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El Principito

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Enseñé mi obra de arte a las personas mayores y les

pregunté si mi dibujo les daba miedo.


–¿por qué habría de asustar un sombrero? – me
respondieron.
Mi dibujo no representaba un sombrero. Representaba
una serpiente boa que digiere un elefante. Dibujé entonces el
interior de la serpiente boa a fin de que las personas mayores
pudieran comprender. Siempre estas personas tienen
necesidad de explicaciones. Mi dibujo número 2 era así:

EL PRINCIPITO

Antoine De Saint Exupery


Las personas
mayores me aconsejaron abandonar el dibujo de serpientes
Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a boas, ya fueran abiertas o cerradas, y poner más interés en la
una persona mayor. Tengo una seria excusa: esta persona geografía, la historia, el cálculo y la gramática. De esta manera
mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Pero tengo a la edad de seis años abandoné una magnífica carrera de
otra excusa: esta persona mayor es capaz de comprenderlo pintor. Había quedado desilusionado por el fracaso de mis
todo, incluso los libros para niños. Tengo una tercera excusa dibujos número 1 y número 2. Las personas mayores nunca
todavía: esta persona mayor vive en Francia, donde pasa pueden comprender algo por sí solas y es muy aburrido para
hambre y frío. Tiene, por consiguiente, una gran necesidad de los niños tener que darles una y otra vez explicaciones. Tuve,
ser consolada. Si no fueran suficientes todas esas razones, pues, que elegir otro oficio y aprendía pilotear aviones. He
quiero entonces dedicar este libro al niño que fue hace tiempo volado un poco por todo el mundo y la geografía, en efecto,
esta persona mayor. Todas las personas mayores antes han me ha servido de mucho; al primer vistazo podía distinguir
sido niños. (Pero pocas de ellas lo recuerdan). Corrijo, por perfectamente la China de Arizona. Esto es muy útil, sobre
consiguiente, mi dedicatoria: todo si se pierde uno durante la noche.
A LEON WERTH cuando era niño

A lo largo de mi vida he tenido multitud de contactos


I con multitud de gente seria. Viví mucho con personas mayores
Cuando yo tenía seis años vi en un libro sobre la selva y las he conocido muy de cerca; pero esto no ha mejorado
virgen que se titulaba "Historias vividas", una magnífica demasiado mi opinión sobre ellas.
lámina. Representaba una serpiente boa que se
tragaba a una fiera. Esta es la copia del dibujo.
Cuando me he encontrado con alguien que me parecía
un poco lúcido, lo he sometido a la experiencia de mi dibujo
número 1 que he conservado siempre. Quería saber si
verdaderamente era un ser comprensivo. E invariablemente
me contestaban siempre: "Es un sombrero". Me abstenía de
hablarles de la serpiente boa, de la selva virgen y de las
estrellas. Poniéndome a su altura, les hablaba del bridge, del
golf, de política y de corbatas. Y mi interlocutor se quedaba
muy contento de conocer a un hombre tan razonable.

En el libro se afirmaba: "La serpiente boa se traga su II


presa entera, sin masticarla. Luego ya no puede moverse y
duerme durante los seis meses que dura su digestión".
Viví así, solo, nadie con quien poder hablar
Reflexioné mucho en ese momento sobre las aventuras verdaderamente, hasta cuando hace seis años tuve una avería
de la jungla y a mi vez logré trazar con un lápiz de colores mi en el desierto de Sahara. Algo se había estropeado en el
primer dibujo. Mi dibujo número 1 era de esta manera: motor. Como no llevaba conmigo ni mecánico ni pasajero
alguno, me dispuse a realizar, yo solo, una reparación difícil.
Era para mí una cuestión de vida o muerte, pues apenas tenía
agua de beber para ocho días.

1
La primera noche me dormí sobre la arena, a unas de realizar: el de la serpiente boa cerrada. Y quedé
mil millas de distancia del lugar habitado más próximo. estupefacto cuando oí decir al hombrecito:
Estaba más aislado que un náufrago en una balsa en – ¡No, no! Yo no quiero un elefante en
medio del océano. Imagínense, pues, mi sorpresa una serpiente. La serpiente es muy peligrosa y el
cuando al amanecer me despertó una extraña vocecita elefante ocupa mucho sitio. En mi tierra es todo
que decía: muy pequeño. Necesito un cordero. Píntame un
–¡Por favor... píntame un cordero! cordero.
–¿Eh? Dibujé un cordero. Lo miró atentamente y dijo:
–¡Píntame un cordero!
Me puse en pie de un salto como herido por el
rayo. Me froté los ojos. Miré a mi alrededor. Vi a un
extraordinario muchachito que me miraba gravemente.
Ahí tienen el mejor retrato que más tarde logré hacer de
él, aunque mi dibujo, ciertamente es menos encantador
que el modelo. Pero no es mía la culpa. Las personas
mayores me desanimaron de mi carrera de pintor a la
edad de seis años y no había aprendido a dibujar otra
cosa que boas cerradas y boas abiertas.
–¡No! Este está ya muy enfermo. Haz otro.
Volví a dibujar.

Mi amigo sonrió dulcemente, con indulgencia.


–¿Ves? Esto no es un cordero, es un carnero.
Miré, pues, aquella aparición con los ojos Tiene Cuernos…
redondos de admiración. No hay que olvidar que me Rehice nuevamente mi dibujo: fue rechazado igual
encontraba a unas mil millas de distancia del lugar que los anteriores.
habitado más próximo. Y ahora bien, el muchachito no
me parecía ni perdido, ni muerto de cansancio, de
hambre, de sed o de miedo. No tenía en absoluto la
apariencia de un niño perdido en el desierto, a mil millas
de distancia del lugar habitado más próximo. Cuando
logré, por fin, articular palabra, le dije:
– Pero… ¿qué haces tú por aquí?
Y él respondió entonces, suavemente, como algo
muy importante:
–¡Por favor… píntame un cordero! –Este es demasiado viejo. Quiero un cordero que
Cuando el misterio es demasiado impresionante, viva mucho tiempo.
es imposible desobedecer. Por absurdo que aquello me Falto ya de paciencia y deseoso de comenzar a
pareciera, a mil millas de distancia de todo lugar habitado desmontar el motor, garrapateé rápidamente este dibujo,
y en peligro de muerte, saqué de mi bolsillo una hoja de se lo enseñé, y le agregué:
papel y una pluma fuente. Recordé que yo había
estudiado especialmente geografía, historia, cálculo y
gramática y le dije al muchachito (ya un poco
malhumorado), que no sabía dibujar.
– No importa – me respondió–, píntame
un cordero!
Como nunca había dibujado un cordero, rehice
para él uno de los dos únicos dibujos que yo era capaz
2
–Esta es la caja. El cordero que quieres está –¿Y dónde quieres que vaya? –No sé, a cualquier
adentro. Con gran sorpresa mía el rostro de mi joven juez parte. Derecho camino adelante… Entonces el
se iluminó: principito señaló con gravedad:
–¡Así es como yo lo quería! ¿Crees que sea –¡No importa, es tan pequeña mi tierra!
necesario mucha hierba para este cordero? Y agregó, quizás, con un poco de melancolía:
–¿Por qué? –Derecho, camino adelante… no se puede ir muy
–Porque en mi tierra es todo tan pequeño… Se lejos.
inclinó hacia el dibujo y exclamó: –¡Bueno, no tan III
pequeño…! Está dormido… Y así fue como conocí
al principito.
Me costó mucho tiempo comprender de dónde
III venía. El principito, que me hacía muchas preguntas,
jamás parecía oír las mías. Fueron palabras
pronunciadas al azar, las que poco a poco me revelaron
Me costó mucho tiempo comprender de dónde todo. Así, cuando distinguió por vez primera mi avión (no
venía. El principito, que me hacía muchas preguntas, dibujaré mi avión, por tratarse de un dibujo demasiado
jamás parecía oír las mías. Fueron palabras complicado para mí) me preguntó:
pronunciadas al azar, las que poco a poco me revelaron
–¿Qué cosa es esa? –Eso no es una cosa. Eso
todo. Así, cuando distinguió por vez primera mi avión (no
vuela. Es un avión, mi avión.
dibujaré mi avión, por tratarse de un dibujo demasiado
complicado para mí) me preguntó: Me sentía orgulloso al decirle que volaba. El
entonces gritó:
–¿Qué cosa es esa? –Eso no es una cosa. Eso
vuela. Es un avión, mi avión. –¡Cómo! ¿Has caído del cielo? –Sí –le dije
modestamente. –¡Ah, que curioso!
Me sentía orgulloso al decirle que volaba. El
entonces gritó: Y el principito lanzó una graciosa carcajada que
me irritó mucho. Me gusta que mis desgracias se tomen
–¡Cómo! ¿Has caído del cielo? –Sí –le dije
en serio. Y añadió:
modestamente. –¡Ah, que curioso!
–Entonces ¿tú también vienes del cielo? ¿De qué
Y el principito lanzó una graciosa carcajada que
planeta eres tú?
me irritó mucho. Me gusta que mis desgracias se tomen
en serio. Y añadió: Divisé una luz en el misterio de su presencia y le
pregunté bruscamente:
–Entonces ¿tú también vienes del cielo? ¿De qué
planeta eres tú? –¿Tu vienes, pues, de otro planeta?
Divisé una luz en el misterio de su presencia y le Pero no me respondió; movía lentamente la
pregunté bruscamente: cabeza mirando detenidamente mi avión.
–¿Tu vienes, pues, de otro planeta? –Es cierto, que, encima de eso, no puedes venir
de muy lejos…
Pero no me respondió; movía lentamente la
cabeza mirando detenidamente mi avión. Y se hundió en un ensueño durante largo tiempo.
Luego sacando de su bolsillo mi cordero se abismó en la
–Es cierto, que, encima de eso, no puedes venir
contemplación de su tesoro.
de muy lejos…
Imagínense cómo me intrigó esta semiconfidencia
Y se hundió en un ensueño durante largo tiempo.
sobre los otros planetas. Me esforcé, pues, en saber algo
Luego sacando de su bolsillo mi cordero se abismó en la
más:
contemplación de su tesoro.
–¿De dónde vienes, muchachito? ¿Dónde está "tu
Imagínense cómo me intrigó esta semiconfidencia
casa"? ¿Dónde quieres llevarte mi cordero?
sobre los otros planetas. Me esforcé, pues, en saber algo
más: Después de meditar silenciosamente me
respondió:
–¿De dónde vienes, muchachito? ¿Dónde está "tu
casa"? ¿Dónde quieres llevarte mi cordero? –Lo bueno de la caja que me has dado es que por
la noche le servirá de casa. –Sin duda. Y si eres bueno te
Después de meditar silenciosamente me
daré también una cuerda y una estaca para atarlo
respondió:
durante el día.
–Lo bueno de la caja que me has dado es que por
Esta proposición pareció chocar al principito.
la noche le servirá de casa. –Sin duda. Y si eres bueno te
daré también una cuerda y una estaca para atarlo –¿Atarlo? ¡Qué idea más rara! –Si no lo atas, se
durante el día. irá quién sabe dónde y se perderá… Mi amigo
soltó una nueva carcajada.
Esta proposición pareció chocar al principito.
–¿Y dónde quieres que vaya? –No sé, a cualquier
–¿Atarlo? ¡Qué idea más rara! –Si no lo atas, se parte. Derecho camino adelante… Entonces el
irá quién sabe dónde y se perderá… Mi amigo principito señaló con gravedad:
soltó una nueva carcajada.
–¡No importa, es tan pequeña mi tierra!

3
Y agregó, quizás, con un poco de melancolía: hasta que un buen día una de ellas tiene la fantasía de
–Derecho, camino adelante… no se puede ir muy despertarse. Entonces se alarga extendiendo hacia el sol,
lejos. primero tímidamente, una encantadora ramita inofensiva.
Si se trata de una ramita de rábano o de rosal, se la
V
puede dejar que crezca como quiera. Pero si se trata de
una mala hierba, es preciso arrancarla inmediatamente
Cada día yo aprendía algo nuevo sobre el planeta, en cuanto uno ha sabido reconocerla. En el planeta del
sobre la partida y sobre el viaje. Esto venía suavemente principito había semillas terribles… como las semillas del
al azar de las reflexiones. De esta manera tuve baobab. El suelo del planeta está infestado de ellas. Si un
conocimiento al tercer día, del drama de los baobabs. baobab no se arranca a tiempo, no hay manera de
Fue también gracias al cordero y como desembarazarse de él más tarde; cubre todo el planeta y
preocupado por una profunda duda, cuando el principito lo perfora con sus raíces. Y si el planeta es demasiado
me preguntó: pequeño y los baobabs son numerosos, lo hacen estallar.
–¿Es verdad que los corderos se comen los "Es una cuestión de disciplina, me decía más
arbustos? tarde el principito. Cuando por la mañana uno termina de
–Sí, es cierto. arreglarse, hay que hacer cuidadosamente la limpieza del
planeta. Hay que dedicarse regularmente a arrancar los
–¡Ah, qué contesto estoy! baobabs, cuando se les distingue de los rosales, a los
No comprendí por qué era tan importante para él cuales se parecen mucho cuando son pequeñitos. Es un
que los corderos se comieran los arbustos. Pero el trabajo muy fastidioso pero muy fácil".
principito añadió:
–Entonces se comen también los Baobabs.
Le hice comprender al principito que los baobabs
no son arbustos, sino árboles tan grandes como iglesias
y que incluso si llevase consigo todo un rebaño de
elefantes, el rebaño no lograría acabar con un solo
baobab.
Esta idea del rebaño de elefantes hizo reír al
principito.
–Habría que poner los elefantes unos sobre
otros… Y un día me aconsejó que me dedicara a realizar
un hermoso dibujo, que hiciera comprender a los niños
de la tierra estas ideas. "Si alguna vez viajan, me decía,
esto podrá servirles mucho. A veces no hay
inconveniente en dejar para más tarde el trabajo que se
ha de hacer; pero tratándose de baobabs, el retraso es
siempre una catástrofe. Yo he conocido un planeta,
habitado por un perezoso que descuidó tres arbustos…"
Siguiendo las indicaciones del principito, dibujé
dicho planeta. Aunque no me gusta el papel de moralista,
el peligro de los baobabs es tan desconocido y los
peligros que puede correr quien llegue a perderse en un
asteroide son tan grandes, que no vacilo en hacer una
excepción y exclamar: "¡Niños, atención a los baobabs!"
Y sólo con el fin de advertir a mis amigos de estos
peligros a que se exponen desde hace ya tiempo sin
Y luego añadió juiciosamente: saberlo, es por lo que trabajé y puse tanto empeño en
–Los baobabs, antes de crecer, son muy realizar este dibujo. La lección que con él podía dar, valía
pequeñitos. la pena. Es muy posible que alguien me pregunte por qué
–Es cierto. Pero ¿por qué quieres que tus no hay en este libro otros dibujos tan grandiosos como el
corderos coman los baobabs? dibujo de los baobabs. La respuesta es muy sencilla: he
tratado de hacerlos, pero no lo he logrado. Cuando dibujé
Me contestó: "¡Bueno! ¡Vamos!" como si hablara
los baobabs estaba animado por un sentimiento de
de una evidencia. Me fue necesario un gran esfuerzo de
urgencia.
inteligencia para comprender por mí mismo este
problema.
En efecto, en el planeta del principito había, como
en todos los planetas, hierbas buenas y hierbas malas.
Por consiguiente, de buenas semillas salían buenas
hierbas y de las semillas malas, hierbas malas. Pero las
semillas son invisibles; duermen en el secreto de la tierra,

4
resultado de un problema largamente meditado en
silencio:
–Si un cordero se come los arbustos, se comerá
también las flores ¿no?
–Un cordero se come todo lo que encuentra.
–¿Y también las flores que tienen espinas?
–Sí; también las flores que tienen espinas.
–Entonces, ¿para qué le sirven las espinas?
Confieso que no lo sabía. Estaba yo muy ocupado
tratando de destornillar un perno demasiado apretado del
motor; la avería comenzaba a parecerme cosa grave y la
circunstancia de que se estuviera agotando mi provisión
de agua, me hacía temer lo peor.
VI
–¿Para qué sirven las espinas?
El principito no permitía nunca que se dejara sin
respuesta una pregunta formulada por él. Irritado por la
resistencia que me oponía el perno, le respondí lo
primero que se me ocurrió:
–Las espinas no sirven para nada; son pura
maldad de las flores.
–¡Oh!
Y después de un silencio, me dijo con una especie
de rencor:
¡Ah, principito, cómo he ido comprendiendo
lentamente tu vida melancólica! Durante mucho tiempo tu –¡No te creo! Las flores son débiles. Son
única distracción fue la suavidad de las puestas de sol. ingenuas. Se defienden como pueden. Se creen terribles
Este nuevo detalle lo supe al cuarto día, cuando me con sus espinas…
dijiste: No le respondí nada; en aquel momento me
–Me gustan mucho las puestas de sol; vamos a estaba diciendo a mí mismo: "Si este perno me resiste un
ver una puesta de sol… poco más, lo haré saltar de un martillazo". El principito
me interrumpió de nuevo mis pensamientos:
- Tendremos que esperar… –¿Esperar qué?
–¿Tú crees que las flores…?
–Que el sol se ponga.
–¡No, no creo nada! Te he respondido cualquier
Pareciste muy sorprendido primero, y después te
cosa para que te calles. Tengo que ocuparme de cosas
reíste de ti mismo. Y me dijiste:
serias.
–Siempre me creo que estoy en mi tierra.
Me miró estupefacto.
En efecto, como todo el mundo sabe, cuando es
–¡De cosas serias!
mediodía en Estados Unidos, en Francia se está
poniendo el sol. Sería suficiente poder trasladarse a Me miraba con mi martillo en la mano, los dedos
Francia en un minuto para asistir a la puesta del sol, pero llenos de grasa e inclinado sobre algo que le parecía muy
desgraciadamente Francia está demasiado lejos. En feo.
cambio, sobre tu pequeño planeta te bastaba arrastrar la –¡Hablas como las personas mayores!
silla algunos pasos para presenciar el crepúsculo cada Me avergonzó un poco. Pero él, implacable,
vez que lo deseabas… añadió:
–¡Un día vi ponerse el sol cuarenta y tres veces! –¡Lo confundes todo…todo lo mezclas…!
Y un poco más tarde añadiste: Estaba verdaderamente irritado; sacudía la
–¿Sabes? Cuando uno está verdaderamente triste cabeza, agitando al viento sus cabellos dorados.
le gusta ver las puestas de sol. –Conozco un planeta donde vive un señor muy
–El día que la viste cuarenta y tres veces estabas colorado, que nunca ha olido una flor, ni ha mirado una
muy triste ¿verdad? estrella y que jamás ha querido a nadie. En toda su vida
Pero el principito no respondió. no ha hecho más que sumas. Y todo el día se lo pasa
repitiendo como tú: "¡Yo soy un hombre serio, yo soy un
VII
hombre serio!"… Al parecer esto le llena de orgullo. Pero
eso no es un hombre, ¡es un hongo!
Al quinto día y también en relación con el cordero, –¿Un qué?
me fue revelado este otro secreto de la vida del principito.
–Un hongo.
Me preguntó bruscamente y sin preámbulo, como
El principito estaba pálido de cólera.

5
–Hace millones de años que las flores tiene aparición milagrosa; pero la flor no acababa de preparar
espinas y hace también millones de años que los su belleza al abrigo de su envoltura verde. Elegía con
corderos, a pesar de las espinas, se comen las flores. cuidado sus colores, se vestía lentamente y se ajustaba
¿Es que no es cosa seria averiguar por qué las flores uno a uno sus pétalos. No quería salir ya ajada como las
pierden el tiempo fabricando unas espinas que no les amapolas; quería aparecer en todo el esplendor de su
sirven para nada? ¿Es que no es importante la guerra de belleza. ¡Ah, era muy coqueta aquella flor! Su misteriosa
los corderos y las flores? ¿No es esto más serio e preparación duraba días y días. Hasta que una mañana,
importante que las sumas de un señor gordo y colorado? precisamente al salir el sol se mostró espléndida.
Y si yo sé de una flor única en el mundo y que no existe
en ninguna parte más que en mi planeta; si yo sé que un
buen día un corderillo puede aniquilarla sin darse cuenta
de ello, ¿es que esto no es importante?
El principito enrojeció y después continuó:
–Si alguien ama a una flor de la que sólo existe un
ejemplar en millones y millones de estrellas, basta que
las mire para ser dichoso. Puede decir satisfecho: "Mi flor
está allí, en alguna parte…" ¡Pero si el cordero se la
come, para él es como si de pronto todas las estrellas se
apagaran! ¡Y esto no es importante!
La flor, que había trabajado con tanta precisión,
dijo bostezando:
–¡Ah, perdóname… apenas acabo de
despertarme… estoy toda despeinada…!
El principito no pudo contener su admiración:
–¡Qué hermosa eres!
–¿Verdad? –respondió dulcemente la flor–. He
nacido al mismo tiempo que el sol. El principito adivinó
exactamente que ella no era muy modesta ciertamente,
pero ¡era tan conmovedora!
–Me parece que ya es hora de desayunar –
añadió la flor –; si tuvieras la bondad de pensar un poco
No pudo decir más y estalló bruscamente en en mí...
sollozos. el principito, muy confuso, habiendo ido a buscar
una regadera la roció abundantemente con agua fresca.
La noche había caído. Yo había soltado las
herramientas y ya no importaban nada el martillo, el
perno, la sed y la muerte. ¡Había en una estrella, en un Y así, ella lo había atormentado con su vanidad un
planeta, el mío, la Tierra, un principito a quien consolar! poco sombría. Un día, por ejemplo, hablando de sus
Lo tomé en mis brazos y lo mecí diciéndole: "la flor que tú cuatro espinas, dijo al principito:
quieres no corre peligro… te dibujaré un bozal para tu –¡Ya pueden venir los tigres, con sus garras!
cordero y una armadura para la flor…te…". No sabía qué –No hay tigres en mi planeta –observó el
decirle, cómo consolarle y hacer que tuviera nuevamente principito– y, además, los tigres no comen hierba.
confianza en mí; me sentía torpe. ¡Es tan misterioso el –Yo nos soy una hierba –respondió dulcemente la
país de las lágrimas! flor.
Pelusa 79 –Perdóname...
–No temo a los tigres, pero tengo miedo a las
VIII corrientes de aire. ¿No tendrás un biombo?
"Miedo a las corrientes de aire no es una suerte
Aprendí bien pronto a conocer mejor esta flor. para una planta –pensó el principito–. Esta flor es
Siempre había habido en el planeta del principito flores demasiado complicada…"
muy simples adornadas con una sola fila de pétalos que –Por la noche me cubrirás con un fanal… hace
apenas ocupaban sitio y a nadie molestaban. Aparecían mucho frío en tu tierra. No se está muy a gusto; allá de
entre la hierba una mañana y por la tarde se extinguían. donde yo vengo…
Pero aquella había germinado un día de una semilla
llegada de quién sabe dónde, y el principito había vigilado
cuidadosamente desde el primer día aquella ramita tan
diferente de las que él conocía. Podía ser una nueva
especie de Baobab. Pero el arbusto cesó pronto de
crecer y comenzó a echar su flor. El principito observó el
crecimiento de un enorme capullo y tenía le
convencimiento de que habría de salir de allí una
6
La flor se interrumpió; había llegado allí en forma
de semilla y no era posible que conociera otros mundos.
Humillada por haberse dejado sorprender inventando una

mentira tan ingenua, tosió dos o tres veces para atraerse


la simpatía del principito.
–¿Y el biombo?

–Iba a buscarlo, pero como no dejabas de


hablarme… Insistió en su tos para darle al menos IX
remordimientos.
Creo que el principito aprovechó la migración de
e esta manera el principito, a pesar de la buena voluntad una bandada de pájaros silvestres para su evasión. La
de su amor, había llegado a dudar de ella. Había tomado mañana de la partida, puso en orden el planeta.
en serio palabras sin importancia y se sentía Deshollinó cuidadosamente sus volcanes en actividad, de
desgraciado. los cuales poseía dos, que le eran muy útiles para
"Yo no debía hacerle caso –me confesó un día el calentar el desayuno todas las mañanas. Tenía, además,
principito– nunca hay que hacer caso a las flores, basta un volcán extinguido. Deshollinó también el volcán
con mirarlas y olerlas. Mi flor embalsamaba el planeta, extinguido, pues, como él decía, nunca se sabe lo que
pero yo no sabía gozar con eso… Aquella historia de puede ocurrir. Si los volcanes están bien deshollinados,
garra y tigres que tanto me molestó, hubiera debido arden sus erupciones, lenta y regularmente. Las
enternecerme". erupciones volcánicas son como el fuego de nuestras
me contó todavía: "¡No supe comprender nada chimeneas. Es evidente que en nuestra Tierra no hay
entonces! Debí juzgarla por sus actos y no por sus posibilidad de deshollinar los volcanes; los hombres
palabras. ¡La flor perfumaba e iluminaba mi vida y somos demasiado pequeños. Por eso nos dan tantos
jamás debí huir de allí! ¡No supe adivinar la disgustos.
ternura que ocultaban sus pobres astucias! ¡Son
tan contradictorias las flores! Pero yo era
demasiado joven para saber amarla".

7
principito buscó donde sentarse, pero el planeta estaba
ocupado totalmente por el magnífico manto de armiño.
Se quedó, pues, de pie, pero como estaba cansado,
bostezó.
–La etiqueta no permite bostezar en presencia del
rey –le dijo el monarca–. Te lo prohíbo.
–No he podido evitarlo –respondió el principito
El principito arrancó también con un poco de muy confuso–, he hecho un viaje muy largo y apenas he
melancolía los últimos brotes de baobabs. Creía que no dormido...
iba a volver nunca. Pero todos aquellos trabajos le –Entonces –le dijo el rey– te ordeno que bosteces.
parecieron aquella mañana extremadamente dulces. Y Hace años que no veo bostezar a nadie. Los bostezos
cuando regó por última vez la flor y se dispuso a ponerla son para mí algo curioso. ¡Vamos, bosteza otra vez, te lo
al abrigo del fanal, sintió ganas de llorar. –Adiós –le dijo a ordeno!
la flor. Esta no respondió.
–Me da vergüenza... ya no tengo ganas... –dijo el
–Adiós –repitió el principito. principito enrojeciendo.
La flor tosió, pero no porque estuviera resfriada. –¡Hum, hum! –respondió el rey–. ¡Bueno! Te
–He sido una tonta –le dijo al fin la flor–. ordeno tan pronto que bosteces y que no bosteces...
Perdóname. Procura ser feliz.
Se sorprendió por la ausencia de reproches y
quedó desconcertado, con el fanal en el aire, no
comprendiendo esta tranquila mansedumbre.
–Sí, yo te quiero –le dijo la flor–, ha sido culpa mía
que tú no lo sepas; pero eso no tiene importancia. Y tú
has sido tan tonto como yo. Trata de ser feliz. . . Y suelta
de una vez ese fanal; ya no lo quiero.
–Pero el viento...
–No estoy tan resfriada como para... El aire fresco
de la noche me hará bien. Soy una flor.
–Y los animales...
–Será necesario que soporte dos o tres orugas, si
quiero conocer las mariposas; creo que son muy
hermosas. Si no ¿quién vendrá a visitarme? Tú estarás
muy lejos. En cuanto a las fieras, no las temo: yo tengo
mis garras. Tartamudeaba un poco y parecía vejado, pues el
rey daba gran importancia a que su autoridad fuese
Y le mostraba ingenuamente sus cuatro espinas.
respetada. Era un monarca absoluto, pero como era muy
Luego añadió:
bueno, daba siempre órdenes razonables.
–Y no prolongues más tu despedida. Puesto que
Si yo ordenara –decía frecuentemente–, si yo
has decidido partir, vete de una vez.
ordenara a un general que se transformara en ave marina
La flor no quería que la viese llorar: era tan y el general no me obedeciese, la culpa no sería del
orgullosa... general, sino mía".
X –¿Puedo sentarme? –preguntó tímidamente el
principito.
Se encontraba en la región de los asteroides 325, –Te ordeno sentarte –le respondió el rey–,
326, 327, 328, 329 y 330. Para ocuparse en algo e recogiendo majestuosamente un faldón de su manto de
instruirse al mismo tiempo decidió visitarlos. armiño.
El primero estaba habitado por un rey. El rey, El principito estaba sorprendido. Aquel planeta era
vestido de púrpura y armiño, estaba sentado sobre un tan pequeño que no se explicaba sobre quién podría
trono muy sencillo y, sin embargo, majestuoso. reinar aquel rey.
–¡Ah, –exclamó el rey al divisar al principito–, aquí
tenemos un súbdito!
–Señor –le dijo–, perdóneme si le pregunto...
El principito se preguntó:
–Te ordeno que me preguntes –se apresuró a
"¿Cómo es posible que me reconozca si nunca me decir el rey.
ha visto?"
–Señor. . . ¿sobre qué ejerce su poder?
Ignoraba que para los reyes el mundo está muy
–Sobre todo –contestó el rey con gran ingenuidad.
simplificado. Todos los hombres son súbditos.
–¿Sobre todo?
–Aproxímate para que te vea mejor –le dijo el rey,
que estaba orgulloso de ser por fin el rey de alguien. El
8
El rey, con un gesto sencillo, señaló su planeta, los –Eso no se sabe –le dijo el rey–. Nunca he
otros planetas y las estrellas. recorrido todo mi reino. Estoy muy viejo y el caminar me
cansa. Y como no hay sitio para una carroza...
–¿Sobre todo eso? –volvió a preguntar el –¡Oh! Pero yo ya he visto. . . –dijo el principito que
principito. se inclinó para echar una ojeada al otro lado del planeta–.
Allá abajo no hay nadie tampoco.
–Sobre todo eso. . . –respondió el rey.
–Te juzgarás a ti mismo –le respondió el rey–. Es
No era sólo un monarca absoluto, era, además, un lo más difícil. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo,
monarca universal. que juzgar a los otros. Si consigues juzgarte rectamente
–¿Y las estrellas le obedecen? es que eres un verdadero sabio.
–¡Naturalmente! –le dijo el rey–. Y obedecen en –Yo puedo juzgarme a mí mismo en cualquier
seguida, pues yo no tolero la indisciplina. parte y no tengo necesidad de vivir aquí.
–¡Ejem, ejem! Creo –dijo el rey– que en alguna
Un poder semejante dejó maravillado al principito. parte del planeta vive una rata vieja; yo la oigo por la
Si él disfrutara de un poder de tal naturaleza, hubiese noche. Tu podrás juzgar a esta rata vieja. La condenarás
podido asistir en el mismo día, no a cuarenta y tres, sino a muerte de vez en cuando. Su vida dependería de tu
a setenta y dos, a cien, o incluso a doscientas puestas de justicia y la indultarás en cada juicio para conservarla, ya
sol, sin tener necesidad de arrastrar su silla. Y como se que no hay más que una.
sentía un poco triste al recordar su pequeño planeta –A mí no me gusta condenar a muerte a nadie –
abandonado, se atrevió a solicitar una gracia al rey: dijo el principito–. Creo que me voy a marchar.
–Me gustaría ver una puesta de sol... Déme ese –No –dijo el rey.
gusto... Ordénele al sol que se ponga... Pero el principito, que habiendo terminado ya sus
–Si yo le diera a un general la orden de volar de preparativos no quiso disgustar al viejo monarca, dijo:
flor en flor como una mariposa, o de escribir una tragedia, –Si Vuestra Majestad deseara ser obedecido
o de transformarse en ave marina y el general no puntualmente, podría dar una orden razonable. Podría
ejecutase la orden recibida ¿de quién sería la culpa, mía ordenarme, por ejemplo, partir antes de un minuto. Me
o de él? parece que las condiciones son favorables...
–La culpa sería de usted –le dijo el principito con Como el rey no respondiera nada, el principito
firmeza. vaciló primero y con un suspiro emprendió la marcha.
–Exactamente. Sólo hay que pedir a cada uno, lo –¡Te nombro mi embajador! –se apresuró a gritar
que cada uno puede dar –continuó el rey. La autoridad se el rey. Tenía un aspecto de gran autoridad. "Las personas
apoya antes que nada en la razón. Si ordenas a tu pueblo mayores son muy extrañas", se decía el principito para sí
que se tire al mar, el pueblo hará la revolución. Yo tengo mismo durante el viaje.
derecho a exigir obediencia, porque mis órdenes son
razonables. XI
–¿Entonces mi puesta de sol? –recordó el
principito, que jamás olvidaba su pregunta una vez que la
El segundo planeta estaba habitado por un
había formulado.
vanidoso:
–Tendrás tu puesta de sol. La exigiré. Pero, según
–¡Ah! ¡Ah! ¡Un admirador viene a visitarme! –Gritó
me dicta mi ciencia gobernante, esperaré que las
el vanidoso al divisar a lo lejos al principito.
condiciones sean favorables.
Para los vanidosos todos los demás hombres son
–¿Y cuándo será eso?
admiradores.
–¡Ejem, ejem! –le respondió el rey, consultando
previamente un enorme calendario–, ¡ejem, ejem! será
hacia... hacia... será hacia las siete cuarenta. Ya verás
cómo se me obedece.
El principito bostezó. Lamentaba su puesta de sol
frustrada y además se estaba aburriendo ya un poco.
–Ya no tengo nada que hacer aquí –le dijo al rey–.
Me voy.
–No partas –le respondió el rey que se sentía muy
orgulloso de tener un súbdito–, no te vayas y te hago
ministro.
–¿Ministro de qué?
–¡De... de justicia! –¡Buenos días! –dijo el principito–. ¡Qué
–¡Pero si aquí no hay nadie a quien juzgar! sombrero tan raro tiene!

9
–Es para saludar a los que me aclaman – –¡Bebo! –respondió el bebedor con tono lúgubre.
respondió el vanidoso. Desgraciadamente nunca pasa –¿Por qué bebes? –volvió a preguntar el
nadie por aquí. principito.
–¿Ah, sí? –preguntó sin comprender el principito. –Para olvidar.
–Golpea tus manos una contra otra –le aconsejó –¿Para olvidar qué? –inquirió el principito ya
el vanidoso. compadecido.
El principito aplaudió y el vanidoso le saludó –Para olvidar que siento vergüenza –confesó el
modestamente levantando el sombrero. bebedor bajando la cabeza.
"Esto parece más divertido que la visita al rey", se –¿Vergüenza de qué? –se informó el principito
dijo para sí el principito, que continuó aplaudiendo deseoso de ayudarle.
mientras el vanidoso volvía a saludarle quitándose el
–¡Vergüenza de beber! –concluyó el bebedor, que
sombrero.
se encerró nueva y definitivamente en el silencio.
Y el principito, perplejo, se marchó.
A los cinco minutos el principito se cansó con la "No hay la menor duda de que las personas
monotonía de aquel juego. mayores son muy extrañas", seguía diciéndose
–¿Qué hay que hacer para que el sombrero se para sí el principito durante su viaje.
caiga? –preguntó el principito.
Pero el vanidoso no le oyó. Los vanidosos sólo
oyen las alabanzas.
–¿Tú me admiras mucho, verdad? –preguntó el XIII
vanidoso al principito.
–¿Qué significa admirar? El cuarto planeta estaba ocupado por un hombre
–Admirar significa reconocer que yo soy el hombre de negocios. Este hombre estaba tan abstraído que ni
más bello, el mejor vestido, el más rico y el más siquiera levantó la cabeza a la llegada del principito.
inteligente del planeta. –¡Buenos días! –le dijo éste–. Su cigarro se ha
–¡Si tú estás solo en tu planeta! apagado.
–¡Hazme ese favor, admírame de todas maneras!
–¡Bueno! Te admiro –dijo el principito
encogiéndose de hombros–, pero ¿para qué te sirve?
Y el principito se marchó.
"Decididamente, las personas mayores son muy
extrañas", se decía para sí el principito durante su
viaje.

XII

El planeta siguiente estaba habitado por un bebedor. Fue


una visita muy corta, pues hundió al principito en una
gran melancolía.

–Tres y dos cinco. Cinco y siete doce. Doce y tres


quince. ¡Buenos días! Quince y siete veintidós.
Veintidós y seis veintiocho. No tengo tiempo de
encenderlo. Veintiocho y tres treinta y uno. ¡Uf!
Esto suma quinientos un millones seiscientos
veintidós mil setecientos treinta y uno.
–¿Quinientos millones de qué?
–¿Eh? ¿Estás ahí todavía? Quinientos millones
de... ya no sé... ¡He trabajado tanto!
¡Yo soy un hombre serio y no me entretengo en
tonterías! Dos y cinco siete...
–¿Quinientos millones de qué? –volvió a
preguntar el principito, que nunca en su vida había
–¿Qué haces ahí? –preguntó al bebedor que renunciado a una pregunta una vez que la había
estaba sentado en silencio ante un sinnúmero de botellas formulado.
vacías y otras tantas botellas llenas.
10
–Entonces son mías, puesto que he sido el
El hombre de negocios levantó la cabeza: primero a quien se le ha ocurrido la idea.
–Desde hace cincuenta y cuatro años que habito –¿Y eso basta?
este planeta, sólo me han molestado tres veces. –Naturalmente. Si te encuentras un diamante que
La primera, hace veintidós años, fue por un nadie reclama, el diamante es tuyo. Si encontraras una
abejorro que había caído aquí de Dios sabe isla que a nadie pertenece, la isla es tuya. Si eres el
dónde. Hacía un ruido insoportable y me hizo primero en tener una idea y la haces patentar, nadie
cometer cuatro errores en una suma. La segunda puede aprovecharla: es tuya. Las estrellas son mías,
vez por una crisis de reumatismo, hace once puesto que nadie, antes que yo, ha pensado en
años. Yo no hago ningún ejercicio, pues no tengo poseerlas.
tiempo de callejear. Soy un hombre serio. Y la –Eso es verdad –dijo el principito– ¿y qué haces
tercera vez... ¡la tercera vez es ésta! Decía, pues, con ellas?
quinientos un millones... –Las administro. Las cuento y las recuento una y
–¿Millones de qué? otra vez –contestó el hombre de negocios–. Es algo
El hombre de negocios comprendió que no tenía difícil. ¡Pero yo soy un hombre serio!
ninguna esperanza de que lo dejaran en paz.
–Millones de esas pequeñas cosas que algunas El principito no quedó del todo satisfecho.
veces se ven en el cielo.
–Si yo tengo una bufanda, puedo ponérmela al
–¿Moscas? cuello y llevármela. Si soy dueño de una flor, puedo
–¡No, cositas que brillan! cortarla y llevármela también. ¡Pero tú no puedes llevarte
–¿Abejas? las estrellas!
–No. Unas cositas doradas que hacen desvariar a –Pero puedo colocarlas en un banco.
los holgazanes. ¡Yo soy un hombre serio y no tengo –¿Qué quiere decir eso?
tiempo de desvariar! –Quiere decir que escribo en un papel el número
–¡Ah! ¿Estrellas? de estrellas que tengo y guardo bajo llave en un cajón
–Eso es. Estrellas. ese papel.
–¿Y qué haces tú con quinientos millones de –¿Y eso es todo?
estrellas? –¡Es suficiente!
–Quinientos un millones seiscientos veintidós mil "Es divertido", pensó el principito. "Es incluso
setecientos treinta y uno. Yo soy un hombre serio y bastante poético. Pero no es muy serio".
exacto.
–¿Y qué haces con esas estrellas? –¿Que qué
El principito tenía sobre las cosas serias ideas
hago con ellas?
muy diferentes de las ideas de las personas mayores.
–Sí.
–Nada. Las poseo.
–Yo –dijo aún– tengo una flor a la que riego todos
–¿Que las estrellas son tuyas? los días; poseo tres volcanes a los que deshollino todas
–Sí. las semanas, pues también me ocupo del que está
–Yo he visto un rey que... extinguido; nunca se sabe lo que puede ocurrir. Es útil,
–Los reyes no poseen nada... Reinan. Es muy pues, para mis volcanes y para mi flor que yo las posea.
diferente. Pero tú, tú no eres nada útil para las estrellas...
–¿Y de qué te sirve poseer las estrellas?
–Me sirve para ser rico. El hombre de negocios abrió la boca, pero no
encontró respuesta.
–¿Y de qué te sirve ser rico?
El principito abandonó aquel planeta.
–Me sirve para comprar más estrellas si alguien
las descubre.
"Las personas mayores, decididamente, son
extraordinarias", se decía a sí mismo con sencillez
"Este, se dijo a sí mismo el principito, razona poco durante el viaje.
más o menos como mi borracho".
XIV
No obstante le siguió preguntando:
El quinto planeta era muy curioso. Era el más pequeño
–¿Y cómo es posible poseer estrellas?
de todos, pues apenas cabían en él un farol y el farolero
–¿De quién son las estrellas? –contestó punzante que lo habitaba. El principito no lograba explicarse para
el hombre de negocios. qué servirían allí, en el cielo, en un planeta sin casas y
–No sé. . . De nadie.
11
sin población un farol y un farolero. Sin embargo, se dijo –Ese es el drama, que la consigna no ha
a sí mismo: cambiado –dijo el farolero–. El planeta gira cada vez más
de prisa de año en año y la consigna sigue siendo la
"Este hombre, quizás, es absurdo. Sin embargo, misma.
es menos absurdo que el rey, el vanidoso, el hombre de –¿Y entonces? –dijo el principito.
negocios y el bebedor. Su trabajo, al menos, tiene –Como el planeta da ahora una vuelta completa
sentido. Cuando enciende su farol, es igual que si hiciera cada minuto, yo no tengo un segundo de reposo.
nacer una estrella más o una flor y cuando lo apaga hace Enciendo y apago una vez por minuto.
dormir a la flor o a la estrella. Es una ocupación muy –¡Eso es raro! ¡Los días sólo duran en tu tierra un
bonita y por ser bonita es verdaderamente útil". minuto!
–Esto no tiene nada de divertido –dijo el farolero–.
Hace ya un mes que tú y yo estamos hablando.
–¿Un mes?
–Sí, treinta minutos. ¡Treinta días! ¡Buenas noches!

Y volvió a encender su farol.


El principito lo miró y le gustó este farolero que tan
fielmente cumplía la consigna. Recordó las puestas de
sol que en otro tiempo iba a buscar arrastrando su silla.
Quiso ayudarle a su amigo.
–¿Sabes? Yo conozco un medio para que descanses
cuando quieras...
–Yo quiero descansar siempre –dijo el farolero.
Se puede ser a la vez fiel y perezoso.

El principito prosiguió:
Cuando llegó al –Tu planeta es tan pequeño que puedes darle la vuelta
planeta saludó en tres zancadas. No tienes que hacer más que caminar
respetuosamente al muy lentamente para quedar siempre al sol. Cuando
farolero: quieras descansar, caminarás... y el día durará tanto
tiempo cuanto quieras.
–¡Buenos días! ¿Por qué acabas de apagar tu –Con eso no adelanto gran cosa –dijo el farolero–,
farol? lo que a mí me gusta en la vida es dormir.
–Es la consigna –respondió el farolero–. ¡Buenos –No es una suerte –dijo el principito.
días! –No, no es una suerte –replicó el farolero–.
–¿Y qué es la consigna? ¡Buenos días!
–Apagar mi farol. ¡Buenas noches! Y encendió el Y apagó su farol.
farol. Mientras el principito proseguía su viaje, se iba
–¿Y por qué acabas de volver a encenderlo? diciendo para sí: "Este sería despreciado por los otros,
–Es la consigna. por el rey, por el vanidoso, por el bebedor, por el hombre
de negocios. Y, sin embargo, es el único que no me
–No lo comprendo –dijo el principito. parece ridículo, quizás porque se ocupa de otra cosa y no
–No hay nada que comprender –dijo el farolero–. de sí mismo. Lanzó un suspiro de pena y continuó
La consigna es la consigna. ¡Buenos días! diciéndose:

Y apagó su farol. "Es el único de quien pude haberme hecho amigo.


Pero su planeta es demasiado pequeño y no hay lugar
para dos... "
Luego se enjugó la frente con un pañuelo de
cuadros rojos.
Lo que el principito no se atrevía a confesarse, era
que la causa por la cual lamentaba no quedarse en este
–Mi trabajo es algo terrible. En otros tiempos era
bendito planeta se debía a las mil cuatrocientas cuarenta
razonable; apagaba el farol por la mañana y lo encendía
puestas de sol que podría disfrutar cada veinticuatro
por la tarde. Tenía el resto del día para reposar y el resto
horas.
de la noche para dormir.
–¿Y luego cambiaron la consigna?

12
XV –¿Para qué?
–Un explorador que mintiera sería una catástrofe
El sexto planeta era diez veces más grande. para los libros de geografía. Y también lo sería un
Estaba habitado por un anciano que escribía grandes explorador que bebiera demasiado.
libros. –¿Por qué? –preguntó el principito.
–Porque los borrachos ven doble y el geógrafo
–¡Anda, un explorador! –exclamó cuando divisó al pondría dos montañas donde sólo habría una.
principito. –Conozco a alguien –dijo el principito–, que sería
un mal explorador.
–Es posible. Cuando se está convencido de que la
moralidad del explorador es buena, se hace una
investigación sobre su descubrimiento.
–¿ Se va a ver?
–No, eso sería demasiado complicado. Se exige al
explorador que suministre pruebas. Por ejemplo, si se
trata del descubrimiento de una gran montaña, se le pide
que traiga grandes piedras.

Súbitamente el geógrafo se sintió emocionado:


Este se sentó sobre la mesa y reposó un poco.
¡Había viajado ya tanto! –Pero... ¡tú vienes de muy lejos! ¡Tú eres un
explorador! Vas a describirme tu planeta.
–¿De dónde vienes tú? –le preguntó el anciano.
–¿Qué libro es ese tan grande? –preguntó a su Y el geógrafo abriendo su registro afiló su lápiz.
vez el principito–. ¿Qué hace usted aquí? Los relatos de los exploradores se escriben primero con
–Soy geógrafo –dijo el anciano. lápiz. Se espera que el explorador presente sus pruebas
–¿Y qué es un geógrafo? para pasarlos a tinta.
–Es un sabio que sabe donde están los mares, los
ríos, las ciudades, las montañas y los desiertos. –¿Y bien? –interrogó el geógrafo.
–Eso es muy interesante –dijo el principito–. ¡Y es –¡Oh! Mi tierra –dijo el principito– no es
un verdadero oficio! interesante, todo es muy pequeño. Tengo tres volcanes,
dos en actividad y uno extinguido; pero nunca se sabe...
Dirigió una mirada a su alrededor sobre el planeta –No, nunca se sabe –dijo el geógrafo.
del geógrafo; nunca había visto un planeta tan –Tengo también una flor.
majestuoso. –De las flores no tomamos nota.
–¿Por qué? ¡Son lo más bonito!
–Es muy hermoso su planeta. ¿Hay océanos –Porque las flores son efímeras.
aquí? –¿Qué significa "efímera"?
–No puedo saberlo –dijo el geógrafo. –Las geografías –dijo el geógrafo– son los libros
–¡Ah! (El principito se sintió decepcionado). ¿Y más preciados e interesantes; nunca pasan de moda. Es
montañas? muy raro que una montaña cambie de sitio o que un
–No puedo saberlo –repitió el geógrafo. océano quede sin agua. Los geógrafos escribimos sobre
cosas eternas.
–¿Y ciudades, ríos y desiertos?
–Pero los volcanes extinguidos pueden
–Tampoco puedo saberlo.
despertarse –interrumpió el principito–. ¿Qué significa
–¡Pero usted es geógrafo! "efímera"?
–Exactamente –dijo el geógrafo–, pero no soy –Que los volcanes estén o no en actividad es igual
explorador, ni tengo exploradores que me informen. El para nosotros. Lo interesante es la montaña que nunca
geógrafo no puede estar de acá para allá contando las cambia.
ciudades, los ríos, las montañas, los océanos y los
–Pero, ¿qué significa "efímera"? –repitió el
desiertos; es demasiado importante para deambnlar por
principito que en su vida había renunciado a una
ahí. Se queda en su despacho y allí recibe a los
pregunta una vez formulada.
exploradores. Les interroga y toma nota de sus informes.
Si los informes de alguno de ellos le parecen –Significa que está amenazado de próxima
interesantes, manda hacer una investigación sobre la desaparición.
moralidad del explorador.
13
–¿Mi flor está amenazada de desaparecer ¡La Tierra no es un planeta cualquiera! Se cuentan
próximamente? en él ciento once reyes (sin olvidar, naturalmente, los
–Indudablemente. reyes negros) , siete mil geógrafos, novecientos mil
hombres de negocios, siete millones y medio de
"Mi flor as efímera –se dijo el principito– y no tiene
borrachos, trescientos once millones de vanidosos, es
más que cuatro espinas para defenderse contra el
decir, alrededor de dos mil millones de personas
mundo. ¡Y la he dejado allá sola en mi casa!" Por primera
mayores.
vez se arrepintió de haber dejado su planeta, pero bien
pronto recobró su valor.
Para darles una idea de las dimensiones de la
Tierra yo les diría que antes de la invención de la
–¿Qué me aconseja usted que visite ahora? –
electricidad había que mantener sobre el conjunto de los
preguntó.
seis continentes un verdadero ejército de cuatrocientos
–La Tierra –le contestó el geógrafo–. Tiene muy sesenta y dos mil quinientos once faroleros.
buena reputación...

Vistos desde lejos, hacían un espléndido efecto.


Y el principito partió pensando en su flor. Los movimientos de este ejército estaban regulados
XVI como los de un ballet de ópera. Primero venía el turno de
los faroleros de Nueva Zelanda y de Australia. Encendían
El séptimo planeta fue, por consiguiente, la Tierra. sus faroles y se iban a dormir. Después tocaba el turno
en la danza a los faroleros de China y Siberia, que a su
vez se perdían entre bastidores. Luego seguían los
¡La Tierra no es un planeta cualquiera! Se cuentan faroleros de Rusia y la India, después los de África y
en él ciento once reyes (sin olvidar, naturalmente, los Europa y finalmente, los de América del Sur y América
reyes negros) , siete mil geógrafos, novecientos mil del Norte. Nunca se equivocaban en su orden de entrada
hombres de negocios, siete millones y medio de en escena. Era grandioso.
borrachos, trescientos once millones de vanidosos, es
decir, alrededor de dos mil millones de personas
mayores. Solamente el farolero del único farol del polo norte
y su colega del único farol del polo sur, llevaban una vida
de ociosidad y descanso. No trabajaban más que dos
Para darles una idea de las dimensiones de la veces al año.
Tierra yo les diría que antes de la invención de la
electricidad había que mantener sobre el conjunto de los XVII
seis continentes un verdadero ejército de cuatrocientos
sesenta y dos mil quinientos once faroleros.
Cuando se quiere ser ingenioso, sucede que
Vistos desde lejos, hacían un espléndido efecto. se miente un poco. No he sido muy honesto al
Los movimientos de este ejército estaban regulados hablar de los faroleros y corro el riesgo de dar
como los de un ballet de ópera. Primero venía el turno de una falsa idea de nuestro planeta a los que no
los faroleros de Nueva Zelanda y de Australia. Encendían lo conocen. Los hombres ocupan muy poco
sus faroles y se iban a dormir. Después tocaba el turno lugar sobre la Tierra. Si los dos mil millones
en la danza a los faroleros de China y Siberia, que a su de habitantes que la pueblan se pusieran de
vez se perdían entre bastidores. Luego seguían los pie y un poco apretados, como en un mitin,
faroleros de Rusia y la India, después los de África y cabrían fácilmente en una plaza de veinte
Europa y finalmente, los de América del Sur y América millas de largo por veinte de ancho. La
del Norte. Nunca se equivocaban en su orden de entrada humanidad podría amontonarse sobre el más
en escena. Era grandioso. pequeño islote del Pacífico.

Solamente el farolero del único farol del polo norte Las personas mayores no les creerán,
y su colega del único farol del polo sur, llevaban una vida seguramente, pues siempre se imaginan
de ociosidad y descanso. No trabajaban más que dos que ocupan mucho sitio. Se creen
veces al año. importantes como los baobabs. Les dirán,
pues, que hagan el cálculo; eso les gustará
ya que adoran las cifras. Pero no es
necesario que pierdan el tiempo inútïlmente,
XVI puesto que tienen confianza en mí.

El séptimo planeta fue, por consiguiente, la Tierra. El principito, una vez que llegó a la Tierra,
quedó sorprendido de no ver a nadie. Tenía
miedo de haberse equivocado de planeta,
14
cuando un anillo de color de luna se revolvió -¡Oh! -dijo el principito-. Te he comprendido. Pero ¿por
en la arena. qué hablas con enigmas?
-¡Buenas noches! -dijo el principito. - Yo los resuelvo todos -dijo la serpiente. Y se callaron.
-¡Buenas noches! -dijo la serpiente.
-¿Sobre qué planeta he caído? -preguntó el principito. XVIII
-Sobre la tierra, en Africa -respondió la serpiente. -¡Ah!
¿Y no hay nadie sobre la Tierra? El principito atravesó el desierto en el que
-Esto es el desierto. En los desiertos no hay sólo encontró una flor de tres pétalos, una flor de
nadie. La Tierra es muy grande -dijo la nada.
serpiente.
El principito se sentó en una piedra y elevó los ojos al –¡Buenos días! –dijo el principito.
cielo. –¡Buenos días! –dijo la flor.
-Yo me pregunto -dijo- si las estrellas están –¿Dónde están los hombres? –preguntó
encendidas para que cada cual pueda un día cortésmente el principito.
encontrar la suya. Mira mi planeta; está La flor, un día, había visto pasar una caravana.
precisamente encima de nosotros... Pero...
¡qué lejos está! –¿Los hombres? No existen más que seis o siete, me
-Es muy bella -dijo la serpiente-. ¿Y qué vienes tú a hacer parece. Los he visto hace ya años y nunca se sabe
aquí? dónde encontrarlos. El viento los pasea. Les faltan las
-Tengo problemas con una flor -dijo el principito. raíces. Esto les
-¡Ah! –Adiós –dijo el principito.
Y se callaron.
–Adiós –dijo la flor.

XIX

El principito escaló hasta la cima de una alta


montaña. Las únicas montañas que él había conocido
eran los tres volcanes que le llegaban a la rodilla. El
volcán extinguido lo utilizaba como taburete. "Desde una
montaña tan alta como ésta, se había dicho, podré ver
-¿Dónde están los hombres? -prosiguió por fin el
todo el planeta y a todos los hombres..." Pero no alcanzó
principito. Se está un poco solo en el desierto...
a ver más que algunas puntas de rocas.
-También se está solo donde los hombres -afirmó la
serpiente. molesta.
El principito la miró largo rato y le dijo: -Eres un bicho –¡Buenos días! –exclamó el principito al acaso.
raro, delgado como un dedo... –¡Buenos días! ¡Buenos días! ¡Buenos días! –
-Pero soy más poderoso que el dedo de un rey -le respondió el eco.
interrumpió la serpiente.
El principito sonrió: –¿Quién eres tú? –preguntó el principito.
-No me pareces muy poderoso... ni siquiera tienes –¿Quién eres tú?... ¿Quién eres tú?... ¿Quién eres
patas... ni tan siquiera puedes viajar... tú?... –contestó el eco.
-Puedo llevarte más lejos que un navío -dijo la –Sed mis amigos, estoy solo –dijo el principito.
serpiente. –Estoy solo... estoy solo... estoy solo... –repitió el
Se enroscó alrededor del tobillo del principito eco.
como un brazalete de oro. -Al que yo toco, le
hago volver a la tierra de donde salió. Pero tú
"¡Qué planeta más raro! –pensó entonces el principito–,
eres puro y vienes de una estrella...
es seco, puntiagudo y salado. Y los hombres carecen de
El principito no respondió.
imaginación; no hacen más que repetir lo que se les
-Me das lástima, tan débil sobre esta tierra de granito.
dice... En mi tierra tenía una flor: hablaba siempre la
Si algún día echas mucho de menos tu planeta, puedo
ayudarte. Puedo... primera... "
15
XXI

Entonces apareció el zorro:

XX –¡Buenos días! –dijo el zorro.


–¡Buenos días! –respondió cortésmente el
principito que se volvió pero no vio nada.
Pero sucedió que el principito, habiendo –Estoy aquí, bajo el manzano –dijo la voz.
atravesado arenas, rocas y nieves, descubrió finalmente –¿Quién eres tú? –preguntó el principito–. ¡Qué
un camino. Y los caminos llevan siempre a la morada de bonito eres!
los hombres. –Soy un zorro –dijo el zorro.
–Ven a jugar conmigo –le propuso el principito–,
¡estoy tan triste!
–No puedo jugar contigo –dijo el zorro–, no estoy
domesticado.
–¡Ah, perdón! –dijo el principito.

–¡Buenos días! –dijo.


Era un jardín cuajado de rosas.
–¡Buenos días! –dijeran las rosas.
El principito las miró. ¡Todas se parecían tanto a
su flor!
–¿Quiénes son ustedes? –les preguntó
estupefacto. Pero después de una breve reflexión, añadió:
–Somos las rosas –respondieron éstas.
–¡Ah! –exclamó el principito.
–¿Qué significa "domesticar"?
–Tú no eres de aquí –dijo el zorro– ¿qué buscas?
Y se sintió muy desgraciado. Su flor le había dicho
que era la única de su especie en todo el universo. ¡Y –Busco a los hombres –le respondió el principito–.
ahora tenía ante sus ojos más de cinco mil .todas ¿Qué significa "domesticar"?
semejantes, en un solo jardín! –Los hombres –dijo el zorro– tienen escopetas y
Si ella viese todo esto, se decía el principito, se cazan. ¡Es muy molesto! Pero también crían gallinas. Es
sentiría vejada, tosería muchísimo y simularía morir para lo único que les interesa. ¿Tú buscas gallinas?
escapar al ridículo. Y yo tendría que fingirle cuidados,
pues sería capaz de dejarse morir verdaderamente para –No –dijo el principito–. Busco amigos. ¿Qué
humillarme a mí también... " significa "domesticar"? –volvió a preguntar el principito.
Y luego continuó diciéndose: "Me creía rico con una flor
única y resulta que no tengo más que una rosa ordinaria.
Eso y mis tres volcanes que apenas me llegan a la rodilla –Es una cosa ya olvidada –dijo el
y uno de Ios cuales acaso esté extinguido para siempre. zorro–, significa "crear vínculos... " –
Realmente no soy un gran príncipe... " Y echándose ¿Crear vínculos?
sobre la hierba, el principito lloró.

16
–Efectivamente, verás –dijo el zorro–. Tú no eres
para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien –Por favor... domestícame –le dijo.
mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú
tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro –Bien quisiera –le respondió el principito pero no
entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú me tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer
domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del muchas cosas.
otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti –Sólo se conocen bien las cosas que se
único en el mundo... domestican –dijo el zorro–. Los hombres ya no tienen
–Comienzo a comprender –dijo el principito–. Hay tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las
tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos,
Ios hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo,
domestícame!
–¿Qué debo hacer? –preguntó el principito.
–Debes tener mucha paciencia –respondió el
zorro–. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así,
en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me
dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos.
Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...

El principito volvió al día siguiente.

–Hubiera sido mejor –dijo el zorro– que vinieras a


una flor... creo que ella me ha domesticado... la misma hora. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la
–Es posible –concedió el zorro–, en la Tierra se tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso. Cuanto
ven todo tipo de cosas. más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me
–¡Oh, no es en la Tierra! –exclamó el principito. sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo que vale la
felicidad. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunca sabré
cuándo preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.
El zorro pareció intrigado: –¿Qué es un rito? –inquirió el principito.
–Es también algo demasiado olvidado –dijo el
–¿En otro planeta? zorro–. Es lo que hace que un día no se parezca a otro
día y que una hora sea diferente a otra. Entre los
–Sí.
cazadores, por ejemplo, hay un rito. Los jueves bailan
–¿Hay cazadores en ese planeta? con las muchachas del pueblo. Los jueves entonces son
–No. días maravillosos en los que puedo ir de paseo hasta la
–¡Qué interesante! ¿Y gallinas? viña. Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los
días se parecerían y yo no tendría vacaciones.
–No.
–Nada es perfecto –suspiró el zorro.
De esta manera el principito domesticó al zorro. Y cuando
se fue acercando eI día de la partida:
Y después volviendo a su idea:
–¡Ah! –dijo el zorro–, lloraré.
–Tuya es la culpa –le dijo el principito–, yo no
–Mi vida es muy monótona. Cazo gallinas y los quería hacerte daño, pero tú has querido que te
hombres me cazan a mí. Todas las gallinas se parecen y domestique...
todos los hombres son iguales; por consiguiente me –Ciertamente –dijo el zorro.
aburro un poco. Si tú me domesticas, mi vida estará llena
de sól. Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a – Y vas a llorar!, –dijo él principito.
todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder –¡Seguro!
bajo la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la –No ganas nada.
madriguera como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves –Gano –dijo el zorro– he ganado a causa del color
allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan y por lo del trigo.
tanto el trigo es para mí algo inútil. Los campos de trigo
no me recuerdan nada y eso me pone triste. ¡Pero tú
tienes los cabellos dorados y será algo maravilloso Y luego añadió:
cuando me domestiques! El trigo, que es dorado también, –Vete a ver las rosas; comprenderás que la tuya
será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el es única en el mundo. Volverás a decirme adiós y yo te
trigo. regalaré un secreto.
El principito se fue a ver las rosas a las que dijo:
El zorro se calló y miró un buen rato al principito:
17
–No son nada, ni en nada se parecen a mi rosa.
Nadie las ha domesticado ni ustedes han Y un tren rápido iluminado, rugiendo como el
domesticado a nadie. Son como el zorro era trueno, hizo temblar la caseta del guardavías.
antes, que en nada se diferenciaba de otros cien
mil zorros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es –Tienen mucha prisa –dijo el principito–. ¿Qué
único en el mundo. buscan?
–Ni siquiera el conductor de la locomotora lo sabe
–dijo el guardavías.
Las rosas se sentían molestas oyendo al
Un segundo rápido iluminado rugió en sentido
principito, que continuó diciéndoles:
inverso.
–Son muy bellas, pero están vacías y nadie daría –¿Ya vuelve? –preguntó el principito.
la vida por ustedes. Cualquiera que las vea podrá
creer indudablemente que mí rosa es igual que –No son los mismos –contestó el guardavías–. Es
cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más un cambio.
importante que todas, porque yo la he regado, –¿No se sentían contentos donde estaban?
porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal, –Nunca se siente uno contento donde está –
porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres respondió el guardavías.
que se hicieron mariposas ) y es a ella a la que yo Y rugió el trueno de un tercer rápido iluminado.
he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta
–¿Van persiguiendo a los primeros viajeros? –
callarse. Porque es mi rosa, en fin.
preguntó el principito.
Y volvió con el zorro.
–No persiguen absolutamente nada –le dijo el
–Adiós –le dijo. guardavías–; duermen o bostezan allí dentro.
–Adiós –dijo el zorro–. He aquí mi secreto, que no Únicamente los niños aplastan su nariz contra los vidrios.
puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver –Únicamente los niños saben lo que buscan –dijo
bien; lo esencial es invisible para los ojos. el principito. Pierden el tiempo con una muñeca de trapo
–Lo esencial es invisible para los ojos –repitió el que viene a ser lo más importante para ellos y si se la
principito para acordarse. quitan, lloran...
–Lo que hace más importante a tu rosa, es el –¡Qué suerte tienen! –dijo el guardavías.
tiempo que tú has perdido con ella.
–Es el tiempo que yo he perdido con ella... –repitió
el principito para recordarlo.
XXIII
–Los hombres han olvidado esta verdad –dijo el
zorro–, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para
siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable –¡Buenos días! –dijo el principito.
de tu rosa... –¡Buenos días! –respondió el comerciante.
–Yo soy responsable de mi rosa... –repitió el
principito a fin de recordarlo Era un comerciante de píldoras perfeccionadas
que quitan la sed. Se toma una por semana y ya no se
sienten ganas de beber.

–¿Por qué vendes eso? –preguntó el principito.


–Porque con esto se economiza mucho tiempo.
Según el cálculo hecho por los expertos, se ahorran
cincuenta y tres minutos por semana.
–¿Y qué se hace con esos cincuenta y tres
minutos?
–Lo que cada uno quiere... "

"Si yo dispusiera de cincuenta y tres minutos –


pensó el principito– caminaría suavemente hacia una
fuente..."
XXII
XXIV
–¡Buenos días! –dijo el principito.
Era el octavo día de mi avería en el desierto y
–¡Buenos días! –respondió el guardavías.
había escuchado la historia del comerciante bebiendo la
–¿Qué haces aquí? –le preguntó el principito. última gota de mi provisión de agua.
–Formo con los viajeros paquetes de mil y
despacho los trenes que los llevan, ya a la derecha, ya a
la izquierda.
18
–¡Ah –le dije al principito–, son muy bonitos tus los cabellos agitados por el viento y me decía: "lo que
cuentos, pero yo no he reparado mi avión, no tengo nada veo es sólo la corteza; lo más importante es invisible... "
para beber y sería muy feliz si pudiera irme muy tranquilo
en busca de una fuente! Como sus labios entreabiertos esbozaron una
–Mi amigo el zorro..., me dijo... sonrisa, me dije: "Lo que más me emociona de este
–No se trata ahora del zorro, muchachito... principito dormido es su fidelidad a una flor, es la imagen
de la rosa que resplandece en él como la llama de una
–¿Por qué?
lámpara, incluso cuando duerme... " Y lo sentí más frágil
–Porque nos vamos a morir de sed...
aún. Pensaba que a las lámparas hay que protegerlas:
No comprendió mi razonamiento y replicó:
una racha de viento puede apagarlas...
–Es bueno haber tenido un amigo, aún si vamos a
morir. Yo estoy muy contento de haber tenido un amigo
zorro. Continué caminando y al rayar el alba descubrí el
"Es incapaz de medir el peligro –me dije – Nunca pozo.
tiene hambre ni sed y un poco de sol le basta..."
El principito me miró y respondió a mi XXV
pensamiento:
–Tengo sed también... vamos a buscar un pozo... –Los hombres –dijo el principito– se meten en los
Tuve un gesto de cansancio; es absurdo buscar rápidos pero no saben dónde van ni lo que quieren. . .
un pozo, al azar, en la inmensidad del desierto. Sin Entonces se agitan y dan vueltas...
embargo, nos pusimos en marcha.
Y añadió:
Después de dos horas de caminar en silencio,
cayó la noche y las estrellas comenzaron a brillar. Yo las –¡No vale la pena!...
veía como en sueño, pues a causa de la sed tenía un El pozo que habíamos encontrado no se parecía
poco de fiebre. Las palabras del principito danzaban en en nada a los pozos saharianos. Estos pozos son
mi mente. simples agujeros que se abren en la arena. El que
–¿Tienes sed, tú también? –le pregunté. Pero no teníamos ante nosotros parecía el pozo de un
respondió a mi pregunta, diciéndome simplemente: pueblo; pero por allí no había ningún pueblo y me
–El agua puede ser buena también para el parecía estar soñando.
corazón...
No comprendí sus palabras, pero me callé; sabía
muy bien que no había que interrogarlo.
El principito estaba cansado y se sentó; yo me
senté a su lado y después de un silencio me dijo:
–Las estrellas son hermosas, por una flor que no
se ve...

Respondí "seguramente" y miré sin hablar los


pliegues que la arena formaba bajo la luna.
–El desierto es bello –añadió el principito.
Era verdad; siempre me ha gustado el desierto.
Puede uno sentarse en una duna, nada se ve, nada se
oye y sin embargo, algo resplandece en el silencio...
–Lo que más embellece al desierto –dijo el –¡Es extraño! –le dije al principito–. Todo está a
principito– es el pozo que oculta en algún sitio... punto: la roldana, el balde y la cuerda...
Me quedé sorprendido al comprender súbitamente Se rió y tocó la cuerda; hizo mover la roldana. Y
ese misterioso resplandor de la arena. Cuando yo era la roldana gimió como una vieja veleta cuando el
niño vivía en una casa antigua en la que, según la viento ha dormido mucho.
leyenda, había un tesoro escondido. Sin duda que nadie –¿Oyes? –dijo el principito–. Hemos despertado al
supo jamás descubrirlo y quizás nadie lo buscó, pero pozo y canta.
parecía toda encantada por ese tesoro. Mi casa ocultaba No quería que el principito hiciera el menor
un secreto en el fondo de su corazón... esfuerzo y le dije:
–Sí –le dije al principito– ya se trate de la casa, de –Déjame a mí, es demasiado pesado para ti.
las estrellas o del desierto, lo que les embellece es Lentamente subí el cubo hasta el brocal donde lo
invisible. dejé bien seguro. En mis oídos sonaba aún el
–Me gusta –dijo el principito– que estés de canto de la roldana y veía temblar al sol en el
acuerdo con mi zorro. agua agitada.
Como el principito se dormía, lo tomé en mis –Tengo sed de esta agua –dijo el principito–,
brazos y me puse nuevamente en camino. Me sentía dame de beber...
emocionado llevando aquel frágil tesoro, y me parecía ¡Comprendí entonces lo que él había buscado!
que nada más frágil había sobre la Tierra. Miraba a la luz
de la luna aquella frente pálida, aquellos ojos cerrados,

19
Levanté el balde hasta sus labios y el principito –¿Quizás por el aniversario?
bebió con los ojos cerrados. Todo era bello como una El principito se ruborizó una vez más. Aunque
fiesta. Aquella agua era algo más que un alimento. Había nunca respondía a las preguntas, su rubor
nacido del caminar bajo las estrellas, del canto de la significaba una respuesta afirmativa.
roldana, del esfuerzo de mis brazos. Era como un regalo –¡Ah! –le dije– tengo miedo.
para el corazón. Cuando yo era niño, las luces del árbol
Pero él me respondió:
de Navidad, la música de la misa de medianoche, la
dulzura de las sonrisas, daban su resplandor a mi regalo –Tú debes trabajar ahora; vuelve, pues, junto a tu
de Navidad. máquina, que yo te espero aquí. Vuelve mañana
por la tarde.
–Los hombres de tu tierra –dijo el principito– Pero yo no estaba tranquilo y me acordaba del
cultivan cinco mil rosas en un jardín y no encuentran lo zorro. Si se deja uno domesticar, se expone a
que buscan. llorar un poco...
–No lo encuentran nunca –le respondí. –Y sin
embargo, lo que buscan podrían encontrarlo en una sola
rosa o en un poco de agua...
–Sin duda, respondí. Y el principito añadió:
–Pero los ojos son ciegos. Hay que buscar con el
corazón. XXVI
Yo había bebido y me encontraba bien. La arena,
al alba, era color de miel, del que gozaba hasta
sentirme dichoso. ¿Por qué había de sentirme Al lado del pozo había una ruina de un viejo muro
triste? de piedras. Cuando volví de mi trabajo al día siguiente
–Es necesario que cumplas tu promesa –dijo por la tarde, vi desde lejos al principito sentado en lo alto
dulcemente el principito que nuevamente se había con las piernas colgando. Lo oí que hablaba.
sentado junto a mi.
–¿Qué promesa? –¿No te acuerdas? ¡No es aquí con exactitud!
–Ya sabes... el bozal para mi cordero... soy
Alguien le respondió sin duda, porque él replicó:
responsable de mi flor.
Saqué del bolsillo mis esbozos de dibujo. El –¡Sí, sí; es el día, pero no es este el lugar!
principito los miró y dijo riendo: Proseguí mi marcha hacia el muro, pero no veía ni
–Tus baobabs parecen repollos... oía a nadie. Y sin embargo, el principito replicó de nuevo.
–¡Oh! ¡Y yo que estaba tan orgulloso de mis –¡Claro! Ya verás dónde comienza mi huella en la
baobabs! arena. No tienes más que esperarme, que allí estaré yo
–Tu zorro tiene orejas que parecen cuernos; son esta noche.
demasiado largas.
Yo estaba a veinte metros y continuaba sin
distinguir nada.
Y volvió a reír.
El principito, después de un silencio, dijo aún:
–¿Tienes un buen veneno? ¿Estás segura de no
–Eres injusto, muchachito; yo no sabía dibujar más
hacerme sufrir mucho?
que boas cerradas y boas abiertas.
–¡Oh, todo se arreglará! –dijo el principito–. Los Me detuve con el corazón oprimido, siempre sin
niños entienden. comprender.
Bosquejé, pues, un bozal y se lo alargué con el –¡Ahora vete –dijo el principito–, quiero volver a
corazón oprimido: bajarme!
–Tú tienes proyectos que yo ignoro...
Pero no me respondió.
–¿Sabes? –me dijo–. Mañana hace un año de mi
caída en la Tierra...
Y después de un silencio, añadió:
–Caí muy cerca de aquí...
El principito se sonrojó y nuevamente, sin
comprender por qué, experimenté una extraña tristeza.
Sin embargo, se me ocurrió preguntar:
–Entonces no te encontré por azar hace ocho
días, cuando paseabas por estos lugares, a mil
millas de distancia del lugar habitado más
próximo. ¿Es que volvías al punto de tu caída?
El principito enrojeció nuevamente.
Y añadí vacilante.
20
Dirigí la mirada hacia el pie del muro e
instintivamente di un brinco. Una serpiente de esas
amarillas que matan a una persona en menos de treinta
segundos, se erguía en dirección al principito. Echando
mano al bolsillo para sacar mi revólver, apreté el paso,
pero, al ruido que hice, la serpiente se dejó deslizar
suavemente por la arena como un surtidor que muere, y,
sin apresurarse demasiado, se escurrió entre las piedras
con un ligero ruido metálico.

Llegué junto al muro a tiempo de recibir en mis


brazos a mi principito, que estaba blanco como la nieve.
–¿Pero qué historia es ésta? ¿De charla también
con las serpientes?
Le quité su eterna bufanda de oro, le humedecí
las sienes y le di de beber, sin atreverme a hacerle
pregunta alguna. Me miró gravemente –¿No es cierto –le interrumpí– que toda esta
rodeándome el cuello con sus brazos. Sentí latir historia de serpientes, de citas y de estrellas es tan sólo
su corazón, como el de un pajarillo que muere a una pesadilla?
tiros de carabina.
–Me alegra –dijo el principito– que hayas
encontrado lo que faltaba a tu máquina. Así podrás volver Pero el principito no respondió a mi pregunta y
a tu tierra... dijo:
–¿Cómo lo sabes? –Lo más importante nunca se ve...
Precisamente venía a comunicarle que, a pesar –Indudablemente...
de que no lo esperaba, había logrado terminar mi –Es lo mismo que la flor. Si te gusta una flor que
trabajo. habita en una estrella, es muy dulce mirar al cielo por la
No respondió a mi pregunta, sino que añadió: noche. Todas las estrellas han florecido.
–También yo vuelvo hoy a mi planeta... –Es indudable...
–Es como el agua. La que me diste a beber,
gracias a la roldana y la cuerda, era como una música
Luego, con melancolía:
¿te acuerdas? ¡Qué buena era!
–Es mucho más lejos... y más difícil...
–Sí, cierto...
Me daba cuenta de que algo extraordinario
–Por la noche mirarás las estrellas; mi casa es
pasaba en aquellos momentos. Estreché al
demasiado pequeña para que yo pueda señalarte dónde
principito entre mis brazos como sí fuera un niño
se encuentra. Así es mejor; mi estrella será para ti una
pequeño, y no obstante, me pareció que
cualquiera de ellas. Te gustará entonces mirar todas las
descendía en picada hacia un abismo sin que
estrellas. Todas ellas serán tus amigas. Y además, te
fuera posible hacer nada para retenerlo.
haré un regalo...
Su mirada, seria, estaba perdida en la lejanía.
–Tengo tu cordero y la caja para el cordero. Y
tengo también el bozal. Y rió una vez más.
Y sonreía melancólicamente.
Esperé un buen rato. Sentía que volvía a entrar –¡Ah, muchachito, muchachito, cómo me gusta oír
en calor poco a poco: tu risa!
–Has tenido miedo, muchachito... –Mi regalo será ése precisamente, será como el
Lo había tenido, sin duda, pero sonrió con agua...
dulzura: –¿Qué quieres decir?
–Esta noche voy a tener más miedo... La gente tiene estrellas que no son las mismas.
Me quedé de nuevo helado por un sentimiento de Para los que viajan, las estrellas son guías; para otros
algo irreparable. Comprendí que no podía soportar sólo son pequeñas lucecitas. Para los sabios las estrellas
la idea de no volver a oír nunca más su risa. Era son problemas. Para mi hombre de negocios, eran oro.
para mí como una fuente en el desierto. Pero todas esas estrellas se callan. Tú tendrás estrellas
–Muchachito, quiero oír otra vez tu risa... como nadie ha tenido...
Pero él me dijo: –¿Qué quieres decir? –Cuando por las noches
–Esta noche hará un año. Mi estrella se mires al cielo, al pensar que en una de aquellas estrellas
encontrará precisamente encima del lugar donde estoy yo riendo, será para ti como si todas las estrellas
caí el año pasado... riesen. ¡Tú sólo tendrás estrellas que saben reír!

21
Y rió nuevamente. –Será como una corteza vieja que se abandona.
–Cuando te hayas consolado (siempre se No son nada tristes las viejas cortezas...
consuela uno) estarás contento de haberme Yo me callaba. El principito perdió un poco de
conocido. Serás mi amigo y tendrás ganas de reír ánimo. Pero hizo un esfuerzo y dijo:
conmigo. Algunas veces abrirás tu ventana sólo –Será agradable ¿sabes? Yo miraré también las
por placer y tus amigos quedarán asombrados de estrellas. Todas serán pozos con roldana
verte reír mirando al cielo. Tú les explicarás: "Las herrumbrosa. Todas las estrellas me darán de
estrellas me hacen reír siempre". Ellos te creerán beber.
loco. Y yo te habré jugado una mala pasada... Yo me callaba.
–¡Será tan divertido! Tú tendrás quinientos
Y se rió otra vez. millones de cascabeles y yo quinientos millones
–Será como si en vez de estrellas, te hubiese de fuentes...
dado multitud de cascabelitos que saben reír... El principito se calló también; estaba llorando.
Una vez más dejó oír su risa y luego se puso –Es allí; déjame ir solo.
serio. Se sentó porque tenía miedo. Dijo aún:
–Esta noche ¿sabes? no vengas... –¿Sabes?... mi flor... soy responsable... ¡y ella es
–No te dejaré. tan débil y tan inocente! Sólo tiene cuatro espinas
para defenderse contra todo el mundo...
–Pareceré enfermo... Parecerá un poco que me
muero... es así. ¡No vale la pena que vengas a ver eso...! Me senté, ya no podía mantenerme en pie.
–No te dejaré. –Ahí está... eso es todo...
Pero estaba preocupado. Vacíló todavía un instante, luego se levantó y dio
un paso. Yo no pude moverme.
–Te digo esto por la serpiente; no debe morderte.
Las serpientes son malas. A veces muerden por Un relámpago amarillo centelleó en su tobillo.
gusto... Quedó un instante inmóvil, sin exhalar un grito.
Luego cayó lentamente camo cae un árbol, sin
–He dicho que no te dejaré. hacer el menor ruido a causa de la arena.
Pero algo lo tranquilizó.
–Bien es verdad que no tienen veneno para la
segunda mordedura...

Aquella noche no lo vi ponerse en camino.


XXVII
Cuando le alcancé marchaba con paso rápido y decidido
y me dijo solamente:
Ahora hace ya seis años de esto. Jamás he
contado esta historia y los compañeros que me vuelven a
–¡Ah, estás ahí! ver se alegran de encontrarme vivo. Estaba triste, pero yo
Me cogió de la mano y todavía se atormentó: les decía: "Es el cansancio".
–Has hecho mal. Tendrás pena. Parecerá que AI correr del tiempo me he consolado un poco,
estoy muerto, pero no es verdad. pero no completamente. Sé que ha vuelto a su planeta,
Yo me callaba. pues al amanecer no encontré su cuerpo, que no era en
–¿Comprendes? Es demasiado lejos y no puedo realidad tan pesado... Y me gusta por la noche escuchar
llevar este cuerpo que pesa demasiado. a las estrellas, que suenan como quinientos millones de
cascabeles...
Seguí callado.

22
Pero sucede algo extraordinario. AI bozal que
dibujé para el principito se me olvidó añadirle la correa de
cuero; no habrá podido atárselo al cordero. Entonces me
pregunto:
"¿Qué habrá sucedido en su planeta? Quizás el
cordero se ha comido la flor..."
A veces me digo: "¡Seguro que no! El principito
cubre la flor con su fanal todas las noches y vigila a su
cordero". Entonces me siento dichoso y todas las
estrellas ríen dulcemente.
Pero otras veces pienso: "Alguna que otra vez se
distrae uno y eso basta. Si una noche ha olvidado poner
el fanal o el cordero ha salido sin hacer ruido, durante la
noche...". Y entonces los cascabeles se convierten en
lágrimas...
Y ahí está el gran misterio. Para ustedes que
quieren al principito, lo mismo que para mí, nada en el
universo habrá cambiado si en cualquier parte, quien
sabe dónde, un cordero desconocido se ha comido o no
se ha comido una rosa...
Pero miren al cielo y pregúntense: el cordero ¿se
ha comido la flor? Y veréis cómo todo cambia...
¡Ninguna persona mayor comprenderá jamás que
esto sea verdaderamente importante!

Este es para mí el paisaje más hermoso y el más


triste del mundo. Es el mismo paisaje de la página
anterior que he dibujado una vez más para que lo vean
bien. Fue aquí donde el principito apareció sobre la
Tierra, desapareciendo luego.
Examínenlo atentamente para que sepan
reconocerlo, si algún día, viajando por África cruzan el
desierto. Si por casualidad pasan por allí, no se
apresuren, se los ruego, y deténganse un poco,
precisamente bajo la estrella. Si un niño llega hasta
ustedes, si este niño ríe y tiene cabellos de oro y nunca
responde a sus preguntas, adivinarán en seguida quién
es. ¡Sean amables con él! Y comuníquenme rápidamente
que ha regresado. ¡No me dejen tan triste!

FIN

23

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