculos como el que leemos en EL PAS (06-0303), a cargo de un secretario confederal de CCOO, que, para ms inri, lo es de Salud
Laboral. Mejor lo hubiera hecho un patrono. Dara menos asco.
Publicado, originariam ente, como Redaccin, en C N T n 2X9, pg. 14, abril, 2003.
EL NEGOCIO DE LA SEGURIDAD
(mayo, 2003)
La necesidad de que responsables de acciones canallas m antengan su
buen nombre junto a su canalleria fue, de siempre, la base de la impunidad e
inmunidad de los "respetables contratantes de seguridad, bien sea para el co
bro del canon impuesto a quien sea, o por guardar el rion de honorables de
diferente ralea o bien por cualquier otro tipo de matonera. Es la prctica habi
tual de los medios m aosos o cuartelillos gangsterilcs de toda laya. Yo pago, t
le das al gatillo o a la porra, segn conveniencia... Ahora, en los mrgenes de
Iraq, tras la brutalidad del bombazo y la conquista y cuando la furia de una
masa amiseriada se desata, se da la necesidad contradictoria de reprimir, sin
perder la digna apariencia del liberador sereno y tolerante... Es la hora del
mercenario, entendido en cloacas y actos de fuerza. Por eso, los EEUU recurren
a Dyn Corp para ensear violencia y artes de represin a la naciente polica
iraqu. No im porta que ello conlleve crueldad, abusos, corrupcin, violaciones
y rapia: las manos del contratante siempre aparecern limpias.
Publicado, originariam ente, como ltim a Hora, en C N T n 290, portada, mayo, 2003.
Una Europa sta, donde B lair zascandilea y donde Aznar saca pecho y perdona
vidas para hacerse bienquisto de los corceles de tiro, y, sobre todo, donde vuelan
y trasiegan malentendidos, unos, porque son producto de malentendimiento;
otros, porque son producidos ya para que se malentiendan.
Las dos ltimas reuniones de Atenas, la de la ampliacin de la UE y la de
la Conferencia Europea, ponen muy de relieve varias cosas, a saber, que hay
una voluntad general por parte de los pequeos Estados de acceder, y de forma
apresurada, a la Unin; que, para estos pequeos estados, es prioritario y urgen
te alcanzar su seguridad econmica y m ilitar (esto ltimo ms perentorio para
los pases del este); que, para los grandes Estados, lo urgente es el afianzam ien
to poltico y el aseguramiento de su liderazgo en la nueva situacin concretada
en un bloque de 450 millones de habitantes, con el que esperan desempear un
papel de la m xim a importancia en el conjunto mundial, como as, sin duda,
ser; que, de cara a la inm inente Constitucin comn, unos, los pequeos, pien
san en salvaguardar el valor de sus decisiones promoviendo una Europa de los
Estados, mientras que los grandes, al propugnar una Europa de los ciudadanos,
en lo que piensan es en m antener la prim aca de sus propios Estados, asegurn
dose presidencias y cargos de direccin. Y es aqu donde adquieren sentido los
malentendidos y m alpronunciados", porque lo que, en el fondo, desean los
grandes Estados europeos es repetir, aqu, la imagen de la ONU, aunque ms
funcional, pero donde quede asegurado el dirigism o de unos y el seguidismo de
otros. O sea, que, cuando, en la reunin del da siguiente, se afirma que se han
reunido para reiterar su determinacin de no tolerar ms lneas divisorias, la
cosa hay que entenderla acom paada de dos crpticas frases que se aadieron a
la declaracin, la de Chirac en la que habla de flexibilidad, de adaptacin y
de planteam iento diferenciado; y la segunda de Berlusconi proponiendo eli
m inar la Comisin Europea y su sustitucin por un gobierno formal europeo.
Sin embargo, lo ms significativo, desde el punto de vista de la originacin
de un nuevo mapa geopoltico planetario, nos lo ofrece esta segunda reunin
europea, a la que ya no asisten ni Blair ni Aznar, la de la Conferencia Europea
con la presencia de Rusia, Ukrania y M oldavia, pases que, lgicamente, no
entrarn en la Unin Europea, y decimos "lgicam ente porque no est en la
naturaleza de uno y otro grupo la copertenencia intrnseca, pero s aparece me
ridiana su significacin desde el punto de vista de la alianza "frente-a . Los
maridajes y desmaridamicntos estn a punto de trastocarse.
CORRUPCIN?
(junio, 2003)
Qu va! Slo es cosa de gustos. Unos prefieren la cetrera, otros la caza
mayor. Unos estn mejor por el m ontear vernculo. Otros, en cambio, gustan de
muy luefies geografas. Ya veis, Garzn, por caso, fue a cobrar una pieza (nada
menos que un Cavallo, con b baja) a la Argentina!, pasando por el Mxico
lindo, cuando piezas de una muy mayor entidad las tiene por miles, aqu, ape
nas sin salir de casa. Cosa de gustos! De gustos y de pesquis, claro. Como
aquello del GAL, hale, a lo bestia!.
No, nios, no. Aprended de los conservadores, que siempre fueron de
chados de prudencia y buenos adm inistradores de su casa, como alguien dijo.
Se empieza por la ley, la que t hagas, luego te vas a los accesos y salidas de la
justicia. Todo cosa de togas y uniformes! No pringarsus! Dejad hacer a los que
saben. Ah est ese que llam an Cardenal, que, es, l, muy ducho en la tram a de
perseguir o estar sentado, segn la conveniencia.
Y
los sociatas, atravesados de topos del PP, slo por aquello de buscar el
centro, dejan al pobre de Simancas con sus paos menores a la vista, a la mer
ced de Esperanzilla, la marisabidilla de va estrecha. Es el Estado de derecho!
Hams, de una tacada, borra del mapa a un montn de nios, viejos y
mujeres, pero Europa se niega a meterlos en la lista, en la que, s, en cambio,
mete a Batasuna, porque, va Aznar, deducen..., tienen indicios de...adivinan
en su pensam iento...
Es, el Estado de derecho!
O sea, que est claro que eso del Estado de derecho" es una pura y simple
cuestin de fuerza y de poder. Porque te llamas tal", habindote llamado cual,
te trato como a tal. sea EGIN-GARA, EGUNKARIA ..., lo que sea, y as sucesi
vamente. O sea, que no hay remedio, como quiera que te pongas te veo el den
gu e... Aunque seis una inm ensa mayora, os sigo viendo el dengue y punto. Ya
no se trata aqu de si un medio s y el otro no. Se trata de programas, de perspec
tivas polticas. Se trata, por parte gobernante con anuencia opositiva, de im
poner por activa o por pasiva o por ambas juntas, un concepto de nacin, y, en
este caso, un concepto de Espaa, que estiman, definitivamente, acuado por
los levantiscos actuantes juliares de 1936, o sea, cuestin de intereses.
Sin embargo, con anterioridad a 1839, el Pas Vasco gozaba de una sobe
rana compartida con el Monarca espaol, y, en un anlisis crtico, autorizado,
de la vigente Constitucin, se nos dice: Se pide la restitucin de los fueros
precedentes a 1839... Por otro lado, lo que en 1839 se dej a las tres provincias
vascongadas es un concierto econmico, es decir, un trato especial, respecto al
resto de Espaa, por lo que se refiere al pago de impuestos. Franco, tras la
Guerra Civil, deroga ese concierto a Vizcaya y Guipzcoa, que se han opuesto a
su invasin, m ientras que lo sigue permitiendo en lava que ha adherido inm e
diatamente al alzamiento . Es decir, que se trata de intereses polticos pura y
simplemente, y el especial trato actual de favor a Navarra no es ajeno al hecho
de que los requets de esa regin apoyaron a Franco, y, con el ttulo de tradicionalistas. fueron unidos a la Falange, en abril de 1937 (F.E.T. y de las J.O.N.S.).
El fondo de la contienda pivota sobre algunos aspectos de dos plantea
mientos antagnicos en poltica: centralism o y descentralizacin. Y la apuesta
del centralismo, ahora, es ms fuerte aun que la de los Reyes Catlicos o los
Austrias, incluso que el de los Borbones, pues, aunque stos trajeron de su Francia
un espritu m s frreo de centralizacin, hasta 1839, por lo que se refiere a Pas
Vasco, no rompieron con una tradicin descentralizadora en aquellos parajes, y
se ve que fue Franco el que dio la puntilla ltim a a aquella situacin a la que
mordicus sigue habiendo hoy fiero empeo en seguir conjurando. Y no se trata,
por nuestra parte, de tomar posicin entre isabelinos y carlistas como formas
polticas. Lo que nos interesa es saber de qu modo se respetaron o no las volun
tades de los pueblos. Y, a este respecto, nos viene bien contraponer las opinio
nes de dos hombres, externamente, muy unidos, pero separados, en lo interno.
Me refiero a M arx y Engcls, ocupndose de cosas de Espaa, como puede verse
en el libro Revolucin en Espaa, editado por Ariel, en 1960, y traducido,
prologado y anotado por el muy inteligente y honesto Manuel Sacristn. Reco
gemos de l algunos prrafos de Carlos M arx, quien, hablando de lo mal que se
conocen y se juzgan en Europa las cosas espaolas, y en parte las de Turqua,
nos dice: La explicacin de esta falacia reside en la sencilla razn de que los
DESPILFARRO Y MISERIA
(enero-febrero, 2004)
Razones y modos.- Los dos trminos que encabezan este trabajo dan,
grosso modo, nombre a dos de las caractersticas ms determinantes de la vida
actual del Occidente y de sus negativas consecuencias, para s y para el resto del
mundo. El anlisis de sus elementos componentes y de los factores que les dan
protagonismo histrico se inicia aqu con el sano y humilde deseo de poder
contribuir a la eliminacin de estas dos lacras que envilecen la dignidad hum a
na y m artirizan a tres cuartas partes de los habitantes del mundo.
La ya sola aparicin contrapuesta de estos dos trminos contrarios nos pue
den dar quiz la clave de un modo de ser humano que ha encontrado, en la moder
nidad, el modo de expresarse en reas de generalizacin social. Nos referimos a los
factores humanos, ya muy analizados desde Sigmund Frcud, Eros y Thnatos, amor
y muerte Da la impresin de que, en la sociedad avanzada moderna, hubiera una
tendencia generalizada, en la que la bsqueda de una satisfaccin, incluida en el
amor o deseo, hubiera de ser acompaada de un impulso de destruccin, en algn
modo, perteneciente al mbito de muerte. Se cumplira, as, en trminos socia
les, lo que Freud nos habra explicado sobre el comportamiento del ser humano
individual, a saber que su impulso prim ario a la busca de la liberacin del dolor
no representa ms que la llamada al regreso intrauterino, expresada, ya prim a
riamente, en el llanto de su propio nacimiento, signo del rechazo al nuevo me
dio adverso al que se accede y que luego aparecer en forma de acompaante
instinto de muerte, a lo largo de toda su vida..
Desde esta base explicativa, la tendencia al despilfarro destructivo mo
derno pudiera interpretarse, en ltimidad, como un efecto de ese humano ins
tinto de muerte, un ansia de retorno, de vuelta a los orgenes prenatales. Si esta
fuente explicativa se averara de forma total con la realidad, las consecuencias,
exige la produccin del excedente, tam bin el umbral de consumo oblgado pue
de establecerse muy por encima de lo estrictam ente necesario, siempre en fun
cin de la plusvala. Es, pues, la lgica interna del Sistema, como fuerza pro
ductiva, la que define las necesidades, las cuales slo se establecen como tales
porque y en cuanto el Sistema las necesita.
De cmo el discurso econm ico-poltico deviene en puro proceso de
abstractizacin.- C onecta m uy bien con todo esto la inteligente observacin
de A gustn G arca Calvo, en su C om unicado urgente contra el despilfarro,
de que hace m ucho tiem po que las em presas se ocupan m ucho m enos de
producir bienes que de crear necesidades, como aguda es, igualm ente en la
m ism a obra, la que descubre que el prestigio hedonista de la necesidad-goce,
de que se sirve la propaganda comercial, no es ms que una mscara de la
necesidad como fuerza de produccin.
A propsito del obligado proceso de abstractizacin y alambicamiento
del discurso econmico burgus, en el que la tautologa se convierte, de conti
nuo. en un expediente descriptivo o explicativo, tiene razn Agustn cuando
afirm a que consum ir consumo no es ya ninguna sutileza retrica, sino la
manifestacin de una realidad social, como, para el sistema, lo es "producir
produccin . Signo claro del avance sin tregua del proceso de abstractizacin
del discurso econmico es que, el concepto fundam ental para el Sistema no es
ya el de produccin, sino el de "productividad, del mismo modo que, ms que
hablar de consumo, se ha de hablar de consumatividad . Una situacin que ve,
muy inteligentemente, nuestro Agustn, en la obra citada, cuando dice que no es
que el consumo sea una funcin de la produccin, sino que es la consumatividad
la que se constituy en un modo estructural de la productividad.
El mundo de la virtualidad atraviesa, as, con toda naturalidad, la econo
ma poltica, que ya se define, de hecho, como una mquina de fabricar valor
como signo de riqueza, no riqueza en s, y, si siempre hubo simultaneidad entre
cosa y signo, hoy, el signo ya no es lo que era, porque ya no existe la realidad de
la que sea signo. De este modo, la tecnologa de lo virtual borra, a la vez, la cosa
y el signo. Tal es lo que ocurre con la ascensin del Capital financiero, donde la
moneda adquiere ese carcter virtual, al no estar, inmediatamente, respaldada
por la riqueza de la que era signo.
No es, pues, cosa que pueda extra ar a nadie que, en esta lnea de
abstractizacin y virtualizacin progresiva, el ente dinero haya acabado por
totalizarlo todo y adquirido el rango de nueva divinidad. En esta totalizacin,
se puede decir, con Agustn, que el dinero, partiendo de ser la materializacin
de los abstractos consumo -produccin, se ha convertido en el nombre de todas
las cosas. As que todo es ya Dinero, y, como Todo, nos acecha y rodea por todos
los costados, hasta la asfixia.
por ms seas, elemento auxiliar del equipo del expresidente Clinton, com enta
ba, acerca de sus deseos transm undanos, que, si se tratase de afirm ar una volun
tad de poder y si era cierto que haba una reencarnacin despus de la muerte, l
no quera reencarnarse ni en Papa ni en presidente de los Estados Unidos, sino
en mercado de bonos, pues ste, afirmaba, era quien gobernaba el mundo. Lo
que confirmamos, a partir de los datos que nos transm ite Niall Ferguson en su
obra Dinero y poder.
Nos da Ferguson los datos de que, entre 1928 y 1997, el mercado de
bonos se m ultiplic por seis, con una capacidad de veinticinco billones de dla
res USA, y que, en 1999, alcanzaba la cifra de treinta y cuatro billones, de los
que casi la mitad eran de propiedad norteam ericana. Con este montante, el
mercado de bonos no solo exceda la capitalizacin total de todas las bolsas del
mundo, cifrada, en 1999, en veintisiete billones y medio de dlares, sino tam
bin el Producto Interior Bruto de todos los pases del mundo, cifrado en 31,1
billones de dlares USA, en 1997. En ese ao, el 90% de la emisin de bonos
fue realizada por unas veinte firmas, lo que nos habla, claramente, no slo del
crecimiento del total de ese mercado de bonos, sino del pequeo nmero de
manos en que est concentrado.
Este enorm e crecim iento del mercado de bonos es parejo del proceso de
globalizacin financiera y de su afianzam iento, fenmeno claram ente expli
cable, habida cuenta de que, por ejemplo, las transacciones transfronterizas
alemanas subieron, de 1980 a 1998, del 7% al 34%. Y, como ejemplo de esta
internacionalizacin del capital, retenemos el hecho de que, en 1998, el capital
extranjero posea el 23% de la deuda federal norteamericana, y que, en 1999,
las inversiones extranjeras en los Estados Unidos representaban el 14,6 % del
Producto Nacional Bruto.
Todo lo ateriorm ente comentado es signo claro del progresivo y continuo
proceso de virtualizacin del que hemos venido hablando, un proceso del "como
si, donde todo aparece y desaparece de forma vertiginosa y donde el hombre se
pierde a s mismo, pues, como agudam ente observa Agustn en su obra anterior
mente citada, si los hombres aprenden sus relaciones personales en sus relacio
nes con las cosas, en las nuevas formas de produccin capitalista, al desapare
cer el trato del hombre con las cosas, desparece tam bin el hombre mismo, que.
en cuanto m ercanca, pasa a ser, pura y simplemente, cantidad de horas de
trabajo. Es todo ello un aspecto ms de la imperativa necesidad del Capitalismo
de proceder, sistemticamnte, a vertiginosas "desapariciones que dejen inm e
diato hueco a apariciones equivalentes, de signo igualmente vertiginoso. Es
por lo que A gustn concluye que la finalidad ltim a del C apitalism o es la
basurizacin tem prana de todo, por lo que deviene en un proceso continuo de
residualizacin que convierte, objetivamente, al mundo en sumidero
deciblica de las calles 70 y80, frente a los que, en la calle 100, en H arlem , se
m uestran sum ergidos en la sordidez y el embotamiento. Los tiempos han in
vertido situaciones de antao.
Ricos y pobres.-La aagaza capitalista de que el desarrollo de su tecno
loga, como ya se pretende vaticinar en la Nova A tlantis de Francis Bacon,
redundara en beneficio de las clases ms menesterosas, se muestra ahora como
abiertamente falsa.La tarta se hace mayor, pero la diferencia ricos/pobres no
slo no se acorta, sino que crece. En el decenio de 1980, en el Reino Unido, la
prosperidad y la reduccin de impuestos benefici slo al 10% de la poblacin
que representa, precisamente, la parte ms opulenta de la misma. El aumento
de la diferenciacin es aun ms fuerte en los Estados Unidos, donde, entre 1979
y 1986, la renta de los ms desfavorecidos disminuy en un 11%, mientras la de
los privilegiados ascendi en un 14%. La diferencia incrementada, en ese tiem
po. fue, pues, del 25%. Por ejemplo y en plazos ms cortos, entre 1980 y 1984,
slo en cuatro aos y segn el censo nacional, la renta del 40% ms pobre de la
poblacin norteam ericana haba descendido en un 3%, m ientras la renta del
10% ms favorecido se haba increm entado en un 7%. La diferencia, pues,
entre los dos bloques citados fue, en slo cuatro aos del 10%. En la misma
N orteam rica, se ha creado lo que los econom istas y banqueros califican,
eufemsticamente, de subclase, y a la que. como si no quisieran saber nada de
ella, declaran fuera del sistema . La tal subclase alcanza a siete millones de
familias de un total de 84. y se da la circunstancia de que ha aumentado, preci
samente, en poca de prosperidad. A principios de los aos 80, se dio en USA
un notable crecimiento del empleo. Se crearon 12 millones de puestos de traba
jo, la mayor parte de los cuales se destin a la am pliacin de la estructura de los
circuitos del ocio, y una proporcin, cada vez mayor, gir en torno al consumo
y al patrocinio de los millonarios. El crecimiento del empleo no gote, sin em
bargo, hasta la mencionada subclase, que hubo de seguir superviviendo, a su
manera, con fondos de caridad y lo obtenido en fiestas de beneficencia. Se cele
braron, para ello, hasta bailes de pobres a las que los opulentos concurran
vestidos de suntuosos harapos.
Si la creciente diferenciacin rico/pobre se aplica a la relacin Norte/Sur
los datos son ya escalofriantes. De los ya bien largos seis mil millones de personas
que habitan la Tierra, slo menos de mil millones son elementos "bancables, es
decir que tengan algo que ver con los bancos, y slo ellos, aunque en grados diferen
tes. son disfrutadotes de holgura. Los acuciantes problemas econmicos, ecolgicos
y sanitarios pesan como una losa sobre el resto de la humanidad.
Derroche y corrupcin campean en las reas de frica donde dominan
los poderosos. E n el resto, crece la mayor miseria. Las m ultinacionales rebajan
el precio de las exportaciones de un pas africano, a la vez que elevan el precio
Junto a esto, Sami Nai'r (en E l Pas, 26-12-03) nos da datos del Inforrme
sobre el Desarrollo Humano para el 2003, segn el cual, la dcada de los 90 fue
para muchos pases la dcada de la desesperacin, pues, en ella, 54 pases resul
taron ms pobres que en la dcada anterior. En 21 pases aument el porcenaje
de los hambrientos. E n 14 pases mueren ms nios menores de cinco aos; en
34, disminuye la duracin de la vida, y en 21, disminuye el ndice de desarrollo
humano. En la obra del mismo autor que lleva por ttulo E l desarrollo desigual,
se nos dan algunas de las razones econmicas que explican los desastres an
teriormente comentados. Por ejemplo: las estructuras de pago, en las relaciones
internacionales, suponen una relacin asimtrica, pues estn moldeadas para
adaptarse a la acumulacin del centro, que es quien mantiene a la periferia en
estado perm anente de subdesarrollo, haciendo que los precios de la economa
dominante se im pongan siempre a los de la economa dominada. Garantizando
la vigilancia de esta asim etra, est el Fondo M onetario Internacional, cuya
funcin es m antener los comportamientos monetarios de la periferia dentro de
las necesidades del sistema internacional. El program a de dominio extensivo y
progresivo que define al Capitalismo utiliza, por parte de los Estados poderosos
y de las m ultinacionales, el mtodo del prstamo externo que parte del supuesto
beneficio del receptor del mismo como finalidad, cuando su razn real es el
dominio sobre el concernido. Pero este desarrollo no llega nunca a realizarse,
salvo en los casos en que convenga al propio prestamista, que m antiene siempre
su control y dom inio del beneficiado. Pero, en la mayora de los casos, una parte
no despreciable de la deuda a largo plazo sirve al beneficiario slo para cubrir
necesidades inm ediatas de consumo corriente de artculos importados del rea
del prestam ista o adlteres. De esta forma, la deuda externa evoluciona en for
ma de agobio progresivo del mundo subdcsarrollado Como ejemplos de la evo
lucin de la deuda externa, pueden presentarse los de Amrica Latina que asom
bran por la enorme magnitud del ritmo de crecimiento: La que era, en la dcada
de los setenta, de 60.000 millones de dlares americanos, es, en ladcada de los
ochenta, de 204.000 millones; en la de los noventa, de 443.000 millones, y, en
1999, una deuda de 706.000 millones de los mismos dlares.
La relacin reservas netas/im portaciones siempre es desfavorable a los
pases subdesarrollados. Por ello, toda tentativa seria de desarrollo de un pas
subdcsarrollado conduce, necesariamente, a dificultades de pagos exteriores. Al
intervenir instituciones internacionales, siempre se sacrifican, deliberadamen
te, los objetivos del desarrollo a las exigencias de solvencia a corto plazo, o sea,
a dejar las cosas como estaban, es decir, a mantener el Orden Internacional
desigual. Esta desigualdad y la persistencia de dominio se mantienen, aun cuando
cambien las condiciones estructurales. Por ejemplo, en la antigua divisin del
trabajo, los pases subdesarrollados proporcionaban m aterias primas, y reciban
de los desarrollados productos manufacturados. En la situacin actual, los subdesarrollados proporcionan productos prim arios y manufacturados y reciben de
los segundos tecnologa, equipos, software. Pero los primeros se mantienen en
igual dependencia de los segundos. Un caso manifiesto de esta dependencia es
el de las runaway indutries o industrias galopantes creadas por ingleses, nor
team ericanos o japoneses en el sureste asitico para serv ir, como el Berlin occi
dental frente a la comunista Ost-Deutschland, de escaparate de magnificencia
frente a la penuria China del momento. A pesar de la pujanza de estos cuatro
tigres de la regin. Taiwn, Corea del Sur, Hong-Kong y Singapur, su econo
ma es totalm ente menesterosa de la de sus metrpolis econmicas de origen y
ello no slo por razones de ndole tecnolgica, sino por la vulnerabilidad de sus
balanzas de pagos. Alguna vez que las economas de estos cuatro tigres qui
sieron sacar pecho y hacer ademn de iniciativas independientes, sufrieron fsi
camente en sus carnes el poder de esas metrpolis econmicas.
Entre tanto y, naturalmente, para los pobres del mundo, las consecuen
cias del despilfarro son demoledoras, en su actualidad y ms aun en un futuro
previsible. Segn el informe anual del Worldwatch Institute para 1999, la esca
sez de m aterias prim as por efecto del despilfarro es ya manifiesta. La pesca y
los pastos, que son fuente de protenas parecen haber tocado techo y el cultivo
de mayores extensiones de tierras se hace imposible o muy difcil por la escasez
de agua. Junto a estos datos de escasez, el movimiento demogrfico viene a
agravar la situacin: la ONU calcula que, para 2050, habr sobre La Tierra
3.500 millones de habitantes ms, concentrados, sobre todo, en pases subdesarrollados o en trance de desarrollo. La India, por ejemplo, tendr 600 millones
de habitantes ms y Etiopa pasar de 62 millones a 213.En cuanto al Medio
Ambiente, la situacin de la atmsfera est en que ya no puede sostener, sin
graves alteraciones, ms de 2.000 millones de toneladas anuales de carbono,
pero USA, Japn y otros pases em iten carbono entre 12 y 27 veces ms de lo
que supone el ritmo indicado de esos 2.000 millones.
frica!, continente mrtir. En todos los aos ochenta, slo 10 pases en
vas de desarrollo recibieron los 3/4 de las inversiones para todo el mbitoSur.
N inguno de esos pases era africano. La deuda externa de frica pas, en el
perodo indicado, de 63.000 millones de dlares americanos a 183.400 (tres veces
ms), cifra de la que se tiene conciencia de su valor real, cuando se considera que
sobrepasa los Productos /Nacionales Brutos de todos los Estados subsaharianos jun
tos, con sus 600 millones de habitantes. De 1968 a 1997, en treinta aos, la pobla
cin africana se duplic. En cambio, su produccin alimentaria actual es un 20%
inferior a la de 1970. Cuarenta millones de habitantes padecen hambre, 168 millo
nes sufren malnutricin crnica, ocho nios de cada diez mueren antes de cumplir
un ao, y entre seis y diez millones de personas estn afectados de sida.
Reflexiones
Iq Accin
su
Reflexiones |w g la Accin
julio, no slo se enfrenta a Luis XVI sino a la Asamblea del tercer Estado, como
m s tarde los sansculottes y los enrags de Babeuf se enfrentarn a jacobinos y
girondinos. Pero un ejemplo ms claro lo ofrece, sin duda, la Comuna de Pars
de 1871, donde, tras la cada de Napolen III en manos alemanas en la batalla
de Sedn y la proclamacin, en Pars, de la III Repblica por Thiers, el pueblo
se levanta en la revolucin comunal. Con los alemanes, triunfantes ya sobre el
III Imperio, a las puertas de Pars, Thiers se retira a Versailles, pacta con los
invasores y, juntos, aplastan la Comuna, tras negociar con ellos la liberacin
del general monrquico Mac M ahon y sus efectivos, encargados de term inar
con C om una y com uneros: el sueo de una ciudad pensada en trm inos
federalistas y de autogestin es masacrado por la violencia de un rgimen que.
espontneamente, genera de s mismo ciudades de dominio con centro de poder
y centros de beneficiarios privilegiados. Ya antes, en 1848, en el mismo escena
rio de Paris, los burgueses que, en el mes de febrero de ese ao y junto con el
pueblo trabajador, haban implantado la II Repblica frente a la monarqua de
Luis Felipe, en el mes de junio, cuando los trabajadores reclam an la creacin de
talleres nacionales, autogestionados, y se lanzan a las barricadas, son aplasta
dos de la manera ms brutal en las calles de Paris.por las ferzas de Cavaignac.
La heterogeneidad interna de la ciudad vuelve a ponerse trgicamente de mani
fiesto. Y puesto que hablamos de ciudades emblemticas, podemos remontarnos,
por proximidad de rea cultural, a la Atenas de los siglos VII al V antes de
Cristo, para encontrar que las protestas de la baja y media ciudadana contra los
aristcratas euptridas estuvieron en la base de las reformas de Soln; en el
inicio de la dictadura de Pisstrato; en el origen de la revolucin prcdemocrtica
de Clstenes del ao 500, y en la de las reformas populares de Efialtes y Pericles
a mediados y finales del siglo V. Igualm ente im portante como ejemplo, por
tratarse de la ciudad que da apertura a la historia occidental, es la primera
revuelta popular que, en Roma, sigue a la revolucin conjunta del 510. antes de
Cristo, contra el rgimen monrquico y que inaugura las luchas de los plebeyos
contra el patriciado. Nos referimos a la prim era huelga en la historia de la
humanidad, la retirada del populus fuera de la ciudad, al monte Aventino en
demanda de derechos. Es sobre todo aleccionadora por la forma falsa de su
terminacin. El cnsul Agripa convence al pueblo en huelga de que sta va en
contra de sus propios intereses, contndoles la parbola de los miembros y el
estmago, en la que los miembros, cansados de trabajar y de ver que ellos son
los que allegan el alimento al estmago que no hace ms que recibir lo engulli
do, se ponen en huelga y dejan de aportarle alimento al que entienden parsito,
pero esto mismo causa una debilidad general en la que los propios miembros
desfallecen. As que han de entender que el estmago no es un parsito y que
tambin trabaja para ellos. Decimos falsa la parbola porque la funcin natural.
su
" *
Castilla, con nuestro Gonzalo de Berceo, cuando escribe: quiero far una fabla
en rom n paladino / en la lengua que habla l 'home a su vecino. / Bien meresco
por ello un vaso de bon vino .
El rgim en que sigue al Principado es el de las m onarquas absolutas del
XVII. Los crueles y ejemplares castigos que Carlos V aplic a las protestas
comuneras y germanas, su hijo Felipe los multiplica en intensidad y crueldad
contra los moriscos de las Alpujarras, y rubrica su centralidad anulando, vio
lentamente, las libertades de Aragn. Los pueblos son sometidos con mayor
dureza, y, sin embargo, el siglo XVII no es un siglo que acabe como empezara,
lo que quiere decir que es, verdaderamente, un siglo de transformacin. E n el
barroco, se profiindizan las cuestiones. Hombres como Quevedo o M illn son
ejemplos de un claro espritu de contestacin y las dos prim eras revoluciones
burguesas tienen su presencia triunfante, por prim era vez en la historia, en la
Inglaterra de ese siglo.
Con el siglo de la Ilustracin, se desarrolla el gusto por la intim idad y
esto afecta a la ciudad tanto en su estructura externa como en su form a
interna de conducirse. E n las viviendas, las habitaciones dejan de estar co
municadas entre s para dar lugar a un pasillo donde est la entrada indepen
diente de cada una. Se asigna, ahora, a cada espacio una funcin especfica.
C laro que esta descripcin corresponde a las grandes m ansiones, los barrios
populares son una m ezcla abigarrada de viviendas donde se dan m enos opor
tunidades a la privacidad, y, en el m s norm al de los casos, slo existe un
solo lecho, donde, ju n to al matrimonio, duermen tambin los hijos. El conjun
to es denotativo del fenmeno de la creciente diferenciacin en la polarizacin
de riqueza y pobreza.
Los modos ciudadanos y los procesos urbano y de urbanizacin.E1 ideal cortesano promovido en el siglo XVI por Baltasar de Castiglione
para la lite reconocida decae ya en el siglo siguiente, y el E nquiridion o
m anual de civilidad, que Erasm o genera en el m ism o siglo, es sentido en el
siglo X VIII como una serie de form alism os anticuados im propios de la gen
te esclarecida. En tal desprestigio, entran tam bin los consejos de urb an i
dad ideados por La Salle a com ienzos del siglo XVIII. Se da, ahora, culto a
lo individual, natural y espontneo. El nuevo cdigo social es la cortesa,
defensora de la libertad y la intim idad. L a urbanidad deja de tenerse por una
virtud social. Se da culto a la higiene y al sabor de la nutricin natural ms
que al espectculo. Antes, haba en la m esa convivencia jerrquica que daba
lugar a una diferencia tam bin jerrq u ica de platos para los diferentes co
m ensales. E n el siglo X VIII esto no ocurre porque se busca la coincidencia en
igualdad sociocultural. Sin embargo, esto mismo hizo increm entar el abismo
entre las lites y el pueblo.
El verdadero boom urbano, por tener que ver con el desarrollo econmi
co, est emparentado con la revolucin industrial. As, se constituyen el proce
so urbano, que es un proceso espacial y demogrfico y el proceso urbaniza
cin, que remite ms bien a los cambios de comportamiento y relaciones socia
les, como consecuencia del crecimiento constante de poblacin. Ambos proce
sos se dan, en un principio, juntos, aunque pueden darse por separado, ya que la
urbanizacin, como adopcin de valores, afecta a lo personal, y se da el caso de
gente rural trasplantada a la ciudad que conserva los usos campesinos, y, al
revs, ncleos rurales con hbitos urbanos. De hecho, existen muy pocas regio
nes que no acusen directa o indirectamente el impacto de la ciudad.
El proceso de urbanizacin slo se entiende si se trata de una manera
global y ligado a la expansin del Capitalism o, de modo que el sistema de
ciudades se alter en beneficio de las potencias metropolitanas, siendo ndice
de ello el hecho de que, en 1990, haya ya 280 reas m etropolitanas que superan
el milln de habitantes, y, de ellas, dieciocho (entre las que se encuentran Calcuta,
Buenos Aires, Londres, Nueva York, Paris, Tokio...) que superan, algunas du
plicndolos, los 10 millones de habitantes.
Se crea, de este modo, un amplio espacio de flujos de bienes, servicio,
trabajo y residencia, y, cuando un centro rector se convierte en centro metropo
litano, los ncleos urbanos dependientes o tributarios, procedentes del esquema
urbano tradicional, pasan a incorporarse a la nueva centralidad. En poco ms
de 20 aos, se fueron consolidando en el m undo cinco grandes conurbaciones
denominadas megalpolis, que renen en su conjunto un nmero mnimo de 20
millones cada una. Este fenmeno tuvo que acentuar, necesariamente, la segre
gacin social y poltica entre el centro y la periferia.
Se dan estos fenmenos a aos luz de lo que, en la Grecia antigua, un
Aristteles poda entender como un ideal de ciudad. Una ciudad, desde luego
con esclavos, pero que, vista con los ojos del ciudadano omnihabiente de dere
chos, tena que tener las dimensiones que, en un paseo diario a pie, pudiera ser
recorrida por cualquier habitante, esto es, una ciudad toda ella al alcance del
ciudadano, como un derecho ms.
Los excesos e inconvenientes que el actual gigantism o urbano produce
dio lugar en los aos setenta al fenmeno de contraurbanizacin que, como
tendencia opuesta a la urbanizacin, en la mayora de los pases, produjo el
fenmeno inverso al primero, o sea, el movimiento de la ciudad al campo, aun
que esto slo o mayormente se diera en el aspecto de la adopcin de la vivienda.
No dura, sin embargo, mucho tal tendencia y, en los aos 80, a favor del inters
de los gobiernos de revitalizar el centro de las ciudades como lugares de deci
sin, se produce el fenmeno inverso de gentrification, regreso del dominio
del centro por la gentry ( en ingls, clase pudiente alta), y se consuma por el
Reflexiones p an la Accin
ello un ejemplo paradigmtico, por darse en ella una tajante separacin entre la
poblacin de origen europeo y la autctona.
En Amrica Latina, se produce un crecimiento urbano cuatro veces su
perior al crecimiento rural. E n sus grandes ciudades, se da, generalmente, una
gran va central, la espina, amplio bulevar ocupado por las clases altas, luego se
dan coronas concntricas que van disminuyendo progresivamente en el valor y
calidad de los edificios y sobre todo en la calidad de vida.
La ciudad ideal en la historia. Hablando con el Kublai Khan, emperador trtaro descendiente de Gengis
Khan, segn nos cuenta Italo Calvino en su libro Las ciudades invisibles, M ar
co Polo dice que los panoram as ciudadanos exhiben ciertamente caractersticas
infernales, pero que la cosa es saber lo que no es infierno dentro del infierno,
y el autor italiano, que escribe su libro como un ltim o poem a de am or a las
ciudades cuando se va haciendo cada vez ms difcil el vivirlas como ciudades,
dice, a propsito de su ciudad Fedora, que siem pre hubo alguien que, m irn
dola, im agin cmo convertirla en la ciudad ideal, una ciudad como la otra,
A ndria, que ofreca tan ta correspondencia entre ella y el cielo que cada cam
bio suyo com portaba alguna novedad en las estrellas, eso que a Ivan Illich
en su libro H 2 0 y las aguas de olvido le hace hablar de la vigorosa realidad de
la ciudad invisible.
Histricamente, desde la antigua filosofa china en su forma sapiencial,
se plantea la realidad del li como el referente de la naturaleza humana y su
incardinacin social, as como, en la prctica, el complejo de los usos sociales.
Adjunto al li, el tao representa el camino de la accin y, como cdigo tico
genrico, tam bin el modo de accin. Para Confucio, ellos son instrumentos
que deben ponerse a contribucin para la transformacin positiva del mundo. Para
Mo-Tse, las conquistas morales y materiales, en las relaciones interhumanas, deben
hacerse por la virtud, la justicia y la buena fe. En Mencio, su ideal es la naturaleza
humana: bueno es lo que est en armona con ella, y quien la conoce conoce el cielo.
Lao-Tse da un giro individualista y entiende la salvacin como la vuelta al tao
impregnado del te. la virtud, que llevan, segn l, al fondo de la intimidad y a
su identificacin con la perfeccin del Cosmos. Se aleja as del inters social y
llega a decir: todos los paisajes deleitan, slo el hombre es ruin".
Siglo y medio despus de Confucio, Platn se plantea, para el rea grie
ga, la necesidad de la transformacin radical de las formas de convivencia y
relacin humanas. Ha de plantearlo en forma terica, pues entiende que la va
democrtica que Atenas le ofrece es impropia por falsa. Para l, no poda ser
bueno un rgimen que haba dado muerte al mejor hombre del inundo". Scrates,
as que, ni por asomos, intent nunca ninguna clase de prctica poltica en su
ciudad. Su problema es, entonces, cmo plantear, tericamente, cul es la esen-
eia de la justicia, ardua tarea que no puede aprenderse de golpe, sino por partes,
yendo de lo grande a lo pequeo, de lo visible a distancia hasta aquello que
exige un gran o mayor acercamiento para poder ser visto con precisin. Y aque
llo que puede ser visto a distancia es la naturaleza y estructura del Estado, y, as,
Platn deduce la estructura tripartita del Estado de la estructura trial del alma:
la pasin, la razn y el nimo, thyms (valor o voluntad), que decide entre el
imperativo racional y el pasional o viceversa.
Ya Scrates haba establecido una correlacin directa entre el caracter
del ciudadano y el Estado. En ello le sigue Platn: hay una interrelacin mutua
entre el ciudadano y el Estado. Dada la diversidad de necesidades y funciones de
Estado, se impone, segn Platn, una especializacin estricta para realizarlas. Se
parte, pues, del principio de la especializacin funcional. Esto ya estaba tambin, de
alguna manera, incluido en el discurso de Scrates: justicia es que cada cual cumpla
su tarea. Por ello, es fundamental la educacin, y, en ello, entra el arte (tchne)
como imitacin, que. en sus imgenes, refleja la realidad y representa un nivel
educativo que no llega a la epistme, pensamiento cientfico, pero s a las opinio
nes rectas. En su ciudad, no existen cdigos ni leyes que regulen especficamente
la conducta de los ciudadanos y los asuntos de la ciudad. Aristteles es tambin
escptico respecto a la posibilidad de un cdigo moral.
No importa que tal ciudad 110 exista, siem pre ser el modelo para la
conduccin de la mente y de los actos. Se establece la no-propiedad, la nofainilia porque son entidades anticom unitarias. Por ello, queda tambin esta
blecida la comunidad de mujeres e hijos. La felicidad, en la plis platnica,
radica en el cumplimiento de la justicia, y lo im portante no es la felicidad de los
ciudadanos, que no va ms all de la tarca bien cumplida. Lo que verdadera
mente importa es la felicidad de la ciudad entera como ciudad, cosa que se
deriva de su cumplimiento de la justicia.
Con la situacin imperial creada por Alejandro, a finales del siglo IV, la
p lis pierde el carcter de ciudad-estado que la haba caracterizado desde el
origen y, con ello, el ciudadano que haba venido siendo un ente poltico, es
decir, un producto activo y pasivo de la plis y que de ella reciba, en general,
todas sus valoraciones y hbitos de conducta y deseos, se encuentra ahora solo y
desvalido, desnortado y sin modelos de accin. Las filosofas helensticas van a
intentar ofrecer esas razones de conducta y vida, tomando a la naturaleza por
norma (kat physiri). Entre ese tipo de filsofos, los estoicos sustituirn la plis
por la kosmpolis, la ciudad universal, y el hombre pasa de zon politikn o
animal poltico a ser un zon koinonikn, hombre de comunidad, en cuya defi
nicin queda ya restringido el carcter comunitario de la plis Es, en este con
texto, donde, asentado sobre enseanzas de los cnicos, Zenn de Citio concibe
en su Politela, su ideal de convivencia. El escenario ahora se ha cambiado.
Aqu no hay clases cerradas como en Platn, aqu hay igualdad total, hombres y
mujeres, que, provistos de igual vestido, evolucionan como rebaos felices en
plena naturaleza, sin necesidad de gobierno, sin tribunales ni leyes, impulsados
de la sola espontaneidad que la sabia naturaleza les inspira.
En el transcurso del siglo IV al III antes de Cristo, ahora, en la poca
alejandrina, se originan cambios fundamentales de pticas cu orden a ir escu
driando en el horizonte del camino utpico, a pesar de postularse desde doctri
nas que presuponen la misma realidad observable y la m isma necesidad de
concrecin. Ya casi ni se trata de crtica poltica. Ahora, simplemente, se pasa
de lo poltico y se busca, por la va socrtica del acceso a la eudaimona o
tranquilidad y contento del espritu, la comunidad de convivencia o dilogo,
donde, al m argen de la poltica circundante, se pueda dar curso a la razn y a la
justicia, al dominio de s y a la ntim a satisfaccin, en la esperanza expresa o
tcita de que la m ultiplicacin de estos modelos de comunidades convivcntes o
escuelas de discurso y dilogo que comprometen, intrnsecamente, una prctica
determinada, alcancen a la transformacin cualitativa del cambio social. Tal
pareci ser el proyecto convivencial con que Epicuro pens, sin duda, la trans
formacin del mundo.
El mundo romano, a pesar de que Cicern intente con su Respblica
rem edar a Platn, no propicia el discurso utpico. Las luchas polticas, desde la
ley de las XII Tablas, a mediados del siglo V, hasta el levantamiento de Catilina,en
el siglo I antes de Cristo, y las diversas conjuraciones, bien entre la plebe y la
nobleza, bien de los equites contra patricios o de stos entre s, apuntan a cam
bios concretos dentro del Sistema. La mentalidad juridizante, la especial textura
de la Constitucin de la repblica romana, que mereci las alabanzas de Polibio y
los elogios de Cicern, y la operatividad del espritu del panem et circenses, el pan
y circo de la poca imperial, no dieron cabida al discurso utpico. Lo ms cercano
a l podran haber sido las ocasionales proclamaciones de los cnicos en las esqui
nas de las calles de la Urbe o, en las esferas altas, las luchas efectivas de los
estoicos contra el Imperio, en los siglos I y II de nuestra era.
Definitivamente ya constituido el espritu moderno frente al talante an ti
guo, la primera forma de utopa aparece en el siglo V con Agustn de Hipona
que recoge la frase de Ticonio, esse duas civitates, unam dei, alteram diaboli,
que hay dos ciudades, la de Dios y la del diablo para dar ttulo a su frmula de
la Civitas D ei, la ciudad de Dios. Habla Agustn de la ciudad celeste, la ciudad
espiritual terrena y la ciudad carnal terrena, y su definicin de ciudad es aque
lla congregacin de hombres que reconocen unas creencias comunes. En esta
definicin, viene ya aclarado que la tensin se plantea entre dos estilos y aspira
ciones de vida dentro de una sola ciudad concreta, y que la dimensin espiritual
terrena toma a la celeste como modelo. El esquema platnico 110 anda lejos de
bsico de tal actividad. Seis horas diarias de trabajo son suficientes para cubrir
todas las necesidades, cosa posible por la ausencia de ciudadanos parsitos y
puram ente consumidores. Oigamos su explicacin: ...esa multitud tan grande
como ociosa de sacerdotes y de los llamados religiosos. Unanse a stos los ricos
propietarios de las tierras denom inados vulgarm ente nobles y caballeros.
S m e n se le s su s s e rv id o re s , fam o sa m e z c o la n z a de tru h a n e s
armados...considrese, adems, el exiguo contingente de hombres ocupados en
trabajos tiles, porque, donde todo se mide por dinero, es inevitable la existen
cia de profesiones que no son de necesidad en absoluto, vanas y superfluas,
destinadas slo a fom entar el lujo y el placer . No existe en Utopa el dinero, y,
del mercado central, cada familia toma lo que necesita. En ella, se "abomina de
la guerra como de cosa totalmente propia de bestias, aunque ningn animal la
ejercita como el hombre . Es all completa la libertad de cultos, aunque la m a
yora slo presta fe a un num en nico y desconocido. Sin embargo, extraam en
te, en Utopa hay esclavitud. Refleja esto en Moro algn respeto por la idea
griega de los esclavos? Es posible y quiz explicable en un siglo que, para
librarse de las ignominias medievales, ha puesto gran esperanza en los valores
del m undo antiguo, pero, en todo caso, este captulo no es racionalm ente
conjugable con el resto de valores que definen Utopa. E n otro orden de cosas,
se nos ocurre que el que M oro haya dado a su isla la forma de un cuarto de Luna
en situacin creciente pudiera no ser casual sino intencionado, en el sentido de
significar que el modelo o proyecto tena un futuro natural de expansin.
Junto con la obra de Moro, hay otros escritos de la poca que am bicionan
un regreso a la Arcadia feliz, adscritos a M ambrn Rosco, Francesco Patrizi o
Ludovico Agostini, y, apenas 10 aos despus de la decapitacin de Moro,
Sebastin M nster nos habla en su Kosmographa de los habitantes de las
nuevas islas, donde se vive libre de toda autoridad y de toda coaccin moral. Y
en el Garganta de Francisco Rabclais, el lema escrito en su Herinita, el lugar
ideal de convivencia, es Fay ce que veux, haz lo que quieras. Sin leyes ni
estatutos, porque, dice el autor, gente bien nacida, instruida y conversando en
compaas honestas, tiene por naturaleza un instinto que siempre le impulsa a
los hechos virtuosos y la preserva del vicio.
Un hito especial lo marca la Ciudad del Sol de Campanella, ya en el
albor del siglo XVII. En ella, se radicaliza el sentido de la igualdad y desapare
ce la esclavitud que se daba en Moro. El trabajo se reduce a cuatro horas, con
lo que sus habitantes pueden dedicar ms tiem po al estudio, a la conversa
cin, a la escritura y al paseo o ejercicio fsico. La propiedad es absoluta
m ente com n y, frente a las utopas anteriores, sta se distingue porque est
pensada para la humanidad entera, lo que la presenta como 1111 especial avance
dentro de ese tipo de pensamiento.
capital excedente, que no encuentra otra salida visible o viable, como frmula
de encubrim iento de una recesin que, al cabo, acaba cernindose de forma
aplastante sobre el ciudadano.
Se hace, as, imponentemente necesario refundar y reavivar la lucha ideo
lgica desleda por los ltimos subjetivismos y posmodernismos que el Sistema
ha sabido digerir e integrar muy bien, en su idea de convertir al ciudadano en
puro nmero estadstico, fabricando las ciudades de los ciudadanos sin rostro,
anegados en una total anonim a, donde la "ecologa del miedo se ha converti
do en la sustitua o convivente con la ecologa de la pobreza (ver U lrich Beck,
Archipilago n 62). Han invertido la natural aspiracin del ciudadano a la
seguridad y a la confianza, y le han obligado a aceptar la ciudad del riesgo, a
la que tratan de justificar distinguindola, en trminos sofsticos, de la ciudad
del peligro, con el razonam iento de que riesgo significa inseguridad deter
m inable, frente a la indeterm inacin del peligro, distinciones puram ente
bizantinas que slo sirven a encubrir el hecho de que, si aceptaran tambin la
inseguridad indeterminable del riesgo, tendran tam bin que aceptar la insegu
ridad indeterm inable del Sistema, siendo as que ellos parten de su seguridad a
todo riesgo, por medio del "todo previsto" de sus tnicas de prevencin. Todo le
sirve al Sistema. Saben muy bien que. en esa sociedad del riesgo, el instinto de
conservacin del ciudadano internaliza, espontneamente, el riesgo como inde
term inado y solamente determinable en la medida en que l mismo busque, por
el camino que sea, su propia seguridad individual, lo que, en unos, fomenta la
va insolidaria de la privacidad, apetencia ideal del sistema, y, en otros, esa
bsqueda se traduzca en acciones de va delictiva, lo que, con el concurso de
los medios de comunicacin, fomenta la histeria social de la seguridad, a lo
que, muy gustoso, el Sistema responde multiplicando, infinitamente, la polica,
paliativo contra natura del paro, sabiendo de antemano, adems, que eso cons
tituye y reafirma la seguridad del Sistema.
Si la ciudadana no reacciona con grandes movimientos sociales, los males
de la ciudad, ya gigantescos y monstruosos, se harn insoportables. Se impone,
pues, la reflexin y la accin, buscar en todo momento la autogestin ciudadana
y no olvidar los avisos que Herbert M arcuse anuncia en El fin a l de la utopa, a
saber, que la autogestin real y completa slo ser asequible con la desaparicin
del Sistema. Y, en esa lucha por la recuperacin de la ciudad, tampoco son
sobrados algunos de los consejos de la Carta de Atenas (1933) reflejada por Le
Corbusier, a saber:
- Que la ciudad debe crecer arm oniosam ente en todas y cada una de sus
partes.
- Que hay cuatro claves que el urbanism o debe cumplir: habitar, trabajar,
recrearse y circular.
334
alguien me habl de que Fidel estaba enfermo, y me pidi que fuera a visitarle
a casa, cosa que hice. Tena el pecho, de arriba abajo, literalmente malcosido
con grapas . Yo le habl con afabilidad y compaerismo, pero su rostro estaba
m arcado por una profunda tristeza y amargura.
Pedro B arrios, afo rtu n ad am en te vivo todava, es otro de aquellos
confederales madrileos de las generaciones anteriores que me ilustraron con
su trato y me enriquecieron con sus experiencias, propuestas y acciones.. E n los
momentos ms convulsos de la Organizacin, supo contarse entre los que cons
tituyeron un dique inexpugnable frente a las em bestidas que el reformismo
escisionista, con el apoyo oficial del ucedismo, primero, del socialismo gober
nante, despus, y con el total apoyo de los medios de ofuscacin de masas,
siempre, lanz, a lo largo de todos los aos ochenta, contra las estructuras y
principios confederales. Tuvo una actividad decisoria en la clandestinidad del
ltimo tercio del franquismo, junto con Juan Gmez Casas, y de esto me excuso
de hablar, porque est sobradamente bien descrito en los libros y trabajos de
este ltimo. Juan Gmez Casas fue, para m, sin duda, el hombre de la Confede
racin con quien yo ms congeni en ideas, pero sobre todo en la sensibilidad
interna de valoracin de las ideas, las personas y las cosas. La CNT restaurada
de la transicin es impensable sin l. Si, como es realidad, ciertos hombres y
mujeres fueron salvadores de los principios confederales en el exilio exterior,
Juan cumpli el mismo papel para la renaciente CNT de toda Espaa. Su accin
fsica, intelectual y moral fueron fundamentales y bsicas en la constitucin de
ese valladar tras del cual la CNT se reencontr consigo misma. Profundamente
enamorado de Mari, su mujer, y adorador de su hija Marta, la Chata, segn l
gustaba de llamarla, constituan una familia envidiable. Yo mantuve con l una
comunicacin casi constante y dorm muchas veces en su casa de Aluche (Illescas,
90). Recuerdo la angustia que sufr cuando, en una asamblea confederal, cre
advertir en l los efectos de alguna incipiente y terrible enfermedad. l mismo,
consciente de la am enaza, ya incipientem ente fsica, del Alzeimer, rechaz
razonadam ente todos los cargos orgnicos para los que fue, ltimamente, pro
puesto. De no haber sido por la enferm edad, l habra sido el prim er D irec
tor de la Fundacin A nselm o Lorenzo, como haba sido el prim er Secretario
General de la CNT restaurada. El ltim o abrazo em ocionado, que le di, a l
y a M ari, fue en el Ateneo de Madrid, despus de una intervencin ma Lo
dem s lo fui sabiendo por otros.
Francisco San Gil, el Chato, el Chatillo, fue otro de aquellos ccnetistas
madrileos que me llenaron de cario, de saber y de seguridad en el Foro de
entonces. Fasta de siempre, fe, desde mozo, un hombre de accin. Ya en plena
guerra, fue, a los diecisiete afios, los ojos y los odos de la Confederacin ante
el, primero, comandante y luego general Rojo, de quien constitua una especie
cont Josefa Barroso (Carreras Candi. 89. Barcelona), amiga ntima de su com
paera. De Amrica (Canad) y slo conocido por m en forma epistolar, estn
en mi memoria Marcos Alcn con su compaera, finos, inteligentes, generosos
y que llevan el am or a la Confederacin hasta el extremo mismo de la vida.
Con Catalua y exceptuada Andaluca, tuve quiz ms contacto que con
ninguna otra Regional, pero el trabajo comn afect casi siempre a personas
ms jvenes o de m ediana edad. No obstante, en tan continuada relacin no
poda por menos de trabar tambin conocimiento y esferzo comn con compa
eros de la generacin 36, ni de comprobar, igualmente, en ellos aquel formida
ble temple y estilo. Ya habl de Antonio Navarro, de Hospitalet de Llobregat:
con l asocio tambin a Fernando, el de los caballos, a Francisco Piqueras, a
Ballester, de Rub, a Snchez, de Badalona, al incansable Severino Campos y al
magnfico Jos N avarro, fundador y director de la revista "O rto , que tan
im portante papel est cum pliendo, hom bre avispado, de grfico decir, buen
conocedor y enrgico defensor de las esencias libertarias y confederales, en
momentos de peligro para las mismas..
Recal en Granada en septiembre de 1975, despus de un periplo muy
accidentado de persecuciones. No me fe fcil conectar con los elem entos
confederales: algunos andaban dispersos, y otros, en actividades clandestinas
muy cerradas. Yo me mov, desde el principio en actividades genricas de pro
testa universitaria y social de carcter pluriideolgico, donde yo haca ostensi
ble mi orientacin marcadamente libertaria. Por esa va de conocimiento, se me
fueron acercando, progresivamente, los elementos confederalcs "durmientes y
los activos en clandestinidad. Antes de mediado el 76, ya estaba bien conectado
con ellos y, cada vez ms. con crculos confederalcs andaluces que se ampliaban
por momentos, y en ellos tambin, a travs de la proyeccin comparativa con
mis experiencias norteas, fi, admirativamente, comprobando ese marchamo
36 que los distingua.
Todos haban pasado por la crcel, por condenas diversas y por campos
de trabajo. Todos tenan el norte de la idea y una profunda devocin por la
instruccin, aunque alguno fuera semianalfabcto en cuanto al dominio del len
guaje de escuela y de las disciplinas . Todos tenan la misma ambicin de
escapar de la prisin interna de la ignorancia, y, en circunstancias vedadas para
ellos de asom ar a la cultura popular y social por va de la lucha, buscaban
dedicar todo esferzo y sacrificio a que sus descendientes estudiaran por en
cima de todo. Recuerdo en esto a Jos Maldonado, de Motril, que haba hecho la
guerra en el Centro y habitante de Granada en la poca de que hablo. ste tena
un hijo nico que, ya adolescente y por algn fracaso espordico, le dijo al
padre que quera dejar de estudiar. El padre, que utilizaba una moto para sus
trabajos, fue tajante: Mira, si haces eso, cojo la moto, voy al "tambor (lugar
f f i "
miento escrito a aquellos hombres de la generacin 36, con los que yo empec
tratando, a m is 15 y 16 aos, en los campos de concentracin franceses de
Barcars-sur-M er y de Argels-sur-M er, y a los que volv a encontrar en la
palestra clandestina, tras un parntesis de veinte aos. Proyecto que yo siempre
tuve por un siempre aplazado deber, no slo por relacin a aquellos cientos de
miles de hombres y a la imagen de una hum anidad nueva que dejaron a su paso,
sino por el m altrato histrico de que estos grandes perdedores vienen siendo
objeto por parte de una buena cantidad de gentes del oficio de "h istoriar y
sobre todo de com entaristas m editicos que no dejan de aprovechar esas
desviaciones hermenuticas para extender interesados certificados de defun
cin, con el resultado, si no con la intencin, de ofrecer de la CNT a las genera
ciones jvenes la imagen de una "va m uerta (la fotografa de un fam iliar
m uerto jo vencito) im posible de ser transitada. Pero me mueve tam bin a
este extenso reconocim iento escrito el rechazar la form a con que algunos
entienden salir del paso o cum plir con este expediente por medio de un acto
sim blico que contenga "slo un breve discurso, una entrega de condeco
racio n es y luego com er ju n to s . No, seor. El discurso debe ser tan largo
como lo pidan las circunstancias, las condecoraciones son cosa de cuartel
o de colegio de jesu tas, y la com ida en com n, para ser sincera, debe ser en
hom enaje a la CNT, a su historia y a su vida, no como un hecho arqueolgico,
sino como una fuente inagotable de enseanzas constantes que no deben ser
preteridas y mucho menos conculcadas.
Habra una clave para evitar aquellos desvos y, a veces, desvarios his
tricos a los que nos referimos antes, si hubiera voluntad de ello, a saber,
estudiar con verdadera profndidad y objetividad las razones de la escisin de
1945 en el exterior y sus reflejos en el interior, sin hablar a priori de "los que no
quisieron perder el tren de la historia . Eso por un lado. y. por otro, no presen
tar la espectacular bajada en ferza de la CNT desde el ao 78 como resultado
de un rechazo social basado en el no reconocimiento de esc instrum ento sindi
cal, sino como el efecto de una sauda y sin cuartel persecucin de acoso y
derribo, por parte de las fuerzas polticas, policiales, judiciales y mediticas de
la transicin, que dura todava, despus de haber comenzado en Barcelona
con el incendio del Scala, crim inal obra de provocacin de la confidencialidad
policial infiltrada en la CNT y fomentada, entapujada y sellada en las ms altas
esferas gubernamentales. Es decir, la oficial decisin de aniquilar a la nica
ferza sindical y social que se neg y se niega a los interesados pactos fementi
dos, y que pone, permanentemente, al descubierto la "trampa democrtica de la
transicin como un continuismo de fondo del persistente autoritarismo desp
tico franquista, ms grave aun, si cabe, por recibir, falsamente, los interesados
favores polticos internos y externos, bajo la formal capa verbal de democra-
ca, en este caso, blindada sine die por una Constitucin cortada a la medida
de los presupuestos fundamentales del franquismo. A ese anlisis valiente y real
es al que se niegan legin de "historiadores y la inmensa mayora de comenta
ristas mediticos. La doctrina oficial imperante del pensamiento polticam en
te correcto campa aqu por sus fueros y respetos. De ello resultan vetos a priori
de determinados nombres, siglas, organizaciones, historias, intereses y hasta de
orientaciones discursivas y valoraciones, naturalm ente, expresados todos ellos,
cmo no, en forma grafa, o escritas, a lo sumo, con tinta simptica.
En estas formas de discursos, suele llamarse, a la fidelidad ideolgica
racionalm ente fundamentada, inmovilismo ideolgico, doctrinarism o, in
tolerancia , dogmatismo y otras lindezas por el estilo, con una vulneracin
manifiesta del valor semntico de estos trminos. Se trata, simplemente y por
razones de clim a poltico, de atropellos de la verdad y de la indagacin histri
ca, que, conforme a la fo rm a ments o modus operandi que los promueve, se
concretan en calificar de "quienes buscaban una salida a quienes se desviaban
manifiestamente de los principios de la Organizacin, o en tratar de buscarles,
ante un renuncio poltico colosalmente manifiesto como el del "cincopuntismo,
algn tipo de exculpacin, recurriendo al historial anterior de los intervinientes,
incurriendo as en otro error metodolgico, pues no debe ser lo fundamental en
la indagacin histrica el buscar al "culpable personal, como en un proceso
policiaco, sino de objetivar una situacin que trasciende el campo de lo perso
nal. Otra forma de atropello de la verdad es acogerse a falsas argumentaciones,
como que hicieron lo que hicieron, a la vista de que los comunistas estaban
ganando preponderancia en el campo obrero, siendo as que el "cincopuntismo
se firm a en 1965 y los com unistas no llegan a tener una presencia visible,
m anifiestam ente im portante y operativa en ese cam po hasta muy entrados
los aos sesenta con la C arta M agna de Com isiones O breras, cuya presenta
cin en sociedad, es de 1966, y, en esa fecha, todava los com unistas no
dom inan su aparato. Por otro lado, los que buscan esas falsas justificaciones
escamotean, y esto es mucho ms importante, que las negociaciones de esos
promotores frentelibcrtaristas con los gerifaltes del Vertical franquista son
incluso muy anteriores a esa fecha. . .Pero volvamos a nuestros hombres y muje
res, aquellos y aquellas a quienes yo entiendo, con este escrito, rendir un justo
tributo de reconocimiento.
Los muchos jvenes que accedieron a la Confederacin inmediatamente
despus de muerto el dictador, habiendo vivido todos sus aos de vida bajo el
peso y la coercin de una moral hipcrita y falsa y de un lenguaje marcado de
prohibicionismos Victorianos, buscaban, sobre todo, resarcirse de tales repre
siones queriendo entregarse en forma prctica a dar suelta a los instintos y
emociones de goce personal, desde luego compartido, comunitario, donde el
concepto de vida y goce fsico iban no slo emparejados, sino tambin filosfi
camente fundam entados (de aqu una especie de culto a un mal conocido
epicureismo), sobre todo porque una importante parte de ese goce radicaba pre
cisamente en el hecho mismo de la conculcacin de la hipcrita moral oficial.
Visto desde el punto de vista social, el fenmeno ofreca un costado altamente
positivo: las formas se aniquilaban, las relaciones personales directas adquiran
una sinceridad viva que se concretaba en la figura del compi, del colega"...,
y el lenguaje se llen de "to, quedar, "pasada, comedura de coco, "pas
ma, "madero", enriquecido de modulaciones nuevas.... Era sobre todo una guerra
al estereotipo y, en ese sentido, una verdadera revolucin. Pero una revolucin
que re p e ta e sq u em as qu e, u n a vez d ig e rid o s p o r el rg im en , fu ero n
instrum entalizados por el mismo como mtodo de dominio y afianzam iento
propio. Por ejemplo, a la vez que promovan grandes campaas antidroga, poli
ca y guardia civil fueron no pequeos difusores, incluso gratuitos, de hachs,
coca o caballo donde se daban focos de juventud con una prctica poltica y
social inconveniente para la nueva situacin. Del mismo modo y aprovechando
el compaerismo reinante, la confidencialidad policial encontr fciles vas de
acceso a zonas sensibles. Por estas tristes vas, instrum entalizadas o espont
neas. se destruy una enorme cantidad de hermosa juventud altamente prome
tedora. Ese fue el verdadero crimen.
El parlam ento precedente es vlido no slo para la juventud confederal
del inicio de la "transicin, sino para la juventud espaola del momento, en
general. Pero, de la parte de los jvenes que accedieron a la Confederacin, un
buen nmero lo hizo buscando am plia comprensin para prcticas hedonistas y
un paraso de libertad donde era norma el rompimiento de la norma. Ello no
poda dejar de producir algn roce con los viejos, quienes, como resultado de
su larga lucha social, haban deducido de esa misma lucha una tica que era,
desde luego, consonante con la negacin de los valores sociales oficiales que
buscaban destruir: la tica de un cierto ascetismo que favoreciera la autosufi
ciencia y protegiera su libertad interna; la negacin de vicios superfluos (tabaco y
sucedneos, alcohol o formas de sobreexcitacin artificial...); la racionalizacin del
rechazo de la muerte animal innecesaria, aparejada a la exaltacin terica del vege
tarianismo; en la dialctica de contraposicin entre usos sociales y usos naturales, la
decantacin absoluta por la naturaleza, como fuente y horizonte de enseanza y
consejo normativo (de aqu el naturismo, el nudismo...); el respeto quasirreligioso
de los principios y del pacto federal o norm a libremente acordada; la energa
indomable en la lucha contra toda institucin, junto al declarado respeto por el
hombre vctim a de la misma; el despego de todo sentido de propiedad, que se
concretaba, junto a la am istad sincera, en un rechazo de todo culto personal: un
profndo am or a la vida y una clara conciencia de que un excesivo apego a la
cmo aquel reguero de portales humeantes, de norte a sur, iba dejando las calles
en silencio de tiros, y la milicia espontnea empezaba a organizar la vida civil y
el trabajo....
La vida de Carlos terminaba. La ltim a vez que lo vi con vida fue en su
casa. La fatiga constante le impeda ya casi todo movimiento, pero l segua
teniendo la misma entereza de siempre, la frente alta, la mirada segura y la
palabra serena aunque entrecortada. En un momento determinado, me dijo:
tengo que mear y no puedo, alcnzam e el orinal y aydame . Le allegu la
bacinilla, le retir la colcha y la manta, l se lade un poquito con gran esfuer
zo, le saqu el pene del calzoncillo y le puse a orinar. Tambin ello le costaba
esfuerzo. Terminada la operacin, puse el orinal en su sitio y le arregl la cama.
Son cosas que los libertarios hacemos con entera naturalidad, no tenindolas
por nada excepcional. Me dijo. Joseluis, esto se acaba, mi gente no puede
hacerse cargo de m ya muerto (su hijo Pedro estaba en Alemania). Hazte cargo
de la situacin, llevadme al local y encargaros de llevarme al cementerio.
La fam ilia me avis de su muerte en el hospital. Lo mir, estaba como
durmiendo. Lo bes en la frente y le cont a su hija y a su compaera el parla
mento que haba tenido con l antes de morir. Me dijeron que l se lo haba
dicho tam bin a ellas y que estaban de acuerdo. Hicimos que el atad fuera
llevado a Molinos 64, lo pusimos sobre varias mesas, lo cubrimos con la bande
ra rojinegra y lo velamos toda la noche, hablando de l, de sus cosas y de la
situacin que se avecinaba para la CNT. Como a las diez de la maana, lo
cargamos a hombros y lo llevamos al Campo del Prncipe, doblamos a la dere
cha por la cuesta de la Antequcruela y el empinado B arran co del A b ogao ,
hasta las cim as de la A lh am b ra, de a ll a la d erech a, siem pre a cu estas y
siem pre subien d o , h a sta el cem en terio . D ijim os u n a s p a la b ras, h icim os
su sem b lan za y, con el g rito C arlo s S o rian o , salu d , co m p a e ro ! y la
resp u esta u n n im e de todos: Salud! , fue introducido en el nicho envuelto
en los colores de la Confederacin.
Publicado, originariam ente, en Retrato de Resistencia. Carlos Soriano. AA. VV. La Isleta
del Moro, G ranada, 2005. pp 15-37.
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idea fue hacer de los ateneos el cam po donde se consum ase el inicio de tal
operacin. Se propone, entonces, y se lleva a cabo una coordinacin de ate
neos que perm itiese la interpenetracin y los intercam bios. Pero, claro, puesto
que se trataba de u n ir , haba que dejar fuera de sus discusiones aquella
discrepancia radical que haba diferenciado a unos ateneos de otros. As que
el tem a del anarcosindicalism o en sus pasos concretos (elecciones sindica
les, o no? com its de em presa, o no?) haba que declararlo tab, no tocarlo,
dejarlo entre parntesis. La tram pa estaba urdida y bien urdida, y, como tal,
surti sus efectos favorables a la estrategia de integracin. Se abus, de esta
m anera, de la buena fe de los com paeros atenestas. Si lo libertario es en
carar todas las cosas globalm ente, sin tapujos ni tabs qu sentido liberta
rio poda tener dejar al m argen la cuestin tctico-estratgica del sindicalis
mo revolucionario, nada menos que el tem a de la accin obrera en el terreno
socio-econm ico? Significaba, sim plem ente, dar pie a la creacin de un c li
ma, donde fuera factible el fenm eno de la im pregnacin psicolgica . P or
tavoces declarados de esta estrategia fueron, entre otros, por ejem plo, un
ateneo cegetista de V alencia, Al M argen (nom bre muy significativo para
la estrategia dicha), y otro, ateneo u organism o, con funcin de llam ar , de
atraer (La C am pana ), en 1111 m bito geogrfico, donde un personaje de
la SAC sueca, pblicam ente oscuro, pero bien conocido en m edios inform a
dos, viene, desde aos, haciendo su agosto ideolgico.
Que todo ello era una tram pa bien urdida qued de m anifiesto con los
resultados y desarrollos posteriores: de un lado, en m uchas m entes juveniles
y honestas, se consigui sem brar la desconfianza en la efectividad prctica
del sindicalism o revolucionario y d ar pie a estrategias de dudosa eficacia en
razn de la pretendida extem poraneidad de aqul; de otro lado, se hizo v isi
ble la verdadera intencionalidad del montaje: la prctica de entrism o h a
cia la integrabilidad, con efectos m anifiestos, dentro; y, por fuera, la tctica,
ya a cara descubierta, de las diversas formas de que se reviste la X untanza ...
Todo ello, intentando dejar aparte y sin m encin la cuestin fundam ental:
la a c c i n d i r e c t a es p r in c ip io b s ic o y f u n d a m e n ta l en el
anarcosindicalism o. El antagnico de ella es la accin representada p ro
pia de la dem ocracia burguesa. A ceptar sta frente a aqulla es el signo
claro de la integracin. Las elecciones sindicales (antesala de las m unicipa
les para las que los escisionistas se preparan), sm bolo de la accin repre
sentada, son, por lo tanto, tem a fundam ental, del que, en principio, no se
debe hablar. Esa es la tram pa ...
Por eso, esos agentes de la integracin creen que la cosa ya est m a
dura, o casi, p ara traslad ar al cam po de los sindicatos lo que triunf en el
terreno de los aten eo s... Es as como hacen aparecer, ahora, en algunos me-
I 3"
Espaa, tal negociacin es que la "carta espaola fue utilizada por Stalin como
prenda propia en el proceso negociador con H itler, lo que explica la insisten
cia, mordicus, com unista en p rolongar la agona del cam po republicano,
oponindose a M era y a Casado cuando la causa de la Repblica estaba ya
definitivam ente perdida.
En el otro plano, le era imprescindible a Stalin convertir a sus partidos
de Occidente en miembros orgnicos norm ales de los sitemas democrticos oc
cidentales y, por lo tanto, hacerles ap arecer com o defensores de su conserva
dora form alidad, en lo que se esforzaban en dar la im presin incluso de
ultrastas defensores de la democracia formal, salvo en los casos en los que tal
posicin les perjudicaba..
Lo prim ero a lo que la direccin internacional deba subvenir era a una
profunda alteracin cuantitativa de la correlacin de fuerzas en el campo
antifascista espaol, donde la presencia num rica del PCE era, en julio de 1936,
minscula, com parativam ente con los activos sociales del socialismo, del anar
quismo y del anarcosindicalismo. La solucin a este problema se entrevio de
dos maneras: la una, y para asegurar cierta solidez en su presencia militar, fue
emprendida por la tem prana decisin del Komintern (26 de julio de 1936) de
proceder a la recluta de brigadistas internacionales, procedentes, en casi exclu
sividad, como era propio del llamamiento, del campo comunista, a lo que. tam
bin muy tem pranam ente, se aadieron, como especialistas militares, conseje
ros soviticos. Agrupaciones internacionales de signo comunista combatieron
ya desde poco despus de los prim eros das, pero, oficialmente, las Brigadas
slo se crean el 29 de septiembre de 1936, y, ya a primeros de noviembre, la XI
brigada de internacionales desfila por las calles de Madrid.
El hecho de que el acuerdo de N o-intervencin de las potencias demo
crticas occidentales dejara a Rusia como principal y casi nico proveedor de
ayuda al campo republicano no poda dejar de ser un elem ento de influencia
popular que, debidam ente capitalizado y orquestado por el A gi-Pro, estaba
destinado a contribuir a am pliar el rea de simpatas hacia el campo comunis
ta. As, el prim er desembarco de ayuda sovitica en el puerto de Barcelona, el
13 de octubre de 1936, fue convertido en un acontecimiento estruendoso de
manifestacin popular...
La otra va de ampliacin del campo comunista, intentada en el seno de
la sociedad civil, presentaba al PCE mayores dificultades, dado que el campo
trabajador estaba, ya con anterioridad al movimiento de julio, prcticamente
totalizado por la CNT y la UGT, y aun se haba incrementado, de este lado, por
las acciones revolucionarias de estos sindicatos en el rea de la produccin, lo
que, por ejemplo, en el mbito libertario haba llevado la afiliacin hasta los
dos millones largos de adherentes. El crecimiento en este rea hubo, en cambio.
II
LA HUDA DE MADRID
(diciem bre, 2 0 0 5 )
En la noche del 6 al 7 de noviembre de 1936, estando y a a las puertas de
M adrid las fuerzas del general Franco, que prevean la toma de la capital en
los dos das siguientes, el gobierno de la Repblica sale de estampida de la
ciudad asediada, dejando tras s la orden de constitucin inmediata de la Jun
ta de Defensa a cargo del general Miaja. Si bien el gobierno justific la salida
y la form a en que lo hizo como una necesidad, otros, desde el campo libertario,
lo interpretaron como una huida y como una traicin.
Un Consejo de Ministros en una ciudad asediada.A las cuatro de la tarde del da cinco de noviembre, comienza el Consejo
de M inistros convocado de urgencia por Largo Caballero, un Consejo al que
asisten por prim era vez los cuatro ministros de la CNT, apenas a una semana de
su nombramiento como tales. De entrada y tan slo despus de un anlisis ge
neral de la situacin, el Prim er M inistro propone la salida del Gobierno de
M adrid y su instalacin en Valencia, y pide que su propuesta pase a una vota
cin, que, para, ser vlida, habra de ser unnim e. Los dem s m inistros, que
seguram ente saban la cosa de antem ano, dan, inm editam ente, su voto favo
rable. Slo los m inistros de la CNT razonan su voto en contra por la necesi
dad de consultar el tema con su Comit Nacional, y Largo Caballero suspende
la sesin hasta nuevo aviso.
Durante la consulta de los ministros cenetistas con Horacio Prieto, Se
cretario General del Comit Nacional, ste les sigue recomendando la negativa
hasta el lmite, sin llegar a la crisis. Si sta amenazara producirse, entonces,
ceder, lo que significaba que el resultado no poda ser otro que se, pues, dado
que la condicin de la votacin era la unanimidad, la crisis era inevitable.
tiene Cipriano M era, como representante del mundo del trabajo, frente al repu
blicano general Asensio, detenido en Tarancn, tiene una significacin verda
deram ente histrica: Celebro, dice Mera en ese parlamento, que los trabaja
dores tengan ocasin de exigir explicaciones a los jefes m ilitares que no saben
luchar y a los m inistros que no saben gobernar . Y no puede, en ningn caso,
dejar de ser considerado, en cuanto a la eficacia de esa actitud, que, si M adrid
no cay entonces en las manos fascistas, fue precisamente por la vigencia y el
mantenim iento de ese espritu revolucionario.
Publicado, originariam ente, en la coleccin de libros L a G uerra Civil espaola mes a mes,
tom o XVII, del diario E l M undo, el 18 de diciembre de 2005.
III
tos de propietarios, m uestra claram ente cul iba a ser la lnea anticolectivista
de actuacin de las fuerzas nacionalistas.
El gobierno que sucede a Largo Caballero y sus fuerzas coincidentcs
mantuvieron su intencin centralizadora durante toda la guerra, pero en lo
econm ico no lo iban a ten er tan fcil com o en lo poltico. U na econom a
m ontada sobre la colectivizacin, desde el 19 de julio, no poda, de ningn
modo, desm ontarse a base de decretos. En los prim eros de m arzo de 1937,
un decreto del M inisterio de C om ercio, dirigido, entonces, por el confederal
Juan Lpez (quien demostraba, as, el tic reformista que, en el futuro posblico,
iba a caracterizarlo), decida la incautacin de todas las exportaciones al ex
tranjero, lo que produjo un enorme m alestar entre los colectivistas que proce
dieron a la desobediencia. El gobierno em ple la violencia y sus fuerzas ocu
paron el centro obrero de V ilanesa (V alencia), lo que dio lugar a que la
Colum na de H ierro, confederal, bajase del frente de Teruel y procediese,
tam bin violentam ente, a la defensa de los colectivistas. No le era, pues, tan
fcil al G obierno proceder a la realizacin de ese tipo de decisiones. Los
sucesos de mayo de B arcelona y el m odo de su finalizacin supusieron un
recrudecimiento represivo de la accin gubernam ental sobre todas las transfor
maciones revolucionarias establecidas por la CNT y entre ellas, las colectiviza
ciones. Por ello, con el temor de que la creciente desconfianza y descontento de
los colectivistas pusiera en peligro la recoleccin de las cosechas, Vicente Uribe,
el M inistro com unista de A gricultura de quien ya ms arriba expusimos su
posicin pro propietaria, emite, a principios de ju n io de 1937, otro decreto,
tranquilizador ahora para los colectivistas, que, a la vez, pretenda servir de
tarjeta de recom endacin a favor del IRA (Instituto de Reform a Agraria,
dom inado por los com unistas), y declaraba que, por el presente ao agrco
la , se m antenan legalizadas todas las form as de colectivizacin consum a
das a partir del 19 de julio. Uribe, con tal restriccin tem poral, guarda para s
la ltim a carta de decisin. El hecho es que nunca, durante todo el conflic
to, otorg una condicin perm anente de legalidad a las colectividades, aunque,
de hecho, tampoco pudo nunca eliminarlas.
Un ejemplo de la impotencia por am bas partes de llevar a trm ino ex
trem o sus designios lo m uestra, claram ente, el caso concreto del Consejo de
D efensa de A ragn, constituido de hecho en septiem bre de 1936 y legaliza
do el 17 de diciem bre del m ism o ao. Que el decreto de ju n io de Uribe haba
sido puram ente tctico" lo dem uestran todas las publicaciones, m tines y
propaganda de los com unistas que. desde el mes de ju lio y principios de
agosto siguientes, tom aron como blanco predilecto de sus ataques y acciones
de desprestigio al Consejo de Aragn y supusieron acciones preparatorias del
ataque frontal. Este Consejo que se desarrollaba en autonoma y que era un
mentos del POUM eran declaradam ente trotskistas, as que la nica forma de
poder denigrarlos y hundirlos era ponerles en connivencia con el franquismo.
El da 13 de mayo, los comunistas, confabulados con republicanos y so
cialistas, exigen a Largo Caballero un viraje en redondo de poltica en guerra y
orden pblico, as como, taxativam ente la disolucin del POUM, y, ante la ne
gativa de Largo Caballero a disolverlo, abandonaron la sala, en lo que los si
guieron socialistas y republicanos, dando lugar a la crisis. La nueva prepuesta
de Gobierno por Largo Caballero es rechazada por comunistas y socialistas (y
por la CNT porque se le quitaban dos carteras). Es as como Azafta encarga a
N egrn la form acin de un nuevo gobierno que, constituido el 17 de mayo,
habra de ser hasta los ltimos das de la guerra de carcter comunistizante.
Este intervalo entre el 13 de mayo, en que se instala la crisis del gabinete
de Largo Caballero, y el 17, en que se constituye el gobierno de Negrn, fue
aprovechado a ua de caballo por los com unistas para proceder, por su cuen
ta, al desm antelam iento efectivo del POUM. El Comit Central del PC segn Jess H ernndez entonces m inistro com unista y posteriorm ente ex
com unista- ordena al teniente coronel O rtega, m ilitante com unista y D irec
tor General de Seguridad, que transm ita al teniente coronel B urillo, tam
bin com unista y Jefe de Seguridad en B arcelona, que, bajo la acusacin de
espionaje pro-Franco, proceda a la incautacin de la sede del POUM, a la que
sigue la incautacin de La Batalla y gran nmero de detenciones. Inmediata
mente despus de constituido el nuevo gobierno, la NKVD, servicio secreto de
depuracin ruso, con su cuartel general en Vcdat, un pucblccito cercano a Va
lencia y dirigido por el general Orlov, ordena tener a Zugazagoita (socialista y
reciente m inistro de Gobernacin) absolutamente en desconocimiento y al m ar
gen de todas las acciones anti-POUM que se venan realizando. Slo el 22 de
junio, un rgano comunista de la UGT catalana revela el golpe, presentndolo
como la desvertcbracin de una red de espionaje con el descubrim iento de
docum entos de extrem a im portancia . Esta revelacin ocurre ya con el nue
vo gobierno de N egrn y, ya fuertes en l, los com unistas presionan para
proveerse de todos los instrum entos de legalidad que recubran sus iniciati
vas particulares. As. el 23 de ju n io , se proclam a ya por el G obierno un
decreto, no sancionado por el P arlam ento, por el que se creaban los Tribu
nales de E spionaje y Alta Traicin y al que, para mayor escndalo, le dan
carcter retroactivo. Asimismo se crea, el 15 de agosto de 1937, el SIM (Servi
cio de Investigacin M ilitar) que, incrustado en todos los organism os direc
tores del ejrcito, y organizaciones, muy pronto se convertira en in stru
m ento poltico del PC, com o apndice de la GPU rusa. Este Servicio que.
como secreto, dispona de carta blanca para intervenirlo todo, dispuso de
los m todos ms refinados de tortura, que no es que fueran nuevos pero que
387
388
rv
LA LUCHA DE LA CNT Y EL MOVIMIENTO LIBERTARIO
BAJO EL FRANQUISMO
(diciem bre, 2 0 0 6 )
Explicacin previa. Siendo la resistencia interior antifranquista una continuacin de la gue
rra civil sostenida en escenarios y situaciones diferentes, no poda por menos de
reflejar en s misma los rasgos, tendencias y tensiones que, con las variaciones
oportunas, se haban manifestado en aqulla. La colaboracin de la CNT. como
cabeza visible del M ovimiento Libertario, con las instituciones republicanas
concluye, en su forma activa, en mayo de 1937 con los sucesos de Mayo en
Barcelona, y, en agosto del mismo afio, con la liquidacin del Consejo de Aragn
por la accin comunista dentro del Gobierno de Juan Negrn. Es sabido que esta
colaboracin, que, en su forma pasiva y en contencioso perm anente con el Esta
do alcanza hasta el final de la Guerra, haba tenido, desde su inicio, hondas
repercusiones en el seno del Movimiento Libertario en su conjunto, traducidas
en bandos favorables, unos, a la colaboracin poltica, reticentes, otros, a la
misma y radicalmente contrarios a ella, otros ms.
Como haba sucedido durante la guerra misma, el imperativo superior de
enfrentarse e imponerse al enemigo comn fue determinante, tambin despus
de la guerra, en el mantenimiento de la unidad de accin, que, aun debilitada
por las naturales disidencias, originadas en las causas dichas, fue respetada
en trm inos generales. Pero, en la m edida en que una de las tcticas se iba
m anifestando no slo ya com o abiertam ente transgresora de los principios,
sino como ineficaz e inconveniente, respecto de los efectos de la lucha m is
ma, fueron em ergiendo, sim ultnea o sucesivamente, otras lneas, que, dentro
del anarquismo, entendieron corregir las transgresiones doctrinales y tcticas
que haba hecho prevalecer la lnea promotora de la colaboracinpoltica. Por
otro lado, las dificultades mismas, que im ponan la clandestinidad, el aisla
momento de ser nombrado, en el inicio del perodo franquista, juez del Tribunal
de Espionaje, Comunismo, Bandidaje y Terrorismo, inaugurara su inhumana
gestin con su lapidaria frase: Acabaremos con la CNT! .
Disidencia Confedcral.En el Exilio, una buena parte del medio milln de exiliados, militaba en
el campo libertario, el cual procedi, de inmediato, a su reorganizacin dotn
dose de un organismo conjunto (CNT-FAI-FIJL): el Consejo General del M ovi
miento Libertario. En l, estaban contenidas las tendencias anteriormente des
critas, con gran predominio de los que, tras el anlisis de todo el proceso de la
guerra, haban hecho autocrtica y reconocido que la etapa de la colaboracin
poltica haba sido, en considerable grado, negativa no slo para la CNT y el
Movimiento Libertario, sino tambin para la causa conjunta frente al franquismo.
Los polticamente colaboracionistas en el Exilio, conscientes de su ca
rcter m inoritario (menos del 25% de la Organizacin) decidieron, ya de prin
cipio, tom ar la delantera en ganar posiciones en el interior de Espaa y, benefi
ciando de esta ventaja, crear aqu un bastin colaboracionista que mantuvo ten
sin perm anente con el grupo mayoritario del exterior, donde las cabezas ms
visibles eran G erm inal Esgleas y Federica Montseny, los cuales, haciendo gala
de fidelidad a los principios y estatutos de la Organizacin, defendan la posi
cin de no-colaboracin poltica.
Los partidarios interiores de la colaboracin, inspirados por los exterio
res de su mismo bando, culminaron en octubre de 1944, junto con socialistas y
republicanos, el pacto que fue la Alianza Nacional de Fuerzas Democrticas
(ANFD), considerada, en el Pleno de Carabaa de julio de 1945, como la base
program tica y punto de partida para la conquista de la democracia y como
rgano nico de la Resistencia, as como gobierno del futuro democrtico de la
nacin. Esta prctica colaboracionista se continuara con la aceptacin del in
greso en el prim er gobierno republicano en el exilio presidido por Jos Giral,
donde, en representacin de esa tendencia, ocuparan cartera Horacio Prieto y
Jos E. Leiva, noveno Secretario General del Comit Nacional del interior.
E n el Congreso de Federaciones Locales de Pars, en mayo de 1945, el
sector mayoritario de la CNT, siguiendo su lnea de no-colaboracin, rechaza
reconocer tal representacin, quedando, as, ya formalmente explcita la esci
sin, anteriorm ente larvada, entre colaboracionistas y la gran mayora de la
CNT del Exilio, que, a partir de entonces, funcionar como Comit Nacional de
la CNT en el Exilio. La minora colaboracionista escindida se calific entonces
a s misma de Subcomit Nacional, y, a ese ttulo, tuvo relaciones con el Inte
rior. La mencionada Alianza Nacional de Fuerzas Democrticas haba quedado
relegada con la nueva etapa Giral, y, cuando ste dio cabida en su seno a los
comunistas, se produjo una retirada por parte de los aliancistas y se jug la
Reflexiones |w a la Accin
398
GUARDIA CIVIL
(octubre, 2 0 0 5 )
El conocim iento pblico del reciente y espeluznante caso de Roquetas
de M ar (A lm era) sobre actos de la G uardia Civil vuelve a poner sobre el
tapete la necesidad o, p ara el poder constituido, la conveniencia de disolver
el Cuerpo (apodado, eufem sticam ente, de Instituto Arm ado, que se acom
paa del epteto, no adjetivo, de benem rito), o de proceder a su desm ili
tarizacin, ju n to con una reestructuracin radical del mismo, pues las f
rreas ordenanzas que lo rigen siguen siendo, en esencia, las m ism as que el
tirano N arvez les im pusiera.
Hay que partir, lcida y valientem ente, del reconocim iento del hecho
de que tal Instituto representa, efectiva y realm ente, el coactivo control, en
el da a da, del ejrcito sobre su propio pueblo, y ello explica el motivo, no
slo causal sino tam bin cronolgico, de su nacim iento.
Las fruiciones de polica, salvo los casos de in terv en c i n d ire c ta del
e jrc ito en m om entos ex c e p c io n ale s, h a b a n v en id o siendo, en trm in o s
g en e ra le s, fu n cio n es de c a r c te r local o re g io n a l. Q ue slo con F e rn a n
do V II se haya p ro ced id o a su c e n tra liz a c i n , crea n d o u n a p o lic a que
po n a el co n tro l de la se g u rid a d en m anos del m o narca, es ex p licab le,
porq u e, a lo larg o de la h is to ria desde los R eyes C at lico s, los le v a n ta
m ien to s y m an ife sta c io n es e x te rn a s del d esco n ten to p o p u lar h ab an sido,
o b lig ad am en te, p o r fa lta de o rg a n iz a c i n , a u sen cia de ideas p recisas y
de m edios de co m u n ic a c i n , de c a r c te r local y esp o n tn eo , as com o
las de m ayor a m p litu d siem p re so lu c io n a d a s , ex p ed itiv a m e n te , con
un a sim p le in te rv e n c i n del ejrcito , co n tu n d e n te, ra d ic a l, e x trem a y
desde fu era: caso de la G u erra de C o m u n id ad es y G erm an as con C arlo s
I o de los levantam ientos c a ta la n es con Felipe V.
REPRESENTATIVIDAD
Jos L uis G a rc a R a
Jo s G m ez G o n zlez
Aconsejados p or el viento de los tiempos, nos parece oportuno reproducir, algo
remozado, un artculo que ya, aos atrs, vio la luz en medios confederales,
frente a otra oleada de unificacin obrera gem ela de la actual.
Una correcta representatividad.Partiendo siempre del principio de que asamblea sin sindicato es ciega y
sindicato sin asamblea es vaco, somos conscientes de que, cuando son los obre
ros los que prom ueven la representatividad, sta deriva directam ente de sus
propias y exclusivas decisiones en el fondo y en la forma, y, de este modo, sus
representantes son los que, en cada caso, deciden las asambleas obreras, otor
gando a aqullos un mandato concreto, que 110 incluye ningn carcter perm a
nente de los que lo trasladan.
La libertad sindical por la que la clase obrera viene luchando desde el naci
miento de su conciencia de la misma, debe ser plena y debe permitir a todos los
sindicatos trabajar libremente y en igualdad de condiciones en las empresas, mo
verse entre los trabajadores, hacer entre ellos su propaganda y el planteamiento de
sus propuestas, cuya diversidad habr de ser contrastada en las asambleas de tajo,
para decidir su parecer mayoritario en la asamblea general. Justamente se es el
cometido de la Secciones Sindicales de Empresa: estar al tanto de todos los proble
mas obreros, tanto particulares como generales, denunciar las arbitrariedades pa
tronales, defender, en toda situacin de agresin c injusticia, a individuos y grupos
obreros y convencerlos de la razn de sus planteamientos, tanto en los casos concre
tos como en la visin general del movimiento obrero y de sus finalidades. Las
asambleas son las que deben decidir, en cada caso, sus propuestas y nombrar a sus
representantes para planterselas a la Patronal. Estos representantes tendrn un
la vez que, en trm inos reales, tal agente acta slo de garante de toda
clase de lim itaciones reivindicativas de cualquier ndole, a la vez que de
term inator de la operatividad transform ativa de la clase obrera como tal. Su
m isin efectiva, o, quiz m ejor, los efectos de su m isin son los de vaciar de
contenido las reivindicaciones de transform acin, a la vez que los de provo
car en la m ente del trabajador, al m argen de sus grupos, el convencim iento
de que organizarse es inconveniente y hasta absurdo, ya que, con el tiem po,
se g e n e ra la c u ltu ra de la d e le g a c i n y d e p e n d e n c ia que im p id e el
protagonism o obrero, y, por co ntrapartida, se potencia el egosm o del perso
nal y su insolidaridad de clase, en beneficio de la paz social , en la que el
empresariado medra y el Sistema se fortalece.
Efectividad propatronal de los C om ts de Em presa. Por lo que se refiere a E spaa y a la eficacia propatronal de los C om i
ts de E m presa, es muy elocuente el ejem plo de E uskalduna (Bilbao), donde
el Gobierno, durante la reconversin naval de los aos 86-87, cerr el asti
llero con el acuerdo de los sindicatos CCOO, UGT y ELA-STV, m s el ines
tim able apoyo desm ovilizador de los Com its de E m presa de los restantes
astilleros de la nacin: en los seis m eses de enfrentam iento que m antuvie
ron los obreros de E uskalduna contra la patronal y el Estado, jam s se dio
una huelga de solidaridad en el sector.
Otro ejem plo, ms elocuente aun por ser m s general, es el que se
deriva del anlisis de las luchas entre los aos 82 y 87 de siglo pasado: En
ese tiem po, el tiem po del g ran desm antelam iento industrial para nuestra
entrada en Europa, todos recordam os las luchas contra las reconversiones
del campo, de la pesca, de la m inera, de la industria en general. E ran los
tiem pos de la lucha en la siderurgia, abanderada por Sagunto y Reinosa, la
de los astilleros en Puerto Real, E uskalduna, Gijn y otros, la de los cam pe
sinos con sus interm inables cam inatas y sus huelgas de ham bre, las violen
tas respuestas de la m inera asturiana, las luchas del textil y en el sector del
autom vil... E ran, pues, los tiem pos apropiados para la lucha conjunta, para
la huelga general. Pues bien, los sindicatos, esos interlocutores vlidos y
nicos que se busc el C apitalism o, supieron bien hurtarse a ese im perativo
de la clase y a esa coyuntura histrica. Y cm o lo hicieron ? Pues, p recisa
m ente, apoyndose en sus brazos largos , los Com its de E m presa, que
im pidieron la solidaridad y la lucha en com n entre todos los sectores, en
sum a, la huelga general, que se haca m anifiestam ente necesaria. M edio
empleado: el arm a del m iedo y el fom ento del egosmo localista.
Veamos, ahora, de qu tipo de representatividad se trata. Por m u
cha m inora y archim inora que sean los votantes, la ley les perm ite com po
ner los Com its de Em presa y les otorga la representacin de todo el colec-
4 ' 0
obrera es, as, creciente y, con frecuencia, la prdida de dignidad llega a hacer
irrespirable el aire de la empresa, un ambiente que hace casi imposible el m an
tenimiento de cualquier identidad ideolgica.
El sistema de las elecciones sindicales est envenenado y envenena por
necesidad a cualquiera que lo acepte y entre dentro de l. Esto debe tenerlo muy
en cuenta la CNT y el anarcosindicalism o en general. Los escisionistas de la
CNT de los aos 80, hoy CGT. decan querer ir a las elecciones sindicales para
vaciar de contenido a los Comits de Empresa y destruirlos. Hace mucho tiem
po que, ya totalmente envenenados, son los mayores defensores del sistema de
comits. Otras secuelas de la CGT, que tambin insisten en llamarse libertarios,
los de Solidaridad Obrera , pretenden justificar su asistencia a las elecciones
sindicales diciendo que los Comits de Empresa favorecen la formacin de sec
ciones sindicales. Seguramente se estn refiriendo a ese tipo de secciones que,
como vimos ms arriba, alternan con los Comits, y ya sabemos lo que da de s
esa dualidad "representativa . Con ese lenguaje, ambiguo a veces y falso siem
pre a todas luces, pretenden esos libertarios llevamos al huerto de la uni
dad De qu unidad, cmo, con quin, en nombre de quin, a costa de qu?
Quienes no sean capaces de ver la falsedad de las elecciones sindicales y
de los Comits de Empresa, y que. difanamente, constituyen una estrategia
patronal, lo llevan mal, muy mal. As que, si no quieren enmendarse y dudamos
ya de que puedan, sigan por donde van, afianzando el Sistema e integraditos en
l, y djennos tranquilos, que conocemos muy bien su intencin de inficionar
nuestra coherencia para justificarse a s mismos. Somos muy conscientes de que
el camino del anarcosindicalism o es duro y difcil, incluso muy duro y muy
difcil, pero es el nico que ofrece, en su da. garanta de liberacin para la clase
obrera. Siempre el sistema estuvo en contra nuestra y en ello puso y pone sus
mximos esfuerzos. Frente a ellos, nuestra resistencia hizo que aqu estemos,
todava enteros, coherentes, con una prctica limpia y una meta clara donde ir.
La clase obrera lo sabe, incluso en su situacin de impotencia actual. Ni
los integrantes ni los integrados han podido borrarnos, ni absorbernos, ni inte
grarnos ni corrompernos. Que los dems echen una mirada a su trayectoria y a
su presente, y saquen sus consecuencias, si tienen arrestos para ello.
Este trabajo apareci en los medios confederales y libertarios en los finales del siglo XX. Tras
el rem ozam iento de algunos datos, fue republicado en L a Protesta, rgano de la Federacin
Local de la CN T de Granada, sin ISSN, en octubre de 2005.
MEMORIA HISTRICA
(m ayo, 2 0 0 6 )
Las formas de dominio y subyugamiento del hombre por el hombre ofre
cen, histricamente, multitud de variantes, y es de suponer que, an en el futu
ro, las mentes de los dominadores no dejarn de inventarse otras nuevas en
consonancia con sus tiempos y medios. La que, hasta ahora, se demostr como
ms efectiva y duradera es aquella en la que el sometimiento fsico inmediato
del dominado va acompaado de una liquidacin de su propia memoria, lo que,
trasladado al plano individual, consiste no ya slo en la invasin subliminal de
la vctima, sino en la causacin de la amnesia total del que, a partir de ello, debe
ya vivir la vida como viajero sin equipaje, es decir, en la ignorancia com
pleta de quin es. Tal procedimiento, trasladado al plano social de los pueblos,
consiste en, tras una masacre generalizada, borrar todo rastro material de la
misma y vedar lodo acceso a su indagacin, por reducir a tierra quemada el
pasado inmediato en las conciencias de los sucesores de las vctim as fsicas de
tal masacre, de tal m anera que stos, como pueblo, pasen a ser tambin viaje
ros sin equipaje, es decir, desnudos de referencia histrica a la que poder recu
rrir por va comparativa, para conocer las claves de su situacin real y poder
operar eficazmente sobre la misma.
Los ejemplos histricos son numerosos. Uno vlido para el caso, porque,
adems, su titular tuvo fama de granseor humanizante por su contacto con las
letras griegas, fue Escipin Emiliano, aristcrata m ilitar romano que demostr
su acrrima enemistad para con la plebe, plasmada en su sangrienta liquidacin
del movimiento popular de los hermanos Graco, en peticin de una Reforma
Agraria que repartiera tierras pblicas entre los desheredados. Protegido del
viejo Catn, llev ese Escipin a trmino, con toda eficacia y singular crueldad,
la idea fija de aquel imperativo catoniano delenda est Carthago\, Cartago
debe ser destruida! , tarea que el tal Escipin cumpli, el ao 146 antes de
Cristo, no slo arrasndola e incendindola, sino pasndole el arado por encima,
despus de destruida. As qued borrada Cartago, sin vestigio alguno de s misma
como Catn quera. El mismo aristcrata militar, repiti, pocos aos despus, la misma
hazaa con la Numancia ibrica, asegurando as setecientos aos de dominacin ro
mana en nuestra pennsula.
El proyecto del general Franco, con y tras nuestra guerra civil, para el
pueblo dominado de toda la nacin espaola, sigui los pasos ejemplares de
aquel Escipin: proceder a la tierra quemada del pasado inmediato en las con
ciencias de los supervivientes; ejercitar un dom inio absoluto, sin la mnima
rplica, sobre los vencidos y un exterm inio sistemtico de ideas y recuerdos
durante cuatro generaciones, a fin de que la quinta, desnuda de toda raz, tuvie
ra que aceptar como "natural y nica una situacin que se le diera de hecho y
en la que tuviera que realizarse a partir de los solos presupuestos que la propia
situacin estableciere. Es as como el gran m istificador que es Po M oa puede
decir que la democracia vino a Espaa de la mano del general Franco, en lo
que. bien a su pesar, ese gran trufador hislorizantc no deja de tener cierta razn,
en el sentido de que esa democracia advenida tras la muerte del dictador es una
democracia franquista. Y, naturalmente, para que ese trampantojo de' democracia"
se implantara era necesario que el sable levantado y la medrosa ceguera de la llama
da oposicin acordaran -de ah la frmula mgica del consenso- seguir el
pacto de silencio y la obstruccin a cal y canto a toda va que pudiera llevar a un
conocim iento objetivo del pasado y, con ello, a todo juicio real sobre el mismo.
Los procedimientos ejercidos por Franco para la liquidacin de la me
moria histrica son conocidos:
- genocidio: fusilamientos masivos y desapariciones sistemticas, por centena
res de miles.
- encarcelam ientos igualmente masivos: tambin por centenares de miles.
- campos de internam iento y trabajos forzados.
- institucionali/.acin de las torturas ms refinadas.
- exposicin pblica de los smbolos del terror. En los primeros tiempos, osten
tacin de los cadveres tirados por las cunetas; luego, mostracin aparatosa de
todos los signos del poder represivo.
- Comportamientos arbitrarios y cambiantes, a fin de que los sometidos no
supieran nunca a qu atenerse ni cmo enfrentar situaciones.
- Control exhaustivo de todo: vigilancia de gestos, actitudes, expresiones y
juicios verbales. Irrupcin forzada en domicilios y hasta en las habitaciones de
los prostbulos ocupadas por clientes, en el ejercicio propio del caso.
- Represin inmediata de toda insinuacin de protesta.
- Divisin radical de categoras ciudadanas: afectos y desafectos.
- Traslado tlcl terror al interior de las familias, de manera que los mayores
tuvieran que privarse, a la fuerza, de hablar libremente, en privado, a fin de que
los hijos y menores, en general, no suscribieran frases, juicios, ideas que, expre
sadas en pblico, pudieran acarrearles la perdicin o desgracias de mayor o
m enor grado. De este modo, el Rgimen obtena que, por omisin, la propia fami
lia fuera privada del derecho a la educacin de sus propios hijos y, con ello, forzada
a una forma de complicidad con los designios represivos de los opresores.
- Devastacin de bibliotecas, llegndose hasta la pblica cremacin de libros
condenados, procedentes de Ateneos y Organizaciones obreras, en operaciones que
eran verdaderos autos de fe, donde los libros eran las vctimas. En los casos, en que
alguna intervencin excepcional lograba salvar los libros, stos eran clasificados
y llevados, en las bibliotecas, a dependencias de acceso prohibido o muy restringi
do, siendo, as, sustrados a la disposicin del pblico, durante todo el franquismo,
de m anera que transcurrieron ms de tres generaciones sin sus noticias.
Se hicieron, en suma, cosas de tanta gravedad atentatoria a la dignidad
hum ana que, contadas en fro y fuera de contexto, pudieran ser difcilmente
crebles. Y, junto a todo esto, siendo estos genocidas excelentes conocedores de
la mentalidad hispana y aplicando ese saber a su tcnica de dominio, se dio,
entonces, fcil curso y, dentro del control oportuno, calculado fomento de toda
va de festividad pblica, como instrumento ad hoc de liberacin de los malos
humores acumulados. De este modo, eran llevados los m alditos a la danza,
como medio de exorcizar alguna importuna tentacin de la mala conciencia.
Ocurrida la muerte del dictador tras cuarenta aos de dominio franquis
ta, todava se daban circunstancias favorables a la recuperacin de la memoria
histrica, pues, como bien dice Miguel ngel Asturias, siempre la tercera genera
cin es la encargada de hablar por lodos, por los vivos y por los enterrados. Pero
tambin, entonces o ms que nunca, se daba, para los dominadores, la necesidad de
mantener vedado el acceso a esa recuperacin, para lo que necesitaron de la
cooperacin de la llam ada oposicin al Rgimen. Por un lado, el chantaje de
la am enaza m ilitar implcita, con la eficacia de una espada de Damocles que se
pretenda, permanentemente, suspendida sobre las cabezas de quienes tenan en su
mano el dar un pasaporte democrtico al rgimen vigente; por otro lado, el can
guelo de los unos, la ambicin personal de otros y la ceguera poltica de muchos
provocaron esa "histrica falacia consensuada" que llamaron "transicin y a la
que definieron como "paso de la legalidad a la legalidad : as se sellaba el
"pacto de silencio . El continuismo estaba cantado. Tal fue, y es, la responsabili
dad de aquella llamada "oposicin. La Plataforma, la Junta y la Platajunta
cerraron, de esta manera, el trato de la liquidacin de la memoria histrica,
hacindose, de este modo, cmplices culpables del expolio que se hizo al pueblo
espaol de su propia memoria y, con ello, de su destino propio.
&
4' *
IV.- Dcsintrincando discursos de barullo E1 divisionism o obrero, consciente y m editadamente fabricado por el
capitalismo con la parcializacin y fragm entacin del proceso productivo en
que consiste su nueva organizacin del trabajo, da pie a la sociologa burguesa,
al querer ofrecer un retrato del panorama laboral actual, a la consideracin de
diferentes culturas del trabajo, con lo que, ya por su sola denominacin, la tal
sociologa est dando al campo social de la precariedad status de fenmeno
social establecido y definitivo, status que hay que aceptar, sin ms, como un
puro hecho inconmovible que est ah, sin dar razones del por qu y el para qu.
Pues bien, a este concepto de culturas de trabajo y a la necesidad de su adap
tacin a las mismas es a lo que se acoge el planteamiento heterodoxo" del
articulista Beltrn para explicar las innovadoras propuestas estratgicas de
esa faccin, no advirtiendo del peligro de que esa fijacin de campo y sus mane
ras pueda contribuir ms al m antenimiento de la precariedad que a la ruptura
del status mismo de la precariedad, que es de lo que se trata.
Antes, en los tiempos en que la CNT promova las evidentes mejoras
para la clase obrera, una huelga campesina no era contradictoria con otra de
ferrocarril sino al contrario, y las huelgas m ineras conectaban, y se buscaba que
conectasen, con otras metalrgicas o de construccin. Si la prctica del oficio
contribua a crear una cultura aparte que fuera separativa para la eficacia de
la lucha, se prescinda del sindicato de oficio, sustituyndolo por el sindicato de
empresa y ramo, y todos se conjuntaban solidariam ente en la Federacin Local
de Sindicatos. Ello cre la gran potencia de la clase en las luchas sociales.
Ahora, al parecer y segn los heterodoxos, el ir a buscar al obrero en su
puesto de trabajo significa que hay que partir de esa especial "cultura de traba
jo y adaptarse a ella, con lo que. primero, la simple aceptacin como natural de
un hecho diferenciado y artificialm ente impuesto coadyuva a la conciencia de
separatividad obrera; segundo, se obnubila la identidad y esencia comn de la
explotacin, y, con la prctica reiteracin programtica que se postula, se afian
za la insolidaridad y la atomizacin del movimiento obrero; tercero, la reivindi
cacin buscada en circunstancias de pura adaptacin no puede dejar de ser par
cial, concreta, limitada, intransferible y de consecuencias puramente adm inis
trativas, archifacilsim amente asumibles por la patronal, que, a cambio y cons
ciente de la debilidad obrera, siempre exigir y conseguir una mayor estabili
dad y regularidad de los comportamientos laborales. En suma, nos parece que
queda claro que se tra ta de una e stra te g ia a n q u ilo sad a, refo rm ista por
reduccionista, hecha a la medida precisa del sistema neoliberal en cuanto que
presupone el m antenimiento de la situacin de precariedad. Y no es, en absolu
to, que no haya que incidir en el campo de la precariedad. Hay que trabajar en l
y mucho, pero no de forma adaptativam ente restrictiva, sino abierta a todo el
427
vista puesta en que un mayor poder de compra por parte obrera comportaba una
mayor capacidad de venta y, por ello, de ganancias, por parte del empresariado.
Tal era, hasta la poca que sealamos y que alcanza a los aos sesenta y hasta a
buena parte de los setenta del pasado siglo, la disposicin estructural de las
fuerzas que concurran en el proceso de la produccin.
Como la teora de la que Keynes parta, y que apuntaba, fundam ental
mente, a la pacificacin de la confrontacin social, era una teora econmica
mente falsa, incluso dentro de los presupuestos capitalistas, pues abocaba, fa
talmente, a una inflacin estructural y creciente, el sistema capitalista, en su
nueya versin neoliberal, crey encontrar la frm ula magistral para s mismo:
por un lado, superar las deficientes propuestas econmicas de Keynes; por otro,
lo ms im portante para el empresariado, atajar de raz el mal que Keynes slo
pretenda paliar, a saber, acabar con el movimiento obrero. Tal frmula pasaba
y pasa, puesto que es la vigente, por reducir a m nimos la intervencin del
Estado, aunque, dentro de ese arco de mnimos, debiera y debe ser su accin de
contundencia absoluta en favor del Capital en caso de necesidad. Junto a ello, el
program a exiga y exige la absorcin en el Sistema de las estructuras de defensa
y promocin del movimiento obrero, para hacerlo desaparecer como elemento
de oposicin. Su argumentacin: los intereses del Capital y de los obreros no
son contradictorios: empresa con complicaciones, dificultades para los obreros;
empresa floreciente, mejores perspectivas obreras . Esta m entirosa simplifica
cin no puede, en buena ley, convencer a nadie, pero sirve bien de excusa o alibi
a quienes, por un lado, se inclinan a la prctica poltica, y, por otro, carentes de
una verdadera claridad terica y de una real vocacin de lucha, no tienen a mal
buscar su propia comodidad y seguridad y se m uestran muy proclives a dejarse
querer e ir a gusto en el machito. Este fenmeno es general a nivel mundial
doquiera impere el neoliberalismo, pero aqu, en Espaa, es, particularmente,
agudo y singular porque, aqu, cuenta con la experiencia antecedente del
franquismo, en el que Estado y Patronal disfrutaron a gog de una central sin
dical nica a su medida y tienen la leccin muy bien aprendida.
El em presariado capitalista, ya como sistema neoliberal y dentro de su
program a, com plem enta esa excepcionalidad interventiva del Estado con un
totalitario proceso de absorcin de la sociedad en todos sus rincones y en todo
su conjunto, trocando una situacin social, en la que se viva dentro de una
cierta seguridad o en la que a ella se aspiraba, en una sociedad de inseguridad y
riesgo continuo, y ello 110 en razn de ninguna eventualidad puntual, circuns
tancialmente planteada, sino en razn de su propia estm etura bsica. O sea,
que, si el viejo Hobbes, que sentenciaba homo homini lupus, propona la necesi
dad del Estado como mal menor para paliar las consecuencias del natural esta
do de lucha bsica y continua entre individuos, el actual sistema neoliberal,
dejando al Estado en la recm ara para servirse de l como ultima ratio en casos
de necesidad, exige, programticamente, su paralizacin en la va ordinaria, a
la vez que define, sin paliativo alguno, que el hombre es un lobo para el hombre
y que a ello hay que atenerse sin ms. Con estos presupuestos, entiende que su
accin debe ir encaminada, primordialmente, a quebrar la solidaridad de clase
en el campo obrero, como paso previo para liquidar el movimiento trabajador, y
a aum entar la tensin y lucha entre capitales, multiplicando los factores de
concurrencia competencial, con vistas, y as entienden justificarse, a m ultipli
car la produccin. E n un prim er momento y durante bastante tiempo, ello debi
dar mayor protagonismo, por su carcter desarraigado y volante, al capital fi
nanciero sobre el capital industrial, pero, ya hoy, y no poda ser de otra manera,
cajas y bancos estn haciendo refluir sus inversiones hacia las grandes socieda
des industriales, y, en este y en cualquier caso, la presin del capital multinacio
nal, que es, en suma, el promotor de todo el proceso neoliberal, no puede dejar
de mostrarse, en todos sus trminos, por encim a o beneficiando de los intereses
polticos que puedan subyacer, como bien pudimos, recientemente, comprobar en
el ejemplo ilustrador y cercano del "caso Endesa : La Caixa y Gas Natural lanzan
sobre ella una Opa hostil, y la empresa elctrica se escabulle acogindose a la ReOpa, para ella salvadora, de la multinacional alemana E-On, pero, siendo la
cuestin de intereses y jugando al que ms pueda, no poda dejar de intervenir
otra multinacional, en este caso, la italiana ENEL, que es la que acaba llevn
dose el gato al agua, con el compincheo de la verncula ACCIONA.
Cmo se inicia y desarrolla el proceso.Lo que nos interesa aqu, como anarcosindicalistas, es poner de relieve
y clarificar situaciones y datos que no alcanzan a ser percibidos, en su esencia,
alcance y gravedad, por los ojos del obrero de hoy, y que, por ello, inciden ms
negativamente en la vida personal de cada trabajador. Y, en esa clarificacin,
debe quedar, en prim er lugar, axiomticamente asentado que la pretcnsin del
neoliberalismo de justificar sus transformaciones como una necesidad de m ulti
plicar y potenciar la produccin encam inada al enriquecimiento social, antes
que a la multiplicacin de los dividendos en s y por s, 110 se corresponde con la
realidad, pues, en este mundo posmoderno y segn todas las estadsticas, en la
m isma medida en que aum entan las riquezas y el nmero de ricos, se m ultipli
ca. simultneamente, la pobreza y el nmero de pobres.
O tra de las cosas que, tambin en prim er trmino, debe quedar clara para
los trabajadores es que, para la clase obrera, el sistema neoliberal es, junto con
el fascismo, la peor de cuantas versiones han venido siendo puestas en juego
por el capitalismo individual, ya que se trata de una nueva forma de totalitaris
mo que, bajo la capa de libertad, esconde una nueva forma de dominacin que
alcanza a todos los rincones de la sociedad y de la vida humana, llevada a
trmino, en este caso, no por burdos comisarios de garrote en mano, sino por
sesudos especialistas de cada m bito, con capacidad tcnica y m aterial de
llegar a profundidades del alm a hum ana, donde nunca antes se haba llega
do. En situaciones anteriores, contendan entre s dos partes de la sociedad,
donde una de ellas, la m s poderosa en m edios de dom inio, dispona abier
tam ente del factor de intervencin coactiva y represiva constante del Estado
en su favor. La otra parte, inferior en m edios y, por ello, dom inada, m ante
na, sin em bargo, una conciencia activa de s m ism a, de su fuerza y su razn
de lucha; entenda claram ente sus mtodos de accin en las variedades que se
requiriesen, sus posibilidades y limitaciones, y, junto a la claridad terica de sus
anlisis, haca gala de un empuje perm anente y de una voluntad inquebrantable
de cambio radical y cualitativo en el orden social. E ra, pues, aqulla una so
ciedad, desde luego injusta, pero, tam bin en razn de esa injusticia, una
sociedad de confrontacin, de lucha, una sociedad viva, donde el interior
del trabajador y de la clase estaba entero, con un mundo nuevo, como horizon
te racional de sus pasos. Algo que hoy parece como si hubiera sido el producto
de un sueo de verano.
En la actual versin neoliberal, el gobierno, como instancia intermedia
entre la sociedad y el Estado, sombra de la fuerza econmica, procede, por
etapas m arcadas por hitos legales definidos, a la asimilacin en el sistema de
todas las estructuras de resistencia y oposicin al mismo, por el procedimiento
de convertirlos en partes determ inadas del Sistema contempladas, previamente,
en los presupuestos generales del Estado, y de hacerlas pasar de la filosofa de
la oposicin a la filosofa del m s o m enos , o sea a la figura de colaborado
res vergonzantes, investidos del hbito hipcrita de la negociacin. C onse
guido esto o sim ultneam ente con ello, el bloque social capitalista, con to
dos sus aclitos y acom paantes, procede, m ediando su hegem ona econ
mica absoluta, a ocupar, totalitariam ente, todos los puntos de influencia y de
decisin estratgica en lo social (Prensa y medios de comunicacin, asociacio
nes, universidades, colegios, plataform as de influencia ideolgica...), dejando
fuera del Sistema, en forma de aislamiento y de m arginacin, y fuera de la
disposicin de cualesquiera m edios de eficacia, a ttulo de parsitos sociales
que ilustran con su presencia la figura de la democracia, a todos los que,
como grupo, llm ense estructuras de lucha obrera, poltica, social, ideolgica
etc., sean, por una u otra razn, inasimilables.
La gran tarea que, en prim er trm ino, se plantea el sistema conjunto
neoliberal, es la de aniquilar, entre los trabajadores, la nocin de clase y la
conciencia de la m ism a, por hacer tabla rasa de su sentido de la solidaridad
y eficacia de la accin conjunta. No hay clase obrera, hay obreros, y los inte
reses de los unos se oponen o pueden oponerse a los de los otros, sentencian los
La gran manipulacin del individuo trabajador y su via crucis.Histricamente, esta versin cap italista neoliberal surge, como reac
cin y vacuna, en los largos aos de la g u erra fra, frente a la am enaza
expansiva del capitalism o de Estado instaurado en los regm enes socialis
tas, donde se haba procedido a la veda radical de las libertades individua
les. Ya L enin h ab a d ich o en ju s tific a c i n de ello: p a ra qu sirv e la
lib e rta d sin los m ed io s de re a liz a rla . E se fue el g ra n p e lig ro que el
c ap ita lism o lib eral in d iv id u a l co n sid er . El arm a de combate o, al menos,
el estandarte de propaganda haba de ser, pues, la libertad y el individuo, como
g ran caballo de b atalla en la pelea ideolgica, en la que, indefectiblem ente,
habran de resu ltar com prom etidos no slo el yo social, sino el yo de la
intim idad, el yo psicolgico, como sujeto y vctim a de las m anipulaciones
de los grandes especialistas del rea. La tarea de los aparatos ideolgicos
del neoliberalisino habra de consistir en hacer que el individuo fnera conscien
te de su unicidad, de su ser nico, en su sentido ms superficial y engaoso,
y en que tal fuera, para el individuo, el cam po de atencin fundam ental, con
total desim plicacin de cualquier otra form a de lazo social. Buscaban, de
este modo, esos grandes fabricantes de la individualidad, prom over algn
tipo de sublim acin del individuo, siquiera fuera la del tipo freudiano? De
ninguna m anera. Lo que buscaban y siguen buscando es la desolidarizacin
de las gentes con sus congneres, de form a que el individuo resultado de la
construccin neoliberal, lejos de haber accedido a la grandeza de su ser indivi
dual consciente, se ve solitario y encajonado rumiante de su propio desamparo,
de su dolor y su soledad de la que, interm itentem ente, busca salir sumergindo
se en masas y multitudes extraas a s m ism o, d o nde su se n tim ie n to de
soledad re s u lta m u ltip lic a d o , p o rq u e siem pre se trata de m ultitudes tan
solas com o l mismo. N ada de ello en absoluto tiene nada que ver con el
individualism o com unitario de un Scrates o con el (ipo de individuo social y
solidario que defiende el anarquismo.
Y, a fin de que no pase desapercibida la raz econmica ltim a de toda
esta serie de transform aciones, no se pierda, inicialm ente, de vista, en todo
anlisis, que el producto fundam ental de esta versin neoliberal del C apita
lism o es la sociedad-m ercado, y que todas esas m iradas de individuos que
fomenta y promueve son individuos-cosa para el mercado. La novedad, o una
de las novedades importantes, es que, en esa sociedad-mercado, no podan por
menos de individualizarse tambin las relaciones laborales, y, si, anteriormen
te, en las pocas de la gran vigencia de la conciencia de clase, la explotacin era
sentida como comn, ahora se ha procedido a una explotacin personalizada o
as no puede por menos de sentirla el trabajador, y, en este contexto, las figuras
legales del bossing o del mobbing, significativas del sndrome de acoso moral
Reflexiones |W 3 la Accin
que de ese proceso de individuacin resultara tam bin la nocin del propio
cuerpo ms claramente individualizada.
Vale la ancdota anterior, a ttulo de rpido prolegmeno, para avanzar
la afirmacin de que los seres humanos, en los diversos estadios de desarrollo y
en la medida en que su trato con el ambiente -en lo que atae a necesidades y
deseos- se va concretando en un ms profundo conocimiento del mismo, no
pueden dejar de proyectar sobre s mismos la misma necesidad de conocim ien
to, ya que, de la ineludible intem alizacin del exterior, se deriva que ellos mis
mos devengan ambiente, a conocer, para s mismos. Por otro lado, en la medida
en que crece en el ser hum ano el concepto de indiviuacin de las cosas, este
sentimento y afn de conocimiento, aplicado a s mismo, no puede dejar de alcan
zar a zonas, donde la pura exterioridad no satisface las necesidades del conocimien
to, y es as, como el interior humano abre las puertas a la inquisicin de s mismo.
Pero estas incursiones en el interior, en su fondo, forma y alcance, no pueden dejar
de estar ligadas a imperativos, circunstancias y momentos situacionales de cultu
ras, etnias y comunidades concretas y de form ar con stas fenmeno conjunto,
segn el im perativo existencial de cada poca, momento o lugar.
Y, podemos adelantar, sin perjuicio de un desarrollo ms profundo del
tema en que abundemos posteriormente, que. por lo que se refiere al llamado mun
do occidental y a la inteleccin y sentimiento del yo, objeto de esa investigacin,
pueden convenir tres estadios cruciales que contienen una suerte de variantes,
anticipaciones morfogneticas, encabalgamientos y reacciones, hacindose, natu
ralmente, tambin en estas inquisiciones, la salvedad de que las sociedades y cultu
ras no son entidades unsonas, donde los fenmenos morfogcnticos se den de for
ma repentina, instantnea o simultnea, sino en presencia de zonas o grupos de
resistencia a ellos que es, precisamente, lo que los hace definirse como procesos.
Estos tres estadios, por lo que se refiere a la inteleccin y sentimiento del
seran: El del yo en el mundo, propio de la cultura grecorromana, con mo
mentos anticipatorios de evoluciones posteriores por parte del estoicismo grie
go, en casos como el de Posidonio y Filn el Judio, o del estoicismo romano,
con Epicteto y sobre todo con Sneca y M arco Aurelio. El del y o frente al mun
do que se concreta en el interior intimo meo de Agustn de Hipona, y se extien
de, con variantes y alternativas, a toda la modernidad, en la que el ego cogito,
el yo pienso cartesiano es un hito determinante. Y, finalmente, el estadio d el^o
con el mundo, que, pudiendo inaugurarse con la Ilustracin y , a travs de
variantes diversas, como la de la relacin yo/mundo de Fichte, de Schopenhauer
o de la Fenomenologa husserliana. la del contravalor yo/nosotros del nihilis
mo europeo que pueda representar un B audelaire, o la del Superhom bre
nietzscheano, llega, en la contem poraneidad, a un punto lgido de la fuerza
creadora hum ana sobre el mundo constituido.
yo,
La interiorizacin en la historia del mundo occidental.El hombre son sus actos, y, en la necesidad de dar cara a la razn de
stos, entiende el hombre ir derecho a la diferenciacin cualitativa de los mis
mos y a la indagacin de sus fuentes. Descubre, as, que, en la realizacin de sus
actos, in terv ien en sensaciones, sentim ientos, deseos, voliciones, fuerzas
irracionales o desconocidas, pensamientos ..., conjuntos de vivencias que se sin
tieron siempre como emergiendo de una unidad, inconcreta en su esencia mis
ma, pero inteligible, o slo inteligible, como punto de referencia comn de las
citadas vivencias, al que hubo necesidad de dar un nombre, alm a, en nuestro
lenguaje y con diferentes elementos fnicos y semnticos en las diferentes cul
turas. Ya en el mundo griego, las diferencias radicales que se dan entre esas
distintas vivencias obligaron a Platn y a Aristteles, con mnimos matices de
diferenciacin entre s, a distinguir, tres clases de alma, la sensitiva, la volitiva
y la racional (yo sintiendo, yo queriendo, yo pensando). Transcurrida la poca
clsica y concluido, o en crisis profunda, el modelo convivencial de la po lis, su
ciudad-Estado, los estoicos, obligados a fortalecer el castillo interior de los hu
manos frente a las am enazas de un mundo poblado de inseguridades, peligros y
vacilaciones, y contando con la divisin del alm a en partes, previamente acep
tada, pusieron el mximo cuidado en asegurar, entre esas partes, un firme ele
mento directriz. Descubrieron, as, el hegemonikn, como incontestable gua de
la conducta, en la que tiene como cometido que los dictados de la razn preva
lezcan. Pero pese a este fuerte empuje de interiorizacin que los estoicos exhi
ben como calificados representantes del mundo helenstico, no pueden an
desasirse del estadio en el mundo que caracteriza todo el imperativo existcncial
griego, con toda su carga de objetivismo explicativo.
El paso al mundo romano viene ya a ofrecer otra imagen del yo favoreci
da por nuevos imperativos, emanados de situaciones histricas diferentes, en lo
poltico, en lo social y en lo psicolgico-moral. As. todava un estoico pero ya
romano, Sneca, se niega, respecto de la doctrina estoica del hegemonikn, a
distinguir entre alma, actividad del alma y productos del alma, como era de
rigor en la escuela originaria. El animus, el espritu senequista, se concibe y se
siente en un mbito de subjetividad. Su ratio, en su implicacin con el scire
(saber), pierde todo el carcter de esencia esquemtica que haba prevalecido
en el lgos griego, y procede ms intuitivamente que discursivamente. Los de
creta o puntos doctrinales, puntos de referencia trascendentes, han de ser para
Sneca algo a lo que se llega, no algo de lo que se parte. Su m undo interior
es una traslacin al intus del m undo exterior cotidiano, y, en esc trnsito,
planea siem pre el lm ite de incognoscibilidad de la fuente. Lo mismo ocurre
en cuanto a su sentido de la voluntad, la voluntas, que, rom anam ente, se
m uestra como la pura fuerza psquica que im pregna y envuelve todo el mundo
'
moderno se vertieron. Fueron varios los nombres que fueron surgiendo respecto
de esa ignota entidad: yo, sujeto, persona, conciencia ..., y, puesto que,
en las diversas situaciones y vicisitudes que el sujeto atraviesa, se da lugar a que
el yo se sienta a s mismo diferente o extrao, y hasta a que no se reconozca a
s mismo, ello hace surgir, inevitablemente, las preguntas: "qu soy? o quin
soy? . De aqu se deriv el preponderante inters por la identidad personal,
que, extendindose ms all del rea de la pura personicidad hasta alcanzar
terrenos polticos y sociales, se convierte en uno de los discursos de mayor
amplitud y fuste de la modernidad y posmodernidad: el suelo identitario como
tema de reivindicacin.
Se empieza planteando la cuestin en su sentido psicolgico por antono
masia, por abarcar el campo del conocimiento, del sentimiento, de la emocin,
de la pasin y volicin; y, para la pregunta quin conoce, siente, se emociona
o quiere?, la sola respuesta es lo que subyace a sus m anifestaciones y, por lo
tanto, lo que permanece. Pero la pregunta, realmente, ha quedado sin contestar,
slo ha cambiado de planteamiento. Nos estamos moviendo en un terreno de
ultim idad y en estos terrenos nunca hay prueba, precisamente, porque es una
cuestin ltim a y, para probarla, deberamos apoyarnos en algo anterior que no
hay. Deberamos, pues, movernos en la razn de los efectos', si hay un efecto
hay una causa . Sobreviene de ah el trm ino sustancia (sub-stantia, substare, estar debajo), pero qu es ella? La respuesta es, nada, un trmino
vaco, sin concrecin alguna. Estamos ante el caso de la cosa y sus cualidades
que ya preocup a Locke y a Hume. Ahora bien, si no hay sustancia, el sujeto se
queda en el solo conjunto de los actos mentales, emotivos, volitivos... Algo
ms que una suma? Esa es la cuestin. La explicacin da entonces un giro
epistemolgico y el yo pasa a ser la estructura de actos cognoscentes actuales o
posibles, o se adentra en el terreno metafsico para llegar a una entidad ms
ltima que las propuestas anteriores, la vieja alm a griega y romana, sobre la
que ya no caben ulteriores indagaciones ontolgicas.
Para el idealismo de Fichte, el sujeto crea el mundo como su objeto y el
yo es la realidad previa al sujeto y al objeto. Para Kant, el yo es la unidad
trascendental de la apercepcin y sta es la pura conciencia original e inaltera
ble. Para Dilthey, slo existe el yo emprico. Para otros (Louis Lavelle), con la
frase de en cada momento no ceso de crear mi ser se entiende una diferencia
entre
el actuante de cada momento, y
que es interior a s mismo y se
expresa como
Para Ortega, el yo. en su mismidad, parece eludir
toda naturaleza y coincidir con su propia historia, con la novedad de que tal
historia de esencia dramtica (drama = accin) incluye tambin a los otros que
forman parte de ese yo. Para Frondizi, ninguna experiencia le es accidental al
el cual representa, en el conjunto de sus experiencias, un plus, que, sin
yo,
yo,
yo actuante.
el yo
dor. Les ofreci solem nem ente com prom eterse a cortar al instante y de raz
cualquier intento o vestigio de revolucin social que se intentara. Las posi
bilidades pblicas del ciudadano se v ieron as cercenadas, y m ucho m s aun
tras la tem prana m uerte de A lejandro y la instalacin de las m onarquas
helensticas por sus epgonos, con el invasivo sistem a de provisionalidad e
inseguridad ciudadana que la nueva situacin com portaba. No slo era, por
ello, obligado el retiro a la vida privada, sino que las continas am enazas de
orden fsico y m oral sobre el individuo prom ovan, no slo la privatizacin
o retirada fsica, sino tam bin la privatizaci n m oral, la retirada al yo
interior (recede in te ipsum ) y el encastillam iento dentro del m ism o, como
lugar de defensa.
Scrates haba sido en esto prem onitorio y la va eudem onista de sal
v a c i n p e r s o n a l q u e h a b a p ro p u e s to se a v e ra b a en lo s m o m e n to s
postalejandrinos, de un lado, como un program a de vida, de otro lado, como
la m edida adecuada al m al presente. De aqu arrancaron, para ofrecer solu
ciones variadas, los que entonces representaban la conciencia del momento:
epicreos, estoicos y escpticos, siguiendo, o ms bien husm eando, respec
tivam ente, los indicios o gestos de cirenaicos, cnicos y m egricos. Ellos
analizaron la situacin general y la suya concreta, diagnosticaron sus m ales
y propusieron program as de vida feliz , las vidas felices que ellos entendan
como propias y posibles en aquellas circunstancias, aunque, ciertam ente, las
consideraron de validez universal. As fue sustituido para la vida civil el
nthropos politiks, el ciudadano de la polis, por el nthropos koinoniks,
el hom bre de com unidad. E l sentido de com unidad sufri los efectos de su
transform acin general, y siguiendo el am or a lo pequeo y selectivo, sur
gieron los ja rd in e s, la pequea convivencia de los grupos de afinidad que,
sin em bargo, racionalizaba sus fundam entos y se ofreca como modelo uni
versal. De este modo y comprendiendo que lo grande est en lo pequeo y que
el m undo est en cada cosa, el m iem bro com unitario que haba dejado de ser
p o lits, ciudadano de la polis, se converta en kosm opolits, ciudadano del
m undo, al p ar que, en otros m bitos, D ionisos, dios de la pasin, ocupaba el
lugar de Apolo, dios de la cordura y el equilibrio, y la serenidad y modera
cin del gusto a la existencia cotidiana, se transform aba en fogosidad y pasin
hasta el delirio, que, momentneamente, transportaban al individuo lejos de las
miserias presentes.
Como se ve, muchos rasgos del mundo helenstico, se dan. m utatis
muntandis, en las sociedades que, en unos mbitos por ms de un siglo y en
otros por algo menos, vienen apareciendo en el mundo occidental. Se trata, as,
de mundos sumidos en una crisis profunda de la que, de no ir a la hecatombe,
han de surgir mundos nuevos.
A la busca de un marco referencial.E1 precedente excurso se hizo slo para poner alguna matizacin a la tesis
de lvarez Una. aceptable en trminos generales, y para poner de relieve que la
evolucin del sistema capitalista se concreta, hoy, en un estado, de continua movili
dad forzada, de dispersin individualista, de aislamiento ciudadano, de insegu
ridad social, de riesgo permanente y de miedo metido en el corazn, negatividades
todas que se pretenden edulcorar, nominalmente, en un mbito democrtico,
en unos trminos de democracia que, pretendindose adalid de libertades y
benecindo de todos los enmascaramientos que le permite la moderna tecnologa,
se produce, de hecho, como un rgimen altamente totalitarista. policiaco y de ab
soluto control sobre sus ciudadanos, hasta en la mas profunda de sus intim ida
des. Unas democracias que concentran en s la afluencia de bienes y riquezas
venidas de los cinco continentes, y que, por ello, tienen la capacidad de exhibir el
espectculo de enormes gastos superfluos, de grandes fastuosidades y de hacer os
tentacin de refinados medios de comunicacin que se ponen al servicio de la
coercin y el aturdimiento. Estas que son las situaciones que hoy se viven y que
parecen como estar en el lmite de una evolucin, son la ltim a consecuencia de
un desarrollo que. desde fines del siglo XIX. recorre, para el occidente, todo el
siglo XX, en etapas graduales y progresivas hasta la actualidad, en las que 15
aos de guerras internacionales de exterminio, continuos intervalos de guerras lo
cales de signo imperialista, penossimos aftos de revoluciones abortadas y de mu
chos ms aos de revoluciones triunfantes envilecidas, pesantes cotidianidades
infestas de rutina, Tcticos monumentos de hipocresa poltica, dolorosos sentimientos
de impotencia social m anifiesta..., todas esas calamidades, entre otras ms, son
factores que abonan, suficientemente, un terreno propicio para la escapada social
Una escapada del afuera que impulsa al individuo a entrar dentro de s y a inten
tar buscar en ese adentro los alicientes existenciales que fuera no encuentra.
Seguiremos por aqu ms adelante, mas, por razones de mtodo, veamos,
antes, otras aportaciones que puedan enriquecer el conocimiento del discurso
interiorista en las diferentes variantes que se nos presentan.
El problema, en el conocimiento de nuestro cometido, sigue siendo ese
gran agujero que hay detrs del yo, que no puede dar cuenta de s mismo y que
motiva la, al menos en principio, comprensible pregunta: cmo puede funda
mentar algo lo que no puede fundamentarse a s mismo? Sin embargo, como ya
vio Aristteles, ese es el problema de la lgica misma, un problema que, llevado
al extremo, es decir, al extremo de negar toda lgica, hara imposible toda cien
cia y la vida hum ana misma, porque, si de la imposibilidad de fndamentacin
"m aterial y sustantiva ltim a pudiera derivarse la conclusin de la gratuidad y
equipolencia de todo discurso, o de la arbitrariedad absoluta del todo vale,
entonces, ningn tipo de razonamiento podra justificar su validez.
miento del marco referential, lo que hace que nuestros horizontes incluyan,
forzosamente, diferencias cualitativas, hecho ste que trae, como acompaante,
la cuestin de las relaciones morales entre identidad y universalidad, sin dejar
de tener en cuenta que, puesto que a la vida slo se la conoce vivindola y dado
que el sentido de ella slo puede derivarse de la propia articulacin de la mis
ma, la identidad personal en la conciencia siempre ser cosa inacabada y al
hombre, por definicin, siempre le acom paar el interrogante de quin, verda
deramente, es. Ese conocimiento de m mismo, dentro de su condicin de in
acabado y parcial, aunque me descubra que hay cosas en m que escapan a mi
conciencia, como el id, el ello, el inconsciente freudiano, y que hay tambin en
m un superego que exige por encima o al margen de mi voluntad casual con
creta, ese frgil conocimiento tiene suma im portancia en la condicin de mi yoexistente, pues, como Charles Taylor recuerda, el ego freudiano es ms libre y
est ms capacitado para el control, cuando l mismo posee todo el margen de
maniobra, en relacin con las imperiosas necesidades del superego y ante las
exigencias del m ism o4.
Lenguaje y razn, en sus relaciones con el yo interior.Igualmente, en ese itinerario progresivo del conocimiento y reconoci
miento del yo, se muestra ya, como fundam ental, la conciencia del hombre
como ser social. No hay psicolgicos robinsones puros, no hay yos solitarios. Ya
Antonio Machado lo dijo: "un corazn solitario no es un corazn. Y no nos
referimos aqu, solamente, a estructuras definidas como el cuerpo y sus necesi
dades o a potencialidades como la razn y la mente, sino a una estructura que es
objeto concreto, definido, dinm ico y en formacin permanente, el lenguaje.
Perteneciendo a la naturaleza del ser social del hombre, el lenguaje, como con
sustancial con ese ser social, hace al hombre como un ser fundamentalmente
dialgico. El lenguaje es el vehculo por el que el otro y los otros se convierten
en factores constituyentes mos (es decir, de m) y tambin por el que devienen
proyectos y fines de mi propia accin personal, pues toda innovacin es inexcu
sable hacerla desde el lenguaje comn, ya que, como bien dice W ittgenstein en
su Tractatus logico-philosophicus, "del acuerdo en los significados deriva el
acuerdo en los juicios . El yo, pues, como ser social es un ser interlocutivo, y
como el propio Taylor afirm a "estamos incrustados en la interlocucin5.
E n el program a de investigacin de nuestro propio yo y del conocimiento
y reconocimiento de nuestra propia identidad, ha. pues, de ser tambin funda
mental el lenguaje y su utilizacin interlocutiva, tanto en la aparente forma
monologal como en la manera dialgica con los otros seres sociales. Y se plan
tea aqu el problema de la existencia de un lenguaje propio, privado, como
sostuvieron, por ejemplo, Hobbes, Locke o Condillac, o de si no hay posibilidad
de tal lenguaje y slo existe el lenguaje comn, como defiende Wittgenstein. Si
la racionalidad hum ana tiene algo que ver con el lenguaje, no es de descartar, al
menos como problema, la diferenciacin que hace Herclito entre razn comn
(koins lgos) y razn privada (/dios lgos), entendiendo a la primera como el
nico instrumento posible para comprender el mundo y, potencialmente, enten
derse con los dems humanos, y a la segunda, como una invencin privada,
originada y modulada por exclusivos intereses personales o de grupo y, por lo
tanto, incapaz de coincidir con la objetiva interna estructura de las cosas, proce
sos y fenmenos, y, por lo mismo, incapaz de ser interlocutiva con los portado
res de un lenguaje comn. Y aclaramos que esta ltima diferenciacin no tiene
nada que ver con el hecho de que todo individuo, y unos en mayor medida que
otros, tenga, en esto como en todo, su propia perspectiva del lenguaje corres
pondiente a la originalidad de su persona y circunstancias. Se tratara, en este
caso, no de transgredir la razn y el lenguaje, sino, simplemente, de manifesta
ciones de la diversidad en la unidad, es decir, de perspectivas objetivas de la
cosa, sin diferenciaciones cualitativas esenciales respecto de la misma.
Otra cosa es el caso de la razn privada y su instrumento, el lenguaje
privado acompaante, donde, con relacin al lenguaje comn, ya no hay acuer
do en los significados y, por lo tanto, no puede haber acuerdo en los juicios. No
debe perderse de vista que el lenguaje, en abstracto, como ocurre con la capaci
dad discursiva argum ental, lo m ism o sirve para descubrir (la verdad como
altheid) que para encubrir, como Platn sentenci que fuera el caso de los
sofistas. Tal fue uno de los motivos que llev al mismo filsofo a la discusin
sobre el problema del lenguaje en su dilogo Krtilos, donde, prim ando un
clima heraclitano y planeando, tcitamente, la dicotoma razn com n/razn
privada, se plantea el problema sobre la esencia del lenguaje y sus elementos
nominales, entendidos como significados por naturaleza (physei), desde una
versin, o por convencin (nmoi), desde la otra. La tesis prim era es sostenida
por el heraclitano Crtilo y por Scrates, la segunda por el sofista Hermgenes.
Para la tesis primera, entre el nombre y la cosa no hay gratuidad de empleo. La
plena libertad de calificacin nominal de la cosa puede dar lugar a la arbitrarie
dad interesada y con ella a la ofuscacin de la cosa misma. La cosa es algo
objetivo y de esa objetividad deriva una dynamis, una fuerza que hace objetivo
al nombre, que, segn Scrates, es. por esencia, accin. ste debe ser investiga
do hasta su raz ltima, que es inefable, indecible, y, por ello, en ella y tras ella,
est el no-lenguaje, el silencio. De esa investigacin, propone Scrates, se deri
va que hay nombres bien establecidos y otros mal establecidos, lo que obliga al
conocimiento previo de la cosa para saber si el nombre que se le aplica est bien
o mal establecido. Crtilo se opone a esto y dice que el nombre mal establecido
no es nombre, sino puro soplo, puro aire. Aqu, pues, se separan las versiones
de Crtilo y de Scrates. Para Scrates, la opcin heraclitana de Crtilo anula
453
es,
no es.
C u ltu ra , sociedad e individuo. Alejados del concepto de cultura, que considera a la misma, dentro de un
cierto grado de sublimacin comparativa, como efecto de ciertos modos de de
sarrollo en el plano intelectual, nosotros formamos parte de los que puedan
creer que cultura es todo lo que se deriva de la especificidad del com portam ien
to social humano, de form a que, en nuestro modo de pensar, lo artificial,
dentro de su diferencia con lo natural, habra de ser explicado, por lo que se
refiere a la cultura, como la naturaleza expresndose a travs del hombre, o sea,
por medio de las capacidades naturales de ste (ars, tchne). Incluso conside
rando que algunos aspectos del com portam iento hum ano puedan tenerse,
naturalsticam ente hablando, por procesos entrpicos, como prdida de energa
del sistema, aun as, no habra una total razn para considerarlos antinaturales,
ya que la entropa es tenida por segundo principio de la termodinmica, en
conflicto con el principio de la conservacin de la energa, es decir, por lo tanto,
como algo natural. O sea, que cultura es tanto la capacidad de hacer un pote de
barro o 1111 cesto de mimbre como la prctica de una danza ritual, el descubri
miento de la ley de la relatividad o determ inadas formas especficas de hacer el
amor. Y, en estos aspectos generales del fenmeno cultural, no se trata de reba
ja r a Shakespeare para ensalzar al zapatero o al tejedor, ni de ponerlos al mismo
nivel. Se tra ta de afirm ar, sim plem ente, que la cu ltu ra es un producto
especficamente humano, nacido de necesidades hum anas de ndole diversa y
que, en este terreno, se justifican. Y es desde este punto de vista desde el que las
culturas son incomparables en su diversidad. Los hombres primitivos de Aus
tralia o del Amazonas no tienen ninguna necesidad del conocimiento de teoras
fsicas o filosficas. Tales cosas no afectan para nada a sus vidas. En cambio, s
sienten necesidad de inventar una mejor m anera de obtener la presa, de proveer
ms alim ento o de ensayar nuevos ritmos a sus cantos o danzas. S hay, sin
embargo, un punto de comparacin entre culturas, y es cuando las considera
mos referidas al hombre genrico, a la hum anidad en su conjunto y, dentro de
ella, a los diferentes estadios en que se encuentran. No pasamos por alto que, en
esta referencia, parece haberse de tom ar postura ante dos visiones del tema
(sincrnica o diacrnica) que se pretenden contrapuestas, aunque, en el fondo,
nosotros no encontramos una clara y real contraposicin entre las mismas. No
dejamos de reconocer mritos y esfuerzos en las explicaciones de sincrona
que Saussure propone, pero nos sentim os m s inclinados a la postura expli
cativa de F rancis Bacon, quien, negando la efectividad de las causas efi
ciente y m aterial de A ristteles, propone ya la sustitucin de su vis explicativa
por la intervencin de los conceptos esquematismo latente y proceso laten
te , que definen toda cosa o fenmeno. El concepto de form a al que tiende
este proceso no est precisado por Bacon, aunque podra caber la conjetura de
im aginarla como una especie de ousa griega a posteriori, algo como un estado
fin al, que fu era el h ip o ttico resu ltad o del proceso la te n te , desde la
prefiguracin del esquematismo latente . En cualquier caso, los conceptos de
sincrona y diacrona estn aqu claramente implicados, y no, precisamente de
u n a m a n e ra a n ta g n ic a , com o se p la n te a en el litig io h is to r ic is m o /
estructuralismo, sino como perfectamente congruentes.
Si la cultura es el resultado de necesidades humanas sentidas en el m bi
to social, se trata, claramente, de un proceso de dentro afuera, en lo que hay que
tener en cuenta dos causas primordiales, a saber, la objetividad de la necesidad
como tal y el modo de sentirla, lo cual nos remite a dos concreciones ineludi
bles, la de la cosa y la del medio social receptor. De ellos deriva la singularidad
de cada cultura. Respecto a esto ltim o, deben tom arse ciertas precauciones
rem itentes a actitudes de prudencia, al tra ta r con conceptos, como el de
cultura , que no rem iten, ciertam ente, a productos de una diafanidad siste
m tica, pero que tam poco son ajenos al cam po estructural, si no por s m is
mos, s, al menos, por el m edio social en el que se producen. De Tzvetan
Todorov17, investigador, por lo dem s, concienzudo y fino, en general, en
sus conclusiones, pensam os que. por inclinarse, quiz dem asiado, del lado
de un cierto historicism o o en prevencin de aparen tar un m ayor com prom i
so con el estructuralism o, con afirm aciones como que la unidad y homogenei
dad de una cultura estn apriorsticamcntc decididas, pierde alguna ocasin de
m antener la claridad de su discurso Como tambin lo hace al declarar, por
ejemplo, que la cultura es suma y no fusin de datos, hechos o trminos, sin
aclarar el alcance de lo que entiende por suma o fusin; o al establecer una
diferenciacin radical entre cultura y lengua para d ar carcter orgnico a la
segunda y negrselo a la prim era, con el argum ento de que la introduccin
de un elem ento nuevo no conlleva, en la cultura, la m odificacin de los
otros elem entos presentes y, supuestam ente, en la lengua, s. Ofrece tam
bin aqu oscuridad, respecto a su utilizacin del trm ino elem ento, v li
do, segn l, para la lengua y no para la cultura, siendo as que, tom ado en
su acepcin genrica, puede ju g a r el m ism o papel en la cultura, en general,
que en la lengua, en particular. O tra cosa es, si, con elem ento quiere refe
rirse a fenmenos o leyes lingsticas. Por otro lado, la disociacin radical de
cultura y lengua no nos parece correcta, puesto que la lengua misma forma
parte de la cultura y ambas forman parte de las necesidades de expresin hum a
na. Partimos del hecho de que la cultura de un pueblo responde a necesidades
del mismo, pero, tambin, de que 110 todas las necesidades son de la misma
entidad. Las necesidades de carcter bsico han de satisfacerse y tratarse de
forma generalizada, y la necesidad de intercom unicarse es, igualmente, esen
cial, pues, sin ella y sin su instrum ento de satisfaccin, que es la lengua, no hay
Se deca en una parte anterior de este trabajo que las diferentes culturas,
incomparables desde s mismas, pueden, sin embargo, serlo desde el punto de
vista de la consideracin del hombre general, y no deja de ser razonable aceptar
que determinados productos de algunas de ellas se acercan ms a las exigencias
de este hombre general, que la sociologa tradicional de un De Maestre, Donoso
Corts o un Spengler dice no reconocer, pero que nosotros aceptamos. No que
remos con esto decir que exista una pirm ide de culturas, pues, segn nuestro
parecer, algunos aspectos de algunas culturas tenidas por ms cercanas a la
base de esa hipottica y slo im aginaria pirmide, parecen demostrar, en cuanto
a profundidad se refiere, una ms cercana relacin con el hombre general del
que hablamos qiue otros de aquellas otras culturas tenidas por ms prximas a
la cspide. Otro gran error de bastantes socilogos y antroplogos, en el discur
so intercultural, es el de sacar conclusiones sobre las culturas, consideradas en
absoluto modo sincrnico o puntual, sin haber cuenta de los cambios evolutivos
de esas mismas culturas. Consideremos, por ejemplo, la cultura de nuestra pro
pia Edad Media en la que se daba la servidumbre de la glega y donde la depre
ciacin de la vida hum ana converta la muerte del hombre en espectculo para
la muchedumbre popular congregada en torno al rollo, y hagmonos la pregun
ta: podemos considerar el estado actual de nuestra cultura como superior a
aquel, en cuanto nuestras valoraciones de la libertad y la dignidad humana nos
hacen sentir contentos de no tener ya que pasar por aquellas circunstancias?
En la G recia antigua, aristotlicam ente considerada, el hom bre era
nthropos poltiks, ciudadano, calificacin que no poda atribuirse al esclavo
por estar excluido de la poltica. Si por aqu el esclavo perda su condicin de
hombre, al ser ste, en una consideracin tambin aristotlica, tenido por un
zon lgon chon (anim al portador de habla y razn), lgicamente, tampoco
poda ser tenido por un ser plenam ente racional, como tampoco el brbaro.
Roma no andaba en esto, muy lejos de los mismos planteamientos, al menos en
el mbito de la consideracin social. En el helenismo, al menos, en el campo de
la filosofa y de crecientes allegados a ella, se abren importantes brechas en
estas seculares valoraciones. Para los estoicos, la polis pasa a ser Kosmpolis,
el nthropos poltiks pasa a ser considerado nthropos Koinoniks (ser hum a
no com unitario), todo ser humano y slo por el hecho de serlo, es ya tenido por
ser racional, y la concepcin del Estado lo es como no excluyeme de todos los
que viven aquende sus fronteras, utilizando la misma lengua y regidos por las
mismas leyes, cultura, usos, costumbres, etc. Con esta concepcin, los estoicos
ganan, por un lado, en mayor consideracin de la igualdad social, y, por otro, en
un alarde de realismo, am plan y generalizan la local y restringida comunidad
epicrea del K p o s (el Jardn). En un plano ideal y siguiendo instancias
cnicas, Zenn de Citio, fundador de la escuela estoica, s postula, en su Politea,
4,
NOTAS
1 Vide Pierre A ubenque, Snque et Funit du genre hum ain en Actas del Congreso
Internacional Homenaje a Sneca en el XIX centenario de su muerte, Crdoba, 1965,
pp 79-92)
2 Fem ando lvarez U ra Viaje al interior del yo, La psicologizacin del yo en la socie
dad de los individuos, publicado en Pensar y Resistir (La sociologa crtica despus
de Foucault), Ediciones C iencias Sociales, M adrid, 2006, pp. 103-133)
3 Charles Taylor, Fuentes del yo. La construccin de la identidad moderna. Paidos,
Barcelona, 1996
4 Vide opus citatum pg. 49:
5 Vide opus citatum, pg. 55
6 Ludw ig Feuerbach, Pensamientos sobre muerte e inmortalidad, A lianza E ditorial,
M adrid, 1993, pg. 262, traduccin de Jos Luis Garca Ra.
7 L. Feuerbach, ibidem.
8 O bra citada, pg. 261.
9 Ludwig Feuerbach, Abelardo y Heloisa y otros escritos de juventud, Epigram a CCC3. Editorial Comares, G ranada, pg. 245. Edicin-traduccin de Jos Luis G arca Ra)
10 A. M achado, A bel M artn. De un cancionero apcrifo. E ditorial Losada. B uenos
A ires, pg. 11
111Aidwig Feuerbach, Abelardo y Heloisa y otros escritos de juventud, Epigram a CLXXV.
Editorial Com ares, G ranada, pg. 202. Edicin-traduccin de Jos Luis G arca Ra)
12 Cf. Ignacio Snchez de la Yncera: E l sujeto y la sociedad: en la raz de las dificulta
des tericas en Complejidad y Teora Social, AA. V V Anagrama. Barcelona, 1996, pp.
425-426
13 Cf. Alfonso Prez-Argote Poveda: La historizacin de las categoras de individuo y
sociedad, en Complejidad y Teora Social, AA.VV. Anagrama. Barcelona, 1996, pg.
18. Prez-Argote basa esta opinin en la de E. Voegelin, desarrollada en Order and
History, vol I: Israel and Revelation. Louisiana State U niversity Press.
14 Cf. Alain Finkielkraut, La derrota del pensamiento. A nagram a , B arcelona, 1987, pg
21 .
15 V ase A gustn Garca Calvo. ES - Estudio de gramtica prehistrica. Lucina, Zamora,
2003)
16 Ver M ichael W alzer, Moralidades en el mbito internacional, A lianza E ditorial,
M adrid, 1996.
17 Ver Tzvetan Todorov, Las morales en la historia, Paidos, Barcelona, 1993.
18 Op. cit., pg. 110.
19 Citado en A gnes H eller , Historia y futuro, Sobrevivir la m odernidad?, Ed. Penn
sula, Barcelona, 1991, pg. 183
20 Op. cit. Pg. 109.
21 Citado por Todorov, Op. cit. pg. 119.
22 Essais sur l'origine des langues. Ducros, Bordeux, 1968, Cp.. 8
Ampliacin de una conferencia pronunciada en Gijn en enero-febrero 2007, en el antiguo Instituto
Jovellanos, promovida por el Aula Popular, en el curso de sus Jom adas Culturales anuales.
las leyes como un laberinto slo beneficioso para los abogados. (Me permito, en
esto, citar a Benjamn Ribaya, en su importante trabajo Anarquismo y Derecho,
separata 112 de la Revista de Estudios Polticos, Madrid, abril-junio 2001, pginas
77-108). Aunque los trminos ley y "derecho suelen entenderse como asociados,
en la historiografa anarquista se vio en ellos una diferencia fundamental de matiz.
Proudhon ya constata, en su primer escrito de carcter anquico. Qu es la propie
dad?, que el derecho no se compone, simplemente, de un conjunto de leyes.
Kropotkin, por su lado, distigui entre derecho consuetudinario, al que daba cabi
da, y derecho legislado, que fue siempre objeto de su ms dura crtica. En todo caso,
cuando se los confunde, es porque, cuando se lee "derecho, se est leyendo ley, y
sta por s sola, ha merecido siempre, sin paliaivos, la ms acerba critica y rechazo
por parte del pensamiento crata, por ser tenida, segn Proudhon, como "la que ha
turbado la conciencia de los pueblos, oscurecido la razn de los sabios y originado
todas las catstrofes de las naciones. Siendo el Estado la expresin ms refinada de
la dominacin por la violencia, la ley es el arma destinada a la obnubilacin y
encubrimiento de esa violencia, y siendo el Estado, desde la cuna al sepulcro, una
prisin para los hombres, el derecho jurdico ejercera, segn Bakunin, las funcio
nes de su reglamento penitenciario. Las leyes son, pues, la defensa del Estado, y,
cuando el aprovechamiento de ciertos matices de algunas leyes, resulta inconve
niente para el Estado, ste, pura y simplemente, las vulnera, ya que "la razn de
Estado es la instancia lima e inapelable.
Ya dijimos, anteriormente, que ste no fue el caso del derecho no jurdico,
no legalizado, pues, mientras estos ltimos nacen de la ley que es siempre impuesta
desde fuera, el derecho emana del interior de la propia persona, por el hecho mismo
de ser un ser vivo, que exige, por s mismo, que se respete su condicin de tal, en el
nivel de especie en que se encuentre. Fue as como, en Mella y en Kropotkin, por
ejemplo, se encuentra la defensa del derecho consuetudinario, en razn de su es
pontaneidad y de ser respuesta directa a necesidades planteadas en el campo de la
relacin. Fue, tambin as, como, en trminos cratas, se entra en la teorizacin del
"derecho natural, terreno en el que el pensamiento anarquista vuelve a marcar
distancias insalvables con la teora burguesa del mismo, pues, mientras en sta el
derecho natural sirve de pura referencia al derecho positivo, legislado que es siem
pre el que prima, en el pensamiento crata, el iusnaturalismo o derecho natural es el
nico que, como tal, existe. Es el reinado de la razn, que Proudhon contrapone
al "despotismo de la voluntad", un derecho que niega la propiedad privada y afirma
la propiedad comn, por el bien comn; que niega la ley del nmero cuando el
nmero funciona contra razn, pues la voluntad impuesta de todos los hombres del
mundo no podra impedir que los tres ngulos de un tringulo sumen 180 grados;
un derecho que niega las complejidades innecesarias, casi siempre interesadas;
lo mismo que niega las deformaciones de la cultura, proponiendo el espejo de la
OT
479
con los nombres sobresalientes de Rafael Farga Pellicer, Gaspar Sentin, Tri
nidad Soriano y Jos Garca Vias (con predominio de los intelectuales). Esta
que podramos denom inar relativa bonanza poltica, que facilita los primeros
pasos de la Internacional en Espaa, dura, con altibajos, hasta la cada de la I
Repblica, a principios de 1874, aunque ya con el ltimo presidente, Emilio
Castelar, se haba perseguido con dureza a la FRE (Federacin de la Regin Espa
ola de la AIT) por su actividad en los movimientos cantonalistas que precedieron
al fin del unienio republicano. Algo fundamental y determinante para el movimien
to obrero espaol fue el hecho de que Fanelli no haya venido a Espaa slo como
embajador de las ideas de la Asociacin Internacional de los Trabajadores, sino
tambin de las ideas de la Alianza Democrtica Socialista, fundada por Bakunin y
que, ms tarde y en ese mismo ao. habra de acceder a la AIT como seccin
ginebrina. Fanelli expuso y defendi, ante sus interlocutores, documentos con
los estatutos, principios y program a de ambas organizaciones, as como el "M a
nifiesto a los trabajadores del mundo, redactado por Carlos Marx. No sabemos
si por mayor incidencia y calor de Fanelli en la exposicin de uno de ellos o por
la propia idiosincrasia de sus interlocutores, stos, tanto en M adrid como en
Barcelona, sin rechazar el contenido de ninguno de los textos, que, adems, no
incluan contradicciones intrnsecas, quedaron, como ms radical, ms im pre
sionados y ms bajo la influencia del program a de la Alianza, que, aqu en
Espaa, ya antes del prim er Congreso de la FRE, en abril de 1870, se haba
constituido como sociedad secreta y empezado a funcionar como grupo infor
mal de trabajadores de mayor dedicacin, radicalizacin y convencimiento, en
el seno de los estatutos y acuerdos de los Congresos de la AIT. Ello va a decidir,
desde el origen, la especial idiosincrasia del movimiento obrero espaol de sig
no libertario, definido por un sabio y no siempre fcil equilibrio entre dos elementos
de tensin, a saber, el principio anrquico de carcter finalista y, por ello, mediatizado
siempre por el horizonte de futuro, y el principio utilitario y reivindicalivo, de rea
lizacin inmediata, atado, por definicin, al presente, o futuro ms inmediato o
prximo. Ambos elementos tensionales contienen potenciales situaciones extremosas
de carcter vicioso, la de raz anrquica que deriva hacia el individualismo nihilista
y a la indiscriminada propaganda por el hecho, y la otra, concretada en el
reivindicativismo tradeunionista y reformizante.
La dificultad del equilibrio entre esas peligrosas situaciones extremas
radica en su sensibilidad a las alteraciones histricas que comporten fuerte res
triccin o anulacin de las libertades fundamentales, o aquellas en las que la
formalidad de tal concesin venga condicionada por la contrapartida de inte
gracin en el Sistema por parte del beneficiado, dado que las situaciones
polticas de tal signo favorecen o promueven la presencia y actividad de las
viciosas situaciones extremas de que hablamos.
S4
i 4 "
491
tividad, la prim era, se da en una estru ctu ra o rganizativa que no perm ite
ninguna form a de vanguardism o, al no tolerar ningn dccisionism o de car
gos. E n la organizacin anrquica, los cargos son de pura gestin de los
m andatos que se originan siem pre en los niveles bsicos, lo que quiere decir
que tal organizacin de m asas, aunque no constituya una organizacin de
anarquistas, s es una organizacin anarquista, en la que, por definicin, se
da igualdad decisoria en todos sus m iem bros, y slo perm ite la accin direc
ta, federativam ente acordada. Estas caractersticas hacen que la O rganiza
cin m ism a haya de ser ms bien una perm anente escuela de anarquism o,
donde las capacidades discursivas y la ejem plarizacin de una tica conse
cuente con el discurso son valores esenciales para la m archa, el enriqueci
m iento y el fortalecim iento de la misma.
E n estas circunstancias, la presencia terico-prctica de elementos de
una formacin de este estilo no puede dejar de ser altamente beneficiosa en el
seno de una organizacin que, siendo anarquista, no hace ningn tipo de ex
menes de anarquismo para acceder a ella, aunque s requiere que todo nuevo
adepto sea consciente del tipo de organizacin en la que entra. Y, a juzgar por el
hecho de que, repetidamente, se haya recurrido a su nueva creacin, cada vez
que. por temporadas, se ha prescindido de ella, podra aventurarse el grado de
necesidad de su presencia.
No pueden, sin embargo, negarse derivativas viciosas en este tipo espec
fico de actividad, donde tal viciosidad no puede decirse que sea, en s, im puta
ble a la estructura y razn de ser de una formacin de tal estilo, sino a la utiliza
cin instrumental que determinado tipo de gentes hagan o puedan hacer de la mis
ma, al beneficiar del prestigio de ella para suscitar en la Organizacin medidas
inconvenientes para la misma. Este tipo de actuaciones viciosas es tanto ms
grave, al menos, por tres razones: primera, porque producen desencanto, escn
dalo y desfondamiento moral en com paeros que, con toda lealtad y sinceri
dad. haban puesto su confianza en ella y en ellos; segunda, porque elem en
tos cabales de la O rganizacin pueden llegar a deducir el carcter innecesa
rio o perverso de la m ism a; y tercera, porque sectores reform izantes de la
O rganizacin ven en ello una ocasin de oro no ya para criticar los hechos
negativos e inaceptables y a las personas concretas en ellos im plicadas, sino
para criticar la razn de ser de tal tipo de formacin, en la que ven un obst
culo insalvable para sus fines.
El carcter secreto de lal tipo de formacin, as como su funcionamiento
por grupos de carcter autnomo y el hecho de que sus miembros sean, en el
seno de la Confederacin como tal Confederacin, enteramente confederales,
es decir, olvidados de su otra militancia, entendemos ser conveniente a los fines
que se propone, pues ello le da naturalidad, mayor flexibilidad y, sobre todo, le
ma. Las leyes y su mbito, que son la fuerza del Estado, constituyen el aparato
de dominio de la superestructura sobre la infraestructura. Sin ser o formar, en
principio, parte de ese aparato de dominio, hay dos formas de relacin con sus
leyes y exigencias: la de una aceptacin activa o la pasiva de las mismas. La
prim era implica, de por s, una forma de colaboracin con el Sistema y, de un
modo u otro, se tiene, en ella, alguna forma de intervencin en la contextura de
esas mismas leyes, aun cuando, eufemsticamente, se quiera revestir tal tipo de
relacin con otros nombres. Es as como, en ese tipo de actitud, se es Sistema,
participando de sus estructuras polticas, culturales, religiosas, sindicales. La
segunda forma de relacin, la pasiva, no puede por menos de aceptar las leyes
porque le son impuestas, pero rechaza toda suerte de compromiso moral con las
mismas. De tal actitud, se derivan intereses contradictorios con el Sistema y se
deviene, as, en elemento dialctico de contradiccin del mismo. Se es, de este
modo, un elemento revolucionario que se entiende a s mismo como necesaria
mente actuante desde la sociedad y bajo el principio fundamental de que no
puede haber cambio social alguno que no arranque de la propia sociedad. Esta
posicin desarrolla estructuras de negacin del Sistema, una nueva moral, nue
vas formas de relacin, nuevos valores, nueva praxis social, y no es incom pati
ble con el desarrollo de medios de defensa de esas estructuras. Es as como se
puede ser pblico y revolucionario al mismo tiempo.
Es claro que tal posicin im plica la existencia de las m nim as liberta
des que lo perm itan, ya que, en toda situacin de dictadura, descubierta o
encubierta, no cabe m s opcin que la retirada activa al M onte A ventino,
o sea, la va de lucha clandestina, como, repetidamente, hemos visto en nues
tro recorrido histrico. Las bases de posibilidad de la existencia de tal postura
ambivalente es que, en los modernos Estados, el Sistema no puede por menos
de tener que ju stificarse en trm inos de una form alizada racionalizacin
ideolgica, y, por lo mismo, dentro de esos supuestos de racionalizacin, no
puede, abiertam ente y sin negarse a s m ism o, im pedir tales desarrollos de
a m b iv a le n c ia , a u n q u e sie m p re trate de h acerlo recu rrien d o a m todos
inconfesos, pero se es el riesgo perm anente en que tiene que moverse toda
posicin verdaderam ente revolucionaria.
Los elem entos sociales sobre los que se decide el ser as o de otro
modo de la sociedad son, pues: A), los que im plantan el Sistema, ju n to con
los que de l viven y con aquellos oponentes que en l se integran, p asan
do, as, a v ivir tam bin de l; B), aquellos dom inados que, de buen grado,
saludaran un cam bio social, pero cuya m ente e im aginacin no les perm ite,
en principio, concebir ninguna posibilidad de cam bio fuera del o contra el
Sistema; y C), aquellos que estn persuadidos de que el cam bio reform ista
puede alterar slo las condiciones del dom inio pero no el dom inio m ism o, y
" *
zacin. con todas sus paredes repletas de libros, dicindole: "stos (apuntaba a
los libros) para ilustrarnos, y sta (mostraba su pistola) para defendernos .
E n la tercera lnea de reflexin, la que verse sobre las posibilidades de
coincidencia o colaboracin con otras fuerzas que estn tambin por el derroca
miento de los poderes constituidos, creem os que el pensam iento libertario
debe in ten tar deslindar con claridad el grado, el modo y el alcance de las
m ism as, de form a consecuente con sus p rincipios y fines, ya que las circuns
tancias histricas presentan, de hecho y con frecuencia, situaciones em bro
lladas, donde las im provisaciones pueden dar y dieron, de hecho, lugar a prc
ticas negativas que, durante lustros, hicieron sentir sus nefastos efectos sobre el
movimiento libertario.
Ya por el solo hecho de que el anarquism o y, por l, el anarcosindicalismo
y sindicalismo revolucionario tienen al Estado por enemigo mortal a destruir,
todas las fuerzas estatalistas, estn o no estn por los poderes vigentes constitui
dos, son, por definicin, enemigos suyos, lo que quiere decir que no cabe, por lo
tanto, con ninguna de tales fuerzas pacto interno ninguno, que no podra por
menos de afectar a los principios, tcticas y finalidades de la Organizacin y,
con ello, a su desvirtuam iento. Por otro lado, la O rganizacin libertaria se
concibe a s m ism a, de algn modo, a la m anera como Parm nides conceba
la verdad. D eca el filsofo de E lea que la verdad es bien redonda , de
forma que el contacto con ella o su bsqueda podem os intentarlos desde
cualquier punto de esa circularidad. Igualm ente, la equiparacin sim bolgica
que estableca entre el Ser y la esfera quera significar que todos los puntos
del uno y de la otra son equipolentes y que, por ello, el uno y la otra son
iguales en todas sus partes. E n estas circunstancias, la alteracin de cual
quiera de las partes no puede dejar de suponer la alteracin del todo. La
igualdad que, program ticam ente, se postula, se persigue y se realiza en
la organizacin anarcosindicalista, hace que toda ella se constituya en un
esquem a repetitivo que va, desde el propio individuo, hasta la C onfedera
cin en su conjunto, pasando por las seccin, el sindicato y las Federaciones
Locales, Comarcales y Regionales. Slo de este modo, se entiende que el prin
cipio de coordinacin puede hacer nulo e imposible el principio de subordina
cin. La relacin de equipolencia entre las partes y el todo da a esta organiza
cin un cierto carcter cerrado en cuanto totalidad de concepto en desarrollo,
donde las novedades, los hechos nuevos que van form ando parte constitu
tiva de la m ism a, van surgiendo del contacto y relacin con el escenario de
desarrollo, en la m edida en que, en el proceso, va com probando la efectivi
dad de s mism o. sta es su form a de apertu ra . Las incorporaciones y
novedades van, as, progresivam ente, surgiendo no directam ente de los
principios, sino de los resultados ltimos de la aplicacin de estos principios,
so
del mismo modo que, en un proceso cientfico, los teoremas que se van incorpo
rando no necesitan del recurso ltimo a los principios, sino que emergen de los
teoremas inmediatos, donde, por necesidad, los principios vienen reflejados.
Si nos hemos perm itido este excurso filosfico, ha sido con la in te n
cin de hacer v er que las relaciones de este tipo de organizacin con otras
organizaciones no pueden ser, bajo ningn concepto, de carcter interno,
sino de carcter tangencial, y, aun as, en circunstancias muy determ inadas
de especial necesidad o conveniencia. L a m ayor parte de las relaciones que
se establecen en la generalidad de las organizaciones poltico-sociales estn
m e d ia d a s p o r el o p o r tu n is m o , y s ta es u n a p r c tic a de la q u e
sistem ticam ente huye la organizacin libertaria, que entiende que teora y
prctica no pueden ni deben ser concebidas en planos aislados, sino conjun
tamente y que la consecuencia estricta que se exige en un campo debe tener su
equivalente y reflejo en el otro.
D ecam os que la s re la c io n e s in te ro rg a n iz a tiv a s e st n , p a ra los
libertarios, m ediadas y condicionadas por su negacin absoluta del Estado.
Pero, contra lo que vulgarm ente se cree, el pensam iento libertario tiene,
siem pre, ante s muy presente el m undo de lo real, y, en esta actitud, su
negacin total del E stado no le im pide d istinguir entre los estados del E sta
do y sacar de esta distincin las oportunas conclusiones prcticas, que pue
den conducir a la necesidad de aunar, externam ente, fuerzas con form acio
nes estatalistas por el derrocam iento de un estado concreto del Estado, que,
objetiva y com probadam ente, suponga un peligro y obstculo m ayor para la
causa que se persigue. Todo lo cual, puede ser correcto, siem pre que no se
pierda, ni un m om ento, de vista que toda fuerza estatalista es enem iga natu
ral del pensam iento y prctica libertaria y que cualquier form a de colabora
cin con ella no debe ser entendida ms que desde la consideracin de su
eficacia sobre el blanco del enem igo com n; ni puede olvidar tam poco que
debe, en todo m om ento, p reservar la total independencia tctico-estratgica
de la organizacin libertaria, as como la m ultiplicacin de su fuerza, que
dando, as, descartados cualquier tipo de pacto, frente o plataform a, que no
haran sino m ediatizarla internam ente y desvirtuar, con ello, los efectos de
su accin.
Volviendo la vista atrs, si la O rganizacin hubiera dispuesto, con
antelacin, de este tipo de reflexiones en el m om ento del estallido de la
guerra civil espaola, estim am os que no habra cado en la tram pa de la
entrada en la G eneralitat catalana ni en la del G obierno central, y, dentro de
una colaboracin externa, en el cam po del antifascism o, habra exigido el
estricto respeto de sus logros, sus fuerzas y su estrategia. E l modo de recom
posicin inm ediata, desde s m ism os, del cam po libertario y de su sistem a
colectivista en A ragn, a los que se quiso desm antelar con la disolucin del
Consejo por la arbitrariedad y la violencia gubernam ental en agosto-septiem bre de 1937, tras el fracaso de tan vil m aniobra, puede aportar bastante
luz sobre lo que exponem os y sobre lo que ser necesario seguir reflexio
nando profundam ente.
tarse con l para un giro hacia la democracia real: los Rodrguez Ibarra y los
Bono, a juzg ar por sus actos y dichos, uno no sabe si no estn en el PP porque le
hacen ms favor desde el PSOE; el M gica, nombrado por Aznar para su cargo
de Defensor del Pueblo, no est claro si por rencor fam iliar o por conservadu
rismo personal, es el elegido por el grupo al que pertenece para entrevistarse
con el golpista general Armada, en el exilio de ste en Lrida, pocas jornadas
antes del 23-F, y hasta para recurrir, personalmente, ante el Tribunal Consti
tucional, una ley del propio gobierno socialista; Alfonso Guerra se erigi en
constitucionalista a ultranza, cuando tena que saber que, mientras no se refor
me la Constitucin, es imposible que haya democracia en Espaa; Alonso, en
Interior, despus de perder la fuerza por la boca (con la violencia, tolerancia
cero"), se hinca de hinojos ante el tricornio en Roquetas de M ar (todo un smbo
lo), y, ms tarde, ya desde Defensa, term ina de hincarlos, manteniendo a la
Guardia Civil dentro del ejrcito, con flagrante vulneracin del programa de
campaa, y consumando el principio antidemocrtico de que, a travs de la
Guardia Civil, el ejrcito siga perpetuando el control de la casi totalidad del da
a da de la sociedad c iv il; con Rubalcaba de Interior, sigue la tortura campando
por sus respetos y siguen muriendo personas a manos de policas, etc., etc.
Aquel gobierno, que era para muchos una esperanza de democracia y
libertad, deja, escudndose en los tribunales (hasta para eso fue cobarde), sin
derechos de expresin poltica a doscientos cincuenta mil ciudadanos, por el
hecho de que tienen o se les presumen ideas polticas propias, y a pesar de que
quieren promoverlas por cauces institucionales. Y ese es, al parecer, el quid de
la cuestin: hay que tener, hay que promover o forzar motivos de criminalizacin,
porque, sin ellos, no hay cancha para determinados partidos polticos. De ma
nera que a uno le vienen ideas de que eso de derrotar al enemigo, que dice el
PP, es una frase vaca y creada por el inters, porque, en primer lugar, en qu
consistira esa derrota, qu se hara con esos doscientos cincuenta mil civi
les a los que no se les puede derrotar porque no estn en el ajo de las armas, ni
tienen por qu estarlo ni lo quieren?. Cmo prevenirse contra el ejercicio de
sus ideas? Qu hacer con ellos en un rgimen que se dice democrtico y que, a
tal ttulo, se le considera en el orden internacional? Desposeerlos de derechos,
sin ms? Obligarlos a la ju ra de Santa Gadca? Se confia, sobre todo, en la
fuerza de la propaganda dirigida, desde unos medios crpticamente dirigidos.
Pero se tratara, ya se trata, de una propaganda tergiversadora de los hechos,
invasiva, fascistoide, dirigida a la m cdiatizacin de conciencias, con la espada
de Damocles encima de quien la contradiga. En fin. algo por encima de cual
quier form alizacin dem ocrtica .Todo parece im practicable. Entonces, al
parecer, no slo parece conveniente, sino hasta necesario, desde esos guerreros
puntos de vista, m antener a ese enemigo siem pre con vida, adm inistrarlo y
riqueza y que slo podan conducir a la guerra, entendida, por otro lado, como
necesaria por los nuevos regmenes. Los grandes fabricantes del norte de Italia
y los grandes terratenientes del sur, rbitros todos ellos de la poltica en la
monarqua parlamentaria de Vctor M anuel III y que, dentro de sus dificulta
des econm icas, sienten el em puje del m ovim iento obrero como una am ena
za m ortal para s mism os, no slo hacen como que m iran para otro lado ante
la m archa fascista sobre Roma de 1922, sino que favorecen abiertamente todos
los planes de Mussolini.
En Alemania, el impulso nacional haba venido lanzado desde Prusia, y
el triunfo de B ism arck sobre N apolen III, en 1870, no haba hecho sino
enardecerlo hasta el extremo de llevarlos a promover la I Gran Guerra (19141919). E n seguimiento de los efectos de esta guerra para Alemania, hay cuatro
hechos que, aadidos al viejo sueo prusiano de expansin, catalizan y allanan
la imparable marcha hacia el nazismo, la versin germnica del fascismo ita
liano. Son estos cuatro hechos: los materiales y morales efectos hum illantes del
tratado de Versailles, la realidad del poderoso crecimiento del movimiento obrero,
el cerco econmico culm inado en el crack de 1929 y la profunda decepcin ante
el rotundo fracaso poltico de la Repblica de Weimar. E l poder econmico de la
Alemania de entonces, con su igualmente poderosa sombra sobre la poltica,
radicaba, entonces, en los grandes terratenientes, los junkers prusianos, y, den
tro del campo industrial, en los barones del Ruhr, haciendo grupo, ms o menos
cercano, en torno a la familia Krupp. Todos ellos no hacen sino ver como una
autntica tabla de salvacin a sus problemas el movimiento de clases medias
que Hitler ha empezado a mover desde M unich, y de fomentarlo hasta la insta
lacin de su Fhrer en la jefatura del Reichstat, en 1933.
La evolucin japonesa desde los aos 80 del siglo XIX ofrece muchos
puntos de similitud con la historia coetnea de A lem ania e Italia, en cuanto a
su m odernizacin y a su voluntad expansiva instalada con el inicio de la era
M eiji. E n esa poca, se produce all la gran concentracin capitalista que
tropieza, en su im pulso expansivo, con los intereses en la zona de las grandes
potencias colonizadoras, que, en la conferencia de W ashington de 1922, le obli
gan a retirarse de Siberia y de Shan-Tong (muy rica en materias primas), en el
mar de la China. El levantam iento de 1932, donde los sam uris juegan un
papel fundam ental, concluye con el asesinato del p rim er m inistro, y puede
ser el equivalente de la m archa sobre Roma de M ussolini. Su poltica de
atentados anl i liberales repite los m todos fascistas, y la som bra del capita
lism o v ern cu lo est cien p o r cien d etrs de la interv en ci n m ilita r en
Shanghai, antesala de la invasin en gran escala de China, a la que proceder
a partir de bien entrado 1937, aprovechando la exclusiva concentracin de las
grandes potencias en la poltica europea.
Por que las clases m edias.Desde el momento en que el papel econmico, que estas clases haban
jugado, fue, a finales del siglo XIX, eliminado por el desarrollo del gran capita
lism o, estos sectores sociales p arecan irrem isiblem ente destinados a la
proletarizacin, pues ya se encontraban, naturaliter, perteneciendo al campo de
los explotados. Sin embargo, sin dejar de pertenecer al rea de los explotados y
con las excepciones oportunas, estas clases, en su voluntad autoafirmativa y
autojustificativa de jugar un papel socialmente decisivo, eligieron, en el prim er
fascismo (y parece que esa sera su tnica tambin ahora), resistirse a asumir
ese destino social de entes proletarizados, y aceptaron el papel de clases servi
doras del gran capital, un papel que cumplieron, y dan la impresin de querer
seguir cumpliendo, en un doble sentido ideolgico, destinado, con su aureola de
idealizacin, a servir de cortina encubridora del brutal materialismo de la ex
plotacin capitalista. Por un lado, haciendo gala de su pertenencia al campo de
la explotacin y con la intencin de que el mundo del trabajo, abandonando su
papel social de factor dialctico de negacin, se integre, positivamente, en el
sistema capitalista, elaboran un idealizante programa de mejoras y dignificacin
del campo obrero, destinado a funcionar de cortafuegos procapitalista en el
lanzado incendio proletario. De otro lado y sin salirse de su funcin de embelle
cimiento del sistema, proceden al fomento de los desmaterializadores mitos de
la grandeza ideal de la Patria, la Nacin o el Imperio, como fuente de fabrica
cin de sueos, ilusiones, herosmos y entregas personales que distraigan o
contrapesen el ofrecimiento de vidas generosamente sacrificadas, en aras de
una liberacin de la clase sometida y de una justicia y fraternidad universales
que, desde el campo proletario, se brindaban. En este cometido, se dedican a la
glorificacin de las historias patrias y a la exaltacin de sus modelos conve
nientes, dejando adivinar el orgullo de los grandes momentos. La sombra de la
vieja Roma planea, as. sobre el fascismo mussoliniano, como el recuerdo del
Sacro Imperio Romano Germnico puede ser uno de los acicates que empuja
hacia la Gran Alemania. El mito histrico y su funcin simbolgica, como a
priori de cualquier razonamiento, es, pues, en manos de las clases medias, un
elemento fundam ental definitorio de todos los fascismos.
Se trata, a todas luces, de falsas idealizaciones, en razn de su carcter
internam ente contradictorio y de su imposibilidad de universalizacin; y, en
contrndose las clases medias, por definicin, en la zona ilustrada de la socie
dad, a la vez que perteneciendo al rea explotada de la misma en cuanto tienen
que vender su fuerza de trabajo, ese fenmeno de contradictoriedad parece re
querir de una explicacin aadida, que nosotros creemos encontrar en el quantum
de ambigedad que las citadas clases com portan p er se, en razn de su propia
situacin psico-fisica dentro de la sociedad. De algn costado del rea de los
luchadores obreros, se oye decir, con cierta frecuencia, que las clases medias
son gentes de dos caretas. Y, en efecto, si. en trm inos generales, el empresa
rio capitalista y el obrero deben tener sus respectivas psicologas claramente
definidas, en funcin del papel econmico de cada uno de ellos, no ocurre lo
mismo con las clases medias, en punto a definicin.
De la ambigedad de la que hablam os deriva para ese grupo social un
subconsciente en el que reside una fuerza operativa que lo autojustifica y lo
m antiene como clase. De ella y en apoyo de esa autojustificacin, surge la
conciencia de su funcin social estim ada por esa misma clase como necesaria,
correcta y justa sobre el argum ento de su propia vala, el cual, a su vez, opera
como autojustificador de los beneficios y privilegios de que es objeto. Sin em
bargo, no escapa a estos estam entos la conciencia de la diferencia de clases,
de la explotacin de una clase sobre otra y de la injusticia social que ello
representa, como tam poco escapa a su conciencia el papel que ellos mism os
ju eg an de instrum ento utilizado por la clase explotadora, en el m anteni
m iento de esa situacin general. Son, as, estas clases, clases con una mala
conciencia expresada de diferentes m aneras y en diferentes grados que van,
desde el grito de protesta, que ahogan en su propio pecho, al, perm anentem en
te, acom paante escrpulo (scrupulum , la piedrecilla en el calzado), y hasta a
situaciones psicolgicamente insoportables. Es, en trminos generales, de esa
m ala conciencia de donde deriva, para esa clase, la necesidad de destruir dentro
de s esa inconfesa m ala imagen de s mismos, que, a pesar de todo, les sigue
hiriendo, como si se sintieran traidores de su destino propio. Tal es la raz
causal de su necesidad de construirse, en ocasiones crticas, todo un discur
so so cial ra c io n a liz a d o de m tic o s id e a le s de a p a rie n c ia e s p iritu a l y
desm aterializadora (los apriorism os viscerales de exaltacin patritica, na
cional, im perial, los falsos program as de m oral, deber, disciplina, al servi
cio de intereses bastardos, artificiosam ente em bellecidos...), en o con los
que se obnubile o enm ascare la fsica y real m aterialidad de sus privilegios
por otorgacin. Es as como las clases m edias fueron los teorizadores y fuer
za de choque del fascism o de los aos 30 del pasado siglo, y como, al pare
cer, se aprestan ahora a ser los sustentadores terico-prcticos del falso y
contradictorio enm aridam icnto de archilibertad y autoritarism o, de naciona
lismo identitario y universalizacin, etc.
Posibilidad actual de una crisis econmica socialmcntc operativa?Desarrollar, pues, la tesis de un aggiornamento del fascismo obliga a
justificar, razonadamente, la aplicacin, mutatis mutandis, a la actualidad de
las circunstancias y elementos que, entonces, lo produjeron, as que trataremos
de iniciar tal justificacin, y, puesto que establecamos como condicin inexcu
sable de tal fenmeno la presencia de graves dificultades crticas en la econo-
5,
5"
i 516
Reflexiones [w a la Accin
Las clases medias francesas. La tercera razn para la eleccin que tratamos de explicar se movera en
el terreno de la sociologa y afectara al papel de las clases medias en esa na
cin. Francia es, dejando a un lado los malhadados San Bartoloms de distinta
ndole, un pas profundo, de hondos y variados registros, un pueblo llano, aco
gedor y libre, un paisaje hermoso a la mirada, un pas que pide ser amado y
recreado en el recuerdo, en el que ese francs sencillo y profundamente sensible
a todo lo realmente humano, puede cantar con Charles Trenet: douce France/le
pays de mor enfance...Pero, cuando el sencillo am or del pueblo se convierte en
Orgueil (con mayscula) y donde todos los datos positivos enumerados, y ms,
se convierten en la grandeur que mira por encim a del hombro y trata al otro con
menosprecio, entonces, podemos decir que estamos en presencia o en los prole
gmenos de una Francia autoritaria con vocacin de Imperio. La clase media
francesa jug un im portante papel en la historia de su nacin, en el sentido de
que una minora no grande de la misma fue decisiva en las distintas ramas de su
destino civilizador. Pero la gran mayora de las clases medias galas estuvo, casi
de continuo, m ilitantem ente instalada en el sentimiento del altivo orgullo de la
patrie y de su sentido de la grandeur.
Las tradicionales tres derechas francesas, la legitimista, la bonapartista
y la orleanista dieron siempre, en mayor o menor grado y con sus diferencias,
fcil cobijo a estas clases medias. Convencido Le Pcn de que sus apetencias
polticas se cum plan por otro conducto, hizo mutis por el foro, y ya Sarkozy no
tuvo dificultad ninguna en reunir las tres derechas en una sola. Slo quedaba
por definir la porcin de clases medias agrupadas en el lugar centro del partido
de Bayrou, el centrista, mas la experiencia demostr en seguida la inclinacin
de ellas a seguir el comportamiento y el destino de instrum ento social que, al
comienzo de este trabajo, analizbamos, y, en el momento decisivo, engrosaron
el squito de Sarkozy. Estas dos ltimas razones se averaron muy en favor de la
gran operacin del golpe de timn estratgico que el gran capitalismo prepara
ba, despus de estim arlas necesarias para enfrentarse a la Francia social de la
tradicin obrera, y encontrar la forma de dom inarla, cosa que logr, en este
importantsimo primer round del enfrentamiento.
La escuela espaola. Algo esencial en este anlisis es la consideracin de las relaciones
Sarkozy/Espafla. No slo este poltico francs, sino el capitalism o in tern a
cional ha aprendido del caso espaol algo fundam ental, a saber, cmo colo
rear de dem ocratism o un rgim en autoritario-fascista, sin alterar la sustan
cia de la estructura poltica que se dice superada. La tarea de N icols Sarkozy
es justam ente la inversa de la operacin en Espaa: se tratara, para l, de
acceder a un rgim en, sustancialm ente. autoritario-fascista, dando la impre-
5' *
523
Reflexiones (m a la Accin
orden (cmo lo veran los viejos ugetistas de los aos 30?). Cunto tardar la
m area en llegar al conjunto de la clase obrera? Se sabe que la presin del gobier
no y de los patronos sobre los sindicatos oficiales est siendo muy grande, pero es
dudoso que puedan contener los movimientos espontneos y lo que llaman huelgas
salvajes. An no han entrado en combate y vemos como imposible que puedan
dejar de hacerlo, pero, si llega el caso, lo harn como lo hicieron en el 14-D y en
otros acontecimientos semejantes, es decir, para cumplir el expediente en debi
da forma, o sea, para hacer que la protesta laboral sea ordenada, efmera y
conducente a la va muerta de la negociacin, una negociacin, previamente
pactada, que, formalmente, deje en buen lugar a todos, es decir, a todos ellos, a
la Patronal, al Gobierno y a los sindicatos oficiales, en detrimento de los trabaja
dores. Esa ser, sin duda, la lnea de comportamiento de esos tres agentes econ
micos. Otra cosa es el comportamiento que habr de observar la clase trabajadora.
Esa es, hoy por hoy, la incgnita. Lleva muchos aos sometida a una forma nueva
de dominacin, contra la que an no conoce los modos reales de enfrentamiento, lo
que la viene llevando a penosas situaciones de pasividad que duran ya excesiva
mente, pero el hambre y las necesidades ensean ms que nada y el aprendizaje se
acaba imponiendo con la experiencia. Es, as, fcil o, al menos, posible que, en
esta ocasin, los sindicatos oficiales no consigan llevar al huerto a la clase
trabajadora, y sepa ella dar la medida de su independencia.
Debe hacerlo y recuperar con ello su conciencia y accin de clase, porque
el program a que el Capitalismo tiene destinado a un estamento obrero desunido
y sin conciencia de s mismo es para echarse a temblar. Lo dicen ya con todo
descaro: la nocin de puesto de trabajo ha de cambiar completamente. En 20
aos, el mercado de trabajo ser totalm ente diferente de lo que es, y ya es muy
diferente de lo que era. Asumen los dirigentes del cotarro econmico, ya lo
estn asumiendo sobre el papel y fijando presupuesto para ello, que el obrero ha
de cam biar permanentem ente de domicilio; que ser un ave perennemente erran
te; que. por ello, no podr tener fam ilia ni amigos; que ser un extrao donde
quiera que vaya, y que, hoy, habr de trabajar de carpintero, maana de pintor,
al otro, de guardacoches, y, al otro ms, de cam arero o conserje, todo ello no por
gusto y vocacin, lo que podra estar muy bien, sino por la imperiosa necesidad
impuesta por los que todo lo disponen, que son los que, a su vez, disponen de
todo. Y en el nterin, de oca a oca, el obrero ha de ser un nmero traslabilleante
en los archivos y oficinas de las Em presas de Trabajo Temporal, las grandes
empresas de intermediacin del porvenir. As, dicen, la flexiseguridad (ste es
su nuevo flexipalabro) ser la llave mgica del nuevo mercado laboral.
Hablbamos, ms arriba, de los peligros que conllevarn los estertores
del sistema capitalista, en su actual versin, cosa poco probable, por ahora.
Pero se sabe que las guerras del Capitalismo fueron siempre guerras de m erca
Las lneas fundamentales de este artculo fueron ledas en uno de los actos de las Jom adas Anuales
del Aula Popular de Gijn, en el antiguo Instituto Jovellanos, el 1 de febrero de 2008. Aqu aparece
el desarrollo del histrico fenmeno ms ampliamente extendido y profundizado.
tidam cnte en agitacin social, como puede verse en los trabajos que, al respecto
y entre otros autores, dieron a la luz la propia seora Lida, Juan Daz del Moral,
Jerome R. M intz, Gerard Brey, Jacques Maurice, Edward Malefakis o Gabriel
Jackson. Los levantamientos de El Arahal. en 1840, o de Loja, en 1861, van
dibujando esa "ruta del descontento, que encuentra, desde los aos setenta del
siglo XIX, una va apropiada de canalizacin y desarrollo ideolgico y estrat
gico en la Seccin E spaola de la I Internacional, la FRE y la FTRE. a las
que ya hemos aludido, dentro de las cuales y en razn de la particular es
tructura de su problemtica, se expresa en movimientos de una singular inten
sidad y extensin, lo que explica que la Unin de Trabajadores del Campo (UTC)
, dentro de la I Internacional en Espaa, en afiliacin, se haya concretado, casi
al cien por cien, en esta regin, y que, a su vez, haya constituido la Seccin ms
amplia, dentro de la FTRE, segn los datos aportados por Rene Lamberet, que
ms arriba expusimos.
A esas circunstancias de miseria estructural, viene a sumarse, en el lti
mo tercio del siglo XIX, una fuerte crisis agrcola, originada, entre otros m oti
vos, por dificultades de exportacin, y porque, a falta de una correspondiente
proteccin arancelaria, el grano am ericano y ruso tena facilidades de penetra
cin por la provincia de Cdiz. Desde 1887. se reduce la extensin sembrada,
tanto en el rea del cereal como en el de la vid, el olivo y la ganadera, dndose
el caso de que estas reducciones del rea de siembra se emprenden, tambin,
com o re p re s a lia de los la tifu n d is ta s p a ra o p o n e rse los m o v im ien to s
reivindicativos de los jornaleros. Se trabaja 14 horas, en poca de siembra y 17,
en poca de recoleccin de cereales, con cuatro comidas al da y cuatro paradas
de diez a quince minutos. El jornal oscila, en esa poca enre dos y diez reales.
La insuficiencia del salario y el paro son el motor de las revueltas generalmente
sofocadas de una manera cruenta y difcil, tanto que, en ocasiones, el capitn
general de Arcos de la Frontera enva escuadrones de caballera para ayudar a
la Guardia Civil en los procesos de sometimiento. En los momentos de hambruna,
se impide a las fam ilias campesinas hasta pedir pan en los cortijos.
Desde 1889, se lucha, continuadamente, por la jornada de ocho horas,
que no se conseguir hasta muchos aos ms tarde, a pesar del triunfo de la
huelga de La Canadiense y del decreto del Conde de Romanones reconociendo,
para toda Espaa, la jom ada reivindicada (marzo, 1919). Todava, en la huelga
de solidaridad de mayo de 1932, la Guardia Civil mata a dos obreros en la zona
de Medina. La crisis de 1930, la ms vasta de las crisis econmicas hasta enton
ces, aunque ms tardamente, azota tambin a Espaa. Tun de Lara (El M o
vimiento obrero en la historia de Espaa. Taurus, 1972) recoge los datos con
bastante fidelidad: de tres millones y medio de personas, la poblacin activa del
segundo semestre de 1933, 1.920.000 pertenecen a la agricultura. El paro agr
nes en una enorme cantidad de ellas, se vea incapacitada para actuar en aplica
cin de la ley. Se obvi esta fundam ental dificultad con las modificaciones opor
tunas, que daban lugar a dos salidas: Primera, se obligaba a promover, en pri
mer trmino, la intervencin de los Jurados M ixtos centrales, y superiores, no
locales. Y, como segunda medida, se elim inaba de la intervencin en esa aplica
cin a cuaquier allegado a la estrategia y principios de CNT, por la necesidad
que se le impona de aceptar esos Jurados Mixtos.
Cmo se refleja esta situacin en el rea que nos ocupa, la campia
interna gaditana en torno a M edina/Casas Viejas? La Confederacin Nacional
del Trabajo tena, en la poca, en toda la provincia de Cdiz, ms de 35. 000
afiliados, y el rea de M cdina-Casas Viejas era, enteramente, de dominio liber
tario. Porlo tanto, en esta zona y con anterioridad a los sucesos de enero de
1933, ni por asomos se da un vislum bre de aplicacin de la Reforma Agraria.
La situacin social de la zona M cdina-Casas Viejas se ve claramete re
flejada en la estructura de la propiedad de la tierra: 22.518 hectreas, que repre
sentaban el 43% de todo el territorio del trm ino municipal, eran posedas por
612 propietarios repartidos en 41 fincas de las que slo 11 ya abarcaban ms de
la mitad del conjunto, y slo 42 de los, 612 propietarios mencionados, posean,
en M edina Sidonia, el 62% de la renta imponible, lo que es, igualmente, expli
cable por el hecho de que de las 22.518 hectreas dichas, ms de 20.000 estaban
ocupadas por latifundios de entre 200 y ms de 1000 hectreas. El M arqus de
Negrn no slo era el principal terrateniente de M edina, sino, adems, el redo
mado cacique, azote crim inal de todas las reivindicaciones campesinas. La si
tuacin era igual, si no ms grave, que la de 1905, de la que, en el peridico La
Unin Obrera de 27 de noviembre, se recoge la siguiente declaracin campesi
na: Seguimos impasibles nuestro calvario, y seguimos recogiendo el vil salario
de tres reales que nos arrojan, a cambio de catorce horas de trabajo.. Hora es ya de
que demos la batalla a esos ladrones de vidas y de conciencias, si queremos ser
respetados como hombres". Y la situacin no mejor, sino al contrario, casi treinta
aos ms tarde, segn recoge Solidaridad Obrera de 13 de octubre de 1932 una
carta del sindicato de Casas Viejas dirigida al Comit Regional de la CNT: El paro
obrero es cada vez mayor, elevndose el nmero de parados en los dos pueblos al
millar. El Monterilla no atiende, el Gobernador tampoco, los Panzudos no siem
bran y los trabajadores se mueren de hambre. Creemos que, para alim entar los
estmagos, preparan balas... As no es posible vivir. Qu hacemos? .
Tales son los precedentes de la insurreccin de Casas Viejas, un incidente
no imprevisible y que se encuadraba, adems, en una estrategia ms amplia de
rebelin y rechazo de la situacin general, pero que, en ese pueblo y por las condi
ciones especiales del suceso, adquiere tintes trgicos, donde el desenlace no se
produce por la intervencin de un deus ex m achina, un dios fuera del aparato,
Por fin a cinco kilmetros de Casas Viejas, en Las Yeguadas, y utilizando unas
tierras que no haban sido expropiadas, sino que haban sido compradas por el
Gobierno al M arqus de Negrn para la caballera militar, el 1 de enero de
1934, se entrega el corti jo de explotacin, de 200 hectreas a 40 cooperativistas
y respectivas familias, 20 de Casas Viejas y 20 de M edina que luego quedaran
en 33 de Casas Viejas y 7 de Medina. El 22 de enero de 1934, se les entrega el
casero, acom paando la entrega de 120 vacas, 46 cerdas, 15 yeguas y material
completo de labor. Se pone a la cooperativa el nombre de San Jos Malcocinado,
un nombre que, seguramente tiene de signo simblico mucho ms de lo que sus
creadores pensaban. Con tales medios, es fcil im aginar la bonanza econmica
que de ello deba derivarse, y, con ello, la correspondiente propaganda poltica
en actos deslum brantes con profusin de jinetes y obligados jolgorios, porque,
sin castauelas, la cosa no acaba de ir. El 13 de julio de 1935, el peridico
socialista Claridad liaca alarde del balance positivo de la operacin y de la
inversin: se refera, ufanamente, a esas nuevas imgenes, y hablaba del otro
Casas Viejas, blanco y reconfortante, el Casas Viejas socialista . Todo ese faus
to de medios, todo ese ruido era necesario para hacer olvidar la aldea del cri
men, la aldea y la figura trgica de Seisdedos.
Eso quisieron los socialistas. Otros muchos, en cambio, fueron y siguen
siendo fieles a los hechos reales y se mantienen, sin dejarse comprar en sus
conciencias. Valeriano Orobn Fernndez hizo, en el peridico CN T de 15 de
abril de 1933, una semblanza conmovedora de la situacin y de la figura que las
circunstancias hicieron aparecer en la cresta simblica de la tragedia. Por eso. cree
mos oportuno reproducir aqu algunos sentidos prrafos de su artculo "Cristo en
Casas Viejas". Dice Orobn: Seisdedos, con su escopeta cargada de postas loberas
es un Cristo de clase, que ha dado su vida no por un cielo ficticio y lejano, sino
por el rescate de esa tierra que quieren suya los campesinos que forjan los sem
brados y que pronto ser de ellos, a pesar de la trabas propietaristas de una
reforma agraria de marcha atrs.. .Los doctores de la Ley de Defensa de la Repbli
ca han asesinado a esc Cristo rojo y a sus compaeros mrtires, pero no todos los
enterrados son muertos... Seisdedos sembr, el da de su muerte, la cosecha de su
vida, abonndola, generosamente, con sus cenizas. En la mente de los campesinos
espaoles, vive el espritu de Casas Viejas en constante Sbado de Gloria.
Pero las cosas no parece que pudieran term inar de satisfacer las ambicio
nes expansionistas y expropiadoras del PSOE. Muchos aos despus de los su
cesos que venimos relatando, despus an de que el genocida Francisco Franco
decidiera hasta acabar con el nombre de Casas Viejas y despus de que el falso
rgimen llamado "transicin" mantuviera, frreamente, el sucedneo nombre
de Benalup de Sidonia, los socialistas, colaboradores principales del nuevo r
gim en y, desde el inicio, gobernantes permanentes de la "aldea del crim en,
cobran conciencia de que la historia de los sucesos de enero de 1933 sigue viva
y de que, incluso, haba pasado, profundam ente, a la conciencia popular en
forma de leyenda. Dado que ni la desnom inacin prim itiva ni la interesada y
maquilladora recolonizacin de la zona por el franquismo haban conseguido
borrar ni la memoria de los hechos, ni su vigencia en forma de leyenda, haba
que sacarle partido a la situacin por el procedimiento habitual de las nuevas
formas de dominio que. como inteligentem ente escriben, sobre el tema, Agustn
Garca Calvo e Isabel Escudero, en el diario E l M undo del 8 del 10 del 2005.
no se basa ya en la pura prohibicin y elim inacin fsica del enem igo, sino
en los modos del cam biazo , en el que el objeto a recuperar se suplanta
por la fabricacin y utilizacin de su m al remedo. Fue as como Francisco
G onzlez C abaas, socialista l, alcalde, adem s,perpetuo (desde 1983
hasta la actualidad. 2008) de Benalup de Sidonia. por ms seas Secretario
G eneral del PSOE en la provincia de C diz e tem ms Presidente de la
D iputacin de Cdiz, dio en la gratificante idea de recuperar, parcialm ente,
la denom inacin de C asas Viejas para sacarle partido turstico al nom bre, y,
ya de paso, u tilizar los nom bres de los m rtires Seisdedos y de su nieta La
L ibertaria, o el m s genrico de U topa (con todo el tono blasfemo que, en
boca socialista, tiene el trmino), para dar brillo a hoteles de alto standing, asocia
dos a campos de golf y otros atractivos. Todo, oiga, no vayan ustedes a creeer,
todo por dar vida al pueblo y m ejorar la vida de los casaviejinos, que para eso el
seor Cabaas es un socialista de pro.
Pero no acaba ah la cosa, sino que, a propsito del nombre y para term i
nar de convertir en espectculo o fro archivo cultural cualquier huella de vida
o razn, como muy bien dicen Agustn e Isabel, haba que crear una Funda
cin. Porque, nadie lo dude ni un momento, los socialistas son, faltaba ms!,
muy respetuosos con la cultura, y maestros, adems, por su altura de miras y el
elevado grado de sus proyectos, en atraer a entendidos en la cosa, aunque otros
igualmente entendidos y persuadidos de la condicin contra natura del proyecto
y de su finalidad poltica no se dejen atrapar en el reluciente armadijo.
Si hay cosas vergonzosas en el m undo poltico-cultural, esta iniciati
va del seor C abaas es de lo ms m aloliente que se haya dado en los lti
mos tiem pos. Este seor puede llegar a decir que los m uertos no son de
nadie que no tienen propietario y que. por eso, l, no tiene que rendir cuen
tas a nadie de la utilizacin que de ellos haga. Esto no es slo un error, es
una blasfem ia. No slo cualquier revolucionario que realm ente lo sea, sino
cualquier persona verdaderam ente honesta y con luces cabales en su m ente,
no puede d ejar de co nsiderar que todos los hechos que fueron realm ente
vivos, deben, tam bin de verdad, seguir vivos en el recuerdo vivo, una for
m a de recuerdo que no siente lo recordado com o un episodio concluido, sino
Con motivo del centenario de los sucesos de Casas Viejas, el 24 de marzo de 2008, lili invitado
a dar una conferencia en el IES Casas Viejas de Benalup-Casas Viejas. Del contenido de esa
conferencia, de otras intervenciones anteriores en la misma "aldea del crimen y de reflexiones
posteriores, con datos nuevam ente adquiridos, ha resultado el artculo que arriba presentamos
y que fecham os en ju n io de 2008.
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CNT(1992-1995 y 2001-2003).
Fue tambin Secretario General de la Asociacin Internacional de los Trabajadores, AIT
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