El Principito
El Principito
El Principito
EL PRINCIPITO
1
La primera noche me dormí sobre la arena, a unas de realizar: el de la serpiente boa cerrada. Y quedé
mil millas de distancia del lugar habitado más próximo. estupefacto cuando oí decir al hombrecito:
Estaba más aislado que un náufrago en una balsa en – ¡No, no! Yo no quiero un elefante en
medio del océano. Imagínense, pues, mi sorpresa una serpiente. La serpiente es muy peligrosa y el
cuando al amanecer me despertó una extraña vocecita elefante ocupa mucho sitio. En mi tierra es todo
que decía: muy pequeño. Necesito un cordero. Píntame un
–¡Por favor... píntame un cordero! cordero.
–¿Eh? Dibujé un cordero. Lo miró atentamente y dijo:
–¡Píntame un cordero!
Me puse en pie de un salto como herido por el
rayo. Me froté los ojos. Miré a mi alrededor. Vi a un
extraordinario muchachito que me miraba gravemente.
Ahí tienen el mejor retrato que más tarde logré hacer de
él, aunque mi dibujo, ciertamente es menos encantador
que el modelo. Pero no es mía la culpa. Las personas
mayores me desanimaron de mi carrera de pintor a la
edad de seis años y no había aprendido a dibujar otra
cosa que boas cerradas y boas abiertas.
–¡No! Este está ya muy enfermo. Haz otro.
Volví a dibujar.
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Y agregó, quizás, con un poco de melancolía: hasta que un buen día una de ellas tiene la fantasía de
–Derecho, camino adelante… no se puede ir muy despertarse. Entonces se alarga extendiendo hacia el sol,
lejos. primero tímidamente, una encantadora ramita inofensiva.
Si se trata de una ramita de rábano o de rosal, se la
V
puede dejar que crezca como quiera. Pero si se trata de
una mala hierba, es preciso arrancarla inmediatamente
Cada día yo aprendía algo nuevo sobre el planeta, en cuanto uno ha sabido reconocerla. En el planeta del
sobre la partida y sobre el viaje. Esto venía suavemente principito había semillas terribles… como las semillas del
al azar de las reflexiones. De esta manera tuve baobab. El suelo del planeta está infestado de ellas. Si un
conocimiento al tercer día, del drama de los baobabs. baobab no se arranca a tiempo, no hay manera de
Fue también gracias al cordero y como desembarazarse de él más tarde; cubre todo el planeta y
preocupado por una profunda duda, cuando el principito lo perfora con sus raíces. Y si el planeta es demasiado
me preguntó: pequeño y los baobabs son numerosos, lo hacen estallar.
–¿Es verdad que los corderos se comen los "Es una cuestión de disciplina, me decía más
arbustos? tarde el principito. Cuando por la mañana uno termina de
–Sí, es cierto. arreglarse, hay que hacer cuidadosamente la limpieza del
planeta. Hay que dedicarse regularmente a arrancar los
–¡Ah, qué contesto estoy! baobabs, cuando se les distingue de los rosales, a los
No comprendí por qué era tan importante para él cuales se parecen mucho cuando son pequeñitos. Es un
que los corderos se comieran los arbustos. Pero el trabajo muy fastidioso pero muy fácil".
principito añadió:
–Entonces se comen también los Baobabs.
Le hice comprender al principito que los baobabs
no son arbustos, sino árboles tan grandes como iglesias
y que incluso si llevase consigo todo un rebaño de
elefantes, el rebaño no lograría acabar con un solo
baobab.
Esta idea del rebaño de elefantes hizo reír al
principito.
–Habría que poner los elefantes unos sobre
otros… Y un día me aconsejó que me dedicara a realizar
un hermoso dibujo, que hiciera comprender a los niños
de la tierra estas ideas. "Si alguna vez viajan, me decía,
esto podrá servirles mucho. A veces no hay
inconveniente en dejar para más tarde el trabajo que se
ha de hacer; pero tratándose de baobabs, el retraso es
siempre una catástrofe. Yo he conocido un planeta,
habitado por un perezoso que descuidó tres arbustos…"
Siguiendo las indicaciones del principito, dibujé
dicho planeta. Aunque no me gusta el papel de moralista,
el peligro de los baobabs es tan desconocido y los
peligros que puede correr quien llegue a perderse en un
asteroide son tan grandes, que no vacilo en hacer una
excepción y exclamar: "¡Niños, atención a los baobabs!"
Y sólo con el fin de advertir a mis amigos de estos
peligros a que se exponen desde hace ya tiempo sin
Y luego añadió juiciosamente: saberlo, es por lo que trabajé y puse tanto empeño en
–Los baobabs, antes de crecer, son muy realizar este dibujo. La lección que con él podía dar, valía
pequeñitos. la pena. Es muy posible que alguien me pregunte por qué
–Es cierto. Pero ¿por qué quieres que tus no hay en este libro otros dibujos tan grandiosos como el
corderos coman los baobabs? dibujo de los baobabs. La respuesta es muy sencilla: he
tratado de hacerlos, pero no lo he logrado. Cuando dibujé
Me contestó: "¡Bueno! ¡Vamos!" como si hablara
los baobabs estaba animado por un sentimiento de
de una evidencia. Me fue necesario un gran esfuerzo de
urgencia.
inteligencia para comprender por mí mismo este
problema.
En efecto, en el planeta del principito había, como
en todos los planetas, hierbas buenas y hierbas malas.
Por consiguiente, de buenas semillas salían buenas
hierbas y de las semillas malas, hierbas malas. Pero las
semillas son invisibles; duermen en el secreto de la tierra,
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resultado de un problema largamente meditado en
silencio:
–Si un cordero se come los arbustos, se comerá
también las flores ¿no?
–Un cordero se come todo lo que encuentra.
–¿Y también las flores que tienen espinas?
–Sí; también las flores que tienen espinas.
–Entonces, ¿para qué le sirven las espinas?
Confieso que no lo sabía. Estaba yo muy ocupado
tratando de destornillar un perno demasiado apretado del
motor; la avería comenzaba a parecerme cosa grave y la
circunstancia de que se estuviera agotando mi provisión
de agua, me hacía temer lo peor.
VI
–¿Para qué sirven las espinas?
El principito no permitía nunca que se dejara sin
respuesta una pregunta formulada por él. Irritado por la
resistencia que me oponía el perno, le respondí lo
primero que se me ocurrió:
–Las espinas no sirven para nada; son pura
maldad de las flores.
–¡Oh!
Y después de un silencio, me dijo con una especie
de rencor:
¡Ah, principito, cómo he ido comprendiendo
lentamente tu vida melancólica! Durante mucho tiempo tu –¡No te creo! Las flores son débiles. Son
única distracción fue la suavidad de las puestas de sol. ingenuas. Se defienden como pueden. Se creen terribles
Este nuevo detalle lo supe al cuarto día, cuando me con sus espinas…
dijiste: No le respondí nada; en aquel momento me
–Me gustan mucho las puestas de sol; vamos a estaba diciendo a mí mismo: "Si este perno me resiste un
ver una puesta de sol… poco más, lo haré saltar de un martillazo". El principito
me interrumpió de nuevo mis pensamientos:
- Tendremos que esperar… –¿Esperar qué?
–¿Tú crees que las flores…?
–Que el sol se ponga.
–¡No, no creo nada! Te he respondido cualquier
Pareciste muy sorprendido primero, y después te
cosa para que te calles. Tengo que ocuparme de cosas
reíste de ti mismo. Y me dijiste:
serias.
–Siempre me creo que estoy en mi tierra.
Me miró estupefacto.
En efecto, como todo el mundo sabe, cuando es
–¡De cosas serias!
mediodía en Estados Unidos, en Francia se está
poniendo el sol. Sería suficiente poder trasladarse a Me miraba con mi martillo en la mano, los dedos
Francia en un minuto para asistir a la puesta del sol, pero llenos de grasa e inclinado sobre algo que le parecía muy
desgraciadamente Francia está demasiado lejos. En feo.
cambio, sobre tu pequeño planeta te bastaba arrastrar la –¡Hablas como las personas mayores!
silla algunos pasos para presenciar el crepúsculo cada Me avergonzó un poco. Pero él, implacable,
vez que lo deseabas… añadió:
–¡Un día vi ponerse el sol cuarenta y tres veces! –¡Lo confundes todo…todo lo mezclas…!
Y un poco más tarde añadiste: Estaba verdaderamente irritado; sacudía la
–¿Sabes? Cuando uno está verdaderamente triste cabeza, agitando al viento sus cabellos dorados.
le gusta ver las puestas de sol. –Conozco un planeta donde vive un señor muy
–El día que la viste cuarenta y tres veces estabas colorado, que nunca ha olido una flor, ni ha mirado una
muy triste ¿verdad? estrella y que jamás ha querido a nadie. En toda su vida
Pero el principito no respondió. no ha hecho más que sumas. Y todo el día se lo pasa
repitiendo como tú: "¡Yo soy un hombre serio, yo soy un
VII
hombre serio!"… Al parecer esto le llena de orgullo. Pero
eso no es un hombre, ¡es un hongo!
Al quinto día y también en relación con el cordero, –¿Un qué?
me fue revelado este otro secreto de la vida del principito.
–Un hongo.
Me preguntó bruscamente y sin preámbulo, como
El principito estaba pálido de cólera.
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–Hace millones de años que las flores tiene aparición milagrosa; pero la flor no acababa de preparar
espinas y hace también millones de años que los su belleza al abrigo de su envoltura verde. Elegía con
corderos, a pesar de las espinas, se comen las flores. cuidado sus colores, se vestía lentamente y se ajustaba
¿Es que no es cosa seria averiguar por qué las flores uno a uno sus pétalos. No quería salir ya ajada como las
pierden el tiempo fabricando unas espinas que no les amapolas; quería aparecer en todo el esplendor de su
sirven para nada? ¿Es que no es importante la guerra de belleza. ¡Ah, era muy coqueta aquella flor! Su misteriosa
los corderos y las flores? ¿No es esto más serio e preparación duraba días y días. Hasta que una mañana,
importante que las sumas de un señor gordo y colorado? precisamente al salir el sol se mostró espléndida.
Y si yo sé de una flor única en el mundo y que no existe
en ninguna parte más que en mi planeta; si yo sé que un
buen día un corderillo puede aniquilarla sin darse cuenta
de ello, ¿es que esto no es importante?
El principito enrojeció y después continuó:
–Si alguien ama a una flor de la que sólo existe un
ejemplar en millones y millones de estrellas, basta que
las mire para ser dichoso. Puede decir satisfecho: "Mi flor
está allí, en alguna parte…" ¡Pero si el cordero se la
come, para él es como si de pronto todas las estrellas se
apagaran! ¡Y esto no es importante!
La flor, que había trabajado con tanta precisión,
dijo bostezando:
–¡Ah, perdóname… apenas acabo de
despertarme… estoy toda despeinada…!
El principito no pudo contener su admiración:
–¡Qué hermosa eres!
–¿Verdad? –respondió dulcemente la flor–. He
nacido al mismo tiempo que el sol. El principito adivinó
exactamente que ella no era muy modesta ciertamente,
pero ¡era tan conmovedora!
–Me parece que ya es hora de desayunar –
añadió la flor –; si tuvieras la bondad de pensar un poco
No pudo decir más y estalló bruscamente en en mí...
sollozos. el principito, muy confuso, habiendo ido a buscar
una regadera la roció abundantemente con agua fresca.
La noche había caído. Yo había soltado las
herramientas y ya no importaban nada el martillo, el
perno, la sed y la muerte. ¡Había en una estrella, en un Y así, ella lo había atormentado con su vanidad un
planeta, el mío, la Tierra, un principito a quien consolar! poco sombría. Un día, por ejemplo, hablando de sus
Lo tomé en mis brazos y lo mecí diciéndole: "la flor que tú cuatro espinas, dijo al principito:
quieres no corre peligro… te dibujaré un bozal para tu –¡Ya pueden venir los tigres, con sus garras!
cordero y una armadura para la flor…te…". No sabía qué –No hay tigres en mi planeta –observó el
decirle, cómo consolarle y hacer que tuviera nuevamente principito– y, además, los tigres no comen hierba.
confianza en mí; me sentía torpe. ¡Es tan misterioso el –Yo nos soy una hierba –respondió dulcemente la
país de las lágrimas! flor.
Pelusa 79 –Perdóname...
–No temo a los tigres, pero tengo miedo a las
VIII corrientes de aire. ¿No tendrás un biombo?
"Miedo a las corrientes de aire no es una suerte
Aprendí bien pronto a conocer mejor esta flor. para una planta –pensó el principito–. Esta flor es
Siempre había habido en el planeta del principito flores demasiado complicada…"
muy simples adornadas con una sola fila de pétalos que –Por la noche me cubrirás con un fanal… hace
apenas ocupaban sitio y a nadie molestaban. Aparecían mucho frío en tu tierra. No se está muy a gusto; allá de
entre la hierba una mañana y por la tarde se extinguían. donde yo vengo…
Pero aquella había germinado un día de una semilla
llegada de quién sabe dónde, y el principito había vigilado
cuidadosamente desde el primer día aquella ramita tan
diferente de las que él conocía. Podía ser una nueva
especie de Baobab. Pero el arbusto cesó pronto de
crecer y comenzó a echar su flor. El principito observó el
crecimiento de un enorme capullo y tenía le
convencimiento de que habría de salir de allí una
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La flor se interrumpió; había llegado allí en forma
de semilla y no era posible que conociera otros mundos.
Humillada por haberse dejado sorprender inventando una
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principito buscó donde sentarse, pero el planeta estaba
ocupado totalmente por el magnífico manto de armiño.
Se quedó, pues, de pie, pero como estaba cansado,
bostezó.
–La etiqueta no permite bostezar en presencia del
rey –le dijo el monarca–. Te lo prohíbo.
–No he podido evitarlo –respondió el principito
El principito arrancó también con un poco de muy confuso–, he hecho un viaje muy largo y apenas he
melancolía los últimos brotes de baobabs. Creía que no dormido...
iba a volver nunca. Pero todos aquellos trabajos le –Entonces –le dijo el rey– te ordeno que bosteces.
parecieron aquella mañana extremadamente dulces. Y Hace años que no veo bostezar a nadie. Los bostezos
cuando regó por última vez la flor y se dispuso a ponerla son para mí algo curioso. ¡Vamos, bosteza otra vez, te lo
al abrigo del fanal, sintió ganas de llorar. –Adiós –le dijo a ordeno!
la flor. Esta no respondió.
–Me da vergüenza... ya no tengo ganas... –dijo el
–Adiós –repitió el principito. principito enrojeciendo.
La flor tosió, pero no porque estuviera resfriada. –¡Hum, hum! –respondió el rey–. ¡Bueno! Te
–He sido una tonta –le dijo al fin la flor–. ordeno tan pronto que bosteces y que no bosteces...
Perdóname. Procura ser feliz.
Se sorprendió por la ausencia de reproches y
quedó desconcertado, con el fanal en el aire, no
comprendiendo esta tranquila mansedumbre.
–Sí, yo te quiero –le dijo la flor–, ha sido culpa mía
que tú no lo sepas; pero eso no tiene importancia. Y tú
has sido tan tonto como yo. Trata de ser feliz. . . Y suelta
de una vez ese fanal; ya no lo quiero.
–Pero el viento...
–No estoy tan resfriada como para... El aire fresco
de la noche me hará bien. Soy una flor.
–Y los animales...
–Será necesario que soporte dos o tres orugas, si
quiero conocer las mariposas; creo que son muy
hermosas. Si no ¿quién vendrá a visitarme? Tú estarás
muy lejos. En cuanto a las fieras, no las temo: yo tengo
mis garras. Tartamudeaba un poco y parecía vejado, pues el
rey daba gran importancia a que su autoridad fuese
Y le mostraba ingenuamente sus cuatro espinas.
respetada. Era un monarca absoluto, pero como era muy
Luego añadió:
bueno, daba siempre órdenes razonables.
–Y no prolongues más tu despedida. Puesto que
Si yo ordenara –decía frecuentemente–, si yo
has decidido partir, vete de una vez.
ordenara a un general que se transformara en ave marina
La flor no quería que la viese llorar: era tan y el general no me obedeciese, la culpa no sería del
orgullosa... general, sino mía".
X –¿Puedo sentarme? –preguntó tímidamente el
principito.
Se encontraba en la región de los asteroides 325, –Te ordeno sentarte –le respondió el rey–,
326, 327, 328, 329 y 330. Para ocuparse en algo e recogiendo majestuosamente un faldón de su manto de
instruirse al mismo tiempo decidió visitarlos. armiño.
El primero estaba habitado por un rey. El rey, El principito estaba sorprendido. Aquel planeta era
vestido de púrpura y armiño, estaba sentado sobre un tan pequeño que no se explicaba sobre quién podría
trono muy sencillo y, sin embargo, majestuoso. reinar aquel rey.
–¡Ah, –exclamó el rey al divisar al principito–, aquí
tenemos un súbdito!
–Señor –le dijo–, perdóneme si le pregunto...
El principito se preguntó:
–Te ordeno que me preguntes –se apresuró a
"¿Cómo es posible que me reconozca si nunca me decir el rey.
ha visto?"
–Señor. . . ¿sobre qué ejerce su poder?
Ignoraba que para los reyes el mundo está muy
–Sobre todo –contestó el rey con gran ingenuidad.
simplificado. Todos los hombres son súbditos.
–¿Sobre todo?
–Aproxímate para que te vea mejor –le dijo el rey,
que estaba orgulloso de ser por fin el rey de alguien. El
8
El rey, con un gesto sencillo, señaló su planeta, los –Eso no se sabe –le dijo el rey–. Nunca he
otros planetas y las estrellas. recorrido todo mi reino. Estoy muy viejo y el caminar me
cansa. Y como no hay sitio para una carroza...
–¿Sobre todo eso? –volvió a preguntar el –¡Oh! Pero yo ya he visto. . . –dijo el principito que
principito. se inclinó para echar una ojeada al otro lado del planeta–.
Allá abajo no hay nadie tampoco.
–Sobre todo eso. . . –respondió el rey.
–Te juzgarás a ti mismo –le respondió el rey–. Es
No era sólo un monarca absoluto, era, además, un lo más difícil. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo,
monarca universal. que juzgar a los otros. Si consigues juzgarte rectamente
–¿Y las estrellas le obedecen? es que eres un verdadero sabio.
–¡Naturalmente! –le dijo el rey–. Y obedecen en –Yo puedo juzgarme a mí mismo en cualquier
seguida, pues yo no tolero la indisciplina. parte y no tengo necesidad de vivir aquí.
–¡Ejem, ejem! Creo –dijo el rey– que en alguna
Un poder semejante dejó maravillado al principito. parte del planeta vive una rata vieja; yo la oigo por la
Si él disfrutara de un poder de tal naturaleza, hubiese noche. Tu podrás juzgar a esta rata vieja. La condenarás
podido asistir en el mismo día, no a cuarenta y tres, sino a muerte de vez en cuando. Su vida dependería de tu
a setenta y dos, a cien, o incluso a doscientas puestas de justicia y la indultarás en cada juicio para conservarla, ya
sol, sin tener necesidad de arrastrar su silla. Y como se que no hay más que una.
sentía un poco triste al recordar su pequeño planeta –A mí no me gusta condenar a muerte a nadie –
abandonado, se atrevió a solicitar una gracia al rey: dijo el principito–. Creo que me voy a marchar.
–Me gustaría ver una puesta de sol... Déme ese –No –dijo el rey.
gusto... Ordénele al sol que se ponga... Pero el principito, que habiendo terminado ya sus
–Si yo le diera a un general la orden de volar de preparativos no quiso disgustar al viejo monarca, dijo:
flor en flor como una mariposa, o de escribir una tragedia, –Si Vuestra Majestad deseara ser obedecido
o de transformarse en ave marina y el general no puntualmente, podría dar una orden razonable. Podría
ejecutase la orden recibida ¿de quién sería la culpa, mía ordenarme, por ejemplo, partir antes de un minuto. Me
o de él? parece que las condiciones son favorables...
–La culpa sería de usted –le dijo el principito con Como el rey no respondiera nada, el principito
firmeza. vaciló primero y con un suspiro emprendió la marcha.
–Exactamente. Sólo hay que pedir a cada uno, lo –¡Te nombro mi embajador! –se apresuró a gritar
que cada uno puede dar –continuó el rey. La autoridad se el rey. Tenía un aspecto de gran autoridad. "Las personas
apoya antes que nada en la razón. Si ordenas a tu pueblo mayores son muy extrañas", se decía el principito para sí
que se tire al mar, el pueblo hará la revolución. Yo tengo mismo durante el viaje.
derecho a exigir obediencia, porque mis órdenes son
razonables. XI
–¿Entonces mi puesta de sol? –recordó el
principito, que jamás olvidaba su pregunta una vez que la
El segundo planeta estaba habitado por un
había formulado.
vanidoso:
–Tendrás tu puesta de sol. La exigiré. Pero, según
–¡Ah! ¡Ah! ¡Un admirador viene a visitarme! –Gritó
me dicta mi ciencia gobernante, esperaré que las
el vanidoso al divisar a lo lejos al principito.
condiciones sean favorables.
Para los vanidosos todos los demás hombres son
–¿Y cuándo será eso?
admiradores.
–¡Ejem, ejem! –le respondió el rey, consultando
previamente un enorme calendario–, ¡ejem, ejem! será
hacia... hacia... será hacia las siete cuarenta. Ya verás
cómo se me obedece.
El principito bostezó. Lamentaba su puesta de sol
frustrada y además se estaba aburriendo ya un poco.
–Ya no tengo nada que hacer aquí –le dijo al rey–.
Me voy.
–No partas –le respondió el rey que se sentía muy
orgulloso de tener un súbdito–, no te vayas y te hago
ministro.
–¿Ministro de qué?
–¡De... de justicia! –¡Buenos días! –dijo el principito–. ¡Qué
–¡Pero si aquí no hay nadie a quien juzgar! sombrero tan raro tiene!
9
–Es para saludar a los que me aclaman – –¡Bebo! –respondió el bebedor con tono lúgubre.
respondió el vanidoso. Desgraciadamente nunca pasa –¿Por qué bebes? –volvió a preguntar el
nadie por aquí. principito.
–¿Ah, sí? –preguntó sin comprender el principito. –Para olvidar.
–Golpea tus manos una contra otra –le aconsejó –¿Para olvidar qué? –inquirió el principito ya
el vanidoso. compadecido.
El principito aplaudió y el vanidoso le saludó –Para olvidar que siento vergüenza –confesó el
modestamente levantando el sombrero. bebedor bajando la cabeza.
"Esto parece más divertido que la visita al rey", se –¿Vergüenza de qué? –se informó el principito
dijo para sí el principito, que continuó aplaudiendo deseoso de ayudarle.
mientras el vanidoso volvía a saludarle quitándose el
–¡Vergüenza de beber! –concluyó el bebedor, que
sombrero.
se encerró nueva y definitivamente en el silencio.
Y el principito, perplejo, se marchó.
A los cinco minutos el principito se cansó con la "No hay la menor duda de que las personas
monotonía de aquel juego. mayores son muy extrañas", seguía diciéndose
–¿Qué hay que hacer para que el sombrero se para sí el principito durante su viaje.
caiga? –preguntó el principito.
Pero el vanidoso no le oyó. Los vanidosos sólo
oyen las alabanzas.
–¿Tú me admiras mucho, verdad? –preguntó el XIII
vanidoso al principito.
–¿Qué significa admirar? El cuarto planeta estaba ocupado por un hombre
–Admirar significa reconocer que yo soy el hombre de negocios. Este hombre estaba tan abstraído que ni
más bello, el mejor vestido, el más rico y el más siquiera levantó la cabeza a la llegada del principito.
inteligente del planeta. –¡Buenos días! –le dijo éste–. Su cigarro se ha
–¡Si tú estás solo en tu planeta! apagado.
–¡Hazme ese favor, admírame de todas maneras!
–¡Bueno! Te admiro –dijo el principito
encogiéndose de hombros–, pero ¿para qué te sirve?
Y el principito se marchó.
"Decididamente, las personas mayores son muy
extrañas", se decía para sí el principito durante su
viaje.
XII
El principito prosiguió:
Cuando llegó al –Tu planeta es tan pequeño que puedes darle la vuelta
planeta saludó en tres zancadas. No tienes que hacer más que caminar
respetuosamente al muy lentamente para quedar siempre al sol. Cuando
farolero: quieras descansar, caminarás... y el día durará tanto
tiempo cuanto quieras.
–¡Buenos días! ¿Por qué acabas de apagar tu –Con eso no adelanto gran cosa –dijo el farolero–,
farol? lo que a mí me gusta en la vida es dormir.
–Es la consigna –respondió el farolero–. ¡Buenos –No es una suerte –dijo el principito.
días! –No, no es una suerte –replicó el farolero–.
–¿Y qué es la consigna? ¡Buenos días!
–Apagar mi farol. ¡Buenas noches! Y encendió el Y apagó su farol.
farol. Mientras el principito proseguía su viaje, se iba
–¿Y por qué acabas de volver a encenderlo? diciendo para sí: "Este sería despreciado por los otros,
–Es la consigna. por el rey, por el vanidoso, por el bebedor, por el hombre
de negocios. Y, sin embargo, es el único que no me
–No lo comprendo –dijo el principito. parece ridículo, quizás porque se ocupa de otra cosa y no
–No hay nada que comprender –dijo el farolero–. de sí mismo. Lanzó un suspiro de pena y continuó
La consigna es la consigna. ¡Buenos días! diciéndose:
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XV –¿Para qué?
–Un explorador que mintiera sería una catástrofe
El sexto planeta era diez veces más grande. para los libros de geografía. Y también lo sería un
Estaba habitado por un anciano que escribía grandes explorador que bebiera demasiado.
libros. –¿Por qué? –preguntó el principito.
–Porque los borrachos ven doble y el geógrafo
–¡Anda, un explorador! –exclamó cuando divisó al pondría dos montañas donde sólo habría una.
principito. –Conozco a alguien –dijo el principito–, que sería
un mal explorador.
–Es posible. Cuando se está convencido de que la
moralidad del explorador es buena, se hace una
investigación sobre su descubrimiento.
–¿ Se va a ver?
–No, eso sería demasiado complicado. Se exige al
explorador que suministre pruebas. Por ejemplo, si se
trata del descubrimiento de una gran montaña, se le pide
que traiga grandes piedras.
Solamente el farolero del único farol del polo norte Las personas mayores no les creerán,
y su colega del único farol del polo sur, llevaban una vida seguramente, pues siempre se imaginan
de ociosidad y descanso. No trabajaban más que dos que ocupan mucho sitio. Se creen
veces al año. importantes como los baobabs. Les dirán,
pues, que hagan el cálculo; eso les gustará
ya que adoran las cifras. Pero no es
necesario que pierdan el tiempo inútïlmente,
XVI puesto que tienen confianza en mí.
El séptimo planeta fue, por consiguiente, la Tierra. El principito, una vez que llegó a la Tierra,
quedó sorprendido de no ver a nadie. Tenía
miedo de haberse equivocado de planeta,
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cuando un anillo de color de luna se revolvió -¡Oh! -dijo el principito-. Te he comprendido. Pero ¿por
en la arena. qué hablas con enigmas?
-¡Buenas noches! -dijo el principito. - Yo los resuelvo todos -dijo la serpiente. Y se callaron.
-¡Buenas noches! -dijo la serpiente.
-¿Sobre qué planeta he caído? -preguntó el principito. XVIII
-Sobre la tierra, en Africa -respondió la serpiente. -¡Ah!
¿Y no hay nadie sobre la Tierra? El principito atravesó el desierto en el que
-Esto es el desierto. En los desiertos no hay sólo encontró una flor de tres pétalos, una flor de
nadie. La Tierra es muy grande -dijo la nada.
serpiente.
El principito se sentó en una piedra y elevó los ojos al –¡Buenos días! –dijo el principito.
cielo. –¡Buenos días! –dijo la flor.
-Yo me pregunto -dijo- si las estrellas están –¿Dónde están los hombres? –preguntó
encendidas para que cada cual pueda un día cortésmente el principito.
encontrar la suya. Mira mi planeta; está La flor, un día, había visto pasar una caravana.
precisamente encima de nosotros... Pero...
¡qué lejos está! –¿Los hombres? No existen más que seis o siete, me
-Es muy bella -dijo la serpiente-. ¿Y qué vienes tú a hacer parece. Los he visto hace ya años y nunca se sabe
aquí? dónde encontrarlos. El viento los pasea. Les faltan las
-Tengo problemas con una flor -dijo el principito. raíces. Esto les
-¡Ah! –Adiós –dijo el principito.
Y se callaron.
–Adiós –dijo la flor.
XIX
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–Efectivamente, verás –dijo el zorro–. Tú no eres
para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien –Por favor... domestícame –le dijo.
mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú
tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro –Bien quisiera –le respondió el principito pero no
entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú me tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer
domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del muchas cosas.
otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti –Sólo se conocen bien las cosas que se
único en el mundo... domestican –dijo el zorro–. Los hombres ya no tienen
–Comienzo a comprender –dijo el principito–. Hay tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las
tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos,
Ios hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo,
domestícame!
–¿Qué debo hacer? –preguntó el principito.
–Debes tener mucha paciencia –respondió el
zorro–. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así,
en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me
dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos.
Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
19
Levanté el balde hasta sus labios y el principito –¿Quizás por el aniversario?
bebió con los ojos cerrados. Todo era bello como una El principito se ruborizó una vez más. Aunque
fiesta. Aquella agua era algo más que un alimento. Había nunca respondía a las preguntas, su rubor
nacido del caminar bajo las estrellas, del canto de la significaba una respuesta afirmativa.
roldana, del esfuerzo de mis brazos. Era como un regalo –¡Ah! –le dije– tengo miedo.
para el corazón. Cuando yo era niño, las luces del árbol
Pero él me respondió:
de Navidad, la música de la misa de medianoche, la
dulzura de las sonrisas, daban su resplandor a mi regalo –Tú debes trabajar ahora; vuelve, pues, junto a tu
de Navidad. máquina, que yo te espero aquí. Vuelve mañana
por la tarde.
–Los hombres de tu tierra –dijo el principito– Pero yo no estaba tranquilo y me acordaba del
cultivan cinco mil rosas en un jardín y no encuentran lo zorro. Si se deja uno domesticar, se expone a
que buscan. llorar un poco...
–No lo encuentran nunca –le respondí. –Y sin
embargo, lo que buscan podrían encontrarlo en una sola
rosa o en un poco de agua...
–Sin duda, respondí. Y el principito añadió:
–Pero los ojos son ciegos. Hay que buscar con el
corazón. XXVI
Yo había bebido y me encontraba bien. La arena,
al alba, era color de miel, del que gozaba hasta
sentirme dichoso. ¿Por qué había de sentirme Al lado del pozo había una ruina de un viejo muro
triste? de piedras. Cuando volví de mi trabajo al día siguiente
–Es necesario que cumplas tu promesa –dijo por la tarde, vi desde lejos al principito sentado en lo alto
dulcemente el principito que nuevamente se había con las piernas colgando. Lo oí que hablaba.
sentado junto a mi.
–¿Qué promesa? –¿No te acuerdas? ¡No es aquí con exactitud!
–Ya sabes... el bozal para mi cordero... soy
Alguien le respondió sin duda, porque él replicó:
responsable de mi flor.
Saqué del bolsillo mis esbozos de dibujo. El –¡Sí, sí; es el día, pero no es este el lugar!
principito los miró y dijo riendo: Proseguí mi marcha hacia el muro, pero no veía ni
–Tus baobabs parecen repollos... oía a nadie. Y sin embargo, el principito replicó de nuevo.
–¡Oh! ¡Y yo que estaba tan orgulloso de mis –¡Claro! Ya verás dónde comienza mi huella en la
baobabs! arena. No tienes más que esperarme, que allí estaré yo
–Tu zorro tiene orejas que parecen cuernos; son esta noche.
demasiado largas.
Yo estaba a veinte metros y continuaba sin
distinguir nada.
Y volvió a reír.
El principito, después de un silencio, dijo aún:
–¿Tienes un buen veneno? ¿Estás segura de no
–Eres injusto, muchachito; yo no sabía dibujar más
hacerme sufrir mucho?
que boas cerradas y boas abiertas.
–¡Oh, todo se arreglará! –dijo el principito–. Los Me detuve con el corazón oprimido, siempre sin
niños entienden. comprender.
Bosquejé, pues, un bozal y se lo alargué con el –¡Ahora vete –dijo el principito–, quiero volver a
corazón oprimido: bajarme!
–Tú tienes proyectos que yo ignoro...
Pero no me respondió.
–¿Sabes? –me dijo–. Mañana hace un año de mi
caída en la Tierra...
Y después de un silencio, añadió:
–Caí muy cerca de aquí...
El principito se sonrojó y nuevamente, sin
comprender por qué, experimenté una extraña tristeza.
Sin embargo, se me ocurrió preguntar:
–Entonces no te encontré por azar hace ocho
días, cuando paseabas por estos lugares, a mil
millas de distancia del lugar habitado más
próximo. ¿Es que volvías al punto de tu caída?
El principito enrojeció nuevamente.
Y añadí vacilante.
20
Dirigí la mirada hacia el pie del muro e
instintivamente di un brinco. Una serpiente de esas
amarillas que matan a una persona en menos de treinta
segundos, se erguía en dirección al principito. Echando
mano al bolsillo para sacar mi revólver, apreté el paso,
pero, al ruido que hice, la serpiente se dejó deslizar
suavemente por la arena como un surtidor que muere, y,
sin apresurarse demasiado, se escurrió entre las piedras
con un ligero ruido metálico.
21
Y rió nuevamente. –Será como una corteza vieja que se abandona.
–Cuando te hayas consolado (siempre se No son nada tristes las viejas cortezas...
consuela uno) estarás contento de haberme Yo me callaba. El principito perdió un poco de
conocido. Serás mi amigo y tendrás ganas de reír ánimo. Pero hizo un esfuerzo y dijo:
conmigo. Algunas veces abrirás tu ventana sólo –Será agradable ¿sabes? Yo miraré también las
por placer y tus amigos quedarán asombrados de estrellas. Todas serán pozos con roldana
verte reír mirando al cielo. Tú les explicarás: "Las herrumbrosa. Todas las estrellas me darán de
estrellas me hacen reír siempre". Ellos te creerán beber.
loco. Y yo te habré jugado una mala pasada... Yo me callaba.
–¡Será tan divertido! Tú tendrás quinientos
Y se rió otra vez. millones de cascabeles y yo quinientos millones
–Será como si en vez de estrellas, te hubiese de fuentes...
dado multitud de cascabelitos que saben reír... El principito se calló también; estaba llorando.
Una vez más dejó oír su risa y luego se puso –Es allí; déjame ir solo.
serio. Se sentó porque tenía miedo. Dijo aún:
–Esta noche ¿sabes? no vengas... –¿Sabes?... mi flor... soy responsable... ¡y ella es
–No te dejaré. tan débil y tan inocente! Sólo tiene cuatro espinas
para defenderse contra todo el mundo...
–Pareceré enfermo... Parecerá un poco que me
muero... es así. ¡No vale la pena que vengas a ver eso...! Me senté, ya no podía mantenerme en pie.
–No te dejaré. –Ahí está... eso es todo...
Pero estaba preocupado. Vacíló todavía un instante, luego se levantó y dio
un paso. Yo no pude moverme.
–Te digo esto por la serpiente; no debe morderte.
Las serpientes son malas. A veces muerden por Un relámpago amarillo centelleó en su tobillo.
gusto... Quedó un instante inmóvil, sin exhalar un grito.
Luego cayó lentamente camo cae un árbol, sin
–He dicho que no te dejaré. hacer el menor ruido a causa de la arena.
Pero algo lo tranquilizó.
–Bien es verdad que no tienen veneno para la
segunda mordedura...
22
Pero sucede algo extraordinario. AI bozal que
dibujé para el principito se me olvidó añadirle la correa de
cuero; no habrá podido atárselo al cordero. Entonces me
pregunto:
"¿Qué habrá sucedido en su planeta? Quizás el
cordero se ha comido la flor..."
A veces me digo: "¡Seguro que no! El principito
cubre la flor con su fanal todas las noches y vigila a su
cordero". Entonces me siento dichoso y todas las
estrellas ríen dulcemente.
Pero otras veces pienso: "Alguna que otra vez se
distrae uno y eso basta. Si una noche ha olvidado poner
el fanal o el cordero ha salido sin hacer ruido, durante la
noche...". Y entonces los cascabeles se convierten en
lágrimas...
Y ahí está el gran misterio. Para ustedes que
quieren al principito, lo mismo que para mí, nada en el
universo habrá cambiado si en cualquier parte, quien
sabe dónde, un cordero desconocido se ha comido o no
se ha comido una rosa...
Pero miren al cielo y pregúntense: el cordero ¿se
ha comido la flor? Y veréis cómo todo cambia...
¡Ninguna persona mayor comprenderá jamás que
esto sea verdaderamente importante!
FIN
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