Wajnerman, C. - Psicodrama Comunitario en Espiral - USAL
Wajnerman, C. - Psicodrama Comunitario en Espiral - USAL
Wajnerman, C. - Psicodrama Comunitario en Espiral - USAL
Docentes:
Liliana Fasano y Silvia Baeza
“Psicodrama comunitario
en espiral:
Volver más que llegar,
en las múltiples miradas”
Carolina Wajnerman
- Año 2012 -
Psicodrama comunitario en espiral:
Volver más que llegar, en las múltiples miradas.
Carolina Wajnerman
Introducción
Estoy frente a la computadora para escribir este trabajo y me pregunto: “¿desde qué rol
escribo?” O, dicho de otro modo: “¿desde qué escenas de mi experiencia vital surge la
construcción de este texto?”. Siento que estas preguntas, desechadas para tantos otros escritos, son
absolutamente válidas en esta introducción; sobre todo, por la importancia que la teoría y práctica
de Jacobo Levy Moreno ha otorgado a los roles y a las escenas en tanto acción en tiempo presente.
Acerca de la primera pregunta, puedo decir que escribo como integrante del grupo JUPSI
para TRACOM –Juego y Psicodrama para el Trabajo Comunitario, en la Casona Cultural
Humahuaca-, como psicóloga comunitaria, campo que vengo transitando hace algún tiempo desde
la acción colectiva con otros y otras en diversos ámbitos, y también como investigadora en temas
de arte, participación comunitaria y transformación social, tarea asumida crecientemente desde el
año 2005 y formalizada en el año 2011 a través de una beca de investigación otorgada por el IUNA
en el Posgrado de Especialización en Arte Terapia. Cada uno de estos roles estará presente en este
texto, pues además son ellos los que me han llevado a cursar el Posgrado que desencadena el
presente trabajo. A todo ello se suma, además, el hecho de participar del grupo de Llamada (Red
de Psicodramatistas en la Argentina). A través de todos estos roles, podrían desencadenarse
múltiples escenas o microescenas en debates, acciones grupales, personales y comunitarias,
desarrolladas en viajes, cursos, talleres, creaciones colectivas plasmadas en teatros, calles, centros
culturales, instituciones, congresos y hasta periódicos. La búsqueda que pulsiona todo aquello,
tiene un trasfondo común en el mundo de la creatividad y la alquimia de la transformación hacia la
justicia social; de allí surgen las formas múltiples y el interés por trabajar sobre la temática del
Psicodrama Comunitario.
El Psicodrama nace y se desarrolla como “corpus” teórico y cruza los cuerpos reales. El
psicodrama constituye una disciplina en sí misma, haciendo foco en la acción en toda su totalidad,
integrando el cuerpo, la palabra, la voz, la música, entre otras expresiones de lo humano. El
psicodrama permite trabajar en una gama que va de lo personal a lo social y de lo social a lo
personal, por lo que es una propuesta multinivel. Asimismo, la propuesta psicodramática incluye
una serie de conceptos teóricos como el de espontaneidad, rol, telé, sociometría, entre otros. Todas
estas características del psicodrama permiten que sea una disciplina que se amolda perfectamente a
todas aquellas que se abocan hacia el trabajo comunitario y, de este modo, incorporarse a nivel
metodológico en las intervenciones que se orientan hacia el cambio social en general para
establecer un diálogo y complementación fluida y orgánica.
La forma de espiral que encontramos en la naturaleza y en múltiples creaciones humanas,
representa un circuito curvo que tiene un eje sobre el cual no se cierra, sino que lo rodea para
mirarlo cada vez desde un lugar diferente. Ese es el intento del presente trabajo, como un recorrido
posible en la trama de un psicodrama volcado a lo comunitario.
Para alcanzar el intento, la espiral que proponemos aborda los fundamentos teórico-
prácticos para un psicodrama comunitario, profundizando en los sentidos de lo comunitario que
aparecen en el campo, sistematiza una metáfora sobre lo comunitario que proviene de un
dispositivo creado para tal fin, denominado “Caminar Juntos”, se detiene a pensar sobre el Teatro
Espontáneo Comunitario en Latinoamérica y su relación con el trabajo del colectivo JUPSI y,
finalmente, se orienta hacia la tensión entre psico y sociodrama a través de cómo ésta fue tratada
en Llamada.
Fundamentos de un Psicodrama Comunitario
Muchas veces en el análisis de algún tema o cuestión, se comienza por hacer historia. Cabe
decir que en la historia del psicodrama, hay una fuerte influencia de la dimensión comunitaria. Sin
embargo, la historia del psicodrama en relación a lo comunitario se asemeja a lo acontecido con
otras disciplinas: lo que surgió en lo social, pasa a lo clínico y/o lo individual. A posteriori,
cuando vuelve a emerger la perspectiva comunitaria o social, ésta ocupa el lugar de la desviación
de una supuesta línea recta que sabría de dónde viene y sobre todo hacia dónde va. Es así como
sucede que aquellos/as psicodramatistas que intentan llevar el método a espacios que trascienden
lo clínico y las cuatro paredes de ciertas instituciones y/o consultorios privados, atraviesan
profundas preguntas acerca de la validez y legitimidad de dicha disciplina en ese campo. Entonces,
es así como los “comunitarios” o los “un poco más sociales” pasan a ser precursores de algo que
pareciera ser nuevo… a pesar de que el arte, la cultura, la salud, y los intentos por transformar la
realidad en cualquiera de sus niveles, tienen su origen justamente en lo comunitario. Es por ello
que en el título se propone que ahondar en la trama de organizaciones, proyectos sociales, redes, y
en la “cosa pública” en general, es un volver más que un llegar; un recordar más que un inventar.
La primera escena psicodramática implementada e identificada por Moreno, en Viena el
1ro. de abril de 1921, se trató de una dramatización colectiva de conflictos sociales. Moreno se
distingue así de Freud, pues ve a la gente en su contorno natural: la calle y la casa. Los dramas que
interesaban en este sentido, no eran según Moreno los que surgían en las mentes de los artistas con
los que trabajaba sino aquello que estaba mucho antes de ellos: los que surgen en la vida cotidiana
de las personas simples. Allí Moreno intenta correrse de establecer una diferencia tajante entre lo
estético y lo terapéutico o entre lo individual y lo universal, pues antes tampoco existía a nivel
social dicha diferencia. El creador del psicodrama destaca cómo toda cosa, forma o idea tiene un
lugar –o locus- que es el más adecuado para ella; en dicho locus, entonces, la significación
encontrará su expresión más perfecta.
¿A qué llamamos entonces “lo comunitario”? Generalmente, esta pregunta nos lleva a
conceptualizar sobre la noción de comunidad, sobre la cual los desarrollos teóricos suelen dar
cuenta de la complejidad para intentar una definición acabada. La concepción de comunidad ha
sido desarrollada por diversos estudios y autores que han enfatizado en distintos aspectos de dicha
noción, como el sentimiento de comunidad, la territorialidad, los intereses en común, etc. Las
primeras nociones tomaban como factor principal a la territorialidad, es decir, el hecho de que un
conjunto de personas compartieran un espacio, como indicador principal de lo común.
1
Moreno (1972). Psicodrama. Buenos Aires: Hormé. Pág. 33
Globalización, cambios sociales y profundización teórica de por medio, la búsqueda de una noción
de comunidad se ha ido transformando y ampliando, de modo tal que por ejemplo se incorpora la
funcionalidad como eje (y podemos hablar de comunidades virtuales o profesionales, por ejemplo),
el sentido de comunidad (donde se valora la percepción de las personas acerca de su pertenencia y
vinculación con la misma), las relaciones interpersonales, los intereses en común, los valores
compartidos, entre otros factores.
A la hora de realizar un análisis o una intervención en las comunidades, podríamos pensar
que más allá de “algo” a ser conocido que preexiste a nuestra acción de conocer, la comunidad es
una construcción dinámica. Esta visión se encuentra en consonancia con la idea de que la
comunidad se constituye en y por una praxis. Desde el momento en el que tomamos una posición
desde la cual realizaremos alguna acción u observación sobre la comunidad, contribuimos a darle
una entidad determinada. Esta afirmación es acorde a los nuevos paradigmas en ciencias sociales,
que asumen que la posición del observador incide en el campo de observación o intervención, de
modo tal que, en ese mismo acto, no podemos hacer una distinción profunda entre un sujeto y
objeto del conocimiento. Además, la Psicología Comunitaria concibe a la comunidad también
como cognoscente, y no meramente como cognoscible. De esa forma, la comunidad es activa en la
construcción de conocimiento así como en la forma de pensarse y concebirse a sí misma.
En este sentido, en este texto, más que delimitar lo que una comunidad es “en sí” como
aspecto ontológico por separado, y dada la complejidad del campo así como de las diferentes
acepciones que ha tomado y toma el término, preferimos dar cuenta de cómo una perspectiva
específica da cuenta de la conformación de una comunidad. Esta propuesta implica entonces
reconocer la diversidad de miradas sobre lo comunitario, como una dimensión que se despliega en
y a través de determinadas prácticas. Esto no significa necesariamente que toda práctica tendrá per
se el mismo valor en cuanto a sus acciones, o que los efectos que se producen a través de diversas
prácticas sea una cuestión secundaria. Como bien dice Sánchez (citado en Montero, 2004), se
construye comunidad mientras se construye la solución a un problema, y es por ello que Maritza
Montero, revisando inclusive sus propias definiciones elaboradas sobre la comunidad, le otorga un
carácter complejo, borroso, dialéctico y que se construye y deconstruye permanentemente.
Ahora bien, si la comunidad es una construcción dinámica en la que participan una
multiplicidad de actores, ¿cómo podemos saber cuándo una intervención es comunitaria?.
Tomaremos la siguiente definición de intervención comunitaria: “procesos intencionales de
cambio, mediante mecanismos participativos tendientes al desarrollo de recursos de la población,
al desarrollo de organizaciones comunitarias autónomas, a la modificación de las representaciones
de su rol en la sociedad y sobre el valor de sus propias acciones para ser activo en la modificación
de las condiciones que las marginan y excluyen” (Chinkes, Lapalma, Niscemboin, 1995). Sánchez
Vidal (1991) enfatiza en la necesidad de legitimación de la intervención comunitaria por parte de
la comunidad, la cual está determinada principalmente por la participación de la comunidad en el
proceso de intervención, de modo que es la comunidad la que determina, en la mayor medida
posible, la intervención. Cuando la comunidad participa en la toma de decisiones a lo largo de
todo el proceso, se trata de una participación comunitaria ampliada, la que se contrapone a la
participación restrictiva, acotada o cosmética2.
Otra visión posible, complementaria a la anterior, nos permite reflexionar sobre la
posibilidad de construir un psicodrama en el que confluyan distintas visiones sobre lo comunitario,
teniendo en cuenta que la forma en la que concibamos a lo comunitario contribuye al alcance de
nuestras acciones. Para ello, intentaremos distinguir entre diversas formas de concebir a lo
comunitario que solemos encontrar en los discursos sobre las prácticas que se llaman comunitarias.
Estas formas son: lo comunitario como un ámbito, lo comunitario como un nivel y lo comunitario
como una perspectiva. A continuación intentaremos describir cada una de ellas.
2
Estos adjetivos suelen agregarse para dar cuenta de que la participación, así como el concepto de comunidad,
tampoco se refiere solamente a tipos ideales, sino que está atravesada por cuestiones de poder y conflictos, así como de
otros factores que hacen de la participación un concepto complejo y que suele referir a prácticas heterogéneas entre sí.
En lo comunitario como ámbito, suele hacerse referencia a la dimensión espacial, el lugar
donde se desarrolla una actividad (en este caso, el psicodrama). Esta concepción presupone que
hay espacios que serían más comunitarios que otros, y por ende, desarrollar el psicodrama en una
calle o una plaza, por ejemplo, sería más comunitario que realizarlo en un espacio cerrado. Dado
que esta forma de concebir lo comunitario suele estar presente en los discursos sobre las
intervenciones, y siendo que el factor espacial es parte de la configuración de una comunidad, es
preciso tenerla en cuenta. Por ejemplo, en su caracterización del método psicodramático, Moreno
distingue entre procedimientos abiertos o cerrados. El tratamiento abierto, según esta distinción, es
el que se realiza en medio de la comunidad, con mayor o menor conocimiento del grupo y
eventualmente con su participación. De este modo, según Moreno, se trata de un tratamiento in
situ, del que un ejemplo es el método sociométrico.
A aquellas intervenciones que dan cuenta de lo comunitario en tanto un lugar, suelen
referenciarse como acciones “en la comunidad”. Así suele llamarse a diversos tipos de actividades
por ser realizadas en alguna institución o lugar específico que se considera como representativo de
una comunidad, pues la comunidad, como vimos más arriba, no está dada ni presupuesta por un
espacio físico determinado. Si hacemos una intervención psicodramática en la calle, sin dudas
estaremos abriendo la posibilidad de que los transeúntes se detengan a mirar y que puedan
interesarse por la propuesta; incluso, también se puede abrir la posibilidad de que participen. Sin
embargo, pensar a lo comunitario sólo como un ámbito, surge de una lectura reduccionista del
concepto de comunidad ya que, según vimos más arriba, el espacio es sólo uno de los factores que
dan cuenta de lo comunitario: no es el único y, en muchos casos, no es ni el predominante o el más
importante. Por ejemplo, en una ciudad como Buenos Aires, para mucha gente la calle es más un
espacio amenazante que un terreno propicio para el encuentro. Algo similar sucede con otro tipo
de espacios a los que se asigna una cualidad de comunitarios: aún cuando se trate de un lugar
estratégico, no subyace sólo en ello la comunidad.
Otra de las acepciones de lo comunitario como ámbito suele estar ligado a un campo o
sector de intervención. En algunos casos, por ejemplo, se confunde el ámbito comunitario con el
de salud, o salud mental, y por ende se lo liga a determinado tipo de instituciones y no a otras. Sin
embargo, en lo comunitario existen múltiples campos de aplicación, como el de educación,
vivienda, trabajo, medio ambiente, entre otros. Es por ello que este modo de caracterizar a un
psicodrama comunitario también nos resultaría insuficiente en términos conceptuales.
En lo comunitario como un nivel, se hace énfasis generalmente en el tipo de agrupación y/o
cantidad de personas con las que se trabaja. Es decir, se establece que se puede trabajar con una
sola persona (nivel individual), con grupos (nivel grupal / familiar), con instituciones u
organizaciones (nivel organizacional / institucional), y el nivel comunitario representaría la
trascendencia de los anteriores (yo lo llamo nivel comunitario / local)3. Si en la forma de concebir
lo comunitario anterior se hacía énfasis en el dónde, al concebir lo comunitario como un nivel, se
hace énfasis en con quiénes y/o cuántos/as. En este sentido, podemos decir que hay algo de la
propuesta sobre niveles que se puede tener en cuenta para distinguir lo comunitario. De hecho, la
diferenciación entre psicodrama (cuando el protagonista es una persona) y sociodrama (cuando el
protagonista es el grupo) podría tomarse en este sentido. Sin embargo, allí es donde aparecen las
preguntas como: ¿Lo clínico y lo comunitario se diferencian por la singularidad o pluralidad del
protagonista del dispositivo? Si esto fuera así, habría una correlación individuo-clínico-
psicodrama, y entre grupo-comunitario-sociodrama. Una de las respuestas a esta confusión suele
ser la siguiente: lo clínico es cuando profundizamos en la historia personal de un individuo, y si no
profundizamos, es porque queremos enfatizar en otra cosa que puede ser lo comunitario. Ahora
bien, podría surgir otra pregunta: ¿Lo comunitario entonces no está presente cuando trabajo en el
nivel organizacional/institucional o en otros niveles?
3
Esta concepción entre niveles desarrollado de esta manera surge de una propuesta de Mario Roitter sobre Indicadores
y Dimensiones para el Arte Transformador, la cual he reformulado en otro trabajo (Wajnerman, 2013), para incluir
también el nivel provincial, nacional y regional.
Ante las dificultades que trae concebir lo comunitario sólo desde las dos modalidades
anteriores, es que surge la propuesta de lo comunitario como una perspectiva o un enfoque. De
esta manera, el énfasis no está puesto en dónde, con quiénes o cuántos se trabaja
psicodramáticamente, sino en el desde y hacia dónde, lo cual incide directamente en el cómo, pues
para alcanzar los objetivos que nos proponemos, lo mejor es dedicarse a delimitar bien el camino.
En ese camino, las técnicas y dispositivos que elijamos son una parte fundamental, pero no se trata
de qué técnicas o dispositivos elegimos sino más bien el cómo las implementamos y, sobre todo,
con qué objetivos.
Entonces podemos decir que la perspectiva comunitaria une e incluye los objetivos, los
fundamentos y la metodología de la intervención, y es aún más que eso. Incluye también los
valores que se ponen en juego, la mirada y el rol que otorgamos a los otros, y la posibilidad de
contribuir a la puesta en común e intento de solución de situaciones no deseadas por las personas.
De este modo, propiciamos nuevas formas de lazo social, basadas en la solidaridad, la
reciprocidad, la justicia social. En estas nuevas/viejas intervenciones, podemos incidir en el futuro
que deseamos a partir de lo posible. Un aspecto importante en lo comunitario es el conflicto, por lo
que muchas veces la realización de una intervención comunitaria implica justamente un fuerte
trabajo sobre problemas que son vistos desde diferentes posiciones y por ende, no hay una sola vía
de solución sino varias, según cómo se construya el problema. Como dijimos más arriba, la
participación es un aspecto clave en la perspectiva comunitaria, pues permite favorecer procesos
de autonomía y compromiso de las personas respecto de los objetivos que se proponen en la
intervención.
“Caro coordina hoy el taller. No me acuerdo bien todo lo que hicimos y quisiera acordarme.
La ronda, mirar hacia afuera, reconocer el espacio, situaciones provocando algunas
discusiones, para mi porque se habían hecho demasiado largas (no puedo recuperar la
anécdota, no me acuerdo; Perdón Caro). (…) Sigo insistiendo quiero acordarme pero no
logro pasar de la sensación de que vivenciamos como los grupos no pueden producir lo que
se proponen cuando algo se alarga demasiado, lo creativo deja de serlo y se pone tedioso.”
“La primera propiedad del acto creador es la espontaneidad, la segunda propiedad es una
sensación de sorpresa, de lo inesperado. La tercera propiedad es su irrealidad, que se dirige a la
alteración de la realidad dentro de la cual surge: algo anterior y más allá de la realidad dada está
operando en un acto creador”.4
4
Moreno (1972). Psicodrama. Buenos Aires: Hormé. Pág. 68
Mario Flores Lara, en su tesis de Maestría (2010), reconstruye la historia del Teatro
Espontáneo e identifica una primera referencia al Teatro Espontáneo en América Latina en un libro
de Tato Pavlovsky titulado “Clínica Grupal I”, publicado en el año 1975. En este libro, aparece un
artículo titulado “Psicodrama”, redactado por Losso, Martínez Bouquet, Moccio y Sadne. Allí se
hace referencia al Teatro Espontáneo como “creaciones espontáneas hechas en el seno de
comunidades (barrios, pequeñas poblaciones, villas de emergencia), con fines de concientización,
organización y acción en las que los temas corresponden al acontecer actual del grupo; por
ejemplo, problemas derivados de las tensiones políticas y donde intervienen, además del equipo
promotor, las personas del público como actores y dramaturgos improvisados”5. Aquí puede
identificarse una ligazón del Teatro Espontáneo en América Latina con lo comunitario.
Desde el grupo JUPSI para TRA-COM (Juego y Psicodrama para el Trabajo Comunitario)
de la Casona Cultural de Humahuaca, el objetivo y desafío es articular el universo del psicodrama
con el del juego, enfocados hacia lo comunitario.
JUPSI es tanto un espacio de formación como un grupo de intervenciones. El espacio de
formación, que comenzó en el año 2011, propicia un recorrido por diferentes dispositivos y
herramientas participativas para el trabajo comunitario, y en la actualidad ya va por su tercer año.
Como un tipo de intervención, según uno de sus creadores, Guillermo Castañeda, el JUPSI
existe hace mucho tiempo, desde que junto con Héctor Quevedo han llevado el psicodrama a
diferentes espacios ligados con el juego, la recreación y el tiempo libre, vinculado con lo
comunitario.
El colectivo JUPSI ha realizado intervenciones en el espacio público proponiendo trabajar
colectivamente temáticas como: la guerra de Malvinas, el trabajo, la descolonización, el trabajo en
grupos, la salud colectiva, entre otros.
A partir de una primera propuesta estética, un modo particular de disponer el espacio y
convocar a establecer un espacio escénico en los más variados lugares públicos, JUPSI invita a
comenzar a participar desde el lugar donde esté cada persona. Luego, generalmente intenta
desarrollar la temática sociodramáticamente, armando mapas o convocando a sumar personajes
desde el público para complejizar la propuesta inicial.
Octubre de 2011.
Mario Flores Lara, en el texto citado anteriormente, identifica las siguientes características
del Teatro Espontáneo Comunitario:
5
Losso, Martínez Bouquet, Moccio y Sadne, citado por Flores Lara, M. (2010) en Teatro Espontáneo Comunitario.
Un recurso metodológico para el desarrollo de las comunidades. Tesis de Maestría en Psicodrama y Procesos
Grupales. Universidad de La Habana. Pág. 19
“• Diferentes formas de concepción y estilos de realización.
• Sustentadas en la creación colectiva, representación teatral improvisada y/o escenificaciones
espontáneas.
• Sustentadas en su núcleo en el Teatro de la Espontaneidad de Moreno, con énfasis en el
Psicodrama, PBT, Sociodrama, Teatro Popular y diversas formas de teatro experimental.
• Inexistencia de un libreto previo.
• No se plantea como terapéutico en sus objetivos explícitos.
• Consideración en su ejecución de diferentes roles, que se proponen su socialización y/o
borramiento de fronteras que los separan, como una forma de propiciar la participación.
• El protagonista se encuentra fuera de la escena representada como observador de la misma.
• La grupalidad como sustento.
• Su accionar lo constituye como Social, que de acuerdo a su articulación sistémica puede llegar a
ser Comunitario.
• Aplicación de énfasis en la estética y/o participación activa de la audiencia, en la escena y el
proceso creativo.
• Implementación en diversos espacios físicos de realización.
• Flexibilidad para incorporar diferentes manifestaciones creativas y artísticas.”6
Además de poder vincular los puntos anteriores con las características de JUPSI, podemos agregar,
para describir su accionar, las siguientes:
¿Psico o socio-drama?
La distinción y el modo en el que se nominan diversas prácticas en el tema que nos aboca
en el presente trabajo ha surgido como debate en distintos niveles y espacios.
En el colectivo JUPSI muchas veces nos hemos preguntado y debatido acerca de si llamar a
nuestras intervenciones “sociodramas” más que psicodramas. Inclusive, también existe una
complejidad en la descripción a través los nombres con los que se denominan diversas prácticas.
Generalmente, los nombres dan una idea general de aquello que se realiza, pero no necesariamente
intentan describir la totalidad de aspectos que se incluyen. Por ejemplo, las siglas del grupo JUPSI,
significan “Juego y Psicodrama para el Trabajo Comunitario”. Aunque una de las características de
JUPSI es el trabajo con Teatro Espontáneo Comunitario, éste no aparece explícitamente en su
6
Flores Lara, M. (2010) en Teatro Espontáneo Comunitario. Un recurso metodológico para el desarrollo de las
comunidades. Tesis de Maestría en Psicodrama y Procesos Grupales. Universidad de La Habana. Pág. 21.
nombre, como sí se ve claramente en el nombre de otro colectivo: TEA, el grupo que trabaja con
Teatro Espontáneo también en la Casona Cultural de Humahuaca los primeros viernes de cada
mes.
En el ámbito de Llamada, la Red de Psicodramatistas en Argentina, también se ha dado un
debate sobre los límites entre el psicodrama y el sociodrama. Tomaremos lo acontecido en el
encuentro de marzo del año 2012, en el que se ha propuesto trabajar explícitamente sobre este
tema, para poder reflexionar sobre la cuestión de la denominación de las prácticas que nos
interesan en el presente trabajo. Para ello, tomaremos los mails posteriores al día del encuentro, en
los que aparecen dos crónicas y también algunas resonancias interesantes sobre el asunto.
Reproduciremos algunos de ellos textualmente, sólo modificando los nombres propios para dejar
sólo sus iniciales, pues aquí no nos interesa personalizar el debate sino dar cuenta del mismo a
través de los diferentes aportes.
“Hola a todos: participé del encuentro del sábado. Aprendí mucho escuchando
como otros nominan sus tareas.
Y luego me quedé pensando en algunas cuestiones referidas a lo que engloba
culturalmente la nominación psicodrama para muchos de nosotros. Nos definimos
genéricamente como Psicodramatistas más allá de que trabajemos en psicodrama y/o
sociodrama. Aunque la persona trabaje más / o exclusivamente en Sociodrama, raramente
nos definimos Sociodramatistas. Esta nominación la he visto más frecuentemente en
profesionales de Europa.
Pensé: en los cursos enseño psicodrama y sociodrama y sin embargo le llamo a mis
cursos: Psicodrama. En realidad debería llamarlo: Psico-Sociodrama. Lo he pensado
muchas veces y luego seguí llamándolo como antes, como aceptando que todos entenderán
lo que quiero decir. Pero no es claro aunque en clases explique siempre cuándo es uno y
cuándo es otro, similitudes y diferencias.”
Aquí podemos ver cómo aparece la palabra “Psicodrama” tomada como una denominación
genérica que incluye indistintamente a quienes trabajan psicodrama o sociodrama. Ante este mail
aparece otra resonancia en este sentido:
Lo interesante de este aporte es que aparece una cuestión de la formación profesional como
variable, de modo que al no tener formación de grado en psicología, una persona puede sentirse
más abocada al plano del sociodrama. También aparece un factor de identidad, que tomaremos
más abajo.
En una de las crónicas sobre el encuentro, aparece el siguiente párrafo:
- Habría que trabajar más profundamente el punto 1), pues parece una distinción algo
forzada. Por otro lado, no se da de esta manera en todos los casos, incluso no se corresponde
con aquello que en la Red Llamada ha aparecido en el trabajo sociodramático.
- El punto 2, que se desprende del 1, habría que analizarlo según el caso.
- El punto 3 alude a la distinción que realiza Moreno, la cual ya hemos retomado. Sin
embargo, cabe destacar que si bien Moreno los distingue, hay momentos de su obra donde
habla del Psicodrama como cuerpo del método en general.
- Respecto al punto 4, habría que ver si en todo psicodrama se va a la búsqueda de la
escena nuclear conflictiva o si se trata principalmente de un factor del psicodrama clínico.
- Quizás el punto 5 es el que está más vinculado a los objetivos diferenciados de
Psicodrama y Sociodrama, en relación a lo que hemos trabajado más arriba acerca de la
perspectiva comunitaria.
Aquí vemos entonces cómo el debate puede pensarse en relación con un momento de la
Red Llamada, y una tensión entre el intercambio y el volver a lo que cada uno hace, así como entre
la horizontalidad y la incertidumbre-angustia que genera.
En este sentido, podemos citar una frase que dijo el coordinador de aquel día, y que
tomamos de la crónica:
Moreno, Octubre de
2011.
Conclusiones
Quito, Ecuador.
Enero de 2013.
Wajnerman, C. (2012, octubre 28). ¿Buen vivir o estrategia? Arte y participación en foco.
El Telégrafo. cartóNPiedra. 14-16.