Problemas de Historia Argentina
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Problemas de Historia Argentina
Orden y teoría:
Plan de Trabajo
De que después de la ley Sáenz peña, el tejido político adquirió una nueva dinámica, que, con
el ascenso del radicalismo se percibe entre: actores como la prensa y conservadores un
desencanto de lo positivo de la democracia representativa recientemente conquistada. De
hecho ese malestar culmina en 1930 con la destrucción presidencial de H. Yrigoyen.
Los ejes centrales a ser tenidos en cuenta para el estudio de este núcleo temático
son:
-Las desilusiones de la experiencia democrática: socialistas y conservadores frente a los
gobiernos radicales.
-La suerte de la democracia: democracia, populismo y autoritarismo.
-Conservadorismo y nacionalismo temprano. La Nueva República y la confrontación a
la democracia liberal.
Con el análisis de las lecturas y actividades propuestas en este núcleo temático
se busca que usted pueda:
-Comprender la transición ideológica que tiene lugar entre las críticas de sectores
liberales conservadores a la experiencia radical de gobierno y el surgimiento de
propuestas autoritarias de reeemplazo de la experiencia democrática iniciada en 1912.
-Identificar las formas que adoptan el conflicto interno dentro del radicalismo durante
los años veinte y los fundamentos ideológicos y políticos del antipersonalismo.
Según lo que expresa el autor de la clase, a partir de la aplicación de la Ley Sáenz Peña,
que como sabemos tuvo como resultado la elección y el ascenso de un gobierno radical,
dirigido por Yrigoyen, de estreno en la dirigencia política, para las FACCIONES
CONSERVADORAS del “ANTIGUO RÉGIMEN”, desde su punto de vista era un
FRACASO porque
Critican:
- la escasa organización de las fuerzas conservadoras
-la inmadurez de los electores, la falta de cultura política en el electorado (sin expresar,
por el momento, una crítica general hacia la democracia representativa.)
1
Teoría, clase 12
LOS SOCIALISTAS YLOS SECTORES CONSERVADORES TAMBIÉN
CRITICAN, PERO LO IMPRTANTE ES ESTO, QUE, en un principio, todas sus
críticas “no iban a significar una crítica general a la democracia representativa ni
un abandono de la tradición republicana que, en buena medida, había estado
asociada con la aceptación del sufragio universal masculino a pesar de algunos
intercambios parlamentarios a finales del orden conservador que lo podían poner
en entredicho. En este sentido, todavía los políticos conservadores y sectores de las
clases propietarias se encontraban lejos de una impugnación general a la
experiencia yrigoyenista que sería definida posteriormente como un ejemplo de
una (en palabras de Ramón Cárcano) “democracia niveladora y plebeya”.”i
“Las dudas y críticas posibles sobre el comportamiento electoral de las mayorías y el
ascenso electoral de los nuevos partidos (en especial del radicalismo) se darían en un
comienzo en el contexto de un cierto optimismo sobre el carácter educador de la
democracia representativa.”ii
Durante la Primer Presidencia (1916-1922)
La relación entre Yrigoyen, el Congreso y los gobiernos provinciales:
1929
Lecturas:
Los lencinistas mendocinos, los bloquistas de San Juan, los seguidores de Vera en Tucumán, los
de Joaquín Castellanos en Salta, los de Benjamín Villafañe en Jujuy, los principistas y los
verdaderos riojanos, movimientos provinciales ya constituidos como tales, después que Alvear
asumió la presidencia, en 1922, formaron parte de esa ruptura que devino en un nuevo partido:
el antipersonalismo. Lo que los unificaba era el antiyrigoyenismo.
que se caracterizaron por organizar movimientos locales y militar en las filas del
antipersonalismo aun cuando, identitariamente, muchos de ellos participaban de la tradición de
pensamiento inaugurada por Yrigoyen y ejercían liderazgos personalistas. La intención es
mostrar que la lectura de la historia del partido basada en la existencia de dos corrientes, una
popular y plebiscitaria y otra liberal-conservadora, no se aviene con las fracturas y cismas que
se dieron a nivel de la organización y que la identidad radical está atravesada por esa
tensión.”
O sea, lo que dice Persello, es que se reconoce en la historia del partido radical dos
tradiciones de pensamiento, la de Alem y la de Yrigoyen, que dice que persistieron y formaron
parte de la identidad radical y que la causa no anuló al partido. Bien, PERO después explica
esto de que desde que asume Alvear NACE UN NUEVO PARTIDO, que son LOS OPOSITORES
RADICALES A YRIGOYEN, ES DECIR, LA UCR ANTIPERSONALISTA, estos=
Reivindican el impersonalismo.
Pero, según Persello, estaban lejos de practicarlo en los ámbitos locales en los que actuaban y
de sustentarlo en el plano del discurso, y afirma que lo cierto es que el nuevo partido reunió a
antiyrigoyenistas, que no necesariamente eran antipersonalistas. Después del 30, eto
antipersonalistas no tuvieron mucha fuerza…pasaron a ser parte de los nacionalistas, del
peronismo y hasta del arco conservador.
2. Mustapic.
En 1916, los esfuerzos reformistas de la élite resultan en vano y la UCR gana las elecciones
presidenciales. Sin embargo, el conservadurismo mantiene el control sobre el Poder
Legislativo. Se plantea la tarea de compartir la gobernabilidad. Dos situaciones posibles:
cooperación o estancamiento político; se dan ambas: económicamente se alcanza el consenso
(pensamiento similar), a nivel político se produce la ruptura (los intereses no son conciliables).
Relaciones muy tensas entre Ejecutivo y Legislativo; se pueden caracterizar a través de dos
elementos: la interpelación parlamentaria y la intervención federal.
“A través del análisis de este conflicto se intenta mostrar, por un lado, que los principales
protagonistas del período sostuvieron visiones opuestas acerca del régimen democrático
deseable. Por otro, que ello afectó los mecanismos constitucionales poniendo a prueba su
flexibilidad pero al precio de crear profundas tensiones en el sistema político”. Mustapic de
hecho comenta que los radicales bajo la dominación oligárquica estaban formados como
partido antisistema, y que una vez en el gobierno no abandonan esta postura.
Se ocupa de los cambios operados en la concepción de la nación sostenida por dos destacados
periódicos liberales porteños (La Mañana y La Fronda, de FRANCICO URIBURU portavoces
del liberalismo reformista) en el curso de la primera experiencia democrática argentina, desde
su instauración hasta su clausura. Dichos cambios constituyeron el correlato de la
transformación de las posturas de ambos diarios frente al sistema político ante los avatares de
la política de masas.
La trayectoria de sus opiniones acerca de la sociedad nacional y del lugar que en ella le cabía
a la inmigración constituye un caso particular en el devenir del nacionalismo argentino.
También ilustra las transformaciones del perfil de una nación sacudida por la masificación de
la sociedad y de la política durante el período de entreguerras.
“En épocas de estabilidad y de prosperidad, el consenso liberal acerca del estado y de la nación se
mantuvo prácticamente incólume frente a sus eventuales impugnadores, pero en etapas signadas por crisis
que hacían a la integración y a la participación comenzó a mostrar fisuras que amenazaron su integridad.
La construcción de la homogeneidad fue una premisa básica en la construcción de la sociedad nacional,
que en el contexto argentino hizo de la asimilación de los inmigrantes el principal desvelo de las elites. En
el caso aquí analizado, la identificación entre aquéllos y el desafío a la hegemonía de la antigua clase
dirigente en el marco de la democratización operó como válvula de escape de las tensiones generadas por
la evolución y la complejización del estado nacional y por los avatares de la ampliación de sus bases
políticas.”2
https://www.youtube.com/watch?v=007-8HM_sEg
La clase anterior llega hasta 1930, año del Golpe de Estado que derroca a Yrigoyen.
Durante los años treinta un nuevo sistema de competencia partidaria emergió luego del golpe de estado en
el cual una coalición (la Concordancia) enfrentó a un conjunto de fuerzas opositoras (la UCR,
socialismo, demócrata-progresistas) apoyándose en la intervención militar (y en la actuación del
Ejército como actor político) y en la delimitación de la competencia electoral a partir de la manipulación
de los comicios (fraude electoral) en diversos grados.
En esta unidad se explora:
la constitución del sistema de partidos entre 1930 y 1943,
2
TATO
la organización de las coaliciones gobernantes y de las alianzas opositoras,
el rol jugado por el radicalismo (abstención o concurrencia electoral)
y los cambios introducidos en la legislación electoral que aseguraron una forma particular de
restauración conservadora.
Los ejes centrales a ser tenidos en cuenta para el estudio de este núcleo temático son:
La restauración conservadora. Autoritarismo político y fracturas en el conservadorismo
bonaerense.
La formación del Partido Demócrata Nacional.
El Radicalismo entre la participación y la abstención electoral.
Cambios en la legislación electoral en la década de 1930: La “ley trampa” y el “fraude
patriótico”.
De acuerdo a la teoría de la unidad lo autores esenciales a saber son Bejar y el texto de De Privitellio y
Persello sobre la reforma de la reforma.
Era recurrente:
La violación de las normas partidarias.
El ejercicio de la violencia
La instrumentación de los recursos del gobierno con fines particulares.
Cuáles eran lo conflictos del partido gobernante? (ámbito bonaerense, asociado a lo nacional)
Cruce entre las camarillas por el control de espacio de poder.
divisiones en la cúpula
Por el control de los comités
% del partido-disputa por control.
Crisis de los miniterios
Intervenciones en municipios
El Estado:
Sufre en todos los sentidos; había un marco jurídico de poca consistencia para
disciplinar esas fuerzas q componían al partido gobernante.
En este texto los autores analizan los debates que se producen alrededor de la reforma de 1912.
Detallan cuales y quienes presentaron proyectos y por qué para reformar a la reforma, ley que
despertó disconformidad hasta 1930.Son el diagnóstico político dicen los autores. Todo ese
consenso que rodeaba a la ley que consagrò como primer presidente democrático a Yrigoyen
bien pronto es foco de quejas, de incertidumbre, muchos ya no tienen la comodidad de poder
manejar lo electoral y los lleva a la decepción.
A largo plazo, esa poca confianza en la forma concreta que asume la práctica electoral (escasa
confianza que atraviesa a todos los partidos y fracciones de partidos) explica el descreimiento
cada vez más generalizado en la capacidad de las elecciones para funcionar como forma de
representar a la sociedad en el estado y como forma de procesar y resolver los conflictos de la
élite política.
Sostienen que no hay una unnica línea de análisis, o todos los actores, ni todas las provincias
juzgaron a la reforma de la misma manera, incluo en un mismo partido.
“intentaremos mostrar que durante las dos décadas que siguieron a la
reforma el tema electoral es amplia y muy libremente discutido, sin mayores prejuicios
y ataduras, a la luz de resultados, de prácticas, o de los eventuales “errores” o “lagunas”
de las leyes. Toda esta visión crítica involucraba a los propios actores de la política,
desde “los partidos”, “los gobernantes” o “la sociedad” hasta los propios “ciudadanos”.”
Cada uno de estos titulitos habla de los proyectos, impugnaciones o silencios de la ley Sáenz
Peña- no es mas que eso. Lo interesante es ver la conclusión de los autores.
1.del entusiasmo a la decepción
contra las prácticas y contra los silencios de la ley, buscaban modificar otros aspectos
relacionados con la práctica de votación, poniendo especial atención sobre ciertos aspectos de
esas prácticas que eran causa de insistentes protestas y reclamos. También proponen sanciones,
resultaban de un diagnóstico según el cual la vinculación entre sufragio y opinión estaba
completamente rota (significativamente, el mismo diagnóstico que los reformistas de 1912), en
particular en las provincias del interior, lo cual, a su vez, ponía en cuestión la naturaleza
individual de la ciudadanía y el sufragio. Ninguna de estas normas fue aprobada. Para el
radicalismo yrigoyenista estas normas eran las que le permitían acumular mayores respaldos
electorales, la oposición tampoco se comprometía con alguna reforma de las reglas porque
espera desplazar a Yrigoyen y, de hacerlo, le convenía mantenerlas tal como estaban. Pero todas
ellas van mostrando un comportamiento de la elite política y de la forma de concebir y resolver
sus conflictos que, finalmente, estalló en 1930.
Lo que en principio podría reputarse como una forma simple de impugnar al opositor, fue
convirtiéndose en parte de un sentido común sobre el sufragio: la ley Sáenz Peña no estaba
cumpliendo su misión, como tampoco la estaban cumpliendo los partidos políticos.
Fue posible aprobar algunas leyes que modificaron los procedimientos electorales establecidos
en 1912, (sin embargo, si la intención de quienes habían estado en la oposición y ahora estaban
en el gobierno, seguía siendo la misma, frenar el avance del voto radical), el contenido de las
reformas era diferente.
1912/1930 1930/1943
la representación de la minoría mediante el la más importante de ellas fue la vuelta al
sistema de lista incompleta y el padrón sistema de mayoría
militar para la elección de electores de presidente y
vice, y para electores de senadores de la
Capital,( fundamental en el armado de la
estructura fraudulenta
que le permitió a Justo llevar a Ortiz a la
presidencia)
Durante el breve período del gobierno de facto, las elecciones fueron algo así como una bandera
de la oposición al uriburismo.
los proyectos presentados en este período, tuvieron por objeto poner en evidencia lo que el
bloque oficial consideraba los “abusos” electorales que habrían sido cometidos por el
radicalismo personalista. Jaqueada la legitimidad de su gobierno por la abstención, la
importancia de las elecciones pasó de los resultados al funcionamiento. Entre 1933 y 1935
fueron presentados un conjunto de leyes, cuyo objetivo supuesto era mejorar las prácticas pero,
en verdad, tenían por objeto abrir un escenario legislativo y público destinado a atacar al
radicalismo que, por su parte, apostaba no sólo a la abstención sino a la vía revolucionaria.
A partir del levantamiento de la abstención radical la coalición gobernante tenía claro que sólo
el fraude sistemático podía preservarla en el poder y operó en consecuencia aprobando dos
iniciativas que prepararon su sustanciación a nivel nacional: 1)la reforma de la ley Sáenz
Peña en lo que a la elección de electores de presidente y vicepresidente se refería y 2) la
modificación del reglamento de la cámara de diputados. La oposición, por su parte, se concentró
en la presentación de proyectos de reformas parciales para fortalecer un sistema de garantías que
poco dependía de su sanción.
Partidos, (necesidad de organizar a los partidos y normar sus actividades) los partidos
como personas de derecho jurídico, ya otorgado en la práctica, de que eran los espacios donde
parte del proceso electoral se sustanciaba. Esta idea ya estaba presente en la propia reforma de
1912, pero lo que en aquella ocasión se había dejado librado al progreso de las costumbres,
ahora se pensaba como potencial objeto de las normas.
Candidatos (la cuestión de la selección candidaturas, ahora se pensaba como factible de ser
controlado para impedir el entronizamiento de los “peores”.) la idea de reglamentar la selección
de candidaturas se fundamentaba a partir de la necesidad de eliminar el caudillismo para lograr
que gobernaran los capaces y esta cuestión volvió a ser planteada en relación al universo de
votantes. OJO NO PEDAGOGICO, NO BUEN CIUDADANO. (tiene que ver con el
alfabetismo, considerados ciudadanos si eran alfabetos. Se intentó excluirlos pero al fin y al
cabo no resultó razonable)
Tal como hemos anticipado, durante las tres décadas que siguieron a la reforma de 1912
ningún aspecto de las prácticas o la normativa electoral quedó fuera de discusión. Por el
contrario, en buena medida un amplio consenso establecía que la normativa no había
alcanzado para modificar las costumbres. Las razones esgrimidas eran diferentes, según
fuera el diagnóstico: desde las formas normadas de representación, pasando por la
impugnación al rol de los partidos y ciertas agencias estatales, hasta llegar a los propios
ciudadanos. Durante estos años, vox populi no necesariamente era vox Dei. Lejos de
tratarse de una convicción derivada de los golpes de estado (y que, además, se habría
impuesto sólo a partir de la caída del peronismo), esta mirada sobre las prácticas
electorales estaba ya lo suficientemente instalada desde los años veinte. Tal vez, la
diferencia es que durante estos años todavía podía creerse que algún tipo de reforma
garantizaría un mejor desempeño de las prácticas electorales dentro del sistema político.
Con el paso de los años ni siquiera esta convicción sobreviviría.
En este capìtulo Persello, toma desde el golpe de estado del seis de septiembre que lo derroca a
Yrigoyen hasta 1943. Desde entonces se había planteado el conflicto entre los que consideraban
que el radicalismo estaba acéfalo y en estado de asambleay aquellos que proponían
continuidad.
1.La reunificación
2. La reorganización. Nuevas reglas de Juego.
3.la hegemonía alvearista y la frustrada reorganización de 1942
4.Partido orgánico o lealtades carismáticas.
El movimiento del 6 de septiembre impactó sobre un partido gobernante sin dirección cierta,
desarticulado internamente y lanzado de manera prematura a la disputa por la herencia del líder
Ya senil, aun en la Casa de Gobierno y entre sus colaboradores inmediatos.
El Comité Nacional propone por fuera de sus autoridades reorganización con previa
reunificación. (supuso asambleas, reuniones, intercambios entre dirigente) El marco es de
creciente hostilidad, detenciones, clausuras de comités e investigaciones sobre el desempeño
administrativo del gobierno depuesto.
1. La reunificación
Lo cierto es que, a principios de 1931, todas las fracciones radicales trabajaban por la
unificación. En Buenos Aires, al igual que en el resto del país, los impulsos reorganizadores
estaban divididos. La unificación y la decisión sobre quiénes iban a liderar la reorganización,
que como se aseguraba, requería nuevos procedimientos, era un desafio conflictivo en la medida
en que suponía decidir las reglas a seguir que pautarían el nuevo mapa interno de relaciones de
poder. La llegada de Alvear, decidido a ponerse al frente del partido, exacerbó el problema,
aunque al mismo tiempo los realineamientos comenzaron a hacerse más claros.
El estallido, en Corrientes, de la conspiración liderada por Gregario Pomar para derrocar a
Uriburu demandando la entrega del gobierno a la Suprema Corte de Justicia., interrumpió las
tareas de reorganización. Esto le permitió al gobierno accionar contra las autoridades del partido
-a pesar de sus declaraciones que negaban su participación y aun su conocimiento- no sólo
sometiéndolas a la cárcel y al exilio, sino por medio de sucesivos decretos que limitaron su
participación en nuevo orden que se abriría a partir del llamado a elecciones.
La crónica de los acontecimientos que se sucedieron en los meses posteriores es bien conocida.
Vicente Gallo reemplazó a Alvear en la dirección de las tareas de reorganización. En septiembre
se reunió la Convención nacional presidida por Benjamín Zorrilla, comisiones especiales dieron
cuenta de sus trabajos, se sancionaron los proyectos de reforma de la carta orgánica y de
plataforma electoral, y se eligió la fórmula Alvear-Güemes para las elecciones nacionales de
noviembre. En octubre se constituyó el CN y la Convención adoptó un nuevo distintivo para las
boletas electorales y afiches de propaganda. El gobiemo respondió vetando la fórmula y
anulando las elecciones bonaerenses de abril.
La respuesta radical, después de un intenso debate, fue decretar la abstención no sin antes
explorar distintas posibilidades, que iban desde la concurrencia con los candidatos vetados hasta
el cambio de fórmula propiciado por dirigentes como Gallo. En octubre, un conocido manifiesto
redactado por Ricardo Rojas y firmado por la mesa directiva del CN cuya presidencia ejercía
provisoriamente Adolfo. Güemes dio cuenta de la decisión, que -sostenían- no era ni deliberada
ni voluntaria, sino producto de la coacción, "forzada proscripción".
Bueno y continùa en las paginas siguientes hablando del afán en el que continúan para
reunificarse, cambios de nombres,nuevo movimientos, intentos revolucionarios, la dirección del
partido que pasa de unos a otros,( el más nombrado es Alvear), contentos y descontentos,
intentos de derrocar al gobierno, (proponían la restauración de las instituciones)etc.
En 1930, la amenza de las instituciones democrático liberales fue el arguemnto esgrimido por
los protagonistas del Golpe. Lo que resulta claro, dice Persello, es que personalistas,
antipersonalistas, abstencionistas y concurrencistas- convergió en la reuificaciòn para tratar de
liderar el proceso de reorganización. El imperativo era salvar la màquina y excluirse se
consideraba suicida.
Mientras los radicales estuvieron en el gobierno, había consenso sobre la legitimidad de los
partidos políticos, en tanto instituciones necesarias para el régimen representativo, pero se los
negaba en su funcionamiento concreto. La materialización del régimen democrático liberal y del
sistema de partidos produjo decepción. En los años treinta el pensamiento nacionalista encontró
un público ampliado.
n nuevos mecanismos de transacción entre intereses sociales que fueron constituyendo un '
-sistema político más complejo, en el que coexistían partidos y corporaciones
en los ámbitos de toma de decisiones. El sistema de partidos perdió representatividad.
En agosto de 1931, Uriburu (en contra de las presiones políticas y sus ideales) decretò el
funcionamiento de los partidos, les otorgaba legitimidad como personas de derecho público. Los
primeros en reaccionar fueron los 'grupos nacionalistas. El radicalismo para eto necesitaba
nuevas reglas internas que facilitaran su reunificación. (DEMOCRATIZACIÒN INTERNA).
Para 1932, las elecciones internas dieron cuenta una puja interna por la hegemonía en el aparato
partidario: entre restauradores y renovadores, entre los que pretendían mantener la continuidad
de los cuadros y los que intentaban dar cabida a "hombres nuevos" no comprometidos con el
gobierno yrigoyenista. (habla de sus problemas internos, de votos directo o indirectos, de
reformas, de la carta orgánica). Para 1934, el signo que rigió las elecciones internas fue entre
abstencionistas y concurrenciastas (nuevamente divididos) =( (las divisiones internas son en
todas las provincias, en algunas con otras denominaciones, pero en fin, divididos. )
Alvear presidirà el partido hasta su muerte en 1942. Habla de situaciones provinciales, en las
cuales muchas veces se las intervenía para lograr acuerdos, se entiende que Alvear trabaja por la
unidad. En el 36, 38 y 40 el alvearismo salió fortalecido de las elecciones internas para la
renovación de las autoridades partidarias.
En 1942, todos 1os síntomas de la crisis intema se tomaron VIsibles.- todas las contradicciones
y teniones larvadas y sorteadas por un Comitè Naional que no lograba imponer quórum o
unidad a las filas ( a veces intervenía, otras veces pactaba y otras se desentendía) y por un
Convenciòn que evitaba reunirse, emergieron producto de una particular combinación de la
situación interna y externa.
1941 alvear de licencia por enfermedad, La perspectiva de las elecciones legislativas de marzo
de 1942 y pres!dencialc~ de 1943 y la renovación bianual de autoridades potenCiaron las lineas
de fractura. El año se inició con el arribo al CN de,proyectos de .reorganización y de
intervenciones amplias o parciales enviados a una
.comisión especial para que intentara conciliarlos. En algunos círculos se propiciaba la
disolución de las autoridades yla mesa directiva del CN renunció. Despue de muchas idas y
venidas, las tareas que se debían llevar a cabo eran: reinscripción, elección de una Convención
constituyente por distrito único y, finalmente, elección de autoridades. Sólo la primera etapa ..se
cumplió antes del golpe de estado de junio de 1943: se constituyó un padrón de 61 317
afiliados. Y se eligieron autoridades. Era la lógica del funcionamiento interno de la agrupación
la que separaba a dirigentes y afiliados y restaba contenido y apoyo popular al radicalismo.
Fin
Hasta acá un resùmen del capitulo 4. Pero, les dejo abajo un ensayo de una investigadora del
conicet que habla de todo el libro , y nos sirve a nosotros para entender el resùmen, y que no lo
leamos tan decontextualizado.
http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1668-80902005000100020
El libro que ofrece Ana Virginia Persello busca reconstruir de manera renovada la historia del
partido radical, prestando atención particular al aspecto organizativo y al proceso de
construcción de la identidad partidaria. Un minucioso estudio preliminar acerca de la manera en
que se ha encarado el estudio del radicalismo refleja la especificidad de la propuesta, discutir las
visiones de las historias militantes, cuyo principal exponente identifica con Gabriel del Mazo, y
mostrar nuevos aportes a las construcciones elaboradas desde el campo de la sociología, la
ciencia política y la historia. Persello advierte que el abordaje priorizado desde el campo
académico encuentra su origen en el clásico estudio de Gallo y Sigal, quienes han entendido al
radicalismo como "un correlato del proceso de modernización" en donde el partido "canaliza las
aspiraciones de participación de los sectores recientemente movilizados". Numerosas
investigaciones retoman esta premisa focalizando la atención en las fuerzas sociales que dieron
forma al creciente partido. No obstante, desde la perspectiva de la autora, las indagaciones
realizadas en torno a este objeto han desligado del análisis los aspectos estrictamente políticos
que se imbrican en la trayectoria partidaria. La clave política en la que Persello interpreta la
historia del partido muestra como antecedente el trabajo de Paula Alonso, línea de investigación
que continúa para el periodo 1916-1943. Alonso explicó el origen del radicalismo atendiendo al
proceso estrictamente político, advirtiendo que la particularidad del partido se encuentra en su
"estructura organizativa" y en la construcción de su identidad. Algunas de las nociones que dan
forma al estudio son retomadas por Persello para caracterizar el periodo de formación de la
organización y fundamentar el problema de investigación. El surgimiento de los cívicos en
torno a las consignas de "saldar el hiato entre la norma constitucional y la práctica política a
través de la ampliación de la participación" y de la defensa de la causa entendida como "la
construcción de la Nación en clave democrática" esbozan la construcción de la identidad radical
por "diferenciación", aspecto que describe la fisonomía partidaria.
El trabajo de Persello se inscribe dentro de un abordaje que prioriza "lo político". Por ello, la
hipótesis de trabajo que guía la investigación busca mostrar que la faccionalización del partido,
es decir, en el lenguaje de Sartori, la expresión de los conflictos personales al interior de la
organización partidaria -visible desde los orígenes en 1890- permeó la historia del radicalismo
hasta 1943, momento en que recorta su investigación histórica.
La primera parte de la investigación analiza al radicalismo en el gobierno, enfatizando dos
momentos distintos. El primero de ellos se encuentra signado por una faccionalización extrema
producida primordialmente por la distribución de "incentivos selectivos", en el sentido sugerido
por Panebianco, y en consecuencia las pujas internas para lograr acceder a los beneficios
materiales generados por el acceso del personal político a los cuadros administrativos
burocráticos. El segundo momento es visualizado desde la división formal del partido y la
consecuente ruptura entre los grupos que tradicionalmente se han denominado "personalistas" y
"antipersonalistas", visión matizada por Persello al vislumbrar que al interior del partido existía
una multiplicidad de enfrentamientos que no respondían exclusivamente a esta rígida y estática
oposición dicotómica. En este momento, las múltiples facciones en que se habían diseminado el
partido buscaron apropiarse de las representaciones simbólicas y de su historia para exhibirse en
la escena pública como las legítimas herederas de la "religión cívica".
La segunda parte del libro revisa el nuevo papel jugado por el radicalismo en el marco
institucional del país posterior a la revolución septembrina de 1930. El pasaje del partido radical
de la función de gobierno hacia la oposición conlleva nuevas tareas y desafíos para los grupos
dirigentes que habían adscrito a la organización partidaria. La crisis del sistema de partidos, la
decepción de la democracia como forma de gobierno y como mecanismo de elección de los
gobernantes marcó el escenario en el que este proceso tomó forma.
En la introducción, Persello esboza algunos rasgos del panorama político en el que se inserta el
radicalismo como partido moderno. Los cambios introducidos por la reforma de 1912 erigieron
a los partidos como los actores principales de un proceso que garantizaba la participación de la
ciudadanía a través de elecciones. Esta etapa inauguró un nuevo régimen institucional en donde
la democracia de partidos abrió juego al radicalismo. Sin embargo, la autora advierte que el
proceso de consolidación del radicalismo como partido mayoritario, dotado de una estructura
nacional, y su acceso al manejo de los mecanismos estatales no implicó la unificación de grupos
y perspectivas en torno a una propuesta partidaria programática. Por ello, el objetivo de Persello
se encuentra en hacer explícita la fragmentación interna y mostrar cómo estas tensiones
intervienen o incluso bloquean los mecanismos institucionales para resolver conflictos. Esta
faccionalización del grupo dirigente es advertida por la autora tanto en las contiendas
electorales, por mostrar de manera más acabada la puja interna partidaria por ocupar espacios en
la administración estatal, y en el parlamento, por erigirse en el escenario donde se expresan las
posiciones encontradas.
Persello bosqueja en la primera parte de su trabajo el proceso de construcción del sistema
democrático marcando la fractura entre las expectativas que había generado la reforma de 1912
para aquellos que la habían promulgado y las prácticas concretas que generó el nuevo régimen
institucional. Sin embargo, el acceso del radicalismo al aparato estatal no logró consolidar la
unidad entre sus filas. Con un tratamiento particularmente rico de las situaciones provinciales,
Persello destaca la falta de disciplina partidaria de los poderes locales en referencia a la
dirección nacional. Las elecciones en las provincias constituyen para la autora los momentos
claves para visualizar la faccionalización del partido y las múltiples divisiones que no responden
necesariamente a lo que se percibe en el cuadro nacional. La lucha facciosa es la que permite
también explicar las recurrentes intervenciones del poder central a las provincias: las pujas
partidarias internas por las candidaturas, los conflictos entre los poderes ejecutivos provinciales
y sus legislaturas, las disputas por el presupuesto entre nación y provincias son algunos de los
motivos de la utilización de este recurrente mecanismo practicado por el radicalismo. El
parlamento también sufrió los embates de las divisiones del elenco dirigente, convirtiéndose en
la "caja de resonancia" de las disputas partidarias: las deliberaciones en torno a la aceptación de
diplomas de legisladores fueron recurrentes y se percibían las escisiones de los grupos del
partido. En suma, la multiplicidad de enfrentamientos intestinos es la que le permite a Persello
sumar evidencias para contrarrestar la visión del radicalismo como una conjunción de dos
partidos distintos, el "liberal" o incluso denominado "conservador" y el "popular" o
"plebiscitario".
Tomando la caracterización realizada por Halperín Donghi sobre el partido radical como
"religión cívica y máquina", Persello enfatiza el papel relevante que jugó en los años que se
mantuvo el radicalismo en el gobierno el acceso de los dirigentes partidarios a espacios de la
administración pública, argumento que sostiene a través de una documentación rigurosa en
torno a la prensa, debates parlamentarios y registros que evidencian los reemplazos de
empleados públicos por dirigentes partidarios. El sostenimiento de la "máquina" se lograba a
través del presupuesto estatal, otorgando puestos en la administración a cambio de mantener las
lealtades partidarias. Este fenómeno conllevó a exacerbar las luchas intestinas debido a que las
facciones que quedaban excluidas de la distribución de beneficios tildaron a las restantes de
"corruptas". La incorporación del personal político partidario en los engranajes mismos del
Estado, según la autora, permitió el crecimiento del partido pero a su vez debilitó los
mecanismos institucionales: la relación de poderes se vio alterada y se restó eficiencia a la
dinámica estatal.
En el marco de la acentuada crisis del sistema de partidos y de decepción democrática, Persello
describe el cambio del panorama político argentino con la revolución uriburista de setiembre de
1930 y la consecuente apertura de una nueva etapa para el partido radical; en efecto, el contexto
original exigía prácticas renovadas. Desplazado de la función de gobierno, el radicalismo debió
enfrentar una crisis de identidad adosada a una crisis organizacional. Por esta razón, la nueva
coyuntura requirió un proceso de reorganización el cual presentó marchas y contramarchas. Las
demandas que más se hicieron sentir, según la autora, fueron la búsqueda de nuevas reglas y la
democratización interna del partido. No obstante, el intento de editar nuevas prácticas se vio
frustrado ante la continuidad de la lucha facciosa en diferentes momentos donde el radicalismo
jugó el papel de partido opositor. Restauradores y renovadores en las elecciones internas de
1932, abstencionistas y concurrencistas, unionistas e intransigentes fueron las formas visibles en
que fueron derivando los enfrentamientos internos dentro de la organización. A estos conflictos
en torno al problema de la unificación partidaria se sumaba el de no disponer de los recursos
estatales para el mantenimiento de la "máquina" y de contar en numerosas ocasiones sólo con el
recurso de la apelación de "incentivos identitarios" para conservar los adherentes. Asimismo, el
fraude se convirtió en un tercer factor que condujo al radicalismo a tomar distintas posiciones en
torno a las contiendas electorales. Esta práctica condujo a que se acordaran en algunas
provincias "listas únicas" de candidatos, a pesar de subsistir las pujas internas. La complejidad
del fenómeno electoral visto tanto en las provincias como en la nación demuestra la diversidad
de posturas que fueron tomando los radicales en las distintas coyunturas y las tendencias
facciosas que atravesaron el partido.
El levantamiento de la abstención en 1935 exacerbó este escenario debido a que se aceleró el
proceso de lucha por lograr la hegemonía en el partido. La participación en elecciones favorecía
la proliferación de alianzas partidarias, vistas en algunos casos como espurias. Sin embargo, los
intentos de unificación realizados por los grupos dirigentes mostraron un nuevo fracaso en
cuanto al radicalismo lo constituía un grupo heterogéneo de dirigentes con escasa unificación de
prácticas y perspectivas. Esta división, si bien no se apreció de manera clara en las elecciones
provinciales y nacionales, fue visualizada de manera prístina en los debates parlamentarios. De
esta manera, Persello entiende que la pretendida reorganización vista como necesidad urgente a
partir de los sucesos de setiembre de 1930, quedó trunca al no alcanzarse la consolidación de la
estructura del partido radical, dotada de una dirigencia unificada en torno a un ideario
programático y a pautas de acción conjuntas.
En síntesis, el recorrido planteado por Persello exhibe que el "faccionalismo", la "lógica
plesbiscitaria" que le imprimió el yrigoyenismo a las contiendas electorales, y el papel
detentado por la oposición, frente a los cambios institucionales introducidos por la reforma de
1912, fueron factores que impidieron la edificación de la "República verdadera". En tal sentido
las instituciones democráticas se vieron debilitadas por estos tres factores concomitantes
entorpeciendo la consolidación del régimen político.
Virginia Mellado
CONICET-INCIHUSA
Unidad 14-
Habla de desigualdad jurídica entre hombres y mujeres en materia de derechos civiles, políticos
y sociales, El activismo femenino, de la eficacia de las organizaciones femeninas para
influenciar la labor legislativa. no es ya posible
atribuir la inequidad legal entre hombres y mujeres a la ausencia o fragilidad de la acción
colectiva femenina. En síntesis, aunque la reconstrucción del movimiento sufragista merece
profundizarse, es evidente que las luchas de las mujeres por sus derechos cívicos entre fines
de 1910 y mediados de 1940 constituyen un aspecto insoslayable en el proceso de
ampliación de la ciudadanía política en el país.
El presente estudio explora
los motivos de la aquella sostenida desigualdad en materia de derechos
políticos.Utilizando el concepto de género como categoría de análisis,
examinaremos los presupuestos intelectuales sobre la diferencia sexual que
informaron la concepción de ciudadanía presente en los proyectos legislativos
y en los debates acerca de los derechos cívicos que se sucedieron desde la
aprobación de la reforma electoral de 1912 hasta la sanción de la ley de sufragio
femenino de 1947.
nos interesa aquí evaluar cómo, en el mismo proceso de promover el sufragio
femenino frente a la abierta oposición o aceptación parcial de los representantes
conservadores, estos partidos redefinieron los ideales de comunidad política y
ciudadanía.
Los debates sobre el sufragio femenino entre 1912 y 1947 tuvieron así un doble efecto:
poner en cuestión los fundamentos de la discriminación de género detrás de la pretendida
universalidad sobre la que se había excluido de hecho a sujetos sexualmente diferentes y, al
mismo tiempo, reabrir el debate sobre los criterios igualitarios en el ejercicio del sufragio
sin calificación masculino.
Ciudadanía masculina:
La cuestión del sufragio femenino desde fines de 1910 hasta 1930, correspondería
fundamentalmente a la iniciativa de la Unión Cívica Radical. Durante la primera experiencia
democrática del país, cuatro de los seis proyectos de reconocimiento a los derechos políticos de la
mujer correspondieron a legisladores radicales.
Los años veinte constituyeron el período más fecundo en la reflexión y labor legislativa de dicho
partido sobre esta materia. Este protagonismo se opacaría en la década del treinta. Tras el
derrocamiento del presidente Hipólito Yrigoyen, la proscripción de los radicales personalistas les
impediría participar activamente. Sería recién a fines de la década de 1930, una vez que el
levantamiento de la proscripción les permitió aumentar su representación legislativa, que las voces
de los legisladores radicales volverían a escucharse con fuerza en la Cámara de Diputados. Tal
fue el caso de nuevos proyectos de derechos cívicos femeninos presentados por un grupo
de diputados radicales de Buenos Aires, Santa Fe y el interior. los proyectos de los radicales nunca
llegarían a ser debatidos. Cuando en 1947 la cuestión del sufragio femenino por fin volviera a ser
tratada en el Congreso, los representantes radicales se encontrarían en una situación menos
cómoda que la que disfrutaron en los años veinte: habían dejado de representar al partido
mayoritario, para pasar a expresar la opinión de la primera minoría.
La presencia de la mujer vendría pues a mejorar los modos de acción política, favorecer
el éxito de la reforma social y, además, reforzar la unidad familiar. En suma, desde la perspectiva
optimista defendida por el radicalismo, el reconocimiento de los derechos políticos femeninos traería
beneficios en el orden político, social y moral. Pero hay que notar, en primer lugar, que debajo del
optimismo de las propuestas subyacen ambivalencias problemáticas respecto a la naturaleza
femenina y, por tanto, a los supuestos beneficios que las mujeres brindarían a la comunidad política.
Las ambivalencias de los radicales en la causa del sufragio femenino no radicaban tan sólo en su
falta de convicción en los principios del feminismo maternalista sino también en su desconfianza del
liberalismo reformista.
Los conservadores confrontaran con vehemencia esta prédica liberadora, anunciando los efectos
catastróficos que la inclusión de la mujer en política acarrearía sobre su propia identidad femenina y
la unidad del hogar. Los conservadores temían la politización del mundo doméstico. Otorgar los
derechos cívicos a la mujer en igualdad de condiciones con el hombre significaría “fomentar la
disolución de la familia con gérmenes de anarquía. Mientras que para los socialistas, la ley del
estado debía procurar liberar a las mujeres reconociéndoles sus derechos como individuos, para los
conservadores la ley no podía avasallar los derechos privados y el orden sexualmente jerarquizado
del mundo doméstico.
El socialismo podía admitir, con los radicales, que el pueblo pudiera estar inmaduro y poco formado
para el ejercicio de sus libertades políticas. Pero a diferencia de aquellos no perdió la fe en el
sufragio universal.
Durante la década del treinta, su sostenida prédica a favor de la inclusión de la mujer en igualdad de
condiciones con el hombre iba a nutrirse de nuevos argumentos. Era evidente que el socialismo
llamaba a reconocer los saberes y valores que poseían los trabajadores y trabajadoras, a quienes se
insistía en ubicar en una posición subordinada en el imaginario de la comunidad política. (Suscitó
preocupación en el bloque conservador.) Para el socialismo, el plantear que “saber leer y escribir no
acredita buen sentido” no significaba una glorificación del saber popular sino la defensa una
comunidad política sin jerarquías.
2. En segundo lugar, las premisas del sufragio femenino resultaban contestatarias porque
las virtudes que el feminismo maternalista había asociado a la mujer, el peronismo se las
atribuía sólo a la mujer del pueblo. “la mujer de la fábrica, la oficina, la escuela y el campo
argentino.” Estas eran concretamente las mujeres del pueblo, las que se definían también
por ser quienes se habían manifestado a favor las gestas patrióticas a las que se venía a
sumar, desde la perspectiva del oficialismo, el 17 de octubre de 1945.
Sólo la mujer del pueblo se asociaba, en la retórica peronista, con la mujer-madre capaz de
extender su cuidado y desinterés a la comunidad y sólo ella luchaba por el bien común antes
que por interés personal.
Además la lucha noble y enaltecedora en bien de la comunidad era monopolizada por las
mujeres del pueblo, mientras la actitud interesada en el éxito y poder personal se atribuía a
las mujeres de la oligarquía. Esta oposición pueblo-oligarquía típica de la retórica populista
pasaba a atravesar el ideal positivo de mujer-madre propuesto tradicionalmente por el
feminismo maternalista.
El controvertido proceso que inauguró la ley Sáenz Peña y culminó con la ley de voto
femenino de 1947 remite tanto a los temores a la igualación jurídica de ambos sexos como a
las ambivalencias hacia el sufragio universal como fuente de legitimidad del régimen
político.
Con independencia de otros factores, parece claro que el partido de gobierno, la Unión
Cívica Radical, no logró articular una posición homogénea y contundente. Los proyectos
evidenciaban una doble debilidad: ni sostenían con entusiasmo los principios del
maternalismo ni abogaban incondicionalmente por las bondades del reciente sufragio
universal y obligatorio. Los argumentos a favor del valor social de la maternidad no
alcanzaron a contrarrestar imágenes de feminidad de signo contrario: la mujer disipada y
frívola que se apartaba de la maternidad y cuya moral era por definición reprochable. Por
otro lado, a pesar de haber sido el principal beneficiario de la reforma de 1912, la UCR no
se escudó detrás de una defensa incondicional de los principios del liberalismo reformista.
Sumergido en esta ambivalencia, sus posiciones se acercaron a las de los representantes
conservadores, quienes tenían razones no solo ideológicas sino también prácticas para
recelar del nuevo sistema electoral.
El Partido Socialista, por su parte, pareció mejor equipado para advocar consistentemente
por los derechos cívicos de la mujer y la equiparación jurídica deambos sexos. Su énfasis en
la completa igualdad de género lo hizo refractario a representaciones negativas de la
feminidad. A ello apeló sin duda su férrea postura anticlerical e incondicional aceptación de
la universalidad y obligatoriedad del sufragio.
En otras palabras, la radicalidad doctrinaria del socialismo no fue incompatible con la
tradición liberal democrática, la cual se apropió como suya. Sin embargo, en la fuerza de
sus convicciones ideológicas radicó su debilidad política. Su retórica dejaba poco margen
de acercamiento a los sectores que dominaban las instituciones de gobierno en la década del
treinta. Por el contrario, en el clima triunfante de conservadurismo político y cultural
impuesto por las fuerzas de la Concordancia, la prédica del socialismo generó una reacción
aristocrática y reaccionaria. Ni siquiera el acercamiento a los radicales a comienzos de los
años cuarenta pudo lograr que la cuestión del sufragio femenino fuera tratada nuevamente
en el congreso. Para cuando la cuestión reapareciera en la agenda parlamentaria, ahora bajo
la abrumadora tutela del peronismo y la derrota electoral de la Unión Democrática, el
entusiasmo en las virtudes de la inclusión política femenina ya no sería el mismo.
Pocas dudas puede haber que Perón abrazó la causa del sufragio femenino como parte de
una estrategia política tendiente a expandir todo lo posible el apoyo popular. Se adueño con
este fin de una causa que contaba con antiguas y antiguos defensores y que por entonces
carecía ya prácticamente de opositores doctrinarios -aún cuando el tema seguía despertando
temores de desunión familiar y comunitaria entre los sectores más conservadores. No
obstante, los acuerdos formales respecto de la necesidad de ampliar a las mujeres los
beneficios de la ley Sáenz Peña no ocultaron las sustantivas discrepancias sobre el modo de
comprender la ciudadanía política.
El peronismo definió en sus propios términos los fundamentos de la igualdad de derechos
cívicos entre hombres y mujeres.
En primer lugar, efectuó una valorización de la feminidad que estaba corporizada en la
mujer del pueblo. En contraposición a los radicales de la década del veinte, aceptaba
incondicionalmente el ideario del maternalismo, celebrando sin ambages la extensión de las
virtudes específicamente femeninas al mundo de la política. Desde luego, su adhesión a los
principios del maternalismo en la prosecución de los derechos políticos de la mujer y sus
referencias a la doctrina católica, más que a los principios jurídicos del constitucionalismo
liberal, no podían apartarse más de las inclinaciones ideológicas de los socialistas.
Podría afirmarse que los argumentos del peronismo a favor del sufragio femenino se
caracterizaban por una notable combinación de heterodoxia y tradicionalismo. Si su visión
de la naturaleza femenina remitía a antiguas concepciones de género, su particular
valoración del aporte de las mujeres en los asuntos públicos representaba una radical
inversión de las nociones vigentes sobre las jerarquías en la comunidad política. La
exaltación de las virtudes maternales no aparecía sino como el correlato natural de la
exaltación de las virtudes de los trabajadores y desposeídos.
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