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Cronistas de Indias

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CRONISTAS DE INDIAS.

ANTIGUOS Y MODERNOS

Mercedes Serna Arnai z

INTRODUCCIÓN

Frente a la concepción historiográfica de nuestro tiempo, al estudiar a los antiguos


y a los renacentistas nos hallamos en la prehistoria de la historiografía. En la
época del t'l,nacimienlo, como explica Víctor FrankJ I , el pensamiento histórico estaba
fuertemente ligado a las concepciones legendarias del pasado. La verdad histórica
tenía mucho que ver con el recuerdo, con la evocación, con una realidad espiritual
oculta a los ojos de los hombres vulgares pero accesible a los dotados de una
visión poética. La historiografía, por tanto, se nutre de leyendas antiquísimas, de
profecías, de la tradición bíblica o del pensamiento platónico. Un ejemplo lo
hallamos en la obra historiográfica de Alfonso X el Sabio. Sus fuentes recogen
desde la mitología, pasando por los viajeros y geógrafos de la antigüedad, Pompeyo,
Ptolomeo 2 , los historiadores latinos, Ovidio, Lucano, la Biblia, hasta liegar a los
cantares de gesta. Se funden pasado y presente, lo maravilloso y lo cotidiano, lo
real y lo irreal.

En el pensamiento medieval, toda ciencia es una ciencia moral., toda historia es


historia moral y toda sabiduría es suma de los saberes dispersos. Si la historia es
la historia moral, el libro debe guardar las ideas que harán que una sociedad
mantenga el orden debido. El saber es ortodoxo y está basado en el orden social.
Así, como señala José Antonio MaravalP, en la edad medieval no se es sabio por
traer cosas nuevas sino por acumular lo ya sabido. La tarea intelectual es, pues, la
de copiar, coleccionar la suma de conocimientos posibles, acabados, delimitados,
definitivos, para alcanzar al sabio antiguo.

La edad media estaba ligada a los antiguos. Fue discípula incondicional de los
paganos por diversas causas, entre otras, porque necesitaba modelos, por la
búsqueda de raíces y porque de ellos, fundamentalmente, venía la cultura. Los
paganos son los padres de la cultura y por tanto debían guardar en sí la verdadera
fe revelada. Ellos eran los transmisores de la verdad . La historiografía une lo
sagrado y 10 profano, lo histórico y lo probable.

BIRA 27 (Lima): 371-392 (2000)

l.
CRONISl AS DE [l'iDIAS A\iTiGUOS y tl1 0DERNOS


A todo ello hay que agregar la concepción medieval de la historia como el desarrollo
del propósito divino, lo que colocaría a la historia sagrada en el centro del
pensamiento historiográfico. Todos los cronistas, sin excepción, parten de la idea
de la prefiguración del Nuevo Mundo y del providencialismo en la hisLOria,
siguiendo el ejemplo de los primeros cristianos con respecto a los paganos 4 • Los
clásicos son la máxima autoridad en filosofía natural y a ellos hay que acudir. De
todo ello se infiere la tesis de Edmundo O'Gonnan 5 de que América "antes de ser
una realidad fue una prefiguración fabulosa de la cultura europea". La verdad
histórica y la evocación poética (lírica, creativa) se dan la mano.

La imagen de América, la concepción del Nuevo Mundo, va a depender, entre


otros muchos factores, de la interpretación que los primeros cronistas hacen de
los textos clásicos. La percepción de América se basa en la adopción de antiguos
mitos de origen clásico, asiático, medieval; también de los mitos precolombinos o
indígenas. Entre las fuentes destacan, asimismo, los libros hagiográficos o los
sucesos prodigiosos transmitidos por la tradición oral.

Los cronistas del Nuevo Mundo se sirvieron de textos clásicos para encontrar
referentes directos que explicaran el descubrimiento. Apoyándose en el concepto
de auctoritas de los escritores grecolatinos, así como en la Biblia y la Patrística
pagana y cristiana, buscaron confinnación del nuevo suceso, confundiendo las
fronteras entre realidad e imaginación. Además, la génesis de las crónicas radica,
esencialmente, en un proceso de reescritura en que cada cronista se apropia, sin
ningún tipo de pudor de otras crónicas (no existía en la época el concepto de
originalidad), resultando de estas intertextualidades una serie de temas recurrentes
o lugares comunes.

Las regiones míticas de Tarsis, Ofir, Saba, junto con las asiáticas de Catay, Manghi
y Cipango, son los puntos de referencia de Colón. Estas regiones están tomadas
de las concepciones cosmográficas de la antigüedad, de las obras de Ptolomeo,
Marino de Tiro, Aristóteles, Posidonio y de las Sagradas Escrituras. La relación
que hace Colón de La Española con Cipango se complementa con la identificación
de una región de la misma isla con las míticas Tarsis y Ofir. Pedro Mártir señala, en
su primera Décadd', que Colón le contó que había encontrado la isla de Ofir, que
hennanaba con La Española 7 . Las Casas confirma esta identificación de Colón del
primer viaje citando una carta de Colón a los reyes en la que "aquella isla de Ophir
o Monte de Sopora (adonde iba Salomón) dice aquí el Almirante ser aquesta isla
Española que ya tenían sus Altezas". Colón relaciona incluso una isla del Carihe
(posiblemente la isla de Jamaica, según Manzano) con el reino de Saba.

372
/y]erceaes Sana Amaiz

Gonzalo fernández de OvieJo traspone todos los milos antiguos al Nuevo iVfundo
pues pretende continuar la Historia natural de Plinio. Cortés en sus Cartas de
relación, se mide con los héroes de la miLOlogía clásica para engrandecer su
propia figura. Fray Toubio M otoli nía, en su Historia de los indias de Nueva
ESPQlla, llama a i\/Iéxico la Roma del Nuevo Continente y equipara el poder que
ejerce la lengua de sus habitantes respecto a las restantes comarcas con el poder
del latín con relación al resto de lenguas. Cervames de Salazar, Cról1ica de Nueva
Espaiia, también coteja la lengua mexicana con la latina. El Inca Garcilaso de la
Vega, en el "Proemio al lector" de sus Comentarios reales, compara la ciudad del
Cuzco con "la Roma en aquel Imperio" y las fábulas incas con las de los clásicos,

Corno explica 1 A. Marava1l 8 , los cronistas, en general, siguen los pasos que
distinguieron al humanista frente a la antigüedad: remedarlos, reproduciendo lo
hecho por :u~ dntiguos; imitarlos, siguiendo su ejemplo; asimilarlos y superarlos
"cuando la posesión de todos sus medios y de una mayor experiencia dé lugar a
que siendo tanto como los antiguos se logre ser más que cualquiera de ellos".

Simón Valcárcel resume que en esta querella de antiguos frente a modernos, "los
cronistas españoles rompieron en mil pedazos la reverenda imagen de la antigüedad
que los humanistas habían construido"9 porque poseían la convicción de que el
descublimiento y colonización de América era una hazaña que superaba con creces
todas las realizadas por los antiguos, No obstante, el sentimiento de superioridad
de los cronistas se revela en temas muy específicos y que tienen que ver con los
avances "científicos", imposibles de refutar ni de soslayar ya en ese momento
histórico. Así, todos los cronistas (pues parten del plagio) refutan las teorías de
los antiguos en cuestiones ya demostradas como la esfericidad de la tiena, la
inexistencia de antípodas, la inhabitabilidad de los trópicos, etc. Es decir, que los
españoles asumen el papel de griegos y romanos y los superan en sus
circunstancias, explica Maravall, "en e! orden de! imperio político, en el dd saber
que ha traído el descubrimiento del mundo y en el del dominio de mares y tierras".
Tal actitud, al mismo tiempo, les sirve a los españoles para encumbrarse a sí mismos
como héroes y realzar el valor personal (honor, fama, prebendas).

Simón Valcárcel encuadra las crónicas de Indias entre la crónica medieval castellana,
nacionalista y providencialista, y el texto historiográfico humanista, El concepto
historiográfico medieval no se despega de la idea providencialista, del imperialismo
y nacionalismo, del regreso constante al pasado como modelo de virtud insuperable,
La concepción historiográfica del humanismo se caracteriza por el cuidado por la
fonna, es decir, la relación indisoluble entre historia y retórica, y una actitud hacia

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CRONISTAS DE INDIAS. ANTIGUOS Y 1\1ODERNOS

el pasado que ya no es /de imitación sino de revisión para un mejor presente. Es


decir que hay una rellexión crítica sobre el pasado con relación al presente. Por
otro lado, se entiende que un hecho tiene distintas versiones, de las cuales ninguna
es enteramente verdadera sino que todas poseen parte de la verdad. Ningún
escritor de Indias se sustrajo a los criterios de la historiografía medieval. Los más
modernos, Francisco López de Gómara, José de Acosta o el Inca Garcilaso de la
Vega, consiguieron integrar algunos elementos humanistas, pero todos obedecen
a una serie de dictados historiográficos de cOl1e medievalista. No obstante, dicho
al revés, hasta los cronistas de Indias que no tuvieron una educación humanista,
no accedieron a los studia humanitatis, incorporaron a sus textos algunas de las
nociones historiográficas del humanismo.

Las crónicas se apoyan en la idea de que la historia es historia moral (siguiendo el


pensamiento medieval-cuyo modelo es la Biblia-, que entiende que la realidad es
alegórica y que toda ella es expresión de una realidad moral). Las crónicas se
escriben por muchos motivos, no siempre elevados, pero en general persiguen el
objetivo de recordar los hechos notables y la perpetuación de la fama. En el
renacimiento cobran importancia, junto a Horacio, autores que no habían sido
valorados en la edad media, como Cicerón. Éste es pilar indiscutible sobre el que
se apoyan todos los humanistas y no s610 10 toman como historiador sino como
teórico de la historia. Para Cicer6n, la historia es el recuerdo de los grandes
hechos. Hay una responsabilidad moral en el historiador que concibe la historia
como la maestra de la vida. Como afirma Baltasar de Castiglione, en el Cortesano,
el fin más elevado que se pueden proponer las letras es el de conservar el recuerdo
de los héroes del pasado y transmitirlo. Gonzalo Fernández de Oviedo es un
moralista que entiende que la función de la historia es la de servir de exemplum a
los lectores. Cieza de León piensa que la historia consiste en escribir las cosas
memorables, "verdades y cosas de importancia, provechosas, muy gustosas".
Concibe la historia, por tanto, como una lección moral. Hernán Cortés o el Inca
Garcilaso juzgan que la historia es instrumento para rescatar los hechos pasados
dignos de recuerdo. La historia, señalaba Juan Luis Vives, no debe perpetuar las
infamias, por tanto, es parcial y omitirá los hechos que no sean decorosos. Para
José de Acosta la historia es un relato verídico que muestra los hechos del pasado
con fines pedagógicos, esto es, enseñar a los lectores a que aborrezcan las malas
acciones e imiten las buenas obras de los antepasados. Es decir, que el pasado es
una lección para el presente. Como indica Valcárcel:

"La pretensión de que la obra historiográfica cumpla un papel educativo


es un tópico compartido por la mayoría de los cronistas de Indias.
Ninguno de ellos concibe la historia corr.o un relato de hechos pasados

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Mercedes Serna Arnaiz

sin más objetivo que la propia presentación de los hechos historiados.


Antes bien, todos piensan que la historia como 'objeto para',
principalmente como lección ética que censura las actitudes reprobables
y alaba como dignos de imitación los hechos y comportamientos de los
hombres buenos y rectos del pasado"lo.

El concepto de la historia como historia moral tiene que ver con su interpretación
providencialista. Ya san Agustín nos ofrecía tal noción al entender que Dios rige
el mundo y todo ha sido ordenado por él, pues interviene en el quehacer histórico
del hombre y, de forma directa, en la historia española. La visión providencialista
y la prefiguración del cristianismo son los ejes mentales de los que parten todas
las crónicas. Con respecto a la primera, Gonzalo Fernández de Oviedo, primer
cronista que ofrece una perspectiva de conjunto de América, no duda en dar una
imagen de la grandiosidad de la naturaleza americana con objeto de alabar a Dios
y así inscribir el descubrimiento de América en el orden providencial. Las obras de
Bartolomé de Las Casas son, en este sentido, ejemplificadoras. Éste no sólo
asevera que fue Colón el instrumento elegido por la providencia sino que busca el
providencialismo hasta en cuestiones etimológicas acerca del nombre colombino.
Francisco López de Gómara, el más humanista, entiende que el providencialismo
rige el curso de la humanidad (cree incluso en la milagrería). El Inca Garcilaso no
sólo sustenta la noción de providencialismo, sino que articula la idea de que los
incas fueron los que prepararon el camino para el advenimiento de los españoles
y, con ellos, del cristianismo. Cicza de León, Zárate y en fin todos los cronistas
entienden la conquista como obra divina.

CRONISTAS DE INDIAS: ANTIGUOS Y MODERNOS

El primer texto donde aparece Colón como descubridor de América es el Sumario


de la natural historia de las Indias, del historiador madrileño Gonzalo Fernández
de Oviedo, publicado en 1526. Fue el cronista oficial de la corona y por tanto su
obra hay que leerla teniendo en cucnta tal servicio real. Su pensamiento es
nacionalista e imperialista en su visión de la historia. No es extraño por tanto que
parta de ciertas ideas fabulosas, que se apoyan en los clásicos antiguos, para
lograr el sueño de conseguir un imperio hispánico.

Gonzalo Fernández de Oviedo, en la introducción a la Historia general y natural


de las Indias, en el capítulo III, desarrolla el tópico de que los antiguos conocían
las Indias y habían escrito sobre ellas. Colón, por tanto, creyó saber a través de
tales escritos que estas tierras estaban olvidadas y fue a buscarlas. Gonzalo

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CRONISTAS DE ¡¡'lDIAS. AN TIGUOS y MO DERNOS

í
r ;;rnánde z de Oviedo menciona a Aristóteles. q\le ya escribió sobre una isla que
¡ 0S mercaderes cartagineses hallaron. yenclo hacia el mar Atlántico desde el
est' ccho de Gibraltar, y que no había sido descubierta jamás por nadie. Una isla
pal'ad: síaca, "toda silvestre y llena de grandes árboles y ríos maravillosos, muy
~értil y abundante en todas las cosas que se pueden plantar y nacer y, nacidas,
CTecen en gran libertad". Para el cronista, no cabe duda de que la isla de la que
habla Aristóteles, y después Teófilo de Ferrariis, el Cremonensis, es una de la de
"nuestras Indias", La Española o Cuba. Recurre a los clásicos porque se
fundamenta en la idea de la prefiguración del Nuevo Mundo y en el concepto de
autoridad, como todos los cronistas. El ejemplo de los antiguos es fundamental y
referencia obligada. Gonzalo Fernández de Oviedo no puede por menos que
anotarlo, pues es de rigor la presencia constante de la antigüedad y el mito clásico,
aunque sus propósitos son otros. Su nacionalismo le lleva a la sospecha, si cabe
más fantástica, de que las Antillas pertenecían a la corona española desde hacía
unos tres mil años. Las islas Hesperies son las islas de las Indias de España. Se
nombraron Hespéridas o Hespéride, de Hespero, duodécimo rey de España. Las
islas que se dicen Hespérides, "y que señalan Seboso y Solino y Plinio e Isidoro, se
deben tener indudablemente por estas Indias, y haber sido del señorío de España
desde el tiempo de Hespero", que fue rey de ella "mil seiscientos y cincuenta y or:ho
años antes que el Salvador del mundo naciese". Es Dios, dice Gonzalo Fcrnándcz
de Oviedo, quien hizo volver este señorío a España a través de Cristóbal Colón.

Gonzalo Fernández de Oviedo escribe por intereses políticos. Con su tesis quería
servir fiel mente a la corona y alejar a los hijos de Colón de los derechos de herencia.
Hernando Colón, que acompañó a su padre en el cuarto viaje, comenzó a escribir
su obra, un mes después que apareciese la obra de Gonzalo Fernández de Oviedo,
para refutar la idea de que las Indias descubiertas por su padre eran las antiguas
Hespérides y que por tanto habían pertenecido desde siempre a la monarquía
hispana ll . La crónica de Gonzalo Fernández de Oviedo se escribió con fines
pragmáticos. Parece ser que el propio emperador Carlos V agradecería al cronista
las pesquisas realizadas para demostrar su idea imperialista y de extensión del
reino hispánico l2

Elemento controvertido por la contienda entre lascasismo y antilascasismo, a


Gonzalo Fernández de Oviedo se le ha descrito como intrigante, vocero de los
detractores del indio, afanoso "lucrador y atrabiliario, resentido, pedante y esnob"l3.
Su Historia general y natural de las Indias ha suscitado odios y desprecios,
nacidos de la mano del padre las Casas, su peor enemigo. Esta competencia entre
Gonzalo Fernández de Oviedo y Las Casas se remonta al año 1515 y repercutió en
las obras de ambos. Las Casas le acusó de "conquistador, robador y matador de

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Mercedes Serna Amaiz

indios" y de ser engañosa su Historia general por divulgar falsos testimonios e


infamar a los indios. La inquina de Las Casas vino también motivada porque Juan
Ginés de Sepúlveda utilizó los comentarios de Gonzalo Fernández de Oviedo para
propagar ideas antiindigenistas. El éxito de la obra del padre Las Casas repercutió
muy negativamente en el aprecio que como historiador pudo haber tenido Gonzalo
Fernández de Oviedo. Esta apreciación ha llegado hasta la actualidad, como se
comprueba tras la lectura de los trabajos de Josefina Zoraida Vázquez l4 o Tormo
Sanz l5 . Ambos retratan a Gonzalo Fernández de Oviedo como apologista de la
colonización imperialista y enemigo incondicional de los indios. De igual manera
piensan Alberto Salas 1ó y Enrique D. Dussel. Es cierto que Gonzalo Fernández de
Oviedo muestra muchos prejuicios antiindigenistas. En su Historia vitupera a los
indígenas, se indigna por sus idolatrías y prácticas sodomíticas y destaca de ellos
su torpeza, fealdad y poca memoria (libro III, cap. VI)

Las dotes de observación exacta y detallada son la principal virtud de Gonzalo


Fernández de Oviedo. Los principios metodológicos que aplica a su obra son la
experiencia, el haber sido testigo de vista, y la imitación de modelos de la literatura
antigua. De ellos se sirvió para comprender mejor lo que narraba, lo desconocido.
Gonzalo Fernández de Oviedo, poco conocedor de la literatura humanística
contemporánea, siguió fielmente la Historia natural de Plinio.

La crónica de Gonzalo Fernández de Oviedo ha sido criticada por su estructura


caótica y fragmentaria. Se inicia con la descripción de la geografía, la fauna y la
flora para terminar con la historia humana, a partir del descubrimiento de la región
respectiva. Gonzalo Fernández de Oviedo es a la vez historiador, geógrafo, biólogo
y etnólogo. La Historia general y natural es valiosa por la información etnográfica
y porque supuso el primer esfuerzo de catalogación de la fauna y la flora. Pero
como señala Turner, la obra de Gonzalo Fernández de Oviedo es, sobre todo, una
"aproximación geográfica a la historia".

La Historia tiene también un perfil autobiográfico, como muchas reflexiones y


anécdotas personales o familiares , algunas de carácter fantástico.

Su interés y deslumbramiento ante la naturaleza responde a un modo de alabar a


Dios y así inscribir el descubrimiento de América en un des ignio providencialista.
Hay una visión de grandeza de la naturaleza americana que tendrá su continuación
en Rusticatio mexicana del padre Landívar, en las Silvas de Andrés Bello o en el
Canto general de Pablo Neruda. Gonzalo Fernández de Oviedo se muestra
embargado por un poderoso sentimiento de la grandeza y armonía de la obra de
Dios. El relato de los hechos humanos queda relegado en pos de la descripción

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CRO NISTAS DE [\[DIAS. Ai':TIGUOS y MODERNOS

del Nuevo Mundo. E.I: por ello que sobre todo su Historia es geografía. Dio
prioridad a la materia, al contenido, sobre el estilo o la forma; y a la verdad de su
historia sobre la mentira de las fábulas y de los libros de caballería, a pesar de
11Jber escrito él mismo, años antes, en 1519, una historia de caballeros andantes,
Mu)' esforzado e invencible caballero de la Fortuna propiamente llamado Don
Ciaribalte. No se cansa de repetir que es la verdad el fin que determina toda su
obra. A pesar de ello, en su Historia aparecen hechos milagrosos y un gusto por
la maravilla y el asombro.

Marcel Bataillon 17 señaló rasgos erasmistas en la obra de Oviedo, sobre todo en la


clítica que hace el madrileño de las actuaciones de los sacerdotes, más preocupados
por enriquecerse que por predicar el evangelio. Simón Valcárcel ls le define como
antirromanista, gennanófilo, dominado por un pensamiento político religioso
nacionalista, de cariz providencialista imperialista. Gonzalo Fernández de Oviedo
deseaba que todo el mundo se sometiera a la monarquía imperial. Su sueño político
era la consecución de una monarquía católica universal presidida por Carlos V que
gobernara a todos los hombres del mundo. Valcárcel habla de su impulso idealista
religioso imperialista. Karl Kohut busca revalorizar la figura de Gonzalo Fernández
de Oviedo y defiende su calidad como historiador y su perfil humanista.

Karl Kohut lo califica de humanista por el conocimiento de la literatura antigua, por


su tendencia antropocéntrica en las reflexiones personales que expresa en su
obra, porque el yo empieza a tomar conciencia de sí mismo, y por la estructura
caótica de su obra. Gonzalo Fernández de Oviedo pertenece más al paradigma
medieval que al renacentista porque vivió y pensó el presente a la luz de ideas y
convicciones del pasado. En su pensamiento se echa de menos una revisión
crítica del pasado.

Bartolomé de Las Casas fue uno de los pocos cronistas que no ocultó el objetivo
asiático de Colón. Al dominico no le preocupaba tener que demostrar que fue
Colón el descubridor del Nuevo Mundo. El fin que persigue es verificar que fue
Colón el elegido por Dios para cumplir el designio divino. Cuenta, en su Historia
de las Indias, que Aristóteles, Platón, Alberto Magno, Avicena, San Anselmo,
Ptolomeo, Alfragano. Estrabón fueron autoridades sobre las que posiblemente se
apoyó Colón para legitimar su proyecto y para discutir sobre los "tópicos"
consabidos: teorías acerca de la redondez del globo, la inhabitabilidad de la zona
tórrida o la existencia de antípodas l9 .

Bartolomé de las Casas también parte, en sus crónicas, de las filosóficas


autoridades. Resume 10 que Aristóteles y Platón describieron sobre la existencia

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Mercedes Se rna Arllaiz

de la llamada Isla del Atlántico. Platón , resume Las Casas. refiere la fertilidad,
felicidad y abundancia de esta isla; los ríos. las fuentes, la llaneza, campiñas,
montes, sierras , florestas . vergeles, frutos , ciudades, edificios , fortalezas, templos,
casas reales , política. orden y gobernaci<'in, ganados, caballos, elefantes , metales
riquísimos, excepto el oro. Esta visión paradisíaca, mítica y fantástica que tenían
los antiguos y los contemporáneos acerca de la naturaleza pasará a con venirse en
lugar común cada vez (IUe se trate de las tielTas ignotas.

Asimismo, también tiene en cuenta los textos clásicos y legendarios. Reafumándose


en las descripciones fabulosas de Pierre d' Ailly en su lma¡:o Mundi, dirá que éste,
y al igual que Ptolomeo, Solino y san Anselmo, cree que en la isla Taprobana
existían montañas de oro vigiladas por dragones y monstruos. Colón afirmará que
en la isla Taprobana, descrita por D' AiUy, se encontraba la región de Ofir, de donde
Salomón volvió cargado de riquezas. Es decir, que hasta el propio Las Casas
describe el Nuevo Mundo a través de visiones paradisíacas que provienen de la
imaginería clásica o medievaFo. Como indica Pupo-Walker, el pensamiento tanto
de Colón, que cree descubrir el paraíso bíblico en los textos de Pierre d 'Ailly, como
el de Las Casas, estaba inspirado en la cosmografía teológica "que deriva
parcialmente de los escritos de san Isidoro, Estrabón, san Ambrosio y otros
fundadores del pensamiento escolástico"2!.

Francisco López de Gómara fue, junto con Pedro Mártir, José de Acosta y el Inca
Garcilaso de la Vega, uno de los cronistas más cultos y de pensamiento más
moderno. "Cronista de oídas", pues nunca recorrió físicamente el Nuevo Mundo,
letrado, historiador, humanista y bueo conocedor de la historiografía grecolatina,
se inspira también en los mitos clásicos y los impone. No hay que olvidar que,
además, su Historia general de las Indias fue muy leída y alcanzó extraordinaria
difusión en el siglo XVI.

Francisco López de Gómara divulga las cosmografías fabulosas de la antigüedad


por diversas razones: porque admite el prestigio de los libros antiguos. es decir
porque sigue el concepto de autoridad, porque fue un humanista devoto de la
cultura, porque seguía el modelo de las anteriores crónicas y porque, no habiendo
pisado nunca el Nuevo Mundo, su apoyo fundamental era la letra escrita. Su
Historia general de las Indias es una vasta enciclopedia en el sentido de que se
estructura a partir de constantes reseñas bibliográficas. Francisco López de Gómara
acumula datos , su saber es enciclopédico. Inicia su Historia exponiendo las
teorías (recurrentes en todos los cronistas) sobre la habitabilidad del mundo (frente
a la idea pagana de la inhabitabilidad de ciertas zonas), su redondez (ya expuesta
por Ptolomeo). la exist~ncia de antípodas. el lugar donde se hallan las Indias. etc.

379
CRON ISTAS DE INDIA S. ANTíGUOS y l\'¡ODER NOS

I
Para ello se apoya, j,nsistentemente, tanto en los filósofos antiguos y modernos
corno en la Biblia,

La visión de Francisco López de Gómara también es, en muchos casos, lírica. Nos
dice que en Islandia "brama el suelo y parece que gimen los hombres; así, piensan
los isleños que allí se encuentra el purgatorio o que atormentan algunas almas". O
que "hay también dos fuentes notables, una que mana cierto licor como cera y otra
de agu8 hirviendo que convierte en piedra lo que dentro echan. quedándose en su
propia figura". Esta visión poética se conjugo con la verdad histórica.

Francisco López de Gómara, letp,do, también se deja llevar por profecías y


cosmografías fabulosas y cree en el mito de la Atlántida. Sigue el cronista los
diálogos Timeo y Cricia, donde Platón cuenta que hubo una isla antiquísima
llamada Atlántida, en el mar Atlántico y Océano, mayor que África y Asia, y cuyos
reyes señorearon gran parte de África y de Europa. Hundida la isla por un gran
terremoto, desaparecidos los hombres, todo aquel territorio se convirtió en un
gran cenagal que impidió la navegación por aquella región. Francisco López de
Gómara señala que hay quien tiene esto por fábula y otros por historia verdadera.
Pero al cronista no le cabe ninguna duda al respecto, "pues el descubrimiento y
conquistas de las Indias aclara llanamente lo que Platón escribió de aquellas tierras,
yen México llaman al agua Atl, vocablo que parece, ya que no sea, al de la isla". La
conclusión de Francisco López de Gómara no se hace esperar: "Así que podemos
decir cómo las Indias son la isla y tierra firme de Platón, y no las Hespérides, ni Ofir
y Tarsis como muchos modernos dicen".

Francisco López de Gómara se sirvió del conocimiento de la historiografía


grecolatina para escribir su crónica según los cánones humanistas. A pesar del
nacionalismo que destila su obra, el cronista soriano acepta que el oro y la codicia
de los españoles primaron en la conquista. A la riqueza añade otras dos
motivaciones: la evangelización de los indígenas y la adquisición de fama y honra.
La evangelización se fundamenta en un plan divino según el cual los indios son
elegidos objeto de la gracia divina y los españoles los sujetos activos, agentes
cristianizadores. El deseo de alcanzar fama y riqueza sólo afecta, en su criterio, a
los conquistadores, no a los evangelizadores ni a los indios. Como explica, Valcárcel,
"parece que la conversión de los indios es aceptada por Francisco López de
Gómara como obvia y necesaria, el enriquecimiento de los conquistadores como
inevitable y alcanzar fama como honroso y excitante, como no podía ser por menos
en la percepción de un humanista"22. Para el clérigo, la conquista alcanza ribetes
de gloria cuando, por sobre la codicia, se abre paso la inmortalidad de las hazañas

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de los conquistadores y con ella la fama imperecedera, otorgad;,. por Dios que los
eligió para llevar a cabo la evangelización.

La mentalidad imperialista de Francisco López de Gómilfa hil.rá que Bern,,! Díaz del
Castillo se revuelva contra el clérigo.

Pero es, en mi opinión, el padre José de Acosta, de entre todrlS esto, cronistas
nacidos en España, el hombre de peflsamiento más avanzado.

Como señala muy acertadamente Franklin Pease G. Y, los cronistas de los Andes
pueden diferenciarse por su actitud frente a Pizarra o al Tawantinsuyu y su
legitimidad, pero también por su mayor o menor acercamiento a los Andes, su
conocimiento del quechua o el aymara o su ignorancia lingüística, su intento de
comprender la vida andina o por la forma como se amoldaron simplemente a los
criterios eurocéntricos. No todos, señala Franklin Pease, '. actúan con la finne
voluntad de inaugurar la etnología en la región, que caracterizó por ejemplo al
padre José de Acosta, o no intenogan las fuentes anteriores, confrontándolas con
su propia experiencia, como hicieron de un Jada el Inca Garcilaso y de otro el
jesuita Bernabé Cobo"23.

José de Acosta, jesuita culto, dejó una importantísima crónica, Historia natural)'
moral de las Indias, cima del pensamiento indianista. Nacido en 1540, en Medina
del Campo, con estancias en Italia, cursó estudios filosóficos y teológicos en
Alcalá de Henares entre 1559 y 1567. La carrera del padre José de Acosta fue
brillante. Durante estos años, adquirió la extensa y profunda cultura que denotarán
sus escritos y que abarcó todas las ramas del saber humano del renacimiento, lo
mismo en el campo de la teología, que de las Sagradas Escrituras, los padres de la
Iglesia y concilios, el derecho canónico, las ciencias profanas, el derecho civil, las
ciencias naturales y la historia 24 . Se embarcó para las Indias en 1571 25. En Perú,
José de Acosta brilló tanto en la cátedra como en el púlpito. Recorrió sus principales
ciudades predicando y a la vez estudiando la situación religiosa y las necesidades
espirituales de esas tieITas. Aprendió quechua y conoció la situación moral de los
indígenas. En 1586 se detuvo un tiempo en Nueva España. Allí realizó en simultáneo
sus trabajos de predicación con el estudio de antigüedades mexicanas, como bien
muestra en el libro VII de su Historia natural)' moral. Petmaneció un año en
México. En 1587 llegó a Madrid y tuvo diversas entrevistas con Felipe Il, quien
oyó las largas relaciones e informaciones del padre José de Acosta. Fue a Roma y
durante estos años comenzaron a imprimirse sus obras. En 1584 tenía realizados
los trabajos De natura novi orbis libri duo y De promulgalÍone Evangelio apud
barbaros, sive de procuranda Indorum salute, libri sexo Traducidos al español y

381
CRONISTAS DE INDIAS. ANTIGUOS Y ",tIODERNOS

junto a cinco libros más que añadió el autor, resultó la composición de la Historia
nafllral y moral de las Indias, impresa en Sevilla en 1590 y dedicada a la hija de
Felipe Ir. Volvió a Madrid, viajó por España, hizo un segundo viaje a Roma como
agente de Felipe II y volvió a España ejerciendo durante sus últimos años
actividades principalmente literarias en Salamanca. Murió en 1600 a los 59 años de
edad siendo rector del colegio de Salamanca.

Su Historia lIatl!ral y moral se ha comparado con la de Gonzalo Fernández de


Oviedo por la descripción del mundo natural americano. Nada más pueden tener
en común dos pensamientos tan opuestos. José de Acosta representa el primer
intento intelectual exitoso en la cl)mprensión del Nuevo Mundo bajo pautas
mentales cristiano-occidentales. Tuvo un extraordinario éxito a lo largo de los
siglos XVII y XVIII Y su obra se convirtió en una de las fuentes históricas más
apreciadas, aunque su autor fuera acusado de plagio (acusación que se extiende a
muchos otros cronistas). José de Acosta se inspiró en otros autores, como hicieron
en general todos los cronistas, pese a que su obra se apoya en testimonios e
infonnaciones directas que recogió en México. Su obra, erudita, trata sobre la
realidad física, cultural e histórica del Nuevo Mundo, sobre consideraciones
cosmológicas, bíblicas, morales. Incluyó en el libro noticias sobre la religión, las
costumbres, la historia de los antiguos mexicanos, siguiendo, en ello, la autoridad
del padre Juan de Tovar, jesuita mexicano que compuso la Historia de los indios
mejicanos. A los estudios del padre Tovar se suman las infonnaciones del fraile
dominico y cronista Diego Durán. Las relaciones de Polo de Ondegardo le fueron
utilísimas para saber sobre la condición y costumbres de los indios y para escribir
sobre Perú.

José de Acosta hace constar su respeto hacia las creencias religiosas de los
indígenas. Su objeto es impugnar las acusaciones de aquellos que tienen a los
indios por gente bestial, sin entendimiento. A partir del libro V empieza la Historia
moral y estudia la naturaleza del hombre americano. Los libros V y VI versan
sobre el Perú incaico.

José de Acosta tuvo un conocimiento profundo de la antigüedad, que le vino


seguramente por su ingreso en la orden jesuítica. En su Historia natural)' moral
de las Jlldias enmienda muchas de las cuestiones en las que habían errado los
antiguos o los padres de la iglesia. Así, se extraña de que siendo san Agustín tan
aventajado en todas las ciencias naturales no acabe de aclarar si el cielo rodea la
tierra de todas partes o no. En tanto Gonzalo Fernández de Oviedo se apoya
esencialmente en Plinio, o el Inca Garcilaso de la Vega en Cicerón, José de Acosta
tiene como columna vertebral de su obra a A¡;stóteles a quien considera eje de la

382
Mercedes Sal/a Amaiz

filosofía natural. Cuando éste es atacado porque sus opiniones son contrarias y
repugnantes a la Divina Escritura 2ó , José de Acosta alega, a su favor, que tanto
Aristóteles como otros antiguos "no se curaron tanto d(; las cIencias y
demostraciones de filosofía atendiendo a otros estudios más importantes".

El cronista rectifica lo que la geografía antigua, en concreto Aristóteles , su gran


maestro, había expuesto acerca de la inhabitabilidad de la Zona Tórrida. Sobre la
redondez del globo ten'áqueo, que negaban algunos filósofos antiguos cristianos,
corrige la opinión bíblica de la siguiente manera: "basta pues, saber que en las
Divinas Escrituras, no hemos de seguir la letra que mata, sino el espíritu que da
vida, como dice San Pablo". Enmienda a los padres de la doctrina cristiana, a
Lactanci0 27 y a san Agustín, al afirmar la existencia de las antípodas 28 . De esta
manera, entiende que su época supera a los antiguos y esta creencia en una
evolución cognitiva le llevará a refutar no sólo a los paganos sino también a los
padres de la iglesia e, incluso, ciertas afilmaciones de filosofía natural que aparecen
en la Biblia. Esto no quiere decir que el cronista no partiera del concepto de
autoridad por lo que respecta a la antigüedad clásica, de la misma manera que no
deja de ser profundamente devoto por enmendar ideas bíblicas o de los primeros
cristianos. Simón Valcárcel conjetura que para José de Acosta, "la Antigüedad no
es un mito, sino una fase de la historia occidental que transmitió un conjunto de
conocimientos casi siempre válidos más en muchas ocasiones revisables, tarea a
la que él se aplica, en lo relativo a las Indias, con rigor pero sin acritud"29. En las
crónicas de Indias, se apunta la idea de superación de las teorías cosmográficas
antiguas.

José de Acosta, como los demás cronistas, se basa también en la prefiguración del
Nuevo Mundo y en el providencialismo de la historia. Buen conocedor de los
textos clásicos, en el capítulo XI de su Historia natural y moral de las Indias,
recorre las autoridades cristianas y paganas buscando indicios que den noticias
del Nuevo Mundo. Señala que san Agustín, Lactancio, Aristóteles y Plinio,
sintieron que había hombres que habitaban en los trópicos y que san Clemente
(alega san Jerónimo escribiendo sobre la Epístola a los efesios, de san Pablo)
profetizó "que pasado el mar océano, hay otro mundo y aun mundos".

Basándose en autores graves, José de Acosta asombrado descubre en la tragedia


Medea , de Lucio Anneo Séneca, indicios de la prefiguración del Nuevo Mundo.
El cronista transcribe las estrofas: ''Tras luengos años vendrá / un siglo nuevo y
dichoso / que al Océano anchuroso / sus límites pasará. / Descubrirán grande
tierra / verán otro Nuevo Mundo / navegando el gran profundo / que ahora el paso
nos cierra".

383
,
El comentario que hace a cGoúnuación es impo¡tante pOlq ue revela la importanci a
que concede J los cJasicos , a quienes tiene por verdaderos 111aestros: " Esto canta
Séneca en sus versos. ~' no podemos negar quc al pie de la letra pasa así, pues los
años luengos que dice, si cuentan del tiempo trágico, son al pie de mil cuatrocientos,
y si del de Medea. son más de dos mi!,'. Y apostilla que "el océano anchuroso
haya dado el paso" y que Se "haya descubierto grande tierra, mayor que toua
Europa y Asia, y se habite otro nuevo mundo, vémoslo por nuestros ojos cumplido,
yen esto no hay duda". José de Acosta dice que Séneca adivinó "con el modo de
adivinar que tienen los hombres sabios y astutos". Este pensamiento ilustra la
concepción historiográfica del renacimiento que entiende que la verdad histórica
se revela a ciertos hombres dotados de una visión poética que pueden acceder a
una realidad espiritual, oculta y profética.

Siguiendo las creencias de la época, y fundamentándose en las Sagradas Escrituras,


donde se afirma que de Ofir se traía oro fínisimo y piedras muy preciosas, José de
Acosta expone cómo muchos creen que la isla La Española que descubrió Colón
era el Ofir de donde Salomón extrajo oro en abundancia. O no hay quien crea que
Ofir es Perú, deduciendo "él un nombre del otro". Sin embargo, José de Acosta,
uno de los cronistas más modernos porque busca un equilibrio entre la autoridad,
la imaginación o las ideas mentales y la verosimilitud o la razón experimentada,
duda de tales conjeturas. Niega que pueda haber relación entre el Ofir de las
Escrituras y Perú y lo hace oponiendo a los esquemas mentales de la época, la
observación de la realidad, el empirismo. José de Acosta invierte el proceso que
había seguido Colón, quien imponía la realidad mental sobre la física o empírica.
Afirma José de Acosta:

"Las piedras tan preciosas, y aquella tan excelente madera, que nunca
tal se vio en Jerusalén, cierto yo no lo veo, porque aunque hay esmeraldas
escogidas, y algunos árboles de palo recio y olorosos; pero no hallo
aquí cosa digna de aquel encarecimiento que pone la Escritura.

Siguiendo con su mentalidad racionalista y moderna, insiste:

Ni aun me parece que lleva buen camino pensar que Salomón, dejada la
India oriental riquísima, enviase sus tlotas a esta última tierra. Y si
hubiera venido tantas veces, más rastros fuera razón que halláramos de
ello".

Con sus perspicaces observaciones, comenta más abajo que la razón principal que
le mueve a pensar que Ofir no puede estar en la India occidental sino en la oriental

384
Me rcedes Serna Ámaiz

es "porque no podía venir acá la flota de Salomón sin pasal toda la India oriental
y toda la China y otro infinito mar; y no es verosímil que atravesasen todo el
mundo para venir a buscar acá el oro".

Sorprende la audacia y lucidez de los razonamienros de José de Acos ta a pesar de


que, como señala Pupo- Walker, el registro de su s temas con frecuencia será fiel a
los postulados de la historiografía medieval y la patrística"30 Sin embargo, en el
cronista ya se perfila la idea de que las Sagradas Escrituras están escritas bajo
forma alegórica y que, por tanto , no sólo son susceptibles de interpretación sino
que pueden afirmar cosas opuestas y acomodarse de di stintas maneras y a muy
distintas cosas del nuevo orbe. No obstante, José de Acosta se atiene a la idea del
providencialismo de la historia. Tras explicar la profecía de Abdías, admite que en
las Sagradas Escrituras pueden buscarse, interpretarse, infinitos avisos del
descubrimiento pues "el Espíritu Santo supo todos los secretos tanto antes" y es
lógico pensar que "de un negocio tan grande com o es el descubrimiento y
conversión a la fe de Cristo del nuevo mundo, haya alguna mención en las Sagradas
Escrituras" .

Señala cómo Juan Luis Vives basándose en san Agustín apunta que el paraíso
bíblico, encontrado por Colón en su tercer viaje, debe de estar debajo de la
Equinoccial. José de Acosta, muy sutilmente y de forma irónica, afirma que en
verdad esa tierra es un paraíso pero no por divino o sobrenatural sino por su
extraordinario clima: "Más dígolo porque si algún paraíso se puede decir en la
tierra es donde se goza un temple tan suave y apacible". José de Acosta deja
entrever la inexistencia del paraíso bíblico. Por otra parte está conve ncido de que
es el clima, por apacible, saludable y alegre, el que haría que los hombres viviesen
vida más descansada y agradable que la europea, fustigada por el mal de la codicia.

Sobre la llegada de los primeros pobladores de Indias, niega que los paganos
pasaran el océano e intuye la existencia de lo que se conocería más tarde como el
estrecho de Bering : "Así que no hay razón en contrario, ni experienci a que deshaga
mi imaginación u opinión, de que toda la tieITa se junta y continúa en alguna
parte".'I. Frente al Inca Garcilaso de la Vega , Francisco López de Gómara u otros
croni stas, José de Acosta procura no utilizar fábulas (ni occidentales , ni aborígenes
o americanas) para explicar los orígenes de las civilizaciones.

La Historia natural)' moral es fruto de la admiración que sintió José de Acosta


por la naturaleza americana y de su interés por las culturas indígenas. Es un gran
naturalista y su obra hay que relacionarla con la literatura científica española .
Observador excepcional, aprovechó sus largos viajes marítimos para tratar con

385
CRm,íISTAS DE ¡NDiA S. ANTIGUOS y MOD ER NOS

J
pilotos y cosm ógrafos. José de Acosta, frente a otros cronistas. se pregunta
continuamente por la causa de los vientos, el origen de los volcanes, las mareas y
otros efectos naturales. Su extraordinaria curiosidad científica le lleva a la búsqueda
de explicaciones que vayan más allá de las aseveraciones bíblicas. José de Acosta
busca la causa primera del proceder de la naturaleza o bien apoyándose en la razón
y la filosofía o a veces resolviendo tales cuestiones de un plumazo haciendo
mención a la voluntad del Creador. Así, sobre los vientos habla de su virtud
celeste, relacionándolos con el Espíritu Santo quien es la causadora y movedora
del viento. En tierra firme, se informó sobre plantas, animales, lagos, cOlTientes de
los ríos, vientos, etc. Visitó con curiosidad científica las minas de Huancavelica en
Perú. Y todo ello fue exponiéndolo en su Historia natural y moral. Humboldt 32
elogió la labor de José de Acosta por haber cultivado, en el siglo XVI, estudios
sobre meteorología y física. Sus conocimientos al respecto le merecieron el título
de fundador de la Física del Globo. El padre fray Benito Jerónimo Feijoo, en su
discurso intitulado Glorias de Espwla, dio a José de Acosta el dictado de Plinio
del Nuevo Mundo. Fue también precursor de estudios geográficos que tuvieron
vigencia y gozaron de autoridad durante muchos siglos. En su Historia apareció
por primera vez la teoría de las cuatro líneas magnéticas sin declinación,
consideraciones sobre la inflexión de las líneas isotérmicas y sobre la distribución
del calor según la latituu, sobre la dirección de las corrientes y muchos Olros
fenómenos físicos.

Edmundo O'Gorman estudia cómo el pensamiento del jesuita, pese a la gran dosis
de tradicionalismo aun para su época (ignora la gran revolución intelectual de las
nuevas ideas cosmográficas copernicanas), no se encuentra como Gonzalo
Fernández de Oviedo en ese arcaísmo recalcitrante e imperialista que impidió "a
tantos la comprensión más penetrante de los múltiples problemas que planteaba a
la cultura europea la aparición de América y la existencia de sus habitantes
indígenas"33. En cualquier caso, la avanzada actitud de José de Acosta es única
entre los cronistas. Los demás omiten entrar en terreno escabroso que pueda
chocar con las Escrituras o mejor dicho con el espíritu y las ideas de la Iglesia.
José de Acosta incluso se atreve a formular una hipótesis evolucionista de las
especies al preguntarse sobre animales que sólo existen en América.

José de Acosta hace constar su respeto hacia las creencias religiosas de los
indígenas. Su objetivo es impugnar las acusaciones de aquellos que tienen a los
mdios por gente bestial, sin entendimiento. A partir dell ibro V empieza la Historia
Moral y estudia la naturaleza del hombre americano. Los libros V y VI versan
sobre el Perú incaico. Como indica Francisco Mateos.'·, hay un vínculo misionero

386
entre una y otra hi storia y es que lo natural si rva de preparación al eV~!1.:,: (~ li o y c,:
conocimiento de la naturaleza y los hombres de Indias hagan más eficaz el minis t-::rio
ap ostólico.

Su pensamiento muestra un iatento de re novaclO n cu l tural y una a:ti tu.d


comprensiva hacia los indios, cautelosa, lejos de fanatisffiGs o polémicas. S iente
admiración por las civilizaciones mexicanas y peruanas y cree en la racionali dad de
los indios.

Puede decirse que en José de Acosta, a diferencia de los demás cronisté1.s, no


habrá una total trasposición de los esquemas mentales con que se pensaban las
cosas europeas a las del Nuevo Mundo. Posiblemente , su acierto más grande
radica en que vio verdaderamente un Mundo Nuevo que debía regirse por sus
propias leyes, costumbres y gobierno, con explicación en sí mismo. O

Notas
El Antijovio de Gonzalo Jiménez de Quesada y las concepciones de realidad y verdad "O" ;-,
época de la Contrarreforma y el manierismo. Madrid: ll1stitulo de Cullllra His{'iÍJJ ic/:.
1963. .

2 Claudia Piolo meo de Alejandría fue el más prestigioso de lodo s los cielllíficos de la
antigua Roma y la auraridad más duradera en astrología. Pl olomeo vivió en Eg iplO
durante Los imperios de Adriano )' de Marco AureLio. Su visión del ulliverso fue la qlle se
populariló durante la edad media. EL mundo representado por Dante en La divina comedia
proviene directamente de su tratado de aSfrología Almagesto. Su Geografía abrió nuevos
caminos por su relación siSfemáfica de los lugares de acuerdo a la lafifud y la longitud.
Los árabes comprendieran la grandeza de Prolomeo )' lo inrrodl/jeron en Occidente.

3 José Amonio MOI·aval/. Estudios de historia del pensamiento españo l. Madrid: Ediciones
de Cultl/ra Hispánica, 1973.

4 Sella/a Maram/I ql/e san Jerónimo llegó a decir que los cristianos necesifan de los clásicos
para SOSfener SI/S argumen({)s cristianos. Homero. Sócrafes. Plafón {'refiguran el
cristianismo. Los filósofos antigl/os. selilÍn san Agl/Sfíll. eOIl sólo cambiarles unas pocas
palabras se melven crisfianos. De ahí la crisfianilación del plllfllnisl1w. el socratismo)' el
estoicismo. Ibídem.

5 Edmund" O 'Co rmlln. La invención de América. México: FCE. /95 8.

6 Pedro Márti/: Décadas del Nuevo Mundo. Buellos Aires. 1944: .'.4l1drid: Poli/elllo. /9í<o,

7 Cristóbal CoMII. "Memorial enviado a los Reyes con A. Torres ". e/l M. Fe!'lliíJldé, de
Na.-arrefe. Colección de viajes y descubrimientos. Madrid. J954.

387
CRONISTAS DE INDIAS. ANTIGUOS Y iviODERNOS

8

Moral·oll. Op. cit., J> 297.

9 Simón Volcárcel. Las crónicas de Indias como expresión y configuración de la m"nlalidad


renacerllisla. Granado: Dipuración IJl'ol'incial de Granada. /997. 1'. /02.

10 Valcárcel, Op. cil., p. 394.

1/ Es por clJ/lsigl/ienre, )' como talllos escriros, relaciones. crónicas, ne .. UI1 [¡'abajo de
refl/ración. con[¡-o~'ersio )' polémica para resrablecer la verdad. Hemán Colón debe defender
la figl/ra de su padre, aracada rombién, COIlIO puede I'use en los pleiros que sosfLll'ieron
los fiscales de la corona en los que se plal1reabl/ si la gloria del descllbrimienro perrenecía
a Martín Alonso PillZóll o a Colón.

12 Véase el eSlLldio inn'odl/ctorio )' edición de Juan Pérez de Tudela )' El/eso. "Vidas)' esairos
de Goma lo Femández de aviedo ", en Historia general y nUlural de las Indias. Madrid:
BAE, /959. 1. 117

13 Véanse los estudios de Katheleen Romoli. Vasco Núñez de Balboa, desc ubridor del Pacífico,
Madrid, 1955: Manuel Giménez Femández. Bartolomé de Las Casas, delegado de Cisneros
para la reformación de las Indias. Sevilla, /953: Lel",is Hallke. Las Casas. historiador,
prólogo a Historia de las Indias. México, 1951: Enrique arre. " Aspiraciones y actividades
heterogéneas de Fernández de Gonzalo Fernández de Oviedo", Revi sta de Indias, 1958,
No. 7/.

/4 Josefina Zoraida Vá?quez Vera. "El indio americO/IO y su circullsrallcia e n la "brll de


Gonzalo Femández de ariedo", Revista de Indias, 1957, /7: 512.

/5 Leandro Tormo Sanz. "La crisiial1ización de las ¡ndias en la Historia de Femández de


Gonwlo Femández de aviedo", en Francisco de Solano)' Fermín del Pilla. América y la
España del siglo XVI. Madrid: CSIC, 19R2-1983. Véase también de Giuliano Soria.
Fernández de Gonzalo Fernández de Oviedo e il problema del Indio. La historia general y
natural de las Indias. Roma: Bulzoni, J989: )' el estudio de Karl Kohuf. "Fernández de
GOl/wlo Fernánde? de aviedo, hisroriador y lirerara: humanismo, cristiallismo e hidalguío",
en Historia y ficción: crónicas de América. México: Universidad Autónoma de Ciudad
Juárez, 1992.

/6 Albura SI¡{as M. Tres cronistas de Indias. México: FCE. /959: Enrique D. Dussel.
Introducción general a la hislOria general de la Iglesia en América Latina. SalamanCII:
Sígueme, 1983.

/7 Véase Marcel Ball/illon. Erasmo y España. México: FCE, /966.

/ R ValCiÍrcel, Op. Cil, PIJ. 58 Y 59.

/9 La leor/o clásico sobre las IlIlflíJOdw describíl/ 1/1111 infmnqueoble zona ardienre ([Irededor
del Ecuador que nos separaba de ul/a regiún Itabirada al orro lodo del globo. Esro
JJro\'oclí en el IJensitnzienro crisrial10 serias dudas sobre la redondez de Jo rierm . Lo ra7.a
/fue l'il'Ía miÍs abajo de aquello ránida 7.vnll IlO podía. como es evidenle. I'errenecer <l la
l'(l za de Adán, ni a la de aquellos redimidos por el designio de Cristo. Si uno creía que el
arca de Nué se habia posado en el lIIonre Ararar, al norre del EculldOl: enlonce.< era
illll'osihle que crialLlras ,·ivieflfe.< hubiesen IIcl'ado a los 'lII rípodas. Los fieles crisrial/os.

388
Mercedr'S Serna Amai~

pam ni/ar caer el! lo herejla. preferíall cre er 'lile no /,odia hab er 1I1l1(podos -" s; era
JJeces(i}"io hasfo peiL\uVOll que. lu fierro nv era una esfera.

20 Las CaSdS~ Apolog¿rica historia sumaria. México: UNAAI. 1967

2/ Enrique Pupo- Walkel: La \ oc~ción literaria del pensamiento histórico en América, ,\fod'"Íd.·
Credos, 1982, l' 47.

22 Volcárcel, Op. ciL. p. 151

23 FralJUill Pease C. y_ ''ras crónicas y los Al/des", Revi sta de crític:! literaria latinoan1<~rican~.
1988 (Lima), Al/O X/\~ No. 28. segundo semes/re: /23.

7.'¡' Véase la "Introducción y estudio del padre Francisco Mateos", o la edicióll Historia natural
y moral. Madrid. BAE, /954, lomo 73 .

25 Sobre la biogmf(a de José de Acos[a pueden collslllrarse los es[udios de José Rodriguez
Carraci"o. el padre José de José de Acosra y su importancia en la literatura científica
española. Madrid, 1899; León Lope/eglli. El padre José de Jo sé de Acosta, S. I. y las
misiones. Madrid, /942. Véase /alllbién el eS/lidio de Edmundo O ·Comlllll. "Joseph de
José de Acos[a ", ell Cuatro historiadores de Indias. Siglo XVI. México: AlhOfllbra Mexicana,
1989.

26 La [eoría de Aris[óreles sobre la inhabimbilidad de cie rras zonas, debido a Sil enorme
au[oridlld, fue la que premleció ell la anrigüedad. Se Ira[aba de la fanlosa división del
globo terres[re de acuerdo con las cinco zonas del cielo: las dos polares, las dos /empladas
)' la illlermedia, llamada la wna [ropical , tórrida O quemada. Suponían que únicalllente
erali habitables las ZOllas [elllpladas. las comprendidas en[re los círculos órficos )' los
círculos de los [rópicos. Como indica O 'Corman, el cris[ianismo rechazó el absolilfismo
de la anliglla doc/rina de la inlwbitabilidad de ciertas zonas de la lierra in/roduciendo la
noción fundalllenml del hombre como responsable de su propia vida)' de Sil des[ino. En
la época del /nca Carcilmo. sin embargo, la discusión sobre la pluralidad de llIundos )'0
110 [enía sentido pues hacía mllcho que los padres de la Iglesia habíali desechado las
teorías de Pla[ón, Aris[ó[eles )' Ovidio sobre el [ema, [achándolas de heré/icos.

27 El venerlldo Lac[ancio, el "Cicerón cris[iano ", a quien Constantino elir:ió como tUlOr de
Sil hijo, pregunmba: "¿Puede alfiuien ser ran necio comu para creer qtle hay hOlllbres
cuyos pies están miÍs al[os que SIlS cabezas, o lugares donde las cosas I'u edeli colgur
cabew ahajo. los árboles crecer al revés y la lluvia caer hacia arribn:' ¿Dónde e.w;río lo
1lI1i}'(I\'illoso de los jardines colgallles de Bnbilonia, si adl/li[iéral/los In exist enc ia de un
lIIundo col¡:Ullle en las a/1 t(podas.'"

28 5011 A¡;us[ín. 51111 Juan Crisóstomo )' o[ros de su misllla ralla estul'ierOIl cOlllple[olllellle de
acuerdo el/ que los 1lI11ípodas ((II/[i ¡Jodes. Ul/ lugar donde los pies de los hOlllbres se
el/controhal/ en senlido ulme.l'[o) l/O podlal/ exis[il: UII cristinllo l/O podill consideror lo
posibilidild c/e que cienos hombres l/O fuesen descendiellles de Adáll, o c/e que pudiesell
es/ar 11111 aislo dos por los fue!'.os [ropicilles que el el'illl¡:elio de CrislO 110 Ile¡:ase (/ el/os. EII
111 fe crisrilllla 110 cabíall seres que Adáll o Crislil na hubiesen col1ocidu. La creencia en ias
(11I[íIJl)das I/egú o ser acusaciólI hllbilili;/ COlllro los herejes de.Hillados a la IlOgue}'{}.

:? 9 \I¡;/,.{Írcel. Op. cit .. 1'. 98.

389
CRONISTAS DE INDIAS. ANTIGUOS Y MODERNOS

. í
30 Pupo-WalkeJ: Op. CIt. 1'. 89.

3 I José de ACOSfil. Historia natural y moral de las Indias. Madrid: Historia 16. 1987. /J. lI3.

32 EJI MeJléndez Pe/ayo. Obras. VII. Madrid. 1952. pp. 106 a /38.

33 Véase el estlldio preliminar de la edición de Edn/l/JIdo O 'CormaJl. Historia natural y moral


de las Indias. México: FCE. 1962. Véase también Sil prólogo a Cop!.a/o FemlÍJldez de
Caliza/o FemtÍndez de Oviedo, Sucesos y diálogo de la Nueva España. México. Biblioteca
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34 IJltroducción de Francisco Mateas. Op. cit., p. 38.

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