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109 Poemas Escogidos

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Poemas hermosos de Rafael Maya

la ausente

Sólo tú, sólo tú, yo me decía después de que te fuiste. Solamente tú, con tus ojos, con tu bella
frente, con tu suave sonrisa, y sólo mía.

Torné a mirar la estancia, ya vacía, la luz que tú dejaste, indiferente, y una como orfandad en el
ambiente que a todos tus recuerdos trascendía.

Más, pasadas las horas, cuando vino la sombra, entre las cosas inconcretas, y el pálido horizonte
ultramarino,

volviste a aparecer, mucho más viva, en un suave perfume de violetas y en la luz de la tarde
pensativa.

volver a verte

Volver a verte no era solo un ligero y constante empeño, sino anudar, dentro del alma, un hilo
roto del ensueño.

Volver a verte era un oscuro presentimiento que tenía de hallarte ajena y sin embargo seguir
creyendo que eras mía.

Volver a verte era el milagro de una dulce convalecencia cuando todo, al alma desnuda, vuelve
más bello de la ausencia.

Volver a verte, tras la noche impenetrable del abismo, era hallar en tus ojos una imagen vieja de
mí mismo.

Y encontrar, en el hondo pasado, días más bellos y mejores, como esa carta en cuyos pliegues se
conservan algunas flores.

Volver a verte era mostrarme la pena que está congelada, como bruma de tarde hermosa, en el
azul de tu mirada.

Y, ya lo ves, del largo viaje regreso más puro y más fuerte, porque dormí toda una noche en las
rodillas de la muerte.

Porque yo miraba en tus ojos un cielo de cosas pasadas, como en el agua de las grutas se ven
ciudades encantadas.

Y porque vi tu clara imagen, entre un nimbo de luz serena, como jamás, a ojos mortales. se
apareció visión terrena.

Volver a verte era un oscuro presentimiento que tenía de hallarte ajena, y sin embargo seguir
creyendo que eras mía.
seremos tristes

Oye, seremos tristes, dulce señora mía. Nadie sabrá el secreto de esta suave tristeza. Tristes como
ese valle que a oscurecerse empieza, tristes como el crepúsculo de una estación tardía.

Tendrá nuestra tristeza un poco de ufanía no más, como ese leve carmín de tu belleza, y juntos
lloraremos, sin lágrimas, la alteza de sueños que matamos estérilmente un día.

Oye, seremos tristes, con la tristeza vaga de los parques lejanos, de las muertas ciudades, de los
puertos nocturnos cuyo faro se apaga.

Y así, bajo el otoño, tranquilamente unidos, tú vivirás de nuevo tus viejas vanidades y yo la gloria
póstuma de mis triunfos perdidos.

todo pasó

Todo pasó como la breve sombra de un ave que atraviesa el firmamento. Pasó la eternidad en un
momento, y el recuerdo traidor ya no te nombra.

Tan sólo el corazón gime y se asombra ante la realidad de su tormento: ¡noche oscura,
relámpagos y viento, y un manto de hojas que el sendero alfombra!
Pero hasta ayer, no más, fuiste la vida, luz del pasado, apoyo del futuro, timón del alma y venda de
la herida.

Hoy pienso en ti, mi bello amor lejano, cual se recuerda, sobre el lecho duro, el sueño de una
noche de verano.

la voz del agua

Yo soy el agua azul de la montaña, nací en un hueco del breñal salvaje y no llevo ni espumas de
coraje ni al caminante mi cristal engaña.

No me desbordo con rugiente saña ni a vastos mares enderezo el viaje; sólo copio los tonos del
paisaje y sólo huertos mi corriente baña.

Y humilde y en silencio, mi destino es ser buena y cordial; ser agua pura a través de la hierba del
camino.

Correr sin nombre, padecer quebrantos, y morir una noche en la espesura como murieron tus
mejores cantos.

santa tristeza

Santa tristeza de sentirme humano en medio a la maldad. Noble locura de ir brindando mi fuente
de ternura como se brinda el agua entre la mano.
Tú, que aquilatas el rencor insano, ¿intentarías tu agresión oscura si supieses que, a fuerza de
amargura, ya sólo entiendo esta palabra: ¿hermano?

Llevo adentro mil fuentes luminosas cuyo cristal purísimo no altera el divino contorno de las cosas.

Puedes venir a mí, grande o pequeño, yo te daré la imagen verdadera de tu faz, de tu alma y de tu
sueño.

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