Data Diplomacia Cultural DO4
Data Diplomacia Cultural DO4
Data Diplomacia Cultural DO4
Relatoría
El evento se convocó para promover la discusión del tema en un contexto marcado por un
reducido conocimiento, tanto en la academia como entre el público en general, con
respecto al valor y la utilidad de las políticas de diplomacia cultural en países en vías de
desarrollo. Las ponencias presentadas durante el conversatorio permitieron ampliar el
conocimiento sobre el intercambio cultural como forma de poder suave, plantear el
alcance y los retos de éste como herramienta de política exterior y mostrar los avances de
ambos países—Colombia y el Reino Unido en el fortalecimiento de sus relaciones
culturales con el mundo.
1
El Centro de Estudios Internacionales (CEI) es una iniciativa conjunta del Departamento de Ciencia
Política de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Escuela de Gobierno Alberto Lleras Camargo de la
Universidad de los Andes.
Marco conceptual
El poder suave es un componente de un campo más amplio conocido como diplomacia
pública, que permite a los estados valerse de su cultura, valores e ideas para explicarse
ante el mundo (Nye 2002, Schneider 2004). En este sentido, para Yudice (2002) la
cultura como un recurso puede compararse con la naturaleza, sobre todo porque ambas se
benefician del predominio de la diversidad. La cultura se invierte, se distribuye
globalmente, se utiliza como atracción para promover el desarrollo del capital y del
turismo y puede convertirse en un mecanismo de acción en el exterior. En su intervención
durante el Encuentro Andino de Diplomacia Cultural convocado por el Ministerio de
Relaciones Exteriores en 2007, Edgar Montiel manifestaba que “la cultura, contrario a la
visión tradicional que pretende de ella una práctica libre de todo tipo de influencias,
nunca es neutra. Al contrario, es un elemento estratégico de primer orden, quizá el más
influyente, por su versatilidad y plasticidad”.
Bajo esta perspectiva, es posible definir diplomacia cultural como “el intercambio de
ideas, información, arte y otros aspectos de la cultura entre las naciones y sus pueblos
para fomentar la comprensión mutua” (Cummings 2003, citado por Schneider 2004). Así,
como componente fundamental de la diplomacia pública, la diplomacia cultural tiene
como objetivo persuadir a través de la cultura, las ideas y los valores fomentados por
medio de expresiones tan diversas como el séptimo arte, la prensa y los medios de
información, las artes plásticas y la literatura, así como por prácticas como el comercio,
el turismo, los estudios en el exterior, el aprendizaje de idiomas y el intercambio
académico, entre otros.
Como se mencionó anteriormente, la diplomacia pública está definida por los recursos no
coercitivos que usan los estados para comunicarse con diversos públicos extranjeros con
el fin de generar un clima de comprensión y receptividad para las ideas y valores de su
país, sus instituciones y cultura, así como de sus intereses nacionales. Es bajo esta
perspectiva que es posible ubicar el concepto de diplomacia pública dentro de la
definición de política de prestigio esgrimida por Morgenthau.2
No obstante, como ha sido mencionado anteriormente, debe recordarse que las relaciones
culturales no se establecen con ánimo filantrópico. No se refieren a la idea altruista de
2
Ponencia de Arlene Tickner, disponible al final de este texto.
3
Ponencia de Martin Davidson, disponible al final de este texto.
“hacer el bien” en el mundo. Son, más bien, planteadas bajo consideraciones serias sobre
qué es lo mejor para el interés nacional. En este sentido, un académico del Reino Unido
escribió en el Journal of International Affairs lo siguiente: “Lo obvio es realmente
deslumbrante. Si estás ampliamente familiarizado con el idioma y la literatura de otro, si
conoces y amas al país de otro, sus ciudades, sus artes, su gente, estarás dispuesto
instintivamente –siendo todos los otros factores iguales- a comprar bienes de esa persona
en vez de los bienes de una fuente menos conocida; a apoyarlo activamente cuando
consideres que esté en lo cierto, y a evitar castigarlo demasiado duro cuando consideres
que esté equivocado.” Así que el intercambio cultural se trata en realidad de una función
activa de los estados, de la cual se derivan beneficios a corto y a largo plazo para las
partes.4
Por ejemplo, resulta innegable el poder que llegan a tener dos eventos que capturan la
atención de dos tercios de la población mundial, como son los juegos olímpicos y el
4
Ibid.
5
Tickner, op.cit.
mundial de fútbol de la FIFA. Estos constituyen una plataforma de reconocimiento y una
herramienta de publicidad instantánea que todo país busca aprovechar. Así mismo, cabe
traer a colación una imagen que marcó los juegos olímpicos del año 1968 en México, en
donde se ve a dos integrantes de las panteras negras de los Estados Unidos levantando la
mano en símbolo de ‘poder negro’, y en donde se pone en evidencia el uso que actores de
la sociedad civil hacen igualmente del intercambio cultural en momentos históricos
estratégicos, como era la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos en esa
época.6
6
Ibid.
7
Ponencia de la Vice Ministra Adriana Mejía, disponible al final de este texto.
son importantes. Sin embargo, para los objetivos de la política de diplomacia cultural, lo
que en realidad cuenta es la evidencia anecdótica o cualitativa. Para mencionar dos
ejemplos, es muy probable que el hecho de que el ex presidente Álvaro Uribe y el ex
canciller Jaime Bermúdez, hayan realizado sus estudios de postgrado en la Universidad
de Oxford con apoyo de la Embajada Británica, haya contribuido a que el entendimiento
de las relaciones entre Colombia y Gran Bretaña sea más profundo y tal vez más
favorable.8
En los Estados Unidos, las actividades de diplomacia cultural en la Guerra Fría eran
financiadas tanto por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) como por el Departamento
de Estado. Esta era entendida como un asunto de seguridad nacional, en el sentido de que
quiénes decidían las políticas del momento veían una relación directa entre los esfuerzos
de interacción de los Estados Unidos con consumidores de productos culturales como el
cine, las artes plásticas, la literatura y el periodismo en el extranjero, y la victoria contra
el enemigo (Finn 2003). Para los ideólogos de la doctrina de seguridad nacional, se
trataba de ofrecer, a través de las producciones culturales, la “esperanza” de una vida
8
Davidson, op. cit.
9
Tickner, op. cit.
mejor (al estilo americano) a los ciudadanos de naciones bajo la amenaza comunista, en
especial aquellas detrás de la Cortina de Hierro (Finn 2003).
Por otro lado, es de destacar el caso de Francia como un ejemplo de diplomacia cultural
efectiva. A través de la red de Alianzas Francesas, identificadas como centros de estudio
del idioma francés, ese país ha dado a conocer el variado espectro de su cultura y ha
logrado un reconocimiento significativo de sus expresiones a través del cine, el arte, la
música y la gastronomía, entre otros.11
10
Ponencia de Angelika Rettberg, disponible al final de este texto.
11
Mejía, op. cit.
su idiosincrasia y su historia; y con la presencia activa de las Agencias de Cooperación
Internacional para el Desarrollo, ha impulsado numerosos proyectos que vinculan
directamente la cultura y el desarrollo.12
Siendo la cultura una herramienta básica del ‘poder blando’, ésta ha adquirido
importancia debido a su capacidad de promover la imagen de un país y su agenda
política y económica de una forma más sutil que otros elementos de la diplomacia
tradicional. La sutileza del poder blando se halla en varios aspectos: primero, no requiere
de la coerción o de la compra, dos recursos políticos de uso evidente, para lograr los
resultados esperados. Segundo, se fundamenta en el supuesto de que la cultura está por
encima de los intereses políticos y económicos. Si bien esta percepción es equivocada -
como ha sido abordado anteriormente en el texto-, tiene la capacidad de recubrir las
actividades culturales con un manto de inocencia que las hace más aceptables, y por ende
más efectivas, ante el público objetivo. Tercero, introduce nuevos gestores en la esfera de
la diplomacia. Como se mencionó anteriormente, la diplomacia cultural la ejercen no sólo
los estados sino también los miembros de la sociedad civil. Este fenómeno, conocido
como la nueva diplomacia pública, consiste principalmente en la construcción de
relaciones entre actores de la sociedad civil de distintos países en las cuales los estados,
en lugar de tratar de controlar y manejar la interacción, se convierten en promotores y
participantes. En este sentido, la sociedad se transforma en generadora de significados y
abandona el rol receptor pasivo de ideas y de mensajes de carga política y cultural.
12
Ibid.
Cuarto, los cambios en las estrategias de comunicación e interacción política tienen que
ver con el hecho de que vivimos en la “sociedad de la información”, en la cual la
capacidad de comunicar y narrar los hechos se ha vuelto un instrumento fundamental del
poder. Por tanto, la reputación y credibilidad de un país dependen en gran medida de la
información que circula sobre éste y por ende de sus estrategias de comunicación, así
como de la efectiva recepción de las mismas entre las distintas audiencias. Sin embargo,
el hecho de que se viva en esta sociedad de la información, donde hay un superávit de
datos y mensajes, hace que en algunas ocasiones apelar al poder blando resulte
inefectivo, si las acciones de un gobierno y la realidad de un país contradicen el mensaje
que busca comunicar.13
Por otra parte, la multiplicación de los asuntos públicos que se da como resultado de la
globalización y del superávit de información, demanda un incremento del entendimiento
entre las naciones, así como una mayor efectividad de los espacios de colaboración
multilateral. Exige, así mismo, una capacidad alta de los estados para garantizar que sus
ciudadanos puedan sacar el mejor provecho de la globalización y disipar,
simultáneamente, los temores crecientes en materia de identidad y seguridad nacional.
Las relaciones de intercambio cultural adquieren de esta forma un rol primordial en el
fomento del entendimiento y cooperación entre los actores del sistema internacional.14
13
Tickner, op. cit.
14
Davidson, op. cit.
15
Esta sección se elaboró con base en Mejía, op. cit.
Ministerio de Cultura en materia de apoyo a la creación, promoción y divulgación de las
expresiones artísticas y culturales, el Ministerio de Relaciones Exteriores define su acción
cultural en función de los intereses estratégicos de la política exterior y por lo tanto
orienta sus esfuerzos al público extranjero.
Implementación y logros
De acuerdo con las cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística –
DANE-, el 10.6% de los habitantes de nuestro país se auto reconoce como
afrocolombiano. Su folclor y su tradición oral han sido los rasgos más característicos de
su cultura que han aportado a la identidad colombiana, por medio de su música y danza.
De igual forma, en Colombia se auto reconocen como indígenas más de un millón de
personas, habitantes de 710 resguardos que abarcan alrededor de 32 millones de
hectáreas, el 27,34% del territorio nacional. A partir de la Constitución de 1991, los
pueblos indígenas han visto fortalecidos sus derechos a través de la apertura de espacios
que garantizan y promueven su participación política y de acciones afirmativas en
educación, salud y cultura.
Nuevos instrumentos como el portafolio de cooperación cultural de Colombia, construido
a partir de una labor conjunta con el Ministerio de Cultura, la Biblioteca Nacional, el
Museo Nacional y la Dirección de Cinematografía, establecen posibilidades concretas de
asistencia técnica a otros países, con cronogramas de trabajo y costos aproximados.
Retos
Uno de los desafíos fundamentales para lograr un uso efectivo de la estrategia de
diplomacia cultural en Colombia es la necesidad de ampliar y fortalecer las capacidades
de gestión de los funcionarios encargados de las actividades culturales y educativas en las
misiones diplomáticas de Colombia en el exterior. En este sentido, uno de los principales
objetivos que el Ministerio de Relaciones Exteriores tiene para el 2010 es el de
desarrollar unas herramientas de formación virtual que permitan fortalecer estas
capacidades. Para el efecto, en el segundo semestre de 2010 se desarrollará el primer
diplomado virtual “La cultura como herramienta de la política exterior” que constituye el
primer esfuerzo de educación continuada, que deberá ser mantenido y profundizado por
las administraciones futuras.
Así mismo, se presentan desafíos en la medición del impacto de la estrategia, para lo cual
deberán construirse indicadores que permitan determinar los resultados de las actividades
desarrolladas, tanto en términos cuantitativos como cualitativos, y dejar a un lado las
mediciones anecdóticas. La labor se dificulta, en parte, dado que muchos de los objetivos
16
Declaración de París sobre la eficacia de la ayuda al desarrollo (2005) y Programa de Acción de Accra
(2008), disponibles en: http://www.oecd.org/dataoecd/53/56/34580968.pdf
de la estrategia dependen del desarrollo de actividades paralelas en diferentes campos de
acción. No obstante, el Ministerio de Relaciones Exteriores se encuentra actualmente en
un proceso de análisis interno, que se espera produzca, con apoyo de la academia,
indicadores válidos y rigurosos.
Con respecto a las tensiones que puedan surgir entre los esfuerzos de diplomacia cultural
y los temas de orden migratorio y de seguridad nacional, es importante resaltar que “la
mejor política exterior es una buena política interna”, tal como lo afirmaba el ex Ministro
de Relaciones Exteriores Jaime Bermúdez Merizalde. Esto está vinculado a la inocuidad
de tratar de desarrollar estrategias de diplomacia cultural sobre la base de vender algo que
no existe. En ese orden de ideas, es evidente que los progresos en materia de seguridad
nacional en el territorio colombiano han tenido un impacto positivo en el número de
personas que visitan cada año al país, sea por razones de negocios o de turismo. Este
creciente influjo de visitantes del exterior también ha sido impulsado por la campaña de
promoción turística del país, “Colombia: el único riesgo es que te quieras quedar”.
Por otra parte, es necesario trabajar en la generación de interés por parte de las empresas
privadas por acompañar la estrategia de diplomacia cultural, de acuerdo con sus propios
intereses estratégicos. Si se concreta la efectiva vinculación del sector privado, sin duda
el impacto de la diplomacia cultural será mayor.
Finalmente, resulta necesario lograr que las acciones emprendidas sean adecuadamente
recogidas y divulgadas en los medios de comunicación. Como esfuerzo inicial de
divulgación, la Cancillería ha diseñado la página web de la diplomacia cultural de
Colombia, en donde es posible encontrar la programación en el exterior, los acuerdos y
proyectos de cooperación, las publicaciones del Ministerio y las iniciativas adicionales
que se están implementando.17
Para que el Reino Unido saque el mejor provecho de la globalización se requiere atraer
personas con la capacidad de tomar ventaja de las oportunidades que ofrece el mundo
globalizado, por lo que se necesita que aprendan otras lenguas. Gran Bretaña es un país
casi mono lingual con bajas habilidades idiomáticas, por lo que uno de los objetivos de la
diplomacia cultural británica es persuadir a las personas para que aprendan otras lenguas,
así el resto del mundo quiera aprender inglés. Si un país va a interactuar de manera
efectiva con otro país, se necesita que conozca su cultura y su lenguaje como un método
para alcanzar el entendimiento y la cooperación bilateral.
17
Ver: http://www.cancilleria.gov.co/wps/portal/culturales/inicio
18
Esta sección se elaboró con base en Davidson, op. cit.
interacción. Se trata de un flujo doble de ideas que se da a través del intercambio de
conocimiento a nivel global. La construcción de confianza es un acto deliberado y
beneficioso para los intereses nacionales del Reino Unido.
Implementación y logros
Como organización, el Consejo Británico existe desde hace 75 años. En Colombia, el
primer centro del Consejo Británico fue fundado en 1940 como uno de los primeros
centros de operación en el extranjero. Su propósito fundamental es el de ampliar la
concepción de los jóvenes con respecto a los asuntos internacionales, con el fin de que
desarrollen las habilidades necesarias para convertirse en ciudadanos globales. Así
mismo, el Consejo Británico busca proveer de oportunidades a las futuras generaciones
de líderes locales para que se junten en todas las regiones del mundo y entablen diálogos
con sus contrapartes británicas. En este sentido, lo que busca es desarrollar la influencia
del Reino Unido en el mundo así como establecer relaciones de confianza hacia ese país,
convirtiéndolo en un socio atractivo para las organizaciones y los estados. Las relaciones
culturales cumplen el anterior cometido a través de tres elementos: la construcción de
relaciones de largo plazo, la construcción de relaciones sostenibles y la construcción de
relaciones de entendimiento mutuo.
Retos
Existen muchos riesgos en la agenda de las relaciones culturales. En primer lugar, éstas
no deberán ser usadas con fines propagandísticos, pues la propaganda es sumamente
evidente y la gente la identifica de inmediato. En segundo lugar, si se mantiene una
politica de honestidad sobre lo que hacen los países (en lugar de promover propaganda),
es muy posible que alguien en el país de origen se vea ofendido. No obstante, lograr
representar un país en todas sus facetas, positivas y negativas, es, de acuerdo al Consejo
Británico, parte de la naturaleza de las relaciones culturales.
Otro de los temas que más suscita controversia en el medio de las relaciones culturales es
el de la medición del impacto y los resultados. ¿Cómo se demuestra, en un período
relativamente corto, un impacto que ha sido planeado y desarrollado con objetivos de
largo plazo? El Consejo Británico ha abordado esta cuestión a través de la construcción
de indicadores. No obstante, el problema más serio en la formulación de éstos radica en
determinar con claridad qué acciones llevan a cuáles resultados. Es muy difícil establecer
relaciones de causalidad directa en estos temas, por lo cual se acude al uso de indicadores
indirectos.
Finalmente, otro tema que suscita tensión en el mundo de las relaciones culturales es el
de los problemas migratorios y de la seguridad nacional. La tensión se manifiesta
especialmente en que por un lado el Consejo Británico gasta millones en impulsar a la
gente a que visite a Gran Bretaña, mientras que los servicios de frontera se gastan
millones simultáneamente tratando de evitar que las personas entren a Gran Bretaña. Por
tal motivo, siempre hay una negociación constante con los agentes de frontera y aduanas
con respecto al régimen de visas del Consejo Británico. También se promueve que las
personas en el extranjero tengan claro y entiendan cuál es ese régimen de visas.
19
Las transcripciones conservan el idioma original en el que fueron realizadas las intervenciones.
Durante la Guerra Fría, por ejemplo, los esfuerzos de diplomacia cultural eran
financiados tanto por la CIA como por el Depto. de Estado de los EEUU. La DC era
entendida como un asunto de seguridad nacional, en el sentido que quiénes decidían las
políticas del momento veían un vínculo entre la interacción de los Estados Unidos con
una audiencia extranjera de determinados productos culturales (como el cine, las artes
plásticas, la literatura y el periodismo) y la victoria contra el enemigo (Finn 2003). La
idea era ofrecer, a través de las producciones culturales, la “esperanza” de una vida mejor
a los ciudadanos de naciones bajo la amenaza comunista (o bajo la cortina de hierro),
basada en el estilo de vida americano (Finn 2003).
La caída del Muro de Berlín, primero, y el ataque del 11 de septiembre de 2001 contra los
EEUU ha causado una disminución de la importancia de la diplomacia cultural, reflejado
tanto en el número de programas que se adelantan como en la financiación que reciben,
en buena parte porque la renovada sensación de una amenaza global ha reforzado las
posiciones de quienes consideran que el tipo de amenaza global que se cierne sobre el
mundo requiere una respuesta dura. “Suave” en este nuevo contexto, para algunos
significa “débil”, llevándolos a abogar por diplomacias de corte duro. Qué más oportuno,
entonces, que esta conversación que nuestros expertos adelantarán hoy sobre las
funciones y continua relevancia de la diplomacia cultural en el mundo de hoy.
Este conversatorio es aún más relevante si consideramos que la literatura sobre el tema se
ha enfocado en el desarrollo del poder suave y en las actividades de diplomacia cultural
de las grandes potencias. Poco se ha escrito sobre el desarrollo, la utilidad y las
estrategias de los países pequeños y en vía de desarrollo. El caso colombiano, por
ejemplo, es interesante, porque se desarrolla alrededor de dos esfuerzos paralelos: atraer
inversión extranjera y turismo, y modificar la imagen negativa del país vinculada a la
violencia política y del narcotráfico.
Por eso es importante el conversatorio, para empezar a llenar ese vacío en la discusión
académica, no sólo a nivel nacional sino, esperamos en un futuro, a nivel internacional.
Quiero ahora darle la palabra a los especialistas, para que nos presenten sus percepciones
sobre el tema.
Adriana Mejía Hernández, Viceministra de Asuntos Multilaterales, Ministerio de
Relaciones Exteriores, es profesional en Finanzas, Gobierno y Relaciones
Internacionales de la Universidad Externado de Colombia. Ha sido Viceministra y
coordinadora del grupo de relaciones internacionales del Ministerio de Cultura;
Directora del Instituto Distrital de Cultura y Turismo; y ha ejercido cargos en la
Contraloría Distrital, el Banco de Comercio Exterior de Colombia, Bancoldex y el
Ministerio de Desarrollo Económico. Así mismo, ha trabajado en el sector privado como
Presidenta Ejecutiva de la Cámara Colombiana del Libro; Gerente de la Revista
Estrategia Económica y Financiera, y ha ejercido en la academia coordinando el Centro
de Investigaciones y Proyectos Especiales CIPE de la Universidad Externado de
Colombiana y en la cátedra de técnicas de negociación de la Facultad de la que es
egresada.
Martin Davidson es Director Mundial del British Council desde abril de 2007. Desde
joven ha estado vinculado al sector diplomático, como oficial administrativo en Hong
Kong; fundador de la oficina del British Council en el Sur de China en Guangzhou, y
posteriormente como director del British Council en China, desde su oficina en Beijing.
El señor Davidson también ha ocupado diversos puestos en la sede central del British
Council en Londres, con responsabilidades que han incluido el Sudeste de Europa,
Oriente Medio, Asia Oriental y las Américas. Es miembro de la Junta de la Gran Bretaña
del Consejo de China.
Antes de concluir, quiero recordar que el British Council ha puesto a nuestra disposición
un servicio de traducción. También quiero que sepan que en las próximas semanas se
publicará una relatoría de lo que se presente y se discuta hoy en formato impreso y
virtual, gracias al apoyo del Ministerio de Relaciones Exteriores y de la Universidad de
los Andes. Les ruego
De nuevo gracias a todos y todas por su compañía hoy, espero que disfruten de este
evento.
Esta sin duda será una oportunidad propicia para intercambiar algunas ideas en torno a
los esfuerzos que adelantan los diferentes países en torno a la formulación y puesta en
marcha de políticas de diplomacia cultural como parte de sus agendas de política exterior.
En lo que me corresponde, por supuesto, me referiré al caso de Colombia.En un entorno
globalizado, los intercambios culturales, incluso entre las regiones más lejanas y
disímiles del mundo, se desarrollan con enorme facilidad.
Cada vez en mayor medida, los seres humanos cuentan con la capacidad de acceder, de
una forma u otra, al conocimiento de las representaciones artísticas y manifestaciones
culturales originadas en los diversos rincones de la tierra. En la actualidad, las
condiciones están dadas para intensificar el intercambio del conocimiento de las
expresiones artísticas y patrimoniales, a través del fortalecimiento de las relaciones
culturales entre los países.
Desde el punto de vista político, ha sido posible evidenciar la manera como algunos
países han privilegiado la construcción de vínculos culturales en el desarrollo de su
política exterior, y la forma como dicha estrategia ha contribuido a fortalecer sus
capacidades de negociación en los escenarios internacionales.
El término “poder suave” fue acuñado en 2004 por el politólogo Joseph Nye, profesor de
la Universidad de Harvard, quien lo definió como la habilidad de obtener lo que se quiere
a través de la cooptación y la atracción. La “diplomacia cultural”, fue descrita por Milton
Cummings como el intercambio de ideas, información, valores, sistemas, tradiciones y
creencias que se utiliza con el fin de fomentar el entendimiento mutuo entre los pueblos.
De acuerdo con George Yudice la cultura como recurso puede compararse con la
naturaleza como recurso, sobre todo porque ambas se benefician del predominio de la
diversidad. La cultura se invierte, se distribuye globalmente, se utiliza como atracción
para promover el desarrollo del capital y del turismo y puede convertirse en un
mecanismo de acción en el exterior.
En su intervención durante el Encuentro Andino de Diplomacia Cultural convocado por
el Ministerio de Relaciones Exteriores en 2007, Edgar Montiel manifestó que: “La
cultura, contrario a la visión tradicional que pretende de ella una práctica libre de todo
tipo de influencias, nunca es neutra. Al contrario, es un elemento estratégico de primer
orden, quizá el más influyente, por su versatilidad y plasticidad”.
Por supuesto, existen desafíos que demandarán de mayores esfuerzos para lograr una
estrategia de diplomacia cultural efectiva. Con el fin de medir su impacto, se deberán
construir indicadores que permitan establecer los resultados de las actividades
desarrolladas tanto en términos cuantitativos como cualitativos. De la misma manera, se
deben ampliar y fortalecer las capacidades de gestión de los funcionarios encargados de
las actividades culturales y educativas en las misiones diplomáticas de Colombia en el
exterior. Para el efecto, en el segundo semestre de 2010 se desarrollará el primer
diplomado virtual “la cultura como herramienta de la política exterior” que se constituye
en el primer esfuerzo de educación continua, que se deberá mantener y profundizar.
Gracias.
I’d like to follow up the comments made by the vice-minister, by thinking about this
question from a British Council –and to an extent-, a UK perspective. The starting point
seems to be the ‘changing world environment’ within which we are trying to develop
stronger relations between our country and other countries. The impact of globalization;
the fact that no single country is able on its own – no matter how powerful- to deal with
the range of issues which face them –or us-, as nations: Issues of migration, issues of
climate, issues of the global economy, issues of global diseases. Each one of these areas
requires collaboration of a completely different scale than we have seen before.
Technology, the advent of technology, means that every individual in this room or in the
world (almost) could become a broadcaster with the purchase of a small camera and an
IT connection. Everyone is able to have an opinion and that opinion could be heard
around the world without any intervention from authority. And the ability of governments
or institutions to manage the media perception is extraordinarily difficult and much more
difficult when you’re talking about the attitudes towards states. And the paradox –which I
think is a vital important one-, at a point when the world is coming in so many ways
together, the levels of distrust between the peoples of the world seems to us to be getting
wider and wider. The capacity of each country to ensure that its own citizens have the
ability to make the most of globalization requires an engagement with the rest of the
world, and the fear of not being able to take part in that globalization, of those
opportunities, I think drives fear, drives fears about the nature of identity, drives fear
about the nature of your prosperity, it drives fear about the intentions of others towards
you. And those fears often drive growing levels of mistrust between countries.
Now all governments, all countries seek to do a number of things in the international
sphere. They seek to grow their capacity to influence others, for political, economic, trade
reasons; they seek to grow their capacity internally to take advantage of globalization,
whether that is through growing skills for young people, whether it’s improving the
capacity of institutions to engage with comparable institutions elsewhere in the world.
Above all else, there is an extraordinary growth in the need to be understood, but also the
need to influence and the need to attract other people too. It is no longer good enough to
tell people that ‘we are a fine country’, that we have a great history, that we are
democratic. People need to be attracted to us, to be able to actually see these areas as
something of importance to them.
Cultural relations which is what we define ourselves (BC) as doing; we define perhaps
slightly different from the definitions you’ve just heard, but only on the margins. We
define cultural relations as the attempt to build trust –and that’s a very important word for
us-, and engagement; that is a two-way exchange of ideas, through exchanging
knowledge and ideas globally. And we in our case, the British Council, we seek to build
that trust and that engagement for the UK: it is quite deliberately an activity which seeks
to build benefits for the UK. The tools that we use – and this is one of the points where I
begin to differ from the vice-minister-, is not simply culture. Rather it is culture written in
a much wider sense than simply the arts. The arts are vitally important: you cannot do
cultural relations without firm basis on the arts. But it also includes education; it also
includes signs; it also includes sport; and above all else, it also includes language.
Because, if you are going to try and create and opportunity for an exchange of ideas
between people then you have to have a common language to be able to undertake that
exchange. That might be the language of English, or the language of Spanish, or the
language of Chinese; but it might be the language of music, or the language of the arts, or
the language of sport or the language of science. But language is a critically important
theme. And we have the huge advantage of being English speakers, and people seeking
us, to come to us, and being attracted to the UK, because of their desire to learn our
language. This also has a disadvantage, because people do not come to learn English in
order to be able to read Shakespeare sadly -it’d be a much better world if they did, but
sadly they don’t- they come to learn English for business purposes, for the ability to
engage internationally, for international communication. So, it is very difficult for us, for
the language to carry all the cultural overtones which perhaps other languages are able to
do.
Now we as an organization, the British Council, we’ve existed for 75 years, 70 years here
in Colombia – I am very proud that Colombia was one of our first overseas operations,
founded in 1940 -. Our purpose, what we seek to do, is first and foremost broaden young
people’s international views, to develop skills which will allow them to become global
citizens, and to provide opportunities for the next generation of political, social,
educational, scientific and cultural leaders, to come together in regions across the world,
and of course, to come together with their UK counterparts. That is where we believe that
we are able to deliver both influence and trust for the UK and also make the UK an
attractive partner for those organizations.
Where does it fit within an overall sense of what a nation’s international agenda is? All
nations, it doesn’t matter how big or small they are, seem to us to share a range of
international interventions which they can make, and different nations choose different
parts of these. The spectrum that we would talk about stretches from A, at one end,
through the persuasive nature of cultural relations and cultural diplomacy, through to a
more strident positioning of a country’s views on particular areas, through to military
options. We have a rather glib way of saying that it stretches from giving to helping, to
sharing, to boasting, to telling, to fighting.
Cultural relations it seems to us fits at the very centre of that, which is around the sharing
and the boasting. There’s nothing wrong with boasting about our country, and there’s
nothing wrong with telling people about what we are proud of, but equally it is not going
to be sufficient, and if you’re going to convince people of the value that you believe that
you have, then you have to attract them to you, and that is done – we believe -, through
sharing.
Cultural relations fill that space by doing three critically important things. First of all, in
building long-term relationships; in building sustainable relationships; and thirdly, in
building mutual relationships. The relationships if they are going to be of value, if they
are going to avoid all the perils of cultural imperialism must be based upon a mutual
exchange of ideas and a mutual exchange of values, and that requires listening, as well as
speaking. People will not talk to you if all you want to do is tell them about your own
views. You have to be prepared also to listen to them. And the sort of examples that we
have of the work that we do, English language is usually important for us, but it isn’t
simply having the teaching centers that are based here in Bogotá, teaching people English
and particularly to the elites who have the capacity to afford paying admittedly rather
high fees. It is also working with the Colombian government on supporting the
extraordinary range of activities in developing the English language capacity within the
public education system. It is providing support to teachers of English. It is providing
materials for people to be able to have better access, and it is providing tools through the
internet for individual students across this country and across the world to actually gain
access to English through the sort of work that we do. It is about working on education,
schooling. It isn’t simply about the extent to which young Colombians know and
understand about the UK, it is also the extent to which young people in the UK know and
understand about Colombia.
If we are going to make the most of opportunities of globalization for the UK, then we
need the skills of adding on people to be able to take them to be able to operate in that
global world. So we need people to learn other languages. Britain is almost a
monolingual country, we have very weak language skills in our country, and one of the
things we have to do is to persuade people that other people’s languages are important to
learn even if they are going to learn ours. Why? Because if you are going to engage
effectively with somebody from a different culture, you need to be able to understand that
culture and language is one of the key ways with which you actually get that
understanding. So we are building schoolings, which create opportunities for young
people in Britain to have contact with young people in Colombia and elsewhere around
the world. The arts is undoubtedly important. We are very proud of the fact that the Hay
Festival is taking place in Cartagena and has been taking place for five years, and
working in our continuing to build the artistic exchange between Colombia and Britain is
a vital important part of our work. The climate change is also part of our work, and
people often look at me and ask me why is an organization such as the British Council
involved in an issue such as climate change? The reason is that if you’re going to be
involved in exchanges of views between young people you’ve got to be working in some
of those agendas which are important for young people, and climate change almost
always will come to the top of the surface.
The range of work in which we are engaged is vitally important but it is wide. We believe
very strongly that it cannot be narrowed down to a small sack. There are of course risks
in a cultural relations agenda; first and foremost it mustn’t be propaganda. People see
through propaganda extraordinarily quickly. So if you’re not going to be talking in a
truthful fashion about your country then people will not believe you, and they won’t
believe when you are talking truthfully as well. Secondly, if you are going to be talking
truthfully about your country, then almost certainly, at some point, you are going to
offend somebody in your own country (…). Being able to actually represent your country
in all its facets, the negative as well as positive, seems to us to be part of the nature of
cultural relations.
We also believe very strongly that it is best affected at arm’s length from government. A
rather cynical British commentator a couple hundred years ago defined diplomats as
“honest men sent abroad to lie for their countries” and there is a distrust overseas about
the nature of what foreign diplomats do. So there doesn’t need to be another lie, another
area, another space which allows people to actually engage with your culture, your
education, your science, which is seen as not necessarily simply pushing a governmental
lie.
The British foreign ministry had the foresight to give the British Council operational
independence from the day we were established. It was recognized in 1934 when we
were created, that our work would be long term, seeking a sustainable attitude and
behavior, and that we would be in our best when we were acting in concert with – we
don’t seek to rubbish our country, we don’t seek to operate completely independently
from the British government-, but we do seek to operate at arm’s length and not directed
by the government.
First rule: we believe that credibility is impossible without some sort of operations at
arm’s length independence. Let me give you another example of what I mean. We put on
an exhibition in Saudi Arabia about the life of Muslims in the UK, nothing very unusual
about that, nothing very exciting to be quite frank, there plenty of countries doing it. But
what we did I think was slightly different, what we did is we invited Saudi Arabian
photographers to come to Britain, and we gave them access to any part of our country. So
they went to detention centers for immigrants, they went to schools, they went to some of
the deprived areas of the country and they went to some wealthy areas of the country, and
they took photographs of ‘life of Muslims in Britain’. What we also did was ask them to
invite British photographers back to take photographs about the life of foreigners in Saudi
Arabia, and then we put the two exhibitions together as a single event. It had enormous
impact in Saudi Arabia; it was described as one of the most effective public exhibitions
that Saudi Arabians had ever seen. It also caused enormous uproar and in parliament in
Britain, with us accused of having trashed our country, of having no confidence in the
UK, showing the very worst of our country. Instead, I believe we were showing the very
best of the UK. We were showing the very best of a country which is prepared to look at
itself, to allow it to be seen by people from outside our country and to recognize that the
view that they have of us was good as well as bad and that reflected a true reality of the
sort of country we are.
I think another point about one of the key ingredients of cultural relations as we see it, is
that it is not passive; it isn’t simply allowing people to gain at the sense of what is good
about you, or about putting on particular shows about your culture, it is really that
connection between listening and mutual benefit that it is so important.
The power of cultural relations is that it can turn listening from a passive into an active
notion, which yields positive benefits. I think it’d be a mistake to confuse the active form
of listening with audience analysis and research on public opinions. Joseph Nye refers to
the passive kind of listening when he states that by definition ‘soft power means getting
others to want the outcomes you want and that requires understanding how they’re
hearing your messages and fine tuning those messages if necessary’. In contrast we
would argue that listening as part of cultural relations reflects a genuine interest in the
other person’s perspective. If you’re going to listen, you have to actually hear what
people say, you have to demonstrate that the different viewpoints are taken seriously and
that those other perspectives are given consideration. You don’t necessarily have to agree
with each other, indeed the very best cultural relations come when you disagree; but you
do have to be prepared to listen; you do have to be prepared to take those other
perspectives into consideration.
The final thing I would say about cultural relations is that it is not philanthropic. It isn’t
about doing good in the world. It is about a hard sense of where national interest lies. A
UK academic wrote in the journal of international affairs, and he said “it’s really
dazzling the obvious. If you are thoroughly familiar with somebody’s language and
literature, if you know and love his country, its cities, its arts, its people, you will be
instinctively disposed – all other things being equal-, to buy goods from him rather than
from a less well-known source, to support him actively when you consider him right, and
to avoid punishing him to fiercely when you regard him as being wrong. So it is an active
function of a state and one which actually delivers real benefit, direct benefit back to that
state through better understanding, providing a real benefit in both the short and the long
term.
I suppose the final thing to ask is: is it effective? Does it work? And one of the great
cultural relations discussions around the world is, how we find that magic item which
convinces our ministers of finance wherever we might be that this is a better way of
spending money and doing something different? This is hugely difficult because we are
engaged in a long term mutually beneficial sustainability agenda, not something which
makes the two to three year time horizons of far too many ministers of finance. We now
have more than a million young people around the world connected with British schools.
We have more than 300 thousand people learning English through our direct teaching
centers; we have more than half a billion people learning English and drawing upon the
skills and the materials from the UK around the world. We have 500 thousand young
people from around the world studying in British universities; we have more than 10
thousand young leaders in the Middle East engaged actively on a day-to-day, month-to
month basis with their counterparts in the UK.
Those numbers are easy to gather, but it’s actually the anecdotal evidence which truly
makes the difference, and here in Colombia I only need mention the cases of Álvaro
Uribe or Jaime Bermúdez as an example of people who we believe have gained hugely
personally from engagement with the British Council, but also have provided an
opportunity for Colombia to understand the UK better, for the UK to understand
Colombia better, and for a stronger relationship between our two countries be created.
And what President Uribe said in January this year “My experience at the University of
Oxford was excellent. I improved my knowledge of the world, Latin America and of my
own country, and I am forever grateful”. That seems to be a pretty good quote to be able
to say: yes, this does matter.
Lo segundo que creo que es importante poner sobre la mesa es que en Colombia se trata
de un tema de muy reciente reflexión. Además de que no trabajamos mucho en la
academia la política exterior, el tema de la cultura como un instrumento de la política
exterior colombiana no se ha practicado enérgicamente hasta hace muy poco ni se ha
estudiado. Sencillamente para comenzar con una anécdota para mostrar lo lejos que ha
llegado esta discusión en la práctica de la política exterior quería comentar lo siguiente:
uno de mis primeros encuentros con la política exterior colombiana fue desde la
embajada de Colombia en Estados Unidos, donde hice mi maestría después de haber
vivido en Colombia varios años. En ese momento, mi futuro esposo era el agregado
cultural de la embajada de Colombia en Washington, y creo que fue él quien empezó a
insistir en la necesidad de trabajar fuertemente la cultura como una forma de hacer
conocer otros aspectos de Colombia en el exterior. Tan poco importante era el tema de la
cultura que recuerdo que cuando armábamos las exposiciones de arte, o los recitales
musicales, y las reuniones sociales que acompañaban a dichos eventos, no nos giraban el
dinero ni siquiera para poder armar la recepción, sino que tocaba ir con el dinero del
bolsillo, él y yo, a comprar los materiales necesarios para poder ofrecer la recepción a
quienes iban a asistir al evento cultural. Creo que la presentación de la viceministra
muestra, no sólo lo importante del tema, sino la forma cómo se ha ido trabajando en los
últimos años.
Quisiera comenzar precisando unos términos. Y antes de hacerlo quisiera partir donde mi
antecesor comenzó, él habló de relaciones culturales en lugar de diplomacia cultural, y yo
quisiera comenzar precisando cómo entiendo yo la diferencia y porque voy a comenzar
mi presentación hablando de Hans Morgengthau, uno de los fundadores de ‘la política del
poder’ y del poder duro, supuestamente contra el cual vamos a hablar. Las relaciones
culturales es un campo en el cual he trabajado mínimamente. Constituyen a mi modo de
ver un mosaico de encuentros humanos fomentados por el cine, por los medios de
comunicación, por el comercio, por el arte, por el turismo, por el matrimonio
intercultural, estudios en el exterior, estudios del idioma, la lectura de libros y hasta la
imaginación. Sin embargo, donde entra la diplomacia cultural creo, es cuando los países –
como él ha insinuado -, intentan manejar y administrar esos flujos que se han vuelto
mucho más preponderantes en el mundo de hoy, en pro de los intereses nacionales. Es
decir, suponer que la diplomacia cultural está exenta de intereses, es desconocer su
esencia innata.
Creo que el hecho de que la diplomacia cultural obedece a intereses nacionales hace
apropiado referirse a Hans Morgenthau, justamente para entender – al menos para mí -,
de que estamos hablando cuando hablamos de ‘diplomacia’. Morgenthau, como
mencioné, fue uno de los fundadores del realismo clásico, la idea de la política del poder
y el poder ‘duro’, más sin embargo, define a la diplomacia en términos creo que afines a
una discusión sobre diplomacia pública y diplomacia cultural. Esencialmente el ve en la
diplomacia un fin principal, que es poder promover el interés nacional mediante
instrumentos pacíficos. La idea siendo que si los países terminan llegando a la guerra
significa que no han sabido utilizar la diplomacia para lo que estaba diseñada. Establece
una seria de reglas que habría que fijar para poder ejercer una diplomacia adecuada.
Quería llamar la atención sobre la última que es: ‘emplear los medios adecuados para
satisfacer los objetivos propios’. Creo que la diplomacia pública, que viene siendo la
primera definición que quiero hacer, viene siendo, en palabras de Morgenthau una
política de prestigio que podríamos definir de la siguiente forma: procesos mediante los
cuales un gobierno se comunica con distintos públicos extranjeros con el fin de generar
un clima de comprensión y receptividad para las ideas y valores de un país, sus
instituciones y cultura así como de sus intereses nacionales. Morgenthau se refiere a esto
como la política de prestigio, que es justamente un aspecto no material del poder que él
considera un vehículo instrumental mediante el cual los estados y los países
reconocimiento social y logran impresionar esencialmente a otros países y sus públicos.
Si fuéramos a mirar sus rasgos generales para llegar a definir qué es diplomacia cultural,
dentro de este universo llamado diplomacia pública, simplemente quería señalar varios.
Es un proceso abierto, no cerrado y secreto como otros mecanismos de la diplomacia.
Primero, porque aunque hable de personas – y en efecto en el mundo de hoy las personas
se han convertido en un actor fundamental de la diplomacia cultural -, los estados siguen
siendo uno de sus principales gestores, y al hablar de personas solemos perder de vista
que son los estados quienes en esencia están buscando mediante este tipo de diplomacia
defender sus intereses nacionales. Por su parte, como señale al principio, la diplomacia
cultural, como otros elementos de la diplomacia, necesariamente tiene un propósito
instrumental y no altruista, que es defender los intereses nacionales. Esto es algo que es
importante tener en cuenta. Otro punto que quiero señalar, es la historia larga que tiene la
diplomacia cultural, a pesar de ser un tema reciente en la literatura académica, en la
práctica se trata de algo que viene gestándose a lo largo de la historia de las relaciones
entre países en el mundo. Desde este estratega chino (Zhuge Ling Mastering the art of
war, 220-280 A.D.) hay una mención de que hasta en la Guerra la cultura se debe
reconocer como un instrumento central. Es después de la primera guerra mundial cuando
la diplomacia cultural comienza a utilizarse mucho más efectivamente y activamente por
parte de los países europeos que buscan en el período de entre guerras comenzar a
mejorar su prestigio luego de la primera guerra mundial; y ya en la segunda guerra
mundial, ante las actividades propagandísticas en países como Alemania se vuelve una
práctica común de los países que desde ese momento ha venido usándose como otro
elemento más de la diplomacia, que llega, -creo- a su expresión máxima durante la guerra
fría, en donde es mediante el ejercicio de la diplomacia cultural que la información
contraria a la difundida a países como la Unión Soviética comienza a difundirse.
Es importante la diplomacia cultural por varios motivos. Algunos se han señalado. Pasaré
por encima para mostrar unos ejemplos. Primero: porque ayuda a crear una base de
confianza entre los países que no se logra mediante otros instrumentos de la diplomacia,
que puede servir para lograr acuerdos en otros campos. No es gratuito que el tema de la
seguridad en países como Estados Unidos se ha visto como fortaleciéndose mediante la
diplomacia cultural, porque en efecto es a través de la confianza que permite construir,
que se puede lograr acuerdos en múltiples ámbitos de las relaciones internacionales.
Segundo – y ya ha sido recalcado -: permite trabajar relaciones de largo plazo con
públicos extranjeros, y de ahí que no se trata de una política de gobierno sino de Estado
como voy a señalar al final. Se trata realmente de ir cultivando relaciones de largo plazo,
que a cuatro años de un gobierno, muchas veces no se ven, con lo cual se explica la
dificultad de ejercerlo.
Otro punto, es que es un vehículo de acercamiento con países con los cuales las
relaciones diplomáticas están tensas o no existen, como se ve en el caso de la diplomacia
de ping-pong entre Estados Unidos y China, o la diplomacia entre Estados unidos y Cuba,
que ha girado en torno a temas culturales también. Finalmente, sirve para contrarrestar
información negativa sobre un país. El argumento es muy claro, al aprender el idioma, al
aprender sobre la cultura, al leer textos hechos en un país una persona está más equipada
para formarse una opinión más equilibrada en lugar de ser influenciada por un solo punto
de vista – muchas veces negativo-, sobre un país.
Los ejemplos sobran, pero quería mostrar algunos. Quiero señalar la importancia del
deporte como uno de los instrumentos de la diplomacia cultural. El hecho de que el
deporte tenga un atractivo popular tan amplio respecto a otros elementos de la cultura, lo
hace una forma estratégica de diplomacia cultural. Simplemente si miramos el caso de los
juegos olímpicos o la copa mundial de fútbol, lo que vemos es que la capacidad misma de
captar la atención de hasta dos tercios de la población mundial constituye un
reconocimiento y una publicidad instantánea que obviamente muchos países buscan
afianzar. Por su parte, en el pasado el reconocimiento deportivo ha sido para países como
los de Europa del Este, o Sudáfrica que fue boicoteado muchas veces en el deporte por el
Apartheid, un paso obligado de reconocimiento político de los países. No es en vano que
Lula haya llorado al ser Rio seleccionada como próxima sede de los juegos olímpicos,
porque en efecto la posibilidad de utilizar el deporte para promover los intereses del país
constituye un instrumento fundamental de la diplomacia.
No pude dejar de mostrar otra imagen que me ha impactado siempre. Que fue la de los
juegos olímpicos del año 1968 en México, donde se ve a dos integrantes de las panteras
negras en Estados Unidos levantan la mano en símbolo del ‘poder negro’ poniendo en
evidencia a su vez el uso que actores de la sociedad también pueden hacer de la
diplomacia cultural en momentos históricos estratégicos como este en Estados Unidos,
cuando el tema de los derechos civiles estaba en discusión.
Varios cambios que quiero señalar a raíz de la globalización que hacen necesario
repensar esta práctica llamada diplomacia cultural, que de nuevo, ha tenido un arraigo
muy largo en las relaciones internacionales. Simplemente para mencionar algunos,
podríamos decir que muchas de las transformaciones que asociamos con la globalización
han generado retos al ejercicio convencional de la diplomacia y el poder así como a la
diplomacia cultural que vale la pena resumir. Se resume en la revolución de las
comunicaciones, la interconexión a interdependencia que hay entre países, la
instantaneidad de la información, le reducción de las distancias geográficas, el aumento
en el volumen y el tipo de interacciones que hay entre países y personas, la disminución
del uso efectivo del llamado ‘poder duro’, que es el motivo de la reflexión del profesor
Joseph Nye, y la proliferación de actores gubernamentales.
Estos cambios para mí redundan en tres transformaciones, que vale la pena mencionar, en
cualquier tipo de diplomacia, pero en particular en la diplomacia cultural.
Primero, hay un cambio en el poder que ya fue señalado. Esencialmente, en el mundo de
hoy, Nye y otros han argumentado que la atracción, la seducción, la persuasión, se han
vuelto instrumentos centrales del poder en un mundo globalizado e interdependiente en el
cual la coerción y la compra – los dos elementos del poder duro -, han perdido su
eficacia.
Segundo, siendo la cultura un arsenal básico del ‘poder blando’, se ha vuelto muy
importante porque promueve la imagen de un país y su agenda política y económica de
una forma más sutil que otros elementos de la diplomacia. Y creo que la sutileza del
poder blando se halla en dos aspectos: primero no requiere de la coerción y compra para
lograr que otros hagan lo que quiere el país que lo ejerce; segundo, se fundamenta en el
supuesto un poco equivocado de que la cultura está por encima de los intereses políticos
y económicos, lo cual hace “más suave” –valga la redundancia- su operación. Tercero,
hay cambios en los gestores de la diplomacia. Ya se mencionó que la diplomacia cultural
no solamente la ejercen los estados sino los miembros de la sociedad civil, y esto es lo
que llamamos la nueva diplomacia pública, que consiste esencialmente en la construcción
de relaciones entre actores de la sociedad civil de distintos países en las cuales los
gobiernos, en lugar de tratar de controlar y manejar, se convierten en simples promotores
y participantes, con lo cual la sociedad entra a ser un creador de significados y de
comunicación en este campo.
Cuarto; ha habido cambios en las estrategias, y esencialmente esto tiene que ver con el
hecho de que vivimos en la sociedad de la información, en la cual la capacidad de
comunicar y narrar los hechos se ha vuelto un instrumento fundamental del poder.
Básicamente lo que podríamos decir es que la reputación y credibilidad de un país en
gran medida, hoy dependen de la información y la comunicación, así como la efectiva
recepción de las mismas en distintos públicos. Sin embargo, el mismo hecho de que
vivimos en esta sociedad de la información, en donde hay un superávit de información
hace que muchas veces el poder blando pueda ser inefectivo si las acciones de un
gobierno y la realidad de un país contradicen su mensaje. Ahí me parece que está el valor
de hablar del diálogo y de señalar lo positivo y lo negativo de un país como algo
indispensable de una efectiva diplomacia cultural.
Los juegos olímpicos de Beijing con los cuales China quiso sellar su papel como jugador
global, se vieron reducidos y socavados por el hecho de que al mismo tiempo alrededor
de los juegos olímpicos hubo tanta polémica - el conflicto con Tíbet, las denuncias de
violaciones de derechos humanos -, terminaron enturbiando hasta cierto punto este
objetivo.
Angelika Rettberg: Hay una pregunta recurrente, que quiero plantear a los tres: ¿Cómo
medir el impacto de las relaciones culturales? ¿Cómo se mide la confianza generada por
las relaciones culturales?
Adriana Mejía: Es una pregunta que nosotros mismos nos estamos haciendo. Por
supuesto bienvenidos todas las sugerencias que puedan aportar a este esfuerzo de
construcción de indicadores en el que está empeñado el Ministerio de relaciones
exteriores. Yo diría que hay una noción de impacto, de efectividad, que se puede dar en
función de la obtención de los resultados de los objetivos de la política en términos
generales. Lo que no es muy claro es cómo identificar cual es la proporción del aporte de
las acciones que se adelantan en el marco de una estrategia de diplomacia cultural, al
logro de un objetivo, dado que para el logro de dicho objetivo se desarrollan esfuerzos
paralelos en muchos ámbitos diferentes. Pero creemos que es importante tratar de definir
algunas metodologías de medición, y estamos justamente en ese proceso de análisis
interno y creemos que la academia puede ser una buena fuente de inspiración.
Martin Davidson: It is one of the most difficult issues for us to cope with. How do you
demonstrate, particularly in a short period of time, the impact of what is essentially a long
term activity? I think there are two approaches that we take. One, is that we construct
proxy measures, so while the number of students studying in the UK is not necessarily a
direct measure of the degree of trust people might have in the UK, the extent to which the
UK is attractive to people, that our education system brings people there, and the
recognition of those who return to their own countries, the impact on them and their way
of thinking having taken that education experience, would indicate that the number of
student in the UK, as a proxy measure, is an important one for us. I think there are a
number of other ones, i.e. the number of people learning English, the number of
schooling, etc. The great difficulty we have is drawing a clear sense of what particular
action we take which leads to those particular reactions; it is extremely difficult to see the
connectivity, which is why they’re proxy, rather than direct measures. I think there is a
secondary set of direct measures that we try and take, such as surveys of different
countries, through what we call the evaluation of long term outcomes. But again, it is
very difficult to draw that clear linkage, particularly when, in some senses the cultural
relationship between countries is so complex.
Angelika Rettberg: Esta pregunta la formulan tanto para el British Council como para el
ministerio, y tiene que ver con como los esfuerzos del Reino Unido para atraer personas
pueden ser eficaces cuando hay leyes migratorias y de seguridad nacional cada vez más
duras y excluyentes. Eso se enlaza con otra pregunta que plantea ¿en qué medida la
seguridad constriñe de algunas maneras las eventuales dinámicas de la diplomacia
cultural?
Martin Davidson: The relationship between countries and between societies is driven by
a whole range of different things. Cultural relations are just one part of that dynamic. I
have regular and quite difficult conversations with our border agents, centered around the
point that we spend vast amounts of money in encouraging people to come to Britain,
while simultaneously, they are spending vast amounts of money preventing people
coming to Britain. And there is a contrast and a tension between these two aspects. I think
what one can do is constantly recognize that tension, so that there is a negotiation
constantly going on. So we negotiate with our border agency the nature of our visa
regime. We also need to insure that the understanding of people elsewhere about the
nature of our visa regime is an accurate one. We also need to insure that our own border
agency understands how people react to the actions that they take. It’s a good example
how over a short period of time, cultural relations are a critically important aspect of both
insuring that the solutions put in place for what are admittedly real problems in the UK,
are appropriate and are going to be seen as appropriate and fair, but also that those are
then reflected back to the populations at the other end, who are the recipients of those
activities, and they also see them as being fair. So there is a feedback loop which I think,
again, that cultural relations and cultural diplomacy can help feed.
Angelika Rettberg: Hay varias preguntas con respecto a las relaciones con Venezuela y
sobre cómo la diplomacia cultural puede llegar a ayudar en las relaciones entre nuestros
países.
Adriana Mejía: Digamos que la puerta para trabajar con Venezuela está abierta, de hecho
hemos programado algunas actividades en Caracas en los últimos meses, muchas de ellas
acompañadas terceros. Por ejemplo se ha trabajado con centros culturales venezolanos en
calidad de socios estratégicos, para desarrollar uno u otra actividad. Es un tema que se ha
visto dificultado por la ausencia de una facilidad en la comunicación con las instituciones
homólogas en Venezuela, pero por supuesto la intención está ahí, y el interés está ahí de
trabajar en la medida en que sea posible con actores que se puedan identificar y poder
desarrollar proyectos de acercamiento, de intercambio y que puedan propiciar un clima
más propicio para el entendimiento entre los dos pueblos.
Angelika Rettberg: Latinoamérica sigue siendo importante para el British Council,
¿porqué han bajado tanto los presupuestos para América Latina?
Martin Davidson: Yes, Latin America is important. The issue that we have to always deal
with is how to take a declining budget and use it in the most effective way. I think, like
many traditional organizations of our kind, we have put a large amount of money over
time into the physical presence overseas by means of buildings, schools, etc. What we are
looking to do is – as I think we all have to as we move into a globalized world -, find new
ways to strengthen relationships between people across countries. We are going to have
to find new ways of doing that. The challenge I think for us is to move away from simply
the physical presence towards a much more multi faceted presence, through electronic,
online engagement. One aspect that is important for me though, is that this can’t be done
in a passive way. The engagement has to be a two-way one. We have to use these new
technologies to be able to find ways to actually have a two-way exchange. So Latin
America is important for us, but I don’t think in the short term we’re going to have the
resources to be able to have large scale physical presence.
Angelika Rettberg: Una última pregunta para la señora viceministra, tiene que ver con si
en nuestras misiones diplomáticas tenemos el personal idóneo y preparado
profesionalmente para ser gestores culturales eficaces.
Adriana Mejía: Yo creo que Arlene describió bastante bien en su anécdota el nivel de
prioridad que durante un tiempo se dedicó al tema de desarrollar acciones culturales
efectivas, por parte de las misiones diplomáticas de Colombia en el exterior. Creo que
esto ha sido un proceso de aprendizaje y de construcción que hoy en día nos permite
entender la importancia del desafío que cualquier política exterior tiene en relación con
este tema. Justamente por eso, uno de los principales objetivos que tenemos para este año
es desarrollar unas herramientas de formación virtual que permitan fortalecer las
capacidades de gestión de nuestros funcionarios en las misiones diplomáticas de
Colombia en el exterior. Esperamos que éste sea un primer ejercicio de una serie y que
efectivamente podamos ajustar y mejorar el perfil de los diplomáticos colombianos que
se encargan de estas tareas en nuestras misiones.
Referencias
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Nye Jr., Joseph, “Public Diplomacy and Soft Power”, The Annals of the American
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Nye Jr., Joseph, The Paradox of American Power, Oxford: Oxford University Press,
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Ratliff, William E., “Chinese Communist Cultural Diplomacy toward Latin America,
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Schneider, Cynthia P., “Culture Communicates: US Diplomacy that Works”, Discussion
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