Marx (1867) EL CAPITAL, Cap. 24 La Llamada Acumulación Originaria
Marx (1867) EL CAPITAL, Cap. 24 La Llamada Acumulación Originaria
Marx (1867) EL CAPITAL, Cap. 24 La Llamada Acumulación Originaria
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C. Marx
EL CAPITAL
Capitulo XXIV
La llamada acumulación
originaria
1. EL SECRETO DE LA ACUMULACION
ORIGINARIA
Hemos visto cómo se convierte el dinero en capital, cómo sale de éste
la plusvalía y de la plusvalía más capital. Sin embargo, la acumulación
de capital presupone la plusvalía; la plusvalía, la producción capitalista,
y ésta, la existencia en manos de los productores de mercancías de
grandes masas de capital y fuerza de trabajo. Todo este proceso parece
moverse dentro de un círculo vicioso, del que sólo podemos salir dando
por supuesto una acumulación «originaria» anterior a la acumulación
capitalista («previous accumulation», la denomina Adam Smith), una
acumulación que no es fruto del régimen capitalista de producción, sino
punto de partida de él.
extendió a toda la humanidad. Los orígenes de la primitiva acumulación
pretenden explicarse relatándolos como una anécdota del pasado. En
tiempos muy remotos —se nos dice—, había, de una parte, una élite
trabajadora, inteligente y sobre todo ahorrativa, y de la otra, un tropel de
descamisados, haraganes, que derrochaban cuanto tenían y aún más. Es
cierto que la leyenda del pecado original teológico nos dice cómo el
hombre fue condenado a ganar el pan con el sudor de su rostro; pero la
historia del pecado original económico nos revela por qué hay gente que
no necesita
[pág. 102]
sudar para comer. No importa. Así se explica que mientras los
primeros acumulaban riqueza, los segundos acabaron por no tener ya
nada que vender más que su pelleja. De este pecado original arranca la
pobreza de la gran masa que todavía hoy, a pesar de lo mucho que
trabaja, no tiene nada que vender más que a sí misma y la riqueza de los
pocos, riqueza que no cesa de crecer, aunque ya haga muchísimo tiempo
que sus propietarios han dejado de trabajar. Estas niñerías insustanciales
son las que al señor Thiers, por ejemplo, sirven todavía, con el empaque
y la seriedad de un hombre de Estado a los franceses, en otro tiempo tan
ingeniosos, en defensa de la propriété [propiedad]. Pero tan pronto como
se plantea el problema de la propiedad, se convierte en un deber
sacrosanto abrazar el punto de vista de la cartilla infantil, como el único
que cuadra a todas las edades y a todos los grados de desarrollo. Sabido
es que en la historia real desempeñan un gran papel la conquista, el
esclavizamiento, el robo y el asesinato, la violencia, en una palabra. Pero
en la dulce Economía política ha reinado siempre el idilio. Las únicas
fuentes de riqueza han sido desde el primer momento el derecho y el
«trabajo», exceptuando siempre, naturalmente, «el año en curso». En la
realidad, los métodos de la acumulación originaria fueron cualquier cosa
menos idílicos.
Ni el dinero ni la mercancía son de por sí capital, como no lo son
tampoco los medios de producción ni los artículos de consumo. Hay que
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convertirlos en capital. Y para ello han de concurrir una serie de
circunstancias concretas, que pueden resumirse así: han de enfrentarse y
entrar en contacto dos clases muy diversas de poseedores de mercancías;
de una parte, los propietarios de dinero, medios de producción y
artículos de consumo deseosos de explotar la suma de valor de su
propiedad mediante la compra de fuerza ajena de trabajo; de otra parte,
los obreros libres, vendedores de su propia fuerza de trabajo y, por tanto,
de su trabajo. Obreros libres en el doble sentido de que no figuran
directamente entre los medios de producción, como los esclavos, los
siervos, etc., ni cuentan tampoco con medios de producción de su
propiedad como el labrador que trabaja su propia tierra, etc.; libres y
desheredados. Con esta polarización del mercado de mercancías se dan
las condiciones fundamentales de la producción capitalista. Las
relaciones capitalistas presuponen el divorcio entre los obreros y la
propiedad de las condiciones de realización del trabajo. Cuando ya se
mueve por sus propios pies, la producción capitalista no sólo mantiene
este divorcio, sino que lo reproduce en una escala cada vez mayor. Por
tanto, el proceso que engendra el capitalismo sólo puede ser uno: el
proceso de disociación entre el obrero y la propiedad de las condiciones
de su trabajo, proceso que, de una
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El productor directo, el obrero, no pudo disponer de su persona hasta
que no dejó de vivir encadenado a la gleba y de ser siervo dependiente
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de otra persona. Además, para poder convertirse en vendedor libre de
fuerza de trabajo, que acude con su mercancía adondequiera que
encuentre mercado, hubo de sacudir también el yugo de los gremios,
sustraerse a las ordenanzas sobre aprendices y oficiales y a todos los
estatutos que embarazaban el trabajo. Por eso, en uno de sus aspectos, el
movimiento histórico que convierte a los productores en obreros
asalariados representa la liberación de la servidumbre y la coacción
gremial, y este aspecto es el único que existe para nuestros historiadores
burgueses. Pero, si enfocamos el otro aspecto, vemos que estos
trabajadores recién emancipados sólo pueden convertirse en vendedores
de sí mismos, una vez que se vean despojados de todos sus medios de
producción y de todas las garantías de vida que las viejas instituciones
feudales les aseguraban. Y esta expropiación queda inscrita en los anales
de la historia con trazos indelebles de sangre y fuego.
El proceso de donde salieron el obrero asalariado y el capitalista, tuvo
como punto de partida la esclavización del obrero. Este
[pág. 104]
desarrollo consistía en el cambio de la forma de esclavización: la
explotación feudal se convirtió en explotación capitalista. Para
comprender la marcha de este proceso, no hace falta remontarse muy
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En la historia de la acumulación originaria hacen época todas las
transformaciones que sirven de punto de apoyo a la naciente clase
capitalista, y sobre todo los momentos en que grandes masas de hombres
son despojadas repentina y violentamente de sus medios de subsistencia
y lanzadas al mercado de trabajo como proletarios libres y desheredados.
Sirve de base a todo este proceso la expropiación que priva de su tierra
al productor rural, al campesino. Su historia presenta una modalidad
diversa en cada país, y en cada uno de ellos recorre las diferentes fases
en distinta gradación y en épocas históricas diversas. Reviste su forma
clásica sólo en Inglaterra, país que aquí tomamos, por tanto, como
modelo[*].
2. COMO FUE EXPROPIADA
DEL SUELO LA POBLACION RURAL
En Inglaterra, la servidumbre había desaparecido ya, de hecho, en los
últimos años del siglo XIV. En esta época, y más todavía en el
transcurso del siglo XV, la inmensa mayoría de la población[**]
_______________________
[*] En Italia, donde primero so desarrolla la producción capitalista, es
también donde antes se descomponen las relaciones de servidumbre. El
siervo italiano se emancipa antes de haber podido adquirir por
prescripción ningún derecho sobre el suelo. Por eso, su emancipación le
convierte directamente en proletario libre y desheredado, que además se
encuentra ya con el nuevo señor hecho y derecho en la mayoría de las
ciudades, procedentes del tiempo de los romanos. Al producirse, desde
fines del siglo XV[1], la revolución del mercado mundial que arranca la
supremacía comercial al Norte de Italia, se produjo un movimiento en
sentido inverso. Los obreros de las ciudades se vieron empujados en
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masa hacia el campo, donde imprimieron a la pequeña agricultura allí
dominante, explotada según los métodos de la horticultura, un impulso
jamás conocido.
[**] «Los pequeños propietarios que trabajaban la tierra de su propiedad
con su propio esfuerzo y que gozaban de un humilde bienestar...
formaban por aquel entonces una parte mucho más importante de la
nación que hoy... Nada menos que 160.000 propietarios, cifra que, con
sus familias, debía constituir más de 1/7 de la población total, vivían del
cultivo de sus pequeñas parcelas freehold» (freehold quiere decir
propiedad plenamente libre). «La renta media de estos pequeños
propietarios... se calcula en unas 60 ó 70 libras esterlinas. Se calculaba
que el número de personas que trabajaban tierras de su propiedad era
mayor que el de los que llevaban en arriendo tierras de otros».
[Macaulay. History of England («Historia de Inglaterra»), 10th ed.
London, 1854, v. I, pp. 333, 334]. Todavía en el último tercio del siglo
XVII vivían de la agricultura los 4/5 de la masa del pueblo inglés (ob.
cit., p. 413). Cito a Macaulay porque, como falsificador sistemático de la
historia que es, procura «castrar» en lo posible esta clase de hechos.
[pág. 105]
se componía de campesinos libres, dueños de la tierra que trabajaban,
cualquiera que fuese la etiqueta feudal bajo la que ocultasen su
propiedad. En las grandes fincas señoriales, el bailiff [gerente de finca],
antes siervo, había sido desplazado por el arrendatario libre. Los
jornaleros agrícolas eran, en parte, campesinos que aprovechaban su
tiempo libre para trabajar a sueldo de los grandes terratenientes y, en
parte, una clase especial relativa y absolutamente poco numerosa de
verdaderos asalariados. Mas también éstos eran, de hecho, a la par que
jornaleros, labradores independientes, puesto que, además del salario, se
les daba casa y labranza con una cabida de 4 y más acres. Además,
tenían derecho a compartir con los verdaderos labradores el
aprovechamiento de los terrenos comunales en los que pastaban sus
ganados y que, al mismo tiempo, les suministraban la madera, la leña, la
turba, etc.[*]. La producción feudal se caracteriza, en todos los países de
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Europa, por la división del suelo entre el mayor número posible de
tributarios. El poder del señor feudal, como el de todo soberano, no
descansaba solamente en la longitud de su rollo de rentas, sino en el
número de sus súbditos, que, a su vez, dependía de la cifra de
campesinos independientes[**]. Por eso, aunque después de la conquista
normanda[2] el suelo inglés se dividió en unas pocas baronías
gigantescas, entre las que había algunas que abarcaban por sí solas hasta
900 lorazgos anglosajones antiguos, estaba salpicado de pequeñas
explotaciones campesinas, interrumpidas sólo de vez en cuando por
grandes fincas señoriales. Estas condiciones, combinadas con el
esplendor de las ciudades característico del siglo
_______________________
[*] No debe olvidarse jamás que el mismo siervo no sólo era
propietario, aunque sujeto a tributo, de la parcela de tierra asignada a su
casa, sino además copropietario de los terrenos comunales. «Allí» (en
Silesia), «el campesino vive sujeto a servidumbre». No obstante, estos
siervos poseen tierras comunes. «Hasta hoy, no ha sido posible
convencer a los silesianos de la conveniencia de dividir los terrenos
comunales; en cambio, en las Nuevas Marcas no hay apenas un solo
pueblo en que no se haya efectuado con el mayor de los éxitos esta
división» [Mirabeau. De la Monarchie Prussienne («De la monarquía
prusiana»), Londres, 1788, t. II, pp. 125 y 126].
[**] El Japón, con su organización puramente feudal de la propiedad
inmueble y su régimen desarrollado de pequeña agricultura, nos brinda
una imagen mucho más fiel de la Edad Media europea que todos
nuestros libros de historia, dictados en su mayoría por prejuicios
burgueses. Es demasiado cómodo ser «liberal» a costa de la Edad Media.
[pág. 106]
El preludio de la transformación que había de echar los cimientos para
el régimen de producción capitalista, coincide con el último tercio del
siglo XV y los primeros decenios del XVI. El licenciamiento de las
huestes feudales —que, como dice acertadamente Sir James Steuart,
«llenaban inútilmente en todas partes casas y patios»[3]— lanzó al
mercado de trabajo a una masa de proletarios libres y desheredados. El
poder real, producto también del desarrollo burgués, en su deseo de
conquistar la soberanía absoluta aceleró violentamente la disolución de
estas huestes feudales, pero no fue ésa, ni mucho menos, la única causa
que la produjo. Los grandes señores feudales, levantándose tenazmente
contra la monarquía y el parlamento, crearon un proletariado
incomparablemente mayor, al arrojar violentamente a los campesinos de
las tierras que cultivaban y sobre las que tenían los mismos títulos
jurídicos feudales que ellos, y al usurparles sus bienes comunales. El
florecimiento de las manufacturas laneras de Frandes y la consiguiente
alza de los precios de la lana, fue lo que sirvió de acicate directo para
esto en Inglaterra. La antigua aristocracia había sido devorada por las
guerras feudales, la nueva era ya una hija de sus tiempos, de unos
tiempos en los que el dinero es la potencia de las potencias. Por eso
enarboló como bandera la transformación de las tierras de labor en
terrenos de pastos para ovejas. En su Description of England. Prefixed
to Holinshed's Chronicles («Descripción de Inglaterra. Antepuesta a las
Crónicas Holinshed»), Harrison describe cómo la expropiación de los
pequeños agricultores arruina al país. «What care our great incroachers!»
(«¡Qué se les da de esto a nuestros grandes usurpadores!») Las casas de
los campesinos y los cottages (chozas) de los obreros fueron
violentamente arrasados o entregados a la ruina.
«Consultando los viejos inventarios de las fincas señoriales» —dice Harrison—,
«vemos que han desaparecido innumerables casas y pequeñas haciendas de
campesinos; que el campo sostiene a mucha menos gente; que muchas ciudades se han
arruinado, aunque hayan florecido algo otras nuevas... También podríamos decir algo
de las ciudades y los pueblos destruidos para convertirlos en pastos para ovejas y en
los que sólo quedan en pie las casas de los señores».
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condiciones de producción. Comparando las obras de Tomás Moro con
las del canciller Fortescue es como mejor se
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ve el abismo que separa al siglo XV del XVI. Como observa
acertadamente Thornton, la clase obrera inglesa se precipitó
directamente, sin transición, de la edad de oro a la edad de hierro.
La legislación se echó a temblar ante la transformación que se estaba
operando. No había llegado todavía a ese apogeo de la civilización en
que la «Wealth of the Nation» [«la riqueza nacional»], es decir, la
creación de capital y la despiadada explotación y depauperación de la
masa del pueblo, se considera como la última Thule[*] de toda sabiduría
política. En su historia de Enrique VII, dice Bacon:
«Por aquella época» (1489), «fueron haciéndose más frecuentes las quejas contra la
transformación de las tierras de labranza en terrenos de pastos (pastos de ganado lanar,
etc.), fáciles de atender con unos cuantos pastores; los arrendamientos temporales de
por vida y por años» (de los que vivían una gran parte de los yeomen[**]) «fueron
convertidos en fincas dominicales. Esto trajo la decadencia del pueblo y, con ella, la
decadencia de ciudades, iglesias, diezmos... En aquella época, la sabiduría del rey y
del parlamento para curar el mal fue verdaderamente maravillosa... Dictaron medidas
contra esta usurpación, que estaba despoblando los terrenos comunales (depopulating
inclosures), y contra el régimen despoblador de los pastos (depopulating pasturage),
que seguía las huellas de aquélla».
Un decreto de Enrique VII, dictado en 1489, c. 19, prohibió la
destrucción de todas las casas de labradores que tuviesen asignados más
de 20 acres de tierra. Enrique VIII (el acto del año 25 de su reinado)
confirma la misma ley. En este decreto se dice, entre otras cosas, que
«se acumulan en pocas manos muchas tierras arrendadas y grandes rebaños de
ganado, principalmente de ovejas, lo que hace que las rentas de la tierra suban mucho
y la labranza (tillage) decaiga extraordinariamente, que sean derruidas iglesias y casas,
quedando asombrosas masas de pueblo incapacitadas para ganarse su vida y mantener
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24/1/2015 Marx (1867): EL CAPITAL, Cap. XXIV: "La llamada acumulación originaria".
a sus familias».
En vista de esto, la ley ordena que se restauren las granjas arruinadas,
establece la proporción que debe guardarse entre las tierras de labranza y
los terrenos de pastos, etc. Una ley de 1533 se queja de que haya
propietarios que poseen hasta 24.000 cabezas de ganado lanar y limita el
número de éstas a 2.000[***]. Ni las quejas del pueblo, ni la legislación
prohibitiva, que comienza con Enrique VII y dura ciento cincuenta años,
consiguieron absolutamente
_______________________
[pág. 108]
https://www.marxists.org/espanol/me/1860s/eccx86s.htm 10/80
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Precisamente lo contrario de lo que exigía, para instalarse, el sistema
capitalista: la sujeción servil de la masa del pueblo, la transformación de
éste en un tropel de gentes a sueldo y de sus medios de trabajo en
capital. Durante este período de transición, la legislación procuró
también mantener el límite de 4 acres de tierra para los cottages del
jornalero del campo, prohibiéndole meter en su casa gentes a sueldo.
Todavía en 1627, reinando Carlos I, fue condenado un Roger Crocker de
Fontmill por haber construido en el manor (finca) de Fontmill un cottage
sin asignarle como anejo permanente 4 acres de tierra; en 1638, reinando
aún Carlos I, se nombró una comisión real encargada de imponer la
ejecución de las antiguas leyes, principalmente la que exigía los 4 acres
de tierra como mínimo; todavía Cromwell prohibe la construcción de
casas en 4 millas a la redonda de Londres sin dotarlas de 4 acres de
tierra. Más tarde, en la primera mitad del siglo
_______________________
[*] Bacon explica la relación que existe entre una clase campesina
libre y acomodada y una buena infantería. «Para mantener el poder y las
costumbres del Reino era de una importancia asombrosa que los
arriendos guardasen las proporciones debidas para poner a los hombres
sanos y capaces a salvo de la miseria y fijar una gran parte de las tierras
del Reino en posesión de la yeomanry, es decir, de gentes de posición
intermedia entre la de los nobles y los caseros (cottagers) y mozos de
labranza... Pues los más competentes en materia guerrera opinan
unánimemente... que la fuerza primordial de un ejército reside en la
infantería o pueblo de a pie. Y para disponer de una buena infantería,
hay que contar con gente que no se haya criado en la servidumbre ni en
la miseria, sino en la libertad y con cierta holgura. Por eso, cuando en un
Estado tienen importancia primordial la aristocracia y los señores
distinguidos, siendo los campesinos y labradores simples gentes de
trabajo o mozos de labranza, incluso caseros, es decir, mendigos
alojados, ese Estado podrá tener una buena caballería, pero jamás tendrá
una infantería resistente... Así lo vemos en Francia y en Italia y en
algunas otras comarcas extranjeras, donde en realidad no hay más que
nobles y campesinos míseros... hasta tal punto, que se ven obligados a
emplear como batallones de infantería bandas de suizos a sueldo y otros
elementos por el estilo, y así se explica que estas naciones tengan mucho
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24/1/2015 Marx (1867): EL CAPITAL, Cap. XXIV: "La llamada acumulación originaria".
pueblo y pocos soldados». [The Reign of Henry VII, etc. Verbatim
Reprint from Kennet's England («El reinado de Enrique VII, etc.
Reproducido literalmente de Inglaterra de Kennet»), ed. 1719, London,
1870, p. 308].
[pág. 109]
«Terratenientes y arrendatarios» —dice el Dr. Hunter— «se dan la mano en este
punto. Pocos acres de tierra bastarían para que el jornalero del campo disfrutase de
demasiada independencia»[*].
La Reforma[4], con su séquito de colosales depredaciones de los
bienes de la Iglesia, vino a dar, en el siglo XVI, un nuevo y espantoso
impulso al proceso violento de expropiación de la masa del pueblo. Al
producirse la Reforma, la Iglesia católica era propietaria feudal de una
gran parte del suelo inglés. La persecución contra los conventos, etc.,
transformó a sus moradores en proletariado. Muchos de los bienes de la
Iglesia fueron regalados a unos cuantos rapaces protegidos del rey o
vendidos por un precio irrisorio a especuladores rurales y a personas
residentes en la ciudad, quienes, reuniendo sus explotaciones, arrojaron
de ellas en masa a los antiguos arrendatarios, que las venían cultivando
de padres a hijos. El derecho de los labradores empobrecidos a percibir
una parte de los diezmos de la Iglesia, derecho garantizado por la ley,
había sido ya tácitamente confiscado[**]. Pauper ubique jacet[5],
exclama la reina Isabel, después de recorrer Inglaterra. Por fin, en el año
43 de su reinado, el Gobierno no tuvo más remedio que dar estado
oficial al pauperismo, creando el impuesto de pobreza.
«Los autores de esta ley no se atrevieron a proclamar sus razones y, rompiendo con
la tradición de siempre, la promulgaron sin ningún preámbulo» (exposición de
motivos).[***]
https://www.marxists.org/espanol/me/1860s/eccx86s.htm 12/80
24/1/2015 Marx (1867): EL CAPITAL, Cap. XXIV: "La llamada acumulación originaria".
Por la ley promulgada al año 16 del reinado de Carlos I, 4, este
impuesto fue declarado perpetuo, y sólo a partir de 1834 cobró
_______________________
[*] Dr. Hunter, Public Health, Seventh Report, 1864, («La salud
pública. Informe 7, 1864»). London, p. 134. «La cantidad de tierra que
se asignaba» (en las antiguas leyes) «se consideraría hoy excesiva para
los obreros y más bien apropiada para convertirlos en pequeños colonos
(farmers)» [George Roberts. The Social History of the People of the
Southern Counties of England in Past Centuries («Historia social de
la población de los condados meridionales de Inglaterra en los siglos
pasados»), London, 1856, pp. 184, 185].
[**] «El derecho de los pobres a participar de los diezmos eclesiásticos
se halla reconocido en la letra de todas las leyes» [Tuckett. A History of
the Past and Present State of Labouring Population («Historia de la
situación de la población trabajadora en el pasado y en el presente»), v.
II, pp. 804, 805].
[***] William Cobbett. A History of the Protestant Reformation
(«Historia de la Reforma protestante»), §. 471.
[pág. 110]
_______________________
[*] El «espíritu» protestante se revela, entre otras cosas, en lo
siguiente. En el Sur de Inglaterra se juntaron a cuchichear diversos
terratenientes y colonos ricos y decidieron presentar a la reina diez
preguntas acerca de la exacta interpretación de la ley de los pobres,
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24/1/2015 Marx (1867): EL CAPITAL, Cap. XXIV: "La llamada acumulación originaria".
preguntas que hicieron dictaminar por un jurista famoso de la época,
Sergeant Snigge (nombrado más tarde juez, bajo Jacobo I). «Pregunta
novena: Algunos colonos ricos de la parroquia han cavilado un
ingenioso plan cuya ejecución podría evitar todas las complicaciones a
que pueda dar lugar la aplicación de la ley. Se trata de construir en la
parroquia una cárcel, negando el derecho al socorro a todos los pobres
que no accedan a recluirse en ella. Al mismo tiempo, se notificará a los
vecinos que si quieren alquilar pobres de esta parroquia envíen en un
determinado día su oferta, bajo sobre cerrado, indicando el precio último
a que los tomarían. Los autores de este plan dan por supuesto que en los
condados vecinos hay personas que no quieren trabajar y que no
disponen de fortuna ni de crédito para arrendar una finca o comprar un
barco, para poder, por tanto, vivir sin trabajar («so as to live without
labour»). Estas personas podrían sentirse tentadas a hacer a la parroquia
ofertas ventajosísimas. Si alguno que otro pobre se enfermase o muriese
bajo la tutela de quien le contratase, la culpa sería de éste, pues la
parroquia habría cumplido ya con su deber para con el pobre en cuestión.
Tememos, sin embargo, que la vigente ley no permita ninguna medida
de precaución (prudential measure) de esta clase; pero hacemos constar
que los demás freeholders (campesinos libres) de este condado y de los
inmediatos se unirán a nosotros para impulsar a sus diputados en la
Cámara de los Comunes a que propongan una ley que autorice la
reclusión y los trabajos forzados de los pobres, de modo que nadie que
se niegue a ser recluido tenga derecho a solicitar socorro. Confiamos en
que esto hará que las personas que se encuentren en mala situación se
abstenga de reclamar ayuda» («will prevent persons in distress from
wanting relief») [R. Blakey. The History of Political Literature from
the Earliest Times («Historia de la literatura política desde los tiempos
más antiguos»), London, 1855, v. II, pp. 84 and 85]. En Escocia, la
servidumbre fue abolida varios siglos más tarde que en Inglaterra.
Todavía en 1698, declaraba en el parlamento escocés Fletcher, de
Saltoun: «Se calcula que el número de mendigos que circulan por
Escocia no baja de 200.000. El único remedio que yo, republicano por
principio, puedo proponer es restaurar el antiguo régimen de la
servidumbre de la gleba y convertir en esclavos a cuantos sean incapaces
de ganarse el pan». Así lo refiere también Eden, en The State of the
Poor («La situación de los pobres»), v. I, ch. I, pp. 60, 61. «La libertad
de los campesinos engendra el pauperismo. Las manufacturas y el
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comercio son los verdaderos progenitores de los pobres de nuestra
nación». Eden, como aquel escocés «republicano por principio», sólo se
olvida de una cosa: de que no es precisamente la abolición de la
servidumbre de la gleba, sino la abolición de la propiedad del campesino
sobre la tierra que trabaja la que le convierte en proletario o
depauperado. A las leyes de los pobres de Inglaterra corresponde en
Francia, donde la expropiación se llevó a cabo de otro modo, la
Ordenanza de Moulins (1566) y el Edicto de 1656.
[**] El señor Rogers, aunque profesor, por aquel entonces, de Economía
política en la Universidad de Oxford, la cuna de la ortodoxia protestante,
subraya en su prólogo a la History of Agriculture («Historia de la
agricultura») la pauperización de la masa del pueblo originada por la
Reforma.
[pág. 111]
Todavía en los últimos decenios del siglo XVII, la yeomanry, clase de
campesinos independientes, era más numerosa que la clase de los
arrendatarios. La yeomanry había sido el puntal más firme de Cromwell,
y el propio Macaulay confiesa que estos labradores ofrecían un contraste
muy ventajoso con aquellos hidalgüelos borrachos y sus lacayos, los
curas rurales, cuya misión consistía en casar las «mozas predilectas».
Todavía no se había despojado a los jornaleros del campo de su derecho
de copropiedad sobre los bienes comunales. Alrededor de 1750,
desapareció la yeomanry[*] y en los últimos decenios del siglo XVIII se
borraron hasta los últimos vestigios de propiedad comunal de los
agricultores. Aquí, prescindimos de ]os factores puramente económicos
que intervinieron en la revolución de la agricultura y nos limitamos a
indagar los factores de violencia que la impulsaron.
Bajo la restauración de los Estuardos[6], los terratenientes impusieron
legalmente una usurpación que en todo el continente se había llevado
también a cabo sin necesidad de los trámites de la ley. Esta usurpación
consistió en abolir el régimen feudal del suelo, es decir, en transferir sus
deberes tributarios al Estado, «indemnizando» a éste por medio de
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impuestos sobre los campesinos y el resto de las masas del pueblo,
reivindicando la moderna propiedad privada sobre fincas en las que sólo
asistían a los terratenientes títulos feudales y, finalmente, dictando
aquellas leyes de residencia (laws of settlement) que, mutatis mutandis,
[con cambios correspondientes] ejercieron sobre los labradores ingleses
la misma influencia que el edicto del tártaro Borís Godunov sobre los
campesinos rusos[7].
_______________________
[*] A letter to Sir T. C. Bunbury, Brt.: On the High Price of
Provisions. By a Suffolk Gentleman («Una carta a Sir T. C. Bunbury.
Acerca de los altos precios de los víveres»), Ipswich, 1795, p. 4. Hasta el
más fanático defensor del régimen de arrendamientos, el autor de la
Inquiry into the Connection between the Present Price of Provisions
and the Size of Farms etc. («Investigación de la conexión entre el
presente precio de los víveres y las dimensiones de las granjas»),
London, 1773, p. 139. dice: «Lo que más vivamente lamento es la
desaparición de nuestra yeomanry, aquella pléyade de hombres que eran
los que en realidad mantenían en alto la independencia de esta nación, y
deploro que sus tierras están ahora en manos de lores monopolizadores,
arrendadas a pequeños colonos, en condiciones tales que viven poco
mejor que vasallos, teniendo que someterse a una intimación en todas las
coyunturas críticas».
[**] De la moral privada de este héroe burgués da fe, entre otras cosas,
lo siguiente: «Las grandes asignaciones de tierras hechas en Irlanda a
favor de Lady Orkney en 1695 son una prueba pública de la afección del
rey y de la influencia de la lady... Los preciosos servicios de Lady
Orkney han consistido, al parecer, en... foeda labiorum ministeria
[sucios servicios del amor]». [Tomado de la Sloane Manuscript
Collection, que se conserva en el Museo Británico, núm. 4.224. El
manuscrito lleva por título: The Character and Behaviour of King
William, Sunderland etc. as represented in Original Letters to the
Duke of Shrewsbury from Somers, Halifax, Oxford, Secretary
Vernon etc. («El carácter y la conducta del rey Guillermo, Sunderland,
etc. representado en las cartas originales enviadas al duque de
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[pág. 112]
y capitalistasacaparadores. Estos elementos consagraron la nueva era,
entregándose en una escala gigantesca al saqueo de los terrenos de
dominio público, que hasta entonces sólo se había practicado en
proporciones muy modestas. Estos terrenos fueron regalados, vendidos a
precios irrisorios o simplemente anexionados a otros de propiedad
privada, sin encubrir la usurpación bajo forma alguna[*]. Y todo esto se
llevó a cabo sin molestarse en cubrir ni la más mínima apariencia legal.
Estos bienes del dominio público, apropiados de modo tan fraudulento,
en unión de los bienes de que se despojó a la Iglesia —los que no le
habían sido usurpados ya por la revolución republicana—, son la base de
esos dominios principescos que hoy posee la oligarquía inglesa[**]. Los
capitalistas burgueses favorecieron esta operación, entre otras cosas,
para convertir el suelo en un artículo puramente comercial, extender la
zona de las grandes explotaciones agrícolas, hacer que aumentase la
afluencia a la ciudad de proletarios libres y desheredados del campo, etc.
Además, la nueva aristocracia de la tierra era la aliada natural de la
nueva bancocracia, de la alta finanza, que acababa de dejar el cascarón, y
de los grandes manufactureros, atrincherados por aquel entonces detrás
del proteccionismo aduanero. La burguesía inglesa obró en defensa de
sus intereses con el mismo acierto con que la de Suecia, siguiendo el
camino contrario y haciéndose fuerte en su baluarte económico, el
campesinado, apoyó a los reyes desde 1604 y más tarde bajo Carlos X y
Carlos XI y les ayudó a rescatar por la fuerza los bienes de la Corona de
manos de la oligarquía.
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[*] «La enajenación ilegal de los bienes de la corona, vendiéndolos o
regalándolos, forma un capítulo escandaloso en la historia de Inglaterra...
una estafa gigantesca contra la nación (gigantic fraud on the nation)» (F.
W. Newman. Lectures on Political Economy. London, 1851, pp. 129,
130). [El que quiera saber cómo hicieron su fortuna los terratenientes
ingleses de hoy día, podrá informarse detalladamente consultando
Evans. N. H. Our old Nobility. By Noblesse Oblige («Nuestra vieja
nobleza, pero la nobleza obliga»), London, 1879. F. E.]
[**] Léase, por ejemplo, el panfleto de E. Burke, sobre la casa ducal de
Bedford, cuyo vástago es Lord John Russel, «the tomtit of liberalism»
(«el chochín del liberalismo»).
[pág. 113]
bajo el manto del feudalismo. Hemos visto que la usurpación violenta
de estos bienes, acompañada casi siempre por la transformación de las
tierras de labor en pastos, comienza a fines del siglo XV y prosigue a lo
largo del siglo XVI. Sin embargo, en aquellos tiempos este proceso
revestía la forma de una serie de actos individuales de violencia, contra
los que la legislación luchó infructuosamente durante 150 años. El
progreso aportado por el siglo XVIII consiste en que ahora la propia ley
se convierte en vehículo de esta depredación de los bienes del pueblo,
aunque los grandes arrendatarios sigan empleando también, de paso, sus
pequeños métodos personales e independientes[*]. La forma
parlamentaria que reviste este despojo es la de los Bills for Inclosures of
Commons (leyes sobre el cercado de terrenos comunales); dicho en otros
términos, decretos por medio de los cuales los terratenientes se regalan a
sí mismos en propiedad privada las tierras del pueblo, decretos de
expropiación del pueblo. Sir F. M. Eden se contradice a sí mismo en el
astuto alegato curialesco en que procura explicar la propiedad comunal
como propiedad privada de los grandes terratenientes que recogen la
herencia de los señores feudales, al reclamar una «ley general del
Parlamento sobre el derecho a cercar los terrenos comunales»,
reconociendo con ello, que la transformación de estos bienes en
propiedad privada no puede prosperar sin un golpe de Estado
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Al paso que los yeomen independientes eran sustituidos por los
tenantsatwill —pequeños colonos con contrato por un año, es decir,
una chusma servil sometida al capricho de los terratenientes—, el
despojo de los bienes del dominio público, y sobre todo la depredación
sistemática de los terrenos comunales, ayudaron a incrementar esas
grandes posesiones que se conocían en el siglo XVIII con los nombres
de haciendas capitales[***] o haciendas de
_______________________
[pág. 114]
comerciantes[*], y que dejaron a la población campesina «disponible»
como proletariado al servicio de la industria.
Sin embargo, el siglo XVIII todavía no alcanza a comprender, en la
medida en que había de comprenderlo el XIX, la identidad entre la
riqueza nacional y la pobreza del pueblo. Por eso en los libros de
Economía de esta época se produce una violentísima polémica en torno a
la «inclosure of commons»). Entresaco unos cuantos pasajes de los
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materiales copiosísimos que tengo a la vista, para poner de relieve de un
modo más vivo la situación.
«En muchas parroquias de Hertfordshire» —escribe una pluma indignada— «24
haciendas, cada una de las cuales contaba, por término medio, de 50 a 150 acres de
extensión, se han fundido para formar sólo 3»[**]. «En Northamptonshire y
Lincolnshire se ha impuesto la norma de cercar los terrenos comunales, y la mayoría de
los lorazgos creados de este modo se han convertido en pastizales; a consecuencia de
ello, hay muchos lorazgos que antes labraban 1.500 acres y que hoy no labran ni 50...
Las ruinas de las viejas casas, cuadras y graneros», son los únicos vestigios de los
antiguos moradores. «En algunos sitios, cien casas y familias han quedado reducidas...
a 8 ó 10... En la mayoría de las parroquias, donde sólo se han comenzado a cercar los
terrenos comunales desde hace quince o veinte años, los propietarios de tierra son en la
actualidad poquísimos, en comparación con las cifras existentes cuando el suelo se
cultivaba en régimen abierto. Es bastante frecuente encontrarse con lorazgos enteros
recientemente cercados que antes se distribuían entre 20 ó 30 colonos y otros tantos
pequeños labradores y tributarios, que hoy están usurpados por 4 ó 5 ganaderos ricos.
Todos aquellos labradores fueron desalojados de sus tierras, en unión de sus familias y
de muchas otras a las que daban trabajo y sustento»[***].
Los terrenos anexionados por el terrateniente colindante, bajo pretexto
de cercarlos, no eran siempre tierras yermas, sino también, con
frecuencia, tierras cultivadas mediante un tributo al municipio, o
comunalmente.
«Me refiero aquí al cercado de terrenos abiertos y de tierras ya cultivadas. Hasta los
autores que defienden las inclosures reconocen que estos cercados refuerzan el
monopolio de las grandes granjas, hacen subir el precio de las subsistencias y
fomentan la despoblación... También al cercar los terrenos yermos, como ahora se hace,
se despoja a los pobres de una parte de sus medios de sustento, incrementando
haciendas que son ya de suyo harto grandes»[****]. «Si la tierra» —dice el Dr. Price—
«cae en poder de un puñado
_______________________
[*] Merchantfarms [An Enquiry into the Causes of the Present
High Price of Provisions («Investigación sobre las causas de los
presentes altos precios de los víveres»), London, 1767, p. 111, note].
Esta obra excelente, publicada como anónima, tenía por autor al Rev.
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24/1/2015 Marx (1867): EL CAPITAL, Cap. XXIV: "La llamada acumulación originaria".
Nathaniel Forster.
[**] Thomas Wright. A short address to the Public on the Monopoly
of large farms. («Breve alocución al público sobre el monopolio de las
grandes granjas»), 1779, pp. 2, 3.
[***] Rev. Addington. Inquiry into the Reasons for and against
Inclosing Open Fields («Investigación de las razones en pro y en contra
del cercado de terrenos»), London, 1779 pp. 3743 pass.
[****] Dr. R. Price. Observations on Reversionary Payments
(«Observaciones sobre los pagos reversibles»), 6 ed. By W. Morgan,
London, 1803, v. II, p. 155. Léase a Forster, Addington, Kent, Price y
James Anderson y compárese luego con la pobre charlatanería de
sicofante de Mac Culloch, en su catálogo titulado The Literature of
Political Economy («La literatura sobre Economía política»), London,
1845.
[pág. 115]
de grandes colonos, los pequeños arrendatarios (en otro sitio los llama «una
muchedumbre de pequeños propietarios y colonos que se mantienen a sí mismos y a
sus familias con el producto de la tierra trabajada por ellos, con las ovejas, las aves, los
cerdos, etc., que mandan a pastar a los terrenas comunales, no necesitando apenas, por
tanto, comprar víveres para su consumo») «se verán convertidos en hombres obligados
a trabajar para otros si quieren comer y tendrán que ir al mercado para proveerse de
cuanto necesiten... Tal vez se trabaje más, porque la coacción será también mayor...
Crecerán las ciudades y manufacturas, pues se verá empujada a ellas más gente en
busca de trabajo. He aquí el camino hacia el que lógicamente se orienta la
concentración de la propiedad territorial y por el que, desde hace muchos años, se
viene marchando ya efectivamente en este reino»[*].
Y resume los efectos generales de las inclosures en estos términos:
«En general, la situación de las clases humildes del pueblo ha empeorado en casi
todos los sentidos; los pequeños propietarios de tierras y colonos se han visto
reducidos al nivel de jornaleros y asalariados, a la par que se les hace cada vez más
difícil ganarse la vida en esta situación[*]».
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En efecto, la usurpación de las tierras comunales y la revolución
agrícola que la acompañaba empeoraron hasta tal punto la situación de
los obreros agrícolas que, según el propio Eden, entre 1765 y 1780, su
salario comenzó a descender por debajo del nivel mínimo, haciéndose
necesario completarlo con el socorro oficial de pobreza. Su jornal, dice
Eden, «alcanzaba a duras penas a cubrir sus necesidades más
perentorias».
_______________________
[*] Dr. R. Price. Observations, etc., v. II, p. 147.
[**] Dr. R. Price. Observations, etc., p. 159. Esto hace recordar lo
ocurrido en la antigua Roma: «Los ricos se habían adueñado de la mayor
parte de los terrenos comunes. Confiándose a las circunstancias, en la
seguridad de que estas tierras no habían ya de arrebatarles, compraron a
los pobres las parcelas situadas en las inmediaciones de sus propiedades,
unas veces contando con su voluntad y otras veces arrebatándoselas por
la fuerza, de modo que pasaron a cultivar extensísimas fincas y no
campos divididos. Para labrarlos y desarrollar en ellos la ganadería,
tenían que acudir a los servicios de los esclavos, pues los hombres libres
eran arrebatados del trabajo para dedicarlos a la guerra. Además, la
posesión de esclavos les producía grandes ganancias, pues éstos, libres
del servicio militar, podían procrear y multiplicarse a sus anchas. De este
modo, los poderosos fueron apoderándose de toda la riqueza y todo el
país era un hervidero de esclavos. En cambio los itálicos diezmados por
la pobreza, los tributos y el servicio militar eran cada vez menos.
Además, en las épocas de paz, se veían condenados a una total
pasividad, pues, las tierras estaban en manos de los ricos y éstos
empleaban en la agricultura a esclavos y no a hombres libres» (Apiano.
Las guerras civiles en Roma, 1, 7). Este pasaje se refiere a la época
anterior a la Ley Licinia[9]. El servicio militar que tanto aceleró la ruina
de la plebe romana, fue también el medio principal de que se valió
Carlomagno para fomentar, como plantas en estufa, la transformación de
los campesinos alemanes libres en siervos y vasallos.
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[pág. 116]
«No es lógico inferir que exista despoblación porque ya no se vea a la gente
derrochar su trabajo en campo abierto... Si al convertir a los pequeños labradores en
personas obligadas a trabajar para otros, se moviliza más trabajo, es ésta una ventaja
que la nación» (entre la que no figuran, naturalmente, los que sufren la transformación
apuntada), «tiene que ver con buenos ojos... El producto será mayor si su trabajo
combinado se emplea en una sola hacienda, así se creará un sobrante para las
manufacturas haciendo de este modo que las manufacturas, una de las minas de oro de
nuestra nación aumenten en proporción a la cantidad de trigo producido»[*].
Sir F. M. Eden, matizado además de tory y de «filántropo», nos
ofrece, por cierto, un ejemplo de la impasibilidad estoica con que los
economistas contemplan las violaciones más descaradas del «sacrosanto
derecho de propiedad» y la violencia más brutal contra la persona,
cuando esto es necesario para echar los cimientos del régimen capitalista
de producción. Toda la serie de despojos brutales, horrores y vejaciones
que lleva aparejados la expropiación violenta del pueblo desde el último
tercio del siglo XV hasta fines del siglo XVIII, sólo le inspira a nuestro
autor esta «confortable» reflexión final:
En el siglo XIX se pierde, como es lógico, hasta el recuerdo de la
conexión existente entre el agricultor y los bienes comunales. Para no
hablar de los tiempos posteriores, bastará decir que la población rural no
obtuvo ni un céntimo de indemnizaciones por los 3.511.770 acres de
tierras comunales que entre los años de 1801 y 1831 le fueron
arrebatados y ofrecidos como regalo a los terratenientes por el
parlamento de terratenientes.
Finalmente, el último gran proceso de expropiación de los agricultores
es el llamado Clearing of Estates («limpieza de fincas», que en realidad
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consistía en barrer de ellas a los hombres).
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[*] [J. Arbuthnot.] An Inquiry into the Connection between the
Present Price of Provisions etc. («Investigación de la conexión entre el
presente precio de los víveres y las dimensiones de las granjas»), pp.
124, 129. En términos parecidos, aunque con tendencia opuesta dice otro
autor: «Los obreros son arrojados de sus cottages y se ven obligados a
buscar trabajo en la ciudad, pero, gracias a esto, se obtiene un remanente
mayor y se incrementa el capital» [(R. B. Seeley.) The Perils of the
Nation («Los peligros de la nación»), 2 ed. London. 1843, p. XIV].
[pág. 117]
Todos los métodos ingleses que hemos venido estudiando culminan en
esta «limpieza». Como veíamos al describir en la sección anterior la
situación moderna, ahora que ya no había labradores independientes que
barrer, las «limpias» llegan a barrer los mismos cottages, no dejando a
los braceros del campo sitio siquiera para alojarse en las tierras que
trabajan. Sin embargo, para saber lo que significa esto del «clearing of
estates» en el sentido estricto de la palabra, tenemos que trasladarnos a
la tierra de promisión de la literatura novelesca moderna: las montañas
de Escocia. Es aquí donde este proceso a que nos referimos se distingue
por su carácter sistemático, por la magnitud de la escala en que se opera
de golpe (en Irlanda hubo terratenientes que consiguieron barrer varias
aldeas a la vez; en la alta Escocia se trata de extensiones de la magnitud
de los ducados alemanes), y finalmente, por la forma especial de la
propiedad inmueble usurpada.
Los celtas de alta Escocia estaban divididos en clanes, y cada clan era
propietario de los terrenos por él colonizados. El representante del clan,
su jefe o «caudillo», no era más que un simple propietario titular de estos
terrenos, del mismo modo que la reina de Inglaterra lo era del suelo de
toda la nación. Cuando el Gobierno inglés hubo conseguido sofocar las
guerras internas de estos «caudillos» y sus constantes irrupciones en las
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llanuras de la baja Escocia, los jefes de los clanes no abandonaron, ni
mucho menos, su antiguo oficio de bandoleros; se limitaron a cambiarlo
de forma. Por sí y ante sí, transformaron su derecho titular de propiedad
en un derecho de propiedad privada, y como las gentes de los clanes
opusieran resistencia, decidieron desalojarlas por la fuerza de sus
posesiones.
«Con el mismo derecho» —dice el profesor Newman— «podría un rey de Inglaterra
atreverse a arrojar a sus súbditos al mar»[*].
_______________________
[*] «A king of England might as well claim to drive all his subjects into the sea». [F.
W. Newman. Lectures on Political Economy («Conferencias sobre Economía
política»), London, 1851, p. 132].
[**] Steuart dice: «La renta de estas comarcas» (aplica equivocadamente la categoría
económica de «renta» al tributo abonado por los taksmen[10] al jefe del clan) «es
insignificante, comparada con su extensión, pero, respecto al número de personas que
sostiene una hacienda, puede tal vez asegurarse que un pedazo de tierra en la montaña
de Escocia mantiene a diez veces más personas que un terreno del mismo valor en las
provincias más ricas». (James Steuart. An Inquiry into the Principles of Political
Oeconomy («Investigación de los principios de Economía política»), London, 1767, v.
I, ch. XVI, p. 104].
[***] James Anderson. Observations on the means of exciting a spirit of National
Industry etc. («Observaciones acerca de los medios de fomentar el espíritu de industria
nacional»), Edinburgh, 1777.
[pág. 118]
Escocia comienza después de la última intentona del pretendiente[11].
En el siglo XVIII, a los gaeles[12] lanzados de sus tierras se les prohibía
al mismo tiempo emigrar del país, para así empujarlos por la fuerza a
Glasgow y a otros centros fabriles de la región[*]. Como ejemplo del
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método de expropiación predominante en el siglo XIX[**], bastará citar
las «limpias» llevadas a cabo por la duquesa de Sutherland. Esta señora,
muy instruida en las cuestiones de Economía política decidió, apenas
hubo ceñido la corona de duquesa, aplicar a sus posesiones un
tratamiento radical económico, convirtiendo todo su condado —cuyos
habitantes, mermados por una serie de procesos anteriores semejantes a
éste, habían ido quedando ya reducidos a 15.000— en pastos para
ovejas. Desde 1814 hasta 1820 se desplegó una campaña sistemática de
expulsión y exterminio para quitar de en medio a estos 15.000
habitantes, que formarían, aproximadamente, unas 3.000 familias. Todas
sus aldeas fueron destruidas y arrasadas, sus campos convertidos todos
en terreno de pastos. Las tropas británicas, enviadas por el Gobierno para
ejecutar las órdenes de la duquesa, hicieron fuego contra los habitantes,
expulsados de sus tierras. Una anciana pereció abrasada entre las llamas
de su choza, por negarse a abandonarla. Así consiguió la señora duquesa
apropiarse de 794.000 acres de tierra, pertenecientes al clan desde
tiempos inmemoriales.
_______________________
[*] En 1860, se exportó al Canadá, con falsas promesas, a los
campesinos violentamente expropiados de sus tierras. Algunos huyeron a
la montaña y a las islas más próximas. Perseguidos por la policía, le
hicieron frente y lograron escapar.
[**] «En la montaña» —dice en 1814 Buchanan, el comentador de A.
Smith—, «se echa por tierra diariamente el antiguo régimen de
propiedad... El terrateniente, sin preocuparse para nada de los que llevan
la tierra en arriendo hereditaria» (otro categoría mal aplicada), «la ofrece
al mejor postor y si éste quiere mejorarla (improve), introduce
inmediatamente un nuevo sistema de cultivo. La tierra, antes sembrada
de pequeños labradores, estaba poblada en proporción a lo que producía;
bajo el nuevo sistema de cultivos mejorados y mayores rentas, se
procura obtener la mayor cantidad posible de fruto con el menor coste,
para lo cual se eliminan los brazos inútiles... Los expulsados del campo
natal buscan su sustento en las ciudades fabriles etc.» (David Buchanan.
Observations on etc. A. Smith's Wealth of Nations («Observaciones
sobre Riqueza de las Naciones de A. Smith»), Edinburgh, 1814, v. IV, p.
144]. «Los aristócratas escoceses han expropiado a multitud de familias,
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como se arrancan las malas hierbas, han tratado a aldeas enteras y a su
población como los indios tratan, en su venganza, a las guaridas de las
bestias salvajes. Se vende a un hombre por una piel de oveja, por una
pierna de cordero o por menos aún... Cuando la invasión de las
provincias del Norte de China, se propuso en el Consejo de los
Mongoles exterminar a los habitantes y convertir sus tierras en pastos.
Estas orientaciones son las que hoy siguen en su propio país y contra sus
propios paisanos, muchos terratenientes de alta Escocia» (George Ensor.
An Inquiry conserning the Population of Nations («Investigación
acerca de la población de las naciones»), London, 1818, pp. 215, 216].
[pág. 119]
A los naturales del país desahuciados les asignó en la orilla del mar
unos 6.000 acres, a razón de dos por familia. Hasta la fecha, esos 6.000
acres habían permanecido yermos, sin producir ninguna renta a sus
propietarios. Llevada de su altruismo, la duquesa se dignó arrendar estos
eriales por una renta media de 2 chelines y 6 peniques cada acre a
aquellos mismos miembros del clan que habían vertido su sangre por su
familia desde hacía siglos. Todos los terrenos robados al clan fueron
divididos en 29 grandes granjas destinadas a la cría de lanares, atendida
cada una de ella por una sola familia; los pastores eran, en su mayoría,
braceros de arrendatarios ingleses. En 1825, los 15.000 gaeles habían
sido sustituidos ya por 131.000 ovejas. Los aborígenes arrojados a la
orilla del mar procuraban, entretanto, mantenerse de la pesca; se
convirtieron en anfibios y vivían, según dice un escritor inglés de la
época, mitad en tierra y mitad en el mar, sin vivir entre todo ello más que
a medias[*].
Pero los bravos gaeles habían de pagar todavía más cara aquella
idolatría romántica de montañeses por los «caudillos» de los clanes. El
olor del pescado les dio en la nariz a los señores. Estos, barruntando algo
de provecho en aquellas playas, las arrendaron a las grandes pescaderías
de Londres, y los gaeles fueron arrojados de sus casas por segunda
vez[**].
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Finalmente, una parte de los pastos fue convertida en cotos de caza.
Como es sabido, en Inglaterra no existen verdaderos bosques. La caza
que corre por los parques de los aristócratas es, en realidad, ganado
doméstico, gordo como los aldermen [concejales] de Londres. Por eso,
Escocia es, para los ingleses, el último asilo de la «noble pasión» de la
caza.
_______________________
[*] Cuando la actual duquesa de Sutherland recibió en Londres, con
gran pompa, a Mrs. BeecherStowe, la autora de Uncle Tom's Cabin
(«La cabaña del tío Tom»), para hacer gala de sus simpatías hacia los
esclavos negros de la República Norteamericana, cosa que, al igual que
sus hermanas de aristocracia, se abstuvo prudentemente de hacer durante
la guerra civil[13] en que todos los corazones ingleses «nobles» latían
por los esclavistas, expuse yo en la NewYork Tribune la situación de los
esclavos de Sutherland[14] (algunos pasajes de este artículo fueron
recogidos por Carey, en su obra The Slave Trade («El comercio de
esclavos»), Philadelphia, 1853, pp. 202, 203). Mi artículo fue
reproducido por un periódico escocés, y provocó una enérgica polémica
entre este periódico y los sicofantes de los Sutherland.
[**] Datos interesantes sobre este asunto del pescado se encuentran en
David Urquhart. Véase Portfolio, New Series («Carpeta, nueva serie»).
Nassau W. Senior, en su obra póstuma citada más arriba, llama al
«procedimiento seguido en Sutherlandshire una de las «limpias»
(clearings) más beneficiosas de que guarda recuerdo el hombre»
[Journals, Conversations and Essays relating to Ireland («Revistas,
conversaciones y ensayos acerca de Irlanda»), London, 1868].
[pág. 120]
«En la montaña» —dice Somers en 1848— «se han extendido considerablemente
los cotos de caza[*]. A un lado de Gaick tenemos el nuevo coto de caza de Glenfeshie
y al otro lado el nuevo coto de caza de Ardverikie. En la misma dirección, tenemos el
Black Mount, un erial inmenso, recién crecido. De Este a Oeste, desde las
inmediaciones de Aberdeen hasta las rocas de Oban, se extiende ahora una línea
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24/1/2015 Marx (1867): EL CAPITAL, Cap. XXIV: "La llamada acumulación originaria".
ininterrumpida de cotos de caza, mientras que en otras regiones de la alta Escocia se
alzan los cotos de caza nuevos de Loch Archaig, Glengarry, Glenmoriston, etc. Al
convertirse sus tierras en terrenos de pastos para ovejas..., los gaeles se vieron
empujados a las comarcas estériles. Ahora la caza comienza a sustituir a las ovejas,
empujando a aquéllos a una miseria todavía más espantosa... Los montes de caza no
pueden convivir con la gente. Uno de los dos tiene que batirse en retirada y abandonar
el campo. Si en los próximos veinticinco años los cotos de caza siguen creciendo en
las mismas proporciones que en el último cuarto de siglo, no quedará ni un solo gael
en su tierra natal. Este movimiento que se ha desarrollado entre los propietarios de las
comarcas monstruosas se debe, en parte, a la moda, a la manía aristocrática, a la afición
a la caza, etc., pero hay también muchos que explotan esto con la mira puesta
exclusivamente en la ganancia, pues es indudable que, muchas veces, un pedazo de
montaña convertido en coto de caza es bastante más rentable que empleado como
terreno de pastos... El aficionado que busca un coto de caza no pone a su deseo más
límite que la anchura de su bolsa... Sobre la montaña escocesa han llovido penalidades
no menos crueles que las impuestas a Inglaterra por la política de los reyes normandos.
A la caza se la deja correr en libertad, sin tasarle el terreno: en cambio, a las personas se
las acosa y se las mete en fajas de tierras cada vez más estrechas... Al pueblo le fueron
arrebatadas unas libertades tras otras... Y la opresión crece diariamente. Los
propietarios siguen la norma de diezmar y exterminar a la gente como un principio
fijo, como una necesidad agrícola, lo mismo que se talan los árboles y la maleza en las
espesuras de América y Australia, y esta operación sigue su marcha tranquila y
comercial»[**].
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la guerra de los Treinta años[15], y todavía en 1790 provocó en el
electorado de Sajonia insurrecciones campesinas. Este método imperaba
principalmente en el Este de Alemania. En la mayoría de las provincias
de Prusia, fue Federico II el primero que garantizó a los campesinos el
derecho de propiedad. Después de la conquista de Silesia, obligó a los
terratenientes a restaurar las chozas, los graneros, etc., y a dotar a las
posesiones campesinas de ganado y aperos de labranza. Necesitaba
soldados para su ejército y contribuyentes para su erario. Por lo demás,
si queremos saber cuán agradable era la vida que llevaba el campesino
bajo el caos financiero de Federico II y su mezcolanza gubernativa de
despotismo, burocracia y feudalismo, no tenemos más que fijarnos en el
pasaje siguiente de su admirador Mirabeau: «El lino representa, pues,
una de las mayores riquezas del campesino del Norte de Alemania. Sin
embargo, para desdicha del género humano, en vez de ser un camino de
bienestar, no es más que un alivio contra la miseria. Los impuestos
directos, las prestaciones personales y toda clase de contribuciones
arruinan al campesino alemán, que, por si esto fuera poco, tiene que
pagar además impuestos indirectos por todo lo que compra... Y, para que
su ruina sea completa, no puede vender sus productos donde y como
quiera, ni es libre tampoco para comprar donde le vendan más barato.
Todas estas causas contribuyen a arruinarle insensiblemente, y a no ser
por los hilados no podría pagar los impuestos directos a su vencimiento;
los hilados le brindan una fuente auxiliar de ingresos, permitiéndole
emplear útilmente a su mujer y a sus hijos, a sus criadas y criados y a él
mismo. Pero, a pesar de esta fuente auxiliar de ingresos, ¡qué penosa
vida la suya! Durante el verano trabaja como un forzado, labrando la
tierra y recogiendo la cosecha; se acuesta a las nueve y se levanta a las
dos, para poder dar cima a su trabajo; en invierno parece que debiera
reponer sus fuerzas con un descanso mayor, pero si vende la cosecha
para pagar los impuestos, le faltará el pan y la simiente. Para tapar este
agujero no tiene más que un camino: hilar... e hilar sin sosiego ni
descanso. He aquí, cómo en invierno el campesino tiene que acostarse a
las doce o la una y levantarse a las cinco o las seis, o acostarse a las
nueve para levantarse a las dos, y así toda su vida, fuera de los
domingos... Este exceso de vela y trabajo agota al campesino, y así se
explica que en el campo hombres y mujeres envejezcan mucho antes que
en la ciudad» [Mirabeau. De la Monarchie Prusienne («De la
monarquía prusiana»), t. III, p. 212 ss.]
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24/1/2015 Marx (1867): EL CAPITAL, Cap. XXIV: "La llamada acumulación originaria".
Adición a la 2ª ed. En Abril de 1866, a los dieciocho años de
publicarse la obra antes citada de Robert Somers, el profesor Leone Levi
dio en la Society of Arts[16] una conferencia sobre la transformación de
los terrenos de pastos en cotos de caza, en la que describe los progresos
de la devastación en las montañas de Escocia. En esta conferencia se
dice, entre otras cosas: «La despoblación y la transformación de las
tierras de labor en simples terrenos de pastos brindaban el más cómodo
de los medios para percibir ingresos sin hacer desembolsos... Convertir
los terrenos de pastos en deer forests, se hizo práctica habitual en la
montaña. Las ovejas tienen que ceder el puesto a los animales de caza,
como antes los hombres habían tenido que dejar el sitio a las ovejas... Se
puede ir andando desde las posesiones del conde Dalhousie, en
Forfarshire, hasta John o'Groats sin dejar de pisar en monte. En muchos»
(de estos montes) «se han aclimatado el zorro, el gato salvaje, la marta,
la garduña, la comadreja y la liebre de los Alpes, en cambio, el conejo, la
ardilla y la rata han penetrado en ellos hace muy poco. Extensiones
inmensas de tierra, que en la estadística de Escocia figuran como pastos
de excepcional fertilidad y amplitud, vegetan hoy privados de todo
cultivo y de toda mejora, dedicados pura y exclusivamente a satisfacer el
capricho de la caza de unas cuantas personas durante unos pocos días en
todo el año».
El Economist[17] londinense del 2 de junio de 1866 dice: «Un periódico escocés
publicaba la semana pasada, entre otras novedades, la siguiente: «Uno de los mejores
pastos de Sutherlandshire, por el que hace poco, al caducar el contrato de arriendo
vigente, se ofrecieron 1.200 libras esterlinas de renta anual, ¡va a transformarse en deer
forest!» Vuelven a manifestarse los institutos feudales... como en aquellos tiempos en
que los conquistadores normandos... arrasaron 36 aldeas para levantar sobre sus ruinas
el New Forest [«Nuevo bosque»]... Dos millones de acres, entre los cuales se contaban
algunas de las comarcas más feraces de Escocia, han sido íntegramente devastadas. La
hierba natural de Glen Tilt tenía fama de ser una de las más nutritivas del condado de
Perth; el deer forest de Ben Aulder había sido el mejor terreno de pastos del vasto
distrito de Badenoch; una parte del Black Mount forest (Bosque de la Montaña Negra]
era el pasto más excelente de Escocia para ovejas de hocico negro. Nos formaremos
una idea de las proporciones que han tomado los terrenos devastados para entregarlos
al capricho de la caza, señalando que estos terrenos ocupan una extensión mayor que
todo el condado de Perth. Para calcular la pérdida de fuentes de producción que esta
devastación brutal supone para el país, diremos que el suelo ocupado hoy por el forest
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24/1/2015 Marx (1867): EL CAPITAL, Cap. XXIV: "La llamada acumulación originaria".
de Ben Aulder podría alimentar a 15.000 ovejas, y que este terreno sólo representa
1/30 de toda la extensión cubierta en Escocia por los cotos de caza. Todos estos
vedados de caza son absolutamente improductivos... lo mismo hubiera dado hundirlos
en las profundidades del Mar del Norte. La fuerte mano de la ley debiera dar al traste
con estos páramos o desiertos improvisados».
[pág. 121]
La depredación de los bienes de la Iglesia, la enajenación fraudulenta
de las tierras del dominio público, el saqueo de los terrenos comunales,
la metamorfosis, llevada a cabo por la usurpación y el terrorismo más
inhumano de la propiedad feudal y del patrimonio del clan en la
moderna propiedad privada:
[pág. 122]
he ahí otros tantos métodos idílicos de acumulación originaria. Con
estos métodos se abrió paso a la agricultura capitalista, se incorporó el
capital a la tierra y se crearon los contingentes de proletarios libres y
privados de medios de vida que necesitaba la industria de las ciudades.
3. LEGISLACION SANGRIENTA CONTRA LOS
EXPROPIADOS,
A PARTIR DE FINES DEL SIGLO XV.
LEYES REDUCIENDO EL SALARIO
Los contingentes expulsados de sus tierras al disolverse las huestes
feudales y ser expropiados a empellones y por la fuerza formaban un
proletariado libre y privado de medios de existencia, que no podía ser
absorbido por las manufacturas con la misma rapidez con que aparecía
en el mundo. Por otra parte, estos seres que de repente se veían lanzados
fuera de su órbita acostumbrada de vida, no podían adaptarse con la
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misma celeridad a la disciplina de su nuevo estado. Y así, una masa de
ellos fue convirtiéndose en mendigos, salteadores y vagabundos; algunos
por inclinación, pero los más, obligados por las circunstancias. De aquí
que a fines del siglo XV y durante todo el siglo XVI se dictase en toda
Europa Occidental una legislación sangrienta persiguiendo el
vagabundaje. De este modo, los padres de la clase obrera moderna
empezaron viéndose castigados por algo de que ellos mismos eran
víctimas, por verse reducidos a vagabundos y mendigos. La legislación
los trataba como a delincuentes «voluntarios», como si dependiese de su
buena voluntad el continuar trabajando en las viejas condiciones, ya
abolidas.
[pág. 123]
En Inglaterra, esta legislación comenzó bajo el reinado de Enrique
VII.
Eduardo VI: Un estatuto dictado en el primer año de su reinado, en
1547, ordena que si alguien se niega a trabajar se le asigne como esclavo
a la persona que le denuncie como holgazán. El dueño deberá alimentar
a su esclavo con pan y agua, bodrio y los desperdicios de carne que crea
conveniente. Tiene derecho a obligarle a que realice cualquier trabajo,
por muy repelente que sea, azotándole y encadenándole, si fuera
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24/1/2015 Marx (1867): EL CAPITAL, Cap. XXIV: "La llamada acumulación originaria".
necesario. Si el esclavo desaparece durante dos semanas, se le condenará
a esclavitud de por vida, marcándole a fuego con una S [SSlave,
esclavo, en inglés] en la frente o en un carrillo; si huye por tercera vez,
se le ahorcará como reo de alta traición. Su dueño puede venderlo,
legarlo a sus herederos o cederlo como esclavo, exactamente igual que el
ganado o cualquier objeto mueble. Los esclavos que se confabulen
contra sus dueños serán también ahorcados. Los jueces de paz seguirán
las huellas a los pícaros, tan pronto se les informe. Si se averigua que un
vagabundo lleva tres días seguidos haraganeando, se le expedirá a su
pueblo natal con una V marcada a fuego en el pecho, y le sacarán con
cadenas a la calle a trabajar en la construcción de carreteras o
empleándole en otros servicios. El vagabundo que indique un falso
pueblo de nacimiento será castigado a quedarse en él toda la vida como
esclavo, sea de los vecinos o de la corporación, y se le marcará a fuego
con una S. Todo el mundo tiene derecho a quitarle al vagabundo sus
hijos y tenerlos bajo su custodia como aprendices: los hijos hasta los
veinticuatro años, las hijas hasta los veinte. Si se escapan, serán
entregados como esclavos, hasta dicha edad, a sus maestros, quienes
podrán azotarlos, cargarlos de cadenas, etc., a su libre albedrío. El
maestro puede poner a su esclavo un anillo de hierro en el cuello, el
brazo o la pierna, para identificarlo mejor y tenerlo
[pág. 124]
más a mano[*]. En la última parte de este estatuto se establece que
ciertos pobres podrán ser obligados a trabajar para el lugar o el individuo
que les dé de comer ybeber y les busque trabajo. Esta clase de esclavos
parroquiales subsiste en Inglaterra hasta bien entrado el siglo XIX, bajo
el nombre de roundsmen (rondadores).
Isabel, 1572: Los mendigos sin licencia y mayores de catorce años
serán azotados sin misericordia y marcados con hierro candente en la
oreja izquierda, caso de que nadie quiera tomarlos durante dos años a su
servicio. En caso de reincidencia, siempre que sean mayores de
dieciocho años y nadie quiera tomarlos por dos años a su servicio, serán
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ahorcados. Al incidir por tercera vez, se les ahorcará irremisiblemente
como reos de alta traición. Otros estatutos semejantes: el del año 18 del
reinado de Isabel, c. 13, y la ley de 1597[**].
_______________________
[*] El autor del Essay on Trade etc. («Ensayo sobre el comercio,
etc.»), (1770), escribe: «Bajo el reinado de Eduardo VI, los ingleses
parecen haberse preocupado seriamente de fomentar las manufacturas y
dar trabajo a los pobres. Así lo indica un notable estatuto, en el que se
ordena que todos los vagabundos sean marcados con hierro candente»,
etc. (o.c., p. 5).
[**] Dice Tomás Moro, en su Utopía: «Y así ocurre que un glotón,
ansioso e insaciable, verdadera peste de la comarca, puede juntar miles
de acres de tierra y cercarlos con una empalizada o un vallado, o
mortificar de tal modo, a fuerza de violencias e injusticias, a sus
poseedores, que éstos se vean obligados a vendérselo todo. De un modo
o de otro, doble o quiebre, no tienen más remedio que abandonar el
campo, ¡pobres almas cándidas y míseras! Hombres, mujeres, maridos,
esposas, huérfanos, viudas, madres llorosas con sus niños de pecho en
brazos, pues la agricultura reclama muchas manos de obra. Allá van,
digo, arrastrándose lejos de los lugares familiares y acostumbrados, sin
encontrar reposo en parte alguna; la venta de todo su ajuar, aunque su
valor no sea grande, algo habría dado en otras circunstancias; pero,
lanzados de pronto al arroyo, ¿qué han de hacer sino malbaratarlo todo?
Y después que han vagado hasta comer el último céntimo, ¿qué remedio
sino robar para luego ser colgados, ¡vive Dios!, con todas las de la ley, o
echarse a pedir limosna? Mas también en este caso van a dar con sus
huesos a la cárcel, como vagabundos, por andar por esos mundos de
Dios rondando sin trabajar, ellos, a quienes nadie da trabajo, por mucho
que se esfuercen en buscarlo». «Bajo el reinado de Enrique VIII fueron
ahorcados 72.000 ladrones grandes y pequeños» [Holinshed. Description
of England («Descripción de Inglaterra»), v. 1, p. 1861, pobres fugitivos
de éstos, de quienes Tomás Moro dice que se veían obligados a robar
para comer. En tiempos de Isabel, «los vagabundos eran ahorcados en
fila; apenas pasaba un año sin que muriesen en la horca en uno u otro
lugar 300 ó 400» [Strype. Annals of the Reformation and
Establishment of Religion, and other Various Occurences in the
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[pág. 125]
Jacobo I: Todo el que no tenga empleo fijo y se dedique a mendigar es
declarado vagabundo. Los jueces de paz de las Petty Sessions[18]
quedan autorizados a mandar a azotarlos en público y a recluirlos en la
cárcel, a la primera vez que se les sorprenda, por seis meses, a la
segunda, por dos años. Durante su permanencia en la cárcel, podrán ser
azotados tantas veces y en tanta cantidad como los jueces de paz crean
conveniente... Los vagabundos peligrosos e incorregibles deberán ser
marcados a fuego con una R en el hombro izquierdo y sujetos a trabajos
forzados; y si se les sorprende nuevamente mendigando, serán ahorcados
sin misericordia. Estos preceptos, que conservan su fuerza legal hasta los
primeros años del siglo XVIII, sólo fueron derogados por el reglamento
del año 12 del reinado de Ana, c. 23.
Leyes parecidas a éstas se dictaron también en Francia, en cuya
capital se había establecido, a mediados del siglo XVII, un verdadero
reino de vagabundos (royaume des truands). Todavía en los primeros
años del reinado de Luis XVI (Ordenanza del 13 de julio de 1777),
disponía la ley que se mandase a galeras a todas las personas de dieciséis
a sesenta años que, gozando de salud, careciesen de medios de vida y no
ejerciesen ninguna profesión. Normas semejantes se contenían en el
estatuto dado por Carlos V, en octubre de 1537, para los Países Bajos, en
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24/1/2015 Marx (1867): EL CAPITAL, Cap. XXIV: "La llamada acumulación originaria".
el primer edicto de los Estados y ciudades de Holanda (l9 de marzo de
1614), en el bando de las Provincias Unidas (25 de junio de 1649), etc.
No basta con que las condiciones de trabajo cristalicen en uno de los
polos como capital y en el polo contrario como hombres que no tienen
nada que vender más que su fuerza de trabajo. Ni basta tampoco con
obligar a éstos a venderse voluntariamente. En el transcurso de la
producción capitalista, se va formando una clase obrera que, a fuerza de
educación, de tradición, de costumbre, se somete a las exigencias de este
régimen de producción como a las más lógicas leyes naturales. La
organización del proceso capitalista de producción ya desarrollado vence
todas las resistencias; la creación constante de una superpoblación
relativa mantiene la ley de la oferta y la demanda de trabajo y, por ello,
[pág. 126]
el salario a tono con las necesidades de crecimiento del capital, y la
presión sorda de las condiciones económicas sella el poder de mando del
capitalista sobre el obrero. Todavía se emplea, de vez en cuando, la
violencia directa, extraeconómica; pero sólo en casos excepcionales.
Dentro de la marcha natural de las cosas, ya puede dejarse al obrero a
merced de las «leyes naturales de la producción», es decir, puesto en
dependencia del capital, dependencia que las propias condiciones de
producción engendran, garantizan y perpetúan. Durante la génesis
histórica de la producción capitalista, no ocurre aún así. La burguesía,
que va ascendiendo, necesita y emplea todavía el poder del Estado para
«regular» los salarios, es decir, para sujetarlos dentro de los límites que
benefician a la extracción de plusvalía, y para alargar la jornada de
trabajo y mantener al mismo obrero en el grado normal de dependencia.
Es éste un factor esencial de la llamada acumulación originaria.
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La clase de los obreros asalariados, que surgió en la segunda mitad del
siglo XIV, sólo representaba por aquel entonces y durante el siglo
siguiente una parte muy pequeña de la población y tenía bien cubierta la
espalda por la economía de los campesinos independientes, de una parte,
y, de otra, por la organización gremial de las ciudades. Tanto en la
ciudad como en el campo, había una cierta afinidad social entre patronos
y obreros. La supeditación del trabajo al capital era sólo formal; es decir,
el modo de producción no presentaba aún un carácter específicamente
capitalista. El elemento variable del capital predominaba
considerablemente sobre el constante. Por eso, la demanda de trabajo
asalariado crecía rápidamente con cada acumulación de capital mientras
la oferta sólo le seguía lentamente. Por aquel entonces, todavía se
invertía en el fondo de consumo del obrero una gran parte del producto
nacional, que más tarde había de convertirse en fondo de acumulación de
capital.
_______________________
[*] «Siempre que la ley intenta zanjar las diferencias existentes entre los patronos
(masters) y sus obreros, lo hace siguiendo los consejos de los patronos», dice A.
Smith[19]. «El espíritu de las leyes es la propiedad», escribe Linguet[20].
[pág. 127]
de la jornada de trabajo no hemos de volver sobre ellos, pues este
punto ha sido tratado ya (parte 5 del capítulo 8).
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24/1/2015 Marx (1867): EL CAPITAL, Cap. XXIV: "La llamada acumulación originaria".
El Statute of Labourers se dictó ante las apremiantes quejas de la
Cámara de los Comunes.
«Antes» —dice candorosamente un tory— «los pobres exigían unos jornales tan
altos, que ponían en trance de ruina la industria y la riqueza. Hoy, sus salarios son tan
bajos, que ponen también en trance de ruina la industria y la riqueza, pero de otro
modo y tal vez más amenazadoramente que antes»[*].
En este estatuto se establece una tarifa legal de salarios para el campo
y la ciudad, por piezas y por días. Los obreros del campo deberán
contratarse por años, los de la ciudad «en el mercado libre». Se prohibe,
bajo penas de cárcel, abonar jornales superiores a los señalados por el
estatuto, pero el delito de percibir tales salarios ilegales se castiga con
mayor dureza que el delito de abonarlos. Siguiendo esta norma, en las
sec. 18 y 19 del Estatuto de aprendices dictado por la reina Isabel se
castiga con diez días de cárcel al que abone jornales excesivos; en
cambio, al que los cobre se le castiga con veintiuno. Un estatuto de 1360
aumenta las penas y autoriza incluso al patrono para imponer, mediante
castigos corporales, el trabajo por el salario tarifado. Todas las
combinaciones, contratos, juramentos, etc., con que se obligan entre sí
los albañiles y los carpinteros son declarados nulos. Desde el siglo XIV
hasta 1825, el año de la abolición de las leyes anticoalicionistas[21], las
coaliciones obreras son consideradas como un grave crimen. Cuál era el
espíritu que inspiraba el estatuto obrero de 1349 y sus hermanos menores
se ve claramente con sólo advertir que en él se fijaba por imperio del
Estado un salario máximo; lo que no se prescribía ni por asomo era un
salario mínimo.
_______________________
[pág. 128]
a los tejedores, los hilanderos y toda suerte de categorías obreras[*], y
Jorge II extendió las leyes contra las coaliciones obreras a todas las
manufacturas.
Dentro del período propiamente manufacturero, el régimen capitalista
de producción sentíase ya lo suficientemente fuerte para que la
reglamentación legal de los salarios fuese tan impracticable como
superflua, pero se conservaban, por si acaso, las armas del antiguo
arsenal. Todavía el reglamento publicado el año 8 del reinado de Jorge II
prohibe que los oficiales de sastre de Londres y sus alrededores cobren
más de 2 chelines y 7 peniques y medio de jornal, salvo en casos de
duelo público; el reglamento del año 13 del reinado de Jorge III, c. 68,
encomienda a los jueces de paz la reglamentación del salario de los
tejedores en seda; todavía en 1796, fueron necesarios dos fallos de los
tribunales superiores para decidir si las órdenes de los jueces de paz
sobre salarios regían también para los obreros no agrícolas; en 1799, una
ley del parlamento confirma que el salario de los obreros mineros de
Escocia se halla reglamentado por un estatuto de la reina Isabel y dos
leyes escocesas de 1661 y 1671. Un episodio inaudito, producido en la
Cámara de los Comunes de Inglaterra, vino a demostrar hasta qué punto
habían cambiado las cosas. Aquí, donde durante más de 400 años se
habían estado fabricando leyes sobre la tasa máxima que en modo
alguno podía rebasar el salario pagado a un obrero, se levantó en 1796
un diputado,
_______________________
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[*] De una cláusula del estatuto del segundo año del reinado de
Jacobo I, c. 6, se infiere que ciertos fabricantes de paños se arrogaban el
derecho a imponer oficialmente la tarifa de jornales en sus propios
talleres, como jueces de paz. En Alemania, abundaban los estatutos
encaminados a mantener bajos los jornales, sobre todo después de la
guerra de los Treinta años. «En las comarcas deshabitadas, los
terratenientes padecían mucho de la penuria de criados y obreros. A
todos los vecinos del pueblo les estaba prohibido alquilar habitaciones a
hombros y mujeres solteros, y todos estos huéspedes debían ser puestos
en conocimiento de la autoridad y encarcelados, caso de que no
accedieran a entrar a servir de criados, aun cuando viviesen de otra
ocupación, trabajando para los campesinos por un jornal o tratando
incluso con dinero y en granos» [Kaiserliche Privilegien und
Sanctionen für Schlesien («Privilegios y sanciones imperiales para
Silesia», I, 125]. «Durante todo un siglo escuchamos en los decretos de
los regentes amargas quejas acerca de esa chusma maligna y altanera que
no quiere someterse a las duras condiciones del trabajo ni conformarse
con el salario legal; a los terratenientes se les prohibe abonar más de lo
que la autoridad del país señala en una tasa. Y, sin embargo, las
condiciones del servicio son, después de la guerra, mejores todavía de lo
que habían de ser cien años más tarde; en 1652, los criados, en Silesia,
comían aún carne dos veces por semana, mientras que ya dentro de
nuestro siglo había distritos silesianos en que sólo se comía carne tres
veces al año. Los jornales después de la guerra eran también más
elevados que habían de serlo en los siglos siguientes» [G. Freytag. Neue
Bilder aus dem Leben des deutschen Volkes («Nuevos cuadros de la
vida del pueblo alemán»), Leipzig, 1862, S. 35, 36].
[pág. 129]
Whitbread, para proponer un salario mínimo para los jornaleros del
campo. Pitt se opuso a la propuesta, aunque reconociendo que «la
situación de los pobres era cruel». Por fin, en 1813 fueron derogadas las
leyes sobre reglamentación de salarios. Estas leyes eran una ridícula
anomalía, desde el momento en que el capitalista regía la fábrica con sus
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24/1/2015 Marx (1867): EL CAPITAL, Cap. XXIV: "La llamada acumulación originaria".
leyes privadas, haciéndose necesario completar el salario del bracero del
campo con el tributo de pobreza para llegar al mínimo indispensable.
Las normas de los Estatutos obreros sobre los contratos entre el patrono
y sus jornaleros, sobre los plazos de aviso, etc., las que sólo permiten
demandar por lo civil contra el patrono que falta a sus deberes
contractuales, permitiendo, en cambio, procesar por lo criminal al obrero
que no cumple los suyos, siguen en pleno vigor hasta la fecha.
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[pág. 130]
de una tradeunión permanente de los capitalistas contra los obreros.
En los mismos comienzos de la tormenta revolucionaria, la burguesía
francesa se atrevió a arrebatar de nuevo a los obreros el derecho de
asociación que acababan de conquistar. Por decreto del 14 de junio de
1791, declaró todas las coaliciones obreras como un «atentado contra la
libertad y la Declaración de los Derechos del Hombre», sancionable con
una multa de 500 libras y privación de la ciudadanía activa durante un
año[*]. Esta ley, que, poniendo a contribución el poder policíaco del
Estado, procura encauzar dentro de los límites que al capital le plazcan la
lucha de concurrencia entablada entre el capital y el trabajo, sobrevivió a
todas las revoluciones y cambios de dinastía. Ni el mismo régimen del
terror[24] se atrevió a tocarla. No se la borró del Código penal hasta
hace muy poco. Nada más elocuente que el pretexto que se dio, al votar
la ley para justificar este golpe de Estado burgués. «Aunque es de desear
—dice el ponente de la ley, Le Chapelier— que los salarios suban por
encima de su nivel actual, para que quienes los perciben puedan
sustraerse a esa dependencia absoluta que supone la carencia de los
medios de vida más elementales, y que es casi la esclavitud», a los
obreros se les niega el derecho a ponerse de acuerdo sobre sus intereses,
a actuar conjuntamente y, por tanto, a vencer esa «dependencia absoluta,
que es casi la esclavitud», porque con ello herirían «la libertad de sus
cidevant maîtres [anteriores dueños] y actuales patronos» (¡la libertad de
mantener a los obreros en la esclavitud!), y porque el coaligarse contra el
despotismo de los antiguos maestros de las corporaciones equivaldría —
¡adivínese!— a restaurar las corporaciones abolidas por la Constitución
francesa[**].
4. GENESIS DEL ARRENDATARIO CAPITALISTA
Después de exponer el proceso de violenta creación de los proletarios
libres y desheredados, el régimen sanguinario con
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24/1/2015 Marx (1867): EL CAPITAL, Cap. XXIV: "La llamada acumulación originaria".
_______________________
[*] El artículo I de esta ley dice así: «Como una de las bases de la
Constitución francesa es la abolición de toda clase de asociaciones de
ciudadanos del mismo estado y profesión, se prohibe restaurarlas con
cualquier pretexto o bajo cualquier forma». El artículo IV declara que si
«ciudadanos de la misma profesión, industria u oficio se confabulan y se
ponen de acuerdo para rehusar conjuntamente el ejercicio de su industria
o trabajo o no prestarse a ejercerlo más que por un determinado precio,
estos acuerdos y confabulaciones... serán considerados como contrarios a
la Constitución y como atentatorios a la libertad y a los Derechos del
Hombre, etc.»; es decir, como delitos contra el Estado, lo mismo que en
los antiguos Estatutos obreros [Révolutions de Paris («Revoluciones de
París»), Paris, 1791, t. III, p. 523].
[**] Buchez et Roux. Histoire Parlementaire («Historia parlamentaria»)
t. X, pp. 193195, passim.
[pág. 131]
que se les convirtió en obreros asalariados, las sucias altas medidas
estatales que, aumentando el grado de explotación del trabajo elevaban,
con medios policíacos, la acumulación del capital, cumple preguntar:
¿Cómo surgieron los primeros capitalistas? Pues la expropiación de la
población campesina sólo crea directamente grandes propietarios de
tierra. En cuanto a la génesis del arrendatario, puede, digámoslo así,
tocarse con la mano, pues constituye un proceso lento, que se arrastra a
lo largo de muchos siglos. Los propios siervos, y con ellos los pequeños
propietarios libres no tenían todos, ni mucho menos, la misma situación
patrimonial, siendo por tanto emancipados en condicionas económicas
muy distintas.
En Inglaterra, la primera forma bajo la que se presenta el arrendatario
es la del bailiff también siervo. Su posición se parece mucho a la del
villicus [capataz de esclavos] de la antigua Roma, aunque con un radio
de acción más reducido. Durante la segunda mitad del siglo XIV es
sustituido por un colono o arrendatario, al que el señor de la tierra
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provee de simiente, ganado y aperos de labranza. Su situación no difiere
gran cosa de la del simple campesino. La única diferencia es que explota
más trabajo asalariado. Pronto se convierte en métayer [aparcero], en
semiarrendatario. Este pone una parte del capital agrícola y el propietario
la otra. Los frutos se reparten según la proporción fijada en el contrato.
En Inglaterra, esta forma no tarda en desaparecer, para ceder el puesto a
la del verdadero arrendatario, que explota su propio capital empleando
obreros asalariados y abonando al terrateniente como renta, en dinero o
en especie, una parte del plusproducto.
Durante el siglo XV, mientras el campesino independiente y el obrero
agrícola, que, además de trabajar a jornal para otro, cultiva su propia
tierra, se enriquecen con su trabajo, las condiciones de vida del
arrendatario y su campo de producción no salen de la mediocridad. La
revolución agrícola del último tercio del siglo XV, que dura casi todo el
siglo XVI (aunque exceptuando los últimos decenios), enriquece al
arrendatario con la misma celeridad con que empobrece a la población
rural[*]. La usurpación de los pastos comunales, etc., le permite
aumentar considerablemente casi sin gastos su contingente de ganado, al
paso que éste le suministra abono más abundante para cultivar la tierra.
_______________________
[pág. 132]
En el siglo XVI viene a añadirse a éstos un factor decisivo. Los
contratos de arrendamiento eran entonces contratos a largo plazo,
abundando los de noventa y nueve años. La constante depreciación de
los metales preciosos, y por tanto del dinero, fue para los arrendatarios
una lluvia de oro. Hizo —aun prescindiendo de todas las circunstancias
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ya expuestas— que descendiesen los salarios. Una parte de éstos pasó a
incrementar las ganancias del arrendatario. El alza incesante de los
precios del trigo, de la lana, de la carne, en una palabra, de todos los
productos agrícolas, vino a hinchar, sin intervención suya, el capital en
dinero del arrendatario, mientras que la renta de la tierra, que él tenía que
abonar, se contraía en su antiguo valor en dinero[*]. De este modo, se
enriquecía a un tiempo mismo a costa de los jornaleros y del propietario
de la tierra. Nada tiene, pues, de extraño que, a fines del siglo XVI,
Inglaterra contase con una clase de «arrendatarios capitalistas» ricos,
para lo que se acostumbraba en aquellos tiempos[**].
_______________________
[*] Sobre los efectos que tuvo la depreciación del dinero en el siglo
XVI para las diversas clases de la sociedad versa A Compendious or
Briefe Examination of Certayne Ordinary Complaints, of Divers of
our Countrymen in these our Dayes. By W. S., Gentleman
(«Compendio o breve examen de ciertas quejas corrientes de diversos
compatriotas nuestros en los días de hoy»), London, 1581. La forma
dialogada de esta obra hizo que durante mucho tiempo se le atribuyese a
Shakespeare, bajo cuyo nombre se reeditó todavía en 1751. Su autor es
William Stafford. En uno de los pasajes de la obra, el caballero (knight)
razona así:
Caballero: «Vos, mi vecino, el labriego, y vos, señor tendero, y vos,
maestro calderero, y como vos los demás artesanos, todos os defendéis a
maravilla. Porque a medida que todas las cosas encarecen, subís los
precios de vuestras mercancías y actividades, cuando las revendáis. Pero
nosotros no tenemos nada que vender para poder subir su precio y
compensar así la carestía de las cosas que nos vemos obligados a
comprar». En otro pasaje, el Caballero pregunta al Doctor: «Os ruego me
digáis qué grupos de gente son esos a que os referís. Y, ante todo,
¿cuáles, en vuestra opinión, no experimentarán con esto ninguna
pérdida?» —Doctor: «Me refiero a todos los que viven de comprar y
vender, pues si compran caro, venden caro también». —Caballero:
«¿Cuál es el segundo grupo que, según vos, sale ganancioso?»
—Doctor: «Muy sencillo, el de todos aquellos que llevan en arriendo
tierras o granjas para su cultivo pagando la renta antigua, pues si pagan
según la norma antigua, venden según la nueva; es decir, que pagan por
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su tierra muy poco y venden caro lo que sacan de ella...» —Caballero:
«¿Y cuál es, a vuestro juicio, el grupo que sale perdiendo más de lo que
éstos ganan?» —Doctor: «El de todos los nobles, caballeros (noblemen,
gentlemen) y demás personas que viven de una renta fija o de un
estipendio, que no trabajan (cultivan) ellos mismos sus tierras o no se
dedican a comprar y vender».
[**] En Francia, el régisseur, el encargado de administrar y cobrar los
tributos adeudados al señor feudal durante la temprana Edad Media, se
convierte pronto en un homme d'affaires (hombre de negocios) que, a
fuerza de chantajes, estafas y otros recursos por el estilo, va trepando
hasta escalar el rango de capitalista. A veces, estos régisseurs eran
también aristócratas. Un ejemplo: «Entrega esta cuenta el señor Jacques
de Thoraisse, noble preboste de Besançon, al señor que en Dijon lleva
las cuentas del señor Duque y Conde de Borgoña sobre las rentas
adeudadas a dicho señorío desde el 25 día de diciembre de 1359 hasta el
28 de diciembre de 1360» [Alexis Monteil. Traité des Matériaux
Manuscrits, etc. («Tratado de materiales manuscritos»), v. I, pp. 234,
235]. Aquí vemos ya como en todas las esferas de la vida social es el
intermediario quien se embolsa la mayor parte del botín. En la esfera
económica, por ejemplo, son los financieros, los bolsistas, los
comerciantes, los tenderos, los que se quedan con la mejor parte; en el
derecho civil se queda con la cosecha de ambas partes el abogado; en la
política, el diputado es más que sus electores, el ministro más que el
soberano, en el mundo de la religión, Dios es relegado a segundo plano
por los «intermediarios» y éstos, a su vez, por los curas, mediadores
imprescindibles entre el «buen pastor» y sus ovejas. En Francia, lo
mismo que en Inglaterra, los grandes dominios feudales estaban
divididos en un sinnúmero de pequeñas explotaciones, pero en
condiciones incomparablemente más perjudiciales para la población
campesina. En el transcurso del siglo XIV surgieron las granjas, fermes o
terriers. Su número iba incesantemente en aumento, y llegó a rebasar el
de 100.000. Abonaban al señor una renta, en dinero o en especie, que
oscilaba entre la 12 o la 5 parte de los frutos. Los terriers eran feudos,
subfeudos (fiefs, arrièrefiefs), etc., según el valor y extensión de los
dominios algunos de los cuales sólo medían unas cuantas arpents. Todos
los propietarios de estos terriers poseían, en mayor o menor grado,
jurisdicción propia sobre sus moradores; había cuatro grados de
jurisdicción. Fácil es imaginarse cuánta sería la opresión del pueblo
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campesino bajo este sinnúmero de pequeños tiranos. Monteil dice que
por aquel entonces funcionaban en Francia 160.000 tribunales de
justicia, donde hoy bastan 4.000 (incluyendo los jueces de paz).
[pág. 133]
5. LA INFLUENCIA INVERSA DE LA REVOLUCION
AGRICOLA SOBRE LA INDUSTRIA.
FORMACION DEL MERCADO INTERIOR PARA
EL CAPITAL INDUSTRIAL
La expropiación y el desahucio de la población campesina, realizados
por ráfagas y constantemente renovados, hacía afluir a la industria de las
ciudades, como hemos visto, masas cada vez más numerosas de
proletarios desligados en absoluto del régimen gremial, sabia
circunstancia que hace creer al viejo A. Anderson[25] (autor que no debe
confundirse con James Anderson), en su Historia del Comercio, en una
intervención directa de la providencia. Hemos de detenernos unos
instantes a analizar este elemento de la acumulación originaria. Al
enrarecimiento de la población rural independiente que trabaja sus
propias tierras no sólo corresponde una condensación del proletariado
industrial, como al enrarecimiento de la materia del universo en unos
sitios, corresponde, según Geoffroy SaintHilaire[*], su condensación en
otros.
_______________________
[*] En sus Notions de Philosophi Naturelle («Nocoones de filosofía natural»),
Paris, 1838.
[pág. 134]
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A pesar de haber disminuido el número de brazos que la cultivaban, la
tierra seguía dando el mismo producto o aún más, pues la revolución
operada en el régimen de la propiedad inmueble lleva aparejados
métodos perfeccionados de cultivo, mayor cooperación, concentración
de los medios de producción, etc., y los jornaleros del campo no sólo son
explotados más intensamente[*], sino que, además, va reduciéndose en
proporciones cada vez mayores el campo de producción en que trabajan
para ellos mismos. Con la parte de la población rural que queda
disponible quedan también disponibles, por tanto, sus antiguos medios
de subsistencia, que ahora se convierten en elemento material del capital
variable. Ahora, el campesino lanzado al arroyo, si quiere vivir, tiene
que comprar el valor de sus medios de vida a su nuevo señor, el
capitalista industrial, en forma de salario. Y lo que ocurre con los medios
de vida, ocurre también con las primeras materias agrícolas, de
producción local, suministradas a la industria. Estas se convierten en
elemento del capital constante.
medios
_______________________
[*] Punto este en el que insiste Sir James Steuart[26].
[**] Literalmente, «para el rey de Prusia», en el sentido figurado,
«cobrados por nada». (N. de la Edit.)
[pág. 135]
«Sólo se ven» —dice Mirabeau— «esas grandes manufacturas, en las que trabajan
cientos de hombres bajo las órdenes de un director y que se denominan generalmente
manufacturas reunidas (manufactures réunies). En cambio, aquellas en las que trabajan
diseminados, cada cual por su cuenta, gran número de obreros, pasan casi inadvertidas.
Se las relega a último término. Y esto es un error muy grande, pues son éstas las que
forman la parte realmente más importante de la riqueza nacional... La fábrica reunida
(fabrique réunie) enriquecerá fabulosamente a uno o dos empresarios pero los obreros
que en ella trabajan no son más que jornaleros mejor o peor pagados, que en nada
participan del bienestar del fabricante. En cambio, en las fábricas separadas (fabriques
séparées) nadie se enriquece, pero gozan de bienestar multitud de obreros... El número
de los obreros activos y económicos crecerá, porque éstos ven en la vida ordenada y en
el trabajo un medio de mejorar notablemente su situación, en vez de obtener una
pequeña mejora de jornal, que jamás decidirá del porvenir y que, a lo sumo, permite al
obrero vivir un poco mejor, pero siempre al día. Las manufacturas separadas e
individuales, combinadas casi siempre con un poco de labranza, son las únicas
libres»[**].
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La expropiación y el desahucio de una parte de la población rural, no
sólo deja a los obreros, sus medios de vida y sus materiales de trabajo
disponibles para que el capital industrial los utilice, sino que además
crea el mercado interior.
En efecto, el movimiento que convierte a los pequeños labradores en
obreros asalariados y a sus medios de vida y de trabajo en elementos
materiales del capital, crea para éste, paralelamente, su mercado interior.
Antes, la familia campesina producía y elaboraba los medios de vida y
las materias primas, que luego eran consumidas, en su mayor parte, por
ella misma. Pues bien,
_______________________
[*] «Os concederé» —dice el capitalista— «el honor de servirme, a
condición de que me indemnicéis, entregándome lo poco que os queda,
el sacrificio que hago al mandar sobre vosotros» [J. J. Rousseau.
Discours sur l'Économie Politique («Discursos sobre la Economía
política»)].
[**] Mirabeau. De la Monarchie Prusienne («De la monarquía
prusiana») v. III, pp. 20109, pássim. El que Mirabeau considere también
a los talleres diseminados como más rentables y productivos que los
«reunidos», no viendo en estos más que plantas de estufa sostenidas
artificialmente con la ayuda del Estado, se debe a la situación en que
entonces se encontraba una gran parte de las manufacturas del
continente.
[pág. 136]
estas materias primas y estos medios de vida se convierten ahora en
mercancías, vendidas por los grandes arrendatarios, que encuentran su
mercado en las manufacturas. El hilo, el lienzo, los artículos bastos de
lana, objetos todos de cuya materia prima disponía cualquier familia
campesina y que ella hilaba y tejía para su uso, se convierten ahora en
artículos manufacturados, que tienen su mercado precisamente en los
distritos rurales. La numerosa clientela diseminada y controlada hasta
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aquí por una muchedumbre de pequeños productores que trabajaban por
cuenta propia se concentra ahora en un gran mercado atendido por el
capital industrial[*]. De este modo, a la par con la expropiación de los
antiguos labradores independientes y su divorcio de los medios de
producción, avanza la destrucción de las industrias rurales secundarias,
el proceso de diferenciación de la industria y la agricultura. Sólo la
destrucción de la industria doméstica rural puede dar al mercado interior
de un país las proporciones y la firmeza que necesita el régimen
capitalista de producción.
_______________________
de tenderos y un sistema ficticio de comercio, de dinero y de finanzas»
(David Urquhart. Familiar Words («Palabras amistosas»), p. 120].
[pág. 137]
6. GENESIS DEL CAPITALISTA INDUSTRIAL
La génesis del capitalista industrial[****] no se desarrolla de un modo
tan lento y paulatino como la del arrendatario. Es indudable que ciertos
pequeños maestros artesanos, y todavía más ciertos
_______________________
[*] Con la única excepción de la época de Cromwell. Mientras duró la
república, la masa del pueblo inglés salió, en todas sus capas, de la
degradación en que se había hundido bajo los Tudor.
[**] Tuckett sabe que la gran industria lanera brota de la verdadera
manufactura y de la destrucción de la manufactura rural o casera, con la
introducción de la maquinaria [Tuckett. A. History etc. («Historia,
etc.»), v. I., p. 144]. «El arado y el yugo fueron invención de los dioses y
ocupación de héroes: ¿acaso la lanzadera, el huso y el telar tienen un
origen menos noble? Si separáis la rueca y el arado, el huso y el yugo,
obtenéis fábricas y asilos, créditos y pánicos, dos naciones enemigas, la
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las más de las veces por el orden de fechas en que se escapaban. Sin
embargo, la lentitud de este método no respondía en modo alguno a las
exigencias comerciales del nuevo mercado mundial, creado por los
grandes descubrimientos de fines del siglo XV. La Edad Media había
legado dos formas distintas de capital, que alcanzaron su sazón en las
más diversas formaciones socioeconómicas y que antes de llegar la era
del modo de producción capitalista eran consideradas capital quand
même [por antonomasia]: capital usurario y capital comercial.
«En la actualidad, toda la riqueza de la sociedad se concentra primeramente en
manos del capitalista... Este paga la renta al terrateniente, el salario al obrero, los
impuestos y el diezmo al recaudador de contribuciones, quedándose para sí con una
parte grande, que en realidad es la parte mayor y que además tiende a crecer
diariamente, del producto anual del trabajo. Ahora el capitalista puede ser considerado
como el que se apropia de primera mano toda la riqueza social, aunque ninguna ley le
ha transferido este derecho de apropiación... Este cambio de propiedad debe su origen
al cobro de intereses por el capital... y es harto curioso que los legisladores de toda
Europa hayan querido evitar esto con leyes contra la usura... El poder del capitalista
sobre la riqueza toda del país es una completa revolución en el derecho de propiedad y
¿qué ley o qué serie de leyes la originó?»[*]
El autor debería saber que las revoluciones no se hacen con leyes.
El régimen feudal, en el campo, y, en la ciudad, el régimen gremial
impedían al capitaldinero, formado en la usura y en el comercio,
convertirse en capital industrial[**]. Estas barreras desaparecieron con el
licenciamiento de las huestes feudales y con la expropiación y desahucio
parciales de la población campesina. Las nuevas manufacturas habían
sido construidas en los puertos marítimos de exportación o en lugares del
campo alejados del control de las ciudades antiguas y de su régimen
gremial. De aquí la lucha rabiosa entablada en Inglaterra entre los
corporate towns [ciudades
_______________________
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enviaron una diputación al parlamento solicitando una ley que prohibiese
a todos los comerciantes convertirse en fabricantes (Dr. Aikin.
Description, etc.).
[pág. 139]
con régimen corporativo gremial] y los nuevos viveros industriales.
El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de América, el
exterminio, la esclavización y el sepultamiento en las minas de la
población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las Indias
Orientales, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos
negros: tales son los hechos que señalan los albores de la era de
producción capitalista. Estos procesos idílicos representan otros tantos
factores fundamentales en el movimiento de la acumulación originaria.
Tras ellos, pisando sus huellas, viene la guerra comercial de las naciones
europeas, con el planeta entero por escenario. Rompe el fuego con el
alzamiento de los Países Bajos, que se sacuden el yugo de la dominación
española[27], cobra proporciones gigantescas en Inglaterra con la guerra
antijacobina[28], sigue ventilándose en China en las guerras del
opio[29], etc.
Las diversas etapas de la acumulación originaria tienen su centro, en
un orden cronológico más o menos preciso, en España, Portugal,
Holanda, Francia e Inglaterra. Es aquí, en Inglaterra, donde a fines del
siglo XVII se resumen y sintetizan sistemáticamente en el sistema
colonial, el sistema de la deuda pública, el moderno sistema tributario y
el sistema proteccionista. En parte, estos métodos se basan, como ocurre
con el sistema colonial, en la más burda de las violencias. Pero todos
ellos se valen del poder del Estado, de la fuerza concentrada y
organizada de la sociedad, para acelerar a pasos agigantados el proceso
de transformación del modo feudal de producción en el modo capitalista
y acortar las transiciones. La violencia es la comadrona de toda sociedad
vieja que lleva en sus entrañas otra nueva. Es ella misma una potencia
económica.
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Del sistema colonial cristiano dice un hombre, que hace del
cristianismo su profesión, W. Howitt:
«Los actos de barbarie y de desalmada crueldad cometidos por las razas que se
llaman cristianas en todas las partes del mundo y contra todos los pueblos del orbe que
pudieron subyugar, no encuentran precedente en ninguna época de la historia
universal ni en ninguna raza, por salvaje e inculta, por despiadada y cínica que ella
sea»[*].
_______________________
[pág. 140]
La historia del régimen colonial holandés —y téngase en cuenta que
Holanda era la nación capitalista modelo del siglo XVII— «hace desfilar
ante nosotros un cuadro insuperable de traiciones, cohechos, asesinatos e
infamias»[*]. Nada más elocuente que el sistema de robo de hombres
aplicado en la isla de Célebes, para obtener esclavos con destino a Java.
Los ladrones de hombres eran amaestrados convenientemente. Los
agentes principales de este trato eran el ladrón, el intérprete y el
vendedor; los príncipes nativos, los vendedores principales. Los
muchachos robados eran escondidos en las prisiones secretas de Célebes,
hasta que estuviesen ya maduros para ser embarcados con un
cargamento de esclavos. En un informe oficial leemos:
https://www.marxists.org/espanol/me/1860s/eccx86s.htm 57/80
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«Esta ciudad de Makassar, por ejemplo, está llena de prisiones secretas, a cual más
espantosa, abarrotadas de infelices, víctimas de la codicia y la tiranía, cargados de
cadenas, arrancados violentamente a sus familias».
Para apoderarse de Malaca, los holandeses sobornaron al gobernador
portugués. Este les abrió las puertas de la ciudad en 1641. Los invasores
corrieron en seguida a su palacio y le asesinaron, para de este modo
poder «renunciar» al pago de la suma convenida por el servicio, que eran
21.875 libras esterlinas. A todas partes les seguía la devastación y la
despoblación. Banjuwangi, provincia de Java, que en 1750 contaba con
más de 80.000 habitantes, quedó reducida en 1811 a 8.000. He aquí
cómo se las gasta el doux commerce [comercio inocente].
Como es sabido, la Compañía inglesa de las Indias Orientales[30]
obtuvo, además del poder político en estas Indias, el monopolio del
comercio de té y del comercio chino en general, así como el del
transporte de mercancías de Europa a China y viceversa. Pero del
monopolio de la navegación costera de la India y entre las islas, y del
comercio interior de la India, se apropiaron los altos funcionarios de la
Compañía. Los monopolios de la sal, del opio, del bétel y otras
mercancías eran filones inagotables de riqueza. Los mismos funcionarios
fijaban los precios a su antojo y esquilmaban como les daba la gana al
infeliz indio. El gobernador general de las Indias llevaba participación en
este comercio privado. Sus favoritos obtenían contratos en condiciones
que les permitían, mejor que los alquimistas, hacer oro de la nada. En un
solo día brotaban como los hongos grandes fortunas, y la acumulación
originaria avanzaba viento en popa sin desembolsar ni un chelín. En las
actas judiciales del Warren Hastings abundan ejemplos de esto. He aquí
uno. Un tal Sullivan obtiene un contrato de opio
_______________________
[*] Thomas Stamford Raffles, late Lieut. Governor of Java. The
History of Java («Historia de Java»), London, 1817 [v. II, pp. CXC
CXCI, apéndice].
[pág. 141]
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mercado para sus productos y una acumulación de capital intensificada
gracias al régimen de monopolio. El botín conquistado fuera de Europa
mediante el saqueo descarado, la esclavización y la matanza refluían a la
metrópoli para convertirse aquí en capital. Holanda, primer país en que
se desarrolló plenamente
_______________________
[*] En el año 1866 murieron de hambre en una sola provincia, en
Orissa, más de un millón de indios. Y todavía se procuraba enriquecer al
erario con los precios a que se les vendían víveres a los hambrientos.
[pág. 142]
el sistema colonial, había llegado ya en 1648 al apogeo de su grandeza
mercantil. Se hallaba
«en posesión casi exclusiva del comercio de las Indias Orientales y del tráfico entre
el Suroeste y el Nordeste de Europa. Sus pesquerías, su marina y sus manufacturas
sobrepujaban a las de todos los demás países. Los capitales de esta república
superaban tal vez a los del resto de Europa junto»[31].
Gülich, autor de estas líneas, se olvida de añadir que la masa del
pueblo holandés se hallaba ya en 1648 más agotada por el trabajo, más
empobrecida y más brutalmente oprimida que la del resto de Europa
junto.
Hoy, la supremacía industrial lleva consigo la supremacía comercial.
En el verdadero período manufacturero sucedía lo contrario: era la
supremacía comercial la que daba el predominio en el campo de la
industria. De aquí el papel predominante que en aquellos tiempos
desempeñaba el sistema colonial. Era el «dios extranjero» que venía a
entronizarse en el altar junto a los viejos ídolos de Europa y que un buen
día los echaría a todos a rodar de un empellón. Este dios proclamaba la
acumulación de plusvalía como el fin último y único de la humanidad.
El sistema del crédito público, es decir, de la deuda del Estado, cuyos
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orígenes descubríamos ya en Génova y en Venecia en la Edad Media, se
adueñó de toda Europa durante el período manufacturero. El sistema
colonial, con su comercio marítimo y sus guerras comerciales, le sirvió
de acicate. Por eso fue Holanda el primer país en que arraigó. La deuda
pública, o sea, la enajenación del Estado —absoluto, constitucional o
republicano—, imprime su sello a la era capitalista. La única parte de la
llamada riqueza nacional que entra real y verdaderamente en posesión
colectiva de los pueblos modernos es... la deuda pública[*]. Por eso es
perfectamente consecuente esa teoría moderna, según la cual un pueblo
es tanto más rico cuanto más se carga de deudas. El crédito público se
convierte en credo del capitalista. Y al surgir las deudas del Estado, el
pecado contra el Espíritu Santo, para el que no hay remisión, cede el
puesto al perjurio contra la deuda pública.
La deuda pública se convierte en una de las palancas más potentes de
la acumulación originaria. Es como una varita mágica que infunde virtud
procreadora al dinero improductivo y lo convierte en capital sin
exponerlo a los riesgos ni al esfuerzo que siempre lleva consigo la
inversión industrial e incluso la usuraria. En realidad, los acreedores del
Estado no entregan nada, pues la
_______________________
[pág. 143]
suma prestada se convierte en títulos de la deuda pública, fácilmente
negociables, que siguen desempeñando en sus manos el mismísimo
papel del dinero. Pero aún prescindiendo de la clase de rentistas ociosos
que así se crea y de la riqueza improvisada que va a parar al regazo de
los financieros que actúan de mediadores entre el Gobierno y el país —
así como de la riqueza regalada a los arrendadores de impuestos,
comerciantes y fabricantes particulares, a cuyos bolsillos afluye una
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24/1/2015 Marx (1867): EL CAPITAL, Cap. XXIV: "La llamada acumulación originaria".
buena parte de los empréstitos del Estado, como un capital llovido del
cielo—, la deuda pública ha venido a dar impulso a las sociedades
anónimas, al tráfico de efectos negociables de todo género, al agio; en
una palabra, a la lotería de la bolsa y a la moderna bancocracia.
Desde el momento mismo de nacer, los grandes bancos, adornados
con títulos nacionales, no fueron nunca más que sociedades de
especuladores privados que cooperaban con los gobiernos y que, gracias
a los privilegios que éstos les otorgaban, estaban en condiciones de
adelantarles dinero. Por eso, la acumulación de la deuda pública no tiene
barómetro más infalible que el alza progresiva de las acciones de estos
bancos, cuyo pleno desarrollo data de la fundación del Banco de
Inglaterra (en 1694). Este último comenzó prestando su dinero al
Gobierno a un 8 por 100 de interés; al mismo tiempo, quedaba
autorizado por el parlamento para acuñar dinero del mismo capital,
volviendo a prestarlo al público en forma de billetes de banco. Con estos
billetes podía descontar letras, abrir créditos sobre mercancías y comprar
metales preciosos. No transcurrió mucho tiempo antes de que este
mismo dinero fiduciario fabricado por él le sirviese de moneda para
saldar los empréstitos hechos al Estado y para pagar los intereses de la
deuda pública por cuenta de éste. No contento con dar con una mano
para recibir con la otra más de lo que daba, seguía siendo, a pesar de lo
que se embolsaba, acreedor perpetuo de la nación hasta el último
céntimo entregado. Poco a poco, fue convirtiéndose en depositario
insustituible de los tesoros metálicos del país y en centro de gravitación
de todo el crédito comercial. Por los años en que Inglaterra dejaba de
quemar brujas, comenzaba a colgar falsificadores de billetes de banco.
Las obras de aquellos años, por ejemplo, las de Bolingbroke[*] muestran
qué impresión producía a las gentes de la época la súbita aparición de
este monstruo de bancócratas, financieros, rentistas, corredores, agentes
y lobos de bolsa.
Con la deuda pública surgió un sistema internacional de crédito, detrás
del que se esconde con frecuencia, en tal o cual pueblo,
_______________________
[*] «Si los tártaros invadiesen hoy Europa, resultaría difícil hacerles
comprender lo que es entre nosotros un financiero» [Montesquieu. Esprit
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des loix («Espíritu de las leyes»), t. IV, p. 33, éd. Londres. 1769].
[pág. 144]
una de las fuentes de la acumulación originaria. Así, por ejemplo, las
infamias del sistema de rapiña seguido en Venecia constituyen una de
esas bases ocultas de la riqueza capitalista de Holanda, a quien la
Venecia decadente prestaba grandes sumas de dinero. Otro tanto
acontece entre Holanda e Inglaterra. Ya a comienzos del siglo XVIII, las
manufacturas holandesas se habían quedado muy atrás y Holanda había
perdido la supremacía comercial e industrial. Por eso, desde 1701 hasta
1776, uno de sus negocios principales consiste en prestar capitales
gigantescos, sobre todo a su poderoso competidor: a Inglaterra. Es lo
mismo que hoy ocurre entre Inglaterra y los Estados Unidos. Muchos de
los capitales que hoy comparecen en Norteamérica sin cédula de origen
son sangre infantil recién capitalizada en Inglaterra.
Como la deuda pública tiene que ser respaldada por los ingresos del
Estado, que han de cubrir los intereses y demás pagos anuales, el sistema
de los empréstitos públicos tenía que ser forzosamente el complemento
del moderno sistema tributario. Los empréstitos permiten a los gobiernos
hacer frente a gastos extraordinarios sin que el contribuyente se dé
cuenta de momento, pero provocan, a la larga, un recargo en los tributos.
A su vez, el recargo de impuestos que trae consigo la acumulación de las
deudas contraídas sucesivamente obliga al Gobierno a emitir nuevos
empréstitos, en cuanto se presentan nuevos gastos extraordinarios. El
sistema fiscal moderno, que gira todo él en torno a los impuestos sobre
los artículos de primera necesidad (y por tanto a su encarecimiento) lleva
en sí mismo, como se ve, el resorte propulsor de su progresión
automática. El excesivo gravamen impositivo no es un episodio pasajero,
sino más bien un principio. Por eso en Holanda, primer país en que se
puso en práctica este sistema, el gran patriota De Witt lo ensalza en sus
Máximas[32] como el mejor sistema imaginable para hacer al obrero
sumiso, frugal, aplicado y... agobiado de trabajo. Pero, aquí no nos
interesan tanto los efectos aniquiladores de este sistema en cuanto a la
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situación de los obreros asalariados como la expropiación violenta que
supone para el campesino, el artesano, en una palabra, para todos los
sectores de la pequeña clase media. Acerca de esto no hay discrepancia,
ni siquiera entre los economistas burgueses. Y a reforzar la eficacia
expropiadora de este mecanismo, por si aún fuese poca, contribuye el
sistema proteccionista, que es una de las piezas que lo integran.
La parte tan considerable que toca a la deuda pública y al sistema
fiscal correspondiente en la capitalización de la riqueza y en la
expropiación de las masas, ha hecho que multitud de autores, como
Cobbett, Doubleday y otros, busquen aquí, sin razón, la causa principal
de la miseria de los pueblos modernos.
[pág. 145]
«¿Para qué» —exclama Mirabeau— «ir a buscar tan lejos la causa del esplendor
manufacturero de Sajonia antes de la guerra de los Siete años?[33] ¡180 millones de
deuda pública!»[*].
El sistema colonial, la deuda pública, la montaña de impuestos, el
proteccionismo, las guerras comerciales, etc., todos estos vástagos del
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«Merece tal vez la pena» —dice este autor— «que el público se pare a pensar si una
manufactura cualquiera que, para poder trabajar prósperamente, necesita saquear
cotteges y asilos buscando los niños pobres para luego, haciendo desfilar a un tropel
tras otro, martirizarlos y robarles el descanso durante la mayor parte de la noche; una
manufactura que, además, mezcla y revuelve a montones de personas de ambos sexos,
de diversas edades e inclinaciones,
_______________________
[pág. 146]
en tal mezcolanza que el contagio del ejemplo tiene forzosamente que conducir a la
depravación y al libertinaje; si esta manufactura, decimos, puede enriquecer en algo la
suma del bienestar nacional e individual»[*] «En Derbyshire, Nottinghamshire y sobre
todo en Lancashire» —dice Fielden— «la maquinaria recién inventada fue empleada
en grandes fábricas, construidas junto a ríos capaces de mover la rueda hidráulica. En
estos centros, lejos de las ciudades, se necesitaron de pronto miles de brazos.
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Lancashire, sobre todo, que hasta entonces había sido relativamente poco poblado e
improductivo, atrajo hacia sí una enorme población. Se requisaban principalmente las
manos de dedos finos y ligeros. Inmediatamente se impuso la costumbre de traer
aprendices (!) de los diferentes asilos parroquiales de Londres, Birmingham y otros
sitios. Así fueron expedidos al Norte miles y miles de criaturitas impotentes, desde los
siete hasta los trece o los catorce años. Los patronos» (es decir, los ladrones de niños)
«solían vestir y dar de comer a sus víctimas, alojándolos en las «casas de aprendices»
cerca de la fábrica. Se nombraban vigilantes encargados de fiscalizar el trabajo de los
muchachos. Estos capataces de esclavos estaban interesados en que los aprendices se
matasen trabajando, pues su sueldo era proporcional a la cantidad de producto que a
los niños se les arrancaba. El efecto lógico de esto era una crueldad espantosa... En
muchos distritos fabriles, sobre todo en Lancashire, estas criaturas inocentes y
desgraciadas, consignadas al fabricante, eran sometidas a las más horribles torturas. Se
las mataba trabajando.... se las azotaba, se las cargaba de cadenas y se las atormentaba
con los más escogidos refinamientos de crueldad; en muchas fábricas, andaban
muertos de hambre y se les hacía trabajar a latigazos... En algunos casos, se les
impulsaba hasta al suicidio... Aquellos hermosos y románticos valles de Derbyshire,
Nottinghamshire y Lancashire, ocultos a las miradas de la publicidad, se convirtieron
en páramos infernales de tortura, y no pocas veces de matanza... Las ganancias de los
fabricantes eran enormes. Pero, ello no hacía más que afilar sus dientes de ogro. Se
implantó la práctica del trabajo nocturno, es decir, que después de tullir trabajando
durante todo el día a un grupo de obreros, se aprovechaba la noche para baldar a otro;
el grupo de día caía rendido sobre las camas calientes todavía de los cuerpos del grupo
de noche, y viceversa. En Lancashire, hay un dicho popular, según el cual las camas no
se enfrían nunca»[**].
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Con los progresos de la producción capitalista durante el período
manufacturero, la opinión pública de Europa perdió los últimos vestigios
de pudor y de conciencia que aún le quedaban. Los diversos países se
jactaban cínicamente de todas las infamias que podían servir de medios
de acumulación de capital. Basta leer, por ejemplo, los ingenuos Anales
del Comercio, del filisteo A. Anderson[34]. En ellos se proclama a los
cuatro vientos, como un triunfo de la sabiduría política de Inglaterra,
que, en la paz de Utrecht, este país arrancó a los españoles, por el tratado
de asiento[35], el privilegio de poder explotar también entre Africa y la
América española la trata de negros, que hasta entonces sólo podía
explotar entre Africa y las Indias Occidentales inglesas. Inglaterra
obtuvo el privilegio de suministrar a la América española, hasta 1743,
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4.800 negros al año. Este comercio servía, a la vez, de pabellón oficial
para cubrir el contrabando británico. Liverpool se engrandeció gracias al
comercio de esclavos. Este comercio era su método de acumulación
originaria. Y hasta hoy, la «respetable sociedad» de Liverpool sigue
siendo el Píndaro de la trata de esclavos que —véase la citada obra del
Dr. Aikin, publicada en 1795—, «exalta hasta la pasión el espíritu
comercial y emprendedor, produce famosos navegantes y arroja enormes
beneficios». En 1730, Liverpool dedicaba 15 barcos al comercio de
esclavos; en 1751 eran ya 53; en 1760, 74; en 1770, 96, y en 1792, 132.
Tantae molis erat[36] el dar suelta a las «leyes naturales y eternas»
del modo de producción capitalista, el consumar el proceso de divorcio
entre los obreros y las condiciones de trabajo, el transformar, en uno de
los polos, los medios sociales de producción y de vida en capital, y en el
polo contrario la masa del pueblo en obre
_______________________
[*] En 1790, en las Indias Occidentales inglesas había 10 esclavos por
cada hombre libre; en las Indias francesas, 14; en las holandesas, 23
[Henry Brougham. An Inquiry into the Colonial Policy of the
European Powers («Investigación de la política colonial de las
potencias europeas»), Edinburgh, 1803, v. II., p. 74].
[pág. 148]
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mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies
hasta la cabeza[***].
7. TENDENCIA HISTORICA
DE LA ACUMULACION CAPITALISTA
¿A qué se reduce la acumulación originaria del capital, es decir, su
génesis histórica? En tanto que no es la transformación directa del
esclavo y del siervo de la gleba en obrero asalariado,
_______________________
[*] La expresión «labouring poor» [pobre que trabaja] aparece en las
leyes inglesas desde el mismo instante en que adquiere notoriedad la
clase de los obreros asalariados. Los «labouring poor» se distinguen, de
una parte de los «idle poor» [pobre ocioso], de los mendigos, etc., y, de
otra parte de los obreros que todavía no han sido completamente
desplumados, ya que se hallan en propiedad de sus medios de trabajo.
De la ley, la expresión de «labouring poor» pasó a la Economía política,
desde Culpeper, J. Child, etc., hasta A. Smith y Eden. Júzguese, pues, de
la bonne foi [buena fe] del «execrable political cantmonger» [execrable
fariseo político] Edmund Burke, cuando dice que el término de
«labouring poor» no es más que «execrable political cant» [execrable
hipocresía política]. Este sicofante, que, a sueldo de la oligarquía
inglesa, se hizo pasar por romántico frente a la revolución francesa
exactamente lo mismo que antes, al estallar los disturbios de
Norteamérica, se había hecho pasar a sueldo de las colonias
norteamericanas por liberal frente a la oligarquía inglesa, no era más que
un burgués ordinario. «Las leyes del comercio son leyes de la naturaleza
y por consiguiente leyes de Dios» [E. Burke. Thoughts and Details on
Scarcity («Reflexiones y detalles de la escasez»), ed. London, 1800, pp.
31, 32]. ¡Nada tiene, pues, de extraño que él, fiel a las leyes de Dios y de
la naturaleza, se vendiese siempre al mejor postor! En las obras del rev.
Tucker —Tucker era cura y tory, pero fuera de esto, una persona decente
y un buen economista— encontramos una magnífica caracterización de
este Edmundo Burke, durante su época liberal. Dada la infame
versatilidad que hoy impera y que profesa el más devoto de los cultos a
«las leyes del comercio», no hay más remedio que sacar a la vergüenza
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pública a todos los Burkes, los cuales sólo se distinguen de sus
imitadores por una cosa: el talento.
[**] Marie Augier. Du Crédit Public («Del crédito público»).
[***] «El capital» (dice el Quarterly Reviewer) «huye de los tumultos y
las riñas y es tímido por naturaleza. Esto es verdad, pero no toda la
verdad. El capital tiene horror a la ausencia de ganancias o a la ganancia
demasiado pequeña, como la naturaleza al vacío. Conforme aumenta la
ganancia, el capital se envalentona. Asegúresele un 10 por 100 y acudirá
a donde sea; un 20 por 100, y se sentirá ya animado; con un 50 por 100,
positivamente temerario; al 100 por 100, es capaz de saltar por encima
de todas las leyes humanas; el 300 por 100, y no hay crimen a que no se
arriesgue, aunque arrostre el patíbulo. Si el tumulto y las riñas suponen
ganancia, allí estará el capital encizañándolas. Prueba: el contrabando y
el comercio de esclavos». (T. J. Dunning. TradeUnions, etc., pp. 35,
36).
[pág. 149]
o sea, un simple cambio de forma, la acumulación originaria significa
solamente la expropiación del productor directo, o lo que es lo mismo, la
destrucción de la propiedad privada basada en el trabajo propio.
La propiedad privada, por oposición a la social, colectiva, sólo existe
allí, donde los medios de trabajo y las condiciones externas de éste
pertenecen a particulares. Pero el carácter de la propiedad privada es
muy distinto, según que estos particulares sean los trabajadores o los que
no trabajan. Las infinitas modalidades que a primera vista presenta la
propiedad privada no hacen más que reflejar los estados intermedios
situados entre esos dos extremos.
La propiedad privada del trabajador sobre sus medios de producción
es la base de la pequeña producción y ésta es una condición necesaria
para el desarrollo de la producción social y de la libre individualidad del
propio trabajador. Cierto es que este modo de producción existe también
bajo la esclavitud, bajo la servidumbre de la gleba y en otras relaciones
de dependencia. Pero sólo florece, sólo despliega todas sus energías, sólo
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Este modo de producción supone el fraccionamiento de la tierra y de
los demás medios de producción. Excluye la concentración de éstos y
excluye también la cooperación, la división del trabajo dentro de los
mismos procesos de producción, el dominio y la regulación social de la
naturaleza, el libre desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad.
Sólo es compatible con unos límites estrechos y primitivos de la
producción y de la sociedad. Querer eternizarlo, equivaldría, como
acertadamente dice Pecqueur, a «decretar la mediocridad general»[37].
Pero, al llegar a un cierto grado de progreso, él mismo crea los medios
materiales para su destrucción. A partir de este momento, en el seno de
la sociedad se agitan fuerzas y pasiones que se sienten aherrojadas por
él. Hácese necesario destruirlo, y es destruido. Su destrucción, la
transformación de los medios de producción individuales y
desperdigados en medios socialmente concentrados de producción, y por
tanto de la propiedad minúscula de muchos en propiedad gigantesca de
unos pocos; la expropiación de la gran masa del pueblo, privándola de la
tierra y de los medios de vida e instrumentos de trabajo, esta horrible y
penosa expropiación de la masa del pueblo forma la prehistoria del
capital. Abarca toda una serie de métodos violentos, entre los cuales sólo
hemos pasado revista aquí a los que han hecho época como métodos de
acumulación originaria
[pág. 150]
del capital. La expropiación de los productores directos se lleva a cabo
con el más despiadado vandalismo y bajo el acicate de las pasiones más
infames, ruines, mezquinas y odiosas. La propiedad privada fruto del
propio esfuerzo y basada, por decirlo así, en la compenetración del
obrero individual e independiente con sus condiciones de trabajo, es
desplazada por la propiedad privada capitalista, que se basa en la
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explotación de la fuerza de trabajo ajena, aunque formalmente libre[*].
Esta expropiación se lleva a cabo por el juego de leyes inmanentes de
la propia producción capitalista, por la centralización de los capitales.
Un capitalista devora a muchos otros. Paralelamente a esta
centralización o expropiación de una multitud de capitalistas por unos
pocos, se desarrolla cada vez en mayor escala la forma cooperativa del
proceso del trabajo, se desarrolla la aplicación tecnológica consciente de
la ciencia, la metódica explotación de la tierra, la transformación de los
medios de trabajo en medios de trabajo que sólo pueden ser utilizados en
común, y la economía de todos los medios de producción, por ser
utilizados como medios de producción del trabajo combinado, del
trabajo social, el enlazamiento de todos los pueblos por la red del
mercado mundial y, como consecuencia de esto, el carácter internacional
del régimen capitalista. A la par con la disminución constante del
número de magnates del capital, que usurpan y monopolizan todas las
ventajas de este proceso de transformación, aumenta la masa de la
miseria, de la opresión, de la esclavitud, de la degradación y de la
explotación; pero aumenta también la indignación de la clase obrera, que
constantemente crece en número, se instruye, unifica y organiza por el
propio mecanismo del proceso capitalista de producción. El monopolio
del capital se convierte en traba del
_______________________
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[pág. 151]
modo de producción que ha florecido junto con él y bajo su amparo.
La centralización de los medios de producción y la socialización del
trabajo llegan a tal punto que se hacen incompatibles con su envoltura
capitalista. Esta se rompe. Le llega la hora a la propiedad privada
capitalista. Los expropiadores son expropiados.
El modo capitalista de apropiación que brota del modo capitalista de
producción, y, por tanto, la propiedad privada capitalista, es la primera
negación de la propiedad privada individual basada en el trabajo propio.
Pero la producción capitalista engendra, con la fuerza inexorable de un
proceso de la naturaleza, su propia negación. Es la negación de la
negación. Esta no restaura la propiedad privada, sino la propiedad
individual, basada en los progresos de la era capitalista: en la
cooperación y en la posesión colectiva de la tierra y de los medios de
producción creados por el propio trabajo.
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[*] «El progreso de la industria, del que la burguesía, incapaz de oponérsele, es
agente involuntario, sustituye el aislamiento de los obreros, resultante de la
competencia, por su unión revolucionaria mediante la asociación. Así, el desarrollo de
la gran industria socava bajo los pies de la burguesía las bases sobre que ésta produce
y se apropia lo producido. La burguesía produce, ante todo, sus propios sepultureros.
Su hundimiento y la victoria del proletariado son igualmente inevitables... De todas
las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el proletariado es una clase
verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y desaparecen con
el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto más
peculiar. Los estamentos medios —el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el
artesano, el campesino—, todos ellos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina
su existencia como tales estamentos medios. No son, pues, revolucionarios, sino
conservadores. Más todavía, son reaccionarios, ya que pretenden volver atrás la rueda
de la Historia» (C. Marx y F. Engels. Manifiesto del Partido Comunista. Londres,
1848, págs. 9, 11) [véase la presente edición, t. 1, págs. 122, 120].
NOTAS
[1] Aquí se entiende por revolución en el mercado mundial la brusca
decadencia desde fines del siglo XV del papel comercial de Génova,
Venecia y otras ciudades del Norte de Italia debida a los grandes
descubrimientos geográficos de la época: el descubrimiento de Cuba,
Haití, las islas Bahamas, el continente norteamericano, la vía marítima
de la India pasando por el extremo meridional de Africa y, finalmente, el
continente sudamericano. 104
[2] Trátase de la conquista de Inglaterra por el duque de Normandia,
Guillermo el Conquistador, en 1066, lo cual contribuyó a la afirmación
del feudalismo en Inglaterra. 105
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La consecuencia religiosa de la Reforma en los países en que ésta triunfó
consistió en la formación de varias iglesias llamadas protestantes (en
Inglaterra, Escocia, los Países Bajos, una parte de Alemania y los países
escandinavos). 109
[5] «Pauper ubique jacet» (los pobres son desheredados en todas
partes), palabras de Los Fastos de Ovidio, libro primero, verso 218.
109
[6] La restauración de los Estuardos es el período del segundo
reinado de la dinastía de los Estuardos en Inglaterra (16601689),
derrocados por la revolución burguesa inglesa del siglo XVII. 111
[7] Por lo visto, se trata del decreto sobre los campesinos fugitivos
promulgado en 1597, durante el reinado de Fiódor Ivánovich, cuando el
auténtico gobernante de Rusia era Borís Godunov. De acuerdo con ese
decreto, los campesinos que habían huido del yugo insoportable de los
terratenientes se perseguían durante cinco años para ser devueltos por la
fuerza a sus amos. 111
[8] Se dio el nombre de «Revolución gloriosa» en la historiografía
burguesa inglesa al golpe de Estado de 1688, con el que se derrocó la
dinastía de los Estuardos y se instauró (1689) la monarquía
constitucional de Guillermo de Orange, régimen de compromiso entre la
aristocracia propietaria de tierras y la gran burguesía. 111
[9] Alusión a la ley agraria de los tribunos de la plebe de Roma
Licinio y Sextio adoptada en el año 367 a. de n. e., que prohibía a los
ciudadanos romanos poseer más de 500 yugadas (alrededor de 125
hectáreas) de tierra pertenecientes al Estado. 115
[10] Bajo el régimen de los clanes de Escocia se denominaban
taskmen los decanos subordinados directamente al jefe del clan, al laird
(«gran hombre»). El laird dejaba al cuidado de los taskmen el tak («la
tierra»), que era propiedad de todo el clan, y como reconocimiento del
poder del laird se le pagaba a éste cierto tributo. Los taksmen, a su vez,
distribuían las tierras entre sus vasallos. Con la desintegración del
sistema de los clanes, el laird se convierte en landlord (terrateniente), y
los taksmen se transforman, en realidad, en farmers capitalistas. Al
mismo tiempo, el anterior tributo cede lugar a la renta del suelo. 117
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[11] Trátase de la insurrección de los partidarios de los Estuardos en
17451746, que exigían el trono británico para Carlos Eduardo, el
llamado «joven pretendiente». La insurrección reflejaba, a la vez, la
protesta de las masas populares de Escocia y de Inglaterra contra la
explotación terrateniente y la expulsión masiva de los campesinos de sus
tierras. Después del aplastamiento de la insurrección por las tropas
regulares de Inglaterra, comenzó a desintegrarse intensamente el sistema
de clanes en la parte montañosa de Escocia, y la expulsión de los
campesinos de sus tierras adquirió un carácter todavía más enérgico.
118
[12] Los gaeles constituyen la población aborigen de las comarcas
montañosas del Norte y del Oeste de Escocia, son descendientes de los
antiguos celtas. 118
[13] La guerra civil de Norteamérica (18611865) se libró entre los
Estados industriales del Norte y los sublevados Estados esclavistas del
Sur. La clase obrera se Inglaterra se opuso a la política de la burguesía
nacional, que apoyaba a los plantadores esclavistas, e impidió con su
acción la intervención de Inglaterra en esa contienda. 119
El New York Daily Tribune («Tribuna Diaria de Nueva York») era un periódico
burgués norteamericano progresista que se publicó de 1841 a 1924. De agosto de 1851
a marzo de 1862 colaboraron en el diario Marx y Engels. 119
[16] La Sociedad de las Artes («Society of Arts»), sociedad
filantrópica ilustrativa burguesa, fue fundada en 1754, en Londres. El
mencionado informe fue leído por John Chalmers Morton, hijo de John
Morton. 121
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24/1/2015 Marx (1867): EL CAPITAL, Cap. XXIV: "La llamada acumulación originaria".
[17] The Economist («El Economista»), revista semanal inglesa sobre
problemas de economía y política, órgano de la gran burguesía
industrial, se publica en Londres desde 1843. 121
[18] Petty Sessions (pequeñas sesiones), reuniones de los tribunales de
paz de Inglaterra, encargados de examinar los asuntos de pequeña
importancia, observándose un proceso simplificado. 125
[19] A. Smith. An Inquiry into the Nature and Causes of the
Wealth of Nations («Investigación acerca de la naturaleza y las causas
de la riqueza de las naciones»). Vol. I, Edinburgh, 1814, p. 237. 126
[22] El partido de los tories, partido político inglés fundado a fines del
año 70 y comienzos de los 80 del siglo XVII, expresaba los intereses de
la aristocracia terrateniente y el alto clero. A mediados del siglo XIX,
sobre la base del partido de los tories, fue fundado el Partido
Conservador, que, a veces, también se llama «tory». 129
[23] Las leyes contra las «conspiraciones» rigieron en Inglaterra ya en
la Edad Media. En virtud de las mismas se perseguían las organizaciones
y la lucha de clase de los obreros, tanto antes de su adopción (véase la
nota 79), como después de su abolición. 129
[24] Trátase del Gobierno de la dictadura jacobina de Francia entre
junio de 1793 y junio de 1794. 130
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24/1/2015 Marx (1867): EL CAPITAL, Cap. XXIV: "La llamada acumulación originaria".
[26] J. Steuart. An Inquiry into the Principles of Political
Oeconomy («Investigación de los principios de la Economía política»).
Vol. I, Dublin, 1770, First book, Ch. XVI. 134
[27] Los Países Bajos (el territorio de las actuales Bélgica y Holanda)
se separaron de España después de la revolución burguesa de 1566
1609; en la revolución se conjugaban la lucha de la burguesía y las
masas populares contra el feudalismo con la guerra de liberación
nacional contra la dominación española. En 1609, tras varias derrotas,
España se vio forzada a reconocer la independencia de la república
burguesa de Holanda. El territorio de la actual Bélgica permaneció en
manos de España hasta 1714. 139
[28] Trátase de las guerras de Inglaterra contra Francia en el período
de la revolución burguesa francesa de fines del siglo XVIII. Durante
estas contiendas, el Gobierno inglés estableció en su país un brutal
régimen de terror contra las masas trabajadoras. En particular, en dicho
período fueron aplastadas varias sublevaciones populares y se adoptaron
leyes que prohibían las uniones obreras. 139
[29] Las guerras del opio eran guerras de conquista contra China que
sostuvo Inglaterra sola en los años de 1839 a 1842 y en compañía de
Francia en los años de 18561858 y 1860. Sirvieron de pretexto para la
primera guerra las medidas de las autoridades chinas para combatir el
comercio de contrabando de opio organizado por los ingleses. 139
[30] La Compañía de las Indias Orientales era una compañía inglesa
de comercio (16001858), instrumento de la política saqueadora colonial
de Gran Bretaña en la India, China y otros países de Asia. Durante
mucho tiempo poseía el monopolio del comercio con la India, le
pertenecían igualmente las principales funciones de gobierno en ese
último país. La insurrección de liberación nacional de 18571859 en la
India obligó a Gran Bretaña a cambiar las formas de dominación
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24/1/2015 Marx (1867): EL CAPITAL, Cap. XXIV: "La llamada acumulación originaria".
colonial y a liquidar la Compañía de las Indias Orientales. 140
[31] Marx cita el trabajo de Gülich Geschichtliche Dartsellung des
Handels, der Gewerbe und des Ackerbaus der bedeutendsten
handeltreibenden Staaten unsrer Zeit («Descripción histórica del
comercio, la industria y la agricultura de los principales Estados
comerciales de nuestra época»). Bd. I, Jena, 1830, S. 371. 142
[32] Por lo visto, Marx se refiere aquí a la edición inglesa del libro
Aanwysing der heilsame politike Gronden en Maximen van de
Republike van Holland en WestFriesland («Indicación de los más
importantes principios y máximas de la República de Holanda y de
Frisia Occidental»), atribuido a Jan de Witt y publicado por vez primera
en Leyden en 1622. Como se ha establecido, a excepción de dos
capítulos escritos por Jan de Witt, el autor del libro era Pieter von der
Hore (Pieter de la Court), economista y empresario holandés. 144
[33] La guerra de los Siete años (17561763) estalló en Europa debido
a las veleidades expansionistas de las potencias absolutistas feudales y la
rivalidad colonial de Francia e Inglaterra. Como resultado de la
conflagración, Francia tuvo que ceder a Inglaterra sus mayores colonias
(el Canadá, las posesiones en las Indias Orientales, etc.); Prusia, Austria
y Sajonia conservaron sus fronteras anteriores a la guerra. 145
[36] «Tantae molis erat» (costó tantos trabajos), expresión del poema
de Virgilio, Eneida, libro primero, verso 33. 147
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24/1/2015 Marx (1867): EL CAPITAL, Cap. XXIV: "La llamada acumulación originaria".
Escrito: por C. Marx.
Publicado por vez primera: en el libro: K. Marx. Das Kapital.
Kritik der politischen Oekonomie. Erster Band, Hamburg, 1867.
Versión al castellano: Instituto del MarxismoLeninismo & Editorial
Progreso, Moscú. Traducido del alemán.
Digitalización: Ediciones Bandera Roja.
Fuente: C. Marx & F. Engels, Obras Escogidas (en tres tomos),
tomo II, Editorial Progreso, Moscú, 1974.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 2002.
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