Monsiváis 1981 La Cultura de La Frontera
Monsiváis 1981 La Cultura de La Frontera
Monsiváis 1981 La Cultura de La Frontera
F-FRONTERIZOS
Reunión d. Universidad.s d" Méri.o
y Esfados Unidos
(PONEf\CrA,S Y COMENT-rARtOS)
@
ANUIES
PnrsrNr.rcróN XIII
INrno»uccróN xv
TBue I
Tru¿. II
TsrvrA. III
PRODUCCTON Y DESARROLLO DE LA INDUSTRIA FRON.
TERIZA t2t
Ponente: Calvin P. Blatr (Estados Unidos de América) . . . . . ' tzt
Comentarista: Edward l.IYilliams (Estados Unidos de América) t39
Ponente: tosé Luis Fernández Santiesteban (México) t47
Comentarista: Felipe Mora Arellarw (México) .... 163
xu . Conlenido
T'rue IV:
INTERCAMBIOS ECONOMICOS : TURISMO. EXPORTACION
YFTNANZAS.... t69
Ponente: Adalberto García Rocha (México) t69
Comentarista: Mario M. Carrillo Huerta (México) 181
Ponente: lerry R. Ladman y Michael K. Dulfy (Estados Uni-
dos de América) 18s
Comentarista; Norris C. Clement (Estados Unidos de América) 207
TBrvr¿. V:
LA MIGRACION COMO UN EENOMENO SOCIG.POLITICO 21,5
Ponente: Francisco Atba (Méxrco) . . 215
Co,meotarista: J esús Arroyo Alejandre (México) 23t
Ponente: Vernan M. Briggs "Ir. (Estados Unidos de América) 239
Comentarista: David S. North (Estados Unidos de América) 2s9
TBrvr¡, VI:
¿EXTSTE UNA CULTURA ERONTERIZA? . 265
Ponente: Staruley L. Robe (Estados Uaidos de América) . . . 265
Comentarista: Iacinto Quirarte (Estados Unidos de América) 283
Ponente: Cmlos Mor¡siváis (México) 289
LA CULTURA DE I.A FRONTERA
CeB¿os MoxsrvÁs
Universidod Naciorul Autórwma de México
A Joncs BusreueNre
t9
290 a Cultura de la Frontera
siglo xx, etc. También, ha sido una cesión interesada del poder central
de México: la idea de zona libre en el sentido económico, social e incluso
moral, ha sido fértilmente aprovechada en pro de ese mapífico eufemis-
mo de la descolonización, la "captación de divisas". Tijuana, el caso
límite, ha sido experimento de convivencia: México se desprendió del
buen nombre de una parte del territorio a cambio de dólares (el historiador
Rubén Yizcaíno irontza al referirse al papel de las prostitutas mexicanas
durante la segunda guerra mundial: "De alguna manera debíamos co-
laborar con los aliados"). "En la frontera ---dice el investigador José
Luis Orozco- nunca hubo cabida para un proyecto nacionalista." No lo
podía haber, se arriesgaba demasiado, sin perspectivas. Sin embargo, a
pesar del shock del futuro representado por la contigüidad del mito
y la realidad del american way of life, no sorprende, a lo largo de la
frontera mexicana, la persistencia de diversos sectores vinculados en una
forma u otra a un proyecto de nacionalidad, de mexicanidad como forma
de vida y/o comportamiento ideológico. Desde la perspectiva oficial, esto
suele reducirse al ejercicio de la Iracundia Nacionalista (retórica o con-
veniencia). Para la clase en el poder, la mexícanidad ya es, en 1o funda-
mental, un estorbo, la exigencia molesta que debe dar paso a la formación
de los hijos en el extranjero, a la reproducción fiel de las pautas de
conducta estadounidense. En otro sector (alianza de grupos de clase media
y clases populares) el proyecto de mexicanidad se traduce en una nega-
tiva real, así sea difusa o imprecisa, no tanto a la "norteamericanización"
de las costumbres como a la final sensación de pérdida cultural (ausen-
cia de cánones y referencias) que entraña el desconocimiento de la tra-
dición. Así no es difícil definir un término tan esquivo y múltiple como
"mexicanidad". Si se le ve como sistema antimperialista de defensas
económicas, políticas o sociales, la "mexicanidad" por ejemplo, se tradu-
ciría en la protesta contra la salinidad del río Colorado, en la lucha
por la adecuada legislación de las maquiladoras o, a escala nacional, en la
lucha por una política racional de energéticos.
Ante el fenómeno, la cultura oficial (esa suma de disposiciones buro-
cráticas, timideces en la evocación de e{emérides o voz áspera al condenar
a virreyes o huertistas) se contenta con exhibir sus consignas recurrentes:
la "preservación de Ia idiosincracia",la "conservación de las esencias", la
"protección de nuestras raíces". Lo típico, antes del triunfal desconcierto
de Ia riqueza petrolera, fue enarbolar un chovinismo pintoresco capita-
lizable de inmediato. En una frontera devastada por las formas de vida
y, lo más importante, por los métodos de explotación de un orden eco'
nómico imperial, el nacionalismo cultural se eleva como aspiración septem-
brina, itinerario de un día festivo. A una presencia mundial avasalladora, a
la sacralización del consumo, se le oponen periódicamente categorías
impracticables o inasibles de la nacionalidad. ¿Cuáles sorl "nuestras esen-
cias"? ¿En qué consiste "nuestra idiosincracia"? ¿Cómo se ejemplifican
Estudios Fronterizos 293
Turismo ), Modernidad
blema para las mujeres ya no es venéreo: a yeces pueden trabajar sólo dos
años, pierden la vista, contraen tuberculosis, etc.) y ya es claro el papel
central de los indocumentados que representan el fracaso de los planes de
desarrollo industrial y la imposibilidad de la utópica "política de pleno
empleo". Por otra parte, el desarrollo pero finalmente
vigoroso- del movimiento chicano (Aztlan -contradictorio
es México) revive en la
frontera mexicana los principios más ostensibles del orgullo nacional
que son también conciencia de clase. Los chicanos no sóIo reivindican la
mexicanidad y se recuerda al Tratado Guadalupe Hidalgo sino que se insis-
te: los mexicanos somos "esclavos internos" de los norteamericanos, hemos
creado la riqueza para ellos, hemos luchado sus guerras (EE.UU., dijo
un líder chicano, es territorio ocupado por los gringos). A la frontera
llegan también los ecos del 68 en Ia ciudad de México y de modo ire-
gular, el crecimiento de los centros de enseñanza va obligando a una
toma de conciencia que quiere alejarse de los discursos y promociones
de la cultura oficial.
Con ser importante, ciertamente el problema del idioma es crucial
en la frontera mexicana. El uso sectorial del espanglish no es allí rnás
agudo que en determinadas zonas de la ciudad de México, pero la desna-
cionalización cultural es más notoria en Tijuana que en Ciudad Satélite.
El proceso desnacionalizador de la frontera se aprovecha de la debilidad
de sus aprovisionamientos culturales, por el hecho de que la tradición allí
concentrada (religiosa, de costumbres regionales, etc.) está al servicio
de indefensiones y resignaciones. La desnacionaltzaaín en México parte de
la faerza de los medios masivos en la divulgación e interpretación de la
nacionalidad y el habla mexicana. La televisión, la radio, la industria
del disco, el cine, los comics, las revistas de crímenes duplican o centu-
plican su influjo en ciudades y pueblos donde la ausencia de librerías y
bibliotecas, es sólo una de tantas señales; en ciudades donde cunden las
academias de belleza y taquigrafía como métodos ilusorios del control
de las jovencitas y en donde la mayoía de la gente que aquí radica
venía de paso: "Yo no pensaba quedarme, sólo que..." Desde un punto
de vista de la alta cultura, no hay ofertas en las ciudades fronterizas y es
exigua la capacidad de usar las ofertas correspondientes de Estados
Unidos.
¿Qué sucede con esa famosa "mentalidad de frontera" ligada a em-
presas de conquista y expansión? Hoy, la f¡ontera mexicana es un inte-
rregno, el espacio de los yankees y los body shops, las academias y los
deshuesaderos de automóviles. En Tijuana, por ejemplo, el millón cien
mil habitantes improvisan a diario una ciudad distinta, en donde la recom-
posición del trabajo es fundamental: Ias mujeres, al emplearse en las
maquiladoras reconstituyen estructuras del trabajo y de la familia. Todo,
en medio de un estallido demogriá,fico, con incrementos que van del 47 por
ciento al 100 por ciento y con problemas (catastróficos) de agua, alimen-
Estudios Fronterizos a 297
La ldentidad Posible
La región fronteriza crece rápidamente en medio de ios problemas
flagrantes de México: pobreza, desempleo, subempleo altísimo, vivienda,
educación, sistemas de agua potable, drenaje. En materia educativa, por
ejemplo, se va del más extremo analfabetismo (20 por ciento) a la élite
de la enseñanza superior (1.8 por ciento) y los diez o doce millones de la
zona fronteriza se rcparten en un promedio de seis personas por vivienda.
Numéricamente, dominan los inmigrantes (la mitad de la población en
Tijuana y el 34 por ciento en Mexicali). Gracias a ellos, a su fallida y
patética "fiebre de oro" (el empleo en Estados Unidos), las ciudades
se extienden y conquistan terregales y csrros, con esa anarquía dispara-
tada que es vida y muerte de las poblaciones mexicanas, como derivando
apoyo de la premura con que brotan casas de lodo o l6s s¿ssg
-sn
privilegiados- con que la arquitectura "californiana" o "provenzal" esta-
blece su desvaído mimetismo. Sin molestarse por la perspectiva urbana, la
frontera crece, admite cualquier variante, propicia cualquier copia, prego-
na desde su aspecto el daño que causan las murrnuraciones de los vecinos.
Desde los cerros, miles de "pollos" (los carentes de documentos, los wel
backs, los espaldas mojadas) confluyen hacia cualquier cosa que alivie
el desempleo.
La fronte¡a mexicana se va haciendo por acumulación. De Sinaloa y
Jalisco y Sonora y Oaxaca y Michoacán y Zacatecas y Durango llegan
inmigrantes a quienes unifican las reglas del juego: la influencia del prag-
matismo norteamericano, la concepción de Ia ciudadanía como negocio, la
tesis implícita de que el comercio no sólo construye la nacionalidad,
es la nacionalidad. Si la influencia de Estados Unidos es universal, en la
frontera se multiplica: es la mitología y la realidad de la producción
en serie, la sacralización de la tecnología. De este contacto diario con el
norteamericano, aprende el hombre de la frontera cuya disposicióur tran-
sita del desafío chovinista al regodeo con el "complejo de inferioridad",
a la impotencia que deriva de saberse subdesarrollado.
300 o Cultura de la Frontera
IJn nuevo fenómeno dsl norte y del noroeste del país: los grupos juve-
niles llamados cholos, palabra de origen enigmático que algunos derivan
de show /ow (muéstrate lento). Los cholos son, para la policía, una
plaga perseguible y sujeta a frecuentes e inmisericordes razzias, persecu-
ciones que en vez de extinguirlos les han dado el aura prestigiosa de la
clandestinidad.
Hay cholos en Tijuana, Mexicali, Culiacán y Ciudad Juárez. El origen
es inequívoco: Ia imitación de los cholos californianos, de esta prolon-
Esludios Fronterizos a 301
que burguesía y pequeña burguesía (y capas cada vez más anrplias de las
clases medias) entienden y practican como modernidad.
Allí radica en última instancia el lado cultural de la "norteamerica-
nización" de México. El país no ha perdidc ni se ha desecho de sus raíces
tradicionalistas, pero el criterio dominante identifica lriorteamérica con
modemidad y por Norteamérica se entiende no sólo ei católogo de adelan-
tos tecnológicos y conquistas culturales, sino el sistema de valores de una
sociedad capitalista desarroliada. Se necesitó en un Papa-
-corcentrado
todo el poder de Ia Iglesia (transmutado y moldeario y acarreado por los
medios masivos) para que la tradición volviese a la calle, en donde la
arrinconaron no tanto las exigencias de un Estado laico como la sensación
impalpable y poderosa que identifica tradición mexicana con anacronismo.
Corolario: Si soy mexicano a la antigua, ¿cómo pertenecer a los finales
del siglo lo?
Sentimientos encontrados: en los sectores iiustrados de lv{éxico, la
resistencia a los Estados Unidos (al inaperialismo y a la vulgaridad del
american wry of ltfe) se rnezcla con una admiración creciente, por logros
Iiterarios, artísticos, científicos. En las mayorías, un nacionalismo soste-
nido desde arriba con discursos y desde abajo con la falta de alternativas,
constituye unos años el rnu¡o de contención a la vasta ofensiva ideológica.
El gobierno mexica:ro desde Ia segunda guerra munciial, descarta ai
nacionalismo como impulso extremo, pero 1o mantiene en reserva tácti-
camente: Franklin Roosevelt pretende instalar bases norteamericanas en
Baja Califorria; las manifestaciones de protesta le permiten decir al presi-
dente Avila Cauracho: "el pueblo mexicano se opone".
El gobierno norteamericano quiere hacer pasar la manipulación de los
braceros como prueba de su generosidad y vasta paciencia ante el wetback
danger. En la imaginación popular, el bracero se vuelve el pocho, el
descastado, una entidad casi siempre ridícula que habla maI ambos idio-
mas y que nunca podrá acceder a ambas respetabiiidades. Al ocurrir a
principios de los cuarentas la violenta persecución a los pachucos en Cali-
fornia (tazzias, golpizas, intentos de linchamiento, procesos jurídicos
amañados, etc.), casi nadie se da por enterado en México. Un grupo de
estudiantes del D. F. irrumpe a la fuerza en la embajada norteamericana
para protestar. Fero esta respuesta límite es excepcional. Lo común es Ia
indiferencia ante los descastados, a quienes metáfs¡¿ ¡s¡¿l- ss
les acusa de canjear su patria por un plato de-en lentejas.
De modo correlativo, los no[tearnericanos inician blietzkriegs de pe-
netración ideológica y policial que van de ia campaña de la fiebre aftosa
a la Operación lotercepción por un lado y otro, elaboran y difunden el
anticomunismo que, producto de la guerra fría, se le ofrece a los mexi-
canos como barrera de la moral católica ante la disolución de las costum-
bres. Conviene recordarlo: el anticomunismo se infiltra en Méxieo masi-
vamente no como defensa del capitalismo o de la propiedad privada, sino
308 a Cultura de la Fronteru
La "Pérdida de la ldentidad"