El Pecado Más Contagioso
El Pecado Más Contagioso
El Pecado Más Contagioso
La amargura,
el pecado más
contagioso
Hace tiempo prediqué en una iglesia donde el pastor deseaba que yo hablase con
Alberto, uno de los diáconos de su congregación.
Tres años antes la esposa de Alberto había hecho abandono del hogar y se había
ido con otro hombre a la ciudad capital, dejando a su marido y a sus dos hijos. Me
explicó el pastor que los esposos eran buenos cristianos y que “no había motivo” para
que ella abandonara a su familia. Aproximadamente seis semanas después, la mujer
entró en razón y volvió a casa arrepentida. En forma inmediata, pidió perdón a
Alberto, a los hijos y hasta se presentó ante la congregación para mostrar públicamente
su arrepentimiento y su disposición a sujetarse a la disciplina de la iglesia.
Alberto me explicó en palabras terminantes que aunque había permitido que su
esposa regresara al hogar, no la había perdonado y no la perdonaría. Peor todavía,
declaró que estaba dispuesto a esperar el tiempo necesario (hasta que los hijos de 6 y 9
años crecieran y se hicieran mayores) para entonces vengarse de ella. Aunque había
transcurrido poco tiempo desde el incidente con su esposa, ya se veían huellas de
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II
LA DEFINICION DE LA AMARGURA
En el griego del Nuevo Testamento, “amargura” proviene de una palabra que
significa punzar. Su raíz hebrea agrega la idea de algo pesado. Finalmente, el uso en el
griego clásico revela el concepto de algo fuerte. La amargura, entonces, es algo fuerte
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III
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IV
UN EXAMEN
"El corazón conoce la amargura de su alma"
(Proverbios 14:10).
Antes de exponer el antídoto bíblico para la amargura, tomemos un examen para
averiguar si ha brotado raíz de amargura en la vida. Recomiendo que, en oración, el
lector medite sobre cada pregunta.
1) ¿Existe una situación en su vida que aparece frecuentemente en la mente o le
despierta durante la noche?
2) ¿Está maquinando maneras de vengarse si tan sólo tuviera oportunidad de
hacerlo? Varias personas me han dicho que estas maquinaciones son, precisamente, lo
que les privan del sueño.
3) ¿Recuerda hasta los más ínfimos detalles de un evento que sucedió hace tiempo?
La amargura tiene una memoria de elefante, y recuerda hasta los detalles más oscuros
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de un incidente. Tiempo atrás dos vecinas nuestras, cristianas, tuvieron una fuerte riña
en plena calle. Fue sorprendente que una de las contrincantes, sin sacar apuntes pero
con lujo de detalles, nombró cada vez que su vecina le había pedido prestado algo
durante los últimos cinco años. Después de haber sembrado resentimiento, éste brotó
en amargura cuando se presentó el ambiente apropiado.
¿Por qué recordamos ese tipo de detalles con tanta facilidad? En primer lugar,
porque tal como mencionamos en la sección I siempre recordamos las heridas y las
ofensas. Pero la razón principal es que repasamos y repasamos los detalles.
Cuando yo era estudiante en la secundaria, un maestro nos enseñó cuál era, según
él, la mejor manera de recordar el material del curso: repasar, repetir y repasar. ¡Si
pudiéramos recordar los buenos momentos o aun los pasajes de la Biblia tanto como
recordamos las ofensas!
4) ¿Se siente ofendido y, debido a que usted estima es víctima, está justificando el
resentimiento? Aquí la frase clave es “pero yo tengo razón". No hay situación más
difícil de solucionar que cuando la persona ofendida tiene razón.
Carlos, un brillante y joven empresario, ascendió rápidamente en la empresa y a los
36 años llegó a ser vicepresidente con miras a llegar aun más arriba. Aunque el mismo
director y fundador de la organización lo había empleado, llegó a sentir que Carlos era
una amenaza y buscó motivos para despedirlo. Este, un creyente en Cristo, ignoraba el
complot que se gestaba en la oficina a sólo cinco metros de la suya. Finalmente, un
viernes por la tarde el director comunicó a Carlos en palabras terminantes que no tenía
que volver a trabajar el lunes. Cuando preguntó por qué, el director, también cristiano,
presentó una serie de mentiras y medias verdades.
Carlos encontró otro empleo pero sigue amargado. Envenenó de amargura a su
esposa (que, por supuesto, tomó sobre sí la ofensa y está más amargada que él) y a sus
mejores amigos.
Ahora bien, Carlos tenía toda la razón. Cada vez que escucho la historia yo mismo
me enojo, porque era y sigue siendo injusto.8 Admito que es difícil quitar la amargura
de la vida de quien fue ofendido, herido, pisoteado, marginado, pasado por alto, o algo
similar. Es difícil porque esa persona es víctima. Sin embargo, la Santa Palabra de Dios
interviene con el mandamiento “quítense de vosotros toda amargura…rdblquote
(Efesios 4:31).9
5) ¿Hay explosiones desmedidas en cuanto a incidentes que de otra manera
tendrían menor importancia? Sucede a menudo en la vida matrimonial cuando uno de
los cónyuges por algún motivo está amargado. Tal amargura se entremete en todas las
contiendas con el cónyuge, y es como un volcán esperando el momento de erupción.
Súbitamente y sin previo aviso, comienza a salir todo tipo de veneno antes escondido
bajo la superficie. El cónyuge se sorprende por la reacción violenta y se pregunta cuál
es la razón.10
6) ¿Le sucede que al leer la Biblia casi inconscientemente aplica la Escritura a otros
en vez de a sí mismo? Muchas personas amargadas hallan en la Biblia enseñanzas que
aplican a otros (en forma especial al ofensor).
Una de las pruebas de que yo me libré de la amargura fue que al leer el libro de
Proverbios me encontré aplicando sus enseñanzas a mi propia vida en vez de a la vida
de otros involucrados en el incidente en la iglesia.
7) Por lo general ¿usa usted expresiones que incluyen “ellos” o “todo el mundo”
para apoyar sus argumentos? Durante el problema que experimentamos en nuestra
iglesia entró en combate uno de los amigos más íntimos de la amargura: el chisme. La
persona amargada piensa que tiene razón (y probablemente sea cierto), busca a otros,
comparte su experiencia, fundamenta su actitud con exageraciones y generalizaciones
refiriéndose a “todo el mundo". Para poder enterrar el problema en nuestra
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congregación, entre otras cosas tuvimos que disciplinar a una dama que cayó en el
pecado de ser chismosa.
Enfrentada con los pecados de la amargura y el chisme, se justificó diciendo que
“tenía razón", y junto con su esposo se fueron de la iglesia ofendidos.11
8) Cuando se refiere a su iglesia local, ¿habla de “ellos” o de “nosotros"? La
persona amargada empieza a distanciarse de la congregación, cuando dice “ellos” al
referirse a otros miembros de la iglesia.
V
MANERAS NO BIBLICAS DE TRATAR CON LA
AMARGURA
"Quítense de vosotros toda amargura…
(Efesios 4:31).
La amargura es uno de los pecados más comunes no solamente en el mundo sino
también entre el pueblo cristiano evangélico. Casi todos hemos sido ofendidos, y una u
otra vez hemos llegado al punto de la amargura. Muchos no han podido superar una
ofensa y han dejado crecer una raíz de amargura en su corazón. Debido a que es difícil
(si no imposible) vivir amargado y en paz, el hombre maquina maneras para tratar de
resolver su problema de amargura y así menguar el dolor, pero sin embargo la
amargura queda intacta. Para poder extirpar de manera bíblica la amargura del
corazón, es imperioso comprender y desenmascarar las varias formas mundanas de
“solucionar” el problema, para que no quede otra alternativa que la bíblica.
1. Vengarse. La manera no bíblica más común es tomar venganza. Hace poco
escuché una entrevista con un escritor de novelas policiales, quien comentó que sólo
existen tres motivos para asesinar a una persona: amor, dinero, y venganza. En un país
centroamericano asolado por la guerrilla, me comentaron que muchos se aprovechan
de tales tiempos para vengarse y echar la culpa a los guerrilleros. Con razón Pablo
exhorta: “…o os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de
Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor” (Romanos
12:19).
A pesar de las circunstancias, la Biblia sostiene que jamás es voluntad de Dios que
nos venguemos nosotros mismos.
Julia y Roberto son hermanos; ambos están casados y tienen 4 y 3 hijos
respectivamente. Cuando vivían en la casa paterna sufrían con un padre borracho y
perverso. No sólo los trató con violencia y con las palabras más degradantes, sino que
también se aprovechó sexualmente de sus hijos. Pasaron los años y Roberto –ya
adulto, herido, con muchos malos recuerdos y profundamente amargado– odia a su
padre. ¿Quién lo puede culpar por sentirse profundamente herido? Otra vez podemos
decir que “tiene razón". No es cuestión de minimizar el pecado de la otra persona ni el
daño o la herida, sino es cuestión de qué hacer ahora, y magnificar la gracia de Dios.
Buscando alivio, Roberto, acudió a un psicólogo no cristiano que le ayudó a
descubrir la profundidad de su odio y amargura, y sugirió como solución la venganza.
Durante los últimos años Roberto ha estado llevando a cabo el dictamen. Principió con
llamadas telefónicas insultando a su padre con las mismas palabras degradantes que
éste había empleado. Cuando las llamadas dejaron de tener el efecto deseado, empezó
a sembrar veneno en su hermana Julia y los demás familiares para que hicieran lo
mismo. No es de extrañar que cada reunión familiar termine en un espectáculo como la
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lucha libre. Hoy día Roberto es un hombre amargado y cada día más infeliz.
Por su parte Julia –adulta y también herida, y con muchos malos recuerdos pero sin
amargura– ama a su padre. Es cristiana, esposa de un pastor, y optó por perdonar a su
padre e intentar ganarlo para Cristo. Dos personas de la misma familia y que
experimentaron las mismas circunstancias, eligieron dos caminos distintos: uno la
venganza y la otra el perdón.
Cuando intento vengarme por mi propia cuenta…par a) Me pongo en el lugar de
Dios. De acuerdo a la Biblia la venganza pertenece a Dios.12 Entonces, la venganza es
el pecado de usurpar un derecho que sólo le pertenece a El. Querer vengarnos por
nosotros mismos es asumir una actitud de orgullo, el mismo pecado que causó la caída
de Lucero (Isaías 14:13, 14). Por lo tanto, al tratar de vengarnos (aunque tan sólo en
nuestra mente), estamos pisando terreno peligroso.
Por otra parte, la ira de Dios siempre es ira santa. Dios no obrará hasta tanto yo
deje la situación en sus manos. No puedo esperar de mi parte la solución que
solamente el Dios soberano puede llevar a cabo.
b) La venganza siempre complica la situación. Mi propia venganza provoca más
problemas, más enojo, envenena a otros y deja mi conciencia contaminada.
c) Sobre todo, tomar venganza por nuestros medios es un pecado contra el Dios
santo. Es una gran lección ver como el apóstol Pablo dejó lugar a la ira de Dios
cuando dijo: “Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pague
conforme a sus hechos” (2 Timoteo 4:14).
2. Minimizar el pecado de la amargura. Minimizo un pecado cuando por algún
motivo puedo justificarlo. Existen, por lo menos, tres maneras de minimizar el pecado
de la amargura:
a) Llamarlo por otro nombre, alegando que es una debilidad, una enfermedad o
desequilibrio químico, enojo santo, o sencillamente afirmando que “todo el mundo lo
está haciendo". Hay quienes dicen ser muy sensibles y como resultado están resentidos
pero no amargados. ¡Cuidado! Existe una relación muy íntima entre los sentimientos
heridos y la amargura.13
b) Disculparse por las circunstancias y así justificar la amargura. “En estas
circunstancias Dios no me condenaría por guardar rencor en mi corazón.”
Básicamente, lo que estamos diciendo es que hay ocasiones cuando los recursos
espirituales no sirven, y nos vemos obligados a pecar. Juan dice a tales personas: “Si
decimos que no hemos pecado, le hacemos a El mentiroso, y su palabra no está en
nosotros” (1ª Juan 1:10).
c) Culpar al otro. Esta es, sin duda, la manera más frecuente de eludir la
responsabilidad bíblica de admitir que la amargura es pecado.14 Cuando de amargura se
trata, el ser humano generalmente culpa a la persona que le ofendió. En casos
extremos algunos se resienten contra Dios. “No sé porque Dios me hizo
así…rdblquote “¿Dónde estaba Dios cuando me sucedió esto?"15
3. Desahogarse. Ultimamente se ha popularizado la idea de que “desahogarse”
sanará la herida. Ahora bien, es cierto que desahogarse tal vez ayuda a que la persona
sobrellevar el peso que lleva encima (Gálatas 6:2). Sin embargo, es factible que (a)
termine esparciendo la amargura y como resultado contamine a muchos; (b) le lleve a
minimizar el pecado de la amargura porque la persona en quien se descarga contesta:
“Tú tienes derecho"; (c) no considere la amargura como pecado contra Dios.
4. Una disculpa de parte del ofensor. Muchos piensan que el asunto termina
cuando el ofensor pide disculpas a la persona ofendida. De acuerdo a la Biblia
efectivamente esto forma parte de la solución porque trae reconciliación entre dos
personas (Mateo 5:23–25).16 Sin embargo, falta reconocer que la amargura es un
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pecado contra Dios. Sólo la sangre de Cristo, no una disculpa, limpia de pecado (1ª
Juan 1:7). La solución radica tanto en la relación horizontal (con otro ser humano)
como en la vertical (con Dios).
5. Perdonar a Dios. Después de presentar estos principios en una iglesia, de dos
fuentes diferentes escuché que la solución para la amargura era “perdonar a Dios".
Cuando una persona no está conforme con su apariencia física o con un suceso que
dejó cicatrices emocionales o físicas en su vida, se le aconseja que perdone a Dios por
haber permitido que sucediera.
En Rut 1:13 Noemí estaba amargada contra Dios y hasta explicó a sus dos nueras
que tenía derecho a estar más amargada que ellas porque se habían muerto su esposo y
sus dos hijos. Es la clase de situación donde hoy día se aconsejaría perdonar a Dios por
haberlo permitido.
Estoy convencido de que hablar de “perdonar a Dios” es blasfemia. Dios es bueno
(Salmo 103); Dios es amor (1ª Juan 4:8); Dios está lleno de bondad (Marcos 10:18);
Dios es esperanza (Romanos 15:13); Dios es santo (Isaías 6:3); Dios es perfecto
(Deuteronomio 32:4; Hebreos 6:18). Jamás habrá necesidad de perdonarlo.
Este concepto de perdonar a Dios es uno de los intentos del ser humano de crear a
Dios a imagen del hombre. Demuestra una total ignorancia e incomprensión de que
Dios en su amor tiene múltiples propósitos y lleva a cabo tales propósitos por medio
de las experiencias que atravesamos. ¡Sí pudiéramos aprender la realidad: “Bástate mi
gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2ª Corintios 12:9)!
VI
LA SOLUCION DIVINA PARA LA AMARGURA
Hace tiempo una mujer de 43 años vino a consultarnos. Hacía 23 años que estaba
en tratamiento médico y siquiátrico por su depresión. Era una triste historia que cada
vez escuchamos con más frecuencia. El padre de esta mujer se había aprovechado de
ella desde los 5 hasta los 14 años de edad. Tiempo después ella recibió al Señor como
Salvador de su vida, lo cual trajo alivio al comienzo, pero meses después volvió a caer
en un estado depresivo. Vino a verme como un último recurso. "Desempacamos” el
problema y descubrimos varios asuntos que solucionar, entre ellos como era lógico, un
profundo resentimiento hacia su padre.
¿Cuál fue la ayuda para esta pobre mujer y para los miles que cuentan con
experiencias similares?
Si hasta el momento usted no ha tenido que luchar con la amargura, tarde o
temprano le acontecerá algo que lo enfrentará cara a cara con la tentación de guardar
rencor, de vengarse, de pasar chismes, de formar alianzas, de justificar su actitud
porque tiene razón, etc. Como cristianos hemos de estar preparados espiritualmente. ¿
Cómo hacerlo?
Establecer la santidad como meta en su vida. Como en todos los casos de pecado,
más vale prevenir que tener que tratar con las consecuencias devastadoras que el
pecado siempre deja como herencia. El escritor de Hebreos, dentro del contexto de la
raíz de amargura, exhorta: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie
verá al Señor” (12:14). La mejor manera de prevenir la amargura es seguir o buscar la
paz y la santidad; asumir un compromiso con Dios para ser santo (puro) pase lo que
pasare. Cuando sobrevienen situaciones que lastiman nuestros sentimientos, producen
rencor y demás actitudes que forman el círculo íntimo de la amargura, debemos decir:
“He hecho un pacto con Dios a fin de ser santo, como El es Santo. A pesar de que la
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posible quitar la amargura del corazón por un gran mal que alguien había cometido. El
hijo mayor había entrado en el mundo de la droga a pesar de que sus padres eran
cristianos. Un día no tuvo suficiente dinero para pagar por su dosis regular, y el
proveedor lo mató. Desde aquel momento la amargura había estado carcomiendo a
toda la familia, y alegaban que era imposible perdonar. Ellos creían que perdonar
significaba absolver a los asesinos del crimen que habían perpetrado.
e) El perdón tampoco es un recibo que se da después que el ofensor haya pagado.
Si no perdonamos hasta tanto la otra persona lo merezca, estamos guardando rencor.
f) El perdón no necesariamente tiene que ser un hecho conocido al ofensor. En
muchos casos el ofensor ha muerto, pero el rencor continúa en el corazón de la
persona herida. Recuerdo el caso de una señora que con lágrimas admitió que su
esposo había desaparecido con otra mujer de la iglesia. Durante la conversación me
confesó: “Lo he perdonado. Hay y habrá muchas lágrimas, dolor y tristeza, pero me
rehúso terminantemente a llegar al fin de mi vida como una vieja amargada.” El
hombre consiguió el divorcio y se casó legalmente con la otra mujer. Por su parte, esta
señora vive con su tres muchachos y sirve a Dios de todo corazón; sus hijos aman al
Señor y oran para que su padre un día regrese al camino de Dios. Tener que perdonar
un gran mal mientras el ofensor no lo merezca, representa una excelente oportunidad
para entender mejor cómo Cristo pudo perdonarnos a nosotros (Romanos 5:8; Efesios
4:32).
g) El perdón debe ser inmediato. Una vez me picó una araña durante la noche.
Tuve una reacción alérgica que duró casi medio año. Ahora bien, si hubiera podido
sacar el veneno antes de que se extendiera por el cuerpo, hubiera quedado una
pequeña cicatriz pero no habría habido una reacción tan aguda. Algo semejante sucede
con el perdón. Hay que perdonar inmediatamente antes de que “la picadura empiece a
hincharse.”
h) El perdón debe ser continuo. La Biblia indica que debemos perdonar
continuamente (Mateo 18:22). Perdonar hasta que se convierta en una norma de vida.
Uno de los casos más difíciles es cuando la ofensa es continua como en el caso de
esposo/esposa,22 patrón/empleado, padre/hijo, etc. Es entonces cuando el consejo del
Señor a Pedro (perdonar 70 veces 7) es aun más aplicable.
i) El perdón debe marcar un punto final. Perdonar significa olvidar. No hablo de
amnesia espiritual sino de sanar la herida. Es probable que la persona recuerde el
asunto, que alguien le haga recordar o que Satanás venga con sus mañas trayéndolo a
la memoria. Pero una vez que se ha perdonado sí es posible olvidar.
Perdonar es la única manera de arreglar el pasado. No podemos alterar los hechos
ni cambiar lo ya ocurrido, pero podemos olvidar porque el verdadero perdón ofrece
esa posibilidad. Una vez que hay perdón, olvidar significa:
1) Rehusarse a sacar a relucir el incidente ante las otras partes involucradas.
2) Rehusarse a sacar a relucirlo ante cualquier otra persona.
3) Rehusarse a sacar a relucirlo ante uno mismo.
4) Rehusarse a usar el incidente en contra de la otra persona.
5) Recordar que el olvido es un acto de la voluntad humana movida por el
Espíritu Santo.
6) Sustituir con otra cosa el recuerdo del pasado, pues de lo contrario no será
posible olvidar. Pablo nos explica una manera de hacerlo: “Así que, si tu enemigo
tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto,
ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, sino vence
con el bien el mal” (Romanos 12:20, 21). Jesús amplía el concepto: “Pero yo os digo:
Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os
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